LA NEGATIVA DE FRANCO

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LA NEGATIVA DE FRANCO
Hitler fue de aquellos personajes que nunca abandonan la ruta que han escogido para
alcanzar un objetivo. Se había propuesto conquistar Gibraltar y redoblaba sus esfuerzos para
lograrlo. Personalmente había participado en las negociaciones para convencer a Franco y
Serrano de que aceptaran sus planes. Después de los tres fracasos -Berlín, Hendaya y
Berchtesgaden- confió al almirante Canaris, su jefe de los servicios secretos, para la misión de
sacar del Caudillo la fecha, prometida en la entrevista de Hendaya, para emprender la acción
contra Gibraltar. Canaris, como se sabe, fue amigo personal de Franco y de varios importantes
generales, como Vigón y Martínez Campos. En la primera guerra mundial actuó de espía del
Kaiser en Madrid y al estallar la guerra civil gestionó en buena parte lo que sería la colaboración
nazi a los generales rebeldes; en las primeras semanas, de una manera casi secreta, para
transformarse posteriormente en el cuerpo expedicionario de la Legión Cóndor. El 4 de
diciembre de 1940 Canaris fue recibido por Hitler, con quien conferenció durante una hora. Las
instrucciones que recibió fueron concretas: obtener la aprobación de Franco para que
comenzaran a pasar los Pirineos las fuerzas de la Wehrmacht que intervendrían en la toma de
Gibraltar; recibida la conformidad del Caudillo, inmediatamente se trasladaría el general Jodl a
Madrid para dar toda clase de informaciones minuciosas a Franco sobre el desarrollo de los
planes preparados para la campaña peninsular. Además, Canaris recibió igualmente de Hitler el
encargo, utilizando su red de agentes, de gestionar, al margen de los diplomáticos y militares
italianos, un armisticio que pusiera fin a las hostilidades entre Grecia y Roma. Antes de
acompañar a Canaris en su viaje aéreo a Madrid, es indispensable, para entender algo el
comportamiento que observaría el siempre misterioso personaje, referirnos a su manera de
reaccionar cuando se enteró que Hitler, disgustado por las pretensiones que expuso Molotov
durante su visita a Berlín, había decidido acabar con el peligro mediante una irresistible
Blitzkrieg.
Canaris jamás aceptó la ideología nazi. Fue adversario y luchó contra la República de
Weimar y sirvió lealmente al Reich nacionalsocialista por entender, como buen patriota
germano, que era menester acabar definitivamente con las trabas impuestas por el tratado de
Versalles. Sin embargo, en el caso de Rusia estaba en desacuerdo con la gran aventura que el
Führer iba a lanzar al pueblo alemán para intentar convertir en una realidad sus sueños de
Lebenraum; ante sus ojos creía ver a una mezcla de iluminado y fanático que estaba convencido
de vislumbrar los secretos que otros seres normales no podían entender y que sobre sus
espaldas estaba la misión de transformar su nación en la única gran potencia europea. Para el
Führer y sus ideólogos, la nueva Europa ya tenía un nombre: «Germanisches Reich deutscher
Nation», que sería un imperio, que recordaría el romano, del que formarían parte los finlandeses,
rumanos, italianos, húngaros, eslovenos y croatas. Todo funcionaría bajo la hegemonía germana,
y sus habitantes gozarían de las riquezas contenidas en el espacio vital ruso, de donde se sacaría
el petróleo, víveres y materias primas, mediante una línea que se trazaría desde
Arkángels/Astracán hasta el Volga, para seguir hasta el Cáucaso y llegar a la India. Canaris,
cuando se enteró que los preparativos para la campaña contra Rusia debían estar listos en la
próxima primavera y que la ofensiva estaba en principio señalada para el 15 de mayo (como jefe
de los servicios secretos fue repetidamente consultado para la preparación del Plan Barbarosa,
que Hitler firmó el 18 de diciembre), no se preocupó mucho en esconder su opinión en contra
de la extensión de la guerra hacia el Este, a pesar del carácter supersecreto que tenían las
consultas que se le formulaban. A su amigo Weizsäcker, subsecretario de Relaciones Exteriores
con Ribbentrop, le envió un memorándum con su opinión: «La agresión alemana contra Rusia
servirá para dar mayor fuerza moral a los ingleses, pues la verán como una duda alemana en el
éxito de nuestra guerra contra Inglaterra.» A sus íntimos colaboradores les profetizó: «Los
ejércitos alemanes se desangrarán en las heladas estepas rusas, y después de dos años nada
quedará de ellos,» Más tarde, al exponer ante el mariscal Keitel sus reparos sobre la próxima
campaña, éste en tono amistoso le replicó: «Mi querido Canaris, de los servicios secretos puedes
entender algo. Pero como hombre de la Marina no puedes darnos lección alguna sobre planes
estratégicos.»
Hoy conocemos bien cuáles eran las ideas que Hitler abrigaba a fines de 1940 para
proseguir la guerra que había emprendido un año antes con la invasión de Polonia. Se trata de
la carta que el 20 de noviembre escribió, fechada en Viena, a Mussolini; se trata de un
documento importante, no sólo por su extensión (3 000 palabras), sino por la forma mandona
que empleó con los que tenían que ser sus iguales (digamos el Duce y el Caudillo) al exponer
sus ideas y sus deseos. El texto de esta carta débese conocer bien; aquí se procura dar un buen
extracto:
Cuando os pedí que me recibáis en Florencia, me puse en camino con la esperanza de
poder exponeros mis puntos de vista antes de empezar el conflicto con Grecia, que amenazaba
estallar y del cual yo había sido informado vagamente.
Yo quería, ante todo, persuadiros de postergar esta acción un poco, tal vez hasta una
estación más propicia, y en todo caso hasta la conclusión de la elección presidencial en los Estados
Unidos...
(Balcanes) En lo que se refiere a Rusia, se hace más difícil negociar y hacer desviar las
ambiciones soviéticas hacia el Oriente. Al contrario, Molotov ha dejado entender que estaba más y
más interesado en los Balcanes...
Para plantar cara a esta situación, propongo las medidas siguientes:
1. Medidas de carácter político:
a) Se debe persuadir inmediatamente a España de entrar ahora en la guerra. La fecha más
cercana que podríamos estimar para una intervención española efectiva sería de seis semanas. Es
menester que la intervención de España nos sirva para eliminar Gibraltar, bloquear el Estrecho y
transferir por lo menos una o dos divisiones alemanas al Marruecos español, para protegernos de
toda posible defección de los franceses en Marruecos o en el resto del norte de África.
Una tal defección, Duce, daría a la aviación inglesa y a la francesa unas bases de partida
que constituirían una catástrofe para el conjunto de Italia. Por lo tanto, se debe evitar a cualquier
precio y no debemos dejar subsistir una sombra de azar para que se produzca. Si hacemos caer
Gibraltar, cerraríamos con cerrojo el extremo occidental del Mediterráneo. Inglaterra se
encontraría, de esta manera, forzada a desviar sus transportes por la ruta de El Cabo. Esto
aportaría, naturalmente, una baja y finalmente la supresión del teatro de operaciones del
Mediterráneo occidental, asegurando de esta forma el mantenimiento definitivo de la autoridad
del gobierno Pétain sobre el norte de África.
b) Debemos hacer todos los esfuerzos posibles para apartar a Rusia de la región de los
Balcanes y orientarla hacia el Oriente.
c) Debemos intentar llegar a un entendimiento con Turquía para suprimir la presión turca
sobre Bulgaria.
d) Es menester llevar a Yugoslavia a cambiar su actual política y, cuando sea ello posible,
interesarla en una colaboración positiva con nosotros para solucionar la cuestión griega. Sin
seguridades de parte de Yugoslavia, es en vano arriesgarse, en los Balcanes, a unas operaciones
que estarían condenadas al fracaso.
e) Hungría debe permitir el transito inmediato hacia Rumania de importantes fuerzas
alemanas.
f) Rumania debe aceptar el refuerzo de tropas alemanas considerándolas como un
refuerzo de la propia defensa...
Continuó dando la prioridad número 1, en el Mediterráneo, a la expulsión de la flota
británica de sus refugios.
De todas maneras, opino que la cuestión del Mediterráneo debe ser liquidada este
invierno, porque precisamente es en esta estación del año cuando es oportuno emplear las fuerzas
alemanas, mientras, que de otra parte, el empleo de fuerzas italianas en el oeste de Europa es
contraindicado a causa del clima.
Yo quisiera poder volver a entrar en posesión de mis fuerzas alemanas para la próxima
primavera, a lo más tardar el 1 de mayo. Esta necesidad, también, contribuye a determinar el
momento oportuno para nuestra acción.
De esta manera, Duce, tendríamos en el Mediterráneo dos grandes zonas de operaciones:
la zona italiana y albanesa, así como la zona de Egipto, y una zona de operaciones alemana que,
con nuestros bombarderos de gran alcance, cubriría principalmente el Mediterráneo Oriental...
(Les lettres secretes échangées par Hitler et Mussolini, con prólogo del embajador FrançoisPoncet, Paris, 1946.)
Terminado el examen de la carta que el Führer escribió a su aliado Mussolini el 20 de
noviembre, nos encontramos bien preparados, con los antecedentes precisos, para acompañar
al almirante Canaris en su vuelo a Madrid con el encargo de entrevistarse con el general Franco,
para que éste aceptara la fecha que daba Hitler para la intervención de la Wehrmacht en la
conquista de Gibraltar. Cuatro décadas más tarde se puede reconstruir, para la historia, uno de
los episodios más apasionantes de la dificilísima época vivida por España durante la segunda
guerra mundial, pues los pocos que vivieron aquellas dramáticas jornadas no sabían, cuando se
acostaban, si el furor bélico, personificado por los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, cabalgaban
por nuestro territorio nacional después de pasar los Pirineos.
El 5 de diciembre emprendió vuelo el almirante Canaris, acompañado de su ayudante
Hans Piekenbrock y de su buen amigo el agregado militar español en Berlín, el teniente coronel
Roca de Togores. El vuelo no se hizo directamente a Madrid, hubo escala en Burdeos, donde
Canaris tenía que recoger a una comisión militar alemana que se trasladaba al sur de España
para completar sus estudios sobre el campo de Gibraltar. En la mañana del 7, llegó a Madrid e
inmediatamente entró en contacto con el general Vigón, que estaba pendiente de su arribo.
Roca de Togores tuvo que separarse del alemán, porque al enterarse el jefe del Alto Estado
Mayor, general Asensio Cabanillas, que su agregado en Berlín se había ausentado sin solicitar
permiso, le castigó con un arresto domiciliario; rectificó por la tarde y cenó con Roca de Togores
al enterarse de la razón por la cual acompañó a Canaris en su viaje a Madrid.
A las 7 y media de la tarde fue recibido Canaris, en el palacio de El Pardo, por el general
Franco. El almirante iba acompañado por su ayudante Piekenbrock y su delegado en Madrid,
Leissner. Canaris transmitió al Caudillo los saludos del Führer y seguidamente expuso su deseo:
«Emprender rápidamente el ataque contra Gibraltar, por lo cual las tropas alemanas debían
entrar en España el 10 de enero. A Hitler le parecía ser éste el momento adecuado, pues en un
próximo futuro, las tropas disponibles ahora para la acción de Gibraltar se necesitarán para otras
operaciones. Tan pronto se inicie la marcha de las tropas, entrará en vigor la ayuda económica
del Reich.»
La respuesta de Franco fue terminante; en el protocolo redactado por Vigón figuran sus
palabras: «El Generalísimo declara al almirante: que España, por los motivos expuestos a su
debido tiempo, le es imposible entrar en la guerra en la fecha señalada. Fundamento: la
amenazadora intervención de la flota británica, los armamentos incompletos y las dificultades
en los suministros de víveres no permiten una rápida entrada en la guerra.» Franco concluyo:
«Por estas razones no puede España comprometerse en un corto espacio de tiempo a entrar en
la guerra, tampoco sostener una guerra larga sin someter al pueblo español a sacrificios
insoportables.» Canaris escuchó imperturbable esta declaración de Franco, como si la esperara,
y se permitió preguntar si el Generalísimo podía dar otra fecha para la beligerancia española, a
base de la entrada de las tropas alemanas en territorio peninsular. En el protocolo de Vigón
figuran asimismo las palabras de Franco: «El Generalísimo replica que las dificultades presentes
no dependen solamente de la voluntad española, y que tampoco podía fijar una fecha, que
debido a las condiciones cambiantes no puede preverse.» Canaris se levantó y la entrevista se
dio por terminada. Franco expresó su alegría de ver nuevamente en España al almirante y repitió
sus sentimientos de amistad que le unían a él.
Canaris y sus dos acompañantes se trasladaron aquella misma noche a la embajada
alemana para enviar un mensaje a Berlín comunicando que Franco había contestado que España,
en el plazo señalado por el Führer, no podía entrar en la guerra, para la cual no estaba
preparada. Añadía que el general Franco había explicado que obraba mirando los intereses de
ambas partes; sería de temer que España, después de la conquista de Gibraltar, se pudiera
convertir en una pesada carga para las potencias del Eje. El general Jodl recibió copia del
mensaje de Canaris, ya que estaba todo dispuesto para que se trasladara a Madrid a fin de
informar directamente a Franco sobre los planes que llevarían a cabo las tropas alemanas una
vez hubieran cruzado los Pirineos.
Canaris se dedicó igualmente a la segunda misión que se le confió en Madrid: ver de
restablecer la paz en Grecia, mediante un armisticio greco-italiano. En la capital española
estableció contacto con el almirante Pericles Argyropoulos, que actuaba de representante
diplomático de Atenas. Sin embargo, la gestión pacificadora coincidió con la contraofensiva que
las fuerzas británicas del general Wavel lanzaron, partiendo de Egipto, contra los italianos que
se hallaban en Libia. Las tropas del Duce debieron abandonar Bengasi y cuatro de sus divisiones
quedaron deshechas. Churchill estableció entonces el plan de extender la guerra a los Balcanes,
con el propósito de formar un segundo frente; los diplomáticos ingleses con la ayuda de los
agentes norteamericanos estuvieron activos en Belgrado, Atenas, Sofía y Ankara con la intención
de unir griegos, yugoslavos, turcos y búlgaros en un frente común contra el Reich hitleriano.
Berlín debió modificar sus planes y junto con el envío del Afrikakorps, con el general Rommel, a
Libia, preparó la campaña para acabar con la resistencia griega.
Canaris postergó lo que pudo su regreso a Berlín. Tenía una idea clara de lo furioso que
estaría el Führer al tener que suspender su orden de operaciones respecto a España, cosa que
hizo el 11 de diciembre. Sabía bien que la actividad desplegada por los ingleses en África y en el
Mediterráneo oriental obligaría a tomar nuevas decisiones a Hitler, lo que le distraería bastante
de los problemas peninsulares hispánicos. A mediados de diciembre, el almirante, acompañado
del general Lang, se trasladó de Madrid a Algeciras y, embarcados en el minador español Júpiter,
realizaron un reconocimiento visual de las nuevas fortificaciones que levantaban los británicos.
Ciertos informantes señalaron que los expertos germanos estudiaban la manera de atacar a
Gibraltar sin violar la neutralidad española. El general Student, jefe del cuerpo de paracaidistas
de la Wehrmacht, recibió la orden de estudiar un plan para un asalto y conquista de Gibraltar
con sus paracaidistas. Estos se habían hecho famosos en la invasión de Bélgica, cuando
capturaron la fortaleza de Eben Emanuel, considerada como la mejor obra de la ingeniería
militar moderna. Student se declaró incapaz de tomar la fortaleza británica si debía respetar la
neutralidad española, y Hitler se vio obligado a abandonar la toma de Gibraltar por sus
paracaidistas, muchos de los cuales encontrarían la muerte cuando, en mayo de 1941, fueron
lanzados desde el aire para la conquista de Creta, que tomaron pagando un alto precio en vidas
humanas.
Es difícil explicarse cuáles fueron los factores que intervinieron para que Hitler refrenara
su enojo, ante el cuarto fracaso de obtener de Franco su conformidad para que España
participara en la guerra, y no se lanzara a la conquista de Gibraltar sin preocuparse demasiado
de los obstáculos que surgían en el camino. Checoslovaquia, Polonia, Dinamarca, Noruega,
Holanda y Bélgica constituyen pruebas evidentes de que Hitler no precisaba la firma de nadie
para ordenar a la Wehrmacht que emprendiera la invasión de una nación. En el caso estudiado
de Franco y Gibraltar probablemente la templanza hitleriana puede tener tres nombres: Italia,
los Balcanes y Rusia. En su aliado Mussolini no sólo le falló el rendimiento de sus fuerzas
armadas, sino que la agresión italiana a Grecia abrió los Balcanes a toda clase de intrigas, como
lo vio Churchill con su plan de ver transformada la región balcánica en el segundo frente que
buscaban los ingleses. Al tomar la decisión de resolver por las armas sus diferencias con Stalin,
Hitler pensó resolver el problema que el invierno ruso creó a los ejércitos de Napoleón
anticipando simplemente un mes la fecha del comienzo de la campaña (la Grande Armée
invadió Rusia el 22 de junio de 1812). Hitler quería ver terminados los preparativos de la
Wehrmacht para la primavera, a fin de poner en marcha, en mayo, las 150 divisiones que tenían
que realizar su irresistible Blitzkrieg, destinada a acabar con la Unión Soviética, como potencia
militar, antes de que apareciera el temido General Invierno, contra el cual fracasó y resultó
destrozado el genio militar napoleónico. Nuevamente el intercambio epistolar Hitler-Mussolini
nos permite hacernos una idea de como recibió el Führer el golpe que significó el fracaso de la
misión Canaris en Madrid. La parte referente a Franco de la carta de Hitler, fechada el 31 de
diciembre de 1940, dice:
Profundamente perturbada por la situación que Franco cree alterada, España ha rehusado
colaborar con las potencias del Eje. Estimo que Franco pueda cometer el más grande error (Fehler)
de su vida. Considero como extraordinariamente ingenua su idea de recibir cereales como una
especie de recompensa por su abstención en el conflicto. Mantendrán sus promesas hasta que
haya consumido el último grano de trigo, luego las democracias empezarán la lucha contra él.
Lamento todo esto, pues, de nuestro lado, habíamos terminado nuestros preparativos para
franquear la frontera española el 10 de enero y atacar Gibraltar a comienzos de febrero. Pienso
que el éxito tenía que alcanzarse con relativa rapidez. Las tropas destinadas a esta operación
habían sido especialmente escogidas y entrenadas. En el instante en que el estrecho de Gibraltar
cayera en nuestras manos, el peligro de un cambio francés en África del norte y occidental hubiera
quedado definitivamente superado. .
Estoy muy triste por esta decisión de Franco, que no corresponde a la ayuda que nosotros
-vos, Duce, y yo- le dimos cuando se encontró el en dificultades. Tengo la esperanza, la ligera
esperanza, que se dará cuenta en el último minuto de los efectos catastróficos de su conducta y
que, aunque sea más tarde, encontrará el camino de este frente de guerra donde también se
decidirá su propio destino.
Hitler, pese a sus lamentos, no abandonó su objetivo gibraltareño. Un quinto intento iba
a tener lugar a comienzos de 1941; si Hitler, Ribbentrop y Canaris habían fracasado en
convencer a Franco y Serrano, corresponderá a Mussolini y Ciano la complicada faena de
arrancar el tan buscado sí en la entrevista que se celebraría en Bordighera.
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