Una Semana Santa de horror y muerte detrás de los muros

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Justicia, Seguridad y Policía
La Plata, domingo 31 de marzo de 2002
Cabecilla. Marcelo Brandán recibió la máxima pena. Junto a otros tres detenidos organizaron la frustrada evasión y lideraron el motín
A SEIS AÑOS DEL TERRIBLE MOTIN EN SIERRA CHICA
Una Semana Santa de horror
y muerte detrás de los muros
Un intento de fuga frustrado y la disputa entre dos bandas de presos fueron el inicio de la más sangrienta revuelta que tuvo lugar en
una cárcel. Siete presos fueron asesinados, descuartizados e incinerados. Cuatro años después, un “telejuicio” aplicó severas condenas
En marzo del 1996, el Vía Crucis
cobró otra dimensión. Mientras afuera miles de fieles católicos celebraban la Semana Santa, detrás de los
custodiados muros de la cárcel de
Sierra Chica, se vivía un verdadero
infierno. El motín que encabezaron
el grupo de internos conocido como
“Los Doce Apóstoles” se cobró siete
vidas.
En los primeros meses de 2000 un
juicio oral que se llevó a cabo en la
Cárcel de Melchor Romero hizo revivir cada una de las instancias de la
más violenta revuelta que se recuerda y aplicó severas condenas a los
responsables.
Un intento de fuga
Marcelo Brandán Juárez, Víctor
Esquivel Barrionuevo, Jorge Pedraza
y Miguel Angel Ruiz Dávalos fueron
los cabecillas de la revuelta. Los cuatro detenidos habían realizado un
plan para fugarse y emplearon como
ardid una pelea en el campo de deportes del penal -situado lejos del lugar de fuga- para distraer a los guardias.
Pero las cosas no salieron como
pensaban. Al frustrarse la evasión,
los presos tomaron rehenes siempre
con el fin de fugarse.
La finalidad de la fuga se fue desvirtuando a medida que iban teniendo a más personas cautivas, a las que
utilizaron para hacer reclamos y obtener beneficios bajo amenazas.
Las circunstancias en que fueron
tomadas como rehenes 19 personas,
entre ellas, la jueza penal de Azul,
María Mercedes Malere, quien intentó interceder para arribar a una solución y evitar que matasen a sus propios compañeros de presidio, convirtió en histórico aquel motín, ya que
nunca antes se habían violado esos
llamados “códigos carcelarios”.
Dos bandas
En Sierra Chica había una banda
enfrentada a los 12 apóstoles que lideraba Marcelo Brandan Juárez. Se
trataba de la “Banda Púrpura”, con
Agapo Lencinas como jefe. Se dijo
que infringían los 12 apóstoles. Los
300 presos del pabellón 10 de homosexuales, por ejemplo, permanecieron encerrados en la capilla durante
una semana, sin agua ni comida.
Agapito Lencinas sabía que lo buscaban para matarlo. Pero igual les hizo frente. Una mañana, la tercera del
motín, vieron a un grupo de internos
que lo seguían. Un tiro de la 11,25
hizo que el voluminoso cuerpo de
“Agapito” cayera pesadamente sobre
un jardín, cerca del sector de sanidad. De inmediato, y ya muerto, varios internos que respondían a Bran-
Escalofriantes relatos
El juicio permitió conocer detalles terribles
sobre los días de motín. Los mismos presos
contaron cómo habían hecho comida con
uno de los asesinados y sobre un partido de
fútbol con la cabeza de “Agapito”.
que este interno tenía tal capacidad
de mando sobre el resto de los presos
que hubiera podido frenar el motín.
Por eso, una vez que se frustró la
fuga aquel 30 de marzo de 1996, los
12 apóstoles tomaron rehenes y comenzó la “caza de brujas” contra la
banda de “Agapito”. Una noche, sorprendieron durmiendo en el pabellón 8 a cuatro de sus integrantes.
Les dispararon con una pistola 11,25
-la única arma entre los amotinadosy luego los prendieron fuego.
Muchos otros internos se refugiaron en sus pabellones por el temor
dán Juárez, lo hincaron a puñaladas.
Pero los “facazos” no parecieron ser
suficientes. Los presos-rehenes contaron que el cuerpo de Agapo fue
descuartizado y que hicieron guiso y
empanadas. Igual que con sus seguidores. Los internos asesinados fueron siete. Los restos fueron cremados
a 800 grados en el horno de la panadería.
Entre los relatos más truculentos
figura aquel del partido de fútbol,
iniciado luego de que el interno Arín
degollara y echara a rodar en el patio
de Sierra Chica la cabeza de “Agapi-
to”. Los presos detallaron la organización de los 12 apóstoles.
La condena
En abril de 2000, el tribunal que juzgó a los “Doce Apóstoles” por el motín de Sierra Chica de 1996 absolvió a
cinco presos acusados de tomar rehenes durante la rebelión. Fue el primer
indicio de que la sentencia deslindaría
responsabilidades según el grado de
participación de cada preso durante el
motín. Los jueces señalaron que no
había pruebas para condenarlos por la
toma de rehenes. Para los cabecillas de
la banda, las condenas fueron durísimas: reclusión perpetua por tiempo
indeterminado. La pena máxima, con
pocas posibilidades de ser excarcelados. Para el resto de los condenados,
las sentencias oscilaron entre los 6 meses y los 15 años de cárcel. En la sentencia difundida desde la cárcel de
Melchor Romero, el tribunal consideró que no hubo pruebas suficientes
para incriminar por el delito de privación ilegal de la libertad a Carlos Villalba Mazzei, Antonio Ruiz Díaz Gómez, Marcelino Bogado Serpa, Marcelo Villaseco Quiroga y Alejandro Díaz
Ramírez. El tribunal a cargo del “telejuicio” contra los Doce Apóstoles consideró que quedaron probados los asesinatos de siete presos, a pesar de que
los cuerpos nunca hayan aparecido.
Los jueces dieron por probado que los
cuerpos de las víctimas fueron “seccionados e incinerados” en los hornos
de la panadería del penal, durante la
Semana Santa de 1996.
DIVIDIDOS EN GRUPOS
Las tareas
de los 12
Apóstoles
Los 12 apóstoles tenían una
prolija organización. Un grupo
negociaba con las autoridades
del Servicio Penitenciario y custodiaba a los rehenes, entre los
que se hallaban la jueza
Malere, su secretario y los
guardiacárceles. Este grupo
estaba integrado por los
cabecillas de los 12 apóstoles:
Brandán, Esquivel, Pedraza, El
Paraguayo, el Gallego, entre
otros.Otro grupo se ocupaba
del túnel de escape. El resto de
la población carcelaria fue
obligado a cavar, sin luz y poco
oxígeno. La tarea fue abortada
debido a lo rocoso del suelo. El
tercer grupo se dedicaba a
“chetear” (saqueos entre presos). Según las declaraciones,
fue el grupo que incurrió en
mayores excesos, desmanes y
violaciones. Sindicaron como
cabecilla a “chiquito” Acevedo;
un interno muy pocas veces
tomado por la cámara robotizada del telejuicio.
Germán Belizán Sarmiento fue
el preso que durante el motín
se convirtió en “vocero” de los
rebeldes.
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