La fundación de capellanías de misas, una costumbre arraigada

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La fundación de capellanías de misas,
una costumbre arraigada entre las
familias novohispanas. Siglos XVI-XVIII
por Gisela von Wobeser
Abstract. - The founding of capellanías with the purpose for masses was very
common during the Colonial period in New Spain, to the point that a majority of
those who could afford it founded one or more capellanías during their lifetime or
left instructions for their formation in their will. Even though their essential purpose
was religious, as they were seeking the salvation of the founders' souls after their death,
the capellanías also had economic and social functions since the chaplains in charge of
them could be ordained through them and receive a life-time income to pay for their
subsistence. In addition, the income from the capellanías also benefitted laymen as well
as theology students. On a marcoeconomic level, they constituted one of the principal
sources of capital, used to estimúlate the economy.
Given the permanent nature of many capellanías throughout decades or even centuries
and the repercussions they had in different aspects of society, an investigation of
them contributes to a better understanding of the economy, family life, religious and
ecclesiastical phenomena that took place during the Colonial Period.
En la época colonial fue muy común la fundación de capellanías
de misas, al grado de que la mayoría de las personas con posibilidades
económicas fundaba una o más durante su vida o las disponía mediante
testamento. Aun cuando su finalidad esencial era religiosa, puesto que
buscaban la salvación de las almas de los fundadores después de su
muerte, las capellanías tenían una función económica y social, ya
que los capellanes que las ejercían podían ordenarse mediante ellas
y recibían una renta vitalicia para costear su subsistencia. Además, las
rentas de las capellanías llegaron a beneficiar a laicos y a estudiantes
de teología.
Dada la permanencia de muchas capellanías a lo largo de décadas y
aun de siglos y las repercusiones que tuvieron en diferentes ámbitos
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de la sociedad, su estudio contribuye a la comprensión de diversos
fenómenos económicos, familiares, religiosos y eclesiásticos del periodo colonial.
La importancia de las capellanías ha sido destacada, con anterioridad,
por diversos autores de historia económica y del derecho, entre los que
se cuentan Arnold Bauer, Asunción Lavrin, Linda Greenow, Frederick
Schwaller, Abelardo Levaggi, Michael Costeloe, María Isabel Sánchez
Maldonado, Francisco Cervantes y Gisela von Wobeser.1 Sin embargo,
hay múltiples aspectos que aún no han sido abordados y cuyo estudio
ampliaría el conocimiento de la sociedad colonial. La finalidad del
presente trabajo es analizar los motivos por los cuales las familias
novohispanas fundaban capellanías y los beneñcios obtenidos de dichas
fundaciones. Las cifras que se manejan en este artículo provienen de
una base de datos que pertenece a un proyecto de investigación más
amplio y que comprende un total de 1,785 registros, correspondientes a
capellanías fundadas a lo largo de los tres siglos de la época colonial.2
CARACTERÍSTICAS DE LAS CAPELLANÍAS
La capellanía de misas era "una fundación en la que se imponía la
celebración de cierto número de misas anuales en determinada capilla,
iglesia o altar, afectando para su sostenimiento las rentas de los bienes
1
Arnold Bauer, "The Church in the Economy of Spanish America. Censos and
Depósitos in the Eighteenth and Nineteenth Centuries": Hispanic American Historical
Review, 63,4 (Durham 1983), pp. 707-733; Asunción Lavrin, "El capital eclesiástico y las
élites en Nueva España": Mexican Studies. Estudios Mexicanos, 1 (1985), pp. 1 - 2 8 ; Linda
Greenow, Credit and Socioeconomic Change in Colonial Mexico. Loans and Mortgages
in Guadalajara. 1720-1820 (Boulder, Col. 1983); John Frederick Schwaller, Origins
of Church Wealth in Mexico. Ecclesiastical Revenues and Church Finances. 1523-1600
(Albuquerque 1985); Abelardo Levaggi, Las capellanías en Argentina. Estudio históricojurídico (Buenos Aires 1992); Michael P. Costeloe, Church Wealth in Mexico. A Study
of the Juzgado de Capellanías in the Archbishopric of Mexico. 1800-1856 (Cambridge
1967); Isabel Sánchez Maldonado, "La capellanía en la economía de Michoacán en el
siglo ΧνΐΠ": María del Pilar Martínez López-Cano (comp.), Iglesia, estado y economía.
Siglos XVI al XIX (México), pp. 241 - 2 6 1 ; Francisco Cervantes Bello, "De la impiedad a
la usura. Las capellanías, los capitales eclesiásticos y los especuladores en Puebla (1825
-1863)", tesis de doctorado (El Colegio de México 1993); y Gisela von Wobeser, El
crédito eclesiástico en la Nueva España. Siglo XVIII (México 1994), y "Las fundaciones
piadosas como fuentes de crédito en la época colonial": Historia Mexicana, 38 (abriljunio 1989), pp. 779-792.
2
Los registros provienen del Archivo General de la Nación de México, de los ramos
Capellanías, Civil, Real Fisco, Tierras, Bienes Nacionales y Cofradías y Archicofradías.
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La fundación de capellanías de misas
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que se especificaban."3 Funcionaba de la siguiente manera: una persona,
a quien se llamaba fundador, donaba un fondo para el sostenimiento de
un capellán y dicho capellán quedaba obligado a decir cierto número
de misas en la memoria del primero y de todos los de su intención.4 La
cantidad donada se invertía y el capellán recibía la renta que producía
la inversión,5 que generalmente era del cinco por ciento anual.
Cada fundación contaba, asimismo, con un patrono, o patrón, para
vigilar el buen desarrollo material y espiritual de la capellanía. Las
capellanías estaban diseñadas para ser perpetuas, en virtud de que la
fundación no se agotaba con el primer capellán que la poseía, puesto que
a su muerte o renuncia se traspasaba a otra persona y así sucesivamente.
Desde el punto de vista económico, esta continuidad era posible porque
las capellanías se financiaban con los réditos y no con el capital. Así,
hubo algunas que se mantuvieron a lo largo de muchas décadas y aun
de siglos.6
La fundación de una capellanía se establecía mediante un convenio
escrito, firmado ante un notario. En él se definían los términos de la
capellanía: el monto, las obligaciones del capellán y los bienes sobre
los que se imponía la fundación (cuando ésta no se fundaba mediante
dinero en efectivo), así como las personas en quienes debían recaer
los cargos de capellán y patrono. También se establecían las fechas
y el lugar en donde debían decirse las misas y, en algunos casos, se
imponía la obligación de fomentar el culto de un santo, de la virgen o de
Cristo. Finalmente, se determinaban los requisitos para la sucesión de
3
José María Ots Capdequi, Manual de historia del derecho español en las Indias y
del derecho propiamente indiano (Buenos Aires 1945), p. 125. De acuerdo con José María
Franco Ortiz y Antonio Bravo y Tüdela: "Para el derecho canónico en el cual tuvo su
origen, fue un beneficio excepcional, impropio, de fundación particular en iglesia, capilla
o altar, que obligaba a su poseedor a celebrar o mandar celebrar misas , servir en altar,
recitar horas canónicas o cumplir otras obligaciones señaladas en la tabla de fundación,
con derecho a los emolumentos allí fijados y al goce de los bienes que constituían la
fundación.", citado en Levaggi, Las capellanías (nota 1), p. 21.
4
Era frecuente que el fundador incluyera en los rezos a sus cónyuges, padres, hijos
y demás familiares y, en algunas ocasiones, a todas las almas del purgatorio.
s
El buen funcionamiento de una capellanía dependía de la seguridad de la inversión.
Como en el siglo XVIII no había muchas opciones de inversión, casi siempre se recurría
al censo consignativo o al depósito irregular. Para el funcionamiento económico de las
capellanías véase Gisela von Wobeser, El crédito eclesiástico (nota 1), cap. 3.
6
Archivo General de la Nación, México, Bienes Nacionales (en adelante AGNM,
BN), vol. 108, exp. 3, y vol. 758, exp. 9.
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capellanes y patronos, después de la muerte o renuncia de las personas
que ocupaban estos cargos.
Tomemos como ejemplo una capellanía por 2,000 pesos que fundó,
en 1673, María de Morales, una vecina de la ciudad de México. Designó
como beneficiario al hijo de su difunto esposo Juan Baptista Manzano
y, después de éste, a sus descendientes o familiares más cercanos, con
privilegio de la línea masculina sobre la femenina. El patronato lo
adjudicó a sí misma y, después de su muerte, a su hermano Bernardo
de Morales.7
Los derechos y las obligaciones de las partes quedaban establecidos
en el contrato. El fundador debía aportar los medios económicos para
la fundación y, en recompensa, obtenía el beneficio espiritual de las
misas que el capellán celebraría en favor de su alma y la de las demás
personas que él designara. En el caso anterior, María de Morales impuso
un censo consignativo por 2,000 pesos sobre una casa de su propiedad,
situada en la calle "que va de San Agustín a San Jerónimo", la cual
obligaba al pago de una renta de 100 pesos anuales para el capellán en
turno.8
En correspondencia, éste último debía decir el número de misas
previstas, en los días y los lugares señalados. En el caso de la
capellanía fundada por María de Morales, se trataba de 25 misas al año.9
Generalmente existía cierta proporción entre el monto de la capellanía
y el número de las misas a las que estaba obligado el capellán. Por
ejemplo, la capellanía fundada por doña Leonor de Castro, en 1789,
por 6,000 pesos, obligaba al rezo de 200 misas anuales, pero en este
caso los capellanes recibían 300 pesos al año.10
Si los capellanes tenían algún impedimento para cumplir sus obligaciones, podían solicitar al obispo de la diócesis correspondiente una
reducción del número de misas, un cambio de lugar para decirlas o
la autorización para nombrar a un interino o un sustituto, a fin de que
dijera las misas en su nombre.11 Sin embargo, estas peticiones sólo eran
concedidas cuando había causas debidamente justificadas.
7
AGNM, BN, vol. 135, exp. 1.
Ibidem.
9
Ibidem.
10
AGNM, BN, vol. 145, exp. 65.
11
Véase, por ejemplo, AGNM, BN, vol. 932, exp. 3, que contiene 18 registros sobre
solicitudes de reducción del número de misas, en 1744.
8
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La fundación de capellanías de misas
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El patrón tenía la obligación de velar por el cumplimiento de las
cláusulas del contrato y el derecho de designar a los capellanes y futuros
patronos, cuando la capellanía quedaba vacante, previa autorización del
Juzgado de Capellanías.12 En determinados casos, cuando faltaba el
capellán, podía mandar decir las misas y quedarse con el superávit.
De acuerdo con algunos juristas, al patrono, además, le correspondía
administrar la capellanía, lo que implicaba invertir el capital y cobrar los
réditos.13 Sin embargo, en la práctica los mismos capellanes asumieron
generalmente estas funciones, ya que eran los principales interesados
en cobrar sus rentas.14
La fundación de una capellanía podía hacerse en vida o disponerse
mediante una cláusula testamentaria.15 En el primer caso, el fundador
llevaba a cabo los trámites de la fundación y, casi siempre, él mismo
se constituía en el primer patrón.16 En el segundo, los albaceas eran
quienes realizaban la fundación y el patronato recaía en alguno de los
descendientes del fundador, en un clérigo o en una institución religiosa,
según la voluntad del fundador.17 Fue mucho más frecuente que las
fundaciones se realizaran a través de la primera vía que mediante la
segunda. Así, de 1,737 casos analizados, 1,447 (el 83.30 por ciento)
fueron hechas en vida y sólo 290 (el 16.69 por ciento) mediante
testamento.
El beneficio económico de cada capellanía variaba de acuerdo con
la proporción entre el monto de la renta y el número de misas a
que obligaba. Aunque el Juzgado de Capellanías procuró que existiera
un equilibrio entre estos dos factores, en la práctica la situación era
variable. En algunas fundaciones, en efecto, había una correspondencia
12
El Juzgado de Testamentos, Capellanías y Obras Pías desempeñaba diferentes
funciones judiciales, administrativas y de control cuya explicación detallada rebasaría
los límites de este ensayo. Ver Costeloe, Church Wealth (nota 1).
13
Levaggi, Las capellanías (nota 1), p. 90.
14
Schwaller, Origins (nota 1), p. 121.
15
Las capellanías se fundaban en el lecho de la muerte cuando las personas,
arrepentidas de sus pecados y ante el temor al infierno, trataban de garantizar su salvación.
Le Goff, La bolsa y la vida. Economía y religión en la Edad Media (Barcelona 1987),
p. 111.
16
Para los casos en que los fundadores se designaran a sí mismos patronos véase:
AGNM, BN, vol. 135, exp.4; Ibidem, vol. 135, exp. 10 y vol. 34, exp. 1.
17
Para los casos en que dignidades eclesiásticas resultaban nombrados patronos,
véase: AGNM, BN vol. 342, exp. 13.
Para los casos en que resultaban nombrados patronos los familiares del fundador
véase: AGNM, BN, vol. 758, exp. 9; Ibidem, vol. 477, exp. 28 y vol. 28, exp. 63.
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entre el número de misas que el capellán debía decir y la renta que
recibía, de acuerdo con lo que valían las misas en el momento de
la fundación.18 Pero en otras la renta era elevada en relación con la
carga de misas, por lo que quedaba libre un superávit considerable. La
situación inversa, que era muy frecuente, se daba cuando había una gran
carga de misas y una renta muy baja, lo cual resultaba poco rentable
para los capellanes.
Este problema generalmente era producto del deterioro económico
de los fondos de las capellanías, que se daba con el paso del tiempo. Los
principales se llegaban a reducir y la capacidad adquisitiva del dinero
tendía a disminuir, debido al proceso inflacionario que se dio a lo largo
del periodo colonial. El gran margen de variación que existía en la
relación renta y número de misas puede observarse en tres fundaciones
por 3,000 pesos, que datan de finales del siglo XVIII: la primera, de
1796, obligaba a 10 misas; la segunda, de 1799, a 30 misas, y la tercera,
de 1783, a 93 misas al año.19
Los montos iniciales con los que se dotó a las capellanías eran
muy variables. De una muestra de 400 casos, que abarca los tres
siglos coloniales, se encontró que sólo en un 7.88 por ciento de
las fundaciones los montos fueron inferiores a los 1,000 pesos, ya
que se consideraba que los ingresos proporcionados por dicho capital
eran insuñcientes para el mantenimiento de una persona. Los montos
más comunes fluctuaron entre 2,000 pesos (37.40 por ciento) y 3,000
pesos (29.26 por ciento), que producían una renta de 100 y 150 pesos
respectivamente, cantidades suficientes para sustentar a una persona. El
15 por ciento fue por 4,000 pesos; el 2.29 por ciento, por 5,000 pesos
y en el 5.69 por ciento, por 6,000 pesos. Sólo un 2.5 por ciento de las
fundaciones superó estas cifras. Capellanías por 10,000 pesos o más
fueron excepcionales.20
18
Por ejemplo, a principios del siglo XVm, cuando las misas se tasaban en un peso,
la capellanía que fundó el encomendero de Yucatán Gabriel Díaz Ugarte en 1702, con
una renta de 75 pesos anuales, obligaba a 75 misas. AGNM, BN, vol. 28, exp. 63.
19
AGNM, BN, vol. 552, exp. 2; vol. 477, exp. 28; y vol. 266, exp. 63.
20
Estos datos proceden del AGNM, BN y así como de los ramos de Capellanías,
Civil, Real Fisco, Tierras y Cofradías y Archicofradías y se darán a conocer al público
en una investigación más amplia, que actualmente está en proceso.
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La fundación de capellanías de misas
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LA FUNCIÓN RELIGIOSA DE LAS CAPELLANÍAS
El objetivo sustancial de las capellanías de misas era la salvación de
las almas, después de la muerte. La preparación para "el bien morir"
era una de las principales preocupaciones de los novohispanos, ya que
creían que de ello dependía su vida futura, en el más allá. Fundar
capellanías de misas ayudaba a encaminar al alma hacia su salvación
o, en términos de la época, la ponía en "carrera de salvación".
Según se deduce de los testamentos, parece que la mayoría de las
personas de aquella época asumía que después de la muerte debía
pasar algún tiempo en el Purgatorio, para purgar los pecados cometidos
durante su vida, que no habían sido redimidos. Sólo después de este
periodo de purificación sus almas podrían pasar al cielo y lograrían su
salvación eterna. Casi todos los testadores aludían en el testamento a
este lugar y expresaban miedo de permanecer por mucho tiempo en
él.21
Se creía que el Purgatorio era un sitio de purificación, donde las
almas eran sometidas a penalidades físicas y mentales. De acuerdo
con las representaciones plásticas de la época, sus características eran
semejantes a las del infierno, siendo el fuego uno de los elementos que
aparece de manera más reiterada. Gran angustia causaba desconocer
cuánto tiempo debían permanecer allí las almas, antes de ser redimidas
por Dios y conducidas al Paraíso.
La Iglesia sostenía que las almas, por sí mismas, no podían influir en
un mejoramiento de sus condiciones, ni podían acelerar su salvación,
pero que los fieles de la Tierra sí tenían estas facultades, mediante la
realización de sufragios.22 Entre los sufragios que podían ayudar a las
almas del Purgatorio destacaba la celebración de la misa, principal
acto litúrgico de la Iglesia Católica a la que se atribuían poderes
21
En todos los contratos de fundación de capellanías de misas y en muchos
testamentos se hace alusión al Purgatorio y al deseo de salvar las almas para lograr
la vida eterna junto a Dios. La idea de la existencia del Purgatorio surgió en Europa en
el siglo ΧΠ y se difundió en España durante la baja Edad Media. Posteriormente pasó a
la Nueva España con la conquista, donde logró una gran difusión entre la población, cf.
Le Goff, La bolsa (nota 15).
22
Según el Diccionario Enciclopédico de la Fe Católica, sufragio es una oración
de intercesión. Un acto ejecutado por vía de sufragio (per modum suffragi) depende en
cuanto a su eficacia de la aceptación de Dios de la oración que lo acompaña, v.gr. el
otorgamiento de la indulgencia plenaria (ν.) en favor de las almas del Purgatorio, sobre
las que la Iglesia no tiene jurisdicción. Viene de la palabra latina suffragium que significa
recomendación.
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excepcionales, como asienta la religiosa María Ana del Santísimo
Sacramento en su testamento de 1696:
" . . . siendo como es tan del agrado de Dios Nuestro Señor la fundación de capellanías
y obras pías, porque en el santo sacrificio de la misa se ofrece en holocausto al Eterno
Padre el cuerpo y sangre preciosísima de su Santísimo hijo, de que resulta alivio y
sufragio a las almas santas del Purgatorio, otorgo que hago fundación de la capellanía
Dada la gran esperanza en la capacidad redentora de las misas,
las personas trataban de garantizar el rezo por sus almas; de allí,
la popularidad que tuvieron las misas de difuntos y de ánimas. Las
personas de escasos recursos procuraban pertenecer a alguna cofradía,
con el fin de que los cofrades rezaran colectivamente por su alma, a la
hora de su muerte y después de ella. Quienes tenían más posibilidades
económicas procuraban contar con misas en forma individual: disponían
una serie de misas durante sus funerales y fundaban capellanías.
Nicolás Ambrosio de Uria expone en su testamento de 1748 que él
y su mujer habían decidido fundar una capellanía de misas:
" . . . en bien de las almas de ambos, y demás de nuestra intención, y en descargo de
nuestras conciencias, para que en caso de que en algo estén gravadas, y para mayor
honra y gloria de Dios Nuestro Señor, teniendo presente que el santo sacrificio de
la misa es el más aceptable que puede hacérsele, y el más proficuo a las almas, y
que más se dé en honra y culto de su Divina Majestad, para conseguir tan loables y
favorables efectos .. .",24
Como la capellanía era una institución que no se agotaba con la
muerte del primer capellán, sino se transmitía a lo largo de muchas
generaciones, los fundadores tenían garantizadas las misas por sus
almas a perpetuidad, salvo en los casos en que se perdía el capital.
Mediante la fundación podían, además, "restituir" dineros obtenidos en
forma usuraria y así "lavar" algunos de sus pecados.25 Era frecuente que
los fundadores de capellanías hicieran extensivos los rezos a algunos
23
AGNM, BN, vol. 552, exp. 2, fs. 9 v.-lO.
AGNM, BN, vol. 145, exp. 51, fs. 4v. y 5.
25
En la época colonial la inversión productiva estaba regulada por la Iglesia.
Todas aquellas operaciones mercantiles, financieras o crediticias que se desviaban de lo
autorizado eran consideradas usurarias. Como el límite entre lo permitido y lo prohibido
era poco claro, muchas personas vivían con la grave preocupación de haber pecado en
contra de la usura, una falta muy condenada. La restitución, mediante obras de caridad,
era una forma de pagar las culpas. Jaques Le Goff, La bolsa (nota 15); y Gisela von
Wobeser, La postura de la Iglesia Católica frente a la usura. Discurso de ingreso a la
Academia Mexicana de la Historia, pronunciado el 10 de noviembre de 1992.
24
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La fundación de capellanías de misas
33
familiares cercanos, tanto vivos como muertos. María de Morales
incluía, junto a su propia alma, la de su marido, sus padres y demás
parientes. En otros casos, los sufragios se extendían a todas las almas
del purgatorio.26
A través de la fundación de capellanías, la Iglesia recibió un apoyo
material considerable por parte de la sociedad civil. Las capellanías
contribuyeron a sostener al clero novohispano; garantizaron la presencia
regular de sacerdotes para decir misas, atender a los fieles y encabezar
las ceremonias litúrgicas, y dotaron de sacerdotes a instituciones como
conventos, hospitales y escuelas.27
Hombres y mujeres de diversos sectores de la sociedad participaron
en su fundación. Los principales fundadores eran hombres laicos; en
segundo lugar, estaban las mujeres laicas; en tercero, los eclesiásticos
y por último las monjas. De una muestra de 1,742 casos, 1,064
fundaciones fueron realizadas por hombres laicos (el 61.07 por ciento);
272, por eclesiásticos (el 15.61 por ciento); 377, por mujeres (el 21.64
por ciento) y 29, por monjas ( el 1.66 por ciento).
Mediante las capellanías, se fomentó el culto a los santos, a la virgen
y a Jesucristo, según las devociones de cada uno de los fundadores. Por
ejemplo, la capellanía de 200 pesos, fundada por Josefa Gutiérrez de
San Juan a favor del convento de la Concepción, obligaba al rezo de 20
misas al año, distribuidas de la manera siguiente: nueve debían decirse
en las nueve festividades de la virgen María; el resto, en los días de
San José, San Joaquín, Dolores de Nuestra Señora, San Antonio de
Padua, Santa Ana, San Miguel, San Francisco de Asís, San Benito,
Santo Angel de la Guarda y la beatísima Trinidad.28
LA FUNCIÓN RENTISTA DE LAS CAPELLANÍAS
Al margen de su carácter religioso, las capellanías tuvieron una
importante función económica y social, a la que nos referiremos en los
próximos incisos. El hecho de que mediante ellas se generara un fondo
que producía una renta resultó muy atractivo para una sociedad rentista
como la novohispana. Así, se generalizó la fundación de capellanías
26
AGNM, BN, vol.34, exp. l.Cf. también, Ibidem, vol. 135, exp. 1, fs. 13 y 13 v. y
vol. 108, exp. 3, f. 8.
27
AGNM, BN, leg. 100, exp. 59, f. 1 - 4 .
28
AGNM, BN, leg. 100, exp. 59, 1 y 1 v.
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con el propósito de dotar a los allegados - hijos, sobrinos, nietos,
ahijados, hijastros, entenados o hijos recogidos - de un medio de vida.29
El bachiller Pedro Ignacio Gómez Corballar, por ejemplo, reconoció
abiertamente el motivo que lo llevó a fundar una capellanía de 3,000
pesos de principal a favor de su ahijado Antonio Mariano de Padilla,
en 1753: la necesidad de que contara con una "congrua", es decir, la
renta necesaria para poder ordenarse como sacerdote.30 Incluso hubo
personas que fundaron capellanías para varios de sus hijos o allegados,
con el fin de protegerlos; tal es el caso de Nicolás de Eguiara, quien
fue rector de la cofradía de Aránzazu y fundó tres capellanías de 5,000
pesos cada una, para tres hijos sacerdotes.
Muchos eclesiásticos pudieron ordenarse y resolver su subsistencia
gracias a que disfrutaban de una o varias capellanías, fundadas por
sus padres, tíos, abuelos o algún otro antepasado. En el concilio de
Trento se había establecido el requisito de que, para ordenarse, los
sacerdotes debían demostrar que contaban con ingresos suficientes para
mantenerse.31
Fue común, asimismo, que los sacerdotes de órdenes menores o los
estudiantes de teología fundaran capellanías para sí mismos, con el fin
de ordenarse a su título y contar con una renta segura para vivir.32
En estos casos, las diferentes figuras de fundador, patrono y capellán
recaían en la misma persona; es decir, los capellanes decían las misas
por sus propias almas. Un ejemplo de este tipo de fundación es la que
hizo Gregorio Arias, en 1631, con un principal de 2,000 pesos. Arias
explicaba su proceder de la siguiente manera:
".. .deseo y pretendo ordenarme de orden sacro para ser sacerdote y conforme a lo
dispuesto por el Santo Concilio Tridentino tengo que tener renta y bienes en cierta
cantidad para que decentemente poderme sustentar el tiempo que viviere ..."
La fundación obligaba a decir 12 misas, pero correría sólo a partir del
momento de su ordenación, ya que anteriormente necesitaba disponer
de la renta íntegra para costear sus estudios y gastos de manutención.33
29
Véase, Ibidem, vol. 60, exp. 7; vol. 135, exp. 1; vol. 135, exp. 10; vol. 933, exp. 1;
y vol. 28, exp. 63.
30
Ibidem, vol. 82, exp. 65, f. 8.
31
Cf. sesión 21, cap. Π del concilio de Trento, Levaggi, Las capellanías (nota 1),
p. 208.
32
Véase, por ejemplo: AGNM, BN, vol. 1222, exp. 16.
33
Ibidem, vol. 1, exp.4,f. 420-517.
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La fundación de capellanías de misas
35
Los sacerdotes que fundaban capellanías para sí mismos solían
adjudicarse pocas misas mientras ellos disfrutaran de la capellanía y
aumentaran el número de misas para sus sucesores. Gregorio Arias
sólo se asignó 12 misas al año, es decir, una cada mes; después de su
muerte, el capellán que lo sucediera debía decir 67 misas anuales por
su alma, cantidad cinco veces mayor de la que a él le correspondió.34
Los más beneficiados mediante capellanías eran los descendientes
de los fundadores, pero como no siempre había personas idóneas para
ocupar el cargo de capellán entre los miembros de una familia, también
resultaban favorecidos otros aspirantes. Éste fue el caso del diácono
bachiller Antonio García de Horabuena, quien en 1789 solicitó al
arzobispo de México la concesión de una capellanía para hacerse cargo
de la misa de las 11 de la mañana los domingos y días festivos, que
se acostumbraba celebrar en la plaza del Real de Minas de Zimapán.
El aspirante era otomí y argumentaba ser muy pobre y padecer gran
indigencia. Para apoyar su solicitud, exhibía sus conocimientos del
idioma otomí, lengua en la cual se celebraba la misa en aquella
localidad. El arzobispo atendió la petición favorablemente.35 Con el
fin de aumentar sus rentas, hubo muchos sacerdotes que concentraron
varias capellanías en sus manos; tal es el caso de Juan Tomás de
Sosa y Díaz, quien hacia 1750 poseía tres de ellas, fundadas por sus
antepasados.36
CAPELLANÍAS COMO MEDIO PARA
COSTEAR LA EDUCACIÓN DE LOS HUOS
Las capellanías no sólo se emplearon para dotar de medios a los
familiares que eran sacerdotes, sino también para beneficiar a niños
o jóvenes que estaban en vías de serlo. Se trataba de fomentar la
reproducción de eclesiásticos. Así, las capellanías se convirtieron en
el mecanismo por excelencia para costear la educación, e inclusive
el mantenimiento, de los hijos, sobrinos o demás allegados varones,
que estudiaban la carrera eclesiástica. Por ejemplo, María de Miranda,
como albacea de su marido Juan Luis de Isla, fundó una capellanía de
4,000 pesos de principal, para que su hijo Joseph de Isla Solórzano
34
35
36
Ibidem, f. 245.
AGNM, BN, vol.575, exp.99,f. 1 - 2 .
Ibidem, vol.28, exp.51.
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Gisela von Wobeser
se ordenara como sacerdote. El hijo era clérigo de órdenes menores y
necesitaba contar con una congrua para ordenarse. La carga no era muy
grande, ya que sólo debía rezar 50 misas al año.37 Con el fin de disfrutar
la capellanía durante el mayor tiempo posible, se impuso la costumbre
de nombrar capellanes a niños pequeños, como Ignacio José, quien fue
designado como propietario por su padre Nicolás Ambrosio de Uria
cuando contaba con ocho años de edad.38 Así, los niños o jóvenes
recibían el nombramiento de capellanes titulares y podían disfrutar
de la capellanía hasta el momento en que se ordenaban sacerdotes
o tomaban otro estado.39 Para cumplir con las obligaciones religiosas,
se nombraba a un capellán interino o simplemente se mandaba decir
las misas con algún sacerdote.40 Para hacer constar que las misas
efectivamente se hubieran mandado decir, se exigía que los capellanes
titulares o sus tutores solicitaran recibos de los sacerdotes que las habían
rezado.41 Si los niños o jóvenes beneficiados con estas capellanías se
ordenaban sacerdotes, se les instituía canónicamente como capellanes
y, a partir de ese momento, asumían personalmente la obligación de
decir las misas. Pero si no tenían vocación religiosa y optaban por
otra profesión, se casaban o llegaban a cumplir 30 años sin haberse
ordenado, debían renunciar a la capellanía. José María Camino y
Sagardi y Joaquín Ramírez de Arrellano y Serna renunciaron a las
capellanías que disfrutaban desde pequeños y habían sido fundadas por
sus antepasados; el primero, al casarse en 1788 con Bernarda Josefa
de Mier y Barrios, y el segundo, al ingresar en el ejército, en 1812,
mientras que Joseph María Fernández del Rincón lo hizo al cumplir 30
años, por no haber concluido sus estudios eclesiásticos.42
Es evidente que estas fundaciones fueron altamente benéficas porque
mediante ellas muchos niños y jóvenes pudieron estudiar y alcanzar
37
AGNM, Civil, vol. 1789, exp. 8.
AGNM, BN, vol.145, exp. 51.
39
Véase por ejemplo en AGNM, BN, vol.60, exp.7; vol. 1222, exp. 16; vol. 135,
exp. 10; vol.34, exp.9; vol.45, exp.23; vol.477, exp.28; vol.135, exp. 10; vol.145,
exp. 51 y vol. 933, exp. 1. En el ramo de Capellanías, vol. 1, exp. 4.
40
Los interinatos permitieron que el capellán titular delegara sus funciones en un
capellán interino, que en ocasiones recibía el total de la renta de la capellanía y a veces
sólo obtenía lo correspondiente al importe de las misas que tenía que decir y el superávit
era para el capellán titular.Cf. por ejemplo: AGNM, BN, vol. 60, exp. 7; vol. 100, exp. 61 ;
vol. 108, exp. 3; vol. 135, exp. 4; y vol. 315, exp. 61.
41
AGNM, BN, vol. 135, exp. 1, f. 6 v.-7.
42
Ibidem, vol.60, exp.7,f. 1 - 3 y vol.185, exp.68, y vol.473, exp. 3, vol.958,
exp. 2, f. 1 - 3 ; así como AGNM, Capellanías, vol. 1, exp. 4.
38
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La fundación de capellanías de misas
37
la profesión eclesiástica o alguna otra de su preferencia. Aunque no
disfrutaban de la renta completa, porque debían pagarse las misas, con
frecuencia el superávit era considerable. Además, si tomamos en cuenta,
que con frecuencia las capellanías eran asignadas a los niños cuando
aún eran pequeños y que las disfrutaban hasta su madurez, resulta que
constituían una aportación significativa al presupuesto de las familias.
Tal parece que estos beneficios fueron una de las razones principales
para fundar capellanías, en virtud de que era muy alto el porcentaje de
las fundaciones en las que se nombró como primer capellán a personas
que no estaban ordenadas.
Por último, el empleo de las capellanías para fines ajenos a su
función esencial muchas veces ocasionó el descuido de las obligaciones
religiosas: se omitía la celebración de las misas o éstas se decían
en lugares o en días diferentes a los indicados por el fundador.
Durante el siglo XVIII el problema llegó a ser tan serio que el
Juzgado de Capellanías y Obras Pías creó en 1759 un nuevo cargo,
el de notario de misas, cuya función fue vigilar el cumplimiento de
las obligaciones de los capellanes propietarios, "ya fueran laicos o
presuntos eclesiásticos".43
LOS PATRONATOS
En la fundación de cada capellanía se designaba, además del
capellán, a un patrono, como quedó asentado en el primer inciso de este
trabajo. Cuando se fundaba en vida, el propio fundador solía instituirse
como tal, y cuando se disponía mediante testamento, generalmente
aquél nombraba a la esposa, a los hijos, a algún pariente cercano o a
un clérigo.44 Asimismo, era frecuente que el albacea se autonombrara
patrón y nombrara como herederos de dicho cargo a sus familiares.45
Los clérigos designaban como patronos a los titulares de sus conventos,
a alguna dignidad eclesiástica o al obispo o arzobispo de su diócesis,
como lo hizo el bachiller Pedro Ignacio Gómez Corballar, quien nombró
como patrón al Arzobispo de México, en una capellanía que fundó en
43
AGNM, BN, vol.575, exp.47,f. 1.
Ibidem, vol.135, exp. 1; vol.574, exp. 12; vol.899, exp. 13; vol.135, exp. 10;
vol. 1003, exp. 1; vol. 1022, exp. 15; vol. 1113, exp. 18; y vol. 1356, exp. 19.
45
Ibidem, vol.135, exp.4; vol.135, exp.5; vol.744, exp.20; vol.933, exp. 1; y
vol. 1398, exp. 16.
44
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Gisela von Wobeser
1753 para un sobrino suyo.46 La principal obligación de los patronos era
vigilar el cumplimiento de los términos establecidos en el contrato de
fundación de la capellanía, particularmente, que se oficiaran las misas
en las condiciones, los lugares y los días especificados.
A la muerte del patrono en turno, el patronato se transmitía a un
sucesor. Las reglas de sucesión se establecían en el contrato y eran
similares a las que regían a los capellanes, sólo que en este caso las
mujeres quedaban incluidas como aspirantes. La posición del patrono
era codiciada por los beneficios que implicaba. Aun cuando éstos
variaban de acuerdo con las cláusulas establecidas en cada contrato,
en términos generales, los patronos tenían la facultad de decidir el
sucesor a la muerte del capellán en turno, así como designar a la persona
que habría de sucederles en el patronato, aun cuando sus propuestas
debieran ser aceptadas por el Juzgado de Capellanías. Durante los
períodos en que la capellanía estaba vacante, podían mandar decir las
misas y quedarse con el superávit. En ausencia de patrono, el arzobispo
era quien tenía esta prerrogativa.
Los patronos siempre trataban de beneficiar con los nombramientos
a sus familiares más cercanos. Esta situación se presentó incluso en
el caso de superioras de conventos de monjas, como la abadesa Jesús
de la Penitencia, quien logró que el Juzgado de Capellanías designara
como capellán del convento a su hermano Juan Fernández Salvador, a la
muerte del capellán anterior.47 Cuando el patronato era desempeñado
por un eclesiástico, existía la posibilidad de autonombrarse capellán,
situación que fue aprovechada con mucha frecuencia.48
Una modalidad dentro de la institución de la capellanía fueron los
llamados patronatos laicos o usufructuarios, que tenían la finalidad de
canalizar la renta generada por este tipo de fundación hacia personas
laicas, tanto hombres como mujeres. En estos patronatos laicos no
había capellán y eran los patronos quienes recibían la renta. Ellos
tenían la obligación de mandar a decir misas, en los días y los lugares
establecidos por el fundador. Éstas se pagaban de la renta, de manera
que lo que sobraba para los patronos era el superávit. Era casi una regla
46
Ibidem, vol.82, exp.65; vol.342, exp. 13; vol.1426, exp.7; vol.185, exp.68;
vol. 473, exp. 3; y vol. 962, exp. 15.
47
AGNM, BN, vol. 108, exp. 3.
48
Ibidem, vol.473, exp. 3,f. 9. Véase a Schwaller, Church (nota 1), p. 124.
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La fundación de capellanías de misas
39
que cuando moría el patrón usufructuario la fundación se transformaba
en una capellanía.49
Sirva de ejemplo el patronato laico de 3,000 pesos que, en 1732,
fundó el presbítero y abogado de la Real Audiencia Ignacio Rodríguez
Navarrijo, en favor de sus dos hermanas. Designó primero como patrona
a su hermana Tomasa Rodríguez Navarrijo y como su sucesora a
Sebastiana Antonia de San Javier, religiosa del convento de Santa
Isabel en México. A la muerte de esta última, el patronato laico debía
convertirse en una capellanía colativa de misas, es decir, la renta
pasaba a un capellán y el patrón de la capellanía dejaba de percibir
remuneración alguna.50 Estos casos muestran cómo las capellanías se
adaptaron a las necesidades de la población y se utilizaron para atender
problemas que rebasaban el ámbito religioso.
LAS CAPELLANÍAS COMO MEDIO PARA ENGRANDECER A LAS FAMILIAS
Otro aspecto relevante es que las capellanías fueron elementos de
estatus y se usaron como un medio para dar prestigio a las familias y
asegurar el nivel económico de sus descendientes, de manera similar
como sucedía con los mayorazgos. Por esta razón, la mayoría de los
fundadores estableció como requisito que los aspirantes a ocupar las
capellanías tuvieran algún vínculo consanguíneo con ellos. Las reglas
de sucesión se derivaron de los mayorazgos: se privilegiaba a los
descendientes directos sobre los colaterales y se daba preferencia a
los hijos mayores sobre los menores y a la línea masculina sobre la
femenina.51 Aun en el caso de fundaciones hechas por monjas se seguía
este esquema, como en la capellanía que fundó Ana del Santísimo
Sacramento, quien favorecía a los hijos de sus hermanos sobre los de
sus hermanas.52
De hecho existió un paralelismo entre las capellanías y los mayorazgos, ya que ambos se utilizaron como vía para proporcionar
49
La proximidad entre ambas instituciones asimismo se manifiesta en el hecho de
que a las mujeres que gozaban del patronato se les llegaba a conocer como capellanas.
AGNM, BN, leg. 315, exp.58.
50
AGNM, BN, vol. 1476, exp. 2.
51
Ibidem, vol.933, exp. 1; vol.574, exp. 12; vol. 135, exp. 1; y vol.342, exp. 13;
AGNM, Capellanías, vol. 1, exp. 72 y vol. 1, exp. 3.
52
AGNM, BN, vol. 552, exp. 2.
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Gisela von Wobeser
una renta para los hijos o allegados. Inclusive era frecuente que los
que fundaban mayorazgos para los primogénitos instituían capellanías
para los segundos y terceros hijos. La nobleza novohispana brinda
algunos ejemplos de este hecho. La segunda marquesa de Altamira,
Luisa Antonia Sánchez de Tagle, en sus testamentos de 1714 y de 1728,
dispuso la fundación de un mayorazgo y de dos capellanías de 4,000
pesos cada una, así como de un patronato laico. El primer marqués de
Prado Alegre ordenó, en su testamento del 6 de febrero de 1773, la
fundación de un mayorazgo, así como de una capellanía laica de 6,000
pesos de principal. El segundo marqués de Monserrate, Tomás Antonio
de Vasconcelos, dispuso la fundación de una capellanía para su hijo
Joaquín Manuel, con un principal de 3,000 pesos.53 Por otro lado, las
personas que no tenían suficientes bienes para fundar un mayorazgo,
al menos trataban de vincular sus apellidos con una capellanía, lo que
daba prestigio a su familia.
LAS CAPELLANÍAS COMO FUENTE DE CRÉDITO
En el terreno financiero, las capellanías constituyeron fuentes importantes de crédito en la Nueva España, ya que una parte de sus
fondos se ponía a disposición de la sociedad, a través de préstamos
mediante censos consignativos o depósitos irregulares. Debido a que
los donadores y las personas que requerían crédito pertenecían a un
mismo grupo social, se estableció un círculo entre los que donaban
y los que pedían prestado. Por lo tanto, era común que las familias
fundadoras de capellanías, a su vez, tuvieran acceso al crédito que
otorgaban el Juzgado de Capellanías y otras instituciones eclesiásticas.
Por ejemplo, en 1725, el presbítero Juan Rodríguez de Nova, vecino
y labrador del pueblo de Metepec, en la jurisdicción de Toluca,
solicitó al Juzgado de Capellanías que le prestara los tres mil pesos,
correspondientes a la capellanía fundada por Fernando Cabeza de Vaca,
cuyo capellán propietario era el presbítero Ildefonso de Cabrera. El
presbítero Rodríguez de Nova sabía que dicho capital estaba disponible
y se encontraba depositado en el banco de plata de Francisco de
Valdivieso, porque el principal había sido redimido. Para garantizar la
53
Estos ejemplos provienen del manuscrito inédito de José Ignacio Conde y Javier
Sanchiz, Los títulos nobiliarios en Nueva España (s.l. s.a.).
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La fundación de capellanías de misas
41
deuda, ofrecía que se impusieran los 3,000 pesos mediante depósito
irregular sobre sus haciendas San José y Tecaxi, ubicadas en la
jurisdicción de Toluca. Las haciendas tenían un valor aproximado de
26,000 pesos, dentro del cual estaban comprendidos gravámenes de
deudas anteriores, por un valor de 15,917 pesos. El préstamo fue
autorizado por el Juzgado de Capellanías y Rodríguez de Nova recibió
el dinero.54
Los capitales de capellanías se utilizaron para comprar propiedades
rurales, mejorar la infraestructura de alguna unidad productiva, adquirir
inmuebles urbanos, financiar algún negocio; en suma, mediante ellos
se estimularon diversas ramas productivas, tales como el comercio, la
agricultura, la minería, el negocio de bienes raíces y la industria textil.55
REPERCUSIONES DE LAS CAPELLANÍAS EN EL PATRIMONIO FAMILIAR
En páginas anteriores se han expuesto las diferentes razones de los
novohispanos para fundar capellanías y se han resaltado los beneficios
que éstas implicaron para quienes gozaron de sus rentas. En este último
inciso me referiré a algunas de las implicaciones económicas que
tuvieron para el fundador y sus herederos, o sea, para las personas
que debían sostener la fundación.
Salvo en el caso de personas muy ricas, la creación de capellanías
significó una merma considerable al patrimonio familiar. En ocasiones,
debían venderse los bienes de una persona para poder fundar las
capellanías que había dispuesto en su testamento. Un ejemplo es el
caso del maestre de campo Antonio Urrutia de Vergara, quien en 1739,
antes de morir, fundó una capellanía, con un principal de 3,000 pesos,
que debía imponerse sobre sus haciendas de Tlalpujahua. Su albacea,
el conde del Valle, se percató de que las haciendas no garantizaban los
3,000 pesos, porque ya tenían otros gravámenes previos, y propuso su
venta para que el producto de la misma se destinara a la fundación.56
En ocasiones los propios hijos trataban de anular las fundaciones,
porque no estaban en posibilidad de asumir las obligaciones financieras
que implicaban. Así sucedió a la hija natural y al yerno de Juan de
54
55
56
AGNM, BN, vol.744, exp. 16,f. 1 - 1 1 .
Wobeser, "Las fundaciones" (nota 1).
AGNM, BN, vol. 66, exp. 3.
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Gisela von Wobeser
Gama Pereira y Sotomayor, un minero de Zacualpan, quienes lograron
en 1662 que el Juzgado de Capellanías declarara nula una fundación
hecha por el padre antes de morir, cuyo principal debía imponerse sobre
la hacienda de minas del Ayotusco, de su propiedad. El matrimonio
logró demostrar que la hacienda no estaba en condiciones de soportar el
gravamen, porque tenía otras deudas previas, derivadas de las remesas
de azogue que había recibido a crédito.57
El hecho de que, en la mayoría de los casos, las fundaciones no
se hicieran mediante dinero en efectivo, ni mediante la aportación de
algún otro tipo de capital, sino aceptando una deuda por la cantidad
correspondiente al monto de la capellanía, implicó una carga económica
severa para el fundador y sus descendientes. Las deudas se contraían
mediante un censo consignativo o un depósito irregular y, según el caso,
quedaban garantizadas por medio del propio censo (que se imponía
sobre una o varias propiedades del fundador) o, si se trataba de
depósitos irregulares, mediante fiadores o por medio de una hipoteca
(impuesta sobre los bienes del fundador).58 Es decir, el fundador, y
después sus herederos, debían pagar anualmente la renta al capellán
- generalmente el cinco por ciento del principal - y garantizaban el
cumplimiento de este compromiso mediante sus bienes o los de sus
fiadores.
Existía la posibilidad de redimir los principales, pero muchas
familias no podían, o no les era conveniente, erogar las sumas
necesarias para tal efecto, de manera que dejaban impuestos los
gravámenes por periodos muy largos. Fue hasta el último tercio del
siglo XVIII cuando muchos deudores redimieron sus capitales. Como
consecuencia, las deudas por capellanías fundadas por los antepasados
se fueron sumando. Este fenómeno se dio con mayor intensidad en el
siglo XVIII, como resultado del efecto acumulativo desde los primeros
años después de la conquista.59 Por lo tanto, la carga económica que
representaron las capellanías, en muchas ocasiones, se arrastró a lo largo
de varias generaciones. Como las deudas obligaban al pago de réditos
anuales del cinco por ciento sobre el principal, muchas familias tenían
que destinar un alto porcentaje de sus ingresos a su pago. Cuando las
deudas gravitaban sobre empresas o propiedades rurales - tales como
57
AGNM, BN, leg. 34, exp.9.
Wobeser, El crédito eclesiástico (nota 1), cap. 3.
59
Las familias solían tener, además, otras deudas, que se sumaban a las anteriores,
con lo que aumentaba el nivel de endeudamiento.
38
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La fundación de capellanías de misas
43
haciendas, trapiches, molinos, obrajes y comercios - , el pago de las
rentas significaba una constante fuga de capital, con efectos negativos
sobre la producción.60 En virtud de esta problemática, el retraso y la
suspensión del pago de los réditos fueron fenómenos habituales. Como
los capellanes resultaban directamente afectados por esta situación,
solían invertir una parte de su tiempo en "perseguir" a los deudores
para cobrar sus rentas.
Cuando la suspensión era prolongada, el capellán podía denunciar la
irregularidad ante el Juzgado de Capellanías y este organismo procedía
en contra de los morosos. En estos casos, se formaba un concurso
de acreedores y se decretaba el embargo y remate de los bienes que
garantizaban las deudas. Si había fiadores, éstos debían hacer frente a
las obligaciones.
La dificultad de muchos capellanes para cobrar sus rentas se
ejemplifica en el caso de Luis de Guinea, capellán titular de una
capellanía de 6,000 pesos, cuyo principal estaba impuesto en una
hacienda de labor de Chalco, llamada Nuestra Señora de la Asunción.
A lo largo de 1710, la propietaria, María de Guadalupe y Castro, tuvo
atrasos considerables en el pago de los 300 pesos de renta. Para 1711
debía un año entero; ante las presiones del capellán, firmó una carta
de compromiso en la cual se comprometió a pagar el 24 de mayo.
Aparentemente cumplió, pero para enero de 1713 nuevamente se había
atrasado, ya que debía 175 pesos, correspondientes a un tercio y tres
meses de atraso. El capellán pidió a las autoridades su intervención
para que la señora Castro exhibiera el dinero sin dilación. Pero la
señora no pudo pagar y entonces su hacienda fue embargada y rematada
públicamente.61
María de Guadalupe y Castro no constituyó un caso aislado,
antes bien fue común que quienes habían gozado de una buena
posición económica perdieran sus bienes, al no poder cumplir con
las obligaciones que implicaban los gravámenes que pesaban sobre
ellos. Así, se presentaron con frecuencia los concursos de acreedores
y los remates. Aun cuando la fundación de capellanías no constituyó
la única causa de este fenómeno, sí contribuyó de manera importante
al mismo, porque el fervor religioso y el afán de proporcionar a los
60
Gisela von Wobeser, La hacienda azucarera en la época colonial (México 1988),
pp. 149-154.
61
AGNM, Bienes Nacionales, leg. 45,exp.24,f. 30-38.
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hijos y descendientes de rentas vitalicias impulsaron a las personas
a dotar cantidades que eran excesivas en relación con su situación
económica. Sin embargo, a pesar de estos problemas, se fundaron
capellanías durante toda la época colonial y fue hasta el siglo XIX
cuando, con la secularización de los bienes de la Iglesia, cesó esta
práctica.
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