les pêcheurs de perles

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Temporada 2012-2013
LES PÊCHEURS DE PERLES
Página 2 Ficha artística
Página 3 Resumen
Página 4 Argumento
Páginas 5-7 Tórridas pasiones en Ceilán
Páginas 8-10 Juan Diego Flórez
Páginas 10-12 Biografías
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Temporada 2012-2013
LES PÊCHEURS DE PERLES
Georges Bizet (1838-1875)
Ópera en tres actos
EN VERSIÓN DE CONCIERTO
Libreto de Michel Carré y Eugène Cormon
Director musical Daniel Oren
Director del coro Andrés Máspero
Maestros repetidores Patricia Barton,
Mack Sawyer
Léïla
Nadir
Zurga
Nourabad
Reparto
Patrizia Ciofi
Juan Diego Flórez
Mariusz Kwiecień
Roberto Tagliavini
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
(Coro Intermezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid)
Edición
Les pêcheurs de perles, de Georges Bizet
Ópera en tres actos (versión original de 1863)
Libreto de Michel Carré y Eugène Cormon
Éditions Choudens (París)
Editores y propietarios
Fechas
25, 28 y 31 de marzo
20.00 horas; domingos, 18.00 horas
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Temporada 2012-2013
RESUMEN
Les pêcheurs de perles, estrenada en el Théâtre Lyrique de Paris en 1863, fue la primera ópera importante que
Georges Bizet llevó a los escenarios, después de recibir el Premio de Roma en 1857. Junto a Faust (1859) y Mireille
(1864) de Charles Gounod, esta obra pone de manifiesto la nueva estética del drame lyrique, género característico
del Second Empire francés. Este género se distanciaba de los conflictos políticos e históricos de la grand opéra a favor
de una exposición de los destinos individuales en el marco de una atmósfera costumbrista. Frente a los grandes
tableaux y el despliegue de medios escénicos, el drama lyrique partía del milieu, un entorno íntimo y doméstico que
determinaba el drama de los protagonistas, por lo general en una constelación triangular. Es el caso de Les pêcheurs
de perles, cuya dramaturgia pone en juego las relaciones entre amor y deber de los tres protagonistas, Léïla, Nadir y
Zurga. Tomando como base la disyuntiva entre el amor sensual y la virginidad del sacerdocio, ya presentes en La
Vestale (1807) de Spontini y Norma (1831) de Bellini, Bizet plantea el amor de Nadir por Léïla, sacerdotisa a la cual
dicha experiencia le está prohibida. Bizet utilizó en esta ópera los motivos evocativos con el fin de dar mayor
coherencia a un libreto más bien endeble, por ejemplo, en el dúo de los amigos Nadir y Zurga “Au fond du temple
saint”, el cual recuerda por una parte la amistad entre los dos amigos rivales y por otra a la pureza divina de Léïla.
Propio asimismo del drame lyrique es el hecho de que los protagonistas, en este caso el triángulo formado por Léïla,
Nadir y Zurga, entre en conflicto con las normas sociales a causa del amor. Bizet se sumó a la ola de exotismo del
momento situando su ópera en Ceilán, marco ideal para el aura religiosa de Léïla, que resulta fascinante tanto para
Nadir como para Zurga. Parte de este “exotismo inventado” se plasma en la instrumentación y las armonías
cromáticas, rasgos originales con los que Bizet inició su singladura hasta Carmen con un Les pêcheurs de perles que
en su día fascinó al mismísimo Hector Berlioz.
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ARGUMENTO
En la isla de Ceilán ha comenzado la temporada de pesca de perlas. Según una vieja costumbre, los pescadores de
perlas eligen un líder (Zurga) para que les ayude en un cometido tan arduo. Cuando el cazador Nadir regresa, los
amigos de juventud Zurga y Nadir renuevan su juramento, según el cual nunca deberán enemistarse a causa del
amor que puedan sentir por una mujer. En el pasado, ambos se enamoraron de la misma mujer en un templo de
Brahma.
La sacerdotisa Léïla, cubierta con un velo, ha de proteger a los pescadores de perlas de los peligros naturales y rezar
por ellos; como recompensa, recibe todos los honores y la perla más hermosa. Para ello ha hecho un voto de
castidad, cuyo quebrantamiento supondría su muerte. Nadir reconoce en Léïla a su amor de antaño y acude a
buscarla al templo. En secreto, ambos se confiesan su mutuo amor, pero son descubiertos y condenados a muerte.
Zurga rescata a los amantes y los sustrae a la cólera religiosa de los pescadores de perlas; sin embargo, cuando el
sumo sacerdote Nourabad arranca el velo del rostro de Leïla, también Zurga reconoce en ella a su amor de antaño.
A pesar de las peticiones de clemencia de Léïla, la muerte de ambos resulta inapelable. Poco después, gracias a una
cadena de perlas que le regaló en su día como signo de gratitud, Zurga descubre en Léïla a la mujer que le salvó la
vida y resuelve rescatarlos. Mientras Léïla y Nadir son conducidos al patíbulo, Zurga prende fuego a las cabañas de
los pescadores de perlas, de forma que los amantes puedan escapar aprovechando el tumulto general.
Gabriel Menéndez Torrellas
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Tórridas pasiones en Ceilán
Rafael Banús
Les pêcheurs de perles (Los pescadores de perlas) se ha convertido hoy en una rareza, pero fue uno de los títulos más
queridos por el público hasta la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces vuelve a los teatros con cuentagotas,
siempre que haya un tenor deseoso de cantar “Je crois entendre encore”. Sin embargo, la ópera alcanzó el éxito
mucho después de la muerte del compositor. Las críticas que recibió Bizet en el momento del estreno fueron
bastante ásperas. Al autor francés se le reprocharon, sobre todo, sus excesivas concesiones a Wagner y a Verdi,
siendo Hector Berlioz uno de los pocos que reconoció inmediatamente el valor de la partitura, la primera en la que
realmente se dejaba sentir el espíritu innovador del músico francés. Toda la obra está impregnada de un fascinante
melodismo, y hay numerosas páginas que se han hecho justamente célebres, como la mencionada romanza de Nadir
o su dúo con Zurga, una de las más hermosas piezas para voces masculinas.
En la época del estreno, el 30 de septiembre de 1863 en el Théâtre Lyrique de Paris, Bizet contaba veinticinco años, y
aún no había logrado establecerse en el mundo musical de la capital francesa, si bien ya había realizado algunos
intentos con Le docteur Miracle (con la que ganó un premio instituido por Jacques Offenbach) y Don Procopio (muy
influida por el estilo de Gaetano Donizetti). El encargo de escribir esta gran ópera en tres actos surgió tras haber sido
un antiguo vencedor del prestigioso Premio de Roma del Conservatorio. A pesar de la buena acogida del público, la
crítica en general se mostró hostil, y la obra no se repuso en la breve vida de su autor. Como la partitura autógrafa se
perdió, las primeras producciones se basaron en versiones alteradas, si bien en las últimas décadas se han realizado
importantes esfuerzos para reconstruir la ópera según las intenciones del compositor. Hay que reconocer que las
opiniones actuales sobre la obra son más amables que las de sus contemporáneos, y han sabido apreciar su
extraordinaria vena melódica y su capacidad para crear una instrumentación de gran poder evocativo.
Tras su estancia en la capital de Italia, Bizet descubrió las dificultades de los jóvenes y poco conocidos compositores
para representar sus óperas en los dos teatros estatales parisinos. El Palais Garnier ofrecía un repertorio estándar en
el que dominaban los compositores extranjeros, principalmente Rossini y Meyerbeer, y hasta autores franceses
establecidos como Gounod tenían problemas para presentar allí sus obras. En la Opéra-Comique, el estilo y el
carácter de la mayoría de sus producciones no había cambiado sustancialmente desde la década de 1830, aunque
uno de los estatutos desde su fundación obligaba a presentar, de tiempo en tiempo, las óperas de los ganadores del
Premio de Roma. Con este pretexto, Bizet escribió La guzla de l’émir (La guzla del emir), con libreto de Jules Barbier y
Michel Carré, cuyos ensayos empezaron a principios de 1862. Sin embargo, poco después Bizet recibió una invitación
de Léon Carvalho, empresario del independiente Théâtre Lyrique, que había recibido una aportación anual de
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100.000 francos del Ministro de Bellas Artes, el Conde Walewski, con la condición de presentar cada año una nueva
ópera en tres actos de un reciente ganador del prestigioso galardón. Carvalho tenía en alta estima a Bizet, y le
ofreció el libreto de Les pêcheurs de perles, una historia exótica de Michel Carré y Eugène Cormon situada en la isla
de Ceilán. Viendo la oportunidad de un éxito seguro, Bizet aceptó el encargo, y como Walewski restringía su ayuda
económica a compositores que no hubiesen estrenado ninguna obra el año anterior, Bizet retiró inmediatamente La
guzla, que nunca se representó y cuya música se ha perdido.
Eugène Cormon fue un prolífico autor de libretos y dramas, casi siempre en colaboración con otros escritores. Michel
Carré, que había empezado su carrera como pintor, fue autor, junto a Jules Barbier, del texto del Faust de Gounod,
entre otras obras. Cormon y Carré habían elaborado previamente un libreto sobre un tema similar, Les pêcheurs de
Catane (Los pescadores de Catania), estrenada en 1860, y originalmente pensaron en situar su nueva trama en
México, antes de su localización definitiva. Por lo general, el libreto de Les pêcheurs de perles se ha considerado de
escasa calidad. La débil trama gira en torno a la poco creíble historia del collar de Léïla, y no hay ningún esfuerzo real
por caracterizar dramáticamente a los personajes. Los propios autores admitieron sus limitaciones, al no haber sido
plenamente conscientes de la categoría de Bizet como compositor, y Carré se mostraría apenado por la
inconsistencia del final. Parece que, en su desesperación, el propio Carvalho sugirió que Carré quemase el libreto, y
que fue por sugerencia suya que la obra termina con las tiendas de los pescadores en llamas mientras los dos
enamorados escapan.
Como Bizet no recibió el encargo hasta abril de 1863, y el estreno estaba previsto a mediados de septiembre, hubo
de trabajar a toda prisa, con una tenacidad y concentración desconocidas en él, en comparación a sus días romanos.
Pudo aprovechar algunos números de obras anteriores, puesto que en el invierno precedente había trabajado en
otra ópera, Ivan IV, con la promesa de que podría estrenarla en Baden-Baden (lo que finalmente no ocurrió). Ivan IV
le proporcionó la música para tres números: el atmosférico preludio, una parte del aria de Zurga del segundo acto
(“Une fille inconnue”) y el intenso dúo del tercer acto “O lumière sainte”. El coro “Brahma! divin Brahma!” lo adaptó
a partir del fallido Te Deum, y el coro “Ah! chante, chante encore!”, de Don Procopio. Es muy probable que la música
compuesta para La guzla de l’émir encontrase su lugar en la nueva ópera, que estuvo terminada en el mes de agosto.
Bizet añadió el coro “L’ombre descende” durante los ensayos.
La ópera se abre con un breve preludio orquestal, cuyo tema principal anuncia la entrada de Léïla. Al coro inicial se
incorpora una vibrante danza (“Sur la grève en feu”), que es interrumpida por Zurga (“Amis, interrompez vos danses
et vos jeux!”), quien anuncia la llegada de Nadir, que se presenta con el aria “Des savanes et des forêts”, con
acompañamiento de violonchelos y fagotes sobre un trémolo de las cuerdas que sugiere la influencia de Meyerbeer.
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Flautas y arpas presentan el tema principal del célebre dúo de Nadir y Zurga (“Au fond du temple saint”), el
momento más poético de la ópera. Este tema, que constituye el emblema musical de la obra, se repite cada vez que
surge el asunto de la amistad entre los dos hombres. La habilidad de Bizet para encontrar la frase musical adecuada
con estilo y la máxima economía de medios se demuestra en su tratamiento del juramento de castidad por parte de
Leila, donde una simple frase es repetida dos veces en terceras menores. La popularísima aria de Nadir (“Je crois
entendre encore”) está escrita a ritmo de barcarola, con un doliente corno inglés que parece tan extasiado como el
propio pescador cuando canta la melodía principal.
En el segundo acto, a una introducción orquestal igualmente breve le sigue un coro fuera de escena (“L’ombre
descend des cieux”), notable por su economía de medios (un tamborín y dos piccolos). Después de que Nourabad le
recuerda a Leila su juramento, la joven se queda sola y canta su hermosa cavatina (“Me voilà seule dans la nuit…
Comme autrefois”). Dos trompas introducen el tema principal, apoyadas en los violonchelos. Cuando entra la voz de
la soprano, sustituye a la primera trompa, cuyo característico sonido parece retomar. La intervención de Nadir (“De
mon amie”), que enlaza inmediatamente con la cavatina, es de turbadora belleza. Le sigue un magnífico dúo de amor
(“Dieu puissant, le voilà!”), donde se mezclan los sentimientos de los dos jóvenes con la imposibilidad de su
realización, en un clima que combina acentos serenos y atribulados. El final, con sus repetidos clímax, que se
alcanzan cada vez que el pueblo exige la muerte de la pareja sacrílega (“Dans cet asile sacré, dans ces lieux
redoutables”), es un ejemplo perfecto del talento de Bizet para escribir música teatral.
El tercer acto, dividido en dos breves escenas, comienza con la entrada de Zurga en unas reposadas escalas
cromáticas sobre una nota pedal tónica (“L’orage est calmé... O Nadir, tendre ami de mon jeune âge!”). El dúo con
Leila (“Je frémis”), tiene ecos de Il trovatore verdiano (representada poco antes en París), y le sigue el amenazante
coro “Dès que le soleil”. El final de la obra, en el que se elevan con firmeza las voces de los enamorados (“O lumière
sainte”), con la repetición, por última vez, del tema de la amistad del dúo del primer acto, constituye el brillante
colofón a una obra en la que, a pesar de sus múltiples infl uencias y del sentido melódico de un aventajado discípulo
de Gounod, encontramos numerosos rasgos del compositor vigoroso e imaginativo, poseedor de un marcado
temperamento dramático de Carmen.
Rafael Banús Irusta es crítico musical
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<<Siempre quise cantar Nadir>>
Juan Diego Flórez
Juan Diego Flórez vuelve al Teatro Real con Les pêcheurs de perles, ópera de Georges Bizet sobre la amistad y la
pasión. El tenor peruano encabeza un reparto en el que comparte protagonismo con Patrizia Ciofi y que se completa
con Mariusz Kwiecien y Daniel Oren al frente de la Orquesta Titular del Teatro. Entre todos tejerán la historia del
pescador que, por amor a una mujer, llega a traicionar a su mejor amigo.
El dúo en el que ambos se juran amistad eterna, “Au fond du temple saint”, pasa por ser uno de los más populares
del repertorio. Serán tres funciones en versión de concierto en las que podremos disfrutar de la segunda obra más
popular del autor francés después de su gran éxito, Carmen. Y si todo el reparto resulta deslumbrante, Juan Diego
Flórez brilla con luz propia.
Juan Diego Flórez sigue creciendo como cantante, como fenómeno mediático y como músico versátil, quizás
luchando por deshacerse de la etiqueta de tenor rossiniano que durante algún tiempo se le colocó casi en exclusiva.
Durante los últimos años lo hemos visto interpretando Così fan tutte, Linda di Chamounix, Orphée et Euridice… y
ahora llega con Les pêcheurs de perles, en el papel de Nadir, que, según asegura, “es un rol que siempre he querido
hacer”. Tiene el privilegio de poder escoger él mismo los papeles, de modo que “elijo todos los roles sin presión, lo
que siento que pueda cantar”. Llega a Madrid con el personaje rodado y a punto para hacer disfrutar una vez más a
sus fans. Su primer Nadir se escuchó hace pocos meses en Las Palmas de Gran Canaria, donde el cantante encuentra
un público fiel. De ahí que estrenar papeles en la tierra de su admirado Alfredo Kraus empiece a ser una tradición en
su carrera.
Su admiración por Kraus es solo comparable a la que sintió por Luciano Pavarotti, al punto que considera “uno de los
momentos más importantes de mi carrera” cuando empezó a escuchar sus voces en el radiocasete: “Me fascinaba
cómo podían hacer esos agudos luminosos, comunicar con el público de esa manera y desatar ese furor”. Flórez
explica que aprendió muchísimo de Alfredo Kraus y que “en algunos aspectos me parezco a él: su respiración, sus
agudos, su elegancia, su línea podríamos decir aristocrática…”. De Pavarotti asegura haber recogido “la comunicación
a través de la voz, y esa calidez”, aunque hay una diferencia: “Su voz era un don divino, que incluso se notaba cuando
simplemente hablaba. Era bella gracias a los armónicos”. “Yo tengo una voz más seca cuando hablo”, admite.
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Años después de escuchar aquellos casetes sería el tenor modenés quien diera un espaldarazo definitivo a su
carrera. Al retirarse de los escenarios, en 2003, se refirió a él como su verdadero heredero: destacó su inteligencia,
su técnica y su “bellísima voz”. Desde entonces, Flórez se ha afincado en lo más alto del estrellato y ha sabido
mantenerse ahí.
Una posición que muchos envidiarían, cierto, pero que cuando se alcanza parece tener un matiz diferente: “Los
halagos pesan. Es una presión muy grande, pero está bien tenerla”, afirma. “Lo importante es hacer bien las cosas,
soy muy perfeccionista, siempre me gusta dar al público lo mejor, me esfuerzo mucho, siempre estudio”. Para Flórez,
“cada representación es de alguna manera un examen”. Recuerda que “cuando era más joven, no me preocupaba
demasiado si una función no era tan buena como las demás, pero ahora las cosas han cambiado, y es un reto tras
otro”. Es el precio de la fama, “pero no me quejo”. “Parece que todo el mundo está esperando a poder criticar algo,
porque ahora todos los focos están sobre mí”, pero “esto me motiva para estar siempre en buena forma, revisando
continuamente mi técnica, mi expresión y mi interpretación”. Y asegura: “en cierto modo, necesito ese tipo de
presión”.
Un tenor mediático
Pero además de la técnica está la comunicación. También en este campo destaca Flórez. Tenor mediático, se sabe en
deuda con su público y por eso intenta estar a la altura: “Creo que soy uno de los más próximos con el público, con
mis fans. Los seguidores son los que te hacen, y algunos son tan entregados que merecen sin duda tu tiempo, tu
sonrisa y tus besos”. “Algunos de ellos se organizan en grupos e incluso viajan juntos para asistir a las funciones”,
hace notar. Aunque Los pescadores de perlas ha quedado inevitablemente a la sombra de la popularísima Carmen, ya
en ella se aprecian muchos de los rasgos que Bizet dejaría para la posteridad. Instrumentación brillante y delicada, y
melodías sugerentes para lucimiento de los solistas, pensando siempre en cómo transmitir emociones al público,
configuran una partitura con páginas memorables. Al ya mencionado dúo de la amistad, “Au fond du temple saint”,
se le añade el dúo de amor entre Nadir y Leïla, además de arias como “Je crois entendre encore”. Un lujo en el
repertorio de tenores como Flórez. No es de extrañar que sea un papel que destacados artistas han querido
interpretar.
Quizás este Nadir se enmarque en el trabajo que Flórez ha llevado a cabo en los últimos años para configurar un
abanico más amplio de papeles. Él mismo admite que “mi voz encaja bien con Rossini, y a mí me gusta su música,
pero eso no quiere decir que tenga que estar cantando siempre Rossini”, explica.
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Sobre los próximos papeles en los cuales podremos escucharle guarda una cierta discreción, pero tiene claro que
seguirá incorporando personajes a su repertorio. Para él, cantar y estudiar nuevas obras es una experiencia
emocionante, comparable con estar en la cresta de una ola subido en una tabla de windsurf: “Acostumbraba a
practicar el surf en Perú. Tienes la misma sensación que cuando estás cantando esas cabalettas y coloraturas: estás
en lo alto de la ola, y sientes la energía creciendo y creciendo bajo tus pies”. Símil marino, pues, para una obra
ambientada en un pueblo de pescadores. Flórez en estado puro para deleite no sólo de sus incondicionales.
Pep Gorgori
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BIOGRAFÍAS
Daniel Oren
Director musical
Nació en el Estado de Israel y estudió piano, violonchelo, canto, armonía y contrapunto. Luego perfeccionó sus estudios
en Europa, dedicándose casi exclusivamente a la dirección de orquesta. En 1975 ganó el premio Herbert von Karajan que
le permitió lanzarse a una carrera internacional. Después de su presentación en los Estados Unidos, participa en el
Festival di Due Mondi de 1978, donde consolida su fama en Italia. Fue director de la Ópera de Roma y, posteriormente, del
Teatro Verdi de Trieste. Luego ha sido director musical del San Carlo de Nápoles y del Carlo Felice de Génova. En los
últimos Oren continúa dirigiendo en los principales teatros italianos (Florencia, Parma, Turín, Venecia, etc.), así como
europeos, americanos y asiáticos (Nueva York, Londres, Viena, Buenos Aires, Tokio, Houston, Dallas, San Francisco, etc.).
En la Opéra Bastille de París obtuvo un éxito sin precedentes junto a Leo Nucci, Roberto Alagna y Angela Gheorgiu. Su
predilección por la ópera, con un repertorio que abarca los más importantes títulos italianos del romanticismo y del
verismo, se combina con su pasión por la música sinfónica. Ha dirigido con éxito las orquestas más importantes, entre las
que destacan la Accademia di Santa Cecilia en Roma, la Orquesta del Maggio Musicale Fiorentino, la Orquesta Filarmónica
de Israel, la Filarmónica de Berlín y las orquestas de radio de Múnich, Colonia, Stuttgart, Fráncfort y Berlín, entre otras. En
1994, su dirección de Nabucco en la temporada inaugural de la Nueva Ópera Israelí representó un momento culminante
en su carrera. Combina con pasión su trabajo en el mundo de la música con el amor por su patria, con el fin de encontrar
el mejor camino para la paz y la tolerancia. Es director artístico del Teatro Verdi de Salerno. También es invitado de forma
habitual a París, Londres, Tel Aviv, Verona, Florencia, Madrid, Colonia y Barcelona. (www.danieloren.com)
Patrizia Ciofi
Léïla
Una de las sopranos líricas más importes del momento, realizó su formación musical en Livorno y Siena e inició su carrera
artística en Florencia. Se ha presentado en escenarios tan prestigiosos como la Opéra national de Paris, el Covent Garden
de Londres, La Scala de Milán, la Staatsoper de Viena y en los festivales de Pésaro y Salzburgo. En ellos ha interpretado los
papeles más importantes de su cuerda, como el de Susanna (Le nozze di Figaro), Mimì (La bohème), Amina (La
sonnambula), Donna Anna (Don Giovanni), Corinna (Il viaggio a Reims), Amenaide (Tancredi) y los protagonistas de Lucia
di Lammermoor, L’incoronazione di Poppea, La traviata y Maria Stuarda. Ha colaborado con importantes directores
musicales (Maazel, Mehta, Muti, Pappano y Zedda). Recientemente ha cantado Roméo et Juliette en Bilbao y Marsella, La
fille du régimen y Robert Le Diable en Londres y Les pêcheurs de perles en Las Palmas y Nápoles. En el Teatro Real ha
participado en L’elisir d’amore, Tancredi y Rigoletto, así como en un recital lírico de Grandes Voces.
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Juan Diego Flórez
Nadir
Uno de los tenores belcantistas más destacados de todos los tiempos, comenzó sus estudios musicales en su ciudad natal,
Lima (Perú), continuándolos en el Instituto Curtis de Filadelfia. Su debut oficial tuvo lugar en 1996 con Matilde di Shabran
en el Festival Rossini de Pésaro. Desde entonces ha realizado una meteórica carrera internacional, basada en obras de
Donizetti, Bellini y Rossini, en La Scala de Milán, el Metropolitan de Nueva York, la Staatsoper de Viena, el Covent Garden
de Londres y la Opéra national de París. Entre sus más recientes actuaciones destacan los personajes del vizconde de Sirval
(Linda di Chamounix) en el Liceu de Barcelona, Nemorino (L’elisir d’amore) en el Metropolitan de Nueva York, Tonio (La
fille du régiment) en la Opéra national de Paris y Nadir (Les pêcheurs de perles) en la Ópera de Las Palmas. En el Real ha
participado en Il barbiere di Siviglia y Orfeo ed Euridice, en versión de concierto, y en un recital lírico de Grandes Voces
(www.juandiegoflorez.com)
Mariusz Kwiecien
Zurga
Este barítono polaco fue alumno del Programa Joven Artista del Metropolitan. Premiado en el concurso Francisco Viñas de
Barcelona en 1997, ha interpretado los personajes más importantes para su cuerda en el Metropolitan de Nueva York (La
bohème, Don Giovanni, Le nozze di Figaro, I pagliacci, Don Pasquale, Carmen, L’elisir d’amore, Lucia di Lammermoor), la
Staatsoper de Viena (Don Giovanni, L’elisir d’amore, I puritani), la Opéra national de Paris (L’elisir d’amore, Król Roger), La
Scala de Milán (Der Freischütz) y la Royal Opera de Londres (La traviata, Don Giovanni, Le nozze di Figaro, La bohème).
Otros papeles de especial mención en su repertorio son Eugenio Oneguin, el Conde de Almaviva (Le nozze di Figaro),
Riccardo (I puritani), Escamillo (Carmen) y Guglielmo (Così fan tutte). Recientemente ha participado en las óperas Król
Roger en Bilbao y Santa Fe, L’elisir d’amore en Nueva York y Don Giovanni en Tokio y Los Ángeles, y en una gala lírica en
Praga. En el Real ha cantado Le nozze di Figaro, Eugenio Oneguin y Król Roger (www.mariuszkwiecien.com).
Roberto Tagliavini
Noyrabad
Uno de los jóvenes bajos italianos más solicitados en la actualidad, debutó en 2005 como Dios infernal (Alceste, de Gluck)
en su ciudad natal (Parma). Desde entonces se ha presentado en muchos teatros italianos (La Scala de Milán, el Verdi de
Trieste, el Massimo de Palermo, el San Carlo de Nápoles, el Comunale de Bolonia) y algunas ciudades del extranjero como
Leipzig (Alemania), San Galo (Suiza), París (Francia) y el Festival de Salzburgo. En estos y otros compromisos ha colaborado
con destacados directores musicales (Gergiev, Bartoletti, Maazel, Abbado y Barenboim) en óperas como Il trovatore, Aida,
Otello, I due Foscari, Benvenuto Cellini, Roméo et Juliette, Il turco in Italia, Il barbiere di Siviglia, La serva padrona y
L’arlesiana, entre otras. Entre sus últimas actuaciones destacan sus interpretaciones como Mustafà (L’italiana in Algeri) en
Trieste, Ramfis (Aida) en Cagliari, Raimondo (Lucia di Lammermoor) en Génova y Almaviva (Le nozze di Figaro) en Tolón. En
el Real ha cantado I puritani, en versión de concierto.
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