Septima carabazá

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LAS CARABAZÁS
DEL TÍO CERILO
(Monólogos de un campiñero)
Mª Amparo Garrigós Cerdán
SÉPTIMA CARABAZÁ
¡Viva San Antón!
¡Buenas noches, paisanos! Como diría el Macario del Moreno. ¿Estáis bien
asentaus? El que no, que vaiga y agarre caíra que vamos a meterse en faena.
Mirar, esta noche quiero her la charraeta en honor d’una fiesta d’este pueblo que
a mí m’ha tornau siempre loco: es la de San Antón, patrón de los animalicos, con su
porquet y San Isidro Labrador, patrón de los campiñeros, con sus angelicos guiando el
forcat. De lo que era antes la festividad a lo que es ahora, hay un mundo, y d’eso un
servidor está mu pagau. Y ya sé que dirán los de Canales que ellos más, ¡pero seguro
que no mejor! Que aquí en Engra la gracia la tenemos por arrobas, y así s’ha de ver.
Hace tres años, mis amigachos y yo se’n vamos combollar p’arrear con los
abanderaus y to’l sequito a ir a her la leña pa la hoguera. Pero, lis va dir yo al Juanico, al
Ricardo y al Pepín que nosotros, en cuenta de subir a los tratores, cogeríamos la F-6,
porque uno sabe cómo va, pero no cómo volverá, que bien colmugaus (hace seña con el
dedo de haber bebido) no li procupa a denguno el peligro de muerte. Pos el viernes
aquel antes d’herse de día, al bar a calentar motores, ¡hacía una helor! y, a correo
seguido, s’en vamos arrear pa’l monte. Allegar a la loma y a her leña como condenaus,
dándole besicos de cuando en cuando a la bota o la botella que estuviera más a mano,
que aquel día no nos calía la botija. Luego, una buena torrá p’almorzar, y bien regá de
líquidos esperitosos, con lo que el que no salía por soleares, salía por peteneras. Se
ponemos otra vez a cortar ramas y dice el Pepín: “Ches, yo me’n voy a pixar” S’en va y
al poco torna y me dice a la orejeta: “Cerilo, ahí dentro en d’hay pebrazos” Y yo:
“¡Qué pebrazos ni pebrazas a estas alturas del invierno!” Y él: “Ámonos y los verás”
Pos era verdá, ¡s’asomaban por to las matas! Pero, ¡chitón! que si s’enteraba to la basca,
s’acabó la leña, el pino y la hoguera de S. Antón porque el cuco del pebrazo en este
lugar es el más sagrau de los santos. Asina que mandamos al Ricardo a que trajera al
Juanico que llevaba una turca… To la mañana amotinando: “¡Viva S. Antón y San
Esidro labrador!” y “¡Vivan los abanderaus!” ¿Qué había manera de que se callara? Li
dice el Ricardo el negocio que teníamos entre zarpas y salta él: “¡Y que vivan los
pebrazos!” ¡El muy canalla! Casi nos amarga el descobrimiento, menos mal que no le
va her caso denguno, porque iba como una cuba. Li va arrear el Ricardo un pecigo y a
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baques y arrastrones lo traía tapándole la boca cuando, al ver el primer pebrazo, salta el
mamandungo: “¡Güegos, ixo s’avisa. Ámonos a dirlilo a los otros y asina que se
traigan la bota del vino!” Y nosotros: “Como no te calles, ¡en tres patás en el culo
llegas a Engra!” ¡Lo que nos va her pelear el bandido! Y que cuando veía un par de
pebrazos: “Venirse p’aquí qu’en d’hay una macollá de más de cincuenta” Pos sí señor,
dos pebrazos, ¡dos! Los demás eran los que le hacía la vista por efetos de lo qu’había
mamau. Vamos her una buena replegá poniéndolos en montonetes, pero ¿cómo
hacíamos pa llevárselos pa casa
d’estrangis?
El
Ricardo
va
descorrir que podíamos dejarlos
bien amagaus en el monte bajo
una mata y, como el Juanico iba
como iba, lis diríamos a los
otros que se lo llevábamos a
Engra pa que durmiera la mona
y, una vez allí, irsende ca uno a
su
casa,
arreplegar
cestas,
cestones y cajicas y volver
luego a acabar d’arrematar la
faena. Pensat y fet. Cuando ya
venían los tratores con su
cargamento de leña por el
puente
d’Albalat,
íbamos
nosotros pa’l sitio dijendo que
se
víamos
dejau
allí
una
estraleta. Pero, a la altura de “El
Pelau”, va y se cruzamos con
otro coche y dice el Pepín: “Ixe
que va p’abajo parece que es Mariano el Faracuatero, ¿d’aonde vendrá a estas horas
esta almica del Cielo?” Y el Ricardo: “¡Qué va a ser Mariano! Tu no l’has visto bien”
A mí me va entrar entonces un regomello… Asina que li va poner el turbo a la F-6 y
íbamos p’arriba que se las pelábamos. ¡Ay, Señor cuando vamos allegar! De pebrazos ni
uno, ni medio, ni cap, ¡ni los que víamos amontonau bajo la mata! Y digo yo medio
plorando: “Pepín, no cal que vaigas al culista, que buena vista tienes, ojalá vieras sido
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vidiente y se víamos estalviau el viaje” Se volvemos pa casa otra vez y, en la gasolinera
estaba Mariano, más contento qu’un chular con cuatro cestas embrotás, sacándose los
cuarticos de la cosecha nuestra, ¡y quinos moniatos! Pa quitarse el barranchin, s’en
vamos subir a la Placeta la Iglesia y allí, entre bailet y bailet, s’en vamos bufar los tres.
Tamién es mu celebrá en mi casa otra sanantoná que, con premiso del personal,
y sin ánimo de ofender, los voy a contar: resulta que, un año, mi nietica se va empeñar
en salir a la proseción con la Perlica y un cachorrico d’arbelloneret que le vía traído su
padre, ¡más bonico! Allí s’en vamos ajuntar con las amiguetas, toas vestidicas
d’enguerinas, con su panet en el cestico encima del pañuelo de puntilla, y medio pueblo
acompañando con sus animalicos a los Santos, ¡será ixo grande! Pos ¡hala! empieza la
proseción y se ponemos casi al lau de los monecillos pa acabar de los primeros y, antes
de la hoguera, herse una buena berenda con chocolate y pambendito, pos no era cosa de
pensar en cenas si queríamos ahumarse como botifarras después. Mira por onde, aunque
no es de estrañar con tanto ser erracional por compañía, a la altura de ca el Borreguero,
se para la proseción y un bretonet que llevaba una chiqueta que iba en la fila d’enfrente,
va y se caga. Allí hacía una pudor qu’aufegaba y, las chiquetas, se tapaban la nariz con
el mantón, pixándose de risa por la irreveriencia del chucho, cuando, pa cruzar la calle,
se mete un búlgaro entre las dos ringleras, chafa la moliná, s’esvara y pega un bac…
¡menuda enviscá y sin postizos!
Y a nosotros, chelaícos y algo alburridicos
qu’estábamos y no s’esperábamos aquella sebición de patinaje artístico d’importación,
nos caían hasta las lágrimas, ¡che, quina baquiná! Lo malo es que por reírse
seguramente, nos van castigar los Santos y, cuando ya abajábamos por la calle S. Antón,
a la altura de la puerta de Tarata, va y se nos caga tamién la Perlica. Mi nietica: “Ay,
llallo, ¡qué vergüenza!” Y yo: “Bonica, no t’afrontes, porque vamos casi los primeros
y, con to lo que llevamos desaga, cuando volvamos a subir, mojaíca el uno, mojaíca la
otra, ya no queda na.” Y va ser yo por aquello profeta en mi tierra, ¡qué limpico estaba
el sitio onde estaba la empastrá cuando vamos volver! Lo malo es que la chiqueta ya no
ha querido volver a salir a la proseción de San Antón, porque mu fina que es, dice que
es la procesión de la caca.
Y pa qué vamos a hablar de la tirá de caramelos y otras especias, ¡se arma cada
zaragata! El año pasau, nos va dar por irse a to la cuadrilla con las respetivas, por la
tarde, a la plaza. Aquello estaba como siempre de bot en bot, y tos bien embutidicos
como piejos en costura, mientras los abanderaus daban vueltas tirando tos los trastos
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qu’arreplegan del rebuch de fábricas y almacenes, más buenos puñaus de caramelos, va
y se ponen a nuestro lau una cuadrilleta de jovenachas. En ixo que pasa el abanderau y,
al Ricardo, que lleva lentes, en una zarpá, se las van tirar al suelo. Aquel que s’en va dar
cuenta, s’acacha y ve que, en medio de to las patas, las antiparras estaban al laíco de los
pies d’una de las fadrinas, que no paraban de acacharse y levantarse según iban cayendo
los premios. Entonces va, s’apompona y l’agarra la cuixa a la muchacha pa que no se
las chafara ¡Ay, Virgen Santa!, aquella que se nota las zarpas en los bajos, empieza:
“¡Cochino, sinvergüenza, viejo verde…!, y pecigos, carchates, bascollás, patás… na,
que lo va dejar al pobret hecho un aceomo. Cuando, por fin, el enfortunaíco las pudo
replegar, pa alivio de su persona y de su buchaca, y se planta, ¡empieza la mujer a
chufas con él!: ¡Deshonrau, mal marido, ya te lo diré yo en casa…! Y el enfeliz:
¡Mujer, pero si era por que no me chafara las gafas! Y ella: ¡A otro perro con ixe
güeso, aprovechau, zascandil…! ¡Menudo fregau! Y con las orejetas coloras pa casa a
templar gaitas, Ricardo. Lo peor va ser que, aquella tarde, tamién pintaban bastos pa los
tres que s’en vamos quedar y no lo sabíamos. Pos fue que, cansaus de estar plantaus y
con los pies como el granizo, el Pepín, el Juanico y yo lis vamos dir a las mujeres que se
íbamos a correr una mejica detrás de los abanderaus, a ver si nos caía algo de trellat.
Arreamos y a espenta limpia por aquí, a baques y a costralás por allá, yo va arreplegar
un pozal con un mocho, el Juanico unas bragas y, el Pepín, no pudo arreplegar na
porque en una forzá, se va esgarrar los pantalones. ¡Ah castañas!, yo que allego el
primero, más ancho que un palloc, con mi pozal y la moña, cuando siento que me dice
mi costilla: “Pero, ¡será dergraciau! Pos no me trai una fregona. Cerilo, mante, qu’ixo
es pa trebajar, ¡erboléalo allá al medio, antes de que te trenque el palo en el lomo,
esplotaor, cacique…!” El Juanico, no te digo na, en cuanto la mujer va guipar las
bragas, se la llevaban los dimonios: “¡Ay, el creminal, que viene con unas bragas! ¿A
ixo t’has ido? ¿A quitarle las bragas a otra? ¡Ven aquí si eres valiente, que ahora te lo
diré, gorrino, indecente…!” Y ya el Pepín, que venía con una mano delante y la otra
detrás, en tal de que no se le vieran los colgajos ni lo otro tampoco, pa qué te digo:
“Chicas, mirar como viene éste, ¡si parece que s’haiga cagau! Ya t’has esgarrau los
pantalones, ¿no? Pos mañana con ellos a la campiña y asina, que te se ventile bien lo
que tapan, porque no te los pienso arremendar, ¡abejorrau, qu’estás abejorrau!” Asina
que, por abeluchos y bacoras, vamos her un pan como unas hostias y vuelta pa casa con
el rabo entre las patas como los perros, porque el otro ya va de fábrica... Y como va
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quedar la fiesta aquel día como el ball de Parra pa tos nosotros, se van acabar las
hombrás del día S. Antón en la plaza, por suculo s’acularon, como dice el cura.
Bueno, boniquetes, otro día, más machaca, y no olvidarse nunca d’apoquinar
algún eurico cuando toquen a la puerta los abanderaus con la caja, y comprar rifa y
lotería, que si esta fiesta ha de ser como es, la mejor de toa España, mantes, ya sabéis, ¡a
arrascarse la buchaca! Que con dineros y permiso del capellán, hasta San Pere dicen que
canta.
¡Au, pues, y hasta más ver!
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