No me lo puedo creer. Será broma, ¿verdad? No puedes hacerme

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No me lo puedo creer. Será broma, ¿verdad? No puedes hacerme esto.
¿Te das cuenta de que hay cosas que no puedo cambiar? ¿Ni siquiera vas
a darme una oportunidad de defenderme? Llevamos ya más de un año
juntos, ¿y de verdad piensas que puedes dejarme así, sin más? ¿Por un
mensaje? Te juro que pensé que eras mejor que eso.
Bloqueó el teléfono y lo dejó encima de la mesa. Éste era el último mensaje
que le había llegado. No podía creerse que le estuviera pasando esto a él, se
sentía como si estuviera a punto de explotar. Quería dormir, olvidarse de todo,
pero sabía que aunque lo intentara, no lo conseguiría: había demasiadas cosas
en su mente. Puso la cabeza entre sus manos e intentó no pensar. No lo
consiguió. Cogió su móvil y revisó la conversación.
De ese día sólo había dos mensajes: el primero era suyo, cortando con ella. Lo
volvió a leer unas cinco veces. El último mensaje era el de ella. Seguía
conectada, seguramente contándoselo a alguna amiga, pero no le escribía. Se
quedó así, en su mundo, aún con la conversación abierta.
No sabía el tiempo que había pasado cuando oyó un pitido: un tercer mensaje.
Ni siquiera se había dado cuenta de que ella había estado escribiendo. Lo
abrió:
Y ahora vas y no me respondes... ¿Cómo puedes ser así? No puedo creer
que haya malgastado este año contigo. Creía que eras una mejor persona,
¿sabes? Y lo que pasa es que todavía no entiendo qué te he hecho para
que me hagas esto, yo pensaba que estábamos bien.
Vale, estaba enfadada, pero había algo más: duda. Y dolor. Aún con lo que
acababa de hacer ella le seguía queriendo. Esto iba a ser algo más difícil de lo
que había pensado.
Hoy había faltado al colegio, ya que tan sólo la idea de tener que contarle todo
a su novia le ponía enfermo, literalmente. Al levantarse ese día le había dolido
la cabeza, ya que apenas había dormido la noche anterior. Su padre le había
dado la opción de quedarse en casa, pensando que un día no importaría,
teniendo en cuenta lo que pasaría aquella tarde. Había pasado toda la mañana
(además de la noche) pensando en una solución, pero no la había. No llegó a
esa conclusión hasta las doce y media, cuando ella seguiría en el instituto.
Esperó hasta la hora de salida para romper de la peor forma posible: un
mensaje. Sabía que eso era cruel, encima a ella, que era muy fiel a su idea de
que las cosas importantes se deben decir a la cara. Pero la verdad era que
tenía que ser cruel. No podía permitirse que ella siguiera enamorada de él, no
lo soportaría. No podían estar juntos. Así que en el mensaje le dijo que ya se
había hartado de ella y que no podían seguir así. También le echó en cara
cosas que sabía que ella odiaba, como que era demasiado pequeña para él. Le
dijo que se acabó y que ya no había vuelta atrás.
Había odiado con toda su alma haber escrito aquel mensaje. Odiaba mentir, y
más a ella; pero sabía que no tenía alternativa. La quería demasiado y no iba a
hacerle pasar por lo que él estaba pasando. Después de diez minutos
pensando las palabras exactas para que ella se olvidara de él, envió el
mensaje.
A juzgar por las contestaciones, no consiguió su objetivo: seguía esperando
que él diera una mejor explicación. Y quería hacerlo, quería decirle todo lo que
estaba pasando y que ella entendiera, que no le odiara. Pero se contuvo. Sabía
que ésta era la mejor forma; a veces es mejor no saber algunas cosas, y así no
duelen.
De repente le vino la imagen de su primer beso. Fue con ella, claro está. Se
acordó de ese verano, cuando empezaron a salir. Pensó en cómo sus amigos
se metían con él por salir con alguien dos años menor. Se acordó de lo poco
que le importaba. Sonrió al recordar la primera pequeña discusión que tuvieron,
en la que ella decía que The Script era el mejor grupo de música y él pensaba
que no, que Coldplay estaba muy por encima.
Unos golpes en la puerta de su habitación le sacaron de sus pensamientos.
-¿Cómo vas? - Su padre, empujando la puerta, entró en la habitación.
-Ya casi he terminado.
-Recuerda sólo llevarte lo más importante, llevaremos el resto en unos días.
-Sí, claro.- Su padre se disponía a salir de la habitación cuando decidió
intentarlo una vez más; al fin y al cabo, ¿qué podía perder?
- No hay nada que pueda decir o hacer para conseguir convencerte de
quedarnos en Madrid, ¿verdad?
Su padre suspiró y se apoyó contra el marco de la puerta.
- Dentro de dos meses se me va a acabar el paro, y no vamos a tener qué
comer. Entiende que cualquier oportunidad que surja, por pequeña que sea,
tiene que ser aprovechada. -Hizo una pausa- Lo siento.- Y se fue.
Entonces él se levantó y cogió su móvil y su bolsa. Mentalmente, despidió su
vida en Madrid, esperando que la que llevara en Almería fuera al menos la
mitad de buena que ésta.
No pudo evitar preguntarse qué hubiera sido mejor; si contarle todo a ella y que
siguiera queriéndole, o haber roto sin dar explicación.
Ana Pérez Feliú (3ºD ESO)
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