fe= ENTUSIASMOS FILARMÓNICOS LOS GLOBOS DIRIGIBLES EL

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eROfliea oe uñ semana
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ENTUSIASMOS
FILARMÓNICOS
La temporada de ópera en Madrid es un
acontecimiento para los que no pueden vivir
sin escucJsar gorgoritos y esperan la líegada de
•Lobengrin, cabalíero en su cisne, con más ¡nipaciencia que la dei Jiafaiíiíado.
UndUettanti apasionado es algo así como un
sefior frenético que divide á la Humanidad en
filarmónicos y pasivos. ¿Que le gusta á usted ía
música? Pues merece toda clase de beHdlcíones, alegrías y dos puros de sorlíja. ¿Que no
es así? jPues ande usted y que le den morctíla
y asi se le queden cortas de mangas todas las
americanas!
Apenas comienza !a temporada, cuando estos apasiOTiados lo supeditan todo á su afición.
—A ver, Nicolasa, Ea sopa.
—¿A estas horasí
—jNaturaJmente! A las ocho y siete minutos
sale Radamés ó escena, y antes rae hago mahometano que perder un lá sostenido que tiene
en el octavo compás.
—Pues, mira, ya que es así, mándale recado
para que lo sostenga hasta que tú vayas, porque no está la sopa.
—¿No? Pues, abur. Radamés es lolprímero.
Cuando vuelva del Real te daré dos puñetazos
en !a nuca,
V aquel frenético apasionado marclia presuroso ai paraíso dei regio coliseo, oye el lá y
exclama todo satisfecho:
—jA cualquier hora iba yo á perder esta nota
por tres cucharadas de fideos!
Lo niaio para ét es, que con la vuelta triunfal
de Radamés, coincide un dolor de estómago
más grande que el pilón de la fuente de la Cibeles y tiene qué salir ai pasillo, donde un acomodador cariñoso se apresura á apretarle la
parte dotorida.
—Es que... ¿sabe Vusted? me he venido sin
cenar...
—Ya; se ve que es vsisá filantrópico.
—Fiíarmónico, amigo acomodador; yo por
la música me pego hasta con mi señor padre.
Sepa usted que estuve dos añosy un dia.„
—¿En la cárcel?
—Sin saludar á un cuñado mío porque dijo
que le gustaba más La gatUa blanca que Ótelo. ¿Ha visto usted qué herejía? -Porque mire
usted que la frase aquella de «si-la sol-mi-míre...
—Va usted á hacer el fa...
—No, seíSor,.que es re.
—Digo que va usted á hacer el ía-vor de callarse, porque en los pasillos está prohibido
cantar.
Los concurrentes al paraíso son tos verdaderos apasionados, los que han oido cientos
de veces la misma' ópera y los que discuten en
los entreactos acerca del mérito de ios artistas.
—Yo, I3 verdad, á Cucharoíf le encuentro
frío.
-Tenga usted en cuenta que es ruso.
—¡Más frió seria sifejeseun gabanciiio de verano en vez de un ruso! Quiero decir que no se
apasiona, y la verdad, es hombre que está eti
la situación déRaul.que ha'oído el toque de
matar y que sabe que entre bastidores están
degollando á sushermanos, debía portarse de
otro modo. Mire usted, yo mismo soy de otra
manera.Mi señora'tuvo una discusión ayer con
la portera, sobre si se lahabiau caído ó no
unas hojas.de lecfiuga en la escalera; pues en
cuantomeentere.de aquel aíropelio porteril
me ful á casa dei administrador, qué es dentista, y si no se mete por medio un cuente que
había ido á que le empastaran un colmillo, le
abro la cabeza.
—Porque iría usted con ira.
—Justo, con ira y con un garrote que parece
el troley de un eléctrico.
Otros co]icurrentes, en cambio, manifiestan
.su entusiasmo por los artistas, y apenas éstos
emiten una nota que por lo Bna parece un atache &e embajada, interrumpen gritando:
—[Bravo! jAsi se cantal
—¡Que se caüel
^—Un bozal
•"^m
•^O^
Y el pobre apasionado tiene c{ue aguantarse
su entusiasmo para mejor ocusion, no sin soportar la réplica de otro espectador que parece
estar en el secreto de todo.
—Hace usted mal en entusiasmarse, Joven,
porque usted no ha oido á Ronconí ni á Tamberlik.
—Entonces estaba yo en la lactancia, primer
año.
—Pues, mire usted, en esa misma nota Ronconí, la comenzaba suave, la subía, !a balanceaba, se la pasaba del pecho á la cabeza, la
volvía á balancear, y por üitfmo la lanzaba de
tal modo, que llegaba hasta la última fila del
paraíso.
—jRetorta! ¿No serla que jugaba a! diávolo?
Estos apasionados de los tiempos que ya
murieron, abundan, y es seguro que si ellos
fuesen los arbitros de los teatros de ópera, allí
no acudiría más que gente que contase de cuarenta á cuarenta y cinco años y pudiese presentar un certiScado de haber oido ciento dos
Hugonotes, setenta y tres A/das y por Jo menos
veintisiete Lucias.
• Estos son los que comunican el secreto á los
que á su lado se sientan, ios detalles que observan en sus comparaciones.
—¿Se ha fijado usted en la cuerda? Está baja.
—A ver si se le enredan ¡os pies al barítono
y se cae.
—Me refiero á la cuerda de la orquesta. Fíjese bien en lo que hace el violón.
—Ya lo veo, tocar.
—Pero, ¿usted es un aficionado ó un guarda
de consumos? El violón es el Instrumento. Está
sonando toda la noche como si sacudieran una
alfombra. ¿Eti? ¿Ha oido usted ahora lo que le
digo? La cuerda está baja.
Y eí otro señor que ha ido al paraíso de buena fe y á recrearse en la partitura, mira á su
vecino y precisa:
—¿Si no se habrá muerto Wagner y será este
«eñor, que tiene aspecto de carabinero retirado?
El otro prosigue en sus observaciones, haciéndole tal Ho al espectador de buena fe, que
éste concluye por marcharse á su casa, hecho
un lio con la cuerda, la partitura, el si bemol, la
voz parda, el ataque de la nota y et abrigo, porque tal es su emoción, que ni aún ha sabido
ponerse e¡ gabán.
Ai abrirle la puerta el sereno, sigue tan preocupado sobre el asunto, que no puede menos
de decirle al hombre del chuzo;
—Ramón, ¿tú no has oido á ia Leonardí?
—No, señorito. ¿Es alguna vecina que me ha
¡lamado?
—(Eres un desgraciado! Toma, para que te
compres la partitura del Sigfredo.
Y dándole un perro gordo, penetra en el
portal.
Reconociendo queeídi7e;í/aní/apasionado le
ha amargado la noche.
A. R. BONNAT
durante veinticuatro horas, nueve ó diez pasajeros.
Entre tanto se están veríBcando ascensiones
de ensayo con otro de ios modelos Zeppelin.
En dos de ellas han viajado respectivamente
en et aeróstato el principe Enrique de Prusia^
hermano del Kaiser, y el Kronprinz. Y en otra
ascensión, que acaso se habrá ya veríScado
cuando estas lineas lleguen á los lectores, ha
resuelto subir el mismo Kaiser.
La ascensión del Kronprinz, sobre la cual la
prensa diaria ha publicado ya detalles, puso de
manifiesto los enormes progresos que el conde
Zeppelin ha hecho realizar á la navegación aérea. El globo, en un viaje de 180 kilómetros,
sin el menor incidente, fué dando escolta af
tren en que viajaba el Kaiser, se acercó á aquéí
para qué el principe pudiera hablar, por medio
de una bocina, con su augusto padre, y cuando
éste dejó el tren, el aeróstato siguió escoltando,
al cortejo imperial hasta el castillo de Fürstenberg, regresando luego á Friedríchah'afen, que
había sido el punto de partida, y descendiendo
allí con toda precisión en eí emplazamiento
designado.
La fotografía que en otro lugar publicamos,
representa á este globo evolucionando sobre
el lago de Constanza y llevando á su bordo ai
príncipe Enrique,
EnFrancía otro dirigible, el Clément-Bayarií,
ha hecho recientemente pruebas con gran éxito, aun cuando los resultados no llegan á los
conseguidos por ei Zeppelin.
Pilotado por los ilustres aeronautas señores
Surcouf y Kapferer, ha evolucionado con gran
precisión sobre París á una velocidad de 50
kilómetros por hora, á pesar del fuerte viento
que reinaba.
Este globo mide 60 metros de largo por 10 y
medio de diámetro máximo y cubica 3.500 metras. Su barquilla tiene 28 de longitud. El motor, de 12Ó caballos, actúa sohre una hélice de
madera de 5 metros de diámetro. Ei involucro
del aeróstato lleva en la parte posterior una
combinación cruciforme de cuatro globos pegúenos, que recuerda un detalle análogo dei
yule de París.
Otra novedad aeronáutica aos ia ha ofrecido
Italia.
El primer dirigible construido en esté país
ha-dado comienzo á sus pruebas.
Débese á dos ingenieros miiitares, los capitanes Crocco y Ríccaldini, y su aspecto difiere
bastante del de los dirtgibies alemanes y franceses conocidos hasta ahora.
Su forma es redondeada por delante y alargada eti punta hacia la parte posterior. En ésta
van una serie de timones que permiten complicadas maniobras.
Mide 39 metros de largo por T de diámetro
máximo. El sistema de suspensión es Interior,
con pies de pato pegados y cosidos en ei involucro.
La barquilla, de forma paralelepípédica, tiene el esqueleto de tubos de acero y las demás
partes de madeja. Sus dimensiones son 37 metros de largo por 2 de alto. En la parte delantera lleva el motor, y el ventilador en la de atrás.
Dicho motor pesa 225 kilogramos y su fuerza
es de 70 cabaiios; y actúa sobre dos hélices de
He aquí un buen ejemplo para España, tan 2,40
metros de diámetro, que alcanzan á dar
necesitada por desgracia de ellos, en todo lo 600 vueltas
por minuto.
que afecta al desprendimiento.
El total de la suscripción nacional abierta en
Alemania para construcción de dirigibles, del
tipo Zeppelirt, pasa, hasta el inomenío en que
esto escribimos, de siete millones y medio de
pesetas oro; y continúa subiendo.
Con esta base facilitada por el patriotisjno
El ano último han pasado por el canal de
alemán, el conde Zeppelin forma ahora una Suez 4.267 buques, sumando.un total de tonesociedad para la construcción de globos diri- ladas U.692.973. •
gibies.
En este movimiento han figurado en primer
Ya ha adquirido, junto á Frledrichshafen, un término Inglaterra, con 2.651 buques y 9.495.000
espacioso terreno que ha costado cerca de me- toneladas; y Alemania, con 580 buques y tonedio miüón. Alli se instalarán talleres para que ladas 2.253.00O. De las demás naciones, Francia
se puedan construir á la vez hasta ócfio dirigí- figuró con 806.000 toneladas, Holanda con
bles. También se montarán fábricas de hidró- 632.ÍK)0, y las demás con menos de medio migeno y de aluminio.
c
llón.
Et globo actualmente proyectado medirá 136
Et número total de pasajeros se elevó á
metros de largo, por II de diámetro; desplaza- 243,000. De estos, 84.000 fueron militares, y ai
rá 12,150 metros cúbicos, y prodrá transoortar. mitad de estos últimos. In^rleses.
LOS GLOBOS
DIRIGIBLES
EL CANAL
DE SUEZ
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