Tema_IX

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DERECHO DE LIBERTAD DE CREENCIAS
TEMA IX. LA DIMENSIÓN COLECTIVA DE LA LIBERTAD DE CREENCIAS
1. Regulación constitucional
La Constitución española reconoce expresamente los derechos de reunión y asociación en
sus artículos 21 y 22.
El artículo 21 dedicado a la libertad de reunión y manifestación dispone:
1. Se reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas. El ejercicio de este derecho no
necesitará autorización previa.
2. En los casos de reuniones en lugares de tránsito público y manifestaciones se dará
comunicación previa a la autoridad, que sólo podrá prohibirlas cuando existan razones
fundadas de alteración del orden público, con peligro para personas o bienes.
Por su parte el artículo 22 establece el núcleo mínimo de garantías del derecho de
asociación:
1. Se reconoce el derecho de asociación.
2. Las asociaciones que persigan fines o utilicen medios tipificados como delito son
ilegales.
3. Las asociaciones constituidas al amparo de este artículo deberán inscribirse en un
registro a los solos efectos de publicidad.
4. Las asociaciones sólo podrán ser disueltas o suspendidas en sus actividades en virtud
de resolución judicial motivada.
5. Se prohíben las asociaciones secretas y las de carácter paramilitar.
El desarrollo legislativo de estos derechos se ha llevado a cabo por Ley Orgánica
9/1983, de 15 de julio reguladora del derecho de reunión, y la Ley 1/2002, de 22 de mayo,
reguladora del derecho de asociación.
1. La libertad de reunión
El Tribunal Constitucional, en su interpretación del derecho de reunión, ha asentado
los siguientes criterios:
a. El derecho de reunión es una manifestación colectiva de la libertad de
expresión ejercitada a través de una asociación transitoria de personas,
que opera a modo de técnica instrumental puesta al servicio del
intercambio o exposición de ideas, la defensa de intereses o la publicidad
de problemas y reivindicaciones.
b. Elementos configuradores del derecho de reunión: a) subjetivo:
agrupación de personas; b) temporal: duración transitoria; c) finalista:
licitud de la finalidad; d) el real y el objetivo: lugar de celebración.
c. Pone de manifiesto la relevancia fundamental de este derecho, puesto que
para muchos grupos sociales es, en la práctica, uno de los pocos medios de
los que disponen para poder expresar públicamente sus ideas y
reivindicaciones.
d. Su ejercicio requiere un requisito previo: el deber de comunicarlo con
antelación a la autoridad competente, deber de comunicación que no
constituye una solicitud de autorización, ya que el ejercicio de este
derecho fundamental se impone por su eficacia inmediata y directa, sin
que pueda conceptuarse como un derecho de configuración legal, sino tan
sólo una declaración de conocimiento a fin de que la autoridad
administrativa pueda adoptar las medidas pertinentes para posibilitar
tanto el ejercicio en libertad de los derechos de los manifestantes, como la
protección de derechos y bienes de titularidad de terceros.
e. Para que los poderes públicos puedan incidir en el derecho de reunión
constitucionalmente garantizado, ya sea restringiéndolo, modificando las
circunstancias de su ejercicio, o prohibiéndolo incluso, es preciso que
existan razones fundadas, lo que implica una exigencia de motivación de la
resolución correspondiente en la que se aporten las razones que han
llevado a la autoridad gubernativa a concluir que el ejercicio del derecho
fundamental de reunión, tal y como se hubo proyectado por su promotor
o sus promotores, producirá una alteración del orden público proscrita en
el art. 21.2 CE, o bien la desproporcionada perturbación de otros bienes o
derechos protegidos por nuestra Constitución». Pero para ello «no basta
con que existan dudas sobre si el derecho de reunión pudiera producir
efectos negativos, debiendo presidir toda actuación limitativa del mismo el
principio o criterio de favorecimiento del derecho de reunión de manera
que solamente razones convincentes e imperativas pueden justificar las
restricciones a esa libertad» ( STC 170/2008 [ RTC 2008, 170] , F. 3).
Por libertad de reunión se entiende, a efectos legales, la concurrencia concertada y
temporal de más de 20 personas con finalidad determinada.
Se distingue entre reuniones en lugares cerrados, y reuniones en lugares de tránsito
público (manifestaciones). Este último tipo requiere comunicación previa porque ha de
conciliar el derecho de reunión/manifestación, la libertad de circulación y el mantenimiento
del orden público. En el escrito de comunicación se hará constar: a) Nombre, apellidos,
domicilio y documento oficial de identificación del organizador u organizadores; b) lugar y
fecha, hora y duración prevista; c) objeto de la misma; d) itinerario proyectado, cuando se
prevea la circulación por las vías públicas; e) medidas de seguridad previstas por los
organizadores o que se soliciten de la autoridad gubernativa. La autoridad gubernativa (las de
la administración general del Estado y las de las comunidades autónomas con competencias
para la protección de personas y bienes y para el mantenimiento de la seguridad ciudadana)
podrá prohibir la reunión o manifestación si considerase que existen razones fundadas de que
puedan producirse alteraciones del orden público, con peligro para personas o bienes. La
resolución ha de ser motivada.
El Tribunal Superior de Justicia de Madrid resolvió un recurso interpuesto por dos
asociaciones (Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores y la Asamblea Vecinal La Playa
de Lavapiés) por vulneración del derecho de reunión mediante Sentencia 213/2012 de 30
marzo. Ambas asociaciones presentaron ante la Delegación del Gobierno de Madrid escritos
mediante los que se comunicaba su intención de celebrar una manifestación a las 20 horas del
5 abril 2012, festividad de Jueves Santo. En cuanto al itinerario que seguiría la manifestación,
hacen una triple propuesta. En los tres casos la manifestación comenzaría en la calle de Santa
Isabel, en su esquina con la calle Salitre y concluiría en la plaza de Lavapiés. El recorrido sería
por diversas vías próximas a la mencionada plaza y siempre al sur de la calle de Santa Isabel,
llegando el recorrido tercero hasta la glorieta de Atocha, Ronda de Valencia y Glorieta de
Embajadores. La Delegación del Gobierno en Madrid interesó informes del Ayuntamiento de la
Villa así como del Servicio Jurídico del Estado y de la Policía Municipal que fueron evacuados
en el sentido de no recomendar la autorización de las manifestaciones comunicadas tanto por
razones de orden público y seguridad ciudadana como por entender que se vulneraba el
derecho a la libertad religiosa. El 20 marzo 2012 la Delegación del Gobierno en Madrid acuerda
prohibir la manifestación; decisión que es recurrida en sede contenciosa-administrativa.
El TSJM desestimó el recurso alegando la proporcionalidad de la medida adoptada por
la Delegación del Gobierno de Madrid. En primer lugar llama la atención sobre la peculiaridad
del día elegido para celebrar la manifestación: “El día de Jueves Santo es una de las
festividades clave en la religión católica. Y no sólo por la celebración de actos litúrgicos
solemnes en el interior de las iglesias sino también por actos externos, como son las conocidas
y tradicionales procesiones católicas que tienen lugar en la totalidad del territorio español y
que constituyen tradiciones que permanecen desde hace siglos. En ellas participan
activamente los católicos, pero también otras personas con intereses culturales o meramente
turísticos. Se ha de hacer hincapié en que esa festividad tiene una relevancia fundamental
dentro del mundo católico por la conmemoración del día y en que, consecuentemente, es
merecedor de protección, pudiendo justificar la restricción del uso de la vía pública a otros
grupos de personas cuando su uso no sea compatible”.
Tras esta explicación inicial, el TSJM pone de manifiesto el interés de la asociación
recurrente en celebrar la manifestación en la fecha y lugar elegido para que los católicos
participantes en los actos religiosos pudieran tener conocimiento de sus ideas. Por ello, el
lugar elegido para manifestarse debe ser calificado de específico y esencial (zona en la que
transitaban las procesiones de Semana Santa). Y en esa situación, a la Delegación del Gobierno
sólo le cabía o darse por enterada de la manifestación y permitir su celebración o prohibirla de
manera absoluta, como ha acordado, sin que cupieran posiciones intermedias no deseadas por
los interesados. En consecuencia, –concluye el TSJM- la prohibición absoluta acordada por la
Delegación del Gobierno se ha de reputar como proporcionada dado que a la actora no le
interesaba apartarse del barrio de Lavapiés. Si la actora no hubiera manifestado
repetidamente ese especial interés porque la manifestación discurriera por los lugares
elegidos, quizá la prohibición hubiera sido desproporcionada porque la Autoridad Gubernativa
podría haber variado el itinerario de la manifestación como restricción de menor entidad que
la prohibición.
2. El derecho de asociación
La regulación del derecho de asociación en nuestro país parte del artículo 22 de la CE,
que establece un régimen mínimo común de este derecho, en el que se determinan qué
asociaciones son ilegales o están prohibidas, la exigencia de la inscripción registral a los solos
efectos de publicidad, y la garantía de que las asociaciones sólo podrán ser disueltas mediante
resolución judicial motivada. Junto a este régimen común la Constitución menciona
expresamente otras asociaciones: partidos políticos, sindicatos, comunidades religiosas,
asociaciones profesionales, colegios profesionales, etc. Pero la jurisprudencia constitucional ha
advertido que la garantía común que contiene el artículo 22 es aplicable, como veremos, a
todo tipo de asociaciones, aunque estén sometidas a un régimen especial. La Ley orgánica de
2002 reguladora del derecho de asociación confirma, a su vez, la doctrina constitucional,
afirmando que la Constitución define, de una forma genérica, en su art.22, los principios
comunes a todas las asociaciones, eliminado el sistema de control preventivo contenido en la
Ley de 1964, y posibilitando su ejercicio.
El Tribunal Constitucional ha puesto de manifiesto la relevancia de la libertad de
asociación señalando que se trata de una de las libertades públicas capitales de la persona, al
asentarse justamente como presupuesto en la libertad, destacando su dimensión objetiva
como elemento estructural básico del Estado social y democrático de derecho (STC 173/1998,
de 23 de julio, FJ 8). Respecto a su contenido esencial el mismo Tribunal ha explicitado cuatro
dimensiones de la libertad de asociación: “el contenido fundamental de ese derecho se
manifiesta en tres dimensiones o facetas complementarias: la libertad de creación de
asociaciones y de adscripción a las ya creadas; la libertad de no asociarse y de dejar de
pertenecer a las mismas; y, finalmente, la libertad de organización y funcionamiento internos
sin injerencias públicas. Junto a este triple contenido, el derecho de asociación tiene también
una cuarta dimensión inter privatos, que garantiza un haz de facultades a los asociados,
considerados individualmente, frente a las asociaciones a las que pertenezcan o en su caso a
los particulares respecto de las asociaciones a las cuales pretendan incorporarse”1.
Por lo que ahora interesa es importante destacar la doctrina del TC acerca de la
dimensión relativa a la libertad de creación de asociaciones. El art.22. 3 CE establece que la
inscripción de las asociaciones se realizará “a los solos efectos de publicidad”. La vigente Ley
reguladora del derecho de asociación determina, en consecuencia, que las asociaciones
1
STC 42/2011, de 11 de abril.
adquirirán personalidad jurídica con el otorgamiento del acta fundacional, es decir, que la
existencia de una asociación se basa en la voluntad de los promotores, constituyendo una
entidad previa a cualquier intervención de los poderes públicos. La actuación del Registro
debe, por tanto, limitarse a una verificación formal y reglada de las condiciones exigidas
legamente, que deben ser, en todo caso, las estrictamente necesarias para su identificación
publicitaria: el acta fundacional que visualiza las condiciones en que se ha producido el
acuerdo de voluntades2.
Pese a que el Tribunal Constitucional ha señalado en reiteradas ocasiones que el
régimen mínimo contenido en el artículo 22 es aplicable a todo género de asociaciones,
existen en nuestro ordenamiento regímenes especiales (partidos políticos, sindicatos y
confesiones religiosas) que condicionan la adquisición de la personalidad jurídica a la
inscripción registral, alejándose de la previsión constitucional contenida en el artículo 22.3 CE.
El TC asegura, no obstante, que estos regímenes especiales se justifican en función de la
relevancia, la transcendencia pública y la importancia de los intereses de dichas asociaciones
para el conjunto del Estado. Respecto a los partidos políticos y los sindicatos resulta lógica una
mayor intervención en el proceso de constitución de los mismos porque en ellos se advierte
una función de interés general que excede de los meros intereses privativos de los miembros
de la asociación. Extenderlo a las confesiones religiosas carece, en mi opinión, de justificación
razonable puesto que en este tipo de asociaciones no se observa la transcendencia social de
las anteriores.
3. Las asociaciones ideológicas (3)
La libertad de asociación puede ejercerse con fines diversos y, entre ellos, se
encuentran aquellos que se inspiran y persiguen fines ideológicos concretos.
Estos grupos ideológicos han sido estudiados por la doctrina alemana, calificándolos
como empresas de tendencia o ideológicas. Este tipo de organizaciones no goza de un estatuto
específico en nuestro ordenamiento jurídico pero sí de protección jurídica, precisamente en
relación con el artículo 16 de la CE, en cuanto las empresas de tendencia no son más que
2
Montilla Martos, J.A., La inscripción registral de asociaciones en la Constitución, Revista de Estudios
Políticos (Nueva Época), Núm. 92. Abril-Junio 1996, p.180.
3
F.J. Calvo Gallego, Contrato de trabajo y Libertad ideológica, Madrid, 1995
organizaciones que se muestran hacia el exterior como defensoras de una concreta opción
ideológica4.
La relevancia de la existencia de una impronta ideológica en este tipo de empresas
se muestra precisamente en conexión con las relaciones laborales que se desarrollan en su
seno y con su identificación hacia el exterior como empresas de tal carácter.
En relación con el alcance de la protección dispensada a este tipo de empresas en el
ámbito de las relaciones laborales, conviene tener presente la Directiva 2000/78, relativa al
establecimiento de un marco general para la igualdad de trato en el empleo y la ocupación,
que, en su artículo 4.25, dispone:
“Los Estados miembros podrán mantener en su legislación nacional vigente el
día de adopción de la presente Directiva, o establecer en una legislación futura
que incorpore prácticas nacionales existentes el día de adopción de la presente
Directiva, disposiciones en virtud de las cuales en el caso de las actividades
profesionales de iglesias y de otras organizaciones públicas o privadas cuya ética
se base en la religión o las convicciones de una persona, por lo que respecta a las
actividades profesionales de estas organizaciones, no constituya discriminación
una diferencia de trato basada en la religión o las convicciones de una persona
cuando, por la naturaleza de estas actividades o el contexto en el que se
desarrollen, dicha característica constituya un requisito profesional esencial,
legítimo y justificado respecto de la ética de la organización. Esta diferencia de
trato se ejercerá respetando las disposiciones y principios constitucionales de los
Estados miembros, así como los principios generales del Derecho comunitario, y
no podrá justificar una discriminación basada en otro motivo.
Siempre y cuando sus disposiciones sean respetadas, las disposiciones de la
presente Directiva se entenderán sin perjuicio del derecho de las iglesias y de las
demás organizaciones públicas o privadas cuya ética se base en la religión o las
convicciones, que actuando de conformidad con las disposiciones constitucionales
y legislativas nacionales, podrán exigir en consecuencia a las personas que
4
A. L. de Valtena, “Las empresas de tendencia ante el derecho del trabajo: libertad ideológica y contrato
de trabajo”, Proyecto social: Revista de relaciones laborales, n. 2, 1994 , pp. 177-198, p.185.
5
Directiva 2000/78/CE del Consejo, de 27 de noviembre de 2000, relativa al establecimiento de un
marco general para la igualdad de trato en el empleo y la ocupación.
trabajen para ellas una actitud de buena fe y de lealtad hacia la ética de la
organización”.
Se trata, por tanto, de determinar en qué medida la dimensión ideológica de la
empresa limita o condiciona los derechos de sus trabajadores. La controversia se genera por la
necesaria homogeneidad política, sindical, religiosa o ideológica que este tipo de
organizaciones requieren en su interior. Esta uniformidad se extiende con mayor o menor
intensidad a sus trabajadores, limitando de este modo el lícito ejercicio de sus derechos
fundamentales. Los valores constitucionales que estas entidades representan y su relevante
función social parecen legitimar estas limitaciones de las libertades públicas de sus empleados.
De todas formas la cuestión de las asociaciones ideológicas no se agota en el ámbito
de las relaciones laborales, porque resulta también esencial la necesidad de favorecer la
publicidad de la identidad ideológica de la empresa como garantía para terceros. La legislación
española, sin embargo, sólo garantiza expresamente la identificación ideológica de las
asociaciones en dos casos concretos: entidades religiosas y colegios privados o concertados,
aunque también de forma implícita a las empresas informativas a través de la cláusula de
conciencia.
3.1. Delimitación conceptual
La ausencia de regulación expresa de las asociaciones ideológicas en nuestro
ordenamiento jurídico ha provocado también ciertas dificultades en la delimitación del
concepto.
En nuestra doctrina encontramos dos nociones de empresa ideológica:
a)
Noción restrictiva: organizaciones institucionalmente expresivas de una
ideología. La ideología es elemento esencial, puesto que en función de la
misma existen. No cabe la existencia de fin lucrativo.
b) Noción amplia: La organización sirve directa o indirectamente a la difusión de
un fin ideológico. Aquéllas cuyas actividades estén inspiradas por ciertos
ideales o guiados por la moral, ideas o conceptos protegidos por la legislación
nacional de cada país, sin importar la existencia o no de fin lucrativo6.
No hay discusión a la hora de calificar a sindicatos, partidos políticos o comunidades
religiosas como empresas ideológicas o de tendencia. De hecho, respecto a las confesiones
6
A. L. de Valtena, “Las empresas de tendencia ante el derecho del trabajo: libertad ideológica y contrato
de trabajo, o.c., p.179.
religiosas, la LOLR incluye una de las escasas referencias en la legislación española a los
conflictos ideológicos y constitucionales que suelen caracterizar a este tipo de organizaciones.
El artículo 6 de la LOLR reconoce la plena autonomía de las Iglesias, Confesiones y
comunidades religiosas. Es decir, la posibilidad de establecer sus propias normas de
organización, régimen interno y régimen de su personal. Pero además incorpora un elemento
adicional: el derecho de las confesiones de establecer para sí y para las entidades creadas por
éstas para la realización de sus fines, de establecer cláusulas de salvaguarda de su identidad
religiosa y carácter propio.
Estamos ante una cuestión que, pese ha haber sido abordada por la doctrina jurídica,
desde diferentes áreas de conocimiento, continúa provocando cierta incertidumbre en cuanto
a su sentido y alcance en nuestro ordenamiento jurídico. Las dudas generadas en relación con
esta categoría jurídica pueden reconducirse a tres cuestiones esenciales:
a) Significado y alcance de las cláusulas de salvaguarda
La LOLR introdujo una categoría jurídica, que algunos han estimado como novedosa,
no sólo en nuestro país sino también en el ámbito del Derecho comparado7.
Es cierto que el debate parlamentario no resulta muy clarificador en este punto, pero
sí podemos extraer algunas conclusiones interesantes tras analizar algunas de las
intervenciones de los distintos grupos parlamentarios.
Durante el debate en el Senado tomó la palabra el portavoz de UCD, el señor Pérez
Crespo, en una intervención que me parece realmente relevante para poder interpretar
correctamente el significado de las cláusulas de salvaguarda:
“En primer lugar, esta ley orgánica salvaguarda la propia identidad religiosa. No se
puede negar a las confesiones lo que se reconoce a los partidos políticos y sindicatos: el
derecho a ser ellos mismos, con su especificidad (...) no hay garantía completa, si no la hay en
su identidad. Eso es lo que reclaman las confesiones y eso es precisamente lo que garantiza el
artículo 6º; derecho, por otra parte, amparado en los ordenamientos europeos como el
alemán”8.
7
Cubillas Recio, L.M., La facultad normativa de las confesiones..., o.c., p.242
La Ley Orgánica de Libertad Religiosa. Trabajos Parlamentarios, o.c., p.148. Otra referencia en el
mismo sentido la encontramos en la intervención de G. Peces-Barba por el Grupo Parlamentario
Socialista. Tras defender la enmienda que pretendía introducir una cláusula especial limitativa de las
cláusulas de salvaguarda, afirma que los principios de libertad, igualdad y no discriminación “son los que
8
Parece obvio que las cláusulas de salvaguarda se vincularon ya en su tramitación
parlamentaria con el ideario caracterizador de las empresas ideológicas y de tendencia. La
LOLR, al introducir estas cláusulas, trata de proteger la identidad religiosa de la confesión y de
sus entes, del mismo modo que se protege el ideario de las empresas ideológicas en algunos
ordenamientos europeos. Si bien es cierto que la legislación española carece de una legislación
específica sobre este especial tipo de asociaciones, “esto no debe interpretarse como un
rechazo absoluto de nuestro ordenamiento a este tipo de empresas”9. Postura que confirma el
Tribunal Constitucional en su Sentencia 106/1996, de 12 de junio: “”Por de pronto, es
necesario poner de relieve que este Tribunal sólo se ha referido al concepto de “ideario de
centro” en relación con Centros docentes privados, lo que no significa, desde luego, que
existan otro tipo de empresas, centros, asociaciones, u organizaciones que puedan aparecer
hacia el exterior como defensoras de una determinada opción ideológica. Nuestro
Ordenamiento carece de una legislación expresa que a las mismas se refiera y, por lo tanto, no
existe una delimitación a priori de este tipo de empresas”.
Llegados a este punto, debemos resolver un nuevo interrogante: ¿qué tipo de
protección dispensa la cláusula de salvaguarda? También en este aspecto encontramos
divergencias doctrinales.
Se ha afirmado, en primer lugar, que estas cláusulas implican una mera reafirmación
de la vertiente asociativa e institucional de la libertad religiosa, por lo que se interpretan como
una simple redundancia en el reconocimiento de derechos ya garantizados por la CE y la
LOLR10.
Otro sector de la doctrina limita la efectividad de esas cláusulas a las relaciones
laborales surgidas en el seno de estas entidades11. Se afirma, en este sentido, que “la norma
parece fundamentalmente destinada a proteger a las mencionadas organizaciones frente a
pueden superar los abusos que se podrían producir con el reconocimiento que aquí se hace de la
empresa ideológica” (Ibid, pág.72)
9
F.J. Calvo Gallego, Contrato de trabajo y Libertad ideológica, o.c., p.18
10
***** Manzanares y Corral Salvador.
11
Entre otros, Llamazares sostiene que “en lo que el legislador está pensando es en dotar a las
Confesiones de unas cautelas y defensas adicionales para proteger su identidad religiosa en los
supuestos en que sus servidores las pueden poner en solfa con sus manifestaciones, de palabra u obra,
en su uso de los correspondientes derechos. Naturalmente las cláusulas sólo pueden referirse al
personal del que no puede prescindir si no es con arreglo al Derecho laboral vigente, excluidos sus
ministros, por tanto. Se trata de excepcionar las normas reguladoras del despido, facilitando éste a las
Iglesias en esos supuestos” (Derecho de la libertad de conciencia, o.c., pág.488). Comparte esta opinión
F. R. Blat Gimeno: “las cuestiones de personal son, por tanto, su específico campo de actuación, con
particular incidencia en el personal laico” (Relaciones laborales en empresas ideológicas, Madrid, 1986,
p.241)
actos de sus trabajadores o sindicatos que pudieran violar su imagen o identidad o que fuesen
irrespetuosos con las creencias del mismo”12. Desde esta perspectiva las cláusulas de
salvaguarda constituyen “la base jurídico-legal que permite o legitima tratamientos
formalmente discriminatorios tanto en el proceso de selección como en la extinción del
contrato de trabajo. El respeto al carácter propio de la entidad significa, ante todo, la
capacidad del grupo para modalizar el ejercicio de la libertad religiosa de sus empleados,
exigiendo su adecuación o al menos el respeto a las ideas básicas sustentadas por la
Confesión”13.
Creemos, sin embargo, que la postura más acertada es la que sostiene que la cláusula
de salvaguarda implica que la identidad religiosa de la confesión y de las entidades creadas
por ellas para la realización de sus fines tendrá “una influencia difusora sobre la organización,
el régimen interno y el régimen de personal”14. Su incidencia no se restringe, por tanto, a las
relaciones laborales, sino que “se extenderá a las relaciones de la asociación con otras
entidades, a las relaciones con los trabajadores, y también a la relaciones con los usuarios, si la
entidad tiene como finalidad la prestación de servicios o bienes”15.
b) Ámbito de aplicación:
Se trata fundamentalmente de dilucidar a qué tipo de entidades pueden aplicarse las
cláusulas de salvaguarda. Del tenor literal del precepto se desprende claramente que las
confesiones religiosas pueden establecer cláusulas de salvaguarda para sí y, también, para las
12
F. J. Calvo Gallego, Contrato de trabajo y libertad ideológica, o.c., pág.88
Ibid., pág.93. Algunas de las intervenciones realizadas durante la elaboración de la LOLR muestran
también esta tendencia: “De lo que no hay duda es que aquí se está regulando una relación de
colaboración o de empleo con unas instituciones de carácter peculiar y especialísimo que nadie dudará,
y nadie ha puesto en duda que, indudablemente, tienen unas creencias concretas, en este caso
religiosas y, por lo tanto, tienen unos fines muy concretos y una delicada misión que cumplir”
(Intervención del Sr. Vega y Escandon, por el Grupo Parlamentario Centrista, Ley Orgánica de Libertad
Religiosa. Trabajos Parlamentarios, o.c., p.71)
14
J. A. Souto, Comunidad política y libertad de creencias, o.c., p.543.
15
Ibídem. A la misma conclusión llega M. López Alarcón, ya que estima que “estas cláusulas facultan a
las entidades religiosas para definir las características que las identifican para que esa entidad sea
conocida y eficaz en las relaciones de la entidad con sus miembros, con otras entidades y con terceros; y
para que la identidad, definida por signos externos y por artículos fundamentales de creencia, garantice
frente a usurpaciones y asegure la facultad de exigir el debido respeto a sus creencias. Además de la
identidad, se salvaguarda también el carácter propio de la entidad, es decir, su singularidad tanto en lo
orgánico como funcional, así como la peculiaridad de sus contenidos confesionales. Se salvaguarda
también, estatutariamente, el debido respeto a las creencias propias de la confesión religiosa o de sus
entidades, respeto que incumbe a los poderes públicos, a los miembros de la entidad, a otras
confesiones y a terceros (Entidades religiosas, en “Derecho Eclesiástico del estado Español, (coord. R.
Navarro Valls), 3ª ed., Pamplona, 1993, pp.297-298). Posicionamiento reiterado en la nueva edición del
manual mencionado, 5ª ed., 2004. También, L. M. Cubillas Recio, La facultad normativa de las
confesiones..., o.c., p.246.
13
entidades creadas por ellas para la realización de sus fines. Es decir, en principio, pueden
establecer cláusulas de salvaguarda para cualquiera de las entidades asociativas o
fundacionales que creen en su seno, con independencia de la finalidad que persigan, puesto
que la norma no restringe el ámbito de aplicación de ningún modo. La expresión “para la
realización de sus fines” debe interpretarse respetando la propia autonomía de las
confesiones, que crean estas entidades con el objeto de satisfacer un interés que consideran
propio16. Esta interpretación, que considero la más adecuada, requiere, no obstante, ciertas
matizaciones. Estimamos que las cláusulas de salvaguarda deben aplicarse en todo caso a
aquellas entidades que puedan calificarse como organizaciones ideológicas o de tendencia. No
es necesario, en este caso, que persigan fines “exclusivamente religiosos”, pero sí, desde
nuestro punto de vista, que ostenten una ideología o creencia que permita englobarla en el
ámbito de las asociaciones ideológicas.
Se ha advertido, en este sentido, que aplicar las cláusulas de salvaguarda a todas las
entidades creadas por las confesiones “podría extender unilateral e ilimitadamente el ámbito
de dichas cláusulas de forma evidentemente abusiva”17. Cuestiono, sin embargo, las
conclusiones que se desprenden, desde la óptica de algunos autores, de esta primera
interpretación, desde el momento en que restringen innecesariamente el ámbito de actuación
de dichas cláusulas. Se ha afirmado, en este sentido, que “el ámbito natural de este tipo de
cláusulas tiende a coincidir con aquellas organizaciones que desarrollen una actividad pública
considerada técnicamente como religiosa”18. El Tribunal Constitucional se ha pronunciado
sobre esta cuestión a propósito de un conflicto surgido en el seno de una entidad hospitalaria
dependiente de una Orden religiosa católica. Lo curioso de este pronunciamiento es que el
Alto Tribunal parece desconocer el reconocimiento expreso que la LOLR dispensa a las
confesiones y las entidades por ellas creadas de dotarse de una determinada opción
ideológica, puesto que, en ningún momento, hace referencia a la cláusula de salvaguarda. En
consecuencia, sostiene que “no puede extenderse de forma incondicionada al centro sanitario
16
Calvo Gallego apunta esta primera interpretación aunque, como veremos, dista mucho de
compartirla, Contrato de trabajo y libertad ideológica, o.c., p.90
17
Calvo Gallego estima que “estas normas o estipulaciones están dirigidas a la salvaguarda de la
identidad y actividad religiosa de un determinado ente y que sólo la actividad religiosa de los mismos
está garantizada constitucionalmente por el art.16 CE” (Ibid., p.91).
18
Abundando en la cuestión, Calvo Gallego sostiene que para la determinación de cuales pueden ser
estos fines debe tenerse en cuenta lo dispuesto en el artículo 2 de la LOLR “que delimita el conjunto de
actividades –y por tanto de actividades- que componen –y por tanto quedan protegidas- el derecho
fundamental de libertad religiosa (Ibid., p.92). A esta misma conclusión llega Llamazares cuando afirma
que “sólo son aplicables a las instituciones creadas por ellas (las confesiones) para la realización de sus
fines, es decir, de sus fines propios como confesiones inscritas, que no son otros que los religiosos en
sentido estricto” (Derecho de la libertad de conciencia II, o.c., p.488). Esta opinión es sostenida también
por Cubillas Recio, La facultad normativa de las confesiones..., o.c., pp.241-242.
el ideario propio de la entidad titular, aun admitiendo tanto el carácter religioso de la entidad
titular del hospital como que dicho Centro se halla al servicio de una finalidad caritativa”19
No comparto este posicionamiento en la medida en que la efectividad de dichas
cláusulas cobra especial interés en aquellos supuestos en los que se deniega el acceso al
Registro de Entidades Religiosas a determinadas entidades, por no poseer una finalidad
“exclusivamente religiosa”, cuando, no obstante, en ellas subyace una opción ideológica
concreta. Pese a quedar sometidas al régimen común, lo lógico es que se tenga en cuenta su
especialidad a través de la aplicación de las cláusulas de salvaguarda o identidad20.
c) Límites:
El artículo 6.1 de la LOLR al reconocer el derecho a establecer cláusulas de salvaguarda
determina también sus límites; éstas deberán, en todo caso, respetar los derechos y libertades
reconocidos por la CE, y, en especial los de libertad, igualdad y no discriminación. La redacción
original del Proyecto de Ley no precisaba ningún límite pero tras la presentación de varias
enmiendas con este objetivo se aprobó su inclusión texto definitivo de la Ley21.
Se ha puesto de relieve, no obstante, lo paradójico de la limitación prevista en el art.6
de la LOLR. “La contradicción entre ambos incisos resulta, en principio, evidente: no parece
posible –se afirma- ejercitar una cláusula de naturaleza discriminatoria, respetando
precisamente este mismo derecho”22. En consecuencia, este límite ha de ser interpretado en
consonancia con el propio ordenamiento constitucional: “los actos discriminatorios sólo serán
legítimos cuando resulten absolutamente necesarios para el correcto ejercicio de la actividad
religiosa del ente. Sólo en estas hipótesis podrá modalizarse el lícito ejercicio de los derechos
fundamentales de trabajadores y sindicatos al servicio de tales organizaciones. Por tanto, estas
limitaciones de las libertades públicas, voluntariamente aceptadas y libremente revocables por
el trabajador, sólo resultarán posibles en cuanto sean absolutamente necesarias para el
mantenimiento de la imagen y credibilidad de la organización”23.
19
STC 106/1996, de 12 de junio
J. Rossel, Los denominados entes menores de las confesiones religiosas…, o.c., p.454
21
Enmiendas de los Grupos Socialista, Comunista y Andalucista, Ley Orgánica de Libertad Religiosa.
Trabajos Parlamentarios, o.c., p.22, 26 y 34. La redacción final obedece a la enmienda presentada por el
Grupo Socialista, p.72
22
F. J. Calvo Gallego, Contrato de trabajo y libertad ideológica, o.c., pág.93
23
Ibid., ps.95
20
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