Alfonso Armada: “Un error es más grave que un crimen”

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La Gaceta. Suplemento al nº 6.727. Domingo 20 de febrero de 2011
23-F UNA HISTORIA DIFERENTE
NAPOLEÓN Y EL GENERAL
En la Navidad de 1984, tres años después del golpe, Armada escribe:
“Pienso que un error es más grave que un crimen”. Y añade: “Lo decía Napoleón y creo que tenía razón, pues al sufrirlo lo comprendo”.
Alfonso Armada: “Un error
es más grave que un crimen”
El general Alfonso Armada Comyn, supuesto elefante
blanco del golpe del 23-F, que cumplió condena por su
implicación en la asonada hasta que fue indultado en 1988,
había repetido por activa y por pasiva: “No me puedo arrepentir de algo que no he hecho”. Además, subrayó su lealtad al Rey, en su libro Al servicio de la Corona, e insistió
en que la solución Armada, el famoso Gobierno de con-
centración era “la más burda de las inocentadas”. Sin
embargo, en una carta particular a la que ha tenido acceso LA GACETA admite que cometió un error. Y añade,
parafraseando a Napoleón: “Es más grave que un crimen”.
¿A qué se refería? Las evidencias se acumulan en su contra, como han demostrado las investigaciones sobre la
intentona de Tejero.
El golpe de Estado sirvió para vacunar a la recién estrenada democracia de virus involucionistas y, en conjunto,
supuso una suma de bochornosas chapuzas: tanto por parte
de los Servicios Secretos que no supieron o no quisieron
abortarlo, pese a las numerosas evidencias, como por parte
de quienes lo ejecutaron, con el carnavalesco asalto al Congreso, entre lo chusco y lo berlanguiano. Págs. 2 y 3
PRIMERA ENTREVISTA EXCLUSIVA EN 30 AÑOS
Francisco Laína, ex director de Seguridad del Estado
“El Rey me dijo: ‘Paco, hay que procurar terminar esto cuanto antes”
El hombre que durante 14 dramáticas
horas dirigió el llamado Gobierno de
subsecretarios, mientras el Gabinete y
los diputados permanecían secuestrados en el Congreso, concede a LA GACETA su primera entrevista en profundidad
en 30 años. Estas son algunas de sus
respuestas:
-¿En algún momento apreció en el
Y además ...
Rey alguna cosa que no fuera decisión absoluta de terminar con
aquello?
-Nunca. Su Majestad me dijo: “Paco, hay
que procurar terminar con esta situación
cuanto antes, pero con el más absoluto
respeto a la Constitución”.
-¿Era Armada el ‘elefante blanco’?
-Eso es una deducción. Si el ‘elefante
blanco’ existió, era Armada.
-¿Qué le dijo Tejero?
-Que sólo obedecía órdenes de Armada y
Milans. El primero que me advierte de la
posible implicación de Armada es el Rey,
que me dice: “Ojo con Armada, que te lo
explique Sabino [Fernández Campo]”.
Entrevista completa en página 5
l฀Un golpe con ribetes de carnavalada, por Carlos Dávila ฀l฀Los protagonistas, 30 años
después฀l฀Testimonios inéditos de Aramburu Topete, Pardo Zancada, el general Alvarado,
Hernández de León, Blas Piñar y el diputado Núñez Encabo, recopilados por Alfonso
Arteseros en ‘España en la Memoria’
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LA GACETA
Domingo, 20 de febrero de 2011
Una historia diferente 23-F La democracia secuestrada
Tres golpes, dos traidores y mil enigmas
Hubo tres tramas, y conluyeron en el Congreso las de Armada y Milans l El ex tutor del Rey
aseguró no arrepentirse de nada, pero admitió en una carta “un error, más grave que un crimen”
Alfonso Basallo.
“Manuel Núñez Encabo”. Aquel nombno
era la contraseña, pero quiso el destino
que desencadenase las 18 horas más dramáticas de la recién estrenada democracia. Cuando al ilo de las 18.30 del
lunes 23 de febrero el diputado socialista se levantó del escaño y se dirigió a
votar para ratificar la propuesta de
Calvo Sotelo como presidente del
Gobierno, el hemiciclo se trufó del verde
oliva de las guerreras y el negro de los
subfusiles. Un tricornio y unos mostachos se plantaron delante de Landelino
Lavilla, presidente del Congreso, y el
guardia civil gritó: “¡Alto! ¡Quieto todo
el mundo! ¡Al suelo!”.
Las escenas que se vivieron en el Congreso parecían surrealistas y retrotraían
a 1874, cuando también guardias civiles,
a las órdenes del general Pavía, entraron
en el Congreso. El teniente coronel Antonio Tejero, que había llegado al hemiciclo
al frente de 180 guardias civiles, apuntó
con su arma a Lavilla. Después se sucedieron las ráfagas de subfusil. Todo el mundo
permaneció en el suelo, excepto tres diputados: Suárez, Carrillo y el general Gutiérrez Mellado, que trató de imponer su
autoridad y fue zarandeado por los guardias. ¿Qué estaba pasando? Perplejidad. Y
todavía generó más la enigmática explicación dada por uno de los asaltantes, el capitán Muñecas, cuando anunció la pronta llegada de autoridad competente “militar, por
supuesto”.
El Cesid estuvo
parcialmente implicado
pero, marca de la Casa,
no dejó huellas
Resulta inevitable evocar a García Márquez y su famoso título al repasar los
meses previos a la asonada. En muchos
sectores se daba por hecho que el golpe
estaba al caer y muchos de esos sectores lo
consideraban además necesario. ¿Razones? Una doble tenaza ponía a la recién
nacida democracia contra las cuerdas: la
que se cernía sobre UCD, magma en descomposición, y la del terrorismo etarra,
que había pasado de causar 85 muertos en
1978 a 124 en 1980, buena parte de ellos
guardias civiles. En febrero de 1981 fue
asesinado el ingeniero Ryan de Lemóniz,
tras un secuestro de varios días.
El ruido de sables en una parte de la
cúpula militar –aún franquista– era inocultable, como ref leja la hemeroteca.
Consideraban una cesión al separatismo
el diseño autonómico del Estado y pensaban que urgía una intervención ante la
debilidad de la clase política. Pero el
malestar se tradujo no en una, sino en
tres tramas golpistas. Por un lado estaba
la político-militar, que era transversal
(con socialistas y hasta comunistas en
danza): la idea era presionar a las Cortes
para que eligieran un Gobierno de con-
Milans, al fondo, durante unas maniobras con el Rey, el Príncipe de Asturias y Suárez, años antes del golpe.
centración que presidiría el general
Alfonso Armada, segundo jefe del Estado Mayor del Ejército y ex tutor del Rey.
Otra trama era militar pura, y el cerebro
era el teniente general Milans del Bosch,
capitán general de Valencia, a cuyas órdenes actuaba Tejero. Existió una tercera
trama de coroneles. Las dos primeras,
que tenían vasos comunicantes, terminan conluyendo el 23-F; la tercera quedó
en el limbo.
Vox pópuli
El riesgo de involución era vox pópuli
desde hacía tiempo. Se alimentó desde la
dimisión del almirante Pita da Veiga, de
su cargo de ministro de Marina ante la
legalización del PCE en 1977; y continuó
después con amagos como la operación
Galaxia (que implicaba la toma del Palacio de La Moncloa) y que fue promovida
por Tejero. El verano de 1980, con un
Suárez contra las cuerdas tras la moción
de censura del PSOE, el columnista Cándido glosa en ABC que Rojas Marcos airma que el PSOE quiere llegar al Gobierno con un militar como presidente. Y El
País se hace eco de “un insistente rumor”:
la presencia de “un alto mando militar en
La Moncloa”, perspectiva “con la que
habrían jugueteado los socialistas”.
En enero de 1981, Suárez dimite. Y el
golpe de Tejero, unas semanas después, le
sirve en bandeja a Armada la ocasión de
presentarse como el salvador de la patria,
con su propuesta de Gobierno de concen-
El amigo
americano
La situación en España previa al golpe del 23-F preocupaba, y mucho,
a los americanos. El embajador de
Estados Unidos en Madrid, Terence
Todman, jugó en aquellos días un papel mucho más determinante que el
que parecía reservado a un diplomático en una capital europea. Entre los
mensajes que la legación trasladaba
a Washington, uno llama especialmente la atención: “Carrero es demasiado xenófobo”. Esta conclusión,
según documentos exclusivos en
poder de LA GACETA, la extrajeron el
periodista Luis Méndez Domínguez y
el sociólogo Salustiano del Campo de
alguna comida y varios contactos con
Arthur Diggle, consejero de Información de la embajada norteamericana
y con Gildner, antena de la CIA en Madrid. En uno de esos encuentros, este
último espetó a sus interlocutores:
“Tenemos noticias de la posibilidad
de un golpe de Estado por oiciales,
de rango medio, tipo nasserista”.
tración. Puede salvar a los diputados
secuestrados y también a la democracia,
ya que ante un Gobierno presidido por un
general, el dogal del Ejército se alojaría.
Para ello, invoca el nombre del Rey…
en vano. Será uno de los factores que hace
fracasar el golpe. El general tuvo suma
habilidad a lo largo de esas horas al jugar
sus bazas de negociador con los golpistas,
pero despertó las primeras sospechas de
que él estaba implicado cuando el general Juste, jefe de la División Acorazada
Brunete, llama a Sabino Fernández
Campo para preguntar si Armada está
en La Zarzuela. Una de las consignas de
Se daba por hecho,
desde mucho antes,
la idea de un Gobierno
presidido por un militar
los sublevados era que Armada estaría en
palacio a partir de las seis de la tarde para
que el Monarca tomara las riendas, ya
que, según les vendió Armada, “todo se
hará conforme a las órdenes del Rey”.
La Brunete era clave en la operación
para controlar Madrid, del mismo modo
que lo era Milans del Bosch para controlar Valencia. Este ultimo sacó los tanques
a la calle y decretó el estado de excepción.
Pero en Madrid los planes de los golpistas
se frustraron. La idea era que se hiciera
cargo de la Brunete su antiguo jefe, el
general Luis Torres Rojas, que había sido
destinado como gobernador general en La
Coruña por unas conversaciones de carác-
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LA GACETA 39
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Una historia diferente 23-F La democracia secuestrada
LAS DOS CARAS DEL GENERAL ARMADA
A la izquierda, el tarjetón en el que el ex tutor del Rey llega a decir que
“un error es más grave que un crimen”. A la derecha, la petición de un
sacerdote, lo que demuestra las hondas convicciones del general.
ter subversivo. Sin quererlo, Juste delata a
Armada al preguntar a Fernández Campo:
“¿Pero no estáis esperándole de un
momento a otro?”, a lo que el jefe de la
Casa de Su Majestad respondió con la
famosa frase: “Ni está ni se le espera”.
Fernández Campo habla entonces con
el Rey y le pone en antecedentes, y Zarzuela telefonea al Cuartel General y Don
Juan Carlos pide que le pongan con
Armada. “-Alfonso, en la Brunete están
invocando tu nombre y el mío. ¿Tú lo has
autorizado?”. “No Majestad –responde
Armada–. Es la primera noticia que
tengo”. El general comete entonces un
error, pide ir a palacio, pero le deniegan
el permiso. Después solicita ir al Congreso para proponer la creación del Gobierno de concentración. Finalmente le autorizan, pero sólo a título particular, sin
involucrar al Rey.
Una vez allí, será Tejero quien frustre
los planes del general y sentencie el golpe.
Ni Armada ni Milans pudieron convencer al teniente coronel de que acatara la
solución que habían pensado: la solución
Armada. Tejero ha tomado el Congreso
con la cabeza puesta en una Junta Militar y lo que se encuentra es un Gabinete
con socialistas como Peces-Barba y
comunistas como Solé Tura. Non es.
Armada llegó a ofrecerle un avión para
huir, pero cuentan las crónicas que Tejero le respondió: “No, mi general, que me
mareo”. Irónicamente, el ariete que
Armada y Milans querían utilizar como
medio, les sale rana y hace fracasar la
operación.
La puntilla, decisiva puntilla, la pondrá el Rey con su célebre discurso en TVE
que se emite a la 1.23 de la madrugada.
Vestido con el uniforme de capitán general, desautoriza a los golpistas y ordena
el respeto a los principios legales establecidos en la Constitución. Los generales
que esperaban una orden real para actuar
en un sentido u otro supieron desde ese
momento a qué atenerse, después de
horas de confusión, alimentadas por las
marchas militares emitidas por la radio.
a Armada, además de otras penas menores para el resto de acusados. excepto 11
que quedaron absueltos. El Gobierno
recurrió ante el Supremo y este hizo
públicas las condenas deinitivas el 28 de
abril de 1983. La pena de todos los acusados aumentó sensiblemente, especialmente la de Armada, que igualó los 30
años de Milans y Tejero.
¿Se arrepiente?
La intervención de Don Juan Carlos vestido de capitán general en TVE fue decisiva.
Tras el mensaje real, Milans retiró los
blindados. A las 6.15 emitió un bando oicializando la retirada. Pero la madrugada fue larga en el Congreso. A los golpistas se habían sumado el comandante de
la Acorazada Ricardo Pardo Zancada y
cien hombres más. Se ve obligado moralmente a hacerlo para ver si arrastra a
alguien más. Pero es demasiado tarde: el
golpe agoniza.
La rendición se oicializa la mañana
del 24 de febrero en el llamado Pacto del
Capó. El teniente coronel Eduardo Fuentes, íntimo de Pardo Zancada, enviado
por el general Gabeiras, logra un principio de acuerdo. Se cierran las condiciones de la entrega para que no se pidan
responsabilidades a los asaltantes de
capitán para abajo. El acuerdo lo irma,
por ironías del destino, Armada sobre el
capó de un jeep.
El proceso subsiguiente no sirvió para
que se conociera toda la verdad del 23-F,
pero sí para establecer algunas de las responsabilidades penales, aunque el fallo
“Alfonso –pregunta el
Rey– en la Brunete están
invocando tu nombre y el
mío, ¿lo has autorizado?”
Cuando Armada le dijo a
Tejero que tenía un avión
para huir, él contesto:
“No, que me mareo”
inal deja regusto a impunidad, ya que no
se sentaron en el banquillo todos los
implicados. El Sumario constó de 12.000
folios y la vista pública la llevó a cabo el
Consejo Supremo de Justicia Militar. 32
militares y un solo civil, Juan García
Carrés, se sentaron por primera vez en el
banquillo el 19 de febrero de 1982. La
sentencia, condenaba a 30 años a Milans
del Bosch y a Antonio Tejero, y a seis años
El golpe sirvió para vacunar democráticamente a España y conjurar el fantasma
del golpismo, pero dejó en el aire numerosos interrogantes. Hubo tres tramas, al
menos y dos traidores: Milans y Armada.
Los dos fueron desleales con el Rey. El ex
tutor del Monarca invocó a Napoleón en
una carta –a la que ha tenido acceso LA
GACETA– para decir que “Un error es
más grave que un crimen”. Y añadía: “Al
sufrirlo, lo comprendo”. ¿Se arrepiente de
la trama que organizó? ¿O de la utilización de la persona de Don Juan Carlos?
¿O más bien de la descoordinación que
hizo fracasar el golpe? Hombre de profundas convicciones religiosas, sostuvo
que “no me puedo arrepentir de algo que
no hecho” –como declaró a ÉPOCA en
una entrevista en 1986–. Y en su libro Al
servicio de la Corona hizo protestas de
lealtad a Don Juan Carlos. Sin embargo,
las evidencias y las investigaciones posteriores le apuntan a él.
Por no hablar del papel del Cesid, que
según se supo más tarde, fue clave en el
golpe. Aunque, marca de la Casa, apenas
ha dejado huellas: el responsable de la
Agrupación Operativa de Misiones Especiales (AOME), el comandante José Luis
Cortina, -enlace con Tejero- fue absuelto por falta de pruebas; y en cambio su
lugarteniente, el capitán Gómez Iglesias,
fue condenado a seis años. La Casa encargó un informe interno (el Informe Jáudenes), cuya conclusión más signiicativa
rezaba: “De todo lo expuesto no puede
deducirse con certeza ninguna participación de la AOME o ejecución en el fallido
golpe del 23-F”.
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LA GACETA
Domingo, 20 de febrero de 2011
Una historia diferente 23-F Qué fue de...
Los protagonistas, 30 años después
Tejero reside en la Costa del Sol l฀Alfonso Armada es conocido como “el general” por los vecinos de
su pazo en La Coruña l Cortina Prieto se casó con una joven que conoció durante su procesamiento
Tejero, del
tricornio al óleo
Alfonso Armada
se hace el gallego
Milans, epílogo
en el Alcázar
Cortina, espía
con romance
Torres Rojas, mala
salud de hierro
Su irrupción en el Congreso
pistola en mano siempre formará parte de la memoria
colectiva del país. Tejero fue
condenado a 30 años de prisión, si bien en 1993 accedió
al tercer grado. Fue excarcelado en diciembre de 1996.
Durante su estancia en la
cárcel intentó obtener la
inmunidad al concurrir en el
partido Solidaridad Española. A lo largo de aquellos
años, Tejero realizó diversos
cursos vinculados a la historia y la geografía, escribió sus
memorias y desarrolló una de
sus grandes aiciones, la pintura. Es más, llegó a realizar
cerca de 200 óleos. Reside
con su familia entre Madrid
y Vélez-Málaga.
El por entonces segundo jefe
del Estado Mayor del Ejército comparte junto con Milans
del Bosch el dudoso honor de
ser el presunto elefante blanco del golpe. Fue condenado
a 26 años, ocho meses y un
día. En 1983 escribió Al servicio de la Corona, un libro
autobiográico. Fue indultado en 1988 y ijó sus residencias entre Madrid y Galicia.
Ostenta el Marquesado de
Santa Cruz de Rivadulla.
Posee un pazo donde cultiva
camelias. Los vecinos le llaman “el general”. Posee una
amplia familia, con 10 hijos,
25 nietos y 12 biznietos.
Superó una embolia y un
infarto en 1988 y 1995, respectivamente.
“Yo volvería a actuar de la
misma manera”. El ex teniente general y autor moral de
la intentona golpista siempre se reairmó en sus planteamientos. Milans del
Bosch decretó el Estado de
Excepción en Valencia y sacó
a las calles los carros de combate. Fue condenado a 26
años y ocho meses. Padre de
tres hijos, Milans del Bosch
salió de la cárcel al cumplir
los 75 años y pasó a residir
en su chalé de La Moraleja
(Madrid). Falleció en julio
de 1997 a causa de un tumor
cerebral. Fue enterrado en la
cripta del Alcázar de Toledo,
donde reposan otros miembros de la vieja guardia del
franquismo.
Hombre fuerte del Cesid,
Cortina se valió de su cargo
para ofrecer apoyo a los militares golpistas. Calificado
por los investigadores del
23-F como uno de los cerebros en la sombra de la operación, Cortina logró inalmente salir absuelto por falta
de pruebas. Durante su procesamiento conoció a Margarita Aracil, una joven de 24
años con la que se casó en
1982, cuando él contaba con
44. Años después, en 1991,
Cortina fue expedientado por
parte del Ministerio de
Defensa por negligencia profesional. En el año 1993, el ex
militar madrileño fundó la
empresa I2V, de la que es
accionista único.
Gobernador militar en La
Coruña, Torres Rojas participó activamente en la intentona golpista. El Tribunal
Supremo le condenó a 12
años de cárcel y separación
del servicio. Su abogado solicitó, años después, la libertad
condicional por enfermedad.
Cumplió condena en El
Ferrol (La Coruña), aunque
en los últimos años fue desplazado al Hospital Militar
Gómez Ulla de Madrid,
donde fue operado en varias
ocasiones por problemas oculares. Consiguió inalmente
la libertad condicional en
1988 por motivos de enfermedad, acatar la Constitución y haber cumplido la
mitad de la condena.
La marcha
de San Martín
Pardo Zancada,
la pieza que falta
Sabino, estuche
de los secretos
Gabeiras, el
manifestante
Francisco Laína,
en primera persona
A las 19.00 decenas de tanquetas tomaron los estudios
de Prado del Rey para evitar
la emisión de informativos en
TVE. RNE, por su parte, sólo
emitía marchas militares.
Detrás de este operativo se
encontraba el ex coronel José
Ignacio San Martín, quien
distribuyó las unidades de la
División Acorazada que ocuparon las instalaciones. No
las abandonaron hasta la
21.00-21.30 horas. Fue condenado a 10 años de reclusión
y separación del servicio. En
junio de 1986 salió en libertad condicional. Trabajó de
traductor y escribió el libro
Servicio Especial. Falleció en
junio de 2004.
Mantuvo informado a Milans
del Bosch sobre la evolución
de la operación y acudió en la
tensa madrugada del 24 con
113 soldados para reforzar los
efectivos de Tejero. El ex
comandante participó además en la redacción del maniiesto de Tejero. Fue condenado a 12 años cárcel, donde
escribió Las Fuerzas Armadas y su derecho a la información. Tras su salida en
1987, Pardo Zancada (doctor
en Ciencias de la Información) dirigió la revista Iglesia
y Mundo, colaboró en la
revista MC y publicó 23-F:
La pieza que falta. Siempre
fue considerado como el
sucesor de Blas Piñar.
Suya fue la frase: “Ni está ni
se le espera”, con la que respondió al jefe de la división
acorazada de Brunete, José
Juste, sobre la supuesta llegada de Armada a la Zarzuela.
Sin saberlo, Fernández
Campo dio así el primer
parón al golpe y acompañó a
su Majestad en el momento
más duro de una incipiente
democracia. El Rey siempre
valoró su “leal consejo y generosidad ilimitada”. Fue jefe
de la Casa Real hasta 1993,
año en el que se le nombró
consejero privado vitalicio.
Recibió la Gran Cruz de Carlos III en reconocimiento a
su trayectoria. Falleció el 26
de octubre de 2009.
Leal al Rey y comprometido
con la Constitución, Gabeiras
fue una igura clave a la hora
de frustrar la intentona golpista. Evitó, desde la jefatura
del Estado Mayor, la sublevación del Ejército y controló
los movimientos de Alfonso
Armada. Gabeiras, amigo
íntimo de Gutiérrez Mellado,
pasó a la reserva activa en
1982. Dos años después, el
Rey le impuso la Gran Cruz
de Carlos III. Su última aparición pública se produjo a los
85 años, cuando lideró una
protesta popular contra la
construcción de una planta
de regasiicación en Ferrol.
Falleció el 2 de enero de 2005
a los 88 años.
Director general de la Seguridad del Estado durante el
golpe, Francisco Laína fue
durante 15 horas el presidente del Gobierno. Su papel fue
clave al evitar el vacío de
poder durante aquellas tensas horas y frenar la intentona golpista. Licenciado en
Derecho e hijo de maestros,
Laína permaneció en la
dirección de seguridad hasta
1982. Actualmente está a
punto de terminar un libro
sobre sus vivencias del 23-F.
“Cuento mi versión sobre
acontecimientos que yo viví
en primera persona”, relata a
LA GACETA.
Periles de Esther Gala
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LA GACETA 41
Domingo, 20 de febrero de 2011
Una historia diferente 23-F De primera mano
Francisco Laína, ex director de la Seguridad del Estado
“El Rey me advirtió: ‘Cuidado con
Armada, que te lo explique Sabino”
El hombre que ejerció de presidente en funciones habla con LA GACETA en su primera
entrevista en profundidad en 30 años ● Prepara un libro con su versión de los hechos
El que dirigió un Gobierno provisional de subsecretarios concede su primera entrevista en profundidad en 30 años.
Laína responde a L A
GACETA mientras prepara un libro.
-¿Qué cuenta?
-Mi versión sobre acontecimientos que viví en primera persona.
-¿Cuándo lo acabará?
-No tengo prisa. Si hubiera tenido prisa de aprovechar fechas y acontecimientos, lo hubiera hecho
coincidir con este 30 aniversario.
-¿Cuál es su versión?
-Que hubo personas que
tuvieron un protagonismo clave en la preparación y desa r rollo del
golpe, y que fueron condenadas por los tribunales.
-Lo que ya se sabe...
-Sí, lo que ocurre es que
en lo que se sabe hay
mucho de novela, mucho
de hipótesis y poco de
testimonio de primera
mano.
-¿Cuál es la principal
novedad?
-Que yo aporto mi testimonio directo.
-Habló con el Rey.
-Bastantes veces.
-¿En algún momento
apreció en el Rey alguna cosa que no fuera la
decisión absoluta de
terminar cuanto antes
con aquello?
-Nunca. A las dos horas
del inicio del golpe, recuerdo que Su Majestad me
dijo: “Paco, hay que procurar terminar con esta
situación cuanto antes,
pero con el más absoluto
respeto a la Constitución”.
Y a lo largo de todas las
horas, desde las 6.20 hasta
las 12.00 de la mañana del
día siguiente, no observé
en Su Majestad ninguna
duda, y yo estaba muy
atento y con las orejas muy
leva nt a d a s. En t odo
momento mantuvo una
postura absolutamente
democrática y queriendo
terminar lo antes posible
con esa situación.
-Y c o n G a b e i r a s ,
¿habló?
-Con Gabeiras, no mucho,
pero sí hable, sobre todo,
cuando él se marchó de la
reunión de la junta de
jefes del Estado Mayor,
por indicación de Zarzuela. Le dijeron que se
fuese al Cuartel General
del Aire, a su despacho,
porque sabían que Armada estaba manteniendo
conversaciones con las
Capitanías Generales, y
no muy dirigidas a terminar con el golpe, sino
todo lo contrario.
-¿Y con Armada?
-Con él hable en mi despacho. Fue una situación
tensa. Está recogido en
distintas versiones por
ahí. Yo daré la mía con
mucho detalle.
-¿Y cuál es su versión?
-Que mantuvo una postura claramente contraria a las órdenes que le
estaba dando el Rey.
Ha st a t a l pu nt o que
cuando me dijo que el
golpe era un asunto entre
militares y que lo debían
resolver ellos, le tuve que
recordar: “Pues claro.
¿Quién es el jefe tuyo en
“El Rey mantuvo
una postura
absolutamente
democrática”
e s t o s moment o s c on
arreglo a la Constitución? El Rey, que es el
jefe de las Fuerzas Armad a s . ¿ Y q ué t e e s t á
diciendo?”.
-¿Y qué dijo él?
-Él mantenía una postura: que esto era un asunto entre militares. De una
ma nera muy sibi lina
apuntaba la posibilidad
de que los que estábamos
allí, Luis Sánchez Harguindey, subsecretario
del Ministerio del Interior; Mariano Nicolás,
que era el gobernador
civil de Madrid, y yo, nos
incor porásemos a las
tesis que él mantenía,
poco menos que nos
sumásemos al golpe las
Fuerzas de Seguridad del
Estado.
cio de Información, de los
Servicios de Información
Militares y del Cesid. Y
cuando hay un error, hay
que reconocerlo.
-¿De la trama civil se ha
quedado alguien libre?
-Al único que se pudo
implicar es a García Carrés,
gracias a las grabaciones
que se le hicieron.
-¿A lg ún gobernador
civ i l o miembro del
Gobierno le dijo algo
como “vamos a sumarnos a esto”?
-No, en absoluto. Ni nadie
de los subsecretarios ni
secretarios de Estado. Allí
estábamos como una
piña, y lo mismo los 50
gobernadores, jefes de la
Comandancia de la Guardia Civil, y de la Policía en
su provincia. Nadie se
acuerda.
-¿Y de los socialistas?
-Yo, con los socialistas, el
único contacto que tuve
“Garaicoechea
se ocultó en el
domicilio de
algún amigo”
“De los socialistas,
el único contacto
que tuve fue con
‘Txiki’ Benegas”
-¿Quién era el jefe?
¿Armada?
-El inductor de todo el
tema a mí no me cabe la
menor duda de que fue
Armada. Fue él quien
convenció y metió en el
a su nt o a Mi la ns del
Bosch, utilizando, además, la igura del Rey.
-¿Y el ‘elefante blanco’,
era también Armada?
-Esa es una deducción.
La hipótesis que mantengo es que, en el caso de
que existiese –porque
muchas veces se ha hablado también que el elefante blanco era el Ejército
en su conjunto– es que el
elefante blanco, si existió
y si usaron esa terminología, era Armada.
-¿Y eso de que usted iba
a mandar a los GEO?
-Lo explico en el libro con
mucho detenimiento.
Aquella noche se barajaron muchas hipótesis
para acabar con la situación. Pero fíjese lo poco
elaborada que estaría esa
decisión, que ni siquiera
se comunicó a La Zarzuela, en una noche en la que
las decisiones importantes tenían que contar con
el v isto bueno de Su
Majestad. Ni siquiera se
le planteó como hipótesis
a la Junta de Jefes del
Estado Mayor del Ejército. Lo que ocurre es que,
indudablemente, en las
reuniones que yo mantuve en el Palace con Aramburu y Santamaría se
barajó esa situación.
- ¿C on Te jer o h a bló
alguna vez?
-Dos veces.
-¿Qué le dijo?
-Que no obedecía más
órdenes que las de Arma-
da y las de Milans del
Bosch. Y la verdad es que,
en la alusión que me hizo
a Armada, a mí se me
pasó. Y quien me advierte
a mí de la posible implicación de Armada en el
tema, es primero el Rey,
que me dice: “Ojo con
Armada, que te lo explique Sabino”. Y me pasó a
Sabino, y Sabino me dijo:
“Ten cuidado con Armada, que está metido en
esto hasta las cejas”.
-¿Es verdad que ustedes
no tenían idea los días
anteriores de lo que
estaba pasando?
-Había mucha preocupación por el ambiente general, pero del asalto de
Tejero al Congreso y de la
postura de Milans en
Valencia no teníamos ni
idea. Ese fue un error y un
fracaso de nuestro Servi-
fue con Txiki Benegas. Le
informé de la situación y de
que me dirigía al Congreso
para estudiar la posible
entrada y liberación de los
allí secuestrados.
-¿Y los demás partidos?
-La postura de los partidos políticos fue correcta
y lo mismo la de las organizaciones sindicales, a
las que hubo que advertirles porque dependía
mucho de la información
que cada uno tuviera.
Ellos trataban de defender la democracia sacando la gente a la calle a
manifestarse en defensa
de la Constitución. Y eso
era lo que estaban
desea ndo en a lg una s
Capitanía s G enerales
para decir: ante esta
situación de desorden
público, con la c a l le
tomada por la gente, pues
hago lo mismo que
Milans. Hubo que decirles: “Quedaros quietos”.
-¿Garaicoechea , por
in, se escapó o no?
-Digamos que se ocultó.
-¿Dónde se fue?
-Se puso a buen recaudo
en el domicilio de algún
amigo.
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LA GACETA
Domingo, 20 de febrero de 2011
Una historia diferente 23-F Testigo directo
Un golpe con ribetes de carnavalada
● Repasando la calamitosa situación, un amigo
cercano a los Servicios de Información, me dijo:
“Esto no tiene más solución que un general”
● Tras el golpe, varios de los que luego se mostraron
comprometidos con un Gobierno de izquierdas
pidieron moderación y cierta comprensión
Carlos Dávila
En diciembre de 1980, frisábamos las navidades, me llamó el director de ABC, Guillermo Luca de Tena. Me dijo: “He coincidido anoche, en una cena, con el ministro de Defensa, Agustín Rodríguez
Sahagún, y me ha pedido que no seas tan
crítico con ellos y que, por favor, vayas a
verle a su despacho”. El director –no hay
forma de guardar un mal recuerdo de él–
casi nunca daba órdenes, por eso había que
interpretar rectamente sus deseos (...).
Acudí a la cita con Rodríguez Sahagún. Tenía el despacho en la calle Prim
de Madrid, en el hoy Cuartel General del
Ejército. Me impresionó la palaciega rigidez de las estancias, allí nada se había
tocado desde los tiempos de Primo de
Rivera, y el ambiente supercastrense
–claro, ¡qué iba a hacer allí!– de los salones previos al despacho del ministro. Este
no me hizo esperar un minuto; sin ambages, me interrogó:
-¿Puedo pedirte una cosa? (...) No te
metas conmigo, porque sienta mal aquí.
No supe cómo, ni qué contestarle (...).
La embestida de Tejero y su cuadrilla de cuates estaba perfectamente anunciada.
La radiografía
Parecía Sahagún dispuesto a contarme
“algunas cosas”, “siempre y cuando –me
advirtió– pueda coniar en tu prudencia
eterna”(...). De entrada, colocó ante mí un
documento de unos cuantos folios con
bastantes apellidos. El documento parecía no poseer encabezamiento, ni tampoco membrete oicial reconocible; menos
aún, irma. El ministro –creo acordarme
bien de ello– lo llamó “radiografía”.
-¿Una radiografía? –pregunté.
-Sí –respondió–, algo parecido: es un
examen detallado de grupos militares
que aquí pueden estar en involución y que
nunca se quedaron contentos tras el fracaso de la operación Galaxia.
La tal Galaxia fue una ridícula aventura que, sin embargo, hizo trabajar de lo
lindo al Estado. Una indiscreción de un
subordinado del general inspector de la
Policía, Timón de Lara, llevó a la detención de los responsables: dos lunáticos, se
creyó en aquel momento, Tejero y Sáenz
de Ynestrillas, que pretendían asaltar el
Palacio de La Moncloa y hasta fusilar a
Suárez. Una bobada sin fundamento
que, no obstante, debió tenerse más en
cuenta, sobre todo cuando se supo que los
dos alucinados patriotas se pensaban llevar por en medio al presidente del Gobierno y a quien se opusiera a su disparatada
aventura. No se tomaron en cuenta los
efectos de aquella asonada de opereta,
porque entonces se trataba al Ejército, y
a todo lo que con él se relacionara, con
una delicadeza que a veces rayaba en la
apariencia de debilidad. Cuando, en el
Congreso de los Diputados, interrogué en
un pasillo al teniente general Gutiérrez
Mellado, él, muy contenido, me respondió: “No hay laquezas, pero los castigos
ejemplares no son para esta ocasión”. Los
Tejero no aguantó su presión interior y se deshizo de la promesa que realizó a Milans.
castigos hubieran sido, sin ir más lejos,
dejar sin carrera al atrabiliario Tejero;
ello hubiera evitado quizá el sofocón posterior (...).
Por supuesto, un general
Dos meses después de la llamada de
Sahagún, aproximadamente a las siete
de la tarde del día 23 de febrero de
1981, pensé en aquella petición (“No te
No se tomaron en cuenta
los efectos de aquella
asonada de opereta:
la ‘operación Galaxia’
Durante 40 minutos,
algunos, como yo,
permanecimos tumbados y
humillados en el hemiciclo
metas conmigo porque sienta mal
aquí”), durante los 40 minutos que
algunos como yo permanecimos tumbados, humillados –hay que decirlo
así– en los aledaños del hemiciclo
sobre las alfombras de la Real Fábrica
de Tapices del Congreso de los Diputados. Media hora antes, a las 18 horas
y 23 minutos de la tarde de ese día,
empezó a gestarse uno de los golpes de
Estado más cómicos de la Historia de
España. Yo estaba allí (...).
En aquel otoño de 1980 en el que se
sucedían los rumores de Gobiernos de
gestión, de movimientos militares de
todo jaez, se llegó hasta la casa de ABC
–así la denominábamos en aquel tiempo–
un amigo que tenía probada cercanía con
los Servicios de Información del Estado,
servicios desconectados entre sí, anárquicos por tanto y, desde luego, un tanto
atrabiliarios. Aún Gutiérrez Mellado no
había conseguido uniicarlos totalmente, lo que favorecía que en alguno de ellos
cupiera desde un gobernador civil en
ejercicio, que citaba siempre en una chalé
de El Viso, hasta un individuo conocido
por El Pistolas, que fue asesor de varios
ministros del Gobierno.
El amigo en cuestión, con el que había
recorrido mil avatares vascos, repasó la
calamitosa situación en que, a su juicio,
se encontraba España, y ya de coda, y sin
demasiados ambages, se expresó así:
-Esto no tiene más solución que un
general.
Supe luego, confrontando fechas, que
aquella entrevista nuestra se había cumplido casi al tiempo del famoso, y muy
comprometido, almuerzo de Lérida, en
que el alcalde Ciurana había servido de
anitrión a tres o cuatro huéspedes que,
durante horas, mostraron como mi amigo
su preocupación por el “estado del Estado”, y habían quizá acordado una salida
no necesariamente golpista, aunque sí
probablemente inconstitucional. Fue la
reunión en la que el general Armada se
ofreció, además, para todo y para todos,
utilizando el nombre del Rey en vano, él
que se describía como “devoción”, hacia
don Juan Carlos I.
Aquellos apellidos, Armada Comyn,
fueron los mismos que me adelantó el
interlocutor de ABC cuando, tras el primer pasmo, utilicé la técnica, tan agradecida en Periodismo, de hacerme el
tonto, e inquirir como si nada me espantara o nada me preocupara.
-Armada –escuché– está bien visto en
todos los sitios.
De aquella ocasión no pude extraer
más información, aunque el ofrecimiento consistió, primero, en “tenerme al
tanto del asunto”, acompañado, en segundo lugar, de una indicación inal alimentó mi desasosiego:
-Hay unos cuantos periodistas como
tú que ya saben de esto.
Una cosa es que supieran de esto y
otra, muy distinta, es que estuvieran “en
esto”. Con el tiempo se supo de ellos; no
se hizo sangre, no la haremos ahora, pero
algunos se quedaron incapacitados para
impartir lecciones. Estúpidamente en
algún caso, las siguen dando (...).
Los espontáneos
La embestida de Tejero y su cuadrilla de
cuates estaba, pues, perfectamente anunciada meses antes, en todos los meses en
que se quiso fraguar un proceso que,
eufemísticamente, se denominaba el
“paso a otra situación” y que consistía,
básicamente, en la dimisión del presidente constitucional Adolfo Suárez, su sustitución por un jefe de Gobierno de consenso entre todos los partidos o, al menos,
entre los líderes de aquellos partidos, y la
reforma del Título VIII de nuestra Norma
Suprema, título al que se responsabilizaba de la degradación de España y del peligro separatista. También parecía objetivo de los complotados –ellos nunca han
aceptado tal descaliicación– conseguir
un vuelco en la situación económica del
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Domingo, 20 de febrero de 2011
Una historia diferente 23-F Testigo directo
país, dominada por la altísima inlación,
el paro y la galopante deuda. Alguno de
aquellos personajes comprometidos de
hoz y coz en el –digamos– “paso a otra
situación”, me ha manifestado después
(escribo en primera persona para
hacerme sólo yo responsable de la información) que en plena vorágine de rumores, de reuniones conspirativas, de
maniobras más o menos soterradas, Suárez acudió a uno de sus normales despachos en La Zarzuela con el Rey y a la salida de aquel palacio marchó, raudo, a otro:
el de las Cortes. Allí se reunió con el secretario general del Partido Socialista, a la
sazón Felipe González, y le explicó:
-No quiero terminar como Arias
Navarro (su antecesor en la Presidencia
del Gobierno), así que si se hace algo, tendrá que ser por la vía estrictamente parlamentaria.
Y González se puso de peril y miró al
techo de los dorados dibujos del Congreso.
Sucedía que en España cualquier individuo informado estaba al tanto de lo que
se tramaba en las innumerables conjuras
que se urdían por Madrid, aunque tampoco las provincias, Barcelona, Valencia
o Las Palmas se quedaban cortas en el
festival (...).
El ambiente en España anunciaba
cambios: Suárez no controlaba su partido, la ahora muy llorada UCD, el PSOE
desestabilizaba todo lo que podía sin
medir las consecuencias, y en esto, unos
policías, especialmente aguerridos, detuvieron, posiblemente en la plaza de Neptuno, en Madrid, a un conocido terrorista, Arregui. Se les fue la mano y Arregui murió. Se murió, aparte de por la
enorme paliza que le propinaron unos
policías vengativos, porque en el centro
al que le condujeron, el hospital Penitenciario, no había ni un solo médico (...).
El Gobierno de UCD era tan sólido y
solidario que se rompió en dos pedazos:
uno el del ministro del Interior, Juan
José Rosón; otro, el del ministro de Justicia, ya entonces encandilado con los
socialistas del felipismo a los que se vendió sin demasiados pudores: Francisco
Fernández Ordóñez. Llamé a este:
-Ministro, ¿qué ha pasado?
-Pues que Rosón me quiere echar el
muerto encima, y se lo voy a devolver (...).
Coñac del barato
Recuerdo especialmente a un desdichado número que olía a coñac del barato,
que enarbolaba tembloroso una metralleta, al cual preguntamos.
-Guardia, ¿pero qué es esto?
-No lo veis –preguntó–, un golpe de
Estado en toda regla.
Nos atrevimos:
-Déjenos llamar a casa, que estarán
preocupados.
-Pues mi familia también, así que aquí
nos jodemos todos.
Y añadió, casi como en una mala película de gángsteres:
-Y cuidadito, cuidadito, que tengo los
deditos débiles y se me mueve la tartamuda.
Un golpe con ribetes de carnavalada.
Los guardias habían sido cazados a lazo
para la acción aquella misma tarde. Estaban en el golpe y... en otras cosas. Cuando ya nos levantamos tras los gritos de
Tejero: “Al suelo, todos al suelo”, y los 10
segundos interminables de disparos, uno
de los guardias se dirigió así a una colega especialmente atractiva:
EL MALESTAR DEL EJÉRCITO Y EL ORGULLO DE MILANS
A la izquierda, circular irmada por el ministro del Ejército, en abril de 1977,
relejando el descontento del Consejo Superior del Ejército por la medida. A la
derecha, el texto que Milans envía en 1994 agradeciendo el gesto de quienes han
pedido el indulto pero advirtiendo de que no autorizó a nadie a solicitarlo.
-Señorita, cuando usted estaba en el
suelo, tumbada boca abajo, ¡qué culo que
tenía!
Una carnavalada, pero una carnavalada casi cruenta que, por recoger una
airmación anterior, fue un disparo perdido y preconizado incluso en documentos oiciales de denuncia, que abortó otra
Tras disparar, un guardia
le dijo a una compañera:
“Señorita, cuando estaba
en el suelo, ¡qué culo tenía!”
Se acercó, baboso, y me
dijo: “Escribe sin adjetivos,
porque no sabemos
quién ha ganado”
operación: el paso a “otra situación”;
como decía Franco: “No hay mal que por
bien no venga”. Tejero no aguantó su presión interior y se deshizo de la promesa
que hizo a Milans de “quedarse quieto”
hasta que “lo de Armada” prosperase. Le
comunicó que “ya no aguantaba más” y
que “yo ya no me muevo de los planes” y
secuestró el Congreso. Aún aseguran que
su particular elefante blanco, la susodicha, tantas veces, “autoridad militar, por
supuesto”, no era sin embargo el general
Armada; era el teniente general De Santiago y Díaz de Mendívil, que contemplaba en casa por televisión lo que estaba ocurriendo en el Parlamento, y decidió no pasarse por allí (...).
Escribir como siempre
recordar, se acercó, baboso, y me dijo:
-Escribe sin adjetivos, porque no sabemos quién ha ganado.
El director, Guillermo Luca de Tena,
al lado, se enfadó:
-Dávila escribirá como siempre, y
nosotros sí sabemos con quién estamos.
Nunca agradeceré bastante aquella
intervención (...).
En los días posteriores al 23-F, con
toda España atónita tras la asonada y la
sucesión de detenciones de militares que
habían parecido siempre irreprochables,
se celebró en el restaurante Jai Alai una
cena en la que participaron los más preclaros directores de periódicos, columnistas y cronistas políticos de la fecha. El
debate se planteó en torno a una sola pregunta: ¿qué hacer? Varios de los presentes, algunos de los que luego se confesaron inequívocamente comprometidos
con un Gobierno de izquierda, con el
PSOE, pidieron moderación, prudencia
y hasta cierta comprensión de los involucionistas. Uno de ellos, contertulio de las
radios de Rubalcaba en las que se deiende ardorosamente la España “progresista del PSOE” y la no “demonización” del nacionalismo, se manifestó así:
-No vayamos a cabrear
más a la iera.
Respondimos:
-El hecho de ponerte de
rodillas te garantiza únicamente que la patada
en vez de dártela en la
entrepierna, te la dan en
la barbilla.
Y apostillé: no sé qué
duele más.
La noche de autos, y hasta que el Rey no
apareció en televisión, cada quien tomó sus
medidas. Los periodistas que habíamos
estado mordiendo alfombras y escuchando, espantados, cómo las balas del cafre de
Tejero y sus secuaces silbaban literalmente por encima de nuestras cabezas, fuimos
liberados unas cuantas horas después del
aterrizaje a tiros de Tejero. Nos sacaron en
parejas como bueyes estabulados, mientras
un espadón apostado en la verja del Palacio de Las Cortes advertía:
-No quiero ni comentarios,
ni movimientos raros; estamos en estado de guerra.
Pilar Urbano y este cronista llegamos rápidamente a
ABC. La conmoción era general; el despacho del fundador, don Torcuato Luca de
Tena, revestido de nobles
maderas y con un mueble
semicónico a modo de confesionario, estaba repleto de
consejeros de Prensa Española y también de otras
Titulo: ‘Toda una época’
gentes, algunas de las cuaEditorial: La Esfera de los libros
les no pude reconocer. Un Autor: Carlos Dávila
oicioso, al que sí es posible Año: 2004
Extracto del libro
‘Toda una época’
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LA GACETA
Domingo, 20 de febrero de 2011
Una historia diferente 23-F ‘España en la Memoria’
Aramburu: “Si Milans viene
a Madrid, no paramos el golpe”
Seis testimonios sobre cómo se vivió, desde distintas perspectivas, la intentona
l Alfonso Arteseros entrevista a algunos de los protagonistas
en que no tenía nada que
ver con los rumores del
Colectivo Almendros y la
operación Galaxia”, recuerda el fotógrafo.
C. Quesada. Madrid
El programa de Alfonso
Arteseros, España en la
Memoria, consiguió reunir
los testimonios de algunos
de los protagonistas de
aquel histórico día, entre
ellos el general Aramburu
Topete, semanas antes de
que falleciera. Todos estos
testimonios han quedado
recogidos en los DVD que
distribuye LA GACETA.
l฀ José
l Carlos Alvarado (gene-
ral de Brigada). Podría
haberse sentado en el banquillo de los acusados como
conspirador, pero nadie le
delató. Milans lo invitó a
participar en la reunión de
la calle General Cabrera
porque tenían “mucha
amistad”, dice. Aquella
reunión, que se prolongó
“hasta las cuatro o las cinco
Alfonso Arteseros, junto a Pardo Zancada y Núñez Encabo.
Alvarado:
“Tejero de loco
no tenía nada.
Al contrario”
Piñar: “Tejero,
al ver la realidad,
dio el golpe
psicológico”
de la mañana” sirvió para
exponer qué se iba a hacer y
quiénes lo iban a llevar a
cabo. Alvarado estaba al
tanto de todo, pero no confesó su participación hasta
que el delito había prescrito. La imagen que recuerda
de Tejero dista mucho de la
que tienen algunos: “De
loco no tenía nada. Era un
hombre con la cabeza en su
sitio”. ¿Y Armada? “Armada creyó que estaba haciendo un servicio a la Monarquía. Alentó todo en nombre del Rey”, sentencia.
l฀Manuel Núñez Encabo
(diputado del PSOE).
Todos recuerdan su nombre porque le llamaban
para votar cuando Tejero
interrumpió en el hemiciclo. La gente cree que inalmente no votó , “pero sí lo
hice”, recuerda; “de hecho,
voté dos veces”. Pasó miedo.
Habla de “continuas ame-
Aramburu Topete y Hernández de León, en el centro.
nazas de muerte”, como la
que lanzó Tejero ante la
posibilidad de que hubiese
un apagón de luz: “Si hay
cualquier roce, disparen”.
Hoy, agradece que la televisión estuviera presente porque “de no haber existido,
hoy se negaría que hubo
violencia”. 30 años después,
Núñez Encabo asegura que
“conocemos los hechos, los
protagonistas y que las
cosas no ocurren por casualidad” e insiste en que “el
Ejército no representa a los
ciudadanos. Como dice la
Constitución, la soberanía
reside en el pueblo a través
de sus representantes en
las urnas”. Eso fue lo que no
respetaron los militares
aquel 23 de febrero. Demostraron ser “personas sin
civilizar, en contra de los
principios básicos de la
democracia y usurpando la
voluntad de los ciudadanos”, concluye.
l฀Manuel Hernández de
León (fotógrafo de la
Agencia EFE). Reconoce
que pasó un “miedo terri-
ble”, pero tuvo suficiente
sangre fría para darle a un
guardia civil un carrete de
fotos vacío y guardarse el
bueno. Lo escondió bien
aprovechando una visita al
aseo, donde coincidió con
Adolfo Suárez. En una de
esas fotos que ha dado la
vuelta al mundo, Tejero
aparece mirando ijamente a su objetivo; lo reconoció al instante como la persona que 15 días antes
había estado en su casa
fotograiándole junto a sus
hijos. “Aquel día me insistió
Luis Aramburu
Topete (director general
de la Guardia Civil). Se
hizo cargo de las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del
Estado y pasó aquellas
horas en el hotel Palace,
donde estableció el puesto
de mando. Asegura que el
golpe les “explotó en la
mano” y todavía no entiende cómo es posible que el
Cesid no informase de lo
que estaba ocurriendo. “No
fueron condenados como
debían”, sentencia. No deja
pasar la oportunidad para
defender a la mayoría de los
guardias civiles que asaltaron el hemiciclo aquel día
porque “sólo 11 de los 276
que acudieron sabían a lo
que iban. El resto obedecía
una orden”. La toma de
decisiones fue complicada,
pero hoy sabemos que no se
equivocó. Recuerda, por
ejemplo, que “a las cuatro
de la mañana alguien propuso que los GEO entraran
en el Congreso. Menos mal
que el general Santamaría,
que estaba al frente de la
Policía, se unió a mi tesis de
que aquello era una barbaridad y no se hizo”. Recuerda también su encuentro
con Tejero en la Cámara
baja: “Llevaba la pistola en
la mano derecha, se la pasó
a la izquierda y me saludó”.
Aramburu intentó convencerle de que se entregase,
pero Tejero fue tajante en
su negativa: “Mi general,
primero le mato, y después
me pego un tiro”. Él cree
que el golpe no lo paró Tejero, sino que la clave fue
Milans: “Si en lugar de quedarse en Valencia hubiera
venido a Madrid, habría
sacado la Acorazada a la
calle y no hubiéramos podido hacer nada”.
l฀Blas Piñar (diputado de
Unión Nacional). Se mantuvo en el hemiciclo a pesar
de que Tejero le ofreció que
se marchara. “Soy un diputado y estaré aquí hasta el
inal de los acontecimientos”, le dijo poco antes de
que el golpista le enseñase
la lista de nombres de los
que formarían parte del
futuro Gobierno. Cree que
“lo importante y lo eicaz
no fue el golpe militar, sino
el golpe psicológico”. Y
explica: “Tejero, con la
intuición muy a la andaluza, al darse cuenta de la
realidad, dio el golpe psicológico impidiendo la entrada de Armada”. Una de las
imágenes que se le quedaron grabadas aquel día fue
el encuentro entre Tejero y
Fraga: “Usted, peor que
Carrillo”, le dijo el golpista
poniéndole la mano sobre
el hombro. Anécdotas aparte, Piñar asegura que, para
él, las consecuencias “fueron terribles”, pues el
Gobierno de la UCD “tenía
el propósito decidido de
achacarnos a nosotros
aquello”. Así se lo confirmaron dos detenidos –uno
de ellos, Juan García
Carrés–, quienes le contaron las presiones que sufrieron en los interrogatorios
en un intento de implicarle
en el asunto.
l฀Ricardo Pardo Zanca-
da (comandante de Infantería). Fue él –y no Tejero–
quien puso las condiciones
para abandonar el Congreso. Apareció allí aun
sabiendo que ya estaba
todo perdido. “Lo hice porque me pesaba en el alma
ver a Tejero y a sus guardias civiles que no recibían
nada de lo que, al parecer,
se les había dicho”. Aunque
reconoce que “aquello fue
un hecho muy duro en la
convivencia democrática”,
Pardo Zancada:
“El ‘elefante
blanco’ es
Armada”
Núñez Encabo:
“Hubo continuas
amenazas
de muerte”
asegura que nunca temió
por que pudiese haber sangre. “Un golpe en el que se
deja salir, por ejemplo, a las
mujeres embarazadas, ni
es una revolución ni es
nada. No hay revoluciones
sin sangre, aunque sea
doloroso decirlo”. Y añade:
“Hay situaciones en las
que surgen esas cosas
cuando la política no va
por donde debiera ir”. ¿Y
quién es el elefante blanco? “Para mí no es otro que
el general Armada. Él
organizó todo esto”.
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