Parodia e intertextualidad en el teatro breve japonés. El

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Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África
XIII Congreso Internacional de ALADAA
Artes escénicas
Parodia e intertextualidad en el teatro breve japonés. El caso de Semi
Liset Turiño Ramos
Sobre la autora: Sobre la autora: Liset Turiño Ramos es Licenciada de Historia del Arte
por la Universidad de la Habana y maestra en Estudios de Asia y África con especialidad
en Japón por El Colegio de México, institución por la cual opta al grado de Doctora. Es
profesora de Arte Japonés en la Universidad Iberoamericana en la ciudad de México. Sus
temas de investigación son las artes escénicas japonesas (teatro nō y kyōgen),
intertextualidad, parodia y publicaciones sobre teatro. Sus artículos más recientes son “Los
ladrones letrados. Texto y representación” (en prensa) y “Kyōgen: claves para su
comprensión” en 2011.
Resumen: El kyōgen, teatro cómico japonés, abunda en alusiones paródicas cuyos
referentes son obras conocidas y valoradas por la tradición literaria y teatral japonesa.
Asimismo, existe otro nivel de intertextualidad que dialoga con el texto espectacular, y
donde intervienen elementos de la puesta en escena. Este ensayo se propone mostrar los
distintos niveles de la alusión intertextual a través de la obra Semi (La cigarra). Utilizaré
fragmentos de mi propia traducción del japonés de esta obra del siglo XVII.
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Parodia e intertextualidad en el teatro breve japonés. El caso de Semi
Liset Turiño Ramos
Introducción. Parodia y modoki
La parodia, como transformación textual con función lúdica, ha sido tema de abundantes
debates en el campo de la literatura y el drama. Con una larga historia en al literatura y el
arte occidental, la palabra nos remite -etimológicamente hablando- al griego parôdia, paraôidê “canciones yuxtapuestas”, formado por “para”, responder o contrarrestar y “ôidê”,
lateral. Si bien es un término que se usa con frecuencia en la literatura y las artes plásticas,
me parece interesante recalcar que en su origen se refería a una escenificación donde no
sólo se tomaba en cuenta la parte textual literaria (los contenidos escritos, en este caso, la
letra de las canciones), sino además el texto espectacular, aquel que se refiere a la
escenificación de los contenidos literarios.
Linda Hutcheon define la parodia como “repetición con diferencia” 1 que a su vez
implica una distancia crítica entre el texto de fondo que se parodia y el nuevo texto
incorporado; distancia que generalmente está marcada por la ironía. El placer de la parodia
no proviene del humor en particular sino del grado de compromiso del lector en los
“rebotes” intertextuales entre complicidad y distancia. Las parodias, por lo tanto, tienen
como objeto de referencia obras conocidas por el público, populares, que permitan al lector
-o espectador de teatro- realizar estas asociaciones de manera inmediata. Este carácter de
imitación también es abordado por Thomas Greene, quien plantea que “cada parodia paga
su propio y debido homenaje”2, como sucede a menudo en las citas o préstamos musicales.
La interpretación de Hutcheon de parodia como “transgresión autorizada de las
normas”, es cercana a la teoría de Bakhtin sobre el carnaval de Europa medieval y sus
1
Hutcheon, Linda. A Theory of Parody: The Teachings of Twenty-Century Arts Forms. London, Methuen,
1985, p. 74.
2
Ver Greene, Thomas M, The Light in Troy. Imitation and Discovery in Renaissance Poetry. Elizabethan Club
Series, 7, Yale University Press, 1986.
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varias formas paródicas: aunque aparentemente subversivo, el carnaval estaba consagrado
por la tradición. El carnaval y la parodia pueden ser aceptados por una sociedad normal
porque realmente no la amenazan, aunque aparentemente sí lo hacen 3. Sólo representan una
suspensión temporal, no la permanente destrucción de las normas predominantes. Aunque
el carnaval y sus formas existen alejados del mundo jerárquico, al existir como tal afirman
sus normas. El reconocimiento de un mundo al revés requiere de un conocimiento del
mundo que se está invirtiendo y, en este sentido, incorporando. Así como el carnaval sólo
puede existir dentro de lo “otro” de la sociedad, la parodia carece de significado fuera de su
relación con la forma modélica, el texto parodiado. Así, la parodia como recurso garantiza
la continuidad de las formas que altera.
Encontramos un planteamiento similar en el antropólogo Victor Turner cuando señala
que:
Cognitivamente, nada refuerza tan bien la irregularidad como lo
absurdo y la paradoja. Emocionalmente, nada satisface más que el
comportamiento extravagante o lo ilícito temporalmente permitido.
Los rituales de estatus invertido acomodan ambos aspectos. Al hacer
bajo lo alto y alto lo bajo, éstos afirman el principio jerárquico. Al
hacer que el bajo mimetice (frecuentemente de forma caricaturesca)
el comportamiento de los de arriba, se refuerza la lógica del
comportamiento cotidiano culturalmente predecible entre los
distintos estratos de la sociedad.4
Para el formalismo ruso, la parodia constituye un modo de auto reflexión y de
apuntar a un convencionalismo que ellos consideraban inherente a la definición de arte.
Como sintaxis dialéctica, la parodia deviene prototipo del proceso gradual de formación de
nuevas formas, y da origen a géneros nuevos. La parodia es vista como la sustitución
3
4
Bakhtin, Mijail. La cultura medieval en la Edad Media y en el Renacimiento. Madrid, Alianza Editorial, 1999.
Turner, Victor. El proceso ritual: estructura y antiestructura. Madrid, Taurus, 1988, p.176.
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dialéctica de elementos formales cuyas funciones se encuentran mecanizadas o
automatizadas. Estos elementos son “refuncionalizados” y se desarrolla una nueva forma a
partir de la antigua (no la destruye pero sí altera su función)5.
Dentro del repertorio del teatro kyōgen 狂言 (lit. “palabras locas”), encontramos
numerosas parodias al género teatral nō, y que funcionan a diferentes niveles. Por un lado
tenemos obras que parodian las estructuras -literarias y escénicas- del género serio (texto de
fondo), y por otro tenemos parodias a personajes de obras de nō, ya sean personajes
concretos, históricos o literarios, o arquetípicos –figuras de guerreros, sacerdotes, nobles-.
Pero antes de entra en el análisis concreto de uno de estos casos, veamos cuál ha sido el
discurso sobre parodia en las artes escénicas japonesas, y en especial, el término modoki,
que enfatiza el carácter teatral del kyōgen sobre sus elementos literarios.
Modoki en las artes interpretativas japonesas
Los estudios sobre parodia en las artes teatrales japonesas son relativamente recientes.
De hecho el término parodia es una palabra importada de occidente. Cuando mi maestro de
teatro, Shigeyama Shime6 calificaba una obra escrita en el temprano siglo XVII como una
“parodi” de una obras de teatro nō, entendía con ello que existía una imitación humorística,
pero ¿qué términos utilizaban quienes escribían e interpretaban estas obras hace tres siglos?
Obviamente existen nombres para las figuras concretas de la intertextualidad, honkadori,
kaeuta, kakekotoba... pero estas poseen una neutralidad que no se expresa esa distancia
crítica y cómica a la que nos hemos referido.
El término más cercano a parodia en las artes escénicas japonesas es modoki 擬き,
definido por Honda Yasuji como una imitación, generalmente cómica, de la actuación
predecente7. Según Honda el término originalmente significaba criticar o imitar con una
distorsión deliberada. Esta imitación cómica o parodia ha existido en una amplia gama de
5
Hutcheon, Opus cit. pág. 35-36.
Shigeyama Shime II, de la familia Shigeyama, escuela Ōkura de kyōgen.
7
Honda, Yasuji, Okina sono hoka 翁そのほか, Toyota, Tokio, 1958, pág. 34.
6
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artes japonesas desde tiempos antiguos, donde podríamos citar los rollos de pintura
llamados Chōjū jinbutsu giga (Caricaturas de personas y animales), que datan del siglo
XII, donde varios animales (ranas y monos) sustituyen a los humanos en sus funciones
solemnes de luchadores de sumō, sacerdotes budistas y samuráis; pero que cobra una nueva
dimensión en el caso de las artes interpretativas por la intervención del elemento kinésico y
por al dialéctica que implica la alternancia de dos versiones distintas de una misma obra en
un mismo espacio y ante el mismo público.
Fig. 1. Chōjū jinbutsu giga (Caricaturas de personas y animales)
Origuchi Shinobu identifica el modoki en los festivales populares contemporáneos,
donde, siguiendo a una obra seria, se interpreta una breve obra cómica que utiliza
costumbres y accesorios “degenerados” (kuzureta, 崩れた) “En las artes tradicionales
japonesas las cosas son explicadas a través de múltiples manifestaciones y en una gran
variedad de formas, donde las capas (de significados) se acumulan gradualmente.”8
El modoki constituye una especie de “doble representación”, una parodia entendida en
su acepción original y escénica que requiere de la convivencia in situ del modelo parodiado
con el que parodia, y de la familiaridad del receptor con el texto de fondo o modelo
8
Citado por Haynes, Carolyn, Opus cit., p. 19.
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parodiado. El modoki como recurso escénico cuenta con una larga historia en las artes
escénicas de Japón y la podemos documentar a través de diarios de nobles, registros de
templos y otras fuentes históricas, especialmente en las artes escénicas anteriores a
Muromachi, donde se alternaban bailes o breves historias seguidas de un baile u obra
teatral cómica, donde los bailarines o actores podían ir caracterizados como leprosos,
ancianos decrépitos y mujeres feas, además de las mencionadas máscaras. Nishikawa
Kyōtarō9, en revela cómo los bailes de Ama y Ni-no-mai, introducidos en Japón durante el
siglo IX y de frecuente ejecución en espacios cortesanos, consistía en una baile elegante
seguido de su respectiva parodia. Hashimoto Asao, mediante un exhaustivo escrutinio de
fuentes históricas, nos ofrece un invaluable 中世狂言史年表
(Cronología de la historia
del kyōgen), con datos de presentaciones teatrales donde se alternan nō y kyōgen y en los
que la parodia pudo haber sido uno de los criterios en la elaboración de los programas.
Se cree que durante el período Muromachi (1333-1573) el interés del público de nōgaku
se centraba en el nō más que en el kyōgen.10 La obra de Zeami, el dramaturgo y tratadista
más activo de su tiempo, menciona pocas veces al género cómico sólo para limitar la
comicidad “vulgar” y exagerada de algunos actores famosos de la época 11, lo que hace
pensar en la popularidad del género. Aunque Zeami nada dice de las parodias al nō, será un
autor de referencias para éstas. Como ejemplo de esta afirmación podemos citar las obras
kyōgen inspiradas en el guntai 軍体 o forma guerrera, creada por Zeami y cuyo completo
repertorio, dieciséis obras en total, se le atribuye a este autor. Son obras construidas en base
a la estructura mugen 夢幻 (nō de espíritus), donde el protagonista es el espíritu de un
guerrero famoso que ha muerto en combate. Entre ellas destacan Atsumori, Yashima,
Tadanori y Yorimasa, y objeto de parodia en el teatro breve. El kyōgen Tsuen es visto como
una parodia de Yorimasa, Rakuami puede entenderse como parodia de Atsumori y Tadanori
es parodiada en los kyōgen Satsuma no kami o Tadanori. Otro clásico para nō de Zeami de
alta carga lírica, Matsukaze, es una de las primeras parodias de las que se tiene registro
escrito en un kyōgen homónimo. La primera gran compilación de obras de kyōgen, Tensho
9
Nishikawa, Kyōtarō, Bugaku Masks, Kodansha International LTD, Nueva York, 1978, pp. 46-48.
Hare, Thomas Blenman, Zeami’s Style. The nō plays of Zeami Motokiyo, 1986, p. 62.
11
Zeami, “Shudōsho” Opus cit., pp. 354-355.
10
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kyōgen bon (1578), ofrece numerosos ejemplos de parodia, aunque su número va
decreciendo de manera paulatina en las posteriores compilaciones.
A semejanza de la intertextualidad culta del nō, el kyōgen también exige una doble
competencia descodificadora debido a alusiones paródicas verbales y gestuales de obras
“clásicas”. Este reconocimiento busca un efecto de contraste; el receptor debe identificar en
las situaciones, personajes y diálogos el elemento risible, debe poner de lado la situación
concreta que se presenta ante sus ojos (la que representan los actores de kyōgen), y del otro,
aquella a la que estos hacen alusión (las obras nō).
La risa que provoca el modoki se acerca a lo que –otra vez Bakhtin- caracteriza como
propia del humor carnavalesco, una risa que es “patrimonio” de todos pues escarnece a los
propios burladores, no es una reacción individual ante un hecho singular o aislado “y por lo
tanto todos ríen”; es universal, contiene todas las cosas y a toda la gente (incluso las que
participan en el carnaval), el mundo entero es percibido y considerado en su aspecto
jocoso; y es ambivalente: alegre y llena de alborozo al tiempo que burlona y sarcástica,
niega y afirma, amortaja y resucita a la vez12.
A diferencia del nō, que durante el período Muromachi (1336-1573) recibe un fuerte
impulso y patrocinio por parte la corte de los shogun Ashikaga13, el kyōgen no alcanza su
reconocimiento como género hasta los siglos siglo XVI y XVII, fecha en que son fijados
sus cánones de representación. Este género breve 14 , está formado por un corpus de
aproximadamente doscientas obras. Se conoce que algunas de las más antiguas de ellas ya
se representaban en el siglo XI, cuando se escribió el Registro del nuevo sarugaku 新猿楽
記, entre 1058 y 1065. El criterio taxonómico que ha sobrevivido hasta nuestros tiempos, es
sin embargo muy posterior, se consagró en el año 1578 con la escritura del Tenshō kyōgen
bon 天正狂言本. En el mismo se dividen las obras en base al rol o personaje que encarna el
12
Mijail Bahktin, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de François Rabelais,
Barcelona, Barral, 1974; Alianza, Madrid, 1987, p. 27.
13
Los textos de teatro nō (obras y tratados teóricos) se comienzan a escribir desde finales del siglo XV.
14
Según su formato actual dentro de los programas de nōgaku. En las representaciones de nembutsu kyōgen
las obras duran cerca de una hora, pero desconocemos cuanto tiempo duraban durante el siglo XVI o si eran
más breves que las de nō.
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actor protagónico, exceptuando el maikyōgen (kyōgen bailado) y el monogurui kyōgen
(kyōgen con escenas de locura) basados en los recursos escénicos que se despliegan y en la
estructura nōgakari (obra de kyōgen cuya estructura imita explícitamente la de nō). Las
obras de estos dos últimos grupos, aunque disímiles entre sí en varios sentidos, tienen en
común el estar modeladas en base a obras de teatro nō. Esta es una similitud marcada por
una serie de significantes paródicos que dan a la obra un sentido completamente distinto y
contrastante. Parafraseando a Hutcheon, podemos decir que del hecho teatral entendido
como un texto, que en él se hace efectiva la presencia de otros textos (las obras de nō) con
los que dialogan con ellos y conforman un significado mucho más amplio.
Análisis de caso: Semi
La presencia de otros textos es evidente en el caso del kyōgen Semi (La cigarra), donde
se hace uso de la parodia tanto en el texto literario como en el escénico. A simple vista, un
espectador no conocedor podría pensar que se trata de una obra para nō, y actualmente la
obra es considerada aburrida y poco interesante como kyōgen por la falta de elementos
humorísticos visibles. La obra repite en estructura el modelo del mugen nō, y abre con un
tipo de canto llamado shidai, un recurso que usa el nō cuando entran en escena monjes y
demonios, y donde es la orquesta musical quien interpreta el parlamento del actor
secundario (waki). Éste es nada menos que un sacerdote peregrino, y el coro nos informa
que ha llegado a un paraje desierto en su camino al templo Zenkoji, en la provincia de
Shinano (actual prefectura de Nagano). Exhausto tras el viaje se detiene a descansar junto a
un pino, de cuyas ramas y para su sorpresa, descubre que cuelga un poema que dice:
“Sobre las alas de la cigarra
Yace oculto el rocío entre los árboles.
Como las mangas de mi kimono,
empapadas en secreto, en secreto”
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El sacerdote lee el poema y decide rezar por el alma de la cigarra (sin encontrar nada de
inverosímil en ello), y a continuación nos anuncia que se dispone a dormir bajo la sombra
del árbol. Su sueño es interrumpido por una extraña criatura que se anuncia cantando en
issei (“una voz”) un recurso también del teatro nō donde el actor principal (shite) se
presenta cantando de modo pausado y arrítmico:
“Este vacío cuerpo de cigarra, de regreso al árbol, siente nostalgia de quien ya no está”
El sacerdote despierta, sorprendido, y sin poder distinguir la realidad del sueño le pide a
esta criatura “no humana” que se presente. Allí se devela la identidad del misterioso
personaje, el espíritu errabundo de la cigarra que ha venido a agradecer al sacerdote por sus
plegarias y que decide contar las circunstancias de su muerte.
Hasta aquí, la obra sigue estrictamente la estructura de los mugen nō, aunque con
diferencias importantes. La principal, y que no se cuestiona en ningún momento de la obra,
es la identidad del personaje. En el teatro nō es muy común, desde tiempos de Zeami
(1363-1443), que las obras representen los sufrimientos de los espíritus de personajes
ilustres de la historia japonesa. Así Matsukaze, un nō escrito por este autor, narra el
sufrimiento de una joven salinera que al perder a su amado no consigue olvidarlo, ni
siquiera después de su propia muerte. La condición humilde de la muchacha es realzada por
el lugar donde vive, la costa de Suma, que en la poesía japonesa está cargado de
connotaciones líricas (desde la escritura de Genji Monogatari, en el siglo XI, donde la
autora Murasaki Shikibu dedica un capítulo a describir la soledad poética del protagonista
en este lugar de exilio). Además, el amante de la joven, por el que ella suspira y languidece,
no es otro que Ariwara no Yukihira (818-893), un reconocido poeta del período Heian con
poemas incluidos en la antología imperial Kokinshu. Dentro de esta misma tradición se
encuentran personajes de guerreros, muy utilizados en el mugen nō; y de hecho casi todas
las obras de guerreros o shura, categorizan también como mugen nō por ser sus
protagonistas espíritus de guerreros. Los personajes del mugen y shura nō, son sin
excepción individuos de renombre, muchas veces pertenecientes a familias nobles como los
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Taira. Atsumori, Yorimasa, Yoshitsune15, son algunos de los nobles guerreros mencionados
en el repertorio nō.
Lejos de la “nobleza” de estos personajes, Semi nos presenta una modesta cigarra. Este
cambio aparentemente insignificante constituye el elemento paródico de la obra. Desde el
punto de vista escénico, Semi no pretende distanciarse mucho del modelo del nō, sino que
busca más bien mantener la repetición con diferencia mencionada por Hutcheon para
recalcar lo absurdo de la situación y apegándose de manera estricta al modelo que parodia.
La escena de su muerte es narrada siguiendo la traición de combates a muerte presentes en
el nō:
“Los cuervos de la montaña llegan volando rápidos
A comernos sin clemencia, gustosamente.
Con fuerza nos arrancan patas y alas.
Sin clemencia continúan devorándonos.”
Un ejemplo tomado de Atsumori nos permite establecer una similitud entre dos seres.
Mientras la cigarra indefensa es atacada por cuervos; el joven, casi niño Atsumori se
enfrenta un guerrero experimentado y que le dobla la edad.
“Él mira tras de sí y ve
que Kumagai lo persigue;
no puede escapar.
Entonces Atsumori
voltea su caballo.
Las aguas aprisionan sus rodillas
y saca su espada.
Golpea dos, tres veces,
15
Atsumori se refiere a Taira no Atsumori (1169–1184), un joven guerrero que muere en combate personal
ante Kumagai Naozane en Ichi-no-tani, y cuya historia está recogida en Heike Monogatari (El Cantar de
Heike). Yorimasa es Minamoto no Yorimasa (1104-1180), un guerrero también conocido por su talento como
poeta, que muere de un flechazo en combate. El hecho de que encontraran un poema escrito junto a su
pecho sirve de leit motiv al nō que lleva su nombre. Finalmente, Minamoto no Yoshitsune (1159-1189),
hermano del primer shogun Minamoto no Yoritomo, es uno de los héroes más populares de Japón.
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aún sobre su caballo
Pelean cuerpo a cuerpo
Y caen juntos
Sobre las olas de la orilla”
Fig. 2 Escena de Semi, tomada de http://wsc.sisu.edu.cn/Article/383.html
Mientras que la narración del kyōgen enfatiza el carácter indefenso del insecto, Atsumori
es trágica porque el niño-guerrero se enfrenta a la muerte con una actitud heroica, donde
contar la historia desde la muerte implica que veremos su caída, mientras el hecho de que
sólo enfrenta a Kumagai cuando ve que “no puede escapar” implica el final trágico de la
escena.
En ambas obras, la narración del pasado del shite cigarra/guerrero es un utai
acompañado de danza mimética, y mientras baila es acompañado de música instrumental
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(tambores y flauta) que expresan el estado emocional del personaje. De este modo, Semi
consigue, mediante alusiones un clásico famoso de la literatura y el teatro, establecer un
“rebote intertextual” con modelo parodiado, imprimiendo a la obra cómica del sabor
desgarrador y trágico de Atsumori mientras una sufrida cigarra baila ante nosotros contra
todo pronóstico. La máscara y tocado ridículos que lleva el shite crean un efecto de
contraste con los contenidos solemnes que se transmiten, si observamos la figura 2, vemos
que el shite lleva una máscara de tipo usubuki, de ojos saltones y cuyo bigote crece hacia
arriba. La superficie de la máscara es de un color oscuro y poco elegante; sus cabellos están
despeinados. Por el contrario, la máscara que se utiliza en el nō Atsumori (fig. 3) refleja la
elegancia y origen noble del personaje, tez blanca, dientes ennegrecidos a la usanza
cortesana de Heian (794-1185) y un semblante inmutable (también llamada “expresión
media de las máscaras de nō).
Fig. 3, máscara de Atsumori, tomada de http://www.nohmask21.com/eu/atsumori.html
En ambas obras resalta el trasfondo budista; sus protagonistas están lejos de ser modelos
de renunciación, y se encuentran sumergidos en el mundo ilusorio de deseos y pasiones (el
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apego al ser amado, el rencor hacia quien le quitó la vida, la muerte violenta, y en el caso
de las obras shura el uso de las armas que se escenifica mediante actualización dramática).
A pesar de las innegables referencias al budismo, las obras distan de reproducir una visión
ortodoxa de la religión, y terminan apelando a la humanidad de sus personajes. Así, en
Atsumori nos conmovemos por la juventud del joven guerrero y por los sentimientos de
culpa de su asesino, que ha tomado los hábitos a manera de reparación. Más que expiar la
sangre derramada (una prohibición expresa del budismo) Kumagai se siente conmovido, de
entre todas las vidas que ha quitado, por la del joven noble y de apariencia refinada. Este
arrepentimiento llega a su límite cuando descubre entre sus pertenencias una flauta y
sospecha que era éste el instrumento que lo había deleitado desde la trinchera enemiga la
noche antes del combate. Siendo un género al servicio de la clase samurái, el teatro no
cuestiona su modo de vida guerrero sino que expone la contradicción entre lo que define su
circunstancia de vida (espadas, flechas, sangre derramada) y sus aspiraciones estéticoreligiosas (la música como expresión de un alma compleja y sensible, el remordimiento, el
deseo por alcanzar la liberación espiritual)
Si Atsumori finalmente nos muestra cómo un guerrero logra salvarse a pesar de tener las
manos manchadas de sangre, Semi se ocupa de una criatura demasiado ínfima dentro de la
visión budista. De hecho, la categoría shura nō toma su nombre de un concepto budista,
ashura, que designa a seres celestiales, guerreros protectores del budismo y que están
condenados a combatir incesantemente. En la teoría del rokudō (los seis estados de
existencia en los que se puede renacer) ashura es considerado un estado celestial, mientras
que el chikushōdō (reino animal) agrupa a seres inferiores y con muy poca esperanza de
salvación. Sin embargo, ambas obras terminan dando consuelo religioso a estos
arrepentidos, Atsumori se ilumina y la cigarra se tonsura y se convierte en discípulo del
monje.
Cuando ya casi creemos que hemos presenciado el poder milagroso de las oraciones
budistas, Semi nos hace un giño: en el kyōgen no hay que tomarse las cosas muy en serio, y
la piadosa cigarra nos mira de frente, con su bigote torcido, para decir que se ha convertido
en “tsuku tsuku boshi” (つくつくぼうし): el bonzo bicho.
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Bibiografía:
-Greene, Thomas M, The Light in Troy. Imitation and Discovery in Renaissance Poetry.
Elizabethan Club Series, 7, Yale University Press, 1986.
-Hare, Thomas Blenman, Zeami’s Style. The nō plays of Zeami Motokiyo, 1986, p. 62.
-Haynes, Carolyn, Parody in the maikyogen and the monogurui kyōgen, PhD, Cornell University,
Nueva York, 1988.
-Hutcheon, Linda. A Theory of Parody: The Teachings of Twenty-Century Arts Forms. London,
Methuen, 1985.
-Mijail Bahktin, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de
François Rabelais, Barcelona, Barral, 1974; Alianza, Madrid, 1987.
-Nishikawa, Kyōtarō, Bugaku Masks, Kodansha International LTD, Nueva York, 1978, pp. 4648.
-Nomura, Manzo. Kyōgen no michi 狂言の道, Tokio, Wan-ya, 1956.
----------“Semi”, en Kyogen ki, 狂言記 (Registro de kyōgen), Shin nihon koten bungaku daikei,
1958.
-Turner, Victor. El proceso ritual: estructura y antiestructura. Madrid, Taurus, 1988, p.176.
-Yasuji, Honda, Okina sono hoka 翁そのほか, Toyota, Tokio, 1958
-Zeami, Atsumori, en japonés en http://www.the-noh.com/en/plays/data/program_008.html,
consultado el 26 de febrero de 2011.
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