el spleen de parís

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Héroes
y novedad
Panorámica del París actual. http://www.unperroflaco.com/public/data/archs/Panoramicaparisnoche.jpgImagen consultada el 25 de abril de 2010.
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El Astrolabio
27
o DE REFLEXIÓN
ARTÍCUL
EXPERIENCIA ARTÍSTICA Y ESPACIO URBANO
EN
EL “SPLEEN” DE PARÍS
Maria Isabel Rincón1, Federico López2, Felipe Ortega3
Profesores del Departamento de Español Gimnasio Campestre
3
Director del Centro de Estudios Sociales Gimnasio Campestre
Correspondencia para los autores: [email protected]
1,2
Recibido: 15 de mayo de 2010
Aprobado: 19 de junio de 2010
RESUMEN
SUMMARY
La obra de Charles Baudelaire, específicamente El Spleen de París, ponen en evidencia
relaciones entre Modernidad y espacio, a
partir de las transformaciones espaciales
que sufrió París en el siglo XIX. Tal problema
permite señalar cómo los cambios físicos
de la ciudad, repercuten en la creación
artística, desde el análisis de las categorías
del heroísmo y lo nuevo en algunos de los
poemas que componen la obra.
Charles Baudelaire’s work and specifically
the Paris Spleen, evidences relationships
between Modernity and Space upon the
spatial transformations that Paris suffered
in XIX century. Such problem allows pointing
out how the physical changes of the city
affected the artistic creation, according to
the analysis of the categories of “heroism”
and “the new” in some of the poems that
compose the master piece.
Palabras Clave: espacio, ciudad, Modernidad, El Spleen de París, Charles Baudelaire, lo nuevo, he-
roísmo, experiencia, creación litera
ria.
Key Words: space, city, Modernity, Paris Spleen, Charles Baudelaire,
the new, heroism, experience,
literary creation.
Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre
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INTRODUCCIÓN
Al hablar de arte moderno, la figura de
Charles Baudelaire –el poeta francés por
antonomasia– es insustituible, ya que de
allí, parten y se encuentran varias de las
tendencias que marcarían el ulterior desarrollo del arte. Sin embargo, nuestro interés
más que centrarnos en el arte mismo, está
en las relaciones que entabla con la vida,
cobrando especial importancia la figura del
artista, quién empieza a ser concebido de
manera distinta respecto a la tradición en
que se sustentaba. Y es que en efecto, el
artista era visto como un ser ungido por la
divinidad, o bien, un ser poseedor de los arcanos del universo, una suerte de demiurgo
que otorgaba vida a las cosas inanimadas.
En la Modernidad, aunque se mantienen
algunos rasgos heroicos e incluso sublimes,
como veremos en las próximas páginas, el
artista es visto de una manera distinta,
bien sea por razones económicas, políticas
o sociales; más que detectar y elaborar un
registro de la influencia de los procesos de
modernización, lo que nos interesa analizar
es la manera en que el arte, el artista y la
vida misma, forjan una compleja relación en
la que aparentemente es imposible distinguir
la función y el papel de cada elemento.
Pues bien, será tarea de esta reflexión intentar revelar lo que esconden dichos elementos, escudriñar en aquellos vericuetos
en los que tal relación se manifiesta, desde
El Spleen de París, los poemas en prosa de
Charles Baudelaire, si bien nos atendremos
a otros momentos de su obra. La pregunta
que surge es: ¿por qué ocuparse de esta obra
y no de otros libros más representativos? Por
ejemplo, Las Flores del Mal, libro capital en
el que se condensan varias de las obsesiones
centrales de Baudelaire; o El Pintor de la
Vida Moderna, texto esencial dentro de su
producción, pues es allí donde se expone
de manera evidente y clara lo que concibe
como Modernidad; o sus Salons, ensayos en
los que se sintetiza su visión sobre el arte.
La respuesta nos la brinda el mismo Baudelaire en el Prefacio de El Spleen de París,
donde leemos:
“¿Quién de nosotros en sus días de ambición, no ha soñado el milagro de una
prosa poética, musical, sin ritmo y sin
rima, lo bastante flexible y martilleante
como para adaptarse a los movimientos
líricos del alma, a las ondulaciones del
ensueño, a los sobresaltos de la conciencia?” (Baudelaire, 1994, p.10)
Figura 1. Charles Baudelaire.
http://pep.payo info/2009/08/24/embriagueu-vos/.Imagen
consultada el 27 de marzo de 2010.
El Astrolabio
He ahí nuestra justificación desde el propio
Baudelaire, quien nos habla de la génesis de
su expresión, de los motivos que lo llevan a
la concepción de una obra como El Spleen
de París. Se entiende así que la escogencia
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de tal texto no es fortuita, sino que por el
contrario, dentro de la obra de Baudelaire
aguarda un sentido relacional, bastante
explícito, entre contenido y forma, ideas
y estilo; en definitiva, vida y arte, relación
creativa que conlleva todo un pensamiento
estético.
Podríamos entonces decir que en Baudelaire,
contrario al distanciamiento que se daba
entre la realidad y el artista, ya no hay tal;
o bien, la preeminencia del artista sobre las
circunstancias tampoco aplica, puesto que el
movimiento se invierte, la relación es trastocada, en tanto los temas y estilos nacen
de la propia experiencia, haciendo posible
un arte sintomático de la propia realidad.
El propio Marshall Berman así lo entiende
cuando dice:
“Baudelaire nos muestra algo que ningún
otro escritor ve tan bien: cómo la modernización de la ciudad inspira e impone a
la vez modernización de las almas de sus
ciudadanos” (Berman, 2008, p. 146).
Un arte entonces en epousé, en relación
directa con la realidad, coherente con
los procesos sociales que dieron paso a la
modernización de París, la transformación
Figura 2. Mapa de París en el año 1.800. http://historic-cities.huji.ac.il/france/paris/maps/stock-dale 1800_paris_b.jpg. Imagen
consultada el 25 de abril de 2010.
Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre
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radical de dicha ciudad bajo la autoridad
de Napoleón III y la visión arquitectónica de
Haussmann. Por ello, El Spleen de París, los
pequeños poemas en prosa que Baudelaire
escribió como folletines para el público masivo de la ciudad, son la mejor evidencia de tal
modernización en el alma de los ciudadanos
y en el propio artista.
ESPACIO Y MODERNIDAD
La Modernidad se mantiene hasta la actualidad como un problema que suscita desacuerdos en diferentes frentes. Su duración
en tanto período histórico sigue provocando
animados debates. El carácter desde el cual
se define es de igual manera diverso entre diferentes autores. Para algunos es un estadio
social avanzado que llega por la vía evolutiva
del desarrollo, mientras que para otros es un
estado global orientado por una cierta jerarquización de orden colonial. Otros tantos
aluden a lo moderno como aquello cargado
de un aire de vanguardismo y sofisticación.
En cuanto al carácter que la define, se pueden localizar diferentes referentes. Se suele
afirmar su origen en el momento de giro en
que se concreta la globalidad física del mundo y la consolidación de redes comunicativas
planetarias. Por otro lado, se le señala de
igual manera, como proyecto que separa,
segrega, segmenta en lo físico e intangible
y a la vez como empresa que vincula en los
mismos campos y a escala global. Más allá
de mediar entre estas múltiples miradas, se
pretende abordar la Modernidad desde la
experiencia parisina de Baudelaire, bajo la
óptica de las transformaciones espaciales.
Partimos de la configuración del espacio
previo a las transformaciones urbanísticas de
la ciudad del poeta. El aislamiento físico de
la ciudad de París en 1783 por el arquitecto
Claude Ledoux, a través de un muro cuyos
puntos de acceso y control permitían hacer
El Astrolabio
una recaudación más efectiva de los impuestos sobre las mercancías (Ortiz, 2000, p.21).
Proyecto que lejos de resumirse en una perspectiva exclusivamente económica, implica
una fuerte connotación cultural —desde el
sentido que Durkheim imprime al concepto
de cultura—:
“La estabilidad de un orden estamental
en el cual espacio y tiempo se encuentran confinados a fronteras seguras.
Límites que separan las clases sociales,
la ciudad del campo, la cultura erudita
de la cultura popular, y que impiden el
movimiento de las personas de un lugar
a otro” (Ortiz, 2000, p.22).
Las zonas que conformaban la ciudad ­—factor
que también se encargó de fijar una cierta
distribución del espacio— dispuestas cada
una a manera de universo clausurado y autosuficiente, proporcionaban las condiciones
para la satisfacción de necesidades de la
población, en ausencia de comunicación
entre ellas.
Philippe Ariés describe el escenario de la
siguiente manera:
“El parisino de la vieja París vivía en el
corazón de un mundo pequeño y estrecho,
muy restringido, pero que le era suficiente gracias a la variedad de actividades y
condiciones. Debemos, por lo tanto, representar la vieja París, hasta la primera
mitad del siglo XIX, como una red bastante
densa de pequeñas células autónomas,
sin relación entre ellas”­(Ariés citado por
Ortiz, 2000, p.25).
Es precisamente en la mitad del siglo XIX
que se da el giro a partir de una nueva organización socioeconómica que rompe con
la rigidez de esta distribución espacial y estimula el intercambio, la comunicación y la
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movilidad entre espacios antes desligados y
volcados sobre sí. De este modo se afirma el
principio de circulación como factor estructurante y materializador de la Modernidad
que comienza a hacerse visible en experiencias como la escena parisina. Circulación y
traslado de objetos, mercancías y personas
que inicia un proceso de afianzamiento,
que antes no se presentaba porque no era
tan necesario, dadas las características ya
aludidas de cada una de las zonas en las que
estaba distribuido el espacio de la ciudad. La
transformación comienza a correr por cuenta
de la consolidación de lazos, la conexión
entre diversos segmentos de la ciudad.
Empieza a predominar un enfoque que no
apunta tanto ya a separar sino a vincular: la
reorientación del transporte, la reestructuración del tejido social y las reformas en el
espacio arquitectónico, se emprenden con
este ánimo, que es directamente puesto en
marcha por Haussmann.
Dentro de las medidas emprendidas en
París por este urbanista entre 1853 y 1870
están el haber trazado calles, avenidas,
puentes y plazas para conectar los puntos
neurálgicos de la ciudad. La construcción
del eje norte-sur, este-oeste, así como de
otras vías importantes convergentes en las
o DE REFLEXIÓN
ARTÍCUL
estaciones del tren, lograron una real y
efectiva conexión del centro con la periferia
(Ortiz, 2000, p.31). Siguiendo el principio de
circulación mencionado, Haussmann logra
hacer de París un auténtico cuerpo vivo de
órganos en comunicación, mutua merced al
sistema circulatorio conformado por calles
y bulevares.
Es desde esta perspectiva espacial que París
se presenta como una encarnación de la
Modernidad: sistema, malla, red de interconexiones.
EL “SPLEEN” DE PARIS
Sin duda, una palabra que causa inquietud
y curiosidad es Spleen, teniendo en cuenta
que hace parte del título de la obra que
estamos abordando. Etimológicamente esta
palabra del griego, que significa bazo, alude
al cansancio, fatiga o molestia causada por
alguna actividad física. Resulta pues extraño
que una palabra que posee tal connotación
referida al cuerpo humano, en Baudelaire
adquiera un sentido moral e incluso estético,
al manifiestar un sentimiento de inconformidad frente a la sociedad y sus valores; lo
cual se evidencia en los distintos personajes
de El “Spleen” de París.
Ahora bien, en el ensayo titulado Ese Spleen
que nos ayuda a vivir de Reinaldo Spitaletta,
se presentan algunas miradas de lo que podría significar tal palabra, que de entrada
es bastante problemática. La primera de la
que nos hablan, es que el Spleen aparece
cuando carecemos de la capacidad de sorprendernos, cuando lo cotidiano se vuelve
monótono. Spitaletta lo expresa de manera
poética:
Figura 3. Bulevar en Montmartre. http://www.maldoror.org/
Images/Mervyn/Boulevard%20Montmartre.jpg. Imágen
consultada el 27 de marzo de 2010.
“Lo encuentra uno en la muchacha de
carnes magulladas y mirada sin destellos
que sirve las copas en el bar, y en el venInvestigación y Ciencia del Gimnasio Campestre
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dedor callejero de frutas que ya no siente
el perfume de los azahares ni el aroma
amarillo de los mangos maduros. Cuando
se extinguen las sorpresas, aparece, largo
como el pito de un tren viejo, el Spleen”
(Spitaletta, 1994, p.2).
Siguiendo con las distintas perspectivas
sobre el Spleen, nos encontramos con una
segunda consideración en la que se da una
suerte de desasosiego, en el que prevalece
una carencia que nunca será colmada, una
ausencia que jamás se hará presente, porque
la condición humana se caracteriza por su
perpetua insatisfacción crónica. Tal concepción del Spleen la describe del siguiente
modo:
“Es como llegar a la puerta de la casa y
entonces arrepentirse de tocar. No desea
penetrar a ese universo tan conocido y
obvio, el cual, además, amamos y deseamos, pero que de tanto probar y sentir y
palpar, llega a provocarnos naúseas. Sin
embargo, no vomitamos” (Spitaletta,
1994, p.3).
de las campanas de la iglesia de enfrente, entonces, sin duda, ese espacio me
producirá largos bostezos, agudas desesperaciones” (Spitaletta, 1994, p.5)
Llegamos ahora al Spleen que se da en las
ciudades, nuestro principal interés en esta
reflexión, donde se hacen evidentes las anteriores consideraciones generales que hemos
hecho sobre tal término. Cabe anotar que
desde la Antigüedad la conformación de la
ciudad se da por una serie de asociaciones
religiosas y políticas. Sin embargo, en el
Spleen la ciudad se constituye en un espacio que permite la interacción de distintas
realidades, que ya no están separadas por
delimitaciones jerárquicas y/o de poder, sino
que en la misma confluyen los espacios físicos, que a la vez facilitan diversos cambios
en las relaciones sociales de los individuos,
gracias a la unificación generada por sus
propias dinámicas.
Es a partir de esta interacción entre los
individuos y su entorno, que encontramos
También el Spleen nos hace pensar en un aislamiento del hombre con el entorno, debido
a la falta de comunicación con las cosas, ya
que no se encuentra nada nuevo en la cotidianidad, por la constante repetición de los
actos que constituyen el mundo, generando
un sentimiento de extrañeza con la propia
realidad que nos circunda. Son varias las
imágenes que Spitaletta utiliza para explicar
tal concepción:
“Es no encontrar novedades en el paisaje. Si estoy sentado en un parque y
no escucho el aleteo de las palomas, su
picotear en el piso, si no les arrojo maíz,
si tampoco oigo el rumor del viento entre los árboles, ni la tenue música de la
fuente, si no me dice nada el concierto
El Astrolabio
Figura 4. Charles Baudelaire por Etienne Carjat (1863).
http://modernityseminar.files.wordpress.com/2008/02/
etienne-carjat-baudelaire.jpg. Imagen consultada el 27 de
marzo de 2010
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reflejado el Spleen en cada uno de los personajes envueltos en este espacio, sin perder
de vista la posibilidad de un surgimiento
esperanzador de nuevas alternativas que
nos lleven a un estadio de sacudimiento y
creatividad en contraposición de los lineamientos de la sociedad. Queda en evidencia
desde esta perspectiva, que el Spleen no
solamente tiene connotaciones negativas,
sino que también —en el caso particular de
los artistas— se convierte en un aliciente
para la creatividad, ya que invita a generar
formas para salir de él. Lo anterior se hace
claro en El Spleen de París —Pequeños poemas en prosa de Charles Baudelaire, según
lo asevera Spitaletta: “Baudelaire nos proporcionó una preciosa pista con sus pequeños
poemas en prosa en los cuales, ante todo,
discurre la vida con su múltiple gama de
contradicciones y asombros” (1994, p.11).
Además, sin ánimos de ahondar en la vida
de Baudelaire, existe un aspecto que no
podemos dejar de lado, cuando hablamos
de Spleen y es ese carácter mitómano, detrás del cual se esconde, como dice Andrés
Holguín, el tedio, “su drama íntimo”, que
lo lleva a convertir su vida en una ficción;
siendo esto muestra de esa condición creativa que depara el Spleen.
NOVEDAD Y HEROÍSMO
Durante los últimos años ha surgido una
discusión para hacer referencia precisa a la
idea de Modernidad, desde la utilización de
términos como moderno y modernización,
pues cada uno pretende llegar a una aproximación pertinente para aludir a lo material y
a lo espiritual. Es así, como encontramos en
Baudelaire planteamientos interesantes al
respecto, que impregnan su obra y permiten
entrever algunos elementos que caracterizaron su época: la aparición del concepto
de hombre moderno y la novedad que trae
consigo la Modernidad.
Estos planteamientos no solamente se encuentran plasmados en sus ensayos, sino
que también están presentes en sus poemas.
Por tanto, no es difícil encontrar en su obra
referentes simbólicos y otros concretos,
que reflejan el denominado “heroísmo moderno”, entendido como una manifestación
propia del hombre y del artista que devela
Baudelaire en su siglo.
Lo anterior conduce al descubrimiento de
una serie de personajes y escenarios oscuros,
que se convierten en el resultado de una
época convulsionada y caótica, impregnada
de transformaciones, que además ponen
de manifiesto la caracterización de la vida
moderna y que al mismo tiempo resultan
reivindicados por el poeta:
“El espectáculo de la vida elegante [la
vie élégante] y los miles de existencias
flotantes ­­­–criminales y mujeres mantenidas– que vagan por los subterráneos
[souterrains] de una gran ciudad; la Gazette des Tribunaux y el Moniteur, todos
ellos nos prueban que sólo necesitamos
abrir los ojos para reconocer nuestro
propio heroísmo” (Berman, 2008, p.142).
Este heroísmo da pie a la aparición del artista
moderno de Baudelaire: Balzac, quien no se
distancia de la gente común, sino que por
el contrario, se involucra en las experiencias de la vida cotidiana y se podría afirmar
que de alguna manera, es partícipe de las
transformaciones que se generaron en París.
Así mismo, se puede inferir la estrecha relación que plantea Baudelaire entre el artista
y las personas a su alrededor, además del
compromiso implícito que esto sugiere. Sin
embargo, más adelante el modernismo del
siglo XX se encargaría de darle otro matiz a
dicha complicidad, dejando en el aire la idea
sugerente de la inexistencia de esta relación
y por consiguiente del arte moderno.
Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre
34
Otro factor relevante que sitúa a Baudelaire
dentro de la modernización de París, es el
momento histórico del cual fue testigo y
protagonista: la demolición y reconstrucción
de la ciudad, bajo el mando de Napoleón
III y la dirección de Haussmann, como ya
fue planteado. Este contacto directo con la
transformación física de París, le muestra
también la transformación del alma de sus
habitantes, o mejor, la modernización de
sus ciudadanos; fenómeno que ningún otro
escritor ha podido plasmar mejor que él.
Aunque resulta paradójico y hasta contradictorio que Baudelaire en sus últimos años de
vida, aquejado por problemas personales y
de salud, no pudiera recorrer las calles de la
ciudad que él había visto surgir y que habría
de marcar significativamente su obra.
Figura 5. Caricatura de Haussmann. http://redalyc.uaemex.
mx/redalyc/html/375/37505913/pg_0003.jpg. Imagen consultada el 25 de abril de 2010
No se puede desconocer la categoría de lo
nuevo, reflejado tanto en el espacio físico
como en el sentir colectivo del ciudadano
francés de la época. La aparición del bulevar y el café de fondo, como componentes
novedosos dentro de la ciudad, ponen de
manifiesto el abismo existente en dos
mundos que van de la vida elegante a la
miseria total:
“Los ojos del padre decían: “¡Qué hermoso es! ¡Qué hermoso! Se diría que todo el
El Astrolabio
oro de este pobre mundo lo han puesto en
esas paredes”. Los ojos del niño: “¡Qué
hermoso es, qué hermoso!, pero es una
casa donde sólo puede entrar la gente
que no es como nosotros”. En cuanto a los
ojos del más pequeño estaban demasiado
fascinados para expresar otra cosa que no
fuese una alegría estúpida y profunda”
(Baudelaire, 1994, p.85).
LA EXPERIENCIA PROSÓDICA EN
EL SPLEEN DE PARÍS
Uno de los aspectos más interesantes que
saltan a la vista cuando se aborda una
obra como El Spleen de París, es la manera
en que el autor encuentra un estilo que
se adapta a la propia experiencia que se
vive en la ciudad. Algo que ya habíamos
mencionado en la introducción, en cuanto a
las razones que nos llevaron a escoger dicha
obra, y no otras que tal vez han sido más
estudiadas y analizadas por los estudiosos
de la obra de Baudelaire. Ahora bien, si ya
el propio poeta en el Prefacio de El Spleen
de París hablaba de una “prosa poética,
musical, sin ritmo y sin rima” (Baudelaire,
1994,p.10), no queremos ni debemos
limitarnos a tal conexión, pues desde el
mismo análisis de algunos de los poemas
que hacen parte de tal libro, podemos
trazar de qué manera las transformaciones
que ejerce la modernización en el espacio
físico parisiense, repercuten en el estilo de
Baudelaire.
Partir de esa suerte de confesión que Baudelaire hace en el Prefacio, de entrada nos
ubica en un territorio en el que se alcanza
a intuir la insaciable búsqueda de Baudelaire por un estilo que se adecúe a su propio
sentir, su visión de mundo; algo que dentro
de la expresión artística es de vital importancia y que nos lleva a la célebre dicotomía
fondo-forma, que recorre todas las artes. En
35
este caso especial se puede presentir como
Baudelaire, contrario a lo que usualmente se
pudiera pensar, posee una tendencia clásica
en su concepción de escritura, puesto que
no concibe la necesaria coherencia que debe
existir en tal dicotomía.
Podríamos decir entonces que tal mirada que
proponemos puede ser algo extraña a la que
usualmente se tiene de Baudelaire, pero hay
que tener en cuenta que la figura de este
escritor es sumamente compleja, porque si
bien es abordado como el epítome del arte
moderno, no puede desconocerse ese otro
componente que también hace parte de él:
la necesidad en la expresión artística. Esto es
importante porque el pensamiento estético
de Baudelaire no busca privilegiar cualquier
forma de creación, que es algo a lo que
actualmente nos enfrentamos, ni tampoco
establecer reglas y normas fijas; nada más
alejado de la realidad, puesto que no debe
hablarse ni de un relativismo vacuo en el que
se acepte cualquier expresión, solamente
por un sentido “políticamente correcto”; ni
tampoco de pugnar por normas taxativas que
controlen y dominen lo que debe hacerse
en el arte.
Así pues, los poemas de El Spleen de París,
que en su apariencia no guardan mayor relación entre sí, debido a la gran variedad de
personajes, temas, escenarios, que desfilan
en toda la obra, están atravesados por una
experiencia creativa que toma los más diversos y disímiles hechos de la ciudad para
poetizarlos, aún cuando puedan parecer
insignificantes o demasiado difusos para que
sean objeto de la creación literaria. Hay
entonces un cambio en la manera en que se
concibe la producción artística, pues ahora
cobra importancia la respuesta del propio
artista frente a los estímulos que recibe,
buscando una adecuación precisa entre lo
que podríamos denominar “real” y la palabra, la expresión.
Walter Benjamin al estudiar la obra de Baudelaire lo denomina “experiencia de shock”,
en el sentido en que la vivencia de tal experiencia se ha convertido en la norma sobre la
que se sustenta la poesía lírica, privilegiando
la creación sobre el caos, el aspecto bello
que puede tener la fealdad, lo eterno de lo
efímero, tal como dice Baudelaire cuando
señala que París le da polvo y él hace oro
con tal material. Benjamin lo expresa de la
siguiente forma:
“Quizá se pueda al fin y al cabo ver la
función peculiar de la defensa frente al
shock en que asigna al incidente, a expensas de la integridad de su contenido,
un puesto temporalmente exacto en la
conciencia. Se trataría de una filigrana
de la reflexión, que del incidente haría
una vivencia […] Baudelaire ha retenido
este diagnóstico en una imagen cruda.
Habla de un duelo en el que el artista
antes de ser vencido, grita de espanto”
(Benjamin, 1980, p.132).
Entonces se configura la labor de la creación
en la que ante la confusión, el caos, la multitud de las ciudades, se produce una relación
concomitante, que en el caso de Baudelaire,
intenta fundir las imágenes poéticas con lo
vivido, un ideal que si bien está condenado
de antemano, como el mismo Baudelaire lo
dice en el Prefacio de El Spleen de París, al
referir que su propósito se ve traicionado al
intentar llevarlo a cabo. Podemos entonces
aventurarnos a decir que ante la imposibilidad de traducir las experiencias en una
expresión fiel, se encuentra el territorio
en el que se desenvuelve la poesía, que ya
en El Spleen de París, adquiriría una plena
correspondencia, como el mismo Benjamin
lo afirma, al señalar la transformación poética de Baudelaire: “que estas legalidades
ocultas cobrasen su derecho también fuera
del verso, es la intención que persiguió Baudelaire en [El] Spleen de París, sus poemas
en prosa” (Benjamin, 1980, p.134).
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LA DESESPERACIÓN DE LA VIEJA
Y MUCHEDUMBRES
En este último apartado, analizaremos dos
poemas de Baudelaire que aparecen en El
Spleen de París, desde lo dicho en anteriores apartados sobre las categorías de lo
heroico y lo nuevo, fundamentales dentro
de la obra baudelairiana. En el primero de
ellos, La desesperación de la vieja, se hace
evidente una oposición entre lo antiguo y lo
nuevo, en el lamento de este personaje que
se compadece de sí mismo. Un símbolo pues
de la repulsión, de la nostalgia de tiempos
pasados e incluso de la desesperación en lo
que su propia vida se ha convertido, al intentar alzar un niño, que asustado, la rechaza
cruelmente. Este que es uno de los primeros
poemas del libro ya nos instala en un campo
que es inaugurado por la Modernidad, lo
nuevo, que Berman explica así:
“La tendencia de la Modernidad a hacer
que todo sea nuevo: la vida moderna del
año próximo tendrá un aspecto diferente
a la de éste, aunque ambos sean parte de
la misma época moderna; pero el hecho
de que no se puede entrar dos veces en la
misma Modernidad hará que la vida moderna sea particularmente escurridiza y
difícil de captar” (Berman, 2008, p.142).
Un culto a la novedad per se, que nubla
cualquier juicio crítico sobre la realidad, privilegiándose la transformación, el cambio,
las dinámicas que crean una ilusión de lo
nuevo; hay que cambiar por un imperativo
de necesidad, sin que exista una reflexión
sobre lo que es reemplazado, permutado o
simplemente destruido. Pero en Baudelaire
tal experiencia de lo nuevo se torna creativa, en tanto le posibilita referir un carácter
heroico, que es la otra categoría de análisis
empleada en esta investigación. El poema
Muchedumbres es relevante en tal aspecto,
El Astrolabio
ya que allí la figura del artista, en específico
del poeta en la Modernidad, tiene que entenderse en relación directa con la multitud,
desde esa experiencia del shock como la
denomina Benjamin, que le permite posar su
arte desde lo confuso, lo ruidoso, lo fugitivo;
en suma, la vida misma en las ciudades. En
dicho poema podemos leer:
“El único que puede darse un atracón de
vitalidad a costa del género humano es
aquel a quien un hada insufló en su cuna el
gusto del disfraz y de la máscara, el odio
del domicilio y la pasión del viaje […] Quién
no sabe poblar su soledad no sabe tampoco
estar solo en medio de una muchedumbre
atareada” (Baudelaire, 1994, p.37).
Como se puede ver, de manera clara se
está refiriendo al artista, quién es capaz
de posar su arte en ese ritmo desenfrenado y vertiginoso de la ciudad, tal como el
mismo Baudelaire habla en El pintor de la
Vida Moderna, de Constantin Guys, pintor
que reunía las características de un artista
moderno, al desposarse con la multitud,
Figura 6. Dibujo de la Avenida Hoshe vista desde el Arco
del Triunfo. http://64.17.135.19/AF_Stories/Barnes/Barnes11/Barnes06.jpg. Imagen consultada el 27 de marzo de
2010
37
siendo él mismo y los demás; formando un
caleidoscopio de escenas que tornan en arte
lo que en primera instancia es considerado
simplemente como algo amorfo y sin sentido
alguno. Vale la pena, dando así término a estas indagaciones, citar un fragmento de este
poema en el que se muestra ese heroísmo
que se empecina en crear un arte que nace
de la propia cotidianidad:
“El paseante solitario y pensativo saca
una embriaguez muy particular de esta
comunión universal. Aquel que se desposa fácilmente con la muchedumbre
conoce unos goces febriles de los que
estarán eternamente privados, el egoísta, cerrado como un cofre, y el perezoso, escondido como un molusco. Adopta
como suyas todas las profesiones, todas
las alegrías y todas las miserias que las
circunstancias le presentan” (Baudelaire,
1994, p.38).
BIBLIOGRAFÍA
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Baudelaire, Ch. (2000) El Pintor de la Vida moderna.
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Benjamin, W. (1980) Poesía y capitalismo. Iluminaciones II. Madrid: Taurus.
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Sloterdijk, P. & Heinrich, H. (2004) El sol y la
muerte. Madrid: Ediciones Siruela.
AGRADECIMIENTOS
A Diego Fernando Sampedro por sus
valiosos comentarios y aportes.
Investigación y Ciencia del Gimnasio Campestre
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