Las tres garantías

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XVI
LAS TRES GARANTIAS
MBMoRIAs DE UN CRI0LL0
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210
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Or
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N.
—Peru de dbude ha sacada V. eae buen mozo...
1.•
LAS TRES GARANTfAS
volvI a ver algunos años después y estaba casi tan her- 4 iriosa como. el dia en que la conocI.
Me parece que la estoy viendo.
Era yo muy nino, tenIa próximamentediez años, y ella
treinta y seis. Pero se conservaba tan fresca, tan graciosa, tan esbelta que le
Costaba a uno trabajo convencerse de que aquel simpatico joven de
diez y ocho años pudiese ser hijo suyo.
Quizas por eso mismo se mostraha más orgullosa de dl.
Herrnoso joven, el simpatico Mariano.
Todo ci mundo le daba ocho años más quc los que tenla, y él
los tomaba sin replicar, pues gustaba de aparentar ser más hombre
que lo era dada su corta edad.
—Pero de dónde ha sacado usted ese buen mozo que parece más
que su hijo hermano suyo?
'
1676
Episodios Histór.cos Mexicanos
Y a esta pregunta que, aunque envolviese una lisonja, envolvia
casi una verdad a! mismo tiempo, ella contestaba con picaresco
candor:
—Del corazón de una lechuga, que es de donde los niños creen
que se los saca para lievarlos a Su cuna.
—Vamos! pero si no parece hijo de usted.
—Pues lo es, estoy perfectamente segura.
iGuapa mujer!
Sus ojos parecian estrellas engarzadas en lapislázuii: asI lo decIan
los que para ponderar una hermosura no encuentran más medio
que formarla de mármoles, alabastros, marfiles, corales, perlas,
ébano y troncos de palmera.
Y es el caso que por lo regular quienes más estatua1ian atroz
neologismo a la mujer, son los que más se entregan al tercer enemigo del alma.
Y serfan ó no sedan estrellas sus ojos, pero sI es cierto que desped Ian rayos que ponlan de todos los colores a quien era objeto de
sus miradas.
De ellas se espantaban muchos hombres y sentIan bajo su impresión un calofrIo indescaipuble.
Aquel seno insolente asomándose por el escote del vestido de
seda, y mal oculto bajo las mallas delicadIsirnas de una pañoleta
de encaje, cuyas puntas despus de cruzadas sobre el pecho se anudaban an vaporoso lazo prendido con un broche de briliantes, tenian mucho de mundano y tentador.
La falda del vestido escaso de vuelo y ahlsitno de talle segün la
xnoda de la época, dejaba descubiertos desde el tQbilIo sus pequ.ñisimos pies prilnorosamente caizados con zapato bajo de seda,
cuyas çipras se cruzaban sobre el empeine y dando vueltas sobre
vuetas 4esaparecian bajo los encajes de las enaguas, adheridas a is
calada media de blanca seda.
Preciosos brazos los suyos y dignos y muy diguos de moatrarse
como se mostraban, descubiertos casi desde ci hombro.
Delicadas manos aquellas cuyos dedos largos y elegantes lucian
ca44 uno, menos ci pulgar, dos 6 tres snubs de piedras preciosas
engarzadas en forma de cruces, de estrelias, de rectángulos, de
cIrcuj oa y otros varios caprichos del diamantista.
Bella, muy bella repito, y no obstante, hecha abstracción de sus
W_
Las Tres Garant.as
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naturales encantos de mujer hermosa, aquelia señora no era lo que
se llama Sirnpatica.
Muchos individuos habian dado en la necedad de creer que hacia mal de ojo, y que ci ver.la originaba algun disgusto ó desgracia.
Para más de un marido lo ultimo salia cierto casi siempre.
Pero no estaba el mal en ella, sino en ellos mismos; porque su• cedla que después de haberla visto y contempiado un rato más ó
menos largo, al volver a su casa sus mujeres parecIanles más feas
que de costurnbre, y no siendo bastante prudentes para disin-tularJo, oIan de labios de sus beiicosas y ofendidas consortes ]as verdades del barquero, que, segun se dice, nada tuvieron de agradabies.
—Dc otro modo juzgabas las cosas,—solIanles decir,—.cuando
me galanteabas sin obtener de ml más que desderies, que, aunque
tingidos, pues me gustabas para marido, no por eso te haclan menos mella, porque de boho te pasabas.
—Me paso,—dijeras mejor,—murmuraba el marido Para sus
adentros.
—Pero ya seve,—continuaba la irritada esposa,—yo, pobre de ml
sin expericocia, sin mundo, me dejé ilevar dc mis ilusiones y boy
sufro ci castigo de mi ligereza.
Al oir Jo cual el marido pensaba para SI:
—Su ligereza dice y está casada conmigo; estas mujeres no saben Jo que es una mujer propia! Guardáhanse, sin embargo muy bien de decirlo y al fin pasaba el
c hubasco, que en ci matrimonio pasan pronto cuando el cónyuge
recriminado es prudente y no truena ni relampaguea.
Restablecjda la caima. los delincuentes solIan tener ci candor de
buscar de nuevo a la peligrosa dama y contarle en son de broma
su pasado disgusto con sus esposas, a cuya relación la dama contestaba:
— Pues amigo, convenza usted a su esposa de que nada tiene que
tern c r.
Esto Jo mismo podia querer decir eyo sé respetar la propiedad
ajena D que uno bay cuidado qua por hombre como usted me
pierda.
Ellos procurahan entenderlo por ci iado que rnejor les convenIa
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Episodios Históricos 4iexzcanos
y consolãndose con su propia tonterIa, pensaban que los escrüpu-.
los de la dama podrIan desaparecer si la propiedad ajena se le entregaba por su libre voluntad y a pesar de sus respetos.
Pero, digamos de una vez su nombre, D.° Clara, ó mejor CIarita, que asI la nombraban todos, no parecla dispuesta a dar qu
hablar de sI al menos con sOlido fundarnento.
Era hermosa, muy hermosa, sobrenaturalmente hermosa, y gustaba, corno gustan todas las hermosas, de ser galariteada; pero sus
a&ciones no pasaban de ahI.
Ni cómo hablan de pasar si pasaba ella por una de las rnujercs
rnás piadosas de sus dIas?
En su salon, compitiendo en nilnlero con los objetos de lujo y
arte, abundaban, ya de talla, ya en cuadros, más de una gruesa de
imágenes de los santos de su devociOn.
La recárnara especialmente era casi un oratorio, más atn, una
celda monji1
A la cabecera de su cama de caoba, una gran carna, no ya de matrimonio, sino de farnilia, pues parecIa plaza; a la cabecera, digo,
pendla de un clavo un magnIfico cristo de marfil dentro de una
especie de marco formado por rosario enorme de madera de los
olivos del Santo monte Olivete bendecido en Roma por el Santo
Padre.
Los voluminosos siIIons, casi sitiales, con asientos y respaldos
de cuero claveteado, que a lo largo de las paredes Se alineaban,
daban a la recáinara el aspecto de una sala de capItulo de priores ó
abadesas.
Un gran armario, todo era aIlf grande, y enfrente de él una gran
urna de grandes cristales con una imagen de bulto de Santa Clara
de tamaño natural, completaban el adorno de la recámara de
Clarita.
Todo era allI sencillo, severo, casi humilde, casi pobre menos
el traje de la santa cosido todo por Clarita y adornado de e1cajes
de un valor tan grande que, si en vez de haber tenido la devoción
de adornar con ellos Ia escultura, hubiese tenido la abnegaciOri de
cedérselos a los pobres, pudiera haber hecho 13 felicidad de den
familias a cincuenta pesos cada una. No tengo empeño en demostrar que el nümero debiera ser cien; Jo mismo pudiera haber dicho
cincuenta familjas a cien pesos 6 veinticjnco a doscientos. lEran
Las Tres GarantIas
tantas las familias de pobres que no pedlan limosna en las calles
i-il en la puerta de los templos a las cuales podrIa haber hecho felices la santa despojandose de sus encajes!
II
I1L
Pero para todo daba la más que decente fortuna de Clarita.
El padre Bernardo, su confesor, podia dar fe de ello.
Buen padre Bernardo aquel!
No era guapo, pero sin duda lo habla sido.
Aun le quedaban rasgos a pesar de sus cincuenta y seis años
cu rn p1 i dos.
En realidad de verdad no los representaba.
Era uno de esos hombres que el vulgo llama acartonados, y lo
era en efecto.
Alto y delgado, un tanto hundido de ojos, fInIsimo de nariz,
boca pequeña, frente despejada y espaciosa, manos elegantes largas y delgadas, gris, nada más que gris el cabello: tales eran las
señas del hombre fisico.
Apuntemos algunos rasgos del padre Bernardo moral.
Rigido, grave y sentencioso con la comunidad de las gentes.
Arnable, muy arnable, casi galante con lasdamas, quesiendo behas trataba como hijas.
Elocuente en ci decir, delicado y agradable en los chistes Con que
a veces ainenizaba su conversación.
Gran conocedor del mundo y quizds por eso mismo correCto en
Is forma y fino y desdeñoso en el fondo.
Asiduo 6 intachable en el cumplimiento de las prácticas de su
ministerio, y duro y exigente para hacer cumplir a los demás las
de su devocjón.
Este era ci padre Bernardo.
Ya iremos poco a poco completando su retrato.
Basta por ahora.
No dejaré sin embargo de decir que desde aquel hundimiento de
SUS ojos desprendiase una mirada fina, penetrante, indagadora, mucho más elocuente que todos sus discursos. capaz de desconcertar
I
i68o
Episodios !-listdricos Mex:cauos
cualquiera, y capaz a Is vez de tomar todas las expresiones concebibles, desde Is más extremadan-iente bondadosa hasta Is del mas
humano encono.
Muchos de mis lectores no acertarãn por estos apuntes a darse
una cueiita y razón exactas de lo que en ci mundo fué ci padre
Bernardo, y los mal intencionados quizas se atrevan a censurarme
por Jo que tal vez adivinen ó crean adivinar en nii hombre.
Unosy otros deben pensar que soy un pobre viejo, casi chocho y
que carezco de estudios para meterme en honduras como las del
carácter moral y fisico del padre: perdonen, pues, los defectos en
que haya incurrido y haya de incurrir, y pérmitanme que hable,
asI corno soy, ignorante, burdo, pero no ma! intencionado.
Si después de estas explicaciones sun huhiese alguien que no
pueda perdonarme el quc yo ande sacando a luz poridades que
inuchos creen olvidadas, diga ese alguien Jo que mejor le acomode, seguro de que no me he de toniar ci trabajo de contestarle, asi
me ilarne perro, judlo ü otro insulto que más le acomode, y suponga más grave y ofensivo.
Y esto digo porque viene al caso y porque me dicen que por ahI
andan trayëndome y llevándome en lenguas, sobre si pienso de
este ó del otro modo, sobre este suceso ó aquel personaje.
Yo no escribo historia tal como muchos Ia escriben. esto es.
pintando las cosas como se les antoja y dando por sucedido lo que
ellos quisieran que hubiese sucedido.
Cuento lo que vi y lo que mis padres vieron, y quisieron contarme, y no liegan mis pretensiones a que ningán historiador se
tome Is fatiga de citarme en sus libros, 6 comprobar mis dichos.
El que quiera creerme que me crea, y ci que no que Jo deje, seguro de que no habremos de enfadarios.
Buen papel harla yo rompiendo va-as a la respetable edad de setenta y tres años que son los que contamos Is independencia de
Mexico y un servidor de ustedes!
Y he dicho que setenta y tres son los años que cuenta la Independencia, y setenta y tres los mios, porque la verdad de Dios es
que ella y yo nacirnos en el mismo dia.
Piensen en contrario lo que pensar quieran, los que como yo no
piensen, Is independencia de Mexico data uando más tarde de Is
fttmosa noche del i5 al 16 de Setiembre de r8io.
a
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Las Tres Garanfias
Cierto es que no la consumaron los hombres de aquelia noche;
cierto es tambiën que en ci primer periodo de la lucha insurgerite,
más se hizo por la ruina que por el progreso de nuestras ideas,
pero nadie podrá negarme, digo, si obra de buena fe, la verdad de
que sin nuestro intachable grande Héroe D. JOSE MARIA MORELOSS
nadie, absolutamente nadie, hubiera consumado nuestra independencia cuando se consumó.
' Vean, si abrir quieren los ojos, corno quedó el aizamiento insurgente al niorir en Chihuahua los primeros heroes, y dIganme si
era una empresa al alcance de cualquiera ci echarse a cuestas el
hacer nuestra Independencia, cuando todos andaban espantados
de ver que con todo y que nuestro pals era doble de extenso de Jo
que boy lo es, los cadáveres que la guerra habla hecho se tropezaban unos con otros en sus enterramientos.
No, no era un hombre cualquiera el que se necesitaba para hacer
brotar la llama de las moritañas de cenizas que la sofocaban.
iVaya! ni D. Agustin Iturbide se atrevió it ello, y eso que don
Miguel Hidalgo adivinó lo que aigán dIa podria hacer, y con tal
de atraerlo a su partido, le ofreció la faja de general, faja que seguramente hubiese aceptado D. Agustin, a no haberla visto entonces, v con justicia, demasiado verde todavIa.
Y no se me diga que D. Agustin siempre nos creyó buenos para
nada: ya le veremos tratando de ganarse con las más dulces expresiones y los más pomposos ofrecimientos, como el de ponerse a
sus órdenes por ejemplo, al ültimo insurgente armado, a D. Vicente Guerrero, y eso cuando éste apenas podia hacer mas que no
dejar apagarse la lumbre encendida el famoso 16 de Setiembre, y
cuando D. Agustin contaba con los inmenslsiUos elementos que
le empujaron hasta hacerle entrar por las puertas de la Capital ci
memorable 27 de Setiembre de 1821.
jPobres de nosotros si Dios no hubiese querido darnos un don
Josa MARIA MORELOS!
Con quién a falta de ei hubidramos ilenado el espacio de aftos
que mediaron entre ci 3o de Julio de 18 i, en que fué sacrificado
ci Sr. Hidalgo, hasta ci 13 de Noviembrede 182 enque el traicionado virey D. Juan Ruiz de Apodaca, puso en manos de Iturbide
Ia casi tutalidad de las fuerzas que hablan jurado defender el dominio de España en las Americas?
Tc,xo I
211
1682
Ep:sodws Hist&icos Mexicaiws
Y ann hay quien tome a lo serio aquelias repetidas palabras de
Iturbide en su cxposicion a la regencia, palabras que declan: aefl
cortIsimo tiei-ripo de campaFia, sin elusion de sangre, y para decirlo
de una vcz, sin guerra,o concluimos la grande obra de nuestra iibertad!
Admirable adrniraciOn la de las gentes que de eso Se admiran!
jPobres màrtires Hidalgo, Morelos y Mina! Quisisteis hacer
nuestra Independencia contra los españoles, y se Os quiere privar
de vuestra gloria, porque no la hicisteis con los españoles!
Quisisteis que Ia Independencia se hiciese por amor a la lihertad,
y aquel pueblo hecho a la esciavitud, no quiso la Independencia
hasta que la hicieron el odio, ci miedo a la lihertad!
Pero bien caro la pago aquel pueblo, y se la hizo pagar a la generaciOn que le segula.
Al despotismo colonial, sustituyeron ci plan de iguala y sus
hombres, el despotisino de Ia ranciedad, y mucha sangre necesitO
correr después del alegre y regocijado 27 de Setiembre de 1821
para que a! tin el pueblo mexicano pudiese, como ya puede, considerarse verdaderamente independiente, soberano y libre!
Buen Padre Bernardo aquel!
Cuánto le estimó Clarita. v cuan digno era de la estimación de
aquella hermosa mujer!
Muy digno, si.
Quien como 61 liabrIa sabido dirigir Inejor la conciencia de
Clarita?
iCuán feliz, cuãn sosegada conciencia, la conciencia de Clarita!
Como que nada tenIa que reprocharle a su hermosa dueña.
Qué vida tan sencilla la suya.
Casi invariablemente, a las nueve de la mañana estaba y a levantada y dispuesta a oir la misa que diariamente decIa el Padre BerI
nardo en Ia capilla u oratorio particular de Ciarita.
Al Santo sacrificio asistfan todos los hahitantes de la casa.
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Las Tres Garantias
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sive ci portero, pues de nueve y media a diez, se cerraba todas las
tnañanas ci portón del zaguán.
A las doce en punto estaba en la mesa la comida, buena y abundante y no escasa en supremos vinos.
En esto se diba gusto Clarita, v hacla muv hien y santamente.
Siempre fu cspléudida su mesa, cu y o servicio v vajilla era tGdo
de piata.
' Nunca, casi nuia le faltaban invitados. v hasta ]as dos y media
que dura-ba la sobrernesa se tenia en ci espacioso y conlortabic coniedor una agradabilIsima reunion.
A las siete de la noche volvIa a cerrarse el portón del zagu.\n
para i-czar en calma V con la convefliente tratiquilidad el santo
rosario.
• las ocho se cenaha tan hien COfl1O se hahia cornido.
• las dicz de la noche se apagaban todas las luces, excepciOn
hecha de las cinco 6 seis lamparilias que delante de otras tantas
irnágenes se milntenian ardiendo constantemente en ci oratorio, y
algurias habitaciones.
En la misa del dia primero de cada mes, comulgaba en la casa
todo vicho viviente, y capaz de hacerlo, después de haberse confesado en la tarde anterior, con ci Padre Bernardo por supuesto.
No era para este un gran trabajo la confesión de las doce ó Catorce personas moradores habituales de la casa.
Por miedo a las reprensiones del Ciltimo de mes, los treinta ó
treinta y un dias que los formaban, cuidaba cada cual de pecar
cuando mucho venialmente.
Aquella casa era un reloj, que se movia con toda regularidad siguiendo ci impulso de las dos ruedas principales.
No creo necesario dccii- que aquellas dos ruedas principales eran
ci padre Bernardo y Clarita.
Uno y otra tenIan precisamente todos los vierncs, y antes del
rosario, que en esos dias era ci padre quien lievaba los dieces, una
solemn isirna conferencia.
Esa conferencia era liamada la conferencia de la caridad.
En ella ci Padre Bernardo postulaba las familias 6 individuos
desgraciados acreedores a la munificencia de Clarita.
La postulacion del Padre siempre era bien acogida.
No podia por menos de suceder as1. si se tiene en cuenta que lo
:
i 6S
IJl.O.v lit 7co. .I(vCa?U,
mismo las families que Jos individuos desgraciados, eran mdlviduos y families que ci Padre cOnocia como buenos y asiduos Catdlicos.
En este punto, ci Padre y Ciarita erari cxquisita é igualmente
escrupulosos.
En caso de duda, ci postulado era irrernisiblemer i te desechado.
Era necesario hacer una justa diferencia entre ci desgraciado que
lo era a pesar de su amor a Dios, y el que no acudIa a su Divine
Majestad a pedirie misericordia y exponerie sus penes.
El mundo en aquellos dIas estaba tan echado a perder. que solo
por ci rigor podia enderezarsele por ci buen camino.
Repartida de un modo equitativo la cuota de la caridad semanaria, quedaban en lista para la siguiente los desgraciados a los
cuales no hubiese alcanzado ci total repartible.
Asi lo tenla dispuesto ci Padre Bernardo, y no sin fundamento y
razón, pues como muy bien decia, si todos Jos ricos no pusiesen
un /zasta aqui a sus inclinacjones caritativas y a sus iimosnas, son
tantos los pobres que necesitan ser socorridos, que a la vuelta de
un dospor tres. ellos mismos habrian de recurrir a Ia caridad
pUblica.
Hecho, repito, este reparto, ci Padre continuaba otro género de
postuiaciones, verbi gratia ]as siguientes:
Las monjas de la Encarnación ban ofrecido a Nuestra Señora
del Rosario, que se venera en uno de sus altares, un vestido nuevo
y una corona de perias, por haber devuelto la salud a la Madre
Guaiupita, y han abierto una colecta entre los amigos v protectores de la comuiijdad.
—Cuánto ilnportan ci vestido y la corona?
—Quirtientos pesos justos: las madres solo pondrán su trabajo.
pues sabe usted que son pobres, y los devotos reunirán los quinientos pesos, dejando a la piedad de cada cual ci asignarse la
cuota que guste.
—Cuái debo yo dar?
—Ciarita, lo que usted guste.
Prefiero que usted tenga ci gusto inmensisimo de señalar!a por
si misma segthi lo que su piedad le dicte.
—Mi piedad me dicta ci dar los quinientos pesos. Usted Abe.
Padre Bernardo, que, gracias a Dios, esa suma es nada para ml.
Ow-' -,
Las Tres Ga; anizas
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—Lo sé Clarita, y por lo mismo espero que cada dia aumenic más
y rnas las riquezas que usted con tanto talento disfruta y distribuye.
Pero vuelvo a mi tema: aun la caridad y La piedad deben tener
su cuenta
y
razón.
No permito, pues, que usted dé sola los quinientos pesos, y le
sefialo in admitir ni tin centavo n-iás, la cuota de cien pesos.
—Sea como usted quiere. Padre Bernardo, pero a fin de que las
madres no formcn mal concepto de mf, tenga usted la bondad de
decirles que me encontró dispuesta a dar yo sola los quinientos pesos.
—AsI Jo hare, hija inla: mafiana sabrán hasta dónde liega la piedad de mi predilecta hija Ciarita, no solo las madres de la EncarnaciOn, sino todos los amigos de la Santa Casa.
—Eso no, Padre Bernardo: no hay que olvidar que el Evangelio
dice que la mano izquierda no debe saber las caridades que haga
la derecha.
—Cierto, ciertisimo, exactamente cierto; Pero quien como yo
tenga conocimiento de este rasgo de piedad, debe encarecerlo y
publicarlo, no solo porque asi es merecido, sino para despertar la
emulación entre los devotos, y asI promover el mayor espLendor
posible del culto.
—Ante esa razón, cailan y desaparecen todas las rnIas: prosiga
usted, Padre Bernardo.
—Los padres dominicos comenzarán el viernes prOximo la novena de su santo fundador, una de las mãs solemnes fiestas que la
iglesia mexicana celebra; y aunque han renido más de treinra solicitudes y empeños para costear cualquiera de los dias del novenario, han desechado a todos los pretendientes al quinto dia, y me
ban conflado La grata misión de ofrecérseLo a usted.
—Acepto j-ecoocjda ese favor; á cuánro asciende La limosna que
debo dar? —Los pobres no han querido que se susciten competencias ni
rivalidades entre ]as personas que han de costear el novenario y
ban fijado una cuota igual y uniforme pai-a todos.
- Cuánto?
—Doscientos pesqs.
—Poco me parece para tan solemnes cultos, Pero me someto a
la icy que han querido imponer: dare los doscientos pesos.
1686
Episoaws l-1it6rjcs Mexicanos
El Padre Bernardo sonrió franca y cariñosamente y dijo:
—No serán doscientos sino ciento cincuenta.
—Yporque?
—Porque los cincuerna de diferencia son los asignados a los predicadores del dIa por mañana y tarde.
—Y bien por qué mi dIa no ha de tener predicadores?
—Los tendrá. Ciarita; los tendrâ hija mIa.
—;Y entonces por qué no se les ha de pagar?
—Porque ellos no quieren.
—No entiendo.
--jOla! jria! creIa más perspicaz a mi liia predilecta.
No adivina usted que yo, el Padre Bernardo, seré el predicador
del dIa, por la mañana v por la tarde?
- Ah! Padre Bernardo, como agradezco a usted tanta bondad.
—No hay por qué hija mia: tengo el mayor empeño en que los
sermones de ese dIa sean dignos de su propietaria.
—Pero va usted a predicar en la mañana y en Ia tarde?
—Si, hija mia.
—Pero eso es imposible!
—Y por qué?
—Córno va usted a soportar la fatiga de dos sermones en un
inismo dia?
—Hija mia, para todo da Dios fuerzas, y no ha de negármelas a
ml para dana est ueaprueba
v
de mi paternal afecto.
Clarita ante tal manifestación de paternal afecto, nada pudo responder.
La gratitud Ic embargaba la lengua.
No pudo hacer niás que tomar la mano que ci Padre Bernardo
Ic tendió y besársela con el mayor cariño y más grande devoción.
La conferencia de la caridad terminó aquel dia con otros donativos, importantes doscientos cincuenta pesos, it que ascendió el
presupuesto formado para costear Ia pintura de la fachada del tealplo de Regina que necesitaba mucho repintarse y resanarse.
—Vea usted Clarita,—observó enternecido ci Padre Bernardo;—
quiso usted dedicar quinientos pesos a costear por si sola ci vestido y la corona de la imagen de la virgen del Rosario; yo me opUSe, y a! fin y al cabo ha venido usted a gastar los mismos quinentoS
pesos.
Las T,-es Garanlias
1687
Pero me consuelo y no se lo reprendo porque con esos quinientos pesos vamos a hacer no una sola sino tres obras buenas y gratas a Dios.
Tenemos. pues, que abonar a las cuentas de caridad de mi hija
predilecta, la quinta parte del vestido y la corona de la virgen del
Rosario; Lin noveno de la solemne fiesta de los padres dominicos
s' toda la fachada del Santo Templo de Regina, mds quince fami con los cincuenta pesos asignados semanariarnente
lias
al alivio de los desgraciados.
;E-Iija mia, bendita sea una y mil veces la caridad de los ricos
piadosos!
Iv
Creerfa mal quieri creyese que una mujer como Clarita, amiga
del discreteo y de lagalanterIa, conocedora de su notable belleza y
de ella vanidosa, y que tan cándidamente se plegaha a las indicaciones del Padre Bernardo, hasta ci punto de parecer un carácter
vulgar y sin iniciativa, creeria ma!, repito, quien creyese que una
mujer de su especie no tendrIa, ilegado el caso, carácter ni energIa
para nada.
l.'1uy por ci contrario, Clarita habla nacido con un carácter im
perioso, y soberbio, gustaba de hacer pesar cuanto podia su supe.
rioridad y revolviase airada si alguien más fuerte ó más diestro
trataba de imponerle ajena superioridad.
Ella corno nadie lo sabIa y de ello tenla conciencia.
Pero por efecto mismo de esa conciencia habIa puesto y segula
poniendo todo su empeño en dominar su carácter.
No se le,ocultaba la superioridad de espiritu de nadie, la ajena
necedad le herIa y repugnaba: inmenso, extraordinario desprecio
i nspirábale todo lo pequeño, y sin embargo, procuraba deja rse dominar por lo inferior, por lo necio y por lo pequeño, aceptándoio
como una mortificación y como un sano correctivo.
Solo no soportaba, vuelvo a decirlo, la superioridad de otra persona quien quiera que ella fuese.
Esto no seria rnuv ha1a 4 aJor para CUT11)S suponlail dominar
1688
Episodios Históricos Mexicanos
Clarita, entre ellos el Padre Bernardo, pero quién repara en los
rnedios cuando ci fin marcha de acuerdo con su interés?
Pocos recursos hay más prorios para hacer fortuna y conquistar
holgadas posiciones que el de despojarse de la di g nidad personal y
no dar uno a conocer que Ic tienen y tornan por tonto.
Carácter enteramente opuesto y en un todo diterente a! de CIavita era ci de su hijo Marianito.
Curioso, niuy curjoso tipo ci suyo.
No era de fea presencia, al contrario, era femenilmente bonito;
si, bonito: esa es la palabra.
TenIi ui-i cutis y un color como de rosa.
Ensortijado ci cabello, de un rubio al uso de los rubios ingleses,
esto es, ni amarillo, ni dorado, ni limpio, ni sucio.
Tamhjn, naturalmente, eran rubios su escaso bigote y su largulsima perilla 6 piocha, que le hacIa tanto más notable cuanto
que nadie Ia usaba en aquel tiempo de pelo iacio 6 cortado a tijera
y cara pelada como cara de clerigo.
Sus ojos, lánguidos v nlortecjnos eran de un azul ciarIsimo, deslavado como azul de cielo de aiba.
Era alto y crguido sumamente correcto en el vestir, y de una
intachable linura en modales y maneras.
Hablaba despacio y escuchándose a si mismo y con un tono de
voz sumamente bajo.
No hubiese aizado jamás lavoz, ni dado un grito fuera del diapasón ordinario, por nada de este mundo; ----------TemIa descomponer Ia regularidad y distinción de su tisonomIa.
Resultado de su presunción y amor a si mismo, era de una impasibilidad asombrosa.
Jamas faltaba a nadie pero tampoco le importaha que alguien le
faltase.
Escuchaba sus elogios sin agradecerlos y no le irritaban ni conmovIan las crIticas.
No buscaba amigos, pero se dejaba dominar por cuantos se Ic
presentaban, y si alguno le pagaba mal ó abusaba de 61, se limitaba
A dar órden a sus ayudasde cámara para que no volviesen a permitine entrar en sus habitaciones, y sin emocjón, sin disgustof sin
v iolencia, decia at borrarle de la lista de sus tibias afecciones.
1w,
Las Tres Garantias
i68.
—1lngrato!
Hasta alli era hasta donde más alcanzaban su enojo y disgusto.
Era casi lo que puede ilarnarse un sér impasible.
Ni awi las desgracias le conmovian.
No se negaha a socorrer a nadie, pero daba sus socorros como
quien tira la limosna que da, sin detenerse a saber si la recogia el
socorrido ó tirada la dejaba.
Si un enfermo, un infeliz ó un simple distraIdo tropczaba y caia
en la calle y a su lado, buscaba un individuo a propósito, a quien
poDia en la mano Ia mayor moneda que ilevase, diciéndole:.
—Tomad para vos, y ayudad a aquel infeliz a levantarse.
Y seguIa su camino sin detenerse a saber si se le agradccia ó no
se le agradecIa ese desprendimiento, que era a lo más que, segCin
su creencia, alcanzabari sus deberes para con sus semejantes.
Como hijo, no era menos galante y correcto: nunca besaba a su
madre sin pedirle previo permiso para ello y aán asi, nunca en los
labios ó en las mejillas sino solo en la frente 6 en la mano.
A un tipo de su especie no podia faltarle una circunstancia más
que le hiciese más interesante.
He aqul esa circunstancia; era en extremo delicado de salud.
Nunca tuvo, por fortuna suya, enferrnedad de ninguna importancia, pero lo atribula al cuidado extremo con que trataba su interesante individualidad.
Constantemente se sentia amenazado de toda especie de enfermedades, pero gracias a sus precauciones las supuestas dolencias
no liegaban a declararse.
Si Se le preguntaba aunque no fuese más que por pura formula
social:
—Cómo se siente usted?
Invariablemente respondia:
—Mal, bastante mal.
—Si, eh? pues qué tiene usted?
—Nada: . pero me siento mal, bastante mal.
—Por qué no consulta usted con algun medico?
—Amigo nib, los medicos sOlo sirven para casos extremos,
para aquellas enfermedades que el enfermo mismo puede explicarles.
Las mias no son de esta especie.
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212
69
i
Episodios Históricos !liexzcanos
Me siento mal sin dolerme parte alguna bien determinada.
No puedo explicar Jo que siento y solo Se quc estoy ma!, bastante mal.
Sin la escrupulosidad de mis prccaucioiies, que lievo, Jo confieso, hasta Ja nin-iiedad, porque asI lo exige mi estado nervioso habitual, créalo usted, no durarIa yo mucho.
eso diga usted, cuando está en la primavera de la vida y
contará cuando rnucho diez y nueve ó veinte años.
—Algunos más, amigo mb, por más que agradezca su finura y
amabilidad; pero no está en los años Ia salud.
Soy de una naturaleza exageradamente delicada.
Pero no solo yo, amigo mb, no sOlo yo soy asI.
Toda la actual generación es igual.
No sé qué le ha sucedido al mundo.
Pero la verdad es que los hombres de hoy, no servimos para
nada.
La raza ha degenerado y nosotros sufrimos la consecuencia.
Hemos venido al mundo demasiado tarde.
Pero en fin, como dice el vulgo, ni Ilorar es bueno.
Toinemos ]as cosas como son y procuremos ir saliendo adelante, mientras Dios sea servido de tenernos en este valle de niiserias
y de lágrirnas.
La persona de buen sentido que aquel cOmuio de insulseces escuchaba, solIa decir al despedirse de Marianito:
—jLástima de individuo, que de si mismo crec que no sirve para
nada!
Pero vive Dios, que si me le entregasen sin segundas intenciones iii advertencias, no habia yo de tardar mucho en curarle.
Con un fusil al hombro ó una reja de arado entre las manos, y
estar al sol, si le hubiese, 6 a Ia liuvia, al aire y al frIo en su defecto, en dos meses transformaha yo en un roble a ese espIritu
ma rica.
Pero ya Se y e, quien es rico, tan rico como éI es, bien puede darse el lujo de morirse de aprensiOn, a falta de otra cosa mejor y más
Util en que entretenerse.
jAlla 61 se las avenga!
ir
Las Tres Garantias
1691
Perosi su hijo Mariano nose daba el trabajo de preocuparse ni
ocuparse de cosa alguna que no fuese sus imaginarias enfermedabdes, Clarita pensaba por él.
Un dIa hubo en que aquella excelente señora creyó oportuno
pensar en un buen matrimonio para su hijo.
Y meditó efectivamente.
Pero desde luego se le ofreció is dificultad del carácter de Mariano.
No tenIa n-iala voluntad ni predisposición alguna contra el bello
sexo.
Muv al contrario: le gustaban las mujeres hermosas y más que
las hermosas las distinguidas en maneras y modales.
Pero sus gustos no alteraban ni aun en esto su apacible indiferencia.
Es decir, se habia propuesto ignorar qué cosa pudiese ser una
pasión.
Estrambótico podrá parecer propósito semejante; pero, cosa extraña en aquel carácter dispuesto a dejarse dominar por el primer
reciën venido, se iba saliendo adelante con su proposito.
No cabe duda, su corazón estaba tan vacIo como su cerebro.
Ni el uno ni el otro le servIan para más que para cumplir las
funcjones naturales estrictamente necesarias para mantener con
vida la máquina de aquel cuerpo.
Y a pesar de todo, no le faltaban a Marianito jóvenes que de éI
estuvjeran enamoradas.
No solo no le faltaban, sirio que antes bien le sobraban.
Le sobraban, sI, y tanto, que huyendo de aigunas de ellas habla
dejado de vjsitar más de una casa por no encontrárselas.
Y lo ma'scurioso es, que todas ellas se imaginaban estar en relaClones con el iridiferente Marianito.
Cuantas pudieron hablarle se lo echaron asI en cara.
—Usted dispense. señorita,—les contestO dl,—creo no haber
dado a usted motivo para esa recriminación.
I
OV!I
1692
Episodios Hisróricøs Mexicanos
Soy bastante pundonoroso para abusar de la credulidad de nadie.
y menos de la de una dama.
Q uizas las galanterIas que, ajustadas a las rnás correctas fórmulas sociales, ha y a dirigido a usted, la habrán hecho creer que yo
pienso aspirar a su mano.
No niego que tal aspiraci6n a ml más que a nadie honrarIa,
pero, señorita, no es para nadie un secreto lo delicado, ridIculamente delicado de mi salud, lo confieso, y estimo demasjado a una
señorita de las alias prendas de usted, para que nunca, ni por mal
pensamiento, pueda ilevar ml egoismo al extremo de haceria mi
esposa para COnvertirla en mi enfermera.
Los hombres de boy no servimos para nada.
SerIamos muy cuerdos resolviéndonos a no casarnos jamás.
En ello darlamos una prueba de afecto y estimación a ustedes.
y de piedad y respeto a la humanidad, no dando existencja a hijos
que necesariamente han de valer menos que nosotros.
En vano era que aquella a quien esto dijese Mariano, tratase de
demostrarle que en sus enferrnedades habla más de imaginario que
de real.
—Ojalá fuese asi ,— contestaba;_.... pero no lo es.
Solo ci exceso de mis precauciones ha evitado que Ia muerte
haya concluIdo ya con una vida de la que aUn, lo confieso, no estoy hastiacjo.
Y nadie Ic sacaba de ahi.
Nadie, ni aun aquellas jOvenes un tanto más vehementes que
liamandose a engaño le apostrofaban por su conducta.
—Veo que usted se exalta,-__decla;_eso me demuestra que Ia salud de usted es muy superior a Ia mIa.
Una escena de alguna violencia, me postrarla en cama durante
un mes lo menos.
Por lo tanto, señorita, pido a usted permiso, para dar por terminada esta difIcii discusiOn, y no dudando que me lo otorgara
uso de ël y me callo.
Y no habIa más remedio, se callaba, de modo que la Santa Inquisición no habrIa podido arrancarle ui-ia palabra más.
Mariano era hombre que no tenIa, como tienen todos los de su
edad, ni archivo de cartas amorosas, ni almacén de recuerdos 6
presentes galantes.
3
Las Tres Garantias
i 6g3
Si una darna !e ofrccIa una for que fuese, qu6 capaz quc ci la
to ma se
—Conservadla vos. senorita: S(v incapaz tie Consefltir en qe esa
tior, dichosa tie morir en rnanos de usted, fuese por las mIas profan ada.
Sucedló aiguna vez que una joven enamorada de él, queriendo
saber a qué atenerse, le dirigiera una carta preguntandoselo.
' Con la mayor atención Mariano se apresuró a contestar por escrito, lo mismo que en aquellos casos contestaba de palabra, y lievando al extremo su respeto a las atenciones que la familia de Ia
pretendiente merecIa, dirigio Ia carta abierta a los padres rogando.
les en una esquela se sirvieran entregarla a su hija.
Resultado: que ésta se gano un disgusto de padre y muy señor
mfo, porque los suyos le calentaron las orejas riñéndola por haberse expuesto a tan ridIcuio descalabro.
Los padres de Ia vIctirna agradecieron a Mariano su franqueza,
pero le retiraron su amistad dejando aün de saludarle. No por eso
se apesadumbró aquel tipo.
—Extraños padres,—se dijo;—sin duda habrian preferido que yo
enviase a su hija la respuesta por conducto del maestro aguador?
Todo esto lo sabla Clarita.
Mariano estimaba que al hacerlo asI obedecla a todas las leyes
de Ia educación y la caballerosidad, y se lo contaba a su madre con
Ia misma naturaljdad.
VI
Clarita se admiraba de una candidez tan parecida por detrás.por
delante y por uno y otro costado a Ia tonteria; pero dejaba hacer a
su hijo su santa voluntad, segura de que a nadie causaba perjuicio.
Y asI era en efecto.
Al contrarjo: su conducta era en extremo favorable j las jóVenes.
Porque éstas, lastirnadas con Mariano, haclan buena cara al primer D. Juan que les cantaba claro, y se casaban con él en un dos
JOr tres.
Esto daba margen a muchas conversaciones como la siguiente:
I:
j69
Episodios Históricos Mexico nos
—Sabes que ayer se casó fulanita?
—No, no lo sabla.
—Pues sI, hija, como te lo cuento: se casó ayer, y muy bien por
rnás señas.
— i Vaya , dichosa ella!
—Y lo más particular es que su noviazgo apenas duró tres
meses.
—Hija! iqué afortunada es fulanita! ,Y por qué fué eso tan de
prisa?
—Dicen que se casO por despecho.
—Por despecho?
—Si: parece que la muy tonta creyO que Mariano, ya sabes, Marianito, andaba enamorado de ella, y cuando se figuraba tenerleya
amarrado, el pIcaro dió un quiebro, y se paso de largo.
—Pues mira, hija: todd' eso es muy posible y no es el primer
caso que yo Se.
Marianito es un alhaja para eso de hacer matrimonios.
Todas sus novias se le casan como se ha casado fulanita.
Dicen que por despecho. jBah! tontera! venga marido y venga
por donde viniere.
—La verdad es que Marianito trae Ia buena estrella a todas las
mujeres en las cuales se fija.
—jAy! hija; i tengo unas ganas de que Marianito se fije en ml
para poder casarme con Juan!
Yo le juro que en cuanto me mire Marianito, me le declaro como
lo hacen en las comedias ]as damas del coliseo.
Y en cuanto lo spa Juan, crCelo como artIculo de fe: pide dispensa de vanas y Se casa con migo antes de quince dias.
jQué buena sombra tiene ese Marianito!
Esta buena sombra de Marianito era también repetidamente comentada por los varones jóvenes de su edad; pero los comentarios
tenIan mucho de picaresco.
—Qué chiripiento es el tal Marianito!—decfa uno.
—jUf! ya lo creo que lo es.
—Y tanto!
—Todas las muchachas suspiran por dl.
—jMira qué gracia! Hazrne a ml tan rico como eJ lo es y yo te
respondo...
Las Tres Garantias
1695
—Qué has de responder, tonto, si no sabes de to que se trata?
—Cómo que no?
Sc trata de que a un joven tan extraordinariameflte rico como
Mariano, todas las muchachas to encuentran digno de ser su marido.
—Put--s cahahnente estás probando con to que dices que no sabes de to que se trata.
Ninguna muchaha quiere a Marianito para marido, por la sencilia razón de que todas saben que Mariano no piensa casarse.
—jAh! en ese caso Mariano es un sér peligroso para las familias.
—Pc1igroso Marianito! jBah! Bah! Bah! bien se ye que no le
conoces; Marianito no es peligroso para nadie, y eso es precisamente to que criticaiflos.
Marianito tiene partido entre las muchachas, porque las muchachas creen que Marianito tiene buena sombra, y que basta que él
haga la corte a una muchacha, para que esta muchacha se case en
un dos por tres con su novio.
—Con su nov10 de quien?
—De quiën ha de ser, hombre? de la muchacha.
—De qué muchacha?
—Dc la que enamore Marianito.
—Entonces ese novio es Marianito.
—Mira, cállate, porque solo dices barbaridades, y escucha en
cat ma.
Las muchachas suponen que la buena sombra de Mariano hace
que todas ellas se casen en el momento en que él las enamore, 6
simplemente las galantee.
Esto hace que todas le pongan buena cara, ya por ver si la buena sombra da fuego, ya por si pega, y Mariano se casa con ellas.
Comprendes?
Si Mariano no fuese tan pazguato como to es, qué gran partido
no podrIa sacar de la tat fama?
Porque has de saber que muchos padres empiezan también a
creer en la supuesta buena sombra, y algunos que por aM andan
hasta con tres hijas casaderas pasadas de punto, piensan ensayar a
ver si es verdad.
Pero ,que capaz que Marianito sepa aprovecharse ni de su misma tonterlal
-j
1696
Episodios ilistóricos !ilexicanos
Es un hombre de yeso, y si por sus venas circula algo, ese algo
no Cs sangre seguramente, sino limón nevado ó borchata de pepitas de melon.
—De melOn? No lo jurarla yo. Siendo como es Marianito, la
horchatera debe haber sustituIdo las pepitas de melon con pepitas
de calabaza.
El gi-upo de aquellos jóvenes, estaba de buen humor. y dispuesto a celebrar cualquiera tontera.
Por eso celebraron la que apuntada dejo corno fin de su conversación.
VII
Clarita creyó oportuno que aquellas bromas hasadas en la candida indiiei-encia de su hijo, tuviesen un término, y concibiO el
proyecto de casarle.
En el modo de ser de Clarita, era dificil, muy dificil que sus
proyectos tardasen macho en ser una realidad.
Llamó, pues, a su hijo, y después de dade permiso para que
besase aquella su adorable frente, le expuso, sin más preambulos,
sus proyectos matririjonjales.
Mariano no se emocionO.
En la más correcta forma y con perfecta tranquilidad, manifesto
a su madre que no tenIa que oponer a sus proyectos otro inconveniente que el de su salud delicada.
Clarita le hizo observar que las saludes delicadas solIan encofltrar un maravilloso curativo en el matrimonjo.
—Si asI, lo cree usted,—respondiO Marianito,—demos por no
existente el motivo ünico de mi oposiciOn.
—Quiere decir, hijo mb, que estás dispuesto a casarte?
—Con quien usted guste, madre mIa; la elección que med haga,
será aceptada par ml.
Quin mejor que usted puede saber lo que niás me conviefle,
puesto que como madre mba, está usted directamente interesada en
el alivio de mi delicada salud?
—Pero bien, hijo mb, no tienes preferencia, ya que no amOr,
por una joven digna de Ii?
.-.No. madre; me gustan como sabe usted, todas las i6venes distinguidas y hermosas que conocemos; Pero nunca he preferido a
esta más que a Is otra.
—Pero si parece imposible!
—Parecerá, pero no lo es: soy enteramente incapaz de engañar a
nadie, v menos a mi madre.
—Gracias, hijo mb, to sê; Pero tu indiferentismo es tan inexplicable. . —No lo es tanto como bondadosaniente supone usted, y tiene su
razón de ser, so causa, su motivo..
—;Tu delicada salud!
—Precisamente: todos hemos visto en diversidad de casos, el estrago funesto que las pasiones hacen en naturalezas vigorosas.
Quë habria sido de Is mba tan debit, si yo no hubiese conseguido dominar mis instintos?
No ignoro de cuantas burlas, he sido blanco por mi conducta que
casi nadie se explica.
Pero las burlas no me irritan. Ili siLluicra me conmueven.
De ellos estoy pagado, conservándome comno rue conservo, con
vida, mal que pese a ml salud delicada.
—Bien está, hijo rnio, no I t1emo rni de co: tienes razó;i,
mocha razón.
—Agradezco a usted que asi 10 renozi.
—Lo reconozco, SI: Pero vamos a ver, estarás conforme con Is
mujer que yo elija para tu esposa?
—Dije y lo repito, que viniendo de usted Is elección Is acepto
sin obstäculos ni observacjones.
—Bien, bijo mb; Pero yo quisiera que una determinación de
tanta t rascendencja para ti, fuese tornado con acuerdo zuyo.
—Si tan necesarjo to considers usted, podemos hacer una cOsa.
--Cuál?
—Cumplir con las formulas sociales'.
Qu6 fOrmula?
—Lade que una vez elegida por usted la que deba set mi esposa,
me diga usted su nombre y sus circunstancias exigiendome mi parecer, que desde luego aseguro que será favorable.
— Puesro que no pides más que eso. prometo hacerlo corno to
1eseaS
TooI
213
z698
Episodios I-f istóricos Mexicanos
—Gracias, niadre mia; en ese caso no hay más que hablar.
—Como gustes.
Marianjto se puso en pie, como preparándose a salir de la hahitación; perode pronto volvió a sentarse, diciendo:
—Dispenseme usted, madre, que la entretenga un momento rnás.
—Que ocurre?
—Una idea.
—Una sola? 1 vaya! 1 c6mo me alegro! venga esa idea.
—A1 casarme, cambiaré de casa? ó continuarë viviendo al lado
de usted?
—Hijo mb, eso lo dejo a tu disposición; para ml seria más grato
no separarme de ti.
—Gracias, muchas gracias, madre. En ese caso, continuaré, tal
era mi deseo, continuaré al lado de usted.
Clarita repuso a esto enternecida como madre que era:
—A ml vez, hijo mb, te agradezco con toda mi alma esa prueha
de cariño!
—Hago lo que debo,—contestó Mariano siempre con corrects
forms, pero también sin emoción.
—Adivino, hijo mb, que es el cariño quien te dicta tu desco.
—Es cierto, madre, el cariño me lo dicta. Por nada de este mundo consentiria en afligir a usted, privándola, al separarme. del
gusto que tiene en cuidar de mi salud delicada.
Mi esposa nunca podra cuidarme con tanta solicitud, como
mis enfermedades exigen.
Clarita se quedo frIa, más que frIa, helada, con aquella patente
demostración del cándido egoismo de su hijo.
VIII
Pero Clarita era madre. y Mariano era su hijo, y una mujexpO
drá ser cuanto malo se quiera, menos mala rnadre.
AsI es que apenas habla salido Mariano, cuando ella estaba ya
repuesta de su amarga impresión, y decla:
—Pobre hijo mb! cuánto le hace padecer su apocada imaginaciónl
Las Tres Garantzas
1699
No, no le abandonaré.
Seria capaz de morirse de aprensión.
Pot fortuna aquel dIa era viernes, y por lo tanto, dIa de conferencia de caridad. lo que explicará a mis lectores, como precisamente en el momento en que Mariano entraba en su habitación
parzicu1r, el buen padre Bernardo abrIa la puerta de la sala donde
estaba Clarita.
—Dios envia a usted, Padre Bernardo.
—Y a ver a sus angeles vengo,—contestó galantemente el sacerdote.
—Siëntese uste3, Padre Bernardo: necesii(, de su avuda v sus
conseos.
—;Si. eh? ;pues de qud se trata, hila niIa
—Se trata del marimonio de mi hijo.
—Ola! iola! ;al fin se nos ha enamorado nuestro buen Marianito?
—No, Padre Bernardo.
—Entonces...
—Yo soy quien quiere que se case.
—Pero sin estar enamorado?
—Mi hijo es de Indole tan dôcil, tan falto de iniciativa, tan acostumbrado está a que yo piense por 41, que estoy segura de que se
enamorará de la mujer que yo le elija. cualquiera que ella sea.
—Está bien: y ya ha pensado usted en cuál ha de ser esa mujer?
—No, pero to pensaremos usted y yo.
—Av, hija.mIa! jsoy en ese punto tan poco inteligente!
Sin embargo, probaremos; probaremos.
—Muy bien, Padre Bernardo.
—Comencemos.
—Si a usted le parece, yo propondre las candidaturas, y usted
hark sus observaciones.
—Aprobado: comencemos.
Dolores Palma...
—Prirnera observación.
—Hagala usted, Padre Bernardo.
—Supongo que la esposa futura de Mariano, hemos de buscarla
on familias cristianas ViejaS, como dedan nuestros antepasados.
— Desde luego.
—En esç caso, me opongo a la candidatura de esa joven.
I 7oo
Episoizos I1,st6rzcos Mexicanos
—Puedo preguntar a usted la razón?
—Si, hija mia, y voy a decirla en el
—Escucho.
—No niego que Dolores Palma es una honita y excelente joven,
modesta, buena y temerosa de Dios: la madre me parece otro tanto, y digo me parece, porque segQn mis noticias, hace tiempo que
puso tërmino a ciertas ilicitas relaciones, que mantenia con Un
primo de su marido, tan ocultas, tan en secreto, que nadie . pudc
jamás probar que aquel rumor fuese cierto.
Pero dando por hecho, y esto casi con fundado motivo, quc tales ilIcitas relaciones no sean más que una impla calumnia, siempre nos quedará ci inconveniente del padre D. Basilio Palma.
El tal D. Basilio es un liberalón de marca: hace muchos años, y
esto si me consta porque yo lo vi, se atrevió a decir ptiblicamente
que los franceses hablan hecho muy santamente en guiliotinar al
desventurado Luis XVI.
Es decir, D. Basilio no está por el Derecho Divino, quc es el
que santifica a los monarcas, representantes de la Autoridad de
Dios en la tierra.
Me consta tambien.—y esto lo dijo el buen padre como si terniese
que alguien le escuchase, bajando extra ordinariamente la voz;—me
consta que D. Basilio es... francmasón!
— 1 Dios nibl pero es verdad que eso lo hay en Mexico?
—SI lo es desgraciadamente!
— I Horror!
—Horror, Si! grandisimo horror, porque esa infame sociedad
secreta está formada de liberalones por el estilo de los revolucionarios franceses, para los cuales los reyes son unos entes despreciables, las imagenes de los santos unos muñecos ridIculos y el
clero, aun en sus más elevadas dignidades, un espantajo que debe
desaparecer.
— 1 Dios mb' iDios mb! jcuántas abominaciones!
—IAh! mi señora D. 2 Clarita, no dude V. que el mejor da ese
Dios implacable en su justicia, mandará sobre nosotros ci ruego
que consumió a Sodoma y Gomorra. cuyos vicios casi parecen
virtudes si'se les compara con los vicios de la presente edad.
—Pero esa Fnquisij ué-hace...esglnquisicion que no persi
gue 6 esos impIos?
W
- 1701
Las Tres Garanhias
I
—Hija mIa, quë quiere usted que haga si no encuentra en la
autoridad el apoyo que le es indispensable?
—Cônio asI! Entiendo que su excelencia el virey...
—Hija mia, ci virey D. Juan Ruiz de Apodaca conde del Venadito, cstá como todos; es decir, no se las tiene consigo.
Figcirese usted que hay quien dice que aunque lo oculta por no
tarnhitn francrnasón.
dindad.
creerlo cornpatblc coil Sn es
/
iVL
3
r
Clarita, cra10 iisted: estamos...
— l Jes1s mil veces! pero eso es una calumnia, no lo dude usted,
Pad;e Bernardo.
jApodaca francmasón!
jlmposible, imposible de toda imposibilidad!
Tan piadoso es, tan adicto y fiel al monarca, que esa canalla que
se llama liberal le tiene pot fanático y absolutista cual no hay otro.
—Puede ser que asi sea, hija mia; pero el hecho es que no faltan
ilustradas personasque desconfien de él.
Clarita, créalo usted: estamos sobre un volcán y la menor imprudencia puede hacer estallar esto como bomba.
España, la católica España se ha vuelto loca y con ella va a
arrastrarnos a todos n(JtruS a un vflJ.iCP.
170
'. Historicos
EplSod:os
Alexicanos
Los mismos que para poner cow a los avances de los liberates,
de los descamjsados, de los canallas, fortalecieron el poder absluto del rey, to ban desacreditado con sus imprudencias.
Nadie ignora los escándalos que dió la camarilla formada con
los concurrentes a las ilarnadas tertulias de Palacio: ellos fueron
quienes desacreditaron el poder real cambiando de ministros con lo
camisa y dando origen a los alzamientos de Porlier en Galicia,
de Lacy en Cataluña, de Richard en Madrid y de Beltrán deLis
en Valencia.
Por misericordia de Dios, todos esos rnovimientos fueron sofeados y en el cadalso perecieron sus in fames caudillos; pero el rev
ha continuado mostrándose débil v el mundo Se Ic ha venid
en C im a.
Yn lo sabe usted, Clarita la mat sofocada conspiración del 8 de
Julio de 1819 renació de sus calientes Cenizas, y el dia z.° de este
año de veinte, D. Rafael del Riego, coronel del batallón de Asturias, se pronuncio por la Constitución del año doce en ci pueblo
de Cabezas de San Juan, no lejos de Sevilla.
Ayudado por otros rebeldes como dl, Riego se apoderó en Arcos
de la persona de D. Felix Maria Calleja, conde de Calderón, que
habiendo sido nombrado jefe del ejército expedicionario destinado
A reprimir la revolución en Buenos-Aires, tenIa en dicho pueblo
de Arcos su cuartel general.
Calleja, que, segün se dice, ningunas ganas tenfa de volver a
America, se dejó sorprender por Riego sin oponerle resistencia
alguna, y ci ejCrcito destinado a Buenos-Aires, que no queria salir
de España, se adhirió a los principios proclarnados por el revolucionarjo de Cabezas de San Juan.
La masonerla, la infame masonerIa, que como la zizaña hahIi
extendido sus raIces por todo el suelo de la peninsula, se propust
no dejar malograr el movimiento iniciado por Riego, y cuand
éste casi se vela perdido en Sierra Morena, y en la imposibilidad
de volver a la isla de Leon, centro de las operaciones de sul secuz
el coronel D. Antonio Quiroga, tales mañas sé dió valiéndose de
sus conisionados secretos, que uno a uno fueron promanciandose
los jefes reales, al extremo de dejar al rey D. Fernando VII tan
solo y abandonado, que ni con su propia guardia pudo contar.
Cediendo a aquella inicua violencia, el rey se decidió it jurar la
W
,
Las Tres Garantias
1703
Constitución promuigada en Cádiz en 1812 y asI lo anunció Is noche del 7 de Marzo; pero temiendo el populacho y la soidadesca
que no cumpliese su ofrecimiento, tres dias después tuvo Is avilantez de inradir el real palacio sin que Is guardia tratase de impedirlo, y ci desgraciado monarca, no menos que por salvarsu real
person'a del insulto y del asesinato, accedió a todo y juró Is Constitución en niedio del más extraordinario y asqueroso tumulto,
'solo comparable a aquel que impuso al desventuradO Luis XVI la
cucarda tricolor y ci gorro marsellés.
Ix
El Padre Bernardo se detuvo un instante para recobrar los alientos que habIa perdido al hacer, sin darse punto de reposo, Is anterior relaciOn de Jos sucesos de España, cuyas primeras noticias
se recibieron en Mexico a principios de Abril, y fueron confirmadas ci 29 del mismo mes por un buque salido de la Coruña quo
trajo Is nueva fatal pars los serviles de haber jurado ci z-ey Is
ConstituciOn.
—Estamos perdidos, enteramente perdidos.—continuO diciendo
ci Padre Bernardo— y lo estamos porque los liberalones de acá
están, segün parece, resueltos a imitar Is conducts de los de la Habana, quienes sin esperar las órdenes del gobierno de Madrid han
proclaniado ya la Constitución.
Ahora bien, que será de nuestra santa religion catOlica Si tal
cosa Ilega a suceder?
iAh Clarita, hija mia, ime asusto de pensarlo!
La libertad es Is muerte de todos nosotros, porque ella hard
triunfar ese negra masonerla que nos odia y que no dejará con
vida fraile, ni cura que Ilegue a haber a las manos.
Esa malbadada Constitución de las COrtes de Cádiz piantea en
cada uno de sus at-ticulos mil irifernales reformas, que destruyen
los dos ünicos poderes salvadores de las sociedades, ci poder real
Y el poder del ciero.
Ni usted misma, hija mia, se salvará de los atropellos de esos
infames liberales.
1704
Episodios HistOricos Mexicanos
Todas aquellas personas honradas, timoratas, afectas incondicionalmente a la santa religion, son tituladas santurronas por los
impios liberales, y por las noticias de Madrid recihidas se sabe que
el populacho ha cometido en ellas cobardes despojos y horribles
asesinatos.
A casi todas las vIctirnas se les han encontrado tres heridas en
forma de triángulo, que es, segün Se cree, ci embiema de los ma- ,.
sones.
Todas las heridas presentan a su vez tres bordes porque parece
que los instrumentos con que cometen sus asesinatos son agudas
p untas de enormes compases.
Otros cadáveres mostraban rotas las zienes con un instrumento
contundente, que se cree haya sido un martillo, de que tambiér, se
sirven los masones para las ceremonias que celebran en sus antros
y denominan logias.
SegOn conhienza a murn-lurarse, esas funestas logias han progresado en Mexico extraordinariamente, y se afirma que merced al
secreto con que trahajan hablan conseguido que se ignorase hasta
hoy la existencia muy antigua de aigunas de ellas.
Segtn esas noticias, Ia primera logia la fundó D. Francisco Javier Mina, iniciando en sus ióbregos misterios a un olicial mcxicano liamado Garcia Conde: es creibie que el mal espahol que
vino a estas tierras a encender de nuevo ci fuego de la insurrección,
fuese capaz de hacer semejante cosa.
Hay quien pretenda dare mayor antiguedad aOn y atestigue que
el cura de Dolores D. Miguel Hidalgo, y Allende y sus demás
compañeros, ci Lic. Verdad, y el inismo virey Iturrigaray, estuvieron iniciados en una logia que se reunfa en la casa nom. 4 de la
calle de las Ratas, habitada por ci regidor D. Manuel Luyando.
Todo es creible, pues todos ellos hguraron en puesto prominente
en la sangrienta y vandálica revolución del año diez 6 en Jos suce- SOS que la prepararon.
Los más afirman que la primera logia en forma que exitió en
Mexico, se fundó hace tres ó cuatro años en la casa de los cape
lianes del convento antiguo de madres Teresas en la calle de
este nombre, de donde paso despuCs al nUm. zo de la calle del
Coliseo Viejo. Aquella primera logia se ilamO La- Arquitectura
Moral.
IL 1
'
Entre los primeros masones se nombra al oidor D. Felipe Martinez de Aragon y a D. Fausto Elhuyar, suegro de Martinez y director de minerla, ambos españoles.
—Españoles?—preguntó sorprendida D.a Clarha.
—Si, hija mIa: espafoles son casi todos los masones que en Mexico ienemos; hasta hoy los masones mexicanos están, para honor
de nuestro pals, en notable minoria. si hien esos pocos pertenecen
'para mayor haldön a las mIs aristocrdticas v distinguidas familias.
Todos los jcfes v uticialcs de las tropas expedicionarias están
inscritos en ]as listas de las sociedades secretas, y ellos son los que
mayor impulso les ban dado.
A dónde iremos a parar?
jAh! Clarita, no es fácil preveerlo.
Para todos los masones la libertad es un idolo al que ririden iiimitada adoración.
Pero no la libertad que se puede gozar bajo ci infiujo moderador
y racional del trono y de Ia iglesia.
No, no es esta la libertad que ellos pretenden conquistar.
Su libertad es el desorden y el libertinaje, ambos ilimitados.
Su libertad es la ruina de todo Jo antiguo, santilicado por la experiencja y la sucesjón de los años.
La supresión de las órdenes religiosas.
El saqueo de los bjenes del clero, atesorados con las limosnas
de las gentes piadosas.
En fin, Clarita, y para decirlo con una sola palabra; su libertad
es el Cáos!
—Pero todo eso podra evitarse; no es cierto Padre Bernardo?
El padre puso ci indice de su mano izquierda sobre sus labios y
toda su mano derecha sobre la boca dulce, sensual, encantadora,
de Clarjta y con mjsterjosa reserva dio:
—Chis!. -. por eso rnás que por nuestra conferencia de caridad
he venido boy a ver a usted, hija mfa.
La religion necesita de todos sus soldados y usted, Clarita, es
Uflo de los mejores de so ejCrcito.
iLToio
I
214
1706
Episodios Histdricos Mexicanos
ON
Clarita se hizo toda oldos y escuchó.
El Padre Bernardo dijo asi:
—No, hija mIa, no todos los españoles europeos son masones,'
ni todos quieren ver en Mexico proclamada la impa Constitución
de las Córtes de Cádiz.
No hija mIa, la zizaña no invade adn todo el campo de las antiguas y salvadoras ideas y creencias.
Aun es posible la salvación.
Aquellos antiguos españoles, que por su Dios y por su rey,
todo lo sacrificaban, viven aCmn entre nosotros y se han propuesto
salvarnos.
Aman a su pals, pero con tanta sensatez y buen juicio. quc ellos
son Los primeros en notar sus defectos y en oponerse Cm que esos
defectos envenenen la sangre de la Nueva España, como han envenenado la de la antigua.
Si hija mIa, ellos son los prirneros en lamentar Jos efectos perniciosos causados en La patria de su orfgen, por los propagadores
de la deletCrea tilosofla irreligiosa y antisocial del siglo XVIII.
Ven claramente que La pretendida igualdad del hombre, no tiefle
otro objeto que el de sobreponer la canalla a las clases educadas y
decentes, y arran caries el ejercicio del poder que en sus manos han
puesto hasta hoy el uso y las prerogativas tradicionales.
Que otra cosa son los derechos liamados del hombre, que una
escandalosa violaciOn de los derechos divinos?
A qué otra cosa que a levantar el fondo de cieno de la sociedad.
tiende el decantado sistema constitucional y repi-esentativo, basado
en el grosero principio del interés individual, que no por amor ni
a Dios ni al rey, sino por beneficio propio, procurará conserVar
el orden y promover su adelanto y su progreso sumamente contes
tables?
No, los falsos y perniciosos tribunos de la libertad, no son 1TI6S
que grandes ainbiciosos y grandes egoistas, inspiradøs en una inmoderada sed de lucro.
La. 1 ,
( , , z:z_
1
7-1-
Elevados a los puestos que sin mëritos pretenden y a fin de sostenerse en elios del unico modo que pueden sostenerse, por el abu.
SO de la fuerza y la opresión, fundarán su potencia en el engrandecimiento de la canalla, que a nada teme porque a nada respeta.
Eso es lo que tratan de impedir los buenos españoles, tanto europeôs como americanos que aun tenemos entre nosotros.
Ellos son los que en estos momentos tratan de cortar en sus ral'ces, tiernas todavIa, las mortiferas plantas nacidas de la semilia
sembrada por los liberales.
Y esto lo harán a toda costa, siguiendo efejemplo del memorable D. Gabriel Yermo, que nos enseñó como debemos tratar it
a4uellos cuva fidelidad nos sea sospechosa.
Estanios en inminente riesgo de que La Constitución sea uno 'i
otro dIa proclaniada en estos reinos, y con ella todas sus peligrosas
re formas.
Es, pues, indispensable impedir esa proclamación.
Y lo impediremos aun cuando en los primeros instantes hayamos de parecer rebeldes al rey.
AsI lo exige la necesidad.
El desventurado Fernando VII es en la actualidad el primer esclavo de su reino.
Cualquiera de sus sübditos goza de mayor libertad que el: he
ahi lo que es capaz de hacer la libertad y ci moderno liberalismo.
Bajo su infiujo solo somos libres para bacernos matar, oponiéndonos a sus leves injustas y opresoras.
Todo su gran descubrimiento consiste en haber bautizado con
Ia palabra libertad ci despotismo de que nos acusan a los absolutis:as.
Quejabanse antes de que el rey oprimia at pueblo, y ellos oprimen con el pueblo a! rey.
La primera de esas opresiones tenla al menos ci mérito de set la
de uno contra todos; eilos son bastante cobardes para proclamar
la de todos contra uno.
R esultado de su liberal sistcma es que ci rey no goza de libertad
alguna.
Y asi como le obligaron a jurar contra su voluntad la ConstituCt 6fl asI tambiën contra su voluntad le obligaran a hacrnosia julos demas.
Ia
1708
Epssod*os Ff:stóricos Mexicanos
Esto es to que trataremos de impedir.
De qué modo?
Proclamando it nuestra vez que mientras no estemos convencidos de que el rey es dueño absoluto de si mismo, y de que ninguna presion se ejerce sobre dl, no acataremos ninguna de sus reales
órdenes, aun cuando vengan firmadas de su propio puño y letra.
Tiempo hace que con objeto de madurar este plan vienen celebrándose ciertas juntas en ci oratorio de San Felipe Neri, antigua
casa profesa de los jesuitas.
El alma, ci promotor de esas juntas to es ci d ctor D. Matias
Monteagudo; es decir, el hombre menos sospechoso pars, las genies
honradas que puede en el mundo hailarse.
En primer lugar es españoi de sangre, de nacimiento y de convicciones; no será, pues, ëi quien vaya ni trabaje contra su patria.
Es canónigo de Ia Santa igiesia metropolitana, goza honores de
inquisidor y dirige Is casa de ejercicios de la Profesa, no podrá
sospechársele de no estar interesado en la defensa de los privilegios del clero, los dogmas de Is fe y los fueros de la conciencia.
Con el estamos y su plan seguimos cuantos como él queremos Ia
salvación de estos vastos reinos.
Entre los atiliados figuran ci mismo regente de Is Audiencia, español también, y todos los europeos enemigos de Is Constitución;
todos los eclesiásticos, en fin, sin excepción, dispuestos a sufrir sun
ci martirlo, por tat de que esta nueva y santa cruzada se yea coro•
nada por ci más beneticioso triunfo.
—Y en qué puedo yo, pobre mujer, contribuir a ese triunfo?
—Voy a decIrselo a usted, hija mia.
—Hable usted, Padre Bernardo; hable usted!
—Usted, hija mIa, va a completar Is obra con feliz éxito empezada por otra dama tan belia y adorable como usted, y como ustcd
amiga de su religion y de su pals.
Quiero referirme a la ilustre marquess de Aguayo.
—Que ha hecho mi buena amiga?
—Proporcionarnos, Clarita, lo ünico que nos faltaba.
—Que era elio?
—Un jefe acreditado y de conflanza, capaz de honrar Is dire,:ciOn militar de nuestra empresa.
—Quién es el?
NPW_
Las Tres Garantias 1709
—iD. Agustin de Iturbide!
—Ah! El mayor enemigo de los insurgentes, el hombre de con
tianza y hechura del virey Calleja.
—El mismo.
-;Pero cómo se ha conseguido eso?
_Yd se to he dicho a usted: Iturhide es quizás el mejor amigo
de la marquesa, que, reconociendo en ël todas las prendas que le
b valieron la protccción de D. Felix Calleja, nos ha proporcionado
su cooperaciófl.
—Bien está; pero... Equd es to que debo yo hacer!
El Padre Bernardo acercó sus labios at oldo de Clarita y con voz
imperceptible le dijo algunas palabras, que segCin parece no volveran a repetir en su vida ni Clarita ni el Padre Bernardo.
Excusado nos parece decir que tan larga conferencia retardó
aquci viernes, de un modo deplorable, el rezo del rosario
Mucho asombró esto a los habitantes de aquella casa en que todo
era orden y método.
Pero mds extrañaron todavIa, las fi-ecuentes, las muy frecuentes
equivocaciones que llevando el rezo sufrió el Padre Bernardo.
Clarita se vió en la precision de tomar et rosario y ilevar el rezo, pero tarnbiCn cometiO frecuentes, muy frecuentes equivocaCiones.
Nadie, sin embargo, dijo cosa alguna.
Aill imperaba la más inonastica surnision.
xi
Pero si no fué aquel dia fu,-' otro el destinado para buscarle novia
at eceIente Mariano.
Y se encontrO at gusto de Clarita y del Padre Bernardo.
Por supuesto que era hermosa, muy hermosa.
Uno y otro to procuraron asI, Clarita porque siéndolo ella, y
teniendo la seguridad de que ninguna podia serlo más, le gustaban
las hermosas, por lo mismo que no tenla por qué verlas con envi-
7-795
a;
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die: v el P:tdre, r"r4ue I nadic k :'-.
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hIS s l'-.f)O )O-Son.
­ 10 no pus,) reparo alguu 't18
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via, sino qt .- Loa ella se ca&S cuaudo toJ estuvo di-spuesio.
ranquirI
Cnrr- sU CRrac(er Jo exigia.
;cial, quc fu5 naturaFrnente tan lu.
rarse de una tan opulenti farn..
•Pose, y se cuenta que solicndo p
ituraleza se arrojó COfl entusinsmo4
piet die su hermosa compañer.a dicindojie con cierro entusi-jQu brrnoca eres!
Eke*jw- d. It., cual, sintindose aucndt-, por Un acces)
Iicaie
uc,4d a Clarita. y ni rnAs ni menos que 4r
e.-hn ha e L, entot
se retir6 a su habitnción, sup1ican..I
Inair tu nodccg su esposa mientras fuese adqwr
fi"ZO to
Paso aIgn ti'ru--.
.t ambkn.
Por eemp1o: ci
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wa sinnüniero de novededes p a ss
fesa falló por prim
I q egunda.
- Y fud el caso q.
s..' buque con la notici.i J iaer sa t,liio ya Para Mexico. •-.r -.
die ^, i diz_, un bergandn de guerra con las órdencs pari
7Juót Ispañj J Const j tucjón. lo g cornercjantes
.,mlcui,qt*_r IIktr c-'fls, que tantoodiaha ci Pad:
d, i q&k
sron crtn rn'-s ue Jos de Ia Hahani. quien
nes del gobterno babun puesro ei vigor el siste
7 exigicron qua otro tanlo se hicier en Vera.
or ci general D*vih, no tUVO otro rcmedi
de aquel also de veinte juro la Contitu
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Las Tres Garantias
1711
El virey Apodaca, conde del Venadito, se alarmó mucho con Ia
noticia de lo pasado en Veracruz, y más aün con una plancha, asi.
seg1n parece, se liaman los olicios ó cornunicaciones de la masoiicrIa, con una plancha, repito, que muy respetuosamente tuvieron
ci atrevimiento de dirigirle los masones de la capital, evitándole a
no obligarles a ponerle en ci caso de proclamar y jurar contra su
voluntad la famosa Constitución.
No fué Apodaca hombre capaz de dejarse imponer condiciones
por otro hombre quien quiera que ël fuese, pues lesobraron siempre valor y sangre frIa, pero fuë a la vez ci hombre rnás celoso del
prestigio de la autoridad real.
Ella representaba en Mexico, y no quiso que en supersona se le
cometiese un nuevo desacato a la del monarca, y antes de que otro
tumulto corno ci del Paiacio de Madrid profanase el vircinal, sacrificó sus propios sentirnientos y quiso echar sobre si la responsabilidad del paso quc se Ic obligaba a dat, y a ]as dos de la tarde del
3i tie Marzo proclanió y juró la Constitución ante la Audiencia,
cuyo acto fué pot demás desairado, efecto de la precipitaciOn con
que se preparó y del disgusto con que Apodaca Se soirietió a Ia
dura necesidad.
No sucedió lo misrno en los dias subsecuentes, a contar del primero de Junio, en que la juraron el arzobispo y cabildo eclesiástico en la capilia de los Reyes, hasta ci nueve en que se hizo la
= solemne prociamaciOn con la misrna pompa acostumbrada en la
jura de los reyes. Al efecto se levantó frentc a Palacio un espacioso
salon, formado con lujosas colgaduras y guirnaldas de fibres y foilaje de las que pendlan grandes tarjetones con versos alusivos,
obra de los ramplones poetas de las fiestas cIvicas y religiosas.
Los regidores fueron a buscar al virey, montando caballos magaIticos regialnente enjaezados, y con todo ci procesional aparato
con que en soiemnes ocasiones se presentaba en püblico ci cabildo de ciudad.
El entusiasmo popular fuë también tan extraordinario como de
costumbre, no por otra razOn sino por la de que ci buen pueblo se
entusiasma siempre con ci menor motivo que se le de, por cuya
causa lo rnismo aclarna y vitorea a los tirios que a los troyanos,
convencido sin duda de que tan mal puede inc con los unos como
con los otros.
I
7 Z 2
Episodios H:st6rios Mcxicanos
Tres dIas duraron las rnüsicas, vitores y repiques, y tres noches
hubo ilurninacion en todos los edificios civiles, religiosos, pUblicos y particulares de Is ciudad.
El dia iS se hicieron en cada parroquia Ins elecciones de ayuntamiento, y su resultado fué favorable pars, los españoles, pues saheron electos varios de ellos, lo cual fué muy celebr2do, como una
revancha de Ia exclusion completa que se hizo de españoies en Las
elecciones famosas Jel primer periodo en que rigiO Ia Constitucion.
Una tras otra fueron planteándose las reformas consiguientes; Ia
Inquisición dejO de funcionar; el virey ya no se nombró virey sino
Capitán general; se crearon todas las corporaciones y funcionarios
prescritos por ci nuevo orden de cosas, y se restableció Ia libertad
de imprenta, exhortando a los escritores a hacer de ella un uso
moderado, empleándola en ilustrar a! Gobierno y en promover el
b-ien de Ia nacidn.
Con este motivo volvió a lanzarse tan bravo como siempre a Is
arena periodistica el huen D. Joaquin Fernández de Lizardi, que
tanto ha ligurado en varios de los Er'isontos que a éste ban precedido.
Su reputacion habia ido creciendo, y todo el mundo devoraba
con marcada compi cencia su entretenido libro titulado, Alacena
de Frioleras. sus gm osos calendarios con pronósticos en verso,
un famoso Periquillo .rmien1o, publicado en 186, su QuzTjotita
y sus Ratos entretenidos.
En este segundo periodo de lihertad de imprenta, Lizardi hizo
c1ebre su Didlogo de Chanzorro y Dominiquin, que le costó ir a
dar a Is cárcel, por sentencia de Is Junta de Censura para calificadOn de impresos denunciados.
En aquel tiempo su bueno y fiel amigo D. Anastasio de Ochoa
s Acuña, que tambin tigura en estos E p is000s, ordenado de PreshItero en Diciernbre de i816, desempeñaba el curato de Ia parroquia del Espiritu Santo de Queretaro.
Tamhiën entonces saliO a relucir de nuevo el Lic. D. Carlos
Maria de Bustamante, publicando varios papeles desde Veracruz,
donde se hallaba, teniendo Is ciudad por cárcel y estremecindose
tie terror por haher recihido orden del virey para trasladarse a
Tulancingo cbajo Is inspecciOn,—dice éi rnismo,—del ferocIsimo
W
,
1713
Las Tres GarantIas
Concha que, en un momentO de crápula, rue habria mandado al
otro mundo.
Lo mejor que se le ocurrió al buen 1icendo fué imprinhir un
papel con ci siguiente brevIsirno titulo:
Mernoria presentada a! Excmo. AyuntamientO de Mexico, para
que interponga sus respetos, a in de que el supremo gobierno tenga piáticas de paz, suspension de armas y acoinodamiento con los
jjdent es de las provincias del reino."
Dicho papel fuC condenado por Ia Junta de Censura y quemado, dice Bustamente, upor un regidor que despuCs la echaba de
gran patriota y liberal.
Los grandes peligros que la dominación colonial en America iba
a correr en lo de adelante, no se le ocultaron al virey Apodaca, y
desde ci mismo dia en que obligado por las circunstanCias juró la
ConstituciOn, dijo a los nhinistros de la Audiencia aque iban a malograrse todos los trabajos que habla empleado felizmente en la
paciticaciOn del reino, por ci ahuso que se harIa de las nuevas institUCi Ones.
XII
W_
La
casa de doña Clarita habla experimentado una completa
transformación.
La nuera de la piadosa señora tuvo la cuipa de ello.
Voy a hacer su retrato en cuanto me sea dable; ojalá tuviera yo
para este caso ci chiste de los novelistas, que nos pintan unas mujeres que ni mandadas hacer.
El óvalo de su rostro era de una etrema pureza artIstica.
Su ancha y despejada frente coronábase con una espléndida diadema de magnifico cabello casi negro y ondulado naturalmente.
Sus ojos, dotados de un supremo brillo, sernejaban diamantes
engarzados en cIrculos de azabache.
Sus lahios entreabiertos como la roja ilor del granado, descubrian finisimos y menudos dientes de un blanco de perla.
El movinhiento de su seno. mansamente agitado por los frecuentes iatidos de un corazón ardiente y apasionado. era de una incomparable belleza.
TOMOI
215
Ii-z',i',
4
i1!t
Sus brazos, aterciopelados corn) el fruto del almendro, terininaban en unas manos que acusaban la tinura y distinción de Ia razi
en sus dedos elegantemente largos y deigados y en sus uñas de
suavIsimo color rosa.
De mediaiia estatura, de talle ligero y cirnbrador, las corrccta
curvas de su cuerpo le prestaban una extraordinaria esheitez v haclan de ella una de esas muleres destinadas A inspirar sUbitas pasiones, violentos
zirnores ë irresistjbies seducCiOflCs.
Y aqul hago punto y n'
prosigo dando rnas señá's de
ella
por miedo de echar a per--
1
der ci retrato, que Si no es
tan bueno como y o desearla.
solo yo me tengo la culp i
que no sé ni puedo pint I!
mejor, pero no aquella betmosa joven que sienipre ns
admiro a cuantos tuvirnos ci
gusto de conoceria.
\
-- -
Era, en una palabra. corn
--
era natural que lo fuese, eleLusa
gida comb lo fuë por Ciarit
que, lo repito, era voto en
eso de helleza femenil.
Pero si en lo exterior no se engañó. en Jo interior ó moral
tlevó un chasco de los buenos.
Luisa, este no re Ilevaba, era una excelente joven; ainin lin pia, corazón abier y de sentimientos naturalmente rectos.
Pero esto no irn edla que el alma fuese digna y altiva v ci
zn ardiente y apasionado.
Lo cual no hizo a Clarita gracia de ninguna especic
Y nose la hizo porque, como en su lugar indicanios. para air
vez y energia Ic sobraban con las suyas.
Con el fin de mortiticarse en elias, habiase impuesto la pen
grande, extraordinaria para su genio, de someterse al relativn d
0
i'
minio de caracteres inferiores al suyo, y esto
Is tena acostumbra-
Ja a ver con una especie de compasivo desprecio todo cuanto Is
rodeaba, v a no cuidarse de lo que los suyos pensasen, pues tei'iIa Is convicciOn de iue nadie en torn') SUV) hahIa de atreverse
.1 pensar.
Ni un instante dudO que Luisa, su nuera. se sometiese a Is ley
o mu ii.
Hija de padres en extremo recomendabies, pero sin bienes de
fortuna, estaha lo mejor educada que en aquellos tiempos era posible estarlo.
Pero no conocia otra comodidad que Is muy modesta que pueden proporcionarse las familias de Is clase media que viven del
producto kiel trabajo de su jefe.
Siempre ci trahajo ha sido ingrato para las personas honradas,
Is
primers circunstancia que se les pre-
quc no saben aprovechar
senta para enriquecerse sin pararse en los medios.
El padre de Luisa fué una de esas honradas personas.
Envejcció en ci trahajo y obtuvo una jubiiación en las mejores
condiciones posibles.
Dios quiso Ilevarse a su buena esposa, y ci anciano no tardó en
seguiria a Is otra vida, dejando a Luisa al cuidado de una tia usufructuaria de una corta rents, a Is que unió Luisa la pension que
debia djsfrutar hasta el dia de su mmonio.
Luisa paso los primeros años de su juventud casi alejada del
mundo, pero contents con su modesta posiciOn.
Clarita, entre cu°yos defectos no tiguraba la, avaricia, ni el amor
desordenado a la riqueza, no pensO en Is pobreza de Luisa, sino
fud pars ver en ella un motivo más que Is obligase a agradecer el
haberla elegido pars esposa de su hijo.
Los matrimonios por amor no eran muy comunes entonces.
as jOvenes se casaban punto menos que sin conocer a sus noVios. y casi siempre porque asi se to mandaban sus padres.
El oficio de Is mujer es cacarse.—decian.
Luisa se casO ni mas ni menos que otras jóvenes de su edad y de
SU dpoca.
Pero una vez casada, tuvo el buen semido de enamorarse de su
esposo, cosa que otras muchas casadas no hacIan.
La relaación de las costumbres era grande en aquellas d pocas, y
1716
Episodios Hfstóricos Mexicanos
ci vicio perseuido con encarnizamiento por frailes y golilias, s
escondIa hipócrita en el hogar, y en ci seno de las familias.
Habla pocas, muy pocas buenas casadas, por más que casi toda
lo pareciesen.
A las muchachas rebeldes quc pretextaban pat-a no casarse, n
sentir inclinación aiguna hacia ci novio, se les decla: para casars
no se necesita estar enamorada; el amor viene despuës.
Y venIa, en efecto, pero no siempre a gusto del marido.
HabIa muchas excepciones, y una de elias lo fué Luisa.
Los que en vano la cortejaron una vez que casada la vicron, so
Han decir:
—Esa mujer es la rara avis: se ha enamorado perdidamente d
su marido, que sera todo lo que ustedes quieran, pero más que tod
un egoista y un imbcii.
No, silo que ci diablo no inventa, lo inventan las mujeres.
Y era la verdad, es decir, no ésto, sino aqueilo.
Y aquehlo es, que Mariano era un gran egoista y un gran imbecil.
Luisa cornenzó por sentir compasión.
—Pobre Mariano! se dijo:—es bien desgraciado.
El cariño maternal de Clarita se ha limitado a procurar que
nada Ic falte a su hijo de cuanro pue4e comprarse con dinero, y a
dejarie en iibertad para hacer ho que rnejor Ic ha acomodado,
sin ver que con esa liberrad solo le ha proporcionado daños y
per juicios.
Dc este modo ha secado ci alma y ci corazOn de su hijo por
faita del riego saludable de verdadero cariño.
Y apenas se hizo estas consid&raciones puso manos a la obra de
revivir aquella planta sin raiz.
xlii
Pero hay empresas que no puede lievar adelante ni la mejor, y
más sana y buena intenciOn del mundo.
A la candileja inrelectual de Marianiro faitâbale pâbiio. 6 tan
cxcaso teniale, que al echarle al susrentador aceite, se corria ci
riesgo de apagar aquella reducida llama, tan incapaz de producir
calor. como la llama azulada del fuego fátuo errante sobre un camposanto.
Sin embargo, como no le faltaha Ia fe, Luisa conhenzó su obra
reparadora con mudia fortuna.
Deleitándoie con sus honradas caricias, Marianito empezó a olvidarse de sus imaginarias dolencias.
Su
rostro IUC }h.)
(RO
tlILl() Ia aparflaa dc muneco de
era.
En sus
ors,
JLIC
Ia gcntc cr icoiia v 111al hahiada. Ilamaha de
borrego muerto, comenzaron de vez en cuando a brillar niiradas
lienas de fuego, de calor y de vida.
Dc vez en cuando, sus labios hasta entonces rIgidos, como petrificados, se contraIan como una especie de mueca que con buena
voluntad podia ser tomada como una sonrisa.
Por ültimo, aquellas muecas Ilegaron a verse convertidas en
franca y reparadora nsa.
Y como nunca habIa acostumbrado usarla, sucedió un dIa un
inesperado y trascendental fracaso.
Y fuë ci fracaso, que el Padre Bernardo, creyó que Marianito se
buriaha de ël.
V como lo creyó, montado en su santa cóiera le reprendió la supuesta hurla.
Y como la hurla fuese en efecto supuesta '- nada más que supuesta, Marianito se incomodó con el injusto regaño, y le piantó
una fresca al Padre.
;Válgame Dios! jquë escándaio!
En su admiración, el Padre abrió tanta boca, redonda y grande
como la de la taza, en que, por ser ]as tres de la tarde tomaba chocolate, y fué de oir la reprimenda, que de aquel redondel brotó,
como brota ci agua de rico y ahundante rnanantial.
Ciarita, que atralda por lo descompuesto de las voces, acudió todo lo apresurada que se lo permitio su dignidad de ama de casa,
no pudo reprimir cierto impulso de complacencia.
Aquella complacencia no envoivia mala intención.
Se la dictaba ci gusto de ver que su hijo era capaz de algo que
r evelase fuerza y energia, aunque fuese un disparate.
Pobre señora, al fin era madre, y es necesario creer que no hay
____ una madre mala.
1S
lF.oi:o
/Jzst,ir:.,,
It_VC.7,lO,
Peru si Clarita disculpó a su hijo, porque al fin madre er:i de
Marianito, el Padre Bernardo, que no era padre del i-ebelde, le
guardo desde aquel momento un mâs que mediano rencor.
Y como el caso fuese verdaderamente nuevoyalarmante, Se COflsagró a buscar la causa, y en un dos por tres, dió con ella.
La causa era Luisa.
Luisa. la ingrata Luisa, que dehiéndole como Ic debla su bienes-
r,:
ci Padre abriô tana boca.
tar, pues sin su aprobación Clarita no La hubiera elegido para. es- posa de su hijo, excitaba a este al grado de plantarle unafresca por
una disculpable mala inteligencia.
Y aquf fué donde el Padre Bernardo sacó a campaña todo su talento, que enroscándose como sierpe en . imo preocupado de
Clarita, La convirzió en una verdadera suegra, ca toda La dolorosa
acepción del vocablo, como decla un marido de los casados con la
esperanza de que algün dIa le amaria su mujer.
Luisa vió a su vez de donde part ía ci golpe, y redobló en defensa
propia su empeño de animar y dar vida a su marido.
Pero Marianito, que no dejaba an de ser un imbécil, quiso hacer más de lo que debla, y en uno de los momentos en que Clarita
quiso hacer pesar su influencia de suegra sobre La adorable Luisa,
dejóse arrcbatar pot un loco acalorarniento, y sin darse cuentà de
lo que hacla, pot defender a Luisa, le plantó a su señora madre
otra fresca semejante a la que le habla piantado al Padre Bernardo.
En vano Luisa procuró remediar aquella fechorla.
' Marianito estaba exaltado, y de sus labios salieron las verdades
del barquero.
Luisa se enfadó tamblén y salió en defensa de su suegra.
Pero nadie sabe Para quién irabaja, ni a donde ira a parar la
piedra una vez salida de la honda.
Ciarita tomó a agravio la defensa que de ella hizo su nuera.
Y lo tomó, porque comprendió que en aquel su reino de su casa
hahiase levantado una superioridad quizás mayor, cuando menos
igual a La suya, y Ciarita sintió renacer su carácter imperioso y soberbio, y airada se revolvió contra su nuera, cuyo ünico delito fué
ci de poner su empeho en querer hacer hombre a un imbécil.
Para desgracia de Luisa y fortuna de Clarita, aquella exaltación
extraordinaria de Marianito, fué seguida de un abatimiento de ánimo, tie un caimiento de fuerzas, que le hizo creer en un nuevo
ataque de sus imaginarias enfermedades.
Y no hubo remedio; sobrecogido de invencibie terror, pidió que
inmediatamente le lievasen a su cama, de cuya cabecera se apoderó
en ci acto Clarita, dispuesta a verter en lo; oldos de su hijo todo
ci veneno de su rencor por Luisa.
De ésta se hizo cargo el Padre Bernardo, quien de Clarita recibid la misión de haceria comprender hasta ddnde habla extraviado
a Marianito, que siempre habla sido de un carIcter débil y respeLUOSO Para con todos sus superiores.
En vano Luisa llord y protestó su inocencia.
Estaba juzgada.
Nadie tuvo compasidn de ella.
adie, ni ci imbecii de su marido.
& 720
Epis.dios /1i.&t6r:.os
Mexicanos
XIV
Era Un viernes, y Clarita y el Padre Bernardo celebraban su conferencia de caridad.
Pero hacia ya algun tiempo que tales conferencias hablan perdi..
do su carácter primitivo.
Continuaba tratándose en ellas de hacer el bien, pero ya no en
pequeña escala.
Era nada menos que del bien de todo un pueblo de lo que en las
conferencias se trataba.
En prueba de ello, oigamos a! Padre Bernardo.
—Esto no tiene remedio: el vol:án que dormia bajo nuestros
pies, se prepara a hacer explosion.
—Tanto así, Padre Bernardo?
—Tanto asi. hija Clarita'
—Que es pues lo que hay?
—Que aunque no ha ya de salirse con la suya, pues escrito está
que el mal enemigo np prevalecerá, el mismIsimo infierno ataca,
golpea y astilla ]as puertas de la, Iglesia.
jQué tiempos. Clarita, qué tiempos estos que hemos alcanzado!
Algunas de sus fechas quedaran grahadas con sangre, fuego y
destrucciOn en las paginas de la historia de ambas Españas, vieja
y nueva.
Funesto año de
Vea usted qué fechas, Clarita.
Nuei'e de Julio: instalaciOn de las impias Córtes en Madrid.
jlmpfas, si! no hay persona sensata que asI no las califique.
lmpIas, SI! lo repetiré mil veces, porque, qué otro calificativo
menos duro puede dársele a unas Córtes que ban pisoteado y continüan pisoteando todo lo que hay de más sagrado: el altar v ci
trono?
Pero qué otra cosa habia de suceder si se les ha consentido a los
maldecidos francmasones apoderarse v hacerse dueños hasta del
ültimo grano de tierra de la que en un tiempo fuC la Nación católica por excelencia!
1820!
V ..
Las Tres Garantias
172
Ah Clarita, hija mIa! las noticiasque nos ilegan de España, nos dicen queaquello hallegado al iiltimo extremo de I perversion social.
Las inmundas socieiades secretas han hecho a un ]ado el misterio y la reserva en que anteriormente trabajaban avergonzadas
de si mismas, y con el titulo de Sociedadespatrióticas revolucionan a cara descubierta en las plazas y en los cafés de Madrid.
Uno de esos grupos de descamisados se ha atrevido, jmentira
arece! se h3 atrevido, repito, é exigir al rey de un modo turnultuario e irrespetuoso la remoción de su ministro, el marques de
]as Arnarillas. Semejante osadIa ha dado más importancia al café
de Lorenzini, de donde partió ci motIn, que a las mismas Córtes,
y como en éstas hay establecidas en aquellas tribunas que se disputan los oradores a la Marat y a la DantOn, es deci, hombres
imptos por los cuatro costados.
Las mismas Córtes están supeditadas a la esupida preporiderancia de esas sociedades patrioticas, que a su vez dependen de los
francrnasones, quienes, dueños de todos los resortes politico, lo
son de la nación entera, porque en sus logias se han inscrito todos
los empleados y funcionarios pOblicos y los mismos ministros de
la corona, temerosos de las intrigas y venganzas de esa nefanda
socjedad.
Pero ci rey, el rey, si, tiene la culpa de todo, y es a la vez su
primera y más ilustre victirna.
Figürese, Clarita, que las Córtes se reunen desde principios de
1814, nada menos que en el templo de D.a Maria de Aragon, fundado durante el reinado del piadosisimo D. Felipe II, para casa de
religiosos agustiflos.
Dc el fueron arrojados los religiosos, las imagenes y los vasos
sagrados para instalar las Córtes generales, y desde aquella cátedra
destinada a serlo del Espiritu Santo, los diputados han vertido sobre la católica nación el veneno de las ideas de los revolucionarios
franceses.
Desde ella, cxclarnó un diputado: no somos vasa/los, al leerse
Una carta de Fernando VII que contenIa esa palabra: de su recinto
fue expulsado otro diputado que se aventuró a decir que reconocIa
a Fernando por rey y señor, y allI propuso un Martinez de Ia Rosa
que el diputado que pidiese variante alguna de la Constitución,
antes del tienipo fijado en ella, fuese condenado a muerte.
TOMo I
216
1722
Episodios Hi g drjos Mex:ca,os
jLa casa del Señor convertida en temple, de abon-Iinación!
COmo lo consiente el rey, y no antes bien manda pegarle fuego
desde sus cimjeftos?
Espantado del sacrilegio, Dios ha huIdo de ellos, dejándolos entregados al demonjo por completo.
SOlo bajo el irnperio del enemigo malo pueden atreverse a hacer
Jo que hacen; una guerra sin cuartel a Is santa Iglesia CatOlica y a
sus minjstros y sacerdotes.
El 17 de Agosto un decreto de las Córtes ha supriniido la CornpañIa de Jesás, ha seculaj-jzado a sus individuos, les ha privado de
sus rentas y Jes ha prohibido hasta ci mantener relacjón a1una
con sus superiores residentes fuera de España.
Pero este no fué más que el anuncio del golpe que preparaban
contra Jos ministros de Is religion.
Otro decreto del 26 de Setiembre ha desaforado a todos los
cclesiásticos, seculares y regulares, cualquiera que sea su ciase
dignidad, s ujetg ndolos a Ia jurisdiccjOn ordinaria que podrá irnpo-y
nerles, en caso de que cometan algOn delito, los mismos castigos
corporales sun Ia pena de muerte en Is horca, que se irnponen a
los crimjnajes comunes.
AsI es como aquellos miserables comprenden Is igualdad, rebajando lo más grande y sublime que en Ia tierra existe hasta el rastrero nivel de su pequenez.
Sin duda en sus sacrIlegas i maginaciones han soñado con el
impIo gozo de ver ahorcado a un arzobispo con todo y sus vestiduras sacerdotales
Oh! ib6vedas del augusto ternplo de D. Felipe 11! cómo ha
podido ser que Is cólera del Señor no se ha desplomado sobre Is
sacrIlega junta de los Ilamados diputados?
A voz en cuello gritan los congregados en los cafés y en las logias
que es necesario is- quitando trailes de enmedio; las Córtes han
obsequiado esa indicaciOn, y el dia 1.0 de Octubre han decretado
la supresion de todos los monasterjos de frailes y monjas, y Is
prohibjciOn de fundar conventos, de dar hábjtos y admitir a profesión a los novicios de uno y otro sexo. La misma ley previene Is
secularizacjón de religiosos y religiosas, asignando una pension I
los frailes y monjas exclaustrados, cuyos bienes Se apIicarin al
crédito püblico.
W
-
Las Tres Garantias
1723
A áltirnas fechas el rev no habIa dado aCin su sanción a esta ley,
pero cuantoS sahernos que el rey carece de elemnentos para resi stir
al empuic de los trastornadores del orden pUblico y tradicional,
no dudamos, ni por un instante, que al fin y al cabo el rey tendrá
que ceder y sanciorlar Is ley de Las Córtes.
No hahrä de irks. sin embargo tan bien como se lo imaginaban.
It
Las cartas recibidas de España, dicen que el partido de la gente
sensata y de oi-den, a quienes los liberales Haman con desprecio
serviles, engross de dIa en dIa, aurnentado con los descontefltOS
que hacen los liberales separando arhitrariamente de sus destinos
A los en-ipleados que no Jes son afectos, y sobre todo, con la flumerosisima clase de los religiosos, que habrán de perder sus intereses
y bienestar en cuanto esa ley sea un hecho.
Tienen de su parte al pueblo sano y piadoso de Los campos y
aldeas que ama a sus frailes más que al mismo rey, y que, en caso
necesario, se lanzará a los campos de bataLla a morir por su Dios
y por su religion.
Asi lo ha dicho con la sublime abnegaciófl de los antiguos martires cristianos, el clero español heredero de aquellas virtudes, y
sus p!áticas y sermones han causado tal sensación, que el gobierno
ha exigido a los obispos que contengan el celo de sus subordinados, haciéndolos responsables de cualquier trastorno que pueda
0 Cur r i r.
Allá harán enEspafia lo que a bien tengan hacer los espafloles
sensatos que sun son gloria y honor de aquella católica nación,
pero por lo que hace a esta Nueva-España. por lo que a nosotroS
hace. estamos decididamente dispuestos 6 no dejarnos inficionar
por las letales ddctrinas revolucionarias de Is metrOpOli.
Las juntas de Is Profesa han determinado dar el golpe lo inás
pronto posible, sin pérdida alguna de momento.
Usted sabe, Clarita, cuán adelantados están lostrabajos de La
)Uflta presidida por el insigne doctor D. MatIas MonteagudO, v
sabe tamhién que nada nos faLta para iniciar nuestrO movimieflto
contra Is Constjtución del afto doce.
D. Agustin Iturbide es nuestro, completamente nuestro. y asi
como los antiguos paladines de Is fe cristiana se preparaban a Is
guerra santa con toda clase de avunos v penitencias, D. Agustin
1724
Ep:odios tfis(óricos Mexicanos
ha tornado ejercicios en la Profesa, y purifIcado está cual si acabase de salir de las beneticiosas aguas del Jordan.
Pero queremos tenerlo todo dispuesto de mancra que podarnos
estar seguros del triunfo, y ci mismo D. Agustin nos ha dicho con
franqueza que le honra, que ningcin paso procedera a dar, si no se
le proporciona un rnando militar que juzga indispensable para p0der ilevar a efecto rluestras ideas y las suyas.
—Ya, SI: pero cOmo lograr ese rnando?—pregunto D . a Ciarita,
que seca tenia ya la boca que mantuvo cerrada mientras ci Padre
Bernardo hizo la anterior exposición de agravios.
—FaciiIsimamente, Clarita, Si quiere usted continuar ayudandonos.
—Cuanto poseo lo pongo a la disposición de ustedes; feliz yo si
con mi dinero...
—No se trata ahora de dinero, hija Inha: hastante ha facifltado
usted ya a la junta por mi indigno conducto.
—De qué se trata entonces
xv
El Padre Bernardo dilató su contestación hasta después de haberse asegurado de que nadie, a excepción de Clarita, podrIa escuchar lo que iba a decir.
—Se trata de que ponga usted al servicio de la junta Ia merecida
influencia de su amistad con el teniente coronel espafiol D. Miguel
Badillo, encargado actualmente del ramo de Guerra.
—;Pero con qué pretexto que no le induzca a sospechar mal,
podre habiar de Iturbide a D. Miguel Badillo?
—Tengo ese pretexto.
—CuáI es?
—Pero... me ofrece usted, Clarita, poner de su parte...
—Cuanto sea necesario; ya lo sabe usted, Padre Bernardo.
—Pues bien, hija nila, escuche usted y juzgue si es posible haliar un pretexto mejor.
El coronel D. José Gabriel de Armijo ha renunciado la cornandancia del ejército del Sur.
4
Las Tres Garantias
I7
—Hace ya algOn tiempo de eso.
—Es verdad; pero no hace mucho que Armio ha insistido en su
renuncia, sobre Ia cual, aCin no habia resuelto Apodaca, y lo ha
hecho con tanta insistencia y rcpemiciOn, que al fin tendrá que admnitirsela.
Todo esto to sabemos porque el mismo Apodaca se to ha dicho
a! Dr. Monteagudo, Iamentándose de la dificultad en que se en'cuemra, para dar a Armijo un digno sucesor.
—Y por qué Monteagudo no le ha recomendado a Iturbide?
—Vaya si se to ha recomendado!
—Y qué le contestó el virey
—Nada en resumidas cuentas; es decir, que to tendrá presente.
—Y qué puedo yo hacer en este caso?
—Mucho, rnuchIsimo, hija mIa.
—Pues digalo usted.
—Apodaca tiene en D. Miguel Badillo una ilimitada y justa confianza, y antes de decidirse a nada, consultará su opinion.
—Y temen ustedes que esa opinion sea desfavorable a Iturbide?
—Nada de eSo: Iturbide es conocido como uno de los más decididos campeones del poder del rey en las Americas.
—Entonces...
—Pero si a sus méritos y cualidades se uniese una recornendación como la de usted...
—Cuente usted con ella, Padre Bernardo.
—Gracias, hija mia; cuándo vera usted a Badillo?
—Esta misma noche prohablemente: es uno de los más asiduos
Concurrentes a mis tertulias.
—Lo sé. y alabo su gusto.
- Ad ul a do r!
—Nada de adulación, Clarita, la pura verdad de Dios.
Con que quedamos en que esta noche...
—Si: esta noche hablaré a Badillo.
—;Bien, muybien! Yasabe usted;diplomacia, mucha diplomacia.
—Descuide usted, Padre Bernardo: se to prometO.
—En ese caso. hija mia, me retiro.
Hemos perdido el rosario de hoy, pero Dios nos lo perdonará,
porque en servir a la santa causa hemos empleado nuestro tiempo.
726
Episodios Históricos Mexicanos
Todo sucedió como se deseaba que sucediese.
D. Miguel Badillo tuvo poco que hacer para obsequiar la recomendación de Clarita.
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El rnismo virey sacó Ia conversación, sin que Badillo tuviese
más que seguirla.
Apodaca le suplicO que le nombrase los ouiciales que en su concepto fueran dignos de suceder a Armijo.
Hizolo asI Badillo, y como al descuido nomhró a D. Agustin de
[turbide y Arrnburu.
Las Tres GaraniIas
1727
Apodaca se fijó en aquel nombre más que en ningtn otro.
Fue natural.
D. Agustin era hijo de un español europeo, D. Jose Joaquin de
iturbide, natural de Pamplona, provincia de Navarra.
Su decision por la causa del rey y de los españoles Ic condujo
al extremo de conquistar renombre de cruel y sanguinario, pues
tal fué el encarnizamiento con que hizo a los insurgentes una gue.rra sin cuartel.
Su odio hacia éstos le hizo rehusar las proposiciones del cura
D. Miguel Hidalgo, ya para atraerlo a su partido, ya para que al
menos se conservase neutral.
Era hombre de relevantes prendas personales y de un valor a
toda prueba.
Por Oltimo, y por abreviar, Calleja, el alma de la resistencia que
encontró la insurrecciOn. hablale distinguido y protegido, al grado
de que nada pudieron contrail sus enemigos, que en verdad no
cran pocos ni pequeños.
Apodaca preguntó a Badillo si conocla a Iturbide y ci concepto
que tenia de el, y tan satisfactorios fueron los informes, c'ue al
mismo informante encargó le previniese que en el acto se le presentase.
En la tarde del dia en que la entrevista de Apodaca 6 iturbide
ruvo efecto. el Padre Bernardo acudió a dar gracias it Ciarita, a
nombre de La Junta de la Profesa.
—La religion Se ha salvado,—le dijo,—y a V., hija mia, se lo debe.
—Si eh? pues qud ha sucedido?
—D. Agustin ha tenido unalargulsima conferencia con Apodaca.
El virey casi ilorO ante un retrato de S. M., exponiendo a Iturbide La opresiOn en que Jos impios liberales tienen al monarca.
Iturbide se conmoviO con las doloridas expresiones de Apodaca,
y se ofrcció a hacer cuanto en su mano esté, para conservar en esta
nación ci amor a su rey y el odio y la aversiOn a las ideas revolucionarias.
No tenemos más pormenores porque D. Agustin no ha querido
darlos, pero a lo que parece, ci monarca ha escrito al virey participándole que si los liberales continiian hacindole violencia, está
resueito a salir de España y trasladarse a estas Am6ricas, donde se
promete haliar vasailos mas fieles a su persona.
728
Episodios Histdricos Mexicanos
Imaginese V., Clarita, hija mfa, que honor tan grande seria éste
para nosotros.
Ello es que la Junta de la Profesa está entusiasmada y que no
pasará mucho tiempo sin que D. Agustin haya proclamado la independencia de las Americas.
—Luego es de la independencia de lo que se trata?
—Si, hija mIa; he visto el plan, le he tenido en mis manos, y
luminoso, luminosisimo, sobre toda ponderacion.
—Pero, Padre Bern ardo,–_observó Clarita asustada y temblorosa,—lo que VV. van a hacer es revivir la antigua rebelión insurgente.
—Nada menos que eso, hija mIa.
Quisiera que oyese V. a D. Agustin, como se expresa de los antiguos insurgentes y de la revolución que acaudillaron.
Esa revolución,—dice D. Agustin Iturbide,—tuvo principio entre
las sombras del horror, con un sistema, si asI podia Ilamarse,
cruel, barbara, sanguinario, grsero ë injusto (i.
Me parece que no es posible emplear calit-icativos mãs duros y
expresivos en un lenguaje decente.
No, nosotros no vamos a continuar la obra de aquellos hombres
funestos, a los cuales, repito, no quiso unirse D. Agustin, por más
que le hicieron tentadoras proposiciones.
No tenga V. cuidado, Clarita, no se renovarân los horrores de
aquellos espantosos dIas.
Nada tienen sue temer de nosotros los españoles europeos, pues
con nosotros están todos ellos, excepción hecha de Jos españoles
liberalones que a todo trance quieren hacer triunfar su Constitución y sus Ilamadas libertades.
Con nosotros están todos los absolutistas, los seri'iles, como nos
Haman, porque acatamos como debemos acatar a Dios y al rey.
,No predican ellos la libertad?
Pues de la nuestra vamos a hacer uso para independernos de la
Espana liberal, salvándonos aside que se infiltre en nuestras venas
la porlzoña mortal que circula por las de la metrópoli.
(i) Estan tornadas estas expresiones de la comunicación olicial dirigida por
iturbide at virey, acompafiandole un ejemplar del plan que se Ilamó de Iguala.
Sigo mi sisten,a de no poner en boca de los per.onajes históricos más pala
bras que las que consta que ellos mismos pronunciaron 6 escrihieron.
L
--
I
A desesperados males, desesperados rernedios.
SOio con el rey no romperemos, no, eso nunca, nunca, nunca!
Iernando VII continuará siendo nuestro padre querido, s' nosotros sus mds obedientes hijos.
Nuestro plan está basado en la conservación de hi religion católica, apostólica, romana, sin tolerancia de otra alguna, y en ci sistema monärquico moderado con Fernando VII a su cabeza, ó en
Su defecto cuaiquiera de los principes de su real familia.
Con esta declaración precisa y terminante hecha por el Padre
Bernardo. Clarita logrO ir poco a poco venciendo sus temores y
sus escrtipulos.
XVI
El Padre Bernardo no cabla en sí de gozo, y su natural verbosidad se hallaha en aquellos instantes prod igiosamente excitada.
—Quien habla de decirnos,—repetIa.—que todo iba a venirsenos a las manos como viniëndosenos está?
Oh! necesario es creer que ci teniente coronel D. Miguel Badillo
tienc rnu y en mucho las recornendaciones que usted le hace.
Ciarita, puede usted estar orguilosa de su amigo Badillo.
iQuC hombre!
1 Que diplomacia y qué talento tan grande deben ser los suyos!
Nada, hija mia, nos dejO al virey tan bien preparado y tan suave
cOmo Un guante.
Iturbide no tiene boca para más que hacer elogios de Apodaca.
Asegura tenerie conquistado por completo.
Se le presentó como debla presentársele más realista que ci rey.
HablO pestes contra los liberales, y en contestación le hizo el
elogio, casi una apoteosis, del absolutismo.
liurbide cree que si los liberales contintan manteniéndose en ci
ejercicio del poder, de que han despojado a la autoridad real, Apodaca, por odio a ellos, es capaz de adherirse a nuestro plan.
Esto no lo creo yo muy seguro, pues Apodaca, como buen manno, es fanatico en cuanto se retiere a cumplir sus juramentos de
fidelidad, ,pero quiën quita que si no se une a nosotros no nos haga
al menos todo el daño que puede hacernos?
Toiio I
217
1730
Episcedios Heslóricos Mexicanos
Nada nos ha dicho Iturbide acerca de eslo y nada probablemente
liegara jamás a saherse.
Hoy por boy, aunque nadie deja de tener una confianza casi absoluta en el huen éxito del plan de los conjurados de la Profesa,
ci que más y ci que menos terne que pueda sobrevenir un imprcvisto fracaso , y los unos v los otros reservan ciertos pormenores
que el dia de mañana puedan denunciar Ia participación que en lo
que se prepara están tomando.
Pero si el plan ilega a fallar, no serã porque no le hayamos meditado y discutido con el más grande detenimiento.
De acuerdo con los puntos que se le dieron, ese plan está redacadp per D. Juan José Espinosa de los Monteros. y D. Agustin se
ha comprometido a prociamarle sin hacer en ël variación alguna,
pucs las que propuso y constan escritas de su letra en una Copia
que Ic faciiitó Espinosa ban sido en pane adrnitidas y en parte rechazadas, por acertadas y oportunas aquélias, y por inconvenientes
O peligrosas éstas.
Y a tin de hacer desechar a usted todo temor de que nuestro plan
pueda revivir de aIgn modo la antigua rebelión insurgente, le
dire, Ciarita, que en di están metidos Jos espanoles hasta ci cuello,
lo que no harlan si hubiese de in a renovarse el bärbaro grito de
guerra de ' mueran los gachupines.'>
No. Clarita, en ci paso que vamos a dat nos acompañan los españoles honrados y temerosos de Dios, v a ellos deberernos ci
triunfo como ya les debemos la idea.
Sin el canónigo y doctor D. MatIas Monteagudo, español, nada
hubidsemos hecho nosotros los arnericanos: dl concihió la idea de
reunirnos v nos congregó. en efecto. en su misma habitación, v
su elocuente palabra se apoderó de nuestros corazones, y abnidndonos los o l os nos hizo ver, como ya lo vemos, posible nuestra
independencia.
En este deseo que de independencia tenemos no entra para nada
ni en porción ninguna el odio ni el rencor a España: si de ella
1ueremos separarnos es para contrarrestar el progreso y poderlo
de los liberales europeos: asi como clios se aizaron en la isla de
Leon para insultar, vejar y oprimir al ry; asI nosotros nos alzaremos en nuestra America para ofrecer en ella y en nuestros amantes corazones un refugio 'i una salvadora salida a ese mismo rey.
L '!•
n
-:
Si ellos no hubieran querido proclamar su abusiva libertad que
concluye con todo lo que hay de más santo y tradicional, y plantea peligrosas relormas. '' hunillia las prerrogativas del clero, y
ensalza la ljbertad de conciencia, nosotros no nos habriarnos niovido, orguliosos de seguir perteneciendo a la Nación católica por
excelencia.
Pero la Nueva España es esencialmente religiosa, y corno muv
ien dice urt distinguido joven mexicano, actualmente secretario
de la Junta superior de sanidad, los decretos de las Córtes han cxcitado grande inquietud en los ánirnos religiosos de Los habitantes
dc La Nueva España, que con tales providencias creen amenazada
su fe, privado su culto del esplendor que estän acosturnbrads a
ver en él, perseguidos sus ministros y despojados de sus bienes las
comunidades y fundaciones piadosas. Por esto es la primera necesidad del momento calmar esta inquietud, al mismo tiempo que
dando un motivo religioso al cambio politico que se intenta, haremos otros tantos partidarios de este cambio, cuantos son los que,
y en con horror las innovacionS que han comenzado a plantearse.
En este punto estarnos enterarnente acordes Los europeos y los
americanos, por eso están con nosotros todos los españoles, excepción hecha de los masones que a toda costa quieren la libertod
constitucional con todo y sus pcligros.
Vaya, pucdo asegurar mãs aun; pero por Dios, hija mia, que
esto no lo sepa nadie, que a nadie ni aun a usted misma lo repita
usted.
El dinero con que D. Agustin va a hacer los primeros gastos
que nuestro plan origine, van a proporcionárselo los mismos españoles.
—;Quienes?
—Los manilos!
- Los inanilos!
—Si, Clarita: asi se lo ha ofrecido a D. Agustin v a los con jurados de La Profesa, ci honrado comerciante espautol D. Antonio
Terán.
—Pero cómo va a sereso?
De un modo sencililsimo: pronto saldrá para Acapulco un convoy con ci producto de la y enta de los efectos traidos de Manila
por la nao de China. D. Antonio Terán que está interesado en más
Epso.iios Históricos Mexicanos
de la mitad de ese dinero, obtendrá el consentimiento de Jos dernás interesados para que D. Agustin se apodere de la conducta,
que más tarde se pagara con toda religiosidad.
—jAhi Padre Bernardo, inucho dudo que esos comerciantes se
resuelvan a correr ese albur.
—No lo dude usted, hija mIa: Terán es un caballero en toda la
extension de la palabra, y cumplirá lo que ha prometido asI le costase Ia vida.
Está adenias comprometido hasta donde es posible que un hombre lo este, en Jos trahaos de los conjurados de la Profesa, y no
rehuye responsabilidades ni Ic espantan fatigas.
Activo corno ninguno de nosotros, no hace mucho tiempo que
emprendiO un viaje a Guadalajara con pretexto de atender a los intereses del comercio de Manila en que tanta pane tiene.
Pues bien, el verdadero objeto de ese viaje no fué otro que ci de
proponeral general Cruz, espaflol como 61, la adopciOn del plan
contra-constitucional, y ponerse de acuerdo con el obispo Cabañas que se halla aitamente comprometido de resultas de las pastorales que tiene publicadas contra ]as ideas liberales.
No quedo muy satisfecho de Cruz, que no le diO ninguna contestación definitiva, aunque sI le aseguro que no opondra resistencia seria al progreso de la nueva revolución, cuyos principios y
lines están enteramerite de acuerdo con sus ideas.
Pero si conquistó a Cabanas tan por completo, que ci buen obispo ha puesto a disposición de D. Agustin lturbide, veinticinco
mil pesos destinándolos a cubrir los prirneros gastos que se
ofrezcan.
Pero lo que en Guadalajara y en toda la nueva Galicia no haga
el general
lo hará otro jefe español, D. Pedro Celestino Ne-
Cruz,
grete, hombre decidido y militar valiente como pocos. Negi-ete es
enteramente nuestro y en caso necesario pondrá a raya al general
Cruz, al cual no estima mucho que digarnos a causa de antiguos
agravios.
En
fin,
hija mIa. no acabarla si fuese citando a usted uno por
uno, todos los españoles europeos que forman en nuestz-as filas y
A Jos cuales la Nueva España va a deber su independencia.
En conclusion y como una prueba ültima y fehaciente de cuán
unidos estamos americanos y europeos, voy 6 citar a usted palabra
.A -,A-
Las Tres Garantias
1-;33
por palabra, las que D. Agustin ha contestado a las preguntas que
se le han hecho, referentes a las razones que pudieron pesar en su
ánirno para no haber aceptado ci empleo de teniente general que el
cura Hidalgo le ofreció.
((La propuesta 0,—dice,—era seductora para un joven sin experiencia v en la edad de ambicionar; la desprecié sin embargo porque me persuadi que los planes del cura estaban nial concebidos;
ni podlan producir más que desorden, sangre y destrucción y sin
que ci objeto que se proponIa liegara jarnás a verificarse. El tiempo
ha demostrado la certeza de mis predicciones. Hidalgo y los que le
sucedieron, siguiendo su efrmplo, desolaron el pals, destruyeron
las fortunas; radicaron ci odio entre europeos y americanos; sacrificaron millares de victim3s; obstruyeron las fuentes de la riqueza; desorganizaron ci ejército; aniquilaron hi industria; hicieron de peor condición la suerte de los americanos excitando la vigilancia de los españoies a vista del peiigro que les amenazaba;
corrompieron las costumbres, y, lejos de conseguir laindependencia, aumentaron los obstáculos que a ella se oponlan.
Creo, hija mIa, que no pudo D. Agustin ser más claro ni hacer
rnâs exacto v terrible proceso de Ia insurreccióri insurgente.
OV
xvi
Tornado un momento de descanso el Padre Bernardo, prosiguió
de esta manera.
—Creo haber dejado completarnente satisfechos los escrüpulos
de usted, hija mia, y conflo en que ya veracornpietamente claroen
este asunto.
Lo cierto es que D. Agustin Iturbide ha sido nombrado por ci
virey conde del Venadito, comandante general del Sur y rumbo
de Acapulco con las mismas facultades que ha tenido el coronet
D. José Gabriel de Armijo.
—Pero esa comandancia comprende los distritos en que aun se
mantiene sobrelasarrnaselgeneral insurgente D. Vicente Guerrero.
Ci) Breve diseño critico de la emancipación de Mxico.—Londres, 1824.
1734
Epzsodtos Histór,cos MexlCa,los
—Precisaniente.
—Y eso no estorbará los planes de Iturbide?
—Dc ningán rnodo:y antes por ci contrario, esa circunstancia
puede sernos en extrerno favorable.
—Acaso cuentan usredes con atraerse a Guerrero?
—Todo pudiera ser.
--Mucho dudo que Jo consian: Guerrero se ha negado siempre
a tratar con los realistas y conocido Cs ci modo enérgico con que
ha rechazado siempre cuantos ofrecimientos de indulto se le ban
hecho, siendo en su determinación tan inflexible que hasta la voz
de su propio padre desoyó cuando por encargo del virey quiso inducirle a deponer las armas.
Y si esto hizo en aquel tiempo, que sera lo que no haga ahora
que ha prestigiado su nombre con las diversas vicrorias que ha logrado sobre varios destacarnenros realistas
—Convengamos. Clarira, en que los ties triunfos de Guerrero,
son bien considerados, nada en resumidas cuenras.
Más que ci genio militar, se los ha proporcionado ci mismo coronel Arniijo traccionando imprudentemente sus fuerzas y separándoias por tan considerables distancias, que no han podido
auxiliarse las unas con las otras, cuando se han visto atacadas por
tropas de Guerrero, v mejor que por las de dste por las del infatigable y activo guerrillero Pedro Asensio Aiquisiras.
,Pero cuál es la accion de alguna importancia que hava jugado
con las tropas fieles al rey?
Ninguna. Clarira, ninguna,
El coronel Armijo no ha tenido a bien ir en su busca y hata
cierto punto justifica su proceder La dificultad que habria tenido
para ir it encontrar a Guerrero en las salvajes montaiias s' vIrgenes
selvas en que se esconde, y de las cuales sale (inicamenre cuando
tiene noticias de que tal ó cual destacamento realista puede ser sorprendido casi sin riesgo ninguno
Si estas sorpresas se cuenran y se hacen pasar como acciones de
guerra, convengo en que se considere al general insurgente como
el Marte mexicano.
Pero esto no pueden creerlo personas sensatas y de recto juicio.
Hoy, sin embargo, pudiera darnos algo más que hacer.
Segun los informes adquiridos por los conjurados de la Profesa.
Las Tic, Garantia.,
173 5
D. Vicente Guerrero puede contar en la actualidad con unos dos
mil hombres poco más ó merios, regularmente instruidos y no mal
armada La generalidad de ellos.
Se entiende que su fuerza ascendera a ese numero en ci caso
punto menos que imposible de que le fuera dable reunir todas las
partidas cuvos jefes ohedecen ya A Guerrero ya a Pedro Asensio.
Este se halla en estos momentos en La orilla del rio opuesta a la
que ocupa Guerrero. y si Iturbide consigue mover las tropas que
están a sus ôrdenes con toda La necesaria violencia, no Ic serla tal
vez difIcil batirlos uno tras otro y concluir con esos áltimos restos
del aizamiento insurgente, antes de dar principio A ilevar a las vIas
de hecho ci plan tan escrupulosamente meditado y discutido.
Si esto no pudiese conseguirse, si Iturbide encuentra que ]as
fuerzas que Guerrero ha organizado, valiéndose de la inacción del
coronel Armijo, tienen mAs importancia de La que Se les supone, le
invitará a unirse a él para realizar la independencia.
En ese caso le hard toda clase de concesiones y ofrecimientos, s
una vez aceptados por Guerrero, Iturbide fraccionarA las fuerzas
insurgentes de modo de reducirias a la impotencia y destruir el
infiujo que puedan tener si acaso tienen alguno.
Y aun esto lo hard, no porque Guerrero sea capaz de imponernos miedo aiguno, sino para destruir todos los obstAculos que
puedan retardar el triunfo de nuestro plan, pues usted comprendei-a que todo debe hacerse cuanto más pronto mejor, pues son ya
muchas Las personas que estAn en nuestro secreto, y una indiscreción, un momento de debilidad de un pusilánime, puede echar a
perder todo cuanto tenemos ganado.
—,Pero no esta hecho ya ci nombramiento de Iturbide?
—Lo estáen efecto desde ci jueves nueve del-corriente Noviembre, y D. Agustin contestó el mismo dIa, diciendo a Apodaca, que
aunque siempre ha sido funesta a su salud la tier-a caliente, pues
hasta La extremaunciónie han dado en ella, se pondra prontamente a la cabeza de las tropas que se ban puesto a sus órdenes, en ci
concepto de que, cóncluida la campaña que Va A etnprender, el virey le relevarA de un mando que solo acepta por servir al rey y a
España.
El próximo jueves 16 de Noviembre. es decir, pasado mañana,
D. Agustin saldrá de Mexico para su destino. acompañado de las
1736
Episodios Histdricos JIexicauos
bendiciones de todos cuantos estarnos interesados en que la obra
de iniquidad de Jos liberales españoles no triunfe en estas Ameri
cas, clue dispuestas están a recoger y tomar para si el tItulo envidiable de Nación Católica por excelencia, que Jo Antigua España
ha tirado en tierra, que al tin v al cabo se abrirá bajo sus pies, espantada de impiedades y sacrilegios tantos. como han cometido y
continuarãn cornetiendo los españoles.
Y aqui dió I-in por entonces aquelia muy respetable piatica del
Padre Bernardo, a quien gustoso dejo la responsabilidad que en lo
aquI transcrito le corresponde.
He procurado atenerme a Jo que Cl dijo, sin qutar cosa alguna
ni añadir otra mIa, dejando al cuidado de mis lectores el hacer los
comentarios a que ci asunto se presta.
XVIII
Continuó avanzando el tiempo. y habrian pasado próxirnamente
dos meses ó poco menos, cuando en La casa de la piadosa Ciarita,
despuCs de una ausencia de más de dos años, hizo su entrada el
buen D. Juan de Olazagoitia, cuñado o hermano politico-de Clanta, la cual, no lo hablamos dicho por no habCrsens presentado la
ocasión, era viuda de D. JostS de Olazagoitia, que fuC un vizcaIno
tan honrado, trabajador y favorecido de la suerte, como continuaba
siéndolo su hermano D. Juan, que dejamos entrando en 1* casa de
nuestra herolna.
No fuC precisamente gusto lo que Csta experimentó al enterarse
de que se encontraha en su casa su cuuiado, que era, además, su
compadre, por haber sido ci padrino de bautismo de Manianito,
por cuya razón pretirieron liamarse mejor que cuñados compadre
Y comadre respectivamente.
Y si no expenimentó gusto fuC porque D. Juan era hombre demasiado franco '.' brusco para decir las verdades, nada preocupado
y más liberal en opiniones de lo que Clarita hubiese dçseado.
Pero en el fondo era bueno como ci pan, tenla un alma más urnpia quc una patena, y cuartos se dejaba hacer por servir a cualquiera.
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Tame per est(. cuanto porque D. Juan era el tutor de Marianito
y administraba los bienes de su comadre. Clarita le guardaba grande consideración y respeto, con los cuales suplia la taha de cariño,
pues no eran, como ya sabemos, ni el amor ni el cariño plantas que
hubiesen podido echar rakes en el yermo y frio corazón de Clarita.
Al verla ir hacia ël, D. Juan soiiriö con positivos agrado y afecto, y estrechándola en sus brazos la dijo
• —La verdad, cornadrita! la juventud y la hermosura han tornado
carta de naturaleza en tu cuerpo, y para ti pasan los años sin atreverse a causarte ni la menor injuria.
aValgame Dios y que guapa estãs, y cuánto me acuerdo del pobre
de mi difunto hermano que tan encantado estaba contigo!
Pobrecillo' el 15 del mes pasado hizo siete años de muerto!
Dios Ic tenga en su santa gloria: amen.
—Amen!—repitió con verdadera unción D. Clarita.
Y tras de esto vinieron los cumplimientos de bienvenida y ci
preguntarle Clarita la causa de su regreso.
—La verdad,— contestó D. Juan, que lo tenla por muletilla,hace mucho mucho tiempo que deseaba veros; pero si he de decir
lo que es cierto, no es el deseo de veros y abrazaros lo que aqul
me trac ahora. sino otro asunto grave, mu y grave, quc a su tiempo
te dire.
Pero vamos a ver, ;que es de mi ahijado? Ed6nde estd que no ha
venido ya a dar un abrazo a su padrino?
—Disthlpale. Juan: la falta es mia que aán no le he mandado
avisar que aquI estás.
—Pues pronto, comadre, avIsaie. porque quiero deshacerle a
abrazos v entregarle un regularcillo hilo de perlas qae vale tres
mil pesos como medio y que deseo luzca en su cuello mi ahijadita;
la liarno asi porque siendo mujer de ml ahijado, a ella tamhién la
tengo por ahijada.
De ese hilo son compaheros un anillo de diamanmes. valor dedos
mil pesos, destinado a Mariano, y un relicario que vale otro tanto
y está dedicado a ml querida comadre.
No vayáis a atrihuir it falta de cariño Ia desigualdad de valor de
los tres obsequios, que si los vuestros valen menos que el de mi
ahijada, no es culp4 mia. sino de la pobreza en que ha dejado a
Guanajuato la áltima maldecida revolución.
Too 1
Credo. comadre. casi no se ye ya una aihaja por aquellos
rum bos.
Entre realistas c insurgentes todas las han acaparado. y las pie
quedan las tier1en sus dueños escondidas bajo siete estados de
tierra.
Pero aqul me tenéis a ml con el mismo deseo de siempre de gastar en vosotros cuanto poseo. que. gracias a Dios Nuestro Señor,
siempre va en aumento.
La verdad, Su Divina Majestad se ha propuesto decir jagua val.
y no intento cosa alguna que no vaya niás allá de mis esperanzas
Y hasta de mis deseos. puedo decir.
—Cuánto me alegro de ello. compadre: eso y mucho más mereces.
—Gracias. Clarita, muchas gracias; pero quó sucede? mandas ó
no mandas avisar a Mariano que aqul me tiene?
—Compadre. si quieres, mejor pasaremos a su habitación.
—Acabaras de hablar, vamos allá a verle.
—Espera, mandaremos antes ver si está despierto.
—Cómo! son las once de La mañana y no está aün levantado?
—Está enfermo.
—Valgame Dios' cosa de cuidado?
—No, gracias a Dios, to de siempre.
—Ya, sus enfermedades imaginarias!
—No tan imaginarias; pero en fin, ha pasado muv mala noche.
se ha dormido a la madrugada v no quisiera que to despertasen,
hasta que el de por si...
—Entiendo, entiendo: que no to despierten pot ml. pero manda
decir que en cuanto el huenamente haya abierto los ojos. nos avisen, para que vay a yo a verle.
Clarita se levantó y salió un instante de is sala a dat las órdenes
oportunas y no habIan pasado dos minutos cuando ya estaba de
vuelta.
D. Juan de Olazagoitia la esperaba impaciente; at verla entrar
repitió siempre con el mismo entusiasmo:
—La verdad, estás hermosa como nunca!
—Adulador!—contestó Clarita, satisfecha del elogio.
—Adu1ador. eh ? bien sabes tá que no to soy at elogiar tu belleza. que td eres la primera que conoces y admiras: pero en fin, date
- I
I
ci gusto de qucrer haLerme creer que no lo eres, v dicho esto, pasemOs a otra cosa.
Ya sabes que soy enteramente enernigo del matrimonio, que ni
me he casado, ni me he de casar jamás. y por lo tanto soy un tonto
para decir galanterias, pues nunca he tenido necesidad de practicar
ese arte.
Aqul ilegaba D. Juan, cuando una de las donceilas de Clarita se
¶resentó en la puerta de La sala:
—,Ha despertado ci señorito?—pregunto Clarita.
—No, señora,—respondió la doncella;—pero ahi está un homb re
con une carla que quiere entregar a usted en propia niano.
—Anda. comadre. anda: ye a ver que te quieren. Aqui te esperO.
Clurita aprovechô el permiso y salió ofreciendo volver pronto.
XIX
Pero no estuvo solo mucho tiempo el buen D. Juan de OlazagOitia.
Acababa apenas de salir Clarita, cuando la vidriera de la recá-.
inara, que daba it la sala, se abrió dando paso a aquella hellisima
joven. cuyo retrato dejo hecho en uno de los anteriores capItuios.
Le hastó a D. Juan distinguirla para reconocerla, y asi fué que
queriendo retirarse la )oven al encontrarse con un desconocido,
nuestro hombre la detuvo, preguniandoia:
—Perdone usied, señorita, €acaso es usted la esposa de Mariano?
—Servidora de usted,—respondió Luisa.
D. Juan se dirigio entonces a ella, tendiéndole los brazos y dici6ndoie:
—Entonces, hija inia, permIteme que te tutee y dame un abrazo,
porque vo soy tu tío, Juan de Olazagóitia, padrino de Marianito y
tuyo por consecuencia.
Aunque Luisa hubiera querido resistirse no lo habria conseguido, porquc D. Juan, uniendo La acción it la palabra, la atrajo hacia
el y la oprirnió pazernalinente contra su corazón.
Cuando soltándoia quiso tijarse en ci hermoso rostro de Luisa.
1740
Episodsos Htstoricos Mexicanos
no pudo lograrlo, porque la desventurada esposa de Marianito Ic
cubria con el pañuelo. en que enjugaba sus lagrimas.
—Quë es eso?—exclamó D. Juan,—tienes verguenza de mP
Luisa en vez de responder rompio en amargos sotlozos.
D. Juan estaba confundido.
De pronto dejó escapar casi un gritó v preguntó:
— IQue quiere decir esto. hija mia! por qué Iloras? acaso Ciarita me ha engañado y Mariano esta grave? 1 dlmelo, dImelo, hips
mia: sácame de esta horrible ansiedad!
—No, D. Juan, - contestó Luisa, procurando calmar su aflicciOn: - Mariano no esiá malo. pero yo so y muy desgraciada!
—Desgraciada tá, hija mIa! por qué? dime, por qué?
— I Oh si, se to dire it usted! En los cortos dIas de mi felicidad me
han hablado tanto de usted, Mariano y D. Clara, que sé que es
usted un hombre inmeorabIe, un santo casi.
—No tanto. hija mIa, no tanto, ni mucho menos; pero sin embargo, si puedo decirte que si eres desgraciada y de ml depende
que no to seas, no to serás, yo te to ofrezco y te to juro, por Santiago, patron de España.
—Si. D. Juan. to sé. y por Dios le conjuro a que cumpla su juramento.
—Habla, hija mIa, tarde se me haceya: ;qu46 quieres de ml?
—Saqueme usted de esta casa, saqueme usted con mi hijo!
D. Juan retrocediO sorprendido de to que acababa de oir.
—( Qué dices, hija mia?
—Que me saque usted de aqul. que me saque usted con mi pobre
hijo!
—Pero qué tienes it!, qué tiene tu hijo
—Pregunte usted mejor, qué es to que no tenemos.
Si, D. Juan, ni yo tengo marido, ni mi pobre hijo tiene padre.
—Luego es cierto!—exclamO rebosando dolor D. Juan; —luego
Mariano ha muerto!
— 1 No. D. Juan; peor. mucho peor que eso!
—4 Dios mb! Luisa, hija mIa, qué me quieres decir?
—Que Mariano me insulta, que Mariano niega a su hijo'
D. Juan no supo to que pasaba por el; el golpe que acababa de
recibir le habla sobrecogido de espanto.
I
',_i zri.
—;Desgraciada! qu46 me quieres decir? que es lo que has hecho?
Luisa se irguió como Leona herida, al oir esta ültima pi-egunta,
v levantando con regio ademán su frente limpia, despejada y Pura,
exela mó:
—Lo que puede hacer una mujer honrada como yo: no doblegar
su frente sin mancha por nada iii ante nadie.
Yo lo digo y se to digo a un español que está obligado a ser Ca3ballero y a liar en las palabras de una dams.
Quiere usted, D. Juan, cumplir con esa obligación?
—Si quiero. ivive Dios! tienes razón hija mia, no necesitas decirme una palabra más en tu abono.
Con las que has dicho me basta para jurar por Santiago, patron
de España, que de tu pane está Is justicia.
—Gracias. Sr. de Olazagóitia, Dios le ha enviado a usted a ml.
Y esta vez fué Luisa quien tendió sus brazos a D. Juan. que en
Los suyos Is recibió y estrechó de nuevo.
—Y ahora—dijo,—explIcame to que te pass.
—No se lo he dicho ya? Mariano me insulta, Mariano niega a
su hijo.
Comprende usted tal horror, infamia tal?
Pero no, no es Mariano quien tal hace.
Es D . a Clara.
_'D. I Clara!
—Si v más que ella, un hombre cuva injusticia me causa horror;
un sacerdote, el Padre Bernardo!
—Quien me nombra?—pregunto Is conocida voz del Padre
Bernardo que en aquel momento se presentó en Is puerta de Is
sala acompañadode Clarita.
Luisa lanzó un grito de terror y corrió a abrigarse en los brazos
de D. Juan, pidiéndole que no Is abandonara.
D. Clara avanzO hacia ella, diciéndole:
—Quin le dió a usted licencia para salir de su habitación?
Y como tras de ella hubiese también avanzado el Padre Bernardo y se preparase a poner su mano en un brazo detuisa, diCindo1e:
—No manche usted con su contacto a un hombre honrado!
—Déjela usted—gritó D. Juan apartando con violencia a! Padre
Bernardo;-_..1 no me haga usted creer que usted no lo es'
-
I
742
Ep.sodios His: ór:cos Mexicanos
—1 Juan! ital sacrilegio!.. .—comenzó a decir Clarita, pero Olazagóizia la interrumpió, exciamando:
—Comadre, cepos quedos, aqui yo soy el juez, vamos I ver
quiën es la victima y quienes los reos!
xx
Pero sin duda estaba escrito que D. Juan de Olazagóitia no pudiese aquel dIa, ó al rnenos en aquellos momentos, enterarse de
los pormenores de aquel drama de t4nilia.
Un recado urgente que Ia doncella de Clarita Ic dió, le ohligó a
pasar Iuna pieza inmediata ha sala, sin que por ahora pueda yo
decir como prosiguió, terminó o se suspendió la escena difIcil que
pendiente dejamos al fin del anterior capitulo.
Al entrar en la habitación inmediata I la sale, D. Juan, phlido y
agitado todavia, procuró dominarse y saludar con las mayores
muestras de acatamiento a un caballero español que, dejando la
silla en que sentado estaba, se adejantó y tendió la mano al cornpadre de Clarita.
—jCuInto agradezco a usted,—dijo D.Juan,—que se haya apresurado I venir!
—El recado era tan urgente, que no podia hacer menos de lo
que hago, a riesgo tal vez de molestar a usted.
—Eso dice usted cuando tanto favor se sirve hacerme? Pero en
tin, ya nos explicaremos sobre este punto.
Lo primero es lo primero y aqul lo primero es la salvación de
estas importantes provincias.
—^Qu6 noticias trae usted?
—Pocas mIs de las que he cornunicado a usted en mis caries,
pero confirmadas todas ellas.
—Iturbide...
—Iturbide ha traicionado al rey s a D. Juan Ruiz de Apodaca.
—1 Silencio'—replic6 ci caballero desconocido; pudieran oirnos:
estamos en la casa de uno de los más grandes enemigos del dominio español en ]as Americas.
—Qué dice usted?—pregunió D. Juan abriendo espantados ojos.
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1745
Las Tres Garantias
—Lo que usted ove.
—;Clarita:...
—Ella, ó meor que ella, un picaro vividor que la sirve de consejerö v fac-totum, ha hecho más por la fatal empresa que traen
entre manos nuestros compatriotas, que todos ellos juntos.
Pero ya hablaremos de Ia cuñada de usted, que segt:in mis noticias ha puesto hasta ahora en manos de los conjurados la mitad lo
?nenos de su fortuna.
Searnos prudentes por si acaso y no aventuremos juicios ni calificativos peligrosos.
—Dice usted bien, D. José Hipoiito; en este semiliero de traidores en que vivimos, es imposibie conocer a los amigos ni saber
con quién se pierde.
Y vamos al caso: quë piensa hacer el virey?
—D. Juan, si to supiese no to pensara, estarla hecho ya.
—Qué es to que ci virey sabe de Iturbide?
—Solo to que usted le ha escrito: sin usted no sabrIa ni una palabra: ral es ci misterio y secreto que los afihiados han guardado.
—Pero qué le ha escrito Iturbide?
—Aquf tiene usted un extracto de sus cartas; no ha querido elvirey
tiarme los originales, por no exponerlos a un accidente irnprevisto.
—Ha heyho usted bien,— replicó D. Juan. tomando de mano de
D. Jose Hipólito Odoardo, fiscal de la Audiencia. los papeles que
ëste Ic alargo.
Después de haberlos recorrido con grande rapidez,dijo:
—Es su sistema no hablar jamás con franqueza y darse la satisfacción de buriarse del virey empleando frases y conceptos de doble sentido.
Por supuesto que a todo habrá accedido Apodaca?
—QuC queria usted que hiciese si tenla a Iturbide por hombre
formal y veraz?
Observe usted lo que le escribla desde San Gabriel. 'con fecha
19 de Noviembre.
Asegura su adhesion a la persona del virey. pondera su constante anhelo por ci mejor servicio del rev y de la patria; afirma
que su honor está comprometido en ci éxito de su encargo V espera que el virey jamas tenga rnotivo de arrepentirse de la confianza
que en ét depositó.
To,iol
219
1746
Episdios HztOrjcc,s tIexicano.
En esa misma carta, protestaque su tin es '' serã siempre el de
restaurar ci orden y cooperar a la gloria de que ci virey yea en
breve tiempo pacIt-ico todo el reino.
—Son en efecto ]as palabras que aqui constan, corno escritas de
su rnano.
—Ahora bien; veausted en esa misma carta lo que dice al virey
sobre haber desconcertado los intentos del insurgente Guerrero
con solo haber reunjdo en San Gabriel 35o hombres de lo realistas de Tasco y Cuernavaca, medida que, en su sentir, fuë dc tan
huen efecto, que hastd para paralizar a Guerrero y Asensio.
Liega hasta a anunciar, que antes del tin de Febrero, cantarenios
una misa por el término de la. insurrecciOn.
Desde Teloloapam, donde establecjO su cuartel general, escribiO
calculando Ia duraciOn de la campaña en dos ó tres meses, añadiendo: "tengo adelantado mucho en este plan, como manifestare
a V. E. a su debido tiernpo,y ruego por Jo tanto, a V. E., que si Jo
tiene a bien, se sirva mandar aquella suma luego (diez 0 doce mil.
pesos), en ci coIcepto fIrme de que no se hará inversion ni aun de
la más minima pane de ella, sino con la probabilidad mäs segura
por ci apoyo de una prudente y sana crItica.
se diO esa orden?
—El 15 de Diciembre se mandó a los ministros de la Tesorerla
que situasen en Cuernavaca a disposiciOn de Iturbide, los doce mu
pesos que pidió.
Además, se Ic enviaron en gran cantidad toda clase de municio•nes, para facilitar asI ci éxito de su canlpaña.
—Lo sahIa, pero, sabe usted a su vez corno las gentes piensan
del virey por esta facilidad con que ha accedido a cuanto pide
Iturbide?
—Lo supongo; pensaran que el virey está de acuerdo con Iturbide en sus proyectos de rebeliOn.
—Eso mismo dicen.
El fiscal Odoardo sonrió con amargo desdén y exciarnó:
—Si ellas viven y se amamantan de Ia traición; si por tal de saiir
adelante con un propósito todos tratan de buscar disculpa a sus
traiciones, t tiene algo de extraño que no consideren a D. Juan
Ruiz de Apodaca, peor que consideran y tratan a su honor y mentida fidelidd?
Las Tres Garait(as
1747
XXI
Olazagóitia convino en la exactitud del juicio formado par
1). José Hipólito, v a las preguntas que éste le hizo, contestó de la
'siguieflte manera
—También yo he sufrido el insulto de que me considerasen
digno de ganarme para su causa.
Mis negocios me Ilevaron a Cuernavaca aigunos dIas antes de
que a aquella ciudad Ilegara Iturbide.
Uno de los principales hacendados de las inmediaciones, debla
entregarme diez y ocho mil pesos, cuyo pago habla retardado con
causa justificada, aunque yo no la estimaba asi.
Mi hombre se hallaha en Cuautla y allá me dirigi en su busca, y
alli tuve ci verddero placer de encontrarme con D. Nicolás Bravo.
uno de los hombres más caballerosos con quienes he tratado en
mi vida, y que alli se halla en virtud del indulto que ci virey Ic
concedió de acuerdo con la ley de olvido general decretado par las
Córtes de Madrid el 27 de Setiembre tiltimo.
Algunis favores que par lo insignificantes no merecen decirse,
me conquistaron hace mucho tiempo el afecto de D. Nicolás Bravu. cosa que sin duda no desaprobarA el virey que a su vez ha admirado la grandeza de alma de D. Nicolás.
—AsI es la verdad! ;Por vida mia que cuantas veces el virey Ic
vió en su calabozo de la cárcel de Córte. D. Nicolás le pareció par
la dignidad de su porte un principe ó Un monarca en desgracia!
—Pues bien, la casualidad ó la Providencia que de ellas se aprovecha. me hizo encontrarme con D. Nicol2s.
De sus mismos labios supe que Iturbide le haba escrito invitándole a verse con él para hablarle de un proyecto del cual podria
resultar la independencia de las Americas.
—Y D. Nicolás?...
—A nada estaba resuelto, y lejos de hablarme bien de Iturbide,
se expresó de el de un modo duro y severo. fundado en el odio que
les inspira a lo& antiguos insurgentes el recuerdo del encarnizamiento v crueldad con que siempre los persiguió y trató Iturbide.
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1 74 8
Episothos Hstdricos Mexicanos Con este motivo, me recordó aquellas famosas palabras, con que
Iturbide dió aviso a Garcia Conde de Ia derrota que hizo sufrir a
Ia partida insurgente de Alvino Garcia, allá por el mes de Junio
del año doce.
Estas palabras que merecen recordarse, dicen:
'Para hacer algo por mi parte con objeto de quitar la impresión
que en algurios estüpidos y sin educación existe, de que nuestra
guerra es de europeos a americanos, y de 46stos a los otros, digo:
que en esta ocasión ha dado puntualmerite la casualidad, de que
todos cuantos concurrieron a ella, han sido americanos sin excepción de persona, y tengo en cilo cierta complacencia porque apreciarIa ver lavada por las mismas manos la mancha riegra que algunos echaron a este pals español, y convencer que nuestra guerra
es de buenos a malos, de lieles a insurgentes, y de cristianos a
libertinos.
El mismo Iturbide, en su parte de haber derrotado a D. Ramón
Rayon, en el famoso Viernes Santo, 16 de Abril de 18 13, llamó a
los trescientos cincuenta insurgentes que mató en Salvatierra, miserables excomulgados que descendieron a los infiernosn
Recordándome éstas y otras expresiones de Iturbide, me dijo don
Nicolás.
este hombre piensa hacernos creer en su amor a su patria!
Habla yo de verle proclarnando nuestra independencia, y aun creerIa que mis ojos me engañaban.
Y sin embargo,-_observo el fiscal,—lturbide será quien la prodame.
—Yo también lo temo como usted; pero es preciso que no perdamos la moral, y que el virey sea Jo que siempre ha sido, un juez
inflexible con todos los enemigos de su patria.
Y si la suerte no nos fuera favorable, al menos la conciencia no
tendrá cosa alguna que reprocharnos, y podremos esperar tranquilos a que la Providencia castigue por ocultos, pero seguros caminos, al autor de la ruina de la dominacióri de España en America.
Pero no perdamos un tiempo que sin duda es precioso.
El objeto principal de mi venida a Mexico, ha sido el de poner
en conocimiento del vii-ey todo cuanto ha pasado, y yo sé referente a los planes de D. Agustin Iturbide.
Dudando . que pudiese ser posible que Iturbide hubiese escrito
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Las i,c Ga,antzas
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Ia carta que D. Nicolás me aseguró haber recibido y quemado despues de lelda, voivi a Cuernavaca, despus de haber enviado a esta
capital mis diez y ocho mil pesos.
No pasaron muchos dIas sin que un infeliz que nombrar no
quiero, por no perjudicarle, y que por desgracia es españoi europeo. como es costumbre distinguir á los que en España hemos
nacido, trató sin grandes precauciones de ganarme Para su causa.
Cont&veme cuanto me fuê posible, y simulé dar oldos it sus propuestas.
Por ese español primero, y por otros individuos después, supe
que el primer cuerpo de tropas realistas que se adhirió a los planes
de Iturbide, fud el regimiento de infanteria provincial de Celaya,
del cual fué nombrado hace mucho tiempo coronel.
El tal regimiento, uno de los más brillantes de provinciales rcalistas, por su disciplina y por su equipo, está segun parece, formado de gente joven e inquieta; tanto que, segün sé, estuvo Para rebelarse contra su coronel, D. Eugenio Viliasana, cuando ëste les
cornunicó la orden del virey Para marchar al Sur, expedición que
segün parece, no tenlan maldita la gana de hacer.
—Ahi tiene usted to que son las cosas,—replicó el fiscal;—el virev dió ea orden, cediendo a las reiteradas instancias de iturbide,
Para que Se le reuniese su reginliento de Celayn.
—Si, pero to que sin duda ignora usted, es ci motivo por ci cual
la óficiaiidad del regimiento de Celaya pensaba mat de esa expedición.
—rUsted to sabe?
—Y voy it decirselo: la oficialidad del regimiento de Celaya es
de las que mas se quejan de que a las tropas expedicionarias se les
atiende de preferencia a las del pals, a las cuales se las tiene punto
menos que desnudas, y no se les paga en dinero sino en cigarros.
—Eso dice, en efecto, la representacion que la oticialidad del
batallôn de Santo Domingo ha tenido ci atrevimiento de dirigir at
virey, quien, caliticIndoia de sediciosa, se la ha devuelto, dándose
por no recibido de ella, y huyendo por este rnedio de imponer a
los firmantes ci castigo it que se hicieron acreedores.
A la vez las tropas expedicionarias se quejan de no haher sido
suficientemente recompensadas de sus fatigas, y citan como apoyo
de su dicho a los coroneles Hevia y Márquez Donallo. que no han
9
t
Episodios Histdrieos Mexicauos
tenido ascenso alguno, desde que han venido de España, habiendo
hecho como han hecho tan buenos servicios a la causa real.
Todos se quejan. los unos y los otros, v ninguno de ellos piensa
que el virey no puede contentar a todo el mundo, faltándole. corno
le faltan, facultades, dinero y humor para nada, por cuva razón
va tiene presentada a las Córtes la renuncia de su cargo, por no
encontrarse investido de poder, ni facultades hastantes para conservar el reino al través de los ohstáculos que encuentra.
Tiene usted mucha justicia en cuanto dice. pero en estos tiempos de desmoralización, nadie piensa más que en su interés,, y la
ofIcialidad del regimiento de Celaya no es la que nienos piensa en
el suyo.
Atenta solo a ël, llego a ocurrirsele seguir el ejemplo de sedición
militar que le han dado las tropas reales en Espaiia, y con tal tin
tenIan. segün parece, emprendidos algunos trabajos, que la orderi
de trasladarse al Sur iba a inutilizar.
Con ánimo de resistirse a cumplirla, estuvieron a pique de aizar
handera de rebelión, lo que, segctn se cree, impidieron varias personas sensatas y ciertos agentes de los conjurados de la Profesa.
quienes les indicaron que Iturbide les indicarfa un medio seguro
para lograr lo que se proponlan.
Esto resolvió al regirniento de Celava a obedecer la orden. aun-
que con tan poca confianza en Iturbide, cuvas opiniones realistas
juzgaban claras, patentes v tirmes, que a esa falta de confianza s&dehió la deserciOn que experimentóen su marcha el susodicho cuerpo.
Que existian ciertas inteligencias enire la oficialidad de Celaya ë
Iturbide, lo comprueba el haber éste salido a recibir a su regi-
miento cuatro leguas de distancia de Teloapan.
Al verle los soldados, prorumpieron en aclamaciones de afecto
y entusiasmo, y D. Agustin, despus de saludarlos de igual mancra, hizo que el capitan D. Francisco Quintanilla, de la tercera
compañIa, se adelantase al regimiento alargando el paso, y con
él mantuvo una larga conversaciOn. de la cual nadie pudo enterarse.
En Teloapan, Iturbide diO a la ofIcialidad un suntuoso banquete.
v tuvo con Quintanilla una nueva conferencia, en la que le descubrió
los planes con que habIa salido de Mexico, adniirando de tal modo
a Quintanilla. que se asegura que no pudo por menos de man
V.
Las Tres Gara'ztias
17"
festaric su sorpresa V descontianza, lo que hizo decir A Iturbide:
—No, nada tiene esto de incierto: usted desconfia, pero docuInentos intachables harán desaparecer toda incertidumbre.
'V h mostró ci plan de independencia, formado en las Juntas de
la Profesa, y la correspondencia que ha estado ilevando con los
con;urados.
CvenHJo en efcn Quint:iniIlc. respndio A Iturbide, de que,
Al verle los soldados prorumpiCOfl...
I
r
.
-
Ilegado el caso, ci regirniento obedecerIa cuanto le mandase su
antiguo coronel; pero en poco estuvo que no sucediera todo lo contrario, porque la oficialidad, desconfiando de aquellas intimidades
de Quintanilla e iturbide, temió que fueran a concluir en castigar
al regirniento por los instintos revolucionariOS que habla externado en AcAmbaro, resistiéndose a marchar a! Sur, y trataron de
abandonar sus banderas, conviniendo al efecto el dia y la hora, Jo
cual avjsaron a Quintaniila, sus subalternoS D. Miguel Arroyo y
D. Valentin Canalizo.
Sabido esto por Iturbide, se presentó en ci local en que la oficia-
Episodios Históricos Mcxica,zos
)idad estaba reunida, y alli se descubrió a ellos como se habIa descubierto a Quintanilla. invitándolos a no deserter, lo cual le prometieron hajo juramento.
XXII
Hecha la anterior reseña del modo que Iturbide habia tenido
para ganarse I Ia oticialidad del regimiento de Celaya, Olazagoitia
prosiguió asI:
—Seguro de contar ya con ellos, D. Agustin se propuso der Un
golpe maestro, concluvendo de utia vez con el insurgente Guerrero.
—Usted lo cree?—preguntó Odoardo.
—Tengo la plena seguridad contestó Olazagoitia.
—Entonces. comoes que tan fãcilmente se ban puesto de acuer
do, segun me ha dicho usted en sus cartas.
—Voy a explicarlo a usted.
—Iturbide quiere mal a los insurgentes: no necesito insistir sobre este punto. que creo tener ya bien probado, con palabras çior
él mismo escritas ó pronunciadas.
Guerrero es uno de esos insurgentes. y no de los menos importantes, pues como usted sahe muy bien, el cura D. José Maria
Morelos nunca tuvo a su ]ado gente que no mereciese estarlo.
Cuenta ya muchos años de haberse lanzado a la lucha que he
ensangrentado y continuará ensangrentando estos reinos. y que no
es un caudillo insigniticante, lo demuestra el haber comenzado a
darse a conocer, derrotando allá por Febrero de 1812 al distinguido brigadier Llano, en la acción de [zücar.
Sus hechos, que no tengo por qué referir en este momento, v
más que SUS hechos militares, la constancia con que se he mantenido en armas, y la energIa con que siempre se he negado a aceptar toda proposición de indulto, le han dado cierto influjo entre la
gente suriana que forma su ejército. y a la cual ha procurado distinguir y Ilenar de consideraciones en oposición a lo que todos los
demãs hemos hecho con ella, efecto de la repugnancia que nos
causa la horrible lepra que padece y Ia desfigura, y todos conocemos por mal del pinto.
Las Tres
i
Oarantias
Esa gente es de una bravura extraordinaria, y en cornpensación
del despreciO y asco con que la vemos, nos odia con todos sus cmco sentidos a cuantos pertenecernoS a la raza bianca, ya pura y
europea. ya mestiza y criolla.
Guerrero ha forrnado con ella un muv regular ejército no mal
armado, y muy regularmente iristruido por el americano don
Juan Davis Bradburn, compañero que fué de D. Francisco Javier
Mina.
Muerto éste, Davis despues de haher procurado sin fortuna,
vengar ci fusilainiento del caudillo españoi, se retiró al Sur, donde Guerrero le recihió con los brazos abiertos.
—Sin embargo de lo cual,_observó Odoardo,—aCaba de hacerle traición, huyendo al campo de Iturhide, y solicitando de dl,
indulto que ya le fué concedido.
—En eso habria mucho que averiguar,—COflteStó Olazagóitia:aunque otra cosa parezca. Davis ha hecho lo que ha hecho, de
acuerdo con Guerrero.
Iturbide es o era un jefe realista, terrible para los insurgenteS,
y el indulto de Davis. quizá no tuvo más objeto que ci de tener a
Guerrero al tanto de sus planes, con ci fin de avudarle a desbaratarlos.
Nadie mejor que 61, podia haber cumplido esta misión de espionaje.
Conozcod Davis: es un hombre de valor a toda prueba. y para
gozar ci afecto de Iturbide, esta es la mejor recolTiendaciôn.
Es además hombre muy instruido y práctico, de natural generosidad y elevación de espIritu, y n -IagnánimO y hurnanitario.
Contra ci parecer y las órdenes de Guerrero, salvo en una ocasión
A unos pohres realistas granaderos de la corona, que habiendo caldo prisioneros, ci jefe insurgente mandó fusilar.
Davis se opuso a ello y manifesto que si se fusilaba a aquellos
infelices tambiën se le fusilarla a 161, pues estaba resuelto a formar en el grupo de los granaderos a la hora de la ejecuCión.
Guerrero, que aprecia a Davis. corisintiO en que nose curnpliese
la sentencia.
Davis aprecia con igual afecto a Guerrero v ni por mal pensamiento hablaba jamds mal de él. v antes por ci cofltrariO, Ic eiogia
y celebra siempre que la ocasiOn se lo ofrece.
TOMO 1
220
174
Episodios Hstóricos Mexica,ios
Davis ha sabido ganarse también por entero ci afecto de iturbide.
—'Hab1ándoie bien de Guerrero?
Tal vez Sf; Iturbide profesa como una maxima, que lo cortés no
quita a lo valiente.
Tal vez esos elogios de Davis contribuyeron a encender más en
Iturbide ci deseo de conciuir con Guerrero, en quien ya D. Agustin veIa de antemano un hombre y un caudillo notables, que en'
-.-....
.—
...también Se Ic fusilarla
cualquiera circunstancia puede hacerle sombra con sus pasados
servicios a la causa de la Independencia.
Iturbide es hombre que todo lo quiere para si: está devorado pot
la sed de riquezas y de gloria: no gusta de que nadie brille, no
dire más, pero ni tanto como él, y en tin, tan grande cosa se cree,
que Ic hiere. lastima y ofende la idea de que nadie pueda envanecerse de haber sido una influencia en la balanza de sus destinos y
propositos.
Parece que se le habla indicado la conveniencia de unirse con
Guerrero para facilitar el logro de sus planes, no tanto por el daño
que el caudillo insurgente pudiese por si mismo hacerle, cuantO
por ci temor de que proclamada pot Iturbide la independencia. sin
estar de acuerdo con él. los ins4rgentes que por ahi quedan se le-
vantaran a su vez, ya por Guerrero, ya por otro cualquiera, introduciendo un desorden y una confusion que perjudicaria a Jos unos
' a Jos otros.
Creo que iturhide no desconOCiO la exactitud de esta observacirn, y por no confesarse vencido por su evidencia, se reservO a
decidir en vista del comb se le presentasen las circunstaflCias.
Con el fin de hacer hablar a ëstas, y unavez recontadas sus fueras que encontrO ascendIan a unos dos mil quinieritoS hombres.
ci 22 de Diciembre salió de Teloloaparn en busca de Guerrero.
Se entiende que este nümero de hombres podria reunirlo asirnilando a su divisiOn los diversos destacamentOS esparcidos aqul y allá
por Armuijo. y al efecto circuiO las oportunas Ordenes disponiendo
que al concentrarse esos destacamentoS destruyeran los fuertes en
donde habianse abrigado, que iinportaba no dejar en pie a merced
del enemigo.
Persiguiendo su propósito de hazer la Independencia pur si V sin
cooperadores, D. Agustin se metiO ci veintiocho de Diciembre en
la áspera v qucbrada sierra que necesariameflie habIa de atravesar
para liegar a Acatempan, punto designado como lugar de reunion
a varios destacamefltOS re iiistas.
Cómo el activo cabecilla Asensio, pudo liegar a saber 9ue iturhide no seguiria el carnino ordinario, sino que apartándose de él
tomnaria la dificil y angosta vereda que, siguiendo la falda de los
boscosos cerros de San Vicente, tiene del otro lado la profunda y
salvaje barPanca que aigunos liaman de Tiatlaya?
Esta pregunta sOlo podrian contestaria ci ameriCaflo Davis Bradburn y Pedro Asensio, que sin duda foe avisado por éi.
Lo cierto es que Iturbide que mandaba en persona la vanguardia
de so division, pasO la vereda sin diticuitad, y otro tanto consiguió
ci centro; pero al intentarlo la retaguardia, at inando del capitán
Gonzalez, viO caer de improviso sobre si, la gente de Pedro Asendo, que en pocos instanmes destruyO la retaguardia realista, al exiremo. de que sOlo pudieron escapãrseie, arrojándose a la barranCa, ci teniente Brito y tres soldados. Asensio hizo fusilar a González que hahia quedado rnorta1ment. herido en ci lugar mismo de
la acción.
Quintaniila que mandab.a ci centro de la divisiOn, oyendo ci vivo
fuego que sostenia la retaguardia, retrocedió inrnediatamente en su
x 75 ri
Episodios I-IESwrzco. .t'1'xicano,
auxilio, per() ya era tarde, v ël misrno se vió seriamente comprometido. pues Jos insurgentes, animados por su victoria. caycron
también sobre ci centro que Iturhide reforzó con los granaderos de
Ia corona y dragones de España, mientras él, con el resto de la
vanguardia ponla en salvo las cargas conducidas a lorno de mula.
Quintanilla tue rns afortunado que ci infeliz Gonzalez y logro
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..Iturbicfe reforth
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los granaderos..
rechazar a los insurgentes obligándoios a retirarse, después que
hubieron hecho sufrir una muy considerable perdida a la division
realista, la cual no comenzó el presente año de
mucho mejor
que concluyó el veinte, pues el martes dos de Enero, D. Vicente
Guerrero, a quien Iturbide suponla escondido en ]as asperezas de la
sierra, se desprendió como una centella sobre Zapotepec en el Camino de Acapulco y destrozO las fuerzas que mandaba el comandante D. Carlos Moya, ci cual, la primera noticia que tuvo de Ia
proximidad de Guerrero. fué la de esta derrota, sobrecogiéndole tal
pavor que en su parte 6 Iturbide, no menos que toda una division
£821
W
;I_
Las Tres Garantias
1737
considerd necesaria para contener los avances del general insurgerite.
Tan sensible fud a iturbide este segundo contratiempo, que ya
qpe de Guerrero no pudo vengarse ha descargado su furia sobre ci
degraciado Moya. a quien no baja de descuidado, inepto y bueno
para nada.
No estã, sin embargo. en Mova la falta, v el origen del accidente
tiebe buscarse en La irnportancia que Guerrero ha sabido dar a sus
tropas, importancia que le permitió salir por tin de la delensiva en
que hasta hoy Se habIa mantenido v tomar La ofensiva y lanzarse at
ataque con buenas prohabilidades de dxito.
w___
XXIII
Tomemos por un instante a D. Antonio Otazagóitia La palabra
de que ha venido haciendo uso.
Las dos acciones de guerra ganadas por Pedro Asensio y D. Vicente Guerrero, hicieron vet a Iturbide que no era tan fàcii empresa corno ëi se habIa prometido sojuzgar at valeroso general insurgente.
No quiero por esto decir que D. Agustin le considerase invencihie.
No, ni mucho menos.
En primer lugar Iturbide conocla bien aquel genero de guerra.
y en ella triunfó en casi la totalidad de las acciones que esiuvieron
encomendadas a su dirección y a su instrucción y genio militar,
que una y otro tenia en abundancia.
En segundo, limitada como estaba la insurrección at territorio
ocupado por Guerrero, ci vire y podia disponer del nümero de tropas suficientes para concluir con ci valeroso caudillo. y habrIalo
conseguido si Iturhide, ünico jefe entonces capaz de acometer La
tarea, no se hubiese separado de las banderas españolas que habIa
jurado defender.
Es necesario fijarse en esto para apreciar en su just valor la
conducta de Iturbide en aquelios dias.
D. Vicente Guerrero habrIa sahido morir con igual heroismo at
1758
Episodios
Históricos MexicaHos
de sus predecesores, en la defensa de la libertad de su patria, pen)
no habria podido, por entonces al menos. haber hecho nuestra in.
dependencia.
El pals estaba cansado de lucha, de sangre y de desolación.
Guerrero era el ünico insurgente digno de este nombre que Se
mantenla en armas.
Los otros tan ilustres como dl, como D. Nicolás Bravo por ejern-
7
k
Vicente Guerrero
plo, hablan sucumbido a Ia fatiga dc una empresa que D. José
Maria Morelos elevó al apogeo de la gloria, pero que con aquel
grande hombre vino a tierra, justo castigo de los malos y falsos patriotas que se api-ovecharon de ]as virtudes mismas del cura de
Nucupétaro para perderle y nuliticarle.
El 22 de Diciembre de r8z5 se hundjó en el ocaso de la muerte
aquel sol de primera magnitud que en su zénit llego a igualar la
prodigiosa altura del Gran Napoleon, y a aquel funesto dla siguió
una profunda noche cuyo oscuro cielo atravesO, como uno de esos
rnaravillosos cometas que durante un breve espacio de meses pa-
Las T?vs (;a,alcaS
sean a nuestra vista Is omnipotencia de Dios, Is romanesca figura
de D. Francisco Javier Mina.
Pero Is noche continuó fünebre silenciosa, sin quedar del passdo sol, otro recuerdo que Is chispa que con sin igual cariño y
veneración abrigo en su alma D. Vicente Guerrero en aquellas
mismas montañas del Sur que fueron el Oriente del gran Morelos.
Tat es la verdad, por más que su desnudez desagrade a los que
ólo Is quieren vistiendo convencional ropaje.
Sin D. Agustin Eturbide. Is Independencia hubiera tardado mucbo en hacerse.
Sia D. José Maria Morelos Is Independencia no hubiera sido hecha poi- Iturbide.
Creo haber dejado sobradamente fundada esta opinion en los
primeros capitulos de este Episonio.
Si asi no Jo creen tirios v troyanos, crean lo que mejor les acomode, en la inteligencia de que ni yo me propongo convencerlos
ni ellos han de convencerme a ml.
Tampoco estoy de humor de discutir; Is discusión exalts losánimos, y un viejo como yo se hace ridIculo ó inspira lástima cuando
se exalts.
V Is exaltaciOn serIa inevitable, que ejemplos sobrados existen
de cómo y por qué sistema discuten ciertos entes miserables que en
el escándalo buscan una nombradIa que nunca podrian conquistar
con méritQs de que carecen. Necesario es que Is gente honrada se
decida de una vez Para siempre a callartanto más cuánto más ellos
griten: si continUan gritando es pol-que el desprecio los irrita y los
obliga a medir su pequeñez.
Quien conmigo no esté conforme, no me to diga a ml; digaselo
a mis lectores a fin de que no piensen como yo pienso; más decirmelo a ml es inütil porque si escribo lo que escribo, es porque escribo Jo que pienso y o y no lo que a los demás acomode pensar,
que cuenta es suya v no mia el escribirlo.
Fatigado voy llegando ya al término de mi empresa que otros,
quiza, mejorarân con el tiempo.
Yo me contento con haber sido el primero en 0intentarla y el
ntás constante en proseguirla.
Bien es verdad que en lo segundo tienen por to menos tanto merho como yo los compradores de estos pobres libracos.
I 7t0
Episoasu.. HistOricos Mexanos
Tampoo quiere decir esto que yo sea por demás interesado..
No pienso a este respecto como D. Agustin Iturbide pensó y Jo
dejO escrito en sus comunicaciones al virey. en que manifestándole que para logi-ar la pacificación del reino era menester valerse
de todos los recursos posibles, Ic dice, ude los cuales los màs eticaces son distribuir la moneda con prudente liberalidad, pues por
el/a aventuran los hombres sus vidas y hacen es/ueros que no
pract:carzan por ningün otro estinzulo.'
Cuando estas palabras trajo a cuento en su conversación el fiscal
Odoardo, D. Antonio Olazagoitia, que aun era joven, y por lo
tanto podia exaltarse sin grave detrimento, exclainô:
—Quiere usted más rnanitiesta y evidente prueba de la ambición
personal, de los interesados móviles que a Iturhide impulsan it
aventurar su vida en esta empresa?
Por esto, solo por esto, D. Agustin Iturbide se ha resuelto a enri-ar en arreglos y convenios con D. Vicente Guerrero.
Al provecto que medita, irnporta más que nada ci aprovechaz- el
tiempo, y rnucho rendria que perder para domar la energia de
aquel esforzado insurgenre.
QUC Guerrero haya entrado en esos arreglos y convenios nada
tatnpoco riene de particular: por más sospechoso que Iturbide
pueda parecerle, D. Vicente está tan firmernente convencido de
que nada es rnás natural en el mundo que el que un americano
desee su independencia, que no halla nada extraordinario en que
D. Agustin se haya al tin y a su vez convencido de ello.
Ademâs, qué puede importarle el medio de que para conseguir
la independencia de estos reinos pueda valerse Iturbide?
En pensar asi. piensa corno pensaron los primeros caudillos del
alzamiento insurgente: quizás están en un error, pero es un error
disculpable.
Destru y amos,—dice,— y con Jos escombros edificaremos más
rarde.
Hagase la independencia. echemos a España de aqui, quc después en viëndonos solos echaremos Jo que no nos convenga y no
podamos asimilarlo it lo nuestro.
Muchos males traerá sin duda este sisrema sobre este reino, perO
convengamos en que D. Vicente Guerrero es un ralenro prácrico
de guerra a guerra. la guerra civil es preferibie a la guerra exiran-
L1
1761
Las Tres Gara'itias
jera; no es lo micnlo dividir en dos opuestos bandos una sola y
ónica fuerza. que oponer esta fuerza a otra igual ó superior
tal vez.
En to que aqui va a suceder, todos hemos puesto nuestra por-
ciôn de contingente.
Puso Iturrigaray su sôrdida avaricia é imprudente amhicióii;
puso ci inexperto patriotismo de Yermo, su desacato a la autorisad: ci cura Hidalgo, su patriótica temeridad, sus indisciplinados
ejércitos. Ia necesidad de defenderse contra una guerra de ruina y
desolación: Calleja, el deseo de venganza suscitado por sus crueles castigos; Morelos, Ia posibilidad de vencer a España y de convertir a Ins masas del pueblo en aguerridosy disciplinados ejércitos,
capaces de estar mandados por caudilios del temple de los Galeana. los Matamoros y los Bravo: Mina, In demostración de la justicia que a un pueblo asiste para luchar contra la tirana y defender la libertad sin parar mientes en su nacionalidad: los españoies
absolutistas, su ciego odio a In libertad y el miedo a una iranIa
que ante nada se detiene por tal de seguir tiranizando; los españoles liberales, su inexperiencia en las practicas del liberalismo y su
arnor a Ins bellas teorfas; ci clero, su interés en no sacrihcar sus
prerogativas tradicionales a In necesidad de una reforina; ci vuigo
piadoso, su incondicional servilismo a una faisa idea de In religión. que es muy superior a to que de ella entienden y creen; los
francmaso;es, una peligrosa alarma; los conjurados de la Profesa.
sus preocupaciones más peligrosas aun: el rey. Riego y las Córtes.
In ocasión, y todos en keneral In más fatal de Ins desuniones.
Dc ese caos informe, Iturbide y Guerrero van a sacar In mdcpendencia: ci insurgente con su grandeza de alma que le ha impulsado a abdicar en Iturbide ci mando honroso que recibió de manos de Morelos, co éste lo recjbió de Ins de Hidalgo, y ci
ex-realista con su astucia. su genio extraordinario, activo, enérgiCo y valiente, apoyado en ci jnterés coman de cuantos vemos que,
si la Inpendencia no se hace en un breve lapso de tiempo, SObrevendra una desastrosa anarquIa en que ningurio sabremos
quien sea nuestro aliado y qulen nuestro enemigo.
TQMo I
221
1762
Episodios HistO,icos Mexicanos
XXIV
Calló Olazagoitia una vez hecha su anterior peroración, y el fiscal Odoardo le contestó asI:
—Muchos son los puntos tocados por usted, en que nos hil1amos completarnente de acuerdo, y voy a probárselo poniendo a su
vista el informe que en 24 de Octubre del año pasado dirigi al ministro de Gracia y Justicia, previendo los riesgos y peligros que al
presente son ya inevitables.
Olazagôitia tomó el cuaderno que le alargó ci fiscal y comenzó
a leerle.
No Ic seguiremos nosotros en aquella lectura, que podrIa tal vez
cansarnos, y solo tomaremos del citado informe ciertos pãrrafos
que hacen a nuestro propósito, y que el lector no se arrepentird
de conocer, y aun asi extractándolos 'i aligerandolos sin alterar,
no obstante su sentido.
No es la Nueva España,—dice el informe,—lo que era en Enero o Febrero de este año 1820.)
El espIritu pciblico ha cambiado enterarnente: las cabezas antes
paciticas se han volcanizado. y si se echa Ia vista sobre todas las
clases del vecindario, no se advierten más que ternores en unos,
recelos en otros, y esperanzas en los rnãs, de un cambio que considerari favorable y cuva naturaleza no se atreven a indicar.
Los indultados diseminados en todas las provincias han tornado un aire arrogante, y ba l o ci nuevo nombre de capitulados han
empezado a suspirar pot los grados militares que tenian en sus
campos y harrancas, y por su vida libre y vagabunda: muchos de
ellos han quedado sin destino, y en consecuencia sin recurss.
Los abogados y oficinistas yen en un carnbio probable la perspectiva de nuevas magistraturas y cargos administrativos que lisonJean su ambición, y lo desean con impaciencia. Los militares y el
clero, si hemos de creer en apariencias, no todos concurrirán a sostener al Gobierno y defenderlo de los ataques que nuevamente se
preparan. Los primeros especialmente, se quean de habérseles disminuIdo la paga, y del atraso en su carrera en los cuerpos de lInea.
La Tres Gaa?ztas
El clero secular y regular a vista de los papeles püblicos y de
las reformas en cosas religiosas, temen novedades en su existencia, en sus rentas y en sus inmunidades personales. Algunos de
sus individuos hicieron servicios importantes al gobierno de la
época pasada, y andan resentidos del olvido en que los ha tenido
la metrópoli, y otros muchos rnás ó menos fanáticos ó creen cuantas paparruchas inventa la maledicencia, ó temen la tendencia que
va tornando el espIritu publico contra unos establecimientos religiosos que ha respetado la antiguedad y han contribuIdo por su
influjo sobre los naturales, a la conquista y pacilica conservación
de estos paIses.
,Los europeos que se unieron para sostener al gobierno con sus
personas y caudales en la época pasada, no se hallan animados en
el dIa de los misrnos sentimientos. Sea que los hombres se cansan
(IC repetir dos veces iguales esfuerzos, ó que la templanza del gobierno haya suavizado la irritación que produjo en los ánimos la
prirnera revolución, 6 que la juventud europea esté dominada,
como siempre, por la jntluencia del cornercio de Cádiz, en el dIa
exageradamente liberal y enemigo del antiguo gobierno, es lo cierto, que ellos temen la situación presente del reino, y sin embargo.
no piensan oponerse como antes a los males que preveen.
niguales sentimientOs respiran poco más ó menos los propietarios del pals: también consideran inevitable el suceso de una proxima revoluciOn: preveen la mengua de sus rentas, y en lugar de
reunirse al Gobierno, como debieran, los vemos, por el contrario,
divergentes en sus opiniones, y andar vagando de una en otra tertulia, ó en cofradIas vergonzantes, para explorar los planes de independencia que en ellas se discuten, con más o menos embozo, y
ponerse bajo la protección de los varios muñidores y proyectistas,
que en ellos soli-esalen.
nEsta conspiración habitual contra el Gobierno, con agentes que
se derraman por todas panes en busca de prosélitos, es la que ha
acabado de pervertir la opinion publica. Por una parte la ansiedad
en que todos viven, contribuye no poco a abultar los riesgos, dando cuerpo a sus propias fantasias y temores por otra, el publico
y e envilecida la primera autoridad del reino, indefenso el Gobierno, burlado por las juntas de censura '.' atacado por las corporaclones municipales. todas las cuales. como nuevas, se exceden de
4
1764
Episodlo$ H,stóricos Mex:cauos
las facultades que les dejan sus reglamentos, y blasonan derechos
soberanos, que no tienen, y las extienden a objetos extraios a sus
funci..s.
Lo mismo que sucede en Mexico, se repile en las capitales de
provincia, y con mayor razOn en las cabezas de partido y otros
pueblos inferiores. en que es mayor Is ignorancia de su vecindario
y menor Is representación de sus justicias. A ellos liegan los papeluchos de a pliego y medio con doctrinas sediciosas que brongean
su inclinación, y como parten sin correctivo de Is residencia del
Gobierno, toman ocasión de esa circunstancia los tinterillos de los
pueblos para alucinaries y persuadirles de que en estos proyectos
están conformes las prirneras autoridades del reino.
Yo no me atreverC a indicar ci tiempo de Is catástrofe que muchos esperan ver realizada por momentos, pero si dire que, siguiendo su curso naturaL, no saidremos del año sin algunas conmociones más 6 menos generales, y éstas las veo venir 6 por uno
o ms caudillos indultados, que se presenten en Is escena, mejor
dirigidos que Jo estuvieron los prirneros corifeos de Ia revolución.
o que el clero corn fence esta guerra por odio I los principios adoptados y a Is sombra del R. Obispo de is Puebla, que tiene gran
influencia en su diOcesis, ó finairnente, que se revolucione el vireinato con apoyo de los Estados-Unidos, si no se les ceden las
Floridas que invadieron en tiempo de paz y solicitan conservar
con manitiesta violación del derecho de gentes.
oTodas estas hipOtesis son posibles, atendido ci corazOn humano, el estado interior del reino y las pretensiones exorbitantes que
han desplegado esos peligrosos republicanos, desde que por Is ccsiOn de Is Nueva Orleans y su introducciOn en ci seno mejicano,
han querido internarse en ci corazón del reino, en busca de mejores climas, tierras y riquezas, minerales, abusando de Is buena fe
de Is cesión y del olvido en que incidió ci Principe de Is Paz, de
no haber señalado Ifmites precisos a Is provincia de Is Luisiana,
con independencia de las Floridas, que recobramos de Is Inglaterra en Is gloriosa guerra del año de ochenta.
1765
Las Tres GaratiaS
xxv
Despuës de leido lo anterior, mis lectores convendrán sin duda
En que quienes niegan a Iturhide parte de la gloria que sus admii-adores le coriceden, no dejan de tener fundamentO para ello.
No es en verdad lo mismo aizarse corno se alzaron los insurgentes contra un gobierno fuerte, poderoso auxiliado eticazmente
por todas Las clases pudientes que rebelarse, como Iturbide se rebeló, contra un gobierno en el triste estado de debilidad y decadencia que tan energicarnente nos pinta el fiscal Odoardo, en los
parrafos que he tornado de su informe al ministeriO de Gracia y
Justicia.
No es lo mismo tenei como los insurgenteS tuvieron en su contra al 61cro nacional. que tenerle tan de su parte como Iturbide le
tuvo, bien es verdad que en su enernistad contra aquellos y en su
favor a ëste, fué en extremo consecUente, pues en una y otra ocasión obró por odlo a la libertad y por interés personal y egoista.
El clero conzenarâ esta guerra por odio
ci
ins principioS adopta-
dos, predijo el fiscal Odoardo, y as fué, como 61 lo predijo, en la
ititeligencia de que el buen fiscal no se perdia por su liberalismo,
pues en su mismo informe propuso como remedio a la situaciófl,
que se suspendiese la observancia de los preceptoS constituCiOna
les y se revistiese at virey de un poder absoluto.
Serla mucho exigir de los liberales, pedirles que deificaran al
campeón de las ideas clericales, que ellos han combatido siempre.
Esto no quitaá Iturbide el mérito de haber consumado la independencia.
El hizo lo que difIcilmente habria podido hacer otro hombre
- que hubiese carecido ee sus excepcionales condi:iofles.
Supo elegir el momento, v una vez elegido ante nada se detuvo
para no dejar huir la ocasión.
Pero los medios de que se valió para ello constitUYen un mérito
que pueda envanecer a una nación?
Sin duda que no.
0
Episodios Históricos Mexicanos
1 76f
Un historiador. at cual, con mãs pasión que justicia, guarda el
partido liberal despreciativo rencor, dice de Iturbide:
cPor tales medios, empleados con mucha habilidad, pero que el
honor y la buena fe reprueban.... Iturbide... abusando de la confianza del virey. burlánose de su credulidad y empleando contra
el Gobierno las tropas y recursos que ci nlismo Gobierno habla
puesto sin detenerse a su disposición... (i) contaba con mayores
fuerzas y elementos que ci virey.
Otro historiador, en un todo opuesto at citado en las anteriores
ilneas, dice sobre ci mismo asunto
((Confieso que me alegro de ver convenido a Guerrero con iturhide, para hacer to independencia de mi patria; pero habiando con
la sinceridad de mi corazón, siento desagrado por otra parte at ver
engañado a un hombre de Men (el i'ire;' Apodaca). y a quien se ic
gana ci juego con sus propios peones. Estov mal avenido con todo
to que huele a
dolo y-falsia
Si atendemos a to que uno v otro historiador dicen, la independencia que nos did D. Agustin Iturbide se la debemos at dolo y a
la falsia y a medios que ci honor y la buena fe reprueban.
Y como no es posihie que amando a nuestra patria aceptemos
conclusion semejante,
volvamos atrás la vista y busquemos en la
at
célebre noche del 15 16 de Setiembre, el primer aihor de la aurora de nuestra libertad.
En ella hubo desorden, confusion. horrihies matanzas, despojos
sin cuento, pero ni sus jefes eran expertos y aguerridos militares.
ni sus ejércitos pasaron de ser masas informes, sin instrucción,
sin armas, sin más elementos que el niimero y la cantidad.
Y no obstante esta falta de elcmentos, un sOlo pelotón de mdividuos que Iturbide no hubiese considerado Utiles ni para guiar
las mulas de sus bagajes, tuvo la suficiente osadIa para lanzar ci
guante al poder colonial, firme, acreditado, rebosando elementos,
retándole abierta y descaradamente con su sangriento grito de
;abajo el tnal gobierno y inueran los gachupines!
Pero pasado ci primer momento de imponente explosion, ci insigne D. José Maria Morelos, con sus dignos Galeana. Matamoros
(I) D. Lucs Alaman.
a) D. Carlos Maria de Bustamante.
Las Tres
GarantIa.s
•
1767
v Bravo, borró los malos efectos de la primera impresión, haciendo
lo que nadie sino el podia hacer: convertir en genio de la guerra a
un pobre cura de aldea, convencer a un pueblo de que Ia libertad
todo lo engrandece, y dejar, en fin, sernbrada la semilla del amor
a la indepe:dencia, semilla que al brotar a for de tierra, introdujo
sus raices eri las junturas de las piedras del secular ediflcio de la
dominación española, desuniéndolas y disgregandolas al extremo
!n que hubo de encontrarlas Iturhide, al cual bastó empujarlas
con la puma de su espada para verlas caer a sus pies, que en ellas
hahIan tenido su primer pedestal, en que la administración colonial le admiró como ferviente realista.
El fiscal Odoardo nos ha dicho que poco antes de que Iturbide
se lanzase a acometer su afortunada empresa, el espIritu piblico
estaba volcanizado; arrogantes los indultados; los militares y el
clero y los españoles europeos, decididos a no continuar prestando
su apoyo a! Gobierno; a toda Ia sociedad discutiendo casi sin embozo diversos planes de independencia; dispuesto el clero a comenzar la guerra por odio a la lihertad; los Estados-Unidos preparados
a cooperar al levantamiento general del pals, y descontento y obstinado endimitir el virey.
Acaso se encontraba el pals en desorganización tan estupenda
en las epocas memorables de Hidalgo y de Morelos?
Si tal lo hubiese encontrado D. José Maria Morelos, seguros estamos de que él huhiera hecho Ia iridependencia, sin que pudiera
acusársele de dolo y falsia, ni de haber empleado medios que el
honor y la buena fe reprueban.
XXVI
No creo necesario decir que D. Antonio Olazagoitia estuvo enteramente conforme con el parecer del fiscal Odoardo, que ya mis
lectores conocen.
Pero es ci caso que mientras me extendi en las pasadas consideraciones, perdimos una parte de la conversación por nuestros amigos mantenida, y de ella solo pudimos alcanzar lo siguiente, que
dicho fuë por el fiscal:
I
1!)
1I1t,rL_,
—Pero está usted seguro de que esa entrevista tuvo efecto
A lo que Olazagoitia contestó:
—AsI me lo han asegurado personas que me merecen crëdito.
Segn ellas me han referido, la entrevsta se verificó en el pueblo de Acatempam.
DIcese que ambos jefes se acercaron el uno al otro con visible
desconfianza, justificada en Guerrero hasta cierto punto, pues imposible debió en efecto parecerle que tan decidido y temible ene
4
f
4'
Iturbide y Gucrrcro 5C adelantaron
migo de los insurgentes, viniese a defender una causa que por más
variantes y reformas que se le hayan hecho, viene al fin y al cabo
a ser la misma con poca diferencia.
Las escoltas de uno y otro jefe. se encontraban a tiro de cañon
una de otra.
Iturbide y Guerrero se adelantaron a la vez, y a! encontrarse, ci
primero dijo al segundo:
—uNo puedo explicar la satisfacciOn que experimento al encontrarme con un patriota que ha sostenido la noble causa de la independencia, y ha sobrevivido él solo a tantos desastres, manteniendo
vivo ci fuego sagrado de la libertad. Recibid este justo homenaje
a vuestro valor y a vuestras virtudes."
A lo que Guerrero profundamence conmovido contestó:
1
I
senor. felicito a mi patria porque recobra en este dIa un
hil o CUyO valor y conocirnientos le ban sido tan funestos.
—;Eso di j o?—pregunto Odoardo con maliciosa sonrisa.
• —No le parece a usted muv galante ci cumplimiento. 1no es cierto?
—Asi es la verdad.
—Pues ccmo me Jo contaron le Jo cuento. que dijo no sé quiën.
—El hecho es que iturhide v Guerrero se han unido.
' —En eso si no cahe duda. v la iniciativa partió de iturbide.
quien el 10 de Enero Ic escribió una carta invitándole a dejar su
actitud hostil y ponerse a disposición del Gobierno, en la inteligencia de quo todo habrá de cambiar con la Ilegada a España de
los diputados de estas provincas, cuyos derechos harán valer ante
las Córtes: ai1iadIa que si asi no sucedese y España liega a desatenler [as justas quejas de los arnericanos, él serd ci primero en defenderlos con su espada y con ci sacrificio de su vida. si necesario fuese.
La contestación de Guerrero, fechada a 20 de Enero en Rincón
de Santo Domingo fué tan enérgica. clara ' terminante corno ra
de esperarse de un hombre que. como el. se ha iiegado siempre a
toda propuesta de sumisión.
Cornienza haciendo una exposicion de los 4gravios en que siempi-e han fundado los insurgentes su rebelión contra ci poder colonial. y a renglón seguido le invita a su vez a quitarse la carcta y a
cai-nbiar de bandera y de conducta y pronunciarse por la más justa
tie las causas.
Correspondiendo al ofrecirniento de Iturhide de hacerle jefe de
SUS misrnas tropas una vez sometido al Gohierno. Guerrero le dice
que tan poca es su ambición de mando, que Si se decide por los
verdaderos intereses de la nación. a sus órdenes se pondrá, y baja
ellas le scrvjrá como suhalterno.
DIcele que no lie en cuanto hacer puedan los diputados a las
Córtes, máxime cuando los americanos no tienen por qué pedir
por favorloque se les debe de justicia.
Rechaza el perdón. manitiesta que no debe esperarse de España
hien alguno. dIcèie que su divisa es Libertad. Independencia ó
Muerte, v que si éI no está decidido a aceptarla como suya, no
vuelva a escrihirle. porque no Ic contestara ni una palabra.
Como ültimo consejo, le invita a seguir ci ejemplo del coronel
español D. Antonio Quiroga. que secundd en Cadiz el pronuncia—Yo.,
Tc
1 7 70
Eptsoduis Thstórzcos Mexlcalw
miento de D. Rafael del Riego. decidiendo a Lis trupas reales
-t
proclamar La Constitución, prometiéndole, si tal hace, ser su rnis
tiel amigo y servidor.
Con la lectura de esta carla se convenció 1turhie de que ci eneral insurgente a nada se prestarla mientras ci quisiese hacer
gala de una diplomacia que Guerrero no entiende; mas no qucriendo fiar sus planes a un papel, le contestó que D. Agustin Mier
at
en - '
y Villagomez le dana algunos informes acerca de sus ideas
tregarle su respuesta. cuyo principal tin era el de invitarle átene'
en Chilpancingo una conferencia en que harlan más, sin duda
que en muchas cartas.
En la suya Ic dice: " no dudo en dar a usted el titulo de estimado.
amigo, porque Ia tirmeza y ci valor, son ]as cualidades primeras
que constituyen el carácter del hombre de bien y me lisonjeo de
dar a usted un abrazo que contirme mi expresión.n
En tal estado las cosas, Guerrero nombró su apoderado a
D. José Figueroa. de quien dicen ser el autor de la carla que ci
jete insurgente dinigio a Iturbide, y éste se hizo representar pr
I). Agustin Mier v Villagómcz.
Ambos apoderados convinieron en la adhesion de Guerrero at
plan de Iturbide, y en que el tin de este plan serã la proclamación
de la Independencia.
Ahora bicu, qué es to que Iturbide ha dicho al virey acerca de
La sumisión de Guerrero?
—Que a consecuencia de los pasos que habla dado, se ha puesto
a sus tirdenes, y por consiguiente a las del vire y , el general Guerrero COfl 1,200 hombres armados, incluyendo las partidas de
Alvarez y otras pequeñas, bajo la condición de que no se Les tenga
por indultados, y obligandose a practicar Las más activas diligencias, para que en iguales términos se presenten Las de Asensio.
Monies de Oca. Guzmán y cuantas andan desde el Mescala hasta
Colima, todas Las cuales reconocen a Guerrero como jefe superior.
Apodaca Le ha contestado dándole a nombre del rey Las gracias
por tan señalado servicio, pues nada ha deseado jan10, desde que
tomó a su cargo el gobierno de este reino, como el restabieci
miento de la paz general.
Apodaca no ha dudado iii un solo instante del honor y buena fe
del hombre que tan inicuamente le ha vendido.
1k
Las Tres Garanlias
1771
XXVII
Tras de una mu y buena pausa Olazagoitiaconrinuó la interrumpida conversación, exclamando:
—De modo es. que nada ha dicho usted al virev del contenido
ke mis cartas.
—No amigo mío, no las conoce, me faltó valor para apesadurnbrar a este excelente hombre, más de lo que esta.
—Pero su silencio de usted, permItame que se lo diga. puede
haber contrihuido al triunfo de nuestros enernigos.
—No lo .crea usted. Olazagóitia; el enojo del virey no hubiera
hecho mas que precipitar Is catástrofe, y usted lo comprenderã asi
en cuanto Apodaca salga del error en que está respecto a Iturbide.
El virey es un hombre honrado y leal, y quiza por lo misrno que
lo es, cuenta con muy pocos amigos: en nuestra poca de picaros,
bribories y traidores, los hombres honrados son vistos con desdén
v considerados buenos para nada.
Aparte de esto, amigo mb, la revolución es inevitable y, segün
yo lo tenIa previstO, el clero es quien La mueve, no con tan secrelos resortes que pueda hacerlos .pasar inapercibidos para quienes
seguimos con inters el hilo de sus maquinaciones.
Ya vió usted en mi informe al ministerio de Gracia y Justicia,
que asI lo declare con toda franquezay aun indique que la jefatura
de esa funesta campaña, la tiene a su cargo el obispo de Puebla,
D. Antonio Joaquin PCrez, quien,despues dehaber sido como fue.
uno de los quince diputados que redactaron la Constitución espa?tola del año doce, que en tales conflictos nos ha puesto. suscribió
más tarde la famosa represernación Ramada de los Persas, censurando acremente su misma obra.
Las ültimasCórtes de España, convocadas a consecuencia del
pronunciamietto liberal iniciado por Riego, condenaron por su
decreto de 26 de Octubre del año ültimo, condenaron, repito, a los
sesenta y nueve diputados firmantes de la representación, aquedar
excluidos del derecho activo y pasivo de elección, a la privación
de empleos, honores y condecoraciones, y, con respecto a los ecleSISStICOS. i la upaiOfl de sus tcmp(ralidadcs.
V
1772
Episodios Históricos Mexicanos
Desde que esta determinación de las COrtes se supo en Méxicn
se han observado en Puebla sIntomas de inqaietud. ' or al1ar:
comprendido en esas disposiciones el obiSp() Perezp1
Sabernos que se tienen juntas clandes'tinas, cuva alma e a
obispo
está
resuelto
a
resistirse.
a
sorneterse
visor de La mitra ci
pretenda
lievaria
a
efecto
la pena decretada. en caso de que Se
cabildo eclesiastico; los párrocos. ci clero todo. Los prelados de Ia
órdenes religiosas v aun las molijas. han ocurrido al virev, pidienmedo se suspenda la ejecucion de l tnanlaIo. en 3te11c16n J
ritos y virtudes del obispAsI to ha cornunicado :\ daca a I 111*11*S'eYill ie Ni a1 nj J ei
el 21 de Enero pasado, consuitándole to que debe liacer para eitar los disturbios que se ternen, y mientras tanto ha tenido que
hurnillar su autoridad. at extrenlo de dirigirse at mismo ohispu,
recomendándoie se esfuerce en cbnservar la tranquilidad entre las
inquietas ovejos de su rebelde rebaño.
Hay más aun; publicada en Mexico ci 23 de Enero la Icy de cxtinción de jesuitas, decretada por las Córtes. tales noticias se diei-on at virey, de que ci vulgo fanätico estaba dispuesto C oponerse
a la reforma, que se hizo indispensable para dare cumplimiento
que ci intendente D. Rarnón GutiCrrez del Mazo, se hiciese acornpañar por dos compañIas del negimiento de Ordenes Militares,
que mantuvo sobre las armas mientras tomó posesión del Colegio
de San ildefonso y del de San Pedro y San Pablo.
En Puebla, nücleo principal de las maquinaciones del Obispo,
ha sido necesario que los jesuitas saliesen de noche de La ciudad.
para evitar un conflicto, pues ci pueblo estuvo dispuesto C impedirlo.
El descontento y la excitación del vulgo piadoso ha subido de
punto a consecuencia del desagrado con que ha visto salir de sus
conventos. en virtud de la misma icy, a los religiosos betlemitas,
hipólitos y juanistas. encargados del servicio de las órdenes hospitalarias, cuyos bienes han sido aplicados a La hacienda pCblica.
Dc esa ciudad de la Puebla. cuyo exagerado clericalismo habrA
de proporcionarnos mCs de un disgusto, ha salido, yo tambien
tengo mis noticias que Jar a usted, ha salido, repito, La imprnta
de que se prepara iturbide C hacer uso.
Mis agentes me ban dicho que el conocidu sevillano, jugador de
profesión. Miguel Cavaleri. subdelegado de Cuernavaca. despuCs
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I
ie ha' j': uosamente hacerse en Mécico de una
imprenta que le tenIa encargada liurbide, despachó a Puebla al
capitán Magan con orden de comprarla alli a cualquier precio.
—Y to consiguiô?
—Si, lo consiguió. debido a la mediación de D. Ignacio Aiconedo. quien le reiacionó con el Padre D. Joaquin Furlong. prepósito de la congregación de San Felipe Neri, v dueño de una
pequeña imprenta, en Ia que. ayudados del impresor D. Mariano
Monroy, at cual pusieron en el secreto, imprimieron ese plan de
que usted me hablaba no hace mucho.
—No tiene usted, algün ejemplar?
—Ninguno. Como siempre sucede en casos semejantes, mis agentes averiguaron to que acabo de contar a usted, cuando ya no era
posible impedirlo: varios dias después de haber salido de Puebla
Monrov v Magan. con los ejemplares impresos. despachó Furlong
la prensa y ietra compradas por el segundo de aqullos.
—..De niodo que ya nada ies queda por hacer para dar ci paso
que hanmeditado?
—Nada absolutamente. pues hasta ci dinero tienen ya.
—GEl de los manilos?
—Si, D. Juan Antonio Olazagoitia,—contestó Odoardo. - ci de
los manilos, que. espahoies casi en su totalidad, no ban tenido inconveniente en facilitar a iturbide arma tan poderosa como la de
esa suma de dinero, que asciende quinientos veinticinco mil pesos, suma que ci virey no podrIa obtener semejante, y que decidirá
la ruina de nuestro dominio en America.
—Pero le consta a ustedque ya esté en su poder?
—Si. me consta; de ello me ha dado noticia uno de los soidados
de la escolta, al cual pagaron una onza de gratiticación, como
todos y cada uno de sus compañeros.
—Dónde se verificó el despojo?
—Po1 ué dice usted despojo si voluntariamente ban entregado
los manilos ese dinero?
Diga usted mejor esa traición: si. traición, esa es la palabra.
Pero ;av de los esNholes que tal han hecho!
Con lagrimas de sangre habrán de liorarlo.
Viles, si, más viles que Judas y D. Oppas, han pagado su dinero
por ser traidores.
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774
Episod*os f-listóricos Mexicanos
La nación que de estos 1-nanejos resulte, nada querra agradecerles, les negara el servicio que la han hecho y con nuestro gran
poeta les dirán algün dIa, el traidor no emenester,siendo la traición pasada.
-
No hemos de necesitar vivir mucho para ver el castigo de los
traidores que en Iguala han puesto en manos de Iturbide los quinientos veinticinco mil pesos de la conducta de los nzanilos.
XXVIII
La catástrote del dominio español en las Americas, asunto de
este libro, se nos ha venido encima, ni rnás ni menos que vInosele
al virey, y henos tocando a las iiltimas paginas sin que en ellas
quede espacio suficiente para tanto como aun tenemos que decir.
No me arrepiento.
Era necesario dar todos los detafles que preceden.
Sin ellos, mis lectores no se hubieran dado buena cuenta de
cómo pasaron las cosas.
El libro siguiente contendrá el final de aquella colosal intriga en
que la astucia hizo el papel de espada de Alejandro.
Alli sabremos también qué fuë lo que D. Juan Antonio de Olazagóitia hizo en defensa de la pobre Luisa, victima del insustancial Marianito, de la imperiosa y soberbia Clarita y del mezquino
Padre Bernardo.
Por hoy solo dirernos, reservando para más adelante los pormenores, que el viernes 2 de Marzo de 182 I, a las nueve de la mañana y en la buena ciudad de Iguala, D. Agustin Iturbide y todos
sus jefes y oticiales juraron el famoso plan, segun la siguiente
fOrmula:
aJurais a Dios y prometeis bajo la cruz de vuestra espada, ohservar la religion catOlica, apostOlica y romana?
' Juráis hacer la independencia de este imperio, guardando para
ello la paz y union de europeos v americanos?
Juráis la obediencia al Sr. D. Fernando VII si adopta y jura
la. Constitución que haya de hacerse por las COrtes de esta America
septentrional?
I
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NO .&BAMDAROS ES LA KMIRESA
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T
Si ast Jo hiciereis, el Señor Dios de los ejërcitos y de la paz os
a y ude, y Si 00 OS lo demande.
A las cuao y media de la tarde del mismo dIa, los cuerpos del
eército hicieron ante iturbide ci mismo jurarnento en Ia plaza de
Iguala, siendo ci teniente coronel español D. Francisco Manuel
HidaLo, quien hizo las preguntas de la formula.
Contestadas por aclamaciOn, D. Agustin Iturbide se puso al
?rente de sus tropas dirigiéndolcs las siguientes palabras:
So1dados, habéis jurado observar Ia religion católica. apostóliCa. romana; hacer la independencia de esta America; proteger la
union de españoles éuropeos y americanos y prestaros obedientes
al rey, hajo condiciones justas.
' Vuestro sagrado cmpeño serä celebrado por las naciones ilustradas; vuestros servicios serán reconocidos por nuestros conciu
dadanos, y vuestros nombres colocados en el templo de la inmortalidad.
,)Ayer no he querido admitir la divisa de teniente general y hoy
renuncio a ésta.
Y esic) diciendo, arrancO de su manga los tres galones, distintivo de los coroneles españoles, y los arro j o al suel, v concluyó
diciendo:
xLa clase de compañero vuestro Ilena todos los vaclos de mi
ambicjón.
'Vuestra disciplina y vuestro valor me inspirari ci más noble
orgullo.
Juro no abandonaros en la empresa que hemos abrazado, y m
sangre. si necesario fuere, sellará mi eterna tidelidad.
Asi coricluyó el primer acto del drama que desenlazO el negro
crimen de Padilla, y cuyo iltulo fué, LAs TRES GARANTIAS.
-
ToMoj
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