poesía medieval

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POESIA POPULAR MEDIEVAL
Lírica tradicional (o Lírica primitiva popular)
Romancero
Toda la poesía popular medieval se caracteriza por ser anónima, transmitirse oralmente y por estar destinada al
canto (como letras de canciones) o a la recitación. Se supone que la poesía popular es tan antigua como la misma
Edad Media, primero en latín, y luego (a partir de los siglos X-XI, en las lenguas romances).
Esta poesía se cantaba siempre (acompañada o no de instrumentos). Las dos manifestaciones de la poesía popular
medieval, la lírica tradicional y el romancero, son conocidas actualmente porque los poetas cultos cortesanos del s.
XV se aficionaron a este tipo de poesía popular y recogieron (copiaron) en papel lo que solo eran cancioncillas
cantadas en la calle o en el campo. Muchos poemas de la lírica tradicional aparecieron en los Cancioneros y en los
Romanceros, libros que se escribían en las cortes (palacios). Y muchos poetas cultos del s. XV y posteriores
imitaron la lírica tradicional y los romances.
La lírica tradicional: poemas breves, repeticiones, estribillo, versos arte menor, métrica en asonante, etc. Junto a
poemas que se conservan enteros, en otros casos, solo conservamos el estribillo.
Se supone que estas cancioncillas se cantaban en todo tipo de situaciones (corrientes o especiales) de la vida
popular: nanas para dormir, canciones de juegos infantiles, villancicos navideños, canciones para las fiestas
patronales del pueblo, canciones de trabajo (mientas se lavaba y tendía, mientras se hacían las tareas del campo,
etc), canciones de bautizo y de boda, canciones de pedida (o sea, de novios), etc. etc.
En la Península Ibérica tenemos tres grandes manifestaciones de la lírica tradicional: las jarchas (escritas y
cantadas en mozárabe, lengua de los cristianos que vivían en territorio musulmán); las cantigas de amigo (en
gallego-portugués), y los villancicos (y zéjeles), escritas en castellano, y correspondientes a los reinos cristianos
medievales.
El tema fundamental de esta lírica es el amor, generalmente expresado por una mujer joven enamorada a alguien
de su confianza (amante, madre, hermanas, etc). Este tema aparece a veces ambientado en la naturaleza, en cuyo
caso, los elementos naturales adquieren significados simbólicos, por ejemplo, el jardín o huerto como lugar del
encuentro amoroso, el lavarse o bailar o coger flores -especialmente rosas- junto a una fuente o un árbol como la
unión sexual, el olvidarse de coger flores o perderse en medio del campo como pérdida de la inocencia o
virginidad.
Romancero: como se ha vista antes, el romancero es el conjunto de romances anónimos del s. XV. Los romances
más antiguos que se conocen son de finales del s. XIV. Este romancero ha sido denominado el ”romancero viejo”.
Después del XV, desde el s. XVI hasta nuestros días (Góngora, Quevedo, Lope de Vega, Duque de Rivas, Machado,
Lorca, etc), muchos poetas conocidos han seguido escribiendo romances que, en conjunto, formarían el llamado
“romancero nuevo”. Se puede decir sin lugar a dudas que es
Se supone que los romances provienen de los cantares de gesta medievales, o sea, que son poemas narrativos (que
cuentan historias) y que tienen un origen épico. Pero a partir de este origen, los romances, aunque mantienen casi
siempre su carácter narrativo, se enriquecen con muchos otros temas.
Según sean sus temas, los romances pueden dividirse en
Narrativos (que cuentan historias o episodios guerreros de héroes medievales)
. Épicos (basados en las mismas historias que cuentan los cantares de gesta, por ejemplo, las aventuras del Cid)
. Históricos (basados en hechos reales de la historia medieval castellana, por ejemplo, los romances del rey Don
Pedro el Cruel)
. Novelescos (basados en hechos inventados o legendarios, por ejemplo, el romance de El conde Arnaldos)
Líricos (tienen base narrativa pero se centran en la expresión de sentimientos, por ejemplo, el romance del
prisionero)
Hay romances fronterizos (luchas de cristianos y musulmanes en la época de la reconquista) y carolingios
(derivados de la épica francesa, por ejemplo los de Roldán y Doña Alda) que unas veces se aproximan a los
históricos y otras a los novelescos.
El estilo de los romances es propio de textos para ser cantados: son frecuentes las repeticiones (anáforas,
paralelismos, incluso estribillos) y el diálogo en estilo directo.
POESÍA CULTA MEDIEVAL
De la nobleza
. Etapa guerrera (Alta Edad Media, siglos XII-XIII. Centro de difusión: los castillos): Mester de juglaría y
Cantares de gesta
. Etapa cortesana (Baja Edad Media XV. Centro de difusión: los palacios o cortes): la poesía cortesana
cancioneril
De la Iglesia (Alta y Baja Edad Media, siglos XIII-XIV. Centros de difusión: los monasterios y las universidades):
Mester de clerecía
1. El MESTER DE JUGLARÍA y LOS CANTARES DE GESTA. S. XII-XIII.
Mester de juglaría significa oficio de juglares. Los juglares difundían (cantando y recitando) los cantares de gesta
por pueblos, ciudades y castillos. Aunque no se descarta que los juglares escribieran o retocaran los cantares de
gesta que escribían, no es probable que fueran sus autores, sino, básicamente, los transmisores.
Los cantares de gesta eran largos poemas narrativos que contaban hazañas guerreras protagonizadas por héroes
históricos y legendarios de los reinos medievales europeos. Los hay escritos en latín y en lenguas románicas. Hay
una larga tradición de poesía épica medieval (de cantares de gesta) en toda la literatura europea medieval. Ej en
Francia El Cantar de Roldán; en Alemania El Cantar de los Nibelungos; en Inglaterra, el Beowulf, etc). Según parece
eran obras demandadas por la propia nobleza para exaltar las virtudes de los caballeros guerreros y para recordar
los orígenes (la formación) de los reinos medievales. Con motivos de las fiestas del reino o antes de batallas o
guerras, o como conmemoración de la fama de antiguos héroes, los nobles medievales se reunían y reclamaban la
presencia de juglares para que recitaran y cantaran ante ellos fragmentos más o menos largos de los cantares de
gesta.
Los cantares de gesta (por su tamaño –miles de versos– y por su dificultad métrica y técnica) son con seguridad
obra de autores cultos, muy probablemente de clérigos, aunque no se descartan hombres cultos (que supieran leer
y escribir y que tuvieran cierta cultura) de las ciudades de la época (jueces, escribientes, etc).
EL CANTAR DE MÍO CID
Único cantar de gesta completo conservado en español. Tiene más de 3.700 versos. Se calcula que fue escrito a
finales del XII, principios del XIII. De autor anónimo. El texto que se conserva es una copia a mano (del s. XIV) de
otra copia a mano (del XIII) escrita (o sea, copiada) por un tal Per Abbat, que puede significar Pedro el Abad.
El argumento gira en torno a las hazañas del gran guerrero medieval castellano, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid
Campeador (que vivió en la segunda mitad del s. XII). Recoge hechos reales de su vida (el destierro del rey, la toma
de Valencia, etc) aunque los altera mucho, y los mezcla con hechos inventados y legendarios. Como es sabido, el
autor dividió la historia en tres partes: el cantar del destierro, el de bodas, y el de la afrenta de Corpes.
Todo el argumento del Cantar de Mío Cid responde a un propósito de propaganda y exaltación del origen del reino
de Castilla (o sea, de la nobleza castellana) frente a otros reinos cristianos (León, Navarra y Aragón). Recordemos
que la nobleza de Castilla se separa de la leonesa en el s. X (mediante el condado fundado por Fernán González) y
enseguida empieza a crecer militar y territorialmente más que el de León. El Cid es un noble guerrero de condición
inferior (un infanzón o hidalgo), vasallo del reino de Castilla y de su rey Sancho II. Pero este rey –dice la leyenda–
muere asesinado a manos de un traidor pagado por el rey de León, Alfonso VI, hermano de Sancho II, que entonces
se convierte en rey de los dos reinos, Castilla y León. La historia de el Cantar de Mío Cid no cuenta estos hechos,
pero sí subraya y enfatiza una y otra vez la grandeza de la nobleza castellana (personificada en el Cid y sus
guerreros) frente a la maldad de la leonesa.
El Cid es un guerrero valeroso, cristiano ejemplar, vasallo fiel y padre ejemplar, pero el trono al que él sirve ha
caído en manos de los leoneses, de modo que la vida del Cid se verá gravemente perjudicada por unos nobles que
lo desprecian debido a su origen castellano. De hecho, el rey Alfonso VI, leonés de origen, lo destierra porque se
deja guiar por las falsas acusaciones de los vasallos leoneses; y posteriormente, el mismo rey obliga al Cid a casar a
sus dos hijas con los infantes de Carrión, que también son nobles leoneses. Los dos hechos traen la deshonra del
Cid, pero de los dos hechos se recupera, se rehace con éxito, siguiendo siempre la misma norma de conducta
(hacer la guerra al musulmán, confiar en Dios, ser fiel vasallo del rey y proteger a su familia). Esa norma de
conducta representaría los valores profundos de la nobleza castellana, frente a la cobardía, la codicia, la vileza y la
traición de la leonesa. El Cantar termina precisamente en el momento en que el rey Alfonso VI admite
públicamente ante su corte que el Cid es su mejor vasallo, es decir, en el momento en que Alfonso VI reconoce que
los valores castellanos son superiores a los leoneses.
Por todo ello, se puede decir que el gran tema de esta obra es la doble recuperación de la honra por parte del Cid,
tanto de la honra pública (al haber sido desterrado de la corte) como de la honra privada (causada por la ofensa
que sufren sus hijas a manos de su maridos).
Si nos fijamos en la forma en que está escrito esta obra (su técnica y estilo), habría que destacar:
- la métrica irregular (versos de arte mayor con número irregular de versos, con hemistiquio, con rima
asonante y que se agrupan en tiradas monorrimas)
- relevancia del estilo directo (diálogo)
- el uso de fórmulas épicas (expresiones fijas que repiten a lo largo de la obra), de dos tipos:
. fórmulas conativas del juglar (llamando la atención del espectador). Ejs “Oíd lo que dijo”; “Bien
oiréis lo que dirá”…
. epítetos épicos (expresiones para elogiar al héroe): “el que en buen hora ciñó espada”; “el que en
buen hora nació”, “el de la barba vellida”…
2. El MESTER DE CLERECÍA: Berceo (s. XIII) y el Arcipreste de Hita (s. XIV).
Mester de clerecía significa oficio de los clérigos. Los clérigos son las personas más cultas de la Edad Media. No
solo saben leer y escribir (incluso tienen conocimientos de latín) sino que representan el saber y la cultura más
elevada y prestigiosa de la Edad Media, la religiosa, la que se inspira en La Biblia. Las obras del Mester de clerecía
surgen en todas lenguas vulgares de Europa para demostrar que la literatura religiosa, la de la Iglesia, es la
auténtica y verdadera, sin comparación posible con otras formas culturales y literarias menores como las de la
nobleza (la guerrera y la cortesana).
El Mester de clerecía son poemas narrativos, sobre todo, de temática religiosa (vidas de santos, milagros, etc).
Tienen finalidad moralizadora, y su carácter culto se ve en dos rasgos:
- las alusiones constantes a textos escritos cultos (evidentemente en latín) en los que se inspiran
(alusiones que demuestran que son autores cultos, con estudios)
- la estrofa con que escriben: la cuaderna vía, que es una estrofa regular, de versos alejandrinos (14
sílabas), y rima consonante (AAAA), con dos hemistiquios perfectos (de 7 sílabas) separados por una
cesura (o pausa de entonación). Una estrofa que quiere distinguirse claramente del verso irregular
juglaresco.
Las narraciones del Mester de clerecía pretendían mejorar la formación religiosa de los clérigos (monjes, curas,
novicios) y sus libros estaban pensados para ser leídos individualmente o para difundirse en los sermones de
misa. Aparte de algunos libros anónimos, Berceo y el Arcipreste de Hita son los dos autores fundamentales del
Mester de Clerecía en castellano.
BERCEO. Siglo XIII. Aunque escribió muchas otras, su obra más conocida es los Milagros de Nuestra Señora. A
través de una introducción alegórica y 25 historias milagrosas, Berceo exalta la devoción a la Virgen María (cuyo
culto era reciente en la Iglesia). La Virgen aparece como un ser misericordioso que ayuda a los pecadores siempre
que estos sean fieles devotos de ella. Una veces pide a Dios, su hijo, la salvación para el pecador y otras se enfrenta
al demonio que quiere llevarse el alma del pecador al infierno. Al final, recuerda al creyente el poder de la Virgen
y la necesidad de que cualquier cristiano le sea fiel.
ARCIPRESTE DE HITA. Siglo XIV. Es el autor del Libro de Buen Amor. Esta obra es una colección heterogénea de
diversos materiales cuyo hilo conductor es la autobiografía ficticia de un clérigo que se llama a sí mismo Juan Ruiz,
con el cargo de arcipreste (cura) del pueblo de Hita. El hilo conductor del libro son las aventuras amorosas del
personaje, casi siempre fallidas, pero junto a estas aventuras aparecen muchos otros elementos literarios, de
carácter culto (oraciones, explicaciones doctrinales, ejemplos, poemas alegóricos) y carácter popular (serranillas,
cantares de ciego, etc), igual que junto al uso de la cuaderna vía, aparecen otras muchas formas métrica cultas y
populares. El Libro de Buen Amor es una obra propia de un autor muy culto, quizá de formación universitaria, y
por lo tanto, urbana, un autor que no solo conoce la literatura religiosa sino que conoce bien la literatura de la
época.
3. POESÍA CULTA CORTESANA (Poesía cancioneril). S. XV.
Es la que escribe la propia nobleza en las cortes o palacios de finales de la Edad Media, durante el s. XV. Se trata de
una poesía escrita por nobles poetas o por poetas que son sirvientes de los nobles. Se llamaban a sí mismos
trovadores, y (a diferencia de los juglares antiguos, que solo cantaban la poesía) escribían y recitaban sus obras.
Casi todos los poemas cortesanos se reunían en cancioneros, que eran libros donde diversos poetas daban a
conocer sus poesías dentro del ambiente de las cortes (de ahí el nombre de poesía cancioneril). Los poetas
cortesanos también se interesaron mucho por la poesía popular: no solo la recogieron en cancioneros y
romanceros sino que la imitaron y la recrearon.
Hay tres temas fundamentales en la poesía cortesana del s. XV: el amor, la moral y la religión. El más destacado es
sin duda el amor. El amor se puede considerar una invención cortesana pues son estos poetas los primeros que lo
presentan como una fuerza incontenible (del alma y del cuerpo, es decir, de los sentimientos y de la atracción
física). Para los poetas cortesanos el amor exige la entrega absoluta del amado a la amada, y aceptar el sufrimiento
si no es correspondido. Amar según el nuevo “código del amor cortés” es una forma de perfeccionamiento
espiritual, y sirve para que el resto de la corte vea en ese noble poeta y noble enamorado a alguien superior,
alguien con un mérito especial.
El lenguaje de los poemas amorosos se convierte en un juego de ideas y palabras muy rebuscado, en el que se
mezclan sentimientos y pensamientos contradictorios (la felicidad y el dolor, la presencia y la ausencia, la vida y la
muerte, la cercanía y la distancia, etc).
Los tres poetas cortesanos más importantes de la poesía española del s. XV son Juan de Mena, el Marqués de
Santillana y Jorge Manrique.
JORGE MANRIQUE: Coplas a la muerte del padre. S. XV.
Las Coplas… son un planto medieval, o sea, un poema en 40 estrofas (coplas de pie quebrado) que expresa el dolor
por la pérdida de alguien o algo querido. Desde el siglo XVI, a este tipo de poema se le llama elegía. Más que
expresar dolor por la muerte de su padre, J. Manrique lo que pretende es hacerle un homenaje, dejar constancia
del personaje que fue, de sus valores de gran caballero de la nobleza medieval. Dentro de los tres temas de la
poesía cortesana, este es un poema moral y religioso.
La mayor parte de la obra de Jorge Manrique es poesía amorosa cortesana, sin embargo, en este poema cambia
completamente de estilo, métrica y temas. Las Coplas están dedicadas a exaltar la figura de Rodrigo Manrique, y su
hijo se da cuenta perfectamente de que su padre no fue un noble cortesano propiamente dicho. Le tocó vivir una
época nueva de la nobleza, la época de los palacios o cortes, pero siguió pensando y actuando como la vieja
nobleza guerrera y feudal. En las cortes la política es más importante que la guerra; el dinero y el lujo, más que el
poder militar y los feudos; una cultura más refinada y moderna ha triunfado (las modas del vestir, de las fiestas y
los bailes, de la decoración, de los trovadores y sus poemas como juegos de amor, de los torneos caballerescos,
etc) y los viejos valores que hicieron grande a la nobleza castellana, esos, se están perdiendo y olvidando. J.
Manrique escribe sus Coplas para condenar los nuevos tiempos y para alabar y recordar los viejos valores que
deben guiar a la nobleza. En las Coplas J. Manrique habla como un cura predicador, que condena menosprecia la
vida y el mundo, ataca la falsedad y relajación de las costumbres de la época, y que pone a su propio padre como
ejemplo de conducta virtuosa para la nobleza.
Esto explica el cambio de métrica y estilo: la copla de pie quebrado o “manriqueña” (8a 8b 4c 8a 8b 4c 8d 8e 8f 8d
8e 8f, rima consonante) era una estrofa culta cortesana muy utilizada para poemas amorosos y alegóricos, poemas
de lenguaje rebuscado y artificioso. Sin embargo, el lenguaje que emplea J. Manrique en sus coplas es sencillo y
natural, pero lleno de sentencias moralizadoras (frases cortas que resumen verdades generales sobre la vida
humana): “a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor”; “pues que todo ha de pasar por tal manera”;
“todo se torna graveza cuando llega el arrabal de senectud”
Y también esto explica el cambio de temas, porque para J. Manrique los valores auténticos de la nobleza se
resumen en tres: la fe cristiana (primero y principalísimo), la guerra y la fama (el recuerdo ejemplar del personaje
en las épocas futuras). Ante el momento de la muerte el buen cristiano es aquel que despreciando la vida y los
bienes materiales, se ampara en Dios. Todo lo que persigue el ser humano (por ejemplo, el poder y la juventud)
desaparece enseguida porque la muerte se lo lleva todo sin hacer distinciones. La muerte se ha llevado
precisamente a todos los nobles de la época del padre que creyeron ser invencibles, se ha llevado a reyes, a
trovadores, fiestas, lujos, amoríos, músicas, etc… (aquí surge el tópico literario del ubi sunt?). Lo único auténtico
que queda son los valores con los que vivió don Rodrigo Manrique: una fe inquebrantable en Dios; el oficio de la
guerra (contra los infieles) como servidor fiel del rey; y la fama o recuerdo del personaje para las generaciones
futuras como modelo de conducta.
PROSA MEDIEVAL
Prosa cortesana
. No literaria
Textos legales, de diversión, científicos, históricos, etc
. Literaria
La etapa de los cuentos (s. XIII-XV). De Alfonso X a Don Juan Manuel.
La etapa de las novelas (s. XV-XVI)
Prosa religiosa
1. CUENTOS Y NOVELAS
La prosa en castellano es mucho más tardía que la poesía pues aparece a finales del XII en las cortes, con la
finalidad de educar a la nobleza cortesana que, en su gran mayoría, desconocía el latín. Los documentos oficiales
de las cortes seguían escribiéndose en latín, pero los libros que leían los nobles se escriben ya en castellano.
También los dominicos (orden religiosa) utilizaban cuentecillos en prosa (“ejemplos”) para sus predicaciones en
la calle. La conclusión es que toda la prosa medieval es culta, y casi toda ella de carácter cortesano.
El reinado fundamental en que se impone definitivamente el castellano como lengua de la corte de Castilla es el de
Alfonso X el Sabio (s. XIII). Este rey mandó escribir en castellano obras históricas, “científicas”, legales, de
diversión, de urbanidad, etc. Pero además también mandó traducir una colección de cuentos orientales (hindúes,
luego traducidos al árabe) llamada Calila e Dimna. La intención era utilizar estos libros como manuales educativos
para los niños y jóvenes de la nobleza.
Las colecciones de cuentos orientales (cuyas traducciones abundaron hasta el siglo XV) presentan ciertos rasgos
comunes:
- muchas veces los personajes son animales (o sea, son fábulas)
- las historias de los cuentos son respuestas a la pregunta de alguien
- los cuentos tienen una moraleja final
- los cuentos aparecen metidos (enmarcados) dentro de otro cuento o historia.
DON JUAN MANUEL. El libro del conde Lucanor.
Sobrino de Alfonso X, D. Juan Manuel también escribió diversas obras en prosa (todas ellas de su puño y letra, ya
no eran traducciones) con una intención similar a la del rey: mejorar la educación de la nobleza cortesana. De
entre todas ellas, su libro más conocido es El libro del conde Lucanor.
Este libro tiene 5 partes, pero solo es la primera la que recoge los cuentos protagonizados por el conde Lucanor y
su criado y consejero, Patronio. En conjunto, el libro pretende ser una guía para la buena administración de los
feudos, es decir, un libro de consejos acerca de cómo deben los nobles gestionar correctamente sus tierras.
La primera parte consta de 51 cuentos que el autor denomina “ejemplos” siguiendo la denominación habitual en la
época. Casi todos los cuentos del libro son recreaciones literarias de cuentos y fábulas orientales, pero Juan
Manuel ya no traduce, sino que reescribe los cuentos con un estilo propio. La estructura de los cuentos sigue la
organización encuadrada y la técnica pregunta-respuesta, de forma que al problema del conde Lucanor contesta
Patronio con un ejemplo de cómo debe actuar. Lucanor aplica con éxito la enseñanza, y entonces aparece de nuevo
Don Juan Manuel, como personaje en 3ª persona, que resume la lección moral mediante un pareado.
LAS NOVELAS MEDIEVALES: s. XV y XVI.
Las novelas medievales comienzan a escribirse en las cortes desde mediados del s. XIV pero triunfan plenamente
en el s. XV. Es un fenómeno general europeo: las colecciones de cuentos siguen siendo libros importantes, pero
aparece la narración larga, la novela, que en la época no era llamada novela sino “tratado”, “historia”, “libro”,
“sergas”, etc, y cuyos temas serán el sufrimiento amoroso (la novela sentimental) y las aventuras caballerescas (la
novela de caballerías), es decir, los dos grandes “ideales” de la cultura y la literatura cortesanas del s. XV.
Las novelas medievales, que eran escritas para ser leídas dentro de la corte como entretenimiento, ofrecen
siempre una historia ficticia e idealizadora de la vida nobiliaria. Estas ficciones idealizadoras trataban los dos
grandes “códigos” literarios que había creado la propia nobleza: el código del amor y el código caballeresco. Todo
el mundo sabía que el amor cortés y la figura del caballero andante eran dos invenciones literarias, que no eran
personajes ni experiencias reales, que no ocurrían en el mundo real. Sin embargo, las figuras del amante y del
caballero representaban valores muy apreciados por la nobleza cortesana, especialmente, el valor del esfuerzo
individual para superar pruebas difíciles (ante la amada o los enemigos) y conseguir así el reconocimiento, el
mérito, ante el resto de la corte.
Las novelas de caballería y sentimentales traspasaron el mundo de los palacios de la nobleza y se convirtieron en
libros muy populares, muy demandados por toda clase de público, en especial la novela caballaresca.
La novela caballeresca en español más importante del s. XV fue el Amadís de Gaula (novela anónima que ya se
conocía a mediados del s. XIV, pero cuya versión definitiva fue escrita por Rodríguez de Montalvo a finales del XV).
Está inspirada lejanamente en la leyenda del Rey Arturo (leyenda literaria francesa). Amadís es un caballero
andante heroico, fiel a su dama, y defensor de la justicia y los oprimidos, que tiene que realizar un largo viaje (para
casarse) en el que se enfrenta a pruebas y seres tanto reales como sobrenaturales. Los valores clásicos de la
nobleza guerrera (valentía y religiosidad) aparecen absolutamente idealizados, de forma que en esta novela
Amadís ya no lucha contra los musulmanes ni se encomienda al Señor por si muere, sino que lucha contra seres
fantásticos como si fuera un héroe invencible, que el lector sabe que no puede morir, y para el que es tan
importante su amada (a quien siempre se encomienda) como Dios. El caballero andante ya no lucha para
arrebatarles tierras a los infieles y agrandar los reinos cristianos, sino para socorrer a los necesitados y débiles,
para hacer el bien, en general, en un mundo dominado por las fuerzas del mal.
La novela sentimental más importante del s. XV fue la Cárcel de amor de Diego de San Pedro. En ella se analizan las
emociones (dolorosas) de un varón joven enamorado de una mujer que lo desdeña. El desenlace es trágico
(muerte del amante). Hay en la novela una intención moralizante, como un aviso a los jóvenes que se atreven a
vivir plenamente los peligros del amor, pero también hay una exaltación de la valentía del amante que es capaz de
morir sin renunciar a ese sentimiento aun a sabiendas de que la dama nunca le corresponderá.
Estos dos tipos de novelas son la base de otras muchas que aparecerán a lo largo de los siglos XV y XVI. Por
ejemplo:
- La novela pastoril. Los siete libros de Diana, de Jorge de Montemayor, que es una novela sentimental
protagonizada por pastores idealizados (en realidad son nobles).
- La novela morisca. El Abencerraje y la hermosa Jarifa. Anónima, que entremezcla lo sentimental y lo
caballeresco, ambientado en el mundo fronterizo de musulmanes y cristianos.
Posteriormente aparecerá la novela bizantina, que es una novela de base sentimental (dos jóvenes enamorados,
solo que castos y muy religiosos) que han de separarse por razones excepcionales y tras un sinfín de aventuras
(una especie de peregrinación dramática en que se pierden en islas, sufren tormentas, son atacados por piratas,
viven cautiverios, etc etc) acaban por unirse de nuevo, y al fin, casarse felices. El mensaje moral de la novela
bizantina es exaltar la fortaleza de espíritu que da a los amantes la fe religiosa.
LA CELESTINA. Fernando de Rojas. S. XV.
Fernando de Rojas reconoce en el prólogo de la obra que él se encontró escrito y anónimo el primer acto, y que
decidió terminarla hasta llegar a los 21 actos con que se conoce ahora. Las primeras ediciones (hacia 1501)
presentaban 16 actos, pero parece que el éxito fulminante de la obra hizo que Rojas la ampliara hasta llegar a los
21 actos (tal como aparece en la edición 1507).
Se trata de la gran obra que cierra la Edad Media literaria en nuestra lengua. La Celestina, como género literario, es
un diálogo medieval en prosa (en la época llamados “comedia humanística”), un tipo de texto que se escribía para
ser leído (un lector a varios oyentes). Es ya un tipo de obra literaria claramente urbana, publicada fuera del
mundo nobiliario y eclesiástico, pero es evidente que está escrita por un autor muy culto (Fernando de Rojas), sin
duda, con estudios universitarios y con un conocimiento profundo de la literatura de su época.
La comedia humanística está basada exclusivamente en el diálogo, parecido al teatral, pero sin acotaciones. Toda
la acción y todas las indicaciones de tiempo y espacio hay que deducirlas de lo que dicen los personajes. Dentro
del diálogo, es clave el uso del lenguaje en cada personaje (formal e informal, culto o coloquial), uso que se adapta
siempre a tres factores:
- el nivel sociocultural del personaje (si son ricos o pobres, cultos o incultos, nobles o criados, etc)
- el tema tratado (si hablan del amor, la fe, la libertad, la vida eterna, por ejemplo, usarán un lenguaje culto
y cuidado; si hablan del cliente de una prostituta, de lo que hacer de comer; de los oficios de Celestina,
hablarán de forma coloquial, incluso con palabras malsonantes)
- la situación comunicativa (según lo que el personaje pretender conseguir al hablar con el otro personaje:
si Celestina habla con Melibea hablará muy formalmente, igual si Sempronio se dirige a su señor; pero si
Celestina habla con los criados o con Areúsa y Elicia, lo hará coloquialmente)
El castellano culto de esta obra sería una mezcla del castellano culto que encontramos en la poesía cortesana
amorosa, y en la prosa de los cronistas e historiadores cortesanos, todo del s. XV.
En cuanto al argumento y la intención literaria que perseguía Fernando de Rojas al escribir la obra, el libro tiene
una evidente finalidad moralizadora que el propio autor explicita en varios momentos de la obra: avisar o advertir
a los jóvenes y familias de que no se dejen llevar por la moda del amor, presentándoles, como ejemplo, la historia
trágica de dos jóvenes (Calisto y Melibea) que se ven envueltos en este sentimiento. El punto de vista del autor es
radicalmente cristiano, de forma que Rojas rechaza por pecaminoso el amor, es decir, esa moda poética que nace
en los palacios de la nobleza, pero que se ha convertido en una manera de vivir entre mucha juventud de las
ciudades. El amor (como la suma de sentimiento y pasión sexual) es un engaño y pecado para la juventud, la cual,
al seguirlo, abandona el único mandato divino, que es el matrimonio. La consecuencia de caer en este pecado es el
desorden del mundo, que todo lo que rodea a los amantes se impregna de maldad: los sirvientes ya no son fieles a
sus amos (solo al dinero y al disfrute sexual); los jóvenes se ponen en manos de un ser diabólico como Celestina
(que incluso hace un conjuro dedicado a Satanás); los padres de Melibea son tan ingenuos que olvidan sus
obligaciones educativas; la forma de pensar y sentir de Calisto y Melibea se tuerce y perturba por completo,
cayendo en la herejía y el pecado mortal (Calisto dice que su Dios es Melibea y que contemplarla lo convierte en un
santo como los que están en el cielo). Esa perturbación pecaminosa de los sentimiento es lo que en la obra se
denomina la locura amorosa.
Lo que ocurre es que Rojas es un magnífico observador del mundo que lo rodea y al ofrecer el ejemplo concreto de
la historia de Calisto y Melibea hace una descripción muy realista de cómo eran las sociedades urbanas de la época
y de cómo pensaba la gente que vivía en ellas. Fernando de Rojas quiere dar una visión desengañada y pesimista
del mundo en que vive, pero, en realidad, le sale una pintura muy realista y detallada de ese mundo social.
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