Delta Amacuro: Waraos Las Abejas En tiempos de nuestros abuelos

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Delta Amacuro: Waraos
Las Abejas
En tiempos de nuestros abuelos
vivían en los caños del río Orinoco
un indio Warao casado con una
mujer abeja. Moori, que así se
llamaba
la
mujer
era
muy
trabajadora y cariñosa; tenía la choza muy limpia, la comida a su
debido tiempo y le daba siempre de beber al indio de una
taparita. Él se tomaba con gusto el líquido azucarado que Moori le
preparaba y no comentaba nada con sus familiares. Así fueron
pasando los años…, el Warao trabajaba en su conuco, pescaba y
cazaba, mientras que Moori recolectaba frutos y raíces para
prepararle a su esposo la comida.
Un día el indio organizó la fiesta de las maraquitas para
obsequiar a su familia; para ello, trajo pescado, yuca, maíz y
frutos; entre los dos prepararon ricos alimentos. Desde muy
temprano la choza se llenó de amigos y familiares que bailaron
incansablemente hasta la madrugada. El Warao le dijo a su mujer:
-Tráeme un poco de agua que tengo sed. Moori se apresuró a
traerle la taparita llena de líquido azucarado. Él se la tomó
relamiéndose de gusto. Otro indio que lo observaba le dijo:
-Hermano mayor, si te quedó agua en la taparita, dame un poco,
tengo mucha sed. El Warao no contestó. Moori pensaba: ¨Si le da
de beber, se romperá el encanto¨. El indio insistió:
- Hermano, si te ha quedado un poco de agua en tu taparita,
dámela, tengo mucha sed. Esta vez el Warao lo escuchó y le pasó
la taparita que aún contenía líquido azucarado. El indio lo tomó
saboreando y exclamó:
-¡Que sabroso está, así que tú tienes rica miel y no compartes
con tus hermanos!
Moori se fue a un rincón y cuando se habían marchado todos
los invitados, lloró. Toda la noche la pasó despierta y llorando
mientras su marido roncaba en su hamaca. Al amanecer, cuando
los primero rayos del sol se filtraban entre el follaje, Moori salió
de la choza y se internó en la selva, durante mucho tiempo dio
vueltas…
Cuando el indio se despertó llamó a su mujer:
-¡Moori…! ¡Mooriii…! – Nadie contestó.
Buscó por los alrededores, mientras se
preguntaba: ¨ ¿Qué se habrá hecho mi dulce
Moori?
Fijó su mirada en unas huellas que se
dirigían hacia la selva, se dijo:
¨Si, son sus pisadas…, las seguiré…¨
Siguió las huellas colocando sus pies sobre los rastros que
había dejado su esposa y lo llevaron a un claro de la selva al pie
de un corpulento árbol, en donde se detuvo a descansar,
entonces, contempló a una pequeña abejita rubia que lo miraba
sonriente y reconoció en ella a Moori, luego, le dijo:
-No es justo, querida esposa mía, que tú te quedes sola
convertida en abeja, yo también quiero ser abeja y acompañarte.
El indio se puso a caminar de un
lado para otro y se convirtió en abeja.
Voló al lado de su mujer y juntos
trabajaban en la colmena. Tiempo
después
castraron
llegaron
la
los
colmena,
indios
y
quedaron
encantados de la dulzura de su miel y
desde entonces entre los corpulentos árboles que crecen en
tierras del delta del Orinoco, las abejas fabrican sus panales
para que los Waraos tengan rica miel.
Fuente: Leyendas y Mitos de Venezuela. Lolita Robles de Mora. Editorial
Monfort 1era Edición 1998
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