PLATÓN. LA FORMACIÓN DE LA POLIS GRIEGA La historia de Grecia en su etapa clásica se caracteriza por dos hechos significativos, las polis y la democracia. Tras la desaparición de la civilización micénica los griegos formaron pequeñas comunidades, que evolucionaron en el siglo VIII a.C., y se convirtieron en ciudades. Estas ciudades se conocieron con el nombre de “ciudades estado” o polis. A diferencia de las ciudades de los grandes imperios (Mesopotamia, Egipto, Persia), que estaban organizadas alrededor del palacio real y del templo, el centro de la polis lo constituía el ágora, un espacio abierto donde los ciudadanos acudían para comerciar e intercambiar ideas. El tamaño de las polis era variado pero generalmente son de poca extensión. Como extremos se podían encontrar a Atenas con 2600 km2, y en la isla de Ceos de 173km2 había cuatro polis. Las polis se constituyeron como una unidad política, social y económica de Grecia, pero aunque compartían una lengua, religión, lazos culturales y una identidad étnica e intelectual que exhibían con orgullo, los habitantes de estas ciudades no pudieron fundar un estado unificado. Existía una gran rivalidad entre las diferentes polis. Los rasgos comunes de las polis se podrían resumir en los siguientes puntos: Extensión territorial reducida que permite que sus habitantes se conozcan entre sí. Autarquía y autosuficiencia. La polis tiene que ser capaz de producir lo suficiente para abastecer a la población. Eran independientes económicamente. Independencia política (autonomía). La polis no puede estar sometida a otra ciudad ni a poder extranjero. Culto religioso común. El Estado y la religión estaban muy unidos en todo el mundo antiguo. La religión era un elemento unificador (ritos, fiestas religiosas…) Defendían un espíritu cívico, el respeto a la ley y la participación de los ciudadanos en los asuntos de la comunidad. El ciudadano daba prioridad a su vida pública antes que a la privada, vivía para la ciudad y se implicaba mucho en los asuntos políticos. Las polis no tienen como fin la supervivencia (propia de los pueblos), sino también el perfeccionamiento humano. Aristóteles define la polis como “la comunidad de familias y aldeas en una vida perfecta y suficiente cuyo fin común son la buenas acciones y no sólo la convivencia”. En cuanto a la población, Esparta tuvo 9.000 habitantes es su apogeo y se estabilizó con 2.000. Atenas llegó a tener 40.000. Según Platón, la ciudad ideal habitantes. debe tener no más de 5.000 Estructura social formada por ciudadanos, portadores de derechos y esclavos sin derechos. Los ciudadanos eran los miembros de la polis que tenían derecho a tomar parte en la vida política. Ser ciudadano era un privilegio y como tal posición privilegiada no podía ser asequible a cualquiera. La polis también albergaba a población extranjera (metecos), hombres libres que vivían en la ciudad y no formaban parte de su vida política. Era el segundo grupo más importante y podía llegar a ser muy voluminoso. Los esclavos eran la clase social más baja. Su origen se remonta a los efectos de las guerras, de la piratería, de la exposición de niños no deseados o incluso, provocados por el impago de deudas contraídas. Podían desempeñar cualquier oficio: había esclavos trabajando en la industria, las minas, el comercio, dentro de casa, en el campo y los servicios públicos. Había esclavos privados y públicos. Los públicos pertenecían al Estado (vivían en sus casas con sus familias). Los esclavos no tenían derechos civiles, pero participaban en el culto público. Podían comprar su libertad u obtenerla de su amo por múltiples circunstancias. Los principios sobre los que se asentaba la democracia ateniense eran la libertad (eleutheria), la igualdad de palabra o libertad de expresión (isegoría) y la igualdad ante la ley (isonomía). La democracia ateniense se vio interrumpida por el régimen de los Treinta Tiranos, dos de los cuales eran primos de Platón, quien pronto se sintió decepcionado por la sangrienta represión del gobierno, sobre todo tras la condena y muerte de su maestro Sócrates en el año 399, ya restaurada la democracia. La muerte de su maestro Sócrates provocó en Platón la quiebra de la fe en la reforma de la sociedad. En el año 388 emprenderá un viaje a Siracusa movido por el deseo de poner en práctica sus doctrinas políticas en la Magna Grecia, dentro de la corte del Tirano Dionisio. Pero la aventura resultó se un fracaso y volvió a Atenas para fundar la Academia e intensificar su actividad filosófica. De viejo, repetirá dos viajes más a Siracusa con la misma experiencia negativa, haciendo que profundice mucho más en su producción teórica a su regreso definitivo a Atenas, donde se recluirá en la Academia para vivir sus últimos días. PLATÓN. ANTECEDENTES PRESOCRÁTICOS: HERÁCLITO, PARMÉNIDES Y ANAXÁGORAS En el siglo VI a.C. los filósofos presocráticos plantean una nueva forma de comprender la realidad: existe en el Universo un orden necesario que el ser humano puede descubrir a través de su razón. Estamos ante el inicio del caminar filosófico; la naturaleza, physis, se convierte en el punto de mira de los primeros filósofos o físicos y con ellos arranca la historia de la filosofía occidental. A partir del siglo V, en Elea y en Éfeso, se van forjando dos concepciones diferentes del Universo, dos cosmovisiones que darán que hablar y que están representadas por Parménides de Elea, fundador de la escuela de los eleatas y Heráclito de Éfeso, el solitario, el oscuro. Suele decirse que Heráclito y Parménides transmiten una concepción opuesta del Universo. Aunque, bien mirado, debería afirmarse que ambos compartían un terreno vivencial expresado de modo distinto o, en todo caso, recalcando caras distintas de la misma Realidad. La Realidad puede ser aprehendida desde el punto de vista absoluto o desde el punto de vista relativo, conformando ambas una única verdad. Cabe señalar que la filosofía de efesio se asemeja enormemente al Taoísmo. Los filósofos chinos hablan de la Realidad con Tao, la Esencia que se manifiesta en la danza armoniosa del Ying y del Yang, los opuestos universales. La vida abarca tanto la unidad como la pluralidad, el orden y el caos, lo bueno y lo malo, el relax y la tensión, el ser y el devenir, el día y la noche, la vida y la muerte, el sujeto y el objeto, lo bello y lo feo, el placer y el dolor. Heráclito supo mostrar como nadie dicho dinamismo paradójico. Para Heráclito, lo esencial del mundo es el cambio: “panta rei”, todo fluye. “No te puedes bañar dos veces en el mismo río”, cuando vuelves a él ya no es la misma corriente de agua, ni tú el mismo ser humano. El devenir no es caótico sino que está dirigido por el “LOGOS” o razón universal. Parménides hace hincapié en la inmutabilidad de la realidad: todo permanece, aunque todo parezca pasar. La doctrina de Parménides contradice nuestro conocimiento inmediato del mundo: el mundo no “es” como “parece” ser. Parménides introduce la distinción entre razón y sensibilidad, entre verdad y apariencia (opinión) y otorga la primacía a la razón por encima de las apariencias sensibles y engañosas. Esta postura filosófica se puede llamar “racionalismo”. El problema del conocimiento se convierte así en un problema filosófico fundamental. Son evidentes las influencias que tanto Heráclito como Parménides provocaron el la filosofía platónica y aristotélica. Platón está seducido por la versión parmenídea y caracteriza a su M.I. con los atributos del ser que el eleata había expuesto. También Heráclito está presente en el devenir del Mundo sensible platónico. La gnoseología del ateniense plantea también un mundo de la verdad (M.I.) y un mundo de la opinión (M.S.). Será una constante en la historia de la filosofía la contraposición entre sentidos y razón. Quizá sea la filosofía kantiana la que logre armonizar estos “pretendidos opuestos” haciéndolos a ambos necesarios aunque destacando, eso sí, la importancia de lo que aporta la razón a la hora de conocer. Volviendo a la filosofía presocrática, Anaxágoras acepta como evidente el razonamiento parmenídeo de que ninguna realidad nueva puede originarse: todo existe desde siempre. Hay partículas u homeomerías de todas las sustancias del universo: “todo participa de todo”, dice Anaxágoras. ¿Cómo se origina el movimiento? Anaxágoras recurre a una causa exterior, el entendimiento, el Nous, que imprimió a la materia inerte un movimiento de remolino. El recurso por parte de Anaxágoras al entendimiento abre nuevas perspectivas, que más tarde serán recogidas por Platón y Aristóteles. En Anaxágoras aparece por primera vez de modo explícito la idea de un dios como principio rector de Universo. Esto parecía llevar a una concepción del universo como resultado de una inteligencia que actúa conforme a fines, de modo tal que el resultado de los procesos naturales sea la máxima perfección y belleza. Sin embargo Anaxágoras, para decepción de Platón y Aristóteles, apenas desarrolló este aspecto implícito en su cosmología, concediendo el papel fundamental en la construcción del Universo al remolino y, por tanto, a fuerzas de tipo mecánico. La filosofía de Anaxágoras se halla, pues, entre el finalismo y el mecanicismo. Platón dará al Demiurgo un mayor valor en la formación y explicación del mundo físico y Aristóteles encontrará en el Motor Inmóvil (“pensamiento del pensamiento”) la perfección que desea alcanzar, como finalidad última, el cosmos. PLATÓN. LOS SOFISTAS Y SÓCRATES En la segunda mitad del siglo V a.C. se produce un cambio notable en los intereses intelectuales del mundo griego. Los temas relativos a la naturaleza. A la cosmología, pasan a un segundo plano y los pensadores de la época se vuelcan principalmente en cuestiones relacionadas con el ser humano, con la educación, la moral y la política. Para caracterizar este cambio de intereses se utiliza a menudo la expresión “giro antropológico”. Esta orientación de la filosofía hacia los asuntos humanos tiene especial relevancia en Atenas, centro económico, político e intelectual de la Grecia antigua, y fue llevada a cabo por un conjunto de intelectuales a los que suele denominarse sofistas, y por Sócrates, maestro durante 20 años de Platón. En el siglo V a.C., en pleno desarrollo de la democracia, maestros ambulantes, forasteros en la polis, venden su saber. Enseñan (cobrando) a los jóvenes pudientes saberes prácticos: antropología, lingüística, derecho, política… No eran propiamente filósofos pero tenían en común una actitud que sí puede llamarse filosófica: el escepticismo y el relativismo. No creían que el ser humano fuese capaz de conocer una verdad válida para todos. Cada quien tiene “su” verdad. Decía Protágoras: “como cada cosa me parece, así es para mí; y como aparece a ti, así es para ti” Este pensamiento sienta las bases del homomensura (el hombre es la medida de todas las cosas). Los sofistas consideran que ni la moral ni las leyes responden a la naturaleza (physis), sino que son realmente nomos, es decir, resultado de las convenciones humanas. Los hombres pueden establecer un orden social y moral totalmente distinto. Con esto, se sientan las bases de la discrepancia entre las concepciones del llamado “iusnaturalismo” que considera que hay leyes jurídicas y morales inherentes a la naturaleza y el llamado “positivismo jurídico”, que considera que las reglas están vigentes por imposición humana. El escepticismo de Gorgias llega a plantear como tesis defendible el nihilismo (nada existe) oponiéndose de esta forma a Parménides (todo es). El máximo grado de habilidad de los sofistas consistía en convencer a su auditorio de algo, para de inmediato demostrar lo contrario. Cultivaban y enseñaban como un componente fundamental de la educación, la retórica, arte de convencer mediante la palabra. También daban gran importancia a la eurística o arte de polemizar. Protágoras alaba la habilidad de la persuasión: “poder convertir en sólido y fuerte los argumentos más débiles”. Gorgias dice que con las palabras se puede envenenar o embelesar. El arte de la persuasión no está al servicio de la verdad sino de los intereses del que habla. Los sofistas recibieron críticas, especialmente duras, de Sócrates y Platón quienes les despreciaban por atribuirles un desmedido afán de lucro. Platón los califica de “mercaderes de golosinas del alma” y “traficantes de sabiduría”. Sócrates se ocupó de los mismos temas que los sofistas pero desde una concepción del mundo totalmente distinta. Sócrates se remonta desde las cosas bellas, buenas y justas hasta la belleza, la bondad y la justicia, es decir, a la esencia de las cosas, a la definición universal. Saber equivale a ser bueno y a que la nitidez intelectual coincida con la rectitud moral (intelectualismo ético), conocimiento y virtud se identifican. Su preocupación era la conducta degradada de sus conciudadanos, de la que sólo se podrá salir a través de la curiosidad intelectual y la capacidad de conocer la verdad. Tan convencido estaba Sócrates de que la arete (virtud) era conocimiento que le parecía evidente que si los hombres llegaban a entender qué era el bien o lo justo escogerían el bien y lo justo. Nadie escoge conscientemente el mal, los que escogen el mal lo hacen por ignorancia. Si un panadero hace mal el pan es porque no sabe hacer pan y no porque quiera hacer mal pan. El primer paso hacia la verdad es barrer de la mente prejuicios, ideas incompletas, errores que generalmente llenan la cabeza de la gente e impiden el descubrimiento de la verdad. Es necesario el reconocimiento de la propia ignorancia (ironía) para posteriormente y de forma abierta y dialogada descubrir la verdadera esencia (mayeútica). Este es el método socrático para llegar a la verdad, la dialéctica, el diálogo. La palabra diálogo significa la búsqueda del conocimiento entre dos. Es precisamente esta metodología la que utiliza Platón en sus “Diálogos”. La idea principal en la que Sócrates se apartó de los sofistas fue su afirmación rotunda acerca de la existencia del Bien, sustentando la existencia de valores absolutos, en contraposición al relativismo de los sofistas. En el alma de cada hombre están presentes de forma innata los conceptos de todas las cosas, y mediante la introspección es posible alcanzar a descubrir la vedad existente en el interior de uno mismo. De ahí la expresión célebre que Platón pone en labios de Sócrates “conócete a ti mismo”. De Sócrates dirá Cicerón:”hizo que la filosofía bajase del cielo a la tierra, y la dejó morar en las ciudades y la introdujo en las casas, obligando a los seres humanos a pensar en la vida, en las costumbres, en el bien y el mal”. La muerte de Sócrates quedará como ejemplo imperecedero de su necesidad moral de defender sus convicciones más que su vida. Es patente la enorme influencia que Sócrates dejó en la filosofía platónica: el interés por los temas éticos y su conexión con la política, el diálogo como método de conocimiento, la creencia en la verdad como algo interior al sujeto, el intelectualismo ético… Es indudable que el encuentro con Sócrates condicionó y orientó el pensamiento platónico. El propio Aristóteles, en su Metafísica, le reconoce a Sócrates lo siguiente:”dos cosas hay que atribuirle con justicia a Sócrates: el argumento inductivo y la definición general”. ARISTÓTELES. CRÍTICA DE LA DOCTRINA PLATÓNICA “Todos los hombres tienen por naturaleza el deseo de saber”. Con estas palabras se inicia el libro primero de la Metafísica de Aristóteles. Ese deseo de saber culmina en la adquisición de la sabiduría que consiste, para Aristóteles, en el conocimiento de las causas y los principios del ser. Y ese conocimiento es el objeto de la metafísica, de la ciencia de las primeras causas y principios del ser, el conocimiento del ser “en cuanto ser”, el conocimiento de la causa última de la naturaleza y de la realidad. La metafísica aristotélica se elabora en buena medida como reacción a la teoría de las Ideas de Platón. No parece que Aristóteles haya manifestado ninguna oposición crítica a la teoría de las Ideas durante su permanencia en la Academia. Todo indica que las primeras críticas a la teoría de las Ideas se elaboran luego de su abandono de la Academia, cuando Aristóteles comienza a perfilar su propia filosofía. Hay que recordar, sin embargo, que ya el propio Platón había criticado la teoría de las Ideas en el Parménides, y que probablemente la teoría de las Ideas había sido objeto de numerosas controversias en la Academia. No tiene sentido, pues, buscar en la crítica aristotélica a la teoría de las Ideas ningún tipo de razón personal que pudiera haber enfrentado a Aristóteles con Platón. Aristóteles llega a afirmar: “amo mucho a Platón pero más amo la verdad”. Aristóteles estará de acuerdo con Platón en que hay un elemento común entre todos los objetos de la misma clase, el universal, la Idea, que es la causa de que apliquemos la misma denominación a todos los objetos del mismo género; admitirá, por lo tanto, que ese universal es real, pero no que tenga existencia independiente de las cosas, es decir, que sea subsistente. La teoría de las Ideas, al dotar de realidad al universal, a la Idea, duplica sin motivo el mundo de las cosas visibles, estableciendo un mundo paralelo que necesitaría a su vez de explicación. Tampoco es capaz de explicar el movimiento de las cosas, que era uno de los motivos de su formulación (recordemos que al igual que los pluralistas intentaban con su propuesta explicar la permanencia y el cambio, la teoría de las Ideas se propone con la misma finalidad); ahora bien, esta teoría no ofrece ningún elemento para explicar el movimiento, el cambio, ya que siendo las Ideas inmóviles e inmutables, si las cosas son una imitación de las Ideas deberían de ser también inmóviles e inmutables; pero si cambian ¿de dónde procede ese cambio? Aristóteles considera que la teoría de las Ideas es imposible, ya que establece una separación entre el mundo visible y el mundo inteligible, es decir, entre la sustancia y aquello por lo que una sustancia es, su forma o esencia. Las Ideas, en efecto, representa la esencia de las cosas, es decir, aquello por lo que las cosas son lo que son. ¿Cómo es posible que aquello por lo que algo es lo que es no resida en el objeto, sino fuera de él? ¿Cómo es posible que aquello que hace que el hombre sea hombre, su esencia, la Idea de hombre, no resida en el hombre, sino que exista independientemente de él? Las formulaciones de Platón para intentar explicar la relación entre las Ideas y las cosas, las teorías de la participación y imitación, lejos de explicar dicha relación, no son más que metáforas. Ya el mismo Platón había hecho una autocrítica en el Parménides; Aristóteles insistirá en su crítica con el argumento del “tercer hombre”: si el hombre es el resultado de la imitación de la Idea de hombre, y tal idea es entendida como una entidad de carácter individual, ¿A qué otra realidad imita la Idea de hombre? Debe existir un tercer modelo de hombre para explicar la similitud entre el hombre concreto y la Idea de hombre, del mismo modo que se postula la Idea de hombre para explicar las similitudes entre los hombres concretos. De este modo encadenaríamos hasta el infinito la exigencia de un modelo del modelo, lo que nos llevaría al absurdo. Por otra parte, las cosas no pueden provenir de las Ideas; sin embargo, es esa una afirmación crucial de la teoría de las Ideas, al concebir que las Ideas son causa de las cosas; no obstante, es el mismo Platón en el Timeo quien explica que las Ideas son sólo el modelo en el que se inspira el Demiurgo para modelar las cosas, es decir , las causas ejemplares de las cosas, pero no sus causas eficientes. En esta crítica a la teoría de las Ideas se vislumbran ya los fundamentos de su propia metafísica: ante la imposibilidad de que las Ideas expliquen coherentemente la causa de lo real propondrá la teoría de las cuatro causas del ser; y ante la irrealidad de las Ideas, propondrá su teoría de la sustancia. La inconsistencia de la explicación del cambio le llevará a proponer la distinción entre ser en acto y ser en potencia. ARISTÓTELES. EL PROCESO DE ABSTRACCIÓN FRENTE AL ACCESO DIALÉCTICO DE LAS IDEAS DE CORTE PLATÓNICO A diferencia de Platón, Aristóteles no va a desdeñar la sensación y la imaginación como fuentes de conocimiento. Es más, la sensación será considerada como el origen del conocimiento. Por lo tanto, puede decirse que Aristóteles mantiene una postura claramente empirista, en consonancia con su concepción física y ontológica de la realidad. Este mundo que vemos, percibimos y experimentamos es el único existente: el mundo sensible, del cual forman parte todas las sustancias individuales que conocemos, compuestas de materia y forma y portadoras de racionalidad. Las esencias, al ser inherentes a la materia, permite que el conocimiento tome su origen en las cosas mismas, sin tener que ir a la búsqueda de principios absolutamente trascendentes y separados del mundo sensible para acceder a la verdad. El mundo sensible ya no es una apariencia ni una mala copia de otro mundo y sus características no son tampoco ficciones que nos lleven a errar. El movimiento, los cambios son tan reales como las cosas que los producen o padecen. Las cosas llevan en sí mismas (como su forma), de modo inmanente, su principio de inteligibilidad. Si para Platón la sensación (o conocimiento de lo sensible mediante los órganos sensoriales) no proporcionaban un verdadero conocimiento, debido al carácter separado de las Ideas, en Aristóteles la sensación será la fuente básica y primera del conocimiento, es decir, su origen. Será el entendimiento (nous) aquella facultad encargada de captar lo universal, las esencias universales inmanentes a las cosas como su forma (morphé): captamos por la inteligencia (noús) la idea de caballo, el concepto universal “caballo” que se aplica (y define) a todos los caballos particulares de los cuales podamos tener un conocimiento sensible. La abstracción traduce el término aristotélico “aphairesis”: eliminación de las cualidades y determinaciones sensibles hasta llegar a la esencia que define a ese ente. La abstracción es un proceso inductivo porque no accedemos directamente a las ideas o conceptos universales; lo universal no se haya separado de las cosas, como en Platón, sino radicado en las sustancias como su forma (morphé). Tampoco son éstas innatas al modo platónico. Sólo tenemos acceso a las cosas concretas y, desde ellas, acumulando experiencias, accedemos a las esencias universales; por lo tanto, desde lo particular ascendemos a lo universal, y en esto consiste la inducción. Platón también basa el conocimiento universal en la captación de las Ideas pero, a diferencia de Aristóteles, este proceso se produce dialécticamente. Supone una ascensión del mundo físico al Ideal, donde están presentes las esencias, Ideas de todas las cosas y que culmina en la Idea de Bien al que Platón concibe como principio ontológico, epistemológico, ético, político y estético. Las Ideas están ya presentes en el alma humana (innatismo) por lo que su conocimiento no es más que recuerdo (reminiscencia). Platón también propone una dialéctica emocional; el amor tiene la capacidad de elevarnos al mundo Ideal y al descubrimiento de las Ideas. Son claras y patentes las diferencias entre Aristóteles y Platón: al realismo y empirismo aristotélico se opone el idealismo y racionalismo platónico. A lo largo de la historia de la filosofía estas posturas seguirán enfrentadas. Kant intentará aunarlas y superarlas con su idealismo trascendental: todo conocimiento empieza experiencia pero no todo él deriva de ella. por la ARISTÓTELES. EL TRÁNSITO HACIA EL MUNDO HELENÍSTICO La helenística fue un período histórico griego de gran inestabilidad política y social que se extendió desde la muerte de Alejandro Magno (323 a.C.) hasta el fin de la República romana (31 a. C.) y en el que destacaron una serie de escuelas filosóficas (estoicismo, epicureísmo, estoicismo…) que se caracterizaron por su eclecticismo y su interés en los problemas éticos y antropológicos. En esta última etapa del pensamiento griego las preocupaciones filosóficas fundamentales se refieren a cuestiones morales y a la felicidad. La filosofía se convierte en un saber práctico; precisamente la expresión “tomarse las cosas con filosofía” tiene su origen en este ideal de filosofía práctica desarrollado en el helenismo. Las soluciones éticas ya no son soluciones políticas como en Platón y Aristóteles, sino soluciones que comprometen a cada uno en particular. Este individualismo que claramente se observa en el epicureísmo está muy lejos de los ideales morales y políticos de la época clásica. Epicuro desarrolló su tarea y proyecto filosófico durante la época helenística. Nacido en la isla de Samos en el 341 a. C., Epicuro, rodeado de unos cuantos amigos y discípulos, fundó una pequeña comunidad filosófica en una casa situada entre Atenas y el Pireo, donde se dedicó a enseñar e inculcar su filosofía del jardín hasta su muerte en el año 270 a.C. La finalidad de su filosofía era eminentemente práctica, encaminada sobre todo a procurar el sosiego necesario para una vida feliz y placentera en la que los temores al destino, a los dioses o a la muerte quedarán por siempre eliminados. Si el máximo bien que un hombre puede alcanzar es la felicidad (eudaimonía), ésta se identifica con el placer, entendido como la total ausencia de dolor. Ahora bien, no todos los placeres han de ser escogidos, ya que algunos pueden producirnos, a la larga, dolores mayores que el placer que nos proporcionan. Ha de hacerse un sabio cálculo entre las ventajas y desventajas para conseguir un máximo placer y un mínimo dolor, utilizando las virtudes como medios, no como fines, para tratar de alcanzar en todo momento la máxima felicidad posible. El estoicismo fue fundado por Zenón de Kitión, quien en 306 a.C. abrió su escuela en Atenas en un lugar llamado “Pórtico pintado”, de donde viene el nombre de la escuela (Stóa poikíle). La filosofía estoica tomó abundantes materiales de los filósofos presocráticos y de la filosofía platónica y aristotélica, aunque también fue original en muchos aspectos. Séneca fue el máximo representante del Estoicismo Nuevo en Roma, el cual se caracteriza por mantener el interés, como ya hizo el Estoicismo Medio representado por Cicerón, por las cuestiones éticas y antropológicas, realizando una filosofía que sirviera de guía para la vida, una serie de normas para vivir conforma a la naturaleza y a la inexorable ley de la providencia. Séneca nos invita a derrotar espiritualmente los reveses de la fortuna, absteniéndonos de los placeres, despreciando la posesión de las riquezas, y dejando de lado ciertas pasiones como la ira, la angustia o el propio aburrimiento. El ideal de sabio es aquel que se somete a la necesidad, sabiendo que pertenece a un universo donde todo hombre es “ciudadano del mundo” (cosmopolitismo). La filosofía sirve de consuelo y remedio ante las calamidades de nuestro destino. Por ello, el filósofo ha de ser un pedagogo dedicado a enseñar a vivir bien a los demás seres humanos con los que convive en la ciudad. La influencia del estoicismo va a ser determinante en siglos posteriores y el pensamiento cristiano asumirá ciertos rasgos estoicos que parecen ser compatibles con el cristianismo. AGUSTÍN DE HIPONA. HELENISMO: FILOSOFÍA Y CRISTIANISMO LAS NUEVAS IDEAS FRENTE AL MUNDO GRIEGO El cristianismo no es una filosofía propiamente dicha, sino una religión que en menos de tres siglos se convirtió en la religión oficial del Imperio romano, y se arraigó tan profundamente a los más esenciales aspectos de la cultura occidental que logró sobrevivir a la caída del propio imperio y convertirse en el sustrato básico de la civilización occidental. De hecho la filosofía occidental ha quedado marcada profundamente por el cristianismo, al igual que el resto de la cultura y el arte. Los filósofos cristianos adoptaron muchas ideas del pensamiento griego pagano. De los escépticos epicúreos adoptaron argumentos contra el politeísmo. Aristóteles les prestó una serie de conceptos filosóficos (como los de sustancia, causa, materia) que eran imprescindibles para tratar los delicados y sutiles temas de la teología cristiana. La moral estoica aportó algunos elementos a la ética cristiana. El platonismo, con su desprecio al mundo sensible, su creencia en la inmortalidad del alma y la afirmación de la existencia de un mundo Ideal fue una prefiguración del cristianismo. Refiriéndose a Platón dijo San Agustín: “Nadie se ha acercado tanto a nosotros”. Sin embargo hay muchos rasgos diferenciadores entre el pensamiento cristiano y la filosofía griega. Para los cristianos (igual que para los judíos) Dios creó el mundo, y por tanto la realidad, de la nada. Dios es un Ser Creador que no pertenece al mundo pero que está siempre en él como conservador y providente. Esta concepción choca frontalmente con la tradición helenística, que considera la mundo eterno. Incluso dentro de la concepción jónica que buscaba un primer arjé de todo lo real, el mundo era eterno. La idea de Creación es ajena al pensamiento griego. Con respecto a la filosofía posterior a los jonios también choca. Pues tanto Parménides como Platón y Aristóteles (cada uno desde sus diferentes perspectivas) consideraban la realidad como inmutable y eterna. Inmutable en el sentido de que no hay transformación de lo que no es- la nada- a lo que es; y eterna porque para ellos no hay un primer momento de iniciación de la realidad principiada por el ser, la idea, o la sustancia aristotélica. Dentro de esta metafísica creacionista cristiana los seres adquieren significación propia como individualidades originadas por un acto de voluntad consciente y amoroso del creador. Para los cristianos hay un Dios Providente, un Dios que interviene en el mundo. Pero Dios no sólo se ocupa y preocupa del hombre, sino que también interviene en la Historia. Dios se hace hombre, y se convierte en el centro de la historia. A partir de Cristo la historia se divide en dos: antes de Cristo y después de Cristo. Esto es inaceptable para la mentalidad griega. El mundo queda ligado a una temporalidad determinada que se aleja del sentido circular de la filosofía griega. La filosofía griega se caracterizó como un pensamiento racional y lógico que anhelaba la búsqueda de la verdad. Sin embargo los cristianos afirman estar en posesión de la verdad absoluta. Mientras los filósofos habían llegado a la conclusión de que ninguno poseía la verdad absoluta (salvo Platón, claro está), los cristianos reclaman que Cristo es la verdad. La fuerza del cristianismo es su afirmación de que Dios es el Verdadero y Único Dios, y que los dioses politeístas grecorromanos son falsos ídolos, y que los razonamientos filosóficos son vanos y fútiles. El Dios cristiano es un Dios personal, Todopoderoso, Eterno, que todo lo sabe, es un Dios Creador, Desde luego Dios no posee ninguna de las características de los dioses grecorromanos, dioses que tenían virtudes y defectos. Dios es Perfección y sobre todo, según el evangelista San Juan, es amor. Incluso la imagen de Dios que transmite el cristianismo es muy distinta a la que transmite el judaísmo, a pesar de hablar del mismo Dios. Los cristianos hablan de un Dios Padre, no del Dios iracundo y atemorizador del Antiguo Testamento. Esta imagen de Dios que proyecta el cristianismo es totalmente nueva, y además, para colmo de la incomprensibilidad para la racionalidad griega, los cristianos afirman que Dios se ha encarnado en un hombre, en Jesús de Nazaret. Como podemos comprobar, esta imagen de Dios como ser inteligente es muy diferente del Zeus aristotélico (primer motor inmóvil que mueve al mundo sin conocerlo). En el cristianismo Dios sí conoce el mundo puesto que es obra suya. Tampoco se parece al demiurgo platónico, pues Dios es creador, y recordemos que el demiurgo sólo ordena el mundo, no lo crea. Racionalmente es mucho más fácil defender el monoteísmo que el politeísmo, y en esto tienen ventaja los pensadores cristianos, pero hay que destacar que el Dios de los cristianos se escapa a cualquier conceptualización racional, y esto es dogma dentro del pensamiento cristiano. Dios no se puede abarcar en conceptos de pensamiento. Lo que conocemos de Dios, sus atributos ontológicos, nos vienen revelados por las Escrituras y los Evangelios y por el Credo. De esta información podemos vislumbrar que el Dios cristiano es UNO, VERDADERO, OMNIPOTENTE, CREADOR, PERFECTO, INTELIGENTE, AMOR Y POR TODO ELLO SUMAMENTE BUENO. Según el pensamiento cristiano, el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios. El hombre tiene un alma inmortal, y habrá una resurrección de los cuerpos. Así, vemos como en el cristianismo el hombre está compuesto de alma y cuerpo. En Platón, y antes en la escuela pitagórica, hay un antecedente de esta concepción. Igualmente que en Platón y Aristóteles, el hombre depende de sus actos, es decir, es libre de elegir el bien o el mal, sólo que esta elección no implica la felicidad o el conocimiento sino la salvación (cielo) o la condena (infierno). Ahora bien, una de las principales aportaciones del cristianismo es la igualdad entre todos los hombres. Los cristianos consideran a todo ser humano como hijo de Dios, como criatura divina. El hecho de que todos los hombres sean hijos de Dios introduce el concepto de hermandad y por tanto de igualdad. Esto implica que socialmente ya no haya más griego-meteco, romano-bárbaro, judío-gentil. También implica la desaparición de la esclavitud. Todo esto, posteriormente, tendrá grandes repercusiones sociales. A partir del siglo II a.C., cuando el cristianismo ya se ha extendido por los dominios del imperio romano, algunos pensadores cristianos retoman aspectos filosóficos para fundamentar mejor su fe ante ataques de escuelas filosóficas romanas y helénicas, y críticas de sectores intelectuales. Curiosamente Platón y Aristóteles, los grandes pensadores de la antigua Grecia, cuyo prestigio parece ser acatado y respetado por todo el orbe filosófico, prestan las bases intelectuales para la fundamentación filosófica de la fe cristiana. Los cristianos encontraron dentro de la teoría platónica algunas semejanzas con respecto a las consideraciones que sobre la realidad hay en la Biblia. La separación entre mundo sensible y mundo inteligible de Platón les sirvió a los cristianos para poder explicar la relación entre vida terrenal y mundo celestial. Recordemos que para Platón el mundo inteligible era el auténticamente real, mientras que el mundo sensible era una copia del mundo inteligible. Para los cristianos el mundo verdaderamente real es el Cielo, que es la máxima aspiración del creyente. El mundo terrenal no es más que un simple tránsito, un camino que hay que recorrer hasta llegar a la verdadera realidad, al verdadero mundo. Para Platón también el mundo sensible tiene su función en dependencia al mundo inteligible. Uno de los atributos de Dios es su perfecta bondad; al haber puesto Platón la idea de Bien como “sol de las ideas” y Plotino (filósofo neoplatónico) la idea de Uno, les será muy fácil a los filósofos cristianos apoyarse en esto para expresar y defender el monoteísmo. Dios es Uno y Bueno. Platón había defendido la inmortalidad del alma, y en esto coincide plenamente con los cristianos, salvo que para éstos, el alma es generada y creada. Platón creyó en un Demiurgo que ordenaba el mundo, los cristianos creen en Dios como Creador del mundo, y por tanto, también como su ordenador. Dios crea y ordena tanto el mundo terrenal como el celestial. A la luz de estos apoyos, la fe cristiana no parece tan incomprensible desde la perspectiva del pensamiento filosófico. La racionalización de la fe desde el platonismo, neoplatonismo y aristotelismo, consiguió un mayor enraizamiento entre las orbes intelectuales. Curiosamente, siglos después, durante la Edad Media, la filosofía se desarrolló dentro de los claustros de los conventos y monasterios, y en las universidades católicas. Aunque más que filosofía los que se hacía era teología y teodicea. Durante la Edad Media, la filosofía sirvió para justificar racionalmente una fe revelada. Los temas del agustinismo y del tomismo no se refieren ya a buscar en la realidad su propio “ontos son”, su razón de ser, sino de encontrar en la realidad, en el mundo terrenal las huellas de Dios, las huellas de lo verdaderamente real (Dios). LA NOCIÓN DE ESCOLÁSTICA Y EL NACIMIENTO DE LA UNIVERSIDAD Las invasiones de los pueblos bárbaros y al caída del Imperio Romano dejan tras sí un desierto tanto físico como espiritual; Europa queda sumida en las tinieblas de la incultura y el barbarismo. Desde la muerte de San Agustín, en el año 430, hasta la época de Carlo Magno, a finales del siglo VIII, sólo destacan algunos filósofos importantes en las cortes de los ostrogodos en Italia, y de los visigodos en España. Severino Boecio, que murió en el año 524, fue ministro del rey ostrogodo Teodorico. Tradujo al latín las obras de Lógica de Aristóteles, el Órganon, la Isagoge, obra de Lógica de un autor neoplatónico llamado Porfirio; también escribió una interesante obra llamada La consolación de la Filosofía, así como opúsculos como De Sancta Trinitate. A Boecio debemos asimismo la primera definición del concepto de persona humana como “substantia individua rationalis naturae” (“sustancia natural de naturaleza racional”). Las traducciones y sus escritos lógicos aseguraron la supervivencia de la lógica aristotélica, haciendo de ella un elemento fundamental de toda la cultura y enseñanza medieval. Toda la cultura medieval hasta el surgimiento de las universidades en el siglo XII, se encuentra en la institución del Monacato. La palabra monje, significa aquella persona que vive sola en oración y penitencia imitando la estancia de Jesús en el desierto antes de su vida pública. Estas personas que se aislaban de la sociedad para alcanzar la perfección y santidad, eran los anacoretas, como San Antonio Abad y otros muchos. La soledad y la penitencia terminaban con la salud física y mental de estos anacoretas, que decidieron vivir es sociedad esos consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia para evitar las tentaciones y enfermedades derivadas de esa soledad. Así surge la vida conventual o monacal, con la regla más importante que dio San Benito: “Ora et labora”. A la oración hay que añadir la actividad y el trabajo tanto físico como mental. Los monjes enseñaban a labrar los campos. Agricultura y también a leer y a escribir para poder rezar y cantar los salmos y las Sagradas Escrituras. De este modo surgen las escuelas monacales donde asisten los niños que serán monjes pero también los que no van a serlo. A partir de finales del siglo VIII y comienzos de IX, Carlomagno fomentó las escuelas monacales, las internas para los monjes y las externas para los seglares; fundó escuelas episcopales o catedralicias, y escuelas palatinas, siendo la más importante la escuela palatina de Aquisgrán, a la que asistía personalmente. En estas escuelas se fomenta la filosofía y ciencia medievales. De ahí el nombre de filosofía escolástica. Poco a poco se fueron desarrollando, la de York, en Inglaterra; la de Fulda, en Alemania; las de París, Tours, Bec, Cluny y Chartres en Francia. París se convirtió en un centro importantísimo de la cultura y de la filosofía europea; ya en el siglo XI había tres escuelas, la de Nuestra Señora, la de Santa Genoveva y la de Saint-Germain des Prés, a las que en el siglo XII se añadió la de San Víctor; de todas ellas surge ya en el siglo XIII la Universidad de París, la Sorbona. Las universidades son estudios generales que responden al deseo de universalizar la sabiduría de las diferentes escuelas, como unión de profesores y alumnos. El método pedagógico-didáctico era el de la “letio” y la “comentatio”. El profesor (al igual que el monje en el monasterio) lee las obras de los antiguos filósofos (algunas obras de Platón, como el Timeo; de Aristóteles parte de la Lógica, las traducciones de Boecio de las obras de Porfirio y Aristóteles; algunos escritos de Cicerón, Séneca y Lucrecio; las obras de los Padres de la Iglesia especialmente San Agustín y el Pseudo-Dionisio), y después las comenta. Cada alumno toma sus apuntes, y al final del curso comienzan a aparecer los Manuales- libros hechos a mano- que contienen los temas tratados; así aparecen las Sumas, como la Suma Teológica de Santo Tomás. A lo largo del curso escolar, también tenían lugar las Disputatio, cuestiones problemáticas que se debatían acaloradamente y donde había posiciones enfrentadas o dialécticas, que dieron origen al método escolástico del “Sic et non”. Las materias impartidas eran, por un lado, las artes liberales, que comprendían: El trívium, triple vía, integrada por la Gramática, Retórica y Dialéctica. El cuadrivium, la cuádruple vía, integrada por Aritmética, Geometría, Música y Astronomía. También estudiaban algo de Cosmología, semejante a las ciencias de la naturaleza. En la cúspide de los estudios estaba la Filosofía, y por último el saber más importante, la Teología, como estudio y conocimiento de Dios era el valor fundamental de la sociedad y de la universidad. Alcanzar el grado de maestro en Teología era el título de mayor prestigio. La filosofía escolástica tiene a lo largo de la Edad Media tres períodos. El de formación que va desde el siglo IX al siglo XII. El de apogeo que abarca el siglo XIII, donde aparecen los pensadores más importantes como Santo Tomás, San Alberto Magno, San Buenaventura, etc., y el período de transición a la filosofía moderna (Ockham). Las causas del apogeo de la filosofía escolástica se debieron en una gran parte a la ingente labor de la Escuela de Traductores de Toledo, en la España musulmana; gracias a estas traducciones al árabe y al latín, se conocieron todas las obras aristotélicas, que en un principio fueron acogidas con recelo. Fue mérito de Santo Tomás de Aquino el integrarlas en la filosofía cristiana. También fueron muy importantes las universidades que divulgaron y extendieron los conocimientos. Por último el gran impulso de la filosofía y teología medievales, la dieron las dos órdenes mendicantes dominicos y franciscanos. En su afán de vivir con plenitud la pobreza evangélica, se centraron en el estudio de la filosofía y de la teología; todos los grandes pensadores de la época son dominicos (Santo Tomás) o franciscanos (San Buenaventura). En los tres períodos de la filosofía escolástica, el tema fundamental de las discusiones (disputatio) y de las Sumas, sigue siendo el tema de Dios, principalmente el problema de la fe y la razón, de la Teología y de la Filosofía, ya que la filosofía es un medio para profundizar en la fe. En esta polémica surgen tres posturas: Los dialécticos creen que la fe debe ser anlizada y demostrada por la razón, como Juan Escoto Erígena, Berengario de Tours, etc. Los antidialécticos sostienen que la única sabiduría es la que da la fe, y la postura anterior es mero orgullo o soberbia de la razón humana. La filosofía es en todo el sentido de la palabra sierva de la teología “Philosophia ancilla Theologiae”. Representantes importanes son Lanfranc de París y Pedro Damiano. Una postura intermedia es la que sostiene en el siglo XI Gerberto de Aurillac y que continúa Santo Tomás en el siglo XIII. Fe y razón son distintas, son dos caminos que confluyen a un mismo mar de la verdad. Ambas proceden de Dios, por tanto si la razón funciona bien, no puede llegar a conclusiones opuestas a las de la fe. La Filosofía y la Teología son saberes distintos que se complementan. La Filosofía alcanza algunas verdades de la fe, como la existencia de Dios y la inmortalidad del alma. La Teología amplía nuestro conocimiento de Dios a través de la Revelación (ej. Dios es Trinidad). En resumen, la Filosofía ayuda a la Teología demostrando algunas de las verdades reveladas, preámbulos de fe, y viendo la racionalidad de otros misterios de fe, como la Trinidad. Estas verdades no son irracionales sino suprarracionales. Por su parte, la Teología ayuda a la Filosofía, aportando nuevos conceptos filosóficos, como el de creación del mundo o el de la dignidad de la persona humana en el orden moral. LA RECEPCIÓN DE ARISTÓTELES. AVERROES Y EL AVERROÍSMO LATINO Hasta el siglo XII hay un predominio absoluto del pensamiento platónico en Europa, por influencia sobre todo de San Agustín, las escuelas agustinianas y el Pseudo Dionisio Areopagita. El desconocimiento de la obra aristotélica era prácticamente total. Sólo se conocían partes de la Lógica por los comentarios de Boecio (V-VI), pero nada de la Física, la Metafísica, su antropología y teología. En el siglo XII, Aristóteles se pone de moda y abundan sus traducciones y comentarios, a pesar de la resistencia que oponen la jerarquía católica y los platónicos. No obstante, Tomás de Aquino intentó asimilarlo y construir un sistema que armonizara cristianismo y aristotelismo. Cobró fuerza el averroísmo latino, corriente intelectual que reclamaba la autonomía de la razón frente a la fe. Durante sus conquistas, los árabes tomaron contacto con los últimos reductos de la cultura griega en Siria, donde algunos intelectuales cristianos habían traducido al sirio textos originales de filósofos griegos. Tanto del sirio como del griego, se traducen al árabe obras originales y comentarios de Aristóteles, surgiendo una especie de filosofía árabe-aristotélica con claros residuos platónicos. Avicena (S.X) fue el máximo representante de este aristotelismo árabe platonizado. Sin su pensamiento y el de Averroes no se puede comprender el pensamiento cristiano del siglo XIII. Avicena introduce los conceptos de ser necesario y ser posible, utilizados para diferenciar a Dios como necesario per se, al igual que sus atributos, y las criaturas como posibles per se, en cuanto que su esencia no incluye su existencia, puesto que emanan necesariamente de Dios, creador necesario de todas las cosas desde la eternidad. Una creación necesaria y no libre, eterna y no temporal. En Dios se da la circunstancia de que es un ser necesario por sí y no por otro, donde se incluye la existencia en el ámbito de la esencia mientras que, en los otros seres la existencia es algo totalmente extrínseco a la esencia, pudiendo ser recibida de Dios o no. Averroes (XII) escribe los primeros comentarios a obras de Aristóteles sin adherencias platónicas. Fue el primer ejemplo de aristotelismo puro. A través de los árabes se despertó en Occidente la curiosidad por el aristotelismo. En el siglo XII se traducen directamente del griego al latín las obras de Aristóteles y también las obras y comentarios de los filósofos árabes. En el siglo XIII la universidad de París se convierte en el centro intelectual de Europa. Existía una gran expectación anta la llegada de la versión íntegra de la obra aristotélica y los comentarios de Averroes. Surgió así el averroísmo latino que defiende, fundamentalmente, las siguientes tesis: El mundo es eterno, en evidente contradicción con la doctrina creacionista cristiana. Según Aristóteles, Dios es el motor inmóvil que mueve eternamente un mundo también eterno. Dios ni siquiera conoce el mundo (a diferencia del demiurgo platónico). El alma individual de cada hombre no es inmortal, sino corruptible y perecedera. Sólo el entendimiento, común a todos los hombres, es inmortal. Y negar la inmortalidad del alma supone tirar por tierra toda la doctrina cristiana de la salvación. Existen dos verdades: la teológica (fe) y la filosófica (razón). De este modo podían conciliarse tesis opuestas sobre el alma, ej.: el alma es inmortal (verdad de fe) y el alma es mortal (verdad de razón). Los representantes de esta corriente fueron condenados por la jerarquía y expulsados de la universidad de París (Sigerio de Brabante fue condenado a cadena perpetua). Tomás rechazó, averroístas: como es lógico, las tesis *Respecto a la eternidad del mundo, se movió entre dos aguas y sostuvo que el sistema aristotélico no implicaba necesariamente la eternidad del mundo ni el concepto cristiano de creación excluía la posibilidad de que el mundo fuera eterno: puede ser eterno y creado. Por medio de la razón no podemos demostrar ni que el mundo es eterno ni que no lo es. Ahora bien, desde la fe sabemos que el mundo es creado y no eterno. *Respecto a la inmortalidad del alma, Aquino entendió que el entendimiento inmortal del que Aristóteles habló no es único para todos los hombres como habían admitido los averroístas, sino que se trataba de la facultad superior de alma, y ésta es inmortal. *Y en cuanto a la doble verdad, resultaba innecesaria una vez solucionados los problemas que planteaban las dos tesis anteriores. Pero la criticó por considerarla inadmisible. Así admitirá la mutua colaboración entre la razón y la fe. Aunque Tomás se distanció de los averroístas en sus tesis contrarias a la fe cristiana, mantuvo una actitud favorable hacia la filosofía aristotélica. Estaba convencido de que la filosofía aristotélica era enteramente compatible con la fe cristiana y que, además, ofrecía una interpretación de la realidad aceptable por sí misma y valiosa, aunque en el fondo de su sistema permanezcan presupuestos platónicos fundamentales. Su gran objetivo será, por tanto, adaptar el aristotelismo al cristianismo sin corromper la esencia de este último. Aquino asume muchas tesis aristotélicas sobre la realidad y la naturaleza: Teoría aristotélica del movimiento: se define el movimiento como “paso de potencia a acto”, siempre por la acción de algo que ya esté en acto. Conserva también los dos tipos de cambio: sustancial (generación y corrupción) y accidental (cuantitativo, cualitativo y local) Composición hilemórfica de las sustancias naturales: todo objeto natural está compuesto de materia y forma, admitiendo que la única forma sustancial en el ser humano es el alma racional, y ésta ejerce lo que realizaba la sensitiva en los animales o la vegetativa en el caso de la planta. La materia existe para la forma y no a la inversa y el alma está unida al cuerpo para poder obrar de acuerdo a su naturaleza. El principio de individuación de los seres en Santo Tomás será la materia, al igual que en Aristóteles. Distinción entre sustancia y accidentes: para Tomás, a diferencia de Aristóteles, la esencia (materia+forma) está en potencia siendo el acto la existencia. Dios es la única sustancia que es acto puro y en la que la esencia es igual a la existencia. Para el estagirita materia y forma eran eternas y para el aquinatense fueron creadas por Dios. Teoría de las cuatro causas: material, formal, eficiente y final (e interpretación teleológica de la naturaleza). Tomás defenderá que Dios además de causa final será también causa eficiente y ejemplar (influencia del platonismo y el agustinismo). También se observan influencias aristotélicas en la doctrina teológica de Santo Tomás: Tomás acepta la demostración aristotélica de la existencia de Dios basándose en el movimiento, entendiendo como paso de la potencia a acto (1ª vía). Por lo tanto, Aquino parte del conocimiento sobre el universo que nos proporciona la experiencia sensible, de lo contingente y no de las ideas inmutables en la mente divina o introspección, como en San Agustín. Define a Dios con categorías aristotélicas: acto puro, sin ningún tipo de potencia. La inmutabilidad se define en función del grado de actualidad, entendido el movimiento como paso de potencia a acto. Dios ha de ser inmutable porque es acto sin potencia. Será también perfecto porque la imperfección de debe sólo al grado de potencialidad existente. Acepta también la definición de Dios como puro acto de pensamiento. Aquino corrige el aristotelismo en un punto. Aristóteles sostenía que la vida y felicidad de Dios consiste en conocerse a sí mismo, y puesto que es autosuficiente no conoce nada fuera de él. Aristóteles sostuvo que Dios no creó el mundo, sino que éste es eterno. Dios sólo es el principio del movimiento del universo y el fin hacia el que el mundo se orienta. Pero Santo Tomás afirma, de acuerdo con el cristianismo, que Dios creó el mundo. Por tanto, Dios conoce el mundo, y lo hace al tiempo que se concoce a sí mismo. Acepta pues, que la actividad de Dios es conocerse a sí mismo. La antropología tomista no está exenta de influencias aristotélicas: Aquino acepta la concepción hilemórfica del hombre y la concepción aristotélica del alma como principio de vida, como forma y acto del cuerpo (contra el platonismo agustiniano, donde cuerpo y alma son dos sustancias radicalmente distintas. Santo Tomás afirma que el hombre constituye una sustancia única, cuyos elementos fundamentales son el alma y el cuerpo. Como Aristóteles negaba la inmortalidad del alma, Aquino se aleja de Aristóteles en este punto y echa mano de Platón, intentando una difícil síntesis entre el platonismo y el aristotelismo. Admite que el alma racional es espiritual e inmaterial, de lo que se sigue que es inmortal o incorruptible por naturaleza. La ética tomista también tiene tintes aristotélicos: Acepta el principio aristotélico de que el fin último del hombre es la felicidad (ética teleológica, eudemonista e intelectualista), y que la felicidad perfecta consiste en la contemplación en la actividad intelectual. Esto le aleja del agustinismo. Dicha felicidad en Aristóteles es imperfecta, porque se lograba en este mundo, mientras que en Santo Tomás es perfecta porque se consigue mediante la visión beatífica de Dios en un mundo trascendente después de la vida terrena (aspecto platónico de su doctrina ética) Afirmar que la felicidad se halla en el conocimiento conlleva defender la primacía del entendimiento sobre la voluntad, contra el voluntarismo agustiniano que defendía lo contrario (primacía de la voluntad sobre el entendimiento). También acepta de Aristóteles la máxima de que la virtud moral se encuentra en el término medio y que por tanto, el apetito tiene que plegarse a la razón. Recoge también Santo Tomás de que las normas morales se basan en la naturaleza humanas. Por tanto, conocerla y saber sus objetivos y finalidades es el criterio clave para la formulación de la ley moral natural. Por último, también en la política de Tomás de Aquino encontramos las huellas de Aristóteles: La doctrina política tomista adoptó la estructura general de la doctrina aristotélica pero, al mismo tiempo, tuvo que dejar su propia teoría política “abierta”. Aristóteles suponía que el Estado podía satisfacer todas las necesidades de los hombres. Pero Santo Tomás no podía sostener esto, dado que él creía que el fin del hombre es un fin sobrenatural y que es la Iglesia y no el Estado la que encamina a dicho fin. Eso significa que un problema que no fue ni pudo ser tratado por Aristóteles (el problema de las relaciones entre Iglesia y Estado), tenía que ser tratado por Santo Tomás, lo mismo que por los demás pensadores medievales que se habían ocupado de la teoría política El Estado es para Santo Tomás, como para Aristóteles, una institución natural fundamentada en la naturaleza del hombre. El hombre no es un individuo aislado que pueda alcanzar su fin simplemente como individuo, mediante la utilización de su propia razón individual. El hombre es, por naturaleza, un ser social o política “ZOON POLITIKON”, nacido para vivir en comunidad con otros hombres. FACTORES POLÍTICOS, SOCIALES Y CULTURALES QUE EN EL SIGLO XVIII CONDUCEN A LA ILUSTRACIÓN El siglo XVIII, llamado de la Razón o de las Luces, es un siglo de equilibrio entre la Tradición y la Revolución, simbolizado por el pensamiento de la Ilustración y las Monarquías del Despotismo Ilustrado. Las corrientes filosóficas del racionalismo y el naturalismo de los grandes pensadores franceses (Descartes), ingleses (Bacon, Hobbes) y holandeses (Spinozza) del siglo anterior triunfaron al finalizar la centuria en Alemania con Leibniz, en Inglaterra con el empirismo de Locke y las investigaciones científicas del genial Newton. El ambiente de libertad política, diversidad religiosa y prosperidad económica de la burguesía imperante en Inglaterra y Holanda era el clima más adecuado para el triunfo del pensamiento ilustrado. Sin embargo fue en Francia donde la interpretación del empirismo inglés por los racionalistas continuadores de Descartes produjo el movimiento de la Ilustración. Entre 1720 y 1780 aproximadamente, la economía europea entra en período de desarrollo. Las causas de esta prosperidad son las siguientes: Nueva influencia de metales preciosos procedentes de América: el oro, al llegar al continente europeo, reactiva la economía y la marcha de los negocios. Mayor prosperidad en la agricultura e industria: por primera vez, en el siglo XVIII, el campesinado europeo, después de pagar a la Iglesia, al noble y al rey, queda con sobrante de dinero, que eleva su nivel de vida. Terminan las grandes hambres y epidemias características del siglo XVII. El poder del aumento adquisitivo del campesinado posibilitará un mayor consumo e impulsa un desarrollo de la industria textil y el hierro. Otra característica del siglo XVIII es que el absolutismo monárquico alcanza en toda Europa su mayor fuerza y esplendor. Es en este siglo donde la burguesía se opone ya a la monarquía absoluta, pues aquella, que ya tenía el poder económico, aspira a alcanzar el poder político monopolizado por la nobleza. Será la burguesía la que asuma el protagonismo en este siglo, que se enfrenta al sistema político-social establecido, aspira a destruir el denominado “Antiguo Régimen” sintetizado en el absolutismo y los privilegios de la nobleza y el clero, elaborando una nueva cultura: la Ilustración. En el nuevo orden internacional europeo desaparecieron por completo las influencias religiosas que tanta importancia habían ejercido hasta mediados del siglo XVII. Los conflictos europeos del siglo XVIII nacieron de oposiciones dinásticas y económicas. Por tal motivo, esta centuria es la época de las guerras de Sucesión y de las luchas coloniales. A finales del siglo XVII asistiremos a la guerra de Sucesión a la corona española. En este siglo asistiremos al progreso de las ciencias, de vital trascendencia para entender la situación del progreso actual. LAS NUEVAS IDEAS: PROGRESO, EDUCACIÓN O ILUMINACIÓN, HUMANIDAD, CIVILIZACIÓN, NATURALEZA. La Ilustración fue un movimiento cultural europeo que se desarrolló –especialmente en Francia e Inglaterra- desde principios del siglo XVIII hasta el inicio de la Revolución Francesa, aunque en algunos países se prolongó durante los primeros años del siglo XIX. Fue denominado así por su declarada finalidad de disipar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón. El siglo XVIII es conocido, por este motivo, como el Siglo de las Luces. Los pensadores de la Ilustración sostenían que la razón humana podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía, y construir un mundo mejor. La Ilustración tuvo una gran influencia en aspectos económicos, políticos y sociales de la época. La expresión estética de este movimiento intelectual se llamará Neoclasicismo. Entre 1751 y 1765 se publica en Francia la primera Enciclopedia, de Denis Diderot y Jean Le Rond D’Alembert, que pretendía recoger el pensamiento ilustrado. Querían educar a la sociedad, porque una sociedad culta que piense por sí misma era la mejor manera de asegurar el fin del Antiguo Régimen (el absolutismo y las dictaduras que se basan en la ignorancia del pueblo para dominarlo). En su redacción colaboraron otros pensadores ilustrados como Montesquieu, Rousseau y Voltaire. Los líderes intelectuales de este movimiento se consideraban a sí mismos como la élite de la sociedad, cuyo principal propósito era liderar al mundo hacia el progreso, sacándolo del largo período de tradiciones, superstición irracionalidad y tiranía. Este movimiento trajo consigo el marco intelectual en el que se producirán la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa, así como el auge del capitalismo y el nacimiento del socialismo. En la música estaba acompañado por el movimiento barroco y en las artes por el movimiento neoclásico. El iluminismo tampoco hubiera existido de no haberlo precedido un debilitamiento del poder de la Iglesia a causa de la reforma protestante, que dividió al mundo cristiano; y del humanismo, movimiento filosófico que centró en el hombre el objeto de las preocupaciones terrenales, quitando a la religión ese privilegio y desechando el teocentrismo. Aunque existieron diversas tendencias entre los ilustrados, reconocieron también una línea maestra común, que los hizo solidarios en su lucha. Su arma es la razón y desde ella luchan contra la religión revelada y la superstición (llegando al deísmo o al ateísmo), contra las estructuras políticas y sociales anquilosadas. Comparten una ideología antropocéntrica, llena de optimismo activo frente al futuro, porque creen en al progreso conseguido a través de la razón, en la posibilidad de alcanzar la felicidad en la tierra y de mejorar a los hombres, de por sí buenos. En este sentido es un movimiento entusiasta, basado no en un frío racionalismo, sino convencido de que la sensibilidad es una potenciadora de la razón, si viene guiada de la experiencia:”a medida que el espíritu adquiere más luces, el corazón adquiere más sensibilidad” (La Enciclopedia). En la segunda mitad del siglo XVIII, pese a que más del 70% de los europeos eran analfabetos, la intelectualidad y los grupos sociales más relevantes descubrieron el papel que podría desempeñar la razón, íntimamente unida a las leyes sencillas y naturales, en la transformación y mejora de todos los aspectos de la vida humana. Para entender correctamente la Ilustración hay que recurrir a sus fuentes de inspiración fundamentales: la filosofía de Descartes y la revolución científica de Newton, apoyada en unas sencillas leyes generales de tipo físico. Los ilustrados pensaban que estas leyes podían ser descubiertas por el método cartesiano y aplicadas universalmente al gobierno y a las sociedades humanas. Por ello, la élite de esta época sentía enormes deseos de aprender y de enseñar lo aprendido, siendo fundamental la labor desarrollada por Diderot y D’Alembert cuando publicaron la Enciclopedia. Como característica común hay que señalar una extraordinaria fe en el progreso y en la posibilidad de los hombres para dominar y transformar el mundo. El hombre ilustrado exaltó la capacidad de la razón para descubrir las leyes naturales y la tomó como guía en sus análisis e investigaciones científicas. Defendía la posesión de una serie de derechos naturales inviolables, así como la libertad frente al abuso del poder del absolutismo y la rigidez de la sociedad estamental del Antiguo Régimen. Criticó la intolerancia en materia religiosa, las formas religiosas tradicionales y al Dios castigador de la Biblia, y rechazó toda creencia que no estuviera fundamentada en una concepción naturalista de la religión. Estos planteamientos, relacionados íntimamente con las aspiraciones de la burguesía ascendente, penetraron en otras capas sociales potenciando un ánimo crítico hacia el sistema económico, social y político establecido, que culminó en la Revolución francesa. A modo de conclusión, podríamos resumir en las siguientes características los rasgos más destacables de la Ilustración: Antropocentrismo: hay un nuevo Renacimiento en que todo gira en torno al ser humano. La fe se traslada de Dios al hombre: hay confianza en lo que éste puede hacer, y se piensa en que el progreso del hombre es continuo e indefinido. Se desarrolla una cultura laica e incluso anticristiana y anticlerical. Racionalismo: todo se reduce a la razón a y la experiencia, y lo que ella no admite no puede ser creído. Se rindió culto a la “diosa razón”, que se asocia con la luz y el progreso del espíritu humano Hipercriticismo: Los ilustrados no asumen sin crítica la tradición del pasado y por ello desdeñan toda superstición y superchería, considerándolos signos de oscurantismo. Es preciso depurar el pasado de todo lo que es oscuro y poco racional. La historia se empieza a documentar con rigor; las ciencias se vuelven empíricas y experimentales; la sociedad misma y las formas de gobierno comienzan a ser sometidas a la crítica social, lo que culmina en las revoluciones al final del período. Pragmatismo: sólo lo útil merece hacerse; se desarrolla la filosofía del Utilitarismo preconizada por Epicuro, bajo la fórmula de “la mayor felicidad para el mayor número de gente”. Idealismo: el buen gusto exige rechazar lo vulgar. No se cuenta con los criterios estéticos del pueblo y la realidad que ofrece la literatura es mejor de lo que la realidad es. El lenguaje no admite groserías ni insultos; todo es amable y elevado. Universalismo: los ilustrados admiten una tradición cultural cosmopolita. Todo lo francés se pone de moda y poseer la lengua francesa se transforma en un signo de distinción. El arte y la cultura francesa influye en Alemania, España y Rusia. Filosofía ilustrada: la Ilustración se nutrirá filosóficamente de varios movimientos y corrientes de pensamiento. Entre ellos cabe destacar el Antropocentrismo, Racionalismo (Descartes; Malebranche, Leibniz, Spinoza), el Empirismo (Bacon, Locke,, Berkeley y Hume), el Materialismo (Lamttrie, D’Holbach), el Hipercriticismo, el Pragamatismo, el Idealismo y el Universalismo. En el campo de la metafísica cabe destacar la obra de Inmanuel Kant. CARACTERÍSTICAS DE LA RAZÓN ILUSTRADA La Ilustración es la ideología y la cultura elaborada por la burguesía europea en su lucha contra el absolutismo y la nobleza. También puede ser definida como la culminación del racionalismo renacentista. Las características fundamentales de la Ilustración son: Racionalismo. Búsqueda de la felicidad. Creencia en la bondad natural del hombre Optimismo. Laicismo. El ideal de la Ilustración fue la naturaleza a través de la razón. En realidad no es más que el espíritu del Renacimiento llevado hasta sus últimas consecuencias, en manifiesta oposición con lo sobrenatural y lo tradicional. El ilustrado llegaba al amor al prójimo partiendo de la razón y no de la Revelación. La razón también podía llevarle a Dios creador del orden universal o bien en no creer en principio Supremo alguno. Por ello, la mayoría de los ilustrados eran deístas o sencillamente ateos. Sin duda, el vocablo más utilizado en el siglo XVIII en literatura, filosofía y ciencia, es el de “racional”. Los intelectuales de este siglo dieron a su época el nombre de “siglo de las luces”, refiriéndose a las luces de la razón, de la inteligencia, que debía iluminarlo todo. Se da una enorme importancia a la razón: el hombre puede comprenderlo todo a través de su inteligencia; sólo es real lo que puede ser entendido por la razón. Aquello que no sea racional debe ser rechazado como falso e inútil. Este racionalismo llevó a la lucha contra las supersticiones, por eso en este siglo termina la denominada “caza de brujas”. En el campo de la religión, la postura racionalista hizo que apareciese el deísmo: la mayor parte de los ilustrados son deístas, afirmando la existencia de un único Dios creador y justo, pero consideran que el hombre no puede entrar en contacto con la divinidad y por lo tanto no sabe nada de ella. De acuerdo con esto, los deístas rechazan las religiones reveladas, pero al mismo tiempo practican la tolerancia religiosa, pues si todas las religiones valen lo mismo, todas deben ser permitidas. Se habla constantemente de RAZÓN y NATURALEZA y es que estos dos conceptos son los referentes básicos de la Ilustración, pero la razón será considerada de forma muy distinta a la razón racionalista a la que Kant tacha de dogmática. A modo de conclusión podríamos afirmar que los pensadores ilustrados sostenían que la razón humana podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía y construir un mundo mejor. La razón y la ciencia iluminarán las tinieblas del oscurantismo del pasado y alumbrarán una nueva época. La Ilustración tuvo una gran influencia en todos los aspectos culturales que se reflejan en la aceptación de las siguientes tesis: El hombre es libre para pensar, expresarse, trabajar, estudiar y mejorar. Defensa de la igualdad y fraternidad entre los hombres. Los seres humanos poseen derechos y obligaciones sociales. Tolerancia religiosa. Negación del poder divino del rey, de los privilegios del clero y del ocio de la aristocracia. Negación del absolutismo. Defensa de una economía liberal.