Abstract: De la abundante literatura que existe entre el déficit fiscal e

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Abstract: De la abundante literatura que existe entre el déficit fiscal e inflación para la
Argentina, se concluye que la principal fuente de financiamiento utilizada por los
diversos gobiernos ha sido el señoreaje. El atractivo del período de diciembre 1983 a
diciembre de 1993 se encuentra en las conductas tan diferentes por parte de los
gobiernos radical y peronista.
Durante la administración radical –12/1983 a 07/1989-, el déficit fiscal (sin la
inclusión del déficit del Banco Central) se ha mantenido en niveles bien superiores al
4% del producto, alcanzando el 11% durante 1989. La inflación, a su vez, ha mostrado
una evolución paralela superando el 4200%. Para la administración peronista se
estudian los primeros cuatro años y medio (07/1989 a 12/1993). En este lapso de
tiempo, presenta superávit hacia el año 1993 y una tasa de inflación del 11%.
El Plan Austral, primer intento estabilizador del gobierno radical lanzado meses
antes de las elecciones legislativas de 1985, es un punto de quiebre para estas dos
variables. Sin embargo se presentará como el patrón de conducta de las autoridades
económicas. A pesar que la causa principal del proceso inflacionario fue el déficit del
sector públic, los diferentes equipos económicos del Presidente Alfonsín se apoyaron en
políticas heterodoxas para tratar de eliminar la inercia inflacionaria, pero no atacaron la
causa principal hasta que ya era demasiado tarde...
Estas políticas se centran en el congelamiento de precios, salarios y tipo de
cambio como intento para frenar las expectativas inflacionarias de los privados. Aunque
siempre existió la conciencia de la necesidad de eliminar los desequilibrios fiscales
permanentes, se implementaron políticas fiscales de carácter temporario.
Consecuentemente, no se eliminaba el déficit del gobierno sobre bases permanentes y
las políticas emprendidas perdían su efectividad. De esta forma transcurrió la
administración radical: frente a cada aceleración inflacionaria se instrumentaban las
mismas políticas económicas pero no se atacaba el problema de raíz. Sin duda, parte de
las causas de tal conducta debe ser analizada por la ciencia política. Lo que sí se puede
afirmar, es que el equipo económico no tuvo la firmeza necesaria para anteponerse a las
presiones de los más diversos sectores políticos.
Por su parte, los agentes privados acostumbrados a vivir en un ambiente con
inflaciones crónicas muy variables fueron desarrollando diferentes instrumentos
financieros para eludir el impuesto inflacionario. Frente al aumento de la inflación,
sabían cual sería la respuesta más probable por parte del gobierno, por lo tanto se
anticipaban produciendo cambios en sus portafolios de activos financieros. En 1988, el
gobierno no contaba ni con la credibilidad ni con el consenso político necesarios como
para encarar una transformación radical del sector público. Por lo tanto recurrió una vez
más a tratar de frenar la inflación hasta después de las elecciones.
Las primeras elecciones democráticas generaban de por sí suficiente
incertidumbre. A ello debe sumarse la incertidumbre propia del candidato con mayores
posibilidades. Todos estos ingredientes (adaptación financiera altamente desarrollada,
un gobierno que no había podido transformar el sector público, incertidumbre sobre la
política económica del candidato peronista) hicieron que los agentes privados
sustituyeran todos sus activos financieros domésticos por extranjeros de golpe,
generando la hipeinflación de 1989.
Durante la hiperinflación, el número de mercados con los cuales se
transaccionaba en moneda extranjera aumentó. A medida que crecían los precios, se
volvía más conveniente utilizar moneda extranjera (no sufre la incidencia del impuesto
inflacionario) para bienes cada vez más baratos. Esto quiere decir que se demandaba
menos moneda doméstica. La consecuencia para el gobierno era obtener un monto
menor de señoreaje y por lo tanto una menor capacidad de financiamiento del déficit.
La demanda de slados relaes depende del costo de oportunidad de mantener
dinero y del nivel del ingreso. Para testear la hipótesis central, se ha estimado una
demanda de dinero, del tipo Cagan (1956) para todo el período, con el objetivo de
evaluar la existencia de un quiebre estructural. Si se verifica tal quiebre, se puede inferir
una caída en la demanda de saldos reales por parte de los particulares y por ende una
caída en la restricción presupuestaria del gobierno. Las variables utilizadas para tal fin
fueron la cantidad de dinero en poder de los particulares (M1), la tasa de inflación y el
producto nacional. En Argentina, al referirse a moneda extranjera para transacciones se
piensa en dólares. Sin embargo, no se ha incorporado esta variable por dos motivos.
Primero, estimar el stock de dólares para transacciones es sumamente difícil puesto que
no hay un registro en el Banco Central (se podrían tomar los dólares fuera de Estados
Unidos, a partir de la información de la Reserva Federal, pero aún así habría que
desglosarlo por destino). Segundo, y principal, el gobierno obtiene el señoreaje
(ingresos por el hecho de emitir dinero) y el impuesto inflacionario de los saldos reales
domésticos.
La metodología econométrica utilizada fue la cointegración, la cual parte del
supuesto que aunque dos series crezcan en el tiempo, si están relacionadas por alguna
razón económica, en el largo plazo no se alejarán una de otra. Esto no quiere decir que
mantienen una relación de equilibrio. La ventaja de este método es eliminar los
problemas comunes al trabajar con variables con tendencia. Al trabajar con las variables
en niveles (como fuera postulado por la especificación teórica), se deducen las
elasticidades dierctamente de los parámetros estimados. Para lograr la cointegración
entre las variables se incorporó una tendencia que resume el desarrollo de la innovación
financiera (cajeros automáticos, aumento del número de sucursales, etc).
Luego se realizó el test sobre el quiebre estructural (caída en la demanda de
dinero de los particulares). Se determinó que tal fenómeno debió haber ocurrido entre
diciembre de 1989 y febrero de 1990, puesto que es el período donde se produce el
aumento más importante en la sustitución de dinero doméstico (para transacciones y
para ahorro). Como se verificó la existencia de tal fenómeno, se concluye que la
demanda cayó en este período.
Del trabajo se pueden deducir dos conclusiones importantes. Durante el período
radical, la falta de apoyo por parte del poder ejecutivo, en numerosas oportunidades, las
disidencias crecientes sobre las políticas económicas a emprender dentro del mismo
partido y la embestida de presiones políticas de los más diversos sectores, marcaron una
autoridad económica que se acomodaba a la situación fiscal sin poder tomar la iniciativa
que requería la reforma estructural del sector público. Segundo, la existencia de
sustitución de moneda, al permitir el aumento del número de mercados en los que se
utilizaban dólares, produjo la caída en la demanda de dinero local y por lo tanto del
monto recaudado de señoreaje. Consecuentemente, la conducta observada por el
gobierno peronista se debió en principio a una restricción impuesta por los agentes
privados.
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