12. El Segundo Mandamiento

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El Segundo Mandamiento Pregunta: ¿Qué significa el segundo Mandamiento? I. Información: a. Primero veamos lo que nos dice el Diccionario Bíblico Adventista. El 2o prohíbe la idolatría de todo tipo; es decir, el intento de adorar al Dios invisible mediante formas visibles (cf Os. 8:6; Col. 1:15-­‐ 17). b. Ahora veamos algunas Citas Bíblicas. Éxodo 20:4-­6 (Reina-­Valera 1960) 4 No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, 6 y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos. Deuteronomio 4:15-­19 (Reina-­Valera 1960) 15 Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló con vosotros de en medio del fuego; 16 para que no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón o hembra, 17 figura de animal alguno que está en la tierra, figura de ave alguna alada que vuele por el aire, 18 figura de ningún animal que se arrastre sobre la tierra, figura de pez alguno que haya en el agua debajo de la tierra. 19 No sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos y les sirvas; porque Jehová tu Dios los ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cielos. Salmos 115:3-­8 (Reina-­Valera 1960) 3 Nuestro Dios está en los cielos; Todo lo que quiso ha hecho. 4 Los ídolos de ellos son plata y oro, Obra de manos de hombres. 5 Tienen boca, mas no hablan; Tienen ojos, mas no ven; 6 Orejas tienen, mas no oyen; Tienen narices, mas no huelen; 7 Manos tienen, mas no palpan; Tienen pies, mas no andan; No hablan con su garganta. 8 Semejantes a ellos son los que los hacen, Y cualquiera que confía en ellos. Isaías 40:18 (Reina-­Valera 1960) 18 ¿A qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis? Juan 4:23-­24 (Reina-­Valera 1960) 23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. 2 Reyes 18:4 (Reina-­Valera 1960) 4 El quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán. Jeremías 10:3-­6 (Reina-­Valera 1960) 3 Porque las costumbres de los pueblos son vanidad; porque leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril. 4 Con plata y oro lo adornan; con clavos y martillo lo afirman para que no se mueva. 5 Derechos están como palmera, y no hablan; son llevados, porque no pueden andar. No tengáis temor de ellos, porque ni pueden hacer mal, ni para hacer bien tienen poder. 6 No hay semejante a ti, oh Jehová; grande eres tú, y grande tu nombre en poderío. Ezequiel 18:20 (Reina-­Valera 1960) 20 El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él. 1 Corintios 10:14 (Reina-­Valera 1960) 14 Por tanto, amados míos, huid de la idolatría. c. Ahora, veamos lo que nos dice el Comentario Bíblico Adventista. Éxodo 20:4. Imagen. Así como el primer mandamiento hace resaltar el hecho de que no hay sino un Dios, como protesta contra el culto a muchos dioses, el segundo pone énfasis en la naturaleza espiritual de Dios (Juan 4:24), al desaprobar la idolatría y el materialismo. Este mandamiento no prohíbe necesariamente el uso de esculturas y pinturas en la religión. La habilidad artística y las imágenes empleadas en la construcción del santuario (Exo. 25: 17-­‐22), en el templo de Salomón (1 Rey. 6: 23-­‐26) y en la "serpiente de bronce" (Núm. 21: 8, 9; 2 Rey. 18: 4) prueban claramente que el segundo mandamiento no prohíbe el material religioso ilustrativo. Lo que por él se condena es la reverencia, la adoración o semi-­adoración que las multitudes de muchos países rinden a las imágenes y pinturas religiosas. La excusa de que los ídolos mismos no son adorados no disminuye la fuerza de esta prohibición. Los ídolos no sólo no deben ser adorados; ni siquiera deben ser hechos, La necedad de la idolatría radica en que los ídolos son meramente el producto de la habilidad humana y, por lo tanto, inferiores al hombre y sometidos a él (Ose. 8: 6). El hombre puede rendir verdadero culto dirigiendo sus pensamientos únicamente a Alguien que es mayor que él mismo. Ninguna semejanza. La triple división presentada aquí y en otro lugar (cielo, tierra y mar) abarca todo el universo físico, a base del cual los paganos idearon sus deidades y les dieron forma (Deut. 4: 15-­‐19; Rom. 1: 22, 23). Éxodo 20:5. No te inclinarás. Esto ataca la honra externa dada a las imágenes en el mundo antiguo. No se las consideraba como emblemas sino como reales y verdaderas encarnaciones de la deidad. Se creía que los dioses establecían su morada en esas imágenes. Los que las hacían no eran estimados; aun podían ser despreciados. Pero su artefacto idolátrico era adorado con reverencia y se le rendía culto. Dios, fuerte, celoso. Dios rehúsa compartir su gloria con ídolos (Isa. 42: 8; 48: 11). Declina el culto y servicio de un corazón dividido (Exo. 34: 12-­‐15; Deut. 4: 23, 24; 6: 14, 15;Jos. 24: 15, 19, 20). Jesús mismo dijo: "Ninguno puede servir a dos señores" (Mat. 6: 24). Visito la maldad. Esta aparente amenaza ha turbado a algunos que ven en ella la manifestación de un espíritu vengativo. Sin embargo, debiera hacerse una distinción entre los resultados naturales de una conducta pecaminosa y el castigo que se inflige debido a ella (PP 313). Dios no castiga a un individuo por los malos hechos de otro (Eze. 18: 2-­‐24). Cada hombre es responsable delante de Dios sólo por sus propios actos. Al mismo tiempo, Dios no altera las leyes de la herencia para proteger a una generación de los delitos de sus padres, pues esto no correspondería con el carácter divino y con la forma en que trata a los hombres. La justicia divina visita la " maldad" de una generación sobre la siguiente únicamente mediante esas leyes de la herencia que fueron ordenadas por el Creador en el principio (Gén. 1: 21, 24, 25). Nadie puede eludir del todo las consecuencias de la disipación, la enfermedad, el libertinaje, el mal proceder, la ignorancia y los malos hábitos transmitidos por las generaciones precedentes. Los descendientes de idólatras degradados y los vástagos de hombres malos y viciosos generalmente comienzan la vida con las taras provocadas por pecados de orden físico y moral, y cosechan los frutos de las semillas sembradas por sus padres. La delincuencia juvenil comprueba la verdad del segundo mandamiento. El ambiente también tiene un notable efecto sobre cada generación joven. Pero puesto que Dios es bondadoso y justo, podemos confiar en que tratará equitativamente a cada persona teniendo muy en cuenta la influencia, sobre el carácter, de las taras congénitas, las predisposiciones heredadas y la influencia de los ambientes previos. Su justicia y su misericordia lo demandan (Sal. 87: 6; Luc. 12: 47,48;Juan 15: 22; Hech. 17: 30; 2 Cor. 8: 12). Al mismo tiempo nuestra meta es la de ser victoriosos sobre cada tendencia al mal heredada y cultivada (véase PVGM 255, 264, 265, ed. P.P.; DTG 625). Dios "visita" o "prescribe" los resultados de la iniquidad, no para vengarse sino para enseñar a los pecadores que una conducta indebida inevitablemente produce tristes resultados. Los que me aborrecen. Es decir aquellos que, aunque conocen a Dios, rehúsan servirle. Colocar nuestros afectos en dioses falsos de cualquier clase, colocar nuestra confianza en cualquier cosa que no sea el Señor, es "aborrecerlo". Los que lo hacen, inevitablemente provocan dificultades y sufrimientos no sólo sobre ellos mismos sino también sobre los que vienen en pos de ellos. Los padres que colocan a Dios en primer término, por así decirlo colocan también en primer término a sus hijos. El uso de la vigorosa palabra "aborrecen", típicamente oriental, sirve para expresar la más profunda desaprobación. Todo lo que un hombre necesita hacer para clasificarse entre los que "aborrecen" a Dios, es amarlo menos de lo que ama a otras personas o cosas (Luc. 14: 26; Rom. 9: 13). Éxodo 20:6. Guardan mis mandamientos. El verdadero amor a Dios se muestra mediante la obediencia. Puesto que Dios mismo es amor y sus tratos con sus criaturas son motivados por el amor (1 Juan 4: 7-­‐21), Dios no desea que lo obedezcamos como una obligación sino porque elegimos hacerlo (Juan 14: 15, 21; 15: 10; 1 Juan 2: 5; 5: 3; 2 Juan 6). (Comentario Bíblico Adventista, Tomo1, Págs. 614-­‐615) d. Por último, veamos lo que nos dice el Espíritu de Profecía. "No harás para ti imagen de escultura, ni figura alguna de las cosas que hay arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni de las que hay en las aguas debajo de la tierra. No las adorarás ni rendirás culto." Este segundo mandamiento prohíbe adorar al verdadero Dios mediante imágenes o figuras. Muchas naciones paganas aseveraban que sus imágenes no eran mas que figuras o símbolos mediante los cuales adoraban a la Deidad; pero Dios declaró que tal culto es un pecado. El tratar de representar al Eterno mediante objetos materiales degrada el concepto que el hombre tiene de Dios. La mente, apartada de la infinita perfección de Jehová, es atraída hacia la criatura más bien que hacia el Creador, y el hombre se degrada a sí mismo en la medida en que rebaja su concepto de Dios. "Yo soy el Señor Dios tuyo, el fuerte, el celoso." La relación estrecha y sagrada de Dios con su pueblo se representa mediante el símbolo del matrimonio. Puesto que la idolatría es adulterio espiritual, el desagrado de Dios bien puede llamarse celos. "Que castigo la maldad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación, de aquellos, digo, que me aborrecen." Es inevitable que los hijos sufran las consecuencias de la maldad de sus padres, pero no son castigados por la culpa de sus padres, a no ser que participen de los pecados de éstos. Sin embargo, generalmente los hijos siguen los pasos de sus padres. Por la herencia y por el ejemplo, los hijos llegan a ser participantes de los pecados de sus progenitores. Las malas inclinaciones, el apetito pervertido, la moralidad depravada, además de las enfermedades y la degeneración física, se transmiten como un legado de padres a hijos, hasta la tercera y cuarta generación. Esta terrible verdad debiera tener un poder solemne para impedir que los hombres sigan una conducta pecaminosa. "Y que uso de misericordia hasta millares de generaciones con los que me aman y guardan mis mandamientos." El segundo mandamiento, al prohibir la adoración de falsos dioses, demanda que se adore al Dios verdadero. Y a los que son fieles en servir al Señor se les promete misericordia, no sólo hasta la tercera y cuarta generación, que es el tiempo que su ira amenaza a los que le odian, sino hasta la milésima generación. (Elena G. de White, Patriarcas y Profetas, Págs. 313-­‐314) II. Resumen: Éxodo 20:4-­6 (Reina-­Valera 1960) 4 No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, 6 y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos. El segundo Mandamiento es como la segunda parte del primero, ambos se complementan. El primer Mandamiento nos dice a "quien" tenemos que adorar. El segundo Mandamiento nos dice "cómo" debemos adorar al único y verdadero Dios. Violamos el segundo Mandamiento no sólo cuando adoramos a ídolos/dioses falsos, sino también cuando adoramos al Dios verdadero representándolo con imágenes o figuras. El primer Mandamiento cubre la primera parte de lo dicho, la primera forma de idolatría, mientras que el segundo Mandamiento nos recalca que violamos la sagrada Ley de Dios cuando usamos símbolos vivibles aún para adorar al Dios invisible. Dios no quiere que le adoremos a través de imágenes o figuras, sino en espíritu, "Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren." (Juan 4:24). Degradamos a Dios cuando lo reducimos a una imagen o figura de algo que Él mismo creó. Dios no quiere que nuestro enfoque este en la criatura, sino en el Creador. Por grande o magnífica que sea una imagen lo único que hace es empequeñecer a Dios y lo reduce a un concepto humano, que se puede realizar con manos humanas. ¿Cómo podríamos confiar plenamente en un dios que nosotros mismos hemos creado? No es posible representar su carácter, su gloria, su majestad, su justicia o su santidad con un objeto. "¿A qué pues haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?" (Isaías 40:18). Debemos adorar a Dios con la mente, con el corazón; concentrándonos en su presencia en nuestra vida. Las culturas antiguas representaban a sus dioses paganos en forma de cuerpos celestes, objetos terrenales, animales, hombres o ángeles. Tal adoración continúa en religiones de hoy. Y aunque pueden decir estas que los símbolos o figuras sólo se usan para recordar o representar al Dios verdadero que ellos dicen adorar, esto no deja de ser una violación del segundo Mandamiento. El segundo Mandamiento es claro y explicito: 1) no debemos ni siquiera hacer una imagen o figura para representar a Dios. 2) no debemos inclinarnos ante ellas, ni honrarlas. Ahora, esto no quiere decir que toda imagen, adorno de arte, o figura sea una violación al segundo Mandamiento. El Tabernáculo dado a Moisés había sido dado a él por Dios mismo con instrucciones especificas a seguir. En el se encontraban dos estatuas de querubines de oro encima del propiciatorio del arca del pacto, imágenes de ángeles bordadas en el velo que separaba el lugar santo del lugar santísimo, flores y frutas que adornaban el candelabro de oro, etc. Sin embargo, estas cosas no eran echas para ser adoradas, sino para adornar y embellecer los mobiliarios y la estructura del santuario. El peligro de la idolatría esta en tomar un símbolo para hacerlo un objeto de adoración. El segundo Mandamiento continua diciendo, "porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso." Cuando nosotros hablamos de celos, por lo general son celos mal aplicados, o sea celos de pecado. En otras palabras sentimos "envidia" porque alguien tiene mejor carro, mejor casa, o mejor posición social que nosotros. Nuestros celos pecaminosos están arraigados en querer algo que no es nuestro, o que no nos pertenece. En cambio Dios esta completamente justificado. Toda adoración y honra le pertenecen sólo a Él, ya que Él es Dios y Creador del universo, de todas las cosas que en el hay, y de todos nosotros también. Dios es el marido y nosotros (su iglesia) la novia. Cuando Dios dice que Él es celoso, nos recuerda que quiere que seamos fieles como una pareja en un matrimonio lo debe ser. Si adoramos un objeto que no es Dios, estamos cometiendo adulterio y fornicación espiritual. Dios no quiere que compartamos la adoración y la honra que se merece y le pertenece exclusivamente a Él. Continuando, Dios no declara una maldición, o dice que tomará venganza sobre los hijos de los idolatras, cuando leemos, "que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen," ya que en Ezequiel 18:20 podemos también leer que, "el hijo no llevará el pecado del padre." Dios sabe que los hijos llegan a ser participantes de los pecados de sus progenitores, y nos advierte que el circulo se repite; así como los hijos ven, es así también cómo hacen. Por último, vemos que el segundo Mandamiento termina en una nota positiva. Dios nos recuerda que Él es un Dios de misericordia; que está siempre dispuesto a perdonar a aquellos que se vuelven de sus malos caminos para seguirlo a Él y amarlo, guardando sus Mandamientos, no por obligación, sino porque elegimos hacerlo motivados por el gran amor que sentimos hacía Él. Seamos hijos fieles y adoremos a nuestro Padre como Él nos pide. 
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