DANZAS SINFÓNICAS viernes, 02 diciembre, 20.30 h. sábado, 03 diciembre, 20.00 h. Inicio venta: 06 septiembre Precios: A 21€ B 16€ C 12€ D 7€ Director: YARON TRAUB Arpa: CRISTINA MONTES Capricho español, Op.34, N. Rimski-Korsakov Concierto para arpa, Op.25, A. Ginastera Danzas sinfónicas, Op.45, S. Rachmaninov Un ruso, y no fue el único ni el primero, en busca de la inspiración y el exotismo en cantos y danzas españolas. Los halla en una colección de José Izenga, aunque la verosimilitud sea, en realidad, un aspecto irrelevante. Una alborada, un fandango asturiano se entreveran con un canto gitano acompañado por lo que parecen los sones de una guitarra. Los oídos y la pluma son rusos. Ése es uno de los trasfondos del Capricho español, Op.34 (1887) de Nikolai Rimsky-Korsakov (1844-1908). Otro, es el impagable magisterio del compositor para extraer los colores más rutilantes del conjunto orquestal, y de sus miembros, entre ellos sobresaliendo, sin duda, el violín. También es un consumado orquestador nuestro siguiente compositor, un argentino cosmopolita: Alberto Ginastera (1916-1983). En su célebre Concierto para arpa y orquesta, Op.25 (escrito en 1956) consigue un soberbio equilibrio entre la frágil sonoridad del arpa y una orquesta con una extendida sección percusiva. Ginastera gustaba de colaborar con los intérpretes, y en este caso contactó con el insigne arpista Nicanor Zabaleta, que lo estrenaría en 1965. Para Ginastera se trata de uno de los primeros frutos de un período creativo que él denomina "nacionalismo subjetivo". Sigue latiendo el influjo argentino (que en este Concierto emanan de manera más clara cuando la música se acerca a la danza), pero con un deseo de renovación del lenguaje, de asimilación de las corrientes más a la vanguardia de la música culta. No tan dispuesto a los modernos aires musicales está Sergei Rachmaninov (1873-1943), que parece aunar el exilio de su patria rusa con una suerte de exilio estético: "Me siento como un fantasma vagando en un mundo que se le ha vuelto extraño", reconoce en 1939, apenas un año antes de sus Danzas sinfónicas, Op.45. "No puedo desterrar el antiguo modo de escribir, y no soy capaz de adquirir el nuevo. Me he esforzado [... pero] no puedo desprenderme de repente de mis dioses musicales y arrodillarme ante los nuevos". Su angustia parecemos escucharla en los aires vacilantes del vals, o en los ecos deformes del Dies irae del "Final", o en la nostalgia de sus melodías, como la bellísima que encomienda al saxofón en el "Non allegro". Tres obras para el lucimiento de la orquesta y que nos recuerdan, a destellos, las íntimas y variadas formas en que la música y la danza se pueden dar la mano. www.orquestafilarmonicademalaga.com http://www.teatrocervantes.com