REVOLUCIÓN MEXICANA | Situación previa Para

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REVOLUCIÓN MEXICANA | Situación previa
Para 1910, año del estallido de la Revolución, Poririo Díaz había controlado durante más de tres décadas (desde 1876 para
mayor precisión) el poder ejecutivo de México de manera autoritaria e ininterrumpida y reprimiendo los reclamos de las
clases más bajas. Durante su mandato, el poririato, la economía mexicana había crecido bajo el lema de “administración,
progreso y orden”, a expensas de la sobreexplotación de los obreros y los campesinos mexicanos y, también, de la
dependencia; se desarrollaron la industria petrolera, la producción de manufacturas y la minería y se extendieron las líneas
de ferrocarril, pero todas estas actividades estaban manejadas por empresas estadounidenses, que habían invertido sus
capitales atraídos por los beneicios otorgados por la administración de Díaz.
La situación de los campesinos empeoró aceleradamente durante este período de gobierno. Se despojó a gran parte de la
población campesina de sus tierras, debido a la expansión de plantaciones latifundistas, que habían absorbido
paulatinamente pueblos y tierras de comunidades indígenas. En estas zonas se fue generalizando un sistema de trabajo
conocido como “peonaje por deudas”: los trabajadores eran contratados por un salario y la tienda de la hacienda le
suministraba lo necesario para vivir.
Estos cambios fueron posibles por que el Poririato había impuesto un orden riguroso en los campos a través de una policía
especial conocida como los rurales, que imponían la obediencia y la disciplina a la población campesina.
Mientras tanto se enriquecía una clase dominante de empresarios y terratenientes y en las grandes ciudades se ampliaban
los sectores medios, que se hallaban marginados del ejercicio del poder político. El grupo gobernante estaba conformado
por una reducida elite aliada a Díaz.
El régimen constitucional era una icción más que una realidad. Díaz había sostenido antes de su mandato la importancia
del principio de no-reelección, pero se había mantenido seguidamente en el poder por muchos años más. Sin embargo, para
mediados de 1909 había prometido que permitiría el surgimiento de un partido de oposición y lo apoyaría para constituir un
gobierno democrático. Francisco Indalecio Madero, fue el dirigente que sobresalió y encabezó la Asamblea Nacional
Antireeleccionista, partido que nucleaba a la oposición bajo el lema de "Sufragio efectivo y no reelección”.
Estallido de la Revolución
A pesar de las promesas, días antes de las elecciones presidenciales de 1910, Madero fue encarcelado y Díaz triunfó una
vez más gracias al fraude electoral.
Debido a las presiones políticas, el dirigente de oposición fue liberado y, desde Texas, dio a conocer el Plan de San Luís de
Potosí,llamando al pueblo mexicano a rebelarse violentamente contra la dictadura.
Este movimiento que inició la revolución fue apoyado desde sus comienzos por la clase campesina (atraída por el artículo 3º
del Plan) y logró que Díaz renunciara y se realizaran nuevas elecciones, en las que triunfó Madero.
Si bien los maderistas habían planeado que las principales luchas se desarrollarían en las ciudades, los levantamientos
campesinos tomaron paulatinamente mayor relevancia, y la revolución tomó una orientación diferente a la planeada por los
sectores más tradicionales del levantamiento. Los líderes más sobresalientes de las luchas campesinas fueron Emiliano
Zapata (del estado de Morelos, en el Sur) y Francisco Villa (de Chihuahua, en el Norte). Pero estos dos dirigentes tenían
diferentes objetivos, aunque en ciertos momentos lucharon juntos: Villa siempre estuvo dispuesto a negociar con los
liberales, mientras que Zapata mantuvo hasta el momento de su muerte el reclamo de la restitución de la propiedad de la
tierra a los campesinos.
A pesar de esto, sus movimientos tuvieron semejanzas, ya que fueron los más populares y estuvieron integrados
principalmente por personas del sector medio-bajo de la sociedad (como obreros, artesanos, campesinos, pequeños
comerciantes, desempleados), aunque entre los zapatistas predominó el campesinado. Además, tanto Zapata como Villa
eran inexpertos en política y fueron incapaces de consolidar la lucha armada, pero se constituyeron como caudillos que
despertaron el fanatismo de las masas. Si bien ambos líderes se rodearon de algunos intelectuales, éstos no fueron
decisivos sobre ellos.
Empero del triunfo de la Revolución y el derrocamiento de Díaz, los reclamos campesinos, acerca de la sanción de una ley
agraria que reformara el régimen de propiedad, no fueron atendidos debidamente por Madero cuando éste accedió al poder.
Las evasivas sobre el tema, llevaron a que, tanto en el norte como en el sur se reanudaran las guerrillas campesinas. En
Chihuahua, el ex maderista Pascual Orozco se levantó en armas. Por su parte, Zapata siguió liderando la revolución
morelense y rompió formalmente con Maderos al dar a conocer el Plan de Ayala, en el cuál se declaró la guerra al gobierno
y el apoyo a Orozco.
La caída de Madero y la reanudación de las luchas
En febrero de 1913, grupos poriristas y algunos liberales derrocaron a Madero (quien poco después fue asesinado),
mediante un golpe, en la denominada “Decena trágica”. Este “golpe” tuvo el apoyo del gobierno de los Estados Unidos, ya
que Madero había intentado poner un freno a los monopolios de las empresas norteamericanas y exigir el pago de una
contribución por barril de petróleo extraído del país. Victoriano Huerta, un porirista que había participado de la
conspiración, asumió la presidencia provisionalmente.
Huerta sabía que para aplacar la agitación popular (sobre todo la de las regiones rurales) necesitaría adherirse a la causa
social y tratar de tomar las banderas del agrarismo. Pero el intento de restablecer “la paz y el orden porirista” por parte de
Huerta no funcionó, por el contrario, agravó más la crisis social.
La revolución se extendió nuevamente a todo el territorio nacional y las tropas huertistas fueron vencidas por las de Villa y
Venustiano Carranza. La irma del Plan de Guadalupe (en mayo de 1913) designó a Carranza “Primer Jefe del Ejército
Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo de la Unión”, es decir, líder del ejército revolucionario. Sin embargo, el
liderazgo carrancista no fue plenamente reconocido, ya que enfrentó la oposición de Pancho Villa (quien se había unido a
los constitucionalistas pero disentía en la forma de resolver en la práctica la cuestión agraria) y no logró negociar la paz con
los zapatistas. Estos últimos exigían la “absoluta sumisión de los constitucionalistas al Plan de Ayala” y, ante el fracaso de
las negociaciones con Carranza, llevaron a la práctica el artículo 8º del Plan mediante un decreto que estableció
“comisiones agrarias”.
Carranza tuvo diferencias importantes en cuanto a su liderazgo con Villa y Zapata. En primer lugar, provenía de una familia
criolla de orientación liberal, había completado sus estudios secundarios y tenía vasta experiencia en la política. Asimismo,
su igura carecía de atractivo para las clases populares y no sedujo a las masa como los otros dos líderes revolucionarios.
Huerta renunció en 1914, pero otros poriristas le sucedieron en el gobierno. Con la irma del tratado de Teoloyucán, el
ejército federal fue disuelto y desarmado y se logró la paciicación del territorio mexicano, excepto en el sur, donde el
ejército constitucionalista siguió combatiendo a los zapatistas.
Institucionalización de la Revolución
En octubre de 1914, se reunió la “Convención Revolucionaria Mexicana”, encargada de deinir el nuevo gobierno, a la que
concurrieron representantes zapatistas y villistas. La Convención aprobó los artículos 4, 6, 7, 8, 9 y 12 del Plan de Ayala, lo
que signiicó el reconocimiento oicial de la revolución campesina, y decidió que Carranza cesará en sus funciones. Pero
Carranza se negó a acatar esas decisiones, lo que generó que Zapata y Villa unieran sus tropas para derrotarlo. En
diciembre las tropas de los dos jefes revolucionarios entraron en Ciudad de México, pero se vieron obligadas a retroceder y
a abandonar la ciudad deinitivamente en agosto de 1915, cuando los carrancistas volvieron a instalarse.
Mientras tanto, Carranza, reconociendo que la única manera de terminar con la oposición villista y zapatista y establecer un
nuevo régimen era solucionar el problema agrario, se abocó a la creación de legislación que pusiera en marcha la división
de los latifundios y la redistribución de las tierras a manos de los campesinos. En 1915, Carranza sancionó una ley que
serviría de base para la sanción de la Constitución de 1917, en cuyo artículo 27 se estipularon los cimientos de la Reforma
Agraria.
Sin embargo, a pesar de la sanción de la Constitución y después de que Carranza fuera elegido presidente en elecciones
generales, el nuevo gobierno constitucional no fue reconocido por los zapatistas. Contrariamente, Zapata se negó a
entregar las armas y profundizó las acciones militares y propagandísticas contra el presidente. Esto produjo que Carranza
apoyara el asesinato del líder morelense en abril de 1919. Luego de la derrota deinitiva de los zapatistas y de que Pancho
Villa depusiera las armas, es decir, de que las facciones más radicales de la revolución perdieron fuerza para seguir
peleando, los sectores más moderados detentaron el poder sin oposiciones importantes.
Álvaro Obregón, luego del asesinato de Carranza, fue elegido presidente. Obregón, ante la falta de genio militar de
Carranza, constituyó su brazo armado y participó con sus tropas de la recuperación del Distrito Federal. Ambos pertenecían
a la clase media y sus apoyos provenían de los profesionales urbanos, así como de terratenientes y aristócratas y obreros y
campesinos. Además entre sus tropas contaban con aventureros y forajidos, y en las ilas de Obregón había indios yaquis.
Durante el gobierno de Obregón se consolidó el Estado posrevolucionario. El conlicto social derivado de la etapa bélica de
la Revolución, sin embargo, no se demostró como había sucedido anteriormente a través de la lucha armada. Los distintos
grupos sociales que habían apoyado el derrocamiento de Poririo Díaz a principios de la década de 1910 ahora pugnaban
por hacer prevalecer sus intereses e ideologías, aunque en este momento el conlicto se hallaba institucionalizado y no se
sucedieron batallas ni acciones violentas. Obregón fue la igura central de este proceso de estabilización del sistema político
en el México posrevolucionario, ya que fue decisivo en la formación de una coalición que congregó a diversos grupos que se
hubieran esperado disidentes.
Al inalizar su mandato, por primera vez en tres décadas la transmisión del poder se realizó de manera pacíica. El sucesor
de Obregón en 1924 fue Plutarco Elías Calles y durante su gobierno se terminó de consolidar el nuevo régimen político.
El proceso de institucionalización de la revolución conllevó, contrariando las ideas de Zapata, la utilización del sistema de
propiedad de las tierras, por parte de la nueva clase de poder, como un instrumento para airmar la propiedad privada
agraria en México, dentro del marco del sistema capitalista.
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