En el principio fue el verbo. Pero ¿cuál?, ¿futuro perfecto? ¿Pretérito imperfecto? ¿Condicional simple? Nos hemos pasado gran parte de nuestra vida estudiantil recitando de memoria los verbos –poesía bastante árida, por cierto- y hoy, adultos, al momento de escribir, esto se convierte en un terreno cenagoso, confuso, que atormenta al más juicioso. Intentaremos cortar de cuajo con semejante trauma. Veamos. Según García Negroni, Pérgola y Stern, autoras del libro El arte de escribir bien en español, los contenidos de tiempo en el verbo se configuran de acuerdo a un punto de referencia según 3 ejes fundamentales: » Simultaneidad » Anterioridad » Posterioridad Cuando el punto de vista es el presente –tiempo indicativo-, las relaciones de simultaneidad se expresan mediante el presente; las de anterioridad mediante los pretéritos imperfecto, perfecto simple y perfecto compuesto, y las de posterioridad mediante el futuro imperfecto. Este modelo conforma los llamados tiempos directos. Pretérito Presente Futuro (anterioridad) (simultaneidad) (posterioridad) caminaba camino caminaré caminé he caminado Si el punto de vista es el pretérito –manera pretérita de decir “pasado”(imperfecto, perfecto simple, perfecto compuesto) las relaciones de anterioridad se expresan a través de los pretéritos pluscuamperfecto y anterior; las de simultaneidad mediante el pretérito imperfecto y las de posterioridad mediante el condicional simple. Anterioridad Simultaneidad Posterioridad Había caminado caminaba caminaría Hube caminado Si el punto de referencia es el futuro, las relaciones de anterioridad se marcan mediante el futuro perfecto y las de simultaneidad y posterioridad mediante el futuro imperfecto. Anterioridad Simultaneidad Posterioridad Habré caminado caminaré caminaré Cuando el punto de referencia es el condicional simple, las relaciones de anterioridad se marcan mediante el condicional compuesto. Anterioridad Habría caminado Curiosidades Etimológicas Según el Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española, de Guido Gómez de Silva (Fondo de Cultura Económica): » Coito: unión sexual de un hombre y una mujer. Latín: coitus “coito” (sentido implícito: acercamiento), de coitos, participio pasivo de coire “reunirse”, “encontrarse”, “acercarse”, “ir juntos”, de co (“juntos”) + ire (“ir”). » Elixir: líquido aromático medicinal; sustancia que se creía capaz de transformar metales no preciosos en oro. Latín medieval elixir “elixir”, del árabe al-ksir “el elixir”, de al “el”+ iksir “elixir” (sustancia). Posiblemente del griego xerion “polvo usado para secar”, de xerios “seco”. » Piropo: expresión de admiración, requiebro, lisonja; cierta piedra preciosa (del uso de la palabra piropo “piedra preciosa, granate, rubí” en la literatura en metáforas y símiles). Del latín pyropus “bronce rojo, granate almandino. Del griego pyrÕpos “granate almandino”, literalmente: “de ojos de fuego”, de pyr (fuego) y Õps (ojo), del indoeuropeo okw-s “ojo”, de okw “ver”. // El Cuento de Hoy La casa encantada. // Autor anónimo. Una joven soñó una noche que caminaba por un extraño sendero campesino, que ascendía por una colina boscosa cuya cima estaba coronada por una hermosa casita blanca, rodeada de un jardín. Incapaz de ocultar su placer, llamó a la puerta de la casa, que finalmente fue abierta por un hombre muy, muy anciano, con una larga barba blanca. En el momento en que ella empezaba a hablarle, despertó. Todos los detalles de este sueño permanecieron tan grabados en su memoria que por espacio de varios días no pido pensar en otra cosa. Después volvió a tener el mismo sueño en tres noches sucesivas. Y siempre despertaba en el instante en que iba a empezar su conversación con el anciano. Pocas semanas más tarde la joven se dirigía en automóvil a Litchfield, donde se realizaba una fiesta de fin de semana. De pronto tironeó la manga del conductor y le pidió que detuviera el automóvil. Allí, a la derecha del camino pavimentado, estaba el sendero campesino de su sueño. -Espéreme un momento- suplicó, y echó a andar por el sendero, con el corazón latiéndole alocadamente. Ya no se sintió sorprendida cuando el caminito subió enroscándose hasta la cima de la boscosa colina y la dejó ante la casa cuyos menores detalles recordaba ahora con tanta precisión. El mismo anciano del sueño respondió a su impaciente llamado. -Dígame –dijo ella-, ¿se vende esta casa? -Sí –respondió el hombre-, pero no le aconsejo que la compre. ¡Esta casa, hija mía, está frecuentada por un fantasma! -Un fantasma –repitió la muchacha-. Santo Dios, ¿y quién es? -Usted –dijo el anciano y cerró suavemente la puerta.