remedios contra los rayos, creencias de mi pueblo

Anuncio
REMEDIOS CONTRA LOS RAYOS, CREENCIAS DE MI
PUEBLO
SIEMPREVIVA PROTECTORA
Es especialmente en primavera-verano cuando las tormentas suelen
ocasionar numerosos rayos ; no tengo constancia que haya habido víctimas
humanas o de animales, pero sí de que en una ocasión nada más irse una
señora del cobijo de un árbol, un rayo partió al chopo en dos y todavía
están presentes las secuelas en el árbol. En otra ocasión, en la casa de
Gregorio de Mingo, un rayo entró por la chimenea, salió por el suelo,
resultando ilesos sus hijos, mi hermano y otros chavales que había
alrededor del fuego. Más recientemente, no he visto caer los rayos, pero sí
sus secuelas en al menos tres hermosos ejemplares de árbol, la esquina
paridera de Dionisio Manzanero y el último y más reciente en la veleta de
la torre de la iglesia.
Este fenómeno que junto con el trueno asusta a los niños y atemoriza a los
mayores, es el que a las gentes de mi pueblo desconocedoras de la
explicación científica, le dieron explicaciones paganas, supersticiosas, e
intentaban ponerle remedios preventivos ancestrales. El remedio más
común para prevenirse de los rayos era plantar “siempreviva” en el tejado
junto a la chimenea, de esta manera la casa estaba protegida del fenómeno
eléctrico. La plantación se ponía en el primer recipiente que encontraban,
restos de botijo roto, barreño en desuso, latas, etc… o, en un montoncito
de tierra (Curiosamente la planta sobrevive en todos los casos y sin
necesidad de riego o cuidado). La siempreviva es un cactus que
vulgarmente se le conoce como tal (Creo que su nombre científico es
Sempervivum Tectorun). Este cactus como se adapta perfectamente a las
condiciones extremas de temperatura y humedad de la zona. Quién sabe si
por aquello de “a esta planta no la parte un rayo”, pensaron que podía
protegerles del fenómeno atmosférico. El porqué se empezó a practicar
esta creencia lo desconozco, lo que sí puedo señalar es que curiosamente
hablando del tema con un amigo este me cuenta que la gente pone cactus
junto a los ordenadores con el fin de evitar la energía
electrostática.Sorprendido me metí en internet y efectivamente al parecer
hasta hay algún tipo de cactus que se vende como el cactus que absorbe la
energía electrostática del ordenador. ¿Será por lo de los pinchos? ¡Qué
curiosas estas creencias en el siglo del ordenador¡
Recuerdo mis pretensiones de niño de enseñar a mis vecinos mayores
aquella explicación científica que acababa de aprender en el colegio sobre
los rayos. Ellos me escuchaban atentamente y no sé si los convencía o no,
lo cierto es que nadie retiraba su siempreviva del tejado. Debía ser “por si
acaso”. No solamente no la retiraban sino que podía observar, que si
alguno subía al tejado a reparar las pizarras que dejaban alguna gotera,
aprovechaba la ocasión para recomponer el recipiente o montoncito de
tierra donde impasible aguantaba la siempreviva. Así estuvo en el noventa
por ciento de las viviendas hasta los años ochenta, donde poco a poco casas
y tejados se fueron remodelando en busca de unos tejados en los que las
goteras no fueran tan frecuentes o en busca de unas casas más
confortables. La chimenea de la foto es la última que quedaba en el pueblo
y recientemente ha sido derruida.
Actualmente la planta ha perdido su misión protectora y ha tomado la
función decorativa en los jardines y tapias de los vecinos que de vez en
cuando en sus tertulias recuerdan con cariño aquellos otros tiempos.
HACHA CON EL CORTE HACIA ARRIBA
Otro de los remedios, en este caso para evitar el granizo y proteger así las
cosechas, era sacar a la calle, en la puerta de la casa, un hacha y ponerla
con el corte hacia arriba. En más de una ocasión escuche a distintos
interlocutores explicar de forma confusa y con escaso convencimiento, que
había oído decir, que se contaba, que el hacha partía la nube y dejaba de
granizar. Desconozco si se lo creían o formaba parte de un entretenimiento
en el momento en el que toda la familia estaba guareciéndose en el portal
de la casa esperando que dejara de granizar para de nuevo seguir con las
faenas del campo. Lo que sí puedo confirmar es que en más de una ocasión
siendo un chaval la tormenta me sorprendió a las afueras del pueblo y, en la
carreara por las calles hacía mi casa para protegerme, iba viendo las
hachas hacia arriba en la puerta de cada casa. No sé cuantos se lo creerían
o cuantos no, pero raro era el que no hacia este rito, una vez más, “por el si
acaso”.
De este rito no solo yo soy conocedor sino todos los de mi edad o más
mayores, que como en el caso de la siempreviva es motivo de tertulia.
HACHA DEL NEOLITICO, “COSA MALA Ó CENTELLA”
Ante el desconocimiento de cómo se formaban los rayos y que es lo que
ocurría en sus descargas, era habitual escuchar que caía algún objeto o cosa
desconocida; no se sabía de qué objeto se trataba, nunca quedaron restos,
solo un resplandor, pero sí tenían claro que tenía capacidad de destruir al
caer desde tan arriba. Para decir que había caído un rayo en tal sitio, lo más
habitual era escuchar que había caído una “cosa mala” ó “una centella”.
A todo lo comentado anteriormente yo ya estaba habituado, pero a mis
quince años todavía tuve la oportunidad de topar con otra curiosidad. Al
llegar al pueblo desde el colegio de vacaciones de verano por estar en un
internado, me encontré en un hueco de la pared del corral de mi casa, a la
vista, el hacha neolítica de la foto. La curiosidad me hizo preguntar a mi
madre si sabía lo que era y como había llegado hasta allí. Su respuesta fue
que se la había dado “la Paula” (Paula Somolinos), y que le dijo que se la
había encontrado en “las terreras” (encima de la iglesia), que también le
dijo que era una “cosa mala” y que donde había una no caía otra. Una vez
más con incredulidad pero, “por el si acaso”, nada costaba dejarla en el
hueco de la pared. Después de explicarle a mi madre lo que era aquella
piedra, desgraciadamente no se me ocurrió pensar que si Paula dio a la
piedra esas cualidades es porque ya había visto alguna más y alguien se lo
había contado. Sí se me ocurrió después, estando de nuevo en el colegio,
pero por desgracia cuando volví de vacaciones Paula había fallecido. No
recuerdo como ni quien, pero lo cierto es que mi interés por estas piedras
fue conocido por mis vecinos que acabaron dándole a mi madre las otras
hachas que se ven en la fotografía, más alguna que está expuesta en el
museo de Atienza. Desgraciadamente mi alegría por haber conseguido más
hachas no fue seguida por la curiosidad de saber donde las habian en
contrato, lo cual nos podía haber indicado algún posible asentamiento del
neolítico.
Descargar