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vol. 24, 2001, 315-346
LAS LIMITACIONES DE LA ENSEÑANZA
TÉCNICA OBRERA EN LA ESPAÑA ISABELINA:
LA ESCUELA INDUSTRIAL DE BÉJAR (1852-1867)
JOSÉ MANUEL CANO PAVON
Universidad de Málaga
RESUMEN
ABSTRACT
La Escuela Industrial de Béjar
constituye un ejemplo de las limitaciones de la enseñanza técnica obrera en
la España del segundo tercio del siglo
XIX Fue creada en 1852, poco después
de establecerse en plan docente del
ministro Seijas, que organizaba la ensenanza industrial en tres niveles:
elemental, medio y superior.
The Industrial School of Bejar
exemplified the constraints on industrial working teaching in Spain in the second third of the 19th century. The
School was founded in 1852, shortly
afier the educational schedule devised
by Minister Seijas, which divided industrial education into an elementary, an
intermediate and a higher leveL
La Escuela de Béjar, que siempre tuvo
un carácter elemental, fue establecida por
presiones del Ayuntamiento de la localidad y por los fabricantes textiles allí radicados, con la finalidad de ser un centro
para la formación de obreros, a los que
debía suministrar unos conocimientos
básicos en matemáticas, dibujo, fisica y
química. En aquel momento, la ciudad de
Béjar, situada en la provincia de
Salamanca, en una zona eminentemente
agrícola y ganadera, era un importante
enclave
industrial,
con
una
Recibido el 23 de octubre de 2000
The School of Bejar, which always
taught the elementary level, was created in response to pressure from the
local town council and textile manufacturers; it was to provide workers with
basic mathematical, physical, chemical
and drawing knowledge. At the time,
Bejar, located in an essentially agricultural and cattle-raising region in the
province of Salamanca, was a major
industrial enclave, with a highly
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JOSÉ MANUEL CANO PAVÓN
desarrollada industria textil lanera, que
usaba la fuerza hidráulica para el
movimiento de sus máquinas.
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developed wool textile industry that
used hydraulically powered machinely.
La Escuela funcionó durante quince
ailos, entre 1852 y 1867, aunque en
unas condiciones dejicientes. Tenía una
plantilla escasa de 4 a 5 profesores, y
pequenos y mal dotados gabinetes de
fisica y química. Carecía de talleres y
de maquinarias. Su presupuesto anual
era bastante bajo, apreciablemente
inferior al de los institutos provinciales
de bachillerato. Las clases eran nocturnas, ya que el alumnado estaba formado mayoritariamente por los obreros
textiles locales.
The School operated for 15 years
(between 1852 and 1867), albeit under
inadequate conditions. The staff consisted of merely 4-5 teachers, and the
physics and chemistry laboratories
were rather small and poorly equipped.
The School had no workshops or
machinery. The annual budget was
rather low, much lower than that of
provincial secondary education institutes. Classes were held in the evening
as students were local textile
industly workers.
El centro, que era jinanciado a partes iguales por el Estado (éste sólo
hasta 1857), la provincia y el ayuntamiento de la ciudad, desapareció en
1867, por falta de acuerdo entre las instituciones que lo sostenían, y el desinterés de la burguesía local; en su lugar se
fiindó un instituto-colegio para el
estudio del bachillerato.
The institution, which was co-funded by the national (until 1857 only),
provincial and local governments, was
closed down in 1867 owing to the lack
of agreement amongs its sponsors and
of interest from the local bourgeoisie; it
was replaced with a secondary
education school-institute.
En el presente artículo se describen,
a partir principahnente de fuentes primarias, los aspectos concretos de esta
Escuela Industrial durante los quince
culos de su existencia, exponiendo las
características del centro, la personalidad de sus profesores, y el nivel
docente y material akanzado.
The present paper, based on primary
sources, describes specific aspects of
the School during its fifteen years of
eacistence; it discusses the characteristics of the institution, the personality of
its teachers, and the teaching and
material levels reached.
Palabras clave: Enseñanza industrial, Enseñanza obrera, Capital humano, Industrialización, Industria textil, Instituciones, Siglo XIX, Béjar, España,
Escuela Industrial de Béjar.
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LA ESCUELA INDUSTRIAL DE BÉJAR 317
1. Introducción
El desarrollo científico y tecnológico que se produjo en gran parte de Europa
entre fines del XVIII y comienzos del XIX, de forma paralela a la Revolución
Industrial, y con la que tuvo una relación biunívoca, planteó la necesidad de
desarrollar una enseñanza técnica adecuada, a fin de conseguir el capital humano
necesario (ingenieros, técnicos medios y obreros especializados) para una industria
en constante expansión económica y tecnológica. Hasta la Revolución Industrial la
enseñanza de las artes industriales se había impartido tradicionalmente en el seno de
los gremios. Es bien sabido que las asociaciones gremiales entraron en una acusada
decadencia a lo largo del siglo XVIII; las ideas económicas que estaban difundiéndose por Europa, que propugnaban la iniciativa individual y la libertad comercial,
chocaban frontalmente con la economía cerrada y monopolista propugnada por los
gremios. Además, los gremios, por su especial naturaleza, estaban poco preparados
para asimilar los nuevos progresos tecnológicos que comenzaron a introducirse en la
segunda mitad del XVIII; tampoco su debilidad económica hubiera hecho posible la
adquisición por los pequeños talleres de maquinaria de gran complejidad.
Los avances tecnológicos exigían, por tanto, la creación de una enseñanza
especializada, al margen de la estructura gremial, que formara ingenieros superiores para construir y dirigir las fábricas, técnicos medios (peritos, capataces, etc.)
para controlar las actividades industriales de forma directa, a pie de fábrica, y obreros especializados que supieran manejar y sacar el máximo partido a las máquinas;
estos ŭ ltimos necesitaban conocer los aspectos concretos de su actividad, lo cual
requería que estuvieran alfabetizados y que poseyeran unos conocimientos, al
menos elementales, de aritmética y dibujo.
Esta bŭsqueda de capital humano se materializó en Europa en el establecimiento de un conjunto de centros de diferente nivel para la enseñanza técnica industrial. La respuesta de cada país fue diferente, ya que en unos —como Gran
Bretaña— tuvo más importancia la iniciativa privada, y en otros —casos de Francia,
Prusia, España, etc.— la acción estatal. Pero, en general la tendencia consistió por
un lado en crear centros de nivel superior con una buena base teórica, generalmente al margen de las universidades (salvo en Gran Bretaña), y por otro en crear escuelas destinadas a la formación de obreros; los técnicos medios se formaban a veces
en los propios centros elementales, pero en ocasiones se crearon también centros
específicos para ellos [FOX y GUAGNINI, 1993].
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JOSÉ MANUEL CANO PAVON LLULL, 24
En el caso de España, la evolución de la enseñanza industrial durante el siglo
XIX es bastante conocida, habiendo menudeado en los ŭ ltimos años las publicaciones sobre ella. En un trabajo anterior [CANO PAVÓN, 2000a] se hizo un intento de
sistematizar las diferentes iniciativas realizadas en este campo, distinguiendo tres
periodos diferentes, que seg ŭn la dinámica histórica clásica fueron denominados
como ilustrado, preliberal y liberal. El periodo ilustrado, que estaría comprendido
entre mediados del XVIII y 1820, se caracterizó por un conjunto disperso de iniciativas, debida a organismos y corporaciones de muy distinta indole que proliferaron en esta época, entre las que pueden citarse determinadas sociedades económicas (como la Aragonesa [FORN1ÉS, 1978]) y diversas juntas de comercio,
especialmente la de Barcelona, que creó escuelas de diseño, química y maquinaria
[MONÉS, 1987]. A nivel estatal, lo más destacado de este periodo fue la fundación
del Real Gabinete de Máquinas (1791-1824), con el objetivo de albergar modelos
de máquinas que pudieran ser tomadas como referencia por los industriales
[RUMEU DE ARMAS, 1990]. El segundo periodo opreliberal, que puede ser ubicado entre 1820 y 1845, se caracterizó porque el Estado trató de impulsar y sistematizar la enseñanza industrial creando el Conservatorio de Artes (1824), a partir
de los restos del Gabinete de Máquinas, con la finalidad de dar instrucción práctica
a los obreros y resolver la problemática de las operaciones industriales, pero por
falta de recursos, el Estado tuvo que apoyarse en los organismos ilustrados (sociedades económicas y juntas de comercio) para extender estas funciones a otras ciudades (Cádiz, Valencia, Málaga, etc.) a partir de 1833. El tercer periodo, ya típicamente liberal, se inicia en 1845, aunque su desarrollo pleno se produce en 1850-55;
tras unos intentos previos, el decreto de Seijas de septiembre de 1850 estableció una
enseñanza industrial en tres niveles: elemental, inicialmente pensado para ser
impartirlo en determinados institutos, pero que en la práctica se daría en las denominas escuelas industriales elementales: Málaga [GRANA, 1997], Cádiz [CANO
PAVÓN, 2000a], Alcoy [BLANES, 1999] y Béjar; medio o de ampliación, a
impartir en las escuelas de Barcelona [GARRABOU, 1982; LUSA, 1996], Sevilla
[CANO PAVÓN, 1996] y Vergara [CABALLER et al, 1997; CANO PAVÓN,
2000b], a los que luego se unirían Valencia [CANO PAVÓN, 1997; Ibidem, 2001]]
y Gijón [CANO PAVÓN, 1999]; y superior, exclusivamente en el Real Instituto
Industrial de Madrid [CANO PAVÓN, 1998], creado a partir del Conservatorio de
Artes, donde también se daban los otros niveles. Esta estructura docente se modificó en 1855, simplificándose las titulaciones y concretándose las funciones de las
escuelas elementales, así como la forma de realizar los exámenes y la provisión de
cátedras. Dos años más tarde, la reforma docente de Moyano alteró sustancialmente esta estructura, pasando las enseñanzas industrial elemental y la de Comercio a
los institutos, donde quedaría difuminada entre los estudios de bachillerato, y refundiéndose los niveles medio y superior, dando origen a •los estudios superiores de
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LA ESCUELA INDUSTRIAL DE BÉJAR
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ingeniería industrial, que podían impartirse no sólo en Madrid, sino en las escuelas
de Barcelona, Sevilla, Valencia, Vergara y Gijón, que pasaban a superiores si se conseguía un acuerdo tripartito entre el Estado, la Diputación y el Ayuntamiento correspondiente para su financiación. La falta de entendimiento y la escasez de alumnos
a causa de las pocas perspectivas laborales de los ingenieros industriales (tal como
puso en evidencia el informe elaborado por el profesor Agustin Monreal en 1861
[CANO PAVÓN, 2000d]), determinaron el cierre paulatino de estos centros regionales entre 1860 y 1866 (los de Vergara y Gijón ni siquiera Ilegaron a constituirse
como superiores), e incluso del Real Instituto Industrial de Madrid en 1867,
quedando sólo la Escuela de Barcelona como ŭ nico centro de ingeniería industrial.
Sobre las diferentes escuelas industriales que funcionaron entre 1850 y 1867
se han publicado, como se ha citado anteriormente, estudios específicos dedicados
a exponer las características y avatares de estos centros. Ŭnicamente la Escuela
Industrial de Béjar, de nivel elemental, ha recibido menos atención. Una breve historia del centro, dentro de un estudio sobre la enseñanza en dicha población salmantina en el siglo XIX, fue publicada hace más de quince años, basándose fundamentalmente en los datos existentes en Archivo Municipal de la ciudad bejarana
[HERNÁNDEZ DIAZ, 1983]. En el presente trabajo se efect ŭa un estudio detallado de la misma, utilizando los datos existentes en el Archivo General de la
Administración de Alcalá• de Henares (AGA), en el Archivo Histórico de la
Universidad de Salamanca (AHUSA) y en el Archivo Provincial dependiente de la
Diputación salmantina (APSA), que completados con los publicados permiten tener
una visión más completa de esta Escuela, un intento —frustrado-- de disponer de
un centro docente dedicado a la difusión de los conocimientos técnicos en un enclave industrial textil (el Ilamado Manchester castellano) que en la segunda mitad del
siglo XIX se hallaba en un proceso de decadencia relativa frente a una industria
catalana en plena expansión.
2. El enclave industrial de Béjar a mediados del siglo XIX
La industria lanera de Béjar es un ejemplo de una industria dispersa, que
surge por una serie de circunstancias especiales en comarcas de nula o escasa tradición industrial; presenta un cierto paralelismo con las industrias textiles establecidas en poblaciones como Antequera y Alcoy. Béjar tenía (y tiene) como característica especialmente favorable el disponer de un excelente curso de agua, el río
Cuerpo de Hombre, que permitía mover fácilmente la maquinaria por medio de
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molinos y batanes. Además, estaba situada en la región castellano-leonesa, abundante secularmente en ganado lanar. Como contrapartida negativa tenía su aislamiento
relativo y las malas comunicaciones, hasta al tardío advenirniento del ferrocarril.
Aunque el origen de esta industria textil puede datarse de mucho antes, no
es hasta el siglo XVIII cuando tiene lugar un proceso de acumulación y diferenciación de capital en las empresas, que Ilegaría hasta el siglo siguiente. A fines del
XVII, en Béjar se fabricaban artesanalmente, y dentro de una estructura gremial,
paños bastos para un comercio reducido; en el siglo XVIII la producción se orientó
hacia la fabricación de paños finos, dirigido a un mercado más amplio [ROS MASSANA, 1999, pp. 28-35]. En Béjar, el mecenazgo ducal y su política de atracción
de maestros extranjeros para mejorar la calidad de los productos fueron factores que
favorecieron su expansión durante la época ilustrada. La implantación de nuevas
fábricas en la comarca, el incremento del tamaño de las instalaciones y la expansión
de las ventas provocaron la rotura de la estructura gremial tradicional y su paulatina sustitución por otra de corte capitalista, con una mayor liberalización económica. Por eso empezó a denominarse pronto a Béjar como el Manchester castellano
[LACOMBA, 1974]. En los años siguientes la producción de paños de Béjar se
orientó tanto hacia los paños bastos como a los finos, en un mercado que se extendía por la mitad oriental de España, desde Galicia hasta Andalucía, incluyendo también a Madrid. El suministro de paños al Ejército será otra faceta de este mercado
[ROS MASSANA, 1999, pp. 173-188].
Tras la crisis de 1808-1814, la industria lanera de Béjar reinició una etapa de
crecimiento sostenido, pasándose de una producción aproximada de 180.000 varas
de paño a 353.000 en 1835, y a un millón en 1850. Sin embargo, hacia 1850 ya
Béjar había perdido posiciones respecto a las ciudades catalanas de Sabadell y
Terrassa, que acabarían liderando el sector en la segunda mitad del siglo XIX [ROS
MASSANA, 1999, pp. 209-211].
Aunque usando exclusivamente la energía hidráulica, la industria textil bejarana se fue mecanizando paulatinamente. A partir de 1815 se instalaron las denominadas jennies para hilar. La jennie, cuyo nombre correcto era el de spinning
jenny, fue diseñada por Hargreave en 1768; imitaba los movimientos de un hilador
que utilizara la rueca sin aletas; era una máquina todavía manual, pero un solo operario podía hacer funcionar hasta cien p ŭas. A partir de 1825 comenzaron a introducirse asimismo máquinas de perchar (para colgar los paños y cardarlos) y de tundir o tundidoras (para cortar e igualar el pelo de los paños). A mediados de siglo
empezaron a instalarse las denominadas mules, cuyo nombre en inglés era el de
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LA ESCUELA INDUSTRIAL DE BÉJAR
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mule jenny; fueron diseñadas por Crompton mucho antes, y eran mas eficaces que
las jennies, y podían ser movidas automáticamente por medio de la energía hidráulica [LILLEY, 1983, pp. 200-203]. Para aprovechar mejor esta energía comenzaron
a instalarse en el río Cuerpo de Hombre los batanes de cilindros, que sustituyeron a
los de mazos. En 1850 habia en Béjar unos 2.650 husos que funcionaban a mano
frente a 7.400 mecánicos; en cambio, las operaciones de tintes de lanas y paños
continuaban siendo manuales [ROS MASSANA, 1999, p. 240].
La maquinaria que Ilegó a Béjar, como a otras localidades industriales españolas de la época, procedía de Bélgica o de la zona norte de Francia, con una predominancia manifiesta de la fábrica de Cockerill en Lieja. Sin embargo, la importancia de estas máquinas complejas requirió que se trajeran a Béjar técnicos
extranjeros, así como tintoreros. La presencia de estos técnicos era bastante significativa; muchos de ellos terminaron quedándose en la ciudad y montando sus propios talleres [ROS MASSANA, 1999, pp. 50-51]. A pesar de estos técnicos extranjeros, seguía existiendo una cierta necesidad de personal especializado, lo que
explica las gestiones que se hicieron desde los años treinta para que se creara una
escuela industrial en la ciudad.
También los industriales, a mediados del siglo XIX, comenzaron a buscar
carbón por los alrededores de la ciudad, ya que la capacidad del río era limitada e
insuficiente a medida que el proceso de mecanización progresaba; además, en verano el estiaje reducía apreciablemente la actividad. Sin embargo, los resultados no
fueron satisfactorios y se siguió dependiendo de la energía hidráulica durante todo
el siglo XIX [ROS MASSANA, 1999, pp. 249-250].
En la segunda mitad del XIX la industria lanera de Béjar fue quedando rezagada, tanto en tecnología como en producción frente a Sabadell y Terrassa. Se han
apuntado varias causas para explicar este proceso, como la menor disponibilidad de
capitales, las más dificiles comunicaciones, la falta de carbón y el mayor grado de
desarrollo industrial de Cataluña, región en la que existía un poderoso sector algodonero, que permitía el intercambio con la industria lanera de técnicos textiles,
maquinistas, tintoreros y otro personal especializado, a las vez que ambos sectores
textiles aprovechaban las redes comerciales ya establecidas, así como los almacenes y transportes, especialmente las favorables condiciones que ofrecia el puerto de
Barcelona, fácil entrada para el carbón nacional y británico y fácil salida para los
productos manufacturados [NADAL, 1992, pp. 119-125]. Además, en Cataluña se
disponía de una abundante mano de obra especializada y centros docentes de buen
nivel para formarla. Cuando se crea la Escuela Industrial de Béjar, la ciudad había
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JOSÉ MANUEL CANO PAVON LLULL, 24
alcanzado ya un importante desarrollo industrial, que paulatinamente iría
disminuyendo en los años siguientes.
3. Creación y evolución de la Escuela de Béjar
La preocupación por disponer de un capital humano suficiente para sustentar el desarrollo industrial hizo, como se comentó anteriormente, que en las postrimerías del reinado de Fernando VII el Gobierno tratara de impulsar estas enseñanzas en diversos lugares, a través del Conservatorio de Artes que funcionaba desde
1824; sin embargo, a causa de las dificultades económicas, el Gobierno —como ya
se ha comentado-- tuvo que apoyarse en las sociedades económicas y juntas de
comercio para poder extenderlas fuera de Madrid. En aquel momento el
Conservatorio percibía por diversos arbitrios la cantidad de 150.000 reales al añol.
La enseñanza se organizó en tres niveles: a) particular, de carácter elemental; b)
general, de nivel medio; c) especial, orientada hacia la formación profesional específica. Para ello se creaban cátedras de matemáticas, química y dibujo. La extensión
de estas enseñanzas a provincias se hacía sólo en lugares concretos:
«[...] en las ciudades de Zaragoza, Sevilla, Granada, Santiago, Burgos, Málaga y
Cádiz, que son los puntos que por de pronto se han considerado preferibles, atendida su
importancia, relación y posición topográfica, sin perjuicio de designar más adelante otros en
que puedan convenir [...]»2.
No se citaba a Barcelona porque la Junta de Comercio de dicha ciudad había
establecido ya en ella enseñanzas de dichas materias, las cuales habían alcanzado
un excelente nivel.
Béjar, a pesar de ser un enclave industrial, quedaba al margen de dichas
enseñanzas técnicas. Aunque en 1825 el Ayuntamiento de la ciudad autorizó a
Miguel Faure, tintorero francés avecindado en la ciudad para que enseñara el arte
de la tintorería a los industriales [HERNÁNDEZ DíAZ, 1983, p. 202], ésta era una
acción puntual; no se creó en este periodo ning ŭn centro docente para difundir las
nuevas técnicas industriales ni para complementar los conocimientos de obreros y
capataces. Esto explica que en enero de 1835 un ilustre bejarano, Luis Pizarro
Ramírez, conde de las Navas, y miembro de la Sociedad Económica de Amigos del
País de la ciudad —fundada muy poco antes, en 1834 [LABRA, 1904, p.32;
HERNÁNDEZ DíAZ, 1983, pp. 262-263]- se dirigiera a la Reina en un escrito 3 en
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LA ESCUELA INDUSTRIAL DE BEJAR 323
el que, tras hacer un recorrido sobre la situación de las industrias de Béjar y la falta
de mano de obra especializada, que requería traer técnicos extranjeros, solicitaba la
creación de dos cátedras en la ciudad, una de matemáticas y otra de física y
química aplicadas a las artes [ANEX0].
Aunque en la solicitud citada figura escrito al margen la frase Concedido,
11 enero de 1835, lo cierto es que a efectos prácticos nada se Ilevó a cabo. Al año
siguiente, el Ministerio se dirigió al director del Conservatorio de Artes para preguntar sobre los antecedentes que existían en dicho organismo referente al establecimiento de cátedras de química y mecánica aplicadas en Béjar', contestándosele que no existía nada sobre dicho asunto, sólo que en el presupuesto de 1835
se había introducido una cantidad de 32.000 reales para aumentar las cátedras a
cargo del mismo, pero sin especificar donde se iban a dotar, lo que quedaba a
disposición del Gobierno5.
Durante los años siguientes se hicieron diversas gestiones para crear la
Escuela Industrial, basándose en el informe favorable al escrito del Conde de las
Navas. Sin embargo, faltaban la voluntad y los medios para costear una escuela
experimental, a pesar de que el Ayuntamiento retiró la ayuda que pagaba a unas
cátedras de latinidad y filosofia que, como esbozo de un instituto de segunda enseñanza, existían en la localidad; al regularse dichos centros por el plan Pidal de 1845
las cátedras bejaranas no pudieron subsistir por no reunir los requisitos necesarios
[HERNÁNDEZ DIAZ, 1984, p. 204]. En diversos periódicos provinciales se reclamaba el estudio de una escuela industrial o de formación profesional para ayudar al
desarrollo de la comarca.
La nueva legislación sobre escuelas industriales de septiembre de 1850 vino a
facilitar las cosas, al dar un marco legal amplio a estos estudios. Se abrió la posibilidad de crear una escuela industrial elemental, ya que el artículo 66 del decreto Seijas
especificaba que los gastos de las escuelas elementales correspondían por terceras
partes al Gobierno, la Diputación provincial y el Ayuntamiento correspondiente.
Se incrementaron las gestiones por parte del Ayuntamiento para el establecimiento de la Escuela Industrial, y fruto de estas gestiones fue la decisión por parte
del Ministerio de dar vía libre al establecimiento del centro [HERNÁNDEZ DIAZ,
1984, pp. 339-340]. Por real orden de 20 de junio de 1852 se autorizó la apertura de
una Escuela en Béjar, siempre que se consiguiera el beneplácito económico del
Ayuntamiento y la Diputación:
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JOSÉ MANUEL CANO PAVON
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«Deseando la Reina que se promueva el establecimiento de escuelas industriales,
agricolas y mineras en todos aquellos puntos del Reino en que puedan ser ŭtiles...y teniendo
en consideración que la ciudad de Béjar reúne condiciones muy ventajosas para la creación
de una escuela industrial elemental... que facilite el desarrollo de las diferentes industrias
planteadas en la misma, ha dispuesto mandar me dirija a VS , como de su Real Orden lo ejecuto, a fin de que con presencia del adjunto presupuesto excite el celo de la Diputación provincial y del Ayuntamiento de la expresada ciudad.. para que contribuyan al sostenimiento de
la que deberá establecerse en Béjar, en la parte que le corresponda [...]»6.
El presupuesto que acompañaba suponía un coste de 38.000 reales para
impartir la enseñanza elemental (3 años). Preveía un profesor de primeras letras
(3.000 reales), tres catedráticos (dos de matemáticas, a 7.000 reales cada uno, y un
tercero de física, química y mecánica, a 8.000 reales), un ayudante (3.000 reales) y
un mozo (2.000), así como gratificaciones para el que ejerciera las funciones de
secretario y para el que explicara las clases de dibujo y modelado, y una partida para
material y gastos de funcionamiento. Si se quería dar un cuarto año era necesario
incrementar el presupuesto en 10.000 reales, a fin de pagar a un cuarto catedrático
de mecánica y química aplicadas, con lo que el costo se elevaría en este caso a
48.000 reales'. Era un presupuesto escaso, pues no contemplaba el complemento de
director e infravaloraba los gastos ordinarios de mantenimiento y de material de
prácticas. La escuela nacía raquitica, en comparación con el coste de las escuelas
industriales de nivel medio, como la de Sevilla [CANO PAVÓN, 1996, pp. 59-63].
El Ayuntamiento de Béjar acordó enseguida enviar a la Reina el agradecimiento por la autorización de la Escuela s. Faltaba la aprobación por parte de este
organismo y de la Diputación de las modificaciones de sus presupuestos para hacer
frente a los gastos del nuevo centro, modificaciones que fueron aceptadas por el
Ayuntamiento bejarano el 7 de agosto 9. La Diputación tomó un acuerdo similar al
mes siguiente.
Sin embargo, la actitud de la Diputación provincial no era tan entusiasta. En
la reunión que celebró este organismo para estudiar el asunto de la creación de la
Escuela, se tomó el acuerdo de aceptar hacer frente a los gastos que iban a corresponderle, pero se expresó al mismo tiempo la opinión —disparatada— de los diputados provinciales de que las clases teóricas debían darse en el Instituto de
Salamanca y las prácticas en Béjar". El secretario de la Diputación presentó además
un voto particular, manifestándose en contra de la Escuela porque
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LA ESCUELA INDUSTRIAL DE BEJAR
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«[...] considerando que aunque Béjar es el pueblo más rico de la provincia, no desaprovecha ninguna ocasión de recargar en su particular ventaja al presupuesto provincial; las
clases deben darse en Salamanca, donde hay Instituto [..«]»12.
En cuanto a la organización de la Escuela, el Ayuntamiento de la ciudad
sugería tomar inicialmente como base la escuela preparatoria primaria existente en
la ciudad desde hacía diez años, y que era dirigida por José García, digno profesor
formado en la Normal de la Corte, el cual podría encargarse del curso preparatorio,
aunque era necesario el nombramiento inminente de un profesor de matemáticas de
primer año".
Este puesto había sido solicitado a primeros de agosto por Nicomedes Martín
Mateos; este personaje, natural de Béjar, abogado, juez excedente y registrador de
la propiedad, solicitó la plaza a la Reina, exponiendo sus méritos, entre los que
incluía haber impartido durante varios anos clases de filosofia de forma privada y
haber escrito varias obras filosóficas". La solicitud de Martín Mateos fue informada muy favorablemente por el gobernador civil de la provincia", con quién debían
unirle fuertes afinidades.
Estas gestiones y trámites condujeron a la real orden de 22 de octubre de
1852, en la que se daba el visto bueno definitivo a la Escuela Industrial bejarana,
nombrándose profesor interino de matemáticas y director del centro a Martín
Mateos, y a José García como encargado del curso preparatorio, con la finalidad de
escolarizar a los alumnos que aspiraban a formarse en la Escuela; en este curso les
impartía lectura, escritura y aritmética elementa116.
La inauguración oficial del nuevo centro tuvo lugar el 15 de noviembre, trasladándose las autoridades y las fuerzas vivas de la ciudad al local destinado a la
Escuela''; en el acto habló el alcalde y el director interino Nicomedes Martín; éste
pronunció un florido discurso sobre la industria, la enseñanza y el progreso, típico
del gusto de la época:
«Yo abriré, ha dicho el Gobiemo, enseñanzas gratuitas en las horas en que el trabajo
cesa, para que vosotros, honrados operarios, podáis acudir a ellos a recibir el pan de la inteligencia; para que todos los que dependéis de la mecánica, de la química, de la arquitectura,
podáis adquirir los principios que os hagan conocer que todas vuestras tareas están sujetas a
leyes naturales.
Yo tengo fe, señores, en que con poco que sean protegidas estas escuela, serán pronto las más concurridas. Porque no estamos ya en los tiempos en los que pasar una vida
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JOSÉ MANUEL CANO PAVON LLULL, 24
ociosa se llamaba vivir noblemente. El nuevo espíritu social es el del trabajo, es el de la
industria, y la industria, siendo atendida marchará de conquista en conquista, de descubrimiento en descubrimiento, hasta hacer de nuestro planeta una morada digna del hombre»
[MART11\1 MATEOS, 1852, pp. 10-11].
El curso 1852-53 transcurrió con normalidad, quedando al término del
mismo incluso un pequeño remanente económico, como consecuencia de que sólo
se habían cubierto dos plazas docentes (las de José García y Nicomedes Martín).
Los gastos realizados para el funcionamiento del . centro habían sido pequeños,
exclusivamente para alumbrado y material de escritura". Al ser muy escaso el material existente, el director de la Escuela se dirigió a las autoridades proponiéndoles
la adquisición de objetos para la enseñanza de matemáticas, geometría, física y química con ese remanente". El Ministerio autorizó esa adquisición, pero exigiendo
que el dinero se entregara previamente en la tesorería provincial, remitiéndose a
continuación un presupuesto detallado del material a adquirir".
El presupuesto elaborado por Martín Mateos, con el asesoramiento del
nuevo profesor Victoriano Martín, que se había incorporado en septiembre de 1853,
ascendía a unos 5.200 reales, de los cuales unos 3.200 correspondían al amueblamiento de tres aulas, 1.300 a una colección de figuras geométricas, y 700 para material de agrimensuran . Era un presupuesto demasiado modesto, para un centro que
carecía de casi todo lo necesario para la enseñanza.
Las inquietudes de Nicomedes Martín y su formación preferentemente humanística, unido posiblemente a un cierto afán de protagonismo, determinaron que surgiera en él la idea de impartir gratuitamente clases de fllosofia moral (ética) a los
alumnos de la Escuela, como complemento a la formación que allí reciblan. Esta idea
la fundamentaba en la alta tasa de criminalidad de la población; había observado que
sus alumnos se reformaban sensiblernente en contacto con la ensenanza u. El
Ayuntamiento recogió esta idea y la elevó al Ministerio, que apoyaba la solicitud a
causa de la degradación de las costumbres en una población en continuo incremento:
«Las costumbres de este pueblo se adulteran extraordinariamente. Como un gran centro manufacturero acuden a él los que no encuentran trabajo en otros pueblos de la Península
y del extranjero. De esta inevitable aglomeración procede sin duda aquella adulteración, que
motiva frecuentes asesinatos y continuas pendencias entre la juventud»".
La autorización oficial ante un asunto que no implicaba gasto no tardó en
producirse". Sin embargo, el establecimiento de las clases de esta materia se demoró hasta comienzos de 1855, debido a que —seg ŭn Nicomedes Martín— el gran
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LA
ESCUELA INDUSTRIAL DE BÉJAR
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nŭmero de alumnos matriculados hacía dificil impartirlas hasta que consiguiera un
local adecuado".
Una preocupación obvia de los profesores de la Escuela bejarana —preocupación que sigue estando vigente en nuestros actuales centros docentes— era el de
conseguir sus plazas en propiedad. En noviembre de 1853, Nicomedes Martín,
Victoriano Díez y José García elevaron un escrito al Ministerio solicitando la propiedad de dichas plazas". En junio del año siguiente volvió a presentar una nueva
solicitud Nicomedes Martín, aportando una extensa documentación sobre sus actividades". También Victoriano Díez envió otra solicitud". Estas peticiones debieron
ser avaladas por las autoridades, ya que pocos días más tarde, el 8 de julio, de dictaba una real orden en la que se nombraba propietarios a Martín y a Díez, de 1° y 2°
año, respectivamente". No se nombraba a José García posiblemente porque éste
debía tener en propiedad la plaza de maestro en Béjar.
Para el curso 1854-55 la Escuela Industrial tenía que hacer frente a las enseñanzas de 3er año, que eran flsica y química aplicadas. Ante la ausencia de un profesor para explicarlas y de los medios materiales para realizar las prácticas, el director del centro solicitó que se sustituyera esa enseñanza por la de economía,
ofreciéndose él mismo para impartirla, unificando estas enseñanzas con las de
moral". Llama la atención la dejadez del director (y por supuesto de las autoridades), al plantear el problema muy poco antes del comienzo de las clases, unido al
sentido patrimonialista que Martín Mateos tenía de la Escuela bejarana. El asunto,
sin embargo, se solucionó rápidamente, aunque por la vía más barata, al nombrarse
a un ayudante interino para el 3er año (Primo Comendador)".
La reforma establecida en el decreto de Luxán de 1855 establecía que en las
escuelas elementales de industria, orientadas hacia la formación de obreros, tendrian éstos que estudiar en ellas gramática, aritmética, dibujo y física y química elementales; dichas escuelas podrían ampl iarse cuando lo exijan los intereses y lo permitan los recursos de la localidad o población donde se hallen establecidas, para
que sirvan de preparatorias con el jin de ingresar en las profesionales o en otras
especiales. Estos estudios comprendían ampliación de gramática, aritmética, álgebra hasta ecuaciones de segundo grado inclusive, geometría, trigonometría plana,
geometría descriptiva, agrimensura, delineación, mecánica, física y química".
La Escuela Industrial de Béjar era, segŭn esta nueva normativa, una escuela
puramente elemental, sin los estudios preparatorios. Para asumir estos estudios de
mayor nivel hacía falta aumentar la plantilla e incrementar sus medios materiales.
328
JOSÉ MANUEL CANO PAVON LLULL, 24
A los pocos días de publicarse el decreto de Luxán el Ayuntamiento bejarano elevó,
a través del gobernador, una solicitud a la Reina para que se ampliaran las enseñanzas de la Escuela hasta el nivel preparatorio. Daban para ello argumentos
basados en la situación de la industria local:
«Si a las precedentes consideraciones, ya de por si muy atendibles, añadimos
que muchos de nosotros y de nuestros convecinos visitamos frecuentemente las fábricas nacionales y extranjeras, introduciendo en las nuestras varias de las mejoras adoptadas en aquellas, y con especialidad en las de Bélgica e Inglaterra, fácilmente se comprenderá que necesitamos artistas dotados de superiores conocimientos especulativos
para montar bien las máquinas y reparar o construir con acierto los órganos que en
aquellas se descompongan [...]»".
La solicitud del Ayuntamiento fue informada favorablemente por el gobernador civil", y posteriormente el Ministerio de Fomento dio también un informe
favorable". Todo esto se tradujo en una orden en la que se elevaba a la Escuela de
categoría para impartir dicho nivel preparatorio, estableciéndose el organigrama
docente, en el cual Nicomedes Martín se hacía cargo de las enseñanzas de 2 año de
matemáticas, Bernardo Cañizares (profesor recién Ilegado en comisión unos días
antes) se ocupaba de los elementos de física y química y Victoriano Díez de las
clases de dibujo, siguiendo Primo Comendador como ayudante".
Aunque la reorganización se llevó a cabo, los endémicos problemas económicos del centro (comŭ n a otras escuelas industriales) siguieron existiendo. En
1856 hay varios escritos sobre reclamaciones de haberes no percibidos por algunos
profesores". También el director de la Escuela solicitaba ayudas extraordinarias
para adquisición de instrumentos, al ser obviamente insuficientes los 4.000 reales
anuales previstos para material". La Diputación continuó abonando la tercera parte
del presupuesto que le correspondía".
El curso 1856-57 transcurrió sin novedades, consolidándose la actividad de
la Escuela dentro de sus estrecheces. En la memoria que sobre dicho curso elaboró
Martín Mateos se transmitía una sensación de tranquilidad. En ella se daba cuenta
del éxito que habían tenido sus clases gratuitas de moral, que impartía a los obreros
y a los curiosos. Abogaba porque se establecieran obligatoriamente en las escuelas
industriales enseñanzas de religión y moral, argumentando que
«[...] el conocimiento que tengo de la índole de los pueblos industriales, tan expuestos a las ideas socialistas, me han hecho creer en la necesidad de una cátedra de religión y
LLULL, 24
LA ESCUELA INDUS7'RIAL DE BÉJAR 329
moral en todas las escuelas industriales, al menos en la de los pueblos fabriles como éste, tan
agitado por malas doctrinas [...] >>40.
También proponía en el informe que las clases comenzaran antes, a mediados de septiembre, y terminaran a mediados de mayo, ya que la jomada laboral de
los obreros, regida por el sol, hacía que no pudieran asistir con regularidad a partir
de este mes por estar trabajando hasta horas avanzadas. Sobre el tema de las clases
de religión, Martin Mateos se ofrecía él mismo a darlas, si Bemardo Cañizares le
reemplazaba en el ler curso de matemáticas". También el rector de la Universidad
de Salamanca solicitaba por las mismas fechas la enseñanza de religión, a causa,
segŭn decía, del carácter duro e indámito de unos alumnos que desconocen hasta
las primeras y más esenciales nociones re1igiosas42.
La legislación de 1857-58 abría una situación nueva para la Escuela, ya que
como es sabido las enseñanzas elementales de industria pasaron a los institutos, del
que carecia Béjar. Por ello, en febrero de 1858 escribió el director al Ministerio preguntando si la Escuela debía seguir funcionando, contestándosele en sentido afirmativo". En mayo se incrementó incluso el presupuesto del centro, que pasó a
37.000 reales", posiblemente atendiendo el escrito que unos días antes habían
enviado todos los profesores de la Escuela reclamando el pago de sus haberes". Este
presupuesto era asumido plenamente por la Diputación, ya que el Estado había
dejado de contribuir al mismo".
Dado que la legislación de 1857-58 preveía el pago de los derechos de matricula para todos los niveles de enseñanza industrial, la supervivencia de la Escuela
bejarana quedaba amenazada, ya que el bajo nivel de vida de sus alumnos obreros
les impedía pagar dichos derechos. Ello hizo que el director escribiera a las
autoridades explicándoles crudamente la situación que se planteaba:
«Los alumnos de esta Escuela son todos operarios de los talleres de esta industriosa
ciudad, que es sin duda el Manchester de las Castillas; son todos pobres, y a quienes se ha
suministrado hasta el día de hoy por la misma Escuela todos los pertrechos de caligrafia y
dibujo lineal. Si hoy se les exigen los derechos de matrícula que nunca han pagado, si se les
obliga a ir a matricularse a la Universidad, distante doce leguas de sus domicilios, la Escuela
quedará desierta, inŭtiles los gastos empleados en ella y sin la instrucción más indispensable
los constructores de máquinas y los operarios todos de estos grandiosos talleres [...]»".
El hecho es que la Escuela no Ilegó a cobrar por el momento estas matrículas, que hubieran supuesto la desaparición de la mayor parte del alumnado, y el
Ministerio pospuso el tema para más adelante, en espera de sacar una normativa
330
JOSÉ MANUEL CANO PAVON
LLULL, 24
específica. En 1860 se volvió a plantear la cuestión, volviendo a escribir el director
al Ministerio en defensa de la exención de derechos", resolviéndose por éste que
sólo se aplicara dicha exención a los alumnos manifiestamente pobres, pero no con
carácter general".
Los sobresaltos no cesaban. En agosto de 1859 la Diputación pedía al
Gobierno la supresión de la Escuela. Considerándola innecesaria por el escaso
nŭmero de alumnos que acudían a ellan por ello el Ayuntamiento escribió alarmado al Ministerio ante la posibilidad de que la Escuela se cerrara". El gobernador
informó favorablemente la solicitud municipal, dando unos argumentos basados en
consideraciones de orden p ŭblico más que en la formación profesional:
«Poco o nada puedo decir en favor de aquel beneficioso establecimiento (la
Escuela Industrial), pero me permitiré, sin embargo, exponer a su ilustrada consideración,
que además de ser ciertas las razones que la municipalidad alega para evitar su supresión,
creo útil y de necesidad su continuación, porque además de las ventajas materiales que
reporta a la juventud, hace que ésta, después de dejar sus trabajos ordinarios, concurra por
la noche a las cátedras de enseñanza que en dicho establecimiento existen, alejándola de
ocuparse viciosamente, con perjuicio propio y tal vez comprometiendo el sosiego y
tranquilidad del vecindario [...]»".
El presupuesto de la Escuela para 1860, remitido por el Ministerio, se elevaba a 33.500 reales, de los que 29.500 correspondían a personal, y 4.000 a material. Con estos 4.000 reales, cantidad apreciablemente baja, había que atender al
funcionamiento del centro y a las reparaciones, con lo que la adquisición de algŭn
material nuevo era problemática".
En los años siguientes la situación varió poco. Se produjeron algunos cambios
en el profesorado; al fallecer en 1858-59 el profesor del curso preparatorio, Blas de
la Purificación, se nombró a Gregorio Laso de la Vega en su lugar [MEMORIA,
1860]. Bernardo Cañizares fue ascendido a catedrático interino [MEMORIA, 1861].
La renuncia a la cátedra de Cañizares en 1863 hizo que se nombrara en su lugar a
Primo Comendadorm . Las cantidades del presupuesto tampoco variaron, manteniéndose los 4.000 reales anuales para material". A causa de la penuria económica,
Martín Mateos Ilegó a imprimir por su cuenta la memoria del curso 1861-6256.
También persistían los problemas del cobro de haberes, problema que aparecía con cierta frecuencia en los centros de la época, a pesar de que en aquel
momento era la Diputación provincial la que tenía a su cargo exclusivamente los
gastos de la Escuela (menos de 40.000 reales, cantidad pequeña frente a los casi 3
LLULL, 24
LA
ESCUELA INDUS7'RIAL DE BÉJAR
331
millones de reales anuales del organismo provincial)". En noviembre y diciembre
de 1860, el director y los profesores solicitaron de nuevo, apoyados por el rector
salmantino, el abono de sueldos atrasados".
Independientemente de estos problemas de emolumentos, la Escuela, basándose en una disposición ministerial de enero de 1861" sobre dotación de material a
los centros docentes, remitió, a través del rectorado salmantino, un modesto presupuesto de poco más de 13.000 reales, repartidos a partes iguales para los gabinetes
de fisica y química'. A finales de ese año, el director de la Escuela escribió directamente al Ministerio solicitando una serie de reformas que venían de antiguo: estabilidad de los profesores interinos, igualación de sus sueldos con los del profesorado de los institutos, exención de derechos de matrícula a los alumnos, y
establecimiento de enseñanzas de religión y moral".
Entre 1860 y 1864 el rector de la Universidad de Salamanca, Tomás Belestá,
realizó varias visitas de inspección a la Escuela de Béjar, elaborando los correspondientes informes que elevó al Ministerio. De la lectura de ellos se puede sacar una
idea aproximada de la situación poco satisfactoria del centro.
En el informe de 1861 escribía Belestá:
«Tengo el penoso deber de manifestar que este Establecimiento literario no puede
continuar funcionando de la manera que ha seguido hasta el presente. Carece no sólo de un
local digno y a propósito, sino ni decente siquiera para dar las explicaciones; carece además
de medios materiales, a ŭn de aquellos más precisos para las nociones elementales de enseñanzas prácticas y de aplicación, por manera que por grande que sea el celo y nobles los
esfuerzos que distinguen a sus profesores, la Escuela, más o menos tarde, habrá de sucumbir
por consunción, con notable perjuicio de la provincia y desdoro del Estado.
Béjar, Iltmo. Sr., por ser una de las ciudades manufactureras más importantes de
España en su industria lanera, merece toda la protección del Gobierno de S.M. En ella se
consumen, seg ŭ n los datos que he podido reunir, doscientas mil arrobas de lana merina,
que se convierte en paño y bayetas, empleándose su mayor parte en el consumo del
Ejército. En la actualidad se ocupan en esta industria sobre cinco mil operarios, de los que
un nŭ mero muy considerable asisten a la Escuela Industrial; más las lecciones generalmente son teóricas y no se hacen por falta de aparatos las demostraciones necesarias; los
alumnos se fatigan in ŭtilmente, se cansan y concluyen por dejarla desierta.»".
Proponía el rector el arriendo de la planta baja del palacio del Duque de
Osuna, con una superficie aproximada de 500 metros cuadrados, haciendo para ello
332
JOSÉ MANUEL CANO PAVÓN
LLULL, 24
las obras pertinentes, cuyo coste era de unos 45.000 reales. Informaba también el
rector de los profesores, aunque sus críticas se centraban en el director, Nicomedes
Martín Mateos, del que decía que se dedica a estudios abstractos y metafisicos; su
carácter es algŭn tanto raro y singular, lo que se hace sentir en el Establecimiento
que dirige y que sin duda es la causa de la inercia que le he notado en cumplimentar en todos sus extremos las órdenes que en la visita del aPío anterior se le dieron,
y muy especialmente las que se referían a que se cerciorase personalmente si los
trabajos de la Secretaría se ajustaban o no a las prescripciones reglamentarias.
En el informe de 1862 se manifiesta partidario de que se exima del pago de
derechos de matrícula a los alumnos obreros, distinguiendo entre éstos y aquellos
que tenían mejor situación económica. Vuelve a arremeter contra Martín Mateos,
por su excentricidad y por las muchas ocupaciones que tenía (ya que era abogado
en ejercicio y registrador de la propiedad), aunque reconoce que tiene buenas relaciones de parentesco y amistad con las personas de valer e influencia de Bejar, por
lo que aconsejaba que permaneciera en el cargo por el momento".
En el informe de 1864 constata Belestá la realización de diversas mejoras.
Se había conseguido trasladar la Escuela a la planta baja del palacio del Duque de
Osuna y se habían mejorado los gabinetes de física, química e historia natural; pero,
en su opinión, el estado general era de pobreza, y la ordenación del material científico no era buena. Se había eximido, además, del pago de los derechos de matrícula a los obreros. También se habían aumentado las clases de enseñanza primaria preparatorias. Las enseñanzas seguían siendo nocturnas, por la gran presencia obrera
entre los alumnos, aunque a los trabajadores les costaba un gran sacrificio la asistencia a las mismas tras una larga jornada de trabajo. Respecto al profesorado, la
situación no había cambiado sustancialmente, siguiendo Nicomedes Martín como
director. En su opinión, había que reorganizar la plantilla, ya que , por ejemplo,
Primo Comendador, experto en fisica y química, estaba destinado a las clases de
dibujo, manifestándole el rector que a este profesor dicha enseñanza le es tan desconocida que no ha tenido inconveniente en contestarme que no sabe tomar con la
mano el lapicerom.
Sin embargo, las mejoras para la Escuela no terminaban de llegar, y ésta
entró en una fase de decadencia. A partir de 1862-63 los costes de la Escuela pasaron nuevamente a ser compartidos por el Ayuntamiento y la Diputación", seg ŭn una
real orden de 30 de agosto de 1862 que reorganizó la Escuela de Béjar, atendiendo
al informe emitido por el Consejo de Instrucción P ŭblica". Nicomedes Martín, su
director y posiblemente su principal apoyo ante la sociedad bejarana, cesó como
LLULL, 24
LA ESCUELA INDUS7'RIAL DE BÉIAR 333
director en 1865, sustituyéndole en el puesto Primo Comendador, y dejó asimismo
la enseñanza en el centro unos meses más tarde". En esas mismas fechas, el
Ayuntamiento escribió de nuevo a las autoridades solicitando la continuidad del
centro y su mejora, ya que sólo existe el director y a la vez catedrático propietario
de las asignaturas de física y química aplicadas a las artes y el sustituto de
matemáticas". También habia sido suprimida la enseñanza preparatoria.
En 1866, el Ayuntamiento segregó una parte del local, en concreto la casa del
portero y algunas habitaciones colindantes, por lo que la superficie ŭtil disminuyó
apreciablemente69. Las cátedras seguian en gran medida desempleadas interinamente; en aquel momento, las de matemáticas, lengua francesa y dibujo las ocupaban,
respectivamente, Patricio Giménez, Antonio Moreno Luceo y José Illán
Manzanares". Esta situación no se arreglaria, ya que se le unia una crisis económica importante y una politica ministerial que buscaba ahorros y recortes, y que habia
fomentado el cierre de varias escuelas industriales. En el curso 1866-67 no hubo ya
admisión de alumnos, cerrando de facto la Escuela al suprimir el Ayuntamiento, su
principal valedor, la asignación para ella [HERNÁNDEZ DíAZ, 1983, p. 212], a
causa de que la Diputación habia anulado previamente la partida destinada al centro''. Obviamente, los profesores y empleados dejaron de percibir sus haberesn.
Poco después, en 1869, al calor de las medidas sobre enseñanza libre emanadas de
la Gloriosa, se creará en Béjar un Instituto-Colegio [HERNÁNDEZ-DíAZ, 1983,
pp. 165-168] que permitia a los hijos de familias con ciertos recursos la realización
de estudios de bachillerato, lo que era posiblemente la meta anhelada de las clases
medias de la ciudad. Y durante los primeros años de la restauración reaparecerán de
nuevo las enseñanzas industriales, con la creación de una más especifica Escuela de
Artes y Oficios [PÉREZ WHITE, 1985], cuyo primer director seria Primo
Comendador, donde la orientación de la enseñanza se dirigirá más claramente a una
formación profesional textil [HERNÁNDEZ DIAZ, 1983, pp. 221-258].
4. Profesorado
La plantilla de profesores de la Escuela de Béjar era bastante reducida. Los
escasos atractivos del centro, el aislamiento de la ciudad y los restringidos emolumentos no animaban precisamente a la permanencia de los docentes. Por lo general, y salvo excepciones, la mayor parte de las plazas estuvieron ocupadas interinamente, y por personas afincadas en Béjar, a pesar de las numerosas peticiones que
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JOSÉ MANUEL CANO PAVON
LLULL, 24
se hicieron para cubrirlas en propiedad. Sobre los profesores se han conservado
escasos datos, salvo los concernientes a su peculiar director, Martín Mateos.
La figura de Nicomedes Martín Mateos (1806-1890) muestra unas características excepcionales, al margen de su actividad docente y de su gestión al frente
de la Escuela. Nació y murió en la misma Béjar, y en ella desarrolló la mayor parte
de su labor. Es muy posible que se hubiera movido en los ambientes intelectuales
de Madrid su influencia hubiera sido mayor y hoy día sería mucho más recordado.
Prefirió, sin embargo, permanecer en Béjar, en un ambiente local y provinciano,
posiblemente atado a él por motivos familiares y económicos.
Martín Mateos fue filósofo por devoción, aunque su formación era básicamente jurídica. Estudió derecho, posiblemente en Salamanca, y se incorporó a la
carrera judicial, siendo nombrado primeramente juez interino en Peñaranda de
Bracamonte (Salamanca) en 1836, para pasar por varios destinos: Piedrahita
(Avila), Sedano (Burgos) y Cieza (Murcia), aquí ya como juez efectivo; regresó a
Piedrahita, donde sería apartado del cargo en julio de 1843, en plena confrontación
militar entre liberales y moderados; fue repuesto en su función judicial en octubre
de ese mismo año, aunque en enero de 1844 se le declaró cesante. En agosto de
1854, tras el proceso revolucionario del mes anterior, fue nombrado juez en
Salamanca, pero renunció a este puesto por estar ya afincado en Béjar, donde ejercía la abogacía y era registrador de la propiedad, catedrático y director de la
Escuela". En ésta, como ya se indicó, desempeñó la cátedra de matemáticas (primero como interino y luego como propietario), impartiendo también enseñanzas de
francés, asi como de moral y religión, éstas ŭ ltimas de forma desinteresada.
Los informes del rector de Salamanca, que no parecía tenerle mucha simpatía, describen a Martín Mateos como persona rara, excéntrica e introvertida, dedicada a las especulaciones filosóficas, y con muchas ocupaciones fuera del ámbito
docente, y le culpan en cierto modo del deficiente estado de la Escuela. Su personal idad se aproxima más a la del pensador e intelectual que a la de gestor de un centro docente. Parece ser que era bastante considerado en los círculos influyentes de
Béjar, y que no puede achacársele exclusivamente a él la precaria situación del centro, cuya financiación dependía del entendimiento de tres organismos (estatal, provincial y local) diferentes.
La obra y las ideas filosóficas de Martín Mateos han recibido cierta atención
[JIMÉNEZ GARC1A, 1992], así como su pensamiento pedagógico [HERNÁNDEZ
DIAZ, 1992], habiéndose publicado también una selección de sus textos
LLULL, 24
LA ESCUELA INDUSTRIAL DE BÉIAR
335
[HERNÁNDEZ DÍAZ, 1990]. Se le considera hoy día un destacado miembro del
movimiento espiritualista, que alcanzó una cierta difusión en la época isabelina. A
Martín Mateos se le asocia con otras figuras españolas de este movimiento —de raíz
esencialmente cristiana, e influido por el cartesianismo—, como Patricio de
Azcárate, Gumersindo Laverde y José Moreno Nieto.
Martín Mateos afirmaba haber llegado al movimiento espiritualista tras desechar otras escuelas filosóficas de su época. Publicó varias obras dentro de esta tendencia, la más característica de las cuales es un curso en cuatro vol ŭmenes de filosofía [MARTÍN MATEOS, 1861-63]. Sus ideas no son excesivamente originales,
siendo de hecho un seguidor del filósofo francés Bordas-Demoulin; el pensamiento de éste se puede ubicar dentro de las corrientes cartesiano-platónicas, pero
impregnado de cristianismo a través de San Agustín. Martín Mateos escribió en
diferentes ocasiones al filósofo francés, entre 1850 y 1853.
Martín Mateos tuvo además una evidente preocupación docente, que se pone
de manifiesto en sus escritos; concebía una educación basada principalmente en la
familia, y prolongada en el Estado. Creía que la educación era una solución a los
problemas sociales y de conducta, y relacionaba la criminalidad —bastante extendida en Béjar, al parecer— con la falta de formación. De ahí su preocupación por
fomentar la enseñanza de los obreros y por impartir altruistamente clases de moral
y religión. La cátedra que desempeñaba era la de matemáticas, materia que posiblemente aprendió por su cuenta, quizás por influencia de la componente
cartesiana de sus ideas filosóficas.
En el terreno económico, Martín Mateos fue un decidido partidario del proteccionismo, lo que no es de sorprender en una persona tan vinculada a la vida bejarana, con un sector textil tan predominante. El proteccionismo era —tanto para los
fabricantes de Béjar como para los de Cataluña, Alcoy, Antequera y otros lugares—,
absolutamente necesario para defenderse de la competencia de los textiles británicos, notoriamente más baratos. De ahí el escrito-proclama de Martín Mateos de
1848, dirigido al conjunto de los fabricantes textiles españoles, donde defiende sus
ideas frente a la corriente librecambista [MARTÍN MATEOS, 1848]. El intelectual
bejarano era un filósofo espiritualista, pero con los pies muy asentados en la tierra,
especialmente en la suya.
De los restantes profesores del centro la información conservada es más
escasa. Primo Comendador, nacido en Béjar hacia 1829, era doctor en Farmacia, y
ejercía su profesión en su localidad natal; fue nombrado ayudante en 1854, a
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JOSÉ MANUEL CANO PAVON
LLULL, 24
propuesta de Martín Mateos, encargándose de las clases de fisica y química; en
1863 fue nombrado catedrático de numerario de dibujo lineal (a pesar de sus escasos conocimientos de esta materia), aunque al año siguiente ocupó la cátedra de física y química, y sería director del centro desde 1865 hasta su cierre dos años después". Más tarde sería también director (de 1887 a 1891) de la Escuela de Artes y
Oficios (de 1887 a 1891) y alcalde de Béjar". Bernardo Cañizares, nacido en Cádiz
en 1830, había estudiado en la sección gaditana del Conservatorio de Artes , y entre
1851 y 1854 cursó la enseñanza en la escuela normal del Real Instituto Industrial,
obteniendo en 1866 el título de ingeniero industrial (especialidad mecánica). Estuvo
en Béjar entre 1854 y 1865, para pasar como ayudante al Real Instituto madrileño.
Al cerrarse éste en 1865 quedó como profesor en la Escuela de Comercio, Artes y
Oficios de la capital". Otro profesor fue José Illán manzanares, nacido también en
Béjar (1840); realizó los estudios de profesor de comercio en la Escuela Industrial
sevillana (1857), y posteriormente cursó la carrera de ingeniería industrial
(mecánica) en el Real Instituto madrileo".
A estos profesores hay que añadir aquellos que se ocuparon enseñanza preparatoria, Blas de la Purificación (prematuramente fallecido) y Gregorio Laso de la
Vega. Otros varios profesores impartieron docencia durante periodos breves. La
falta de atractivo profesional y la precariedad de las retribuciones puede explicar la
fugacidad de estos docentes.
5. Medios materiales y presupuesto
La Escuela de Béjar tenía, en comparación con otros centros españoles de la
época, unos medios materiales muy escasos, inferiores a los de las otras escuelas
industriales e incluso a los de los institutos provinciales [CANO PAVÓN, 2000c].
Durante los primeros años estuvo en un local muy pequeño, aunque posteriormente se trasladaría a otro más amplio, la ya citada planta baja del palacio de los duques
de Osuna.
El material docente de la Escuela, seg ŭn el inventario elaborado en 1864, se
repartía entre el gabinete de fisica y qu ŭnica, existiendo además algunos objetos de
topografía (plomada, niveles, cadena para medir longitudes, tripodes y banderolas)".
El gabinete de física contaba con unos setenta objetos e instrumentos. Había
en primer lugar diversos modelos de artilugios mecánicos (cabestrante, polea, plano
LLULL, 24
LA
ESCUELA INDUSTRIAL DE BÉJAR
337
inclinado, etc.) que eran propiedad del Ayuntamiento, posiblemente procedente de
algŭn centro de enseñanza existente anteriormente. Luego había una serie de instrumentos propios, con un claro predominio de los correspondientes a electricidad
(pilas, botellas de Leyden, electroscopio, etc.), completándose la colección de un
microscopio y una linterna mágica; la mayor parte de estos instrumentos fueron
adquiridos entre 1861 y 1863.
El material de química era más escaso; en su mayor parte estaba constituido
por frascos vacíos, embudos, alg ŭn material aforado y dos lámparas de alcohol, así
como un alcalímetro de Descroizille, todo ello adquirido en el citado periodo de
1861-63. A esto había que añadir una colección de maderas cedida por Bernardo
Cañizares, y sendas colecciones de productos químicos y minerales donadas por
Primo Comendador, encargado de la asignatura.
La biblioteca de la Escuela se hallaba, obviamente, mal dotada, ya que seg ŭn
los informes del rector salmantino había pocos libros y no muy actualizados. En el
curso 1864-65 se adquirieron, junto con alg ŭn material científico, unos treinta textos generales y especializados, como la Chimie Industriale de Payen, la Phisique de
Peclet, la Mecanique de Biot, la obra sobre electricidad en tres vol ŭmenes de
Delaway, y el Curso de dibujo industrial de Isaac Villanueva.
El presupuesto ordinario de la Escuela bejarana era, como ya se ha indicado,
apreciablemente bajo, estando comprendido, segŭn los años, entre los 30.000 y los
35.000 reales, de los cuales la mayor parte correspondía a personal, mientras que
para material las cifras que se manejaban no solían superar los 4.000 reales. Eran
cifras notoriamente bajas; por ejemplo, el presupuesto de la Escuela bejarana era la
cuarta parte del correspondiente al Instituto salmantino [MEMOR[A, 1860].
En consecuencia, el presupuesto de la Escuela Industrial de Béjar era la
tercera parte del que tenían los institutos provinciales, y parecido al de las escuelas de maestros; sólo las escuelas de maestras —orientadas hacia una formación
femenina basada en la simple alfabetización y en las tareas domésticas— tenían
presupuestos menores.
Había también una notoria diferencia entre la Escuela bejarana y las de nivel
medio de Barcelona, Sevilla o Valencia, cuyos presupuestos eran del orden de los
250.000 reales.
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JOSÉ MANUEL CANO PAVON
LLULL, 24
6. Alumnos, textos y clases
Sobre la matrícula real en la Escuela de Béjar no hay muchos datos, debido a
las características especiales de los alumnos que acudieron a sus clases, en su mayor
parte constituido por obreros textiles que buscaban adquirir unos conocimientos que
le permitieran mejorar su situación. En la Escuela iban a estudiar una serie de asignaturas básicas y a conocer el fundamento de algunos procesos industriales y del
movimiento de la maquinaria, o bien —caso del dibujo-- a aprender la forma de
hacer representaciones de máquinas, piezas y productos, pero no iban a aprender un
oficio determinado, para lo cual ni los profesores del centro estaban capacitados ni
éste disponía de talleres de ning ŭn tipo. Las enseñanzas eran predominantemente
teóricas; la práctica tendrían que conocerla en su trabajo, a través del aprendizaje.
El nŭmero de alumnos anduvo al parecer por debajo del centenar, aunque
tendió a aumentar; sin embargo, muchos alumnos no Ilegaban a terminar el periodo
lectivo ni se presentaban a los exámenes. Así, en 1858-59 había un total de 43 alumnos, distribuidos así: 9 en el preparatorio, 8 en 1, 4 en 2, 4 en 3 y 18 en dibujo
[MEMORIA, 1861a]. En 1860-61 hubo 79 matriculaciones: 39 en el preparatorio,
11 en 1, 4 en 2, 3 en 3 y 22 en dibujo [MEMORIA, 1861b]. En 1861-62 el n ŭmero
de alumnos registrados se elevó a 128, de los cuales 41 estuvieron matriculados en
dibujo [MEMORIA, 1862]. En el curso siguiente, 1862-63, el n ŭmero total fue
parecido: 116, con 25 en dibujo [MEMORIA, 1863]. La asignatura de dibujo era
con mucho la más solicitada, quizás porque tenía una aplicación inmediata para los
obreros, al permitirles interpretar planos y bocetos.
Las clases eran vespertinas, comenzando al toque de oración. Se impartían
durante hora y media todos los días. La distribución, en el curso 1859-60 —aunque
fue similar en otros años— era la siguiente: en el curso preparatorio (Gregorio Laso
de la Vega) se impartía caligrafia, gramática y principios de aritmética, utilizando
para ello, además de un manual de gramática y la Aritmética de Vicente Santos
Velasco [SANTOS VELASCO, 1853]. En primer curso (Nicomedes Martín) se
estudiaba aritmética y álgebra, seg ŭn las obras de Cortázar sobre estas materias
[VEA, 1995], utilizándose además la inevitable tabla de logaritmos de Vázquez
Queipo [VÁZQUEZ QUEIPO, 1856]. En el segundo año (Bemardo Cañizares) se
abordaba la geometría —inclusive la descriptiva a nivel elemental—, trigonometría
rectilínea y secciones cónicas, utilizando el libro de Cortázar [CORTÁZAR, 1848].
El tercer curso (Primo Comendador) se dedicaba al estudio de la física y química
aplicadas, siguiendo el texto de mecánica escrito por el influyente Azofra [AZOFRA, 1838], ya anticuado, y la física y química de Rico y Santisteban [RICO,
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1858]. En el dibujo (Bernardo Cañizares) se seguía [MEMORIA, 1860] la obra de
Villanueva [VILLANUEVA, 1854-58].
7. Conclusión
La triste historia de la Escuela Industrial de Béjar, situada en un floreciente
enclave industrial de una región poco industrializada, es el reflejo del poco interés,
tanto oficial como de los propios industriales bejaranos (que podían haber costeado
la Escuela sin grandes dificultades) por tener un centro suficientemente preparado
para dar una auténtica formación profesional que permitiera contar con técnicos y
obreros especializados. Los escasos medios de la Escuela y la poca adecuación del
profesorado —casi todos ellos naturales y vecinos de Béjar— para impartir una
enseñanza profesional, hicieron que el centro actuara más como centro para alfabetizar e impartir unos conocimientos generales a los obreros, que como lugar de formación industrial. En cierto modo, seg ŭn expresaron repetidas veces tanto Martín
Mateos como las autoridades, se pretendía evitar además que los alumnos alteraran
el orden pŭblico a la salida de las fábricas, dándoles para ello un complemento
cultural (en el cual el director incluía clases de religión y moral).
Al no funcionar la Escuela como centro de formación industrial específica,
es de suponer que ésta formación se adquiría a través del aprendizaje en las fábricas, mientras que para implantar las nuevas tecnologías se recurría a traer técnicos
extranjeros (muchos de los fabricantes llegados a lo largo del siglo XVIII eran
también extranjeros, singularrnente de los Países Bajos).
El declive de la Escuela de Béjar —en paralelo al de otras escuelas industriales españolas de la época— también mostró que el interés de los dirigentes de
la ciudad era, en los momentos finales del periodo isabelino, el de contar con un
instituto de segunda enseñanza, donde se pudieran hacer los estudios de bachillerato, que eran seguidos preferentemente por estudiantes procedentes de las clases
acomodadas, al ser la vía para acceder a los estudios universitarios tradicionales.
Ya en la Restauración se volvió a retomar en Béjar, como en otros lugares, el tema
de la formación obrera, creándose un centro específico, la Escuela de Artes y
Ofícios, que tendría larga duración, y que con el correr de los años se transformaría en Escuela de Peritos, actualmente denominada de Ingeniería Técnica Industrial
[PÉREZ WHITE, 1985].
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ANEXO
Escrito del Conde de las Navas a la Reina Gobernadora solicitando el establecimiento de cátedras de matemáticas y física y química aplica a las artes en Béjar
(1835)
«Don Luís Pizarro Ramírez, Conde de las Navas, Procurador a Cortes, Socio de
Mérito, Corresponsal de la Económica del País de la villa de Béjar, por si y a su nombre
expone:
Que los desastres producidos por el mal gobierno de los ŭ ltimos once años, a la par
que nos ha reducido a una nación de mendigos, pues en todos los pueblos reina la más espantosa miseria, se ha visto en los propios años que dicha villa de Béjar, vecindad del que expone, ha crecido y multiplicado con asombro. La industria y laboriosidad de sus habitantes, con
el anhelo de mejorar su antigua fábrica de paños, que en todos tiempos ha sido su principal
sostén, hizo que los principales fabricantes empezaran a traer y establecer máquinas para
activar todas las operaciones, y sin arredrarles la falta del necesario capital, levantaron grandes, suntuosos y costosísimos edificios sobre el río Cuerpo de Hombre, que corre por un lado
de Béjar y nace de la famosa Sierra a que da nombre. Hicieron venir de Francia, Inglaterra y
Bélgica maestros y operarios que construyeran las máquinas, a montarlas y preparar las grandes ruedas hidráulicas que las movieran. Al momento se experimentaron las ventajas que
deseaban los primeros fabricantes que arrostraron tan difícil empresa, y a su imitación, juntándose varios de los de menor caudal, compraron sus máquinas, construyeron edificios, y en
el día se cuentan los suficientes para elaborar los paños que desean. A la multitud de piezas
que se fabrican ha correspondido la venta, pues mensualmente se presentan compradores que
sacan multitud de cargas, y en la misma operación se emplean infinidad de arrieros del
comercio, conduciéndolos por cuenta de los fabricantes a la plaza donde tienen sus corresponsales, de modo que a todo el País reporta una utilidad conocida la prosperidad considerable de Béjar. Para manifestar a V.M. hasta que punto llega, bastará decir que su vecindario,
que no contaba sino mil vecinos [se refiere a familias], hoy avanza a mil y quinientos. qué
util idades no percibe el Estado de la riqueza de la villa de Béjar? Por un cálculo aproximado
se fabrican anualmente cuarenta mil piezas, que hacen más de un millón de varas de paños
de todas clases y colores, y éstas, por derechos de puertas y venta pagan más de dos millones de reales todos los años. Una cosa muy esencial faltaba a Béjar para llegar al alto grado
de prosperidad de que es susceptible. La ilustración, Señora, la ilustración, fuente y origen de
todos los bienes. Que los fabricantes actuales sepan por principio y lo transmitan a los venideros, el modo de fabricar, y con especialidad la manera de teñir, ahorrando una cantidad crecida que están pagando a maquinistas y tintoreros extranjeros, por no haber indígenas que lo
hagan con los conocimientos necesarios. Para esto, Señora, se hace indispensable que V.M.,
dirigiendo una mirada benéfica hacia este Pueblo industrioso, agradezca su afán de prosperar, estableciendo en él dos cátedras, una de Matemáticas y otra de Física y Química aplicada a las Artes.
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Asi lo espera la sociedad y el exponente del acendrado amor de V.M. por el bien del
Estado, y los habitantes de la villa de Béjar bendecirán su reinado y Gobierno.
A L.R.P. de V.M. Madrid, 5 de enero de 1835.»
NOTAS
1 Gaceta de Madrid de 15 de marzo de 1832
2 Gacetas de Madrid del 19 al 26 de febrero de 1833.
3 Escrito del Conde de las Navas a la Reina, AGA, legajo EC6528 (5 enero 1835).
4 Escrito del subsecretario del Ministerio de la Gobernación al director del Real
Conservatorio de Artes, AGA, legajo EC6528 (20 enero 1836).
5 Escrito del director del Real Conservatorio de Artes al Ministerio de la Gobernación, AGA,
legajo EC6528 (28 enero 1836)
6 Escrito del Ministerio de Fomento al gobernador civil de Salamanca, AGA, legajo EC6528
(20 julio 1852).
7 Presupuesto de una Escuela industrial elemental en las provincias de 3 y 4 clases, AGA,
legajo EC6528 (20 julio 1852).
8 Escrito del Ayuntamiento de Béjar a la Reina, AGA, legajo EC6528 (28 julio 1852).
9 Copia del acuerdo del Ayuntamiento constitucional de Béjar sobre inclusión en su
presupuesto de la partida correspondiente a la Escuela Industrial, AGA, legajo EC6528
(7 agosto 1852).
10 Escrito del gobernador civil de Salamanca al Ministerio de Fomento, AGA, legajo
EC6528 (20 septiembre 1852).
11 Libro de actas de la Diputación salmantina, APSA, sesión del 18 de septiembre de 1852.
12 Ibidem, sesión del 19 de septiembre de 1852.
13 Escrito del Ayuntamiento de Béjar al Ministerio de Fomento, AGA, legajo EC6538 (10
septiembre 1852).
14 Solicitud de Nicomedes Martin Mateos a la Reina, AGA, legajo EC 6528 (2 agosto 1852),
y relación de los méritos de éste (s/f), AGA, caja ECI4930.
15 Informe del gobernador civil de Salamanca al Ministerio de Fomento, AGA, legajo
EC6528 (12 agosto 1852).
16 Real orden transmitida por el Ministerio de Fomento al gobernador civil de Salamanca,
AGA, legajo EC6528 (22 octubre 1852).
17 Copia del acta de la inauguración de la Escuela Industrial de Béjar (15 noviembre 1852).
18 Cuentas de los gastos generados para el mantenimiento y servicios de la Escuela de Béjar,
AGA, legajo EC6528 (enero-mayo 1853).
19 Escritos del director de la Escuela Industrial bejarana al Ministerio de Fomento, AGA,
legajo EC6528 (12 y 21 julio 1853).
20 Oficio del Ministerio de Fomento al director de la Escuela Industrial de Béjar, AGA,
legajo EC6528 (29 agosto 1853).
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Presupuesto remitido por el director de la Escuela de Béjar al Ministerio de Fomento,
AGA, legajo EC6528 (13 y 14 septiembre 1853).
22 Escrito del director de la Escuela Industrial bejarana al Ayuntamiento de dicha ciudad,
AGA, legajo EC6528 (25 febrero 1854).
23 Escrito del Ayuntamiento de Béjar al Ministerio de Fomento, AGA, legajo EC6528 (28
febrero 1854).
24 Oficio del Ministerio de Fomento al gobemador de la provincia de Salamanca, AGA, caja
EC14930 (30 marzo 1854).
25 Escrito del director de la Escuela de Béjar al Ministerio de Fomento, AGA, caja EC14930
(6 diciembre 1854).
26 Escrito de los profesores de la Escuela de Béjar al Ministerio de Fomento, AGA, legajo
EC6528 (8 noviembre 1853).
27 Escrito de Nicomedes Martin Mateos al Ministerio de Fomento, AGA, legajo EC6528 (28
junio 1854).
28 Escrito de Victoriano Diez Martin al Ministerio de Fomento, AGA, legajo EC6528 (27
junio 1854).
29 Real orden dirigida por el Ministerio de Fomento al gobemador de Salamanca, AGA,
legajo EC6528 (8 julio 1854).
30 Oficio remitido por el director de la Escuela de Béjar al Ministerio de Fomento, AGA,
legajo EC6528 (6 septiembre 1854).
31 Estado del cuerpo de catedráticos, profesores y ayudantes de la Escuela Industrial de
Béjar, AGA, legajo EC6528 (13 octubre 1854).
32 Gaceta de Madrid de 22 de mayo de 1855, art. 6 y 7.
33 Escrito del Ayuntamiento de Béjar a la Reina, AGA, legajo EC6528 (12 junio 1855).
34 Oficio del gobemador de Salamanca al Ministerio de Fomento, AGA, legajo EC6528 (19
julio 1855).
35 Nota del Ministerio de Fomento informando sobre la ampliación de la Escuela de Béjar
(23 septiembre 1855).
36 Escrito (real orden) del Ministerio de Fomento reorganizando las ensefianzas en la Escuela
de Béjar, AGA, legajo EC6528 (22 noviembre 1855).
37 Escritos al Ministerio de Fomento y al gobernador civil de Salamanca por parte de los
profesores de la Escuela de Béjar reclamando pago de haberes atrasados, AGA, legajo
EC6528 (julio a octubre 1856).
38 Escrito del director de la Escuela de Béjar al Ministerio de Fomento, AGA, legajo EC6538
(10 diciembre 1856).
39 Libro de presupuestos de la Diputación provincial de Salamanca, APSA (1857).
40 Memoria del curso 1856-57, AGA, legajo EC6528 (16 junio 1857).
41 Escrito del director de la Escuela de Béjar al director general de Instrucción P ŭblica,
AGA, legajo EC6528 (14 septiembre 1858).
42 Oficio del rector de la Universidad de Salamanca al Ministerio de Fomento, AGA, legajo
EC6528 (15 septiembre 1858).
43 Escrito del director de la Escuela de Béjar al Ministerio de Fomento y respuesta de éste,
AGA, legajo EC6528 (4 y 10 febrero 1858).
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44 Oficio del director general de Instrucción P ŭblica al rector de la Universidad salmantina,
AGA, legajo EC6528 (20 mayo 1858).
45 Escrito de los profesores de la Escuela bejarana al director general de Instrucción Pŭblica,
AGA, legajo EC6528 (6 mayo 1858).
46 Presupuestos de la Diputación provincial de Salamanca, APSA (1858).
47 Escrito del director de la Escuela de Béjar al director general de Instrucción P ŭ blica,
AGA, legajo EC6528 (8 septiembre 1858).
48 Ibidem (1 agosto 1860).
49 Resolución del Ministerio denegando la exención general de derechos de matricula, AGA,
legajo EC6528 (11 agosto 1860).
50 Libro de actas de la Diputación salmantina, APSA, sesión de 3 de agosto de 1859.
51 Escrito del Ayuntamiento de Béjar al Ministerio de Fomento, AGA, legajo EC6528 (24
agosto 1859).
52 Oficio del gobernador de Salamanca al Ministerio de Fomento, AGA, legajo EC6528 (22
septiembre 1859).
53 Presupuesto del año 1860 de la Escuela Industrial remitido al Ministerio de Fomento,
AGA, legajo EC6528 (20 julio 1859).
54 Escrito solicitando el nombramiento de Primo Comendador como catedrático, AHUSA,
libro LR148 (12 febrero 1863).
55 Escritos del director de la Escuela de Béjar al rector de la Universidad de Salamanca,
AHUSA, libro LR147 (5 enero 1861, 24 junio 1861 y 27 diciembre 1861).
56 Escrito del director de la Escuela bejarana al rector de Salamanca, AHUSA, libro LR147
(13 noviembre 1862).
57 Presupuestos de la Diputación provincial de Salamanca, APSA (1861-62).
58 Oficio del director general de Instrucción P ŭblica al rector de Salamanca, AGA, legajo
EC6528 (7 enero 1861).
59 Escritos del director y de los profesores de la Escuela de Béjar al director general del
Instrucción Pŭblica, AGA, legajo EC6528 (27 noviembre y 12 diciembre 1860).
60 Oficio del rector de la Universidad de Salamanca al director general de Instrucción
Pŭblica, remitiendo el presupuesto de la Escuela bejarana, AGA legajo EC6528 (24
enero 1861).
61 Escrito del director de la Escuela de Béjar al director general de Instrucción Pŭblica,
AGA, legajo EC6528 ( 7 diciembre 1861).
62 Informe relativo a la visita girada por el rector de la Universidad de Salamanca a la
Escuela de Béjar, AGA, legajo EC6528 (4 julio 1861).
63 Memoria sobre la visita girada por el rector salmantino a la Escuela Industrial bejarana,
AGA, legajo EC6528 (18 julio 1862).
64 Informe sobre el estado de la enseñanza de la Escuela de Béjar realizado por el rector de
la Universidad de Salamanca, AGA, legajo EC6528 (21 julio 1864).
65 Presupuestos de la Diputación provincial de Salamanca, APSA (1864-65)
66 1nforme del Consejo de Instrucción Pública y real orden reorganizando la Escuela de
Béjar, AGA, legajo EC6528 (23 y 30 agosto 1862).
67 Escrito del director general de Instrucción P ŭblica al rector de Salamanca, AGA, caja EC
14930 (29 diciembre 1865).
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68 Escrito del Ayuntamiento de Béjar al director general de Instrucción P ŭblica, AGA, legajo
EC6528 (10 octubre 1865).
69 Acuerdo del Ayuntamiento de Béjar, AGA, legajo EC6528 (29 agosto 1866).
70 Oficio del rector de la Universidad de Salamanca al director general de Instrucción
Pŭblica, AGA, legajo EC6528 (4 septiembre 1866).
71 Presupuesto de la Diputación provincial de Salamanca, APSA (1866-67).
72 Escrito de Primo Comendador al director general de Instrucción P ŭblica, AGA, legajo
EC6528 (29 enero 1868).
73 Copia notarial de los documentos de la carrera judicial de Nicomedes Martín Mateos,
AGA, caja EC14930 (4 agosto 1859).
74 Historial de Primo Comendador Téllez, AGA, caja ECI4728.
75 Correspondencia del Rectorado de la Universidad salmantina con la Escuela de Béjar,
AHUSA, libro D1 7351/1.
76 Historial de Bernardo Cañizares García, AGA, caja EC14701.
77 Historial de José Illán Manzanares, AGA, caja ECI4871.
78 Inventario de las máquinas, aparatos y productos que posee la Escuela Industrial de Béjar,
AGA, legajo EC6528 (26 mayo 1864).
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