LA EUTANASIA Conferencia pronunciada en la Universidad de Navarra (1986) Dr. Juan Janáriz Roldán Director de la Policlínica Tibidabo. Jefe de Sección de Oncología del Hospital de la Cruz Roja Hospitalet de Llobregat. Barcelona. Quiero ante todo agradecer a la Directora del Curso la invitación a participar en este Curso de Ética para enfermeras, que me da ocasión de tratar el terna de la Eutanasia bajo un enfoque médico deontológico, sin influencias de factores de opinión social, casuísticos o periodísticos. Estos factores no hacen más que desfigurar la verdadera profundidad del problema, en favor de un superficial sensacionalismo. La Eutanasia suele tratarse más bien como tema polémico, como tema de debate en los medios de comunicación con la consiguiente superficialidad y apasionamiento provocados par la proximidad de algún caso médico del que se hacen eco los periódicos y la televisión. Existe una cierta expectación social sobre la Eutanasia, considerándose como cuestión no resuelta, pendiente de legislar, tema tabú al que ha llegado el momento de desvelar. Los temas de Eutanasia, muerte digna, testamento biológico, calidad de muerte, despiertan gran interés en la sociedad y aparecen con frecuencia en los medios de comunicación. Ante la muerte de una persona famosa, se analiza el comportamiento médico y se valora si ha tenido o no una muerte digna. A esta situación contribuyen los trabajos de algunas sociedades nacionales e internacionales que en parte con ánimo altruista de ahorrar sufrimiento al enfermo moribundo, no esconden, sin embargo su objetivo de despenalización de la Eutanasia como colaboración al suicidio. Por otra parte, “ los massmedia, bajo el señuelo de sondear la opinión pública para así poder informar, acaban por crear la opinión pública que dicen proponerse auscultar; es decir acaban por imponer sus personales opiniones. Primero se hace una encuesta nada dicen de cómo se ha diseñado-, luego se recogen los resultados y se divulgan en el informativo -etapa de sensibilización del gran público-, y por fin, se capitaliza -una vez que la gente comenta aquella información- el resultado de la sensibilización esperada En definitiva lo periodístico de la Eutanasia se hace coincidir con lo infrecuente y lo extraordinario1. No me extrañaría en este sentido la aparición de una gran encuesta que recapitalizara esta sensibilización con el ánimo de apoyar la aceptación de la Eutanasia en el ámbito jurídico. Cabe pensar para un futuro próximo una fuerte presión psicológica sobre el personal sanitario que es quien en definitiva se ocupa del cuidado de los enfermos moribundos, y a quien va dirigida la solicitud más o menos encubierta de provocar la llamada “ muerte por piedad” . 1 A.M. POLAINO-LORENTE. “ Eutanasia y actitudes sociales” . Revista Persona y Derecho. Nº 7, 1980, pág. 319. Se habla de muerte digna como sinónimo de muerte sin sufrimiento, de muerte rápida, sin agonía. Se la considera como un derecho al que deben colaborar especialmente los médicos y enfermeras haciéndolo efectivo. Se reclama un cierto perfeccionamiento técnico para provocar la muerte. Se pide colaboración al homicidio o al suicidio, exigiendo al personal sanitario que se desprenda de sus presupuestos éticos personales. Se pretende incluso que sea la administración, los tribunales o las formulaciones legales quienes obliguen a los médicos a realizar la Eutanasia, con la consiguiente derogación de la condena de la Eutanasia que hacen en todo el mundo los Códigos Deontológico de la actuación médica. Valga decir, que ni se contempla la posibilidad de que sea personal no sanitario quien se encargue de provocar la muerte. El enfermo, la familia o los tribunales solicitarían la muerte, y el médico o la enfermera ejecutarían la sentencia. No es extraño que los sanitarios sintamos indignación ante planteamientos superficiales de la Eutanasia, en contraste con nuestro esfuerzo por aliviar el sufrimiento del enfermo moribundo, que se juzga como absurdo o estéril. Estoy de acuerdo con el Dr. Abel cuando afirma: “ Quisiera llamar la atención a la responsabilidad de la prensa y los medios de difusión, que en estos últimos tiempos, parece han encontrado en el inmisericorde ataque a la profesión médica un aliciente para los lectores” .“ En nuestro tiempo y por la especial relevancia dada a los fallos de los profesionales, que se debaten dentro de un sistema sanitario muy deficiente, se olvida que los pioneros por excelencia en el terreno de la defensa de los derechos de los enfermos, son sin duda 2 alguna, los médicos” . Y yo añadiría, las enfermeras. Ante este panorama que no creo exagerado, quienes como las enfermeras tienen como profesión el cuidado del paciente desde que enferma hasta que cura o muere, deben sensibilizarse tanto en lo personal como en lo profesional para un correcto análisis de la Eutanasia. Creo sinceramente que no es difícil este análisis. Las enfermeras en su proximidad con el enfermo se hallan en una situación de privilegio para comprender mejor que nadie lo que hay en el trasfondo de la Eutanasia. Muchas veces la soledad del enfermo ante la muerte está paliada únicamente por la cercanía de la enfermera hasta el último momento Por esto mi comunicación en este curso quiere ser muy respetuosa. Así lo manifesté cuando fui invitado. Dije que mi única cualificación para hablar de Eutanasia sería la experiencia de tratar habitualmente con enfermos terminales, y que mi condición de médico no me situaba en superior nivel al de la enfermera para aportar criterios éticos. Tengo que decir que en el tiempo transcurrido desde aquella invitación he procurado profundizar en el tema y les invito a hacer lo mismo, pues me ha ayudado no sólo a entender mejor las causas de la Eutanasia, sino a mejorar, creo yo, mi actitud tanto personal como profesional ante el enfermo incurable 2 1985. FRANCISCO ABEL, S.J. “ Muerte digna y Tanasias” . La Vanguardia 25 de mayo de CAUSAS DE LA DEMANDA DE EUTANASIA Me adelanto a afirmar que a pesar de la angustiosa complejidad que envuelve la asistencia médica a los enfermos incurables, no somos los sanitarios quienes demandamos la Eutanasia. Nos sabemos absolutamente comprometidos en favor de la vida humana, sin contradicción con el esfuerzo de aliviar con todos los medios a nuestro alcance el sufrimiento de los enfermos. No precisamos tampoco de nuevas formulaciones éticas para resolver los problemas deontológicos que se plantean ante el enfermo moribundo. Los Códigos Deontológicos de los Colegios Médicos Profesionales, la moralidad del Voluntario Indirecto y las declaraciones del Magisterio de la Iglesia Católica en especial sobre los medios ordinarios y extraordinarios y en las medidas proporcionadas y desproporcionadas3, aportan suficientes criterios para resolver la casuística que se nos presenta. Probablemente nos falta a médicos y enfermeras formación tanatoIógica, y con seguridad debemos progresar en la terapéutica del dolor y la agonía, pero no sólo no auspiciamos la Eutanasia, sino que se constata que son precisamente los sanitarios que se dedican especialmente a los enfermos incurables quienes más se oponen a la Eutanasia. La secularización de la sociedad con la progresiva pérdida del sentido trascendente de la existencia provoca una pérdida de radicalidad de los presupuestos éticos en favor de los axiológicos. La vida deja de ser algo sagrado, de origen divino y por tanto inviolable, para convertirse simplemente en algo de valor. Quizá de máximo valor, pero que puede entrar en conflicto de elección con otros valores también elevados como son la sociedad, la total realización psico-biológica de otras vidas, o en la propia persona con el supuesto valor de la libertad de querer morir, o el valor vida frente al valor calidad de vida. El progresivo desarrollo técnico hace sentirse al hombre dominador poco a poco de la naturaleza y siente la tentación de dominar también su propia naturaleza sintiéndose dueño y quizá -con las técnicas que pretenden la “ artificialidad de la vida” - autor de la propia vida. El hombre se erige así en dueño de la vida, y por tanto en dueño de la muerte. El pensamiento cultural desprovisto de profundidad metafísica no halla respuesta a las naturales tendencias trascendentes. Se establece como única posibilidad de proyecto vital el enfoque existencial no trascendente. No halla en su mundo existencial respuesta a qué es la muerte. El enfoque realmente existencial en el que la muerte pregunta qué es el hombre, no se formula. El hombre es un ser que meramente existe. La muerte es absurda. En todo caso la muerte es solo aceptable cuando pueda ser auto infligida por voluntad propia como fin de la vida, como fin de un sufrimiento, como descanso. La falta de verdadero sentido de la libertad humana conduce a un exagerado respeto de las decisiones personales que no se juzgan como buenas o 3 Código Deontológico de los Colegios Médicos de España. Ética Profesional de la Enfermería. Eunsa, 1977; p 117. Declaración de la S. Congregación para la Doctrina de la Fe, 27 de Abril de 1980. JUAN PABLO II. “ Científicos y médicos al servicio de la vida” , Discurso del 21 de Octubre de 1985; y “ El recurso a la eutanasia es la abdicación de la ciencia” . A los participantes en el curso de actualización sobre pre-leucemia humana, 15 de Noviembre de 1985. malas. Se interpretan sin discriminación como solicitudes libres lo que son en ocasiones decisiones afectadas por la turbación Irreflexiva. La petición de eutanasia se considera como un derecho que hay que hacer efectivo, no entrando en planteamientos éticos que discriminarían la bondad o maldad del hecho, o teleológicos que analizarían las últimas consecuencias para la persona o la sociedad de la aceptación de la eutanasia. Se reclama egoístamente una inhumana hiperintegración social a quienes han dejado de ser útiles a la sociedad por su enfermedad crónica incurable, vejez o requerimiento de cuidados, fomentándoles el deseo de que su vida que ha dejado de ser útil, finalice en favor de la sociedad. La legalización de la Eutanasia constituiría para estas personas una verdadera eutanasia coactiva que coartaría sus deseos de seguir viviendo. La falta de sentido del sufrimiento en la sociedad asentada en el hedonismo juzga como insoportable el sufrimiento de quienes se hallan próximos a morir, y entiende como desesperación lo que es más bien petición de ayuda, de consuelo o de terapéutica de su agonía. La falta de fortaleza de quienes contemplan al enfermo, su propio sufrimiento proyectado en el enfermo, encuentran en la eutanasia la solución, el fin de su propio padecimiento. Estos y otros condicionamientos actuales dan lugar a que no se dé la integración del hecho de la muerte en la cultura y en la sociedad, la cual hace más difícil a la persona su aceptación en los propios planteamientos vitales. Por ello, frente a lo implacable del hecho de morir, persona y sociedad al unísono aúnan su esfuerzo en borrar del horizonte la realidad de la muerte. La muerte se entiende como insolidaria de la existencia humana, y hay que hacer desaparecer todo aquello que la recuerde. No hay que pensar en la muerte. La mejor muerte digna no es ya morir sin dolor, sino morir sin darse cuenta, estar frente a la muerte e ignorarlo. Se engaña a los enfermos próximos a morir Se oculta a los niños la muerte de sus mayores. No se aceptan en los hospitales a los enfermos incurables. Se hacen inhóspitos y ocultos los mortuorios en los centros sanitarios. No se estimula suficientemente el progreso en las técnicas del tratamiento del dolor y de la terapéutica de la agonía. En definitiva, la no integración de la muerte en la cultura actual, convierte a la sociedad insolidaria con el paciente moribundo. El hambre que es social en el vivir, se halla abandonado en el momento más trascendente de su existencia: está solo ante la muerte. TESTAMENTO BIOLÓGICO Se entiende con esta expresión la solicitud de que llegada la hora de la muerte, le sea procurada a la persona una muerte digna. Esta petición que se formula con más o menos solemnidad de declaración, se efectúa por adelantado en estado de plena racionalidad en previsión de que en aquellos momentos se halle privado de la plena conciencia para pedirlo por sí mismo. Unas veces este testamento biológico contiene le voluntad de donar los órganos para trasplantes, otras veces el deseo de no verse sometido al llamado encarnizamiento terapéutico, o la renuncia a someterse a terapéuticas desproporcionadas llegada la hora de la muerte. Entiendo como altruistas algunos de estos testamentos y creo que los sanitarios debemos tenerlos en cuenta. La manifestación por adelantado del propio enfermo puede decidirnos en casos límites a adoptar la abstención de medidas terapéuticas extraordinarias y a continuar con medidas analgésicas o paliativas. Sin embargo en otras ocasiones el contenido de estos testamentos incluiría la solicitud de eutanasia y no sólo en el caso de enfermedad incurable, sino incluso por la vejez no deseando contemplar el progresivo deterioro psicobiológico En otro caso el paciente que va a someterse a una laparotomía exploradora ordenaría al cirujano la total abstención terapéutica ante el hallazgo de un proceso maligno. O por el contrario solicitaría una extirpación de total radicalidad y agresión que significara más bien la muerte en el mismo quirófano. Se trataría en estos casos de una situación de fuerte presión psicológica sobre el personal sanitario, que con facilidad podría llevar a conductas afectadas que viciaran la actuación médica, en contra del propio paciente, en el esfuerzo por curarle, por alargarle razonablemente la vida, o por mejorarle la calidad de vida Mayor complejidad existiría todavía si estos testamentos que incluyen una solicitud más o menos ambigua de Eutanasia fueran hechos con un cierto reclamo de derecho, y solicitados en caso de incapacidad del enfermo, por la familia o por un tribunal, como un imperativo legal Llegada el caso de que se generalizaran estos testamentos, aún desprovistos de fuerza legal, creo que los sanitarios deberíamos plantearnos la objeción de conciencia personal o la objeción corporativa de los Colegios Profesionales Sin embargo, hemos de entender el testamento biológico de petición de Eutanasia como un indicativo de desconfianza. Desconfianza en la propia familia, en los sanitarios y sobre todo en la tecnología sanitaria, que fomenta en la persona el deseo de autoprotegerse por adelantado ante la muerte. Indica, en definitiva una respuesta personal de autotutela frente a la supuesta insolidarldad ante el enfermo incurable Creo que si enfermeras y médicos con nuestro apoyo al enfermo terminal y a su familia, nos sentimos comprometidos en mejorar la calidad de asistencia a estos enfermos, estamos contribuyendo a que este testamento biológico o testamento vital deje de estar de moda porque sea innecesario. LAS “TANASIAS” No es mi propósito extenderme en la descripción de cada uno de los términos que han ido surgiendo alrededor de la palabra Eutanasia (E. Activa—E. Pasiva, E. Directa—E. Indirecta, E. Positiva—E. Negativa, E. Voluntaria-E. Involuntaria, E. Agónica-E. Eugenésica, E. Lenitiva, Distanasia, Medicotanasia, Ortotanasia, Benemortasla). Esta misma proliferación de términos indica la dificultad de expresar el conjunto de actuaciones médicas que se desarrollan alrededor del enfermo próximo a morir. No creo que enfermeras y médicos necesitemos definiciones lingüísticas para hacer mejor nuestro trabajo. Tampoco pensamos que de una mayor claridad terminológica se derive necesariamente un mejor comportamiento ético personal. Del significado etimológico literal de la palabra Eutanasia (eu = bueno y thanatos = muerte), “ buena muerte” , se pasa por el propio introductor del término -Francis Bacon en 1605- a “ muerte dulce y apacible muerte sin dolor” , “ muerte por piedad” . Y en la actualidad hay quien considera como sinónimo de muerte digna”a la Eutanasia. Creo por tanto improcedente seguir en el uso de esta terminología. Personalmente, cuando se me pregunta si soy partidario o no de la Eutanasia, afirmo rotundamente que no sin hacer distingos. No encuentro adecuadas las palabras “ tanasias” . Más bien creo que obedecen en algún caso a un cierto propósito de confusión lingüística para encubrir el propósito de aceptación de la Eutanasia. Aceptando la expresión Eutanasia Pasiva como supresión o no aplicación de medios extraordinarios o desproporcionados a un paciente cuya situación es irreversiblemente fatal es más fácil la aceptación de la Eutanasia Activa. Basta con no pormenorizar en la valoración de irreversibilidad o en el carácter extraordinario o desproporcionado de tales medios Es fácil, por otra parte, que se considere moralmente insignificante la diferencia entre permitir que alguien muera (Eutanasia Pasiva) y ayudarle a ello a petición suya, de su familia o de la sociedad (Eutanasia Activa), cuando en realidad hay un abismo de intención. Es precisamente la intención, el fin que se persigue, uno de los elementos fundamentales para enjuiciar éticamente una acción. Creo improcedente por tanto que se diga que en los hospitales se practica la eutanasia pasiva o la eutanasia indirecta para referirse a la no aplicación de medidas extraordinarias en pacientes irreversibles. Personalmente, y aun en ausencia de un término clarificador, prefiero no usar la palabra eutanasia. ¿PIDE EL ENFERMO LA EUTANASIA? Es cierto que a veces el enfermo desea la muerte. Y no sólo, como sería fácil de creer a primera vista, por lo insoportable de su sufrimiento Hay personas que aún estando sanas desean la muerte. No me refiero siquiera al paciente depresivo con elevado riesgo de suicidio. Hay personas que ven cumplidos sus objetivos en un momento determinado de su vida y no ansían ya otras realizaciones. El anciano que ve con tristeza su progresivo deterioro biológico. La persona cuya azarosa vida le lleva a desear el descanso definitivo. La persona que en solidaridad con los suyos ve que su vida es un obstáculo para los demás. También el “ muero porque no muero”de Santa Teresa debe entenderse como un profundo deseo de unión con Dios que no alcanzará sino después de la muerte. Es evidente que en estos casos el deseo de muerte no se sigue de la solicitud de eutanasia. Estas personas no desean que se acabe artificialmente con su vida. No se plantean tampoco el suicidio. Quizá llenas de dignidad han descubierto un sentido más profundo en su vida y saben que después de la muerte lo verán realizado. Pero volvamos al paciente irreversible que en efecto está deseando morir por lo penoso de su enfermedad y así nos lo manifiesta Todos los médicos y enfermeras tenemos esta experiencia Probablemente más experiencia tiene las enfermeras. Al enfermo le resulta más fácil decirle a la enfermera que está deseando morir, porque es ella quien directamente le cuida Ante todo quisiera afirmar con Gonzalo Herranz que “ Cuanto más débil es la persona enferma, tanto más atenta y puntual debe ser la conducta del médico y la enfermera” . Hace falta una gran atención. “ El médico debe ser un experto en percibir la vida humana, su grandeza, bajo todas sus pleomórficas 4 apariencias” . Debemos hacer un esfuerzo en esta situación para entender bien el lenguaje del enfermo. Nuestro papel de defensor del enfermo nos llevará a veces a tener que protegerle contra su propio lenguaje. ¿Qué solicitud encierra la petición de muerte? ¿Nos dice el enfermo en cada momento lo que realmente piensa, lo que en realidad desea? ¿Se atreve siempre el enfermo a decirnos que lo que quiere es no estar solo? Las llamadas continuas a la enfermera ¿No son una petición de compañía? ¿Se atreve a decirnos que lo que le preocupa es que nos cansemos de cuidarle? Cuando ve que nos cuesta hablar con él, que no hablamos de su muerte, que el paso de visita es cada vez más corto, que no se le explica como antes la evolución de su enfermedad, ¿Nos dice con claridad que quiere ser confortado por nosotros? ¿No nos estará diciendo el enfermo con su petición de muerte que ya se halla preparado para morir? ¿Que abandonemos nuestra actitud ambigua que le llena de confusión? Quizá el paciente ha conocido por sí mismo el carácter irreversible de su enfermedad y se siente con un secreto por compartir o con un testamento moral de despedida y quiere hacerlo con su médico o con su enfermera a quienes juzga con más fortaleza que sus familiares para hablar de su muerte. Es frecuente que los familiares crean durante mucho tiempo que el enfermo desconoce su propia muerte. A falta de claridad el paciente responde también con un lenguaje ambiguo, con solicitudes “en clave”que hemos de esforzarnos en entender. No hace falta para ello especial preparación. “ Morir no es un proceso psiquiátrico y no precisa mentes privilegiadas para aconsejar nuestra conducta. Es el esfuerzo en comprender y no el hecho de conseguirlo lo que alivia la soledad del paciente. La ansiedad se vuelve más soportable cuando se recibe alguna explica5 ción aunque sea dura de aceptar” . Hemos de reconocer que somos los vivos, no los moribundos, los que tenemos miedo de hablar de la muerte (Hartman). Ponemos demasiado en entredicho nuestra capacidad de informar al enfermo. ¿Cómo se lo diremos? ¿Cómo reaccionará? ¿Estará preparado para recibir la noticia? El conocimiento del clásico estudio que hace Elisabeth 4 GONZALO HERRANZ. “ El respeto, actitud ética fundamental de la medicina” , lección magistral del Curso 1985-1986. Universidad de Navarra. Pamplona 1985. Separata. 5 MARK SWERDLOW. Tratamiento del dolor. Ediciones Doyma 1982. pág. 252. Kubler Ross de las reacciones emocionales ante la muerte6 puede ayudarnos a conocer mejor la intimidad del enfermo en estas circunstancias. Distingue Kubler Ross cinco estadíos: 1. Negación y aislamiento; 2. Indignación; 3. Regateo; 4. Depresión, y 5. Aceptación. Es cierto que muchos enfermos no siguen estas fases, pero sí es cierto que finalmente llegan la mayoría a la fase de aceptación. El paciente a lo largo de la enfermedad necesita de la esperanza para seguir viviendo la vida que le queda. Modificará con frecuencia el motivo de su esperanza o su contenido, pero sigue esperanzado Por esto, cuando observa ambigüedad en los objetivos médicos, quizá intenta al pedimos la muerte que modifiquemos el contenido de su esperanza. Tal vez no es ya la curación el motivo de su esperanza, ni que se alarguen sus días. Espera poder soportar el dolor, hallarse preparado para morir, evitar que su extremada situación angustie más a sus familiares. Teme quizá su desesperanza y reclama nuestra ayuda. Médicos y enfermeras debemos ir modificando el contenido de la esperanza a lo largo de la enfermedad. La actitud serena del enfermo nos irá señalando en cada momento si lo conseguimos. LA DESESPERANZA Es posible que el paciente llegue a una absoluta desesperanza quedando preso de una profunda infelicidad, de una radical desesperación, de una total pérdida del sentido de la vida. Creo que médicos y enfermaras podríamos reseñar casos así. Pero ¿es el dolor de la enfermedad, el sufrimiento biológico y psíquico lo que lleva al ser humano a la desesperación? ¿Es éste estado de desesperación absolutamente Irreversible? Creo sinceramente que no. El sufrimiento de la enfermedad puede llevar al deseo de morir, a la renuncia de la adquisición de nuevos valores para la existencia psico-biológica, para la existencia del yo individual7. Pero la desesperación radical sólo puede darse por la pérdida del sentido de la existencia al que se siente inclinado por las tendencias trascendentes. Es decir, el deseo de muerte por la enfermedad no es sinónimo de desesperación, a no ser que se dé una pérdida total del sentido de trascendencia “ Leer concluye su estudio sobre la desesperación8 señalando sus cualidades positivas. No raramente el hombre debe atravesar el punto cero critico de la existencia que constituye la desesperación para encontrar su núcleo metafísico, para conocerse en su peculiaridad y para percibir qué contenidos de sentido tiene su ser con irrevocable necesidad. El punto crítico de la desesperación encierra en sí la posibilidad de un superior renacimiento existencial. He ahí una explicación de la fase de aceptación de la muerte 6 ROSS, E.K. On Death and Dying. Tavistock; London 1970. 7 CARDONA PESCADOR, Juan. La depresión. Psicopatología de la alegría. Ed. Científico médica. Barcelona 1983 pág. 66-67. 8 BRUNO DOMINGUEZ. Opiniones de médicos y enfermeras sobre el dolor y la muerte de pacientes terminales. Jano 25, Mayo 5, Junio 1985 N 654-H, pág. 63-73. LA MUERTE DIGNA Sería una muerte digna la de la persone que llegada la hora de la muerte ve que ha cumplido su proyecto vital analiza su biografía y la halla plena de sentido: su vida se ha ajustado a su proyecto. La terminación de su vida la hace coincidir con un acto de plena libertad con el final de sus objetivos. Asume su biografía. Su muerte tiene tanto sentido como ha tenido hasta aquí su vida. La muerte que trunca su vivir histórico no aboca hacia al absurdo a aquella vida. Se asoma a la eternidad, que vuelve al presente todos los hechos concretos de su vida. No es la muerte biológica quien toma la vida. La enfermedad no mata a aquella biografía. No muere de la muerte que forma parte de la enfermedad que se sufre (Rielke). La persona hizo suya su propia muerte. La incluyó dentro de su proyecto de vida. La muerte se le presenta como el momento de entregar su propia vida a lo que para ella fue el fundamento de su existencia: Dios, los hijos, la patria, la humanidad. No es la muerte quien entrega aquella vida. Es la propia persona que de lo profundo de su interior dice: “Aquí está mi vida”. Es la muerte del patriarca, del héroe, del mártir o de la persona que sin relieve histórico pero con una vida plena de sentido pudo decir a lo largo de su vida: “ Dame Señor un vivir que me permita un día decirte sin sobresalto: “ toma, aquí está mi vida, dame ahora Tu descanso, dame Tu premio” . También el no creyente puede hallarse en actitud parecida. Su falta de creencia le impide usar la palabra Dios, pero entrega su vida a la dinámica de la naturaleza cósmica, a las nueves generaciones, a la implacabilidad del destino personal, a la humanidad, a la historia. La persona que muere con dignidad ve al mismo tiempo con gran respeto su propia muerte. Tiene asumida su propia muerte, pero se sabe no protagonista exclusivo de aquellos momentos. Hay en él y en quienes están a su alrededor una gran expectación. Su dimensión biológica y su dimensión psíquica dejan de ejercer su influencia condicionadora sobre la dimensión espiritual. No hay ya vivencias ligadas al soma ni al yo como respuesta a lo exterior, sino sentimientos absolutos, trascendentes, estrictamente espirituales. El espíritu está quedando libre. Se alcanza una total autonomía del espíritu, un estrato de auténtica libertad que sitúa a la persona, precisamente en estos momentos de la muerte en un paradójico estado de máxima plenitud, pronto a situarse en su trascendencia. Son momentos de gran respeto para quienes contemplan aquella muerte. Momentos de expectación y perplejidad en los que se echa en falta lo sensible, lo fenomenológico, aun siquiera los signos. Sólo la fe ilumina aquellos momentos y suscita la oración. ACTITUD ÉTICA DE LA ENFERMERA Quisiera repetir lo ya antes afirmado: que no por ser médico me hallo en situación de aleccionar éticamente a la enfermera. Tampoco en el tema de Eutanasia podemos los médicos dar lecciones. Al contrario. La asistencia al enfermo terminal pienso que tiene como protagonista a la enfermera. Por otra parte creo que el fundamento del comportamiento con estos enfermos es común para médicos y enfermeras: el absoluto respeto a la vida humana sobre cualquier otra consideración. Este respeto a la vida humana, saben muy bien los sanitarios, no entra en contradicción con la persona individual, con el enfermo en concreto, con sus circun8tancias, con sus peticiones. Ponemos todos los medios a nuestro alcance para aliviar el dolor del enfermo, sin contradicción con estar luchando al mismo tiempo por su vida. La enfermera ayuda al médico a discriminar sobre la selección del analgésico, su forma de administración, su frecuencia. Valora el estado emocional del paciente que tanto influye en su estado general y en su dolor. Conforta a los familiares del enfermo reclamándoles su ayuda y apoyando su serenidad. Se esfuerza la misma enfermera en mantener su propia serenidad y entereza ante el sufrimiento del enfermo para seguir desempeñando su papel. He aquí algunas preguntas que tomo de una encuesta realizada en un hospital de nuestro país a médicos y enfermeras sobre el dolor y la muerte en pacientes terminales: “ ‘ Si el paciente tiene una enfermedad mortal, ¿se le debe comunicar? ¿Por qué? ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Deja la enfermera de responder al paciente datos comprometidos en relación con su estado de gravedad? ¿Por qué? Si el enfermo le pregunta si está en peligro de muerte, ¿Qué le contesta? ¿Por qué? ¿Habla con los enfermos sobre la muerte? ¿En qué momentos? ¿Qué entiende por morir con dignidad? ¿Se deberían permitir las prácticas que faciliten una muerte sin dolor? En caso afirmativo ¿En qué situaciones? ¿Ha observado algunas etapas psicológicas por las que han pasado los 9 enfermos en estada crítico? ¿Cuáles?” Y yo añadiría otras preguntas: ¿Cómo soporta la enfermera lo que considera “ encarnizamiento terapéutico” ? ¿Con qué ánimo administra la medicación cuando considera que ya es ineficaz para el estado critico del enfermo? ¿Cómo colabora la enfermera en aquella exploración agresiva y dolorosa en el enfermo terminal? ¿Cómo reacciona ante el dolor insoportable del enfermo cuando el médico prescribe analgésicos insuficientes? ¿O cuando el médico no da suficientes explicaciones al enfermo que las está esperando? ¿Qué hace cuando al médico le falta entereza para pasar visita al enfermo terminal y las visitas son cada vez más cortas y espaciadas? ¿Y cuando el médico no atiende con suficiente disponibilidad a los familiares? O bien: ¿Entran en conflicto sus creencias ideológicas y religiosas con las del enfermo? ¿Y con las de la familia? ¿Cuándo tiene que decir al enfermo que reciba los sacramentos? ¿Lo tiene que decir la enfermera? ¿Y si la familia se opone? ¿Y si el enfermo no es creyente o no es practicante? 9 BRUNO DOMINGUEZ. Opiniones de médicos y enfermeras sobre el dolor y la muerte de pacientes terminales. Jano 25, Mayo 5, Junio 1985 N 654-H, pág. 63-73. Podríamos seguir con multitud de cuestiones que se plantean como ética del comportamiento en la cabecera del enfermo y que no dudo personalmente que la enfermera sabe como responder ante ellas. La formación profesional, personal y humana de la enfermera da solución a estas cuestiones. Es fundamental una profunda formación de la enfermera Una enfermera responsable y bien formada sabrá cómo actuar en cada caso, en cada enfermo, con cada circunstancia, con cada médico, con cada familia. A la incertidumbre inicial ante cada planteamiento, le seguirá una gran tranquilidad de conciencia de haber actuado bien. Los malos ratos, la ansiedad que comporta el contacto can los enfermos moribundos, su propio sufrimiento de enfermera, lo acepta como algo pleno de sentido. Siente una gran satisfacción. Se siente afortunada de prestar la última ayuda a aquel ser que va a desaparecer de este mundo. Y todo ello sin plantearse la Eutanasia. El médico, la enfermera, la familia y el propio enfermo jugamos cada uno nuestro papel en la cabecera del enfermo. Papeles distintos e insustituibles. De la correcta actuación de cada uno dependerá que toda muerte pueda asumirse con dignidad. Quedarán como lacras de la historia de la humanidad los casos de Eutanasia. La solidaridad con el enfermo y el progreso de la medicina harán que la Eutanasia “esté pasada de moda”. CONCLUSIONES Quisiera finalmente para terminar sintetizar en los siguientes puntos mis conclusiones acerca de la Eutanasia 1. La expectación social de la Eutanasia auspiciada por las sociedades que pretenden su legalización, con la colaboración de algunos medios de difusión, distingue sin embargo, como radicalmente inadmisible la Eutanasia Activa. 2. Las sanitarios, especialmente los dedicados a la asistencia de los enfermos incurables, como defensores de la vida humana, aun en sus últimos estadíos, estamos en contra de la Eutanasia. 3. Los problemas éticos que se plantean ante el paciente moribundo pueden resolverse perfectamente conforme a los principios deontológicos de la medicina, de la ética natural, para los bautizados creyentes de la novedad que muestra la ética cristiana. 4 La no aceptación de la Eutanasia no es una cuestión de creencia religiosa, sino de respeto a la dignidad de la vida humana. 5. Debe impedirse que el tecnicismo de la medicina aboque a la prolongación artificial de la agonía. 6. Los médicos y enfermeras debemos aumentar nuestra formación tanatológica y progresar en la terapéutica de la agonía. 7. La sociedad debe hacerse más solidaria con el enfermo moribundo para que toda muerte humana sea una muerte digna.