ENCUENTROS EN VERINES 1992 Casona de Verines. Pendueles (Asturias) LA MADRE COCHINA DEL HILO VERDE Pilar Pedraza Hace unos meses se presentó en Valencia el montaje del Centro Dramático Nacional de las <<Comedias bárbaras>> de Valle-Inclán. José Luis Pellicena, que encarnaba a D. Juan Manuel de Montenegro, estaba correcto sin genialidad; bastante hizo soportando sin desmayo la agotadora maratón que suponía una representación de las tres piezas seguidas, una tras otra, con que el acontecimiento se programó en Valencia. Pero a ratos el espíritu del texto era tan sublime que conseguía por sí solo llenar su voz con esas vibraciones propias del momento en que Dionisos baja al escenario y se posesiona de los artistas a través de las palabras que pronuncia y aumenta su estatura. Pues bien, en la primera escena de la primera jornada de la trágica <<comedia>> Romance de lobos (1908), que se sitúa cerca del <<verde y oloroso cementerio de una aldea>>, la Santa Compaña sale al encuentro o se cruza con don Juan Manuel, que vuelve borracho de la feria. El hidalgo increpa a sus invisibles miembros, que le hostigan con sus insultos, exclamando: <<¿Quién me habla? ¿Sois voces del otro mundo? ¿Sois almas en pena, o sois hijos de puta?>> Estas palabras pusieron la carne de gallina al público, lo cual es mucho decir en una época en la que los tacos son moneda corriente incluso en los medios de comunicación, hasta el punto de que todos ellos se han achatado y no sólo han perdido su significado sino también su fuerza expresiva. Sonó el hijos de puta como un trueno en el vientre del teatro no sólo porque fue recitado por el actor con voz sonora y rica, sino porque esas palabras alojadas en el lugar justo del texto llegan a hacer estallar el sentido y se convierten en algo más, en algo muy terrible, profundo, que resuena luego en la evocación que hace el coro de ánimas de la vieja meona del aquelarre, al madre coja de tetas peludas que apaga las llamas de la hoguera infernal con sus orines, en una secuencia verbal que podría tener su equivalente plástico sintetizado en algunos Caprichos de Goya. Todo lo que viene después en Romance de lobos está contaminado por la letanía irónica e infernal dirigida a quien se sabe condenado y busca la muerte sin querer hallarla, y encabeza, siendo señor, la improbable revuelta de los míseros contra los lobos ricos, que son sus propios hijos. El <<hijos de puta>> valleinclanesco expresa, más allá del significado popular de la expresión, toda una concepción del mundo y de los hombres, divididos en vivos y muertos, almas en pena o hijos de madre, de mala madre. No creo que en este texto tales palabras aludan a malvados, salteadores de caminos o bandoleros, sino a todos nosotros, a los vivos, <<¿Sois muertos o sois vivos?>>, sería la traducción banal de la pregunta de Montenegro. Los muertos son almas en pena —no hay salida ni salvación—; los vivos, hijos de puta —no hay bondad, no hay gente de bien. Los hijos de puta son los hijos de Madre diablesa, los hijos de la Mouna felliniana, de la Mater Tenebrarum simbolista, de la gran matriz devoradora y renovadora. En suma, los hijos de puta son los hombres, todos nosotros. Son, también, hijos del Diablo Mayor, como explica el loco Fuso Negro en la escena quinta de la tercera jornada. Según Fuso Negro, Satanás se disfraza de mujer para copular con los hombres y robarles su fuerza vital y su semilla y luego de hombre, adoptando la forma del marido —como Júpiter la de Anfitrión para poseer a Alcmena—, a fin de engendrar su descendencia, es decir, la humanidad, aunque insinúa que <<también hay hijos de Dios Nuestro Señor>>. En Il Casanova de Fellini —otro autor que emplea en sus guiones ampliamente elementos populares estilizados—, la Mouna, la ballena, tiene un rico y la vez banal simbolismo que el charlatán del antro de Londres anuncia con su carraca y entonando una letanía. Puntúa sus versos con risotadas rituales, apotropaicas, y con una música que marca su carácter iniciático. La Mouna es una madre que se ha parido a sí misma. Dentro de esa ballena, en su vientre —que es a la vez barracón de feria—, redunda el tema del sexo materno en una linterna mágica que proyecta dibujos de Topor de genitales femeninos: uno tiene un orificio rodeado de tentáculos, otro es un laberinto, un tercero tiene ojos y boca entre el vello del pubis, como si en esa selva se ocultara una pequeña fiera demoníaca. Es la tierra, la diablesa, como la terrible <<madre bruja, que con la aguja que lleva en el cuerno cose los virgos en el infierno y los calzones de los maridos cabrones>> de Valle. El hecho de que el lenguaje de textos aparentemente tan difíciles y tan arcaizantes, y al mismo tiempo confeccionados con materiales del acervo popular y oral como los de Valle-Inclán,, ponga los pelos de punta al respetable, demuestra que la catarsis todavía es posible, que la emoción que se experimenta en el teatro sigue siendo la más intensa, incomparablemente más fuerte que la de cualquier otro espectáculo, salvo quizá los grandes conciertos de rock, en los que también se produce la epifanía dionisiaca, aunque por otras vías. Cuando oía en el teatro la letanía sobre la <<madre morueca, que hila en su rueca los cordones de los frailes putañeros, y la cuerda del ajusticiado que nació de un bandullo embrujado>>, ponía cada vez más atención por si después de las palabras que iba oyendo aparecían las que yo deseaba, que no eran otras que <<la madre cochina del hilo verde>>. No estaban allí, para mi desgracia. Y he venido a consultarles a ustedes, porque esas palabras resuenan en mi cabeza desde que era una niña chica y creo haberlas oído en mi casa de Toledo a las mujeres de mi familia como parte de una canción de corro. Nunca más he vuelto a oírlas. Mis abuelas y mi madre murieron sin que pudiera preguntarles. Cada vez que invento un personaje de vieja bruja, soy presa del tormento y la fascinación de esas palabras y hasta las he utilizado ya, a ciegas, en una novela que se llama La vía húmeda y que aún no ha visto la luz. Quisiera saber no ya qué significan, que eso creo saberlo y ahora lo diré, sino qué sigue y qué antecede a ese jirón de frase que conozco, porque algo habrá antes y después. Digo que sé qué significan porque, si el conocimiento de su contexto no me desmantela la hipótesis, percibo en esa Madre, en esa Cochina y en ese hilo verde una figura tremenda como las Parcas de Goya (Asmodea). Quizá se trata de la Parca Atropos, que hila el hilo de la vida antes de que su hermana Láquesis lo corte de un tijeretazo tras haber sido laboriosamente enrollado por Cloto. Las tres madres, las moiras, las cochinas, las parcas están por encima de los dioses olímpicos y son por ello divinidades infernales o más bien supracósmicas y terribles, más terribles que lo infernal. Y el hilo verde es el hilo de la vida que será inexorablemente cortado y su color simboliza la vana esperanza en una nueva y mejor oportunidad. Probablemente esto no sea así, probablemente la canción popular, cantada por niñas, tenga alguna otra explicación más simple, aunque ya sabemos que lo mal llamado <<popular>> da muchas vueltas, se origina a veces de desprendimientos cultos, se pule por acarreo se metamorfosea. En mi caso, este recuerdo fragmentario ha servido para configurar a un personaje exótico, una especie de Circe popular, hechicera que sabe los secretos del mar y es capaz de convertir a los hombres en tortugas marinas. En los dedos de sus zarpas ve la protagonista enrollados unos hilos verdes y recuerda la canción de corro y evoca a las Parcas. Los tesoros del habla popular, que sólo lo son si se utilizan o se reutilizan como materiales artísticos que hay que organizar, contienen en sí un potencial de energía que pone en movimiento mecanismos inconscientes muy poderosos, irreductibles al mero psicoanálisis y que constituyen uno de los ingredientes más potentes de la llamada literatura, siempre que no se usen como mera orfebrería verbal sino obedeciendo a las necesidades internas del texto. Otra cosa es la pretendida frescura y oralidad de la prosa periodística, plana y sin pathos, segregada en ocasiones en la prensa bajo la forma de columnas y artículos de opinión.