Masculinidad en Centroamérica

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Los compiladores Jos é Manuel Salas Calvo y Álv aro Campos Guadamuz son psicólogos, integ rante s del
Instit uto Costarrice nse par a la Acción, Educación e Investigaci ón de
la Masculinida d, Pare ja y Sexualidad (Instituto WEM). Cuentan con
ampli a trayec toria académica en la
Unive rsida d de Costa Rica y experienci a en el tra bajo de los temas
de masculini dad y sexual idad.
MASCULINIDADES
EN CENTRO
CENTRO AMÉRICA
AMÉRICA
EN
Un Encuentr o Centr oamer i cano
acerc a de Masculin idades y uno de
los princ ipale s r esultados, como lo
es el presente li bro, no tendrí an
sentido si no logran proye ctars e a
tarea s y activi dades que les den seguimiento.
Fondo para la
Igualdad de
Género
de la Embajada
Bien sabemos que el tra bajo con
hombres requi ere de metodologías
específicas y par ticul ares. Aunque
son necesaria s, no bas ta que se definan políticas pública s, leyes , investig aciones o decretos. El trab ajo con hombres, en pro de la construcc ión de una masculin idad alternativa , supone un tr abajo de base
minucios o, persistente, paciente,
que se adapte a las caracte rístic as
propia s de los hombres. Esto supone la cr eación y apertura de espacios form ales e inf orma les en donde los hombres tengan la oportunidad de revis ar y analizar entre sí
sus procesos de socializ ación, sus
viven cias cotidi anas, lo encargos
de la mascul inidad hegemónica y l os
costos emocionales y sociale s que
todo esto conlle va en sus vida s.
Esto impli ca la apertura de espacios
Álvaro Campos Guadamuz
y José Manuel Salas Calvo
Compiladores
Instituto Costarricense para la Acción,
Educación e Investigación de la
Masculinidad, Pareja y Sexualidad
Instituto WEM
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MASCULINIDADES
EN
CENTRO AMERICA
Álvaro Campos G. y José Manuel Salas C. (Comp.)
Instituto Costarricense de Masculinidad, Pareja y Sexualidad
2002
Instituto Costarricense para la
Acción, Educación e Investigación
de la Masculinidad, Pareja y
Sexualidad
Instituto WEM
Fondo para la
Igualdad de Género
de la Embajada
de Canadá
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155.332 Campos G., Alvaro
C198m
Masculinidad en Centro América / compilado por Álvaro
Campos G. y José Manuel Salas C. – – 1a ed. – – San José,
Costa Rica: Lara Segura Editores, 2002.
315 p. : 23 x 15 cm. ; il.
Patrocinado por la Embajada de Canadá y el Instituto
Costarricense de masculinidad, pareja y sexualidad.
ISBN: 9968-9998-1-4
1. MASCULINIDAD – CENTROAMÉRICA. 2. SOCIOLOGÍA.
3. ESTUDIOS DEL GÉNERO. 4. PSICOLOGÍA.
I. Título. II. Salas C., José Manuel, comp.
CRÉDI TOS:
Diseño de
Portada:
Priscilla Aguirre
Portada:
Lara Segura & Asoc.
Corrección
de Estilo:
Maritza Mena
(Filóloga)
Artes Finales
e Impresión:
Lara Segura & Asoc.
Tel.: (506) 256-1664
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Los compiladores expresan su gratitud con:
Los compañeros y las compañeras que participaron en el
I Encuentro Centroamericano acerca de Masculinidades,
en especial a aquellas y aquellos que compartieron sus
ponencias y artículos que forman parte de este libro.
El Fondo para la Igualdad de Género de la Embajada de Canadá
por su colaboración y compromiso con el tema, traducido en el apoyo
a la realización del Encuentro Centroamericano de Masculinidades
y en la publicación de este libro.
Ana Elena Badilla, por su apoyo incondicional
y por creer en este proyecto.
Los compañeros y las compañeras del Instituto WEM,
por su infatigable trabajo y disposición para
que las tareas salieran adelante.
La compañera Ana María Jurado, por su valioso trabajo
en la Organización y Coordinación Operativa del evento.
Los hombres que han participado en los grupos de reflexión
y talleres, soporte y meta del trabajo en Masculinidad.
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INDICE
P rólogo..................................................................................................
7
P re sentación .........................................................................................
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Capítulo I:
Aspectos Teóricos Generales acerca de la Masculinidad............... 15
Aspectos teórico conceptuales de l a masculi nidad.
R etos en el sigl o XXI. ...................................................................... 17
Álvaro Campos G. y José Manuel Salas. Instituto Costarricense
de Masculinidad, Pareja y Sexualidad Instituto WEM. Costa Rica
El Patriarcad o en el Antiguo Testamento ....................................... 53
Pbro. Gilberto Quesada. Iglesia Luterana. Costa Rica
Capítulo II:
La situación de la Masculinidad y el Trabajo con Hombres
en la Región. Algunas experiencias concretas. ............................. 65
Di námi cas y dil emas en l os aspectos teóri cos y metodológicos
del trabajo con hombres. ................................................................ 66
Eduardo Liendro. CORIAC. México
Violencia contra las mujere s:
un desastre que los hombres sí podemos evitar ............................. 83
Humberto Abaunza G. Puntos de Encuentro, Nicaragua.
Algunas refl exiones y descripci ones sobre el trabaj o de Hombres
contra la Violencia en Nicarag ua ....................................................
103
Rubén Reyes Jirón. Puntos de Encuentro y Asociación de
Hombres contra la Violencia. Nicaragua.
La masculi nidad en Costa Ric a. El estado de l a cuestión.
R etos y perspectivas ......................................................................
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Álvaro Campos Guadamuz y José Manuel Salas. Instituto
Costarricense de Masculinidad, Pareja y Sexualidad
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(Instituto WEM). Costa Rica.
El abordaje de la M asculini dad en Honduras:
ņUn frent e de batalla y/o de oportuni dades? ................................
123
Edison Ariel Montesdeoca. Honduras.
La masculi nidad en El Salvador: balance, retos, perspectivas ......
157
Luis Galvez Trejos. El Salvador
Educación de la Mascul inid ad desde l a Escuela. Un enfoque int egral
.........................................................................................................
166
María Cristina Estrada. Ministerio de Educación. El Salvador.
M asculini dad en Centro Améri ca, balance, retos, perspectivas.
Caso Guatemala................................................................................
171
Boris Galván. ACI.
Aportes complementari os a la si tuación de la
masculini dad en Guatemala.............................................................
175
La experienci a personal , Néstor Buc Rangel
M asculini dad: la experienc ia guatemalteca ....................................
178
Manuel Esaú Pérez Aguirre
Bre ve reseĖa sobre el trabajo de género y masculinid ad en P anamá
.........................................................................................................
180
Pedro Cedeño CEASPA. Panamá.
Nuestra experienc ia de refl exión en un grupo de hombres.........
186
Rafael Guevara Villegas y José Rafael Jiménez Fallas. Costa Rica.
Capítulo III. Masculinidad y Áreas de Trabajo .....................................
189
Educación Popula r y Masculi nidad (Esbozo de un proceso en
perm anente enriqueci mi ento)........................................................
190
Juan Carlos Gutiérrez Soto. CANTERA. Nicaragua.
P ropuesta de trabajo de género con hombres:
Juego “El hombre que puedo ser” .................................................
198
Manuel Esaú Pérez. Guatemala
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P sicoerectus: los hombres y su vivenc ia cotidi ana de la sexual idad
.........................................................................................................
201
José Manuel Salas Calvo, Álvaro Campos Guadamuz.
Instituto Costarricense de Masculinidad, Pareja y Sexualidad
(Instituto WEM). Costa Rica.
M asculini dades y paternidades: un reto pendiente para la
sociedad costarri cense ....................................................................
218
María Elena Rodríguez. Costa Rica.
La construcci ón de las masculinid ades en adolescentes:
notas sobre l a construcci ón de la subjeti vidad ..............................
227
Carlos Garita Arce. Programa de Atención Integral al
Adolescente. Costa Rica.
M asculini dad y polít icas públi cas: el trabajo con hombres y
su tra scendencia políti ca................................................................
237
Enrique Gomáriz, Fundación Género y Sociedad (GESO). Costa Rica
Capítulo IV. Masculinidad y Hombres Ofensores .................................
248
Conversatorio sobre Tratami ento de ofensores sexual es...............
249
Gioconda Batres y Sonia Ivonne Recinos del Cid. ILANUD
Algunas investigaciones sobre ofensores sexual es re aliz adas
en Costa Rica ...................................................................................
264
Sonia Ivonne Recinos del Cid. ILANUD
R ehabili tación para ofensores ........................................................
273
Gioconda Batres. ILANUD
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P sicoterapia con agresores en Guatemal a: ņPor qué es urgente?
Bre ve aproxi mación a la situación guatemalteca...........................
284
Manuel Esaú Pérez Aguirre. Guatemala
Capítulo V. Consideraciones Finales ....................................................
288
Una visi ón del tra bajo con hombres desde l as mujeres ................
290
Ana Cecilia Escalante Herrera. Costa Rica
Conclusi ones y recomendaciones de Coronado ................................
297
A manera de cierre .........................................................................
300
José M anuel Salas y Álvaro Campos (Compiladores)
ANEXOS
Anexo 1: Programa del I Encuentro Centroameri cano acerca de
M asculi nidades......................................................................
305
Anexo 2: Discurs os del Acto Inaugural: José M anuel Salas Calvo y
Santiago Sequeira .................................................................
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PRÓLOGO
En el aĖo 1976, después de l a celebraci ón del AĖo Interna cional de l a
M ujer y de la Pri mera Conferencia Mundia l de la Mujer, Canadá formuló la s primeras directri ces de una polít ica sobre M uj er en el Desarrollo. A part ir de ese momento, se i nició un proceso de trans formación de
esas directrices ini cial es hasta l ograr l a adopción de la actual políti ca de
ACDI sobre la Igual dad de género, en marzo de 1999.
La meta de esta polít ica es “ Apoyar el l ogro de la i gualdad ente mujere s
y hombres para asegurar el desarroll o sostenibl e”, la cual plantea cl aram ente que, el logro del desarrollo sostenible no es posibl e sin la igualdad de género.
Uno de los principi os de esa polí tica establece además que “La igualdad de
género sólo se puede alcanzar por medio de la asociaci ón entre muj eres y
hombres . Cuando l as muje res y los hombres amplía n sus opciones toda
la sociedad se beneficia. La igualdad de género es un asunto que ataĖe tanto a la mujer como al hombre y para l ograrla será necesari o tra bajar con
los hombres para i nducir cambios en las actitudes, los comportami entos,
las funciones y l as responsabil idades en el hogar, en el l ugar de trabajo,
en la comunidad y en las i nstituciones nacionales, i nstituciones donantes
e int ernaci onales” .
De acuerdo con este pri ncipio , el abordaje del análi sis de la construcci ón
de l a identidad masculi na constituye un reto impresci ndibl e para la cooperación canadiense y creemos que también para las ins tituciones públ icas y pri vadas comprometi das con la construcció n de la igualdad de género en l a región.
Es por ello que nos satisf ace poder colaborar en la public ación de este
trabajo del I nstituto WEM, que aporta l uces en el análi sis y abordaje del
tema en sus diferentes dimensiones: desde l a atención terapéuti ca individual o grupal, hasta las polít icas públic as.
Felic itamos al Insti tuto WEM por la ini ciativa de publi car este l ibro que,
creemos, es un aporte i mportante en el estudio y análisis de la masculi-
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nidad y un paso más hacia un trabajo coordi nado entre diversos organi smos en todos l os países centroameri canos en torno a este tema.
Aspiramos a que esta public ación contri buya a comprender mejor la construcci ón de la i dentidad masculina, a mejorar l as rel aciones entre
mujere s y hombres y con ell o a l ograr mayor igualdad y equidad de
género en las sociedades centroamericanas .
Louise Leger
Embajadora de Canadá en Costa Rica
San José, mayo 2002
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PRESENTACIÓN
Como varones, nadie nos enseña cuál es el camino por el cual
se sale del pantano, por qué sendero dejaremos de ser machos
para convertirnos en hombres. Nadie puede, por otra parte,
ayudarnos sino nosotros mismos.
(Sergio Sinay. Esta noche no, queri da)
El pres ente li bro está constituido por l as ponencias presentadas en el
“ Pri mer Encuentro Centroameri cano acerca de Mascul inid ades”, real izado el 21, 22 y 23 de novi embre del 200 1, en San I sidro de Coronado,
San José, Costa Rica . Este evento fue organizado por el Inst ituto Costarricense para l a Acción, Educación e Inve stigación de la M asculi nidad,
P areja y Sexuali dad - I nsti tuto WEM- y auspiciado por el Fondo para l a
Igual dad de Género de la Embajada de Canadá. En él se dio la partici pación de represent antes de los países centroamericanos , de Panamá y de
M éxi co.1
Consideram os que se trata de un tema de gran im portanci a en este momento en l a agenda de las Ciencias Sociale s y de otros cuerpos de conocimiento, int eresados en l a promoción de una vi da más armoniosa y solidaria para todas l as personas. La condició n de la masculi nidad y, en especial de l a vida de los hombres, juega un papel primordi al en esta discusión, no solo para ellos, sino también para todas aquell as pers onas con
quienes se re laci one (pare ja, hi jos e hija s, amis tades, entre otros).
Desde ese ángulo de visi ón, creemos que hay necesidad de una perspectiva regional, multi paradigmática y que recoja las diversas experi encias
que, en esta temática y con diversas poblaciones, se esté lleva ndo a cabo
en nuestra región. Aun con las diferencias que por país podemos tener en
torno a este tópico, son muchos otros elementos que nos unen y nos permit en l levar adelante una refle xión conjunta.
En virt ud de lo anteri or, s e tornan más comprensi bles algunos de los ob-
1 Para consultar y contactarse directamente con las personas participantes, puede consultarse la página web www.institutowem.org.
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jeti vos del evento, entre l os cuales mencionamos l os siguie ntes:
1- P romover y facilit ar el int ercambio de experie ncias, enfoques, propuestas, en torno a la situación de la masculini dad en la re gión centroamerica na.
2-Conocer la s poblaciones con l as que se desarrol la un mayor trabaj o
con l a masculi nidad.
3-Crear una “R ed Regional sobre masculinida des”, que favorezca el intercambio de información, experienci as, re cursos, etc., entre las organizaciones de l a región.
Si, antes de reali zarlo , creíamos en la conveniencia del Encuentro, ahora, una vez l levado a cabo, estamos convencidos de que hacerlo era necesario. Como una de sus más acendradas característ icas, la masculinida d
usualmente está asociada con competencia y defensa de territ orios. El Encuentro pretendió ir en contra de esa tendencia en procura de encontrarnos, compart ir y sabe r qué estamos haciendo, con miras a establecer una
agenda regional.
En nuestro criteri o, lo anteri or se vi o favoreci do por l a cantidad y representativi dad de diversas inst ancias, por part e de los part icipa ntes y
las parti cipantes: hombres, mujeres, funcionarios de inst ancias del Estado, int egrantes de organiza ciones no gubernamentales, de i nstituciones
relig iosas, centros de educación superi or, trabaja doras y tra bajadores
independientes, entre otros.
En ese mismo sentido, conviene repasar la s ponencias que dieron la esencia al evento. Estas se caracteriz an no solo por l a cantidad, si no por el
hecho de que apuntan a diferentes temáticas, nivel es de análisi s, trabaj o
de base, diversas poblaciones. Lo anterior expli ca la amplit ud de temáticas y de enfoques que contiene el l ibro.
El objet ivo del libro podemos ubicarl o en un doble pl ano. Por un l ado, se
constituye en un documento que refl eja lo que fue el Encuentro, tal y como le hemos seĖalado. Por otro, que quizá sea el elemento fundamental,
se pretende con él hacer un alto en el cami no para vernos, contribuir a
la refl exión, al análisis y a la discusi ón. No solamente se tra ta de compartir experi encias locales, si no de contribuir a l a producción de teorí a
de l a masculi nidad y de l a estrategia metodológica del trabajo con hombres, i ntegrando lo procedente de otras latitudes con la producción propia que, aún en ci ernes, es necesaria y posible.
Con base en lo anotado, es expectativa de los compiladores que este texto contribuya co n un aporte teórico metodológico en el trabaj o de y con la
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masculini dad. Si bien se presentan experienci as partic ulares de la región, el li bro, en general, ofrece aspectos de í ndole teóri co y metodológico que esperam os contri buyan a un mayor desarrollo de l a re flexi ón y
el trabajo concret o en el tema. La l ectura críti ca y refl exiva de l ectores
y lectoras contri buirá con ese cometido.
El l ibro se compone de cinco capítul os:
Capítul o I : Aspectos teóricos generales acerca de la M asculini dad
Capítul o I I. La si tuación de l a masculini dad y el trabajo con hombres en
l a región. Algunas experi encias concretas.
Capítul o I II.
M asculini dad y áreas de tra bajo
Capítul o I V.Mascul inid ad y hombres ofensores
Capítul o V. Considera ciones fi nales
Esta divi sión obedece a diferentes crit erios y no pretende ser excl uyente o tajante, en tanto hay trabajos que se trasl apan o complementan con
otros. Lo im bri cado y l o í ntimam ente relaci onado entre sí de las diferentes temáticas abordadas determina tal divi sión, l o cual expl ica el por
qué perfectamente un trabaj o puede estar ubi cado en otro de l os capítulos.
Como compil adores, creemos oportuno aclara r que, en cada ponencia, se
han respetado al gunos aspectos de orden form al propio s de cada autor o
autora, tales como: estilo de redacción, uso de citas y referencia s bibli ográfi cas, notas, entre otros; y en al gunas el tipo de presentación (texto o fil mi na).
Se i ncluye, además, un apartado de Anexos con los discurs os del Acto de
Inaugurac ión del evento, l os cuales, en nuestro crit erio, aportan importantes reflexio nes a la temática. Cabe aclara r que el correspondi ente a la
seĖora
Embajadora del Canadá se ha incorporado como P rólogo del
presente li bro. Además, se inc luye l a li sta de pers onas partici pantes, l a
cual represent a el
germen de la Red Centroameri cana de M asculi nidades, que esperamos se amplí e y se consolide aún más.
Un Encuentro como el ll evado a cabo y uno de sus princi pales result ados,
como l o es el pre sente li bro, no tendrí an sentido si no l ogran proyectarse a tareas y actividades que l es den seguimiento. P or ell o, esperam os
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que la lectura de toda esta producción motive a generar experienci as en
torno al trabaj o con hombres y con la masculinid ad, ya sea mediante investigaciones, formaci ón de grupos, apoyo en la definic ión y ejecuci ón de
polít icas públi cas, entre otras.
En tal sentido, nos perm i timos citar un fragmento de nuestra ponencia
“ Aspectos teórico- conceptuales de la masculini dad. Retos en el sigl o
XXI” , i ncluid a en este mi smo l ibro, en la cual puntual izamos algunos alcances del trabajo con hombres que refleja n la concepción que al respecto sostiene el Inst ituto WEM:
“1. La necesidad de establecer y definir políticas públicas que posibiliten la
atención de problemáticas y situaciones que se derivan de la vivencia y el
ejercicio de la masculinidad hegemónica:
• Sistemas de atención en salud desde una perspectiva de género masculino, en torno a l as áreas de mayor morbi lida d y morbimorti lida d de
los hombres .
• Sistemas de tra tamiento psicol ógico en el ámbi to públ ico dirig idos a
hombres que presenten proble mas de conducta viol enta, de poder y
control
hacia sus parejas .
• Sistemas de educación form al y no form al dirigi dos a hombres de diversas edades, diri gidos a la creación y el fomento de valores no patriarc ales (de respeto a los derechos humanos, toleranc ia a l a diversidad, equidad, manejo pacífic o y construct ivo de conflic tos) en la s
relaci ones de pareja y famil ia. En este aspecto, áreas como l a paternidad, la democracia de género en la pareja, la famili a y el tra bajo.
• Legisl ación que sirva de marco y contexto al i mpuls o de programas y
proyectos de atención dirigi dos a la poblaci ón masculi na.
2. La necesidad de llevar a cabo un trabajo de base con los hombres de la
región. Bien sabemos que el trabajo con hombres requiere de metodologías
específicas y particulares. No basta con definir políticas públicas, leyes, in vestigaciones o decretos. El trabajo con hombres, en pro de la construc ción de una masculinidad alternativa, supone un trabajo de base minucioso,
persistente, paciente, que se adapte a las características propias de los
hombres. Esto supone la creación y apertura de espacios formales e
in formales en donde los hombres tengan la oportunidad de revisar y analizar
entre sí sus procesos de socialización, sus vivencias cotidianas, los encar gos de la masculinidad hegemónica y los costos emocionales y sociales que
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todo esto conlleva en sus vidas. Esto implica la apertura de espacios como
talleres, grupos de reflexión, grupos terapéuticos; tanto en el ámbito comu nitario como en el institucional, en torno a temáticas y áreas como las si guientes:
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P rotección y cuidado del medio ambiente
P roducción agropecuaria
Cooperativismo
R elaci ones l aboral es en el ámbito públi co
R elaci ones fami lia res y de pareja
Violencia social e intraf ami lia r
Salud y atención médica en áreas sensibles (urolog ía, sexual idad,
cardiologí a)
R i esgo y prevenci ón de accidentes laborales y de tránsit o
Desastres y otras situaciones de cri sis
P aternid ad res ponsable
Trabajo con población masculina infant il y adolescente, en torno a l a
construcción de la masculi nidad y sus i mpl icaci ones
P olít icas de re creaci ón para hombre s, alternati vas al consumo de alcohol y las imperante s socialmente.
Trabajo con hombres en el aspecto la boral: salud, jubil ación, uso del
tiempo l ibre y del ocio.
Trabajo con grupos mayorit ariamente constituidos por varones: policí as, choferes, grupos prof esionales, agri cultores.
Se hace necesario el trabajo de masculinida d con grupos de mujeres.”
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Si lo anterior se logra, no nos cabe la menor duda de que estamos en el
cami no correc to para el logro y desarroll o de una auténtica democracia
de género, para lo cual los hombres tenemos i mportantes re tos y comprom i sos. Creemos que es del todo indispensable que los varones nos podamos asumir como parte de l a soluci ón de muchos problemas y no solo
como el proble ma, vis ión todavía muy presente en diferentes ámbitos de
la vi da social .
José Manuel Salas Calvo
Álvaro Campos Guadamuz
(Compiladores)
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CAPÍTULO I
ASPECTOS TEÓRICOS
GENERALES
DE LA MASCULINIDAD
La masculini dad, como campo de refle xión y análisis , requie re de categorías teóric o conceptuales que permita n entenderl a, inves tigarla y asumirl a como objeto de estudio. Esta sección del l ibro e stá dedicada a trabajarla s de
manera explíc ita.
En l os diversos artí culos que componen esta sección se pre sentan aspectos que van desde el ori gen hist órico del patriarcad o, a part ir de su fundamentación j udeocristiana y la l ectura de los textos bí blico s, hasta l a
identifi cación de tendencias teóri co-epist emológi cas contemporáneas en
el abordaje de l a masculi nidad.
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Aspectos Teórico-Conceptuales
de la Masculinidad.
Retos en el Siglo XXI
José Manuel Salas Calvo
Álvaro Campos Guadamuz
Instituto Costarricense de Masculinidad, Pareja y Sexualidad
(Instituto WEM)
Costa Rica
Introducción
Si bien desde el punto de vist a ontológi co, la masculini dad, por l o menos
en Occidente y en l a His toria , puede ser ubi cada con el patri arcado mi smo, sin perj uicio de algunos reajus tes que haya podido sufri r, no se puede decir lo mismo si la analiz amos desde l a perspectiva epistemológica:
la masculinid ad no es objeto de estudio sino hasta hace muy poco.
Esta lleg ada tardía, como objeto de estudio o de preocupación de l a masculini dad, se ubi ca no solo en el ámbito cientí fic o, sino también en el de
la vida cotidia na de hombres y mujeres , pero, sobre todo, de los primeros. Conocer o, al menos preguntars e, cómo y por qué son como son los
hombres no es una cuestión de l a agenda de estos. Estas int errogantes se
rem ontan re cién a l as últi mas décadas y, poco a poco, van ocupando espacios en los temas de indagación de personas y organizaciones, tanto del
Estado como no gubernamentales.
R etomando la idea inic ial, vemos, cada vez con más frecuencia, una mayor preocupación en torno a qué sucede con los hombres, lo cual nos ll eva a abordar la masculini dad, desde sectores que tradi cional mente vienen
trabaja ndo con la s mujeres y, por impli cación, i ntentan o plantean l a
necesidad de hacerlo con varones hasta sectores que, per se, l o hacen con
varones. Estos últ im os, sin descuidar a l os otros, intentan asumi r a los
hombres y la masculi nidad como ejes de sus tareas.
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Es necesario res altar este fenómeno y procurar
hombres y en mujere s.
su afianzami ento en
Sin menoscabo de la i mportancia que se l e debe dar a este fenómeno social , es menester tomar cui dado acerca de que ell o no sea solo una moda o
exquisi tez académica, que puede perderse en la s altura s del olimpo racional o bi en j ustif icar ing resos y estatus. Sobre el agotamiento de ci ertos temas, cuyo soporte es, en muchos casos, serio y comprometi do, habrá otros y otras que con facili dad se cambi an a donde está el apoyo i nstitucional y financi ero. De pronto, como aparecen, desaparecen los especial ist as.
Consideram os que trabajar la temática de l a masculi nidad requi ere, ante todo, de un compromiso ético, ideológico y polít ico, ya que la construcci ón de una nueva masculinida d conlleva un esfuerzo y tarea que menoscaba l as raí ces mismas de l as estructuras de poder patriarca les. De
ahí que es una tarea que debe asumirse, tanto como intelectuales orgánicos como mili tantes de frent es de trabaj o de base.
Este documento enfatiza en el trabajo con varones, aunque, como se intentará mostrar, l a masculinid ad no es solo un asunto de hombres, just o
porque l a concepción que manej amos la hace estar muy asociada con el
concepto de género. Este al ude a prescri pciones sociale s que imponen l a
asunción de ciertos l ugares, ya sea porque seamos machos o hembras de
la especie; sobre la base del sexo, se apuntala la construcción social del
género.
En aras de facili tar la comprensión del texto, l o centraremos en torno a
varias preguntas que la guiarán, en espera de una mayor comprensi ón:
¿Qué es el género y la masculinidad? Nuestra posición
¿Cuál es su relación con la identidad?
¿Cuáles son sus implicaciones?
¿Es importante abordarla? ¿Qué pasa con ella en el nuevo milenio?
Aun cuando este será un punto que se desarrolla rá más adelante, creemos
oportuno hacer una breve referenc ia acerca del por qué la realiza ción del
Encuentro. El lo nos l leva, inevi tablemente, al tema de la necesidad de saber cómo somos y cuáles son la s bases sociohistóricas para ll egar adonde estamos. Antes de las preguntas direct as en torno a l a masculi nidad,
cualqui era podrí a preguntarse, con mucho de razón, si no hay otros temas de mayor i nterés para el área. Es probabl e que ello sea así, pero
también es probable que preguntándonos acerca de la masculi nidad, ensayemos re spuestas que toquen otros elementos de nuestra reali dad so-
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cial , desde otra pers pectiva y con otros ojos.
Tal y como int entaremos mostrar en esta exposici ón, el tema de l a masculini dad ha estado invisi bili zado en muchas partes del mundo y nuestra
región no escapa de esa condición. Sobre esa base, creemos, al menos que,
abordándola, podemos acceder, a tres si tuaciones de int erés general.
La primera es acceder a la masculini dad como apoyo al trabajo que, en
diferentes campos y de manera sis temática, vienen haciendo las mujeres.
La segunda es trabaj ar masculini dad por necesidad y desde los hombre s
mis mos, en diál ogos propios que perm it an redescubrir mucho de lo que
estos viven, pero que no lo asocian con la condici ón del género masculi no
y sus deriva ciones o consecuencias. La tercera es evaluar la opción de hacer trabajo conjunto en una serie de problemáti cas que, en nuestro criterio , podría tener una mejor evoluci ón si se afrontan desde l os dos frentes: el de la s mujere s y el de los hombres. A l o largo del documento, intentarem os argumentar para l as tres opciones mencionadas.
Y si para los hombres, en forma particul ar, las preguntas acerca de su
ser l es son “extraĖas ” , consideramos que es conveniente un pri mer pa-
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so hacia saber cómo estamos haciendo con ellas en el área de Centroamérica, con las cosas que nos hacen similare s y con l as cosas que nos hacen
diferentes. Es probable que esto últi mo sea la esencia del por qué estamos
aquí reunidos .
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Sección I
¿Qué es la masculinidad?
Su relación con el género.
Nuestra forma de asumirla.
Como punto ini cial , haremos un corto repaso histórico acerca de su génesis y desarro llos posterio res, parti endo del supuesto de que se trata de
una temática conocida y manejada.
Es imperat ivo ref erirse a que para aludir a masculi nidad es necesari o
hacerlo desde la categoría “ género”, por l o menos con base en la concepción que al respecto tenemos, por cuanto parti mos del supuesto de que es
im posible referi rse a la prim era sin no hacerlo con la segunda. Además
de esta raíz conceptual, la temática de l a masculinida d, históricamente,
está asociada en su génesis con los movimient os feminis tas europeos y
estadounidenses; es en estos donde se dan la s primeras acciones de hombres y mujeres preocupados de qué sucede con ellos . Esto hiz o que, entonces, l a masculi nidad como concepto y como acción, estuviera impregnada de los cuestionami entos femi nistas acerca de l as mujere s y poco en
los varones.
Así, la masculini dad, en principi o era vis ta desde el feminismo, por mujeres y por hombres solidari zados con l as luc has de aquell as -aso ciadas
con viol encia doméstica y derechos de l as muje res-, que luego deri va a
otros puntos de interés, desde perspectivas no divorci adas del todo del
trabajo de l as mujeres , pero sí con autonomí a respecto de este.
Así, la masculinida d transit a desde grupos particul ares int eresados en l a
situación de las mujeres que deri van a l a pre ocupación acerca de qué sucede con los varones: desde l a solida ridad con la s mujeres hasta l a preocupación por l os hombres mi smos, en su calida d de tales (Ol avarría,
1997). Es a mediados de la década de los setenta que aparecen, en Estados Unidos, l os primeros grupos de estudios sobre hombre s y masculi-
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nidad.
Aunque de manera más recient e, en nuestro país sucede algo simila r. Se
inici a su estudio y tra bajo desde principi os de l a década de los noventas,
en relac ión con estudios acerca de la viole ncia doméstica, aunque no con
hombres ofensores, sino con hombres de la población general (Rodrígue z
y Salas, 1992). Luego ha veni do derivando a otros aspectos, tanto en apoyo a l a la bor de grupos de muj eres como por los hombres mismos y sus
vicis itudes, aspecto en el que se prof undizará más adelante.
En nuestro cri teri o, esta masculini dad deberá entenderse en el contexto
del PATRIARCADO, por l as impli caciones que tiene sobre la vi da privad a
y públi ca de hombre s y mujeres:
a) la obli gación de procrear hijos legíti mos sobre l a base del control
polít ico del cuerpo y sexuali dad de l as muj eres (Sagre ra, 1972 ),
mediante l a creación y surgi miento de i nsti tuciones de control social
(m atrim onio, materni dad, vi rginid ad, heterosexual idad obligatoria,
monogami a para la mujer, etc.),
b) el estableci mi ento de l as estructuras de clase, económic as y polí ticas
en manos de los hombre s (Engel s, 1973), y
c) la guerra como i nsti tución masculina patri arcal (Lerner, 1990)
Todo ello va conform ando las bases del llamado “universo masculi no”. De
hecho, l a postura de promover y soportar esta masculi nidad es parte de
los mecanismos del patriarca do para sostenerse en sus presupuestos de
domi nio y control sobre la vida de l as personas y l a naturalez a.
P or ello , es fácil entender la s estructuras del poder masculi no, las cuales se i nterio rizan en nuestra personalida d, por medio de suti les y efectivos mecanismos de social izaci ón prim aria y secundari a. Por eso, los
actos viole ntos, muy promovidos en la social izaci ón masculi na y femenina, para que los despli eguen sobre todo los hombres , son una expresi ón
ritual de la s relaci ones de poder, que el patri arcado im pone a hombre s y
mujere s.
Es en esta línea de pensami ento, que podemos comprender el análisi s de
Kauffman (198 9), en torno a la l lamada “Tríad a de la vi olenci a masculina”:
Violencia contra otros hombre s
Violencia contra l as muj eres y otras poblaciones asumidas como débiles
Violencia contra sí mismo
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Esta tríada se desarroll a y, a la vez, fundamenta aquellas sociedades basadas en la domi nación y el control , tí picamente patria rcales . A su propuesta, le agregamos un cuarto componente: la vi olencia contra la naturaleza , con la cual se re piten y acentúan las otras tres, en virt ud de que
con ellas se pone en juego la exi stencia misma de l a especie humana y de
la vi da en el pl aneta.
Justo aquí, en nuestro crit erio, masculinid ad se topa nuevamente con las
im pl icaciones de la condici ón de género. Según Connel (1997), este supone tres dimensiones, ínt im amente li gadas entre sí:
a) R elaci ones de poder: subordinaci ón general de las muj eres y domi nación de l os hombres.
b) R elaci ones de producción: dándole re levanci a no solo a l a divi sión del
trabajo por género, si no también a sus consecuencias (dis criminaci ón
de l a muj er en l os ni veles económico, l aboral, polí tico, etc.).
c) Cathexis: asociado con el deseo sexual , inc luido en una trama social.
No obstante, para operar con l a categoría masculini dad, junto con la s
teorí as del género sensiti vo y del poder, se requi ere acudir a otras fuentes teóri cas, que complementen el análi sis y la acción corres pondientes.
Creemos necesario re currir a otras fuentes teóricas , la s cuales, de
acuerdo con nuestra propi a experi encia y de manera sintetizada, podrí amos ubi carlas como l as provenie ntes de: líne as psicodinámicas, del materia lismo hist órico dialéctico, del conductismo cognitivo, de la antropologí a comparada, entre otras (más adelante se hará refere ncia a distintas tendencias dentro de la masculinid ad, ocasión que perm i tirá ahondar
en el tema en cuestión). Varias de ellas no trabajan con género, pero algunos de sus postulados son vali osos, más allá de si se comparten o no todas sus tesis.
De entre todas ellas y sus aportes más puntuales, consideramos de vital
relevanc ia aquellos que abordan o consideran los aspectos subjeti vos e
inters ubjeti vos en el tra bajo con género y, de manera parti cular, con
masculini dad. Creemos que categorías como mundo int erno, im aginari o
social, mundo subj etivo, entre otras, son i mpres cindi bles para acceder
a la comprensi ón de la masculinida d y su papel en el todo social . Esto
mis mo ocurre para abordar al gunas manif estaciones de l a masculi nidad,
las cuales serán tratadas en apartados posterio res.
El género es, pues, una construcción hist órica , que muestra como se dividie ron arbi traria mente conductas, pensamientos, roles sociales, etc.;
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de hecho, l as distintas acepciones que, en la mayoría de otros ámbi tos,
asume el concepto aluden a clasifi car (cosas, procesos o personas). Esta es l a esencia y gran aporte de la categoría género: se trata de un gran
pastel que dividi ó al mundo (conductas, pensamientos y sentimient os) en
dos: l os llamó masculino y femenino y definió que los machos de l a especie se harí an cargo de una parte; a eso se le l lamó masculinida d. Un proceso si mil ar corre con las hembras de la especie y la feminid ad. Tal divisió n obedeció a necesidades de orden económi co, políti co e ideológico
propias del surgi miento del patria rcado, sobre todo en procura de ejercer un mayor control sobre la vi da de las personas.
Estamos, entonces, fr ente a una convenci ón, una ar bit rar iedad y una i mposic ión, pro pi a de l os grup os soci al es y de los momentos his tóric os. Una
vez más, por otras r azones, se divi dió a l a humani dad, en este caso en dos
grandes gru pos, los que, hasta hace poco, par ecían i rrec oncil ia bles, pese
a su convive nci a.
Se trata de una divis ión, además, arbi trari a, ríg ida y maniquea (ol vidando inclus o los componentes endocrinos). Pero, también, la conformación de ambos géneros im pl ica que, para que actúen eficazmente, debe ser
una construcci ón complementaria: la masculi nidad como está construid a
requiere de una feminid ad que la soporte (aguante y sostenga); lo mismo
a la invers a. Por ejemplo, a una masculini dad que debe ser atrevi da, debe aparejarse c on una feminida d a la espera. Tenemos la imagen casi arquetípica de “La bella durm iente”: la mujer duerm e, a l a espera de que
lleg ue el hombre y como por art e de magia, con solo besarl a, se despierta l uego de 100 aĖos de dorm ir; imagen que quizá por su mecanismo de
ser un cuento infa ntil ha sido desprovi sta de toda rel ación con la sexualida d.
De acuerdo con l o anterior, al habl ar de l os hombres, la mayoría de l a
referenc ia deberá hacerse a la masculinida d; mas no son lo mi smo. La
masculini dad, con todos sus mandatos, creó un mundo de re laci ones más
achicado y asumi do por los hombres y de ahí que ciert as cosas de l a realida d social l as deberían hacer l as personas con pene y testículos (lo s
machos), a eso se l e ll amó “m asculini dad”. A la contraparte, se le denominó “feminid ad” (las hembras).
Es un asunto convencional , que se puede observ ar en la dive rsi dad de ordenamientos cult ura les que defin en l o masculi no y lo femenino para sus
pro pia s r ealidades; i ncl uso, en un mi smo gru po, esas defi nic iones cambia n con el tiempo.
P or ell o, habl ar de masculi nidad lle va, necesariamente, a ref erirnos a
feminida d. Género no es lo mismo que solo la condición de las muje res. En
muchos casos, se escucha de progra mas con vi sión de género, cuando, en
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reali dad, son programas con partici pación de muj eres (con muy poco de
género).
M asculini dad no es l o mis mo que l a condición de los hombres , en cuanto
constitución biol ógica, pero sí en cuanto constitución social e histórica.
Se refi ere a mucho de lo que los conforma. Macho no es lo mis mo que
masculino, y hembra de la especie humana no es lo mis mo que femenino.
P arafrase ando a Simone de Beauvoir, no nacemos hombres, nos hacemos
hombres , socialmente. En esto intervienen las diversas i nstancias socializa doras en la vi da de la pers ona, desde antes de nacer. Por tales ra zones, postulamos que el género masculino en los hombres es una cuestión
de la al ta probabi lida d; el que se re parta el pastel, sobre todo, con base
en el sexo, hace que un macho de la especie adquiera, aprenda, incorpo re
el género masculino con más probabil idad que una hembra de la especie.
La si tuación contraria también es fácil de entender.
P or eso, l a masculini dad es un constructo más asociado con los hombres;
no obstante, con él tambi én se trabaja con l as mujere s.
La masculi nidad alude a una manera, sobre todo en los hombre s, de vivi r
la sexuali dad, la afectivid ad, el trabajo, l a vida diaria, entre otros, de
cumpl ir con rol es sociales y sexuales y, además, a un sím bolo de j erarquías sociales en el cual los varones ejercen poder sobre otros hombres,
los ni Ėos y las mujeres. Por eso, podemos afirmar que se asocia la masculini dad con el poder y con l a autori dad (véase definici ón de Connell,
1997, pag. 35).
P or lo anterior, la identidad masculi na se caracteri za por l a reafirmación permanente de su poder y de la demarcación de los lí mit es de su
masculini dad. Nada ni nadie debe poner en duda tal condición.
Gilmore (1996 ) plantea que la masculini dad es la forma aprobada de ser
varón en una sociedad determ ina da. Se impone un i deal cul tural y los
hombres deben adecuarse a él. La masculini dad verdadera requie re dramáticas prue bas. Es un desafío, un prem i o por ser ganado. Destaca, como encargos asignados a los hombres y comunes en diversa s cul turas, el
fecundar, proveer y proteger, con sus consecuentes emblemas masculinos: autosuficie ncia económica, proveer, proteger (esto inc luye el coraje físic o, enfrentar peligros ). Para ello debe evi tar que se le note el
miedo, el temor de ser humill ado delante de otros hombres (el hombre
im aginari o o “el otro” mejor que yo).
Lo anterio r nos permit e decir que la masculi nidad requiere, entre otras,
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pero de manera preeminent e, de una “valid ación homosocial”: se construye de manera permanente según el escrutinio de los otros varones,
bajo la mira da omni presente de otros. El los conceden la aceptación en el
reino de l a viri lid ad. Se demuestra la hombría para la aprobación de
otros hombres. Son ell os quienes evalúan el desempeĖo. P or tal motivo
es tan i mportante alardear las conquistas para competir, en muchos terrenos. Compi ten por los indi cadores de la viril idad: riq ueza, poder,
posici ón social , mujeres atractivas. La viri lid ad l a entendemos como
construcción social, hi stóri ca y cultura l (Kimm el, 1997).
La necesidad de probar l a vi rili dad y de obtener val idación homosocial
coloca la masculi nidad en un ri tual permanente, caracteriz ado a grandes
rasgos por Branno n (ci tado por Ki mmel, 1997) de l a si guiente manera:
• Nada con asuntos de mujeres : l a masculi nidad es el repudi o i mplacable de lo femenino.
• Sea el ti món princi pal: la masculinid ad se mide por el poder, el éxito, la ri queza y la posición social .
• Sea fuert e como un robl e: la masculinida d depende de perm anecer
calmado y confiable en una cri sis, con las emociones bajo control, no
se muestran emociones.
• M ándelos al i nfierno : arriesg arse y ser agresivo .
Esta prueba permanente obliga a los hombres concretos a demostrar su
viril idad en su vida cotidi ana y en l os diversos ámbitos en que se mueven. En el ámbi to sexual, el encargo se concreti za así:
•
•
•
•
Siempre
Siempre
Siempre
Siempre
li sto para tener sexo
con el pene erecto, que “funci ona” si empre
durando mucho para eyacular
dando satisfacción sexual a las muj eres (como nadie lo hace).
La necesidad de poseer, mostrar y sos tener el falo como estandarte, símbolo y signi fic ante de la masculinida d (M onick, 1994) funci ona como
elemento estructurante de l a psi que masculina.
En otros ámbi tos, el encargo se expresa mediante l as siguie ntes premisas:
•
•
•
•
•
•
Nunca rechazado o trai cionado por una muj er
Exitos o en el trabajo
Exitos o en l o económi co
Con parej as que lo admi ren, obedezcan y cui den
M ediante el desafío permanente del peli gro
M ediante conductas de descuido personal
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• M ediante la negación maníaca de l os procesos de duelo
Masculinidad como proceso de socialización
Los discurso s que contienen los guiones y normas de conducta son int ernaliz ados, sobre todo, en l a pri mera infanc ia en el marco de rel aciones
intensamente cargadas de afecto y definen la manera en que cada persona
es percibi da y tratada por los demás. Así, cómo nos vemos a nosotros
mis mos, cómo nos relac ionamos con los demás y cómo nos tratan los
otros, está fi ltra do y marcado por l a adscripci ón de género.
Cada suj eto repi te, obli gatoriamente, l as normas cultural es que definen
la manera de ser, actuar y sentir prescritas para cada sexo. El sujet o
actualiza defini ciones preexis tentes y socialmente producidas que, a su
vez, cobran real idad al ser pract icadas. A la vez, el género define aquello que “no debe ni puede ser”; en el caso de los hombres, sobre todo, es
un re pudio a lo que no se debe ser. La masculinida d se funda en la exclusión de todo lo femenino y todo l o que no parezca de los hombres . Dónde
un varón pierd e su condición de tal, es una int errogante que acompaĖa al
hombre en form a perm anente, en virtud de l o tenues y frágil es que resultan ser esas defini ciones, sobre todo para los varones.
Como ya anotamos, las represe ntaciones de la identidad de género empi ezan a ser i nternal izadas con las vivencias más tempranas de la niĖez; tales repres entaciones son el núcleo básico a parti r del cual la persona
atribuye sentido a sus experienci as cotidianas.
Con Berger y Luckmann (1 976), sabe mos que esta socializa ción primaria está impregnada por elementos afectivos, con l o que se aprende ante
todo por esa vía y no solo por la rac ional o cogniti va. Por eso su alcance
en la bi ografí a de l as personas y los grupos es tan ampl ia y determ i nante, en virt ud de lo enraiza das que quedan las experienc ias en la subjetividad de las personas, de la s cuales no todas quedan grabadas en l a concienci a.
P aradóji camente, l os princi pales mensajes de l a masculini dad, transmitidos durante la socializa ción primaria, se rela cionan con el control de
las emociones y también con el desarrol lo de la fuerz a físi ca y l a sexualida d que, preferi blemente, no deben asociarse con componentes afectivos. Tiene que demostrar valentía y control emocional . Los niĖos son
entrenados para que desarroll en el lado activo (val entía, agresión, competitivid ad) y repriman las tendencias “ pasivas y emocionales”, que no
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pertenecen a sus códigos como hombres.
P ero la “instruc ción” de la masculini dad continúa acorde con l os procedimientos de la social izaci ón secundari a. En esta, intervi enen l as demás
instancias que el grupo social ha previst o para tales fines. Estas actúan
sobre un suj eto que ya tiene un núcleo de identidad constitui do y, en esta nueva etapa, se procura, sobre todo, el aprendi zaje de roles sociales,
necesari os para consolida r l os procesos de incorpora ción al grupo social
correspondiente.
Género, masculinidad, roles y conceptos asociados
Como ya i ndicamos y según la discusión i nclui da, es necesari o trabaj ar
con otras teorías o conceptos, además del de “género”.
En el medio de esta discusión es necesari o indi car que género y, por ende masculinid ad, no es solo un asunto relaci onado con l os roles sociales,
típi ca pre ocupación de la psic ología social y l a sociología estadounidenses que, en nuestro crit erio, impregnaron al gunas de las acciones y propuestas feminis tas i nicia les y sus desarrollo s posteriores . Según nuestro entender, si esto fuera solo un asunto de rol es, la soluci ón de muchas
situaciones serí a mucho más fácil de l ograr. El problema estriba en que,
precisa mente, por no ser así, l a compleji dad de l a dinámi ca social es difíci l de comprender y, sobre todo, de modifi car.
P or otro lado, el género o, con más precisió n, l a teoría del género ha enfatizado en el nivel o dimensión cognitiva de los procesos sociales, lo que
creemos es herencia también de la Psicol ogía de los Estados Unidos y de
ciert os sectores de Europa. En nuestro criteri o, deben i nclui rse además
otros aspectos, entre ello s, lo subjetivo y l o inters ubjeti vo, tal y como
lo hemos venido planteando.
De esta form a, el mundo int erno es fundamental cuando se trabaja con
hombres (y con mujeres), si endo tan i mportante el mundo “real” como
el i nterno, el imagina rio. De hecho, sigui endo a Berger y Luckmann
(1 976), tal y como l o indicamos, mucho de l a social izaci ón se aprende y
se i ntroyecta de manera muy sóli da just o porque el proceso se ha dado sobre todo por la vía afectiva o, al menos, es con este cli ma con el que el
aprendiz aje se produce, sobre todo en l as etapas tempranas.
Es úti l ref erirnos al concepto de mundo interno como el conjunto de ansiedades y fantasías, en su mayorí a i nconscientes, a partir de l as cuales
el sujeto se vi ncula con el mundo circund ante. El mundo int erno supone
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los objetos de la vida afectiva que el sujet o ha ido introyectando a lo l argo de la vida en el trans curso del estableci miento de sus relac iones objetales (Seagal, 199 3; Kernberg, 1988). En el mundo interno se suscitan procesos y emociones pri mari as, así como ansiedades y fantasías que
reviven estados de desprotección, ins eguridad, devaluaci ón, temor; así
como estados de omnipotencia y control.
En relaci ón con el mundo interno , la masculinid ad se caracteri za por l a
intol eranci a, negación y repudio de las ansiedades y fantasías que colocan
al sujet o en estados de desprotección, amenaza y miedo. Estas ansi edades
son int olerabl es para el hombre concreto, el cual las ni ega tra nsformándolas en fantasías de control omnipotente y proyectando aquellas en otros
objetos de su vida afectiva (las muje res, otros hombres). Consideramos que esta dimensión de mundo int erno fantasmal es fundamental en el
trabajo de l a masculinid ad. No basta con re dimensionar los aspectos de
tipo cogniti vo, ni los de tipo conductual (roles, conductas, formas de discurso, i nformación nueva), sino que es imperat iva la revi sión de los
contenidos propi os de ese mundo int erno, con el fin de que los sujetos
concretos puedan manejar la s ansi edades y fantasías que tanto miedo les
producen y que niegan omnipotentemente. Un hombre concreto, que se
haga cargo de sus ansiedades y fantasías de i mpotencia y desprotección,
estará en condicio nes de romper con los encargos patriarcal es de demostraci ón permanente de su viri lida d y de competencia con otros hombres.
Encargos y demandas de la masculinidad
Queda claro que l a masculinida d es una construcción social y que los hombres no nacen, sino que se hacen, vari ando sus manifes taciones concretas según los cánones de la cul tura y el momento. La sociedad fomenta
comportamientos, repri me otros y transmite ciert as convicci ones sobre
lo que si gnifica ser hombre. Se crea un modelo de sujet o masculi no a
partir de l os encargos propios de la sociedad patria rcal.
Valdés y Olavarría (1 997) consideran que el núcleo de la construcci ón
social del varón es asociar el ser varón con ser important e, porque la s
mujere s son menos i mportantes. Ser varón es ser i mportante, de modo
que quien es varón es i mportante por el solo hecho de serlo y por ser varón tiene que ser important e. Para un hombre concreto, el encargo sería: “Yo soy i mportante” y “Debo ser importa nte” y “Debo cumpli r
con una serie de encargos”, ent re los cuales, como míni mo, “Debo ser ca paz de proteger, alimentar y orientar a una mujer y a los hijos que me dé”.
La realiza ción concreta de esta import ancia de ser hombre deberá tomar
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expresio nes parti culares , en razón del momento, de l a condición socioeconómica, de l a etnia, de l a edad, entre otros aspectos.
Lo anterio r ll eva a una doble consecuencia: autocomplacencia por la posici ón que se ocupa y preocupación por mantenerse en ell a. Todos l os varones reciben ambos mensajes y los interi oriza n en proporci ones vari ables. El primero es gratif icante y grati fic ador (soy varón), pero el segundo lo obliga y empuja a la demostració n constante. Si no cumple con el
M odelo I deal de varón, si no l ogra ser important e, no merece ante sus
propios ojos ser varón. Por eso, es necesari o que demuestre que es varón en algún terreno.
Como parte im portante de su formación como tal, en la masculini dad, y
sobre todo en el hombre, se repri men ciert os componentes afectivos -lo s
más asociados con el contacto- y el i nterés por lo ínti mo y se fomenta todo lo que sirva pa ra convert irse en un suj eto social mente exitoso. Lo anterio r por cuanto lo ínti mo es un obstáculo para el éxito, ser “ suave”
estorba, aparte de que es femenino o porque puede serl o.
Ello expl ica por qué en el grupo de amigos, l a cul tura masculina transmit e o enseĖa al j oven a ser agresivo, competitivo e insensibl e. El que un
niĖo sea aceptado por sus coetáneos pasa por tener que desarrol lar al gún
nivel de agresivida d, en tanto que la sumisi ón se asocia con el peligro de
feminiza ción. No pasar por estas pruebas conlle van el peligro de ser
identifi cado y estigmatizado con lo femenino.
M uy rela cionado con lo anterior, hay necesidad de confirm ar l a sexual idad activa heterosexual. Se compart en las hazaĖas sexuales, reale s o
im aginari as (véase Salas, 1996)
Según Gill ette y Moore (199 3), l a situación de los varones, desde una
perspectiva del psi coanálisi s j ungiano, puede sintetizarse en l a existencia de arquetipos; es decir, condensados en modelos i deales que trascienden l os diversos modelos hi stóri cos. Los arquetipos se imponen como esquemas mentales, como mit os fundacionales que sostienen la s vi vencias
de hombres concretos y como mandatos que todo hombre debe cumpli r y
que toda muj er espera que cobren vi da en todos los hombres. Con la s
precauci ones debidas, es oportuno revisa rlos brevem ente:
El rey:
es el arqueti po central, el que ordena y fertil iza; es expresi ón de la fuerza. I mpli ca el control del poder, la autorida d.
El guerrero:
alude a la agresivida d, toma l a ofensi va, salta a la batall a
con todo el potencial ; defiende y protege algo, sobre todo el
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territo rio, im pl ica la valentía, la decisi ón, l a pers everanci a
y l a lealtad (recué rdese a los Caball eros de la M esa Redonda y
al rey Arturo).
El mago:
res uelve proble mas, todo lo sabe y lo puede arre glar; es ser
“Mac Giver” en toda si tuación.
El amante: no solo en las dim ensiones de la conquista permanente, si no en
l a definici ón de l a sexual idad masculina que le da el lugar,
real o imagi nario, de satisfa cer pl enamente las necesidades
eróticas y afectivas de las muje res.
Estos arquetipos no se presentan puros, sino combi nados. James Bond
encarna a varios de ellos, como icono moderno. Por l o menos en Occidente, estos arquetipos se encuentran en la hist oria y el folclo r de muchas
regiones y países.
Cada hombre concreto realiza la puesta en escena de l os cuatro arquetipos para re aliz ar su masculi nidad; de no lograrlo o ante la caída de uno
o varios de ellos, se produce una profunda cri sis de la masculinida d en
ese hombre part icul ar, con los consiguientes mecanismos de compensación de esa “m asculini dad perdida”.
Además, pueden asumirse re al o i maginariamente . El arqueti po del
“ re y” puede asumirse o como re al o como imagi nario, con sus consecuencias l o cual, entre otras cosas, puede aportar alguna expli cación a l a
viole ncia doméstica, lo cual se constituye en un cl aro ejemplo de la importanci a de asumir l o subjetivo en el momento de abordar la masculinidad y temas conexos.
Es oportuno i ndicar que la concreci ón de estos arquetipos es algo que puede verse como esperado por hombres y por muj eres; es decir, constituyen expres iones claras de l a distribuci ón que de l os géneros hace la sociedad. Como ejempl o de esto, se espera que el “hombre de la casa” arregle cualquie r detalle doméstico y que l a mujer espere lo mismo. No es casual que la compaĖí a “M ari dos a domic ili o” esté constituida solo por varones, pues son éstos l os ll amados a cubrir ci ertas necesidades de la s
mujere s; la cobertura peri odística de este fenómeno al ude solo a las necesidades de las mujere s: un hombre no puede contratar sus servi cios,
porque se contratarí a a un marid o, escenario prohi bido para aquello s
hombres que o no quieran o no puedan con los mil detall es que im pl ica el
hacer “arre glos” en la casa. Surge la pregunta de si esta compaĖía contrataría a “una mari da” y si, para ciert os menesteres, sería contratada por otras muje res y por hombre s.
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La masculinida d debemos abordarl a como categoría ontológica (ser) y
como categoría gnoseológica o epistemológica (un concepto). Desde que
exist e l a humanidad, pero sobre todo con la i mplantación del patria rcado, esta masculinida d (y feminid ad) exis te. Como pre ocupación de l a
cienci a o del saber en general, es más bien recient e. A l os varones no les
ha preocupado preguntarse por ell o mi smos en calida d de hombres; lo han
hecho, pero en términos de especie (el hombre como especie, como ser
humano).
Si se hace un breve repaso his tóric o de l as grandes teorías , sus autores
(básica mente hombres) no asumieron al hombre en cuanto tal; cuando l o
hacían era en referenc ia a la especie como un todo. El hombre, singul ar
y como género, fue invi sibi liza do.
No vamos a decir que a los hombre s l es disgustara esa obviedad o l es incomodó no ser tratados como portadores de género. Podrí amos pensar que
más bi en les satisfi zo no atender ese tipo de cuestiones y quizá más bi en
los alivi ó y permiti ó continuar en la penumbra del no interro garse acerca de ell os mismos. Los hombres no hablamos de estas cosas, no son parte de nuestro ser: o es perder el tiempo o es cosa de muje res (que para
los efectos, viene a ser lo mismo).
Batres (1 999) repo rta y refl exiona acerca de la re spuesta que da un niĖo cuando se le pregunta acerca de qué hablan los ni Ėos: “Los hombres no
hablamos, jugamos!”, en clara alusi ón a que eso no se pregunta y, si se
hace, la re spuesta es que no es de hombres , es de mujeres !
Desarrollos posteriores, diferentes tendencias, líneas teóricas
Aun con el tra bajo rel ativamente recient e en el tema de l a masculi nidad,
se pueden i dentificar algunas l íneas o tendencias teóricas y metodológicas en el trabajo con varones, algunas de l as cuales -no todas- inc orporan l a categoría género en sus propuestas; es decir, que se van nutri endo de diferentes perspectivas.
Entre estas tenemos:
-
El enfoque bioló gico: sostiene que los rasgos masculinos son l os propios de l os machos de las especies animales (territo riali dad, búsqueda sexual activa, masa muscul ar, desarroll o de l a intelige ncia espacial , voluntad de domini o) (LeVay, 1993). A part ir de l a década de los
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setentas, con el desarrol lo de la teoría de género sensitiva, estos estudios han sido cuestionados.
El enfoque de l a teoría género sensitiva o profemini sta: considera da l a
prim era gran base conceptual y operativa de l os trabajos en masculini dad, girando en torno a los movimient os reivi ndicativos de la s
mujere s, cuyos elementos claves l o constituyen el l ogro de la equidad,
la visual izaci ón de l a problemáti ca del género como un aspecto de orden político y, como se indicó, el destierro de las expli caciones biologistas a procesos de orden social e hi stóri co.
La pers pectiva conservadora: pretende l a perpetuación de la masculini dad (o de l as condiciones de los géneros) dentro de l os límite s
marcados por las demandas tradic ional es del patriarcad o.
La perspectiva de los “M en’s right s”: derivados de l os movimientos
feminist as, hombres y tambi én mujere s se cuestionaro n acerca de
aquell os derechos (sobre todo civil es) propi os de los varones.
El enfoque de la s tra dici ones mít icas, mi topoéticas o espiri tuales: acceden a la masculi nidad, desde las tradi ciones folclóri cas o míti cas de
los pueblos o culturas; tiene una fuerte i nfluenc ia del psi coanálisi s
jungiano , sobre todo con sus conceptos de inc onsciente colectivo y los
arqueti pos.
El enfoque de l a ll amada “nueva masculi nidad” : con l a inc orporaci ón
de elementos del enfoque conservador y de la tradi ción mi topoética,
esta perspectiva tiene i mportante presenci a en los Estados Unidos,
sobre todo en torno a l os planteamientos de Robert Bl y y sus campamentos de fin de semana con grupos de hombres .
La perspectiva de grupos específicos: i mpuls an acciones desde las necesidades de grupos o minorí as (gays, étnicos, entre otros).
La perspecti va socialist a: combina da con elementos propi os del marxismo, en torno a la necesidad de cambios sociales.
La l ista anterior no es exhaustiva y mezcla diferentes crit erios para su
elaboración, por cuanto ello puede hacerse desde enfoques teóri cos, epistemológicos, de trabajo específi co, por ti po de poblaci ón con la cual se
trabaje , entre otros. Exist en otras maneras o puntos de ref erenci a para
elaborar otras maneras de apreci ar esto (véase Gomári z, 1997 , Valdés
y Olavarría, 1997).
Clatterbaugh, citado por Valdés y Olavarría (1990),
perspectivas en los estudios sobre masculinid ad:
distingue seis
• P erspecti va conservadora: es natural que l os hombres sean proveedores y protectores de las muj eres, y polít icamente dominantes, así
es l a naturaleza masculina .
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• P erspecti va prof emi nist a.
• P erspecti va de los “Men’s rights” (l os roles masculinos tradici onales
son daĖinos porque l os hombres son víct imas de ell os).
• P erspecti va de la nueva masculi nidad.
Tambi én se hacen li stados por l íneas teóricas, estrict amente, entre la s
que se inc luyen: l as cognitivo conductuales, la s de tradició n psi coanalítica o dinámi ca, las sist émi cas, entre otras.
Lo important e por destacar en l os estudios de la masculinid ad -seĖal a
Ki mmel (199 7)- es que se exami na a los hombres en cuanto tales, ampliand o, i ntegrando los trabaj os que i nici almente se hacían en torno a l a
situación de las mujeres . Por el lo, es oportuno reite rar acerca del tránsito que estos estudios han venido teniendo hasta hoy día, cuando son los
hombres por sí mismos los suje tos y los objetos de estudio.
De manera parti cular se conoce de estudios de la masculi nidad en América Latina, l os que se han centrado en los estudios del ll amado machismo,
cuyos ra sgos son:
• Hi persexual idad: el hombre se afi rm a como tal por medio del ejerc icio sin freno de su sexualid ad y del domi nio sobre l as mujeres.
• Irrespons abili dad en el rol de jef e de famili a y padre proveedor.
• P osesivi dad respecto a l a parej a.
• P adre vi olento, pero poderoso y admi rado.
• Norm an Pal ma (1 990) plantea que los lati noamericanos venimos de
una cultura que se basa en l a conquista y viol ación. Se nace de una mujer, ser i nferio r, de raza infe rior que, además, fue vi olada. Esto forja una cultura de la viol encia, de la violación, que se perpetúa y legitima l a superi oridad masculi na.
• M it o de l a superm adre (madre poderosa) y padre ausente (m acho
irrespons able) (M art ín Baró, 1985 ).
De manera particul ar en Costa Rica, l os estudios de la masculini dad derivan de un inici o en violenci a doméstica a otros, en l os cuales se abordan junto con la paternidad o desde esta, l a sexualid ad, la adolescencia, l a
prosti tución, la probl emática de l os ofensores (fí sicos y sexuales), entre otros.
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Sección II
Masculinidad,
Género e Identidad
El género es un componente básico para la estructuració n de la identidad,
mas no el único.
La i dentidad alude a la pregunta de quién soy, qué soy. Por ello, está conformada por una serie de componentes, estrechamente entrel azados: etnia, edad, clase social , color de la piel, nacionali dad y el género.
P ara Fulle r (1 997), la identidad es un conjunto de represent aciones
del yo por el cual el suj eto comprue ba que es siempre igual a sí m i smo y
diferente de los otros. Se fundamenta en experie ncias bi ográficas que
artic ulan la vida de la persona y es recreada a diari o a través de l a actuación cotidiana. Por tal motivo, en su conform ación, intervi enen la s
diversa s i nstancias socializa doras en l a vi da de la persona desde antes de
nacer.
P sicol ógicamente, ti ene la determinant e funci ón de brinda r tranqui lida d
a la persona ante la cuestión de l a mismidad; constituye aquel nivel de integración de l o indi vidual y lo colectivo que permit e que la persona no se
difumine o se evapore, en sus nivel es subjetivos; otorga los l ím i tes,
siempre preciso s pero cambi antes, que perm it en hablar del “yo” y de
los “ otros”.
P or su parte, l a i dentidad de género es el sentimi ento de pertenencia al
género femenino o masculi no; responde a la pre gunta de “ņQué soy y cómo me siento: hombre o mujer?”, por lo que alude, sobre todo, a experienci as o vivenc ias subjeti vas, enraiz adas en los cánones social es, pero int egrados en el mundo i nterno de cada cual.
La identidad de género se constituye a partir de:
1. Los discursos (qué se dice y qué no se dice acerca de l o que debe ser un
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hombre, cómo debe comportarse, qué tiene qué sentir, cómo tiene que
actuar). Estos discurso s se transm i ten con una base emocional (afecto, cari cias, aceptación, temor, mi edo, cul pa, vergüenza) y permit en
darle sentido a l a experienci a personal como varón, proporc ionan un
marco de ref erencia para entender y califi car la actuación de hombre s
y mujeres en la famil ia, el centro de trabaj o, en la escuela, en los
clubes sociales, en l a calle , en todas nuestras rel aciones sociales.
M uchos discursos son contradict orios (por ej empl o: “ Sea responsable, a las muje res no se l es pega ni con el pétalo de una rosa, sea fiel”
con mensajes como “Acuéstese con todas las mujeres que pueda, péguele si ella no le hace caso”)
2. Las represent aciones, que son como conceptos que el sujeto se forma
en su cabeza, ubi can la i nformación recibi da en su vida cotidi ana. Son
definicio nes que le permiten clasif icar y asig nar signi ficado a sus interacciones, conductas, de sí mis mo y de los otros. Es un conjunto de
signi ficados que el sujeto elabora a partir de su propia cultura y
tiempo. Estas repres entaciones, al igual que los discursos, son internal izadas desde la más temprana infanc ia.
Quizá en una diferenciac ión bastante conocida, mas no así asumida, conviene re pasar la s diferencia s entre sexo, i dentidad sexual, i dentidad de
género, orie ntación sexual y prácticas sexuales.
Sexo
Alude a los componentes de índol e biol ógico y reproductivo; fundamentalmente, ti ene que ver con el funcionami ento hormonal , la base fisi ológica, la base anatómica y también el aspecto reproduc tivo. En el sexo están pre sentes aspectos más de í ndole pulsi onales, i nsti ntivos, que l a
persona trae desde el nacimiento; es como una especie de programaci ón
genética.
La base biológi ca interviene en l os procesos de maduración de las caracterís ticas sexuales primarias y secundaria s. En el sexo i ntervie ne el
aspecto gonadal, horm onal, cromosómico, estructural y genital.
Otra acepción del término sexo es cuando se l e hace sinóni mo del término coito, en muchas ocasiones reducido al acto de penetració n.
Género
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Se ref iere a los aspectos psicol ógicos, sociales y cultura les que se adjudican a las personas, básicamente, de acuerdo con su sexo. Alude a los
procesos de sociali zación de la masculi nidad y la feminida d y a l a construcci ón histórico social de l as identidades femenina y masculina, que se
lleva n a cabo en hombres y en mujeres .
Bl eichmar (198 9) propone que la femini dad y la masculinid ad aluden a
una subje tivi dad que será la encargada de conferir al cuerpo, marcando
tanto su anatomí a y sus funci ones como su deseo sexual , con las múlt iples signif icaciones y fantasmas que delinean sus silue tas y comportamientos diferencia les. No se nace con una i dentidad de género equival ente al sexo biol ógico.
El género comprende tres aspectos:
a. Atribuci ón, asignación o rotul ación: se refie re a la primera rotul ación que se hace del reci én nacido o la re cién nacida. Una vez que se
tiene la notici a acerca del sexo de l a cri atura, se le da un l ugar en el
im aginari o (en las fantasías, deseos, anhelos de sus progenitores) y
un lugar en lo simbóli co (sig nifi cados que en l a sociedad y en l a cultura se le dan a ese futuro hombre o mujer).
b. Identidad de género (núcl eo de la identidad): es la convicción, en el
plano de l as ideas y de los sentimient os, de que se es y se pertenece a
un sexo y no a otro: soy un hombre , soy una mujer. Se le l lama también i dentidad sexual. Es una autopercepción que constituye un núcleo
inalt erable ; no es solo una creenci a.
c. R ol de género: concierne a las expectativas, a las conductas permit idas y prohibida s, a los comportamientos apropia dos e inapropi ados. Es
el conjunto de expectativas acerca de l os comportami entos sociale s
apropiados para la s personas que poseen un sexo determ i nado. La estructura social hace esta pre scripci ón y la presenta como propia o
natural para su respectivo género. En cada cultura está pautado qué
se espera de l a femini dad y de la masculini dad y al sujeto se le asigna
un rol de género que el o ella podrá asumir o rechazar. Por esta vía,
se atri buyen roles, atribuci ones y estereotipos. La cultura patriarcal
ha establecido roles de género disti ntos y desiguales para los hombre s
y las muje res, cargados de signi ficaciones distintas.
Al res pecto, Full er (1997 , pag. 18) sostiene:
“ Esta simboliz ación cultural de las diferencia s anatómicas toma forma
en un conjunto de prá cticas, discursos y re presentaciones sociale s que
definen l a conducta y la subje tivi dad de las personas en función de su sexo. A su vez producen categorías sociales: l os varones y las mujere s, que
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ocupan lugare s precisos, difere ntes y je rarquiza dos en el ordenamiento
social”.
Como ya expusi mos, existe n diferentes formas de identidad (étnica, de
clase, nacional) , pero la i dentidad de género se re fiere a la experienci a
de nacer dentro de una categoría sexual y este es un hecho fundante en l a
subjeti vidad humana, porque tiene que ver con el cuerpo. El cuerpo es
insepara ble de la condición de género.
Además, l as identidades de género expresan y le giti man relaci ones de poder: “Por el hecho de ser etiquetado como hombre o como mujer, cada
sujeto es colocado dentro de una categoría social: la femenina o la masculina , a l a que corresponden papeles, obli gaciones, derechos, etc.” (Fuller, 1997, pág. 20). Así, l a identidad masculina es una manera de vivir l a sexual idad, de cumpl ir con role s sociales y sexuales, y además un
símbolo de jerarquí as sociales en el cual los varones ej ercen poder sobre las muj eres. Esto asocia l a masculinid ad con el poder y con la autoridad.
La identidad masculi na se caracteriza por la rea firmació n perm anente de
su poder y de la demarc ación de l os lí mi tes de su masculini dad.
Los hombres y las mujere s int ernali zan l os mensajes de l os discurso s
que transmite su cultura como l a verdad, y desde ahí organizan sus comportamientos, sentimientos, acciones, pensamientos, y los de l os demás.
Orientación sexual
Está referi da a la pre ferenci a o elección del objeto eróti co, lo cual, junto con aspectos biológicos, está determinado por variabl es de orden social
y de construcci ón subjetiva. De esta form a, se puede poseer una clara defini ción sexual, una clara identidad de género y tener como objeto de
elección eróti ca a una pers ona del mismo sexo. Guarda, por tanto, rel ativa independencia respecto de la identidad de género.
Prácticas sexuales
Alude a lo que l as personas hacen concretamente en sus comportamientos
sexuales y eróti cos, coital es o no. Puede guardar re lati va independencia
respecto de la orienta ción sexual y de l a identidad de género.
La combinación múlti ple de los componentes mencionados puede dar ori-
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gen a diversa s manifestaciones concretas de la masculinid ad.
Hay mucha discusión acerca de cuál es el componente más i mportante en
la estruc turaci ón de l a identidad y se asumen posicio nes, entre ellas, que
el género es lo más i mportante (Lagarde, 1990), hasta otras en la s que
se les da un lugar de mayor peso a otras categorías (clas e social , por
ejemplo).
No obstante, en lo que se refiere a la dimensión género, para los varones,
esta es determinante y hay que diferenciarlo de lo que sucede con las mujeres. En ell os, ostentar o mantener su masculi nidad, por lo menos desde estructuras subj etivas, es una cuestión vi tal y hay muchas si tuaciones que deben controlars e para que no haya probl emas. De esta form a,
si sucede algo que ponga en entredi cho la masculi nidad ponen en entredicho a la pers ona como tal (quién o qué soy? ). Un ejemplo extremo l o
constituye, en los hombres, la impotencia sexual o la sola i nsinuaci ón o
posibi lida d de que haya algo homosexual en ellos. P ara muchos es el acabose.
Esta determ i nación tan pesada de lo genérico en la construcción id entitaria es de mayor re levanci a en los hombres que en la s mujeres. Es más
fácil que en los hombres haya crisi s de i dentidad que en las mujeres,
precisa mente por lo re string ido de las defini ciones de lo masculino; hay
pocas formas de ser hombre. En ello s, situaciones o circuns tancias que
cuestionen su condición masculina son vivi das como una amenaza a su
condición total o i dentidad compl eta como personas o seres i ntegrales.
Hay una mayor rigi dez o un abanico menor de posibil idades de vi vir l a
masculini dad, por lo que si esto de deteriora, se fractura el edifi cio completo.
De ahí que se pueda afi rm ar que la masculi nidad, en la vida de los hombres, es un rit ual permanente, pues deben mostrarla en forma constante.
En el caso de l os hombres, la adquisi ción de su i dentidad pasa por el reconocimiento públ ico de su hombrí a delante de l os otros varones y por el
ejerci cio del poder sobre la categoría f emenina, rec hazando todo lo que lo
ubique en la condición de no ser hombre : desprecio por lo femenino en sí
mis mo, homofobia, etc.
La ri gidez de la construcción y de la conformación de la masculinid ad, entre otras cosas, hace que buena part e de las tareas del ser hombre los
lleve a garantiz arse que no son muj eres, con consecuencias en muchos
ámbi tos de sus vidas.
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Se produce una permanente y sist emática devaluaci ón de lo femenino, l o
cual l leva a los hombres, según el esquema de análisis que hemos descrito páginas atrás, a procurar no ser mujer o no ser como una mujer.
En este sentido, Kimmel (199 7) nos plantea los tres encargos básicos de
la masculini dad: no ser el hi jo de mami , no ser muje r y no ser homosexual; esto últi mo como errónea asociación con ser mujer o poseer atributos femeninos.
La devaluación de lo femenino y la demostración permanente de que no se
es mujer, es result ado y condición de la conform ación de la subjet ivida d
masculina. En el desarrol lo de la identidad masculi na, en Occidente, i nicial mente el ni Ėo se identif ica por l o general, con una muj er (l a madre), con l a cual establece una simbiosi s, una unidad (somos uno solo),
al i gual que las niĖas. Llega un momento del desarrollo en el que niĖos y
niĖas deben i nici ar un proceso de separació n i ndivi duación (yo no soy
ella ).
Este proceso posibil ita que se empiece a desarrol lar una identidad individual y de género a través de la int ernali zación de las normas de la cultura. Esto lo viven tanto ni Ėos y ni Ėas, pero el varón pasa por un problema adici onal, ya que debe superar la si mbi osis ori ginal con l a madre
a fi n de constituir una identidad independiente, defini da por su cultura
como masculina, de ahí que “La masculi nidad i mpl ica l a separación del
niĖo de su madre y su i ngreso a un estatus social defini do como disti nto y
opuesto al de ella.” (Fulle r, 1997, pag. 29).
La pri mera identif icaci ón del hombre es femenina; l o masculino se constituye en un segundo momento e i mpli ca l a negación de la identifi cación
origi nal con la madre. Recuérdese l a origina l constitución de hembra en
el “fet o” En l a niĖa l a constitución de la identidad de género es continua,
ya que se identifi ca con su objeto pri mari o de amor; en el niĖo, en cambio, la consti tución de su identidad de género viene a reemplaz ar la simbiosi s pri mit iva con la madre, ya que debe identifi carse con el padre o
varón adulto. En esta identifi cación con lo masculino, pocas veces se da
en un contexto de re laci ones afectivas satisfactorias.
Esto lleva al hombre a lo siguiente: para i dentific arm e con lo masculino, debo al ejarme de lo femenino. Según Chodorow (1978 , en Fuller,
1997), el niĖo i ntenta obviar su identifi cación con la madre re primiendo, desvaloriza ndo y negando lo que considera femenino en él mi smo y en su mundo exterior. La masculinida d, así, se construye mediante
la negación de la s característ icas que se consideran femeninas. De lo que
se desprende, según la misma autora que “D ebido a este desfase entre su
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identifi cación primaria y su identifi cación de género, los varones deben
reali zar grandes esfuerzos a l o l argo de su vi da por conservar su masculini dad despejando toda duda acerca de elementos femeninos en sus actitudes, comportami entos, role s o apari encia físi ca” (Full er, 1997 ,
pag. 30).
De ahí que en el devenir del hombre concreto como sujet o, el ni Ėo debe
renunciar a la identifi cación primaria con su madre reemplazándola por
el padre como objeto de i dentificación (B l eichmar, 1995 ; Chodorow ,
1978). La i dentificación con ese tercero, que no es su madre y que es
poseedor de las fuentes de i dentificación masculina , no puede desligars e
del componente si mbólico, de los signif icados que l a cultura patriarcal
occidental asigna a ese ideal masculino. Lo masculino es considerado como la fuente de valorac ión social y del poder, como l a fuente que l egitima y da un lugar en las estructuras de poder y domi nación, y lo femenino es considerado como signi fic ado de no poder y de devaluación social.
En las culturas patri arcale s, la estructura subje tiva de los varones se
caracteriza por el alejam i ento de l o femenino como una forma de renunciar a la identidad materna y lograr así l a i dentificación con el padre, al
cual se le atribuye socialmente poder y estim a. Además, la identifi cación
con este, supuestamente, l e perm it e aleja rse del mundo de la madre y de
lo femenino, teniendo que demostrar permanentemente que ya supri mi ó
lo femenino dentro de sí. Este proceso puede estar en la base subjeti va
de la mis ogini a, homofobia y rechazo si stemático de l o femenino, propi o
de l a construcció n de l a i dentidad masculina en el patria rcado.
En un interesante análi sis, Gilmore (1990 ) aporta que, en casi todas las
sociedades, la hombría debe ser al canzada a través de pruebas o ri tos,
muchos de ello s asociados con el honor y la vi rili dad. Ello se ref iere al
valor que ti ene una persona para sí mi smo y para l a sociedad. En el caso de la sociedad patriarcal , el honor de un hombre está lig ado a demostraci ón de su viril idad. Todo hombre debe cuidar su honor y su viril idad. La sociedad establece algunas sit uaciones que supuestamente hacen
perder el honor a un hombre, ante las cuales debe sentir vergüenza. Lo
que todo hombre desea es que se reconozca su honor y su vi rili dad.
Algunas sit uaciones que ponen en entredi cho el honor y la viril idad son:
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• Ser considerado afemina do
• Que su mujer le sea inf iel
• Im pure za sexual de su madre, esposa, hijas, hermanas, y no la suya
propia.
Cada sociedad y cada cul tura establece cuáles son l os parám etros que definen el honor, la viri lid ad, el reconocim i ento públi co de un verdadero
hombre. Esto varía de una cl ase a otra, de una etnia a otra. Algunas demandas constantes en ese sentido son aquella s relac ionadas con: sea fuerte, autocontrol ado y valie nte, sea heterosexual.
En la experi encia de trabajo con hombres costarric enses, de diferentes
edades y condicio nes sociale s, nos hemos encontrado con las siguientes
amenazas al honor masculi no: l a infi deli dad de la compaĖera, ganar menos que ella, no ser atendido debidamente por la compaĖera u otras personas, no ser obedecido, “padecer” de impotencia, senti rse “gobernado”
por l a compaĖera, perder el control del tiempo y del espacio de l a mujer, entre otros.
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Sección III
La Masculinidad
y sus Consecuencias
Es necesari o ver esto con consecuencias tanto en hombres como en mujeres y en otros grupos sociale s.
La preocupación por el género y por l a feminida d y por l a condición de la s
mujere s, desde las mujere s, es algo de l arga data. Se lo pl antearon y sobre ell o vienen actuando, en una lucha cuyas raíc es están mucho más
atrás de los movimientos feminist as de l os aĖos 60 y 70, en l os Estados
Uni dos y Europa.
En ese sentido, l a hist oria oficia l -con mucha perspecti va de los varones- no ha inclui do una serie de important es acontecimientos de esa lucha de las muj eres. En Costa Ri ca, tampoco ha habido excepción y, entonces, tenemos que muchas de l as peleas que dieron las mujeres , a princ ipios del sig lo pasado, no solo por rei vindi caciones de ellas, sino por conquistas sociale s generales, no han sido recogidas debidamente por la Hi storia , hasta hace muy poco tiempo.
Desde ese ángulo de vi sión, los problemas y adversida des de las mujere s
las ha lleva do a cuestionarse el porqué de ell o y a ofrecer re spuestas preguntas y opciones claves del femini smo- . Si n duda, aspecto que será
discutido más adelante, si bi en hay mucho cami no por re correr, la s mujeres ya lo inic iaron desde hace un buen rato.
Tal panorama no se puede apreciar de l a mis ma manera en los hombres.
Es decir, l as consecuencias en sus vidas, derivadas de los procesos de
socializa ción vivi dos, todavía no han provocado el suficie nte rem ezón como para que l as pre guntas afl oren, por l o menos para la mayorí a de l a
poblaci ón. De esta manera, vacíos o inconsistencias en áreas vita les tales como el afecto, l a sexuali dad, la vida laboral , la salud, la mortal idad,
la vida en pareja y famil iar, la paternidad, entre otras, no son todavía
objeto de mayor preocupación para el grueso de l a población masculina.
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Aun con evidencias de efectos negativos en muchas de ellas, la mis ma social izaci ón masculina ha i mpl antado mecanismos que impiden ver lo que
está sucediendo: o se ven y no se atienden o del todo no se ven. De todos
modos, como dice la sabiduría popular: “ŃNo hay peor sordo que el que
no quiere oír!”.
Ya vari os autores vienen planteando esto de manera cada vez más insi stente. Traemos a colación las palabras de Rive ra-M edina (1 991), quien
nos ofrece la visió n de una vi da de l os hombres, en la cual, junt o con el
poder y los privil egios que brinda, para muchos hombres el modo de vida patria rcal también impone penurias. El problema -agre gamos nosotros- es que de tal doble condición, los varones nos hemos empeĖado en
ver y oí r a l a primera y hemos desatendido a la segunda. El probl ema radica en que, como muchas cosas de l a vida, l a presión por al gún l ado ti ene que sali r y no siempre de la form a que más nos gusta.
P or lo menos para el caso de Costa Ri ca, en el reciente report e que los
autores hi ciero n al VII I nforme del estado de l a Nación (véase Campos y
Salas, 2001), se pueden encontrar datos generales y partic ulares de l a
situación de los hombre s, que deben l lamar no solo a la refl exión sino,
sobre todo, a la toma de medidas inmedia tas, inc luyendo la prom ul gación
de una seri e de medidas y de polí ticas públ icas que ofrezcan alternativa s
de acción para sit uaciones apremiant es. Esto, por cuanto las problemáticas indi cadas están teniendo severas impli caciones para los hombre s
mis mos y para otros grupos que les son cercanos.
Este tema será tra tado en detalle en otro trabajo que se pres entó en este
mis mo Encuentro, por l o que aquí únicamente se seĖalará que mucho de
lo que está sucediendo es una clara implica ción de la forma de vida que los
hombres desempeĖamos en forma usual.
R etomando l a idea ini cial de esta Sección, ciert as preguntas en l os hombres no caben: no tenemos problemas y, por lo tanto, no hay nada que deba cambi ar. Esta ha sido la posición frent e a l os cuestionami entos de la s
mujere s, y sigue si endo, en buena medida, frent e a l os que ya algunos
hombres empiezan a form ula r.
Esto puede obedecer, en mucho, a que i ngresar o acceder a ese ti po de interrogantes no es de hombres, en l a medida en que hay cosas más importantes por las cuales pre ocuparse. Pero no solo en el pl ano polí tico, si no
también en el intersubjeti vo. Li teral mente, para muchos hombres con
los que hacemos trabajo de ref lexi ón y l o cual es de escucha general en
las conversaciones casuales: “Ń Eso es problema de las viejas !”.
Otra de la s argumentaciones que nos parecen rele vantes está rela cionada
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con lo que Kimm el (1997) denomina como la “m asculini dad hegemónica
o dominante” . Según nuestro entender, de este concepto se deriva l a pregunta,
entre otras, acerca de si es de masculini dad o de masculini dades de lo que debemos habl ar; en nuestro trabajo y desde nuestra concepción, pref erimos en plural .
Esta masculi nidad hegemónica o dominante es l a propia y tradici onal del
patria rcado que implant a en hombres y en muje res, en procura de perpetuarnos en sus preceptos y con ello perpetuar tambi én otras bases de
su modelo de vi da. Por ello, es l a i magen de masculinid ad de l os hombre s
que control an el poder. Se trata de un hombre en el poder, con poder y
de poder, con consecuencias para quienes no lo poseen u ostentan. El
asunto se complica porque, tal y como lo vemos, también tiene consecuencias para quienes lo detentan.
En esta misma líne a de análisis , Goffman (1963 ) seĖala l a exist encia de
un prototipo de vi rili dad, según el cual, un varón completo debe ser:
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•
•
•
•
•
•
•
joven
casado
blanco
urbano
heterosexual
de educación universi tari a
padre
de buen aspecto, peso y altura
poseer récords recient es en deportes
Con sus vari antes específic as, obedeciendo a determinant es culturales y
socioeconómicas, podemos hablar de la masculini dad dominante en Costa
R i ca y en Centroaméric a, cuyas característi cas y vari antes básicas esperam os dilucid ar en este Encuentro.
Las consecuencias de esta form a de ser hombre s i mpregnan l as relaci ones de poder, la divisió n de l o públ ico y lo privado, entre otras, afectando a ambos géneros. Dos ejemplos l o constituyen la homofobia, omni presente en la vida de la mayoría de los hombres, y la necesidad de estar en
perm anente competencia, no im porta el terreno en el que estemos.
P ero qué sucede con esto para l a vi da de l os hombres , es una pregunta
muy poco tra bajada por éstos, tanto desde el mundo de la academia como
del de la vida cotidiana. La res puesta típica es “No pasa nada”. Por vivi r
“ sin probl emas”, los hombres tenemos muchos proble mas, con una
agravante: nos creemos esa falacia.
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Es cuestión de revisa r muchos aspectos de la vi da de l os hombres (y de
las muj eres) para ver esas consecuencias: en lo ínt imo, en lo privado , en
los afectos, en el manejo de la vida afectiva, su salud, la f orm a de asumi r
el trabajo, o l a diversión, su sexuali dad, la paternid ad, etc.
No hay ni polít icas públ icas ni preocupaciones priva das por la masculinidad y la condición de vida de los hombres. Se trata de un aspecto i nvisibil izado. Aun con todas las l uchas, las muje res todavía tienen pendiente la consecución de muchas metas; ello apenas se i nici a para los hombres para quienes el logro
todavía no se vis lum bra como meta. A manera de ejemplo, si las m uje res todavía no l ogran consoli dar l a vis ión de
género en nuestro si stema de salud, tal cosa es aún ini maginable para lo s
varones. Si atender y prom ocionar su salud no es i mperativo para los
hombres , mucho menos lo es que sea con perspectiva de género, por me-
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dio de la cual muchos ámbitos de sus vidas se abordaría n de manera diferente.
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Sección IV
¿Crisis de la Masculinidad?
¿Cómo entrar en el nuevo
milenio con ella?
Independientemente de los grandes determ i nantes de los acontecimientos
que hoy día ponen de nuevo en pri mera plana a uno de los países más pobres del mundo, l o ciert o es que este ve como l a hist oria se si gue escribiendo de l a misma forma, aunque a veces nos parezca i ncreíbl e.
Aun con el avance de la humanidad en la Declaraci ón de los derechos humanos y otros más partic ulares, con el logro de una serie de l ugares en
la sociedad por parte de las muje res, con el avance en las comunicaciones mundiale s inm ediatas, entre otros, parece que en Afganistán el patriarc ado, de manera inc ontrovert ible , nos dice que todavía sigue muy en
pie. A pesar de todas las luc has, las muj eres en ese país siguen siendo
tratadas casi como cosas. Sobra aclarar que, con menos crudeza e impacto, muchas otras sociedades pre sencian si tuaciones cuya raíz es la mi sma de lo que acontece en Afganistán.
Es cierto también que en las luchas i nternas de ese país o nación, con l a
interve nción de los otros grandes, de lo que menos se han preocupado es
de las condici ones inf rahum anas en las que vi ven sus muje res 2. En un
recient e reportaj e periodí stico, una médica afgana, int egrante de l a
Alianz a del Norte, manifestaba su escepticismo respecto de si la condición de l as muj eres mejoraría con la salida del poder del régimen talibán.
Con base en l o anterior y si n exageraciones o fundamentalismos, es posible encontrarse con muchos taliba nes fuera de Afganistán, quizá no con
la mi sma aparienci a, pero sí con la mi sma esencia del sis tema de ideas
que l o sostiene.
2 Idea que tomamos prestada de la colega Mirta González.
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Esta tangencial referencia nos lleva a cuestionarnos si, entonces, el patriarc ado y la masculini dad por este defini da, siguen sólidos y firmes. En
otros térm i nos, ņpodemos hablar de cris is en el modelo del patriarcad o y
en la masculini dad?
Consideramos que es necesario disc utir esto y no sali r por el tri llo de las
respuestas fácil es, cajoneras o ambiguas. El patriarc ado está cuestionado y creemos que al gunos de sus fundamentos pueden estar en crisi s. Curios amente, es con el capitalismo, que requer ía sacar del ámbi to doméstico la mano de obra, que se ponen l as bases para ese cuestionamiento.
Primero sacó a l os hombres, lue go a los ni Ėos y las niĖ as y, fi nal mente,
también colocó a l as muj eres en el tra bajo fuera del ámbito domésti co.
Es decir, j untó a hombres y mujere s en el ámbito públi co. No se van a
discutir l os desiguales términos de tal condición, de l o que se tr ata es de
lla mar la atención en cuanto a que, objetivamente, el hombre vi o a la
muj er muy cerca en el desempeĖo de tareas laborale s.
Hoy día, todavía muchos hombres (padres, esposos o hermanos) no toleran que “sus” muje res trabajen fuera de l a casa; primero, porque ella s
son o pertenecen a l a casa y, segundo, porque ello s son l os l lamados a
mantenerlas , como parte de l a definic ión de l o que es ser un hombre “ de
verdad”. Hoy día, muchas estudiantes univers itari as recibe n el mensaje
de que se pre paren como profesionales “por si el mari do la s deja”.
Creemos que la cri sis se puede estar gestando en virtud del socavami ento de l as principa les bases y debil itamient o de l os ejes principa les (poder, control , vi olenci a) en el patriarca do; en este caso, no solo objetivas, sino, sobre todo, l as subj etivas. Ahora bien, cuál es la intensidad del
rem ezón es algo que debemos todavía anali zar con mayor detenimi ento.
Ello, por cuanto, por otro l ado, se podrí a argum entar que se cuenta con
indic ios de que ese patriarcado no está en crisi s y tampoco la masculi nidad; o, si lo están no es para el grueso de mujere s y, menos de hombres,
y por l o tanto, lo es solo para algunos grupos todavía focali zados.
P l anteada la discusión y dejando abierta su asunción, lo ciert o es que
ahora se le hacen otras demandas al varón:
• Las mujere s, además, trabajan fuera de l a casa y ya no l es se necesita solamente como proveedores.
• Las muje res han entrado exitosamente em el mundo “masculi no”
(aunque ya pagando algunos de sus costos).
• Ya muchas mujeres no se dejan control ar.
• Los pri vileg ios considerados como “natural es” del varó n son cuestionados y visual izados como delit os o abusos (viol encia, acoso).
• Ahora se espera del hombre que sea sensibl e, que expre se sentim i en-
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tos, que sepa escuchar y tolerar.
• Ya no se necesita al hombre como proveedor.
• Ya no se necesita al varón para fecundar, por lo menos para cierto s
sectores de la poblaci ón .
• Hay una mayor aceptación social de la diversida d sexual en los hombres.
• Ahora se le pide al empresari o que tenga “intel igencia emocional”.
Estas demandas al go ti enen que haber calado en la vi da de los hombres,
objeti va y subjeti vamente. Considerando esto, creemos necesari o preguntarnos acerca de si el molde de fabricac ión si gue siendo el mismo, con
algunos retoques (ahora se ve bien que los hombre s de vez en cuando lloren en públic o o que hagan oficios domésticos, porque hace más atractiva l a masculinid ad); las demandas sociales no son las mismas (s e espera al mi smo hombre hegemónico, exitoso, que encarne l os arquetipos,
etc., pero, a la vez, se le pide que sea sensible, que tenga i nteli gencia
emocional , etc.). La gran cuestión es si esto pone en cri sis a l os hombres o, por l o menos, a al gunos de ellos, y si es posible que lo haga con el
HOMBRE como modelo o i magen ideal de lo que debe ser.
Es cl aro que la masculini dad hegemónica se construye sobre la base de
una sociedad patri arcal y sobre una feminid ad basada en la sumi sión y
sometimient o al hombre. Es cl aro tambi én que muchas muje res han venido cuestionando tal estado de cosas a esa sociedad y han colocado a l a femini dad hegemónica en el banquil lo de los acusados. De nuevo, l a int errogante que surge es si ya el sistema ha entrado en crisi s. Como propuesta de discusión, creemos que si, j unto con l as muje res, los hombre s
interro gamos a la feminidad y a la masculinid ad que tenemos incorporadas, es muy probable que la crisi s se pueda manifestar de manera más
franca. Nunca sobra recordar que estamos en un sistema de vida social
que data de más de 7.000 aĖos.
Se entra en el nuevo mil enio con bases de l a femi nidad, l a masculini dad y
el patriarcad o cuestionados o debil itados, al menos, en algunos rincone s
del mundo; en otros, las preguntas todavía no se han susci tado o bien se
han generado de manera tími da. En el caso de los hombre s, muchos de sus
puntos de referencia, desde la masculini dad dominante, se han deteri orado y sus pri ncipal es ejes, los de ser proveedor y tener el control , están
sucumbi endo ante el mercado y la globaliza ción. ņCómo sostener ese lugar cuando los pi lares socioeconómi cos -objet ivos- está n haciendo zozobrar l os interno s -subj etivos-? En el caso de Costa Rica, basta con darles una mirada a l os datos que vie ne ofreciendo las edicio nes del I nforme
del estado de la Nación, en parti cular el úl timo.
P or ello, hay que empujar para hacer l a crisi s o que esta se manif ieste
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plenamente. Es necesari o vis ualiz ar la crisi s como posibili dad y como
opción de cambio positivo, solo que hay que gestionarl a en conjunto y con
todas las edades y grupos.
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Sección V
¿Es necesario o Importante
trabajar con varones?
Esta ref lexi ón la empatamos directamente con la esbozada en l a Sección
anteri or. La agudización de problemas sociale s está a l a vuel ta de la esquina y la experienci a nos ha mostrado que, en estas condici ones, la situación de los varones tiende a agudizars e por consecuencia.
El panorama que es posible observar en si tuaciones sociale s extremas,
tales como desastres, jubila ción, recesi ón económica, desempleo, migraciones forzadas, entre otras, nos muestran hombres con serios problemas y, entre otros, más viol entos con otras y otros y consigo mi smos
(desde sui cidi o hasta infart o, pasando por el al cohol y los accidentes de
tránsi to). Desde esa perspectiva, cree mos que el nuevo mile nio no augura cosas buenas para esa masculinida d.
En nuestro crite rio, este panorama nos ll eva a una pelig rosa paradoja:
mantener el estado de cosas para que los hombres y otros no sufran también, o cambiar l as cosas, i ncluyendo la masculini dad y la femini dad.
P re ferimos esta úl tima, notifi cados de que no será fácil y que si se desea
en real idad el cambio no será posibl e saliendo “limpios” del proceso. Por
eso, hay que hacer cri sis, de la cual podemos resurgi r renovados y fortalecidos.
P or l o anterior, no nos cabe la menor duda de que sí es important e trabajar con los hombres y con l a masculi nidad que l levan a cuestas, para
procurar con ell o no solo cambi os para sí mismos, sino también para
otras personas.
En ese sentido, se tornan necesaria s políti cas clara s en diversas áreas:
salud, paternidad, accidentes de tránsi to o viol encia, en general.
P or ejemplo, se requi ere continuar con el trabaj o en viole ncia doméstica o con paternidad, en virtud de que se tra ta de si tuaciones que, nece-
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sariamente, pasan por el tratamient o de la masculinida d y el tra bajo con
hombres , en la medida que están atravesadas por esa masculi nidad.
Consideram os que, además de l o seĖalado, hay una buena cuota de tareas
pendientes a l as que se debe pre star atención y acción de inm ediato. Entre ellas :
1. La necesidad de establecer y defini r polít icas públi cas que posibil iten la atención de problemátic as y situaciones que se derivan de la vivencia y el ejerci cio de l a masculi nidad hegemónica:
• Sistemas de atención en salud desde una perspectiva de género masculino, en torno a l as áreas de mayor morbi lida d y morbimorti lida d de
los hombres
• Sistemas de tra tamiento psicol ógico en el ámbi to públ ico dirig idos a
hombres que presenten proble mas de conducta viol enta, de poder y
control hacia sus parejas .
• Sistemas de educación form al y no form al dirigi dos a hombres de diversas edades, destinados a la creación y fomento de valores no patriarc ales (de respeto a los derechos humanos, toleranc ia a l a diversidad, equidad, manejo pacífic o y construct ivo de conflic tos) en la s
relaci ones de pareja y famil ia. En este aspecto, destacan áreas como
la paternidad, l a democracia de género en la pareja, la fami lia y el
trabajo .
• Legisl ación que sirva de marco y contexto al i mpuls o de programas y
proyectos de atención dirigi dos a la poblaci ón masculi na
2. La necesidad de ll evar a cabo un trabajo de base con los hombres de l a
región. Bien sabemos que el trabaj o con hombres requiere de metodologías específic as y particula res. No basta con defini r pol íti cas pública s, leyes, i nvestigaciones o decretos. El trabaj o con hombres, en
pro de la construcción de una masculinid ad alternati va, supone un
trabajo de base minuci oso, persist ente, paciente, que se adapte a la s
característ icas propi as de los hombres. Esto supone l a creaci ón y
apertura de espacios formale s e inf orm al es, en donde los hombre s
tengan la oportunidad de revis ar y anali zar entre sí sus procesos de
socializa ción, sus vi vencias cotidia nas, l os encargos de la masculi nidad hegemónica y l os costos emocionales y sociale s que todo esto conlleva en sus vidas. Esto i mpl ica l a apertura de espacios como tall eres, grupos de ref lexi ón, grupos terapéuticos; tanto en el ámbito comunit ario como en el i nsti tucional, en torno a temáticas y áreas como
las sigui entes:
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P rotección y cuidado del medio ambiente
P roducción agropecuaria
Cooperativismo
R elaci ones l aboral es en el ámbito públi co
R elaci ones fami lia res y de pareja
Violencia social e intraf ami lia r
Salud y atención médica en áreas sensibles (urolog ía, sexual idad,
cardiologí a)
R i esgo y prevenci ón de accidentes laborales y de tránsit o
Desastres y otras situaciones de cri sis
P aternid ad res ponsable
Trabajo con población masculina infant il y adolescente, en torno a l a
construcción de la masculi nidad y sus i mpl icaci ones.
P olít icas de recre ación para hombres, que sean alternativas al consumo de al cohol y las imperante s socialmente
Trabajo con hombres en el aspecto la boral: salud, jubil ación, uso del
tiempo l ibre y del ocio
Trabajo con grupos mayorit ariamente constituidos por varones: policí as, choferes, grupos prof esionales, agri cultores.
Se hace necesario el tra bajo de masculi nidad con grupos de mujere s.
Consideram os impresci ndible que l os varones nos preguntemos por nosotros mismos aun cuando para muchos se tra te de una “pregunta estúpida”: -”ņCóm o, que cómo nos hacemos hombre s?” , fue l a reacci ón de
un hombre en uno de l os talle res que reali zamos.
La tarea está pendiente, pues por tratar de ser m uy machos no hemos tenido tiempo o no hemos repara do en la necesidad de ser hombres (o personas).
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El Patriarcado en el
Antiguo Testamento
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Pbro. Gilberto Quesada
Iglesia Luterana Costarricense
Costa Rica
1. A manera de introducción
“Toma la vara y pégale a la roca”. Cuántas veces hemos escuchado este dicho popular en boca de varones para j ustif icar de forma burlesca l a
agresi ón a la mujer y a demás fundamentarlo cí nicamente en la Bibl ia, ya
que el “chist e” surge del libro del Éxodo capítul o 17:1-7.
P ues bien, de esta misma forma -en ocasiones a manera de chi ste, pero
en otras con toda l a seri edad del caso-, l os hombres de occidente hemos
echado mano a la Bibli a para fundamentar y jus tif icar las múl tipl es acciones y agresi ones en contra de las mujeres; sin i mportar que estas sean
las madres, las hi jas, las esposas, la s hermanas, l as compaĖeras, la s
ami gas; cualquier mujer que se cruce en nuestro camino.
La Bibl ia ha sido el l ibro que más veces ha si do copiado y de una u otra
forma ha inc idid o en la vida de todos y todas en este mundo occidental y
más all á. Casi podríamos asegurar que todo hombre y toda mujer, creyente o no, de alguna form a ha sido afectado o afectada por la fuerz a hi stóric a de la Bibli a. Lo que en ella se dice ha lleg ado a nuestros oídos, para bien o para mal, por muy varia dos canales y con muy variada s int erpretaci ones.
Lamentablemente el si stema patriarc al en el que actualmente vivi mos,
tiene fuertes pil ares en el pueblo que produjo l a Bi blia y esto ha marca3 Entendemos por patriarcado, “Las estructuras e instituciones sociales, culturales, religiosas,
etc. Que mantienen la opresión de las mujeres”. La Biblia es el libro sagrado del mundo cristiano y judío, con la diferencia que los judíos solamente reconocen la parte primera de la Biblia, llamada Antiguo Testamento. ILANUD. “Construcción de la Identidad Masculina”. Programa Mujer, Justicia y género. 1996.(Glosario).
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do defini tiva mente l a form a como nos hemos relac ionado los hombres y
las mujere s, en estos dos mi l aĖos de l a era crist iana.
En los aĖos que l levo perteneciendo y si rviendo a una Igl esia, he escuchado inf inid ad de expres iones sacadas de la Bibli a, que fortal ecen l as estructura s machistas-pat riarca les en las que vivi mos. Otras muchas veces, he sido yo mis mo quien las he util izado consciente o inconscientemente.
Hace unos cuatro aĖos he inic iado una aproximación a l tema de la masculini dad y por mi profesi ón he tenido que hacer necesariamente l a conexión entre machismo y Bibli a, patri arcado y Bibl ia que es el tema que
ahora nos ocupa.
Quizá result a i njusto hablar de patri arcado en l a Bibli a, ya que la Biblia está compuesta por el Antiguo y el Nuevo Testamento, el N.T, recoge
la lucha - de un Hi jo de Dios ll amado Jesús- , por revindi car el l ugar de
la mujer y de todo ser humano exclui do, en la sociedad; mientra s que el
A.T, es la hist oria de un pueblo profundamente patria rcal en donde encontramos i ncluso unos de los más grandes mit os-fundamento de la cultura patria rcal. Estamos hablando del rel ato de la creaci ón en el li bro
del Génesis. Por eso, en esta ocasión es más conveniente habl ar de patriarc ado en el Antiguo Testamento.
Intri gado por l a forma como la Bibl ia a si do int erpreta da por una mayoría y convencido de que l a Bibli a ( Antiguo Testamento ) real mente recoge la esencia de una cul tura profundamente patri arcal , es que me he
dado a la tarea de i nvestigar y profundizar l as razones por la que la hi storia bíbli ca ha si do escri ta de esta form a y no de otra; ņQué l levó al pueblo Hebreo ha crear un monoteísmo en medio de culturas politeí stas? ,
ņP orqué razón l a cultura crist iana patriarca l, ha hecho más énfasis en
el Antiguo Testamento que el Nuevo, para efectos de dominar a la muje r? ,
ņP orqué l a re voluci ón de género provocada por Jesús decayó tan pronto?4.
4 Ver Anexo 1.
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Sigo creyendo que es urgente una re interpre tación de l a Bi blia en clave
de género que nos ll eve a vivir una práctica de género, - cristi ana o noque reformule l as bases de una sociedad donde todos y todas con el todo,
podamos convivir sin ver amenazada la exi stencia de la totalid ad.
2. Cuando Dios era Diosa
Nota: Las ideas expuestas en adelante son tomadas de las investigaciones realizadas por el Sr. Pepe Rodríguez y publicadas en la Internet en la
Introducción a su libro “Dios nació mujer”, Ed. Barcelona, 1999, introd.
pag. 7-27)
En las notas intro ductori as de l a Bi blia Latinoameri cana, se nos habla de
unos diez a veinte mil mil lones de aĖos desde la pri mera explosi ón, lo que
los científi cos l laman el “B i g-ban”. Hace unos mil mi llo nes de aĖos ya
había pres encia vi va en la Tierra, más tarde aparecerán l os repti les,
luego los antropomorfos. Hace unos tres mill ones de aĖos aparece una raza muy parecida a los seres humanos actuales, un mil lón de aĖos atrás el
P i tecántropo l ogra uti liz ar el fuego. A partir de unos setenta mil aĖos
antes de Cri sto aparecen razas más parecid as a lo que somos hoy día.
Unos diez mil aĖos antes de Cris to ya podemos hablar de grupos humanos
ubicados en llanura s férti les y dos grandes imperio s surgen unos tres
mil quinientos aĖos ante de Crist o, estamos hablando de Egipto y Caldea,
pero igual mente están presentes sobre l a Tierra culturas en l a I ndia,
China y Améri ca.
Di eciocho siglo s antes de Cri sto ini cia la aventura de un hombre ll amado
Abrahan, que part e de Ur de Caldea, junt o con muchas otras tri bus en
busca de l as tierra s fértil es de Egipto. Con estas mi graciones se i nicia rá
la his toria que más tarde será recopila da y presentada como libro sa grado (Antiguo Testamento).
ņQué papel ha desempeĖado la muje r y cuál el hombre en el desarrollo de
esta his toria ? . “Los conocimientos arqueológicos, hi stóri cos y etnológicos actuales i ndican que l a muj er prehi stóri ca no estuvo sometida al varón sino que, por el contrari o, l as comunidades de nuestros antepasados
dependieron de su tri ple función como procrea dora, organiz adora y productora. Desde que comenzamos a evolucio nar como homínid os hasta el
5 Rodríguez Pepe. “Dios nació mujer” Ediciones B. Barcelona EspaĖa. 1999.
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inici o de l a era agrí cola, el desarrol lo de las estructuras psicosociales y
adelantos técnicos que posibili taron la ci vili zación fue obra de mujeres” 5.
ņQué podemos decir de Di os en este entramado evolutivo de la hi stori a
humana?. “Hace unos treinta mil aĖos aún no existí a. Pero su concepto
tomó vi da y form a al tiempo que el ser humano desarrolló el pensami ento lógico-verbal ; Las pruebas arqueológicas muestras que el primer
“ Di os” generador-co ntrola dor fue concebido y reconocido como mujer,
esto durante más de veinte mi l aĖos y que no hubo más divinida d que l a
Gran Di osa hasta que, entre el VI y II I mi leni os antes de Cristo , por necesidades socioeconómi cas, apareció el
concepto del Di os varón. La
agricul tura excedentaria provocó l a derrota de la muje r y de l a Di osa a
manos del varón y del Dios; y la sumi sión se im puso así en la ti erra como en el ciel o”. 6
Estamos hablando de que l a hi stori a de las divinidades se puede dividir en
tres fases: una pri mera que contempl ó únicamente l a exist encia de l a
Gran Diosa, una segunda donde coexisten diosas y dioses y una tercera
donde el Gran Dios asume la primacía, l a unicid ad y el centro de la humani dad.
La pri mera etapa de la Gran Diosa marcó un extenso perí odo de la hist oria que puede abarcar treint a mil aĖos antes de Cris to.
El concepto del dios varón debió haber apareci do entre el VI y V mi leni o
antes de Cris to y no logró su supremacía sino hasta el segundo mi leni o
antes de Cris to. Aquí estamos hablando de un período cercano a la hist oria de Abrahan el patriarca del Antiguo Testamento.
Las pruebas arqueológicas de l a exist encia de esa Gran Diosa, son suficientemente reconocidas. En esto los estudios de M ari ja Gimbutas, son
extensos y nos demuestran con fi guras de l a época l a centrali dad de l a
M adre Diosa.
Dura nte muchos mi leni os, la Gran Di osa fue considerada el pri ncipi o
único de l a generación del unive rso. Más cercana a la era bíbl ica se l e comenzó a imponer como coadyuvante de su fertil ización a una deidad jo ven
subsidi aria -su hij o y amante- que morí a anualmente tras una cópula
en la que, l a Diosa, en reali dad, se seguía fertil izando a sí mi sma ya que
el pri ncipi o masculi no no era si no carne de su propia carne.
El si guiente paso fue que los reyes en la ti erra asumieran el papel sim6 Idem.
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bólic o de ser amantes y fertili zadores de la Diosa, lue go se pasará del símil de la fisi ología reprod uctora al inst rum ento de poder de la palabra,
“ hágase”, usados por dioses masculinos que se hacían acompaĖar de diosas, aquí se le dio todo un giro al pri ncipio creador, esto es l o que da paso a l a i nstauración de un Dios únic o y creador por medio de l a palabra,
“ al pri ncipio Dios creó el ci elo y la tierra” (Génesis 1: 1).
Con el establecimient o de la compleja sociedad del P róxim o Ori ente, el
papel y función social de la muj er y de la Diosa, fueron degradados si n
compasión. La propi a eficacia productiva de la muj er por miles de aĖos
acabó siendo, por muchos cambios socioeconómi cos aparentemente i nevitabl es, el origen involunt ario de l a progres iva degradación social de la s
mujere s y del proceso que lle varía a trans formar una divini dad femenina en otra masculina . Aunque a pesar de todo ni nguna form ul ación rel igiosa posteri or ha sido tan holí sti ca, i nteli gente y tranquil izadora como
la Di osa; y ni ngún dios varón, por muy Dios Padre que se haya eri gido,
ha tenido ni tendrá jamás la capacidad de integración y de evocación mítica de la Diosa, por eso aún en reli giones patria rcales como es el caso del
crist ianis mo, l o femenino ha perdurado agazapado bajo diverso s personajes divi nizados como es el caso de la Virgen M arí a, cuyos sí mbolos (luna, creciente, agua, vida, etc.) son exactamente l os mismos que caracteriz aron a la Gran Diosa.
ņCómo se la i ngenió el pueblo hebreo para colocar al Dios Padre por encima de todos los demás dioses y diosas del entorno cultura l de entonces?.
Esperamos que el si guiente apartado nos pueda aportar alguna luz en torno a semej ante dile ma.
3. De mujeres y serpientes: el mito fundamental del
patriarcado en el Antiguo Testamento.7
Las lamentaciones de Eva.
Soy Eva, esposa del gran Adán.
Fue por mi culpa que murió Jesús.
Ya que a mi raza robé el Cielo,
Mi lugar verdadero está en Su Cruz.
En su Para íso me colocó Dios,
Luego una malvada decisión me hizo caer en desgracia.
P or consejo del Demonio.
7 Para desarrollar este apartado me voy a guiar por las ideas de Mary Condren. “Eva y la serpiente: el mito fundamental del patriarcado. En “Del Cielo a la Tierra”. Una antología de Teología Feminista. SELLO AZUL. Editorial de mujeres. Chile 1994.
8 Idem, pp 209.
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Mi mano pura manché con el mal.
Extendí mi mano y cogí,
La frut a de la muerte y comí.
Mientra s contempl e la muj er ese día,
cami nará por la senda de la Insensatez.
La marchit ez del helado i nvierno,
Las i nundadoras olas y asfixia ntes nieves,
el temido Infi erno y la muerte que l astima,
Ń nada de esto existi ría, si no fuera por EVA!
“ Hasta el día de hoy, posibl emente no hay otro nombre que cause tanto
im pacto en hombre y muje res cris tianos y cris tianas, que el de EVA. Eva
ha sido el sí mbolo del l iberti naje, el orgul lo, l a seducción, la desobedienci a, l a tentación y la debil idad espiri tual de las muje res. Eva es l a
mujer a l a que más temen l as otras mujeres , es el símbolo de l a naturaleza negativa, de la profundi dad en la que se pueden hundi r las mujeres,
sino son obedientes” 8
Todo hombre corre pelig ro de caer en desgracias si hay “Evas” a su alrededor.
De todos los re latos que exi sten sobre la creación, el rel ato bí blic o es el
que mayor inf luenci a a tenido en el mundo Occidental; y es extraĖo, porque el mi smo cuenta con grandes contradicciones que si las mujeres l o
hubieran descubierto antes “ otra galli na cantaría”.
El relat o de la creación habla de la caída de Adán por cul pa de su muj er
Eva, y de esta por culpa de la serpie nte. En úl tima inst ancia la real culpable es la serpi ente. Uno de los mayores problemas que se encuentra en
este rela to es que si Di os creó al hombre y a l a mujer a su i magen y semejanza, ņqué de mal o tenía que ll egaran a ser como él? “Repli có la serpiente a l a mujer: De ni nguna manera morirá n. Es que Dios sabe muy
bien que el día en que coman de esa fruta, se l es abrirá n l os ojos y serán
como dioses, conocerán el bien y el mal ” (Génesis 3: 4- 5). ņQué de malo hay en parecerse a Dios y en conocer el bie n y el mal ? ņNo es esto más
bien algo bueno y querido por Di os? ņNo sería mucho mejor el mundo si
hombres y mujere s nos pareciéramos más a Di os y conociéramos perfectamente el bien y el m al ? ņPor qué, entonces, la expul sión del Para íso y porque l a maldición para Eva?, ņpor qué aúnque Adán también la tuvo, la de Eva fue mucho mayor? Además la mal dici ón para Eva es sobre
ella mientras que l a de Adán es sobre la ti erra que cul tiva (Gén. 3: 1619 ).
Cuando pensamos y repeti mos que el mayor pecado de Eva y Adán fue de
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índol e sexual , de inmedi ato hay que recordar que una de la pri meras órdenes que da Dios es “se an fecundos y mul tipl íquense y l lenen l a ti erra”
(Gén. 1: 28), de tal m anera que tampoco encontram os coherencia en Dios
si el castigo ti ene su fundamento en un acto así. Si el pecado fue sexual,
por qué entonces no fueron castigos ambos de igual manera.
Aún con todas las contradicc iones que podamos encontrar, hay que decir
que el relat o de la creación ha sido interpret ado en estos vei nte sigl os como el rel ato donde Eva ha echado a la perdici ón a la humani dad entera, esto con l as lógicas consecuencias para toda mujer que aunque busque parecerse a la Virgen M arí a (contraparte de Eva), jamás lo l ogrará ya que
M arí a “fue concebida si n pecado”, concibió a su hijo “ sin haber conocido varón” , y se mantuvo vi rgen “ant es, durante y después del parto” .
La impli caci ones en l a dominación sobre las muj er es por parte de los
hombre s, son bastante catastr óficas ya que Adán re pr esenta la pro ducci ón,
mi entra s que Eva l a repro ducci ón. Adán fue castigado en l a tier ra que cul tiva y no en su per sona, esto no ha impedido el desarr oll o de las tecnologías que suavizan el cult ivo de la tier ra , mi entra s que a Eva se le castigó
en su prop i a per sona y cuando ésta ha querido al iviar los dolore s de parto a tr avés de la tecnol ogía ha tenido todo el peso de la moral cristiana encima; además, otro de los castigos a Eva es que “n ecesi tar á y dependerá de
su marido y él te dominará” ( Gén. 3: 16 ). ņQué más argumentos vamos
a buscar los hombres para j ustif icar la domina ción? Aquí está dicho todo.
Lógicamente que todo esto tiene otras explica ciones y estas hay que buscarlas en l as tradici ones de l as cul turas cercanas al pueblo hebreo, en l a
presenci a activa de numerosos dioses y diosas que domi naban el quehacer
relig ioso de l a cul turas de entonces.
3.1. Imágenes de la serpiente.
No es raro escuchar l a rel ación que se hace entre Eva y la serpient e, como tampoco es extraĖo escuchar en boca de hombres esta expresión: “hoy
no está la culebra en casa”, “vine sin la serpi ente”, etc. Realmente, Eva
es una figura presente en otros re latos más antiguos que el texto bíbl ico, Eva, hawwah, signi fica “m adre de todos los vivientes”, pero hawwah
también signif ica “ serpient e” en vari os i diomas semi tas.
M uchos estudiosos y estudiosas se i ncli nan a pensar que en el origen del
relat o solamente habían tres personajes : Dios, Adán y una diosa con forma de serpi ente, en este caso l a cul pable de todo fue una diosa.
R ealmente, l a serpient e era un símbolo en muchas cultura s cercanas al
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pueblo hebreo y quizá muchos de los i srael itas usaron el símbolo de l a
serpient e, como es el caso de Moisés. La serpient e era el símbolo de l a
vida, de la re generación, la serpient e ti ene la capacidad de cambiar de
piel y de i nvernar durante los meses frí os y resurgi r en la primavera.
Esto hizo que l as pueblos antiguos la consideran un símbolo de l a diosa de
la vi da, servía para adornar o repres entar a la Di osa. La i magen de l a
serpient e tenía una centralid ad de importanci a capital en todas esas culturas del Cercano Ori ente, era además el símbolo de l a inmorta lida d.
R ecordemos entonces que la primera maldi ción que se expres a en el relato de l a creación va contra la serpie nte “por haber hecho esto, maldita seas entre todas l as bestias y entre todos lo anim ales del campo. Sobre
tu vi entre cami narán y polvo comerás todos los días de tu vi da. Enemi stad pondré entre ti l a muje r y entre tu lina je y su linaj e, él te pisará l a
cabeza, mi entras tu acecharás a ell a” (Gén 3: 14b- 15 ). No podía recibir otra mal dici ón, pues su presencia es una amenaza para el monoteísmo que se está gestando, de esta form a l a todopoderosa diosa serpient e
queda rel ega a un si mple anim al y la mujer queda designada para aplastar a quien ha si do la fuente de su fortaleza. Evid entemente este acto es
una acción puramente patri arcal .
ņCómo ll egó Yahvé Dios a oponerse con tanta fuerza a la serpient e y por
qué l os i srael itas conservan tan celosamente este mi to? Para responder
a esto hay que anali zar los cambi os polít icos que se sucedieron en esta
época en que se escribiero n los relat os de la creaci ón.
En pocas palabras l a re ligi ón que represent aba la serpie nte constituí a
una gran amenaza para l a nueva rel igi ón de I srael y, más aún, para el futuro de la civi liza ción occidental. Para que Is rael se fortale ciera como
nación, con todos sus vínculo s polí ticos y mil itare s, l as rel igi ones de la s
diosas tenían que desaparecer. Tendría que haber un solo dios al que se
obedeciera, Yahvé, y el pri ncipal sí mbolo de l a nueva relig ión se basarí a
en la promesa “ust edes serán mi pueblo y yo seré su Di os” y en la hi storia , en lugar de basarse en la vi da y l a regeneración cícl icas repre sentadas por l a serpi ente.
3.2. Antecedentes políticos.
Se considera que el Génesis fue escrito a fi nales del re inado de David y
durante el reinado de Salomón, en un ti empo de esplendor polít ico del
pueblo de Isra el, entre l os si glos X y VII antes de Cri sto. Estos fueron
tiempos de grandes conquistas y de grandes alianz as. Por estas épocas el
Yahvismo se desarrol la paralela mente al culto a la serpiente y muchos
como Salomón debieron ofrecerle tributo s.
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El mi smo Génesis se debió escribi r bajo la presencia de múl tipl es símbolos de la serpi ente y de un poli teísmo ampl iamente difundido. Curi osamente, en este ti empo fue aplastada la serpi ente mitol ógica, mientra s
la serpient e en l a practica aquella que M oisés construyó en el desierto y
que colocó en el Arca, (Éxo do 6:8ss y Números 21:9), fue sacada por el
joven Ezekiayá o Ezequías y puso su confianza en el Dio s de Israel (2 Reyes 18:4).
Este es el Di os que los sacó de Egipto y que demostró ser mas poderoso que
todos l o dioses y diosas hasta el momento, este Dios l os va guiar y tendrá
en la tierra su repre sentante el Rey, este a su vez podrá hacer pactos con
el Di os y podrá guiar a su pueblo de acuerdo con la voluntad de Dios. Toda esta estructura no podía permiti r la exi stencia de dioses y diosas que
daban al pueblo una mayor libe rtad de acción o no acción liga da al clan famil iar. El nuevo si stema requería de un pueblo con la disponi bili dad de
rom per con l os cl anes y marc har a l a disponibi lida d del Rey.
Con el castigo inf ringi do a Adán y Eva, se castigaba a todas las personas
que se resistí an en el culto a la Diosa serpie nte, rechazando al monoteísmo;
Yahvé pasó a ocupar todo el lugar que pudiera n ocupar los dioses y diosas hasta el momento. El monoteísmo intro dujo en la hist oria religi osa de la humani dad un prof undo duali smo entre Dios y el mundo, el
bien y el mal , la razón y la pasión, el ciel o y el i nfierno , Di os y el demonio, el espíri tu y la naturaleza y este dualismo ha afectado prof undamente la vida de las mujeres en estos dos mil aĖos de la era cri sti ana y
en los dos mi l aĖos de l a form ación del monoteísmo hebreo.
4. Algunos signos visibles del poder del patriarcado en
el Antiguo Testamento.
Son incontables los re latos donde el varón ha destrozado la figura y l a
persona de la mujer en el Antiguo Testamento. Estos rela tos precedidos
por el relat o de l a creaci ón, han sido recordados y util izados por l os varones cada vez que sea necesario y a su vez han si do sepultados por los
mis mos varones cada vez que sea deshonroso.
Ya vi mos sufi cientemente la forma como el rela to de l a creación destruye la im agen de l a muj er en l a persona de Eva. Veamos otros textos que
reali zan l a mi sma funci ón, sólo que en cuerpos más reales e hi stóri cos.
4.1 Agar, la esclava de Abrahán. Cuando Saray, esposa de Abrahán, pari ó
a Isaac (Éxo do 21: 1ss), ésta le solici ta a su esposo que eche de su casa a
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Agar con su hi jo Ismael. A ella la había utili zado Saray para que su esposo tuvi era herederos. Esta mujer que ofreci ó su vientre para satisf acer las necesidades de la casa de Abrahán, fue echada de l a casa patri arcal con el único objetivo de que su hij o Ismael no compart a la herenci a
de la casa de Abrahán. PequeĖo lío se le habría f orm ado a Abrahán hoy día
con l a ley de paternida d responsable.
Abrahán es el primero de l os Patriarcas , al go menos que Di os para el
mundo crist iano.
4.2 Las hijas de Lot. Lot es sobri no de Abrahán y por lo tanto hi jo de su
tiempo, que actuará igual o peor cuando de defender a otro varón se trate. Lot residí a en Sodoma (Éxodo 19: 1ss ). Cuando unos ángeles visit aron la ciudad, al verl os los habi tantes de aquel pueblo quisi eron tomarlos para abusar sexualmente; Lot sale en su defensa, ya que la ley de hospital idad no permití a que un extranjero fue ra ul traja do mientras está de
paso. Como los hombres no desistí an de sus int enciones, Lot les ofrece
sus dos hijas vírg enes para que hagan con ellas l o que quieran, pero a los
ángeles que no los toquen: “Mi ren aquí tengo dos hijas que aún no han conocido varón, las sacaré para que hagan con ellas como bien les parezca,
pero a estos hombre s no l es hagan nada, que para eso han venido al amparo de mi techo” (Éxodo 19: 8).
4.3 La hija de Jefté. Jefté salió para la guerra e hi zo un voto a Di os: si l ogro el triunfo, cuando regrese a mi casa quien primero salga a reci birme lo entregaré en sacrifi cio; al regres ar, qui en sali ó a su encuentro fue
su hija, que era hija úni ca, al verla le gri tó hay hij a mía , me has destrozado, eres tú la causa de mi
desgraci a. No sólo l a va a matar, si no
que l a hace culpable de su desgracia, la hija soli citó dos meses para ll orar por los montes con sus compaĖeras su virg inida d, que culpa tenía
esta pobre niĖa de los l ogros mil itare s de su padre, pero... ņpuede un
hombre baraj ar su palabra?. ņP or qué no vino Dios en l a ayuda de esta
niĖa como lo hace con Is aac el hijo de Abrahán en Éxodo 22: 11ss, cuando éste lo va a sacrif icar por mandato de Dios y cuando Dios vio su obedienci a, mandó ángeles para que impidie ran el sacri fic io, ņno fue también obediente Jefté?
4.4 El levita y su esposa. Este re lato se encuentra en el l ibro de los Jueces, capítulo 19. Habla de un levit a-sacerd ote, que se casó y tuvo problemas con su muje r, de tal manera que ella lo abandonó, él la va a bus-
9 Renita J. Weems. “AMOR MALTRATADO”. Matrimonio sexo y violencia en los profetas hebreos.
Edt. Desclée De Brouwer. Bilbao, 1997.
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car y de re greso a su casa pasan l a noche en la casa de un hombre, en una
ciudad llamada Guibeá, donde unos hombres pretenden abusar sexualmente del marido-le vita. El dueĖo de la casa sale en defensa de su huésped y ofrece su hija doncella para que hagan con ella l o que quieran, pero luego es el sacerdote el que entrega a su esposa para que abusen de ell a
toda l a noche, al amanecer l a muje r es dejada en la puerta de la casa si n
vida y el esposo la lleva a su casa, la parte en doce trozos y los envía a las
tribus de Isra el para que se inici e una batalla en venganza por la deshonra de que ha sufri do él, sin tomar en cuenta para nada lo sufri do por l a
mujer.
En estos pocos textos podemos ver como el sistema patriarcal puede hacer de las mujere s lo que mejor l e convenga, l os hombres pueden hacer
uso de los cuerpos de las mujeres para saciar sus necesi dades de toda índole y para sali r bien libra dos en momentos de pelig ro.
El sis tema patria rcal ha utili zado a la mujer para su beneficio y cuando
hay que sacri fic ar algo, la mujer es el objeto i ndicado. La casa patri arcal ha mantenido a l a mujer encerra da para protegerl a, pero cuando ésta es un obstáculo a sus intere ses, es sacri ficada, aniquil ada, echada fuera, asesinada, exterminada.
4.5 La metáfora de la sexualidad en las narraciones de los profetas. La
mayorí a de los profetas hacen del tema de la mujer, sus cuerpos y su sexualid ad, una manipul ación con fines r elig iosos y políti cos. Con ell o pretendían ganarse el públi co masculi no para sus propósitos; utili zando l a
im agen sexual femenina de l a mujer, lograban de manera acertada mantener la atención de l a poblaci ón masculina . “Im ágenes de mujeres ll amativas, con atavío seductor, esposas en ardient e persecución de sus
amantes y mujeres con sus faldas l evantadas hasta l a cabeza, exponiendo sus partes ínti mas, se convirti eron en materia pri ma de los argumentos morales y políti cos cuando lo profetas ponderaban, prot estaba y pontif icaban con otros hombres de la sociedad hebrea, acusando a l as mujeres de conducta l icenciosa y pronosticando a los varones una suerte digna
de rameras” 9.
La teoría de l os prof etas es que el pueblo se comporta con su Dios como
las mujere s con sus hombres y de igual manera recibi rán de Dios el trato que se merecen las muj eres pervertida s de su ti empo.
No podrí amos abarcar en tan poco espacio todo el material que habla sobre l a violencia y l a exclusi ón practi cada a las muj eres en l a totalida d de
la Bibl ia, esta es una tarea que queda por hacer y que tenemos que hacer
si querem os hacer de este l ibro l a voluntad de Dios y l a de los hombres.
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4.6. El Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento, recoge la propuesta l iberadora de Jesús de Nazaret, en este proyecto se val ora tanto la vida de
las mujeres , como la de otros hombres excl uidos, niĖos y niĖas . Jesús
hace la gran diferenci a en un proceso hi stóri co que vení a sumando dos mil
aĖos de viol encia patri arcal .
Aunque Jesús pre dicara una propuesta diferente, esto no indi ca que el
nuevo testamento no sea el fruto de una época que a su vez recoge las expresione s patri arcale s de l a época, contra las que Jesús luc hó. De tal manera que si queremos encontrar elementos sobre el patri arcado en el
Nuevo Testamento tambi én lo podemos hacer.
6. A manera de conclusión
Las int errogantes presentadas al ini cio de esta re flexi ón, han tenido una
respuesta afirmati va. El patri arcado como sist ema social, cultural , religi oso, polít ico, está presente en el Antiguo Testamento y tiene su origen en el establecimient o del pueblo de I srael como nación políti ca.
Este si stema de rel aciones de poder nació por i ntereses de los hombre s y
se fortaleci ó en la medida que fue desplazando el papel de la mujer en l a
historia, papel que ha veni do recupera ndo la mujer en las úl timas décadas.
Surge tambi én como una gran verdad, l a afi rm ación hecha anteriormente de que la Bibli a, entiéndase princi palmente Antiguo Testamento, ha sido int erpreta do por el sis tema patri arcal para su beneficio y como justif icaci ón para las múl tipl es formas de agresión aplic adas a las mujeres.
Si el sistema patri arcal, en el que actualmente vi vimos y morim os, ha
sido precedido por una época diferente, donde l a mujer y la Di osa ocupaban l a pri macía, nada impide que un proceso de ref lexió n y empoderamiento, por parte de las mujeres , provoque un cambi o de estructura s
que lleve a la creación de un mundo más just o, equitativo, donde los hombres aprendamos a ceder y reconocer nuestras propias li mit aciones y
errores.
Queda, por últi mo, el reto para todo hombre y mujer que de una u otra
forma hemos entrado o vamos a entrar en contacto con la Biblia, el hacer
de esta un libro de liberaci ón y no de opresión, de interpretarl o para actuali zarlo y no el mero hecho de leerl o para apli carlo al pi e de la l etra.
Si toda esta ref lexió n nos ll eva en algún momento a considerar nuestra
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visió n monoteísta de la deidad que reconocemos y a pensar en la posibilida d de un retorno a l os orígenes, en buena hora siempre y cuando ayude en la configuración de un mundo más humano y humana.
En el nombre de l a Madre, de l a Hija y del Espíri tu Santo. Así sea.
Bibliografía
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2. Biblia Latinoamericana. Ed. Verbo Divino. EspaĖa, 1972.
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5. M anuela Dunn Mascetti. “ Diosas”. La canción de Eva. El re nacimient o
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6. M ercedes Navarro, Di rectora . “ Para comprender el Cuerpo de la Mu jer”, Una perspectiva bíblic a y ética. Ed. Verbo Divino , EspaĖa, 199 6.
7. R enita J. Weems. “AM OR M ALTRATADO. M atrimonio , sexo y viol encia en los profetas hebreos. Ed. Desclée De Brouwer. EspaĖa, 199 7.
Folletos:
1. ILANUD. Construcción de l a identidad masculina. Programa M ujer,
Justic ia y Género. Costa Rica, 1996 .
Interne t
www.pepe-rod riguez.com
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CAPITULO II
LA SITUACIÓN DE LA
MASCULINIDAD Y EL TRABAJO
CON HOMBRES EN LA REGIÓN.
ALGUNAS EXPERIENCIAS
Este capítulo es el más ampl io del l ibro. P or un l ado, repasa de manera
explíc ita el estado de la cuestión en cada país centroameric ano y, por
otro, se refi ere a experie ncias concretas l levadas a cabo en los diferentes países.
Incorpora reportes de investigaciones, campaĖas sociales que se han ll evado a cabo y algunas de ellas sus respectivas evaluaciones, tra bajos desde l a escuela y sobresal e el tra bajo en prevención en el área de l a vi olenci a.
Los diversos art ículo s dan cuenta de l a diversi dad de i nstancias desde la s
cuales se trabaja: organiza ciones no gubernamentales, programas gubernam entales dirig idos a l a pre vención de l a viol encia, organizaciones
de tipo rel igi oso y pastoral, entre otras.
Este capítulo es rico por sus aportes en al ámbi to metodológico del trabajo de masculi nidad y da pautas de cómo trabajar con l os hombres.
Se incorpora un artí culo del grupo Colectivo de R elaci ones I guali taria s
(CORI AC) de México , el cual aborda aspectos conceptuales de l a metodologí a del trabajo con hombre s. M erece destacarse la ponencia que hacen
dos hombres miembros de un grupo de re flexi ón y autoayuda costarricense, en l a cual plasman lo que fue su experi encia subjetiva en él.
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Dinámicas y dilemas
en los aspectos teóricos
y metodológicos del trabajo
con hombres
10
Eduardo Liendro11
Grupo CORIAC
México
En rel ación a l os aspectos teóri cos y metodológicos del trabajo con l a
masculini dad, me parece que resul ta pre ponderante habl ar de la s dinámic as y l os dilemas que el tema suscita. Algunas de mis consideracione s
acerca del trabajo con hombres se rel acionan con aspectos teórico-metodológicos, otros con aspectos éticos, polít icos y prácticos. Quisiera comenzar dando algunos antecedentes que me parecen rel evantes sobre el
trabajo con hombres en l a región, para l uego compartir algunas rasgos
de mi organización, CORIAC, pues es desde all í que he podido articul ar m i
trabajo y reflexi ón en torno al tema que nos reúne; posteri orm ente quisiera destacar brevem ente sobre algunos aspectos claves que plantean
ciert os dilemas: el vínc ulo con el movimient o de mujeres, la agenda de
trabajo con y entre hombres, l a vi olenci a como ej e transversa l, la pol ítica públi ca en el trabajo con hombres, las redes de hombres, y el trabajo personal. Por úl timo quisiera compartir algunos desafíos que me
parecen important es a considerar como son: l as pri orida des de trabajo,
la relaci ón con grupos de mujeres, la si stematización de las experi en-
10 Ponencia presentada en el I Encuentro Centroamericano acerca de Masculinidades, Coronado,
Costa Rica. 22 de Noviembre de 2001 (Agradezco la transcripción realizada por Erik Vindas
Camacho del Instituto WEM).
11 Eduardo Liendro es Antropólogo Social y Director del Colectivo de Hombres por Relaciones
Igualitarias de México. [email protected] / www.coriac.org.mx
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cias, l as políti cas públ icas, l os medios de comuni cación y los recurs os.
Antecedentes del trabajo con hombres en la región
M e gustaría inclui r al gunos antecedentes sobre el trabajo con hombre s
en l a regi ón, que me parece i mportante de re scatar para esclarecer l o que
hemos hecho y cómo ha surgi do el trabajo con hombres y la refl exión en
torno a l as masculinida des en nuestros países. Si n que ello pretenda ser
una sembl anza his tóric a, que bien nos hace fal ta tener, para documentar
nuestros procesos y buscar posibles re laci ones entre sus génesis, sus
dinámicas y sus proyecci ones.
En nuestros países exi stieron hombres y mujeres precurso res de l a
igual dad de derechos y lo que hoy conocemos como acciones en pro de l a
equidad de género. Hombres y cronist as documentaron en libros y a nales;
personaje s públi cos o anónimos, que manifestaron su di sconform i dad con
la inequi dad entre hombres y mujeres y que apoyaron a estas últ imas en
sus demandas a educación, trabajo, derechos ci udadanos (como el voto) y
represent ación políti ca; hombres que de manera aisla da desafiaron el
orden de dominación masculina.
Sin embargo no es hasta fi nes de los aĖos 60’ y principi os de los 70’ que
la re flexi ón crí tica sobre el papel de los hombres comienza lentamente a
ser una inquietud de grupos de hombre s, int electuales y activist as, l a
mayorí a de ellos re laci onados de manera polí tica y afectiva con mujere s
que impulsaban el movimient o femini sta en esa época en nuestros paí ses.
M uchas de esas experi encias no ll egaron a crecer y acabaron sin tener
im pacto fuera de un círculo de hombres intelectuales, aunque los que allí
partic iparon tuvieron una im pronta que ha distinguid o su vida personal
y profesional . Algunos de ellos , actualmente, i mpul san el tra bajo con
hombres desde la refl exión, l a investigaci ón y desde programas de acción
en la región.
Otro antecedente im portante ha si do el tra bajo realiza do por hombre s
desde rei vindic aciones rel acionadas a una ori entación homosexual y una
identidad “gay” , que a mediados de los aĖos 80’ se cohesionan fuert emente en torno a la epidemia del VIH-Sida . Aunque la mayorí a de los grupos surgi dos en este proceso trabajaron con hombres temas como salud,
sexuali dad, identidad, etc., muchos de ellos no incorpora ron un enfoque
críti co y pro-posi tivo que cuestionara l as i dentidades masculi nas y los
roles tra dici onales de género. Posteriormente se han incorporado visi ones más incluyentes y actualmente vari os activist as del movim i ento gay,
se encuentran entre los l íderes del trabajo con hombres en materia de
salud, diversi dad sexual, derechos civi les, homofobia y no discrim i na-
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ción, así como en diversas probl emáticas que afectan a l os hombre s en
partic ular.
Es hasta pri ncipi o de los aĖos 90’ cuando se ini cian diferentes experi encias de trabajo colectivo entre hombre s con un enfoque crít ico y a veces
de género. Algunas están rela cionadas a procesos polít icos re voluci onarios como en
Nicara gua, otros con enfoques terapéuticos como en Argentina y otros con desarrol lo académi co y educativo como en Bra sil,
M éxi co, Colombia, Perú, Bolivi a y Chile. También de manera progres iva organiza ciones social es e inst ituciones públ icas que i ncluyero n trabajar con hombres a part ir del énfasis en temas relaci onados a la salud
sexual y reproduc tiva, la viol encia doméstica y l a paternidad.
El camino que han recorrido estas experi encias ha sido acompaĖado en
todos l os países por organizaci ones de muje res que han apoyado e impulsado el trabajo con hombres; si n su apoyo y a veces pres ión, tal vez no
estarí amos reunidos . M uchas de ell as han sido las princ ipale s intere sadas, con just a razón e interé s, en que los hombres parti cipemos del cambio y eso se ref leja en el res to de la sociedad, donde también son ellas la s
que han estado empuj ando los cambi os en las rel aciones de género y la s
que han re flexi onado al respecto. En muchos de nuestros países los grupos de mujeres o mujere s en puestos dire ctivos son quienes nos convocan a realiza r proyectos, talle res, conferencia s y son las contraparte s
local es para el trabaj o con hombres .
Otro factor important e en este proceso ha sido la partici pación de agencias de cooperación i nternaci onal y la s fundaciones priva das que han apoyado proyectos “con enfoque de género”, i ncluyendo en ti empos relat ivamente recientes a l os hombres. Sobre todo a parti r de l a Conferenci a
M undial de población de El Cairo en el noventa y cuatro, se han int eresado en impulsar proyectos
rela cionados a salud reproductiva y sexual, donde la i nclusi ón de los hombres favorezca a las muje res.
Este int erés se ha demostrado a veces de una form a refl exiva y partic ipativa, a veces de una manera un poco más imposit iva y a-crí tica. Si n
embargo, parece ser que, el “tema” del trabajo con hombres y l a masculini dad, está dejando de ser important e y está sali endo de las agendas de
muchas fundaciones y agencias de cooperación; lamentablemente, si n una
refle xión y análisi s compartido. Al respecto me parece que ha faltado una
actitud más crít ica y de diálogo de las organiza ciones que trabaja mos con
hombres y las posibles contrapart es que apoyan este trabajo en nuestros
países.
P or otro lado, la rela ción con académi cos e investigadores ha sido muy
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im portante, pues de ahí ha salido una buena parte de la re flexi ón y análisi s sis temáticos de la masculinid ad y las experienci as de los hombre s
en la re gión. Hay que destacar, sin embargo, la divisi ón entre quienes han
desarrol lado ref lexi ón teórica sobre la masculi nidad en ámbi tos académic os, como escuelas y facultades; y organiza ciones ci viles que están en
programas operati vos desarroll ando refle xión personal de manera más
vivenci al y partic ipati va, pero con poca sistematizaci ón de la experi encia.
Esta tensión entre “teóricos” y “prácti cos”, se expresa en la soli citud
por desarroll ar un trabajo más subjetivo y vive ncial por parte de la s
organizaciones y una apelación a desarrolla r una base teórica y conceptual que guíe a la acción, por parte de los académi cos. Ambos aspectos han
sido necesari os y se han logra do experi encias exitosas de colaboración,
aunque han constitui do excepciones dentro de un contexto de espacios todavía distantes. Inve stigadores que apoyan l a sistematizaci ón y ref lexi ón
de programas con hombres; activi stas y encargados de proyectos y programas con hombre s que comparten su ref lexió n en espacios académicos
en tall eres, curs os y semi narios, grupos interdisci plina rios y mul tidi scipli narios mixt os han enrique cido l a refle xión sobre l os hombre s y sus
relaci ones.
Un elemento rel evante más en l os últi mos aĖos, ha sido la partic ipaci ón
de
i nstituciones públi cas relacionadas a la salud, la educación, la seguridad y la jus tici a. En la medida en que se han creado en nuestros países, también han mostrado crecie nte i nterés los progra mas e insti tutos
de l a muj er, así como l os program as de equidad de género; aunque todavía no es pri orit ario de manera temática o fi nanciera.
Tambi én ha sido destacable la partic ipaci ón y asesoría de organizaciones
y especiali stas, en mesas de trabajo de políti cas públicas e i mpl ementación de programas hacia hombre s, como salud re producti va, viol encia,
VIH-SIDA, seguridad pública , etc. Vale rescatar que la rel ación con la s
insti tuciones públicas muchas veces tiene que ver más con la disposici ón
de funcionari os/as sensibl es, que con una polí tica gubernamental int encionada; generalmente se establecen rel aciones personales más que relación ins titucional es, cuestión que hace al tamente vulnerable esos ví nculos y no compromete a l as insti tuciones a desarroll ar polít icas a mediano y l argo pl azo.
En este proceso se han desarrol lado diversas reuni ones y encuentros en
Latinoaméri ca para discutir aspectos teóricos y metodológicos sobre el
trabajo con hombres. Caben destacar el Tall er i nternaci onal sobre Paternid ad R esponsable, reali zado en M éxico en 1993 en La Uni versida d
Nacional Autónoma de M éxico y auspici ado por The Popula tion Council y
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el I nternational Center for Research on Women; asi como el Simposio Internaci onal sobre Parti cipaci ón Mascul ina en la Salud Sexual y Reproductiva: Nuevos Paradig mas, organi zado por IPPF y AVSC en México en
1998; así como el Encuentro sobre M asculini dades y Equidad de Género
en América Latina, organi zado por FLACSO y UNFPA en Chil e en 199 8.
Estas reunio nes fueron organiza das y convocadas por i nstancias de cooperación int ernacio nal y por inst ituciones académic as.
A nivel de organizaci ones civile s destacan los encuentros nacional es en la
región, como el P ri mer Taller Nacional sobre Masculi nidades en Bolivi a
en 1997; el Primer Encuentro Nacional de Hombres Contra la Violenci a
en Ni caragua en el 199 8; o el Primer Encuentro de Organizaciones Civiles que trabajan con Hombres en M éxi co, en el 200 0, entre otros.
La im portanci a que estas reuni ones han tenido se refi ere princi palmente al i ntercambio de inform ación de la s diferentes experienci as; l a reflexi ón, por parte de especialist as, sobre diversos temas específicos que
involuc ran a l os hombres; l a diversi dad de partic ipantes (hombres, mujeres, académicos, activist as, funcionari os públic os), la s agendas de
trabajo y conclusi ones emanadas; así como la s redes y ví nculos de allí
generados.
El Colectivo de Hombres por Relaciones Igualitarias, CORIAC de México
En el contexto anterior, surge el Colectivo de Hombres por Rel aciones
Igual itari as (CORIAC) en febrero de 1993 en l a Ciudad de México , como
un espacio desde la sociedad ci vil de re flexi ón y transf orm ación para
hombres interesados en mejorar sus formas de vida. Desde entonces, hemos desarroll ado ini ciativas que apoyan l os cambios personales y colectivos de los hombres hacia la construcció n de relaci ones igualit arias con
las mujere s, otros hombres y con su entorno.
Inici almente, nuestro trabajo se centró en la re flexi ón sobre l a masculini dad y l a responsabili dad de los hombres de detener la viol encia doméstica; así surgi ó en Méxic o el primer programa para hombres dispuestos a re laci onarse de manera no-vio lenta con su pareja (“Hom bre s
R enunciando a su Violencia” - PH RV); desde esta experi encia, hemos hecho un amplio trabajo de sensibili zación, form ación y capacitación. En
1996 ini ciamos diversas activid ades en torno a la paternida d como una
dimensión vit al en la vida de l os hombres ; actualmente reali zamos diversos proyectos, especial mente de sensibi liza ción y capacitación. Ambos temas, viol encia doméstica y paternidad, constituyen nuestros programas priorit arios de trabajo en diversos espacios públi cos y privado s
de México (ver al fi nal bre ve descripció n de activi dades).
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CORI AC prom ueve la resol ución no vi olenta de los conflictos y el diálogo;
la democracia en l a vida ínti ma y pública, así como la no-dis criminaci ón
de la s personas por su género, orient ación sexual, etnia, nacional idad,
clase social o edad.
Ante el desafío de i nvolucrarno s en el proceso de cambi o de las relaci ones y las i dentidades de género, en CORIAC apostamos a la posibil idad de
un cambi o personal, c ultural y social de los hombres para desarrol lar el
potencial de vida y para construir una sociedad más justa y equitativa.
Algunos dilemas en el trabajo con hombres
• La relación con el movimiento amplio de mujeres
La re laci ón de parentesco del trabajo con hombre s desde una perspectiva
de género con el movim i ento de muje res es i ndudable y estratégica, por los objeti vos comunes hacia la equidad, por l os aspectos rel acional es de muchos problemátic as de género, porque el vínc ulo estructura el campo de acción de las identidades. Sin embargo, hay experi encias
de trabajo con hombres que se han desvincula do totalm ente del movimiento de muj eres y eso l os ha aisl ado y confrontado.
El diál ogo producido con grupos de muje res ha enrique cido enorm emente nuestro tra bajo, por ejemplo en viole ncia. Hemos preguntado a grupos
de mujere s qué trabajan en viole ncia, lo que l as mujeres reportan de su
vivenci a de la viol encia y su visi ón de los hombres y luego lo comparamos con l o que dicen los hombres y compleji zamos nuestra vi sión del
problema y adecuamos nuestra metodología y la compartimos. Hemos
reali zado inves tigación conjunta y hemos diseĖado metodología muy cuidada de escucha para grupos mi xtos (no parejas) donde exploram os la s
concepciones del amor, la pareja, el confli cto, la violenci a y la negociación. Esto no sería posible si no dialogamos y estrechamos víncul os con
objeti vos comunes; es decir, si no nos aplic amos la propi a metodologí a
como partí cipes de l a probl emática a indagar.
Un posibl e dil ema es la sospecha y desconfianza de muchas muje res ante
los posibl es cambios que los hombres int entan hacer, pues generalmente están relac ionados situaciones e historias dolorosa s, que los hombre s
muchas veces no estamos dispuestos a escuchar en sile ncio. Tambi én esta sospecha se fundamenta en que los cambi os que real izan l os hombre s
que comi enzan un cuestionamiento, no corresponden a las expectativas
que ellas tienen de esos cambios y hay frust ración. Un aspecto re levante
que fácil mente olvi damos, es que la confianza no es un pase automático,
sino un proceso que requiere cambios concretos en los discursos, l as actitudes y las conductas cotidianas, donde también se requi eren re-est a-
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blecer lo s l ímites de seguridad para poder mostrar nuestras part es vulnerables sin sentirnos en pelig ro.
Otro posible dil ema es l a tentación por parte de l os hombres de un discurso de género polí ticamente correcto sin ser perm anentemente críticos con nuestras prá cticas y sin salir de un esquema de control que parte de nosotros mi smos hacia los demás a tra vés de la raci onali dad, si n
mostrar tambi én nuestras emociones y sin capacidad de escuchar y conmovernos por la experienc ia del otro/a. Los discurso s de equidad y género podemos aprenderlos de libro s y de unas cuantas l ecciones, e inclus o
podemos l legara a adoptar un habl a que incl uya a ell os y a ellas, o usar
una @; solo que si esto no va apareja do de un proceso creciente de cambios concretos en nuestra vida cotidiana, seremos más bi en simuladore s
que tarde o temprano expondremos nuestra contradic ción.
• La agenda en el trabajo con y entre hombres
Si bien pa ra m uchos hombre s el tema pri orita rio es hablar de si m i smos
y refl exionar s obre su propi a identidad, no es posible avanzar quedándose mucho tiempo en un nivel de refl exión general de la masculi nidad,
pues es un si stema que se articul a con diferentes dimensiones de nuestra
experienc ia cotidiana que hay que abordar y prof undizar metodológi camente por partes, si n dejar de considerar que la s vivimos de manera integral .
Algunos temas específic os que han comenzado a ser abordados en el trabajo con hombre s, son especialmente viol encia y salud reprod uctiva. Estos temas han sido puestos en la mesa por l as mujeres y agencias de cooperación; muchos grupos de hombre s los hemos retomado porque creemos que son temas i mportantes y priorit arios . P ero tambi én hay otros
temas de interés para muchos hombres que no hemos abordado desde un
enfoque crí tico y de género y que están si endo abordados desde otras perspectivas o compl ejamente están invis ibil izados y ocultos.
En nuestra experienci a con si ndicatos, nos ha parecido muy important e
temas como el empleo, l os rie sgos en el trabaj o, el stress y el desempleo.
Estrechamente lig ado a esto está la salud mental en re laci ón a la adicci ón
al trabaj o y la dificul tad de disfrute en la receptivi dad cotidiana y no solo en la acción compuls iva. Otro aspecto destacado por los propio s hombres es el conflict o ante el rol de proveedora de l as muj eres y l as sit uaciones en donde ella aporta más dinero, esto li gado a la percepción de
pérdida de poder y control y el temor de encontrarse en una posición de
subordina ción.
Hemos hecho talle res de sexuali dad y vemos que hay un int erés muy
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grande de l os hombres hacia el tema y contrari amente a las creenci as y
demostraci ones sociales, hay mucha desinformación y conflic tos expresados en malestares de l a sexualid ad entre l os hombres. Las lla madas
“ disfunc iones sexuales masculinas” como la eyaculación precoz y l a
disfunción erécti l hoy en día explotadas comercial mente por l a i ndustri a
médica y farmacológica, a través de medicamentos como el viagra o mecanismos como la bomba de vacío, entre muchos otros, constituyen paliat ivos ante una heri da más profunda relac ionada a la pérdida del deseo
por stress, uso de al cohol y drogas y sobretodo por l a desconexión del
vínculo afectivo. Nuestra social izaci ón en la genital ización del erotismo
y la cosifi cación del cuerpo del otro/a a través de la pornografía y los
medios de comunicación, han i mpedido l a sensibil izaci ón y el contacto
corporal como una globali dad; así como la creaci ón de vínc ulos que incluyan todas l as dimensiones de l a persona y no sólo algunas part es corporales . Por úl timo tenemos gran desconocimiento de otras posibles maneras de vivir l a sexual idad y el erotismo en una cul tura occidental cri stiana donde el si lenci o y la culpa generan gran ansi edad y esta, a su vez,
genera gran frus traci ón.
Otro tema de gran relevanc ia es l a vi vencia de la paternid ad. En l os tallere s intro ductori os sobre género y masculi nidad l a mayorí a de los partici pantes no identifi ca a la paternida d como algo central de su identidad,
sin embargo para mayoría de los hombres es una experi encia en al gún
momento deseada, aunque no esperada cuando acontece (en una encuesta
que reali zamos a 300 hombres, a 2 de cada 3 hombres la paternidad ll egó como algo inesperado). Ahora bien, la paternida d vist a como un proceso incl uye diversos momentos i mportantes que van desde el ejercici o
de la sexualid ad y la anticoncepción, pasando por el embarazo, el aborto,
la partici pación en el parto, hasta la crianz a en l as diferentes etapas de
desarrol lo de los/as hi jos/as .
La importanc ia de la paternid ad para los hombres también l a hemos comprobado en la respuesta masiva de hombres a nuestra campaĖa anual de
paterni dad afectiva, al rededor del dí a del padre y en nuestro program a de
refle xión en grupo para padres, donde cada semana se reúnen hombres a
compartir sus i nquietudes y desarrollar habi lid ades al rededor de l a paternid ad.
Otros aspectos de interés se han rel acionado a la salud fí sica y mental, así
como las necesidades y problemáti cas en diferentes etapas del cicl o de vida, como la adolescencia, l a juvent ud o la vej ez.
Entonces, en la agenda de los hombres hay todavía muchos probl emáticas
de interés por expl orar, inve stigar y crear metodologías que facilit en su
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refle xión y apoyen cambi os. Entonces, por un l ado, se hace necesari o
continuar desarrol lando probl emáticas im portantes de una agenda compartid a con l as mujeres y, por otro l ado, necesitamos ir ampl iando nuestro campo de int erés y de acción hacia otras probl emáticas, quizás más
del interé s de los propios hombres. Lo que es una real idad, es que el mejoramiento en las condicio nes de vida de los hombres va a re percuti r en
el mejoramient o de sus víncul os con sus famil ias y su entorno y de ahí
en l a im portanci a de escuchar las necesidades de l os propios hombres y
no determ i nar a priori lo que les conviene.
• La violencia como un eje transversal
Hemos mencionado la probl emática de la viol encia y necesitamos detenernos un momento, pues más que un tema específico es un eje que atraviesa las re laci ones de género como expresi ón concreta de las inequi dades existentes. Por tanto debe ser tomada dentro de un marco mayor, relaci onado con l as i nequidades de poder y las estructuras de domini o y control, y eso atraviesa muchos temas.
Esto se hace más priorit ario aún, pues las inequi dades de género y la vi olenci a son i nvisi bili zadas por las sociedad y muchos hombre s no reconocen que ejercen violenci a en sus vi das cotidia nas y que esta viol encia ti ene consecuencias para ellos y quienes los rodean, princi palmente para
las mujeres y pa ra otros hombres . Y hablamos de viol encia físi ca y también de violenci a verbal, emocional, económica y sexual. Vivim os en sociedades tan golpeadas por la vi olencia económi ca y social que l a viol encia de género se suma a una forma más y l a toleranc ia a ella cultura lmente es muy alta.
Ahora, por supuesto que es de gran int erés para las muj eres que los
hombres trabajemos nuestra viole ncia y la detengamos, porque las cifras i ndican que por lo menos en un 97% somos responsables de la vi olenci a en la pareja, además de que constituye una de la s pri ncipal es causas de muertes en hombres j óvenes (segunda causa de muerte en hombres de 25 a 34 aĖos en M éxico). Entonces, mi entras se re aliz a un trabajo con mujere s que vive n en sit uación de viol encia, donde ha habido una
transi ción de un trabajo centrado en la autoestima y el dar herram i entas a la mujer para que busque su seguridad, al trabajo con l a identidad
de género, l a i ntegri dad y la autonomía ; los hombres necesitamos urgentemente trabaj ar nuestras creenci as de autoridad, nuestras formas de
control y nuestras demandas de servicio s, así como nuestra cris is de
identidad y nuestra experi encias emocionales.
Junto al trabaj o de reconocer y transform ar l a viol encia, es necesari o
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trabaja r en desarrol lar actitudes y habil idades diferentes ante los confli ctos y dejar de verl os como una competencia de ganar-perder y con
ello causar dolor y daĖo, para enfrentarlos como una oportunid ad de
aprendiz aje, de negociación y de acuerdos. La educación para l a paz, los
derechos humanos y l a res oluci ón no vi olenta de conflictos es el compl emento necesario en el trabaj o con violenci a, pues todavía nos falta mucho que aprender en las rela ciones int imas y públ icas de cómo negociar
nuestras diferencias y como resol ver las tensiones propias de la convivencia humana.
• Marco de política internacional.
Hasta hace unos aĖos nuestro tra bajo dependía mucho más de la voluntad
polít ica indi vidual y de organizaci ones civil es que impulsa ban la part icipaci ón de los hombres. Posteriormente, poco a poco el trabaj o con
hombres con un enfoque de género, ha tomado rel evancia en el ámbit o público .
Es a part ir de la Conferencia Mundial de Pobl ación de Cairo 1994 que se
integra al plan de acción y rige como line ami ento para todos los países
firmantes . En su punto C del capítul o IV del Plan de Acción, se expre sa l a
necesidad de incorporar la s “responsa bili dades y parti cipación del hombre” en su comportamiento sexual y reprod uctivo y en su función social
y famil iar.
En el I nforme especial de Naciones Unidas sobre el Examen y Evaluaci ón
Generales de la Ej ecución del P rograma de Acción de la Conferencia Internaci onal sobre P oblaci ón y el Desarrollo de julio de 1999, en el punto 50 expresan “Todos los dirig entes a todos los nivele s, así como los padres y educadores deben prom over modelos positivos que ayuden a los varones a converti rse en adultos sensible s a l a cuestión de género y les
perm i tan apoyar, prom over y respetar la salud sexual y reproductiva y
los derechos reproductivos de la mujer, en reconoc im i ento de la dignidad
inm anente de todos los seres humanos. Los hombres deben asumir l a responsabil idad de su propio comportamiento y salud reproductivos y sexuales. Deben reali zarse investigaciones sobre sexual idad masculina , l a
viril idad y el comportamiento repro ductivo de l os varones” (pag 13).
Así mismo mani fiestan en el punto IV A. g), “Procurar que los hombre s
compre ndan sus funciones y su responsabili dad en cuanto a re spetar los
derechos humanos de la mujer, prote ger l a salud de la mujer,.. ...... compartir l a responsabili dad por los quehaceres del hogar y l a crianz a de los
hijos y apoyar la eliminaci ón de prácticas nocivas.. .la viol encia sexual y
otros tipos de viole ncia basada en el sexo....“ (pág. 14).
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Ambos documentos son un parte-agua s en materia de polí tica públ ica,
pues nunca antes se había consignado de manera expresa a este nivel l a
incorpora ción de los hombres en la responsabili dad y part ici pación en
salud sexual y reprod uctiva, la cria nza, el tra bajo doméstico y elim i nación de la vi olencia. Los países fi rm antes se han comprometido a i ncorporar estas recomendaciones, como parte de sus polí ticas publ icas, en
sus program as.
Uno de l os probl emas que enfrentan estas políti cas i nternaci onales dirigidas a los hombres es que, si bi en las estrategias dirigi das hacia las mujeres están si endo monitoriadas por diverso s grupos del movim i ento de
mujere s, no exist e una contrapart e de hombres que este real izando la vigila ncia y seguimiento, con l o cual queda muchas veces incumplido en l a
mayorí a de nuestros países. Todavía para muchos funcionari os/as la s
polít icas públ icas de género y salud sexual y reprod uctivas son probl emáticas de y para l as muj eres, con un enfoque de asistencia y considerando a las muj eres como grupo vul nerable , sin comprender que estas
problemáti cas invol ucran al conjunto de la población, i ncluyendo a los
hombres .
P or otro lado también hay que destacar que estas polí ticas surgen del impulso y los legí timos i ntereses de las mujere s, pero no expresa una polít ica más ampli a hacia los hombres en materia de sal ud sexual y reproductiva que re tome sus i ntereses, esto en gran medida se debe a que no
han sido reivi ndicaciones expresadas clara mente por los hombres como
derechos a al canzar.
• Colaboración entre hombres
En los últimos aĖos han habido ciertas experie ncias aisl adas e intentos de
artic ulaci ón entre hombres y mujeres que investigan y promueven acciones con hombres y este Encuentro es un buen ejem pl o. Sabemos de varios encuentros en Sudamérica y Estados Uni dos con la tinos (como el
Congreso sobre hombres latinos que maltra tan: Esperanzas para hombre s
que daĖan a otros, organi zado por l a Ali anza Nacional Latina para erradicar la vi olenci a doméstica en USA); y, como comenté anteriormente,
han habido encuentros en M éxi co, Nicaragua, Brasi l, Boli via, entre
otros; asi como grupos de inve stigación en masculi nidad (como el coordinado desde FLACSO, con i nvestigadoras de Perú, Boli via, Colombia y
Chile). El punto a destacar es l a necesidad de arti culación y rom per el
aisl ami ento, pues tenemos muchas experie ncia que compartir y aprender de ell as, sin embargo es difícil habl ar de la construcción de un nuevo movimiento social, pues no part e de reivi ndicaciones comunes y generalmente no se crean estos movimientos si no están en una posició n so-
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cial de subordinación.
Si bien hay si mpatías e identificaciones entre hombre s que trabaj an por
la equidad, es difíc il pensar en un movimient o articul ado que genere re ivindic aciones propias y constituya un grupo de presió n sim i lar al que
han construido la s muje res. Más bien podríamos pensar en sumarnos a
alia nzas estratégicas con grupos y redes de hombres y muj eres que coinciden en promover cambios por la equidad de género, la divers idad sexual, el respeto a los derechos humanos y al medio ambiente. Es decir,
sumarnos a fuerzas progresis tas con el aporte específico del trabajo con
hombres y contribui r desde esta especificid ad a generar y enri quecer estos cambios. Puede que hombres organiza dos ll eguemos a generar nuestras propi as demandas hacia la equidad, pero todavía es un proceso demasiado lento. Si n embargo, hombres organi zados en un sentido diferente y en confrontación con la s mujeres han tomado la delantera, como en
ocurre en Uruguay, P erú y por supuesto en Estados Uni dos.
• Lo personal es político
Esta pre mis a que el movimi ento de muje res ha rei vindi cado desde hace
más de 30 aĖos, es muy vigente para el trabaj o que los hombre s estamos
desarrol lando en revi sar nuestras i dentidades y trabaja r con otros hombres al m i smo tiempo. Desde Nicaragua hemos aprendido a no olvidar que
se tra ta de un trabajo “ con y entre hombres ” , donde somos parte y estamos invo lucrados como sujet os que crecimos en cul turas fuertemente
machistas y hemos tenido una historia personal que nos ha marcado y que
necesitamos también trabajar. Nos se trata solo de una habilidad discursiva o técnica, sino que necesitamos
perm anentemente un análisi s
críti co sobre nuestra form a de rela cionarno s con nosotros mismos y los
demás.
En CORIAC hemos pl anteado que l a princ ipa l herrami enta del tra bajo con
hombres es el tr abajo pers onal y esto i mplic a enfrent ar nuestr os propios temores y dific ult ades, muchas veces doloro sas. Por l o mismo es
comprensibl e que muchos hombres que hemos capacitado sientan mi edo de
real izar este trabajo, e i nclu so desist an, pues ine vit ablemente tendrán
que comenzar a tr abaj ar con ell os mi smos, ref lex ionando sobre su vidas,
ordenando sus rela ciones, pr eocupándose de su propio cui dado, aprendiendo a re solver l os confl ictos de manera no-viol enta, etc... en un proceso que ti ene ini cio, pero que nunca acaba.
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Este proceso personal , donde podemos ver ref lejad os varias de l as problemátic as de la cultura masculina, es difícil hacerlo solos y necesitamos pedir
ayuda de otros hombres que nos apoyen y compart an esta
visió n de vi da
diferente. El trabajo constante en grupo de apoyo o en
terapi a individ ual es casi impostergable, por más libros y talle res que
hayamos tomado.
El pelig ro constante es que nos quedemos con un discurso que poco o nada
tiene que ver con nuestra prácti ca de vida, pues se transform arí a en una
forma diferente de control y domini o, si n una retro alimenta ción constante con nuestro proceso emocional, famil iar y comunitario. Es imposible pedirle a otros hombre s real izar cam bi os que nosotros mismos tememos hacer; tarde o temprano l a confrontación con esas otras experienci as nos mostraran la nuestra, por más que tratemos de ocultarla.
• Complejizar los análisis y las acciones
Hemos detectado que es necesari o compl ejiza r y prof undizar en las problemátic as que estamos abordando con y entre hombre s, pues no es suficiente expl ici tar l os estereotipos y los roles de género domi nantes, pues
ya sabemos l o que vamos a encontrar. Necesitamos indagar en como se vive la masculi nidad en difere ntes contextos y cuales son l as dinámic as y
dile mas específi cos para cada grupo de poblaci ón; igual mente las necesidades varían y los mal estares cambian de contexto a contexto.
En CORIAC hemos adoptado un enfoque crí ti co que tiene que ver con l a
perspectiva de género y el humani smo, y hemos lleva do a cabo un modelo que podríamos ll amar “hid ráulic o”, porque tiene por un l ado la confrontación y por otro l ado el apoyo. Trabajam os con hombres que tienen
problemas, entonces, necesitamos tanto de la confrontación como del
apoyo como, sobre todo, cuando los hombres comparten algo acerca de su
historia personal y se abren emocionalmente.
P or un lado necesitamos apoyarnos en la perspectiva de género, cuyo aspecto central es la crít ica al poder y de cómo las diferencias se han
transf orm ado en desigualdades entre hombres y muje res. P or otro también necesitamos escuchar y entender la experie ncia emocional y l a hi storia que ha l levado a ese hombre en parti cular a vivir la i nequidad como al go “natural ” y a ejercer domini o y control como algo “propi o de los
hombres ” y facili tar l a búsqueda de claves que apoyen su cambio. P ara
esto es clave crear confianz a y empatía en los trabaj os con hombre s, facili tando procesos de aprendiza je como medio de tra nsformación indi vidual y grupal . Esto desde un enfoque psico-ed ucativo, pues desde un enfoque terapéutico habrá que explorar en aspectos más profundos con me-
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todologías especial izadas.
Algunos desafíos para la acción
• Prioridades de trabajo.
En reit eradas ocasiones nos encontram os lleva ndo a cabo inve stigaciones
y acciones propuestas por otros sin tomar en cuenta la definició n local de
priorid ades, porque tenemos que trabaja r en problemas o temáticas si n
considerar previamente a los hombres de tal o cual contexto cultura l y
social específi co. P or lo mismo es i ndispensable elaborar diagnósticos
partic ipati vos específic os, previos al desarroll o de nuestras acciones,
solo así podremos defini r cuales son las pri oridades a trabajar para eso s
hombres en particula r y la form a de hacerlo. Por ejemplo, hemos lle gado a trabaja r con hombres problemas de su vi olenci a en la fami lia sin siquiera preguntarl es que entienden por violencia o trabaja r con materi ales escritos con poblaci ón analfabeta o usar metodología de adultos con
jóvenes; hemos aprendido de nuestros errores.
Aquí también cabe aprender a negociar con fundaciones e i nstituciones
para no im poner problemáti cas a trabaja r o metodologías a usar, si n
mediar un espacio para adecuar y fle xibil izar l os supuestos. La tentación
de acabar haciendo al go definido como pri oridad desde fuera, se acentúa
cuando hay recurso s de por medio.
• Relación con grupos de mujeres.
Es clave y estratégico la rel ación y coordinación con los grupos de mujeres, como una form a de sociali zar conocimientos aprendi dos y dialogar
sobre los halla zgos mutuos, así como potenciar re spuestas políti cas comunes en torno a equidad y no discriminaci ón. Esto im pl ica también fomentar el diálogo y la escucha sobre cómo ven las muje res organizadas el
trabajo con hombres y en que puntos podemos coinci dir para acciones
coordinadas. Por ejemplo, hemos coinci dido mujeres y hombres en experienci as de capacitación sobre polí ticas públ icas o sensibil izaci ón sobre género, o semi narios de viol encia doméstica dónde exponemos cómo
trabaja mos con hombres y cuales son nuestros análi sis de l a violenci a
masculina. Un aspecto de coinci dencia important e a nivel estratégico, ha
sido el enfoque centrado en la democracia de género, el cual contempla de
manera explíc ita l a incorpora ción de l os hombre s a los
esfuerzos de
democrati zación de las rela ciones íntimas y públic as; de ahí
puede generarse una agenda importa nte de tra bajo conjunto entre hombres y mujeres a favor de l a equidad.
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• Sistematización e investigación.
Necesitamos métodos que den voz a l as experienci as de l os hombres para
documentar las experie ncias vit ales a l as que estamos suj etos; lo cual
requiere una especial diseĖo, pues los hombres no estamos acostumbrados a hablar de nuestras emociones y de l os que nos sucede en l a int imidad. Otro desafío para l a inve stigación es promover indagaciones sobre
aspectos rel acionales que i ncluya l a vi sión de hombres y l a vi sión de la s
mujere s sobre un mis mo hecho; la hipótesis que se comprueba generalmente es que hay dos visi ones, y lo im portante serí a i r más allá y preguntarnos cómo ocurre la int eracci ón entre esas dos visi ones, la s rel aciones de poder en juego, los signif icados y valoracione s expresadas y las
dinámicas de posible diálogo y escucha.
Y, por otro l ado, podemos preguntarnos sobre las estructuras de las relaci ones de género, con el aporte de l a matri z de Robert Connell, que es
preguntarnos por las divisi ones de trabajo; los bi enes; el poder y l a autorid ad, inc luyendo la vi olencia; la s relaci ones emocionales, i ncluyendo
la sexuali dad; y la simboliz ación de discursos, imágenes, ritual es. Esta
puede ser una manera útil de ordenar las relaci ones de género y analiz ar
sus dinámi cas.
P or otro lado está la i mportancia de l a si stematización y la refle xión de
la acción, pues es de vi tal im portanci a para al canzar l as metas esperadas, pues si n una base conceptual que sustente el por qué estamos desarrolla ndo tal o cual activid ad, es una acción ci ega que puede impli car mucha energía y recurso s si n tener los resul tados e impactos buscados; y l o
que es peor, sin el aprendiza je que permi te el anális is si stemático de la s
causas de nuestros errores.
En las organizaci ones muchas veces la activida d y la urgenci a quitan posibil idades a lo im portante, y no nos queda tiempo para refl exionar y para produci r también teorí a, porque la producción de conocimiento no es
solamente una prerrogat iva de l a academia. Hay muchas ONG’s que están
haciendo mucho trabajo de sis tematización y de refl exión a partir de su
prácti ca y publicando, y eso yo creo que es fundamental y no podemos dejar de hacerl o.
Entonces, a veces hay que parar y hay que i nverti r recurs os en la si stematización y en la evaluación de nuestras int ervenci ones; en eso se
produce una coincidencia con l as agencias de cooperación, pues cada vez
se están poniendo más estric tas en pedir evaluación de result ados y de
im pactos para dar fi nanciamient o. Esto puede ser positivo, pues necesitamos aprender a inverti r mejor los recursos, i ndependientemente de
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que debiera exis tir más fi nanciamiento y no menos como está ocurri endo. Esto nos debe ll evar a revi sar muchas acciones e i r aprendiendo de l a
prácti ca.
Creo que la práctica de las organizaci ones e instituci ones que trabajam os
con hombres debe ser una práctica de aprendizaj e, y eso im pl ica acción
y refl exión, con sist ematización perm anente de lo que vamos haciendo que
nos
perm i ta real izar la evaluación de procesos, de resul tados y de impacto de nuestros trabajos; esto implic a ti empo, i nversión de recursos,
metodologías, técnicas específic as y anális is específicos.
• Políticas públicas.
Algunos desafíos para las polí ticas públi cas se relaci onan con el diseĖo de
priorid ades y estrategias para grupos o situaciones específic as, por
ejemplo hombres jóvenes, hombres que van a ser padres, etc. Consensar con grupos, redes y organizaciones y diseĖar estrategias y pl anes de
acción para al canzar estas polí ticas públ icas, constituyen desafíos posibles con ej empl os exi tosos en los últi mos aĖos como, por ejemplo, la s
alia nzas para las leyes y reformas en torno a la vi olencia famil iar que se
han dado en nuestros países. En este campo de acción, me parece importante desarrol lar polí ticas públic as para hombres dentro de polít icas de
más ampli as, como por ejempl o programas
de equidad, leyes contra l a
discri mi nación, en salud integral y en educación, entre muchas otras.
Sin embargo necesitamos i r más all á de programas que dicen incl uir l a
perspectiva de género e inc luso mencionan la importanci a de trabaj ar
con l os hombres . El probl ema es que necesitamos pasar más all á de los
discurs os e implementar re almente una ref lexi ón crít ica e i ncluyente
con una planeación que cuente con los recursos necesario s para lograr
un impacto progresi vo. A nivel públic o en l os úl timos aĖos, se ha desarrolla do más discursos que prá cticas en el trabajo de género y más aún
con hombres, y eso puede ser peli grosamente una apropia ción re tóric a
para vaciar de contenido un enfoque que plantea cambios radical es en la s
formas de convivencia.
• Difusión pública y los medios de comunicación
El tema de masculinid ad y de trabajo con hombres es cada vez más rel evante para organizaciones, i nsti tuciones y sobretodo para l os medios de
comuni cación, los cuales han encontrado un nuevo nicho de i nterés al
considerar que a l os hombre s les i nteresan tambi én otras cosas además
del fútbol, los coches, el tabaco, el alcohol y el sexo. Nuestra experi encia en l as campaĖas de Paternidad Afectiva y de Hombres contra la Vio-
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lenci a es de una cada vez más fuerte rel ación con los medios de comunicación, pre nsa, radio, televis ión; sobre estos temas tenemos una considerable difusi ón gratis para nuestros programa Hombres Renuncia ndo a
su Violencia - PH RV. Esto no ha sido espontáneamente, si no que ha sido
un proceso de construcci ón de un ví nculo y de ganar poco a poco peri odistas ali ados/as (la mayoría mujere s) que nos buscan y nos abren espacios y nosotros tenemos preparados mejores materiale s para ellas e
interve nciones más acertadas, en un aprendi zaje mutuo.
Con el trabajo con medios buscamos dar inform ación básica sensibi liz ar
y provocar pequeĖos chispazos para la generación de cambios en el imaginari o colectivo. Si n embargo aún es bastante poderosa la inf luenci a que
tienen los medios para reproduc ir rol es estereotipados y actitudes discriminato rias, basta pararse en un puesto de re vistas o revi sar la programación de TV o escuchar al gunos programas de radi o donde se sigue
util izando el “gancho fácil ” de l os chistes sexist as, la viol encia, la homofobia y la cosificación para atraer al
públic o comprador.
• Los recursos
P or úl timo, quisiera pl antear al gunos desafíos en rel ación a los recursos para implementar los programas, i nvestigaciones y acciones en el
trabajo con hombres. Lo más i mportante son los recurso s humanos, pues
necesitamos contar con hombres y especialist as capacitados para este
trabajo y, como diji mos anteriormente, la princ ipal capacitación tiene
que ver con la sensibili dad y el compromi so para el trabajo personal
constante; cuestión no- fácil para muchos hombres. General mente hay
una disposición mucho más grande en mujeres para trabajar sobre aspectos de género y el desafío es atraer a hombres para esta l abor. Una experienci a interesante ha sido la promoción de servi cio social para j óvenes universi tario s o la capacitación de hombres que han tenido un proceso de tra bajo personal en nuestros program as.
En cuestión de recursos fi nanciero s, l a re laci ón de crít ica constructi va
con agencias de cooperación, es cada vez más i mportante si querem os
construi r una rel ación de contrapart es. Sin embargo, es difíc il sentar
con una actitud crít ica con quién esta fina nciando proyectos y fi nalmente dando recurso s, sobretodo en nuestros países subdesarroll ados donde
hay cada vez menos opciones de cooperación y cuando el tema de hombre s
deja de estar de moda.
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Lo anterior nos ha presiona do positi vamente a buscar re cursos interno s
y a cambiar nuestra visi ón del trabaj o que hacemos, al i ntentar invo lucrar a los gobiernos en la responsabil idad social que le compete en la implementación del trabajo con hombres como parte de la polít ica públ ica.
Esto ha posibil itado, cuando ha tenido éxito, optar a fondos públ icos para
el trabajo social de l a mis ma población que financi a esos proyectos con
sus im puestos. El peligro está en transformarse en ejecutor de programas de gobierno y no darle la
responsabili dad que tiene de ejecutar
polít icas públi cas.
Otro aspecto li gado a recursos, es la co-res ponsabil idad social de empresas pri vadas que estén i nteresadas en apoyar el trabajo con hombres como una posibi lid ad de incl uirlos dentro de sus polí ticas, l a mayoría de
las veces asistenciale s; cuestión que hasta ahora ha sido complej a, aunque no imposible . I mpli ca demostrar l os resul tados y benefici os concretos que puede traer que los hombre s detengan su violenci a o partic ipen de
manera cooperati va en l a fami lia y eso puede ser un desafío important e
para nuestros proyectos, pues implica mejorar l a calid ad de nuestras
acciones.
Tambi én está l a generación de recursos propio s que deviene de los aportes que los propio s hombres pueden dar y de la venta de servicio s de sensibil ización, capacitación y asesoría a i nstituciones y organizaciones
privadas y públi cas. Este es un forma important e a desarroll ar pues da
autonomía de gestión y obliga a mejorar l a calidad del nuestro trabajo.
El últ im o punto y no menos im portante es la discusi ón sobre los recursos asignados para el trabajo de género, que generalmente se han asignado al trabajo con mujere s y ahora tambi én se destinan al trabaj o con
hombres . Necesitamos ampli ar l os recursos para este rubro y es importante darnos cuenta si estamos o no compi tiendo con proyectos asignados
a mujeres.
Al re specto, l a re d i nternaci onal HERA (sal ud, empoderamiento, derechos y rendi ción de cuentas) expresa en su Lla mado a la Acción de CAIR O+5 que “ Debe diseĖarse, en consulta con l as mujeres, polít icas y
programas sobre
re sponsabilida d masculina y responsabili dad en l a
salud y derechos sexual es y re producti vos. No obstante, tales i nici ativas
no deberí an desviar recursos
vit ales de programas diri gidos al empoderamiento de mujeres y niĖas” (página 6 HERA, l lamado a la acción,
Cocoyoc, México, 199 8).
Esto puede l levar en algún momento a un dilema de necesidades que será
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mejor abrirlo y negociarlo, antes de entrar en una competencia antagónica
entre partes estratégicamente cooperantes.
Los desafíos son bastantes y l os dilemas hacen más complejo el panorama, sin embargo el compart ir con cada vez más hombres y mujeres un
proyecto común de espacios social es donde convivamos si n discrim i nación y en equidad, nos abre las puertas poco a poco a un mundo con más
alternativa s para todos/as.
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Violencia contra las Mujeres:
Un desastre que los Hombres
si podemos evitar
12
Humberto Abaunza G.13
P untos de Encuentro
Nicarag ua
I. Abriendo el baúl: Nuestras intenciones.
Esta ponencia tiene l a intención de compartir con ustedes nuestra experienci a en el trabaj o de campaĖas de opini ón públ ica contra la violenci a
intraf ami lia r y sobre nuestro trabaj o de masculinid ad. Queremos refl exionar sobre las l ecciones aprendidas, sobre nuestras i nterrog antes,
aciert os y fra caso, es decir, sobre nuestro trabajo cotidiano en l a Fundación Puntos de Encuentro de Nicara gua.
P ri mero, expl icaré brevem ente el contexto nacional e institucional en el
cual se desarrolla esta experie ncia, posteriormente expondré l os res ultados de un
estudio cualitativo real izado en Puntos de Encuentro sobre masculinida d y
violenci a titul ado “Nadando contra corrient e”. Y
final mente, pres entaré l a campaĖa “Viole ncia contra las mujeres: Un
12 Esta ponencia fue presentada en el seminario centroamericano sobre masculinidad realizado
en Costa Rica en Noviembre del 2001.
13 Humberto Abaunza es actualmente Director de Incidencia y Director Adjunto de la Fundación
Puntos de Encuentro de Nicaragua. Con una maestría en Sociología y post grados en sociología cultural, gerencia de programas educativos, planificación estratégica en campaĖas sociales y gerencia en organizaciones sin fines de lucro, entró a Puntos de Encuentro en 1992 como responsable de investigación. DiseĖó e implementó métodos cualitativos y cuantitativos
para nuestras investigaciones sobre identidad y condición juvenil. Inició el uso de métodos de
evaluación formativa para diseĖar y pre-probar los materiales para las campaĖas contra la violencia intrafamiliar, incluyendo la elaboración innovadora de perfiles culturales para definir poblaciones metas y para evaluar impacto. Gerente de la campaĖa “Violencia contra las mujeres:
Un desastre que los hombres SÍ podemos evitar” y de la estrategia de vínculos institucionales
con organizaciones y medios de comunicación locales. Es co-autor de los libros: “Las reglas
del juego: límites y libertades para la juventud nicaragüense” (1995), “Una causa para rebeldes: identidad y condición juvenil en Nicaragua” (1997), y “Voces, vidas y visiones: jóvenes,
cambio social y acción colectiva en la Nicaragua de los ‘90s” (1998).
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desastre que los hombre s SI podemos evi tar”.
II. El contexto de la experiencia: (país = Nicaragua);
(organización = Puntos de Encuentro)
Ni caragua está ubi cada en América Central, tiene un poco más de 4 millone s de habitantes y l a mayoría de la poblaci ón es menor de 30 aĖos.
Nuestra historia está marcada por re sist encia a la conquista, guerra s
nacionales, i ntervenciones mili tares, dictaduras y revoluc iones. Es un
país que ha vivid o terremotos, i nundaciones, sequías, erupciones volcánicas, marem otos y hura canes. Sin embargo, los y las nicas somos gente
positiva, con sensibil idad social y experi encia organizativa que se manifiestan en múl tipl es expre siones de acción social.
La Fundación Puntos de Encuentro es una organi zación femi nista mixta,
trabaja mos en ella hombres y muj eres; adultos y jóvenes; pers onas con
diversa s experi encias profesional es. Nuestro eje fundamental de análisis son las relac iones de poder en la vida cotidiana. Tenemos como propósito contri buir a la desconstrucción de l as relac iones de poder basadas
en las diferentes condiciones social es de las pers onas: sexo, edad, clase
social, raza, condición corpórea, territ orio, pref erencia sexual etc.,
prom oviendo la equidad en l a divers idad. Las estrategi as de tra bajo están
orient adas a i ncidi r en la opinión públi ca y fortalecer l os movimientos
sociales.
III. Nadando contra corriente: buscando pista para
prevenir la violencia masculina en las relaciones
de parejas.14
Este estudio forma parte de una estrategia i nsti tucional de Puntos de Encuentro basada en acciones de inves tigación, campaĖas de opinión públ icas y evaluaci ones orient adas a prom over rel aciones no vi olentas al interio r de las famili as nicaragüenses. “Nadando contra corrient e” permit ió obtener informaci ón y conocimientos para desarrol lar acciones
educativas y de sensibi liza ción hacia los hombres.
14 Estas notas están basadas en el libro “Nadando contra corriente: buscando pistas para prevenir la violencia masculina en las relaciones de parejas”, Fundación Puntos de Encuentro,
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¿Qué buscábamos?
Queríamos aprender de la experienc ia de los “no violentos” para encontrar nuevos elementos que nos ayudasen a real izar nuestro tra bajo educativo con los hombres que maltratan.
Al estudiar a hombres que ejerc en maltrat o buscábamos comprender sus
expectativas y temores en las rel aciones de pareja, sus percepciones sobre la viol encia conyugal.
Nos preguntamos: ņqué podemos aprender de los hombres “no vi olentos”
que nos sirva para persuadi r hacia un cambio a otros hombres que maltratan cotidia namente a sus parej as?
¿Con quienes hicimos la investigación?
Con hombres que viven con muj eres en re laci ones de pareja y que ejercen de manera sist emática al gún tipo de control y maltrato (sea fí sico,
emocional o sexual) contra sus pareja s. Con hombres que no practican de
manera si stemática este tipo de relac ión, y que para este estudio y por
fines exclusi vamente operativos hemos denomi nado hombres “no viol entos”. Otra fuente de inf orm ación fueron las memorias de talleres y encuentros educativos con hombre s, real izados por Cantera, el Grupo de
Hombres contra la Violencia de Managua, y por l a Fundación Puntos de
Encuentro.
¿Cuáles fueron los criterios para ser considerado “No violento”?
Los hombres seleccionados no debían ejerc er viole ncia fí sica ni sexual en
sus relaci ones de pareja. No debían ser autorit arios , ni control adores o,
al menos, ej ercen muy pocas conductas autorit arias o control adoras. No
incurría n de manera frecuente o habitual en conductas que consideram os
viole ncia emocional. No abusaban del al cohol o de otras drogas. Y, como
crite rio adici onal, se agregó que los hombres no hayan partic ipado en tallere s educativos de sensibil izaci ón sobre género, masculini dad y/o vi olenci a.
¿Qué encontramos?
En el caso de los hombres vi olentos encontram os un conjunto de expectativas patri arcal es en sus relac iones de pareja, la s cuales se pueden resumi r de la sigui ente manera: que la muj er lo “ati enda” (servidumbre fe menina), que la mujer lo “ent ienda” (resignación y tolerancia femenina); dirigir la rela ción (pasividad femenina); que la mujer dependa de él (depen dencia femenina); que l a muje r sea “fi el” (control de la sexualidad femeni na); que l e “tenga” hijos (fecundar como prueba de virilidad).
Tambi én encontramos al gunos temores de los hombres en sus rel aciones
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de pareja. Los princi pales miedos fueron: mi edo a ser domina do; mi edo a
tener una esposa independiente; miedo a que la esposa o compaĖera tenga
relaci ones sexuales con otro hombre; mi edo a no rendir sexualmente.
En el caso de los hombres “no vi olentos” , la s prá cticas no violentas se
centr aban en los siguientes aspectos: tener un compor tami ento pensando
en el benefic io de ella y sus hijo s; part ici par en el tr abajo doméstic o;
compart ir l as pr inc ip ales decisi ones; maneja r compar ti da y re sponsablemente el dinero ; no contr olar la; enfr entar los confl ictos de pareja si n
violenci a y educar a otros hombres.
Algunos facili tadores de la prácti ca no viol enta encontrados fueron: auto
- consciencia como hombre no violento; argumentos y razonamientos que
refuerza n comportamientos no violentos; una red de personas que apoyan
y ani man; así como cierta s cualid ades personales: hogareĖo, autocrít ico,
etc.
Los beneficios percibi dos de l a práctica no vi olenta son: buenas relaci ones con sus hi jas e hijo s; tranquili dad, armonía y paz en las rel aciones
famili ares; un benefici o prá ctico es que la casa funciona mejor; prestigio y buena reputaci ón como hombre y “senti rse bi en” con si mismo.
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Tambi én encontramos dificul tades, dudas y contradi cciones en la vi da cotidi ana de los hombres “no vi olentos”. Algunos ejemplos son: burlas por
parte de otros hombres = “tu mujer te tiene amarrado”; Amenazas de exclusi ón de los círcul os masculi nos = “ya no sos hombre” y luchas int ernas entre el impulso a controlar y el deber de respetar.
Nuestra evaluación de los hombres “no vi olentos” i ndica que apreci an a
sus parejas y piensan en el bienestar de ell as como personas.
IV. Campaña “Violencia contra las mujeres:
Un desastre que los hombres SI podemos evitar”
La importancia de la opinión pública como premisa básica de nuestro trabajo de campaña
Di rigi r acciones hacia la opinión públi ca constituye una de la s estrategias de la Fundación Puntos de Encuentro, con la finali dad de poner en l a
palestra públi ca la probl emática de la violenci a intraf ami lia r, de vis ibili zar esta realida d e i ntentar promover cambios en l as i deas, actitudes
y comportamientos.
Desde nuestra perspectiva las campaĖas son una forma de movili zación
social al rededor de acciones concretas, son una form a de acción colectiva, una
estrategia de l as organiza ciones comprometidas en l a luc ha
contra la vi olencia i ntraf ami liar.
¿Porqué una campaña dirigida a los hombres?
Los hombre s hemos si do los que generalmente maltra tamos a las mujeres. Por eso es nuestra responsabil idad dejar de hacerlo, responder por
nuestros actos, reparar el daĖo causado y comprometernos a no volver a
ejercer viol encia.
La campaĖa es una manera de tocar la concienci a de l os hombres y de facili tar cambios en su manera de pensar. Es una posibili dad para que nos
propongamos construi r rel aciones just as, soli daria s y re spetuosas con
las mujere s.
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P ara argum entar el tema con los hombres comparábamos las consecuencias provocadas por el huracán Mitch con las consecuencias de la violencia hacia las mujere s. Utili zamos la palabra DESASTRE, la cual estaba
siendo muy util izada después del paso del huracán Mitc h por Nicaragua.
Todo el mundo estaba de acuerdo que el paso del huracán Mitc h había sido un desastre nacional . Entonces, nosotros poníamos los siguientes
ejemplo:
Datos sobre las consecuencias del huracán Mitch
• En todo el país, 1 de cada 4 personas sufri ó daĖos por el huracán
• 1 de cada 4 fami lias afectadas perdi ó su casa
• 1 de cada 5 personas quedó muy afectada emocional mente por el huracán
P osteri or a l a presentación de los datos, l os hombres estaban de acuerdo
que el paso del M it ch era efectivamente un desastre nacional . Después
presentábamos los sigui entes datos sobre viol encia intra famili ar:
Datos sobre la situación de violencia contra mujeres15
• En todo el país, 1 de cada 3 mujere s ha sido golpeada por su pareja
• 2 de cada 5 mujeres maltratadas recibi eron golpes mientra s estaban
embarazadas
• 1 de cada 5 muj eres ha quedado muy afectada emocionalmente por l a
viole ncia que ha sufrid o
• 3 de cada 5 pers onas en las zonas afectadas por el M it ch opinan que l a
viole ncia contra la s mujeres se mantiene igual o aumentó después del
huracán
Al comparar los datos proveni entes del huracán Mitc h con l os datos provenientes de l a si tuación de vi olenci a de l as mujere s, la reacci ón de los
hombres era de asombro, no podían creer que esa fuera la reali dad de Nicaragua, su propia realida d, provocando de manera general aceptación de
que l a viol encia hacia las muj eres era también un desastre nacional .
¿De donde nos vino la idea?
En Puntos de Encuentro desde vario s aĖos desarrolla mos campaĖas de
opinió n públi ca en contra de la viol encia int rafamili ar y también hemos
trabaja do con hombres. La idea de hacer una campaĖa dirigi da a hombre s
no era nueva, era parte de nuestra estrategi a inst itucional . Ya la habí amos pensado para el aĖo 2.000, pero el huracán M i tch nos hizo adelantar l os pl anes.
1998, Oswaldo Montoya.
15 Encuesta Nicaragüense de Demografía y Salud 1998. INEC-MINSA-DHS. Auditoría Social para
la Emergencia y la Reconstrucción. Coordinadora Civil para la Emergencia y la Reconstrucción;
CIET Internacional. Violencia Doméstica y problemas emocionales entre mujeres nicaragüen-
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Nos hiz o tomar l a deci sión conocer dive rs os r epor tes - pro veni entes de
gru pos y colectiv os de muje re s, de l ugares de r efugios- que destacaban un
i ncre mento de la viol encia haci a las muje res días después del hur acán. De
i gual forma , inv estigamos otras exper iencias de desastres - torn ados en
Estados Unidos, in undaciones en Canadá y Genocidio en Rwanda- l as cuales
evi denci aban una tendenci a al i ncre mento de violenci a hacia l as muj eres
posterior a eventos de desastre .
¿Qué quisimos lograr?
Con los mensajes de la campaĖa nos propusimos contribui r a que los
hombres nos vayamos convenciendo de que debemos y podemos evitar l a
viole ncia contra nuestras parej as. Tambi én quisi mos que se entendiera
que el maltrato hacia l as muj eres deteriora l a famil ia y perjud ica l a reconstrucción del país.
Estamos claros que una campaĖa no produce efectos mágicos. Dejar de ser
viole nto es un proceso, diferente en cada persona y a veces muy difíc il.
P ero l as campaĖas ayudan a crear un ambi ente propi cio para que los
cambi os se produzcan. Llevan el mensaje a mucha gente y sensibi liz an a
quienes lo reci ben. Puede suceder que estos mensajes refuerc en ideas o
intenciones de comportarse de manera no viol enta que uno ya ha pensado
desde antes.
¿A quiénes estuvo dirigida?
La campaĖa fue pensada para hombre s que estaban en rel aciones de parejas heterosexuales, de las zonas afectadas por el huracán Mitc h, de los
departamentos de León, Chi nandega, Matagalpa, Jinotega, Estelí, Madri d
y Nueva Segovia.
Como audiencia secundaria se pensó en mujere s y l ídere s de la comunidad que influyen en l a opinión públi ca y en el contexto social de los hombres de la audiencia meta. Específicamente, comunic adores, trabajadores
de l a salud, movim i ento de muje res, dirig entes comunales, educadores
formales y no form ales y líd eres rel igi osos.
¿En que consistió: Cuáles fueron las piezas iniciales de la campaña?
La campaĖa tuvo un carácter mul timedia, combinando anuncios en la televis ión y la ra dio, con material gráfico, presentaciones públi cas, actividades
educativas y cultura les. Los materi ales i nicia les de la campaĖa fueron los si guientes:
• Calcomanías: Con un ti raje de 75,000 ejemplares, tuvo la misi ón de
posici onar el tema de la campaĖa, a quién estaba dirigid a y cuál era el
result ado esperado. De igual form a, cumplió el propósit o de vis ibil i-
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zar el lema de campaĖa por un perí odo prolongado de tiempo. Hemos
constatado que calcomaní as de campaĖas anteri ores, de hace seis o si ete aĖos todavía
están presentes en las organi zaciones o en vehí culos de uso personal .
• Afiches: También con un tira je de 75,000 unidades, tuvo la funci ón de
ampl iar el conc epto de la campaĖa. La calcomaní a i ndicaba el result ado “evit ar la vi olencia”, pero no brinda da ninguna sugerencia de cómo hacerlo. Por el contrari o, el afiche bri ndaba al gunas sugerencias,
tips o recomendaciones de que hacer en el momento en que “se está a
punto de maltrat ar a tu fami lia”.
El afiche lit eralmente dice: “ Si te sentís a punto de maltra tar a tu familia: date cuenta de tu enojo, para poder controlart e; salí a cami nar y
aclará tu mente; no te refugi es en el guaro, beber no es la solución; buscá a una persona con quien hablar sobre como te sentís; pl aticá con tu pareja y respetá sus opinione s”.
Indis cutibl emente, estos no son l os únicos tips, sugerenci as o recomendaciones que exis ten. Incl uso no son los más radi cales. De lo que si estamos seguros es que ello s están presentes en el mundo cul tural de los
hombres , es
decir, que alguna vez han pensado o puesto en prá ctica
alguno de ello s, que al gunas vez un ami go o famil iar se los ha recomendado. Además, estos mensajes no fueron rechazados por los hombres, más
bien fueron aceptados y cumpl ieron el papel de hacerlos ref lexio nar sobre su experienci a pers onal.
• Folletos: Con 25,000 ejemplare s, fueron concebidos para profundizar l os disti ntos temas de l a campaĖa y ampli ar el contenido de los
mensajes. Por su tamaĖo, fácil manej o, atractivo, colorido y lenguaje sencill o fue un instrumento úti l para establecer una comuni cación
ínti ma y personal con l os hombres meta de la campaĖa. También fue
util izado como un recurso de pedagogía social para propic iar l a refl exión colectiva y en pequeĖos grupos.
El folle to l levó por títul o “De hombre a hombre: Siete cosas que todo
hombre debe saber para evitar un desastre en sus relac iones con la s mujeres”, siendo las ideas princ ipale s la s siguientes:
1. La verdadera “bola de hierro ” es el machismo. No dejes que te gobierne.
2. Usando vi olencia, el tiro siempre te sale por l a cul ata.
3. No agarré s color. La violenci a contra l as mujeres ya no es aceptable
en el país.
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4. Ser hombre responsable signi fic a no andar capeando el bult o.
5. Vale l a pena: te va a i r mejor si ayudas a crear un ambiente seguro y
soli dario en la famil ia.
6. Ahora o nunca: reconstruir el país y nuestras vidas depende de tratar
con i gualdad a l as mujeres.
7. Evitar la vi olencia contra l as mujeres está en nuestras manos.
• Spots de televisión: producimos dos spots de 35 segundos de duraci ón
cada uno, los cuáles visi bili zaron el lema y los princi pales mensajes
para un públ ico ampl io, principa lm ente en las áreas urbanas y semi
- rural es del país. El formato uti liza do fue de testimonio dramati zado y las ideas generales son básicamente las que aparecen en el afiche.
Los spots fueron pautados en los dos pri ncipal es canales de televisi ón
en los horari os de mayor audiencia general y de mayor audiencia masculina . A nive l departamental, los sis temas de cable local tambi én
pautaron l os spots gratuitamente como una forma de contribuir en una
campaĖa de beneficio social.
• Viñetas radiales: elaboramos cuatro viĖet as radial es, de 30 segundos
cada una, orient adas princi palmente a hombres de zonas rurales. Las
viĖetas repl icaron en cierta manera l a banda sonora de los spots de
televisió n. Fueron tra nsmi tidas a través de dos emi soras nacional es y
en más de 20 emi soras regionales. De igual forma, se difundieron en
programas ra dial es y en espacios de l as más diversas organizaciones
sociales y no gubernamentales de todos los departamentos prio rizados
por la campaĖa.
• Presentaciones públicas: real izamos múl tipl es presentaciones públ icas en todos y cada uno de los departamentos pri oriza dos para l a campaĖa. A cada una de ellas, asist ieron orga nizaci ones locales con diversos enfoques de trabaj o. En conjunto con estas mismas organizaciones
organizamos l anzamientos públic os de la campaĖa con partici pación de
la poblaci ón l ocal, acompaĖadas de festivales culturales y con ampli a
cobertura de l os medios de comunicación locales.
• Guía metodológica para facilitar talleres de campaña: l a guía fue un
instrumento didáctico para capacitar a los prom otores de l as organizaciones part ici pantes en l a campaĖa, ell os a su vez uti liz aron l a guía
para capacitar a hombre s benefici arios de sus proyectos en l os contenidos de la campaĖa. La guía presentó una introducción donde se destacó l a importanc ia
de la campaĖa y l os objetivos que quisim os
alcanzar, enseguida abordó el diseĖo del taller propiamente dicho y
final mente los temas y ejerci cios prá cticos a real izar. Los princ ipales temas fueron: primero, la vi olenci a en l a famili a; segundo, cómo podemos evi tar la vi olenci a durante un conflic to con la pareja y
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tercero, los beneficios de ser hombres por la igual dad y l a
viole ncia.
no-
• Taller con multiplicadores: fueron diri gidos a promotores de las diversas organizaciones l os cuales después mult ipli caría n en sus propia s
organizaciones o en otros espacios el taller con hombres de la audiencia primaria . El taller, de un día de duración, i ncluyó la s actividades
dirig idas a hombres de la audienci a primaria y una sesión específic a
para l a refle xión metodológica. Uno de los cri teri os pri ncipal es de selecci ón para parti cipar es la
experienci a de los parti cipantes como capacitadores y/o en el abordaje del tema viol encia. Tuvo como objeti vos específi cos: avanzar en el proceso pers onal de sensibili zación y comprensi ón de la viole ncia i ntrafamil iar; capacitar para facili tar ref lexi ones con hombres sobre cómo evitar la vi olenci a hacia
las mujeres y prom over relaci ones de igual dad en la famil ia; y producir nuevas i deas para multi plica r la campaĖa a ni vel local .
• Taller con población meta de la campaña: de medio día de duración, estuvo dirigi do para hombre s de la audienci a primaria , aunque las organizaciones que lo im pl ementaron podían convocar también a otros
hombres , en dependencia de sus necesidades, y adaptarl o desde su propia experie ncia de capacitación. Tuvo como objetivos específi cos reconocer y sensibil izar sobre las experi encias de viol encia que hemos
vivido en nuestras famil ias; practi car formas respet uosas de dialogar
con la pareja y res olver confli ctos; y motivar a tomar acciones para
evitar la viole ncia y ayudar a otros hombres a hacerl o.
La construcción de alianzas estrategia de potenciación de la campaña
Di seĖamos una estrategia de al ianzas con organiza ciones, insti tuciones y
grupos en los departamentos pri orizados, con la fina lida d de potenciar el
im pacto de l a campaĖa en las local idades, impli cando una gerencia descentral izada por parte del equipo inst itucional en funci ón de establecer
los contactos, propicia r la coordinación entre los distintos grupos y planifi car l as activid ades de promoción local.
Establecimos una alianz a estratégi ca con el Grupo de Hombre Contra l a
Violencia de M anagua (GHCVM), basadas en l a coincidencias de nuestras
mis iones organi zacionales y en l a fuerza si mbólica de este grupo como
prom otor de la campaĖa. Los mi embros del GHCVM se inc orporaron fundamentalmente en el proceso de alianz as y de promoción de la campaĖa en
las l ocali dades, así como en el diseĖo metodológico y realiza ción de los tallere s de capacitación para mult ipli cadores.
Los ejes que guiaron el proceso de construcci ón de las ali anzas fueron bá-
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sicamente los sigui entes:
• Apuntar a la diversid ad: invo lucrando al mayor espectro posible de
organizaciones y pers onas en la diseminación de los mensajes.
• P romover alianz as entre las disti ntas expresione s de l a sociedad l ocal, jugando un papel de facilit adores del proceso (prove er materi ales, i nformación y metodologías útile s para el traba jo con hombres de
la comuni dad).
• Visibi liz ar l os beneficio s para las organi zaciones, ref orzando el consenso social sobre el tema y enfocando en el impacto positivo del involucramient o de las organi zaciones e insti tuciones l ocales.
• Enfati zar en la im portanci a de hacer de esta una campaĖa “de hombre
a hombre ” , sobre l a base de que una de sus fortal ezas re side en que l a
credibi lid ad y/o la aceptación del mensaje parecen acentuarse cuando
la
audiencia identif ica al emisor como un hombre.
• Enfocar en nuestras priori dades geográficas de cobertura (León, Chinandega, Estelí , Nueva Segovia, M adriz, Matagalpa y Ji notega) y defini r cri terio s para l a distri bución de material es en otras zonas del
país.
• M otivar a la s organizaci ones e i nstituciones i nteresadas a invo lucrarse de distintas formas, inc luyendo l a elaboración de otros materiale s uti liz ando l os l emas y mensajes de l a campaĖa.
Logramos establecer relac iones de cooperació n y acciones conjuntas con
más de ciento ci ncuenta organismos no gubernamentales y organizaci ones de la sociedad ci vil; organi smos estatales; medios de comuni cación
periodi stas y programas específicos; gremios producti vos y profesionales; grupos cultura les y organi zaciones rel igi osas.
Otro re sultado rel evante en este proceso de alia nza fue el constatar l a
apertura y disposici ón a colaborar de periodistas y dueĖos de medios de
comuni cación locales (radio difusoras y sist emas de cable). Esta ci rcunstancia favoreció la diseminación de los mensajes, estableciendo una mejor rel ación entre los costos y l a pautación en los mi smos.
Las formas de part ici pación fueron múl tipl es, algunos ej empl os son los
sigui entes: distribuyendo materia les, part ici pando y/o organiza ndo activi dades pública s, reci biendo, organi zando o reali zando tall eres de capacitación para mult ipli cadores o audienci a primaria de l a campaĖa;
transmiti endo spots de televisió n o viĖetas de radios en sus propio s programas o haciendo l obby para que otros lo hagan; poniendo anuncios en
sus medios escri tos; aportando recurs os fi nanciero s para ampli ar ti raje de pi ezas exist entes, para ampli ar pautación o para una nueva pieza
nacional de la campaĖa; elaborando piezas l ocales y propi as de la campa-
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Ėa; reali zando lobby a favor de la campaĖa ante terceros ; escribi r art ículos en medios escri to; brindand o entrevist a, charla, etc.
Nuevas piezas de campaña surgidas en el camino
Como en todo proceso de im pl ementación de una campaĖa, unos materi ales fueron más demandados que otros y al mismo tiempo surgi eron propuestas para l a creación de nuevos materi ales nacional es. Al mismo
tiempo, en el ámbito local, l as organiza ciones crearon sus propi as pi ezas de campaĖa adaptándolas a las part icula ridades l ocales y a las posibili dades fi nanciera s. En el ámbito nacional las nuevas piezas fueron la s
sigui entes:
• Reimpresión del folleto: el folleto provocó una ampli a demanda por
parte de l os hombres de la población meta, así como por parte de la s
organizaciones como material pedagógico para desarrolla r proces os de
capacitación. Para supli r demanda tuvimos que gestionar más fondos y
duplic ar el ti raje, además de sacar una versión en duotone distri buido como separata de La Boletina No 40.
• Afiche “El hombre igualitario en la familia”: respondiendo a la necesidad de prom over y facili tar el tra bajo de los multi plic adores y promotores en sur organiza ciones elaboramos el afi che “El hombre i gualit ario en la fami lia ” que propone algunas i deas al rededor del significado de rel aciones no viol entas en la fami lia. También producim os un
documento de tips metodológi cos para la implementaci ón de acciones
con hombres de la audienci a primaria. Estos materia les fueron distribui dos entre los part icipa ntes de l os talleres y entre organizaci ones diversas que hacen capacitación con hombres.
• Vallas de carretera: cumpl ieron l a mi sión de ampl iar l a visi bili dad del
mensaje con la util ización de una pieza que es usada de manera exclusiva por mensajes comerci ales. Por su gran tamaĖo, concepto gráfic o
y tipo de mensaje atrajeron la atención de los automovilistas en cada
una de las siete localida des en las que fueron instaladas. Aseguraron
también una mayor temporal idad del mensaje ya que permanecerán
instaladas durante un aĖo.
• Gorras: estuvim os pensando en una pi eza de campaĖa que fuera más
personal , que los hombres la utili zaran como parte de ello s mis mos,
al inici o pensamos en hacer camis etas, pero al preguntarle s a los
propios hombres no dijeron “que l a camiseta no era conveniente porque la usaban solamente una vez a la semana, mientras que las gorra s
la uti liza ban todos l os días”. La gorra, además de ser un inst rum ento
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útil para cubrirse del polvo, del sol, del calor, es tambi én considerado un accesorio fundamentalm ente masculino. Y en efecto, tuvo éxito,
dimos a confeccionar cinco mil gorras con el l ema “Vi olenci a contra
las muj eres: Un desastre que los hombres SI podemos evitar” y en una
semana estaban agotadas.
• Calendario: las acciones que re aliz amos a través de la radi o y la televisió n nos perm i tieron entrar en el ambi ente ínti mo de l os hogares,
pero por l os costos económi cos que implicó la presencia de la campaĖa por esos medios no pudo durar más de cuatro meses, entonces, pensamos en una form a más perm anente y duradera de tener pres encia en
ese espacio y fue cuando apareció l a i dea de los calendarios. Cada vez,
al fina l del aĖo, en l os hogares nicaragüenses se renueva el calendari o
anual, en consecuencia, las empresas se promoci onan por este medio,
quedando presente en los hogares de esta manera, l o mismo hic im os
nosotros al elaborar l os primeros cinc o mil calendarios, l os cuales se
agotaron en menos de quince días.
¿Cuáles han sido algunas lecciones aprendidas?
• La aceptación e im pacto de la campaĖa se deben a múlti ples factores,
entre los que destacan: la necesidad de las organizaciones por desarrollar acciones con hombres, l o novedoso de dirig ir ac ciones a un públ ico masculino, el contacto dire cto con l as organiza ciones e inst ituci ones en sus localid ades, la descentraliza ción de los procesos operativos,
la posibi lida d de apropi arse de l os mensajes, materia les y del proceso de ejecuci ón de l as activid ades, y en fi n, el consenso social ante l a
necesidad de acciones
conjuntas contra la viol encia intra famili ar.
• La pro ducci ón de l os materi al es con la cal idad (ar tí stica, de conteni do
y técnic a) necesari a para una campaĖa de esta natur al eza, requir ió de
un proceso de vali daci ón en el que i ncorpo ramos l os aj ustes pro ducto
de l as opin iones y percepciones de hombr es de la audien ci a pri mari a.
Inc orp oramos tambi én l os res ul tados de sesiones de trab ajo con miembros de la audienci a
secundari a y, fina lmente, con mujer es de condiciones socio-ec onómi cas
simi la res a las de los hombres de la audienci a pri mari a, a fin de garan ti zar que l os mensajes fuer an también
aceptados sin afectar la i ntegridad de la s muj eres.
• Nos dimos cuenta de l as ventaja s de i nvert ir en una estr ategia de ali anzas que fuera más allá de la contrat ación y entr enamien to de un número reduci do de per sonas que se compro meti eran a i mplementar acciones en l as locali dades. Esta decis ión i mpli có l a i nversi ón de tiempo,
recurso s humanos y fi nancieros en el tejid o de relaci ones i nvoluc ran do in stit uci ones, agrup aciones y medios de comunic ación l ocales. Esto
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nos permi ti ó enfocar l a campaĖa de una manera dis ti nta: descentra li zando su ejec uci ón y entregando a l as expres iones l ocales los pro ductos comuni caci onales y educati vos como un aporte para l a r ealiz ación
de sus pr opias acti vid ades con l a población.
• Otros aspectos a desarrol lar como lecciones aprendidas son los siguientes: las ventajas de la im pl ementación de una metodología int egradora que combi na acciones de i nvestigación con comuni cación y
evaluación; l a pertinenc ia de un enfoque interdisci plinari o; la valide z
de la elaborac ión de un pl an de campaĖa propiamente dicho con su especificid ad en objetivos, audienci as y medios; la necesidad del conocimiento y re-conoci miento de la audiencia; el conocer l os al cances y los
límite s del impacto de este ti po de acciones; lo estratégico de trabajar
con un modelo de cambi os paulatinos para diseĖar estrategias y mensajes; lo fundamental que es l a construcció n de al ianzas y la movil ización social como claves para éxito; la si nergia y limit aciones en uso
de los medios; l a im portanci a de l a calid ad de los materia les, del vínculos con empres as public itari as, de la vali dación de mensajes y materia les, así como de la evaluaci ón del impacto.
V. ¿Cómo saber el impacto?
P usim os en práctica un proceso de evaluaci ón para si stematizar la experienci a de diseĖo y re aliz ación de l as activi dades, conocer l as opinione s
de l a gente sobre l os mensajes y material es y, fi nalmente, valorar el impacto de l a campaĖa.
• Antes de la campaña, entrevi stamos a hombres de l os departamentos
y reali zamos una encuesta a dos mil hombres para conocer qué pensaban sobre distintos temas relac ionados con el contenido de la campaĖa.
• Durante la campaña, anali zamos cómo iba el efecto de los mensajes
mediante entrevist as indi vidual es con hombres y entrevistas grupales con lí deres de organizaciones locales.
• Después de la campaña, realiza mos entrevistas y encuestamos a dos
mil hombres para evaluar el impacto de l os mensajes y conocer sus
valorac iones sobre su uti lida d e impacto. También encuestamos a 660
mujere s, a fi n de conocer sus opini ones acerca de la campaĖa y contrastar sus valorac iones sobre el i mpacto con lo que dijeron los hombres.
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Las entrevis tas indivi duales y grupales se re aliz aron úni camente en los
siete departamentos pri orizados. Las encuestas además i ncluyero n Boaco
y Chontales, para comparar l os re sult ados del im pacto según la estrategia util izada para i mpl ementar la campaĖa.
VI. La hora de la verdad: Los resultados
¿Cuántos hombres se dieron por enterados?
Constatamos que el 60% de los hombres entrevist ados conoció la campaĖa. En los siete departamentos prioriz ados hubo más hombre s expuestos
a sus mensajes (63%) que en otros departamentos (53%).
La televi sión y l a radio lleva ron l os mensajes al 88% de quienes conocieron la campaĖa. Además, en los lugare s donde no hubo transm i sión en
radios l ocales, el 56% de los encuestados había conocido l a campaĖa por
televisió n. En l os departamentos priori zados —donde las ra dios locales sí
transmiti eron l os anunci os— fue más frecuente encontrar hombres que
conocían sólo los mensajes radia les (15 %) que en los otros departamentos (7 %).
Entre l os materia les gráficos los más conocidos fueron las calcomanías
(6 7% ), l uego l os afiches (43 %) y l os rótulos de carretera (3 7% ).
Soplan vientos de cambios
Los res ultados del impacto fueron alentadores:
1. La afi rm ación de que “l os hombres pueden evitar la viol encia” se dio
en un 15% más de los hombre s que conocieron la campaĖa (84%) q ue
entre quienes no la conocían (69%).
Argumentaron su capacidad de razonar, compre nder y recapacitar
(3 6% ); la posibi lida d del diálo go (26%) y el respeto a los derechos
ses. Ellsberg, M.; Caldera. T; et al.
16 Poco controlador: Hombres que tienden a no controlar y ejercen poca violencia contra su pareja; algunos pueden excepcionalmente justificar la violencia y tienen ciertas actitudes controladoras.- Medianamente controlador: Hombres que son como un “promedio”, con actitudes
controladoras para algunas cosas y no para otras, que en ciertas circunstancias justifican portarse violentos y en otras no.- Muy controlador: Hombres que se inclinan a controlar y justifi-
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de las mujere s (11 %). Quienes dicen que no es posibl e evitar la vi olenci a lo expli can a
menudo (57%) porque “somos machistas” ,
“ somos agresivos”, “somos
viol entos” , como rasgos propi os de
“ ser hombres”.
2. Considerar que la violenci a contra las muje res tiene consecuencias
“ en el desarro llo de la comuni dad” se dio en un 15% más de los hombres que conocieron l a campaĖa (85%) que entre quienes no la conocían (7 0% ).
3. Después de l a campaĖa aumentó un 10% quienes piensan que “la vi olenci a contra las muje res causa tanto desastre como el hurac án
M it ch”, alcanzando el 91% de los encuestados.
Adujeron que al igual que el huracán, la viol encia ti ene efectos directos
en la famil ia (51%) y genera daĖos material es y fí sicos
(2 4% ) –incl uso l a muerte–.
Cada cabeza es un mundo
El im pacto de la campaĖa fue diferente según cómo los hombres pensaran
sobre las relaci ones de pareja, el control masculi no y la vi olencia conyugal.
En las encuestas l es habí amos preguntado:
• “ Si una muj er desea trabajar fuera de la casa y el marid o no quiere
ņquién debe tomar la decisi ón?”
• “ Si un hombre quiere tener relac iones sexuales y su esposa/parej a
no
quiere ņqué debe hacer él?”
• “ Considera usted apropia do que una mujer casada /acompaĖada tenga
sus propi os amigos y amigas?”
• “ ņEn qué caso se jus tif icarí a que un hombre se porte vi olento con su
mujer?”.
Las tendencias en las re spuestas de los encuestados l levaro n a encontrar
tres perfil es o “tipos” de hombre: Muy contro lador, Medianamente Controla dor y Poco Controlador.
Cada uno de estos perfil es o ti pos refl eja una form a disti nta de percibir,
evaluar y re accionar de un determ i nado grupo de hombres acerca de la s
relaci ones de pareja, el control masculino y la viol encia contra l as mujeres. 16
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Cuando analiz amos el im pacto según cada “ti po de hombre”, los result ados son aún más i nteresantes:
1. La campaĖa fue más conocida entre l os hombres “poco control adores”:
un 12% más que entre los “m edianamente controladores” y dos veces
más que entre l os “m uy controladores”.
2. En cualquiera de l os grupos, hubo más aceptación de los mensajes entre los hombres habí an conocido la campaĖa que entre quienes no l a
conocían.
3. Esta tendencia fue mayor entre los hombre s “muy controla dores”. En
comparación con los otros “tipos de hombre” hubo más difere ncias en
sus res puestas según hubieran o no conocido la campaĖa.
El trabón del analfabetismo
Saber l eer y escribir marc ó diferencias en el conocimiento e i mpacto de
la campaĖa.
El 67% de los hombres al fabetizados conoció la campaĖa: dos veces más
que l os que no sabían l eer ni escri bir (34%).
Los mensajes radi ales fueron important es para ll egar los hombres que no
sabían l eer ni escribi r. Entre ell os el 26% conoció la campaĖa solamente por este medio; entre l os alfabetizados esta situación de dio en un 18%
de l os casos.
Entre los hombres que no sabían leer ni escribi r hubo más tendencia a
negar l a capacidad de evitar la viol encia. Se dio en un 20% más entre los
alfabetizados.
Tambi én fue evidente que el analfabetismo es más frecuente entre los
hombres “m uy controladores”: dos veces más que entre l os “ medianamente control adores”, y más de tres veces que entre l os “poco controladores”
Las campañas contra la violencia: Como una cuenta de ahorro
En Nicaragua desde hace vario s aĖos se han reali zado muchas campaĖas
contra la vi olencia, impulsada s por difere ntes organiza ciones.
Estas campaĖas han tenido un efecto acumulati vo que se evidenció en los
result ados de esta evaluaci ón, ya que el conocimient o de campaĖas anteriores contra l a vi olenci a favoreci ó el i mpacto de l a campaĖa contra l a
viole ncia masculina.
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En la encuesta preguntamos a los hombre s: “De l os si guientes mensajes
ņcuál ha vi sto o escuchado? ” con el sigui ente list ado de lemas de campaĖas:
• Ni golpes que duelen, ni palabras que hieren (CODENI )
• Quiero vivir sin vi olenci a (Red de Mujeres contra la Violencia)
• La próxim a vez que te l evanten la mano que sea para saludarte (Puntos de Encuentro)
• Violencia contra l as mujeres: Un desastre que los hombre s SÍ podemos
evitar (Puntos de Encuentro)
Los hombres que no conocían ninguna de estas campaĖas fueron los menos receptivos a l os mensajes contra la viol encia masculina .
El 77% de l os que solamente conocían la últi ma campaĖa dijo que los
hombres pueden evitar la viol encia, mi entras que esta respuesta se daba
en un 85% de los casos si además conocían alguna(s) de las anteri ores.
La misma tendencia se presentó en los result ados sobre el reconocim i ento de consecuencias en la comunidad y de la vi olencia como un desastre
comparable con el M i tch.
Generó opinión y abrió un espacio
Los hombres entrevist ados (i ndivid ual o colectivamente) en los departamentos priori zados, val oraron positi vamente por su diseĖo, contenido
y enfoque. Los entrevi stados recordaro n el contenido general y l as ideas
central es de la campaĖa. Todos la conocían, recordaban l os mensajes y se
identifi caban con
estos: “Tomaron en cuenta algunas realidades, no son
cosas ficticias...”;
“son gente real como nosotros...”.
Algunos dijeron que el tono de los mensajes debió ser “más sutil” o sinti eron que lleg ó más a hombres de l as organizaci ones, a ni vel profesional.
Hablaron de re sist encias al cambio, relaci onándolas con una educación
que fomenta la viol encia, “problemas económicos” o “la guerra”.
En las entrevi stas no hablaro n mucho de su propio uso de la viol encia,
pero la mayoría aseguró que los mensajes l os lle varon a autoevaluarse,
refle xionar y pensar sobre l a necesidad de cambiar. Otros habl aron de
sus sentim i entos y algunos dijero n que habían tratado de apoyar a otros
hombres .
Entre l os que parti ciparo n en l a encuesta y conocían l a campaĖa, el 88 %
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piensa que hubo cambios en los hombre s.
La mi tad de los hombres encuestados platicó con al guien sobre estos mensajes: un terci o de ell os había habl ado con su pareja y el 60% con otros
hombres .
Las mujeres encuestadas fueron favorables al valorar si notaban cambios
en los hombres después de la campaĖa (76 %), aunque menos que lo que
ello s dijeron (85%). Más de l a mit ad de la s mujere s habló de cambios
en el comportamiento en l os hombres.
Un 9% de l os encuestados dijo que los mensajes “no l es si rvieron para
nada”. Este porcentaje alcanza el 15% entre los hombres “m uy controladores”.
El efecto en las organizaciones
En las entrevistas con líd eres de organizaci ones y medios de comuni cación que partic iparon activamente en la campaĖa, la mayoría dijo que
había si do oportuna y reforzaba su trabajo sobre género y vi olencia. La
urgencia e importanci a del tema facilit ó la colaboración y l a disposici ón
a invol ucrarse direct amente en las acciones. Tambi én mencionaro n como
aspecto cl ave la sencille z de los mensajes.
Coinci dieron en seĖalar que no se trata de un tema fácil de abordar, sobre todo por la recepti vidad de la s disti ntas poblaciones con l as que trabajan. Valoraro n como una necesidad ll evar estos mensajes a los hombre s
y una oportunidad para hacer tall eres, charlas y reali zar activid ades con
una vis ión i ntegral .
Consideraron que el material gráfico fue útil para sus acciones y reportaron aceptación entre hombres, mujeres y jóvenes de sus departamentos. Algunas l ídere s seĖalaron que hizo falta material para cubrir la demanda.
En la s entrevist as que real izadas a nivel individua l, hombre s y mujere s
de l os departamentos prioriz ados re conocieron el rol de las inst ancias
local es en l a campaĖa, su papel activo en la organización y i mpl ementación de las activi dades y en la difusi ón de los mensajes. Por su part e, los
líde res locales hablaron de cambi os favorables en la i magen de la organizaci ón o insti tución que represent an.
En general, l os lí deres entrevi stados mostraron mucha disposi ción continuar l as rela ciones de colaboración. Dijero n que es necesario ampli ar
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estas acciones a otros grupos de la población, e hi ciero n propuestas sobre los mensajes y activida des para la continuidad de l a campaĖa.
Los direct ores de medios de comuni cación manifestaron también su disposici ón para continuar la colaboración. P ropusieron acciones más all á
de program ar anuncios o mensajes, mostrando interé s para abrir espacios de i nformación y debate con apoyo de la s organizaci ones.
VII. Una pausa en el camino: Algunas reflexiones
Los mensajes llegaron...
Una cosa es clara : muchos hombre s conocieron la campaĖa. Fue más conocida en los departamentos pri oriza dos, aunque no mucho más que en los
otros departamentos.
Esto posibl emente se explique por la amplia cobertura de l a televi sión y
algunas de las ra diodifusoras que pasaban los mensajes. Pero además
porque las organi zaciones l ocales construí an sus propi as re des, real izando activid ades y lle vando material es a una gran divers idad de poblaciones y territori os.
Si bi en estas no fueron condiciones óptim as para la comparación estadística según el nivel de pri orida d de los departamentos, cierta mente contribuyero n a l a amplia disemina ción de los mensajes.
... y hubo cambios en los hombres
La campaĖa inci dió en que l os hombres estuvieran de acuerdo con que
pueden evitar la violenci a contra l as muje res, y que reconociera n que
sus efectos traspasaban los lí mi tes del núcleo famil iar y afectaban también a sus comuni dades.
El analfabetismo condicio nó este impacto. Por otra parte, l os hombre s
“ muy controladores” habí an conocido menos la campaĖa, pero si l a conocían los mensajes incid ían en sus ideas. Y entre ell os el nivel de analfabetismo es frecuente.
Efectivamente la campaĖa en su conjunto y los material es util izados habían sido conscientemente pensados para hombres que sabían l eer.
Estos hechos, sin embargo, ref uerzan l a necesidad de repl antear y buscar opciones metodológicas para l legar a l os hombres que no saben leer
ni escribir.
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Depende del cristal con que se mire
Hubo diferencias entre l as mujere s y l os hombres al valorar si estos habían cambi ado o no después de la campaĖa, quizás con menos “optim i smo” de parte de ellas .
Es intere sante que en los departamentos prioriz ados fue menos fre cuente que l as mujeres reconocieran estos cambios. Pero además, que en los
otros departamentos hayan dicho que había cambios con más frecuenci a
que l os propi os hombres.
Aunque no son las únicas expli caciones posibles, puede ser que en los departamentos prioriz ados haya más avances en el trabajo contra la vi olenci a de género y/o mayor partici pación social de las mujeres, lo que ha
contri buido a una visi ón más críti ca y con mayores expectativas de cambio en las relac iones de pareja.
De hombre a hombre
La campaĖa favoreci ó la comunicación interpersonal en la poblaci ón
masculina.
La conversaci ón o debate entre hombres probablemente dio más fuerza a
los mensajes y esto podrí a facilit ar cambi os en el comportami ento individual .
Tambi én puso en el debate públic o y reforzó en l as organizaciones el tema del deber y el poder de l os hombres para dejar de comportarse vi olentamente en sus rel aciones de pareja.
No está siendo fácil, pero...
En l a medida en que persi sta la dominación y control sobre la movil idad,
sexuali dad, relaci ones social es y otros ámbitos de la vida de las mujeres,
se favorece el ejerc icio de l a violenci a en todas sus expre siones.
Aunque l os hombres rechacen l a vi olencia y estén buscando formas de no
ejercerl a, el medio en que se desenvuelven y sus propia s i deas sobre la s
relaci ones de parej a no facil itan las cosas.
Tomando en cuenta estos l ímites , la campaĖa apostó a cambi os específicos en la mentalidad masculina . I nici ar este proceso de sensibi liza ción y
de comunicación int erpersona l puede l levar a profundizar la ref lexi ón
sobre la viole ncia masculina y sobre l os cambios cultura les necesario s
para construir relaci ones de parej a si n viol encia.
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Entre todos la carga pesa menos
Construi r ali anzas en l os departamentos respondí a a la necesidad compartid a por Puntos y otras organiza ciones, de crear ví nculos inst ituci onales más direc tos y “aterri zar” en l as l ocali dades. Son muchos los
aprendiz ajes de este proceso, que en la concreta demandó más inversi ón
de l a que estuvimos en capacidad humana y materi al de ofrecer.
Los víncul os y la implementación de la s acciones estuvieron favorecidos
por la vis ión positiva sobre contenidos y estrategias, y los i ntereses
compartido s de los líde res locales.
Fue posibl e lle gar a las más diversas y dispersas poblaciones como parte de las ini ciativas y recursos de todo tipo i nverti dos por las organi zaciones, medios de comunicación y otras inst ancias. La cobertura y el impacto logrados se
derivan de este conjunto de esfuerzos para la promoción, las condiciones
favorabl es para la trans mis ión de l os mensajes, la disposici ón y creati vidad
para la realiza ción de la s actividades, el entusiasmo de l os promotores/as, y l a coordinación entre grupos, organizaciones y pers onas part ici pantes.
Una golondrina no hace verano... pero lo anuncia
Constatar que el i mpacto de l os mensajes haya estado condicio nado por l a
exposición a campaĖas previas contra l a violenci a intrafamili ar ref uerza l a importanc ia de la acción colectiva.
Además valori za las campaĖas de sensibili zación como vías vál idas para
incid ir en las ideas y opiniones de l os hombres.
Y también nos da una pauta para afirmar que con todas estas acciones se
van constituyendo bases favorable s para el i mpacto de otras campaĖas y
acciones educativas contra l a viol encia.
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Algunas reflexiones y
descripciones sobre el
trabajo de Hombres contra
La Violencia en Nicaragua
Rubén Reyes Jirón
Puntos de Encuentro y Asociación de Hombres contra la Violencia
Nicaragua
El punto de parti da de esta re flexi ón es que me identifi co como un hombre contra la vio lenci a. Con esto quiero decir que pertenezco a un colectivo de hombres que se ha comprometido a no ejercer viol encia en sus
relaci ones cotidianas, partic ularmente nuestras rel aciones con mujeres.
Algunos de nosotros han sido vi olentos, otros no, pero todos tenemos en
común que nacimos y creci mos en una sociedad machista y patri arcal,
razón por la cual, l a mayor part e de los varones estamos en riesgo de
ejercer viol encia alguna vez en nuestra vida.
En un estudio hecho en León con una muestra de 448 muj eres, el 60 %
reportó haber re cibid o algún ti po de abuso físic o, psic ológico o sexual
por lo menos una vez en su vi da. El ti po de vi olenci a más común es el
abuso conyugal
con 75% de l os casos de viol encia mencionados. El
39% del total de mujeres mal tratadas reportó haber sufrido maltrat o físico de part e de su compaĖero o novi o al guna vez en su vida.
Ahora, esto para mí no es solamente una ci fra, yo fui testigo de maltrato en mi propia f ami lia . Yo vi a mi pa dre maltra tar a mi madre cuando yo
tenia 11 aĖos. Tambi én me tocó apoyar a un herm ano que mal trató a su
compaĖera en el proceso de separación.
Estas experie nci as con mi famil ia me han ayudado a ver que el maltra to a
la s muje res , no es al go que solo hacen l os hombres malos, sin o al go que
cualquie r hombre puede hacer en determi nadas ci rcun stancias en su vi da. Y es que mientra s viva mos en una cult ura que dicta y jus ti fi ca el mal-
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tra to hacia l as muj eres, el ej ercer l a vi olencia para nosotros l os hombre s es siempre una tentación.
M ientras exista la desigualdad social entre hombres y mujeres, los varones siempre vamos a poder hacer uso de la viol encia con menor o mayor impunidad . Por esto es necesario t ransformar t odas las instituciones
sociales que prescriben la desigualdad. También necesitamos deshacernos
de l os prejui cios de suprem acía de los hombres.
La vi olenci a tambi én tiene que ver con el hecho de que los hombres no nos
perm i timos expresar dolor o miedo. Un hombre ti ene que ser ins ensibl e
y si hay un sentimiento que sí le esta permiti do es el enojo. Y la únic a
manera en que hemos aprendi do a expresar el enojo es a través de la vi olenci a. Los estereotipos de héroes que aprendemos es el héroe que reci be
golpes fuertes, pero l o úni co que hace él, es sacudirse y responderle a su
adversari o con mayor ira. En una país que ha atravesado por vari as guerras y numerosos desastres natural es, el hecho que los hombres no sepamos expres ar nuestros sentimient os de dolor y enojo de una forma no
viole nta es algo muy peli groso.
La mayor parte de l os hombres no ejercen la vi olenci a de forma desalmada, si no que actúan violentamente para compensar los sentimient os de
im potencia y seguridad que le producen las sit uaciones que amenazan o
cuestionan su i dentidad tradi cional de hombre. Los varones aprendemos
desde niĖos a reaccionar vi olentamente cuando vemos amenazada nuestra
identidad de hombre s. Recuerdo que cuando era chavalo, si otro chavalo
ponía en duda nuestra hombría , le mostrábamos l os puĖos, y si la desafiant e era una muje r le mostrábamos la portaĖuel a. Y es que pelears e
con otros hombre s para defender el honor personal y tener sexo con mujeres son dos de l os re quisi tos de la masculini dad tradi cional .
P ara ilus trar este aspecto puedo dar también el ejemplo de un herm ano
mío, quien vino a buscarm e un día para decirm e que habí a golpeado a su
compaĖera. Me lo dij o l lorand o y parecía estar sufrie ndo mucho, por
tanto sé que no habí a actuado de form a desalmada. Me dijo que su compaĖera últi mamente regresaba tarde del trabajo con frecuenci a y aveces no
regresaba. Que él se quedaba en la casa porque no tenía trabajo , y que ell a
siempre le estaba recla mando sobre las cosas que él hacía o dejaba de
hacer. Y él se moría de
celos con l a idea de que ella anduviera con
otro hombre. Los sentimientos de celos afectan el sentido de identidad y
seguridad personal . Uno se siente desvalori zado como hombre y mi ra a
los otros hombres como una amenaza. Son estos sentimientos de i mpotencia los que uno trata de compensar cuando actúa viol entamente.
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Ahora, el hecho de que estos sentimient os puedan l levarl o a uno a actuar
viole ntamente no quiere decir que esta viol encia sea i nnata, ni que uno
esté l ibre de responsabi lid ad por su violenci a. Por un la do, l os sentimientos de desvalimient o e im potencia en este caso son social mente
creados ya que son el re sultado de autoperci birse como menos hombre s
que otros, por no cumpl ir con l os requisitos de la masculini dad tradici onal. Por ejemplo, uno de los mandatos de l a masculinida d tradicio nal es
que el hombre debe poseer a su muje r, si la muj er entonces da muestra
de no ser poseída, el hombre cree entonces que es falla de él, que es él el
fall ido, y el coro int erior de hombres así se l o confirm an. Hay una voz
interna de este coro de hombre s que le dice: “Esta mujer te l a pegó, sos
un cornudo, que vergüenza, tenés que actuar como hombre, esa muj er
tiene que ser castigada”. Aquí estamos habl ando de voces imaginari as que
uno fabri ca producto de l a interioriz ación de los mandatos de l a masculini dad tradic ional .
El hecho de que estas ideas y estos sentimientos sean producidos en la interacción dinámica entre el individuo y la sociedad, no quiere decir que
él no debe res ponsabil izars e por sus acciones viol entas. Ya Sartre pl anteaba que la libe rtad consist e en que uno pueda modific ar l os condicionami entos sociale s en correspondencia con su propio deseo. Uno es por
tanto dueĖo de sus actos y sentimient os y no debe responsabili zar a otras
personas por los mismos.
Sin embargo, asumi r responsa bili dad por los actos propios es un reto, l a
tendencia es que deneguemos o just ifi quemos actos que son proscrit os por
la ley o por la moral. Hay un vi ejo chis te de presos, que es cuando dicen:
“ aquí todos somos inocentes”. Esto il ustra muy bi en l a tendencia humana a no hacernos cargo de nuestras faltas. En el trabaj o con hombres es
por tanto, necesari o ayudarle a los hombres a hacerse cargo de sus actos.
P ara tal efecto, la mayor part e de l os programas gring os hacen uso del
modelo de Dul uth, que consiste esencialmente en enseĖarle a los hombre s
que detrás de sus actos de violenci a siempre está l a decisión de domi nar
y controlar.
En una vi sit a a un programa de atención a hombres en Canadá, yo ví como a un nuevo int egrante lo acorral aban y lo pre sionaban para que dijera: “Mi nom bre es fulanito de tal, yo estoy aquí por que agarré a m i mujer a golpes...”. Si el hombre no hacía esto, entonces le decían, “No vas
a poder perm anecer en este grupo si no reconocés que maltrataste a tu
mujer, y este es un delito penalizado por la ley”. Sin duda que es necesario, que l as personas se hagan responsable por sus actos, este es el
prim er paso para empezar a cambi ar, pero yo no creo que logram os eso
si acorra lamos a la pers ona, y la forzamos a decir mecánicamente: “Yo
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mal traté a mi esposa, re conozco que estaba tratando de dominarl a y controla rla”. Yo creo que en un progra ma de atención a hombres sería más
efectivo que durante l as pri meras sesiones el hombre se sentara y escuchara a otros hablar de sus experi encias. De esta form a, los otros le sirven de espejo y pueden ayudarle a refl exionar. Cl aro que hay que tener en
cuenta la seguri dad de la mujer y para tal efecto, tener un compromis o
por
escrit o fi rm ado por el hombre y hacer contacto con la muje r para asegurarse que está cumpli endo con este compromiso.
Otro error en este tipo de trabajo es hacer la distancia moral nosotros
los héroes vs ellos l os vill anos. Cuando los hombres nos hacemos sensibles a los derechos de las mujere s, correm os el riesgo de querernos ver
a nosotros mi smos como buenos y ver a otros hombres como malos. Esta
es una equivocación, pues ni ngún hombre está re almente exento de ejercer ya sea viole ncia o form as suti les de domini o. Personal mente reconozco que en el caso de vi olenci a conyugal no puedo decir que son solamente
los vecinos los que son violentos, y que mi famil ia es sana. Y es que yo fui
testigo del maltrato que recibió mi mamá de parte de mi papá, y mi papá
no se caracterizaba por ser partic ularmente vi olento, siempre fue un
hombre tranqui lo y pacífico. También me tocó apoyar de cerca a mi hermano para que dejara de mal tratar a su ex compaĖera, buscara como
cambi ar y saliera adelante en l a vida. Yo mi smo, aunque nunca he maltratado físi camente a una mujer, cuando era un adolescente inc urrí en
acoso sexual a las muchachas. Y estos son todos comportami entos que tienen que ver con la cul tura del machismo en l a que todos hemos sido cri ados. Entonces en el caso de la violenci a conyugal estoy más convencido que
cualqui era puede actuar vi olentamente con las mujere s.
Y esto como nos enseĖó Foucault ti ene que ver con cómo se ejerce el poder. Cualquier lugar donde algui en esta en una posición de gobernar a
otras personas, y si l as otras personas no cuentan con los recurso s para
hacer que esta gobernabil idad sea regulable o revers ible, entonces ese
poder es abusable. Y l os hombres por lo general estamos en una posici ón
de abusar del poder, uno porque aprendi mos a creer que somos superi ores a las mujeres, y dos porque l a sociedad nos ha dotado de privil egios
por ser hombres. Son estas pues l as condiciones que posibil itan que una
gran mayoría de los varones podamos
i ncurrir en actos de violenci a
conyugal.
Que ningún hombre está exento de maltratar me lo recuerda aún más el
hecho que algunos de nuestros compaĖeros de la Asociaci ón de Hombre s
contra la Violencia, han mal tratado a sus compaĖeras ya siendo part e de
nuestro colectivo. A fi nal de cuentas l a mayor parte de l os hombres te-
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nemos en común algo de la masculi nidad tradi cional , y al go de los mandatos del coro de hombres hemos int eriori zado. Otra expl icaci ón es que a final de cuentas somos seres humanos y como tal cometemos errore s. Por
tanto, creer que
somos l os buenos y poner a otros en el cl ub de los
mal os no nos ayuda ni al cambi o personal, ni a facilit ar que nuestra propuesta sea apropiada por otros hombres.
P ara plantearnos construir en nosotros y en nuestra sociedad una nueva
masculini dad, necesitamos creer que l os hombre s no somos solamente
potencialmente violentos, sino que tenemos tambi én el potencial de establecer rel aciones de jus tici a y cariĖo. Para facilit ar este cambio personal y social tambi én es i mportante poder vernos con auto-campasi ón
y ver a otros con compasión. Compasión en el sentido de reconocer que
somos seres humanos y estamos lej os de la perf ección. Por tanto, no se
trata de ser hombres perfectos, sino de ser hombres dispuestos a re conocer nuestros errores , aprender de los mismos, enmendarl os y seguir
adelante tratando de no maltratar ni d e hacernos daĖo a nosotros mis mos,
ni dejarno s mal tratar por otros. P ara decirl o en positivo, se trata de
asumi r en la vida personal una ética de l a justi cia y del cuidado de
nosotros mi smos y nuestras re laci ones.
Experiencias de trabajo con hombres en Nicaragua
En Nicaragua hay varias organi zaciones que han i ncursiona do en el trabajo con hombres.
• P untos de Encuentro ha hecho i nvestigaciones y campaĖas contra l a
viole ncia cuya audiencia han sido l os hombres. Es también uno de los
temas que trabaj amos en talle res de lid erazgo con jó venes
• CANTERA ha desarrolla do un curso de masculini dad que real iza cada
aĖo, paralel amente con talle res de identidad femenina. Lo ci erran con
un taller mixt o de negociación entre hombres y mujeres.
• Hay otras experienci as de organizaci ones, como CISAS, que ha trabajado el tema de masculinidad y salud sexual y reproductiva. Está también l a
experienci a del CIPRES, una organización de apoyo a cooperati vas campesinas, que ha i ntentado int egrar el trabaj o de género
con hombres en su program a.
La Asociación y el Grupo de Hombres contra la Violencia
Hace un aĖo fundamos la Asociación de Hombres contra l a violenci a, desde la cual hemos estado haciendo talleres de re flexi ón sobre identidad
masculina y viol encia. También estamos comenzando La CampaĖa del Lazo Blanco, que como ustedes saben es la campaĖa contra la violenci a ha-
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cia las mujeres más extendida a nive l mundial .
Con respecto al trabaj o con hombres que mal tratan hay ya algunos esfuerzos, y desde l a Asociación nos hemos sumado a estos esfuerzos y estamos en l a marcha de comenzar a hacer un trabaj o de educación con
hombres que maltratan.
7 aĖos antes de la Asociaci ón fundamos el Grupo de Hombres contra l a
Violencia, por ini ciativa de algunos hombre s lig ados a ONGs que habí an
empezado a trabaj ar con hombres el tema de la equidad de género.
Nos dimos a conocer en Di ciembre del 93 en una presentación públ ica con
el l ema: “La Violencia tambi én empobrece la vida de los hombres”.
En 1995 hici mos el primer Encuentro Nacional de Hombres contra l a
Violencia, al cual vi nieron 80 hombres y que contó con gran presenci a
campesina. La mayor part e de estos hombres venían de un Plant ón campesino. Eran campesinos que se habían pl antado por tres meses frente a
la Unive rsidad Centroameri cana, reclamándole al gobierno sus títulos de
propiedad. Nosotros aprovechamos para hacer tall eres sobre el machismo, l a vi olencia y nuestra propuesta de cambi o. Los campesinos mostraron apertura. De ahí salió la ref lexi ón que dice que el machismo es difícil de superar porque tiene l as raí ces profundas como el eucalipt o, pero
cada uno de nosotros tiene l a responsabili dad de arrancar de la ra íz el
machismo eucalípti co.
Dos aĖos después hici mos otro Encuentro Nacional , al cual asistieron
hombres del sector salud, y de aquí salió una rela ción de colaboraci ón con
la OPS y hay planes de hacer más trabaj o de ref lexi ón y cambios en la s
polít icas con el
sector salud.
En julio de este aĖo hicim os el tercer Encuent ro Nacional. A este asisti eron más de 250 hombres. Alrededor del 70% de ellos habían estado en
nuestros tallere s y otras actividades de refl exión, y el otro 30% se acercaban por primera vez al tema. Fue interesante observar los distintos
nivele s de refl exión en que se encontraban. Algunos pl antearon su temor
de que con estos planteami entos los hombres nos estamos enterrand o el
cuchil lo solos, pues estamos dando paso a que las mujeres nos manden.
Otros hombres compartieron sus propias experienci as de lucha con el
tema en sus rel aciones. De cómo l es costó al princ ipio perm i tir que sus
compaĖeras partic iparan en proyectos de desarrol lo o en grupos de mujeres, pero que poco a poco habían vi sto a sus compaĖeras crecer, y que
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ahora ell os se proponían crecer también para poder acompaĖarlas a
ella s.
Fruto del trabaj o que han hecho la Asociación y otras organi zaciones como CANTERA, CISAS y Puntos de Encuentro, se han form ado otros grupos
de hombre s en los departamentos y otras comunidades rurales: El M ovimiento campesino contra la Viol encia de las comuni dades rural es de Chinandega y El Grupo de Hombres contra la Violencia de Jala pa, Nueva Segovia.
La Asociaci ón tiene el plan de continuar con l os talle res y con un programa de ref lexió n para hombres que reconocen su comportamiento viol ento. Tambi én vamos a prioriz ar el trabajo con hombres jóvenes. Nuestro
propósit o es seguir contribuyend o a que l os hombres seamos parte de l a
soluci ón para enfrentar l a viol encia y la desigual dad entre hombre s y
mujere s. Queremos promover con el ej empl o que l os hombres podemos
ser hacedores de paz, cari Ėo y
just icia en nuestras relaci ones.
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La masculinidad en Costa Rica.
El estado de la cuestión.
Retos y perspectivas.
Álvaro Campos Guadamuz
José Manuel Salas Calvo
Instituto Costarricense de Masculinidad,
Pareja y Sexualidad (Instituto WEM)
Costa Rica
Introducción
En el marco del “Primer Encuentro Centroameri cano acerca de M asculini dades” se presenta una radio grafí a general acerca del estado de l a
masculini dad y del trabajo con hombres en cada país de l a región.
La pretensión no es, para esta ocasión, lleva r a cabo una revi sión exhaustiva de l as condiciones generales rel ativos a la vi da de l os hombre s
de Costa Rica . La idea es, más bi en, hacer un recuento general del estado en que se encuentran al gunos frentes de trabajo con varones, tanto en
ámbi tos académicos como fuera de ell os.
Es preciso seĖalar que la condición masculina no había sido objeto de estudio por parte de l as grandes teorí as de la P sicol ogía, la Antropologí a y
otras cienci as social es hasta mediados de los setentas; l o mismo puede decirse de la s del campo biol ógico y médico. Los tratados de estos cuerpos
teóri cos han si do en torno al “hombre” como especie, más no como género y ni siquie ra en sus part icul ares caracterí sticas del macho de la especie. Puede afirmarse que esta condición de lo masculino , aun hoy, ti ene muchas áreas invi sibil izadas o i gnoradas. Es esperabl e que a la ci encia, campo de trabajo más l igado a l os varones, se haya tras ladado la idea
de que la si tuación de los hombres está ya dada y, por lo tanto, no requie-
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re ningún tipo de i ndagación ni cuestionamiento.
La condició n del hombre en cuanto tal es un tema apenas incipi ente en el
conocimiento y en diversas áreas del hacer social, pese a la reite rada referenci a a que en la base de la condición masculi na están muchos int errogantes y preocupaciones.
P or i mpl icaci ón lógi ca de lo anterior, demás está decir que esta temática -m asculini dad y el tra bajo con hombres- es reci ente en la cienci a
moderna, así como en la acción direc ta del tra bajo con y por parte de
hombres (los lla mados “m ovim i entos masculini stas” ).
Conviene recordar que los pri meros movimient os masculi nistas y l a
masculini dad como objeto de pre ocupación nacen en el fragor mismo de
los movimientos del feminismo en la década de los aĖos sesentas. De esta manera, las prim eras grandes preguntas acerca de la condición masculina ven la l uz aparejadas con temáticas como violenci a doméstica, derechos de las mujeres , derechos de l os grupos gay y lésbi cos, entre otros.
Esto expli ca, en buena medida, el por qué muchos de los primeros escritos sobre l os hombres fueran
real izados por mujere s, lo cual ha venido evoluci onando en form a paulati na.
En Costa Ri ca, el tema de l a masculini dad aparece a ini cios de los noventas, el primer artícul o (Rodrí guez y Salas, 1991) trata el tema de l a
viole ncia doméstica y l a percepci ón que tienen de esta los hombres de l a
poblaci ón general.
En los últ imos cinco aĖos se ha veni do manifes tando un creciente interé s
por la temática, tanto en el campo académico como inst ituci onal.
Existe n muchas organizaciones no gubernamentales y gubernam entales
que trabajan la temática de género, pero fundamentalmente en torno a l a
situación de la mujer. Algunas han incorporado la temática de masculinidad como complemento del tra bajo que se hace con l as muje res (tall eres, por ejemplo).
Otras organi zaciones y entidades han trabajado el tema de masculinida d
desde una perspectiva académi ca, de investigación o de contribuci ón a l a
definició n de polít icas públic as, o como parte del tratamient o al ternativo a hombres privados de l iberta d. Solo exist e una organización no gubernam ental que
tiene como eje el tema de la masculini dad y el trabajo de base con hombre s, haciéndolo tanto en el orden clíni co como de
investigaci ón, capacitación, educación, acción social comunit aria, entre
otros.
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El tema de la masculini dad es un tema presente en cuanto a demanda social . En el ámbi to académico e i nsti tucional ha surgido de manera cada vez
más creciente el int erés y l a necesidad de re cibir capacitación en l a temática.
P ara efectos de esta ponencia y del tratami ento del tema en general, deberá reconocerse que masculini dad no es lo mi smo que ser macho. La
masculini dad -y l a femi nidad como contraparte- es una construcci ón social e hi stóri ca, en la que cada grupo social ha hecho distri buciones de
una seri e de aspectos, básicamente en torno a l os sexos: a l os machos de
la especie l es asigna unas cosas y a las hembras de la especie les asigna
otras. P or malabare s de l os procesos de sociali zación, parece que ell o
fuera consustancial o natural, cuando, en reali dad, se trata de imposici ones propi as del grupo social y del momento histórico partic ular.
P or tal razón, en funci ón de esa asignación por sexo, esta ponencia se
referi rá a la situación de l os hombres, vis tos en sus condiciones part iculares de género. La masculini dad en las mujeres es una línea de trabajo que escapa a los al cances de este documento. Es por ello , además, que
se pref erirá hablar de masculi nidades que de masculinid ad.
Aclarado el punto, se entenderá l a masculi nidad en una doble dim ensión:
como concepto o categoría de análi sis y como vivenci a, cotidiana y cercana de l os hombres . En su primera acepción, es una manera de defini r
conductas, afectos, actitudes, subjetivid ad, pensamientos; en l a segunda,
es cómo se vi ve todo eso en l a situación concreta de cada hombre consigo
mis mo, con otros hombres, con l as mujeres y, en general, con el grupo
social como un todo.
Aún con lo novedoso del tema, en la ciencia y en la vi da de los hombres,
de manera sintetizada, se pueden mencionar l as grandes lí neas o enfoques
teóri cos que sustentan el trabajo que se viene haciendo:
a) El género sensitivo, cuyas principa les columnas son l a teoría de género y la teoría del poder, con clara i nfluenc ia de los aportes feministas.
b) El conductual cognitivo, de amplia util izaci ón en el trabaj o con ofensores.
c) El psi coanalíti co, con aportes vario s en la líne a del mundo subjeti vo
de l os varones, en especial con la categoría del “im aginari o social”.
d) El jungiano , que si bien es de raíz psi coanalíti ca, trabaja más con los
postulados acerca del i nconsciente colectivo y los arquetipos de l a
masculini dad, con aportes de la mi tología y la antropol ogía. Esta es una
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teorí a de fuerte inf luenci a en la l lamada “ Nueva M asculi nidad” en los
Estados Unidos.
e) El enfoque positivis ta médico-bi ologista, con el que se intenta expl icar la sit uación de l os varones en forma exclusiva por sus componentes bioló gicos.
La infl uencia de estos modelos en nuestro país no está todavía claramente
delinea da, dado, por un l ado, el incipient e trabajo que se hace y, por
otro, el esfuerzo de integración que en ese sentido la reali dad exige.
Sin perj uicio de l o anterior, también en form a somera, es posible pl antear algunas característ icas básicas de la masculinida d, entendida, sobre
todo, en el entorno de una sociedad de orden patri arcal. En nuestro criterio , al gunos
elementos constitutivos básicos de la masculi nidad son:
a) Constitución rígi da y frá gil, en la medida que son pocos los elementos que la definen y sostienen, con poco se puede salir de l m olde prescrito .
b) Ser hombre es no ser mujer, como defensa ante l o re chazado y lo temido. Es evidente que es aquí donde la base de la descalif icaci ón de l o
femenino -y con ello de la s muje res-, con facilida d de tra nsitar hacia posturas mi sóginas.
c) P or lo anterior, es altamente homofóbica. Cualquie r cercanía a l o femenino o a lo que se le asemeje, es desterrad o.
d) Es mani quea: aparte de ser hombre es no ser muje r, es una cosa o l a
otra; no hay posibi lid ad de matices.
e) Como elemento básico de l a masculinida d, está su constituci ón en una
estructura personal y social alrededor del falo: con facilida d el pene
adquiere caracterí sticas arquetípi cas (se torna falo).
f) La dificult ad para experimentar y expres ar la gama ampli a de emociones y sentimiento s de los seres humanos, en la medida en que se
“ especializa ” en al gunos. P or ejem pl o, se pri vileg ia la expre sión del
enojo y la viol encia en detri mento de la expresi ón de sensibili dad y
ternura.
P ara efectos form al es, el presente i nforme se divide en tres grandes
áreas, ínt imam ente re laci onadas entre sí : la informaci ón de lo que está
haciendo en el trabaj o desde masculi nidad y con hombres, algunos datos
acerca de salud y causas de muerte en hombres y los retos que se desprenden de tal estado de cosas.
Objetivos
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La inc lusió n del presente apartado part ió de la idea de tra bajar y aportar i nformación básica en torno a los sigui entes objetivos:
1-H acer un balance general crít ico acerca del trabajo que se real iza con
hombres y en el tema de masculinida d en nuestro país.
2-Ident ifi car l as princ ipale s áreas y l íneas de trabajo en esa temática.
3-Ident ifi car los diferentes espacios y objetivos de trabajo que se realiza .
4-Conocer algunos datos generales sobre aspectos de l a vida nacional en
cuyo trasfondo hay elementos propios de l a masculi nidad.
P ara el cumpli miento de tales objetivos, se procedió a reali zar una amplia indagación en cuanto a l o que han venido haciendo pers onas e inst ituciones en diferentes líne as de trabaj o.
I. Datos generales acerca del trabajo con hombres y
en masculinidad
Actividades en el ámbito universitario
Universidad de Costa Rica
Algunas tesis de grado y maestría en las carreras de P sicol ogía, Ori entación y Lenguas Modernas (Franc és); la primera en 1992; salvo l a de
Lenguas M odernas, todas tratan directamente el tema de masculini dad en
relaci ón con otras categorías (paternidad, prosti tución femenina, entre
otros).
Investigaci ones: La primera s e inic ia en 1994, se conocen 12 investigaciones (3 en el Insti tuto de Investigaciones Psicol ógicas (I IPS); 3 en el
Centro de Inve stigaciones Hi stóri cas; 6 en el Inst ituto de Investigaci ones Social es); aunque al gunas tratan el tema en form a direc ta, en otras
está más asociado con
discusiones en torno a género como tema global. Los temas abordados son: viole ncia doméstica, paternidad, prosti tución masculina, género, el cuerpo, anális is his tóric o. En el I IPS, el Foro P erm anente de la Mascul inida d funcionó de abril 97 a diciembre
2.000 como proyecto de investigación e inst ancia de debate académic o.
Talle res para funci onario s y estudiantes universi tari os en torno a la temática de hostigamiento sexual y masculini dad.
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En labores de intervención directa y de capacitación a divers os grupos,
dentro del país y fuera de este, se int erviene, desde 1996, en el área de
desastres, en l a cual se aborda el tema de género y dentro de este directamente el de masculini dad. Esto se hace en la Escuela de Psic ología y,
más reci entemente,
en conjunto con la Vicerrect oría de Acción Social . Se han desarrolla do dos proyectos de extensión docente en esta l ínea de trabaj o.
En el Centro Inf antil Laboratorio (CIL), en algunas de sus tareas se trabaja con diversas poblaciones (niĖos y niĖa s, personal docente, núcleos
famili ares, etc.), abordando el tema, en conjunto con otros (paternidad,
educación sexual). En este Centro se desarroll a un proyecto general de
educación en el
que se trata l a temática con la s poblaciones indic adas.
Entre otros, part ici pan estudiantes de P sicol ogía y de la Maestrí a de l a
M ujer.
Además, algunos cursos reali zan trabaj o de campo en comunidades urbanas en los que se desarrollan tall eres de masculi nidad.
-
Activi dades académi cas vari as:
En l a Feria de la Investigación, 1997 , se re aliz ó una mesa redonda
destinada exclusi vamente a los temas de masculini dad y género.
Debe seĖalarse una seri e de cursos, talleres, mesas re dondas y otras
actividades, en diferentes unidades académicas, que inc luyen en sus
programas la temática. De manera perm anente lo hacen el M ódulo Sexualid ad y Placer (Escuela de Psicologí a), en el que se abordan la sexualid ad y la masculi nidad, sobre todo en disfunciones sexual es; el
curso de Sociología del Género (Escuela de Sociología).
Como parte de la Semana Unive rsita ria del aĖo 2001, organi zado por
la Asociación de Estudiantes de P sicol ogía, se ofrece un taller corto
sobre l a construcci ón de la masculinid ad, dirigi do a estudiantes.
En algunos cursos de l a carrera de Educación, el tema ha empezado a
ser objeto de estudio.
Otras universidades
En l a Uni versida d Bí blica Latinoameric ana: foros y talleres sobre el tema, en 1999 y 2001 .
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En la Unive rsidad Autónoma de Centro América , Colegio Andrés Bell o: tallere s con poblaci ón estudiantil y público externo en procura de sensibili zar en la
temática.
En las carreras de Psico logí a de uni versid ades pri vadas, el tema se empieza a estudiar como parte de capítul os o unidades temáticas de algunos
cursos.
Se conoce de la presenci a del tema como punto específico en cursos varios que se dictan en diferentes uni versid ades, en la carrera de Psicol ogía, así como en tesis de Licenci atura en Psi cología de univers idades privadas.
Uni versid ad Nacional (UNA): en el I nsti tuto de Estudios de la Mujer se
desarrol lan progra mas de investigación sobre vi olenci a y sobre hosti gamiento, que
inc luyen l a categoría masculinid ad. En algunos cursos se
ha tra bajado la
temática.
Actividades institucionales
Científicas y de capacitación
Congresos Nacionales de Psico logí a (199 1 y 1993), con M esas de Trabajo destinadas al tema, cada una con al menos ci nco ponencias.
Talle res de Capacitación organizados por insti tuciones gubernam entales
y no gubernamentales con la part ici pación de expertos y expertas int ernacionales en la temática de masculini dad, i ncrem entados en l os últ im os
dos aĖos.
De tipo cultural
Banco Central (Exposic ión de fotografía s “ I mágenes de hombres”, con
una serie de actividades, donde colabora WEM y otras personas) El objeti vo de esta exposici ón fue explorar l a form a en que los arti stas han
interpre tado a los hombres; asim i smo, perm i te conocer cómo int erpretan las personas visit antes estas imágenes. En esta activi dad, el I nsti tuto WEM colaboró en la reali zación de dos talle res dirig idos a hombre s
adultos y adolescentes.
Medios de comunicación
La temática se ha estado trabajando en espacios televisi vos desde principios de 1999 , en Canal 7 (Prog ram a Buen Día y Telenotici as), en Canal
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15 (P rograma Baúl de Giras oles). También se han hecho algunos programas en la radi o, para trabaj ar el tema (Radi o Monumental). En estas actividades se ha dado una masiva e i nteresante partici pación del público .
Actividades profesionales (práctica liberal)
Un reducido número de hombres, profesi onales en Psicología, ha inici ado la atención terapéutica a hombre s ofensores, tanto en forma indi vidual como grupal . Asimis mo, el trabajo psicoterapéutico con hombres no
ofensores desde una perspectiva de género masculi no.
Actividades profesionales. Trabajo de atención “clínica popular” para
hombres de una perspectiva de masculinidad
Desde mediados de l os noventas, l a Fundación Ser y Crecer ha ini ciado una
labor en el tratami ento de ofensores juvenil es y hombres ofensores.
La Asociación de Mujeres, Hombres y Jóvenes Valientes de Costa Rica da
comi enzo, en 1997 , a un trabajo de contención i ndivi dual y grupal para
personas en viol encia intra famili ar, i ncluyendo hombres , desde una visión católica.
Tambi én se conocen activi dades de encuentro y refle xión para grupos de
hombres organi zadas por denomi naciones reli giosas no católicas.
En el 2.000, el Ins tituto WEM abre l a “clí nica popular”, que incl uye
poblaci ón de hombres ofensores como de hombres no ofensores, baj o una
modalida d i ndivid ual y grupal con perspectiva de género masculino.
Actividades específicas de instituciones gubernamentales
Insti tuto Nacional de las M uje res (I NAMU).
P rograma P LANOVI, en coordinaci ón con I nstituto WEM : tall eres de capacitación al cuerpo polici al en l a temática de masculinida d. Asimi smo,
tall eres de capacitación a profesi onales en el tema “Construcción de
M asculini dad”.
P rograma “ Amor Joven”, en coordinación con I nsti tuto WEM y otras organizaciones no gubernam entales: específicamente en el talle r “Pedagogía de l a
Sexualida d” (dirigi do a docentes), se ha trabajado el tema
con cerca de mi l
docentes en diferentes regiones del país.
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Línea de trabajo sobre M asculini dad: que realiza actividades de capacitación y sensibili zación a funcionari os públi cos y estimula l a creación de
redes de hombres para prevenir la violenci a hacia l as muje res. Además,
reali zó una investigación sobre Mascul inid ad y P aternid ad Responsable,
en 1997 .
R ealiz ación de vari as activid ades (mesas redondas, conferencias) en relaci ón con la Ley de Paternida d Responsable.
Introd ucción de la temática de Mascul inida d en el taller: “Vivir, pensar
y sentir la viol encia intraf ami lia r” , dirigid o a funcionari os polici ales y
a funcionari os del sector salud.
Ministerio de Justicia y Dirección General de Adaptación Social
Trabajo con hombres priva dos de libe rtad, ofensores y no ofensores, en
los centros carcel arios, con activi dades de sensibil izaci ón y tratamient o
en si tuaciones de viol encia doméstica. Algunos de l os program as son:
• P rograma de Atención Ambula torio Especial izado a Ofensores Proyecto de Atención especial izada en Violencia sexual , del Centro Inst ituci onal La
Reform a
• Área de atención básica comunit aria del Centro Inst ituci onal La Reforma
• Centro de Atención Insti tucional Gerardo Rodríguez.
• P rograma de Sanciones Alternativas, Di recci ón Nacional de Atención a
la Pobl ación Penal Juvenil.
• Di recci ón Nacional de Prevenci ón de la Violencia y del Delit o.
Dirección Nacional de Prevención de la Violencia y el Delito
Desde 1.998 se tra baja en el Proye cto “Red Nacional de Jóvenes para l a
P re vención de la Violencia”, dirigi do a jóvenes de ambos sexos que se encuentran dentro del sist ema educativo formal, en el que la pre vención de
la viol encia se trabaja desde la perspectiva de género con espacios para
refle xionar acerca de masculinida d.
Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas para la Prevención
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y el Tratamiento del Delincuente (ILANUD)
En 1994, se i nicia una pasantía teóri co-práct ica para entrenar terapeutas en la atención de hombres abusivos, dentro del Sist ema Penit enciari o Nacional . El objetivo es dotar a los prof esionales y l as profesi onales de destrezas cognosciti vas, conceptuales y terapéuticas para el
tratamiento grupal de ofensores sexuales. Se formaron cuatro equipos de
trabajo , constituidos por ocho pers onas (tres muj eres y ci nco hombres). Este programa de pasantía está suspendido en la actuali dad.
Instituciones gubernamentales autónomas
Introd ucción de l a temática de M asculini dad mediante tall eres de capacitación. Destacan en ello el Inst ituto Costarricens e de Ele ctric idad (I CE)
y el I nstituto Nacional de Fomento Cooperati vo (INFOCOOP), l os cuales
han estado impulsand o el enfoque de género (expl ici tando el de masculinidad) en el quehacer de la capacitación.
Programa de Atención Integral a la Adolescencia (PAIA)
Incorpora n el tema Mascul inida d desde 1999 en dos espacios: capacitación e investigación, en áreas como paternidad y construcción de la masculini dad en l a adolescencia. En el 2001, presentan la i nvestigación
acerca de masculinida d y adolescencia en el país.
Instituciones de salud
Cabe mencionar que algunas insti tuciones de salud están atendiendo a
ofensores juveni les (H ospital Nacional de NiĖos, Hospital Nacional P siquiátrico) y otros están incorpo rando l a temática de masculini dad como
parte de l a capacitación y atención a su personal (Psi quiatría y Psicol ogía del Hospital Calderón Guardia)
Publicaciones
Se re portan alre dedor de 20 artícul os public ados en revistas nacionales,
en las que el tema es tratado desde diferentes perspectivas y asociadas con
otras más. El primer trabaj o es publ icado en la Revi sta Costarricens e de
P sicol ogía (del Colegio de Psi cólogos), en 1991 ; uno de los trabajos es
una tra ducción del alemán al espaĖol.
En cuanto a l ibros, se conocen 5 (uno aborda la masculini dad en términos de una int roducción al tema, otro plantea propuestas de tratamient o
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para hombres ofensores y anali za l a re laci ón entre la masculi nidad y l a
viole ncia doméstica, dos que abordan la capacitación a personal poli cial
del área en materia de vi olencia doméstica, uno más que trabaja la construcci ón de l a masculinida d en la adolescencia). En el abordaje de l a situación de la prostituci ón masculina y sexual idad de ciert os grupos de
hombres , se han publ icado 4 li bros por parte del Ins tituto Latinoamericano de Prevenci ón y Educación en Salud (ILPES).
En lo referente a manuales para trabaj ar el tema, se reporta n dos; ambos en el ILANUD , que abordan los aspectos de la construcción de la i dentidad masculi na y de la masculini dad en la viole ncia doméstica.
Tambi én, el Ins tituto Nacional de las Mujeres hiz o dos public aciones en
torno a l a Ley de Paterni dad Responsable, en donde se pl antean l as políticas y compromi sos insti tucionales de dicha ley, así como la publi cación
de un manual de trabajo en el tema de M asculi nidad en sectores rurales.
Otras acciones
Colectivo de Hombres contra l a violenci a: conformado por hombres de
diversa s organizaciones e insti tuciones. Han real izado activi dades de
apoyo con el movimi ento de mujeres.
Trabajo desde l a pastoral : tall eres de M asculini dad o trabajo con hombres coordinados o prom ovidos por l ídere s re ligi osos católic os, lut eranos.
En perspectiva para el año 2002
Construcción de una propuesta de tratamient o de hombres ofensores físicos, en i nstituciones de salud pública s del país, mediante el trabaj o
conjunto de l a Organización Panamericana de la Salud (Progra ma Muj er
y Desarroll o), el
Insti tuto Nacional de la Mujeres , PLANOVI y el I nstituto Costarri cense de Masculi nidad (Inst ituto WEM).
Además, se conoce de diversas investigaciones, tipo encuesta, en el tema
de paternida d, cuyos resul tados están pendientes de publ icación.
II. Condición del hombre en Costa Rica.
Datos generales acerca de la situación de los
hombres en Costa Rica en diversos ámbitos
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En esta Sección se pre sentan algunos datos referent es a indicadores de
causas de muerte y al gunos acerca de l a salud en los hombres de nuestro
país. Con ellos se pretende obtener una vi sión general de la salud y del
estilo de vida de l os hombres, sin pre tender ser exhaustivos, en l a medida en que tales cif ras requeriría n una mayor profundizaci ón, detalle y
análi sis desde vari os puntos de vist a. No obstante, brindan un panorama
general que i nvita a l a ref lexió n.
Algunos datos sobre causas de muertes violentas en Costa Rica,
según sexo (1999) (En números absolutos)
CAUSA DE MUERTE
TOTAL
HOMBRES
MUJERES
Homi cidi o (1)
250
216
34
Suici dio (2)
251
221
30
Accidentes (3)
2.599
2.216
383
Total
3.100
2.653
447
(1)
Fuente: Poder Judicial. Departamento de Planificación, Sección Estadística. Homicidios
dolosos atendidos por el OIJ durante el período 1990-1999.
(2)
Fuente: Poder Judicial. Departamento de Planificación, Sección Estadística. Suicidios
atendidos por el OIJ durante el período 1990-1999.
(3)
Fuente: Miranda, G. y Del Valle, L. (2000) La violencia en Costa Rica: Visión desde la
Salud Pública. San José, Costa Rica: Proyecto Estado de la Nación, Serie Aportes al Análisis
del Desarrollo Humano Sostenible. N.ľ 6.
Como compl emento a la i nformación del cuadro anterior, es pre ciso indicar que en l o ref erente a “presunto s homicidas”, de un total de 232 ,
223 son hombres. Es notoria l a presenci a de caracterís ticas de mucha
viole ncia, sobre todo en los varones. De alguna manera, estas cifra s
apuntan a la form a como muchos hombres asumen ci ertas form as de ser
tales, en cuanto a las exigencias de ser resolutos, expeditos y direct os, l o
cual lo hacen en desmedro propi o y de otros y otras.
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Algunos datos sobre causas de muerte en Costa Rica. 1997
(tasa por cada 100 mil) (1)
CAUSA DE MUERTE
HOMBRES
MUJERES
Tumores
84,56
75,51
Cáncer de estómago
21,82
10,65
Infart o miocardio
45,53
27,36
7,33
0,96
11,05
3,85
Asfixi a por sumers ión
84 *
7*
Caída accidental
3,33
0,45
Electrocución
18 *
0*
Suicid io
8,88
1,64
10,33
1,08
Colis ión de vehículo
Atropello
Homic idio
(1)
Fuente: Dirección General de Estadística y Censos.
A los datos anteriores se le debe agregar el correspondiente al cáncer de
próstata, con una frecuenci a de 559 atenciones en el aĖo 2000 (Fuente:
Caja Costarricens e del Seguro Social, Depto. de Inf orm ación Estadística),
lo que lo convierte en una de las pri ncipal es causas de muert e de hombres en nuestro país. Ello habrá de verse, necesariamente, en térm inos
de los hábitos y norm as de autocuidado que los hombres tienen consigo
mis mos. Está pres ente aquí l a paradoj a del hombre que debe “ser vali ente”, con ese mismo hombre que
teme ser chequeado por el médico o,
aún más, rehúye una simple inye cción para ali viar o preve nir al gún padecimiento. Otra aproxi mación a este caso part icul ar, en muchos casos,
debe ser asociado con componentes homofóbicos que inhi ben a los hombres de asisti r al uról ogo, por rechazo a ciert as evaluaciones que atentaría n contra bienes sagrados de la masculini dad.
Algunos datos de atenciones de la C.C.S.S. en Costa Rica.
(Frecuencias relativas) (2000)(1)
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CAUSA DE ATENCIÓN
HOMBRES
MUJERES
Cáncer gástri co
65,4
34,6
Cáncer pulm onar
72,2
27,8
Paro cardiaco
67,8
32,2
Infa rto miocardio
68,4
31,6
(1) Fuente: Caja Costarricense del Seguro Social. Departamento de Información Estadística.
Compartiendo reflexiones generales
En l os casos de cáncer gástrico, paro cardía co, inf arto agudo de miocardio y cáncer pul monar, son dolencias en las que están implic ados estilo s
de vi da, hábitos alimenta rios, manejo del estrés y de las emociones. Es
evidente que no solo constituyen las princ ipale s causas de muerte en los
hombres , si no que también es evidentemente mayor para l os hombres en
relaci ón con las muje res; es probabl e que estén asociados a patrones de
vida de la masculi nidad hegemónica.
Se pueden asociar estos datos con aspectos específic os tales como descuido en la salud, en el autocuidado y en la vi da afectiva en general.
En los casos de colisi ón, atropello , caída accidental y homic idio , el hombre aparece como protagonista pri ncipal con res pecto a las muje res. Es
claro que los hombres se matan entre sí , asociado con l as conductas temerari as, sensaciones de i nvulnerabi lid ad, patrones conductuales también asociados con la masculini dad hegemónica.
En cuanto al suici dio, l os datos nos revel an en form a abrumadora la imposibi lida d que ofrece la masculinida d a l os hombres de i ntegrar la s
emociones dolorosas, elaborar l os duelos y de mediatizar entre esto y l a
conducta. De esta manera, las exigencias de la masculini dad hace que muchos hombre s, más que las mujeres, opten por la s ví as rá pidas de “resoluci ón” de conflictos, en menoscabo de su salud integral y de sus grupos i nmediatos.
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III. Balances y Retos
P ese a que el presente inf orm e abunda en una buena cantidad de detalle s
en cuanto a activid ades, organizaciones y personas que abordan el tema de
la masculini dad, un análisis más cercano nos indica que este es aún incipiente en el país. De esta manera, el trabajo con hombres y el trabaj o
en masculini dad se caracteriza por su escasa cobertura geográfica, reducido número de benefici arios y ausencia de progra mas públi cos que den
linea mientos polít icos y operativos en el trabajo con esta población.
Sobre la base de los res ultados obtenidos, en este apartado se seĖalan
aquell os aspectos o tareas pendientes de tra bajo con los hombres. Se parte de l a base de que se trata de áreas de pri oridad para el trabajo con
hombres , en función de estos y del todo social (f ami lia , grupos, la comunidad, su salud, el tra bajo, etc.)
• Necesidad de definir una políti ca públi ca para el tratamiento de hombres ofensores.
• Necesidad de establecer políti cas, progra mas y estrategias de trabaj o
con varones en el sector salud, que tengan un enfoque de género y masculini dad y que se dirijan a afrontar l as áreas de mayor morbi mortalida d en l os varones (cáncer de próstata, de estómago, infarto de mi ocardio, paros cardiorre spirat orios, suici dios, accidentes de tránsit o y
laboral es, problemas sexuales, entre otros).
• Trabajo con hombres en rel ación con l a paternida d y de manera específi ca con la Ley de Paterni dad Responsable.
• Trabajo con hombres en relac ión con viol encia doméstica: prevenci ón
y
tratami ento.
• Trabajo con población masculina infant il y adolescente, en torno a l a
construcción de la masculi nidad y sus i mpl icaci ones.
• P olít icas de re creaci ón para hombre s, alternati vas al consumo de alcohol y las imperante s socialmente.
• R elaci ones de pareja y otras en general.
• Desastres y otras situaciones de “cri sis”.
• Trabajo con hombres en el aspecto la boral: salud, jubil ación, uso del
tiempo l ibre y del ocio.
• Trabajo con grupos mayorit ariamente constituidos por varones: policí as, choferes, grupos prof esionales, agri cultores.
• Se hace necesario el tra bajo de masculi nidad con grupos de mujere s.
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El abordaje de la
masculinidad en Honduras:
¿un frente de batalla
y/o de oportunidades?
Edison Ariel Montesdeoca
Honduras
Te propongo construir
Un nuevo canal
Sin esclusas
Ni excusas
Que comunique por fin
Tu mirada
Atlántica
Con mi natural
Pacífico
Mario Benedetti
Agradecimiento
M i afecto y saludos a todas las mujeres que comparti eron junt o con el
único varón encuestado, sus opiniones, vivenci as, dudas y esperanzas
para una
sociedad just a y part ici pativa.
1. Introducción
Dura nte el pasado si glo se ha ido visu al izando en todas las áreas de la vi da soci al , étnic a, económica y polít ic a, pr obablemente la más i mpor tante
y acumul ativa tra nsformaci ón entr e de la s r elaci ones entr e los seres hu-
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manos. Estamos hablan do del rel acionami ento que surge de las dif erenci as
his tóric as entre hombres y mujer es y que los dive rsos abordajes de gener o han quer ido i nterpr etar e i nfl uenci ar tanto desde l a persp ectiv a del
confl ic to hasta de l a negoci ación.
Con un fuerte crescendo y sobre l a base de un cuestionamiento de los patrones de rel acionamiento, las mujeres vie nen protagonizando una verdadera revolución social , políti ca y cultura l desde el si glo pasado, que en
general los hombres no celebran ni siempre acompaĖan. Asistiendo incómodos y perplejos a un proceso de cuestionami ento de paradigmas tradici onales, y de caracterí sticas irrevers ibles en lo que res peta los logros
obtenidos hasta el presente, a pesar de algunos refl ujos o reagrupami entos conservadores de revis ión hi stóri ca y re ligi osa.
El enfoque actual de género de la mayorí a de la s organizaciones de mujeres y de agencias de la cooperación para el desarrol lo re conoce la necesidad de transf orm ar l as relac iones de género, aunque busca darl e forma
y contenido centrali zando la atención en las necesidades estratégicas de
las muje res. Lentamente, algunas de las insti tuciones y agencias de cooperación ha ido reconociendo en sus estrategias a los hombres como sujetos activos y no pasivos de l os cambios para el establecim i ento de la s
relaci ones humanas que permi tan y garantic en la i gualdad de partida y de
acceso en l a sociedad.
Sin embargo, exist en aún dificul tades conceptuales y operativa s, vacíos
en la s polí ticas ins titucional es y nacionales, expresados en vacíos metodológicos en el trabajo con l os hombres (adultos, jóvenes, niĖos). Muchos de estos vacíos se fundamentan en una social izaci ón poco desarroll ada en l a comunidad sobre la existe ncia de propuestas y enfoques de trabajo que se planteen transform aciones sociales que considera n la moviliza ción de las relaci ones de género para mujeres , como para hombres.
Es claro que l a mayor part e de l a aparente “excl usión” de los hombre s
en l a formulaci ón y práctica del enfoque de género, es producto de la falta de protagonismo que nosotros mismos hemos tenido, pero tambi én son
consecuencia del i mpacto que result a de la evoluci ón de l os enfoques y
modelos de
i mplementación que se han dado a i mpuls o de la interacción entre l a teoría
femini sta y la cooperación i nternacional .
En Honduras, la construcci ón social de la masculi nidad como en otras
can la violencia. Algunos incluso pueden ser poco controladores en sexualidad o amistades,
pero sí controlan la movilidad de su pareja.
17 Masculinidad es una construcción social y cultural, la definimos como “un conjunto de atributos, valores, funciones y conductas que se suponen esenciales al varón en una cultura determinada (..) existe un modelo hegemónico de masculinidad visto como un esquema cultural-
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cultura s his panoamericanas, ha sido la determ i nante y el modelo de i dentif icaci ón de muchas generacione s de hondureĖos y hondureĖas hasta
nuestros días. La imagen del li derazgo ha si do hi stóri camente oscilante
entre el guerre ro y el patria rca. Y constituyen l as caracterí sti cas de un
perfil hi stóri co que se ha repetido hasta fechas muy recientes. P or otro
lado, l as pocas experi encias desarroll adas en el abordaje de la masculinidad17 no se remontan más allá de mediados de los aĖos 95 , li mit ándose exclus ivamente al tema de vi olencia doméstica y salud sexual-reproducti va, a diferencia de otros países en la regi ón que se han ini ciado
con anteriori dad y tienen un domini o mas ampli o.
El obj etivo de este documento, es lograr una visi ón muy global de la problemátic a y activida des del proceso de masculinida d en Honduras. El documento ini cia con unas resum i das considera ciones sobre los procesos de
construcción teórica femini sta y masculina, para continuar con una si stematización de las activid ades más im portantes desarrolla das en Honduras en el abordaje de masculi nidad. Final izamos con una si stematización
y anális is de l as opini ones de algunas lide rezas sobre el papel que tiene
y deberí a tener el abordaj e de masculini dad en el país.
2. Antecedentes y contexto
2.1 Algunos antecedentes del desacuerdo:
Las raíce s de la crit ica moral, polít ica y antropológica del femi nismo sobre la domi nación histórica mascul ina remontan al peri odo de la revolución fra ncesa, donde el femini smo comi enza a definir sus bases como movim i ento social 18 para res urgir con extraordina ria fuerza en l os aĖos
setenta del sigl o XX. El l lamado de Simone de Beauvoir (1952) a las mujeres del entonces incipient e movimiento feminis ta a definirse a sí m i smas, tuvo el eco que al imentó la riqueza actual sobre el género femenino en todas sus expresio nes tanto étnica, cultural, económica, etc. Si n
dudas se dio un desarrollo que result ó en un florec im i ento en l os USA y
Europa hasta los fines de la década de los ochenta , para después decli nar
y retomar fuerzas en los aportes femini stas de Améri ca Latina y EspaĖa.
El li bro “El segundo sexo”, de Si mone de Beauvoir, presentó en forma
cruda e i mpactante, el duali smo entre “el sujeto y lo otro”, como base
de la proble mática de concienci a de las sociedades; presentando al hombre, como el sujeto, lo absoluto, mi entras l a muje r es el Otro, el subordinado invis ible. Esta conceptuali zación dicotómica como base para commente construido, en donde se presenta al varón como esencialmente dominante, que sirve
para discriminar y subordinar a la mujer y a otros hombres que no se adaptan a este modelo
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prender la si tuación de la muje r en l a cultura occidental sirvi ó en su
momento para crear concienci a de que los papeles y funciones sociale s
desempeĖados por l as muje res, así como la i deología generaliz ada acerca
de que las capacidades femeninas, no eran condiciones naturales sino realida des cultura les. No obstante, el concepto de género que se desarrol ló a
partir de esta posición del dualismo, ha mostrado posteri orm ente sus diferenci as. La conciencia de dualis mo y de la im perfecci ón de su desbalance como tal, ha formado la parte medular que asentara las bases de l a estrategia de muj er y desarroll o, que se ha expresado o se expresa a
través de diferentes enfoques tanto en la investigaci ón como en la apli cación de la cooperación del desarrol lo.
Algunos de los enfoques de género utilizados
por la Cooperación Internacional
•
El enfoque de Asistencial o Beneficencia en el periodo de postguerra (década 60- 70). Concentra la visi ón de l as muje res como sujetas pasivas del desarrollo , concentrándose en el fortaleci mi ento de
actividades reproduc tivas. Predomina un modelo tradi cional de la
visió n masculi na hegemónica. Eje mplo: La Alianza para el Progreso .
El enfoque de Equidad o oportunidades iguales, surge con las evi•
dencias de la radi cali zación de las diferenci as negativas hacia la mujeres por el proceso de modernizac ión económica y tecnológica. Focali za en la s ref orm as l egales y acciones positivas para aum entar el
acceso de l a mujer a la i ndependencia económica.
El enfoque Anti-pobreza vincul a l as desigualdades de l a pobreza a
•
las desigualdades de ingre sos entre los sexos. Diri ge esfuerzos para
aumentar el acceso de las mujere s al crédito, tierra, capital por
medio de proyectos producti vos. Debil idad important e han sido obviar las re stric ciones cul tural es de las mujeres para desarrol lar
capacidad competitiva y el control sobre l a distribució n de los ingresos.
•
El enfoque de Eficiencia. Este enfoque identifi cado por C. M osser,
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que caracteri za muchas aplicaciones que provienen de la década de
los ę80 (aj uste estructura l), i dentifica a las muje res como recursos efici entes subuti liza dos.
El enfoque de Empoderamiento, de actual vigencia , se identifi ca
•
con l a construcció n de la autonomía físi ca, social , económica y de
identidad de l as mujeres para i ncrem entar su control sobre su vi da
y los re cursos. Implic a a) el reconocim i ento de desigual dades entre
género vincul adas con form as diversas de opresión rel igio sas, económi cas, políti cas y sociales y b) l a exist encias de múlt iple s identidades y diferencias entre las muje res.
Desde la mit ad de siglo pasado, las diferencias en i nterpret ación de lo que
se considera género y su construcción se manif estaron, para decirlo en
una form a si mpli sta, en diferentes corriente s femi nistas, marcada por
la tensión de dos grandes debates entre la igualdad y la diferenci a. Uno de
los debates en la década de los setenta y ochenta se plantea en l a diferencia de género 19, el otro a mediados de l os ochenta y que se ha extendido
hasta ahora en Latinoamérica , se ha dirimido entre la modernidad y l a
postmodernidad expresadas a través de la igual dad y diferenci a al int erno de lo femenino20. En su conjunto, todos estos momentos son considerados por varios inves tigadores como pertenecientes a una primera fase21 del proceso de la revolució n si lenci osa del siglo XX (el de la equidad de género) y que domi nó l as posturas, enfoques de desarrollo , exigencias y logros de l as conferencia s mundiale s, en l a que no ha estado
presente en forma explíci ta y prio rita ria la presenci a o la consideraci ón
(Benno de Keijzer, 1995,p.3).
18 Olympia de Gouyes (Declaración de los derechos de la Mujer, 1788, Francia) y Mary Wollstonecraft Vindicación de los Derechos de la Mujer, Inglaterra 1792)
19 El feminismo de la igualdad (ę70) : busca el logro de la igualdad y redistribución igualitarias
de oportunidades , eliminando las diferencias , instituyendo la igualdad y aboliendo los géneros. “ El feminismo de la igualdad afirma que las mujeres constituyen un colectivo con rasgos
propios debido a factores de orden sociocultural que se han reproducido históricamente. Asimismo analiza las diferencias de género como un instrumento de dominación masculina. “ Las
diferencias entre los género estarían localizadas en la división sexual del trabajo y la marginación en el acceso y control de los bienes sociales. R.Cobos, Género y Teoría Social: el debate Modernidad- postmodernismo, pág.3
• El feminismo de la diferencia (78-90) : reivindica aquellas cualidades femeninas que piensan pueden ser congénitamente propias de la mujer, tales como la sensibilidad, la intuición,
una menor agresividad. Hay un temor da que la mera igualdad política y laboral con el hombre
no haga sino que las mujeres se parezcan cada vez más a los hombres en competitividad, insensibilidad y espíritu de agresión de agresión, con los que aquéllos acabarían ganado la partida. V. Sau, Diccionario ideológico feminista.
20 El modernismo se centro en la discusión de las diferencias de género, la autonomía, la universalidad., que fundamentan la necesidad y presencia de ciudadanía con igual reconocimiento: “
que de una razón común a todos los individuos se derivan los mismos derechos para todos
los sujetos.” Su reconocimiento fundamenta la vigencia del reclamo de las acciones positivas.
Para la postmodernidad, de mediados de los ochenta, que hace alianzas con algunas feministas de la diferencia ( y el pensamiento de Foucault, Derrida, Irigaray, etc.), parte del supuesto que la universalidad anula las diferencias entre individuos e individuas. Parte de que entre
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sobre el rol de l os hombres como co-prot agonistas.
En l a propuesta de Democracia de Género im pul sada por Fundación Género y Sociedad (GESO) y la Fundación Heinri ch Böll , se plantean que existen dos fases en el complic ado proceso de la emancipaci ón de las mujere s
y que “ en el plano de l a polít ica para l a equidad de género exi ste l a concienci a crecient e acerca del agotami ento de la orient ación políti ca de l a
prim era fase, es decir, aquella que corre spondió al establecimient o de
una pl ataform a construid a por mujeres, discutida por y dirigi da hacia l a
poblaci ón femenina. Esta dinámica pasó de constitui r un necesario cuarto propi o, a construir un mundo de muj eres imagina rio, autoreferente,
que muestra serias tendencias a i mplosionar.
Este consenso creciente
parte de una convicci ón no menos compart ida: la
polít ica de la primera fase fue absolutamente necesaria. Sin la pl ataform a constitui da en
la primera fase no podrí a pensarse en el mundo actual el no
enfrentar sus retos”. 22 Algunos de estos retos pueden ser asociados con la falta
del vi gor en el dinami smo de la s acciones conjuntas como movimi ento de
mujere s, que están inhe rentemente relaci onadas, entre otras, con: a) el
cambi o generacional en la dirige ncia y cuadros mili tante, b) la aparente mejoría de la situación jurí dica de las mujeres y c) la declinac ión del
interé s social de ver a las mujeres como un grupo marginado. Frent e a
esto, está la re alid ad cotidia na que demuestran la persist encia de los
mis mos probl emas de avances de l as mujere s en el acceso al poder político y económico, y la re organización de la reacción masculina y re ligi osa frente a la agenda feminis ta.
Hoy día, vemos que el anális is de esta situación ha lle vado a la construcción de propuestas que eviten una fase postfemi nista o de invisi bili zación
social, a una que plantee el resurgi miento de un femi nismo de l a igualdad, que combine los debates anteriores , buscando una desapari ción dualist a de la concepción de género y perci ba un rol más activo de l os hombres. Di álogo, heteroglosia o mul tipl ici dad, diversidad parecen ser los
conceptos de una nueva
forma de definici ón. “ el género, entonces,
no se ve como una construcció n
fic tici a, una abstracción determinada
socialm ente.... sino como el result ado de un diálogo continuo entre hombres y mujeres .. y entre las mujeres mi smas. Un diálogo que toma en
cuenta l os contextos diversos de cada uno para defini r las rel aciones entre l os géneros.” 23. G. Castell anos, C. Amores, J. Astelarra y otras vanguardis tas femini stas, pl antean la necesidad del dial ogo entre las
diversas mujere s, el aprendizaje de l os hombres sobre su propio género y
el diál ogo o l a urgencia de la construcción de pactos y ali anzas intergénericas .
las mujeres y hombres existen diferencias por su pertenencia a diferentes culturas, o contextos socio-políticos. Esto significa la eliminación de las categorías dicotómicas por ser relativas.
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2.2 Democracia de Género
Como hemos ref erido anteriormente el concepto de Democracia de Género aparenta surgi r de la vis ión de femi nist as en diferentes países y parece haberse constitui do con mayor cl aridad e en Alemania, en la renovación i nsti tucional al interno del Parti do Verde. Democracia de género
es una propuesta para superar los estancami entos exi stentes del proceso del logro de las re laci ones de género, que las políti cas y acciones hasta ahora real izadas no pueden real izar. La propuesta sobre Democracia
de género, sobre el anális is de la sit uación en el ll amado pri mer m undo,
estarí a constatando la exist encia de dos fases. Una primera que incl uye
el surgimient o de las organizaciones y movimient o de y para mujeres, l a
construcción de plataformas propia s y el logro de ref orm as inst ituci onales y productivas de importancia. Esta fase aparenta según la propuesta tener sínt omas de agotami ento, a consecuencia de cambios sustantivos pero relat ivos en la posición y condición de las mujeres en Europa y
USA y también refl ejada en la pérdi da de pujanza como movimient o social . Este agotamiento puede ser traduci do en los países centroameri canos, en diferentes formas, pero pri ncipal mente en términos de no haber
lleg ado, o no poder l legar a construir ci rcunstancias pareci das a las que
en el pri mer mundo, hi ciero n posible los logros a su vez la declinaci ón
de su pre sencia como movimi ento de muj eres. Al igual que en el resto del
mundo, los cambios logrados no se han expre sado en cambios esenciale s
en cuanto a l os i ntereses estratégi cos de la s muj eres como son el acceso
a la toma de decisiones, viol encia y derechos sexuales y repro ductivos y
por otro lado en el cambio de la s actitudes y responsabil idades, es decir
en el cambio de las rela ciones de género, en los hombres.
La segunda fase por otro lado busca superar esa declinaci ón o su amenaza y puede según Enriq ue Gomári z, tener dos opciones: a) form ar part e
de una dinámica postfeminist a en donde los mecanismos nacional es se minim i zan y el movimiento de mujeres es o continúa siendo una minorí a
activa más o b) abandonar l a vi sión de la primera fase para proponers e
una estrategia más inclus iva: “ La i dea motriz post ula que, a parti r de l a
plataforma creada por l as mujeres para las muje res, se pase a la conquista del conjunto de la sociedad para l a igual dad de oportunidades. Esto
signi fica el mantenimi ento del compromiso con la equidad de género pero desde una perspectiva que persigue la inc lusió n. Impli ca el mantenimiento de l a acción convergente entre l as inst ituci ones públ icas y la sociedad ci vil, trabajando, i nterpel ando, capacitando no solo l as mujere s
sino tambi én los hombres. Una polí tica que ti ene como norte la corresponsabil idad de todos l os seres humanos, tanto en l os espacios público s
21 5.E. Gomáriz. Postfeminismo, Conflicto de sexos o democracia de género: La Encrucijada del
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con en los privados .” 24
P ara al gunos y algunas la propuesta de Democracia de género surge como
una vi sión en construcción que busca combi nar l os elementos positivos
de la experie ncia acumula da y los desafíos actuales, que para algunas o
algunos es una meta en sí , pero para otras u otros es otra estrategi a de
acción que convoque y movili ce la corresponsabil idad de muj eres y hombres de la sociedad.
En Honduras, l os debates teóricos nacional es sobre un modelo de sociedad, son de muy recient e data. Estos se han dado a luz de una inci piente
profesi onali zación de l os procesos de construcción de polít icas pública s
en los últi mos cinco aĖos, asociadas con la i nfluenc ia de la cooperación
interna cional y en respuestas hacia el impacto del Huracán Mit ch. Son
justamente l os procesos de construcción de políti cas públic as hacia l a
equidad de género que en forma muy precaria han comenzado a reconocer
y moviliz ar en primera i nstancia, l a sociedad civil como un contribuyente del proceso. En partic ular los perío dos alrededor de l a aprobaci ón
de la Ley de prevención contra la Violenci a doméstica entre 1995 y 97,
y el corto perio do de discusión de l a Ley de I gualdad
de oportuni dades para la M uje r (20 00), generó una discusi ón , aunque breve, sobre
el tipo de sociedad al que se quisi era aspirar en Honduras. Otros int entos, como el proyecto de Visión de Paí s, apoyado por PN UD y la Iglesi a
Católica, lamentablemente no ha profundi zado en su totalid ad y en cobertura, en l a rel ación de dependencia exist ente entre la desigualdad de género y los objeti vos de la sociedad a la que se aspira alcanzar.
En las organizaci ones de y para mujeres hondureĖas exi ste una gran inquietud y beligera ncia para la trans formación de la sociedad, pero aún
está restri ngida en cali dad al abordaje de las pl ataform as mundiales y
dirig ida pri ncipal mente a la población femenina. Es en cambi o en las organizaciones campesinas donde sin tener un manejo especiali zado teórico y prácti co sobre el
abordaje de género, es donde se plantean constantemente aspiracio nes de transf orm aciones para ambos hombres y
mujere s: “ cami nar a l a par”.
En sí ntesis, en Honduras existe una deuda pendiente en l a sociedad con un
debate serio y ampl io que se art icul e con vi siones de su propio destino
que no sea más al lá de los cuatro aĖos de cambi o de gobierno. Las propuestas al rededor de l a necesidad y viabil idad de un modelo de democracia de género son esenciale s para l a i ntegración de hombre s y muj eres y
la juventud en l a dinámi ca ci udadana. Y solo pueden ser vistas como aporsiglo XXI. Pág 51,Democracia de Género, 2000.
22 E. Gomáriz. Postfeminismo, Conflicto de sexos o democracia de género: La Encrucijada del siglo XXI. Pág 51,Democracia de Género, 2000.
23 G Castellanos, Desarrollo del concepto género en la Teoría Feminista, Universidad del Valle
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tes y ganancias que le inye ctarí a un mayor valor agregado al alic aído foro de discusión teóri co sobre la igualdad de género y rescatarla de la dinámi ca en l a cual se encuentra atrapada de continua contestación a los
lentos movimient os de la dinámi ca gubernam ental y de resi stencia generalmente pasi va frente a los poderosos grupos alinea dos con el mensaje ul traconservador de la s Igl esias.
2.3 Masculinidad y Teoría
En el ámbi to del desarrol lo teóri co sobre la masculi nidad, constatamos
que los primeros estudios sobre la mi sma no son de reci ente data como
generalmente se piensa, si no se dieron en los aĖos setenta princi palmente en USA. Estas publ icaciones abarcaban temas desde l a li beraci ón masculina , hasta reacciones antifeminist as, en un claro cuestionamiento del
rol social del varón. Sin embargo esta producción muy li mi tada ha lle gado con veinte aĖos de retraso al intenso trafi co de ideas, presencia y propuestas femi nistas. El anál isis i nicia l sobre la condi ción del varón, surge cl aramente bajo la presió n del cuestionamiento feminis ta sobre la s
relaci ones de dominación de género.
El estudio de sistematizaci ón25 publi cado por E. Gomári z en 199 7, da valios a i nformación sobre el tipo y ampli tud de informaci ón realiza da sobre el tema, que cubre 246 public aciones. Este trabajo nos indi ca que en
los aĖos ochenta se comienza un crecimi ento progresivo de public aciones
sobre el tema que están rel acionadas con corrient es teóric as sobre l a
masculini dad.26 La
sistematizaci ón seĖala, sin embargo, que l a
producción escrita en América Latina ha si do exi gua hasta hace poco, l o
que ha provocado el uso de la i nformación acumul ada aún desde su contexto anglosaj ón. Al igual que en el debate del femi nismo de l a diferencia,
pero en menor escala es posible encontrar un debate sobre la re laci ón
entre una masculini dad hegemónica global y difere ntes masculi nidades
determinadas por una serie de factores contextuales vincul adas a la s caracterí sti cas particul ares cultural es y étnicas de la mi sma.
Una im portante seĖal que la s publ icaci ones de la década de los noventa
aparentan dar es la pres encia de una crisi s generalizada de la masculinidad tradic ional , frent e a la cual se intentan tener propuestas que están
relaci onadas con: a) una reconstrucci ón urgente de la masculini dad, en
algunos casos como una reacción frent e al proceso de empoderamiento de
las muj eres, b) profundizar l a crisis hasta la deconstrucci ón de l a
masculini dad tradicio nal y c) l a construcción de una masculi nidad nueva
y alternati va. Todos en una gama que oscila desde la perspecti va prof emini sta l igada a la perspectiva de l as muj eres hasta la de una masculi24 E. Gomáriz, pág. 5152.
25 Introducción a los Estudios sobre Masculinidad. Enrique Gomáriz Moraga, CNF, 1997.
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nidad autónoma, dónde los hombre s refl exionen y organicen sus vi das en
una forma renovada de la masculinida d hegemónica. Es important e destacar que en el breve desarrollo del pensamiento sobre la masculinid ad, el
trabajo hasta ahora reali zado no solo debe ser considerado como un dato
im portante más o folklóri co, si no que su importanc ia como aporte a
la
construcción de l as rela ciones de género l o ha ido haciendo más atracti vo
para l as y los invers ores en cooperación int ernacio nal, así como para
aquell os y aquellas que considera n que los avances estableci dos como un
producto y accionar preponderantemente de l as muje res aparentan haber
entrado en una fase de menor pri orida d o de decadencia .
P or otro lado, no es novedad que la tendencia rel acionada a la reconstrucción de l a masculi nidad, en especial como reacción al avance femini sta,
se ha i do construyendo en forma acelerada en al gunos países en diferentes formas y en muchos casos a una visió n apocalípt ica y re ligi osa de cómo el orden humano debe ser.
Al respecto, es int eresante la constatación que en el documento “Democracia de Género27”, E. Gomári z, reali za sobre las caracterís ticas de
contestación que la reacci ón masculina en USA comienza a desarroll ar
frente a l a prá ctica de l a propuesta femi nist a que j ustamente no ha incluid o el apoyo al desarrollo del trabajo en identidades masculinas. Esta
respuesta constestari a parece proveni r desde el movimient o relig ioso,
que ha comenzado organizar los hombres en una reconstrucción de l a
masculini dad paternal ista y famil ist a, tanto desde el i slamismo afroamericano, como de los Prom i se Keeper, de orie ntación interracial , int erclaci sta e interre ligi oso. “ Se tra ta de l a res puesta masculina ante el
margi nami ento de los hombres de la equidad de género que, en un contexto de guerra de sexos, se traduce ineludibl emente en l a estigmatización
del varón. El hombre es ontológicamente malo, o dicho con una consigna
de muchas feminist as norteamerica nas: Men are Pigs. Mill ones de hombres y mujeres de Estados Unidos se han puesto de pi e, con la Bibli a en
la mano para demostrar lo contrario:” (Gomári z. pg.55).
En Centroamérica y en partic ular Honduras es cl aro constatar por un
lado tímidos esfuerzos en la dirección de la construcción de masculini dades alternativas, pero tambi én fuertes form as de resis tencia, que si bi en
son menos
refinadas en cuanto a organizaci ón masculina de la re acción, apuntan a la descalif icación de l as agendas de l as organizaciones
de mujeres, sobre una argumentación moral y rel igi osa que plantea el
rescate y el re greso a l os
valores m orales de l a sociedad tradici onal.
26 La perspectiva conservadora, la perspectiva profeminista, la perspectiva de los derechos mas-
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El estudio his tóric o de R. Tábora sobre “ Mascul inid ad y Violencia en l a
cultura polít ica HondureĖa,” es uno de los pocos, si no el úni co trabaj o
exist ente de análisi s de las raíce s de construcción de género de l a cul tura polí tica, que ilust ra con clarid ad la construcción social histórica de
los l iderazgos polí ticos sobre l a afi rm ación de una masculi nidad hegemónica identificadas con una tradició n ladi na y rac ista, con el uso de l a
fuerza, con la vi rili dad, la y la temeridad en el perío do 1887 -1949. El
periodo posterior y muy reci ente del li derazgo mi lit ar, solo sirvi ó para
la consoli dación del lid erazgo de la mano dura. Pero al mi smo tiempo en
el estudio his tóric o se constata otra faceta fre nte a la soledad de los li derazgos masculinos : “ Frent e al impacto de la viol encia polít ica y la situación de radica lida d existencial generada, dichos actores buscan diversas salidas, y construcció n de sentidos frente a lo vivi do: búsquedas estéticas, románti cas , y re ligi osas.”28 Pienso que son estas característ icas las que aún se re conocen en algunos lid erazgos polí ticos y gremiale s
im portantes que se contraponen con l a expres ión de otras form as de l iderazgos, que si n cambiar esencialm ente el modelo del li derazgo masculino de seguridad en las decisi ones, han buscado i ncorporar el cons enso y
la concertación, caracterís ticas tradici onalmente identifi cadas con lo femenino maternal .
En retros pectiva, l a masculi nidad hegemónica y tradi cional en Honduras
a pesar de l os avances en l os marcos juríd icos aún florece en múlt iple s
mani festaciones, como por ej empl o: el paternali smo de l as propuestas de
apoyo a la igualdad de la muj er sin reconocer el estatus l egal minist erial
adecuado; la desigual represe ntatividad y l a forma de int egración de la s
dirig encias parti darias , gremial es y en los nivele s decisivos en los organismos del Estado, la crecie nte parti cipaci ón y consolid ación del modelo masculino de la iglesi a en los
mecanismos que necesaria mente
deberían dar l a sustentación del l aici smo del estado moderno hondureĖo.
3. La Masculinidad y su Abordaje : Algunos
antecedentes de Centroamérica y Honduras
En Centroamérica, l a discusión sobre la masculinida d es propi a de la década de los 90. Esfuerz os de FLACSO/Costa Ric a y la dinámica de la discusión
femi nist a en Ni caragua aparentan i nicia r el actual proceso.
En Ni caragua, en el seno de la ONGę Puntos de Encuentro se estimul a en
funcionarios una ref lexió n que culm i na con la organi zación de un tall er
vivenci al imparti do por un conferencis ta canadiense a i nici os de 1993 ,
que produce una verdadera conmoción emocional y de refl exión profesi o-
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nal en la mayor parte de l os asistentes. A consecuencia de esta experi encia, 7 técnicos de diferentes organizaciones inic iamos un proceso de reflexi ón entre pares sobre el rol de la masculinida d y l a viol encia: nacía
el grupo de Hombres contra la Violencia, el cual en constante i ntercambio con diferentes muj eres femi nistas ini ciarí a un la rgo proceso de consoli dación. A part ir del ingreso de un asesor de CANTERA al grupo en
1994, la vincula ción entre la experi encia del grupo de hombres con l a
capacidad técnica de Cantera en educación popular , daría lug ar en 1995 ,
al ini cio de l os cursos de masculini dad que caracteriz an a esta i nsti tución. Varia s experie ncias i nsti tucionales se ini cian en consecuencia a este trabajo del Grupo de Hombres y las capacitaciones en Masculinid ad que
afectan sucesivamente Ongęs. Un ejemplo es el Servici o Holandés de Cooperación (SNV) que desde 199 4, comenzó a aplicar en uno de sus programas regionales l os elementos de sensibil ización de género tomando a
los hombres no como objetos , sino tambi én como sujetos activos de movili zación de las rel aciones de género. Los efectos de la discusi ón interna
en el seno de SNV, tuviero n su impacto en l a perspecti va del programa
SNV en Honduras a mediados de los 90, que estim ul ará en el contexto de
la form ula ción y aprobación de l a Ley contra l a Violencia, junto a CEMH, l os pri meros debates sobre identidades de género con l a femi nist a
M arcela Lagarde y sociól ogo Dani el Cazes (19 97), y l a facili tación de
interc ambi o de experi encias con Nicarag ua en materia de capacitación
para funci onarios en Consejerí as de Famili a y atención a agresores en
viole ncia Doméstica.
3.1 El debate de la Masculinidad en Honduras: el breve período
La poblaci ón masculina en Honduras represe nta el 50,2 por ci ento del
total, con un índic e de esperanza de vida menor que las mujeres, con tasas de mortali dad mayor y si gnifi cativamente bajos porcentajes de acceso a l a atención sanitaria. Mient ras que su posici ón masculina al acceso a
los i ngresos, empl eo y ámbitos polít icos de toma de decisi ón es sumamente privil egiado. A pesar de las evi dencias de la desigualdad expre sadas en form a estadística y de denuncia social, el debate sobre el tema de
masculini dad como tal, ha surgido en los 6 últ im os aĖos en forma dispersa y vinc ulada a la dinámic a de l as
discusiones centroameri canas en el seno del movimiento femini sta, el reconocimi ento de la viol encia doméstica como un delit o públi co y la i nflue ncia de la cooperación internaci onal vi nculadas a la transici ón del enfoque Mujer y desarrollo a
Género y desarrol lo . Las refl exiones en el tema de masculini dad principal mente han estado relaci onadas con la viol encia y l a salud repro ductiva.
culinos, la perspectiva espiritual (mitopoética) , la perspectiva socialista (teoría marxista) y la
perspectiva de la diversidad.
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Las principales actividades se realizaron en:
• 1995. En la sistematizaci ón reali zada por J. Rodríguez se i ndica que
la pri mera activi dad de la que se ti ene registro se desarroll ó en 1995 ,
cuando el comité de M uj eres por l a P az “Vis itación P adill a” re aliz ó
una serie de reunio nes de tipo autónomo y refle xivas sobre el tema de
la masculinida d con hombre s al legados a esta insti tución. Este grupo
contó con l a parti cipaci ón de alred edor de 12 hombres y desarroll aron el prim er tal ler sociovive ncial de la masculi nidad en Honduras en
Septiembre de 1995 .
• 1996, CDM: En este aĖo en el ámbito del Centro de Derechos de Mujeres (CDM ) se conformó un grupo de hombres con el fin de i nici ar
un proyecto pi loto de masculini dad para trabajar con hombres que
ejercí an viole ncia doméstica en sus casas. Este grupo li derado por el
Sr. Renato Centeno que ya había partici pado en l a experie ncia de Visitación Padi lla, final mente no prosperó debido a la debilidad metodológi ca del grupo en sus etapas i nicia les, el fal leci miento del pri ncipal
prom otor y además debido a que el CDM no lo consideró una activida d
priorit aria de la inst ituci ón, dado que el tratamien to de hombre s
agresores se int erpretó como potestad por l ey de las Consejerí as de
Fami lia..
• 1997, CEM-H : Por su parte el Centro de Estudios de la Mujer (CEMH) desarroll ó en 1997 el seminari o de “M asculini dades en l a Perspectiva Igualit aria de Género” impartid o por l a antropóloga mexicana
M arcela Lagarde y Daniel Cazés. En este tall er se trabajó con grupos
de hombres y de muj eres separados que al final del evento hicie ron
una puesta en común y discutieron sobre temas relacionados a l a problemátic a de genero en Honduras.30
Tambi én desde esta organización se apoyo el trabajo del Colectivo Violeta (grupo gay) en la refl exión y proyección de la s i dentidades masculina s. Se han imparti do además numerosos tallere s mi xtos a funci onarios y funci onaria s del estado en el INFAH, Educaci ón e I NFOP. Desde la etapa de reconstrucción post M i tch, en la hoy ll amada Colonia
Cruz Roja, se ha comenzado a inc orporar (2001 ) y aplic ar los primeros pasos para apli cación de un enfoque de masculinida d, con el
apoyo de un técnico ya form ado en Nicaragua, perteneciente a las Consejerí as de Fami lia .
• 1997, Prom ul gación Ley contra la viol encia: Las responsabil idades
que la prom ul gación de l a Ley contra la viol encia doméstica inc orpora a l as activi dades de las Consejería s de famili a y por ende al Dpto. de
Salud Mental de l a Secretaría de Salud, motivó a que autorida des de es-
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ta i nsti tución organi zara en 199 7 un curso sobre viole ncia y masculini dad al personal masculino de la Secretaría, imparti do por el Lic.
Antonio Ramí rez, de nacional idad mej icana. Como res ultado de la sensibil ización que se produjo en los hombres que asisti eron a algunos de
estos talle res, se decidió crear un grupo de ref lexi ón sobre la masculini dad y la violenci a. A este grupo se le dió el nombre de Colectivo de
hombres contra la vi olencia en Honduras y posteriormente se l e rebautizó con el nombre de Colectivo de Hombres sin M áscaras. Este
grupo que se concentraba en funcionarios de la Secretaria de Salud y
del P ost-grado de Salud Públ ica y era visto desde la inst ituci ón mayorm ente como un grupo técni co que pudiera cumpl ir un ro l terapéutico de apoyo al tratami ento de agresores, que por l ey deben asistir la s
Consejerí as de Famili a.
• 1997, El Colectivo de Hombres sin M áscaras: Este colectivo de hombres que desarrol ló activida des entre 1997 y 99, i nició un proceso
valio so de discusión de l os temas rela cionados al género masculi no. En
el transcurs o de estos aĖos el colectivo desarroll ó diferentes actividades como tall eres socio - vivenci ales, partici pación en feri as de salud y la publica ción de al gunos mani fiestos condenando l a violenci a
domestica. El colectivo fue patrocina do coyuntural mente por l a cooperación int ernacio nal, como son OPS y PR AIM -GTZ.
A partir de 1999, el Colectivo desaparece rápida mente en parte por
la vincul ación sectoria l estri cta al trabajo de las Consejerías, el decaimient o o postergación del fi nanciamient o int ernacio nal para un
proyecto int egral y princi palmente por l a ausencia de un proceso de
consolidaci ón i nterna
entre sus miembros. Este últi mo aspecto se
considera de fundamental i mportancia si se comparan con l as experienci as de otros grupos en Uruguay y Nicaragua que han i nvertid o
varios aĖos en su consolidación interna . El Colectivo de Hombre s si n
M áscara fal ló en desarroll arse como grupo, en especial en la construcci ón re flexi va de re laci ones soli daria s i nternas tanto vivenc iale s
como técnicas, que son un requisi to míni mo de sostenibili dad previo a
insti tucionali zarse como Ongęs o grupo técnico.
• 1998. I nvestigación sobre masculini dad . El proyecto de Atención Integral a l a M ujer (PRAIM) de l a GTZ y la Secretarí a de Salud, patrocinaron el único diagnóstico exi stente sobre l a sit uación de l a masculini dad y la salud. “La sist ematización rel ativa a la masculinid ad, l a
salud sexual y Reproductiva de los hombres y su relac ión con l a salud
sexual y Reproductiva de la s mujeres ” recoge i nformación valios a
sobre la situación de los hombres del
Distrit o Central, rasgos sociocul tural es de l a masculinid ad hegemónica, además de reseĖar la s
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prim eras experi encias sobre este tema, en los
úl timos 5 aĖos
relat ivos a 1998 y dar sugerenci as para el abordaj e de los hombre s
desde el punto vi sta de la salud.
• 1998-20 00. Tall eres de Capacitación con Funci onarios del Dpto. de
Salud M ental: En el marco de las activi dades del Dpto. de Salud Mental
y con el apoyo del SNV, se real izaron diferentes capacitaciones con
apoyo del Si cólogo Rubén Reyes y posteri orm ente con el Li c. Oswaldo
M ontoya , ambos miembros del Colectivo de hombres contra la Violencia
de Nicaragua, sobre masculinida d como identidad y luego sobre el Tratamiento de Agresores en Violencia doméstica. Estas capacitaciones
fueron compl ementadas por la capacitación en 1999 de dos funci onarios del Dpto. de Salud Mental , de 4 tallere s en masculinid ad, real izados en Cantera, Nicarag ua.
• 1998-20 00 Programa Regional I ntibuca. En l a regi ón de I ntibuca y
la Esperanza se capacitaron diferentes funcionari os del SNV y dirigentes de organizaciones contrapartes cooperati vist as como Lencas en
género y masculi nidad, así mi smo a l a Comi sión I nteragencial de género de Int ibuca. Las activi dades de capacitación tanto en Cantera y en
La Esperanza misma sentaron i mportantes precedentes que contribuyeron a facilit ar el trabaj o de género en las inst ituciones mis mas.
Otras actividades:
• En el ámbito del Post-grado en Salud Públic a se real izaro n publ icaciones en una revis ta que produjo 2 números. Y se trabajan en
algunas
tesis referidas al tema de masculinid ad
• Se han reali zado capacitaciones con apoyo de UICN, en masculinida d
durante el proceso de formulac ión de la políti ca de Equidad de Género en l a Secretaría de l os Recursos Natural es y Ambiente (SERNA).
• En el I NAM se han i do capacitando dos funcionari os y se ha int ermediado para l a real ización en el aĖo 2001 de algunos talle res de
prevenció n de l a violenci a doméstica.
• 2000-2001: Capacitación nacional. En el seno de la Coordinadora Int eragenci al de género, en febrero del 2001 se aprobó un esfuerzo conjunto entre diferentes agencias int ernaci onales ( ACDI , CHRI STIAN
AID, DED, SNV, ASDI Y CID) para el cumpli mi ento de 4 objetivos a
corto y mediano pl azo: a) concientizar a hombres y mujeres sobre la ne cesidad de establecer relaciones justas donde la igualdad y equidad gené rica prevalezcan, b) Preparar teórica y metodológicamente a miembros de
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las contrapartes en la temática de masculinidad, c) Incidir en la opinión pú blica en lo que a género y masculinidad se refiere, mediante actividades, in vestigaciones, foros seminarios, programas radiales, televisión y en los pro gramas educativos en todos los niveles, d) Organizar una instancia desde
los hombres que contribuya fundamentalmente, a que las relaciones entre
hombres, mujeres, niños sean justas, que el vivir sea realmente una expe riencia donde predomine el amor.
Esta decisió n da continuidad a activi dades i nicia das por el CID en el aĖo
anteri or con un taller de int roducción al tema, como part e de su programa regional en masculini dad.
En el transcurso del aĖo 2.001 se i mpl ementaron varios tallere s que
forman parte de un curso de capacitación a técnicos local es en las agencias y contrapartes en el abordaje de la masculi nidad. Para 2002, l a
coordinación Int eragencial le dará seguimiento al cumplimient o de los
objeti vos c y d.
Los re sultados de este i ncipi ente proceso son muy prontos para evaluar,
debido a lo reci ente de su reali zación, aunque l a inici ativa que ha dado lugar este proceso es de incuestionable val or. Sin embargo, este esfuerzo
se ha limit ado a una coordinación entre igual es y no ha avanzado desde el
inici o a la inc lusió n de otros actores i nstitucionales que podrían aportar
a una discusión y compl ementarie dad más amplia , como es el caso de la s
Uni versid ades, Comis ionado de Derechos Humanos, redes de organizaci ones de muj eres y de organi zaciones campesinas. También se ha observado que las pri meras reacci ones de las capacitaciones son divers as. A pesar de la s buenas val oraciones en lo indi vidual , aparentemente no han
generado un mayor compromiso vi vencial y prof esional entre l os partici pantes y entre las contrapartes y los mismos funcionari os, para los
periodos establecidos entre tallere s. Compromi so que es un producto
frecuente en la s experienci as en masculi nidad en Nicarag ua. Uno de los
factores que pueden estar contribuyendo a esta sit uación radica que la fase de sensibiliz ación, en l as organizaciones patroci nadoras y contrapartes, se ha visual izado como un producto posterior y no como una condición contextual y fundamental para ini ciar el proceso, como surge de la s
experienc ias propias del autor de este documento.
Algunas debilidades estructurales
En general, en el proceso de i ncorporación de un abordaje en masculi nidad en Honduras, asociamos en esta primera revi sión con la s siguientes
debil idades:
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• La ausencia de conocimientos técnicos y experi encias en hombres y
también en muj eres en traducir el enfoque de género en un proceso
sostenible de re flexi ón sobre las estrategi as factibles para l as transformaciones de l as rel aciones de género en Honduras. La preponderancia de l os modelos de mujer y desarrol lo y la poca clarid ad acerca de
cuales son los requisit os necesarios para aplic ar con eficacia mai nstreaming, han impedi do el pensar l a masculi nidad en términos más
allá de l o sectori al.
• La asociación uni lateral del trabajo de masculinida d con el tema de l a
viole ncia de doméstica y salud sexual repro ductiva. Desde un inic io y
sigui endo patrones de necesidad de los proyectos de prevención en vi olenci a, se ha establecido una vincul ación bastante rígid a y muy precoces entre la s muy i ncipie ntes experie ncias de refl exión en identidades masculi nas con la necesidad de encontrar mecanismos de cumplimient o a l as obliga ciones estableci das por la s leyes.
• La ausencia de otros actores u organizaciones social es, de polí ticas que
se i nvolucren en el abordaje de masculini dad relacionándolo con otros
temas u ejes de transform ación societal, como son lo étnico, los derechos Humanos, manejo de conflict os, l iderazgos políticos y grem i ales,
ciudadanía y gobernabil idad.
• La ausencia de mecanismos de coordinación entre organizaciones de
mujere s, grupos de hombres y organizaci ones mixt as para l a refl exión sobre las transform ación de l a sociedad en los temas de i gualdad
de oportunida des.
• La falta de trabajo de i nvestigación tanto individua les como univers itario s en diferentes áreas social es, económic as y políti cas que develen la aceptación de una sociedad mult icul tural, que ofrece diferentes
formas de masculini dad.
• La fal ta de un proceso constante y de crecimient o vivenci al y grupal
entre los hombres en refl exión. para desarrol lar soli dari dad entre los
mis mos y
superar la s tentaciones y presi ones de transf orm ars e
en organizaciones form ales de asistencia o de suministro de servic ios.
• La falta de un debate profundo al i nteri or de agencias sobre el logro de
la igual dad de género y como traducirla en una visió n y accionar estratégico.
27 Postfeminismo, conflicto de sexos o democracia de género: La encrucijada del siglo XXI. E. Gomáriz, Democracia de género, 2000.
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3.2 Masculinidad y oportunidades del Marco jurídico.
En Honduras exi sten principa lm ente 4 marcos j urídic os que permit en
acciones i nstitucionales en el tema de masculinid ad con hombres , aunque
son muy
divers as entre sí , debido al grado de precisi ón. Estas son
La Ley contra la
Violenci a Doméstica, La Ley de Igual dad de oportunidades para la Mujer y las Polít ica públic as sectoria les hacia la Equidad de Género, entre las que se
destacan la Polít ica Nacional de la Mujer (2002- 2005), l a Polí tica de la SERNA y la del AGRO (2 0002015).
La Ley contra la Violencia Doméstica
La promulga ción de la ley contra la violenci a domestica en 1.997, marca el primer resul tado de un proceso int enso de reconocim i ento y debate
público de la problemátic a de la viole ncia como delito público y no como
tradi cional mente se veía, un suceso del ámbi to privado. Este proceso fue
precedido por la creaci ón de la s Consejería de Fami lia, en 1.993 y l a
Fiscal ía de la M ujer en 1.994. Ambas i nsti tuciones se conviert en en ejecutoras de l a l ey.
El debate nacional, pre vio a su promulga ción, aparenta motivar desde
1.995 “ que el abordaje relac ionado a la masculini dad en Honduras haya
sido monopolizado por el fenómeno de la vi olencia y por ell o la pri meras
acciones que se desarrolla ron en el país con el género masculi no estuvieron rel acionadas a
este tópico31.
Es en el art ícul o 6 de la ley, que se ref iere a Medidas Precautorias, que
se
específica la más concreta referenc ia para facil itar un trabajo específico en masculinid ad : “Disponer la asistencia obligatoria del agresor a
servicios para su re-educación, la que será impartida por la Consejería de Fa milia más cercana, u otra organización no gubernamental especializada en es te tipo de atención, con las cuales el Poder Ejecutivo celebre convenios de es ta naturaleza”.
P or eso, las Consejerías de Familia de la Secretaría d e Salud, se convirtiero n en inst ancias que de acuerdo con l a ley debía atender tanto a hom28 Masculinidad y Violencia en la Cultura Política HondureĖa. R. Tábora. 1995
30 CEM-H y SNV (1997) Las masculinidades en las perspectivas Igualitarias de Género. Memoria
del taller desarrollado en Tegucigalpa, Honduras en 1997.
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bres como a mujeres l uego de produci rse las si tuaciones de violenci a en
los hogares. Se posibilit ó la creaci ón de algunos pocos centros especial izados en donde se procedió a atender a hombres que han ej ercido viol encia contra sus parejas e hijos . En ell os se hiz o un i ntento con el apoyo
insti tucional nacional e internaciona l, de patroci nar el surgim i ento de
una organi zación de hombres refle xionando sobre la vi olenci a de género
(Grupo de Hombres sin Máscara), para que acompaĖara el proceso de rehabili tación, aunque dicho esfuerzo no fue sostenible. Sin embargo parte de la metodología se ha ido util izando en la s Consejerías por algunos
funcionarios que parti ciparon en el experi mento del Grupo de Hombre s
sin mascara, y recibi eron capacitaciones desde Nicaragua (Cantera, grupo de Hombres) y México (CORIAC).
Según J. Rodriguez, “el tiempo promedio durante el cual los hombres deben asistir a estos servici os es de aproximadamente dos meses, después
de l os cuales se les entrega una constancia para que la presenten en el
juzgado que ori ginal mente l os ha remit ido. Después de este periodo es
muy raro encontrar que l os mismos hombres perseveren en el programa”.
A pesar de los avances en mecanismos y marcos juríd icos para l a prevención y erradic ación de la violenci a, aun se carece de una polít ica pública nacional mult isectoria l hacia l a prevenci ón y erradica ción de l a
Violencia claram ente
estructurada, que tenga ejes metodológi cos reconocidos por todas la s i nsti tuciones que se apoyen también en el abordaje de masculi nidad tanto terapéuti co de agresores como pre ventivos.
Varios de los problemas que afectan la apli cación de la Ley actualmente,
se deben al abandono del debate ampli o y l a presió n de la sociedad ci vil,
la fal ta de compromi so polít ico del Ej ecutivo y legisl ativo para apoyar
financ iera y técnicamente las i nsti tuciones res ponsables.32
La Ley de Igualdad de Oportunidades para la Mujer.
Otro marco juríd ico importa nte es la Ley de I gualdad de Oportunidades
para l a Mujer (decreto 34- 2000). Aunque l a i nicia tiva de ley databa del
31 Sistematización Relativa a la Masculinidad, la salud sexual y reproductiva de los hombres en
Honduras. Op Cit P.6 J. Rodriguez
32 Percepción e Interacción: una primera aproximación al análisis de las políticas públicas hacia la
equidad de género en Honduras. M.E. Méndez/E.A. Montesdeoca, noviembre 2001.
33 Escritos en el Aire: Mujeres y legislación en Honduras. Margarita Puerto Gómez, septiembre
2000.
34 Entre 1924-27 surge la Sociedad Cultura Feminista , en 1944 los movimientos sufragistas y
en 1995, se reconocen derechos políticos a las mujeres.
35 En 1984 surge Comité de Mujeres por la Paz Visitación Padilla en 1987 el Centro de Estu-
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13 de octubre de 1998, recié n fue pres entada por la Comisi ón Ordinari a
de la Mujer del Congreso Nacional y aprobada el 11 de abril del aĖo
2.000, en medio de un proceso conflict ivo y de movil izaci ón ci vil. Esta
ley consta de seis capítul os desarrol lados en 89 artíc ulos que buscan
integrar y coordinar l as acciones que el Estado y la sociedad civi l tiene
que ej ecutar para eliminar todo ti po de
discrim i nación contra l a
mujer y garantizar la i gualdad de hombre s y mujeres ante la l ey33.
Si bi en esta ley consagra, con cierta s dific ultades de i nterpret ación, l a
erradic ación de l a discri mi nación de l as mujere s por medio de la unif icación en un conglomerado de la s disti ntas disposiciones del marco formal i nterno de protección a l os derechos de la mujer, perm i te y ra tif ica, por otro lado, posibil idades de trabajo en mascul inid ad en los artí culos referi dos a la Educación y
Cultura (art. 10, 11, 16 y 28)
La Política Nacional de la Mujer:
En el contexto de la creación del INAM y l a aprobación de la Ley de Igualdad de Oportunida des para l a M uj er, se i nici ó desde el primer semestre
del aĖo 2.000, el proceso de form ul ación de la P olít ica de l a Mujer. Este proceso part icipa tivo de inst ituciones estatales y de la sociedad ci vil,
ha producido un documento de políti ca que expresa la voluntad de abordar la problemáti ca de la mujer a través de un Plan de Acción que re conoce 5 ejes temáticos: Salud. Educación y M edios de Comunicación, Violenci a, Economía y Pobreza y
Parti cipaci ón Social y P olít ica . Cada eje temático consta de objeti vos específicos y acciones destinadas a su
im pl ementación que perm i ten el abordaje de género desde la masculi nidad y las mujeres . Pero son especial mente en los temas de Salud, Violenci a y Educación que se destacan acciones más especificas. En la actuali dad el proceso ha l legado a su fase de negociación y adopción por l a
Admi nistra ción Flores, esperándose que la futura admi nist ración l o
apruebe y lo i ncorpore como una políti ca de Estado.
Oportunidades en otras Políticas Públicas:
Tanto en las propuestas de la s Polí ticas hacia la equidad de género de l a
dios de la Mujer (CEM-H); en 1988 CLADEM-H y posteriormente el Centro de Derechos de la
Mujer; en 1989 CODEMUH.
36 En general podemos decir que diversidad y complejidad caracterizan el concepto de movimiento de mujeres en Honduras, termino que algunas veces es denegado por las mismas dirigentes feministas como adecuado para calificar el conjunto a veces coyuntural de las acciones
reindivicativas de organizaciones de y para las mujeres vienen impulsando para el reconocimiento de sus derechos plenos.
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SER NA, la Polí tica del AGRO, la Polí tica de Salud Sexual y Repro ductiva
y la de la Secretaría de Fi nanzas, exis te sufic iente espacio estratégico
para la inc orporaci ón de un eje especifico destinado a las sensibil izaci ones de género hacia hombres. En el caso de l a SERNA y l a Salud Sexual Reproducti va, están definidos estos mecanismos con mayor claridad. La actual dif icult ad en la apli cación de l as polít icas es l a falta de ofici ali dad de
las mis mas, los recurso s
técnicos y fi nanciero s para ejecutarlas.
4. Masculinidad desde la Mirada de las mujeres
“Me amansan a mi , pero no amansan a mi marido”
Campesina de Inti buca
El debate de la i gualdad entre mujeres y hombres en Honduras tiene una
larga hist oria que se remonta a la década de los aĖos veinte 34 del siglo XX;
sin embargo, como proceso de discusi ón y reivi ndicación de propuestas
feminist as y del movimiento de mujeres es mucho menor, con una antigüedad de aproximadamente 17 aĖos35. Es en l a década de los noventa que
junto al impacto de l os eventos i nternaci onales y la consolidaci ón de democratización int erna del país, abre la discusión de la s mujeres a los temas de perspectiva de género, viol encia doméstica, derechos reproductivos, sexuali dad, etc. Se abre desde entonces una fase de continuos int entos de unif icar l a diversi dad y compl ejid ad de las diversas organizaci ones de y para mujeres , con la plataforma sensible a género de las organizaci ones mixtas . Parece haberse consolidado,
desde entonces, y al
igual que en otros países un accionar del movimiento de mujeres 36 destinado a la afirm ación de la plataforma de l as Conferenci as
Int ernacionales y destinado priori taria mente a una población femenina.
A pesar de l os avances, en los ámbi tos de l os derechos j urídic os, exist en
difi cultades en el re conocimiento y la aplicaci ón de los mismos en la s
insti tuciones gubernamentales centrali zadas como descentral izadas como
en l a sociedad civil. En especial exist en difi cultades asociadas con l a cultura ci udadana, en la expres ión de l os derechos sexual es y reproductivos,
la aún crecie nte viol encia doméstica y el m anej o de l os ámbi tos del poder
polít ico y distribuc ión de los i ngresos en l a órbita doméstica. El creciente discurso , re ligi oso y de funcionari os gubernam entales afines, de
condena a las demandas y derechos
adquiridos por las mujeres y minorías expres a una seĖal que puede indicar que el abordaje de l a cuestión
de género debe ser revi sada y adecuada para que sea asumi do en una forma más amplia que l a exclusi va pl ataform a de las mujeres organi zadas,
en especial de l as organizaciones de mujeres del ámbi to urba no.
De esta manera, si analiza mos l os procesos hi stóri cos, vemos que el te-
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ma de masculinid ad en Honduras se incorpora tardía y margi nalmente l igado a la problemáti ca de la viol encia doméstica y salud sexual y reproductiva, impulsa do princi palmente por la cooperación a fine s de los noventa. Y no como un tema de i mportancia en la discusi ón sobre la igualdad de género y la transici ón de los enfoques de muj er y desarroll o a género y desarrollo , o más acá como un proceso polí tico de construcción de
una democracia de género.
¿Qué piensan algunas mujeres liderezas del enfoque de masculinidad?
P ara responder a esta pregunta, se reali zaron 17 encuestas con diferentes muje res en posición de lide razgos. Sobre la base de las diferentes
respuestas sobre 5 preguntas menores (ver anexo) se lleg aron a las siguientes considera ciones:
4.1 Conceptualización sobre el enfoque de masculinidad:
Existe una clari dad conceptual generali zada con l o que se entiende por
perspectiva o enfoque de masculi nidad. Las respuestas apuntan a l a
transf orm ación de identidades aunque planteado desde perspectivas
diferentes, que varían de su relac ión societal, pasando por la re laci ón
oblig ada de
género hasta aquella que destacan la transformación en
búsqueda de su propia sati sfacción (de los hombres). Dos defini ciones
que l os il ustran:
• “Revisar el actuar personal y sentir de los hombres para la reconstrucción
de su propio papel en esta sociedad con el fin de coadyuvar esfuerzos y
cambios en los hombres mismos y mejorar las relaciones de género”
• “ Un reflexionar sobre el actuar masculino sobre la hipótesis de su condicio namiento histórico de roles que no siempre es de su satisfacción. La bús queda de transformación de su rol hacia la equidad sobre la base de su pro pia satisfacción y no como obligación societal”
4.2 Conocimientos generales:
El conocimi ento sobre lit eratura y la s experienc ias i nternaci onales
en las encuestadas es muy li mit ado sobre el tema de masculi nidad. En
general esta liga do a la sit uación centroameric ana y en especial a los
aĖos reci entes. Se menciona con bastante frecuenci a la experi encia de
capacitación de Cantera, en Nicara gua, mientras que se conoce poco de
las experienc ias desarrol ladas en Honduras u otros países.
4.3 Experiencias propias:
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La mayor parte de la s entrevistadas no han tenido experienci as importantes al respecto. Las que l as tienen, pertenecen mayorm ente a
las actividades de organizaciones int ernacio nales como SNV, DED, GTZ
y el CI D. En general la experienc ia ha sido positiva por el a porte que
surge de l os int ercambios. En otro caso, se perci bió el esfuerzo del
abordaje como incompleto debido que se consideró que no se había l ogrado organizar los
hombres sensibili zados como grupo, aunque si
se l ogró potenciarlos como impulsore s del tra bajo en género en sus
propias organi zaciones.
4.4 Vinculación actual entre Masculinidad y Género:
Se considera que el enfoque de Muje r y Desarro llo ha sido y es aún domina nte en la discusión nacional en desmedro de un debate adecuado de
género. Que la discusión al interno de la s mujeres es superfi cial y
poco frecuente en re laci ón a una década atrás. El tema de la masculinidad no ha si do priori zado en la discusi ón nacional, aunque está mayorm ente artic ulado con vi olenci a doméstica y salud reproductiva.
P or otro lado, el tra bajo en género con l os hombres parece ser re conocido como una demanda de la s mujeres, especial mente de las áreas
rurales y grupos étnicos.
La falta de prio ridad en la discusión actual, es expli cada fuera de los
vacíos de la construcción teórica por la ausencia de estímulo o seĖales desde los mismos hombres. Las entrevi stadas no sienten que ella s
deben protagonizar activamente el proceso, aunque exi sten diferencias en cuanto cuándo y con quiénes estimularl o.
• “No se ve trabajo desde los hombres y por eso no se estimula un debate que
se separe del de mujer y desarrollo.
En general, se percibe en la s respuestas la contradictoria rel ación que
exist e entre su compromiso por la transform ación de la sociedad y por
otro la do en la prácti ca, l a no aceptación de que el trabajo en masculini dad es part e del mismo.
• “Hay rechazo en organizaciones de mujeres al trabajo con hombres, sin sa ber de que se trata. No hay buen conocimiento de la teoría de género.”
• “No se está priorizando pero, al mismo tiempo, no se está ganado la alian za de los hombres.”
4.5 Ventajas y Desventajas para su propia organización:
Ventajas: Exist e un consenso bien consolidado sobre la exis tencia de ventajas de trabaj ar el tema de masculinid ad en la inst ituci ón. La gran
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mayorí a de la s opinio nes surgen por proyección teóric a en comparación a las pocas personas que la están impl ementando. Algunas opini ones:
• “Dar la posibilidad de que los hombres se asuman como problemas y solu ción. Que no son neutrales a las situaciones de discriminación.”
• “Apoya la cultural rural de la concertación a través de la familia.”
• “Estimula los enfoques no confrontativos y conflictivos y se transforma en
un factor importante para estimular los cambios de género.”
• “Posibilita el hacer negociaciones y pactos para poder acceder a las muje res y la formación de redes y comité mixtos de reconstrucción.”
Desventajas: Están asociadas con varios ti pos de dificult ades :
• La ampliación del dominio masculino. Existe el temor de que el conocimiento de género en hombres en l a inst ituci ón pueda convertirse en
un nuevo inst rum ento de dominio.
• El uso de recursos: Perdura en algunas entrevi stadas (2 ) la percepción de que el uso de los recursos en abordaje de masculi nidad es competitivo
para su trabaj o de género con mujeres.
• El entorno institucional: Debido a que hasta ahora las experienc ias en
masculini dad son diri gidos mayorm ente a indivi duos y no la organi zación en general, las deficienci as teóric as y sensitivas en el resto del
personal de l a insti tución , tanto en l a diri gencia como en el personal, actúan como factores descalif icadores del proceso i nterno de la s
organizaciones.
4.6 Ventajas y Desventajas para el movimiento de Mujeres
Al i gual que en la otra pregunta, existe un consenso mayori tari o sobre la s
ventajas para el movimi ento de mujeres que tiene el enfoque de masculini dad, que su vez se ref leja en la s escasas desventajas nombradas.
Ventajas: Las princi pales están asociadas con :
• Alianzas políticas. Una parte de l as ventajas mencionadas están rel acionadas con el l ogro de mejores estrategias para l a agenda del movimiento de muj eres:
• “Contrapeso, nuevas alianzas para fortalecer la agenda de mujeres”
• “Muchas, siempre que se relacione con objetivos de igualdad de género”
• “Se podría avanzar más, al disminuir las resistencias para las propuestas del
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movimiento y sus alianzas respecto a la violencia y las políticas públicas”
• “Mejoraría la estrategia de combate a la pobreza”
• “Cambiar el esquema de enemigo y víctima y conjugarlo con la visión de
grupos étnicos que miran la relación de otra forma”
• Disminución de conflictos internos del movimiento:
• “Enriquecería el debate actualmente viciado al interno del movimiento de
mujeres. El debate actual es reducido y superficial”
• “Disminuiría las tensiones por las relaciones de poder desigual al interno del
movimiento”
• “Pérdida de protagonismo de algunas mujeres”
Desventajas: Las pocas desventajas nombra das están asociadas con:
• Aumento de la conflictividad interna del movimiento: “También podría
aumentar las diferencias al interno del movimiento”
• Recursos y la ausencia de estrategia de mujeres: “Si no se tiene claro el
objetivo y la estrategia hacia la mejoría de las mujeres, el tema de los recur sos se transforma en una desventaja”
4.7 Requisitos y Recomendaciones para un adecuado abordaje de la
masculinidad en Honduras
Los pri ncipal es requisi tos mencionados para la real izaci ón de un abordaje del enfoque de masculinida d son:
• El proceso de incorporación en general:
• R ealiz ar un proceso efectivo de difusi ón (sensibil izaci ón) para neutrali zar l os prej uicio s contra el trabajo con hombre s.
• Desempoderar el tema de l as organizaciones de mujeres y l levarl o a
otras organi zaciones sociale s (Etni as, DDHH)
• R ealiz ar o apoyar un proceso en forma progres iva para no confli ctuar a lo interno de l as agendas de la s mujeres.
• M antener l as acciones positivas hacia las mujere s.
• En la Preparación:
• Sacar a flote los prejui cios en contra de lo masculino , con debates internos del movimiento de muj eres.
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• Las mujeres deben conocer y manejar el tema de las identidades masculina s en masculi nidad, especial mente las mujere s líd eres y agencias. Las mujere s deben capacitarse primero en el tema.
• Garanti zar sufici ente inversi ón en investigaci ón en diferentes ti pos de
masculini dad en Honduras y también calcula r l os costos e impacto de
la aplica ción del enfoque.
• Di scusi ón y re visió n de polít icas i nsti tucionales al interno para sentar bases ins titucional es favorabl es para los grupos de refle xión de
hombres .
• Asegurar acceso y manejo de i nformación a l os y l as i nvolucra das de
las insti tuciones en identidades femeninas y masculinas.
• En las Estrategias e Instrumentos:
• Contar con espacios y técnicas de sensibili zación orie ntadas a los
hombres
• Los hombres deben tener su propio espacio autónomo, pero abrirs e
para el int ercambio y la re flexi ón con las mujere s
• Es i ndispensable contar hombres facil itadores del proceso; recurso s
técnicos sensibi liza dos.
• Trabajar en género con equipos mi xtos.
• Abrir el debate de los mismos hombres hacia el i ntercambio con la s
mujere s.
Las recomendaciones generales se concentran sobre:
a) El movimiento de Mujeres:
• Tener mayor apertura , conocer más del enfoque
• Abrir y desarrol lar el debate a lo interno
• P ropicia r el diál ogo para la incorporaci ón de hombres en las estrategias del movimiento.
• Aprovechar la s polí ticas de la cooperación para permear las i nsti tuciones del gobierno.
b) A los hombres: el rom per el aisl ami ento que tienen, en especial en l a
Secretaría de Salud.
c) A la cooperación internacional: ampl iar los recursos , profundizar l a
revisi ón al int erno de sus programas y util izar sus relaci ones para incorporar el tema en la s políti cas públ icas.
5. Consideraciones generales:
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En sínt esis, podemos apreci ar que el proce so históri co del pensamiento y
práctic a de género en el desarroll o l amentablemente no ha sido acompaĖado en un desarroll o consistente de l a conceptuali zación de l a identidad
mascul ina.
Frecuentemente, en muchos de los enfoques util izados por organizaciones
o mujeres pertenecientes a dichas organizaciones desde los aĖos 60 y aun
hasta la fecha, l os hombres son en cierta form a “ demonizados” y son
considerados como actores pasivos y no activos para el cambi o de las relaci ones de
género en comparación al rol adjudi cado a la s mujeres en
las estrategi as
uti liz adas. De hecho no se ha evidenciado la diversidad int ragenéri ca de la masculinid ad.
En general, se ha dado un desarroll o hist órico asim étrico en el conocimiento de los rol es e i dentidades. Y esta asimetrí a conlleva a mi modo de
ver una contradic ción estructurada entre el objetivo del logro de l a
igual dad de género y por otro la fal ta de aplicabi lid ad del conocimient o
exist ente de las identidades de género, en especial las i dentidades masculina s.
El enfoque de Mujer y Desarroll o, por otro lado, ha sufri do muy rápi damente una transic ión a Género y Desarrol lo que no ha podido en l as organizaciones de muj eres y algunas agencias de desarrollo, superar al gunas refle xiones centrist as y pri ncipio s de re chazo a los hombres, caso
mantenido por algunas feminist as y por muchos hombres que prefie ren
que la transform ación esté l imitad a y continúe refo rzando el dominio femenino en l a temática.
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En Honduras, el posi cionamiento feminista que no se manif iesta en debates teóri cos frecuentes, parecer tener claridad en cuanto a un ali neamiento pra gmático respecto al femini smo de l a igualdad. Y en su mayorí a
se pl antean
posicio nes y actitudes en transic ión hacia una pers pectiva de reconocimient o de l as diferencia s a lo int erno de la identidad femenina.
P or otro lado, a pesar de exi stir en diferentes personas en Honduras, una
percepci ón sobre que las organizaciones de mujere s son tradi cionalmente enemigas del trabajo de género dirig idos a los hombres, l as opiniones de varia s mujeres lí deres está i ndicando que esto no es así, aunque dichas opini ones no se estén refle jando en sus propias actividades
insti tucionales. Muchos de l os obstáculos para la operacionaliz ación de
un enfoque más balanceado en género están vincul ados con la s capacidades técnicas int ernas del manejo del tema, la dinámi ca i nterna del poder
en la dinámica del movimi ento de mujeres pero fundamentalmente con l a
falta de l as contrapartes masculina s que acepten y l ancen los retos de l a
transf orm ación de género.
El tema de género y el de masculinid ad continúa asociado con organizaci ones de mujeres y para mujeres, sin haberse difundido a otras organi zaciones de la sociedad civi l que deberían analiz arlo como un factor esencial de determinis mo cultura l del funcionamiento organi zacional.
Las creci entes demandas y desafíos en el área de la gobernabili dad y en
sus i nstrumentos como la formulac ión y apli cación de las polít icas pública s hacia la equidad de género por otro l ado están indicando un vacío en
los abordajes de género hasta ahora uti liz ados que hacen i rreversibl emente necesari o que estén sustentados por l a partic ipaci ón activa no solo de las muj eres si no tambi én de los hombres.
Los marcos jurídi cos existe ntes hoy día en Honduras, ofrecen actualmente suficiente espacio para la f orm ul ación e implementación de acciones que estén encaminadas a lograr un compromiso sustentable de los
hombres con el l ogro de la igualdad.
La propuesta de Democracia de Género aparenta ser un insumo i mportante para la debili tada discusión i nterna como nacional sobre l a i gualdad y
equidad de género en Honduras que despierte nuevos compromiso s tantos
de mujeres, pero fundamentalmente de los hombres .
La refle xión sobre l a masculini dad en Honduras aunque con una diferencia de 10 aĖos respecto al desarrol lo y construcci ón de l a agenda feminista, es de muy reciente data. El debate nunca ha podido prosperar más
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allá de un pequeĖo apogeo en los aĖos 97- 99. Luego ha entrado en una declina ción como tema de debate, a pesar de una cantidad de diversas actividades en diferentes i nsti tuciones. Actualm ente una coalic ión de Agencias de cooperación (ACI ) apoyándose en un program a regional de masculini dad del CID, esta i mpul sando un proceso de integración del abordaje a la masculinida d en l a visió n y
metodología de un grupo de organizaciones locales.
Las puertas hacia l a transf orm ación de género de l a sociedad hondureĖa
están abiertas pero es necesario asumir indivi dual e inst itucional mente
la re soluci ón de los siguientes proble mas:
• Al int erno de las organiza ciones de mujer, vencer l a aparente contradicci ón entre el objetivo y vi sión de sociedad de igual dad entre mujeres y hombres y l os límite s del propi o compromis o como mujer milit ante para traduci rlo
en térm inos de priori zación del trabajo c on
hombres como part e int egral y val edera de la acción ins titucional .
• Esto requiere una r econsideraci ón del valor estratégico de los recu rsos que no deben ser vist os como pérdida, sin o como una inve rsió n efi caz en la medida en que los objetivos hacia la igualdad de género han
sido pr iori zados y el enfoque de género toma su necesari a dist ancia del
de muj er y desarrol lo.
• R equiere desarrolla r capacidades técnicas en el país , i nvertir en investigación y sist ematizaciones y evaluaci ones de im pacto en el tema
de masculinida d.
• P ropicia r un buen debate en la sociedad hondureĖa y en la s agencias
mis mas de cooperación sobre vida y apogeo y daĖos de la masculi nidad hegemónicas. Para dicho punto es necesario continuar l a coordinación
i nterins titucional y prio rizar un acompaĖami ento consciente de las organizaciones contrapartes desde ini cio del proceso.
• Exige desconectar l as necesidades i nsti tucionales de l as propi as necesidades de l os hombre s a fi n de no int erferi r en la construcci ón sustentable de los grupos de refle xión de hombres sobre su masculini dad.
• Finalmente , recl ama el descorrer los velos y derri bar las torres de
marf il de l os hombres que actualmente trabajan en masculinida d para abri r su mundo al int ercambio con la s muj eres.
“ En ese sentido el reto de construir una moderni dad polí tica en el contexto centroamerica no y el paso de una políti ca confrontativa a una política basada en el diálogo, i mpli ca el comprender la re laci ón entre cul tu-
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ra y políti ca y l a construcci ón si mbólica de la masculini dad en los contextos de violenci a polí tica, para deconstrui r una polí tica fundada y regida por códigos masculi nos
para construir una polí tica que trasci enda l a bipol arida d de los géneros.” (R. Tábora, pág. 119).
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Anexos:
1. Sistematización sobre Masculinidad y la perspectiva
femenina.
Nľ de entrevi stas: 17
1. Que entiende Ud. por perspectiva o enfoque de Masculinidad?
• Hablar del hombre , desde su propia experienc ia en cuanto al cambi o
propio hacia la i gualdad.
• Signif ica hacer entender al hombre de una part icipa ción conjunta de
hombres y mujeres en el desarrollo rural.
• R evisió n del actuar personal y sentir de l os hombres para la reconstrucci ón de su propio papel en esta sociedad con el fin de coadyuvar
esfuerzos y cambios en hombres mi smos y mejorar las rel aciones de
género.
• Crear nuevos val ores en varones de tal manera que i ncorporen el respeto hacia los demás, en especial a la s mujeres, en su accionar, de
manera de deconstruir su rol opresor.
• P l antear desde lo masculino, l as necesidades y soluci ones para la búsqueda de i gualdad. Refle xionar y cuestionar los val ores y mi tos propios para
l ograr l a equidad de género.
• AcompaĖar el proceso de i gualdad de género, con cambios en la sit uación de las muj eres, mejorando la sit uación y actitudes de los hombres que lo afectan.
• Un re flexi onar sobre el actuar masculino sobre la hipótesis de su
condicionamiento hi stóri co de rol es que no siempre es de su satisf acción. La
búsqueda de tra nsformación de su rol hacia l a equidad
sobre l a base de su propia satisfacción y no como obliga ción societal.
• Es un enfoque que al igual con l as mujeres busca el desarrollo de l a
igual dad entre l os géneros.
• Es parte del enfoque de género. Es un proceso de deconstrucción del
patria rcado afectando las i dentidades masculinas y femeninas: un
cambi o en ambos.
• Un abordaje para el cambi o de identidades masculi nas pero para cuestionar el estil o y funcionamiento patriarc al en indivi duos e i nsti tuciones. Los hombres son l os protagonistas pero vi nculados al abordaje de igual dad de la s mujeres organiza das.
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2. ¿Qué es lo que Ud. conoce acerca de enfoque de masculinidad en general (origen y lugar)?
a.Los estudios sobre masculinidad y movimientos de hombres trabajando
masculinidad y género
•
•
•
•
•
P oco conocimient o li terari o, La mayoría se vincul a a los 90.
M ayorí a menciona Nicara gua, Cantera
4 mencionan M. Lagarde y Daniel Cazés (CEM- H)
P ocos, 2, ref ieren al grupo de Hombres en Nicara gua
M enciones aisladas a Méji co, EspaĖa, Perú, El Salvador, Costa Rica y
USA
b. Experiencias en Centroamérica y Honduras.
•
•
•
•
M ayorí a menciona Cantera, Ni caragua
Grupos si n máscara, sin saber si exi sten o no.
Visit ación Padil la
P rograma del CID en Centroamérica, con apoyo a masculinida d en Nicaragua (desde 199 5) y se extendió a el Salvador y Dominica na
(1 999-20 01)
• Actualmente serie de Talleres en Honduras ini ciado en 2000, y desarrolla dos 3 en 200 1 en Honduras.
c. ¿Propias experiencias?
•
•
•
•
•
P ocas experienci as pers onales y no pasan de una a dos.
En dos casos se inic ia una experi encia pero no se le da más priori dad.
En 4 casos, se trabaja específicamente en esto: GTZ, SNV, DED, CID
Buena experi encia en i ntercambios
No resul tó en organiza rles en grupos/sal vo que se volvieron impulsores del trabajo en género.
3. ¿Cuál es su opinión sobre la vinculación que tiene el tema de masculinidad y la lucha por la igualdad de género, actualmente en Honduras?.
• No existe debate al respecto, se concentra en M uj er para el desarrollo.
• No hay vi nculaci ón en el accionar del trabaj o de género.
• Hay rechazo en organizaciones de muj eres al trabajo con hombres, si n
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•
•
•
•
•
•
•
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saber de que se trata. No hay buen conocimiento de la teoría de género
(3 ).
No se ha tomado como pri oridad, tampoco hay mucha demanda fuera de
hombres amigos y desde las pareja s mi xtas.
Bajo perf il, pocas inic iati vas de los hombre s. P ero si demandas de
mujere s campesinas y comuni dades garíf unas.
No se ve trabajo desde l os hombre s y por eso no estimul a un debate que
se separe del de mujer y desarrollo .
No se está priori zando pero al mi smo ti empo no se esta ganado l a
alia nza de los hombre s.
La única vincula ción es la de viole ncia doméstica y salud reproductiva.
Las mujeres local es demandan sin embargo el trabajo con hombre s.
“Me amansan a mí, pero no amansan a mi marid o” ( campesina de In ti buca).
4. ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de la aplicación del enfoque de
masculinidad para el objetivo de género?
a. En su propia experiencia institucional?
Ventajas:
• Dar la posibili dad de que los hombre s se asuman como probl emas y
soluci ón. Que no son neutrales a la s si tuaciones de discriminaci ón.
• Que estimula l os enfoques no confrontativos y confli ctivos y se transforma en un factor importa nte para estim ul ar l os cambios de género.
• Ayuda a mej orar la rela ción entre hombres y mujeres, bajando l a
tensión que surge de la lucha de poder.
• M ejoradas las re laci ones l aboral es entre cooperantes y contraparte s
y
admi nist ración.
• Tendencia a ver sus re acciones en una forma más int egral, no solo
unido a lo sectorial .
• “ La realida d se enri quece con diferentes mirada s”, se aportan otras
alternativa s.
• Desarroll a multi plic adores positivos al i nterno de la s organizaci ones
• Ayuda a l egitim ar el enfoque de género en las i nstituciones con apoyo
de varones.
• M ás cooperación de l os hombres para estimular el proceso inst ituci onal.
• Apoya l a cultura rural de la concertación a través de l a fami lia.
• Favorece una Apertura rela tiva para que las mujeres parti cipen en
las inici ativas de la i nsti tución.
• P osibil ita el hacer negociaciones y pactos para poder acceder a la s
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mujere s y l a form ación de redes y comité mi xtos de reconstrucci ón.
Desventajas:
• Que los hombres puedan creer que pueden ejercer domini o sobre l a
temática y continuar el domi nio (3).
• P ues los hombres ti enen temor de que las mujeres asuman lide razgos.
• Los hombres ti enen dificul tades en asumi r el protagonismo en este tema. Mient ras al gunos lo hacen en l o personal y no lo públ ico otros l o
hacen en lo públi co pero no en lo personal. Debido a la presió n social
de mujeres y de sus pares hombres.
• Que las organiza ciones no acompaĖan pues el enfoque por ahora se
aplic a a personas solamente.
• Se sigue haciendo desde las mujere s, los hombres no logran inc orporarlos como parte de su propia agenda.
• Compart ir l os recursos escasos (2).
• Incapacidad insti tucional y técnica para darl e continuida d al abordaj e
de masculinida d.
• Falta de form ación y recursos humanos técnicos para manejar el tema.
• No estamos preparados. Primero i ncorporar mujer y desarrol lo.
“ ŃLa sociedad no está preparad a!”.
• Aplica ción i ncorrect a, no buscando que los hombres encuentren su
propia satisfacción.
• R eacción negativa en nivel es de contrapartes, descalif icando los cambios de l os part icipa ntes y provocando ci erre de apertura de l os mi smos.
b. Para el movimiento de mujeres en general?
Ventajas
• Contrapeso, nuevas al ianzas para fortal ecer la agenda de muj eres
• Enriquece ría el debate actualmente vici ado al int erno del movimient o
de mujeres. El debate actual es reduci do y superfi cial . (5)
• M uchas, si empre que se rel acione con objetivos de igualdad de género.
• Cambi ar el esquema del enemigo y l a ví ctima y conjugarl o con l a visión de grupos étnicos que miran l a rel ación de otra form as.
• Se podrí a avanzar más, al disminuir las resist encias para las propuestas del movimient o y sus alianz as respecto a la violenci a y las po-
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lít icas públic as.
• M ejoraría la estrategia del combate a la pobreza.
• Aportarí a si se hic iera en funci ón de un objeti vo reconocido por la s
mujere s.
• Di smi nuirá l as tensiones por la s rela ciones de poder desiguales al interno del movimient o.
• P erdida de protagonismo de al gunas muje res.
Desventajas
• Tambi én podrí a aumentar las diferencias al interno del movimi ento.
• Ni nguna, siempre que esté en relaci ón a una estrategia de la s mujeres. En caso de que no, daría el efecto perjud icia l sobre el uso de los
recursos.
• Si no se logran ali anzas entre mujeres, el empoderam i ento de los
hombres serí a negativo.
• Si no se ti ene claro el objetivo y la estrategia hacia la mejorí a de la s
mujere s, el tema de los recurs os se transf orm a en una desventaja.
5. ¿Cuál debería ser la manera de abordar el enfoque de masculinidad
para que contribuyan a los objetivos y actividades de igualdad de género de las mujeres organizadas e instituciones?
a. Requisitos mínimos
• Sacar a flote los prejui cios en contra de lo masculino , con debates internos del movimiento.
• R ealiz ar un proceso efectivo de difusi ón (sensibil izaci ón) para neutrali zar l os prej uicio s contra el trabajo con hombre s.
• R ealiz ar o apoyar un proces o en form a progresi va para no conflictuar
los
interno de l as agendas de la s mujeres.
• Desempoderar el tema de l as organizaci ones de mujere s y ll evarlo a
otras organi zaciones sociale s (etnias, DDHH).
• Acciones positiva s hacia la s muj eres deben mantenerse.
• Las mujeres deben saber de masculini dad ; capacitarse primero en el
tema.
• Los hombre s deben tener su propio espacio autónomo pero abrirs e
para el int ercambio y la re flexi ón con las mujere s.
• Abrir el debate de los mismos hombres hacia al i ntercambio con la s
mujere s.
• Garanti zar sufici ente inversi ón en investigaci ón en diferentes ti pos de
masculini dad en Honduras y también calcula r l os costos e impacto de
la aplica ción del enfoque.
• Las organizaciones mixt as deben enfocar el tra bajo con hombres.
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• Se debe conocer y manejar el tema de las i dentidades masculinas relaci onadas con l os diferentes temas, en especial en las mujeres li deres y agencias. Existe n en estas muchas deficiencias (3).
• Sistematizar y utili zar l as experienci as de otros países en como trabajar l as res istencias de l os hombres en la sociedad.
• Sentar los fundamentos de transformaci ón de los hombres .
• Desarroll ar capacidad técnica en las muj eres en el tema
• Desarroll ar inf orm ación sobre la divers idad en la feminid ad y l a
masculini dad.
• Es i ndispensable contar con Hombres facil itadores del proceso; recursos técnicos (hombres) sensibi liz ados.
• Contar con espacios y técnicas de sensibili zación orie ntadas a los
hombres .
• Trabajar con equipos mixt os de trabaj o.
• Di scusi ón y re visió n de polít icas i nsti tucionales al interno para sentar bases ins titucional es favorabl es para los grupos de refle xión de
hombres
• Asegurar acceso y manejo de i nformación a l os y l as i nvolucra das de
las insti tuciones en identidades femeninas y masculinas.
b. Recomendaciones:
• R omper el aisla miento (a los hombres) en especial en la Secretaría de
Salud
• Trabajar con hombres en temas en los que no estén fortal ecidos como
viole ncia, rela ciones de poder, derechos humanos.
• M ovimiento de muj eres: conocer más el enfoque, tratar de conocerlo.
• Abrir y desarrol lar el debate al int erno del movimient o.
• P ropicia r el diál ogo para la incorporaci ón de hombres en las estrategias del movimiento.
• Cooperación: amplia r l os recursos , si n sacrifi car las actuales inversiones en l as mujeres.
• Trabajar la re ceptividad de l os cambios de l os hombre s en las mujeres y en el seno de las organi zaciones.
• Aprovechar la s polí ticas de la cooperación para permear las i nsti tuciones del gobierno.
• P ensar y estimular estrategias en l os hombres asuman y part ici pen
activamente y no solo las muj eres.
• Sistematizar las experienci as existe ntes.
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2. Listado de Personas Entrevistadas
1. Herm ini a Pal acios; SNV
2. Daisy Fl ores; R ed de Mujeres Jóvenes HondureĖas/Red HondureĖa de
la Juventud.
3. Anabel Santos: Solidari dad Sí
4. Berta Arzú; Enla ce de M uje res Negras
5. Elke Gottschalk; DED
6. R uth Peral ta; DED
7. R eyna Rivera CIPRODEH
8. Carm en Samaniego; PRAIM /GTZ
9. Gladys Lanza; Visi tación Padi lla.
10.
R osaura García; Dpto. de l a Mujer , INA
11.
Bl anca Dole; Colectivo Femi nistas M uj eres Uni versit arias
12.
Daisi Chavarría ; COCOCH
13.
Cristi ana Chavarría; UTC (Cholut eca)
14.
M ari elos Carías ; SNV I ntibuca
15.
Gilda Rivera; CDM
16.
Carlos Leiva; CID
17.
M arí a Ele na M éndez, CEM-H
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La masculinidad en El Salvador:
balance, retos, perspectivas
Luis Galvez Trejo
El Salvador
1.1. ¿Se trabaja el tema de masculinidad en El Salvador?
Desde hace algunos aĖos, hombres y grupos de hombres han estado desarrolla ndo trabajo sobre el tema. Pueden i dentific arse en este trabaj o, de
acuerdo con su composició n, algunas grandes corri entes: la pri mera,
formadas por hombre s quienes insa tisf echos y/o preocupados con su manera de ser
hombres i nicia n procesos de ref lexió n y análi sis, pasando por la formación de grupos, corrient e que, para efectos de exposición denominaremos “vivenc iali sta”, y otra, formada por hombres , generalmente prof esionales de las Ciencias de l a Salud, del Comportami ento y Ciencias Sociale s, quienes se vi nculan al tema de una manera académic a.
Los hombres que se aglutinan en esta corrient e real izan consultorías o
partic ipan en activid ades de i ncidencia tanto a nive l nacional como int ernacional,
así encontramos un médico salvadoreĖo parti cipando en un
Encuentro sobre Salud Sexual y Repro ductiva en Oaxaca, Méxic o, en Noviembre de 1998.
En el medio de estas dos grandes corrie ntes, ali mentando tanto a una como a la otra, encontramos hombre s provenientes del mundo de las ONGęs,
tanto mixt as como de mujere s, cuya vi nculación a la problemáti ca de género proviene en algunos casos del desarrol lo de su pensamiento polí tico
y, en otros, si mpl e y l lanamente de los line ami entos de l a cooperación
interna cional . De esta manera encontramos a un salvadoreĖo partici pando en Febrero de 1998 en el Encuentro sobre M asculini dades y Paternidad Responsable, en Oslo, Noruega, promovido por la UNESCO.
Algunos de estos hombres vincul ados a ONGęs, al menos una decena, partici paron en Nicara gua en los Cursos y Tallere s de CANTERA. Desafortunadamente, de esos ex cursantes son pocos los que se mantienen activos y
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ninguno de l os dos hombres que part ici paron en eventos i nternaci onales
partic ipan en la actuali dad en el i ncipi ente movimiento de masculini dades, quizás porque el compromiso con el tema era débil, inexiste nte o solamente insti tucional.
Sí nos atenemos al origen de los grupos, l a mayoría de ell os nace por i niciativas desde la s mujeres organi zadas y en uno de los casos, del movimiento gay.
1.2 ¿Existen organizaciones gubernamentales, no gubernamentales, religiosas,
académicas, etc. que trabajen la temática?
Como se dijo arriba, el inici o del tra bajo de masculi nidades en El Salvador, en una de sus princi pales verti entes está vi nculado al movimient o
organizado de muj eres. Otra vertie nte del mismo encuentra sus orígenes
en las agencias del si stema de Naciones Unidas que reali zan su inci dencia
en entidades gubernamentales y no gubernamentales, prom oviendo esfuerzos de construcci ón de redes y otras ini ciativas de fortaleci mi ento de
la sociedad ci vil.
Asimismo, en febrero de este aĖo, fue la nzado en San Salvador un proyecto que tiene sus orí genes en esta ciudad de San José: el Foro Permanente de Estudios sobre Masculi nidades diseĖado como un espacio para el
debate ins pirado en una experie ncia reali zada por nuestros herm anos
costarricense s en l a Unive rsidad de Costa R i ca. Más que retomar la experienci a, hemos desarrol lado el concepto adaptándolo a las necesidades
propias de nuestro estadio de desarrol lo. En el Foro se han abordado temas como: Mascul inid ad Hegemónica y Violenci a, Los hombres como ví ctimas y vic timarios de la vi olencia, Paternida d Responsable y Acoso sexual. Definido como un espacio en donde l os grupos e individuo s puedan
encontrar y autogenerar apoyos teóricos y metodológicos, hasta l a fecha
ya ha contri buido a la formación de nuevos grupos en el i nteri or del país
y uno de l os grupos estableci dos en el int erior del país, que había funcionado como grupo de refl exión, este mes de novi embre ha
decidid o
conformar la Asociación de Hombres Contra la Violencia que se
encuentra re aliz ando acciones en el marco de l a Jornada contra l a Violencia contra la Mujer.
2. ¿Se hace trabajo de terapia con hombres ofensores o violentos en El
Salvador? ¿Cómo es ese trabajo? ¿Es en el ámbito penitenciario o también es para hombres que no estén acusados penalmente?
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Dentro del si stema de admi nist ración de just ici a en materi a de famili a
exist en desde 1996 los Centros de Atención Psi cosocial de Apoyo a los
Tribunale s de Fami lia. En al gunos de ellos en los últi mos aĖos se real izan esfuerzos de grupos terapéuticos por abordar l a problemáti ca de l a
viole ncia con hombre s agresores y al coholizados. Los destinatari os de estos servici os son hombres que se encuentran i nvolucrad os en procesos de
famili a o de viol encia i ntrafamil iar, l a mayoría de ellos como denunciados.
En un caso que conozco y desde una perspecti va personal y profesi onal,
surgen dudas acerca de l os alcances de ese grupo en específi co. Denominado “Los Vencedores” y con una metodología que retoma elementos de los
grupos de Alcohólicos Anónimos y de Pastoral Social, carece de una visión de la perspectiva de género y de una vis ión de los orí genes culturales de la viol encia. Aunque su abordaje psicoterapéuti co ha dado resultado en otros países,
considero que refuerza uno de los valores más importantes de la masculini dad hegemónica como es l a competitivi dad.
Otros esfuerzos han sido real izados y se re aliz an actualmente en el ámbito
penitenciario. Así, Rodri go Jiménez Sandoval, del P rograma Mujer, Justici a y Género del I nsti tuto Latinoameri cano de Naciones Unidas
para la Preve nción del Deli to y Tratami ento del Deli ncuente re aliz ó hace al gunos aĖos Talleres
sobre la Construcción de l a Identidad Masculina con presi diari os en el Centro Penal de Chalatenango, en la Zona
Norte del país y, actualmente, M aureen Hume, en el marco de la preparació n de su tesis doctoral sobre masculinida des y viol encia, real iza un
Talle r con presi diari os del Centro Penal de San
Vicente, en la Zona Paracentral del país.
Otras inici ativas dirigid as a hombres agresores o no, son abordadas desde un enfoque de l a Educación Popul ar.
3. ¿Existen grupos de Reflexión de Hombres?
Sí exi sten y cada día son más. Aunque todavía si gue si endo un trabajo de
catacumbas y buena parte de ellos carece de una metodología apropi ada.
Su surgimient o puede relac ionarse con l a cris is del modelo de masculinidad
hegemónica que en nuestro país ha perdido su via bili dad.
Aunque algunos de ellos han surgido y surgen al amparo de organizaci ones de muj eres o de mujeres sensibil izadas y comprometi das con l a
erradic ación de la vi olencia, otros tambi én han sido organi zados por
hombres en l a búsqueda de una identidad masculina diferente.
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Cierta mente, no todos abordan el trabajo de masculinida des desde una
perspectiva de género y algunos de ellos , constituidos como grupos formal es o i nformales re sponden a las angustias del cuestionami ento creciente de algunos sectores de la sociedad civil y del Estado. Así, algunos
profesi onales de una entidad vincula da a la comunidad jud icia l organi zaron hace al gunos meses el “m ovimi ento” “ ŃPedro Inf ante Vive!” y hace
algunas semanas nos hemos enterado del surgi mi ento de una “Asociaci ón
de Padres Demandados” formada por hombres con procesos de recuperación de cuota ali mentici a en l a Procuradurí a General de la Repúbl ica. M ás
que desarroll ar acci ones, ambas entidades han dedicado sus esfuerzos a la
refle xión sobre sus masculini dades y, l a
segunda, sobre el ejercici o de su paternidad.
P or m ucho que a simpl e vista estos hechos parezcan carica turescos, ambos son indi cativos de que el tema cada vez se inserta más en la agenda nacional .
En l a organiza ción de estos grupos en l os últi mos meses se encuentra una
tendencia i mportante de trascender geográfic amente l os lí mi tes de l a
ciudad capital. San M i guel, en el Ori ente, Suchitoto, en el Centro, Santa
Ana y Ahuachapán en el Occidente, son puntos nuevos en el mapa de los
grupos exi stentes. Antes que fi nali ce el aĖo se habrá constitui do un nuevo grupo en San Salvador y l os compaĖeros de Santa Ana y Ahuachapán,
en una fase superior de su desarrol lo han conformado la Asociaci ón de
Hombres Contra la Violencia.
4. ¿Existen políticas públicas en su país que estimulen el trabajo con
hombres desde una perspectiva de género?
La princi pal de ellas y que tiene carácter marco para el desarrollo de polít icas insti tucionales es l a Polí tica Nacional para el Desarrollo de l a
M ujer, coordinada por el Inst ituto SalvadoreĖo para el Desarro llo de l a
M ujer, ISDEMU.
Tambi én exi sten esfuerzos i mportantes desde el M i nisterio del Medio
Ambiente y Recurs os Naturale s y desde l a Escuela de Capacitación Judicial del Consejo Nacional de la Judicatura.
5. ¿Cómo cree usted que ven o verían las organizaciones de mujeres de
El Salvador el trabajo con hombres?
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El pasado mes de Septiembre se real izó en San Salvador una reunión de
un grupo de organizaciones de mujeres donde el debate y las conclusiones
estuvieron orient adas hacia l a búsqueda de acercamientos al trabaj o de
masculini dades que desarroll an hombres y grupos de hombres.
Asimismo, del 3 al 7 de Dici embre próximos, en el marco de un proyecto regional impulsado por la Cooperación I nternacional para el Desarrollo del I nstituto Católi co para las Rel aciones Int ernacio nales, CID-ICRI,
se reali zará un segundo tall er para hombres y un Foro donde se pre sentará una vi sión desde las muje res del trabajo de masculinid ades. La ponente, la Psi cóloga Gild a Parducci
ha si do propuesta por un grupo
de organismos de muj eres contrapart es del CID-ICRI .
P or otra part e, l a Red de Acción Contra la Violenci a de Género, que aglutina enti dades del Estado y casi l a totalidad de ONGęs mi xtas y de mujere s
que trabaja n desde una pers pectiva de género, cuenta desde hace algunos
meses con un Comité de Mascul inida des, que real iza gestión fi nanciera
interna cional y ha prom ovido algunos talleres.
P ero es importa nte rem ontarnos también a los antecedentes. En 1998 , l a
R ed de Mujeres por el Desarrollo organizó un taller mi xto de un día para discutir sobre masculini dades. La sist ematización de esta experienci a
reali zada por M aureen Hume y José Manuel Ramírez es un important e
aporte teóric o y metodológico al desarrollo del trabajo de masculini dades.
Igual mente, en 1998, la Asociación de M uj eres por la Di gnidad y la Vida
prom ovieron la creación de uno de l os prim eros Grupos de Reflexi ón de
hombres .
De esta manera, puede afirmarse sin lugar a dudas que, en términos generales , hay una visi ón positiva desde l a mayoría de organi smos de mujeres hacia el trabajo que desarrol lamos l os hombres , vi sión que empi eza a traduci rse en acciones concretas; por ejemplo, desde hace algunos
meses, se ha ini ciado una coordinación i nformal entre miembras de una
ONG de mujeres y miembros del Foro Perm anente de Estudios sobre Masculini dades para facilit ar atención a hombres , i ncluyendo agresores y
reali zar acciones de sensibil izaci ón y de
inci dencia en inst ancias del
Estado invol ucradas en l a atención a muj eres
vícti mas.
Obviamente, no todo es color de rosa. P ara el caso de esta coordinaci ón
informal a la que nos referi mos, l as mujeres que part icipa n en la mi sma están conscientes que esas acciones serían mal vis tas por algunas de
sus compaĖeras quienes l as acusarían de “ayudar a hombres”.
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P uede a este respecto tambi én afi rm ars e que el desarrol lo teórico y metodológico de los organis mos de mujeres, en cuanto a género se ref iere,
es desigual, lo que explica que dentro de una misma organizaci ón podamos
encontrar al iadas i mportantes, así como la s más recal citra ntes detractoras. Hasta la fecha, solamente podemos i dentificar una organi zación que
como tal se ha opuesto al trabajo de masculini dades.
Sí bien es ci erto que el trabajo del Foro se ha reali zado en buena medida
sin coordinaci ón con l a mayoría de organismos de mujere s, un ejercici o
de evaluación y planeamiento estratégico del mismo nos ha lleva do a defini r como línea estratégica la coordinaci ón con ell os. Sí hasta la fecha ha
sido posible trabaja r separadamente, para el logro de la s metas que nos
proponemos debemos buscar la coordinación y cooperación sobre bases de
respeto y mutua convenienci a. Esto mi smo nos ll eva a pl antear en nuestro trabaj o para l os próximos meses un mayor énfasi s en la promoci ón
del debate de lo que constituye uno de los princi pios del Foro, la Democracia de Género, aspecto al cual nos ref eriremos en el apartado de retos
y perspectivas.
6. ¿Se hace trabajo orientado a la sensibilización y capacitación en la temática de la masculinidad dirigido a hombres (profesionales, de sectores
populares, estudiantes, policías, agricultores, etc.)?
En esta área preci samente es donde se reali zan los esfuerzos más importantes de diferentes entidades del Estado, entre l as cuales podemos mencionar:
Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer
Es la entidad que probablemente real iza uno de los esfuerzos más importantes por su cobertura y alcance. El trabaj o de sensibili zación y capacitación l o reali za desde diversas ins tancias, si endo una de ell as el Área
de Capacitación y otras las delegaciones regi onales del Programa de Saneami ento de l as Rel aciones Famili ares en San Miguel y Santa Ana. Entre
algunas de las acciones que real izan se encuentran tall eres de masculinidades a personal de la Pol icí a Nacional Civil , incl uyendo mandos medios, así como a cursantes de la Academia Nacional de Seguridad Pública .
Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, MSPAS
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A través de la Gerencia del Hombre y con l a cooperación de la Organización Panamericana de l a Salud, ha real izado y real iza actualmente Tall eres de sensibili zación y capacitación para personal del M i nist erio y Promotores de Salud, quienes fungen como agentes multipli cadores reproduciendo los mis mos en las comuni dades. El pasado Di ciembre y en ocasiones anteri ores, en el marc o de este esfuerzo estuvo en San Salvador impartie ndo un Taller nuestro hermano ni caraguense el Psi cólogo Oswaldo
M ontoya.
El Ministerio del Medio Ambiente y Recursos Naturales, MARN
Desde hace un par de aĖos, con recursos propi os y con el apoyo del proyecto regional UICN/REDN A “Construyendo la equidad” ha veni do desarrolla ndo talle res tanto en la s ci udades important es como en la s comunidades, como facil itador de este trabajo ha estado nuestro hermano guatemalteco el Sociólogo Edgar Chacón.
En los talle res re aliz ados por el M ARN han parti cipado empleados de diferentes mini steri os, incl uyendo el propio MARN y el Mini steri o de
Agricul tura y
Ganadería, así como miembros de la Fuerza Armada.
Asimismo, buena part e de los part ici pantes han si do agri cultores destinatari os de los distintos programas de los Minist erios arriba citados.
Escuela de Capacitación Judicial del Consejo Nacional de la Judicatura
A parti r del segundo tri mestre del pres ente aĖo, en la programación regular, se i ncluyó el Taller de doce horas Construcci ón de la Identidad
M asculina, util izando inic ialmente el Manual del mi smo nombre desarrolla do por Rodrig o
Jim énez Sandoval y Eric k Quesada Ramírez,
para lle gar al momento actual donde ya se encuentra en proceso de formula ción un documento propio de l a Escuela.
P ara final es del aĖo, se logrará una meta cercana a l os veinte talleres,
dirig idos a Jueces de Paz, de l o P enal y Magistrados de Cámara, así como
Secretarios, otros colaboradores jurídi cos y pers onal de la Proc uraduría General de la Repúblic a para un total de más de cuatrocientos hombres.
Ministerio de Educación Programa Educación para la Vida.
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Ha trabajo con uno de l os sectores estratégi cos para este ti po de inici ativas, como es el gremio magisteri al y con al umnos de las escuelas pública s. A pesar de ser de reciente form ación, es una de la s inici ativas más
prom etedoras.
Comité Departamental de Género de Chalatenango
Entidad formada por agencias de cooperación como Technoserve, organi smos del Estado, inc luyendo al Consejo Munici pal y la Jefatura mil itar de
la re gión, viene desde hace varios meses desarroll ando un important e
trabajo de sensibi liz ación de género y este próxi mo 30 de Noviembre estará desarrol lando otro Tall er de M asculini dades
PRODENOR
R ealiz a en el Departamento de M orazán labores similare s a l as que se desarroll an en Chalatenango, aunque sin haber constituido un Comit é Departamental de Género han logrado desarrol lar varios tall eres de sensibili zación en masculinida des.
Consejo Municipal de San Salvador
A trav és de la Uni dad de Géner o, cr eada a parti r de l a adopci ón de la Polí ti ca Mun ici pal par a la Equi dad de Género, desarr oll an i mpor tantes acti vid ades de divul gación y sensi bi li zación, in clu yendo entre ella s tal leres
dirig idos a hombres.
Consejo Municipal de San Marcos
Con la parti cipaci ón de Las M élidas, organi smo de mujeres desarroll a
im portante trabajo de sensibil izaci ón de género y este mes a través de
una coordinación operati va con el Foro P erm anente se real izará una primera activid ad
diri gida a hombres para debatir sobre la construcción de la i dentidad masculina, en el marco de la Jorna da contra la vi olenci a contra la s mujeres.
7. ¿Se hacen investigaciones en el tema de la masculinidad?
Al i gual que en otras áreas que ya han sido mencionadas en este inf orm e,
las prim eras inve stigaciones sobre masculini dades de la s que yo tengo
noticia, son reali zadas, precisa mente que por el movimient o de organizado de mujere s. En 1997, la Asociación de Mujeres por la Digni dad y l a
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Vida pres enta un tra bajo denominado ņQuién es mi PAPI? iQue consist e
en “Un estudio preliminar sobre la identidad masculina y el problema del reco nocimiento paterno de las hijas e hijos en El Salvador”. En este estudio, realiza do en el marco del Programa de Apoyo a las demandantes de l a cuota
alimenti cia, l as autoras seĖalan: “Estamos conscientes de que al adentrar nos en este tema pisamos terreno desconocido y algo resbaladizo. Estamos
convencidas de que es tarea de los hombres tratar de entenderse a sí mismos
y desentrañar las complejidades de su identidad, sin embargo, con alevosía y
bastante ventaja obtenida en nuestros años de pensar sobre las identidades fe meninas, nos arriesgamos a introducirnos en el tema, eso sí, auxiliándonos de
dos hombres, preocupados por conocerse mejor y entender a sus congéne res”.
Con algunos meses de diferenci a tambi én fue real izada por la OPS una investigación sobre Salud sexual y repro ductiva en adolescentes varones,
cuyos re sultados no han si do divulgados con ampl itud.
RETOS
A simple vis ta, algunos de los pri ncipal es retos para los hombre s y grupos de hombre s que trabaja n masculi nidades son:
• incrementar la cobertura geográfica de su trabaj o
• desarrol lar l a coordinaci ón operativa interg rupal y con los organi smos de mujeres
• desarrol lar y consolidar su form ación teórica y metodológi ca
• dotar de territo riali dad su trabajo
• desarrol lar inc idenci a polí tica en sectores claves, entre ellos el gre-
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mio de periodi stas y los medios de comunic ación
• im pul sar el debate sobre masculi nidades y re laci ones de poder
• im pul sar el debate sobre Democracia de Género como un cami no a
transi tar para la Equidad de Género
• aportar en la construcci ón de nuevos modelos organi zacionales sobre
bases de equidad
• trascender el red uccioni smo teórico de identifi car mascul inida des solamente con violenci a, salud re producti va y paternid ad res ponsable.
Estos retos, a su vez nos plantean las siguie ntes perspectivas.
Perspectivas
Sobre l a base del Balance y de acuerdo con los Retos que se visual izan, las
P erspecti vas de desarrollo del trabajo de masculinid ades en El Salvador,
desde nuestro parti cular punto de vist a, podrían ser:
•
•
•
•
Vincula rse operativa mente al movimi ento de mujeres organiza das.
Im pul sar el debate sobre la Democracia de Género.
Conformación de re des l ocales y nacional es.
Incrementar l as relac iones con grupos de la regi ón y de otras l atitudes.
• Vincula rse a algunos Consejos Municipa les.
• Avanzar en la formació n teóri ca y metodológica de los diferentes grupos.
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Educación de la masculinidad
desde la escuela.
Un enfoque integral
María Cristina Estrada
Ministerio de Educación
El Salvador.
El Salva dor, con un terri torio de 21, 000 ki lómetros cuadrados, con una
poblaci ón total estim ada de 6,341 ,434 habitantes, con una densidad demográfica aproxim ada de 250 habitantes por kil ómetro cuadrado. La poblaci ón femenina supera l igeramente a l a masculina, siendo el 51% y
49% respectivamente. Haciendo l a rela ción tenemos que por cada 100
mujere s hay 91 hombres,
distri bución a nivel nacional; s in embargo, concentrado este porcentaje en la metrópoli se tiene que por cada 100
mujere s hay 86 hombres.
El 54.5% de l a poblaci ón vi ve en el área urbana y el 45.5% en el área
rural.
Nuestra poblaci ón es predomi nantemente joven, el 56.1% son personas
menores de 24 aĖos. Sin embargo, es la poblaci ón con mayores probl emas social es, entre estos:
• Los hombres salvadoreĖos se inic ian sexualmente de 13 a 15 aĖos,
aumentando el ri esgo en la transmisi ón de enfermedades sexuales.
• Una cultura machista: form ación del hombre encaminado al mundo
producti vo, reprimiendo la afectivida d.
• Las muj eres salvadoreĖas procrea n tempranamente, entre l os 12 y
19 aĖos.
• Embarazos Precoces; l a edad mediana a l a primera rel ación sexual es
de 18.5 aĖos para las muje res entre 15 y 49 aĖos.
• El embarazo adolescente es una de las causas de deserció n escolar.
• Falta de una Educación I ntegral de la Sexualid ad.
• Los jó venes pres entan mayor riesgo en l a violenci a estudiantil.
• En atención a esa real idad, el Gobierno de El Salvador, ha unifi cado es-
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fuerzos con organismos int ernaci onales y ha real izado una ampli a gama de
acciones encami nadas a i ncidi r de forma efectiva en l a problemátic a social, entre las cuales tenemos:
Aprobación del Código de Famili a y l a Ley Procesal de Fami lia , vi gente desde 199 4.
R atif icaci ón de la convención de los Derechos de los NiĖos.199 0.
Coordinación de un si stema efectivo de protección integral a menores.
Ley contra la Violencia Intra famili ar. 1996.
P rograma de Saneami ento de l as Rel aciones Famili ares.
Creación de la Gerencia de la Mujer y Mejoramient o del acceso de l a
mujer adulta, adolescente y adulta mayor a los servici os gratuitos para atención del embarazo, parto, puerperio y planifi cación famili ar.
Desarroll o de un Programa Nacional de Prevenció n del VIH/SIDA, con
partic ipaci ón int eragencial, int erinst ituci onal e int ersectorial .
En consecuencia, El Salvador mani fiesta voluntad para tomar las medidas
pertine ntes e implementar acciones tendientes a responder a los
problemas social es.
En este contexto y desde el ámbit o educativo el cual nos ocupa, se está desarroll ando un conjunto de acciones diri gidas a fortalecer la vi vencia de
valores , fomento de aptitudes y competencias para enfrentars e con éxit o
a la vida.
Desde esta percepción de la formaci ón i ntegral de l as nuevas generaciones, el M i nist erio de Educación conjuntamente con ins tituciones afines,
que velan por l os derechos de la famili a y la salud respectivamente, se
encuentran trabaja ndo con el Program a de Educación para la Vida, baj o
un enfoque preventi vo i ntegral ; es decir, desarroll ar en nuestros educandos habili dades para la toma de decisiones, fortalecer la autoestima,
fomento de la responsabili dad, form ación para el desarrollo int electual,
emocional y social, congruente con l a edad cronológica, en un marco de
valores , derechos y deberes, incorpo rando la perspectiva de género, y
final mente parti cipativo, en el cual tanto padres y madres, docentes y el
mis mo alumnado sean agentes portadores de cambi o.
Desde este enfoque l e apostamos a la uni dad famil iar, ya que l a famili a
asume las funci ones pri ncipal es de formar y educar en valore s a hi jos e
hijas; así mismo, es en l a fami lia donde se adquieren y desarrolla n la s
actitudes, creencias, valores , hábitos, estilos de vida y comportami entos.
Es así que el núcleo de l a fami lia se vuel ve el prim er agente que ejerc e
la función de prevenci ón, transmiti endo val ores, control ando a tempra-
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na edad el comportamiento de sus miembros.
Otro agente de pre vención l o constituye la escuela, la cual sumi nist ra y
proporcio na conocimientos necesarios y desarroll a habilid ades que posibili tan la form ación de jóvenes para incorpora rse a una dinámica y cambiante sociedad.
El Desafío de Educar para la Vida implic a el trabajar desde el proceso de
enseĖanza aprendiza je en una construcción y fi jaci ón de metas y objetivos en la vida, dotar al alumnado de inst rum ental y habi lida des sociale s
que constituyan un factor protectivo en toda su vi da, así mismo se vuelve necesario el establecimient o de crite rios para la toma de decisiones.
En la construcción del Proye cto de Vida, es de suma im portanci a la partici pación de padres y madres, considerá ndolos como personaje s claves
en la formación de hi jas e hijo s.
La parti cipación de padres de famil ia en la cri anza de hijos e hija s en l a
sociedad salvadoreĖa ha si do inf luenci ada por el arrai go de una cultura
machista que ha impedido el invol ucramiento del hombre a esta actividad, considerada como ejercic io excl usivo de la mujer, y aportación de
ella a una sociedad. Sin embargo reconocemos que la cultura machista no
puede desaparecer de un día para otro, pero se ha avanzado, parece que
los hombre s se encuentran más abiert os a la comunicación, valoran más
el trabajo de la mujer en la casa y se relaci onan más con sus hijo s e hijas.
En este sentido, el rompim i ento paulatino de creencias y prácticas sexi stas en torno a la mujer va ganando espacios, por las estrategias im pl ementadas en la Educación Formal y no Form al , mediante el incremento de
las capacitaciones a las mujeres de estos sectores. La educación como derecho de todo ser humano es un pila r fundamental para la construcci ón
de relaci ones equitativas entre hombre s y muj eres, es por ell o que l a
Currículo Nacional SalvadoreĖa considera important e consolida r un
proceso social sobre la base de la form ación de personas con clara concienci a y respeto acerca de la igual dad de derechos, sin disti nción alguna
de raza, creencia, condici ón social o sexo, capaz de elim i nar estereotipos
de subestimaci ón y discriminac ión.
El trabajo para l ograr cambios actitudi nales desde la escuela requie re de
un conjunto de esfuerzos, desde sensibi liz ar y concienciar al cuerpo docente, hasta promover la temática de género en escuelas de padres y madres.
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En cuanto a la experienc ia salvadoreĖa en el ámbi to educativo con la masculini dad, este ha si do part e de un P l an de Capacitación inst itucional sobre el
Enfoque de Género, dirigi do a ambas poblaciones femenina y
masculina. Concretamente ha perm i tido atender personal técnico en la s
áreas operativas. A través de los disti ntos procesos de capacitación se ha
explorad o los i ntereses que cada poblaci ón presenta en cuanto a l a temática, no obstante se ha retomado l a estrategia de atender la población desagregada; en este aĖo se desarrolló una capacitación sobre Mascul inida d
dirig ida al personal masculino que tra baja el diseĖo, elaborac ión y producción de materia les educativos. En esta pri mera experi encia se contó
con la partic ipaci ón de 20 hombre s y 2 mujere s que fueron invi tadas por
la re laci ón de la temática de género.
Entre l as pri meras impresio nes del grupo se tuvieron:
• Se vuelve difíci l abordar la temática de masculinida d ante los paradigmas existe ntes.
• A medida que se desarroll aba la temática había una identifi cación de
conductas machistas aunque tuvieran la intencional idad de ser encubiert as.
Cabe mencionar que lo que se pre tende es i nstitucionaliza r l a Educación
con Enfoque de Género en el i nterio r del M ini steri o. Si bien es ci erto la s
actividades internas se vuelven necesaria s e imperantes, l a visi ón que se
tiene es aún más ampl ia; es decir en el Documento Base “Desafí os de l a
Educación en el Nuevo Mil enio (2 000-20 05), se manifi esta la volunta d
de insti tucionaliz ar en el Sist ema Educativo Nacional, los objetivos y acciones de la Polí tica Nacional de la Mujer en el marco del mejoramient o
de la calidad educativa y la formació n en valores, promoviend o l a equidad
de género.
Entre las acciones real izadas por el Mini steri o de Educación en la i ncorporación del Enfoque de Género en el Si stema Educativo tenemos :
• P l an Operativo Insti tucional, en donde se definen las acciones a realizar durante el aĖo y se operati viza por medio de l as distintas Uni dades Técnicas.
• Incorpora ción a la Currícula Nacional del Enfoque de Género, inc luyendo los ins trum entos curri culares : planes y programas de estudio,
recursos didácticos, textos, guías didácticas, unidades de aprendi zaje.
• P roducción de materiale s educativos li bres de estereoti pos.
• Incorpora ción del enfoque de género en las capacitaciones al personal
técnico y docentes.
• P romoción al interior del M I NED sobre el trabajo ins titucional en l a
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temática.
Informaci ón referi da a hombre s y mujeres en el proceso de Educación
con
Enfoque de Género desde el M i nisterio de Educación.
• 20, 000 personas atendidas en escuelas nocturnas de adultos, 9,600
hombres y 10,400 muj eres.
• 3 tallere s de sensibi liz ación sobre I gualdad de Oportuni dades, equidad
de género en Tercer Cicl o y Educación Media a Distancia, 108 mujeres y 78 hombres respectivamente..
• Capacitación a 25 docentes en temática de género en los Departamentos de La Uni ón y Chalatenango.
• P romoción de Curs o de Fontaneras y Fontaneros Inf antil es, partic i-
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pando 120 niĖa s y 120 niĖos.
• Un taller sobre Masculi nidad y Género, dirigi do a diagram adores, radio intera ctiva, video, artis tas y currícul o.
Lo anterior es muestra del trabajo proyectivo que se re aliz a en Educación, es important e destacar que la s acciones se dirigen a l as dos poblaciones, re conociendo así que las relac iones de género abarcan tanto a
hombres como a muj eres y el compromis o es con ambos, para que en
conjunto establezcamos rel aciones en el marc o de una clara conciencia y
respeto acerca de la igualdad de derechos y construyamos una mejor educación con calid ad y equidad
para todas las personas.
Nos encontramos tra bajando para que en nuestro país se reconozca y se
acepte en la prácti ca cotidiana, l a igualdad genérica, tanto en el ámbito
público como doméstico de l a mujer y el hombre.
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Masculinidad en Centro América,
balance, retos, perspectivas.
Caso Guatemala.
Boris Galvan
ACI
Guatemala
Introducción.
Guatemala, al igual que la mayoría de los países centroamericano s (por
no mencionar la totali dad de éstos), se encuentra inmersa dentro de una
cultura que mani fiesta esencialm ente el machismo como una form a de vida, la que abarca no solamente l os ámbi tos de tipo famili ar, si no es una
forma socialmente aceptable, tanto desde el segmento femenino como el
masculino. En este sentido, todas aquellas activida des que conll even un
cambi o de actitud y de comportamiento, ti enen por esencia, re spuestas
negativas, si n embargo, en form a paulatina algunas ins tancias están llevando a cabo acciones que promueven una convivencia pacífi ca y justa, en
tal sentido, el partici par dentro de una re d que efectivamente prom ueve
estos cambios, es priorit ario para toda i nsti tución, tal el caso de la Asociaci ón de Apoyo I ntegral , ACI, la cual desde hace tres aĖos viene real izando actividades encaminadas en buscar esa equidad.
1. Visión General de las acciones que se realizan sobre el tema en Guatemala.
Actualmente en Guatemala se l levan a cabo acciones dispersas al res pecto; sin embargo, se manif iesta un cambio de actitud ins titucional , puesto que cada vez es más evidente el incre mento de las acciones viol entas en
contra de mujeres y de ni Ėos por parte de los hombres (esta aseveraci ón
es part e verdad, puesto que lo que está sucediendo es que actualmente
exist e una mayor apertura por part e de la s mujere s en cuanto a denunciar violaci ones, lo que necesaria mente no i mpl ica que la vi olenci a haya inc rem entado).
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En cuanto a l as i nstancias que trabaj an el tema, en 1998 , el Mini steri o
de Educación l levó a cabo una seri e de capacitaciones a maestros, para que
ello s a su vez repli caran ciertos patrones de conducta en cuanto a l a vi olenci a intraf ami lia r, sin embargo esta prá ctica no fue tomada como una
polít ica hori zontal en todos l os programas y proyectos que ejecutaba en
ese entonces el Minis terio , y, aunado a esto, una vez se terminaron los
fondos que contaban para tal fi n, esta serie de capacitaciones terminó.
De l o anterio r sobrevive un documento que sirvió de manual de capacitación.
Acciones gubernamentales que estén li gadas al tra bajo sobre masculi nidad en el actual gobierno no exi sten; se realiz an activi dades que velan por
la defensa de l os derechos de la muj er y los niĖos y niĖas; si n embargo,
únicamente se está trabaj ando con el resul tado de la vi olenci a (que en estos casos el elemento activo que la provoca son los hombres) que es l a
mujer y niĖos malt ratados. Recientemente, como parte de la ampl iaci ón
de funciones, el Programa de Prevenció n de l a Violencia Intra famili ar
(P rograma Estatal), ha anunciado que en sus oficina s, l as cuales brind an
una asistencia l egal, si cológica y social, se han recibi do denuncias por
mal trato y viola ciones tanto de muj eres, ni Ėos, ni Ėas como de hombres,
de l as cuales, son l os úl timos quienes refie ren tener más li mi taciones de
la presentación de dichas denuncias, puesto que el rol que deben de jug ar
en l a sociedad como “machos”, les li mit a sus medios de
expre sión.
Estos porcentajes son i mportantes, puesto que PROP EVI re fiere que el
34% de las denuncias es presentada por hombres, mientras que el
M ini steri o Públ ico ref iere que menos del 1% de las denuncias presentadas
son por hombres . Esta re laci ón de cifras es muy intere sante,
puesto que las denuncias presentadas a PR OPEVI no son vincul antes ante
la j usticia, mientras que las otras sí, por l o que se considera que de nuevo se reafirma que el
pasar de vi olentador a violentado por part e
de un hombre es denigrante, y
mucho más, si se denuncia el hecho.
Además, exis te la Comisi ón Nacional en Contra de l a M al trato Infant il,
CONACMI, quienes real izan acciones de capacitación y sensibili zación sobre el tema, brindand o además consejerí a a i nsti tuciones que deseen implementar dentro de su políti cas acciones que eliminen o reduzcan la vi olenci a int rafamil iar.
Aisla damente, otras ONGęs ll evan a cabo acciones tendientes a mi tigar en
parte la viol encia int rafamill iar, si n embargo dichas acciones no están
concertadas dentro de un pl an de eliminac ión de dicha vi olencia, lo que
provoca que los esfuerzos no provoquen el impacto deseado. En esta l ínea se encuentra la Asociación de Apoyo Integral, la que viene real izando
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acciones tendientes en erradi car este tipo de viol encia, si n embargo, debido a la población objetivo que tiene esta organización, se trabaja casi
con exclusivi dad con pers onas re fugiadas, quienes en su mayoría son de
origen ni caragüense. Se tiene pre visto ampli ar el marc o de acción para
el aĖo 2.002, ya que se vi ene tra bajando con población i ndígena cercana
a la capital, específicamente en los municipi os de San Juan Sacatepéquez
y San Raymundo, distantes en aproximadamente 40 kil ómetros de la ciudad. Este ampli ación de cobertura y de acciones, serán re aliz adas paralela mente a una serie de capacitaciones y talleres con mujeres , quienes
en su mayoría (más del 90%) son indíg enas de la etnia cakchiquel. El
reto del trabaj o futuro es int eresante, puesto que las característ icas del
trabajo que se vie ne real izando con la población refugiada son disti ntas a
la nueva población a atender, l as que princ ipalmente están ref erida s, en
el caso de l os refugi ados, a l os traumas del abandono del hogar, a l a pertenencia a un grupo polí tico, y, como detonante de la sit uación, a las actitudes xenofóbicas de la población guatemalteca. En el caso de la población indí gena, l as característi cas apunan más bi en a l os roles que definen cada una de sus cosmogonías, en las cuales el papel del hombre en el
hogar es de total dominación.
2. Trabajo que se realiza en el tema de la “Masculinidad”.
Como se apunta arriba , la Asociación de Apoyo Integral vi ene real izando
acciones de refl exión y conform ación de grupos de apoyo en el tema de l a
masculini dad desde hace tres aĖos. Esta tarea ha tenido sus grandes retos, ya que l as caracterís ticas propias de la poblaci ón con la que se trabaja han
requerid o medidas especiales de atención, las cuales principal mente han girado sobre l o si guiente:
_ Defini ci ón de masculi nidad: Determin ación en forma socia l del concepto de mascul in idad, el cual es diferent e dependiendo de: naci onali dad, estrat o socia l y ni vel educati vo. El ej ercici o establ ecido con l os
hombr es part ic ipa ntes defini ó dif erenci as cl ara s de l a concepci ón que
por l as diferen ci as citadas manej aban, l ogrando al fin al , establecer un
concepto de “ma sculi nidad”, el cual conllevaba bási camente aspectos
de dolor y li mi taci ón de su pro pio desarro ll o como ser humano que,
pri nci pal mente, se ni ega a tener sentimi entos.
_ Defini ci ón de acci ones de poder: Se deter mi nó l as disti ntas formas en
que es ej ercido el poder de l os hombres haci a sus fami li ares, especi al mente esposa e hij os e hi ja s. Este eje rci ci o pr esentó la s seri as consecuencias de acti tudes xenofóbi cas de l a sociedad guatemalt eca hacia
los extra nje ros, en los que se i ncl uyen los re fugiados, l o que prov oca
que el hombre asuma actitudes de vi olencia en su hogar, “bu scando
quien se la pague y no quie n se l a debe”, puesto que l as muje res e hi -
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jos , en una prac ti ca más acti va de re laciones socia les, evit a o mi ti ga
grandemente estas actit udes xenofóbi cas.
_ Defini ci ón de una nueva mascul in idad, a travé s de la defi ni ción de nuevas pautas de comporta miento “h ombres en búsqueda de la equidad”:
Como consecuencia del autoanáli sis y el análi si s colectivo del ejer cicio
de poder del hombr e en su hogar, se pl antearon necesidades comunes
que deberí an ser sati sfecha, prin ci pal mente desde el punto de vis ta
afectivo, el cual, en l a mayorí a de los casos, nunca se había anali zado,
solamente cuando en compaĖía de otr os hombres, “al estar se echando
los tragos”, se ll evan a cabo pro cesos de explorac ión sentimental, en
la cual se l lor a por aquell o que se quie re, o bi en, por l as pers onas que
se encuentra n alre dedor del hombr e.
Contexto nacional en apoyo a l os tra bajos de masculi nidad.
En la actualidad, no existe n polí ticas establecidas para l a atención en
el tema de masculinida d, se tra bajan en form a paral ela programas
vincula dos al establecimiento de pautas de acción en cuanto a género,
principa lm ente con niĖas, y, también pri ncipal mente, en lo referente a la educación. Esta acción es compartida por al gunas empresas
privadas de solid o prestigi o y de un capital considerable.
R etomando la líne a, no se podría indic ar que exi sten polít icas de ti po
horizont al que provean que en cada uno de los mi nist erios se ll even a
cabo acciones sobre el tema, y en cuanto a el sector no gubernamental
y privado, son pocas las que tienen algún programa al respecto, o
bien, que reali zan acciones en tal sentido. Se adolece de una red que
concentre todos l os esfuerzos que sobre el tema deban real izars e.
En cuanto estadísticas que invol ucren el tra tamiento de hombres vi olentadores o vi olentados, las que se cuentan son las de PR OPEVI, mi smas que ya fueron citadas, sin embargo a nivel estatal se adolece de l a
sist ematización del tema (que no es exclusi vo del caso de masculi nidad y/o género, sino es generalizado a todo ti po de i ntervenci ón del Estado), lo que l imita grandemente su estudio.
En cuanto a l a posici ón de l as organizaciones de mujeres sobre el tema de masculinida d, éstas han reaccionado favorablemente, puesto que
lo que se pretende establecer son nuevas pautas de convivenci a, lo que
para la mayoría es favorable; son pocos los casos, especial mente en
aquell os que las diri gentes son femi nist as extrem as, en donde se ha tenido una res puesta desfavorable hacia el tema. Así mismo, no exist e
actualmente una inst itución (Estatal o no), que brind e una asistencia
profesi onal a los proble mas de viol encia que sufren l os hombres, tanto desde el punto de vis ta de l a agresión como de ser agredidos. Lo an-
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terio r está en funci ón de que si bien PR OPEVI brinda asistencia primari a, no tiene contemplado un seguimiento, ni mucho menos la formación de círcul os de apoyo que brinde n la posibil idad de un sostenimiento de la terapi a.
ASI ha tratado de establecer los mecanismos
para la creaci ón de estos círcul os, sin embargo no se cuenta con los
recursos de seguimiento para cre ar las condiciones de su autosostenibili dad, princi palmente en funci ón de su mantenimiento a futuro .
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Aportes complementarios a la
situación de la masculinidad
en Guatemala
De manera especial se incluye este apartado que contiene dos referencia s
al estado del abordaje de l a masculinida d en este país que, dadas l as caracterí sti cas de sus autores, nos parece oportuno presentar.
LA EXPERIENCIA PERSONAL
Nestor Alberto Buc Rangel
1. En el grupo “Enla ce”
2. En la Ofici na de Pastoral Social
3. En el encuentro de l a Antigua
En el grupo “Enlace”
P artici pamos junt o a un grupo de compaĖeros en un espacio más bien a
nivel intel ectual. La experienc ia que se puede re scatar de ell o es que
cuando se
intelectualiz an l os espacios no se puede l legar a los temas
medulares.
En Guatemal a pasa también que, luego de tanto ti empo de un confli cto no
declarado que l ogró eso sí una desarticul ación de l o más fundamental del
teji do social , establecer relaci ones sociales, tanto entre géneros como
entre i nstituciones; además, la puesta en común de l os cri terio s ha sido
la pri ncipal víct ima de la vi olencia.
Las costumbres que originó la lucha clandestina de los grupos opuestos al
Estado es un l astre que todavía no ha term i nado de desaparecer, es evidente que somos una sociedad desarticul ada, confrontada y en muchos casos
todavía muy polariza da.
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El esfuerzo fue bueno, fue fr uctíf ero y bastante re fl exi vo, si n embargo no
pudo avanzar en el tiempo como grup o, al menos por ahora, pero si gue la tente en la conci encia de algunos de los que estuvimos y fuimos parte de la
experi encia .
La experi encia final mente term inó como grupo, el contacto y l a amistad
perm anece y la inquie tud está presente y estuvo presente en este importante Encuentro.
En la Oficina de Pastoral Social:
Hay que parti r de que la identif icación y la pertenencia la boral con una
insti tución patri arcal, me ha colocado en una si tuación como en la que
hubiera podido estar con un padre alcohóli co; es una situación de profundo respeto, que sin embargo no quita el cuestionami ento y l a demanda
por el cambio. No obstante, la fe que es el otro elemento que tiene trascendental im portanci a, me perm i te ver más all á del momento actual, y
entonces visual izo con mucha cl arida d que el despertar del Pueblo de
Di os, que antes estuvo presente en l a Teología de la Li beración, si gue l atente y lo que es más importa nte, sigue vivo.
En la Oficina hemos hecho varios i ntentos de tocar el tema, yo personalmente no he si do parte de la Di recció n, ello no me ha permit ido decidir,
sin embargo si me ha permiti do permear el tema en la Inst ituci ón.
A este res pecto, CANTERA ha colaborado de form a importa nte y decisiva,
a través de Santiago Sequeira que facilit ó un taller orient ado al personal
de l a I nsti tución y que tambi én se extendió a otras i nstituciones, facilit ó
el abordaje del tema. Desconozco l as re acciones que pudieron haberse
dado en el cl ero respecto a la activida d, si es que la hubo; me propongo
desarrol lar todo un tra bajo de consulta con quienes considero sensible s
al tema dentro de l a Igl esia, quizá dentro de la je rarquía, pero esto últ imo es más i mprobabl e.
En el Encuentro de Género en Agosto en la Antigua
Tuve l a oportuni dad de compartir con al gunos de los grupos femi nistas
que partici paron en el Encuentro de la Antigua. M e parece que ha sido una
de la s más cercanas e importa ntes activi dades a las que he asisti do, se
trató de identifi car las no solo l as ali anzas, sino además l a identifi cación
de i ntereses con los grupos femi nistas con los que podrí amos trabajar.
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De hecho de una de la s compaĖeras que i ntervino por part e de FLACSO, fue
que tuve acceso al Encuentro de Costa Rica.
El reto que se me plantea y que he decidid o retomar es el desarroll ar un
trabajo de compromiso con el tema, del cual los tendré inform ados.
Dos aspectos que no quisi era dejar pasar son:
1. El tema de l as rel igi ones, parece que debiera de plantearse desde l a
Hi stori a de la Salvación re flej ada en el Éxodo; y hago esta afirmaci ón
debido a que me parece que el tema no se abarcó con la sufici ente amplit ud, me parece que es un tema medular en el tema de la atención a
los hombres
agresores.
2. La sigui ente sería que me parece que aunque el tema en masculinida d
está avanzando de manera muy im portante; me parece que no tiene una
demanda políti ca concreta. Insis to que l a “Equid ad de Género” es una
demanda polí tica que pertenece a las mujeres , así como les pertenece
el haber decidido l iberarse un día, sin embargo me parece cómodo solo apoyarnos en él y nada más, tal y como sucede en la real idad, ella s
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hacen al go y nosotros vamos y nos int egramos. M e parece que estamos
en la necesidad de plantear una demanda polít ica que podría ser de RENUNCIA AL MACHISM O más que de equidad de género simplemente, debido a que antes de llegar a la igual dad, tenemos que pasar por la renuncia.
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Masculinidad:
La experiencia Guatemalteca
Manuel Esaú Pérez Aguirre
Abord ar lo r elativo a las experie ncias de tra bajo en el campo de la equidad
i ntergenér ica me r emite, de maner a inevi table, a una fru stran te y desgastante exper ienci a per sonal cara cteri zada por el evi dente re chazo y re sis tencia de l as or ganiz aciones e ins tituciones que tr abaja n con muj er es y
par a muje re s que, en su mayor ía , según mi pr opia aprecia ción, ti enen al gunas difi cultades para compr ender que, así como son l as cosas, así como
son las rel aciones hombre s-m uje re s, l a toma de conciencia por par te de
l as mujer es y todas l as acciones desar ro lla das por ellas y con ellas, no es
sufici ente para emancipa rs e de la dominación.
Actualmente, algunos donantes empiezan a abri r espacios para apoyar en
este tema y, otras, ejercen un “poquil lo” de pre sión y condici onami ento para que l os progra mas y proyectos inc luyan el tema de masculini dad.
Sin embargo, conviene seĖalar que, la mayoría de l as veces, es concebido como “tall eres de sensibili zación” y se limita a activi dades aisladas y
muy sesgadas.
Otro aspecto determinant e en la si tuación de todo lo rela cionado con l a
equidad, l o constituye la dispersión de quienes i ntentamos aportar a l a
construcción social de una masculinida d al ternativa. Hasta hoy no hemos
podido confluir y construi r una red o inst ancia uni fic adora y, más bien,
se va generando el fenómeno - que también se observa en otros temas de la atomi zación, el sectari smo, ocultamiento y el recel o “ paranoide” de
guardar bajo “caja de seguri dad”, como su propiedad excl usiva, todo l o
relat ivo a la s experi encias y otros productos. Esto infl uye directamente
en el estancami ento y desarticul ación inst itucional .
P or últi mo, exist e una evidente y extrem a falta de confianz a y credi bilida d hacia los prof esionales nacional es, quienes, muchas veces, somos
susti tuidos por prof esionales de otros países vecinos considera dos como
“ expertos” que, a pesar de la gran experienci a, dominio del tema y profesionali dad de éstos, repercut e direc tamente en l a negación de oportu-
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nidades para l a form ación de l os pri meros y esto, a su vez, tiene como
result ado l a poca oferta de trabajadores nacionales en este tema, así como también empuja, muchas veces, a l os mis mos a aceptar honorario s
que no corresponden a una retri bución digna.
Las activid ades mencionadas anteriorm ente, tambi én ti enen una re sponsabil idad direct a en la superfici alid ad y vulgarizac ión en el abordami en-
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to del tema en diferentes grupos e i nsti tuciones.
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Breve reseña sobre el trabajo
de género y masculinidad
en Panamá
Pedro Cedeño R.
Centro de Estudios y Acción Social Panameño (CEASPA)
La vi gencia del trabajo de masculinida d en Panamá se puede calcul ar en
un tiempo re lati vamente corto -m áxim o cinco aĖos- ya que fue en abril
de 1997 cuando el Centro de Estudios y Acción Social PanameĖo (CEASP A) dio sus primeros pasos en el abordaje de esta temática y, hasta el
momento, no se
conoce que previamente hayan sido ejecutadas otras
acciones baj o este
enfoque.
P osteri orm ente, se fueron sumando otras i nici ativas, un tanto ai sladas
unas de otras; sin embargo, este accionar ha ido ganando terreno poco a
poco, tanto en el sector gubernam ental como en el campo de las organizaciones no gubernam entales. En todo caso, el apoyo fi nanciero y técnico de l as agencias de cooperación i nternacional , como lo son OPS/OMS,
El Fondo de Pobl ación de Naciones Unidas y UNI CEF, ha si do cl ave en el
desarrol lo del trabajo que hasta la fecha se ha ej ecutado en el país en materia s de género y masculini dad.
Quiénes trabajan la temática?
Actualmente exist en dos inst ituci ones gubernamentales que se ej ercit an
en esta tarea, son ellas El M i nist erio de Salud (MINSA) y La Caja de Seguro Social (CSS). Desde ambas i nstituciones se re aliz an activida des que
buscan sensibi liza r a l a población frente a la necesidad de tra bajar con
los hombres desde una perspectiva ampl ia, que permit a el invol ucramiento de estos en la construcció n de una sociedad en democracia. Por un
lado se desarroll an activid ades de carácter psicoeducativas, mediante semina rios tall eres y conferenci as, al mismo tiempo que se real izan es-
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fuerzos para brinda r atención dire cta a pers onas invo lucrada s en casos
de viol encia (este últ im o es un trabajo de carácter l im i tado). No obstante, tales inici ativas -por s u naturalez a incipi ente- constantemente se
ven amenazadas por el rigor de l as políticas i nstitucionales que preestablecen sus pri oridades, y con ell o los recursos , hacia otras latitudes de
las problemáti cas social es.
Las ONG’s por su la do, real izan acciones muy simila res a las gubernamentales, toda vez que sus esfuerzos se encamina n hacia un mismo fi n: l a
incorpora ción de los hombres a nuevas formas de vida, donde l a soli daridad y el respeto a l a i ntegri dad humana, en todas las etapas de vida (niĖez, adolescencia, juve ntud y adultez) se conviertan en una conducta social , que abra posibi lida des de un desarrol lo int egral de las personas. En
la actuali dad son dos l as ONG’s que dentro de su dinámica de funci onamiento, mantienen espacios exclus ivamente dedicados al trabajo de género y masculinid ad, estas son; el Centro de Apoyo a l a M uje r Malt ratada
(CAMM) y El Centro de Estudios Acción Social PanameĖo (CEASPA).
Otras ONG’s han re aliz ado actividades sobre
esta temática, si n embargo, han sido acciones muy puntual es de capacitación que no han tenido mayor sostenibili dad.
¿Qué hacemos?
Dura nte estos cinco aĖos transcurridos, la s acciones han estado en mayor medida orienta das a sensibi liza r a la población en general. En el caso de CEASPA, esta la bor se ha implementado en áreas rural es con grupos de campesinos pertenecientes a diversa s l íneas organizativas (igl esia católi ca, educadores, organiza ciones comunit arias de base, cooperativas, estudiantes, entre otros) y en las áreas urbanas , el trabajo ha involucrad o a profesionales de diversa s disci plina s científi cas, l íderes de
organizaciones, promotores sociales, poli cías, estudiantes de escuelas
secundari as y universi tario s.
Desde esta ONG el trabajo de masculi nidad tambi én se ha vist o fortalecido gracias a dos ejerci cios inve stigativos que, desde aspectos muy concretos, se han reali zado; el pri mero inici ó a mediados del aĖo 1999 y
culminó a inic ios del aĖo sigui ente, este fue un diagnóstico sobre género
y masculinid ad con el cual se logró constatar el sentido de cierta s concepciones sociocul tural es de distintos grupos de hombres , respecto a la s
característ icas que le dan soporte a su masculini dad. El otro estudio versó sobre Educación Reproductiva y Paternidad Responsable el cual respondió a la ini ciativa i mpuls ada por la Comis ión Económi ca para América Latina y El Caribe -CEPAL en el marco de un estudio regi onal (200 1).
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En el caso del Mini steri o de Salud, el trabajo de sensibi liza ción tiene un
carácter de mayor exclusi vidad respecto a l os partic ipantes, los cuales
en su gran mayoría son funcionarios pertenecientes o muy relac ionados
laboral mente con esta inst ituci ón (médi cos, trabajadores sociale s, promotores, etc.) aunque tales capacitaciones tambi én han al canzado a ci ertas unidades de la policía
comuni tari a de uno de los sectores de la urbe capitalina.
Actualmente, el CAMM es la única ONG que trabaja en la atención de hombres agresores en el país. Desarroll a un programa denominado “Grupo de
Apoyo a Hombres Ofensores” (GAHO), que se enmarc a básicamente dentro del int erés de mini miz ar los ni veles de viol encia doméstica que se genera en los hogares en donde conviven estos hombres. Este grupo también se puede considerar como el úni co vigente en cuanto a “grupo de reflexi ón” aunque su dinámica no es muy estable. En esta mis ma l ínea de
atención se ubica el Centro de Salud de Chil ibre el cual pertenece a la Región de Salud de San Miguelit o, y en donde la atención se dirige a ofensores i nvolucra dos en casos de viol encia doméstica, los cuales son remit idos por las autoridades del distrito e n cumpl im i ento de lo establecido por
las leyes vi gentes. Últi mamente, l a Caja de Seguro Social tambi én se ha
incorpora do a colaborar con esta la bor desde uno de sus departamentos.
Cabe seĖalar que aunque estas inic iativas se estén ejecutando, el trabaj o
que se realiza no posee ni alcance ni la profundi dad necesaria, como para considerar que en el país se le brinda la atención sufici ente a los
ofensores y ví ctimas de vi olenci a doméstica.
Políticas públicas
P anamá cuenta con una plataforma jurí dica favorabl e que bi en pudiera
ser util izada para desarrol lar mayores acciones en cuanto a l a temática
de género y masculi nidad, no obstante, la necesidad de re doblar y unif icar esfuerzos entre los diverso s sectores int eresados y trazar estrategias para converti r tales
norm as en herram i entas mucho más útiles a ni vel operativo es una tarea
pendiente. En este sentido se destacan las sigui entes leyes:
Ley No 3. (De 5 de enero de 2000). General sobre las Infecciones de Transmisión Sexual, el Virus de la Inmunodeficiencia Humana y SIDA.
Esta l ey fue promulgada el 5 de enero de 2.000 y establece el marc o jurídic o dentro del cual se deben desarrolla r l a educación y la promoci ón
de la salud; l a i nvestigación, prevenció n, capacitación, detención, vigilanci a epidemiológica y atención integral de l as i nfecciones de transmi-
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sión sexual, el vi rus de inm unodeficienci a humana y el sí ndrome de inmunodefici encia adquirid a (SI DA). Esta Ley especifica que la responsabili dad sobre esta temática no es de competencia exclus iva del Estado, sino también de organi zaciones civi les y hasta de i ndivi duos(as), como el
caso de los(as ) patronos(as), ya sean público s o privado s. Como bien se
deduce el papel de l o hombres panameĖos frente al
SI DA se revi ste de gran i mportancia, toda vez que la s estadísticas l o marcan como l a
vícti ma de mayor frecuenci a en el país.
Ley No. 38 (Del 19 de julio de 2.001)
Esta l ey derogó la Ley 27 de 1.995 cuyo papel princi pal se centraba en
la atención de l a viol encia i ntrafamil iar y maltrat o de menores. Hoy se
considera un i nstrumento de mayor ampl itud que permiti rá una atención
más integral a las víct im as sobrevivient es de viol encia doméstica.
Ley No. 4 (De 29 de enero de 1.999), por la cual se instituye la Igualdad de
Oportunidades para las mujeres .
Como bien lo anunci a el títul o de esta ley, el int erés máxi mo de la mi sma se ubica en l a distri bución equitativa de l as oportuni dades sobre todo
en favor de l a mujeres quienes hi stóri camente se han vis to relegadas a
espacios de poco desarrollo en el país. Es por ello que en el Artícul o 2
acápite 3 seĖala: “Fomentar la creación de estructura s y mecanismos
insti tucionales, que posibil iten la form ul ación de políti cas públi cas con
perspectiva de género y garanti cen la coordinaci ón, ejecución y evaluación de programas”. Referente a Fami lia , el artícul o 9 del capítulo IV,
dice que “l a políti ca públ ica que el Estado i mpl ementará para desarrollar los servic ios sociales que favorezcan la distribuci ón equitativa de la s
responsabi lid ades famil iares entre la parej a, conlleva la s actividades
necesari as para lograr el cambio de las normas sociocul turale s de conducta que sobrecargan a las mujeres con trabajo doméstico, incl uyendo l a
crianza de l as ni Ėas y niĖos”.
Ley No. 3 (De 17 de mayo de 1.994). Código de la Familia.
El Código de l a Famil ia es otro de los i nstrumentos jurí dicos con que
cuenta la población panameĖa, donde se pueden encontrar seĖalamient o
exclusi vos al fomento del trabajo sobre masculi nidad. Como es de esperar, es una ley cuyo contenido está exclusi vamente dedicado a la famili a
y a un sinnúmero de situaciones- problemas que puede surgir e n este es-
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pacio de tan al to val or, como lo es la famil ia.
Anteproyecto de Ley sobre Paternidad Responsable
Actualmente esta Ley está en manos del Ejecutivo en espera de su aprobación o re chazo. Es una ley que pretende mejorar el proble ma del registro de nacim i entos de niĖos y niĖas en todo el país y con ell o encausar
los costos en
materia de pensiones ali menticia s, entre otros.
Retos
Entre los retos que el trabajo de masculi nidad pre senta para quienes nos
agitamos en este quehacer, se pueden mencionar los sigui entes:
_ El establecimiento de alianz as entre l os grupos que actualmente desarrolla n acciones re specto a l a temática.
_ La expansión de la s acciones y la conquista de i nstancias cuya l abor es
clave en el desarrollo país.
_ La conformación de grupos de ref lexió n estables con dinámi cas propias de funcionamiento.
_ Acceder a espacios de divulga ción masiva como son los medios de comunic ación.
_ M antener el int erés de seguir trabajando con escasos, o si n recurso s
económicos.
_ Acceder a recurs os económi cos dentro del propio país.
Entre l as l im i taciones que este trabajo pre senta se pueden destacar:
_ La falta de personal capacitado para desarrol lar tra bajos de masculinidad y género.
_ Las limit aciones que confronta el país frente a l a cooperación int ernacional sosbre todo l as ONG’s para desarroll ar proyectos sociales.
_ La poca importanci a que se l e da al tema en al gunos sectores.
_ Falta de re cursos económicos para desarrol lar proyectos
_ Descoordinación entre el sector gubernamental y la s ONG’s para desarroll ar si nergia s.
Muestra de indicadores estadísticos
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Esperanza de vida de l a población panameĖa
Año
Hombres
Mujeres
1980
68.3
72.6
1990
69.8
74.7
2000
71.8
76.4
Fuente: Contraloría General de la República. Situación de la Población panameĖa con perspectiva
de
género 1999.
Defunciones año 1998
Razón
Hombres
Mujeres
Por accidentes, lesi ones autoinfling idas, agresiones 1,147
y otra viol encia
33%
79.%
21.%
Por enferm edades:
5,735
(55. %)
4,631
(4 5.%)
Por virus de i nmuno deficienci a (VI H)
325
(77. %)
96
(2 3.%)
Fuente: Contraloría General de la República. Panamá en Cifras, 2000.
Registro de casos de violencia intrafamiliar
Programa de Salud Mental de la Caja de Seguro Social 2000
Víctim as
Ofensores *
Mujeres
Hombres
264
48
5
74
* 35 ofensores más no fueron identificados sexualmente
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La fundación para l a Promoció n de la Mujer (FU NDAMUJER) durante el
aĖo 2,000 regist ró 1,106 casos atendidos por el departamento de Asistencia Legal. De este gran total la s ci fras más al tas la regist ran l os siguiente casos:
Di vorcio s
117
Violencia I ntraf ami liar
161
P ensión alimenti cia
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Orientación
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Consulta psic ológica
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Nuestra experiencia de reflexión
en un grupo de hombres
Rafael Guevara Villegas
José Rafael Jiménez Fallas
Grupo de reflexión de hombres.
Instituto WEM. Costa Rica
¿Quiénes somos?
Un grupo heterogéneo en cuanto a:
_
_
_
_
_
_
_
Edad
Estado civi l
Ni vel educativo
Tipos de tra bajo y ocupaciones
Hi stori as y experienc ias de vida.
Sentido y proyectos de vi da.
Sistemas de creencia s en cuanto a los signif icados del ser hombre y de
la masculinid ad.
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¿Qué pretendemos?
Nuestros objetivos:
_ Clarif icar nuestros conceptos y sist emas de creencias con respecto a
ser hombre y la masculini dad.
_ Analiz ar los diferentes roles que desempeĖamos en la fami lia, el trabajo, la economía, en el deporte y en la sociedad en general.
_ R econocer y analizar lo s sentimient os y pensamientos positivos y negativos que nos generan los difere ntes rol es que desempeĖamos y l a
manera como los enfrentamos.
_ Analiz ar nuestras his toria s de vida, las crisi s que enfrentamos y la s
maneras como l as res olvemos.
_ P otenciar la búsqueda de un nuevo sentido y proyecto de vi da, que nos
perm i ta enfrentar positi vamente l as cris is y establecer rel aciones
constructivas con otros hombre s, en nuestras famil ias y en los diferentes ambi entes donde nos desenvolvemos.
¿Qué hacemos?
_ Nos reuni mos mensualm ente.
_ En algunos casos proponemos los temas que queremos analiza r, en otro
casos los proponen los facili tadores de l a reuni ón. Algunos de ellos:
sexuali dad, rel aciones de pareja, paternid ad, control del carácter,
control y expre sión de emociones y sentimient os.
_ Libremente expresamos l o que pensamos, sentim os o hacemos de
acuerdo con el tema que se trata.
_ Los facilit adores guían nuestras refle xiones y nos hacen devoluci ones.
_ Cuando al guien del grupo expres a su punto de vista acerca de un tema
o una situación personal que está viviend o, el res to del grupo expresamos tambi én nuestra manera de pensar al respecto y sugerencias de
cómo podrí a resol ver su situación.
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¿Qué hemos aprendido?
_ A reconocer que l os hombres necesitamos un espacio formal para hablar y re flexi onar sobre lo que sentimos, pensamos, y la form a como
nos comportamos y actuamos.
_ A darnos permiso para expre sar lo que sentimos, pensamos y cómo
actuamos en diferentes ambientes.
_ A tomar concienci a de que nuestros sentimiento s, pensamientos y formas de actuar, no siempre nos hacen sentir bien y a las personas con
las cuales nos relaci onamos.
_ A ser solida rios ante l as situaciones de crisis o dolor que está experimentando algún compaĖero y ofrecerle apoyo en ese momento.
_ A reconocer que es posible cambiar nuestros sentim i entos, pensamientos, y formas de actuar y a tener una nueva concepción del si gnifi cado del ser hombre.
_ A reconocer que las dudas, temores, i nseguri dades, confli ctos, dolor,
trist eza y otros sentimient os y pensami entos personale s, también la s
experimentan otros hombre s.
_ A socializa r la experienci a del grupo en otros ambientes y a motivar
a otros hombres para que partic ipen en grupos de ref lexió n.
_ A desarrol lar l a capacidad para re conocer l as emociones y sentim i entos en sit uaciones que en otros momentos se ha manejado de manera
inadecuada.
_ A reci bir el reconocimiento por parte de la s personas que forman el
círcul o social , en el sentido de la capacidad de autocontrol desarroll ada ante si tuaciones específicas.
_ A manif estar en el grupo l ibremente y de la manera que se ha querid o
cualqui er sentim i ento de alegría, dolor, mi edo u otro, sin temor al
juici o o la censura y a recibi r del re sto de los compaĖeros las más
diversa s sugerencias y comentarios.
_ A uti liza r la experie ncia del grupo, en otros espacios con hombres,
que no son l os que tradi cionalm ente l a sociedad ofrece.
_ A re conocer que muchas actitudes y comportamientos son producto de
los procesos de socializ ación que se han tenido y por lo tanto son susceptibles de cambiar.
(N ota de l os compil adores: Esta ponencia constituye parte de l a sist ematizaci ón en torno a l a experi encia de dos hombres en un grupo de reflexi ón para hombres que funciona desde 1999 en el I nsti tuto WEM . Dicho grupo ti ene una modali dad de grupo abierto, y en el mis mo se re visan distintos tópicos de la masculinida d y de los hombres, tales como:
relaci ones de pareja, paternida d, sexuali dad, control del enojo, manej o
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de la s emociones, prevención de conducta viol enta, comunicación int erpersonal , autoestim a; entre otros. )
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CAPÍTULO III
MASCULINIDAD
Y ÁREAS DE TRABAJO
El trabajo de masculinida d implica la revi sión de las experienci as de l a
socializa ción de los hombres y l a formas de construcción de l a identidad
masculina. Est o supone que dicho trabajo a travie sa las diversa s áreas en
las que se desenvuelven l os hombres, desde el ámbit o pri vado hasta la s
esferas pública s del trabajo, la políti ca, la educación, la famil ia, l a salud. El trabaj o con hombres en el área de la viole ncia social e intraf amil iar es un eje fundamental en el campo de la masculinid ad y, probablemente, sea el que se ha trabajad o más en la región; pero, exis ten además otras temáticas de gran impacto en las que también se ha incursi onado.
En este capítulo se presentan art ícul os que giran en torno a la s temáticas de Educación P opular, Sexuali dad, Paterni dad, Adolescencia y las Polít icas Públi cas. Cabe destacar un trabajo corto, pero muy si gnificativo, que consiste en la propuesta de un jue go de mesa dirigi do a sensibiliza r hombres en esta temática (“El jue go de la masculinida d: El hombre que puedo ser”), el cual to ma un elemento fundamental de la masculini dad que es la competencia y la combi na con la refl exión y la evalua-
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Educación popular
y masculinidad
(Esbozo de un proceso en permanente enriquecimiento)
Juan Carlos Gutiérrez Soto*
CANTERA37
Nicaragua
Nadie se libera solo;
nadie libera a otros;
nos liberamos juntos
Paulo Freire
La experiencia, fuente de conocimiento y cambio
Cuando doĖa Otilia sali ó del taller, junto a otras vecinas de l a comarca,
iba con la convicción de cambi ar muchas cosas de su vida. Darl e el val or
a la s cosas que hace en l a casa, reconocer y expre sar sus necesidades
frente a l os suyos, y no li mit arse a buscar cómo solventar las de otros.
Di spuesta a comparti r sus sentim i entos con don M i guel, el hombre que
ama desde su juvent ud, lo i nvitó a compart ir el ocaso de la tarde bajó el
árbol de tamarind o. Don Miguel, campesi no casi de nacimiento y suave de
hablar, rechazó la invit ación porque “es hora de que hagas la cena y preparés a l os chavalos para acostarlo s...”. Desilusi ón que la real idad le dio
acompaĖada de un aprendizaje a doĖa Otil ia: “no solo con nosotras deben
hablar, también tienen que convencer a los hombres de que tienen que cam biar.”
Entonces, fueron las mis mas mujeres quienes nos hic ieron ver que los
*
Parte de estas aparentes contradicciones tienen que ver con la diversidad de intereses en las
diferentes organizaciones que están articuladas en diferentes realidades como pueden ser la
rural y la urbana y la organizativas como ser mixtas o solo de mujeres. De la misma manera
se ve reflejada esta
diversidad, en las estrategias desarrolladas para alcanzar el objetivo
de igualdad de género.
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cambi os de la s condiciones de género que el sis tema patri arcal les impone, no pueden ser forjados únic amente por ella s. En esta medida no se
cuestiona el proceso de fortale cimiento de las capacidades o de autonomí a
de l a mujer, sino que evoca la co-responsa bili dad de hombres y mujere s
en la construcció n de
relac iones de género jus tas y equitativas. Evoca un cambi o alentado por el cuestionamiento de la realida d que propici aba un tra bajo de género solo con muj eres. Es de esta form a que en 1994
se i nicia el trabajo de género con
hombres en CANTERA.
La génesis del trabajo de género con hombre s en CANTERA se asemeja al
proceso de refle xión teórica y de acción que ha generado el movimiento de
mujeres por la equidad y la diferencia en algunos movimi entos de hombres.
El perfi l del trabajo con y entre hombres, i ncorpora l a concepción de género que suscitan l as mujere s por la búsqueda de nuevas dimensiones
axiol ógicas, de comportamientos y relaci ones distintas a las que la tradici ón patriarcal exi ge. Una búsqueda que ti ene un carácter subje tivo y
objeti vo, personal y colectivo, dinámico y dialéctico, re troal im entado,
partic ipati vo.
El trabajo de género con hombres en CANTERA parte del supuesto de que,
al i gual que las mujere s, el imagina rio y l as conductas de los hombre s
son aprendidas, por lo tanto pueden ser desaprendidas a parti r de procesos conscientes de refle xión sobre su práctica de vida cotidiana, y sobre
los efectos de estas en sí mismo, y en l as personas que les rodean.
Educación popular: dinámica y horizontal
La M etodología de Educación Popul ar encuentra su ori gen desde la concepción pedagógica, epistemológica, y porqué no, fil osófica, que el brasile Ėo Paul o Freire real iza sobre la construcci ón del conocimi ento.
Freire apuesta por “una educación que fortalezca la capacidad de la gente de
intervenir en la gestión de su propio desarrollo...”. Por una educación que
postule la re valori zación del saber, del educando y su re laci ón con el
contexto. Es entender l a educación no para i ntroducir conocimientos, sino para sacar conocimientos y procesos de cambi o.
En el caso del trabajo de género entre hombres, la educación popular estimula la capacidad de los hombres para desarrol lar rela ciones just as y
equitativas, no de asumi r nuevas recetas o formatos de comportami entos,
sino de romper con las form as tra dici onales de ser hombre s que el si stema sexo - género i mpone, e i r construyendo entre todas y todos, esas
nuevas re laci ones.
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En ese sentido, la metodología de educación popular permite que l as dimensiones del si stema patriarca l sean refl exionadas desde nuestros l entes y experi encias. Propici a la proyección de nuestra reali dad, y vernos
como actores dentro de escenas basadas en diálogos de poder.
“Cuando escuchaba decir a este muchacho que la libertad que tiene es a
costa de no tener expresiones de cariño por parte de su padre, y su madre,
me hizo recordar a mi hijo. Porque eso hago yo.
A él le doy la libertad, pero a mi hija le doy el cariño y la protección.
Ahora entiendo porque nunca habla conmigo.”
Hasta que Santos vio ref leja da su reali dad en la de ese joven, es que pudo reconocer las relaci ones frías que mantenía con su hi jo, pero a su vez
pudo i dentificar la capacidad de cambiar esas rela ciones por unas donde
compartiera n el cari Ėo que sienten. Capacidad que form a part e del desarrollo afectivo de él como persona, como padre, pareja y humano. En relaci ón con la sociedad y l a naturaleza .
Y es que las personas vamos encontrando nuestra propi a vi nculaci ón con
la temática planteada en l a educación. Vinculaci ón que solo la encontramos a parti r de nuestra vida cotidiana. Vincul ación que nos identifica como parte de una real idad compartida por muchos. Nos i dentifica como
parte del mismo
fenómeno que acecha al resto.
P or otro l ado, la reval orizac ión del saber, planteada desde l a educación
popular, re presenta l a digni fic ación del conocimi ento. Es aportar al desarroll o de la autoestima del conocimiento, de la pers ona con su propi o
conocimiento, no necesariamente académi co.
R evalori zar el saber, el conocimiento, requiere de una recuperac ión y
reconstrucción de l a memoria his tóric a, personal, famil iar, comunit aria y social de la s personas. Requiere de la reconstrucció n de la realida d
desde las subjeti vidades. Para Freire “ no puede haber divorcio entre l a
cotidiani dad, necesidades y potencialida des de la gente, y el plant eami ento educativo.” Asimi smo, l a reconstrucción crí tica de l a reali dad conlleva a encontrar pautas de cambi o.
¿Quién es? ¿Qué quiere ser ?
“La regresión individual me gustó mucho. Voy tocado, impactado. Nunca
había sentido lo que ahora viví. Nunca me había imaginado lo dominante que
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soy. Yo que pensaba que era distinto a los demás, porque no es la primera
vez que hablo de género. Pero es la primera vez que lo siento.”
Norm al mente, l os hombres que lleg an a l os tallere s de género, de alguna
manera piensan que son distintos al resto. Sin embargo, el proceso i nicia con el re conocimiento de la realid ad desde la historia y pres ente de
cada uno de los hombre s. Ini cia con la reconstrucci ón de l a realida d desde cada una de l as subjetivida des. Ini cia con la reconstrucci ón de su memori a, de sus recuerdos, los dolorosos y los placenteros.
En la primera etapa del proceso es donde se identifi can con l os temas que
se consideran im portantes, no los únicos, ni los defini tivamente abordados, pero sí l os important es para l a construcción de nuevas form as de
relaci ones. Podemos hablar de identidad de género, de viol encia, de poder,
o i gualmente de la afectivi dad en los hombre s. No i mporta. Lo crucial es
reconocer que cada uno de estos temas se expresan de forma particul ar en
cada uno de los hombres.
El parti r de l a reali dad de cada hombre, de la realida d del grupo, de l a comunidad, etc. rompe con cualqui er lógica que int ente asumi r procedimientos
rígid os de refl exionar sobre el tema de género. La receta es
que no haya
receta y de eso se encargan las realidades y las subjeti vidades.
Han si do muchas l as experiencias que han caído en la tentación de reproducir un tall er en disti ntos grupos, sin tomar en cuenta, de form a i rrespetuosa, la particul arida d de la comuni dad de los hombres. Casi todas se
han vis to en apriet os cuando no logran lo que esperaban.
P or otro l ado, aunque en el desarrollo del encuentro no se generen dificultades de partici pación y ref lexi ón, si el enfoque no está planteado desde la reali dad de los part ici pantes, lo más probable es que no se identifique con el discurso, aunque l o puedan recit ar.
Las técnicas, dentro de estos procesos, jue gan un rol muy i mportante.
Sin embargo, no represe ntan el f in de la metodología, sino el i nstrumento. Propi cian el distanciami ento para anali zar la reali dad. Las técnicas
perm i ten proyectar nuestras reali dades, ponerlas en una gran pantall a
para i dentificar aquellos detalles que l a cotidi anidad impide apreci ar. Es
en esa pantalla donde logramos re conocer las sutil es dimensiones del poder que ostentamos, la vi olenci a
psi cológica que ej ercemos, nuestra carencia afectiva, etc. Y es por medio de ell as que nos reconocemos
como partes del conjunto, y es hasta entonces que logramos entender por
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compl eto la dinámica del conjunto, del sis tema, del patriarca do.
“La pasión con que conozco no disminuye el compromiso con que
denuncio y anuncio... reconozco la realidad, reconozco obstáculos,
pero rechazo acomodarme en silencio” (Freire)
El reconocerse como part e del conjunto, del sist ema, es part e del conocimiento que l os hombres construyen entre sí . Si n embargo, el reconocer la reali dad y l os obstáculos, como afirm a Freire, intercam bi ar la s
reali dades, la s subje tivi dades, los obstáculos, nos hace formar part e del
proceso colectivo de cuestionami ento de esas real idades y obstáculos. En
otras palabras, el conocimiento en sí mi smo debe conll evar a un proceso de cambio, una búsqueda de
respuestas colectivas de sobre ņqué
quiero ser?.
La etapa semif inal (porque lo concebimos como perm anente) del proceso se basa en la concreción de compromiso s para lograr el cambio, “l o
que quiero ser” . Hablamos de concreci ón porque entre los argum entos de
los hombres, para evitar el cambio, es difíci l y casi im posible de real izar, porque se tiene que nadar contracorriente . Estos argumentos encuentran tierra fért il cuando se proponen compromis os de cambi o tan
generales que no son real izabl es: “seré mejor compañero” ņcómo?, “trataré
de cambiar” ņqué? ņcuándo? ņhasta dónde termina el esfuerzo de tratar?
La i dea es alcanzar pequeĖos l ogros, que al imentan seguir con el cambio.
Logros que nos perm i ta alcanzar acercarnos a nuestra felici dad y no impida la felic idad de l as otras pers onas.
“lo importante no es correr para llegar a tiempo a toda costa,
lo importante es llegar, y llegar con todas y todos”
P arte de la etapa consiste en compart ir las experienc ias de cambi o con el
fin de enri quecer las herram i entas para l ograr ese cambio.
La comprensión del proceso de conocimiento
Como part e de l as tradi ciones pedagógicas, estamos acostumbrados a
aceptar que l os conocimientos, l os ll amados ci entíficos, se corresponden
a la re alid ad, y por tanto sobra cualquier esfuerzo por revisa rlo. Además
de impedi r que l os educando se identifi quen con este tipo de conocim i entos, olvi damos que l a reali dad es siempre distinta del conocimi ento que
sobre ella tenemos.
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M uchos podrán ser los datos que argumentan los efectos de l a violenci a
intraf ami lia r en la psiquis de las víct im as y de los mismos agresores. Si n
embargo, hasta que se reconocen los propios efectos que la violenci a ha
ejerci do en los hombre s parti cipantes de los cursos, y en sus parejas, e s
que podrán apropia rse de un conocimient o, no para reproduci rlo, si no
para propi ciar el cambi o de esa realida d.
En ell o radica l a i mportancia de que las personas estén cl aras del proceso que las lle va al cambi o. Proceso que es construido por las personas que
lo protagonizan.
Referentes de la propuesta
Dentro de la propuesta metodológi ca constantemente nos ref erimos a l a
im portanci a de los hombres, sus realida des dentro del sist ema patri arcal y l as ref lexio nes que de ella s surgen. Que lo i mportante es el proceso.
ņP ero, cómo evi tar extravia rnos del objeto de deconstruir lo aprendido
del si stema patri arcal, para construir nuevas formas de rel aciones?
ņCómo hacerlo si proponemos ser ampli os y flexi bles en l a facili tación
de l os procesos?
P ara evitarl o, debemos aclara r previ amente nuestra posición frente al
problema. En otras palabras, definir nuestra posición frente al sis tema
patria rcal, el poder que los sustenta y perpetúa, y l os efectos que genera, entre otras cosas que a continuación compartimos.
De una actitud de domi nio a una actitud de cooperación y de no-vi olenci a
El poder, en cualqui era de sus expres iones de domini o, constituye un elemento cl ave en la sustentación y reproduc ción del sistema patria rcal.
P or lo cual, desde nuestra perspectiva , repres enta un elemento a transformar y a ser repl anteado por relaci ones basadas en la armonía i nter e
intra genéri ca; el
consenso coexist iendo arm ónicamente con el disenso. La uni dad en armonía con la diversidad .
Es, por tanto, una propuesta que debe ser construida coherentemente
desde la disposición de los actores de estos procesos: educandos, educado res. Donde el perf il parti cipativo y de construcci ón colectiva conviert e a
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los educadores en facilit adores del proceso.
Asimismo, es una propuesta que inc orpora una visió n ecológica, holíst ica, sist émi ca, etc. Si logra mos comprender que nosotros somos con... el
aire, los árboles , el resto de la s personas, con la otredad, y que sin ella s
y ellos dejamos de ser. Si compre ndemos eso, no podemos ubic arnos en
posici ones de dominación (de poder), sino de convivencia, de cooperación.
El trabajo de género entre hombres , también asume una actitud de cooperación y de no-viol encia a partir de que se concibe como corresponsable de transf orm ar el si stema patriarca l. La responsabili dad se asume
desde que se conoce la reali dad, y se ha refl exionado sobre l as causas y
efectos de la mi sma.
El nacer y ser formado dentro de un sist ema de valore s no convierte a todo hombre, de por sí, en culpable de ese si stema. El nacer, ser form ado
y tener conciencia de esa real idad y los efectos de ella en las mujeres , y
en nosotros mismos, sí nos convierte en co-res ponsables de las relaci ones de poder, que i mpi den l as rel aciones humanas.
Nuestra visión sistémica de la realidad y de la historia
Asumi r la perspectiva de género desde la visió n sis témica de l a realida d
signi fica, desde nuestra práctica, ver la s transformaci ones del sis tema
patria rcal
como un proceso. Evol ución, o cambio positivo, que puede
partir desde cualqui er elemento que da cuerpo al sistema, en dependencia de la real idad de
cada sociedad o comuni dad.
El proceso puede inici ar en los encuentros de muj eres que comparten l a
reconstrucción de su autoestima derrumbada, como efecto de l a violenci a
intraf ami lia r. Asimismo, puede i nicia r con las parejas de esas mujere s
que tras ser sancionados l egal y social mente, se l es estimul en procesos
de sensibil izaci ón sobre los orígenes de la viole ncia, sus efectos en la s
mujere s, otros hombres, en ellos mi smos, y en la sociedad en general.
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Igual mente puede encontrar su génesis en l a cooperativa agrícol a donde l a
direct iva es compart ida entre hombres y muje res. Sin embargo, l as activi dades del hogar no son corre sponsabilida d de ambos, con lo cual l a
partic ipaci ón de l a mujer en el ámbito públic o viene ser un re cargo de
responsabi lid ades ya sea para las madres, como a las hi jas. Como el es
caso de doĖa Paul ina, quien forma parte de la junt a directi va de su cooperati va, es a su nombre que se otorga el crédito, pero...
“En la mañana me levanto oscuro, porque mi marido y mi hijo se levantan
oscuro a trabajar. Entonces ya les hago la comida a ellos y después se van
a las cuatro (de la madrugada). Hago oscuro la comida (el almuerzo), levan to a las niñas mayores para que me ayuden a preparar a las chiquitas para
que se vayan a clase... después que las niñas se han ido a clase y he lava do la ropa me voy a trabajar a la parcela de la cooperativa...”
En fin, l a perspectiva de género trabaj ada desde la educación popular y
visual izada desde el enfoque si stémico pre tende un solo fin, la construc-
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ción de
rel aciones de género equitativas y justa s dentro de un proceso que es coresponsabili dad de todas y todos. Proc eso que tiene
múlt iple s entradas y
enfoques.
Apoyo bibliográfico y de reflexión
Teorías sobre la cultura en la era posmoderna. Harri s, M arvi n. Edit. Crít ica. EspaĖa, 2000.
Educación y transformación social. Rev. Documentación Social. Edit. Cáritas - EspaĖola.. Nľ 110. EspaĖa, 1999.
El significado de ser hombre. Guía Metodológica para el trabajo de género con
hombres (masculinidad). CANTERA. Nicara gua, 2001.
R eflexi ones conjuntas entre el equipo de CANTERA.
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Propuesta del trabajo de
género con hombres:
Juego “El hombre que puedo ser”
Manuel Esaú Pérez Aguirre
Guatemala.
P or divers as razones, el trabaj o con hombres en Centro América presenta, actualm ente, grandes retos para quienes estamos comprometidos
con la prom oción de la equidad en l as rel aciones de género. Entre éstos,
lograr que ell os estén en condiciones de hablar de los rasgos que, generalmente, nos caracterizan cultura lm ente y anali zar tales patrones.
Cuando se tiene enfrente a un grupo de hombres, con la pretensión de generar análisis sobre nuestra condición de género y su obvia rel ación con
la opresi ón femenina - no tan obvia para la mayorí a de nosotros - es
fundamental establecer una relaci ón entre iguales, basada en la mutua
escucha responsable, en la cual todos podamos expre sarnos libre mente
con confianza, de manera que el conocim i ento sea una verdadera construcci ón colectiva. Sin embargo, debido a vari os factores, por muchos
bien sabidos, esto constituye una tarea muy difíci l, la mayorí a de las veces.
Después de trabajar por algunos aĖos con diversos grupos de hombres,
observé que algunas de las expresio nes que la mayoría reprimimos se
circunsc riben al área lúdi ca, pero que al permiti r que afl oren sin i nhibició n, se convierte n en important es fuentes generadoras de otros
aprendiz ajes.
Con base en las ideas expuestas anteri orm ente, surgió la necesidad de desarroll ar herramienta s que ayudaran a propici ar ref lexi ón y análisi s
alrededor de la difícil temática rel acionada con nuestras masculinid ades.
Fue así como, entre otros, apareci ó el jue go “El hombre que puedo ser”
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que, a través de l a diversi ón colectiva, propic ia sutilmente, la inmersi ón
de pequeĖos grupos en procesos ref lexivo s y de análi sis, rel ativamente
profundos basados en la s vive ncias de cada parti cipante, sin sentirs e
cuestionado. Esta diversión colectiva va progresivamente , conforme se va
desarrol lando, al ejando a los partici pantes del afán de competencia. El
juego se fundamenta en el princ ipio de prem i o - castigo, “ pre mia ndo” al
conceder pequeĖas ventajas y elogio por cualidades positivas y evitando
im poner “casti gos” personales que hagan sentir cuestionado al “ j ugador”.
P ara la definic ión de l a temática se parti ó de los temas sugeri dos por distintos grupos de mujere s campesinas indígenas de l a región central y del
occidente de Guatemal a.
“El hombre que puedo ser” se recomienda especialmente para hombres que
por pri mera vez part ici pan en el análisi s de género. Se adapta fácilmente a diversida d de grupos, de distintas composiciones sociales, académicas, étnicas y atareas, incl uso, puede util izars e con la part ici pación de
mujere s.
El jue go está compuesto de tres partes:
• un tablero pri ncipal (del cual se adjunt a una copia en tamaĖo reducido)
• Tarjeta s ilus tradas (en cuyo reverso se presentan las preguntas que
los hombres deben responder para poder avanzar en el juego y que
perm i ten al grupo refl exionar).
• Dados y fichas
El juego esta disponibl e en el i nsti tuto WEM (Costa Rica) y con su autor,
quien escribe la presente nota.
(Ver j uego en siguente página)
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PSICOERECTUS:
Los hombres y su vivencia
cotidiana de la sexualidad
José Manuel Salas Calvo
Álvaro Campos Guadamuz
Instituto Costarricense de Masculinidad,
Pareja y Sexualidad (Instituto WEM) Costa Rica
Introducción
No nacemos hombres, nacemos machos de la especie humana... nos hacemos hombres a través de los procesos de socializ ación y de construcci ón
de identidades. La masculini dad, en cuanto construcción social, supone
procesos de sociali zación que se orienta n a construir una id entidad que se
caracteriza por la demostración perm anente de la fuerza, la negación de
la vulnerabi lida d y de los sentimiento s que supuestamente pueden debilit ar a l os hombres (Sala s y Campos, 2001).
Una de l as manifes taciones más i mportantes de l a vivenci a de la masculini dad l o constituye el ejerci cio de l a sexual idad activa. La cultura patriarc al ha im puesto a todos l os hombres el mandato de l a demostraci ón
de la viri lid ad mediante l a afirmaci ón de su sexuali dad en forma constante. Por tanto, todo hombre sabe que necesita demostrar su hombría a
través del ejercici o de la sexuali dad activa, en la cual no se deje duda
alguna de que “puede funcionar” y de que “lo hace muy bi en”.
P or su parte, los estudios acerca de la sexuali dad humana y masculi na
han dado más énfasis a l a parte genital, al funci onamiento de l a res puesta sexual humana y a los aspectos biol ógicos. Considera mos que este aspecto es muy important e, pero es necesario para comprender la sexualida d de l os hombres, i ncorporar l a dimensi ón masculini dad, en cuanto
construcción de la identidad de género. Incorpora r esta dim ensión per-
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mit e ubic ar los aspectos his tóric os, sociales e ideológicos que sirven de
contexto a l a sexuali dad masculina y que le dan sentido a la vivenci a concreta de esta.
P or l o anotado, es menester indic ar que el pre sente trabajo se inscri be
en l a tarea que se l leva a cabo con hombres en Costa Rica, en el Inst ituto
WEM , específicamente en el tema de la masculi nidad y la sexuali dad.
P re senta una breve descripci ón y algunos puntos de análi sis de los temas que más agobian a los hombres en su dimensi ón sexual, sin pretender ser exhaustivos, producto del tra bajo con diversos grupos:
- con hombres adultos, en talleres sobre sexuali dad masculina
- con hombres adultos indí genas, en tallere s sobre pedagogía de la sexualida d
- con hombres adultos policía s, en talleres sobre social ización sexual
- con hombres adultos, en la clíni ca de la sexual idad
La sexualidad en el entramado del género masculino
En un afán de breve ubi cación conceptual, mas no de prof undización teórica, partimos de la base de que l o denominado como masculi no es una
construcción hi stóri ca y social. Que l o masculino (y l o femenino, el otro
componente del par di aléctico que deberá estar sie mpre present e) es una
asignación que ha hecho el todo social de una serie de comportami entos,
actitudes, roles, afectos, etc., a un sector de la población: los hombres.
P ero que esa asignación y l a designación correspondiente (l o masculino),
son convenciones social es
como muchas otras.
Es decir, masculini dad no es lo mismo que ser machos. Plante arlo así sería confundir de manera i ngenua género con sexo. El problema es que l a
construcción de la masculini dad ha sido y es tan efectiva que parece natural; es decir, pare ce que los hombre s nacemos así y somos de determinada manera por tener determinadas caracterí sticas físi cas. Para complica r el asunto, debemos decir que eso es ciert o y falso, a la vez. Tenemos una alta probabil idad de ser hombres porque nacimos con pene y testícul os y, sobre todo, porque sobre esa determ i nación bi ológica se ha determinado e i mpuesto la cul tura y lo social . Valga decir, de machos humanos pasamos con ciert a facilid ad a converti rnos en hombres, int egrantes del género masculino. Huelga decir que al go muy simil ar sucede
con l as mujeres y lo femenino.
Sin int ención de extendernos más en este punto, sí convienen un par de
aclara ciones.
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La asignación de encargos de lo masculi no no es solo un asunto de roles,
como con alguna frecuencia se puede constatar. Los role s son la parte más
visibl e de un complej o engranaje que integra, además, elementos de índole subjetiva e intersubje tiva. El papel de género o de masculi nidad, que
desempeĖamos los hombres , ti ene que ver con el mundo externo y también con el
mundo i nterno, como sujetos indivi duales y como sujetos colectivos. Ser hombre impli ca comportarse de ciert a manera, pensar de ciert a manera, rel acionarse de ciert a manera y sentir de ciert a
manera. Por tal ra zón, trabajar con el género masculino requiere del acceso a ese mundo i nterno, el que preci samente guardamos con mucho celo.
Lo anterio r l leva a la segunda aclaraci ón. Es necesario dirimir lo masculino
tanto en lo real como en lo im aginari o. Muchas acciones (en l a
acepción de Martín- Baró, 198 5) de los hombres se sostienen en el imaginari o, aun cuando las bases objeti vas (“real es”) de su condició n estén
muy lej os de soportar la mínima confrontación. Si esta doble consideración es de ra dical i mportancia en áreas como la violenci a doméstica, l a
paterni dad, y otras más, lo es aún más en el área de l a sexualid ad, en l a
que muchas vivenci as, temores o acciones tienen como soporte un mundo
im aginari o sólido y poco permeable a su revi sión. Por eso, hemos afirmado en otro tra bajo (Sal as, 1996 ) l a necesidad que tienen los hombre s
de mentir y mentirse como mecanismo básico para mantenerse en el lugar de lo masculino que l e ha sido asignado; la sexualida d es uno de los
campos en el que vemos como esto se pres enta de manera
cl ara e incluso dramática.
P or tales razones es que estamos plenamente convencidos de que la sexualid ad es, al igual que otras dim ensiones, i dónea para penetrar y auscultar en la masculi nidad. Así como vemos, por ejemplo, que en la vi olenci a doméstica y la paternid ad, como funci ón social, la masculini dad se
mani fiesta con connotaciones extremas, la sexual idad es un área en la que
los hombres someten a escruti nio y evaluación sus dudas y más angustiantes preguntas acerca de su ser hombres y, sobre todo, de su re laci ón
con l as mujeres.
Como l o afirman Kim mel (1994 ) y Naif he y White (1991), la masculini dad es un rit ual perm anente que l os hombres debemos estar ej ecutando con fre cuencia, en l a medida de que se trata de una condici ón frágil
y rí gida. A ello no escapa l a vi vencia de l a sexuali dad, la que se torna en
uno de l os campos de batall a más important es y determ i nantes del ser
masculino, no solo en relaci ón consigo mismo, sino tambi én en re laci ón
con otros y otras.
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La vivenci a de l a sexual idad masculina debe anali zarse en el contexto de
los encargos y mandatos que la cultura patria rcal ha impuesto a los hombres y a las mujere s, específi camente en l o que respecta a la sexuali dad.
La forma como se piensa y se vi ve la sexual idad en cada momento hist órico está en rela ción direct a con la normati va social y con l os i ntereses
polít icos e ideológicos de la sociedad. La sexualid ad humana ha sido sometida a mecanismos de control social a lo la rgo de la hi stori a patria rcal.
La hi stori a patriarca l es el perí odo hi stóri co que se remonta desde el
origen, creaci ón y desarrollo de la cultura patri arcal, período que data
de aproxi madamente 7 mil aĖos. La cul tura patriarca l se caracteriza por
el predominio de l o masculino en la vida social , económica y polí tica. El
poder resi de en lo masculi no y l o femenino es considerado como algo de
natural eza i nferi or:
“El patriarcado es un modelo de dominación del hombre sobre la mujer,
un sistema de explotación que se basa en el género. Se sustenta en el
control, por parte de los hombres, de los aspectos más importantes de la
economía, la cultura, la ideología y los aparatos represivos de la sociedad”
(Schifter, 1989, pag. 33 ).
La sociedad patriarcal se basa en re laci ones desiguales, tanto de poder
como de pri vile gios. Claramunt (1 997) define la sociedad patriarcal
como:
“la organización social basada en un sistema jerárquico de poder y gobier no masculino. Los hombres tienen el privilegio del control y dominio no
sólo de la organización social sino de los otros miembros de la misma”
(Claramunt, 1997, pag. 66).
La cul tur a patr ia rca l define de manera opuesta l os roles sexuales. Estos
se ref ieren a l as carac terís ti cas soci ocult ura les que se atri buyen a cada
género, inc lu ye las activ idades que se asocian con el hombr e y con la mujer . Lo femenino y lo mascul in o son la s conductas y otros componentes
int er e in tra subjet iv os que surg en como producto de estos r oles sexuales,
si endo, por tanto, construc ciones soci al es, aunque por mecanis mos de la
ideología se l es pre senta a la pobla ci ón como si fueran conductas natura les y univ ers al es pro pi os de l a natura leza de l os hombre s y de la s muje res .
Lo masculino en la cultura patriarca l se define como lo caracterís tico del
patria rca: un varón que re úna las siguientes caracterís ticas:
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a) predominio de l o raci onal por sobre lo afectivo
b) a nivel afectivo: negación de la ternura y l a debil idad; en su defecto,
util izaci ón de la fuerza y la viole ncia
c) heterosexuali dad obliga toria
d) oblig ación de procrear hi jos cuya paternidad sea i ndiscutibl e
e) detentar el poder polít ico, económico y social , tanto en la vida públ ica como en la vida privada
La ideología patriarcal sostiene que lo masculino y l o femenino son dos
reali dades psicol ógicas diferentes, y que lo masculino corres ponde a los
varones y l o femenino a las mujeres. Lo masculino se asocia con lo fuerte, l o ra cional , lo agresivo y lo femenino con l o pasivo, lo afectivo, débil.
P ara el varón, la sexual idad patri arcal se define como l a obligación de
demostrar su masculi nidad en todos los espacios donde ésta sea cuestionada. La virgini dad, la fi deli dad y la monogamia no son inst ituciones que
se crearon
para el varón, por tanto, éste ti ene la posibil idad de tener
relaci ones sexuales coitales tantas veces como desee y con tantas mujeres como oportunidades tenga. La sexualid ad del varón está disociada en
la cul tura patriarcal en dos dim ensiones: sexualida d para el placer con
la esposa, la madre de sus hi jos, y sexualida d para el placer con “l a otra
mujer”, la lice nciosa, l a públi ca.
“Tenemos queridas en aras del placer y concubinas para el cuidado de
nuestras personas, pero esposas para que nos den hijos legítimos y sean
fieles guardianes de nuestro hogar” (Gindin, pag. 33).
P ara l os hombres, el encargo de la cultura patri arcal hacia su sexual idad tiene las sigui entes im pl icaciones:
a) La sexual idad se re duce a la genitaliz ación y a un acto de penetraci ón
vaginal . El trino mio de la sexualida d masculina puede reduci rse a
erecci ón, penetraci ón y eyaculación.
b) El erotismo y sus manifes taciones, en cuanto vi vencia del pl acer, es
muti lado por l a defini ción del fin úl timo de la sexual idad masculi na
resum i dos en el tri nomi o. Todo lo que queda por fuera es tan solo
“ pre liminares ” que anteceden “lo i mportante”.
c) El fal o se constituye en un símbolo, signif icante y estandarte de la sexualid ad masculina. Estruct ura y organiza la subjeti vidad masculi na
y su i dentidad (M onik, 1.996). De ahí que el pene erecto es, para
los hombres , símbolo de su identidad masculina. Si tiene probl emas
con su pene, tiene
problemas con su viri lida d y con su i dentidad.
“ Es menos hombre”.
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Tales encargos se asumen de manera inc onsciente y se i ntroyectan en el
mundo i nterno de cada hombre. ņCómo afectan l a vivenc ia de l a sexual idad de los hombres en su cotidi anidad? Trataremos de esbozar algunas
consideraciones.
El trabajo con hombres y su sexualidad
Como se indic ó en la I ntroducción, se presentan al gunas de la s si tuaciones consideradas como más releva ntes, deriva das del trabaj o con hombres adultos, en diverso s contextos grupale s.
La informaci ón que se suminis tra y las ref lexi ones sobre ésta se deben
entender como apli cadas en form a parti cular a alguno s de estos grupos o,
bien, de manera más frecuente en form a general. Valga adelantar el criterio de que
sorprende la base común de muchas de las preocupaciones y manif estaciones de estos hombres en torno a su sexual idad, con
independencia de su nivel académico, edad, extracci ón socioeconómica o
grupo étnico.
En l os siguientes apartados se intenta agrupar esas vivenci as, con la quizá
rei terativa advertenci a de que son divisio nes form al es de una realida d total, única e i ntegrada, aunque no necesariamente se asuma de esa
manera.
La sexualidad del hombre tiene que ser para complacer a la mujer
- Hay una clara demanda, sentida y asumi da, de una sexualida d heterosexual, en la que se cruzan las comunes confusiones entre género y pref erencia sexual . Una vive ncia sexual de índole homosexual es cualqui er
cosa, menos l a de un hombre; es más, quien l a tiene no es hombre. Aparece de manera níti da la dimensión homofóbica que atravie sa toda l a sexualid ad masculina.
- Su sexuali dad, en la que parece ser la preocupación más fuerte en estos hombres , está si gnada básicamente por l a responsabil idad de l a complacencia de su pareja, de l as mujeres. M uchas de las proezas que se seĖalaron
para il ustrar esto van en l a l ínea del sumini strar placer y
satisfacción a l as
compaĖeras sexuales (estables u ocasionales); de
esta manera, logra r una adecuada erección y sostener l a eyaculación son
ingredi entes fundamentales para l ograr este ideal de sexuali dad masculina. Como se verá en los sigui entes apartados, esta se convierte casi en
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una ref erencia monotemática en las discusiones grupal es, por lo que su
referenc ia será constante en este trabajo.
- Como consecuencia y requisi to, a la vez, el hombre es el que sabe y enseĖa sobre l a sexual idad. De manera clara , la ref erenci a de Gindi n
(1 991) acerca de la sapienci a que en materi a sexual se le otorga y asume el hombre , por ser hombre, está níti damente presente en los int egrantes de estos grupos. Es
evidente que esto actúa tanto en lo que puede ser lo re al como lo i maginario. Como necesari a contraparte, l a muj er
no sabe o no debe saber de sexual idad, por l o que tiene que asumirse como alumna dócil y dispuesta. Una de l as frases que i lustra n esta consideración es “ ŃUno ti ene más experienc ia y más aventuras que las mujeres. .. uno ti ene l a obligaci ón de hacerl a sentir bi en!”
Una muestra clara de tales re presentaciones de la sexual idad masculi na
y femenina lo son las agrias discusiones (o expresi ones no verbales) que
se generan cuando lo que se revi san son “la s propuestas de novedades
eróti cas” por part e de las muj eres. Es difícil tolerar la inici ativa femenina, la que se contrarrest a con los cuestionamientos de “ņquié n te lo enseĖó?, en un int ento de control ar el fantasma del otro, perenne acompaĖante de la masculi nidad.
En forma rei terada, l o cual va a contrapelo de muchas aseveraci ones de
la
sexuali dad masculina, son recurrente s las expre siones acerca de
que esta es vivida con dolor, pre sión, angustia y con mentira . Llama l a
atención que
prá cticamente, y cuando así sucede, la dimensi ón pl acer es escasamente mencionada por estos hombres. La sexualidad, el pl acer, l a compl acencia
están como ausentes o al menos aleja das de l a
vida sexual en la mayoría de ell os.
Lo anterior es todavía más l lamati vo cuando tomamos nota de que, con
frecuencia, al ini cio de las sesiones de grupo, estas caracterí sticas son
presentadas como credenciale s de muy buenos amantes por parte de muchos de estos hombres. La competencia, característ ica fundamental de l a
masculini dad, tiene un important e asidero en la sexualid ad, que de suyo
agrega aún más
tensión a su vi vencia. La conquista de muje res y el
contacto í ntimo con ell as, más que fuente de pl acer, es motivo de comparación y origen de mucho del puntaje que los hombre s asignan a su masculini dad. P or ello, de manera
angustiante, uno de ello s afirmaba:
“ Soy como un relo j despertador: la s
levanto, pero no l as puedo
acostar!”.
“¡Te salió cara la noche!”
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- Necesari amente l a sexualida d será entendida como aquel encuentro con
una muje r que final ice yendo a la cama y obli gatoriamente en i ntercambio de índole coital. Ya vimos en el apartado anterior lo difíc il que es para estos hombres vis lum bra r placer en sus re laci ones ínti mas; con este
recaudo, podemos decir que si hablamos de placer se hace en una dimensión muy restri ngida, girando en torno a lo genital y muy concretamente a la penetración. Si esto no se l ogró, la experienc ia fue pérdi da de
tiempo.
Algunos de ell os (cuesti ón que la hemos obser vado en otros ámbi tos) decl ara n abierta mente haber p erdido tiempo y dine ro si , después de llevar la a cenar y a bail ar, no tuvie ron re la ci ones coitales. El lo es vi vid o como
un fra caso, aun cuando todo l o sucedido pudo haber sido alt amente grati fi cante y complaciente.
La anécdota anterior se refiere más a parejas ocasionales; no obstante, si
la
sit uación se da con una pareja estable (matri monial o no), el relato es más o menos si mi lar.
Es obvio que aquí hay una evidencia de lo que manej a el im aginari o social
de la sexuali dad masculi na, pero tambi én de lo que la ci encia (l éase psicología, psiqui atría y sexología) han fomentado al respecto: si hay preliminares es
porque hay algo i mportante; por ende, el mandato es:
“ ŃTrabaje bi en esos
pre liminares para que l o i mportante se dé y de
buena manera! ”
- Asociado con esto, es obvia e inmedia ta la preocupación manif estada por
la erecci ón, la penetración y l a eyaculación, como aquellos procesos que
dan la definic ión de la sexualid ad masculina . “ŃSi a uno no se le para, está l ist o!”, es una de la s expresi ones más escuchadas cuando se discute el
punto.
Si no funci ona así, el espectro de la impotencia aparece en forma inmediata. Ell o acarrea temores consigo mi smo y el rie sgo de que ell a se vaya
con otro que sí l o haga correc tamente.
- Por lo tanto, si no se cumplen las cosas como están prescrit as, si aparece la i mpotencia, la eyaculaci ón temprana o ella (la mujer) se va con
otros (aunque sea solo en la imagi nación), se es menos hombre . De esta
manera, nuevamente, la sexualid ad se convierte en una activi dad o experienci a promotora de sinsabores, angustias y los más aterradores pensami entos, que con facil idad se tornan en obsesiones abrum adoras.
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“¡Los hombres somos como hornos de microondas y las mujeres como
cocinas de leña!”
- Asociado con el temor a l a impotencia o a no mostrar virili dad, hay una
exigencia de tener reacci ones rápida s, desde el punto de vis ta de l a respuesta sexual. Es si nónimo de hombrí a el mostrarse dispuesto a i nici ar
relaci ones coital es si n mayores contratie mpos. Además, tal condici ón
im pl ica, por definic ión, una respuesta genital rá pida e i nequívoca, que
evidencie la dis ponibil idad, lo m i smo que la capacidad de una experienci a
amorosa.
- Es evidente que esa manera de vivir su sexuali dad, hace que l os hombres l a asuman desde l a postura del boy scout: Ńsi empre lis tos! Con frecuencia se escuchan manifes taciones en la lí nea de que es intolerabl e e
inaceptable la renuencia a al guna posibil idad de intercam bi o sexual , l o
que además de aportar ind icio s de deficie ncias sexual es, se corre el ri esgo de ser objeto de dudas o cuestionami entos sobre su viri lid ad. En otros
términos, la homofobia vuelve a manifestarse de manera clara.
En repeti das ocasiones, muchos de ellos recuerdan que este tipo de imperativo s se les presentaban desde su mis ma adolescencia y, ya sea que tuvieran o no activi dad sexual , se debía responder de l a manera esperada.
Vale traer aquí a colación los certámenes de “ ņquién la tiene más grande?” o de la mayor capacidad masturbatoria y eyaculatori a, frecuente
entre varones adolescentes, como un preámbulo de lo que poco después
serán auténticas batall as por mostrar quién gana la contienda.
- Es evidente que tales vicis itudes son asumidas como parte de la responsabil idad que l e compete al hombre en materia de sexualida d. Así, a l a
sapiencia sexual masculina, ya mencionada, se l e agrega la i ncondicional
respuesta que desde l a fisio logí a debe estar garantiz ada. Nuevamente, l a
capacidad corporal de los hombres, requi sit o en otras activi dades, debe
también mostrarse en sus rela ciones amatorias; debe estar bajo control,
como lo están otras actividades áreas o funciones sociale s.
“¡A las mujeres hay que atiemparlas!”
- Es oblig ación de los hombres ll evar el ri tmo del contacto ínti mo; tiene
que conocer l os secretos de l a compaĖera, adivinarlo s si es del caso, y saber “hacer el toque” en el momento justo. Así como el mecánico cali bra
el motor del
vehículo y ajusta su chispa a las revoluci ones, atiempa el motor, así el hombre debe proceder en su contacto sexual. Hay una
combi nación del deber masculi no con una imagen de la mujer c omo objeto que debe manipul arse para que responda; l a asociación mujer-aut o-
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móvil no se presenta como casual y más bien i lust ra esa manera mecánica de apropi arse de su sexuali dad y la de las muje res por parte de los
varones.
- Por eso el hombre no pregunta, sabe cuándo debe actuar y lo hace, partiendo de la base que eso es l o correcto y es lo que complacerá a su compaĖera. El lío es que ell as, no con sus parejas, se quejan de precisamente todo l o
contrario.
- Se colige de lo anotado que, por l o tanto, no hay que perm i tir que la s
compaĖeras se aburran.
- De suceder lo temido, se cami na en el filo de l a navaja en virtud del
riesgo de, al no ser el amante ideal, se deje de ser un hombre objeto del
amor de la mujer y l o deje, lo susti tuya o l o descali fique. Al decir de
M oore y Gil lette (1 993), se deja de ser el rey, l o que en muchos casos
se torna como un estado intol erable que puede ser el preci pitante de situaciones extrem as de vi olencia
contra otros o contra sí mi smo (en
ya no pocos casos, en ambos sentidos).
- Como una sensación un tanto más atemperada, pero igual de amenazante, se puede ilust rar l a reacción que produjo en uno de los grupos el desarroll o de los acontecimient os en la películ a Ojos bien cerrados, exhi bida en San José. La frase que desencadenó y si ntetizó la dinámic a del grupo en esa sesión fue “ ŃEl la l e cl avó el puĖal!”, para re ferirs e a lo que
sucede cuando la protagonista le comparte a su compaĖero las fantasías
sexuales con otro hombre . De seguido se dijeron cosas como que eso no se
hace, que es mejor callar ci ertas cosas, que es mejor no saber cierta s
cosas; es decir, que si el asunto es así, que se quede en el silenc io porque
el dolor que se puede produci r en l os hombres puede ser de consecuencias
no deseadas. La sensación es de intolerancia, de ser insoport able para estos hombres el solo hecho de que l a mujer pueda pensar en otro hombre.
Inclus o, en un manej o más racio naliz ador, se comenta que las mujere s
tienen derecho a tener ese tipo de fantasías, pero que entonces mejor no
las exterio ricen. A estos mismos hombres no l es es difí cil justi ficar y
compre nder que es más aceptado que los hombres sí las comenten y que
las mujere s las acepten.
Tal fue el im pacto causado por esta trama del cine que se afirmó que una
situación así, con facil idad, desestabili za a cualqui er hombre, por más
fuerte y seguro de sí mismo que sea. “ ŃEn 5 minutos, una mujer puede
desestabil izar a un hombre!” es una expresión que si ntetiza l o apuntado.
En otros térm inos, la sola manifes tación de una fantasía o un deseo por
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parte de la muj er, es un arma letal para los hombres, en una suerte de
desplazami ento viol ento que se experimenta de su centro como personas:
“ ŃEl chavalo se desploma por l a fantasía de ella!”. De nuevo, el rey no
soporta el más mí nim o cuestionamiento.
Tanto fue la sacudida producida por este ej ercici o que la temática central
que estos hombres trataron en la sesión fue el de la inf idel idad, asumi endo que esa era la cuestión central que dirimía la pareja de l a pelíc ula. Si
bien toda obra de arte está sujet a a int erpreta ciones, l lama l a atención
esta parti cular que el grupo l e dio, en forma casi unáni me.
El manejo obsesivo que los hombres, en muchas ocasiones, hacen de sus
dudas sexuales res pecto de sus compaĖeras, es retomado aquí, en el sentido de cómo ell os luego de enterarse de una i nformación semejante entran en “m aquinaciones” y fantasías apabullantes, que no l es permit e
estar en paz. “ŃLa maquinación es fatal...uno se ‘psicosea’!” , comentaba
uno de ellos. P or ello , mi entras l a muj er engaĖada es til dada de “pobrecita” , al hombre engaĖado se le seĖala como el “ cachudo” y es blanco de
las más feroces burlas por parte de otros hombres y de otras mujeres,
de las cuales hay que defenderse. De aquí a acciones violentas hay solo un
paso.
“¡No se les puede dar confianza!”
- Por lo indi cado en el párra fo anterior, para los hombres es compl icado y
atemori zante confiar ciert as cosas a l as mujere s. Los argumentos que se
esgrimen para ell o son que l as mujeres se cuentan
todo entre sí y “ Después, al día si guiente, l a vecina lo mi ra a uno feo” ,
además de las acusaciones de “desconsiderado” y “ machista”.
- Toda esta sit uación, tambi én, se utili za para expli car el “Nosotros no
hablamos”, ni con sus compaĖeras ni con sus ami gas, aunque por ra zones diferentes para cada caso. La expresió n “Mi mujer no me lo presta”
es una manera, a veces en broma, a veces en serio, de decir m uy rápi damente que tiene difi cultades en la sexualid ad con su compaĖera, sobre l a
base del código no escrito de no preguntar mucho sobre el particul ar.
Ya no sirvo como hombre, “no se me para”
La gran preocupación del hombre gira en torno a la capacidad erectiva. Si
tiene proble mas de erección, esto se vive subj etivamente como défici t de
su masculi nidad y de su i dentidad, con todas la s impli caciones que esto
conll eva. En el ámbito de la música popular, cabe mencionar la canción
Garrote, muy en boga durante el 20 00 y 200 1 en Costa Rica, la cual ha-
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referenc ia a un hombre con probl emas de erecci ón, y se refi ere a sí mismo
como (“ya no quiere ” , “en pil traf a quedé”, “ya no
im pacta”).
Si ya “no funciona”, “ya no soy hombre, o soy menos hombre”, esto coloca la subj etivi dad masculina alrededor de l a erección, el hombre se
conviert e por tanto en PSICOERECTUS.
Las refl exiones que hacen los hombres en torno a los problemas erectivos
definen a tales probl emas como uno de los grandes temores y amenazas que los vulne rabili zan.
Hemos constatado la gran cantidad de mi tos que manejan los hombres hacia la erecci ón y hacia el pene, al punto de considerarlo como un ser con
exist encia propia e independiente, que se mueve a su propia voluntad y
cuyos “m ovim i entos” nada tienen que ver con el mundo social , int erpersonal y subjetivo del hombre que lo porta.
Tales contenidos ideológicos, con su correspondi ente carga emocional,
im pre gna la consulta de los hombres en la clínica de los problemas erectivos. El proble ma no se resuelve, por tanto, asumiendo la demanda de
“ hágamelo funcionar”, si no enmarcando esta demanda en el contexto de l a
masculini dad y los encargos patri arcale s.
“Es mejor chiquita y juguetona que no grande y tontona”
Como part e de l o anterior, l a preocupación en torno al tamaĖo del pene ha
estado pres ente desde los inic ios mis mos del patri arcado. En la mitol ogía occidental, Príapo y Hermes son un fiel ejemplo de ell o, al punto de
dar el estatus de deidad al pene grande y erecto. A ni vel i maginario, un
pene grande y erecto l e da al hombre l a sensación y fantasía de poder,
control y omnipotencia; lo contrari o podrí a decirse de un pene pequeĖo.
La refl exión de los hombres con respecto a este tema giró en torno a l a
necesidad de compensar con otras
habi lida des y destrezas el “défici t”
en el tamaĖo.
“ Usted tiene que aprender a hablarl e bonito a la mujer, para que ell a no
se fije solamente en el tamaĖo”
“ Si la mujer le da vuelta a uno, tal vez es porque el otro la ti ene más
grande”
“ Entonces..., el que l a ti ene grande y además ti ene muy buena parl a, l a
hizo toda”.
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Reflexiones generales
En este rápido repaso de algunas de las pri ncipal es preocupaciones de los
hombres en torno a su sexual idad, se pueden extra er al gunas intere santes
ref lexi ones.
En primer lugar, se pueden observar con ciert a claridad grandes paradojas:
a) Quizá l a más evidente y a l a vez seria, l a constituye el asumirse como
el responsabl e del placer de su compaĖera, al mi smo ti empo que los
hombres actúan, l as más de las veces, de manera no adecuada a tales
propósit os. ņCómo atiempar a la muje r si, al mismo tiempo, la preocupación es “meter y sacar” con premura? ņCómo lograr ese placer
si l a definici ón de la sexuali dad masculina (ere cción, penetración y
eyaculación) es just o la que no desean las mujere s (Hi te, 1976), como único modelo para el disfrute erótico?
b) Una segunda paradoj a, emparentada con la anterior, lo constituye el
hecho de tener que ll evar y sostener el control de una situación que es
(o es pre feribl e que sea así) li bre y espontánea, por su misma naturaleza . Esto, a su vez, se cruza o se complementa con el control que l o
masculino ti ene que lleva r en otros órdenes de la vida, en procura de
que l o femenino no actúe con ini ciativa y creati vidad.
Es paradój ico que en los hombres haya una ética de la re sponsabilida d
por el placer de la mujer, pero que esta responsabil idad se vi va no como considera ción y solid aridad con ella para un disfrute conjunto.
M ás bien, tal res ponsabil idad se vi ve como el deber del que sabe
transmiti r conocimientos, cercenando la capacidad proacti va de ella de
compartir también en l a i ntimidad. Así, complacer a la compaĖera no
es un pl acer, es un deber.
c) De esta manera, aunque el mandato es que l a sexuali dad masculina sea
para el placer, lo que hemos re visado indi ca que la real idad dista mucho de ser así. Es una sexualid ad vi vida con obligaciones, deberes y
poco pl acer; se trata de una sexual idad muy poco erótic a y cuyas manifes taciones más bien se inscri ben en lo contrari o: mecanizada, genital izada, rígi da y automatizada. Es una actividad que l os hombres se
la toman tan en serio que no se diviert en, no juegan libre mente. En ese
sentido, creemos que el hecho de que sean l os hombres quienes más
observan pornografía más que un
determ i nante de su sexual idad,
es un re flej o de esta.
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P or ello es que podemos presenci ar l a paradoja de una actividad humana cuyo pri ncipal componente l o es el contacto y que sea éste el que
más se evite. En buena medida, en l a sexualid ad, lo menos que hacen
los hombres es int imar, en el sentido de un encuentro consigo mismo
y con la otra persona. El contacto y la cercanía son los elementos que
se han constitui do como definido res de la ética de lo femenino, por l o
que “ por botar el agua ja bonosa, l os hombre s botamos a todo y chiquito”: por evi tar lo definido como femenino, nos perdemos de l a experienci a de mucho de l o humano que tenemos, en este caso, en el ámbito de la sexual idad.
d) Al igual que en otros ámbi tos, en este se constató una vez más otra terrible paradoja que vi ven los hombres. Es frecuente escucharlos decir que con sus compaĖeras no hay confianza, en térm i nos generales y
en part icul ar con la sexual idad. De nuevo, un campo de ricas posibilida des de diálogo y de compart ir se torna en otro de malestares e incomodidades.
Es realmente impresi onante observar como tambi én en esta área de sus
vidas, los hombres tienen una permanente necesidad de mentir para s ostener posici ones e im ágenes, prácti ca a l a que tienen que recurri r desde
muy temprana edad. Quizá con el ri esgo de adentrarse en un ángulo de l a
cuestión que no ha sido el eje de este trabaj o, debe decirs e que tal manejo mentiroso tambi én es sostenido por muchas mujere s, las que para
afianzar su femi nidad deben abstenerse de hacer, decir o soli citar cosas
que son “de los hombres”. Así, la
experie ncia de cercenamiento y de
fragmentación vi tal corre para ambos lados, sabiendo que es así, pero con
mucho temor de enfrentarlo y modifi carlo .
P or todo lo anotado, cabe plantear l a urgente necesidad de re educar, de
reconceptuali zar y de i ntentar una vivenci a al ternativa de la sexualida d
y rela ción con l as mujeres, porque en muchas de ellas se espera ese
hombre seguro, sabio y complaciente. O la mujer que debe esperar y no
mostrar su sexuali dad, porque eso no es de damas decentes.
Esta sexuali dad al ternativa supone superar las concepciones bi ologistas
y patri arcal es que la l imitan como una prá ctica coital.
Una sexual idad alternati va, i ntegral, incluye al menos los siguientes
componentes (Campos, 1.999):
a) No puede re ducirse sexualid ad a l o biológico ni a lo genital. La sexualida d es l a expre sión int egral del ser humano en cuanto hombre y en
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cuanto muje r, expres ión que no se li mit a a lo genital.
b) El fin de la sexual idad humana no es la reprod ucción, si no fundamentalmente el placer, el amor y la constitución de vínc ulos. La procreación es una de la s tantas funciones de la sexuali dad.
c) La penetració n es tan solo una de l as tantas prácti cas posibl es de la sexualid ad. Existe n múlti ples formas de proveerse placer en la rel ación sexual , y todas estas prácti cas son i gualmente váli das en l a medida que l a parej a
esté de acuerdo.
d) En la sexuali dad humana existe una ética fundamental : proveer pl acer sin hacerse daĖo físi co ni psic ológico ni a sí mi smo ni a la otra
persona. Esta sería l a única restri cción a la sexualid ad, en el contexto de una ética social de respeto a los derechos humanos. Las demás
restri cciones propias de la cul tura patri arcal son innecesarias y son
norm as al servici o de la dominación y del control social. En l a medida en que se control a y regula el placer sexual , las clases dominantes
se garantizan que la libido será transferi da a la productivid ad social y
al trabajo alie nado.
e) No exi ste una sexuali dad natural. La diversid ad sexual sería lo más
propio y característ ico de la sexuali dad humana. Di versid ad en cuanto objeto de preferencia sexual, diversida d en cuanto a prácticas sexuales, diversida d en cuanto a modos de vivi r la sexuali dad.
f) Además del componente del placer genital, es de gran i mportancia el
componente “placer no genital ” que se ref iere a la capacidad de experim entar pl acer y satisfacción en otras áreas de la vi da que no sean
específicamente la genitali dad con la pareja.
g) La sexual idad es una re laci ón social, por tanto, el establecimiento y
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constitución de vínc ulos afectivos es consustancial a l a experienci a
sexual. La
re laci ón con el otro, qué signif ica el otro para mí, cuáles sentimi entos me provoca y me despierta, el compromiso afectivo
que la relaci ón sexual
conlleva , etc, constituyen dim ensiones fundamentales que deben tomars e en cuenta para l a vi vencia de una sexualid ad integral. El vínc ulo afectivo no puede re ducirse al control
polít ico social del matri monio. Lo que se está seĖalando aquí es que
la re laci ón sexual conlleva una dimensión afectiva
y vi ncular,
independientemente de lo profundo o superfici al que sea el ví nculo con
el otro, e independientemente del tiempo que lleve n de conocerse o del
tipo de ví nculo que tengan entre sí .
h) La rel ación con el propio cuerpo, la aceptación de este como algo positi vo, el conocimiento de las zonas erógenas, la capacidad para proveerse placer a sí mismo en una activid ad autoerótic a, etc., constituyen también dimensiones fundamentales de la sexualid ad humana.
i) El cuestionamiento permanente de los valores, creencias, norm as,
etc., en torno a la sexuali dad y en torno a la feminidad y masculi nidad,
también son pil ares int egrantes de una vivenci a plena de l a sexual idad.
j) P or últi mo, para una comprens ión pl ena de la sexualidad no puede dejarse de lado la dim ensión “res ponsabil idad” . La sexuali dad i ntegral
im pl ica un acto de responsabili dad, en el sentido del cuidado que debemos tener
con nuestros sentimientos, con nuestro cuerpo, con
nuestra salud físi ca y mental; asimismo, el cui dado que le debemos al
otro.
Campos y Arrie ta (1996) proponen la exi stencia de cuatro componentes
fundamentales en la vivenci a int egral de l a sexualida d:
• la aceptación del cuerpo,
• el pl acer genital y no genital,
• la construcción de víncul os afectivos, y
• la re sponsabilida d.
La sexual idad i ntegral supone al menos la vi vencia de las dimensiones
anteri orm ente mencionadas, puestas al servicio del desarrol lo de la personali dad. Por tanto, supone una vi vencia de la sexualid ad sin cul pa, si n
inhibi ciones, si n restricci ones i nnecesarias, sin vergüenza.
Desde nuestra pers pectiva, esta vi vencia integral de la sexuali dad es un
proceso inacabado, que debe comenzar desde el momento del nacimient o
mis mo y acompaĖar al suje to a lo largo de su vida hasta su muerte.
Esa vive ncia alterna tiva de la sexuali dad supone la ruptura i deológica,
teóri ca, axioló gica, con el discurso oficia l represi vo que todos hemos in-
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terio rizado y que reproduc im os a nivel consciente e inconsciente, e implica ría la necesidad de servi cios de terapi a sexual, urología y salud sexual re producti va con perspectiva de género masculi na.
P ara fi naliz ar, tambi én con al go que parece paradóji co, debemos decir
que
esta nueva manera de conceptualiz ar y de vi vir la sexual idad por
parte de l os hombres deberá i nici arse retomando aquell os elementos de l a
vida cotidiana que no se enmarc an dentro de l o usual mente definido como
lo sexual. La sexuali dad habrá de re encuadrars e en l a vida como totalidad, en la que el disfrute sea amplio y generoso y no solo centrado en unas
reducidas part es de la geografí a del cuerpo humano. Para lograr eso, los
hombres vamos a vernos necesitados de despojarnos de muchos de los
mandatos que nos han l levado a ser “m uy hombres”, pero poco humanos.
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Masculinidades y paternidades:
Un reto pendiente para la sociedad costarricense.
Ma. Elena Rodríguez
Costa Rica
La Paternida d como un tema en la Agenda Públ ica es bastante recient e en
Costa Rica. Puede decirse que en la últi ma década el tema ha i do ganando territo riali dad con l ogros im portantes. Sin embargo es tambi én a partir del análisi s y ref lexió n sobre esos logros que pueden detectarse los
vacíos y debil idades que estos tienen: debili dades en l os planteami entos,
concepciones y
conocimiento que sustenta los programas, proyectos, leyes y acciones que
se han ido implementando.
Investigaci ones diversas de fuentes primarias y secundari as que se han
venido reali zando por parte del Estado, ONG, Agencias de Cooperación y
medio académico, princi palmente en l a úl tima década en los campos de
Salud Sexual y Repro ductiva, M asculini dad, Maternidad y Paternidad,
Embarazo en Adolescentes Mujeres , Violencia, Abuso y Expl otación Sexual de Menores, revelan a la paternidad como una cadena de síntomas o
patologías descrita s como: i ncumpl imiento de los hombre s con las obligaciones materiale s de los hi jos y l a madre, abandono, ausencia de rel ación padre hijo s, viol encia, i ncesto, abuso, uti liza ción de los hijo s para
el tra bajo, no re gistro o posposición del regis tro de l os hijos con el nombre del padre en los nacimientos fuera de la unión conyugal. Hombres con
uniones conyugales e hijos en ellas con quienes mantienen un compromiso afectivo y materia l pero que simultá neamente tienen hijo s de otras
relaci ones permanentes o esporádicas y a quienes no
reconocen, ni
legi timan, y a quienes someten por el contrario a la clandestinidad y dejan en la mayor desprotección. En estos casos no se inscri be a los
hijos para “evit ar un problema con la verdadera famili a” o i nclusi ve porque l as mis mas esposas no lo perm i ten. Subyace aquí y re fuerzan estas
actitudes
las concepciones culturales - relig iosas de que los hi jos son
los que nacen al interi or del matrimonio .
Pero también hay situaciones de padres que (se dice son l os menos y no
exis ten mecanis mos formal es o i nstancias o acciones concretas tendien-
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tes a apoyarles par a el ejerci ci o de su paterni dad) quiere n re conocer y
tener contacto con sus hi jos , pero las madres no se l os permit en porque:
quieren cri arl os
solas, porque quieren que su hijo sea reconocido legalmente por otro “mej or hombr e” en otro momento o porque son mujeres migrant es y “t emen tener obstáculos al requerir autoriza ción del
padre para sacar al hi jo o la hija del paí s”. También hay casos en que son
los fami li ares de la madre quienes se oponen a la partici pación del padre.
Se trata princ ipal mente de nacimie ntos de madres adolescentes38, a veces
producto de una r elación con su novio, o de una rel ación con “un amigo
con derechos”, o de un “e ncuentro sexual ocasi onal entre recién conocidos al calor de una fi esta”. En estos casos con fre cuencia se considera al
embarazo como un accidente y ri esgo de obstáculo para el pro yecto de vida planeado par a l a j oven, con l o cual l os abuelos matern os se hacen cargo de la contenci ón afectiva y materia l de hijo o la hij a y prohí ben la relación de pareja y excluye n l a parti cipación del varón en la rela ción futura con su hi jo o hij a, a l a espera de un “m ejor parti do” que corres ponda a la s expectativas en un futuro . P ara este tip o de padres se carece en el paí s de apoyo en programas o acciones. Lo que exis te como asesorí a legal, material , de capacit ación para el trabaj o, o i ncl usiv e de i nfraestr uctur a habitacional, está dir igi do exclusi vamente a l as jó venes
madres, asumiendo que son ell as las que lo necesitan y en todo caso que los
varon es tendrí an l os recurs os para conseguir , por ejempl o, la asesoría
legal del caso, cosa que por lo común, tr atándose de un padre adolescente, difíci lmente es ci erto. También hay padres que no son bi ológicos si no adoptivos: que j unto con su par eja adoptan a un hij o o hi ja o bien que
adoptan los hi jos no i nscr itos de sus compaĖera s o esposas.
En términos generales se ha observado que el regi stro voluntari o de los
hijos por los padres, está asociado más a l a exist encia de una re laci ón
afectiva con la madre, y es menos frecuente cuando se tra ta de productos
de rela ciones ocasionales. Si no se tiene una relaci ón afectiva con la madre tampoco se
establece en pri ncipi o una ligamen con el producto de
esa rel ación y lo más frecuente es que se sientan exi mi dos de toda responsabil idad al respecto.
A nivel de las expectativas y consideracione s de lo que se considera a nivel social “respo nsabil idad paterna”, y como lo pri mordial de ser padre,
continúa siendo la proveeduría . Ell o lo revelan estudios como la Encuesta de M asculini dad y Sexuali dad (CMF, 97) así como estudios cuali tativos diversos, y l a mis ma legisl ación costarri cense. Es más factible que
un hombre sea considerado buen padre si ha ejercid o l a función de proveedor aun y cuando golpee, abuse del alcohol y no se comunique con los
(Sociólogo. Miembro del equipo metodológico de CANTERA, y es coordinador del área de género con hombres. Las reflexiones planteadas en estas páginas son parte de la discusión constante y colectiva dentro del equipo.
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hijos y l a pareja parental , que si no asume su papel proveedor. No es extraĖo escuchar incl usive discursos de mujeres que indic an que a pesar de
que el compaĖero era alcohólico o agresor, era buen padre porque no faltaba “con l a comida” . Obsérvese tambi én el
peso mismo que tiene en
la l egislaci ón reci ente el hecho de que si el padre en primera i nstancia se
niega al reconocimi ento de un hi jo habi do fuera del matrimonio , se sigue
un proceso tendiente a lograr el pago de pensión al im entici a, pero no se
sigue un proceso tendiente a lograr la rel ación afectiva y de crianza,
aunque en la también reci ente legisla ción (Código de la NiĖez y la Adolescencia) , y en la Constitución P olít ica se habla de l a importanc ia, necesidad y derecho de los hijos de conocer, y ser cui dado y criado por ambos
padres. Por el contrario se l e penaliza y excl uye de la patria potestad.
El conocimiento provenie nte de la i nvestigación sobre paternid ad con hijos da cuenta de una real idad muy otra. A diferenci a de la pers pectiva
adultocéntri ca lo que desde el lugar de hijo s se rescata como primordial
de la paternid ad es l o relat ivo a l a relac ión y presencia físic a, afectiva y
como autorid ad del padre en sus vidas. En este caso si bien mencionan l a
im portanci a de la proveeduría asociado a que el no ej ercici o somete a l a
madre al sacrifi cio buscando compensar el sustento famil iar, por su
parte lo que reclaman, resie nten y definen como padre es l a re laci ón
afectiva, la presencia en momentos cruci ales de la vida. P ara el caso de
varones definen como funci ón pri mordial paterna el modelaje, la transferenci a de inf orm ación sobre l a sexualid ad y la relaci ón con las mujeres, y la vida de l a calle.
Desde su perspectiva la ausencia del padre l es deja expuestos al riesg o
social, porque carecen de una autori dad que les ll evaría al control de sus
conductas y a la prevenci ón de conductas de rie sgo, como el consumo de
drogas por ejemplo en el caso de jóvenes de una comunidad urbano marginal . Más allá de que con frecuencia ante la ausencia de padre l os hi jos e
hijas i ndique que “si no estuvo no hiz o falta”, ahí se percibe contrari amente un vacío en su subjetivida d que l es afecta princi palmente en el
plano de sus relac iones sociales, y dificul ta el establecimiento de ví nculos, relaci ones de pareja y funcionamiento sexual . Y también parecie ra
lesi onar su confianza para el ejercici o de función paterna futura en el
caso de los varones.
Tambi én para el caso de los varones, en l o inmedi ato, los estudios revelan que ante la ausencia de padre en el hogar los hijo s quedan expuestos a
converti rse para la madre en “su paĖo de lágrim as” y a ejerc er tempranamente la función de consejeros y guías, función que definen como paterna, frent e a sus hermanos menores.
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Sociólogo. Miembro del equipo metodológico de CANTERA, y es coordinador del área de género con hombres. Las reflexiones planteadas en estas páginas son parte de la discusión
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De las paternidades comprometidas que, a pesar de las estadísti cas, constituyen la mayoría, así como de l os factores protectores para el ejerc icio de l a
paternid ad, se ha i nvestigado y se sabe muy poco y por supuesto esto no está contemplado ni sustenta progra mas, proyectos o acciones preventivos o asistenciales a ni vel del país.
De las re spuestas inst ituci onales sobre paternid ad, en un estudio reci ente i mpuls ado por CEPAL M éxi co39 hemos concluido que el Estado hasta
ahora no ha al canzado a prevenir o disminui r el proble ma de la paternidad disfunci onal. Hasta hace poco l os progra mas y proyectos diseĖados y
ejecutados sobre este campo han part ido de prem i sas generales correctas, pero han tenido enfoques de trabajo sesgados, con bases de conocimiento endebles, y han tenido escasa partici pación de los actores invo lucrados, parti cularmente l os hombre s y los padres y no han alcanzado los
objeti vos ni a l as poblaciones a las que supuestamente iban dirig idos.
La principa les debilid ades y los pri ncipal es retos para el tra tamiento de
estos temas y l a orienta ción de las polí ticas, programas y proyectos para la prom oción de la paterni dad sin pretender ser exhaustiva en el tema pueden res umirs e en:
-
-
Hace falta para l a comprensión integral del problema conocer, a demás
de l os ras gos de la paterni dad disfuncional , l os de la paterni dad funcional .
Falta i dentific ar l os grandes determinant es y mecanismos específicos
de l a paternidad disfuncional.
Falta identifi car para la paterni dad funcional y disfunci onal, las diferentes variabl es y los mecanismos con que estas i nteractúan.
Falta conocer y definir los fa ctores protectores para una estrategia de
prevenció n y promoción de l a paternida d comprometida.
En el entorno social se j uega una ideología que refl eja una profunda
diferencia en el trato que se da a l a falta de comprometimiento del
hombre ante la procrea ción y la que se tiene hacia la muj er, y se reproducen en l a inst itucional idad y en l a normativa los mismos estereoti pos que se dan en la s re laci ones entre los géneros, y se dispensa
o excluye sist emáticamente a los hombres de la part icipa ción en sus
responsabi lid ades compart idas en lo que ataĖe a su vida sexual y reproducti va y como padres. Ejemplos se ello se observan en l as concepciones mismas de los servici os de atención a la inf ancia en salud y
educación, en los servi cios de pl anifi cación famil iar, en la s cl ínica s
de part os.
Las inst ituci ones que atienden sit uaciones direct a o indi rectamente
relaci onadas con paternida d del sector salud, trabajo y educación se
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manej an con ideologías respecto de la funci ón paterna y materna que
comúnmente re producen los estereotipos y esencial ismos de las construcci ones de género estereotipadas asociadas a l a paternida d disfuncional . Todo lo rel ativo a la salud, crianza y educación de los hijos e
hijas con frecuencia se considera re sponsabilida d de las mujeres y de
las madres y no han ll egado a crear condicio nes o acciones para i nvolucrar una parti cipación activa y en equidad de los varones ni de los
padres.
Los enfoques de los proyectos y acciones emprendidas han sido en gran
medida enfoques adulti stas y urbanos, con visi ones de famili a, y de
paterni dad y materni dad i deali zados, importados desde otras latitudes
y contextos, y no responden a l as realida des l ocales.
Los hombres considerados como el probl ema, no se han moviliza do social y políti camente, y tampoco desde los programas se ha buscado su
incorpora ción como actores activamente involuc rados en l a soluci ón
de los
problemas y no se tiene clarid ad respecto de ņcómo invo lucrarlos ? , y ni
siqui era en muchos casos se considera necesario involucrarl os.
Aun y cuando los temas antes tratados no están sufici entemente abordados, por tratarse en este caso de una breve exposició n sobre aspectos diversos de la paternidad en Costa Rica , paso a continuación a referi rm e,
como lo seĖalé al ini cio, a los logros importa ntes que al res pecto se han
alcanzado en el plazo reci ente. Logros conseguidos primordial mente por
el esfuerzo y tenacidad de grupos y organizaciones de muj eres en el país,
preocupadas y afectadas
en muchos casos por l as condiciones de desventaja y acciones negli gentes y nocivas de muchos padres.
El i nstrumento más concreto y rel evante alcanzado es l a Ley de Paternidad Responsable. Se tra ta en pri ncipi o de una Ley de Fi lia ción aprobada
por la Asambl ea Legisla tiva en marzo 27, 01, que entró en vigencia en
abril 16, 01. Consiste en l a modifi cación de algunos artícul os de l a Ley
Orgánica del Tri bunal Suprem o de Elecciones y del Registro Civi l, y de
otros del Código de Famil ia. Los que parecen más releva ntes para los
efectos de esta contextuali zación sobre Paterni dad en Costa Ri ca y l os Retos pendientes son l os si guientes: el rela tivo a “Ins cripci ón de hijas e hijos habi dos fuera del matrimonio”, la “Decl aració n de paternidad y
reembolso de gastos a favor de l a madre” , así como la “ Exclusió n para
ejercer la patria potestad” por parte del progenitor que en pri ncipi o
niegue la fili ación .
Según estas ref orm as una madre, en ausencia de declaraci ón del padre,
“ podrá i ndicar el nombre del pre sunto padre y fi rm ar el acta de i ns-
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cripci ón de nacimiento”con lo cual posibili ta que desde el Estado se asuman una seri e de acciones tendientes a lograr l a insc ripció n del o l a menor con el apell ido del padre. En primera ins tancia se le cita y si él no
mani fiesta oposici ón da pie al re conocimiento admi nistra tivo, pero si se
opone l e ci ta junto a la madre y la criat ura para un estudio comparativo
de marcadores genéticos. En caso de que no se presente él a la prueba o se
niegue se apli ca presunci ón de paternidad y se inscri ba a la cri atura con
sus apell idos. Seguido lo cual se l e condenará a re embolsar a la madre
los gastos de embarazo y maternid ad durante los doce meses posteriore s
al nacim i ento. Además de que declara da la paterni dad
deberá pagar
la pensión alimentari a, sin adquirir derecho s de patria potestad sobre l a
criat ura, salvo que posteri orm ente el Tribunal decida lo contrari o
de acuerdo con la convenienci a de la s hijas o l os hijo s, desde el nacim i ento hasta el cumpli miento de 25 aĖos de edad.
En correspondencia, la mi sma ley buscando no circunscri birse al aspecto de fili ación y proveeduría, pre vé dos nuevas acciones que son el monitore o de la aplic ación de l a ci tada Ley y la prom oción de l a corre sponsabil idad de muj eres y hombres en l a crianz a y educación de hi jos e hijas, para lo cual, dispone que en cumpli mi ento de las disposicio nes del
citado Código, el Consejo
Nacional de la NiĖez y l a Adolescencia formule y ejecute polí ticas públ icas y campaĖas rela tivas a la paternida d
sensibl e y re sponsable.
La ci tada Ley con el objeto de ins trum entar para que puedan part ici par
perm anentemente en decisiones al respecto, el I NAMU y el CONARE, introduce adiciones al Código de l a NiĖez y la Adolescencia.
En Agosto 8, 01, se crea una Comi sión Especial de tra bajo del CNNA denomi nada Comisión de Paternida d Responsable, compuesta por MEP ,
M ins . Salud, M i nist . Cul tura Juventud y Deportes, CCSS, INAMU, PANI,
CONARE y 3 miembros de organizaciones no gubernamentales. Si endo el
INAM U quien ha asumido su coordinaci ón técnica y que tiene las sigui entes funciones40:
a) Coordinar l a acción i nterins titucional e i ntersectori al para la ej ecución de la polí tica de fomento de la paterni dad responsabl e.
b) Dar seguimiento a l os planes de acción definid os por l as instituciones,
según su ámbito de competencia y responsabil idad, en el marco de l a
polít ica y la Ley de Paterni dad Responsable.
c) Conocer y analizar l os i nformes pre sentados por las insti tuciones con
respecto al cumpl imiento de l as acciones y responsabili dades consigconstante y colectiva dentro del equipo.
37 Centro de Comunicación y Educación Popular CANTERA. Organismo no gubernamental nicara-
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nadas en l a políti ca y la Ley de Paterni dad R esponsable, a fi n de emitir recomendaciones en este campo al CNNA.
Y el objetivo de esta Comisión en la pri mera etapa en que se encuentra ha
sido elaborar de manera part icipa tiva l os grandes l ineamient os de política, los cuales deben form ar parte del quehacer ins titucional cotidiano,
así como de l a designación de responsables encargados de velar porque en
las polí ticas,
pl anes y program as y asignación de re cursos se contemple l a promoción de l a paternida d responsable.
Además, otro l ogro ha sido la recie ntemente aprobada Agenda Nacional
para la NiĖez y l a Adolescencia (2000-2 010), surgi da de la consulta
nacional realiza da por la instancia respectiva de la Secretaría Técnica del
Consejo de la NiĖez y la Adolescencia en 199 9, y que en el capítul o de
consulta a niĖos y niĖas y adolescentes concluye que para ellos el segundo derecho más important e es la aspirac ión de “tener una fami lia”, “ tener un hogar” , “tener padre y madre”, “Conocer quién es nuestro padre”, “senti rnos protegidos y amados por nuestro padre y madre” ,
“ contar con un padre y una madre que nos comprenda, ori ente y de buen
ejemplo”, “un padre que nos guíe desde pequeĖos”, “que el padre nos
cuide, tenga más contacto, juegue y nos enseĖe a ser re sponsables”, “ que
los padres no sean tan agresi vos, que se encarguen de nosotros
y nos
cuiden”, “que nos proteja desde que estamos en el vientre de nuestra madre”, “que l os padres partici pen en capacitación de l o que si gnifica l a
paterni dad re sponsable”, etc.41
Esa Agenda Nacional, aprobada a 10 aĖos plazo para consoli dar el Sist ema Nacional de Protección a la NiĖez y Adolescencia, entre lo que son sus
M etas y Compromisos establece como temas priorit arios y objetivos :
1.2.3.4.5.-
Garanti zar oportunida des para la educación
Garanti zar el derecho de una famil ia
Garanti zar l a salud de todos los niĖos, niĖa s y adolescentes
P romover la cultura y los valores, el jue go y l a recre ación
Garanti zar l a restituci ón de derechos a l os ni Ėos, niĖas y adolescentes que se encuentran en sit uaciones difíci les.
Hay que aĖadir además que las respuestas que se están dando no se han
circunsc rito únicamente a lo que por norm ativa se ha definid o como competencias i nsti tucionales, si no que han surgi do otras re spuestas como es
el caso de l a Comisión que ha creado recientemente la Defensorí a de l a
M ujer y l a Defensoría de los Habitantes, una Comi sión Int erinst ituci ogüense. Fundado en 1988.
38 Se inicia en Costa Rica la característica ya frecuente en países industrializados como Estados
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nal para el Seguimiento y Monit oreo de la Ley de P aternid ad Responsable, y otras respuestas como es el caso de las acciones de apoyo y seguimiento que desde el Proyec to de
CEPAL estamos desarrolla ndo entre
las que están el Foro Taller “La Paterni dad en Costa R i ca” en Octubre
2001, evento nacional con part ici pación de personal técnico de nivel
medio de inst ituci ones gubernamentales, no gubernam entales y sociedad
civil entre los que estaban padres, madres y jó venes, y cuya meta fue
aportar los re sultados del mismo al proceso nacional de construcción de
polít ica públi ca que se concentra actualmente en la Comi sión Especial de
P aternid ad Responsable.
Si re conocemos que l a Paternida d Responsable constituye un ej e fundamental para el desarrol lo de los derechos humanos en general, de la famil ia y todos sus miembros, la aprobaci ón de la Agenda Nacional , l a construcci ón de una polít ica públi ca respecto de paternidad, y l a creación de
la Comisión de P aternid ad Responsable adscri ta al Consejo Nacional de l a
Ni Ėez y la Adolescencia, que tiene represent ación de toda la insti tucionalida d de este país, son pasos de enorm e envergadura e im portanci a por
cuanto un trabajo en esa
línea no es posibl e si no se crean al ianzas
estratégicas, se int egran inici ativas y esfuerzos.
En el estudio real izado por CEPAL, en su propuesta para un Plan Nacional de Paternidad Responsable, consideramos que l a promoción de la paternid ad responsable pasa por l ograr una resi gnifi cación cultura l y una
reconceptuali zación social de la paternid ad y de la maternidad, y esto implica necesariamente transf orm aciones cualitativas princi palmente en
los patrones de sociali zación genérica y de transf orm ación subjetiva en
las personas y fundamentalmente por la incorpo ración integral de los
varones en los procesos y por la i ncorporaci ón de la pers pectiva de género, no sólo de la construcci ón genéri ca femenina si no también de l a
construcción genérica masculina, no desligabl e de l a posibl e comprensión de los fenómenos de paternid ad. ņCómo los hombres se ven a sí mi smos, cómo se entienden?, porque es a part ir de ahí que se construye l a
relaci ón con los hijos e hij as, con la pareja y otros miembros de la famil ia y la sociedad en su conjunto.
P ero no basta con concluir que hay que trabajar y tratar de acercar más
a l os hombres a un involuc ram i ento activo en la refl exión y acción sobre estos temas porque por lo común no se está seguro de ņcómo trabajar con hombres ni co n padres? No es casual que se haya tendido con mayor frec uencia en nuestro medio a evadirlo s. Se necesita aportar princ ipalmente para los prestadores de servici os el cómo hacerl o y para ell o
aunque hay experienci a en el medio en algunos de esos campos, es necesario continuar desarrolla ndo contenidos y metodologí as específi cas que
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respondan a real idades l ocales y a las poblaciones particul ares con que
se va a trabaj ar. Con enfoques preventivos, no culpabili zadores. Se necesita trascender los enfoques de paternidad circunscri to a salud reproductiva. Como se indi có recient emente en un seminario regi onal a propósito de la presentación de la I nicia tiva Regional del proyecto CEPAL desarroll ado en Jul io, 2.001, hay que considerar factores contextuales y
estructurales que ti enen que ver con l a pobreza, la educación y el acceso
a otras cosas, para que la visi ón de ese papel de la paternida d y la maternidad se resit úe en el horizont e de las jóvenes y adolescentes y se rel ativi ce y compense quizás con otras opciones de l a vida que no son exactamente la paterni dad y la maternidad (sin que eso suponga no seguir valorando como una función important e la maternida d y l a paternidad).
Todo ello supone además de transf orm aciones consecuentes en l a normativa, transformaci ones en la inst ituci onali dad del país. Se necesitan esfuerzos i ntegrados, de diálogo, re flexi ón, inves tigación, capacitación,
monitoreo, y vigil ancia por part e de todos los actores sociale s invo lucrados.
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P ara conclui r ampl ío solamente sobre al gunas de la s Grandes Áreas de
Acción en las que hay que concentrar esfuerzos para el seguimi ento y
prom oción de l a Paterni dad en nuestro país.
Grandes Áreas de Acción
1.2.-
Investigaci ón
P ropuestas de carácter aplicado y tecnológico: El aboraci ón en común de diseĖos metodológicos para Módulos de Capacitación
3.Generación de R edes y Alianz as nacional es y re gionales.
4.Capacitación, form ación y apoyo.
5.P erspecti va de Derechos
6.Comuni cación, advocacy y Sensibi liz ación
7.Educación, cambi os curri culares
8.Seguimiento y Eval uación.
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La construcción de las
masculinidades en adolescentes
Notas sobre la construcción
de la subjetividad
Carlos Garita Arce42
Programa de Atención Integral a la Adolescencia (PAIA)
Costa Rica
Introducción
P ara inic iar un t ema de esta natural eza, se hace necesario exponer algunas premisa s de las que part o para reali zar la siguiente exposición:
1.-
Se reconoce la exist encia de una visi ón esenciali sta-dualist a, que
ha imperado en algunas argumentaciones teóric as sobre la masculi nidad, cuyo enfoque se orie nta hacia el análisis del “hombre actual” ,
como anclado en una dinámic a de “poder i dealizado” 43 en los sujetos
varones, que ll evaría entonces a la búsqueda de un hombre ideal, que
sería aquel que real iza un cambi o i ndivid ual y esto se l leva a cabo a
través de la revisi ón de l a form a
hegemónica y denigrante en
que ejerce el poder, si endo la aproximació n metodológica el cuestionami ento perm anente del género femenino.
2.-
Esta posición no la comparto, por parecerme re duccionista del
acontecer del hombre y ahistórico , ya que se basa en la definici ón de
arqueti pos, sosteniendo la masculini dad como única y universal , enfatizando el postulado de una única masculi nidad. Además que fortal ece l os procesos de construcci ón de l a masculinid ad a part ir de l a vivencia del otro género, valga
decir, como extríns eco a su posibi-
Unidos de embarazos entre adolescentes. En nuestro país la tendencia más frecuente sigue
siendo embarazos de jóvenes o adolescentes mujeres con parejas entre 5 y 7 aĖos mayores
que ellas.
39 Proyecto Educación Reproductiva y Paternidad Responsable” CEPAL, división México (2000)
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lida d analíti ca y de construcción, es
decir, la constitución de l a
masculini dad estarí a dado por los pasos o
procesos que marque
el género femenino, tal y como se tratara de una
abstracción.
P artimos entonces de una concepción dial éctica e históric a de la real idad,
donde cada uno está insert o en condici ones determ ina das y sus re spuestas
están relacionadas con el engranaje de una sociedad que sostiene relaci ones asimétricas y que por tanto, l a estructuraci ón de la masculinida d
tiene artic ulaci ones específi cas que responden a momentos históricos,
biográf icos, económicos y culturales ; siendo de esta manera no una masculini dad, sino
diferentes constituciones de la misma, y que se
sostienen no solo por l os
individuos sino por las intera cciones entre diferentes dimensiones, la polít ica, l a económi ca, la cultura l, la social y la subjetiva, entre otras.
Se establece de esta form a que l a sociedad no es la conjunci ón de indi viduos o rela ción entre los géneros; sino que es un entramado muy compl ejo. Así, no se nos ocurri ría explica r una guerra o un si stema como el
neoli beral o una
dictadura, como un problema que radi ca en el género.
Algunos aspectos conceptuales
En relaci ón a este tema exist en variad os elementos conceptuales, sin embargo, solo voy a hacer refere ncia a los que algunos han denomi nado el
guión
sexual masculi no, el cual pasarem os a exponer:
La sexualidad masculina es instintiva, incontrolable y agresiva. Como resultado, l os hombres que part icipa n en coerci ón sexual u hostigamiento pueden creer que no están haciendo nada malo. No se espera que
los hombres puedan controlar sus deseos y, por lo tanto, no se espera
que sean monógamos o fiel es dentro de una re laci ón estable.
La violencia, al igual que la sexualidad masculina, es incontrolable. La
viole ncia también se percibe como part e del contrato social; por
ejemplo, un hom bre espera ciert as cosas de una mujer a cambi o de su
manutención.
Tradicionalmente el machismo se organiza alrededor de una jerarquía de
la pasividad de las mujeres y la actividad de los hombres. Se espera
que los hombres tomen la ini ciativa sexual. Siempre deben permanecer activos, nunca pasivos, con la consecuencia que las muj eres no
deben
expresar deseos.
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Se espera que el deseo sexual masculino esté separado del afecto y las
emociones. M uchos hombres se si enten humi lla dos cuando no pueden
desempeĖarse sexual mente aún cuando se sientan ansiosos o desconectados de su pareja .
Se espera que los hombres tengan experiencia sexual. Esto ll eva a que
algunos hombres busquen esta experie ncia a toda costa, si n i mportar
si si enten afecto o respeto por su pareja. Los adolescentes varones
pueden verse estimula dos por sus pares o incl uso fami lia res para
inici ar la actividad sexual o fre cuentar trabaja doras comercial es del
sexo, mi entras a las ni Ėas se l es adviert e que deben perm anecer castas. Si un adolescente no ha tenido re laci ones sexuales a una edad
“ apropiada” , sus ami gos y famili ares pueden cuestionar su masculinidad. M i entras l as niĖas tienen l a experie ncia de l a menstruaci ón
como un marcador claro de la transi ción de sus cuerpos a la condici ón
de mujer, los niĖos no ti enen ni nguna transi ción
fí sica comparable, por lo que l a pri mera relac ión sexual a menudo sirve
como inici ación de l a vida adulta.
Se espera que los hombres dominen a las mujeres y son ridiculizados si
no lo hacen. Se espera que l os hombre s sean posesivos y celosos, y en
algunos contextos, que reaccionen violentamente para restaurar su
honor si su pareja es inf iel.
Se espera que los hombres tomen riesgos, lo que l leva a que los hombre s
sean menos receptivos a los mensajes relac ionados con el sexo seguro.
El m achismo enfatiza la vis ión de las muj eres como objetos sexuales. Un
estudio sobre adolescentes en Chi le encontró que ell os ven a las mujere s
como objetos para la satisfacción sexual. Para estos estudiantes, actuar
sobre sus propios i nstint os sexuales era visto como legí timo, pero ello s
no creen que l as mujeres tengan los mis mos derechos a ejercit ar su sexualid ad.
Las Masculinidades
Desde la perspectiva planteada anteriormente, y en l a búsqueda por entender los diferentes procesos de construcción de las masculinid ades, paso a compart ir algunos resul tados de i nvestigaciones en adolescentes cos-
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tarric enses en la s que yo he partic ipado y que buscan encontrar desde
la posibili dad de empezar a conocer y reconocer l as diversas masculi nidades, un acercamiento a l a construcci ón de las mismas.
Vamos a hacer una presentación a partir de articul ar l os res ultados de la s
investigaci ones en grandes categorías , con la aclaraci ón que lo expre sado en cada una de ellas no está inscri to en su totalidad en todas las masculini dades, ni ningún adolescente pres entó todos l os elementos expuestos.
Masculinidad:
El hombre construye su masculinida d en oposición a las mujeres (s er
hombre es no ser mujer), lo cual im pl ica que el actuar y el hacer del género femenino, es el parámetro desde donde el hombre se plantea su masculini dad. En ese sentido, si l a muj er reali za determinada ocupación, el
hombre va a ser lo contrario.
El hombre tiene característ icas sexual es y fís icas específic as que son defini toria s y de las cuales las fundamentales son los órganos genitales.
Aunado a ello l a fuerza fís ica es esencial a la masculini dad, esto lo somete a conductas de ri esgo donde su cuerpo tiene que ser expuesto negativamente. Tal y como si su cuerpo no le perteneciera, operándose una disociaci ón genérica, donde el cuerpo no puede cuidarse sino más bien se tiene que exponer, arries gar en función de la petició n expl ícit a o cultural
que l e int erpela la sociedad.
En la adolescencia temprana, los hombre s deben fundamentalmente rel acionars e con otros hombres y los de 15 a 24 aĖos deben rel acionarse con
mujere s porque si no son catalogados como homosexuales y excl uidos del
grupo. En esta lí nea lo fundamental a re saltar es la homofobia que se establece en l a construcción de la identidad masculina. Por ello expres an
que l os homosexuales no son hombres.
A l os hombres se les perm i te una mayor autonomía, en relaci ón con la s
mujere s. Aunque no es tal real, porque existe una serie de mandatos, sin
embargo, es sentido como un privi legi o que no se quiere renuncia r.
La masculini dad atraviesa por la posibili dad de tener relac iones sexuales (promiscuas ) con vari as mujeres , lo cual le impide la construcci ón
de vínc ulos más estables (se hedoniza y se deserotiza); signifi cando con
ello la permanente
social izaci ón del hombre donde se relaci ona masculini dad con no amor, no afecto. Así, l os hombres no deben perm i tirs e
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expresio nes de afecto ni sentirse vinc ulados a otra persona (por oposición a la s mujere s). La masculi nidad se propone entonces de esta manera en fuerte rela ción con la soledad.
Los hombres nacieron para ser responsa bles económic amente del hogar,
de la esposa y de los hi jos, en lo ideacional, aunque en la reali dad no l o
reali cen. Es claro que se hacen herederos de una cul tura que propone al
hombre proveedor, si n embargo, no es que lo vayan a l levar a cabo, ya
que se reconoce que la mujer trabaja y aporta económicamente al hogar
tanto como el hombre.
Los adolescentes ru rale s consi der an el ser mascul ino en estr echa relación con la r epro ducción y, en al gunos casos, con la agresi ón fí si ca a la esposa. Por ell o, no se oculta cuando se tienen hijo s o hi j as con difere ntes
muj eres, sino muy por el contra rio, se exhibe n ante todo el pueblo como
una muestr a de su vi r i li dad.
El ser hombre ll eva dos consignas: satisf acer a la mujer sexualm ente y
mantenerla en l o económic o. Lo i mportante aquí es res altar que el hombre “se
juega su masculi nidad” en la segurid ad que es sexualmente pl acentero a la mujer, pero no solo a una sino a varia s.
Pubertad
Los cambi os físic os se reconocen como algo natural y generalm ente no
causan mucha angustia, temor o sorpresa . Los cambi os que ocurren en la
pubertad no son expli cados por l os adultos, sino que l os hombres los
aprenden revisand o los cambios en otros hombres.
Es im portante mencionar como los cambios de la pubertad, sin embargo,
no son tan definitori os para el pasaje de niĖo a adolescente, sino que más
bien los aspectos de orden psicosocial se consideran más i mportantes,
como es el comportami ento con otros hombres y con l as mujeres.
La masturbaci ón está más asociada al desarrol lo puberal, en ese sentido
no si enten que la masturbació n sea un problema moral, sino que es algo
que
todos los hombre s ti enen que real izar para conocer cómo funciona su sexualida d.
Sexualidad
El aprendi zaje de la sexualid ad se da principal mente a través de los ami-
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gos, en la calle y por los medios de comunic ación colectiva. La sexual idad entonces es aprehendida desde una perspectiva desvincul ada del afecto, y más bi en como enseĖanza de la función reproduc tiva y hedonizada.
En los adolescentes urbano populares los papás bri ndan inf orm ación a
través de facilit arles materi al pornográfi co, tales como película s o revistas. Queda en evidencia que los padres siguen perpetuando una sexualida d sin afecto,
fragmentaria y en rel ación con una mujer objeto, a
través de utili zar material que prom ueve l os elementos antes expuestos.
La masturbación aparece en todos los adolescentes como una práctica común, que es comentada por todos ello s y que es considerada como parte del
proceso de autoconocimi ento; queremos resaltar el elemento que los procesos culpógenos morali stas no operan en el comportami ento masculino.
El int entar ver a l a muj er desnuda y los tocami entos lo practican como
parte del desarrollo de la sexual idad, porque sienten que las rel aciones
sexuales
coitales serán su destino a corto plazo. El i mperativo a tener la s rel aciones sexuales de form a muy tempra na, es al go a considerar como un fenómeno ya no solo cultura l, sino de globali zación a parti r
de la i nfluenc ia de los medios de comunicación y que ya hemos resaltado
anteri orm ente, en lo que al aprendizaje de l a sexualida d se refie re.
El hombre debe siempre insi sti r en tener relaci ones sexuales, aunque en
prim era i nstancia la muj er se niegue, porque la muje r, lo hace como estrategia, porque la mujer también quiere. Se propone a una mujer más
activa en la sexualid ad, se le reconoce como al guien con deseo, pero desde la perspectiva
des-eroti zada. Hay mucha pres ión de los amigos
para tener rel aciones sexual es. Hay mucha presió n de los amigos para
tener re laci ones sexuales, porque todos no quieren sentirs e solos en el
destino que tienen, les guste o no, de
tener re laci ones sexuales con
cualqui er mujer.
Los mensajes que re ciben de padres y maestros es que tengan cuidado en
no contraer una enfermedad de tra nsmi sión sexual y no dejar a una mujer embarazada. Es decir, que l a educación de la sexualida d que se l e
brinda es desde l a pers pectiva de salud pública y no desde la sexual idad y
el afecto. El papel que desempeĖan los padres de famili a y el si stema escolar en la enseĖanza
de l a sexual idad es mí nimo, tampoco la Iglesi a
Católica desempeĖa un papel i mportante.
Creen que l a I glesi a Católi ca ve el sexo en todo y que util iza el tema para
ganar protagonismo, inclus o se refi eren a lí deres reli giosos en específico. Lo que si enten es que no se preocupan por ell os, sino solo por es-
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tablecer res tricc iones que ellos mis mos no cumplen.
Paternidad adolescente
La paternidad en l a adolescencia no es un aspecto que sientan como propio de la adolescencia, en los sectores medios. Sin embargo, para sectores
empobrecidos es todo l o contrario, se sienten felices de ser papás y lo sienten como parte de la adolescencia; esto puede ser debido a sus
condiciones
de vida como a su esperanza de vi da con calidad.
El embarazo es una res ponsabil idad de los padres de ambos, pero principal mente de los de la muj er. Esto l o mencionan los adolescentes en
términos que si la muj er “quedó embarazada” es porque l os padres de
ella no supi eron dar una educación adecuada.
La paternida d i mpli ca j untarse o casarse, para algunos adolescentes. La
decisión de abortar l a tiene que tomar la mujer . Desde esa perspectiva,
si un adolescente no pi ensa en casarse con su pareja embarazada, no debe ni siqui era visit ar a su hi jo o hija, ya que eso sería un conflicto cuando la madre tenga otro compaĖero. La posibil idad de que el hombre se haga res ponsable del hijo o hij a se da solo cuando este quiere a la pareja.
La paternid ad es un elemento que les asusta, pero que en últi ma inst ancia se basa en una decisión del hombre, en cuanto a si se va o se queda.
Con esto se quiere signi ficar que solo si el hombre se queda puede ejercer l a paternidad, y que no importa lo que haga l a mujer, es decisi ón del
hombre el ejercer o no l a paternidad.
En los adolescentes exist e un proceso perm anente de des- aprendiza je de
la paternidad y la posibil idad de tener algún aprendizaje es debido a l a
enseĖanza de la muj er, porque en l os otros hombres no encuentran ningún conocimi ento; porque si empre se le ha negado y ocultado los quehaceres que se tienen que reali zar para cuidar y educar a un hijo o hija .
Abuso y coerción sexual
Los adolescentes no creen que el abuso sexual l es puede ocurrir, no se
sienten amenazados. Expresan que es más bi en un proble ma de la muj er
y que al hombre es muy difíci l que le suceda. Es claro, que también asociamos a esto la omni potencia adolescente.
Sin embargo, reconocen que no solo l as mujeres son ví ctima de violenci a
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sexual, sino que también l os niĖos varones y l os preadolescentes l a sufren, por lo que estos deben cui darse constantemente de otros hombres.
Con ello se establece que l a úni ca condición de riesgo que tienen los hombres es
cuando son niĖos, ya después es poco probabl e.
P ero si el abuso ocurriera de be ser ocultado, porque no provoca la preocupación de los demás, ni la comprens ión, si no la estigmatización como
futuro
homosexual. Esto debido a que se piensa que la mayorí a de los
homosexuales eli gieron esta orie ntación sexual, porque en algún momento fueron abusados sexualmente por otros hombres y les gustó. De esta
forma el hombre
está condenado al silenc io y al sufrim i ento en soledad cuando es abusado
sexual mente.
El abuso por part e de muj eres hacia los hombres no es conceptualizado
como tal, debido a que el cuerpo masculi no no le pertenece cuando se trata de re laci onarse con mujere s, ellas pueden tocar sin derecho a recl amar, por
temor a ser considerados homosexuales.
Actividad sexual
Los hombres deben buscar tener re laci ones sexuales y la abstinencia es
poco común. Por lo m enos es l o que i deacionalmente expresan, ya que es
la propuesta desde la masculinid ad, tal y como si fuera un mandato permanente.
La primera relac ión sexual no result a necesariamente agradable. Aunque esto debe ser ocultado a todos, ya que se mostraría que como hombre s
han fallad o en el pl acer brindado a l a mujer y en la propia capacidad hedónica.
El uso del condón no es generaliz ado aunque lo conocen y l o portan, no les
gusta. Esto es debido a que sería una evidencia desde su pensami ento, de
que tienen al guna enfermedad, o sienten que su pareja desconfiarí a de
ello s si lo util izarán, sobre todo en l as primeras relac iones sexuales.
Hacia los 16 aĖos l os jóvenes deben haber tenido relaci ones sexuales, sino se catalogan como homosexuales. El im perativo cultura l a tener relaci ones
sexuales, sin importar el si gnifi cado personal, si gue estando muy pres ente; parece entonces que l a sanción cul tural opera con
mucha fuerza sobre los
deseos o necesidades reale s de los hombres.
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La consigna de la reli gión, acerca de que las relaci ones sexuales fuera del
matrim onio son pecado, no l es impide aún a los adolescentes practi cantes
el tenerl as. I ncluso mencionan que “no conocen a nadie que se l o haya
lleva do el
diablo por tener relaci ones sexuales”. Es cl aro que desde l a
relig ión no se ha brind ado una educación sexual desde el amor, si no desde el temor y los adolescentes lo resuelve n muy rápidamente, convirtiéndose entonces en una si tuación de riesgo, al experimenta r que el mi edo i mpuesto puede ser vencido.
P ara los hombres l a activida d sexual no está vincula da al matrimonio,
por lo tanto, se espera que experimente antes de éste. Con una social ización tan
hedonizada y con el cuestionamiento a la inst itución de l a
famili a, el hombre ya no considera el matri monio como la instancia de
experimentac ión primera de l a actividad sexual y por tanto, l a ejerc en
en el momento en que se l es pre sente la oportunid ad.
Las re laci ones sexuales son part e del proceso adolescente del hombre y
cumpl en la funci ón de rito de pasaje de l a ni Ėez a la adultez. Con l o expuesto hasta el momento, es claro que l os elementos psicosocial es a partir de los cuales sienten que ya no son niĖos, se vincul an directamente a
la acti vidad sexual, convi rtié ndose de esta form a no en el establecim i ento de un vínculo , si no en el cumpli mi ento de un rito . Por ello, cuando se
tiene un noviazgo, l as rela ciones sexuales se ti enen en un promedio de dos
meses y medio de estar sali endo.
P ero a su vez, las re laci ones sexuales se tienen con cualquiera: prostitutas, novias, amigas o encuentros ocasionales, siendo éstas dos últ im as
las más frecuentes; ya que hay que demostrar dos cosas: no se es niĖo y
es masculino.
La activi dad sexual genital en los hombres aparece como un acontecimiento natural , norm al y deseable, incl uso alimentado por los padres, no
así por la s madres. Las madres lo reconocen como algo que puede ocurrir, pero no alaban el que se ll eve a cabo; mi entras que para l os padres
es una si tuación de orgul lo. Asociado con esto, algunos adolescentes expresan que hay que
buscar que l a muj er sea virgen para ser re cordado.
La activida d sexual ti ene que ser fre cuente y con diferentes mujeres,
porque de esa form a se fortalece su masculi nidad. Ser hombre entonces no es solo el tener relac iones sexuales, sino con l as caracterís ticas
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mencionadas; de al lí que la no fi deli dad es algo i nherente a l a masculi nidad.
El noviazgo no es considerado una pre paració n al matrimonio , sino una
explorac ión de las rela ciones de pareja y, dentro de ell o, las rel aciones
sexuales aparecen como un elemento norm al .
A manera de conclusiones
La masculi nidad en la adolescencia en Costa Ri ca es un tema en el cual
apenas estamos incurs ionando y buscando comprender. La pers pectiva
desde la cual l o hagamos es l o que va a determ i nar la cuali dad de nuestros
halla zgos. Parece ser que no es muy diferente al acontecer masculi no, en
general, al guión establecido; sin embargo, consideram os que deben afinarse el instrumenta l metodológico y el analít ico para ubicarnos en un
paradigma comprens ivo del proceso de construcción de las masculini dades.
En ese sentido, el querer comprender la construcción de las masculi nidades, valga decir, de la subj etivi dad masculina, va a tener que i r más
allá de los procesos de educación, para adentrarse en los ví nculos, en la s
autoimágenes, en la socializ ación, en l a identidad, entre otros.
P ara term ina r queremos seĖalar que estos son apenas algunos aportes
para empezar un diál ogo sobre l a masculini dad, para establecer posibilida des comprensi vas y tener un acercami ento que nos conduzca a l a
construcción de masculinid ades más solidari as y con una perspectiva de
equidad e i gualdad.
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Referencias bibliográficas
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Masculinidad y políticas
públicas:
El trabajo con hombres y su trascendencia política
Enrique Gomáriz
Fundación Género y Sociedad
Costa Rica
El trabajo con grupos de hombres encara nuevas ci rcunstancias que l o
colocan ante una si tuación paradójic a. Por un lado, crece l a cantidad de
hombres i ncómodos con sus mandatos masculi nos tradic ional es, algo que
supone el crecimient o de una demanda potencial, al mismo ti empo que
entidades de disti nto ti po y agencias de cooperación ponen más atención
en el trabajo con hombres desde un punto de vist a i nstrumental (trabajar con hombres para
mejorar l a salud reproductiva, para reduci r
índic es de vi olenci a, etc.). Todo ell o aumenta la cantidad de trabajo que
puede re aliz arse con hombres y grupos de hombre s.
Sin embargo, por otro l ado, esto tiene lugar en un momento compl ejo en
cuanto al avance de l as polí ticas de género, caracteriz ado por un estancami ento
de l os agentes que im pul saban este avance, pri ncipal mente
en el ámbito de l a sociedad ci vil, así como por una reacci ón social y polít ica de l as fuerzas que siempre han vist o con preocupación l a pers pectiva de género y l os cambios produci dos en la población femenina. Algo
que en algunos países ha conseguido establecer un cli ma de postfemini smo en diversos ámbit os de la sociedad mediática.
Di cho en breve, l a situación paradójica consisti ría en que el aumento de
la
demanda de atención y trabajo de una proporció n mi norita ria de
hombres no i ncrem enta, en el actual escenario , las condicio nes polí ticas
para el avance de l a equidad de género en el conjunto de la sociedad.
Esta percepci ón re sulta un baldazo de agua frí a para quienes, al entados
por ese aumento de demanda relat iva, im aginaron un proceso de alguna
forma
semejante al que dio l ugar al movim i ento social de mujeres,
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que produci ría cambios estratégicos entre la población masculi na y, por
tanto, en toda la
sociedad. Ahora bi en, quienes no tienen una visi ón
tan optimi sta o ya la abandonaron, también se colocan ante una alternativa complica da: aceptan que el trabajo con grupos de hombres no i ncrementa necesariamente el desarrol lo de l a polí tica estratégica de género,
o bi en buscan un cambio en dicha estrategi a que permita inc orporar a
los hombre s en el esfuerzo de relanzar el avance
polít ico de l a equidad de género.
Esta presentación tiene el objeto de mostrar los aspectos más rel evantes
de esa sit uación paradóji ca, para sacar algunas conclusi ones que permitan
relaci onar el trabaj o de grupos de hombre s con estrategias más
ampl ias de avance de las polít icas de género.
El nuevo contexto
En el cuadro de la cris is civil izatoria que caracteri za el presente cambi o
de
si glo, se extiende cada vez más la percepci ón de que se está produciendo un cambio de escenario en materia de rela ciones de género, que
oblig a a repensar estrategias y vías para continuar avanzando sustantivamente en términos de equidad de género. Expresione s de este cambi o
aparecen bajo disti ntas formas en el conciert o i nternaci onal.
Existe n pocas dudas acerca de que en los últi mos trei nta aĖos del si glo XX
se han producido cambios protagonizados por la población femenina y el
movimiento de muj eres. Los cambios sociodemográficos sucedidos a nivel
mundial han tenido un distinto ri tmo por regi ones, pero, en l a mayorí a
de las áreas del globo, es posible habl ar de caídas acentuadas en la fecundidad, salto educativo de las muje res, crecimient o notable de su partic ipación en el mercado de trabajo , aumentos en la esperanza de vi da, etc.
En rel ación con ello, se ha producido una transform ación del cl im a val órico y norm ativo en muchos países, que algunos autores han caracterizado de revoluci ón silenc iosa. No sólo l a cuestión de la discriminaci ón de
la mujer y la temática de género accedieron a l as agendas nacionales e internaci onal, sino que en la gran mayoría de los países se han producido
consecuentes cambios legisl ativos que buscan la igualdad de derechos entre mujeres y hombres, al menos en térm inos formale s.
El reconocimiento de estos cambios no se traduce, si n embargo, en la valoraci ón de que se han producido avances paralel os en l a equidad de género, sobre todo, en dos aspectos. Por un lado, en cuanto a los int ereses estratégicos de la s muj eres, l os cambios han sido bastante más l im i tados
(acceso a la toma de decisiones y al poder políti co, eliminaci ón de la vio-
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lenci a contra la muje r, etc.). Por el otro, tampoco se han producido
avances signi ficativos en térm inos de re laci ones de género desde el ámbito de la otra mi tad de la población, los hombres. Dic ho en breve, se extiende el consenso acerca de que, a parti r de una fase de cambi os considerables, es necesario pasar a otra fase que haga avanzar la equidad de
género, sustantivamente y como una conquista para toda l a sociedad.
M ani festaciones y re flexi ones sobre este cambio de fases aparecen desde
distintas pers pectivas. Un foco de análi sis se refi ere al feminismo como
movimiento social. Se percibe que especialm ente en los países donde tuvo una enorme convocatori a, esta se ha debilit ado considerablemente, al
mis mo tiempo que se constata una real idad i mprevi sta: su difíc il recambio generacional (Neusüss, Gomáriz). Por otra part e, se apunta que el
desarrol lo teórico ya no se traduce en capacidad movil izadora: “Est oy
convencida que a final es de los 90’s, tenemos teoría para expl icar todas
las form as de opresión que sufri mos las mujere s, pero no hemos logrado que la mayorí a nos escuche, menos que nos comprenda, y entre nosotras seguimos compi tiendo por migajas de poder” (Facio , Fempress,
1999).
En el plano de l a reali dad social este cambio de fase, lej os de aparecer como una dinámic a recti línea , se muestra más bi en como una encrucijad a
donde aparecen distintas dinámicas alternati vas. En muchos países del
hemi sferi o norte el cl im a postfemi nist a parece predominante. Esto es, en
países donde tuvo lugar un fuerte avance a favor de la igualdad de oportunidades, ahora pareci era inst alarse un cl ima en el que ya no es necesario mantener un compromiso fuerte con el tema, porque se supone que
este avanza por si mismo en un proceso más tranqui lo de divulgaci ón y
capil arizac ión. El compromiso femi nist a aparece así como al go pasado de
moda, en los medios de comunicación y entre l as mujeres jóvenes.
En otros países la dinámica social refl eja más bi en el desli zamiento hacia un desencuentro entre los géneros, ya sea en su versió n de guerra de
sexos a la norteameri cana, o bien en términos de distanciami ento y desinterés entre l os géneros, como en Inglaterra. En este escenario han cobrado fuerza l os movimientos masivos de hombres que tratan de re sponder ideológica y polít icamente al dedo acusador de las feminis tas. Quizás
el movimiento “ Promise Keeper” sea la expresi ón más extendida en el
continente america no. El escenario de este desencuentro de géneros ha
lleg ado a preocupar a personas e i nstituciones que cl aman por un apaciguami ento de las tensiones. En Estados Unidos se han sumado a estas voces al gunas otras procedentes del movim i ento de mujeres. El l ibro de
Betty Fri edan “Beyond Gender” (M ás allá del género) ll ama a la pacificación del conflict o entre los géneros, a través de un cli ma de postfe-
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mini smo y abandonando la misma teoría de género.
Los límites del “trabajo de hormiga”
En este contexto complej o, el tra bajo a nivel micros ocial , con pequeĖos
grupos de hombres, o, como se ha denominado, el “t rabajo de horm i ga”
con los hombres, presenta nuevas li mit aciones para avanzar hacia l a
constitución de un movimi ento social capaz de inf luir en el avance de l a
equidad de género a nivel nacional.
En prim er lugar, es necesario reco nocer que el proceso que va de los pequeĖos grupos hasta el movimiento social requiere de una serie de hitos
decisivos. Así, para que los pequeĖos grupos que identif ican la problemática pasen a otro estadio de ese proceso, tiene que darse un movimiento de
relaci ón, arti culaci ón, coordinación, establecimient o de plataform as,
etc., que perm it a l a constitución de una masa crít ica sufi ciente que sea
capaz de plantear una agenda específica. Si esa masa crí tica se constituye, se pone a prueba su consistencia mediante la constatación de que puede mantenerse en el tiempo como un proceso emergente. Pero quizás l o
más decisivo es que este proceso difíci lm ente puede tener lugar sin una
relaci ón de retroal imentaci ón con la poblaci ón afectada por l a problemática que en princi pio identifi caron los pequeĖos grupos. Dicho de otra
forma, para que ese proceso avance, l a minorí a activa necesita de una relaci ón empática con la población afectada, que, entre otras cosas, significa: a) que l a población afectada reciba y valore positivamente a l a minoría acti va; b) que l a propuesta de esta mi noría ofrezc a una perspectiva ventajosa para la población afectada (aunque no en l os términos precisos que l a minorí a quisie ra); c) que l a minoría se nutra progresi vamente de pers onas comprometidas procedentes de la población afectada;
d) que no surja n ci rcunstancias o reacciones colectivas en el seno de l a
poblaci ón afectada
contra la propuesta de la minorí a activa.
P uede afirmarse que, hasta la presente coyuntura, el proceso de desarrollo del movimi ento de mujeres en los úl timos trei nta aĖos ha i ncorporado los disti ntos elementos antes mencionados.
Una si tuación muy distinta es la que ha seguido el trabajo con grupos de
hombres desde que se ini ció a fines de los aĖos setenta. En primer lugar,
sólo en muy pocos países ha conseguido pasar al estadio de masa crí tica
sufic iente (i ncluso podrí a afirmarse que esto sólo ha sucedido en alguna
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medida en Estados Unidos). La razón fundamental reside en que la población masculina no sólo tiene una im agen distorsionada y una actitud reticente frente a los grupos de hombres, si no que las propuestas que surgen de dicha mi noría no ofrecen una pers pectiva ventaj osa en térm inos
generales. En efecto, l as propuestas son i nmediatamente percibid as como
algo contradictorio en térm i nos de
ventaja social: por un lado, los
hombres tienen cosas que ganar en temas
i mportantes (como salud,
flexi bili dad emocional, etc.), pero, por otro lado,
tienen muchas cosas que perder respecto de la posició n androcéntri ca que actualmente
tiene nuestra sociedad. Di cho en bre ve, mejorar l a cali dad de
vida
perdiendo privil egios en térm i nos de poder, no parece ser una propuesta i nmediatamente ventajosa para cualquier colectivo social.
La idea de que el trá nsito de los pequeĖos grupos al movimiento social que
tuvo lugar respecto de la población históricamente discriminada de la s
mujere s, no ti ene perspectiva de produci rse de igual manera con los
hombres ,
lleva a al gunos grupos a considera r que, precisa mente
por esta ra zón, es
necesari o pensar en un trabajo de horm iga durante mucho más tiempo.
El probl ema consiste en que el trabaj o con grupos de hombres no juega
solo en el escenario social , sino que, por el contrari o, tiene l ugar en un
contexto donde la temática de género produce efectos desde la otra mitad
de l a población que han tenido algún impacto en la población femenina y,
consiguientemente, en el conjunto social. Así, l a i nmensa mayoría de l a
poblaci ón masculi na no ha sido afectada por el trabajo con hombres,
manteniendo por tanto más rígi damente l os patrones de género tradici onales, pero sí han recibi do las seĖales del cambi o experimentado por
muchas mujeres. Como se sabe, esto ha provocado reacci ones masivas de
hombres para re constituir el orden patriarca l agri etado.
El caso de Estados Uni dos es casi paradigmático al re specto. Allí , los numerosos grupos de hombre s ll egaron a estructurar plataform as en l a
prim era mit ad de los aĖos noventa, que parecían aproxi mars e claramente a l a constituci ón de una masa crí tica sufic iente para establecer una
agenda nacional. Si n embargo, l a reacción de ampli os colectivos re ligi osos y social es que dio lugar a los movimientos masivos (Hombres de Color, Promise Keeper, etc.) en la segunda mi tad de los noventa han sepultado el proceso de avance hacia un movimi ento social de hombre s a favor
de l a equidad de género en Estados Unidos.
Ahora bi en, es important e constatar que esta difi cultad por avanzar desde los pequeĖos grupos de hombres hasta un movimient o estratégico de
cambi o, tiene l ugar al mismo ti empo que, desde el movimiento femini sta y otros sectores, se apreci a l a necesidad de i ncorporar a l os hombre s
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en el proceso de cambio, incl uso para posibi lit ar que este si ga avanzando.
La necesidad de una nueva estrategia
En efecto, en sectores del femi ni smo apar ece l a pr eocupación por acceder
a una nueva fase, donde “el gran desafí o es pr oponer l os cambios para el
conjun to de la s sociedades y para la construc ción de una nueva i nsti tucional idad polít ic a” (B areiro , 1999). Los sectores que se pl antean ese gran
desafío enfatiz an que este pl anteami ento no ser ía posib le si n haber atra vesado antes esa
prime ra fase de constit uci ón de una pla taforma de
cambios desde las muje res , por l as muje res y para l as mujer es. La consti tución de esta plataforma no ha signi fi cado la concl usi ón de la discr imi nación his tóric a de l as mujer es: “No, per o si creo que se puede afi rmar
que hoy la s mujer es están en sit uación de poder proponerse que mil eni os
de patri arc ado comienzan su derr umbre ” (Astela rra ).
Ahora bien, la nueva mirada hacia el conjunto de la sociedad y su cambi o
en términos de género no puede pl antearse sin tomar en considera ción l a
otra mi tad de la humani dad. “El proble ma princi pal hoy es que esto (el
derrum be del patria rcado) no se produci rá si los hombres no cambi an
también” (Astelarra ).
Estos nuevos planteamientos se han manifestado también en l as últ im as
conferencias internaciona les sobre l a materi a. Dos temáticas emergentes
han sido subrayadas en la Resolució n de la Sesión Especial d e la Asamblea
General de las Naciones Unidas, denominada Beiji ng + 5. Por un la do, el
énfasis que contiene el documento acerca de los efectos contradic torio s de
la globaliz ación y los más nocivos del aj uste estructural económico en los
países en ví as de
desarroll o. Por el otro, l a atención que hay que prestar a la int egración de los hombres en el cambio de las relac iones de género.
Este último aspecto se subray a en var ios apar tados de l a resoluci ón. En el
tercer epígrafe sobre desafíos actual es que afectan la i mplementación
completa de la Declar ación de Bei ji ng y l a Pl ataforma de Bei ji ng se afir ma: “El contexto cambia nte de las rel aciones de género así como l a discusi ón sobre equidad de género han conducido a una creci ente r eeval uación
de los rol es de género. Esto ha impu ls ado una discusión más pro funda sobre los roles y r esponsabi li dades de muje res y hombre s traba ja ndo jun tos hacia la equidad de género... ” (pr fo. 41). De i gual forma, en el si guiente acápi te sobre acciones e inici ativ as para superar l os obstáculos y
al canzar l a pro nta y completa imp lementaci ón de la Pl ataforma de Acción
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de Bei ji ng, se sostiene: “L a equidad de género impl ic a que las necesidades,
los int er eses, l as preocupaci ones, experie nci as y prio ri dades tanto de
muje res como de hombres sean una dimensi ón in tegral del diseĖo, i mplementación, moni toreo a ni vel naci onal e int ern acional, así como segui mien to y eval uación, de todas la s acciones en todas las ár eas” (p rfo . 44).
Y desde esta persp ectiv a se hace un l lamamien to a l a actuación conjunt a de
muje res y hombre s, enfatiz ando l a necesidad de que estos parti ci pen: “Los
pro cesos de formul ación de polít ic as (para la equidad de género) r equieren de l a cooperac ión de mujer es y hombres en todos los ni vel es. Hombres
y niĖos deben ser
i nvol ucrados activ amente y alentados a parti ci par
en todos l os esfuer zos par a lograr l as metas de la Pl ataforma de Acción y
su impl ementación” (prf o. 49) .
De la búsqueda de propuestas que enfrenten mejor estos nuevos desafíos
es que surge la i dea de la Democracia de Género. En real idad se producen
varios int entos paralelo s y convergentes en diferentes países. En el
mundo anglosajón comienza a hablarse de la “engendered society” o sociedad con perspectiva de género, (aunque l a traducción no es fácil). En
la Europa del Sur, princi palmente en I tali a y EspaĖa, se pl antea la idea
de un cambi o en el contrato
social entre l os géneros. P ero es en Alemani a donde l a propuesta adquiere una mayor form aliza ción y se denomina explí citamente Democracia de Género.
Lo anteri or no quiere decir que el concepto de democracia de género haya
conclui do su definic ión o haya surgi do con un sentido únic o. Aunque sus
principa les proponentes la planteen como una al ternativa a las polí ticas
de género tradi cional es, l o cierto es que se produce en un contexto - Alemani a de los aĖos noventa - marcado precis amente por la heterogeneidad.
P ara algunos autores (Neusüss, Schambach, von Bargen), la democracia
de género nace en Alemania como una propuesta para superar el estancamiento en el avance hacia la equidad de género, que ya no pueden re aliz ar
las acciones y polít icas tradi cional es de género e i gualdad de oportunidades. Este es precisa mente el punto de partid a de los firmante s de la carta diri gida (novi embre de 199 8) a la M i nistra encargada de la materi a
en l a Repúbl ica Federal , con la form ación del gobierno verde-so cial demócrata, titul ada “Por la Democracia de Género”, cuyo propósito pl antea ser: “Un rel anzamiento de la polít ica de género, que integre l as temáticas de los hombres , del trabajo famili ar y, sobre todo, de l a interacción entre l os géneros”.
“ Después de veinte aĖos -sosti ene l a carta- de historia y un ampl io desarroll o, la políti ca de género parece haberse estancado. (.. .) Las polít icas de i gualdad de oportunidades fueron form ul adas sobre todo como medidas de promoción de las muj eres y con una orient ación antidiscrim i natoria . Estas polí ticas ti enen que ser reexaminadas para observar, si sus
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énfasis todavía son correc tos, y sus ins trum entos pueden - sobre todo en
el contexto económico actual- tener verdadero i mpacto. (.. .) Una deficienci a i mportante de la polít ica de i gualdad de oportunidades ha consistido en no tomar en consideración el lado masculino de l as rela ciones de
género, o de haberlo inc luido sólo en tanto exigencias y críti cas. De esta
forma, no ha sido posibl e superar l as reacciones a la defensiva y el desinterés conservador de la mayoría de los hombres. Nuestras experi encias y convicci ones nos lleva n a plantear que el derecho de las mujeres a
la ig ualdad de oportunidades en la vi da laboral sól o será posible de lograr
en la medida en que los hombre s puedan ser convenci dos de la conveniencia de comparti r tareas en l a fami lia. Por todo l o anterior, deseamos en
el interé s
de hombres y muj eres, un cambi o de paradi gmas y un
relanza miento de la
políti ca de género” (carta abiert a a la Ministra Alemana de la M uje r 199 8).
Desde mediados de l os noventa, cuando comienza a aparecer el concepto,
hasta l a situación actual, la Democracia de Género adquiere varia s connotaciones, pero, sobre todo, dos signifi cados: por un lado, se uti liza como la meta, sit uación o fin a alcanzar. En tal sentido, es un sinónimo de
la equidad de
género. Por el otro la do, se entiende como una estrategia políti ca de género para alcanzar esta situación, meta o fin; es decir,
se trataría de una estrategi a alternati va para poder continuar avanzando
hacia la equidad de género.
Es en este últi mo sentido que la propuesta de l a Democracia de Género adquiere mayor si ngulari dad y puede aparecer como una alternati va a otras
estrategias de avance. Y es precis amente a este respecto que provoca mayores debates. ņEs una estrategia al ternativa a la del empoderamiento de
las mujere s o a las políti cas de igualdad de oportuni dades? ņNi ega los espacios
propio s de las mujeres , en su luc ha por l a autonomí a?
Cuando se plantean estas i nterrogantes, generalm ente con intención crítica, suelen aparecer dos ti pos de re spuestas entre l os part idari os de l a
Democracia de Género. De una part e, quienes re accionan -un tanto a l a
defensiva- afirm ando que no es una propuesta alternati va si no que es
otra más, otro mecanismo, otra herramient a, para operar en situaciones
determinadas, al lado de l as estrategias de empoderamiento o de i gualdad
de oportuni dades. De otra parte, están quienes sostienen -como los firmantes de la carta- que se trata, en efecto, de una propuesta alternati va
que reori enta la acción estratégica
sobre la base de un nuevo paradigma.
Cierta mente, una caracterís tica que diferencia a l a propuesta de la Democracia de Género es preci samente su naturale za género-inc lusiva , en
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el sentido de que no se dirig e sólo a las mujeres, si no que convoca a toda
la sociedad, mujeres y hombre s, para seguir avanzando hacia la equidad
de género. En este sentido, es efectivamente algo nuevo respecto de la s
polít icas anteriores . Y precis amente su énfasis en la incl usión es l o que
puede perm i tirl e no excluir sit uaciones específicas dónde sea necesari o
reali zar acciones de empoderamiento de las mujere s, o de igual dad de derechos y oportuni dades, si empre y cuando el norte general de estas acciones específicas no sea el cambio en la mit ad de la sociedad, sino que
convoque al conjunto de esta para l ograr sus fines. En tal sentido, la democracia de género tampoco excluye necesari amente l a exis tencia y l a
necesidad de espacios propio s de mujeres (o de hombres), pero si es
verdad que hace de l as relaci ones entre los géneros su foco principa l de
actuación y avance hacia la equidad de género.
Llegados a este punto, algunos sectores feminist as enfatizan que es necesario reconocer que la exist encia de ese cambio cultural más permeabl e
a l a probl emática de género es preci samente el producto del esfuerzo del
movimiento feminis ta y de mujeres . Esta puntualiza ción es váli da no sólo porque es corre cta en térm i nos his tóric os, si no porque hace que l a idea
de la Democracia de Género no pierda su sentido dinámico, si n que ell o
signi fique en absoluto que haya de abandonar su carácter alternati vo. Dicho de otra forma, el re conocimiento de que sin l a primera fase (const itución de l a plataforma de mujeres para mujeres) no podría pasarse a
una segunda no reduce para nada la convicción de que es necesario dar este segundo paso adelante, sobre todo, para poder superar el estancami ento y continuar en el avance hacia l a equidad de género.
P or eso, puede afi rm ars e que la Democracia de Género en tanto nuevo paradigma no refi ere tanto al pasado si no que se establece pri ncipal mente
de cara al futuro. En tal sentido, supone una ruptura defini tiva con l a
vieja tesis de que lo que hay que superar es el défici t de l as mujeres en
comparación con los hombres. El problema ya no es lograr que las mujeres se pongan al ni vel de los hombres, como si ell as tuvieran que asociarse a los parám etros masculi nos y los hombre s no tuvi eran nada que
modific ar. En el fondo, el vi ejo paradigma basado en la necesidad de superar los déficits de la s mujeres supone, por un lado, desconocer el alcance de los cambios sociocultura les i mpul sados por las muje res, por
otro lado, mantener de una form a u otra la vis ión androcéntri ca de la sociedad, y fi nalmente, considerar que la promoción de la s mujere s tiene
una perspectiva infi nita.
Esta últ ima consecuencia se rela ciona con l as resis tencias que encuentra
la i dea de la Democracia de Género en sectores femini stas que mantienen
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su óptica y quehacer dirigid o a la población femenina. En efecto, desde el
punto de vi sta teóri co, la idea de que la promoción de la s mujeres es infini ta, l leva a una conclusi ón sexist a: l o que importa es mejorar l a autoestima, l a salud, la educación, l a autonomí a de las mujere s si n importar lo que pueda suceder con la otra mi tad de l a humanidad. Susan Faludi, con su nuevo título “St iff ed. The Betrayal of the American Man” (cuya traducci ón aproximada podría ser: P l antados. La trai ción al hombre
ameri cano) tra ta de seĖalar adonde podría conducir una cul tura de deterioro humano de l os propios hombres . Nadie podría estar int eresado en
una sociedad conflictiva y viole nta, tanto si esa vi olencia se ejerc e contra l as mujeres, contra los hombre s (al estilo del “Club de la Pelea” ),
o contra todo el mundo, como de hecho sucede ya en los Estados Uni dos.
P ero, inc luso si n lleg ar a esos procesos violentos, el mantenim i ento de
los hombre s al margen de la acción de género ya se ha converti do, en muchos l ugares, en
un elemento sustantivo de esa situación de estancamiento en el avance re al hacia l a equidad de género.
En el fondo, el nuevo paradi gma de la Democracia de Género si gnifi ca un
acercamiento entre l os fi nes y los medios. Si el fin consist e en conseguir
la corre sponsabilida d de muj eres y hombres en los espacios público s y
privados , (si empre nutri éndose de l a diversid ad que ell o supone); el medio consiste en crear la s condiciones para que el propio avance hacia l a
equidad de género sea también cada vez más una corres ponsabil idad de
mujere s y hombres.
En términos polí ticos, ello signi fica que l os avances de las muj eres y su
conciencia en términos de género ti enen que darse, a partir de ahora, al
mis mo tiempo que se persigue la inclus ión progresiva de l os hombres en
el avance hacia un nuevo trato más equitativo entre l os géneros y en l a
mejora de su grado de conciencia sobre su propi a i dentidad de género
(m asculina) y l os cambios que esta i dentidad necesita. Ell o no signi fic a
la necesidad de esperar a que se de un paral eli smo perf ecto y un nivel semejante de concienci a en mujeres y en hombres. Si gnifi ca que las acciones y l as políti cas para la equidad de género dejen de diri girse sólo a la s
mujere s para enfocarse tambi én en los hombres y, sobre todo, a l as relaci ones entre l os géneros.
La experienc ia concreta de la apli cación de l a Democracia de Género es
que esta estrategia tra baja tanto en el plano de l os comportamientos individ uales como en el cambi o de las condiciones estructura les de las relaci ones de poder. La Democracia de Género busca l a transf orm ación más
integral de la naturalez a y dinámica de las organiza ciones, actuando a nivel estratégico y estructural y convocando para ell o a todos, hombres y
mujere s que trabaja n en l a organiza ción. Ya no se trata, por tanto, de
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fortalecer grupos de mujeres al i nterio r de las organizaciones mi xtas,
para arrancar reinvind icaci ones de género (regularmente frent e a los
hombres ), sino de fortalecer la posició n de las mujere s, para i nclui r a
mujere s y hombres en la tarea común de establecer una
polí tica de
género de la organi zación mi sma.
Todo indica, pues, que la Democracia de Género no signi fic a un menor rigor en el compromis o hacia la equidad de género, sino que busca pasar de
una estrategia “a la contra” a otra género-i nclusi va, que perm i ta un
mayor avance sustantivo en esa dire cción, dotándola de los instrumento s
teóri cos y metodológicos que facil iten el proceso.
Desde l uego, uno de los aspectos que otorgan novedad a esta propuesta
consiste en su búsqueda sis temática de incl uir a los hombres en l a tarea
común y el compromis o hacia la equidad de género. Y tambi én, en ese sentido, propone una nueva perspectiva del trabaj o con los hombres y entre
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los hombres. No se trata de negar a los grupos de hombres, la necesidad
o convenienci a de tener sus propi os espacios, pero al mismo tiempo no
busca conducirl os a una actuación por separado y segmentada de l a luc ha
común por la equidad de género, como sucede hasta ahora con buena parte de estos grupos. Se trata más bien, de que los hombre s, desde los grupos de hombres o desde espacios mi xtos, se integren en la corresponsabili dad del trabajo a favor de la
equidad de género, en una plataforma
común de mujeres y hombres.
Lo anterior tiene algunas impli caciones políti cas i mportantes respecto al
trabajo con l os hombres . Ya no se tra ta tanto de esperar que los pequeĖos
grupos de hombres vayan conformando un movim i ento social más ampli o
que converja en algún momento futuro con el de l as muje res en el avance hacia la equidad de género, si no de establecer ali anzas con todos aquellos hombre s sensibili zados en mayor o menor grado por la experienci a
y/o el cambio cultura l que exi ste ya sobre materia de género. Ciert amente, es muy posibl e que un gran número de estos hombres se encuentren sobre todo en los espacios mi xtos y no tanto en los pequeĖos grupos
que trabajan sobre l a masculini dad. Por esta ra zón, el cambio estratégico impli ca pensar el trabajo con hombres de una manera mucho más amplia y compleja. Di suelta la ilusi ón acerca del i nterminabl e cami no
fructí fero del trabajo de horm iga, habrá que pensar mucho más en trabajar con l os hombres all í donde se encuentren y a través de distintas
vías. Lo i mportante es que la elección de una determinada vía no excl uya
la articul ación del conjunto de esfuerzos para seguir avanzando en l a
equidad de género para el conjunto de la sociedad.
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CAPÍTULO IV
MASCULINIDAD Y TRABAJO
CON HOMBRES OFENSORES
M asculini dad no se reduce sólo a las temáticas de vi olencia o de tratamiento de hombres ofensores, pero su abordaje pasa necesariamente por
estas temáticas, especialmente considerando l a coyuntura regi onal, en l a
cual, los índi ces de viol encia intra famili ar van en aumento, los hombre s
son l os que ocupan en su mayoría el lugar del ofensor y además, no se
cuenta con polít icas nacionales y regi onales de atención y rehabili tación
de hombres ofensores. Así que, si masculi nidad no es sólo viole ncia, un
abordaje de l a masculini dad sin i ncorporar la vi olenci a sería i ncompl eto.
En la regió n centroameri cana se han hecho esfuerzos por trabajar con l a
poblaci ón de hombres que cometen acciones viol entas con sus pareja s y
famili as. Sin embargo, se carece de polí ticas y programas que se ori enten a trabajar con los hombres ofensores de una manera si stemática y
perm anente. En esta sección se incluye l a transcri pción de un conversatori o y una presentación acerca del tema de ofensores sexuales, de l a
pionera del tema en Centro Améric a, la doctora Gioconda Batres. Además, se presentan l os result ados de una inve stigación sobre ofensores
sexuales reali zadas en Costa R i ca, y unas ref lexio nes en torno al trabajo con hombre s ofensores en Guatemal a.
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Conversatorio:
Tratamiento de
ofensores sexuales
Gioconda Batres Méndez
Sonia Recinos del Cid
Instituto Latinoamericano de las Naciones Uni das para la Prevención del delito y el Trata miento del delincuente. Programa Regional
contra la Violencia Doméstica. (ILANUD)
(N ota: Se presenta l a trans cripci ón de un conversatori o que las autoras
sostuvieron con las personas parti cipantes del Encuentro Centroamericano
acerca de M asculini dades)
Conversatorio: Tratamiento de ofensores sexuales
Dra. Gioconda Batres:
P siquia tra, pi onera en el trabajo e investigaci ón sobre incesto, abuso
sexual, viole ncia doméstica, atención de ofensores fí sicos y sexuales. Ha
partic ipado en foros int ernacio nales, con bastantes publi caciones sobre
estas temáticas. Algunos de sus l ibros son:
– 1997, Del ult raje a la esperanza. Tra tamiento del Incesto.
– 1998, Manual para terapeutas y trabajo en grupo en esta mi sma temática.
– 1999, El Lado oculto de la masculini dad (que tra ta sobre el tratamiento para ofensores).
– 2000, Tratamiento para el abuso sexual inf antil.
– Desde 1991 hasta l a actualidad, direct ora del Programa Regional contra l a Violenci a Doméstica
Inicia la Dra. Batres:
Es un honor para mí estar hoy acá con ustedes compartiendo un trabaj o
muy duro que i nicié hace mucho tiempo, aproxi madamente en el 90, con
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gente que está aquí presente, que me acompaĖó y me si guió, fl oreci ó, fundamentó y transform ó el tra bajo que desde el I LANUD empezamos en
1990; de tal manera que esto me ll ena de satisfa cción.
Hoy vamos a tocar un tema que yo hubi ese querid o que se presentara en
la agenda al fi nal del evento, en tanto se trata de un tema arduo, un tema
muy congestionado y difí cil , muy poco estudiado, muy poco i nvestigado y
reportado en Améric a Latina.
R ealmente espero que sea tomado como l o que es, como un área que estamos abriendo a l a discusión y al trabaj o y que tiene que ver con personas que han agredido. No vamos a hablar de masculini dades, sino de personas que han incurrid o en deli tos sexuales, lo cual le da una especific idad enorme a la temática y que por supuesto esta especifici dad toca áreas
sociales, pero también toca i nevitablemente áreas que son de orden psicológico en una combi nación muy sugerente, en donde he intentado sumar
el género con una terapia que hemos estado aprendiendo desde otras latitudes, desde lo que es los Estados Unidos. Para dividir el tema y tambi én
mostrarles un poco de la s pequeĖas i nvestigaciones que hemos hecho en
Costa Rica sobre ofensores sexuales y hombres que han abusado sexualmente de disti ntas maneras a ni Ėos y ni Ėas, quise invit ar a una de la s
consultoras del Programa de Capacitación contra la Violencia Doméstica
del ILANUD, la Licda. Sonia Recinos, quien es egresada en la maestrí a de
género y va a hacer una investigación sobre
masculini dad y violencia en ofensores sexuales. Sólo voy a hacer un pequeĖo repaso de algunos
datos que tenemos acá en Costa R i ca para que ustedes vean la s enormes
coinci dencias que hemos encontrado en el área de la inves tigación.
Acota la Licda. Recinos:
Bi en, para ahorrar tiempo voy a apresurar un poco la pre sentación. Son
básicamente tres inves tigaciones que hemos recopilad o para esta oportunidad. La pri mera es una investigación que se reali zó en La Reforma, los
antecedentes de esta inve stigación son que en el aĖo 90 la Dra . Batres a
través del programa de ILANUD capacita a un grupo de profesionales del
M ini steri o de Justicia y Gracia y es a partir de esta capacitación que varios expertos visi tan Costa R i ca, que queda un grupo de profesional es entrenados para la atención de ofensores y en 1997 real izan esta investigación que tuvo como objetivo si stematizar el trabajo que se estaba realiza ndo con ofensores y caracterizar a l a población del área de atención a
la vi olencia del Centro Penit enciario l a Reform a.
El objeti vo también era elaborar un perf il soc iodemográfico y emocional
de los ofensores fí sicos y sexuales atendidos por ellos. La metodología fue
de tipo exploratori o descriptivo y se reali zó en el mes de Octubre del aĖo
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1997 con 258 privado s de l ibert ad. Entre lo s datos que destacan, encontramos que la edad de los ofensores es una edad media, el 42% se encuentra entre l os 30 y los 39 aĖos. Con respecto a su ni vel de escolari dad, l a
mayorí a se agrupan en primaria incompleta y primaria compl eta, sumando casi un 60%. Entre l os ti pos de delitos destacan la s viol aciones
simples y los abusos deshonestos con
porcentajes simila res. Con
respecto al parentesco encontramos que el 30% eran hi jas o hija stras,
el 24 % conocidas. Todo el porcentaje de personas
conocidas, familiare s, hi jas y esposas suman casi el 75%.
Con r especto al tipo de víctima , el 84% er an muj eres y un 15% varones
y con r especto al estado ci vil de l os ofensores un 40% solter o y un 47.7%
casados o en uni ón li bre . Con re specto a l a aceptación del comportami ento ofensiv o aquí es i mportante destacar que aunque el por centaje de aceptación es alt o, se
debía a que la mayor ía de ellos ya habí an pasado por
un proceso de ter api a.
Hasta acá las gráficas que compartimos sobre l a Reforma para ahora ver
el estudio que hi zo la Dra . Batres durante los aĖos 1991al 1999 en l a
consulta pri vada y al gunos otros datos que recogió de Centroamérica y
Suram éri ca. Estos datos nos arroja n cuantitativamente lo sigui ente: un
5% de ell os (de 40 ofensores de clase media y media al ta) usaban drogas, un 12.5% tuvo seguimiento sin reofensa, el 25% fueron abusados de
niĖos, el 30% se quedaron en tratamiento, el 30% usaba alcohol, el 60%
era vi olento con su compaĖera o esposa y el 6 0% estaba casado o con relaci ón de pareja, el 70% tenía antecedentes de otros abusadores en su famil ia (tíos , abuelos, primos), el 95% de sus ví ctimas fueron mujere s
(entre la s que habían hi jas, sobrinas), el 100% eran profesi onales o
con ofici os calif icados, el 100% de ello s era heterosexual , tambi én el
100% mantenía rel aciones sexuales con sus esposas o compaĖeras y el
100% l eía pornografí a y era abusi vo psic ológicamente con sus compaĖeras.
ņQué aspectos cualitativos destacan de l a casuíst ica de Gioconda? Ell a
destaca que eran domi nantes, controladores, mostraban desprecio hacia
las muje res, con ideas estereotipadas de la masculi nidad, con necesidad
de poder, abusi vos psicol ógicamente con sus ví ctimas y sus parejas y
viole ntos con ellas . Tambi én fue común l a raci onali zación de su conducta
pues cul paron a la víct im a (ya fuera niĖo o pareja ) del abuso, fue clara
la ausencia de sentimi entos o empatía para con las vícti mas y muchas veces expresaban que a ell as les gustaba o que era un derecho que ell os tenían o que no le habían causado ningún daĖo a las vícti mas.
Nos dice que no hay ningún diagnóstico donde encaje el ofensor, el la afir-
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ma que este no es un comportamiento ni bi ológicamente determ ina do ni
im pul sivo, que tampoco tiene ori gen en el hacinamient o, en el alcohol o
en l as drogas. Que es el resul tado de una cul tura patria rcal que a través
de sus mandatos genéricos ha hecho del control sexual de las mujere s, niĖas y ni Ėos un derecho.
La tercera parte que quiero pre sentarles es una i nvestigación que mencionó Gioconda, que está en construcción y es el producto de mi maestrí a
en
Estudios de l a Mujer, donde hic e un acercamiento con ofensores
sexuales
para indagar aspectos relacionados con la construcción de su
masculini dad.
La re alic é en Centro Penal Zurquí donde hay en este momento 24 jóvenes
que están cumpli endo una condena o están en espera de una sentencia y que
por la gravedad de su delit o no están en el programa de sanciones alternativas; entonces, están reclui dos. La metodología que util icé fue la de
entrevi stas a profundidad en la modalidad de historias de vida, fue real izada este aĖo entre marzo y abril y consist ió en una aproximaci ón a un
trabajo que haré en mayor escala el próximo aĖo. Se real izaron tres entrevis tas a profundidad con
ofensores juveni les.
ņQué conclusiones destacan de esta i nvestigación? Todos ellos inici aron el
consumo de drogas en la niĖe z y todos tuvieron probl emas para adaptarse a la escuela o para permanecer en ell a. En l a mayoría encontré una
cantidad si gnifi cativa de mecanismos de defensa y una gran facilida d para hablar de sus sentimient os de i ra y enojo pero mucha difi cultad para
expresar la triste za y el dolor. Siempre e incl uso ante la pregunta ņy eso
qué te provocó, te doli ó?, expresan: “no. .no.. esas cosas a uno l o enojan,
a uno lo ll enan de rabi a, pero no...no..” , de ninguna manera, con mucha
difi cultad podían expresar trist eza. Todos dieron cl aras muestras de misogini a, de necesidad de poder y control hacia las muj eres. Desde l os comentarios que hacían de sus madres y l as opiniones que tenían de ella s
hasta sus compaĖeras de vida y otras mujeres con l as que habí an tenido
relaci ón (herm anas, amigas). Por ejem pl o, un j oven me decía que en su
hogar todo habí a marchado muy bien porque su papá siempre había tenido mujeres, pero eso era normal, pero que todo se había arruina do el día
en que la “puta” de su mamá había metido un hombre, entonces que eso
era l o que le habí a comenzado a arruinar l a vi da.
Los tres dieron muestras de clara insensi bili dad y de distancia emocional y consideraban que hablar de cuestiones í ntimas era una debili dad.
Los tres asociaron claram ente sexual idad con poder y vi olencia: “ ...a la s
mujere s les gusta que les pegue, ... a veces a mí no me gustaba pegarles
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pero a ellas l es gusta que uno l es haga esto, ... ah bueno, algunas veces tuve que hacerlo porque mis amigos me dijeron o porque el seĖor que me
facilit aba la s muchachas me decía que primero les tenía que pegar, l uego cortarles el pelo y l uego de pelli zcarla s y morderlas, vi olarl as”; y l o
decían con cierto placer en sus rela tos.
Los tres mencionaron que no había ninguna persona en la que ell os confiara n en este momento, que sus papás en algún momento los habían tra icionado, en algún caso porque los habían delatado o habían buscado ayuda
profesi onal, otros porque no creí an en nadie y no habían logrado establecer víncul os de amistad all í en la cárcel o porque sus compaĖeras también l os habían traici onado; entonces no podían creer en nadie. Ninguno
reconoció haber si do víc tima de abuso sexual , aunque l a psic óloga sí me
reportó que dos de ellos
habían tenido experie ncias de abuso en l a
niĖez, pero cuando se les preguntó dij eron que no.
Esto que les mencionaba: l a culpabil ización hacia la s mujeres de sus vidas y que se expresa muy cl aramente en la cosificación que hacen de ellas,
en
madres, herm anas y compaĖeras.
Aquí util icé un cuestionari o que fue creado en el proyecto para medir mitos y estereotipos y entre toda la conversación fui preguntando algunos
mit os y de todos, los tenían todos. Y esto que l es voy a mostrar ahora es
sólo una propuesta conceptual de lo que pretendo son las variabl es que
quiero rel acionar en esta inves tigación que comienza con estas tres entrevis tas y que term i nará el aĖo que vie ne; y es que anteri or a l as i nstituciones social izantes (famili a, escuela, i glesi a, medios de comuni cación) hay una serie de elementos hi stóri cos de desorden de poder que han
contri buido a ali mentar esas instituciones y esas instituciones re producen sus mensajes ll enos de mi tos y estereotipos que contribuye n a l a
construcción social del género. Esa construcci ón social del género se da
con rel aciones desigual es de poder muy marcadas entre varones y mujeres; y de aquí es donde voy a empezar a revisar la construcci ón de l a
masculini dad en los ofensores sexuales para poder desembocar en la vi olenci a sexual y el por qué la masculi nidad se transforma en viol encia.
Continúa diciendo la Dra. Batres:
Si nosotros seguimos con atención los datos que Sonia fue seĖalando, bastante coincidentes en algunos aspectos con l as tres i nvestigaciones anteriores y coinci dentes tambi én con lo que Laura Meza ha encontrado en su
trabajo ,
nosotros ya podríamos ir encontra ndo alguna respuesta para el abordaje de ofensores, si sabemos cuáles son sus conductas, sus
sentimientos, desde la perspectiva de ellos cómo visua liza n sus relaci ones con mujeres, niĖos y niĖa s, ya podríamos ir pensando cuáles son la s
áreas que nosotros tendríamos que abordar. I nevitablemente tenemos que
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abordar vínc ulos, i nevitablemente tenemos que abordar sexual idad, social izaci ón, empatía con l as víct imas y tambi én sexuali dad asociada al
poder, o sea, no necesitamos si quiera ser excesivamente i nteligentes, terapeutas o psic ólogos de Harvard para poder saber cómo trabaj ar con
ofensores si conocemos las conductas de ell os.
Entonces lo que yo l es voy a presentar muy rápi damente es un poco un
recorrid o de la experi encia que hemos desarrolla do acá en Costa Rica. Los
antecedentes de la terapia con ofensores no están en América Latina, nosotros hemos aprendido mucho de lo que sabemos de la realida d norteameri cana y l o hemos enri quecido con nuestra experienc ia parti cular. Si n
embargo, no creo que el ofensor norteameri cano sea excesivamente diferente al ofensor costarricense , como no hemos encontrado tampoco grandes diferencias entre el ofensor nic aragüense, el ofensor guatemalteco o
el ofensor paraguayo; o sea, que en la presentación de la viol encia sexual
masculina no encontram os
grandes variac iones y yo quiero que todos nos centremos en violencia sexual m asculina , no estamos hablando de
masculini dades si no de cómo está manif estada y construi da la vi olenci a y
la masculinid ad en los hombres que han abusado sexual mente.
Como decía, los fundamentos del tratami ento proceden desde l os Estados
Uni dos y la terapi a cognitiva y no desde los grupos femi nistas, por l o
tanto cuando yo traigo de los Estados Unidos a una seri e de expertos a hablarnos, me doy cuenta de que en general l os modelos que nos presentan
no tienen perspectiva de género, es decir, en especial el tratamiento del
cicl o del abuso sexual .
Que se pone atención a las situaciones sentim i entos, pensami entos y comportamientos de la s personas que abusan sexualm ente, desde lo cognitivo. Y que se usa fundamentalm ente aunque no únic amente en los grupos
que trabaja n con ofensores juveni les. Esta aclara ción, un poco contestando la pregunta que me hiz o una vez José Manual Salas, quien me preguntó por qué este modelo era tan cognitivo. En reali dad el modelo se inicia en la s propuestas de atención con ofensores cautivos; como ustedes
compre nderán son los que están en las cárceles. P or eso es que l es quise
presentar lo que yo encontré en la consulta priva da, o en un tiempo donde todavía no teníamos el ejercic io de denunciar pacientes en la consulta
privada sino que l o que hacíamos era un montón de mani obras para sacar
el ofensor de casa y no permiti r que regresara si no cumplí a con algunos
de los requisi tos que debe cumplir un ofensor para poder
regres ar
a casa. Entonces vi que los ofensores de cl ase media y media alta tambi én
construyen l a masculinid ad de igual form a que los tres jóvenes que Sonia
entrevi stó en el Centro Zurquí , tienen l as mi smas caracterí sti cas, los
mis mos pensamientos, l as mismas actitudes, los mi smos mecanismos de
defensa; es decir, que no hemos encontrado que la clase sea determinant e
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en la construcción de l a ofensa sexual.
Lo que sí yo he encontrado es que en la medida en que la cl ase asciende,
hay menos antecedentes de abuso sexual en estas personas, y esto no quiere decir que el hacinamiento ni el alcoholismo ni nada de ese tipo de cosas generen la ofensa sexual , sino que evi dentemente l a pobreza ofrece
una serie de factores coadyuvantes que pueden agravar todos los probl emas sociales.
M uy rápidamente, entonces, quiero mostrarle s cuáles son aspectos que
uno debe tratar cuando uno está enfrentándose a un proceso de rehabil itación de ofensores sexuales. Bueno, tiene que saber, por supuesto, qué
sucedió en l a vi da de ese ser humano, en qué contexto sucedió, cuáles son
los patrones que ti ene para comunicarse y cuáles son las caracterís ticas
de sus conducta ofensivas. En la prá ctica esto es tamaĖo trabajo.
La terapia con ofensores sexual es no es como la terapia con hombre s que
golpean, no tiene l as mi smas caracterí sti cas y quiero que por favor se
apropien de ese conocimiento, porque en los ofensores sexual es ya se suma un patrón
sexual que está asociado al poder y al control. Y si asociamos el poder y el control al deseo sexual y a la satisf acción sexual, eso
ya hace una ecuación mucho más difícil de moviliz ar; entonces sí tendremos que hacer una terapi a mucho más especiali zada. No es como en los
grupos de hombres que golpean, en cuyo caso la terapi a puede ser más de
tipo psi coeducativo, puede ser abierta. Y aquí sí tenemos que sumar l o
social, l o patriarcal , el aprendi zaje de los estereoti pos y de la masculinidad coerciti va, y usar l as herram i entas cogniti vas que nos han dado
más res ultados también en terapia con ví ctimas, para poder analizar los
patrones sexual es abusivos.
Yo, entonces, muy preocupada porque no veía en l os modelos de tratamiento norteameri canos el género, he inclui do (y creo que también Laura lo ha hecho) en los grupos para ofensores sexuales juvenil es y en los
grupos para ofensores sexuales adultos, todo lo que tiene que ver con el
género: estereotipos
sexi stas (los que son enormemente fuertes),
discri mi nación contra la s mujere s (que por supuesto genera un pensamiento misógino fundamental para el
análisis de los ofensores), una
gran necesidad de poder y control que ellos asocian al acto sexual, una domina ción hacia las mujere s.
Bueno, esto no l o he leí do en ningún li bro, ahora que estuve en México,
trabaja ndo con Jorge Corsi , me di cuenta que tanto él como muchos de l o
que tra bajan con hombres viole ntos hablan de l a baja autoestima del
hombre vi olento. Pero yo en los ofensores sexual es, en donde he encon-
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trado toda cl ase de seres humanos, por supuesto seres humanos que fueron muy mal tratados en su inf ancia, seres humanos que tuvieron grandes traic iones, l o que he encontrado como un mecanismo compensatori o
es que usan la cuestión genéri ca como un sentimiento de especialida d
frente a las mujeres. Los ofensores sexuales son personas que no soportan que nadie l es diga que no, especialmente una muj er, y que un no, por
ejemplo frente a las demandas de servi cio, un no frente a sus necesidades de ser una persona muy especial con una mujer, podrí a generar un
cicl o abusivo. Yo no he encontrado, entonces, que en
re laci ón con
las mujeres hayan sentimient os de i nferio ridad, todo l o contrario, para
poder abusar sexualm ente a algui en, creo yo que se tiene que construi r
un sentim i ento de especial idad, de certeza, de derecho.
Esto es muy duro y tal vez no va a ser comparti do por mucha gente, porque yo entiendo que estamos también tratando de mirar hacia atrás y ver
al ofensor cuando fue niĖo y a veces eso se nos hace un poco difíci l porque los ofensores han hecho cosas terribl es con las víctim as, por eso para trabajar con ofensores tenemos que estar muy entrenados, no solamente muy entrenados en el trabaj o con hombres para no hacer al ianzas
con los ofensores, sino tambi én estar muy entrenados y sensibles en el
trabajo con muje res, para poder ser empáticos con l os sentimi entos de
las ví ctimas. Hay que tener cuidado porque l os ofensores ti enden a ser
muy hábiles para l levarno s a su terreno .
He aquí que también hay una distancia teórica con l o propuesto para hombres viol entos, donde se hace énfasis sobre l a revelac ión de sus sentimientos. Ustedes van a ver que en el modelo que yo propongo, dejo para
el fi nal, aunque en todo grupo terapéutico, grupo social o grupo educativo, siempre hablamos de nuestros sentimientos o ņcon qué estamos
allí ?. .. con nuestros sentimi entos. Que los ofensores sexuales o personas
que hayan cometido delitos sexuales sean personas muy racio naliz adoras,
no quiere decir que no l legaron ahí asustados, que no ll egaron ahí temerosos, que no lle garon preocupados.
Como por ejemplo, el grupo de
adolescentes que atienden en el Hospital de Ni Ėos que no han ido previ amente a la cárcel y los que están en la cárcel , pues evi dentemente están
allí con todo el peso que el estar preso signif ica.
Entonces, yo he oído mucho y he aprendi do en la práctica que al tratar c on
ofensores sexual es (ubiq uémonos en personas que han cometido delitos
sexuales a veces atroces con l os ni Ėos y l as ni Ėas), no podemos empezar
a sentarnos desde el princi pio a decir ņqué siente usted?, porque el ofensor tiene una gran tendencia a hacerse la ví ctima y estaría rápida mente
hablándonos de cuánto l e pegaban en su i nfanci a y no estaría tomando responsabil idad sobre la ofensa sexual. De tal form a que no es que despre-
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ciemos l os sentimiento s, cuando habl amos de herram i entas cognitivas en
el trabajo con ofensores
sexuales, si no que no estamos focalizando
el habl ar de sentimient os desde la pri mera sesión y en eso me aparto un
poco de los grupos para el tratami ento de hombres que golpean.
Yo tambi én fui entrenada por un grupo que yo respeto mucho, que se llama Emerge, y ellos son muy feminis tas; vino Londy Bancroft que trabajaba en ese grupo. Aprendí muchísimo de ellos , estaban muy cerca de los
grupos de muje res y realm ente respeto mucho los conceptos teóricos que
me transmit ieron y que he ido en la prácti ca confirm ando con mi s trabajos.
Entonces, como en cualqui er grupo, los grupos de ofensores deben tener
metas, regl as y un poco de educación (y esto es una vari ación que estoy
haciendo en los últ im os meses), para no ingre sar directamente con la s
confrontaciones acerca de la responsabi lid ad total sobre su ofensa.
Im agínense ustedes qué compl icado es ir a un grupo para un joven o un
adulto, sentarse, saber que es un grupo para rehabil itación de ofensores
sexuales y desde el pri mer día él diga: “yo acepto 100% m i responsa bilida d del abuso sexual ” . Por favor, esto es una idealiz ación del concepto
de responsabi lid ad. Creo que como en todo grupo que contempla lo terapéutico, lo educativo y lo vincula r, nosotros tenemos que hacer una especie de vínculo con los ofensores, un vínc ulo que genere confianza, que
genere respeto y un vínc ulo entre ellos. Es decir, bueno esto lo hacía yo
antes: sentarlos y decirl es: “Muy bien, este es el pri mer día, escriban:
“ mi ofensa fue...., yo hice esto y esto y esto.... y segundo, cuarto y quinto”. Los ofensores sexuales, muchos de ell os, fueron niĖos agredidos o
que crecieron con l a vergüenza asociada a su desarrollo y que no tenemos
que hacer nada en estos grupos para avergonzarlos más.
Tenemos que ser muy firmes para evi tar al ianzas, para que no culpen a
las ví ctimas. Si somos terapeutas mujeres estar preparada s para re chazar su desprecio pero no tenemos que hacer confrontaciones punit ivas.
Llevarl os por ejemplo de visi ta a la Reform a (a los adolescentes). Como
terapeuta debemos evitar actuar como mamá o papá, y tal vez estas cosas
suceden porque estamos desesperados ante fenómenos que no conocemos
totalm ente o contamos con poco apoyo estatal.
Sabemos que el abuso sexual es un delit o, que el ofensor ti ene que tomar
responsabi lid ad sobre el mi smo pero es i mportante tratarlo s como seres
humanos a l os cuales re spetamos.
En este nuevo esquema de tratami ento, porque es nuevi to, digamos que es
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la prim era vez que lo presento públ icamente, l o he estado usando en l a
consulta privada , yo empiezo a habl ar de masculi nidad desde el i nici o a
través de l a conversación, un video, puede ser la hi stori a de otras personas, puede ser re flej ar l o que están diciendo, es decir, que la masculinidad aprendida como coercit iva y abusiva es transversal durante toda l a
terapi a grupal e indi vidual , porque todos estos modelos ti enen la virt ud
de que los podemos l levar a lo indivi dual. Si n embargo, reconozco que en
terapi a i ndivid ual los ofensores
pueden engaĖar a sus terapeutas
muy fácil mente y l os terapeutas si no están muy li stos pueden sentirs e
muy bien, como simpatizando con los ofensores, algo que inclusive me ha
sucedido a mí.
P or que a pesar del entrenamiento que tengo, con uno de los úl timos ofensores que estuve tratando con bastante éxit o, me sentía, en ci erto momento, muy empática con l o que me estaba contando el ofensor, perdi endo de vi sta la perspectiva de l o que él había hecho a esa famil ia. Una estrategia fue l lamar nuevamente a l a niĖa y a l a esposa, escucharl as. Esto es una prácti ca que hago siempre para seguridad mí a, para seguridad
del ofensor y para seguri dad de la famili a; oír nuevamente a l a vícti ma,
oír nuevamente a la esposa, porque en verdad que pueden ser muy atractivos en sus raci onali zaciones y son
gente muy agradable tambi én
(algunos de ellos); y los chicos, los ofensores
sexual es j uvenile s son
unos niĖos, tambi én uno puede ponerse a veces muy maternal o paternal.
Todavía, teóri camente, no sabemos si esto es una conducta que desaparece, muchas tesis dicen que no son conductas que desaparecen, sino más
bien conductas pareci das a las de l os adictos, son conductas que permanecen
para siempre pero que se aprenden l os mecanismos para controla rlas y se aprende l a empatía para con la s víc timas.
De los casos que mostró Sonia le he dado seguimiento a alguno de ello s y
hay mucha reinc idenci a. Pocos son aquéllos que mantuviero n l a no- re incidencia. Una de esas pers onas, rei ncidi ó hasta poquito antes de morir.
Llegó la esposa y me dice: “Doctora, usted tenía ra zón, un mes antes de
mori r yo descubrí que estaba tocando a su nieto.” El ni Ėo había dicho que
su abueli to se había sacado el pene y se había masturbado frente a él. Este fue un hombre que reci bió tratami ento conmigo y que en el seguim i ento que le di no hubo reporte de reincidencia en 10 aĖos. Hace un mes murió y hace dos meses reinci dió y realmente eso me desanima muchísi mo,
confirm a esa idea de que es un trabajo arduo, muy especiali zado y que en
este país ni en ningún otro tenemos un buen monitoreo, no sabemos todavía cuánto estamos haciendo en el trabaj o de tratamiento con ofensores.
He encontrado una gran virt ud en dividi r l a terapia por fases, porque las
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personas y los terapeutas ti enen como una especie de guías a seguir. Estas
fases no son rí gidas, se trasl apan entre sí, uno puede estar en l a
segunda
fase haciendo cosas de la primera. Es en l a segunda fase,
cuando hay un
ambi ente propi cio para revela r la ofensa. Es donde
empi ezo a trabaja r mi tos, estereoti pos, y empi eza l a aceptación de l a
responsabi lid ad. P orque ni en las terapi as especial izadas para ofensores
ello s revel an todo, creo yo, sobre el
número de ofensas que han cometido, generalm ente después conocemos otras más.
La esposa de este hombre que murió hace un mes, me dijo que hasta el
últi mo día de su vida habí a detestado y hablado mal de la hij a que lo había
denunciado, habí a guardado ese sentimient o de enojo para siempre.
Bueno, en esta etapa ellos dicen al gunas de sus cosas, aunque cuando están dentro del Sis tema Judic ial se cuenta con mayor informaci ón acerca
de ellos. Fuera del Sistema Judici al l a inf orm ación proviene de la niĖa o
niĖo abusados. No contamos con una verdadera hi stori a de su vida inf antil porque tienden a tergiversarla y no sabemos cuánto de verdad nos está dici endo sobre su patrón de conductas sexuales. Por ejemplo, los ofensores que entrevi stó Sonia, ya sea porque fuera una persona que no conociera n o porque a los hombre s les cuesta más hablar de que fueron
abusados sexual mente, no dije ron sobre su abuso sexual infa ntil . Entonces yo nunca sé cuánto tengo de la historia de l os abusos sexual es sufridos y cometidos, lo que trato es la hi stori a actual, el abuso que me fue revelado.
Un componente i mportantísimo del trabajo con ofensores es generarles,
crearle s la empatía por l as víct imas. Una de l as característ icas de su
personal idad, de su manera de sentir y d e interactuar es que ellos no tienen empatía con l as víct imas, por eso es que l as abusan, son ni Ėas o niĖos, sus hi jos o sus hija s ll orándoles y ell os l o hacen de todas maneras,
entonces podemos pensar que esa persona tiene una laguna vincul ar, una
laguna con l a empatía.
Algunos autores están trabajando estos temas sobre vincul ación en ofensores, he oído en Congresos, autores que están trabajando mucho la teoría del
víncul o de Bowlby. Considera n que los ofensores han tenido
difi cultades para establecer vínculo s, son personas que crecie ron en famil ias donde l os ví nculos eran difusos o no había una buena vincula ción.
Esta dinámica, creo yo,
está construi da por el género también, porque los hombres usualmente están fuera de la famili a y las mujeres dentro de la famili a. Las dificul tades que tienen los hombre s para relaci onarse con otros hombres, por ej empl o l os padres con los hi jos, en l a
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creaci ón de ví nculos estrechos, es enorme. Así, esa dificul tad en la vinculaci ón construida por el género trae consecuencias posteriore s en l a
capacidad que tiene el ofensor de vincul arse con sus hijos y por supuesto especial mente con su víct ima (que no son necesaria mente sus hi jos).
Otro ejemplo es el de un niĖo de 9 aĖos, que me ll egó hoy. La madre cuenta que comienza a ll egar de la escuela como moretones en el cuerpo, ell a
no le presta mucha atención porque a veces no somos tan lúci dos para poder interpre tar este ti po de seĖales y el ni Ėo no dice nada. Hace una semana el ni Ėo lle ga y cuenta que el chofer del carro que l o lleva a l a escuela, muerde ci ertas part es de su cuerpo. La madre le int erpone una denuncia al chofer por agresi ón físic a, cuando en reali dad esto es un abuso
deshonesto. El ni Ėo me dice que cuando este hombre le mordí a se parecí a
a un “playo”, yo l e pregunto al niĖo “ņPor qué
tú dices que se parece a un playo?” (estamos hablando del estereotipo que maneja la gente y que no l o manejo yo), dice el niĖo: “Porque hacía los ojos muy raros cuando me mordí a y jadeaba” . Evidentemente el hombre estaba
excitado y mordía a un niĖo de 9 aĖos frente a otros niĖo s en el carro que
lleva ba a la escuela, para satisf acerse sexualm ente. Como vemos en este
caso y en otros terribles , hay tantas dificul tades vincula res y es tan intensa la asociación entre dolor, poder, control y placer, que esa materi a
la vamos a trabaj ar muy especial mente y con herramienta s cogniti vas en
la cuarta fase; en donde yo creo val ioso que anali cemos el cicl o de la ofensa sexual que se uti liz a en el tra tamiento con adolescentes ofensores.
P orque la ofensa es construi da y
deliberad a, no obedece a impulso s
sexuales repentinos y está construída en la vida del ofensor muy probablemente desde que es adolescente. Ahora estamos vie ndo niĖos y niĖa s
que han abusado sexualmente de otros niĖos y
muchos han construido esa deliberaci ón desde temprana s edades.
Dedico tiempo muy im portante a enseĖarle al ofensor cuáles son sus distorsi ones, l lamadas así por l a Terapia Cogniti va, pero que en real idad son
conceptos generados por el Patriarca do: que las mujeres son putas, que
los engaĖan, que no se puede confiar en ni nguna de ellas; eso es desde el
punto de vi sta de l a Terapia Cogniti va una distorsión, desde mi punto de
vista es un concepto que el P atriarc ado ha interioriz ado como una certeza. Desde el género trabaja mos con l a mi sogini a, con el desprecio hacia
las mujere s, tambi én con la distancia afectiva y como result ado con la s
emociones. Indudablemente también con educación sexual porque ellos no
tienen ninguna idea de lo que es una sexualida d sana; y ustedes comprenderán que en cada una de l as fases y en cada uno de los procesos estamos
elaborando emociones. Además con lo int rapsí quico, o sino, ņdónde se
procesa la inform ación?... ņen el hígado?. Se procesa en el cerebro, ņpor
qué digo esto? Respondo a una crít ica que recibí de los modelos género
sensitivo para trabajar con ofensores y con hombres. Esta persona me
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dijo “ŃAh bueno, pero entonces eso no es i ntrapsí quico!”, pero ņqué no
es intra psíqui co?, todo es i ntrapsí quico, todo el proceso mental y emocional está en el cerebro. Estamos tra bajando todo el tiempo con sentimientos, con conductas, con estereotipos y con distorsiones.
Sucede que esto vi ene del P sicoanális is, “le Psicoanális is” es “l e” mejor terapia del mundo, “ l e,” entiéndase como l a única y la más elevada
terapi a. Los que trabaj amos con l a part e social y genéri ca somos vistos
como si mpl istas, como i nstrumental es. Hay mucha crít ica a la Terapi a
Género-sensi tiva , como si fuera una terapia que se hi ciera en el híga do o
en los testículos o en los ovarios y no en el cerebro. P ero todo esto se
procesa en el cerebro, all í es donde está la psique, no está en otra parte.
La quinta fase es la fi nal, es ahí donde vamos a hablar del pasado. Porq ue
si empezamos a hablar desde el pri ncipi o de cómo los maltrataro n, de cómo los abusaron, nunca vamos a conseguir que este ser humano pueda
asumi r su ofensa con responsabili dad y aquí no estamos jugando, es un
trabajo serio
ya que l os ofensores sexuales en general empiezan a
deli nquir cuando son adolescentes y muchas niĖas y niĖos serán sus ví ctimas.
Nuevamente aparece el tema masculi nidad, pero entonces aquí ya estamos
en condici ones de habl ar de una masculini dad como l a que ustedes han
mencionado en la maĖana, una masculi nidad no abusi va.
Lo que yo hago (el trabajo con ofensores sexual es) es una parte del proceso general, no es la únic a parte y que ņpor qué les llamo ofensores? ,
bueno se l es podría llamar hombres en conflicto con la ley, o personas
que abusan sexualm ente. La denomi nación de ofensores sexual es vi ene de
Estados Unidos.
R ecordemos que la terapia con ofensores fís icos y psicológi cos hacia l a
pareja y la terapia con ofensores sexuales son dos terapi as con distintos
énfasis. Tienen en común que vamos a trabajar con socializa ción, género
y poder, a diferencia de l os ofensores sexuales que son personas que están en conflic to con la l ey. Aunque yo no conozco a ni ngún hombre que
aunque haya pasado por un grupo de re habili tación no si ga usando al gún
mecanismo de control y poder. Esa i gualdad que todos y todas quisi éram os
tener, no la hemos conseguido y actualmente creo que ni ngún hombre se
pueda rela cionar de una
manera equitativa con una mujer y los que
lo han logrado Ńqué dicha para esa mujer y qué dicha para él!, pero esto
un proceso, un trabajo muy largo.
En esta fase podremos hablar de la hist oria del ofensor, pero ya él no l a
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va a usar para vic timizars e, para decir “pobre cito yo, como mi mamá me
pegaba, entonces por eso yo abusé a 25 ni Ėas”. ņVen la difere ncia?; no
es que no se aborde, pero se pone en otra part e del proceso para evitar
que él haga esa asignación, que se re-asi gne nuevamente como víc tima .
Ahora, esta fi lmina es l a repeti ción del ciclo de l a ofensa. Los norteamericanos y la s norteameric anas, fueron quienes pri ncipal mente estudiaron y crearon este ciclo para entender el cómo se deli bera, cómo se construye l a ofensa. Lo voy a seĖalar muy rápid amente, está en mi l ibro “ El
lado oculto de la masculinida d” y en todos los l ibros de los norteamericanos que están trabajando con ofensores. Lo muestro para que ustedes
puedan ver que es un proceso que se construye, que hay un desencadenante, y he encontrado que el desencadenante muy frecuentemente es una
frustra ción con las mujeres. Por ejemplo: “m i mamá no me quiso apoyar” o una frust ración con l os pares, una frust ració n con l a pareja: “no
me quiere, me abandona”.
En vez de una baja autoestima esta reacción me parece una sobrereacci ón
a la insatisf acción de sus demandas hacia las mujeres . Yo lo l lamo masculini dad heri da. Siento los desencadenantes muy l igados a la masculi nidad estereoti pada, a un sentimiento de: “soy muy i mportante y me lo merezco todo”.
Vean que l a ofensa sexual se construye desde el género, si empre la s fantasías repara doras son acerca de conseguir mujere s, violar mujeres o
abusar niĖos o ni Ėas, o sea ahí es donde vemos que el género construye
las necesidades de poder y control que son fundamentales en la construcción de l a ofensa, porque l a fantasía repara dora podrí a ser volar ņno? ,
ser un superman, podrí a ser robar. P ero las fantasías en el ofensor son
domi nar mujeres, mal tratar mujere s, humill arlas y control ar niĖos y
niĖas. Porque l os niĖos en el mundo del ofensor son igual que las niĖas,
dado que l o que es important e para él es que los
puede controlar, no
necesari amente la reali zación de su sexualid ad, sino la asociación entre
sexo y control . Para el ofensor un ni Ėo o una ni Ėa tienen l a mis ma categoría porque ambos son sumisos y controla bles.
P or ejemplo, para este ofensor, (el chofer) que le decía al ni Ėo: “Ń qué
lindo que eres! ” , “Ńm e gustas mucho!”, “Ńte quiero mucho” y ese ti po
de cosas, en un carro con otros niĖos, el poder de paral izarl o era l o que
le producí a satisfacción sexual . Para los ofensores sexuales l as diferencias biol ógicas no son tan
important es.
Vemos cómo l as fantasías del ofensor tienen que ver con el poder hacia
niĖos y niĖas. Posteriormente , como en el ciclo del hombre que golpea,
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si lo capturan se arrepient e o a veces, inm ediatamente después que abusa puede ser que piense por algunos días que no debería hacerlo de nuevo, pero como se asoció el poder al pl acer, esto se convierte en una conducta que algunos autores consideran adicti vas. Otros autores les l laman
pedófilos; yo creo que este es un marco teórico obsoleto. Como el poder y
el pla cer están asociados, la conducta puede convertirse en adictiva y por
lo tanto el ofensor es rei ncidente.
Nuestro Programa ha estado abierto a capacitar a las personas que desean
trabaja r el tema. Considero que primero hay que entrenarse en género,
adquiri r conciencia que exi ste discri mi nación contra las mujeres y
aceptar que el abuso sexual es un delit o. Ha sido difícil aceptar que los
abusadores sexuales son fundamentalm ente padres bi ológicos (apro ximadamente el 40%). ņQuién quiere enfrentarse al sí mbolo de la famili a
unida? ņquién quiere ser acusado de destructor de famil ias? ņQuién
quiere enfrentarse al Opus Dei? ņA l os nuevos conceptos de democracia
de género?.
ņQué queremos hacer con los ofensores?, ņquerem os dejarl os sanitos? ,
ņqueremos dejarl os en sus fami lias ? , o como todo el mundo quiere que se
los compongamos, todo el mundo dice “devuél vame a ese hombre que yo
amo” o “devuélvame al padre de mis hijos ” para cumplir el id eal tradicional de la
fami lia. La Psic ología, además propuso que l os niĖos no
crecen bien, se
vuelven homosexuales si el padre no está pres ente.
Cuando iba con mi hi jo al pediatra, m e preguntaba: ņcuál es la fig ura con
la que se i dentific a su hijo?”, yo le decía “conmigo” y se me quedaba
viendo como madre destructora de l os esquemas masculi nos del hi jo.
Lo que tenemos que hacer es ayudar al ofensor a reconocer cuáles son sus
detonantes, que pueden ser pensamientos o pueden ser sentim i entos, para evitar que re-ofend a. No podemos habl ar de sanación, de curació n como
tampoco podrí amos hablar de eso con hombres que golpean; mucho se
parece al trabajo con adictos, estamos enseĖándoles destrezas de autocontrol. O sea, que de alguna manera, la ofensa sexual no es
como l a entendíamos, psicológi ca y psiquiá trica mente curable, solamente es control able. Y eso tambi én puede ser una decepción para nosotros y
nosotras la s terapeutas.
Hi ce el l ibro “ El lado oculto de la masculinidad” l lorando, es que realmente uno los oye a ello s con esa fria ldad y después oye a las niĖas y a las
famili as con ese dolor. En re alid ad es bastante difíc il ponerse en ese lugar, mucha gente me dice que no quiere trabajar con ofensores, inclus ive hombres que no quieren trabajar con ofensores, mi re comendación es
que nadie que trabaj e con ofensores debe enojarse con el ofensor, porque
el enojo contra el paciente no es en absoluto terapéuti co. Deben cuidars e
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las reac ciones contra-trans ferenci ales, uno debe cuidar mucho sus propias reacci ones, asimismo debe recordarse que exist en lí mi tes con l a
confidencialida d en esta rela ción terapéutica. Por su part e, el terapeuta
masculino debe tener cuidado de no al iarse con l a
masculi nidad del
ofensor.
Líneas de pensamiento aportadas por
la Dra. Batres en el espacio de preguntas.
• Im portanci a de empre nder un trabajo de deconstrucció n de la masculini dad asociada a l a viol encia además de perm i tir un cambio de expresión para l a masculi nidad.
• Establecer un pl an de seguridad del ofensor, considerando que nunca
más puede estar cerca de niĖos(as ) mientra s no auto-control e su
conducta.
• No todas las personas que son abusadas sexualm ente requi eren terapia.
• En al gún momento y ante una entrevist adora femenina, el ofensor
puede hacer al arde, lo cual también puede expre sarse a través de
alia nzas con otro varón. El sesgo de que el ofensor brinde informaci ón
diferente al entrevi stador de acuerdo al sexo de este úl timo, podrí a
eliminars e si el entrevi stador fuera de sexo masculi no.
• Con ofensoras sexuales l a experienci a es poca, anteriormente se les
consideraba psicóticas, que usaban drogas. Se trata de muj eres que
tienen la misma i nsensibi lid ad ante la ví ctima, pero menos coerción y
menos viole ncia. A ello se agrega que el hombre, por su part e, puede
vivirl o como i nicia ción sexual.
• Una como mujer, es important e en el tra bajo con ofensores sexuales,
estamos moldeando una rel ación diferente. En esta mis ma dirección se
ubican l os terapeutas hombres que sobresalgan como nutric ios, cálidos y no abusi vos.
• Técnicas como: carta, lectura de historias, videos, manejo de mi tos,
etc., permiten trabajar el rompimient o de la no empatía, el hacer
contacto, a
nive l cogniti vo.
• Si no hay resarcimiento previo, no puede haber reconci lia ción.
• Es importa nte preguntars e ņen qué l ado del debate de las masculi nidades estamos?, ello ante el peligro de no lograr trascender el análisis y l a vi vencia de la masculi nidad hegemónica. Ante esto es fundamental el trabajo en dos verti entes: 1) Foro s, charlas (ni vel i ntelec-
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tual) y 2) Asumir el compromiso desde el propio yo, lo cual no tiene
necesari amente que ver sólo con la Psicol ogía.
• Uno de l os retos que debe plantearse al trabajo en masculini dad es
darle territ orial idad al esfuerzo, trascender el enfoque reducci onista
de que el trabajo en masculinid ad va más all á del tra bajo en paternidad re sponsable, ofensores y salud repro ductiva. Debe trans itars e los
rum bos de la democratización de género y con ello int roduci r la masculini dad hegemónica y las relaci ones de poder.
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Algunas investigaciones
sobre ofensores sexuales
realizadas en Costa Rica.
Sonia Recinos del Cid
Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas para
la Prevención
Del Delito y Tratamiento del Delincuente (ILANUD)
(N ota: Esta ponencia se pres enta en fi lminas, tal y como la expuso y solici tó la autora)
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Rehabilitación
para ofensores
Gioconda Batres
Instituto Latinoamericano de Prevención del Delito y
Tratamiento del Delincuente
(ILANUD). Programa Regional contra la Violencia
Doméstica
(N ota: se pres enta l a ponencia de la autora tal y como ella l a expuso en
el
Encuentro)
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Psicoterapia con agresores en
Guatemala. ¿Por qué es urgente?
Breve aproximación a la situación guatemalteca
Manuel Esaú Pérez Aguirre
Guatemala
El m al trato hacia las m uj eres es un problema social que tiene sus causas
en una seri e de factores sociale s, tales como, el carácter patri arcal-machista de nuestra sociedad. En efecto, para entender el maltrato hacia la s
mujere s,
debemos situarno s en el contexto de l a form ación social
guatemalteca, caracteriza da, fundamentalmente, por relaci ones de poder,
dentro de las cuales se i nscriben, en el ni vel mi cro, l as rela ciones de pareja.
Si a l o anterior l e agregamos la polari zación social, que nos condujo en
los últi mos aĖos a l a guerra , descubrire mos que ésta contri buyó a la agudización de las probl emáticas social es, dentro de l as cuales se encuentra,
igual que muchos otros, el probl ema de la viole ncia hacia l as mujeres.
Esto no signi fica, de ninguna manera, que el maltra to sea una consecuencia de la polarizac ión o de la guerra en parti cular; por el contrario , este probl ema, como bien sabemos, se remonta a l a hist oria de l a humanidad, en general, como una consecuencia de la ideologí a machista. Sin embargo, el deteri oro social y l a deshumanización acelerada que vi vim os
actualmente -aspec tos que, ins isto, se han agudizado con la guerraacentúan l a agresivi dad y l as relaci ones interpersonal es viole ntas y de
domi nación y éstas van conform ando patrones de conducta que, en muchos
casos, se interio rizan desde los primeros aĖos de vida y van sedimentándose, hasta enquistarse en l a personal idad l os indi viduos, de modo tal, que
lleg an a formar part e constitutiva de ésta. En la mayorí a de los casos, l a
conducta del maltra to tiene raíces muy profundas de carácter irra cional
e
inc onsciente, que se presenta bajo la forma de personalida d pervertid a.
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Si bi en, el probl ema de l a vi olenci a i ntra fami l i ar haci a l as muje r es ti ene
car ácter soci al , su r eper cusi ón en todas l as esfera s de l a vi da, i ncl uso l as
más í nti mas, como l o son l as re l aci ones de pare j a, ti ene una i mpor tanci a
fundamental . Asoci adas a l as consecuenci as que ti ene en l a par ej a, su i mpacto en el núcl eo fami l i ar ti ene, tambi én, efectos devastadore s, especi al mente en l as niĖ as y l os ni Ėos.
P or la s caracterí sticas del maltrato conyugal y de parej a hacia l as mujeres
expuestas anteri orm ente, se deduce que hablemos aquí de un
problema de salud mental que al canza dimensiones endémic as y plantea
la necesidad urgente de desarrollar acciones encami nadas hacia su erradicación. Esto sólo es posible desde un enfoque int egral que i ncluya todos
los aspectos invol ucrados, a part ir del conocimi ento de los rasgos esencial es que caracterizan la i nfame rel ación mal tratador-m al tratado. En
ese sentido, el abordamiento de este probl ema no puede excluir, entre
otros aspectos, la int ervenció n orientada hacia l os agresores a diferentes nive les, sin olvi dar que, el centro de interé s lo deben constituir la s
mujere s sobrevivient es de maltrat o.
Un aspecto central en l a luc ha contra la vi olencia hacia la s muj eres l o
constituye l a prevenció n, ya que de otra forma, se atacan úni camente los
efectos, en tanto que l as causas que lo generan permanecen intactas asegurando, así, su continuidad.
En progra mas y proyectos de int ervenció n psi coterapéutica dirigi dos a
mal tratadores real izados en otros países se ha observado que, en muchos
casos, en los que éstos ll egan a percatarse de su probl ema y acceden o solici tan ayuda profesional, los resul tados obtenidos son signif icativamente positi vos. En al gunos países exis te, por un lado, una legi slación que
posibi lit a l a puesta en marcha de tales inici ativas; por otro lado, el estado garantiza la pres tación de servi cios prof esionales psicoterapéuticos en los casos ventil ados en los tribunal es ci vile s y penales e inclus o
contemplan l a obliga torie dad de someter a proceso psicoterapéutico a los
agresores como parte de l a sentencia. En Guatemal a, sin embargo, a pesar de que la vi olencia int rafa mil iar hacia la s muj eres al canza í ndices
verdaderamente al arm antes, hasta la fecha, no se cuenta con polí ticas
orient adas hacia la int ervenció n psi coterapéuti ca de los agresores en los
casos de maltrato conyugal y de pareja y no existe, además, ninguna i nstitución que ofrezca estos servici os, excepto algunas inici ativas ai sladas
de l as cuales se ti ene ref erenci a44.
De acuerdo con las experi encias referi das en el párrafo anterior, tomando en cuenta las característ icas particul ares de Guatemala, un proyecto
y La Paternidad Responsable en Costa Rica: una tarea pendiente. Rodríguez y Lázaro, (2001)
40 Tomado de Borrador en revisión de Política Pública : “Bases para la elaboración de lineamien-
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como el que ahora se presenta, obviamente ofrece grandes posibi lida des.
Otro aspecto que justi fic a el proyecto es el alto porcentaj e de mujere s
mal tratadas que asisten a l os pocos servicio s prestados a sobrevi vientes
de vi olencia intraf ami lia r y optan, por diversas razones, por rei nici ar
o no cortan la rel ación conyugal o de pareja vi olenta. Muchas veces estos
intentos adquieren un carácter obsesivo-co mpuls ivo o, cuando menos, se
vuelven reite rativo s. Las razones que argumentan estas mujeres son diversas y van desde el hecho de considera rlo como una oportunidad de reconstrui r l os vínculo s fami lia res ante la circ unstancia de sentirs e
abrum adas por la experienci a de “quedarse solas” o, que sus hijas e hijos “crezc an sin padre” y si n apoyo económico. Otras se sienten conmovidas o confundidas por el supuesto arrepenti mi ento expresado por el
agresor. En otros casos, refie ren sentirse pre sionadas o i ncluso - aunque no si empre hablan de eso - están siendo amenazadas. Otras - si n poder
expl icárs elo ellas mi smas - admiten que, a pesar de todo el
mal trato del cual han si do objeto, simplemente “lo si go queriendo” .
Un signifi cativo número de estas mujeres no continúan asisti endo a l a
psicoterapia y no regresa n, inclus o, en aquellos casos que el cicl o de violenci a y
mal trato se reacti va.
Al i nterrumpir el proceso, se pierde una buena parte de los recursos que
se
invierte n en el montaje y funcionamiento de los servi cios y, lo que
es más
importante, los procesos quedan inconclusos, l o cual repercute en el al cance de los objetivos del mi smo. De allí l a i mportancia que
el trabajo a real izar
i nvolucre, no sólo a las ví ctimas, si no también a los vict im arios.
Dar seguimi ento a los casos de mujere s que han optado por reini ciar relaci ones conyugales y de pareja con el agresor permite n, en prim era
instancia, al ayudar al agresor a manejar su agresivid ad, reducir la s
posibi lida des de que re incid a. Por otro lado, permite conti nuar prestándole apoyo, previni endo, así, la posibili dad de que el ciclo de vi olencia se
reacti ve si n que las mujeres cuenten con apoyo i nstitucional.
Otro aspecto que l e da sentido a las propuestas de psic oterapi a y prevención con los agresores, l o constituye el hecho de que las i nstituciones que
hacen interve nción en la problemátic a de la violenci a intra famili ar, actualmente hacen muy poco o nada por la pre vención. Sin embargo, aunque no se dispone de ningún regis tro al respecto, según mi propia experienci a, el porcentaje de maltratadores l atentes podría alcanzar cifra s
aún mayores que l as que hoy alcanzan los maltratadores activos. Esto es
de gran importanci a, considerando que una mayorí a de los maltra tadores
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latentes pasarán, en cualqui er momento, a int egrar la estadísti ca de maltratadores activos.
Las acciones de tipo pre ventivo deben estar orientadas hacia la disminución de los índi ces de mal tratadores activos. Dentro de l os aspectos preventivos, en otro sentido, minimiza r los efectos devastadores que provoca en hijas e hij os l a viol encia int rafamili ar en contra de sus madres.
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P or últ imo —no por ello menos i mportante - tra bajar con l os agresores
también es i mportante porque, a pesar de la indiscutible i mportancia que
tiene el probl ema social de l a violenci a intra famili ar en Guatemal a, se
conoce muy poco sobre este tema. En ese sentido, el trabajo con agresores constituye una
importa nte fuente de conocimiento ya que la investigación en esta temática debe ir aparejada con cualquier inici ativa
orient ada hacia l a int ervenció n con agresores y tener un lugar preponderante y privi legi ado como la base que le da sustento a l as acciones.
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CAPITULO V
CONSIDERACIONES FINALES
P ara entrar a ella s, es oportuno seĖalar alguno s puntos inic iale s que son
de nuestro i nterés, haciéndolo casi de manera i nversa a la presentación
de l os
capítul os del l ibro.
En primer lugar, cabe la pregunta de “ņPor qué una ponencia desde la s
mujere s y de cómo aprecia n el trabaj o en masculini dad y con los varones?”.
P re gunta que fue y seguirá siendo váli do planteársela. Un análisis de este tipo en un evento de masculinid ad tiene, a nuestro entender, varias razones. Por un lado, hay connotaciones de tipo teórico, en tanto el trabaj o
con masculinid ad i mpli ca el trabajo con la femi nidad y estas condiciones
de género son portadas y construid as por hombres y mujere s, de tal manera que el trabajo con una
necesari amente l leva a la otra. La construcci ón genérica es complementaria y la masculinida d hegemónica requiere el soporte de una feminid ad hegemónica, y viceversa.
En l o polí tico pragmático, el trabaj o de masculini dad no puede verse desliga do o al margen de las luchas de la s mujeres. Creemos que si bien la s
tareas a desarrolla r con los varones, tal y como l o planteamos en uno de
los trabajos, ti enen razón en sí mi smas, no puede soslayarse la tras cendencia de continuar con el apoyo a las luchas y reivi ndicaciones que ellas
están l ibrando . Los alcances y proyecci ones sociocul turale s y polí ticas
que tales luchas emanan no pueden seguir si endo vi stas, por parte de los
varones, como escenarios de los que somos aj enos o re stándoles l a importanci a e im pacto que ti enen.
Tener, desde esa perspectiva, una vis ión desde el trabaj o que hacen la s
mujere s, está doblemente jus tif icado. Ya hay mucho camino recorrid o
por ell as, el cual no es necesaria mente el mismo que los hombres debamos recorrer. O por lo menos, no transi tarl o de la misma manera. I gnorar eso no solo es un art ilug io sofist icado de posiciones mi sóginas si no
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una craso error de est rategi a en la actuación social en l a que estamos involucrad os.
P or su part e, las Conclusi ones y recomendaciones de Coronado son una
especie de declara ción o mani fiesto que las delegaciones hacen a propósito de l os múlt iple s elementos que debemos considera r y de l as variada s
arist as que se deben asumi r. Pret enden servi r de consigna ideológica y
programátic a para el trabaj o que debe lle varse a cabo en diferentes niveles, en diversa s áreas y con los diversos grupos poblacional es.
En
ella s se plantean los re tos que tenemos por delante y constituye el germen de una agenda de trabajo.
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Una visión del trabajo con
hombres desde las mujeres
Ana Cecilia Escalante Herrera
Costa Rica
“En el fin de siglo y de milenio, en la era de la modernidad, de la demo cracia y de los derechos humanos, la mitad de la humanidad, constituida
por las mujeres, vive en cautiverio, sometida a la opresión de género. La
otra mitad, conformada por los hombres tiene la posibilidad de ejercer
formas de dominio, por lo menos sobre las mujeres. Esta constitución
política de los géneros, basada en la opresión, hace que la enajenación
sea una característica de ambos”
M arcela Lagarde. Cita tomada de “Orga nizaci ón de Género y Poder”, en:
Memoria del Seminario sobre Sensibilización de Género, Leyes y Políticas Re lacionadas con las mujeres, IIJ - UCR, San José, Costa Ri ca, 9-10 de marzo de 1995.
Introducción
Abordar este tema no es fácil.
Es más es un tema conflict ivo.
Hay quienes pi ensan que abordar el tema de la masculi nidad y el trabaj o
con los hombres debe ser responsa bili dad de los hombres y no de las mujeres.
Hay quienes piensan que algunos grupos y movim i entos de hombres están
trabaja ndo para contribuir a mantener y repro ducir la opresión patriarc al de las muj eres.
Hay quienes piensan que el trabajo con l os hombres compit en por los recursos insti tucionales y de la cooperación int ernaci onal.
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Hay quienes pi ensan que l os hombres no están intere sados en cambiar su
posici ón de privil egio en el ordenami ento social patriarcal .
El Enfoque de Equidad de Género
Este enfoque apunta a l a necesidad de considera r l a presenci a de role s
cultura les, res ponsabil idades y expectativas fundados en diferenci as no
bioló gicas entre hombre s y mujeres.
Debido al conocimient o generado y a la investigaci ón realiza da desde el
enfoque de equidad de género, sabemos que las difere ncias entre hombre s
y mujeres , en sus comportamientos, actitudes e ideas, se desarroll an
principa lm ente por medio del aprendiza je social de sus identidades femeninas o masculina s. No nacemos hombres ni muj eres, aprendemos a
serlo. Ese aprendizaje es el proceso que marca y modela nuestra identidad femenina o masculina .
Este proceso de socializ ación genérica empi eza desde antes de nacer.
Después del nacim i ento las difere ncias son acentuadas y consolid adas por
muchas inf luenci as y agentes de social izaci ón: las famil ias, la s amistades, las comuni dades, la s escuelas, los colegios, las universi dades, la s
relig iones, los medios de comuni cación, la s organi zaciones, l os gobiernos.
Abandonar la idea de que l a desigual dad de género ti ene bases biol ógicas o
natural es (esenci ales) implic a reconocer que exist en elementos determina ntes de la estructura social que condicionan los comportami entos de
hombres y muje res y que, al mismo tiempo, se expres an en sus actos cotidi anos.
Esta visi ón de la identidad sexual como construcci ón social permit e identif icar espacios de acción e i ncidencia políti ca, donde las personas y la s
organizaciones pueden desarrollar sus estrategias de i ntegración social .
El enfoque de género im pl ica también que, por ser hist órica y socialmente determ i nadas, l as estructuras social es patri arcale s, en las que se basa la desigualdad, l a dominación y l a discriminaci ón de género, éstas pueden cambiar.
Las mujere s y los hombres podemos y debemos aprender a relacionarno s
entre sí de una manera diferente, construyendo rel aciones de EQUIDAD,
con li bertad y respeto por la s diferencias y l os derechos de los humanos
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y las
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humanas.
Dada la desigual dad de género aún im perante y desde este enfoque de equidad de género, sigue si endo estratégico el análisi s y l a acción afirmati va
centrada en l as mujeres , para superar esa desigual dad.
P ara lograr la equidad, para cambi ar las rela ciones de poder entre los
sexos, hay que incluir discusión sobre los hombres y la masculinidad.
El probl ema son los role s tradicio nales, no l os hombres. Además, si l a
discusión se enfoca solamente en las muje res, la carga de responsabil idad sobre ellas será mayor.
Es obvio que la perspectiva de género im pl ica necesariamente un trabajo
estratégico con l os hombres. Pero continúa siendo prio ritari o el
trabajo para fortal ecer el poder de las mujere s.
Las reflexiones sobre una masculinidad diferente a la patriarcal se abren
espacio gracias a la constatación de los efectos positivos en instituciones y
personas concretas. Uno de los resultados prácticos más importantes es
que, a partir de las actividades y talleres sobre masculinidad, los hombres
se sienten convocados en las actividades posteriores acerca de género45.
Se han logrado espacios de apoyo en diversos medios de comunicación
(televisivos, radiofónicos y escritos), que también han visto la importancia
de abordar este tema al considerar problemas sociales concretos, como la
violencia doméstica o el alcoholismo46.
Es fundamental, sin embargo, tener en cuenta que el trabajo de género
con poblaciones mixtas conll eva “trampas” ideológicas propi as de la sociedad patriarca l en que vi vim os y de la cual tanto muje res como hombres son re flej o. Es muy fácil repro ducir en grupos mi xtos, expl ícit a o
im pl íci tamente, l as
relaci ones de inequidad, domi nación o discriminaci ón que querem os cambiar, sin construir una nueva concienci a
genérica.
En este sentido, es fundamental tener cl aro QUÉ es lo que se quiere l ograr en la prácti ca concreta, y defini r estratégicamente CÓMO y CUÁNDO se pretende l ograr esa meta.
“ El nuevo paradigma está surgi endo al poli tizarse el reconocim i ento étitos de política para el fomento de la Paternidad Responsable” (Octubre 16, 01)
41 II Borrador de trabajo Bases para la Elaboración de Lineamientos de Política para el Fomento
de la Paternidad Responsable. Octubre 16, 2001.
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co de la exist encia específica de los suj etos que emergen del si lenci o y l a
invisi bili dad. Es ese el gran cambio mile nario. Hoy es ya evidente l a urdimbre social basada en l a equivalenci a entre l os seres humanos y las seres hum anas en la igualdad no sólo entre semejantes, si no entre dif erentes, que no sean antagónicos ni complementarios, sólo divers os y equiparables ... El nuevo paradi gma cultural contiene l a rei vindic ación de que
los miedos tan temidos pueden enfrentarse fuera de l a estructura que los
ha hecho modo de vi da, naturale s, destino ... deconstruir nuestros mitos
y nuestras pautas sociales expropiadoras y depredadoras es priori tari o
para vencer los mi edos y remontar l os cautiveri os en pos de los poderes
necesari os e im pre scindi bles para la vida plena y digna ... del otro lado
de l os miedos mi lenari os y seculares , del otro lado del pasado, en nuestro tiempo está l a li bertad...”.
Marcela Lagarde. Cita tomada de “Mujeres y Hombres, feminidades y
masculinidades al Final del Milenio”, en: Revista de Ciencias Sociales.
Género: Identidad Masculina-Identidad Femenina, No. 76, UCR, junio
1997, pp. 107-113.
El nuevo paradigma: La democracia genérica
Según M arcela Lagarde47, la democracia genérica amplía l a concepción
mis ma de l a democracia al centrarse en la democracia entre los géneros
e i nclui r en la cul tura la necesidad i naplazable de construirla, ampli arla y consolidarl a.
Las condici ones hi stóri cas de mujeres y hombres, el contenido diferente
y compart ido de sus exi stencias, l as relaci ones entre l os géneros y los
problemas vi tales resul tante, son ámbitos de l a democracia genérica .
Al mismo tiempo son claves polí ticas que conlleva n necesariamente a remontar las concepciones y las prá cticas de vida patria rcal que, basadas
en el dominio, generan diversas opresione s.
Son las mujeres y los hombres concretos quienes en sus exis tencias propicia n, favorecen, son víctimas o beneficiario s del desarrol lo y l a democracia . Del contenido de sus rela ciones de género y de sus vidas definidas así, depende en gran medida l a posibil idad de enfrentar con éxito los
problemas del mundo contemporáneo.
42 Psicólogo del Programa Atención Integral a la Adolescencia C.C.S.S., docente de la Cátedra de
Investigación de la Escuela de Psicología de la Universidad de Costa Rica. E-MAIL: [email protected]
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43 Por poder idealizado se está entendiendo que el hombre como individuo o como género domina todas los ámbitos de su vida.
44 Consulta privada de bajo costo, facilitada por la referencia de mujeres que apoyan con sobrevivientes de violencia intrafamiliar, de diferentes instituciones (OG y ONG)
45 BriceĖo, Gustavo y Edgar Chacón. El Género. También es asunto de hombres, Serie de Cuadernos de Trabajo Hacia la Equidad, UICN, San José, Costa rica, 2001.
46 Idem.
47 Lagarde, Marcela. Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia, Cuadernos Inacabados, Editorial horas y HORAS, Madrid, EspaĖa, 1997 (2Ľ. Edición), pp. 190-192.
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Los princi pios de l a democracia genéri ca recorren cami nos para conformar la i gualdad entre mujeres y hombres a parti r del reconocimient o
“ no i nferi orizant e” de sus especifi cidades tanto como de sus diferencia s
y sus semej anzas.
Es un objeti vo democráti co impulsar los cambi os necesarios para arribar a la i gualdad entre los géneros y a la formación de modos de vi da equitativos entre mujeres y hombres . Esos cambios se dan en diversos terrenos y esferas de la vida social, de l a economí a, de l a políti ca y la cultura.
En l a democracia genérica, la políti ca es una dimensión privil egiada para lo grarlo. No se trata de la polít ica tradi cional mente concebida como la
polít ica públ ica y profesional de l a represe ntatividad susti tutiva de los
sujetos. Se trata de concebir a la polí tica como espacio parti cipativo, de
legi timidad de derechos, pactos y poderes, públ icos y pri vados, i nsti tucional es, estatales, ci vile s y comunit arios ...
La democracia de género se basa en la igualdad entre l os diferentes, en el
establecimient o de diálo gos y pactos, en la equidad y l a justi cia para reparar l os daĖos cometidos contra las mujeres y los opri midos.
La democracia genérica tiene como sentido fil osófico la l iberta d en pl enitud para todas y todos.
Desde luego que la democracia genérica i mpl ica un pacto social abarcador
en lo privado y en lo públ ico.
Se trata de contribuir a construir modos de vida y concepciones del mundo y de la vida que no vuelvan a estar basadas en la opresión de género y
en ninguna otra forma de opresi ón.
Las mujeres y los hombre s form ados en esa cul tura, así como las inst ituciones creadas, son garantía de que nos oponemos a volver atrás y
nuestra voluntad es la de no vi vir en la infamia de l a opresi ón genérica.
Un nuevo orden de género democráti co se constituye por sujetos de género reconocidos y preserva dos: las humanas y los humanos. Lograrlo exige promover una ética basada en la solidaridad y la cooperación, la igualdad de oportunidades, la distribución equitativa de los bienes y poderes
positivos, los procesos de individualización y de acercamiento comunitarios, así como la participación social y política como vía para asegurar la
democracia política y un régimen de derechos respetados.
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Todo ello, en l a construcci ón del desarrollo humano y en l a consecución
para todos del bi enestar y el bienvi vir como derechos humanos.
A manera de conclusión
Desde mi perspectiva, el trabajo con los hombres debe basarse en los siguientes pri ncipio s éticos:
• P artir del reconocimiento de que los estudios sobre la masculini dad y
el trabajo con l os hombres ha surgido y se ha desarrol lado vincul ado al
proceso de lucha por l a igual dad que han dado los movim i entos de mujeres y feminis tas.
• La i nvestigación sobre la masculi nidad y el trabajo con hombre s debe
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ser inici ativa y responsabil idad princ ipal de los hombres , sin exclui r
el aporte de la s muj eres que tengan int erés en este tema.
• Los grupos o movimi entos de hombres que se deben apoyar o promover son aquell os que buscan el cambi o hacia la equidad de género y no
los que buscan mantener o reproduc ir la opresi ón patriarcal .
• Quienes trabajan sobre l a masculinida d y con los hombre s debe mantener un diálogo abiert o y re spetuoso con quienes tra bajan sobre l a
feminida d y con las muje res.
• Este trabaj o debe estar orienta do por lo que propone M arcela Lagarde
como una ética basada en la soli daridad y la cooperación, l a igualdad de
oportuni dades, la distri bución equitativa de l os bienes y poderes positi vos, los procesos de individua liza ción y de acercamiento comunitario s, así
como la partici pación social y políti ca como vía para asegurar la democracia polí tica y un régi men de derechos respetados.
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Bibliografía
Bri ceĖo, Gustavo y Edgar Chacón. El Género. También es asunto de hom bres, Serie de Cuadernos de Trabajo Hacia la Equidad, UICN, San José,
Costa Rica, 2001.
Lagarde, Marcela . “Orga nizaci ón de Género y P oder”, en: Memoria del
Seminario sobre Sensibilización de Género, Leyes y Políticas Relacionadas
con las mujeres, II J - UCR, San José, Costa Ric a, 9- 10 de marzo de
1995.
Lagarde, Marcela. “Mujeres y Hombres, feminidades y masculinidades al Final
del Milenio”, en: Revista de Ciencias Sociales. Género: Identidad
Masculina-Identidad Femenina, No. 76, UCR, junio 1997, pp. 107-113.
Lagarde, M arcela. Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia,
Cuadernos I nacabados, Editoria l horas y HORAS, Madrid , EspaĖa,
1997 (2Ľ. Edici ón).
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Conclusiones y
recomendaciones de Coronado
(Noviembre 23, 2001)
Luego de compart ir, escuchar y discutir l as diversas ponencias, conferencias , mesas redondas, puntos de vista, en torno a la temática de l a
masculini dad y el trabajo con hombre s, el grupo de parti cipantes estima pertine nte hacer publ icas las sigui entes consideraci ones:
1. Es necesario que la temática de la masculi nidad sea incorpo rada en l a
agenda públic a de cada uno de l os países centroameri canos.
2. El trabajo de masculi nidad debe ll evarse a cabo tanto en el nive l general de polí ticas globales, como en el trabajo de base con grupos particul ares de hombres, rescatando l a diversi dad de la s mani festaciones
de la masculini dad por grupos etáreos, grupos étnicos, sectores socioeconómi cos, por ori entación sexual, entre otros.
3. El trabajo con hombre s debe explorar y construir sus propi as línea s
teóri cas y metodológicas, i ncorporando la s provenientes de otras
áreas y ámbi tos.
4. La necesidad de lleva r a cabo este trabaj o en difere ntes ámbitos: gubernam ental, no gubernamental, comuni tari o, insti tucional, entre
otros.
5. El trabaj o con hombre s, en virtud de su objeti vo básico de prom over
un cambio sociocultural , debe entenderse en acciones inmediatas, pero sobre todo a largo pl azo, l o que requiere de un compromi so sostenido y evaluado por parte de la s personas y organiza ciones.
6. Es necesario que el trabajo con hombre se lleve cabo en función de las
necesidades de otros grupos poblaci onales y otras probl emáticas, así
como en función de sí mi smos. Se requiere que el trabajo con hombre s
contri buya a construir relac iones de equidad con las mujeres y con
otros grupos poblaci onales, al m i smo tiempo que reconocemos l os be-
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neficios que dicho cambio puede procurar a los hombres .
7. El tra bajo de masculi nidad debe comprometers e con la erra dicación de
todas las form as de violenci a diri gidas a personas, grupos, y la propia naturaleza. En este sentido cobra especial re levanci a las acciones
involuc radas en l a lucha por eliminar l a viol encia contra l as mujeres, niĖos y niĖa s; así como el reforzamiento de form as al ternas, pacífi cas y democráticas de int eracci ón humana.
8. El trabaj o con masculi nidad requiere reconocer el apoyo que ha recibido por part e de los movimientos de mujeres, que lo ha ll evado hasta la agenda públi ca, y la necesidad de continuar desarrol lando el enfoque de género y el seguirlo incorpo rando en l as tareas que emprenda. En este sentido un trabajo de masculi nidad y con los hombres debe soli dariza rse con las luc has que en diferentes frentes lleva n a cabo l as muje res en atención a sus propias demandas y de otros sectores
sociales. Lo anterior conlleva a
pl antear el diál ogo y la construcción de ali anzas con el movimiento de las mujeres , solidari zándonos
con sus luchas.
9. Las políti cas públ icas de equidad de género deben contempl ar la partici pación y tra bajo conjunto de hombres y muje res.
10.
El trabaj o de masculini dad debe impulsa r y apoyar l a prom ul gación de leyes tendientes al logro de l a equidad de género y de un sist ema de vida más armonio so y j usto, en el marco de una cultura de paz
y just icia .
11.
Que cada país, de acuerdo con sus partic ularid ades i ncorpore y
desarrol le el tema y enfoque de masculini dad y el trabajo con hombres en el abordaje de diversas temáticas, tales como:
a) formación de grupos de reflexión para hombres orie ntados a l a revisió n de su propia masculini dad
b) creaci ón de sistemas de atención para hombres con conducta vi olenta y con problemas de control y poder re specto a sus parejas
c) programas y sistemas de atención en el área de l a salud
d) programas de educación form al y no formal
e) adicciones
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f) prevenció n de accidentes
g) crisi s y desastres
h) fomento de una paternid ad i ntegral
g) atención preventiva de probl emas de pareja y famili a
h) sexuali dad
i) trabajo pastoral, reli gioso y espiritua lida d
j) programas de fomento para l a protección del medio ambiente
k) trabajo con poblaciones especial es: grupos mi gratori os, étnicos,
entre otros.
l) acciones dirigid as a involuc rar a l os hombres en tareas de prevención de la viol encia
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A manera de cierre
José Manuel Salas Calvo
Alvaro Campos Guadamuz
(Compiladores )
La pretensión del presente apartado es hacer un balance general acerca
de cómo vemos la situación de la temática en el área, cuál es son sus fortalezas y debilida des, cuáles son l os posibles derro teros y cuáles la s posible s acciones por seguir. Huel ga aclarar que se trata de una perspectiva, la cual deberá ampl iarse no solo por otras ópticas que puedan darse,
sino, sobre todo, por el trabajo concreto que podamos real izar en el futuro i nmediato y mediato.
Desde el punto de vist a de un anális is social , como ya i ndicamos y ahora
con una perspectiva un poco más ampli a, estamos convencidos de que el
Encuentro había que hacerl o. Este era un paso i neludi ble que cumplió su
cometido pri ncipal : conocernos, saber qué estamos haciendo, sentar la s
bases de cooperación y de tra bajo conjunto para asumi r re tos y tareas
concretas.
La aseveració n precedente nos permit e sustentar algunos de los logros del
Encuentro:
_ Se sentaron las bases para la construcci ón de una red regional en materia de masculi nidad y trabajo con hombres , entre l as que destacan el
contar con una base de datos i nici al de organiza ciones y personas y el
diseĖo de l a página web del Ins tituto WEM , como matriz generadora del
interc ambi o de inf orm ación. Esta servi rá como punto de part ida para
el seguimiento
virt ual del Encuentro, el cual, a su vez, permit irá el seguimiento de otras
activi dades con el mismo fi n.
_ En relac ión con el punto anterior, el Encuentro propi ció el i ntercambio de materiale s y de contactos insti tucionales, lo cual se conviert e
en una posibi lid ad de seguim i ento y de trabajo conjunto en l o inmediato. A manera de i lustra ción, un hospital general de San José solicitó al Inst ituto WEM la puesta en marcha de un programa de capaci-
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tación a profesional es en
salud y de atención de hombres, en un
proyecto, por real izar por ambas insti tuciones. Esta ini ciativa ya
está dando sus pri meros pasos.
_ Como ya se ha indicado, l a elaboración y publi cación de este libro .
_ De manera part icula r, form an parte del libro las “ Conclusi ones de
Coronado”, en l as cuales los part icipa ntes y la s part ici pantes emiten al gunas
impresi ones y propuestas para el trabajo en la temática.
Como se anotó, el Encuentro posibi lit ó el logro de varios aspectos, pl asmados la mayoría de ell os pre cisamente en este l ibro.
En general, ll enó las expectativas de vario s sectores o inst ituci ones partici pantes. La actividad fue califi cada de necesaria y pertinent e, apreci ación que
toma más fuerza si consideramos la procedencia variad a
de las personas
partici pantes, condición ya seĖalada en l a P re sentación de este libro .
En estrecha rel ación con el punto anterior, se produjo una masiva partici pación, superando por completo las expectativas ini cial es.
Junto con lo anteri or, quedó claro que el tema de la masculini dad y el
trabajo con hombres no solo es important e, si no que es una necesidad en
la región. No obstante l o anterior, salvo al gunas excepciones, este trabajo es apenas inci piente y ti ene todavía poco desarrol lo. Se encuentra
un mayor adelanto, en Nicara gua, en torno a la temática de prevención de
viole ncia y la forma en que se organizan l os hombres para enfrentar esta pri orita ria si tuación social. A
manera de anécdota, cabe mencionar que fue pre cisamente la delegación de Nicaragua l a más numerosa,
fuera de la de Costa Ri ca, en virt ud del trabajo que desde hace ya vario s
aĖos vi enen l levando a cabo.
Un balance general del desarrol lo de la temática en Centroamérica nos
perm i te concluir que exi ste un desnivel en el grado de desarroll o de l a
temática, si endo Nicaragua el país que cuenta con mayor avance en el
campo de trabajo organizativo con grupos de hombres y en el manejo de
campaĖas públi cas. El aporte de Costa Rica fue básicamente el desarrollo teóri co y conceptual en masculini dad y algunos temas relac ionados
(sexuali dad, paternidad, adolescencia, re ligi ón, polít icas públi cas, entre
otros). Otras ponencias de diferentes países también propi ciaro n importantes ref lexi ones en cuanto a experienci as concretas y aportes teóric o
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metodológicos.
El Índi ce del li bro, deriva do de las diversas ponencias presentadas,
muestra la vari edad y complementariedad entre ellas, que refl eja, a su
vez, por dónde transit an los int ereses y necesidades de las organizaci ones y personas que
están trabajand o el tema. De esta manera, por l o
menos en forma prel iminar, e ste libro es un refl ejo bastante aproximado del abordaje del tema en el área, con l o cual se espera que cumpla su
cometido de ser fuente de difusi ón y
germen de nuevos y más vigorosos esfuerzos.
En estrecha re laci ón con lo anterio r, tanto en Costa Rica como en el resto de países de Centroamérica, así como en las fases previ as del evento,
como a consecuencia de este, l a inf orm ación re cabada acerca de l as necesidades e i ntereses, y con bastante si mi lit ud en todas ellas , son las siguientes:
1. Necesidad de mayor capacitación teóri ca y metodológica en l a temática
de masculinida d (general y en temas específicos).
2. La mayor parte de l as personas están trabaja ndo dire ctamente con
grupos de hombres y tienen la necesidad de compartir esta experi encia.
3. De manera part icul ar, l a temática de tra tamiento de hombres ofensores en Centroamérica, así como de prevenci ón de violencia en general,
ocupa un lugar priori tari o en l a agenda y necesidades de l as organizaciones.
4. Además, se manif estó l a necesidad de generar y produci r algunos trabajos en torno a ci ertas áreas sensibles de nuestra re alid ad social, en
las cuales la masculi nidad ocupa un lugar fundamental (vi olencia doméstica, paternidad, salud, entre otras).
En ese sentido, retomando una idea esbozada en páginas anteri ores, en
nuestro crit erio, mucho del trabaj o que l levan a cabo l as mujere s puede
y debe ser ref orzado con el corres pondiente al que se puede real izar con
los varones y por ellos. Así, si ambas part es ejercen presi ón, hay mayores opciones de cerrar l a pinza. Idea, que valga l a pena apuntarlo, puede apli carse también en otros ámbi tos de int erés de nuestras sociedades, en l os cuales, junt o con la condición de género, hay otras que requi eren de esfuerzos colectivos.
A pesar de que l a vi olencia es una de l as áreas fundamentales y se reporta
mucho quehacer en torno a ella, casi no se trabaja con hombre s
“ ofensores” (aunque pref erimos l a expresi ón “con probl emas de poder
y control en sus relaci ones de parej a”, tal y como lo aportan los compa-
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Ėeros nic aragüenses). Los trabajo s que se conocen obedecen más a i niciativas aisl adas, con pocos
recursos y con escaso apoyo i nsti tucional . Se carece de una polít ica pública para el tratamient o de hombre s
ofensores en cada Estado y en form a general en l a región. Casi que de manera excepcional se cuenta con el trabaj o de
Gioconda Batres (1999 ,
2002), con una pionera y sostenida l abor de capacitación en diverso s
países del área en lo que toca a vi olenci a doméstica: con
poblaci ón
masculina carc elari a y capacitación a personal pol icia l para un
mejor adecuado de casos de viol encia doméstica.
Es dable afi rm ar que la gama y el abanico de opciones temáticas en el trabajo con masculi nidad son sumamente amplio s y prometedores, así como
urgente: salud, sexuali dad, educación, paternidad, entre muchas otras. En
otros
térm i nos, ni la masculi nidad ni su abordaje son categorías con
una acepción monolíti ca; ti ene muchas caras de presentación y muy diversas demandas, dependiendo de las poblaci ones y de las lecturas que de
ella s se hagan.
P or ell o, no exi ste una únic a concepción de masculinid ad. Coexisten diversas aproximaci ones teóric as y metodológicas, razón por la cual no en
todos los casos se asume l a cuestión con un enfoque de género de masculini dad, aunque se tra ta de un soporte teórico y metodológico de gran peso. Debe hacerse notar que sí se empi ezan a dar algunos intentos de crear
“ propias” vi siones de la masculinid ad, con esfuerzos de i ntegración de
otras fuentes nutric ias. Esto da pi e para comentar, de manera todavía
más sustentada, acerca de la conveniencia, teóri ca y metodológi ca, de
abordar “las” masculini dades y no la masculini dad, como entidad abstracta general. Si hablamos de “la” masculinida d, en algunos tra mos,
ello obedece a la fuerza de la costumbre y por comodidad en el uso del l enguaje.
En términos más globales, la producción teóri ca en masculinid ad es débil en el área, sin perj uicio de seĖalar y rescatar los esfuerzos que ya
empi ezan a tomar form a en ese sentido. Part e de esas ini ciativas lo constituye la presentación del pre sente texto, en el cual, j unto con la exposici ón de val iosí simas experienci as de trabajo con grupos partic ulares,
algunos de l os trabajos intentan aportar en el nivel teórico y epistemológi co.
Con base en todo lo anterior, podemos decir que hay consenso en cuanto a
la necesidad del trabajo con hombres y al desarroll o de aspectos variados
de la masculinid ad. Puede que no haya plenas coincid encias en la form a de
lleva r a cabo los abordajes re spectivos; pero, en lo que respecta a la imperiosa necesidad de que con y por l os hombre s se aborden variadas si-
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tuaciones de la
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vi da social , es una posició n prácticamente unánime.
En consecuencia, tal y como l o anotamos en l íneas atrás, por ejemplo,
para bajar los índic es de viole ncia doméstica, de accidentes, de muertes
viole ntas, de paternidad i rresponsa ble, hay que trabajar con hombres y
su masculini dad. Además, es imprescind ible trabajar esos aspectos con
otros grupos poblaci onales, entre ellos , de manera important e, las mujeres. La masculi nidad atraviesa a hombres y a mujeres , con encargos y
mandatos compl ementario s.
Sin perjuici o de lo anterior, somos del cri terio de que con los hombre s
debe trabaja rse por ell os mismos, en un esfuerzo para que puedan asumir el desarrol lo de una serie de condiciones y habi lid ades social es que
les perm i ta una
vi vencia de su masculi nidad y humanidad de una
manera más placentera y
sana. Tener hombre s más humanos, es tener pers onas más dueĖas de sí ,
menos temerosas y, por ende, en una
mejor posici ón para rel acionarse con los otros y con l as otras, con l a naturale za y consigo mi smas.
Este es quizá uno de los retos más i mportantes y difíc iles de asumi r, en
virtud de la ancestral resi stencia de los varones de entrar en los l lamados “núcl eos suaves” de la vida social , l os ref eridos a l a preocupación y
sensibi lid ad por uno mismo. Esto no está en l os códigos masculinos , no es
parte de lo que debe modifi carse. Lograr una visió n “hac ia dentro” , por
parte de l os varones, es una de l as prim eras y más necesarias paradas
en el la rgo vi aje para la consecución de relaci ones vital es más humanas
y óptimas.
Finalmente , creemos oportuno re seĖar algunas de las recomendaciones
que el Encuentro elaboró que, valga mencionarlo, tra sciende el contenido de este li bro y apunta más al lá:
_ Necesidad de dar continuidad a la real izaci ón de otros encuentros centro-americano s de masculinid ad, focaliz ando la temática, por ejemplo: trabajo con hombres y tratamient o de hombres ofensores, trabajo de masculi nidad y sexual idad.
_ Necesidad de dar ciert a garantía para que el funci onamiento de la re d
virtual vaya más all á del aĖo 2002.
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_ Necesidad de fi nanciamient o mí nim o para actividades de intercam bi o y
colaboración entre países y organizaci ones no gubernamentales.
P or todo l o anotado, creemos que la agenda está marc ada. El reto es estructura rla debidamente en cada país y en su conjunto, y ej ecutarl a. Esto implic ará más trabajo de base con hombres, más trabajo inst ituci onal, más alianz as entre inst ituci ones y mayor cooperación entre los países.
Como parte particul arm ente especial de esa agenda, es oportuno reiterar
que, en todos los países se definió como problemas priorit arios el trabajo con
hombre s de l a población general y el trabajo con hombres agresores; además, se pl antea el otorgar le una especial re levanci a la necesidad de real izar trabajo de base con hombre s, l o mismo que en el campo
de políti cas públ icas.
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Anexo No. 1
Programa
I Encuentro Centroamericano
acerca de masculinidades
Miércoles 21 de noviembre
8:30 am. a 9: 30 am. Acto de i nauguraci ón.
P alabras de Repres entantes de la M esa Principa l
José Manuel Salas, I nstituto WEM
Santiago Sequiera, Nicara gua (en represe ntación de delegación centroamerica na)
Louise Leger, Embaj adora de Canadá en Costa R i ca
Xinia Carvajal , Minis tra de la Condición de la M ujer, Costa Rica
9:30 am. a 10:30am.
Conferencia inaugural: “La masculi nidad en el nuevo mi leni o” (Jos é
M anuel Salas, Alvaro Campos, Inst ituto C.R. de M asculi nidad, WEM)
10:30am. a 11am. R efrige rio
11am. a 12md.
Inscri pción formal. Coordina: Ana María Jurado
P re sentación de las personas parti cipantes. Coordina: Lorena Sáenz
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12 a 1 pm. Almuerzo
1pm. a 3 pm.
M esa Redonda: “La Mascul inida d en Centro América” M odera: Cecili a
Claramunt
Costa Rica: Alvaro Campos, Inst ituto WEM
Ni caragua. R ubén Reyes, Asociación de Hombres contra l a vi olenci a
P anamá: Pedro CedeĖo, CEASPA
Honduras: Edison Ari el M ontesdeoca
Guatemala: Boris Galván, ACI
Salvador: Edmundo Galvez
3 pm. a 3:15 pm. Receso
3:15 pm. a 5 pm.
Talle r: “ Terapia de Ofensores” A cargo de Gioconda Batres, Costa Rica .
P re senta: Pablo González, Costa Ric a
Actividades extra horario
6:30 pm. a 8 pm.
Conferencia abierta al públ ico: “La i mportancia de tra bajar l a masculini dad” Eduardo Li endro, CORIAC, M éxi co.
P re senta: José Manuel Salas, Ins tituto WEM
Jueves 22 de noviembre
Conferencia: 8 am. a 9: 45 am.
Aspectos teóri co-m etodológicos de l a masculi nidad.
CORI AC, Méxic o
P re senta: Alvaro Campos, Inst ituto WEM
Eduardo Liendro,
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Refri gerio
10:00 am. a 11: am.
Conversatorio: Eduardo Li endro
11:00 am. a 12 md.
Sesión temática # 1: Mascul inida d y rel igi ón
P atriarc ado y masculi nidad en el Antiguo Testamento
Quesada, Iglesi a Luterana C.R.
Pbro. Gilbert o
Devoción Maria na y machismo. Los efectos en l a sociedad costarri cense.
P bro. Orl ando Navarro, Costa Ri ca.
Coordina: Néstor Buc, Guatemala
12 md. a 1 pm. Almuerzo
1 pm. a 1:40 pm.
Sesión temática 2 Mascul inid ad y polít icas públic as
Enrique Gomari z, GESO, Costa Rica
Coordina: Santiago Sequeira, Nicarag ua
1:40 a 3:10 pm.
Sesión Temática # 3: Algunas áreas en el trabajo de l a Masculi nidad
Coordina: Franklin Aparici o, CEFA, Panamá
M asculini dades y Paterni dades: un reto pendiente para l a sociedad
costarricense . M arí a Ele na Rodríg uez, Costa R i ca
Sexuali dad Mascul ina y cotidiani dad. I nsti tuto WEM, Costa Ri ca.
M asculini dad y Adolescencia.
Carlos Garita, PAIA, Costa Rica
Di scusi ón
3:10 a 3:30 pm.
Refrigerio
3:30 a 5 pm.
Sesión Temática 4: CampaĖas Sociales y Mascul inida d: no a la violenci a
masculina
Coordina: M arí a Cris tina Estrada, MEP, El Salvador
Violencia contra las m uje res: un desastre que l os hombres sí podemos
evitar. La experi encia de Puntos de Encuentro de Ni caragua.
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Humberto Abaunza, Nicara gua
“ Concientizando y Organizando a los hombres contra l a vi olencia: l a
Asociación de hombres contra l a vi olenci a”.
R ubén Reyes, Nicarag ua
Viernes 23 de noviembre
8 am. a 8:40 am.
Conferencia: “Pedagogía de la Nueva M asculi nidad”. Juan Carlos Gutiérrez, CANTERA, Nicarag ua
Coordina: Ariel M ontesdeoca, Honduras
8:40 am. a 9:10 am.
Conferencia “M i experi encia de un grupo de ref lexi ón de hombre s”. Rafael Guevara, José Rafael Ji ménez, Costa Rica . Grupo de refl exión de
hombres .
Coordina: Alvaro Campos, Ins tituto WEM , Costa Rica.
9:10 am. a 9:40am.
Conferencia “Una visió n del trabajo con hombre s desde l as muje res”
Ana
Cecil ia Escalante, Costa Ri ca.
Coordina: M ónica Zal aquett, Ni caragua
9:40 a 10 am.
Refrigerio
10 am. a 12 md.
Comi siones de Tra bajo.
Coordina: P ablo González, Ins tituto WEM , Costa Rica.
12 md. a 1 am.
Almuerzo
1 pm. .a 2:30 pm.
Comi siones de Tra bajo
2:30 pm. a 4 pm.
P l enario .
Coordinan: P ablo González, Eduardo Liendro, Lorena Sáenz
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4 pm. a 5 pm.
Cierre, cl ausura, entrega de certif icados. I nstituto WEM, Cooperación
Canadiense.
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Anexo No. 2
Discursos del acto inaugural
del encuentro
Discurso Inaugural
José Manuel Salas, Director Instituto WEM
Buenos días,
Dra. Xinia Carvajal, Presidenta del INAMU, con rango de Ministra
Sra. Louise Leger, Embajadora del Canadá en Costa Rica
Dr. Santiago Sequeira, en representación de los y las participantes
Señoras y señores participantes del evento
Invitados especiales
Amigas y amigos
En nombre del Insti tuto Costarrice nse para l a Acción, Educación e Investigación de la Masculi nidad, P areja y Sexuali dad (Instituto WEM ), quiero darles la más cordial bi envenida a este I ENCUENTRO CENTROAMERICANO ACERCA DE LAS M ASCULINI DADES, que con mucha felicid ad y expectativas inic iamos en esta maĖana.
P erm ít anme comentarle s que, en días reci én pasados, nuestro país tuvo
la oportunidad de recibi r una nueva edici ón del I nforme del Estado de l a
Nación, en su versió n sétima. Entre sus capítulos, fue incl uido, de manera especial, el referente al de la acciones emprendidas en materia de
equidad de género y con él se hi zo un balance general de lo reali zado en l a
últi ma década.
Basado en una i mportante fuente de r eferen ci as y de anál is is exhausti vos
de la situación, el Inf orme ll ega a la conclu sión de que, aun y con todos l os
pasos que se han veni do dando en esta materia , el país se encuentra “a mi tad del rí o”.
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P artici pando, poco después, en un foro que al res pecto organizaron la s
universi dades estatales (específicamente el Consejo Nacional de Rectores), manif esté que tal imagen es posibl emente más aplicabl e para rel evantes grupos de muje res y sus luchas reivind icativas, en virt ud de que
para el grueso de la
población masculina es probable que el río apenas se esté vi endo o, incl uso, que para muchos hombres tal río no exi ste; es decir, que ver, l legar e i ntentar atravesar el rí o es un l ío que ti enen que resol ver las mujeres, no así los
hombres. Es posibl e esperar que para algunas mujeres t ambi én ese río no
existe, pero sí podemos afirm ar que tal situación es más clara para l a mayoría de l os hombres.
Siendo un esfuerzo i mportante la i nclusi ón de este capítulo, que debemos
celebra r, decíamos también que l a re ferenci a al trabaj o con varones y
con
masculinida d, que fue seĖalado en un recuadro del documento, es
relat ivamente poca. En buena part e, es probable que esto de alguna manera refl eje l o que sucede en el entorno: que los varones reci én empezamos a preguntar por al gunas cosas, acerca de que sucede con esta mitad
de l a población.
Estas refl exiones aplicadas a Costa Rica , con los debidos recaudos, podemos intentar hacerlas tambi én para el área centroamericana y, por qué
no, i nici ar pasos hacia un sondeo de cómo está el asunto en nuestros países. Creemos que la pregunta acerca de las condiciones para atravesar el
río, es vál ida para el resto de Centro Améri ca.
P ara construir real idad, hay que soĖar! Si soĖamos con sociedades más
justas y equitativas, en las cuales para ser fel ices no necesitamos acudir
a evaluar el color de la piel , l os credos rel igio sos, el género o l as preferenci as sexual es, es posible que i nicie mos el vi aje y que estemos dispuestos a l uchar por tal meta.
Creemos que tal utopía nos puede mover y nos permita trabajar para
ello , l o cual impli ca hacerlo con los varones y con las muj eres. Aquí enfatizaremos en los primeros.
Este I Encuentro, en ci erto sentido, obedece a esta idea de soĖar y, con
base en esto, procurar mejores horizont es para todas la s personas. Se
trata de una i dea, gestada desde hace casi tres aĖos, la que conform e fue
tocando puertas y recibi endo sugerencias, fue madurando y tomando forma. En honor a la
verdad, la propuesta, desde el prim er momento,
recibi ó en la mayoría de l os casos gestos de aprobación y apoyo. Esta se
logró concretar cuando tocamos la puerta de l a Embajada de Canadá, l a
cual de inm ediato y sin mayores
dudas, acogió y con su apoyo propició que se real izara y por eso estamos hoy día aquí re unidos.
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El mismo entusiasmo se mani festó cuando hi cimos l a pri mera consulta a
personas y organizaciones acerca de la posibi lid ad de partici par en el
Encuentro. La respuesta fue i nmediata y generosa, lo cual ya de por sí nos
da indicios del lugar que el tema y sus deriva dos ocupan en las preocupaciones de esas
personas y organizaci ones. Las proyecciones inic iale s
del número de part ici pantes se nos quedó corta muy rápida mente y, con
alegrí a, podemos decirles que la partic ipaci ón en l a actividad es el doble
de esa primera aproximación.
Los Objeti vos y el Programa fueron construido s con base en esa res puesta obtenida, en las ofertas de discusión, en l as ponencias y aceptación
de parti cipar, como vehiculi zación de un deseo de compartir y de encontrarnos. Es nuestra expectativa que l ogremos conjugar todos estos esfuerzos en resul tados promiso rios y comprometidos. En térm inos generales, si ntetizamos los propósitos del evento en:
1-P romover y facilit ar el int ercambio de experie ncias, enfoques, propuestas, en torno a la sit uación de l a masculi nidad en el área.
2-Conocer la s poblaciones con l as que se desarrol la un mayor trabaj o
con l a masculi nidad.
3-Crear una “R ed Regional sobre masculinida des”, que favorezca el intercambio de información, experienci as, re cursos, etc., entre las organizaciones de la re gión.
Creemos pertinent e que en este foro podamos construi r una agenda centroameric ana para el trabajo que debemos ll evar a cabo en el tema
de la masculinid ad y con l os hombres, como población partic ular. Necesitamos conocer cómo somos, cómo estamos y qué podemos hacer, tanto en
lo particul ar de cada uno de nuestros países, como de manera conjunta,
de tal manera que podamos compartirnos y apoyarnos en nuestras tareas. Repasando el Progra ma del evento podemos constatar que son muchos los aportes y muchas las lí neas de discusión que de aquí podemos derivar al corto, mediano y largo
plazo.
P or eso como I nstituto y como país, me tomo la libert ad de darle una cariĖosa bienvenida a l os ami gos y l as amigas de Centro Améric a, P anamá,
M éxi co Es un honor y una enorme compl acencia tenerles en esta su casa. Estoy seguro que el aporte de ustedes junto con el que ofrecemos desde Costa R i ca, hará del evento un punto de referencia para nuestras tareas i nmediatas.
Queremos dejar constancia de nuestro más sincero reconocim i ento y
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agradecim i ento a la Embajada del Canadá, l a que por medio del Fondo para la I gualdad de Género, ha propi ciado este evento de manera inm ediata
y comprometi da. En especial, damos este agradecimiento a l a seĖora Ana
Elena Badilla, quien personifi ca esta colaboración, no solo como funci onaria de enlace a cargo si no que de manera personal creyó en el proyecto y ha puesto todo su empeĖo para su reali zación. Lo mis mo para el seĖor David Morris , Consejero de Cooperación de l a Embajada de Canadá,
por su amplia colaboraci ón y apoyo al proyecto. También lo hacemos con
la seĖora Embaj adora, quien nos honra con su presenci a en esta oportunidad. A los compaĖeros y compaĖeras del Insti tuto WEM por sus tesonera tarea, en especial a Ana M aría Jurad o, a los edecanes y edecanas, a los
compaĖeros y compaĖeras que colaborará n con algunos tareas de la organización, y sobre todo a ustedes por su presenci a, l a cual l e da sentido
y razón de ser al Encuentro. Estamos a final es del aĖo, con los últ im os
tramos del trabajo de nuestras i nstituciones, por lo que estar aquí representa reacomodos de agenda, a veces difíc iles de conseguir.
P ara fi naliz ar, asunto del que se les comentará al fina liza r la maĖana,
brevem ente l es adelanto que la mecánica general del Encuentro conduce a
momentos de discusi ón e i ntercambio, que esperamos se vayan integrando y entrel azando conforme avanzamos; de esta manera, todas la s ponencias y trabajos que se presenten deben ser considerados como i nsumos
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para el tra bajo en Comisiones y así construir al ternativas de trabajo.
Esperamos que en el Pl enario puedan vert erse y traduci rse toda la producción, que vaya creciendo en
espiral l as difere ntes propuestas que
traemos.
El “Caball ero de la armadura oxidada” nos enseĖa que hay que transit ar
diferentes senderos para poder deshacer esa armadura que l a sociali zación patriarcal ha i mpuesto a los varones, por medio de una masculi nidad dura y
rígi da. Confiamos en que el encontrarnos nos dé más opciones en esa ardua tarea.
M uchas graci as.
...”Transformar el trabajo de género con hombres
en un movimiento emancipatorio...”
Santiago Sequeira
Representación de las delegaciones participantes
Nicaragua
Ante todo quiero feli citar al Ins tituto WEM por este esfuerzo de reuni r a
quienes en el ámbi to centroamerica no y del Caribe, hacemos esfuerzos
para comprender los determ ina ntes y efectos que l a Masculi nidad tradicional tiene en nuestras vi das y en la de los y l as que nos rodean, así como en l as si tuaciones int erpersonal es, sociales e hi stóri cas que son la s
propias del nuestros pueblos, cul turas y sociedades.
La ref lexió n sobre la Mascul inid ad surge en l as sociedades desarrol ladas
prim eram ente como una reacción que pudiéramos ll amar reacci onaria,
es
decir, una reacci ón conservadora polít ica e ideológicamente en
grupos de hombres que adversaban l os planteami entos femini stas en su
dimensión emancipadora, no solo en la l ucha por el reconocimiento de l a
igual dad y los derecho sexual es y reproductivos si no también en los
cuestionamientos al ejerci cio del poder por parte de l os hombres
P osteri orm ente surge otro ti po de refle xión y de pra xis que, inc orporando metodologías y conceptos producidos por l os estudios de género femini stas, escoge como objeto de estudio la masculi nidad en tanto rasgo
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definitori o de las maneras de ser hombre en contextos sociocul turale s
determinados, esta vez con el objetivo de parti cipar tanto en la promoción de un desarrollo humano y cambio para los hombres compatibles con
las demandas de la s mujeres de democratización de la vi da cotidiana como de la realiza ción conjunta de
políti cas emancipadoras en todos
los ámbi tos de la vida social.
En mi experie ncia personal, que es también compartida con otros hombres de la regi ón, el encuentro con el enfoque de género con hombres en
el ámbit o centroamerica no se facilit a ante dos hechos, ambos coinci dentes:
1-por una part e, el agotamiento de la l ucha arm ada como medio de dirimir los conflictos políti cos, con las consecuencias de los conflictos
arm ados en
todos los países del área.
2-y el reconocimiento de los efectos profundamente deletéreos que l a
viole ncia ejerce en todas las personas de nuestras sociedades, y que l a
mis ma es ejerci da especial mente por los hombre s en todas la s modalida des de viol encia social, deli ctiva, ambiental, de género, etc.
Desde mi percepción y experienc ia, al menos en los países afectados por
las guerras , el encuentro con el enfoque de género fue posterio r o al menos
simultá neo con los hechos planteados.
Al ini ciar el siglo XXI, todos los países del área re conocen sufrir epidemia s de viol encias, derivadas tanto de l a exi stencia persist ente de estructura s i njustas de repart ició n de la rique za, lo que antiguamente se
llamaba l a viole ncia
estructural, como de nuevas viol encias producto del i ntegri smo económico y del narcotráfic o, al mi smo tiempo que
asistimos como espectadores a la lucha global contra form as de i ntegri smo relig ioso.
Siendo este el contexto, el encuentro seguramente nos permiti rá, examinando l as diversas experie ncias de l as personas y grupos part ici pantes,
-
por una parte, inic iar l os archivos histó ricos centro ameri canos y del
Caribe, de la int roducción de los estudios de género masculino en
nuestro ámbi to;
de determinar y anali zar las condicio nes de su i ntroducción, y de los
efectos de esas condiciones en l as elaboraci ones y prácti cas;
de conocer y cri ticar la s inf luenci as de los productos teóri cos y praxis
real izados por hombres y mujeres de otros países que nos han
antecedido;
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de conocer prácticas concretas de trabajo con hombres;
de discernir desarrollos y obstáculos del futuro , así como de acordar
formas de cooperación y apoyo.
La vi olenci a masculina en nuestros países condiciona en gran part e mucho del trabajo que se realiza , pri ncipal mente en el ámbi to de programas
de interve nción, si endo estos generalmente muy operativo s, con objetivos muy circunscri tos. Se ha dado hasta el momento poco espacio a la investigación que, incorpora ndo enfoques de género aceptados, operacionalice n variabl es que den cuenta de la especifi cidad de la historia, l a sociologí a y l a cul tura de nuestros países, y su impacto en l a form ación de la s
masculini dades.
La inmensa mayoría de nuestras poblaci ones, han sido grupos subordinados a los cuáles se les ha negado el acceso no sólo al poder incl uso al
reconocimi ento de i dentidades, en prim er l ugar étnicas, por l o que desde
el inici o de la problemáti ca i dentitari a vi ene sesgada por un no reconocimiento origi nal, que conjuntamente con la vi olenci a sufri da durante los
procesos de domi nación y control durante la conquista, la colonia y la independencia, constituyen
elementos i mportantes para comprender tanto las masculinida des como las
feminida des construidas en
nuestras sociedades subordi nadas.
Es un hecho establecido lo de la ausencia masculina en el ámbit o de la vida doméstica y de su poca responsabili dad. ņProduce l a cultura apoyos
simbólic os para las funci ones masculinas?, si lo hace, de qué manera, o,
más bien, la estruc tura de roles y funci ones, para utiliza r un viej o l enguaje, facilit a una posició n excéntrica y periféri ca de los hombres,
siempre prestos, cuando no obliga dos a marcharse, no solamente porque
la escena públ ica nos es otorgada sino porque es escandaloso quedarse en
casa, muy cerca del seno materno que es también casa, hogar, ref ugio.
En Nicarag ua, diversos i nvestigadores hemos constatado, entre los sectores más pobres, que a los 3 aĖos se ha completado el “destete afectivo”
de l os hij os varones, a los que se les exige a esa temprana edad la real ización de tareas acordes a l as expectativas de su sexo. La adolescencia,
sell a la negociación de “no tendrás afecto en tu casa pero tendrás toda l a
libert ad”, prom esa que afirm a en defini tiva lo que he llamado la posici ón
excéntri ca y perifé rica de los hombres.
Quiero sugeri r con lo anterio r que ciert as categorías con l as que int entamos comprender l as actitudes machistas deben ser prof undizadas a l a
luz de experienci as his tóric as porque muy probable mente respondan a
otros determinant es diferentes a las explic aciones del pri mer mundo. A
Nota: Tal y como se indicó en la Presentación, el discurso de la señora embajado ra de Canadá se constituye en el prólogo de este libro. El discurso de la señora
Ministra de la Condición de la Mujer, no fue posible incluirlo.
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modo de otro ejemplo, la rel ación a la ley, en general de trasgresión, que
encontramos en una buena mayoría de hombres centroameri canos, refl eja exclus ivamente un machismo a ul tranza o es más bien y principa lmente un refl ejo de l a poca insti tucionali dad de l os aparatos jud icia les y
de l a obsolescencia de las leyes anacrónicas
además de injust as.
ņCuál es el efecto de la global izaci ón, que en nuestros países se conoce como ajuste estructural? ņCuál es l a correspondencia masculina a la ya
descri ta
femi nización de la pobreza como result ado del ajus te, en
términos sociológi cos, cultura les y subjetivos?
Defini tivamente que son muchos los int errogantes que nos pl anteamos en
relaci ón a las masculi nidades, así al pl ural, pues es evi dente que no exi ste una sola masculi nidad sino muchas form as de expresi ón de l a mi sma,
ocultadas por la domina ncia de un modelo centrado excl usivamente sobre
el puro afán y goce de dominación; necesitamos discerni r los efectos de la
identidad de los diversos hombres de l a región, puesto que no podemos
partir de la idea de un hombre genérico, así como de lo bioló gico, l a etnicid ad, la racionalida d, la
espirit uali dad, la subjetivida d, la sexualida d, l a rel acionalida d, el poder, l a
democracia, la i ntimidad, etc.
Creo que uno de l os re tos es transformar el trabajo de género con hombres en un movimi ento emancipatorio . Hagamos votos para que en este
encuentro sentemos las bases para ello.
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