Doña Cayetana Álvarez de Toledo Don Nicolás Redondo y don Arcadi

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Doña Cayetana Álvarez de Toledo
Portavoz de "Libres e Iguales"
Don Nicolás Redondo
y don Arcadi Espada
Promotores de "Libres e Iguales"
Madrid, 4 de septiembre de 2014
Con el patrocinio de
Doña Cayetana Álvarez de Toledo, Portavoz de “Libres e Iguales”
Bueno, muy buenos días a todos. Y quiero empezar lógicamente dando las gracias muy
especiales a José Luis Rodríguez y a Nueva Economía Fórum por ofrecernos esta
magnífica oportunidad para presentar “Libres e Iguales”. José Luis me llamó hace
algunas semanas en pleno verano, cuando estábamos dando vueltas por España,
nuestros bolos patrióticos, y me dijo pues que, como veríais, iniciar de alguna manera el
curso político, ser parte del inicio del curso político presentando “Libres e Iguales” en
este Foro, y yo le dije que eso era el mejor regalo que nos podía hacer, así que le quiero
dar las gracias de manera muy especial. También por supuesto a los patrocinadores.
En otros países, en Estados Unidos, suele ser tradición organizar grandes cenas para
recaudar dinero, y en España tenemos la tradición de que unos señores muy amables, los
patrocinadores, nos inviten a todos a desayunar en el Ritz, y yo creo que es una buena
tradición de la que yo desde luego me he beneficiado mucho a lo largo de estos últimos
años escuchando a gente muy interesante de la vida pública española, y les quiero dar
las gracias a todos ellos por esta ocasión. Y por último, y lo más importante, a todos
ustedes por haber asistido, por asistir hoy aquí, porque sois o son ustedes, sois vosotros
los destinatarios de esta iniciativa que creamos hace ahora casi dos meses los españoles,
en este caso los españoles relevantes.
Y bueno, yo, lo que vamos a hacer hoy es intentar explicar qué es “Libres e Iguales”, a
qué nos dedicamos, cuáles son nuestras ideas. Eso lo harán los dos protagonistas de este
desayuno, yo tengo una tarea algo más fácil hoy, que es elogiarles, presentarles, que voy
a hacer con muchísimo gusto, con gran placer. Pero antes de eso, me gustaría hacer un
breve comentario sobre lo que es “Libres e Iguales”. A lo largo de estas semanas me
han preguntado muchas veces esto en qué consiste, o sobre todo, cómo surge. Y siempre
he dicho que es fruto de un impulso que nos une a todas las personas que estamos en
este movimiento, en esta plataforma, por decirlo en términos, digamos, tradicionales.
Todos somos de ideologías diferentes, procedencias distintas, trayectorias dispares, pero
todos tenemos la misma manera de entender la responsabilidad individual. Es verdad
que los partidos políticos, las instituciones, las organizaciones sociales tienen una
responsabilidad esencial, de vehicular el sentimiento de la sociedad. Pero esa
responsabilidad de los partidos, de las instituciones, no exime a los ciudadanos de la
suya, no nos exime al resto de la ciudadanía de la nuestra. No exime tampoco las
personas que formamos parte de partidos políticos o de instituciones ni por supuesto al
conjunto de los ciudadanos. Y en estos momentos críticos de España, que creemos que
realmente lo son, hay un grupo de personas que hace un tiempo decidimos que había
que pasar, digamos, el comentario crítico a la acción constructiva.
En una de las cenas que organizamos al principio de esto para comentar, para
intercambiar opiniones, dijimos: algunos de nosotros queremos que nuestra, dijo
alguien, queremos, yo quiero que en mi lápida aparezca la frase “que por mí no quede”
o “por ella o por él no quedó” y eso es un poco lo que nos ha movido a crear esta
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iniciativa, esta plataforma. Queremos que las cosas de España salgan bien desde la
mejor voluntad, por la mejor causa, entendemos que es la mejor causa, y en mi caso
tengo la inmensa fortuna de hacerlo junto con personas realmente extraordinarias.
Nicolás Redondo y Arcadi Espada encarnan, representan, inclusive encarnan los dos
principios y objetivos esenciales de “Libres e Iguales”, los principios y conquistas que
logramos en la transición española y que hoy consideramos están seriamente en riesgo.
La primera, el primer objetivo, principio, idea, es nuestra condición de ciudadanos libres
e iguales. En 1978 pasamos de ser súbditos o menores de edad, a ser eso, ciudadanos,
ciudadanos libres e iguales, dueños de nuestro derecho, dueños por supuesto de la
Soberanía Nacional y amparados por la ley. Y esto es, precisamente esa condición de
ciudadanos, es lo que nos ha permitido ser distintos, ser diferentes, pensar cosas cada
uno lo suyo, pensar cosas diferentes, tener sensibilidades distintas, expresarnos cada
uno en la lengua de su territorio, y sin embargo en nuestra lengua común. Esto lo
explicaba muy bien Fernando Sabater, que es también uno de los primeros firmantes de
nuestro manifiesto e impulsor de esta iniciativa, en un artículo muy brillante publicado
hace algunas semanas en el diario “El País”, que se titula “Cultura y Política”, y creo
que en ese artículo está perfectamente expresado lo que es el hecho de ser ciudadanos,
la posibilidad que nos da de ser distintos.
Y la segunda gran conquista de la transición que consideramos en riesgo y que nos
mueve a “Libres e Iguales”, es la convivencia, la capacidad que ganamos los españoles
en el año 78 de convivir juntos pacíficamente, dejando de lado sectarismos, odios, las
trincheras y la política de trincheras, y buscando la reconciliación desde el respeto a las
diferencias y con la voluntad realmente sincera de integrar a todos. Nos convertimos, lo
suelo explicar así, en una suma de ciudadanos reconciliados, no en bandos enfrentados,
no en una agregación de tribus, sino en la suma de ciudadanos reconciliados. Eso fue la
transición y eso es lo que nosotros queremos preservar.
Y como decía hace un momento, Arcadi Espada y Nicolás Redondo representan esas
dos cosas muy bien. Forzando un poquito las cosas podíamos incluso decir que Arcadi
representa muy bien el primero de esos principios, el ciudadano libre e igual, y que
Nicolás representa extraordinariamente bien la convivencia, la reconciliación entre
españoles.
Empezaré por Arcadi Espada, todos lo conocéis bien, no necesita una presentación
detallada, es periodista, columnista, escritor, es brillante, incisivo, implacable, Arcadi es
un hombre libre, es un hombre radicalmente libre porque es radicalmente responsable y
radicalmente exigente, exigente con las palabras, exigente con las conductas y exigente
también con la verdad. Él entiende muy bien algo que yo creo que es esencial, que es
que no existe un término medio entre libertad y servidumbre o entre igualdad y
desigualdad o entre verdad y mentira, que no hay medias verdades, como tampoco hay
libertad a medias. Y esto le ha otorgado siempre, le otorga una fortaleza enorme y
también una… bueno, le convierte en un crítico feroz. Y por fortuna de todos, por
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fortuna de todos los españoles, que no solamente de nosotros, quizás para desgracia
suya porque creo que a él le hubiera gustado poder dedicar su talento a otras cosas. Pero
el gran objeto de esa crítica implacable y de esa exigencia ha sido el nacionalismo a lo
largo de todos estos años. Y ha conseguido con sus artículos, con sus columnas, con sus
escritos, desmontar al nacionalismo hasta dejarlo reducido a lo que es, una ideología
profundamente reaccionaria y destructiva aunque también en su banalidad reaccionaria
y destructiva incluso en su banalidad.
Yo hace poco tiempo tuve la ocasión de, bueno, con mucho retraso debo decir, no lo
había leído antes, leer su libro “Contra Cataluña”, que yo recomiendo, si hay algún
editor aquí, o tenemos algún amigo editor, y si él se dejara, que se rescatara ese libro y
se reeditara. Ahí se ve cómo el nacionalismo consigue poner en marcha un proceso
desde hace muchos, muchos años, de la transición para aquí, va imponiendo la gran
coartada para sus desmanes, que es la idea de que ir contra el nacionalismo es ir contra
Cataluña. Y cómo va consiguiendo esa ideología que, como he dicho, profundamente
reaccionaria, imponer una suerte de superioridad moral sobre el conjunto de las fuerzas
políticas o de la sociedad catalana. Y probablemente lo más relevante de lo que Arcadi
ha conseguido denunciar, creo que algo de eso también va a decir hoy, y que es un
mensaje básico y esencial de “Libres e Iguales” y uno de los motivos por los cuales nos
hemos constituido, eso lo ha conseguido el nacionalismo ante la mirada impávida,
resignada y en muchas ocasiones también condescendiente, de España.
Como digo, yo creo que de eso hablará mucho, y desde luego mejor que yo, el propio
Arcadi. Yo sólo diré que la respuesta más eficaz al nacionalismo será española o no
será. Todos tenemos que asumir nuestra responsabilidad, los madrileños, extremeños,
andaluces, por lo que han conseguido hasta ahora y probablemente también por lo que
vayan a conseguir o a no conseguir, que eso es nuestro objetivo, que España será, sea y
será efectivamente lo que decidamos los españoles, no solamente es nuestro derecho
sino que también es nuestra obligación. Y si lo hacemos nos haríamos, no solamente un
enorme favor de cara al futuro, sino también haremos otra cosa que me parece
importante que quería decir hoy, honraremos, como es debido, a tantas personas que han
dado una batalla tan difícil durante tantos años en práctica soledad. Y ya que lo tengo
aquí, me gustaría mencionarlo, porque hay dos personas que lo han hecho de manera
muy señalada, que son Albert Boadella, que está aquí; su mujer, Dolors Caminal, que
llevan tantísimos años dando esa batalla desde Cataluña para denunciar el nacionalismo
y para defender la libertad y la democracia de todos. Y que en estos tiempos en los que
nos sorprendemos algunos, o algunos se sorprenden, de la inmensa hipocresía del
nacionalismo, de cuánto se ha robado en nombre de la patria catalana y desde hace
cuánto tiempo yo creo que personas como Albert y como Dolors merecen nuestro
reconocimiento, nuestro homenaje y nuestro aplauso.
Y hablaré un poco, intentaré no alargarme demasiado, sobre Nicolás Redondo. Nicolás
también sabe muy bien hasta qué punto el compromiso de España, de sus instituciones,
del conjunto de los españoles, es absolutamente imprescindible, esencial en la lucha por
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la democracia, la libertad. Y bueno, lo vivió y lo afrontó con una valentía extraordinaria
en el País Vasco, donde el derecho a discrepar o la negación en este caso del derecho a
discrepar, tiene nombres muy concretos, que son el tiro en la nuca y el coche bomba.
Pero además Nicolás no solamente es un ciudadano libre, un ciudadano igual, un
ciudadano valiente, sino que también encarna eso que decía yo al principio, casi mejor
que nadie el segundo de los principios de esos objetivos que defiende “Libres e
Iguales”, que es la reagrupación del gran espacio cívico y político español que se asienta
sobre principios democráticos comunes.
Como todos saben, Nicolás Redondo fue Secretario General de los socialistas vascos
desde el año 1997 hasta el 2002. Y su apuesta por formar un frente constitucionalista,
una alternativa de democracia y libertad al nacionalismo de la mano del Partido Popular,
es, sin lugar a dudas, uno de esos, lo que Stefan Bais llamaría uno de los momentos
estelares de la historia reciente de España, un momento de generosidad personal, un
momento de altura política y un momento de extraordinaria grandeza democrática.
Nicolás no pudo sacar adelante su proyecto, es verdad, no le dejaron, pero sigue
defendiendo esa causa, que es la causa que reivindica “Libres e Iguales”, que como
decíamos en nuestro manifiesto, es intentar recomponer, restablecer, conseguir un suelo
trasversal de mínimos comunes, democráticos que permitan a España avanzar en el
progreso de la modernización. Y ayer lo hablábamos, hablábamos con Nicolás y con
Arcadi, comentando esta presentación, este desayuno, recordábamos el cursal. Y el
espíritu del cursal donde se reunió fraternalmente lo mejor de España en defensa de una
alternativa constitucional de libertad frente a nacionalismo no es, quiero decirlo, parte
del pasado, digamos, un bonito recuerdo, una foto, sino que realmente es lo que España
necesita hoy, más que nada, antes que nada, de forma urgente como un clamor, y ése es
el objetivo al que estamos nosotros consagrados.
Y haré ya dos breves apuntes finales, si Nicolás representa ese concepto de la
reconciliación y de la reagrupación casi mejor que nadie, en parte evidentemente será
por sus cualidades personales. Nicolás, cualquiera lo dirá, es la antítesis del sectarismo,
no hay persona que a Nicolás, que pueda caerle mal a Nicolás pueda caerle mal, es una
persona con un profundo talante democrático. Pero mucho más importante que ello,
creo, es una suposición política e ideológica. Nicolás consigue desmentir esa falacia que
ha causado… son muchos estragos creo, y que es tan importante intentar desmentir, la
falacia de que ser socialista es incompatible con decir: “soy español”. Él dice de sí
mismo, y recuerda la frase de Indalecio Prieto ante la estatua de Pablo Iglesias en
México, “yo soy socialista y español”. Y sería realmente fantástico e importante para
España que otros socialistas jóvenes, la nueva generación, entiendan y reconozcan que
no hay nada más contrario, la igualdad de oportunidades, que el nacionalismo, y que se
puede y se debe decir: “soy socialista y soy español”. Que el nacionalismo no solamente
desafía la legalidad, que por supuesto lo hace, sino que también desafía algo mucho más
importante que son los valores esenciales de igualdad, de progreso, de igualdad de
oportunidades, de solidaridad, de libertad, que está en la base de nuestra convivencia
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pacífica, y también los partidos políticos, los grandes partidos políticos que hoy hay en
España.
Y con esta idea ya acabo, el nacionalismo suele presentarse como el epítome de la
vanguardia y de la modernidad, tienen una estética moderna, revolucionaria,
vanguardista, de tendencia rompedora, ellos son los modernos. Yo creo que entre todos
tenemos que combatir ésa, una más pero una muy importante de las grandes falacias de
este tiempo. No hay nada más antiguo que anteponer los derechos míticos de un
territorio a los derechos individuales de las personas. No hay nada más reaccionario que
considerar que la voluntad de la masa en la calle o de las élites en sus despachos están
por encima de la ley. Y no hay nada más carpetovetónico que justificar la insolidaridad,
el privilegio o la exclusión del otro, y eso es lo que hace el nacionalismo. La
modernidad, por tanto, está de nuestro lado, somos nosotros los modernos, son Arcadi,
son Nicolás, Albert, vosotros, la España democrática, la que ganamos con la
Constitución.
Nicolás lo explicaba muy bien en un espléndido artículo que publicaba hace pocas
semanas antes del mes de julio, si no recuerdo mal, en “El País”, donde hablaba de
preservar la excepcional aventura de concordia social y divergencia política inteligente
que comenzó con la ilusión y la esperanza de la mayoría de nuestra sociedad. Pues bien,
a esa mayoría apelamos desde “Libres e Iguales”, a esa mayoría democrática, a todos
ustedes. Les pedimos, yo les pido, que nos ayuden ahora a movilizar al conjunto de los
españoles para que desde nuestra responsabilidad, juntos, con toda firmeza, social y
política pero desde la máxima cordialidad ciudadana, defendamos lo que logramos hace
35 años, la oportunidad de derrotar la resignación y el escepticismo y la oportunidad de
convertir a España en una de las grandes, una de las mejores democracias del mundo.
Muchas gracias.
Don Arcadi Espada, Promotor de “Libres e Iguales”
Buenos días a todos, gracias por venir. Gracias al Foro de Nueva Economía por su
gentileza y gracias también a Cayetana por sus feroces hipérboles tan cariñosas respecto
a mi trabajo y a mí mismo. El próximo 11 de septiembre, jueves, “Libres e Iguales” va a
organizar un acto en el Círculo de Bellas Artes de Madrid que está presidido por el lema
“Sí me importa”. Este lema ciñe de algún modo los próximos actos que el movimiento
va a organizar en distintas partes de España y que de alguna manera cubrirá el tránsito
inquietante entre el 11 de septiembre y el 9 de noviembre. Pero más allá de que
envuelva esos actos y les dé un sentido preciso, el lema “Sí me importa” ciñe a mi juicio
y explica perfectamente todo el objetivo fundamental de lo que es “Libres e Iguales” y
de lo que nosotros pretendemos hacer. “Sí me importa” quiere decir exclusivamente que
la mayoría de españoles han de participar en la discusión, en el debate, sobre una
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propuesta insólita en los tiempos que vivimos cual es la destrucción de un Estado
Europeo.
Nosotros creemos que los españoles, el conjunto de los españoles, tanto su sociedad
política como su sociedad sin más, han permanecido ajenos a la profundidad de este
debate. Intentaré explicar por qué pero sobre todo quiero que ustedes entiendan que esa
desidia, siempre digo que “Libres e Iguales” es el fruto de una desidia española, ha
permitido a los nacionalistas muchísimos éxitos. El primero, el apoderamiento absoluto
del marco donde se discuten las cosas, ellos han trazado el perímetro moral y político
donde los demás nos hemos tenido que acomodar, queramos o no. Se han distinguido
también por un uso astuto, a veces burdo pero siempre eficaz, de las palabras, las han
hecho suyas. Democracia, libertad, modernidad incluso, son palabras que no nos
pertenecen, que parecen sólo pertenecerles a ellos. Han sido maestros en operaciones
realmente singulares, por ejemplo han sido capaces de presentar nuestro no derecho a
decidir como una exigencia de libertad. O han presentado el quebrantamiento de la ley
al que se llama cada día en Cataluña, como el estado superior de la democracia, o
mucho peor todavía, han logrado que su apenas disimulada xenofobia, que al final es de
lo que trata el proyecto nacionalista, digo que su apenas disimulada xenofobia sea
presentada como una forma sofisticada de tolerancia.
Evidentemente los principales responsables de esto son los nacionalistas como la gallina
y en parte el gallo es responsable del huevo. Pero sin ninguna duda, ese huevo no podría
haberse desarrollado si no se hubieran dado las condiciones de temperatura, por así
decirlo, adecuadas. Y ahí es cuando cobra sentido, para mí, el eje de lo que yo, las
cuatro cosas que quiero decirles esta mañana, esa temperatura en la que el nacionalismo
con toda su insolvencia, indigencia y arrogancia se ha desarrollado en España ha sido
posible gracias a la actitud apática, indiferente de eso que llamamos Madrid. Madrid se
llamaba, a Madrid le llamaban en tiempos de Franco, el rompeolas de España, y los
nacionalistas cuando llegaron al poder le empezaron a llamar Madrit, con “t”, esa
especie de sinécdoque de todas las cosas malas que sucedían en el mundo y que ellos
eran capaces de atribuirle. Pues bien, a mi juicio, ese Madrit, y entiéndanlo ustedes
como una sinécdoque particular, corten ustedes, líbrense si quieren algunos ustedes de
la responsabilidad, dénsela a los otros o asuman la propia. Pero ese Madrit es
fundamental en el desarrollo del Nacionalismo y en su práctica de hegemonía social en
Cataluña y en el resto de España.
Madrit ha sido por ejemplo el ente que convirtió a Jordi Pujol en un estadista de altura
universal. Llevo 35 años ocupándome de la política catalana y de la política española, y
siempre que he estado aquí no he encontrado más que elogios a Pujol, incluso por parte
de personas que estaban extramuros de su filiación política de su corte de carácter. Pujol
siempre ha tenido en Madrid, no solamente el respeto y la admiración sino una
extraordinaria subordinación por parte de la sociedad madrileña, que se ha rendido
prácticamente sin lucha ante él y ante su proyecto.
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No quiero recordar ya anécdotas especialmente simpáticas como su obstinada
nominación como español del año. Los elogios que recibía sistemáticamente por parte
de la prensa de derechas, que recibió luego por parte de la presa de izquierdas,
dependiera a quien tenía que dar sus votos o su apoyo, daba igual. El caso es que
efectivamente él ha gozado de esa impunidad intelectual y política que le han dado
ustedes. Naturalmente, ustedes no son, aunque relativamente, no podrían saber que el
Presidente Pujol tenía sus dineros en el extranjero, nadie evidentemente podía saber eso,
ni siquiera yo, que he sido capaz de imaginar todas las fantasías posibles, salvo el
Presidente de la Generalidad, no lo sabía nadie. Pero es que eso es perfectamente
irrelevante desde el punto de vista del juicio que Pujol ha podido merecer a cualquier
persona más o menos interesada por la política. Pujol ha sido un populista mediocre que
ha practicado la corrupción política, no la corrupción económica, me refiero ahora, de
una manera caciquil con un pensamiento elementalísimo, y eso sí, con algo que he visto
que siempre, que en Madrid impresiona mucho, que es el conocimiento de los idiomas.
Y lo digo, que impresiona mucho porque yo prácticamente apenas conozco el
castellano.
Ustedes, Pujol aparte, Madrid, por así decirlo, han hecho cosas realmente
extraordinarias con Cataluña. Por ejemplo, ustedes cada 15 días se llenan la boca
hablando de la grandeza de la lengua española, organizan no sé qué historias, en fin,
completamente enfáticas, no sé qué Guadalajaras, no sé qué zacatecas, no sé qué,
siempre están viajando a algún eminente o algunos eminentes rodeados por una
proposición alegre y festiva para celebrar que la lengua española es, ya está la primera o
la segunda o que etcétera. Mientras Madrid practicaba esas retóricas y las sigue
practicando, la sociedad política general madrileña aceptaba sin mayor trauma que en
Cataluña se dictara una ley que castigaba económicamente a cualquier persona que
utilizara en determinadas circunstancias la lengua castellana. Es decir, eso ha sucedido
no solamente por el impulso segregacionista, por decirlo con palabra precisa del
nacionalismo catalán, sino por la indulgencia de los poderes, de todos los poderes,
también el judicial en este caso, ante lo que era evidentemente un fragante atentado
contra el sentido común, por supuesto, pero contra una de las, en fin, una de las
vértebras esenciales de lo que sea España, que es ésta coiné que nos permite a todos
hablar y entendernos.
Me permitirán que por mi oficio también haga una levísima referencia a lo que ha hecho
un cierto Madrid con el periodismo. Como ustedes han practicado operaciones
formidables, como convertir un mórbido panfleto completamente insustancial, la mayor
parte de las veces ha pegado al poder cuya relación con el periodismo es vaga. Bueno,
ustedes han convertido eso sistemáticamente en un diario, en la gran dama gris de un
grande de España, por así decirlo. Es decir, era un diario de solvencia, de referencia, un
diario equilibrado, mesurado, que él ha citado en Madrid efectivamente como ejemplo
ante la crispación amarga, dolorosa, casi barriobajera de los diarios de la capital. Bueno,
no quiero hurgar demasiado en la herida, como en el caso de Pujol, tampoco ustedes
estaban obligados a saber en qué ridícula y grotesca deriva ha caído ese diario en manos
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evidentemente del mismo grande de España. También ustedes con él han sido
tolerantes, también con él y con sus operaciones les han permitido todo tipo de gracias
en el sentido muy genérico de la palabra.
Madrid en fin, para resumirlo, Madrid en fin ha permitido que el Estado sea una carcasa
en Cataluña, es decir que el Estado se haya vaciado de una manera paulatina en aspectos
que son absolutamente esenciales en el funcionamiento de cualquier nación. Lo más
doloroso para mí, que ya no afecte ni siquiera a la sociedad política, la mediática, la
espuma en la que nos movemos los 300 que hablan y los 300 que tomamos nota. Es la
actitud de los ciudadanos españoles que han practicado, a mi juicio, la forma más
terrible de anticatalanismo a la que yo me dado, a la que yo haya presenciado. Ese
anticatalanismo que ha consistido en la indiferencia absoluta respecto a la elección
constante de la libertad y paulatina que ha tenido lugar en estos últimos 30 años en
Cataluña.
Yo, sobre las causas de ese distanciamiento, de esa vulneración recíproca de la trama de
afectos española, me gustaría escribir algún día un ensayo, porque me parece que es una
de los asuntos realmente más interesantes en todo este desgraciado proceso. Pero que
quede constancia aquí que esa ruidosa y lamentable forma de catalanismo va peor, la
han practicado muchos ciudadanos españoles con su indiferencia, con su indolencia, la
de hoy mismo, respecto a los proyectos de destrucción del Estado del Nacionalismo
Catalán.
Bien, poco más que decirles. El 11 de septiembre, volviendo al principio, saben ustedes
que van a desfilar en Cataluña las masas encuadradas, encuadradas en una V que
evidentemente es polisémica. Puede querer decir cualquier cosa, parece que ellos
contrariando 500 años de historia le llaman V de Victoria. Pero en cualquier caso, sea
cual sea la letra, es evidente que van a desfilar en las calles de Cataluña las masas
encuadradas.
Nosotros, “Libres e Iguales”, vamos a organizar un acto que es todo lo contrario, que
quiere ser todo lo contrario y que lo vamos a organizar en Madrid. Donde vamos a
oponer al furor y al griterío encuadrado de las masas la palabra seca y solitaria de
Cayetana Álvarez de Toledo, que va a pronunciar un discurso sobre la paz civil. Esa voz
solitaria remite a una evidencia medieval. Ya saben ustedes, probablemente lo
conocerán todos, que en la Edad Media la mayor parte de las personas, no sé si el 95% o
quizá el 98% de las personas creían en brujas. Solamente un pequeño porcentaje, un
2%, un 3%, iban por allí merodeando, intentando escapar de la pasión de la mentira.
Bueno, algo de eso es lo que nosotros vamos a hacer ese 11. Les agradezco.
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Don Nicolás Redondo, Promotor de “Libres e Iguales”
Buenos días y muchas gracias, primero a Cayetana por sus palabras. Cuando hace
referencia a los años en los que fui Secretario General de los Socialistas Vascos me doy
cuenta que ya tengo una larga historia detrás, que es algo de lo que peor le puede
suceder a un ciudadano en España, tener algo por detrás. Miren ustedes, yo le he dado
muchas vueltas a esta intervención porque todos somos diferentes los que participamos
en “Libres e Iguales”, todos tenemos visiones distintas a las que me referiré, y quería
hacer una intervención que siendo coherente con lo que yo pienso tampoco desentonara
con lo que creo que piensa la mayoría de los que integran la plataforma de “Libres e
Iguales”. Y casi lo he convertido en un artículo que voy a leer, a lo que no estoy muy
acostumbrado. Si fuera un artículo, lo titularía, como Azaña dijo en su intervención con
Ortega y Gasset, en referencia al Estatuto de Cataluña, del que sólo recordamos, debate
del que sólo recordamos aquello de la conllevancia. Lo que demuestra claramente que la
mayoría que lo recibe, que reciben lo de la conllevancia, no han leído profundamente
esos dos debates, esas dos intervenciones que, por cierto, son magníficas y se brillan
mucho para ilustrar posiciones hoy sin tener que recurrir a autores que no conocen bien
la historia de nuestro país.
Azaña en un momento de su intervención dijo: “Quiero que mi intervención sea la de
una España que no sea dócil y la de una España que no sea arisca”. Ni la España dócil ni
la España arisca, así titularía yo mi intervención, una intervención que además he tenido
la prudencia de hacerla pensando, para que nadie fácilmente nos pueda catalogar
inexactamente en cuestiones en las que caen con frecuencia, pensando en lo que podía
decir un socialista normal y corriente, que es en este momento sencillamente el Primer
Ministro del Gobierno de Francia. No me he ido muy lejos, he leído sus entrevistas, la
última aquí también en el periódico “El País”. Ha dicho: “Bueno, voy a ver si puedo
hacer mi intervención para que nadie de mi partido o del aledaño de mi partido pueda
decir algo en contra de lo que digo teniendo en cuenta, porque valen mucho los
argumentos de autoridad, que digo algo muy parecido a lo que diría un socialista francés
que ahora pues parece que es una cierta referencia como siempre que están en el poder
para los socialistas españoles.
Me sumo en primer lugar al agradecimiento al Foro de mis dos compañeros, y
aprovecho además para resaltar la importancia de este Foro en la comunicación de la
política y la sociedad civil. Aunque en esta ocasión tengamos la actividad que tengamos
los firmantes del manifiesto “Libres e Iguales”, somos aquí y hoy, Sociedad Civil, y por
lo tanto es una conversación ésta, un diálogo de la Sociedad Civil.
Comienzo mi intervención con una anécdota que me ha sucedido este verano y me
parece significativa del ambiente público en el que vivimos. Ya metidos en el mes de
agosto, en una comida con amigos, uno de ellos, tras alabar el manifiesto de “Libres e
Iguales”, me preguntó por qué firmaba dicha posición pública con personas como las
que hoy me acompañan. Y la verdad es que entre los cuatro nombres que citó estaban
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incluidos los dos que hoy se sientan conmigo en la mesa. Arcadi, al que conozco hace
tiempo, al que respeto, al que quiero y al que debo más de una comida por ganarme
apuestas al desentrañar más acertadamente que yo el comportamiento humano. Y
Cayetana, a la que conozco menos, pero de quien tengo que decir, y es justo reconocer,
que sin su impulso, trabajo o ilusión, esta plataforma simplemente no existiría. Lo
primero que nos sorprendió de mi amigo fue que su aceptación del manifiesto estuviera
condicionada a las firmas que lo suscribían, e iba a contestar en ese sentido,
probablemente alargando mi argumentación con razones profundas sobre la coherencia,
la importancia de las ideas, etcétera, etcétera. Pero fue entonces cuando me di cuenta
que precisamente uno de los motivos que me llevaban a suscribir el acuerdo, el
documento, era el acompañamiento y la presencia de estas personas, de personas como
éstas. Porque lo que da un valor superior al texto es justamente la variedad de
pensamientos, de ideologías y de posiciones políticas, y visiones del mundo.
Estamos viendo día tras día cómo los políticos españoles parapetados en las siglas y en
sus intereses partidarios se oponen con ahínco a llegar a acuerdos sobre los aspectos
básicos de nuestra convivencia. Y vemos, sin embargo, con qué frecuencia y
normalidad lo hacen en los países de nuestro entorno, y aún cómo lo hicimos nosotros
también durante la transición. Ese sectarismo, que ya denunciaba Ortega cuando decía:
“es penoso observar que desde hace muchos años en el periódico, en el sermón, en el
meeting, se renuncia desde luego a convencer al infiel y se habla sólo al parroquiano y
al convicto, es el origen de nuestra debilidad institucional, de nuestra incapacidad para
definir y defender con consistencia un único espacio público español”. Ese
comportamiento sectario tiene su origen en una visión trascendente de la política, unos
pueden decir que revolucionaria y otros que religiosa, según desde dónde se contemple,
pero incompatible siempre con una visión laica, civil, moderna, de la cosa pública,
acorde con los tiempos que corren. Y esa forma de hacer política impide transacciones
democráticas al considerar todos los acuerdos como una derrota. Y son sustituidas estas
prácticas inexistentes por apaños ocultos, por sobreentendidos que no necesitan
explicación.
Justamente por esa tradición el manifiesto tiene su importancia, logra lo que son capaces
de hacer claramente los partidos políticos, ponerse de acuerdo sobre las bases de
convivencia para poder discrepar sobre todo lo demás, y muy pocos asuntos como la
amenaza de los nacionalistas catalanes puede poner de acuerdo a personas tan
diferentes.
En conclusión, lo que estamos haciendo es política con mayúscula, aunque seamos
sociedad civil, que puede provocar sorpresa cuando lo más habitual en la política
española es el juego a barato. Los firmantes del manifiesto no somos cerotes de la
Constitución del 78 pero somos unos defensores enérgicos del valor supremo de la ley.
Las leyes se pueden cambiar, se pueden modificar pero no se deben vulnerar. Y nadie,
ni público ni privado ni persona ni institución puede situarse por encima de la ley. Una
de las características negativas de nuestra historia, que en cierta medida nos ha
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diferenciado de los países de nuestro interno es la arbitrariedad que ha dominado los
comportamientos privados y públicos. La frecuencia y el enorgullecimiento que siempre
han provocado en España el quebranto de la ley, el fraude y la interpretación maliciosa
o a título de inventario de la norma. Estas prácticas, podíamos decir esta cultura, esta
inclinación que nosotros combatimos es, sin embargo, lo más característico del envite
actual de los nacionalistas catalanes. Es, por lo tanto, lo que les hace, lo quieran o no,
herederos directos y legítimos de la España oscura que creímos definitivamente
olvidada cuando con entusiasmo e ilusión aprobamos muy mayoritariamente la
Constitución del 78, y muy especialmente se aprobó en Cataluña. Por eso sumamos
nuestra proclamación de que la ley es igual para todos, el respaldo al Gobierno y a las
formaciones que la apoyan en la defensa ponderá de radicar a la vez no de una ley o de
otra sino del respeto escrupuloso a la ley. No estamos dispuestos a renunciar a nuestro
derecho inalienable e indiscutible, a decidir nuestro futuro, el derecho a decidir de todos
los españoles. Podemos tomar las decisiones menos convenientes, más sorprendentes,
más alejadas hoy de nuestra imaginación, pero no podemos renunciar a nuestros
derechos si queremos seguir siendo ciudadanos plenamente.
Durante mucho tiempo fuimos súbditos, nos negaron los derechos públicos y privados
más básicos del ser humano. Decían que lo hacían por nuestro bien y que no estábamos
preparados para ejercer nuestra condición de ciudadanos. Fueron 40 años que se nos
hicieron muy largos, se nos negó, se nos hurtó a los españoles el derecho a decidir sobre
nuestro futuro individual y colectivo. Así nuestra historia, la poco canónica historia
española nos ha enseñado con letras marcadas en el sufrimiento y en la desgracia la
importancia de ejercer nuestros derechos y uno de los primeros es decidir el ámbito
social, cultural y aún geográfico de nuestra convivencia. Renunciaríamos a nuestra
ciudadanía si damos la espalda a nuestros derechos, a nuestra obligación de definir
cómo y con quién queremos vivir. Daríamos plácidamente lo que hace tiempo se nos
arrebató por la fuerza y con la aprobación de la Constitución del 78 volvimos a
conquistar. No sólo no tenemos miedo a decidir sino que queremos seguir decidiendo
como lo hemos venido haciendo desde 1977. Y si fuera el caso, como lo hicimos
cuando aprobamos la Constitución del 78.
La condición de ciudadanos también nos obliga a ser tajantes, a negar la validez de
trapicheos, de soluciones nacidas en la oscuridad de palacios o covachuelas o en los
vuelos Madrid-Barcelona, Barcelona-Madrid. No nos tienen que dar las soluciones
hechas ni confeccionadas entre unos pocos, queremos participar, ser sujetos activos de
cualquier solución al envite de los nacionalistas catalanes. Y en ese marco participativo
pedimos a los partidos nacionales que se muestren unidos sin fisuras, como lo están
haciendo, parece, a la hora de decir no a los nacionalistas catalanes. Tal vez hemos
tardado demasiado tiempo en decir no a los nacionalistas, tal vez durante demasiado
tiempo hemos vivido en un aletargamiento blando, aquiescente, basado en un cierto
complejo de inferioridad que les ha servido para ser partidos de Estado irresponsables
en Madrid y a la vez desarrollar en su territorio una labor claramente insurreccional.
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Por todo ello, es el momento de decir no, no a la vulneración de las leyes, y decir sí, sí a
lo realizado hasta el día de hoy. Decir no a políticas que naces de nuestro peor pasado y
sí a un futuro que será mejor si seguimos juntos. Decir no a programas que sólo
contemplan agravios y desdenes, y sí a consensos políticos desde el respeto a la ley. Un
no rotundo a discursos que se basen en un complejo de superioridad y un sí a la
solidaridad útil, solidaridad útil beneficiosa para todos, para los que dan y para los que
reciben. En fin, decir no a esa walpurgis de sentimentalidad en la que se basa la política
catalana, y sí al sentido común y a la razón como instrumentos mejores para la solución
de los problemas.
Podemos ganar o perder pero también estamos dispuestos a dar la batalla de las ideas a
los nacionalistas. No creo que sus ideas sean mejores que las nuestras. En la izquierda,
pero también en la derecha, se ha tendido a dar por bueno todo lo que provenga del
nacionalismo y a otorgarles una especie de derecho, es pedir credenciales en su tierra
pero también en Madrid. Admitimos con reparos sus ideas y admitimos que merecen
respeto, pero dese luego ni su misión intelectual ni su misión política. Se les debe juzgar
por sus aciertos o sus errores, no por su capacidad de condicionar cuando no de
extorsionar la voluntad política. Algunos se apresuran a denunciar un choque de trenes
estableciendo la misma responsabilidad para el comportamiento fraudulento de los
partidos nacionalistas que para el Gobierno de la nación y los partidos nacionales. Se
equivocan al responsabilizar maliciosa o con buena fe ambas partes por igual. Artur
Mas y los suyos han recorrido un camino a sabiendas de que era ilegal, sin buscar
acuerdos, imponiendo sus deseos con hechos consumados y a la espera de una
claudicación de un Gobierno supuestamente debilitado por la crisis económica y la de
legitimación institucional. Artur Mas ha querido cubrir sus políticas o falta de políticas
antisociales con el manto nacionalista, que si sirvió para cubrir otras (0:51:29 _______)
bien podría servir también para encubrir sus responsabilidades.
Son ellos los que han dividido a la sociedad catalana y los que están dispuestos a
sacrificar los intereses de las generaciones actuales con el fin de conseguir unos
objetivos últimos tan vagos como imposibles. Han sido los nacionalistas los que han
basado sus pretensiones en la ocultación y en la mentira. Han ocultado que toda
secesión es traumática y costosa. Cataluña quedaría fuera de la Unión Europea durante
mucho tiempo, dejaría de ser la cabeza de puente de los países mediterráneos en la
península, sería un actor menor o despreciable en la política internacional, más ahora
que la realidad exige grandes dimensiones en todos los ámbitos. Y mienten con
conocimiento cuando prometen una Cataluña feliz y en paz porque inevitablemente la
culminación de sus deseos supondrá la exclusión de una gran parte de la sociedad
catalana. No queremos un choque de trenes pero queremos al menos evitarlo dándoles la
razón porque darles la razón sería la expresión más clara, más rotunda, más contundente
de nuestro fracaso como país, de nuestro fracaso como sociedad, de nuestro fracaso
como ciudadanos.
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No queremos decir que no pero en ocasiones es necesario decir no. Desearíamos que
quisieran al Estado pero en las cosas del querer, en los sentimientos, no puede haber
dominaciones. Sin embargo estamos dispuestos a hacer que se respete el Estado de
Derecho, expresión democrática y garantía última de nuestra libertad individual y
colectiva. No podemos y queremos impedir que los catalanes sean en el futuro lo que
quieran ser. Pero esa expresión de su voluntad se debe hacer de acuerdo con las leyes,
única forma de armonizar sus derechos particulares con los derechos de todos. Porque la
democracia no es que decida libremente una sociedad, es que lo haga con arreglo a las
leyes. No hay democracia sin libertad y no hay democracia sin norma, la democracia es
la síntesis más perfecta que ha conseguido el ser humano entre la libertad individual y la
ley.
Terminaré esta intervención con unas palabras de Cervantes, en el Quijote, a los que
algunos han querido hacer catalanes. Olvidando que el privilegio que tienen, en este
caso, es la aparición de la primera edición en Tarragona del Quijote. Pero del Quijote de
Avellaneda. Deseo que no vean en esta precisión una ofensa al pueblo de Cataluña, que
los únicos responsables de la impresión del fraudulento libro fueron los que lo
imprimieron, no el pueblo de Cataluña. Y si les sirve de consuelo, es verosímil pensar a
estas alturas que la mano negra que impulsó su aparición fue la de uno de los más
insignes poeta de la corte. Cita, en unos tiempos en Valladolid y en otros en Madrid,
“según la ciudad, engordará en cada momento, los bolsillos del Duque de Lerma”. El
personaje literario más universal dijo: “y así pasé de claro a Barcelona, archivo de la
cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes,
venganza de los ofendidos, y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en
belleza única. Y aunque los sucesos que en ella me han sucedido no son de mucho gusto
sino de mucha pesadumbre, los llevo sin ella, sólo por haberla visto”. Palabras que
expresan el cariño y la admiración del insigne personaje del gran escritor a Barcelona
pero muy alejadas por desgracia de las que leí hace un par de días a la escritora Nuria
Amat. A los escritores contrarios a la independencia en Cataluña se nos aparta de los
medios, se nos aparta de las universidades. Michas gracias.
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