Optimist. Instrucciones de desuso. (Joaquim Cantalozella) 1. Optimist: pequeña embarcación a vela para menores, cuyo diseño está inspirado en unas cajas industriales de jabón que los niños de Clearwater convertían en carros para recorrer la ciudad. Su creador, Clark Mills, siguiendo los parámetros de estos rudimentarios vehículos, elaboró una barca que sirviera tanto para iniciarse en la navegación como para jugar. Su gran logro fue conseguir que miles de jóvenes de todo el mundo se aventuraran a zarpar por un precio razonable, garantizando deporte y diversión. Estas barcas solo se pueden utilizar por niños no mayores de dieciséis años; una vez superada esta edad, tendrán que buscar otro medio para continuar con sus experiencias marítimas. 2. Restauración: recuperar un Optimist abandonado, patentemente deteriorado, puede servir para catalizar fragmentos de un relato autobiográfico, siempre y cuando haya existido cierto grado de afectación previa. El proceso de reparación es lento y complicado, todo un reto para quien no esté versado en la materia. Se requieren meses de trabajo para adquirir una práctica artesanal que devendrá experiencia y, finalmente, conocimiento tácito. 3. Corte: una vez superadas todas las resistencias materiales, en una acción transgresora, el amateur parte la barca por la mitad, dejándola automáticamente inservible. De esta manera el oficio del artesano se vuelca al servicio de lo absurdo. El accidente provocado se plantea después de una larga transformación, puede que para rebasar las aspiraciones de entusiasmo que le dan nombre. El bote se pliega sobre sí mismo, se torna inútil. La ausencia de bisagras imposibilita que se abra y se descubra lo que en él hay encerrado. El montón de planos adyacentes no ayuda a localizar ni pistas ni síntomas; tan solo muestran un dibujo analítico de su estructura, a modo de guía de montaje. La sorpresa está servida para quien quiera apoderarse de uno de estos papeles, pues un corte en medio interfiere en la promesa de comunicación y fortalece la sensación de fracaso. 4. Barca partida: caja cerrada que no es más que el fin de una posibilidad, de una etapa. Su ineficacia desplaza el sentido original, agota la ilusión de navegar y trunca intentos de derivas. Se convierte en un objeto encerrado dentro de una sala de exposiciones, que pasa por ser otra caja, otra clausura. Claro que esta vez se trata del aislamiento contextual que conlleva el tutelaje del arte, y la esperanza de que con su exhibición se recupere alguna utilidad, o debería decir sentido. 5. Destrucción: tomada en la acepción que se fija en el trabajo que supone desmontar aquello que ya estaba montado, recorriendo un propósito distinto al de romper o hacer desaparecer. Reparar para luego deshacer no es un gesto vacío: el corte brusco interfiere en el contenido que se ha erigido desde el hacer, a modo de intromisión que confunde los usos y moldea significados. 6. Monstruo: en forma de cascarón y con la orza invertida la barca se transfigura en caja, o más bien en un arcón que recuerda a la barca-­‐monstruo aparecida repentinamente en la playa de Les vacances de Monsieur Hulot. La catástrofe y el gag se confabulan. El desajuste tiene lugar en un guiño insolente que custodia lo que no vemos, aquello que no puede manifestarse más allá de la broma.