Héroes y novedad Panorámica del París actual. http://www.unperroflaco.com/public/data/archs/Panoramicaparisnoche.jpgImagen consultada el 25 de abril de 2010. 26 El Astrolabio 27 o DE REFLEXIÓN ARTÍCUL EXPERIENCIA ARTÍSTICA Y ESPACIO URBANO EN EL “SPLEEN” DE PARÍS Maria Isabel Rincón1, Federico López2, Felipe Ortega3 Profesores del Departamento de Español Gimnasio Campestre 3 Director del Centro de Estudios Sociales Gimnasio Campestre Correspondencia para los autores: [email protected] 1,2 Recibido: 15 de mayo de 2010 Aprobado: 19 de junio de 2010 RESUMEN SUMMARY La obra de Charles Baudelaire, específicamente El Spleen de París, ponen en evidencia relaciones entre Modernidad y espacio, a partir de las transformaciones espaciales que sufrió París en el siglo XIX. Tal problema permite señalar cómo los cambios físicos de la ciudad, repercuten en la creación artística, desde el análisis de las categorías del heroísmo y lo nuevo en algunos de los poemas que componen la obra. Charles Baudelaire’s work and specifically the Paris Spleen, evidences relationships between Modernity and Space upon the spatial transformations that Paris suffered in XIX century. Such problem allows pointing out how the physical changes of the city affected the artistic creation, according to the analysis of the categories of “heroism” and “the new” in some of the poems that compose the master piece. Palabras Clave: espacio, ciudad, Modernidad, El Spleen de París, Charles Baudelaire, lo nuevo, he- roísmo, experiencia, creación litera ria. Key Words: space, city, Modernity, Paris Spleen, Charles Baudelaire, the new, heroism, experience, literary creation. Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre 28 INTRODUCCIÓN Al hablar de arte moderno, la figura de Charles Baudelaire –el poeta francés por antonomasia– es insustituible, ya que de allí, parten y se encuentran varias de las tendencias que marcarían el ulterior desarrollo del arte. Sin embargo, nuestro interés más que centrarnos en el arte mismo, está en las relaciones que entabla con la vida, cobrando especial importancia la figura del artista, quién empieza a ser concebido de manera distinta respecto a la tradición en que se sustentaba. Y es que en efecto, el artista era visto como un ser ungido por la divinidad, o bien, un ser poseedor de los arcanos del universo, una suerte de demiurgo que otorgaba vida a las cosas inanimadas. En la Modernidad, aunque se mantienen algunos rasgos heroicos e incluso sublimes, como veremos en las próximas páginas, el artista es visto de una manera distinta, bien sea por razones económicas, políticas o sociales; más que detectar y elaborar un registro de la influencia de los procesos de modernización, lo que nos interesa analizar es la manera en que el arte, el artista y la vida misma, forjan una compleja relación en la que aparentemente es imposible distinguir la función y el papel de cada elemento. Pues bien, será tarea de esta reflexión intentar revelar lo que esconden dichos elementos, escudriñar en aquellos vericuetos en los que tal relación se manifiesta, desde El Spleen de París, los poemas en prosa de Charles Baudelaire, si bien nos atendremos a otros momentos de su obra. La pregunta que surge es: ¿por qué ocuparse de esta obra y no de otros libros más representativos? Por ejemplo, Las Flores del Mal, libro capital en el que se condensan varias de las obsesiones centrales de Baudelaire; o El Pintor de la Vida Moderna, texto esencial dentro de su producción, pues es allí donde se expone de manera evidente y clara lo que concibe como Modernidad; o sus Salons, ensayos en los que se sintetiza su visión sobre el arte. La respuesta nos la brinda el mismo Baudelaire en el Prefacio de El Spleen de París, donde leemos: “¿Quién de nosotros en sus días de ambición, no ha soñado el milagro de una prosa poética, musical, sin ritmo y sin rima, lo bastante flexible y martilleante como para adaptarse a los movimientos líricos del alma, a las ondulaciones del ensueño, a los sobresaltos de la conciencia?” (Baudelaire, 1994, p.10) Figura 1. Charles Baudelaire. http://pep.payo info/2009/08/24/embriagueu-vos/.Imagen consultada el 27 de marzo de 2010. El Astrolabio He ahí nuestra justificación desde el propio Baudelaire, quien nos habla de la génesis de su expresión, de los motivos que lo llevan a la concepción de una obra como El Spleen de París. Se entiende así que la escogencia 29 de tal texto no es fortuita, sino que por el contrario, dentro de la obra de Baudelaire aguarda un sentido relacional, bastante explícito, entre contenido y forma, ideas y estilo; en definitiva, vida y arte, relación creativa que conlleva todo un pensamiento estético. Podríamos entonces decir que en Baudelaire, contrario al distanciamiento que se daba entre la realidad y el artista, ya no hay tal; o bien, la preeminencia del artista sobre las circunstancias tampoco aplica, puesto que el movimiento se invierte, la relación es trastocada, en tanto los temas y estilos nacen de la propia experiencia, haciendo posible un arte sintomático de la propia realidad. El propio Marshall Berman así lo entiende cuando dice: “Baudelaire nos muestra algo que ningún otro escritor ve tan bien: cómo la modernización de la ciudad inspira e impone a la vez modernización de las almas de sus ciudadanos” (Berman, 2008, p. 146). Un arte entonces en epousé, en relación directa con la realidad, coherente con los procesos sociales que dieron paso a la modernización de París, la transformación Figura 2. Mapa de París en el año 1.800. http://historic-cities.huji.ac.il/france/paris/maps/stock-dale 1800_paris_b.jpg. Imagen consultada el 25 de abril de 2010. Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre 30 radical de dicha ciudad bajo la autoridad de Napoleón III y la visión arquitectónica de Haussmann. Por ello, El Spleen de París, los pequeños poemas en prosa que Baudelaire escribió como folletines para el público masivo de la ciudad, son la mejor evidencia de tal modernización en el alma de los ciudadanos y en el propio artista. ESPACIO Y MODERNIDAD La Modernidad se mantiene hasta la actualidad como un problema que suscita desacuerdos en diferentes frentes. Su duración en tanto período histórico sigue provocando animados debates. El carácter desde el cual se define es de igual manera diverso entre diferentes autores. Para algunos es un estadio social avanzado que llega por la vía evolutiva del desarrollo, mientras que para otros es un estado global orientado por una cierta jerarquización de orden colonial. Otros tantos aluden a lo moderno como aquello cargado de un aire de vanguardismo y sofisticación. En cuanto al carácter que la define, se pueden localizar diferentes referentes. Se suele afirmar su origen en el momento de giro en que se concreta la globalidad física del mundo y la consolidación de redes comunicativas planetarias. Por otro lado, se le señala de igual manera, como proyecto que separa, segrega, segmenta en lo físico e intangible y a la vez como empresa que vincula en los mismos campos y a escala global. Más allá de mediar entre estas múltiples miradas, se pretende abordar la Modernidad desde la experiencia parisina de Baudelaire, bajo la óptica de las transformaciones espaciales. Partimos de la configuración del espacio previo a las transformaciones urbanísticas de la ciudad del poeta. El aislamiento físico de la ciudad de París en 1783 por el arquitecto Claude Ledoux, a través de un muro cuyos puntos de acceso y control permitían hacer El Astrolabio una recaudación más efectiva de los impuestos sobre las mercancías (Ortiz, 2000, p.21). Proyecto que lejos de resumirse en una perspectiva exclusivamente económica, implica una fuerte connotación cultural —desde el sentido que Durkheim imprime al concepto de cultura—: “La estabilidad de un orden estamental en el cual espacio y tiempo se encuentran confinados a fronteras seguras. Límites que separan las clases sociales, la ciudad del campo, la cultura erudita de la cultura popular, y que impiden el movimiento de las personas de un lugar a otro” (Ortiz, 2000, p.22). Las zonas que conformaban la ciudad ­—factor que también se encargó de fijar una cierta distribución del espacio— dispuestas cada una a manera de universo clausurado y autosuficiente, proporcionaban las condiciones para la satisfacción de necesidades de la población, en ausencia de comunicación entre ellas. Philippe Ariés describe el escenario de la siguiente manera: “El parisino de la vieja París vivía en el corazón de un mundo pequeño y estrecho, muy restringido, pero que le era suficiente gracias a la variedad de actividades y condiciones. Debemos, por lo tanto, representar la vieja París, hasta la primera mitad del siglo XIX, como una red bastante densa de pequeñas células autónomas, sin relación entre ellas”­(Ariés citado por Ortiz, 2000, p.25). Es precisamente en la mitad del siglo XIX que se da el giro a partir de una nueva organización socioeconómica que rompe con la rigidez de esta distribución espacial y estimula el intercambio, la comunicación y la 31 movilidad entre espacios antes desligados y volcados sobre sí. De este modo se afirma el principio de circulación como factor estructurante y materializador de la Modernidad que comienza a hacerse visible en experiencias como la escena parisina. Circulación y traslado de objetos, mercancías y personas que inicia un proceso de afianzamiento, que antes no se presentaba porque no era tan necesario, dadas las características ya aludidas de cada una de las zonas en las que estaba distribuido el espacio de la ciudad. La transformación comienza a correr por cuenta de la consolidación de lazos, la conexión entre diversos segmentos de la ciudad. Empieza a predominar un enfoque que no apunta tanto ya a separar sino a vincular: la reorientación del transporte, la reestructuración del tejido social y las reformas en el espacio arquitectónico, se emprenden con este ánimo, que es directamente puesto en marcha por Haussmann. Dentro de las medidas emprendidas en París por este urbanista entre 1853 y 1870 están el haber trazado calles, avenidas, puentes y plazas para conectar los puntos neurálgicos de la ciudad. La construcción del eje norte-sur, este-oeste, así como de otras vías importantes convergentes en las o DE REFLEXIÓN ARTÍCUL estaciones del tren, lograron una real y efectiva conexión del centro con la periferia (Ortiz, 2000, p.31). Siguiendo el principio de circulación mencionado, Haussmann logra hacer de París un auténtico cuerpo vivo de órganos en comunicación, mutua merced al sistema circulatorio conformado por calles y bulevares. Es desde esta perspectiva espacial que París se presenta como una encarnación de la Modernidad: sistema, malla, red de interconexiones. EL “SPLEEN” DE PARIS Sin duda, una palabra que causa inquietud y curiosidad es Spleen, teniendo en cuenta que hace parte del título de la obra que estamos abordando. Etimológicamente esta palabra del griego, que significa bazo, alude al cansancio, fatiga o molestia causada por alguna actividad física. Resulta pues extraño que una palabra que posee tal connotación referida al cuerpo humano, en Baudelaire adquiera un sentido moral e incluso estético, al manifiestar un sentimiento de inconformidad frente a la sociedad y sus valores; lo cual se evidencia en los distintos personajes de El “Spleen” de París. Ahora bien, en el ensayo titulado Ese Spleen que nos ayuda a vivir de Reinaldo Spitaletta, se presentan algunas miradas de lo que podría significar tal palabra, que de entrada es bastante problemática. La primera de la que nos hablan, es que el Spleen aparece cuando carecemos de la capacidad de sorprendernos, cuando lo cotidiano se vuelve monótono. Spitaletta lo expresa de manera poética: Figura 3. Bulevar en Montmartre. http://www.maldoror.org/ Images/Mervyn/Boulevard%20Montmartre.jpg. Imágen consultada el 27 de marzo de 2010. “Lo encuentra uno en la muchacha de carnes magulladas y mirada sin destellos que sirve las copas en el bar, y en el venInvestigación y Ciencia del Gimnasio Campestre 32 dedor callejero de frutas que ya no siente el perfume de los azahares ni el aroma amarillo de los mangos maduros. Cuando se extinguen las sorpresas, aparece, largo como el pito de un tren viejo, el Spleen” (Spitaletta, 1994, p.2). Siguiendo con las distintas perspectivas sobre el Spleen, nos encontramos con una segunda consideración en la que se da una suerte de desasosiego, en el que prevalece una carencia que nunca será colmada, una ausencia que jamás se hará presente, porque la condición humana se caracteriza por su perpetua insatisfacción crónica. Tal concepción del Spleen la describe del siguiente modo: “Es como llegar a la puerta de la casa y entonces arrepentirse de tocar. No desea penetrar a ese universo tan conocido y obvio, el cual, además, amamos y deseamos, pero que de tanto probar y sentir y palpar, llega a provocarnos naúseas. Sin embargo, no vomitamos” (Spitaletta, 1994, p.3). de las campanas de la iglesia de enfrente, entonces, sin duda, ese espacio me producirá largos bostezos, agudas desesperaciones” (Spitaletta, 1994, p.5) Llegamos ahora al Spleen que se da en las ciudades, nuestro principal interés en esta reflexión, donde se hacen evidentes las anteriores consideraciones generales que hemos hecho sobre tal término. Cabe anotar que desde la Antigüedad la conformación de la ciudad se da por una serie de asociaciones religiosas y políticas. Sin embargo, en el Spleen la ciudad se constituye en un espacio que permite la interacción de distintas realidades, que ya no están separadas por delimitaciones jerárquicas y/o de poder, sino que en la misma confluyen los espacios físicos, que a la vez facilitan diversos cambios en las relaciones sociales de los individuos, gracias a la unificación generada por sus propias dinámicas. Es a partir de esta interacción entre los individuos y su entorno, que encontramos También el Spleen nos hace pensar en un aislamiento del hombre con el entorno, debido a la falta de comunicación con las cosas, ya que no se encuentra nada nuevo en la cotidianidad, por la constante repetición de los actos que constituyen el mundo, generando un sentimiento de extrañeza con la propia realidad que nos circunda. Son varias las imágenes que Spitaletta utiliza para explicar tal concepción: “Es no encontrar novedades en el paisaje. Si estoy sentado en un parque y no escucho el aleteo de las palomas, su picotear en el piso, si no les arrojo maíz, si tampoco oigo el rumor del viento entre los árboles, ni la tenue música de la fuente, si no me dice nada el concierto El Astrolabio Figura 4. Charles Baudelaire por Etienne Carjat (1863). http://modernityseminar.files.wordpress.com/2008/02/ etienne-carjat-baudelaire.jpg. Imagen consultada el 27 de marzo de 2010 33 reflejado el Spleen en cada uno de los personajes envueltos en este espacio, sin perder de vista la posibilidad de un surgimiento esperanzador de nuevas alternativas que nos lleven a un estadio de sacudimiento y creatividad en contraposición de los lineamientos de la sociedad. Queda en evidencia desde esta perspectiva, que el Spleen no solamente tiene connotaciones negativas, sino que también —en el caso particular de los artistas— se convierte en un aliciente para la creatividad, ya que invita a generar formas para salir de él. Lo anterior se hace claro en El Spleen de París —Pequeños poemas en prosa de Charles Baudelaire, según lo asevera Spitaletta: “Baudelaire nos proporcionó una preciosa pista con sus pequeños poemas en prosa en los cuales, ante todo, discurre la vida con su múltiple gama de contradicciones y asombros” (1994, p.11). Además, sin ánimos de ahondar en la vida de Baudelaire, existe un aspecto que no podemos dejar de lado, cuando hablamos de Spleen y es ese carácter mitómano, detrás del cual se esconde, como dice Andrés Holguín, el tedio, “su drama íntimo”, que lo lleva a convertir su vida en una ficción; siendo esto muestra de esa condición creativa que depara el Spleen. NOVEDAD Y HEROÍSMO Durante los últimos años ha surgido una discusión para hacer referencia precisa a la idea de Modernidad, desde la utilización de términos como moderno y modernización, pues cada uno pretende llegar a una aproximación pertinente para aludir a lo material y a lo espiritual. Es así, como encontramos en Baudelaire planteamientos interesantes al respecto, que impregnan su obra y permiten entrever algunos elementos que caracterizaron su época: la aparición del concepto de hombre moderno y la novedad que trae consigo la Modernidad. Estos planteamientos no solamente se encuentran plasmados en sus ensayos, sino que también están presentes en sus poemas. Por tanto, no es difícil encontrar en su obra referentes simbólicos y otros concretos, que reflejan el denominado “heroísmo moderno”, entendido como una manifestación propia del hombre y del artista que devela Baudelaire en su siglo. Lo anterior conduce al descubrimiento de una serie de personajes y escenarios oscuros, que se convierten en el resultado de una época convulsionada y caótica, impregnada de transformaciones, que además ponen de manifiesto la caracterización de la vida moderna y que al mismo tiempo resultan reivindicados por el poeta: “El espectáculo de la vida elegante [la vie élégante] y los miles de existencias flotantes ­­­–criminales y mujeres mantenidas– que vagan por los subterráneos [souterrains] de una gran ciudad; la Gazette des Tribunaux y el Moniteur, todos ellos nos prueban que sólo necesitamos abrir los ojos para reconocer nuestro propio heroísmo” (Berman, 2008, p.142). Este heroísmo da pie a la aparición del artista moderno de Baudelaire: Balzac, quien no se distancia de la gente común, sino que por el contrario, se involucra en las experiencias de la vida cotidiana y se podría afirmar que de alguna manera, es partícipe de las transformaciones que se generaron en París. Así mismo, se puede inferir la estrecha relación que plantea Baudelaire entre el artista y las personas a su alrededor, además del compromiso implícito que esto sugiere. Sin embargo, más adelante el modernismo del siglo XX se encargaría de darle otro matiz a dicha complicidad, dejando en el aire la idea sugerente de la inexistencia de esta relación y por consiguiente del arte moderno. Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre 34 Otro factor relevante que sitúa a Baudelaire dentro de la modernización de París, es el momento histórico del cual fue testigo y protagonista: la demolición y reconstrucción de la ciudad, bajo el mando de Napoleón III y la dirección de Haussmann, como ya fue planteado. Este contacto directo con la transformación física de París, le muestra también la transformación del alma de sus habitantes, o mejor, la modernización de sus ciudadanos; fenómeno que ningún otro escritor ha podido plasmar mejor que él. Aunque resulta paradójico y hasta contradictorio que Baudelaire en sus últimos años de vida, aquejado por problemas personales y de salud, no pudiera recorrer las calles de la ciudad que él había visto surgir y que habría de marcar significativamente su obra. Figura 5. Caricatura de Haussmann. http://redalyc.uaemex. mx/redalyc/html/375/37505913/pg_0003.jpg. Imagen consultada el 25 de abril de 2010 No se puede desconocer la categoría de lo nuevo, reflejado tanto en el espacio físico como en el sentir colectivo del ciudadano francés de la época. La aparición del bulevar y el café de fondo, como componentes novedosos dentro de la ciudad, ponen de manifiesto el abismo existente en dos mundos que van de la vida elegante a la miseria total: “Los ojos del padre decían: “¡Qué hermoso es! ¡Qué hermoso! Se diría que todo el El Astrolabio oro de este pobre mundo lo han puesto en esas paredes”. Los ojos del niño: “¡Qué hermoso es, qué hermoso!, pero es una casa donde sólo puede entrar la gente que no es como nosotros”. En cuanto a los ojos del más pequeño estaban demasiado fascinados para expresar otra cosa que no fuese una alegría estúpida y profunda” (Baudelaire, 1994, p.85). LA EXPERIENCIA PROSÓDICA EN EL SPLEEN DE PARÍS Uno de los aspectos más interesantes que saltan a la vista cuando se aborda una obra como El Spleen de París, es la manera en que el autor encuentra un estilo que se adapta a la propia experiencia que se vive en la ciudad. Algo que ya habíamos mencionado en la introducción, en cuanto a las razones que nos llevaron a escoger dicha obra, y no otras que tal vez han sido más estudiadas y analizadas por los estudiosos de la obra de Baudelaire. Ahora bien, si ya el propio poeta en el Prefacio de El Spleen de París hablaba de una “prosa poética, musical, sin ritmo y sin rima” (Baudelaire, 1994,p.10), no queremos ni debemos limitarnos a tal conexión, pues desde el mismo análisis de algunos de los poemas que hacen parte de tal libro, podemos trazar de qué manera las transformaciones que ejerce la modernización en el espacio físico parisiense, repercuten en el estilo de Baudelaire. Partir de esa suerte de confesión que Baudelaire hace en el Prefacio, de entrada nos ubica en un territorio en el que se alcanza a intuir la insaciable búsqueda de Baudelaire por un estilo que se adecúe a su propio sentir, su visión de mundo; algo que dentro de la expresión artística es de vital importancia y que nos lleva a la célebre dicotomía fondo-forma, que recorre todas las artes. En 35 este caso especial se puede presentir como Baudelaire, contrario a lo que usualmente se pudiera pensar, posee una tendencia clásica en su concepción de escritura, puesto que no concibe la necesaria coherencia que debe existir en tal dicotomía. Podríamos decir entonces que tal mirada que proponemos puede ser algo extraña a la que usualmente se tiene de Baudelaire, pero hay que tener en cuenta que la figura de este escritor es sumamente compleja, porque si bien es abordado como el epítome del arte moderno, no puede desconocerse ese otro componente que también hace parte de él: la necesidad en la expresión artística. Esto es importante porque el pensamiento estético de Baudelaire no busca privilegiar cualquier forma de creación, que es algo a lo que actualmente nos enfrentamos, ni tampoco establecer reglas y normas fijas; nada más alejado de la realidad, puesto que no debe hablarse ni de un relativismo vacuo en el que se acepte cualquier expresión, solamente por un sentido “políticamente correcto”; ni tampoco de pugnar por normas taxativas que controlen y dominen lo que debe hacerse en el arte. Así pues, los poemas de El Spleen de París, que en su apariencia no guardan mayor relación entre sí, debido a la gran variedad de personajes, temas, escenarios, que desfilan en toda la obra, están atravesados por una experiencia creativa que toma los más diversos y disímiles hechos de la ciudad para poetizarlos, aún cuando puedan parecer insignificantes o demasiado difusos para que sean objeto de la creación literaria. Hay entonces un cambio en la manera en que se concibe la producción artística, pues ahora cobra importancia la respuesta del propio artista frente a los estímulos que recibe, buscando una adecuación precisa entre lo que podríamos denominar “real” y la palabra, la expresión. Walter Benjamin al estudiar la obra de Baudelaire lo denomina “experiencia de shock”, en el sentido en que la vivencia de tal experiencia se ha convertido en la norma sobre la que se sustenta la poesía lírica, privilegiando la creación sobre el caos, el aspecto bello que puede tener la fealdad, lo eterno de lo efímero, tal como dice Baudelaire cuando señala que París le da polvo y él hace oro con tal material. Benjamin lo expresa de la siguiente forma: “Quizá se pueda al fin y al cabo ver la función peculiar de la defensa frente al shock en que asigna al incidente, a expensas de la integridad de su contenido, un puesto temporalmente exacto en la conciencia. Se trataría de una filigrana de la reflexión, que del incidente haría una vivencia […] Baudelaire ha retenido este diagnóstico en una imagen cruda. Habla de un duelo en el que el artista antes de ser vencido, grita de espanto” (Benjamin, 1980, p.132). Entonces se configura la labor de la creación en la que ante la confusión, el caos, la multitud de las ciudades, se produce una relación concomitante, que en el caso de Baudelaire, intenta fundir las imágenes poéticas con lo vivido, un ideal que si bien está condenado de antemano, como el mismo Baudelaire lo dice en el Prefacio de El Spleen de París, al referir que su propósito se ve traicionado al intentar llevarlo a cabo. Podemos entonces aventurarnos a decir que ante la imposibilidad de traducir las experiencias en una expresión fiel, se encuentra el territorio en el que se desenvuelve la poesía, que ya en El Spleen de París, adquiriría una plena correspondencia, como el mismo Benjamin lo afirma, al señalar la transformación poética de Baudelaire: “que estas legalidades ocultas cobrasen su derecho también fuera del verso, es la intención que persiguió Baudelaire en [El] Spleen de París, sus poemas en prosa” (Benjamin, 1980, p.134). Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre 36 LA DESESPERACIÓN DE LA VIEJA Y MUCHEDUMBRES En este último apartado, analizaremos dos poemas de Baudelaire que aparecen en El Spleen de París, desde lo dicho en anteriores apartados sobre las categorías de lo heroico y lo nuevo, fundamentales dentro de la obra baudelairiana. En el primero de ellos, La desesperación de la vieja, se hace evidente una oposición entre lo antiguo y lo nuevo, en el lamento de este personaje que se compadece de sí mismo. Un símbolo pues de la repulsión, de la nostalgia de tiempos pasados e incluso de la desesperación en lo que su propia vida se ha convertido, al intentar alzar un niño, que asustado, la rechaza cruelmente. Este que es uno de los primeros poemas del libro ya nos instala en un campo que es inaugurado por la Modernidad, lo nuevo, que Berman explica así: “La tendencia de la Modernidad a hacer que todo sea nuevo: la vida moderna del año próximo tendrá un aspecto diferente a la de éste, aunque ambos sean parte de la misma época moderna; pero el hecho de que no se puede entrar dos veces en la misma Modernidad hará que la vida moderna sea particularmente escurridiza y difícil de captar” (Berman, 2008, p.142). Un culto a la novedad per se, que nubla cualquier juicio crítico sobre la realidad, privilegiándose la transformación, el cambio, las dinámicas que crean una ilusión de lo nuevo; hay que cambiar por un imperativo de necesidad, sin que exista una reflexión sobre lo que es reemplazado, permutado o simplemente destruido. Pero en Baudelaire tal experiencia de lo nuevo se torna creativa, en tanto le posibilita referir un carácter heroico, que es la otra categoría de análisis empleada en esta investigación. El poema Muchedumbres es relevante en tal aspecto, El Astrolabio ya que allí la figura del artista, en específico del poeta en la Modernidad, tiene que entenderse en relación directa con la multitud, desde esa experiencia del shock como la denomina Benjamin, que le permite posar su arte desde lo confuso, lo ruidoso, lo fugitivo; en suma, la vida misma en las ciudades. En dicho poema podemos leer: “El único que puede darse un atracón de vitalidad a costa del género humano es aquel a quien un hada insufló en su cuna el gusto del disfraz y de la máscara, el odio del domicilio y la pasión del viaje […] Quién no sabe poblar su soledad no sabe tampoco estar solo en medio de una muchedumbre atareada” (Baudelaire, 1994, p.37). Como se puede ver, de manera clara se está refiriendo al artista, quién es capaz de posar su arte en ese ritmo desenfrenado y vertiginoso de la ciudad, tal como el mismo Baudelaire habla en El pintor de la Vida Moderna, de Constantin Guys, pintor que reunía las características de un artista moderno, al desposarse con la multitud, Figura 6. Dibujo de la Avenida Hoshe vista desde el Arco del Triunfo. http://64.17.135.19/AF_Stories/Barnes/Barnes11/Barnes06.jpg. Imagen consultada el 27 de marzo de 2010 37 siendo él mismo y los demás; formando un caleidoscopio de escenas que tornan en arte lo que en primera instancia es considerado simplemente como algo amorfo y sin sentido alguno. Vale la pena, dando así término a estas indagaciones, citar un fragmento de este poema en el que se muestra ese heroísmo que se empecina en crear un arte que nace de la propia cotidianidad: “El paseante solitario y pensativo saca una embriaguez muy particular de esta comunión universal. Aquel que se desposa fácilmente con la muchedumbre conoce unos goces febriles de los que estarán eternamente privados, el egoísta, cerrado como un cofre, y el perezoso, escondido como un molusco. Adopta como suyas todas las profesiones, todas las alegrías y todas las miserias que las circunstancias le presentan” (Baudelaire, 1994, p.38). BIBLIOGRAFÍA Baudelaire, Ch. (1994) El “spleen” de París. Medellín: Susaeta Ediciones. Baudelaire, Ch. (2000) El Pintor de la Vida moderna. Bogotá: Ancora Editores. Benjamin, W. (1980) Poesía y capitalismo. Iluminaciones II. Madrid: Taurus. Berman, M. (2008) Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la Modernidad. México D.F.: Siglo Veintiuno Editores. Foucault, M. (1999) Espacios diferentes. En Estética, ética y hermenéutica. Obras Esenciales Volumen III. Barcelona: Paidós. Holguín, A. (2001) Prólogo. En Baudelaire, Ch. Las flores del mal. Bogotá: Panamericana. Ortiz, R. (2000) Modernidad y espacio. Benjamin en París. Bogotá: Norma. Sloterdijk, P. & Heinrich, H. (2004) El sol y la muerte. Madrid: Ediciones Siruela. AGRADECIMIENTOS A Diego Fernando Sampedro por sus valiosos comentarios y aportes. Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre