Galería de dictadores - Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano

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¿El poder para qué?
Galería
de dictadores
JAIME PINZÓN LÓPEZ
Durante la primera mitad
del siglo XX,
el Caribe se llenó
de dictadores tropicales,
pintorescos y crueles,
tema atrayente
que ha servido para
numerosas obras literarias.
Aquí no están todos
los que fueron,
pero aquellos que están,
fueron.
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Los TTT
“Tacho” Somoza en Nicaragua, Tiburcio Carías en
Honduras y Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana, dominaron a su antojo.
El general Anastasio Somoza, luego de ocupar el
cargo de comandante de la Guardia Nacional, impuesto por los Estados Unidos antes de retirarse los marines
en 1925, gracias a un golpe de Estado llegó a la presidencia en 1937, cuando había desarrollado su afecto
por los negocios, especialmente ganaderos, y su aversión por la democracia. Era dueño de la pasteurizadora,
de una mina de oro y de la fábrica de cementos. Cuando el reportero Khreim de la revista Time estuvo en su
país, confirmó que 51 ranchos y 46 haciendas de café
pertenecían a la familia Somoza. Fijó su ideario político durante su visita al presidente Franklin Delano
Roosevelt, a quien dijo: “Yo quiero tratar a todos bien,
pero la democracia en Centroamérica es todavía como
un bebé, y nadie va a darle a un bebé todo para que
se lo trague enseguida. Yo les doy la libertad a mi modo.
Si usted le da a un bebé un tamal con chile, lo mata…”
A veces gobernó a través de familiares y amigos, pero
conservó su condición de hombre fuerte. Torturaba a
Casa de vecindad, patio del Mar Caribe,
con mi guitarra de áspero son,
aquí estoy, para ver si me saco del pecho
una canción.
Una canción de sueño desatado,
una simple canción de muerte y vida
con qué saludar el futuro ensangrentado,
rojo como las sábanas, como los muslos, como el lecho
de una mujer recién parida.
NICOLÁS GUILLÉN, Casa de vecindad
sus opositores en la célebre
prisión de El Hormiguero.
Propuso la unificación de
los ejércitos de América Latina para “defender esos caros ideales que nos son comunes”. Murió asesinado
por el poeta Rigoberto
González en 1956. Lo sucedió su hijo “Tachito”, depuesto por los sandinistas
Anastasio ”Tacho” Somoza
en 1979, quienes afirmaban
seguir los ideales de Sandino, asesinado después de
que le ofrecieron un banquete los Somoza en 1929.
“Tachito”, a su vez, fue acribillado en Asunción del Paraguay, donde se encontraba refugiado a comienzos
de la década de los ochenta, después de su estruendosa caída.
Honduras, república de ganados y bananos, tuvo
una época en la que el ganado y el café eran de don
Tiburcio Carías, y el banano de los “gringos”. Aparecieron rebeldes, pero el dictador los bombardeó, ejemplo que sirvió para arrasar con otros insurgentes en
nuestro continente. En 1944 casi lo tumban, pero aguantó hasta 1948, año en el cual el abogado de la United
Fruit Company, José Manuel Gálvez, ganó las elecciones. La figura de Carías se perdió en el tiempo, pero
su recuerdo unido al de la sangre derramada por sus
compatriotas perdura.
Sobre el “Generalísimo, Benefactor y Padre de la
Patria Nueva”, Rafael Leonidas Trujillo, sí quedó mucha literatura, porque
el régimen determinó
publicar obras gruesas
con biografías suyas.
Por un tiempo, además, Santo Domingo
cambió su nombre por
el de “Ciudad Trujillo”.
Ya en 1927 ostentaba el
cargo de general de
Brigada y en 1930 ha-
bía asumido la presidencia
de la república. Organizó
el Partido Dominicano, del
cual fue jefe único. Gobernó, personalmente o por interpuesta persona, durante
varios lustros hasta que
unos conspiradores lo asesinaron en 196l, año en el
cual empezaron a desmontarse los grandes anuncios
Anastasio ”Tachito” Somoza
que señalaban el imperio
de “Dios y Trujillo” sobre el país y el monopolio del
azúcar. La cartilla diseñada para los estudiantes de primaria decía: “El presidente trabaja incesantemente por
la felicidad de su pueblo. Él
mantiene la paz, sostiene las esSobre el “Generalísimo,
cuelas, hace los caminos, proBenefactor y Padre
tege el trabajo en toda forma,
de la Patria Nueva”,
ayuda a la agricultura, ampara
Rafael Leonidas Trujillo,
las industrias, conserva y mejora los puertos, mantiene los hossí quedó mucha
pitales, favorece el estudio y orliteratura, porque
ganiza el ejército para la garanel régimen determinó
tía de cada hombre ordenado.
publicar obras gruesas con
Si por tu casa pasa un hombre
biografías suyas.
que quiere alterar el orden, haPor un tiempo, además,
zlo preso: es el peor de los malSanto Domingo
hechores. El criminal está en la
cambió su nombre
cárcel, ha matado a un hombre
por el de
o se ha robado una cosa. El re“Ciudad Trujillo”.
volucionario quiere matar a todos los que puede y cogerse
todo lo que encuentra –lo tuyo y lo de los vecinos–:
ése es tu peor enemigo”. Como tales fueron tratados
los haitianos, muertos en un número que nunca se sabrá en definitiva, pero superior a quince mil, dentro
del proyecto de unificar la isla de Santo Domingo en
la década de los años treinta y en el empeño de desaparecer a Haití, acción que según algunos de sus
compatriotas merecía que la Academia sueca le otorgara el premio Nobel de la paz correspondiente a 1936.
Por fortuna no se lo dieron a este primer general de
cinco estrellas en el mundo.
Rafael Leonidas Trujillo
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Durante el dominio de Duvalier,
Haití continuó siendo uno de los Estados más pobres del mundo,
producto de su deficiente sistema escolar, de una anticuada política agraria
y de un ochenta por ciento de analfabetos entre su población.
Maximiliano Hernández
Martínez
El brujo de El Salvador
De 1932 a 1944 gobernó a esta Nación un dictador brujo. Se llamaba Maximiliano Hernández Martínez. En
botellas de distintos colores ponía, en la azotea de la
casa presidencial, agua para curar el cáncer, y sostenía que “es un crimen más grande matar a una hormiga que a un hombre, porque el hombre luego de morir reencarna y la hormiga muere definitivamente”.
Cambió la Constitución a su antojo y esto permitió que
lo reeligieran por un tiempo superior a los 13 años.
Asoló al país, realizó matanzas y dio consejos cada mañana y tarde a través de su programa de radio que le
permitía resolver consultas de distinta índole, en especial de carácter amoroso. En una sola sesión contestaba preguntas tan variadas como: ¿por dónde invadirán los aliados a Europa? ¿Tienen las culebras, las arañas y los caballos sentido de la belleza? ¿Por qué sonríe un hombre para sí mismo mientras camina? Aun
cuando “legiones invisibles” lo cuidaban, y el general
–como relata don Germán Arciniegas– quería quedarse en la silla, el pueblo lo sacó.
Despacho del dictador Fulgencio Batista, quien de sargento llegó a general.
General Jorge Ubico
Castañeda
Ubico en Guatemala
El general Jorge Ubico Castañeda se instaló en el poder en Guatemala entre 1931 y 1944. Alguien señaló
por esa época: “si bien es cierto que Guatemala parece una prisión, es una prisión modelo”. Muertos por
centenares, mordaza para la prensa y robos por millones caracterizaron su mandato que terminó como consecuencia de una insurrección popular que recibió el
apoyo de oficiales del ejército.
Batista en Cuba
El entonces sargento Fulgencio Batista consiguió
poder detrás del coronel Mendieta en 1934 y para la
década de los cuarenta ya era presidente. Se retiró a
los cuarteles por un tiempo pero no del poder, que
absorbió en la década de los años cincuenta, en pelea
con los comunistas, a quienes había otorgado dos ministerios en su primera administración. Dejó que los
casinos crecieran con los negocios turbios de personas más oscuras que la noche y perdió una partida
prolongada frente a los milicianos de Fidel Castro,
quien llegó a La Habana en medio de vítores multitu-
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dinarios en enero de 1959, para convertirse en un jefe
de Estado y de Gobierno que aspira a celebrar sus
“bodas de oro” al mando de la primera república socialista del continente. El general Batista no fue un ideólogo, ni un humanista, pero tuvo la perspicacia para
contar con el apoyo de los Estados Unidos hasta que
lo perdió y huyó precisamente a Miami, donde residió
hasta su muerte, por causas naturales, distintas a las
que padecieron quienes lo acompañaron y perecieron frente a los pelotones de fusilamiento en el paredón revolucionario.
Duvalier y el vudú
En Haití vive gente de color molesta con los mulatos
que gobiernan. Su historia se vincula con los hombres
fuertes y el vudú. El doctor François Duvalier (Papá Doc),
médico experto en hechizos, hogueras y pócimas, coordinador de los Tonton macoutes, guardia personal cuyos miembros podían en forma arbitraria detener a las
personas sin proceso previo y ejecutarlas, hizo y deshizo durante sus repetidos mandatos y se dio el lujo de
El maestro Arciniegas dice:
“Juan Vicente Gómez adivinaba lo que pasaba
en la mente de sus compatriotas, o por lo menos eso creía él.
Además de ser el gran dictador, tenía algo de brujo”.
A la izquierda:
François Duvalier (Papá Doc)
en su escritorio, sobre el que reposaba
permanentemente revólveres
listos para ser usados.
Matrimonio de Jean-Claude Duvalier
(Baby Doc) y Michele Bennet
el 27 de mayo de 1980.
La boda costó diez millones de dólares,
mientras la población vivía en la
desolación
y la más extrema pobreza.
morir en 1971, como consecuencia de una enfermedad,
no porque lo derrocaran. Estuvo en el poder desde 1957,
y en 1964 se había proclamado sin rubor presidente vitalicio. La economía durante el dominio de Duvalier fue
de mal en peor, y Haití continuó siendo uno de los Estados más pobres del mundo, producto de su deficiente
sistema escolar, de una anticuada política agraria y de
un ochenta por ciento de analfabetos entre su población. El que se cayó después fue su hijo (Baby Doc),
quien vive en París, donde ha dilapidado la enorme fortuna mal heredada de su padre.
… Y en Venezuela, Juan Vicente Gómez
El compadre se convirtió en leyenda. Su canciller
Vallenilla Lanz escribió El cesarismo democrático para
demostrar cómo los latinoamericanos son ingobernables
democráticamente y hacer el elogio del gendarme necesario. Dueño de vidas, conciencias y haciendas, manejó
a Venezuela durante un largo trecho de la primera mitad
del siglo XX. Pintoresco y con aires de humanista, desde
1908 y por más de treinta años gobernó a su país como si
fuera su hato, rodeado de intelectuales comprados, áulicos
y vacas. El maestro Arciniegas dice: “Juan Vicente Gómez
adivinaba lo que pasaba en la mente de sus compatriotas, o por lo menos eso creía él. Además de ser el gran
dictador, tenía algo de brujo”.
En esta América embrujada, malo hubiera sido que
esta edición de la revista La Tadeo sobre el Caribe no
incluyera, aunque en forma somera, esta galería de
dictadores que forma parte integral del área donde
pocos Estados –tal vez sólo Costa Rica– se libran de
figurar en ella.
JAIME PINZÓN LÓPEZ,
rector, Universidad de Bogotá
Jorge Tadeo Lozano.
General Juan Vicente Gómez
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