seguridadalimentaria Lo feo también se come Frutas y verduras imperfectas tienen la misma calidad en términos de sabor y textura que otras más atractivas porque los defectos suelen ser superficiales L as frutas y las verduras siguen unos criterios específicos de forma y apariencia antes de llegar al supermercado. Está demostrado que el consumidor se fía bastante de lo que ve, de la apariencia, y adquiere las frutas y verduras más “atractivas”. Entre el 20% y el 40% de los productos frescos que no son “estéticamente satisfactorios” se desechan, según el Programa Medioambiental de las Naciones Unidas (UNEP). En la mayoría de los casos, se hace por motivos que nada tienen que ver con la calidad del producto. Normativa Hasta el año 2009, la normativa europea era muy estricta con el aspecto de las frutas que podían venderse: se tenían que rechazar gran cantidad de productos porque no cumplían con 40 los estrictos criterios de comercialización según los cuales las frutas y los vegetales debían tener una forma específica. Quedaban entonces fuera de la cadena alimentaria zanahorias con tres raíces o pepinos en exceso curvados. A partir de 2009, la UE relajó las normas y autorizó la venta de determinados productos que hasta el momento no se podían comercializar. Albaricoques, espárragos, zanahorias o coles de Bruselas, entre muchos otros, empezaron a venderse, sin tener en cuenta su forma y tamaño, pero con la condición de que se etiquetaran de manera que se distinguieran entre las categorías “extra”, “Clase I” y “Clase II”. Para otros productos como manzanas, kiwis o cítricos, solo se permitió comercializar los que tenían la forma y el peso habitual, aunque se dio mayor permisividad. A pesar de esta relajación, y según el informe “Global food, waste not, want not”, publicado en 2013 por el Instituto de Ingenieros Mecánicos, el 30% de lo que sale del campo en realidad nunca alcanza el mercado debido a los criterios de calidad y la falta de criterios estéticos. Pese a estas cifras, ya son numerosas las iniciativas en países como Francia, Reino Unido o España, con el fin de dar salida a este tipo de productos y reducir el desperdicio de alimentos. El papel de la apariencia La apariencia es, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la primera impresión que el consumidor recibe y el componente para la aceptación y compra. Si bien es uno de los aspectos que más se perciben y valoran, no tiene por qué estar re- lacionado con la calidad, a no ser que se trate de deformaciones o defectos morfológicos. Tal como indica este organismo, en algunos casos la forma responde más bien a un factor de madurez. Hasta ahora, que un fruto fuese más uniforme que otro dependía de componentes de calidad como el tamaño, la forma o el color. A partir de estos estándares, los vegetales se dividen en distintas categorías. Pero, en muchos casos, los defectos de las frutas y las verduras no afectan a sus cualidades organolépticas, aunque se asocie un producto sin defectos a más fresco. La apariencia de este tipo de productos frescos está influida por aspectos como el clima, el riego, el suelo o la variedad durante el proceso de crecimiento, que es cuando se pueden formar los defectos morfológicos o fisiológicos. Debe tenerse en cuenta que no es lo mismo defecto físico de forma que una lesión que se produce durante la manipulación del producto. En estos casos, una grieta en la fruta podría convertirse en la puerta de entrada a patógenos causantes de podredumbres. Desperdicio de alimentos Un total de 1,3 millones de toneladas de alimentos se desperdician cada año en todo el mundo, lo que causa graves pérdidas económicas, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). La aceptación de los productos “feos” reduciría de manera significativa estas cifras y aportaría mayores beneficios a los implicados en la cadena de suministro, como productores, minoristas y consumidores. En todo el planeta se desechan casi el 40% de las frutas y las hortalizas antes de que lleguen al consumidor, según da- tos de la FAO. En la Unión Europea, una de las principales razones son, sobre todo, estéticas. Aquí es donde entraría en juego el papel del espigado, una iniciativa europea destinada a evitar el desperdicio de alimentos. Según la acción europea enmarcada en “Días temáticos de prevención 2014. Acabar con el desperdicio de alimentos”, la idea del espigado es recolectar aquellas frutas y verduras que no son aptas para la venta debido a una sobreproducción o porque están deformes, dañadas o no tienen el tamaño adecuado. Los productores europeos deben tirarlas porque no cumplen con las normas establecidas. Pero, en lugar de desperdiciarlos, surge la idea de recolectarlos y trasladarlos a bancos de alimentos o similares. www.consumer.es 41