Baja inflación. ¿Y el crecimiento?

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BAJA INFLACIÓN. ¿Y EL CRECIMIENTO?
Julio A. Millán.
A lo largo del año, la tasa de inflación general se ha mantenido a niveles
moderados y rondando el parámetro que desde hace años se ha fijado el Banco
de México, es decir, de 3 % anual, más un cómodo punto porcentual por encima
como techo aceptable. Esta situación, por si sola, es merecedora de destacarse
considerando que nos enfrentamos a un periodo económico y social de bastante
turbulencia, volatilidad, escepticismo e incertidumbre. Varios son los beneficios de
una baja inflación: Destacan la promoción del uso eficiente de recursos; la
reducción de la incertidumbre, los incentivos a la inversión, y quizá uno de los más
importantes, la prevención de redistribuciones arbitrarias y onerosas de los
ingresos y la riqueza.
El Índice de Precios al Consumidor en los primeros siete meses del año ha
fluctuado entre 2.87 y 3.14 % de variación mensual anualizada. En este periodo, la
inflación acumulada fue de 0.06 %, señal positiva como indicamos. No obstante,
es claro que el índice general oculta las fluctuaciones de los diferentes rublos que
lo componen, por lo que vale la pena analizarlos.
Por un lado, tenemos los índices subyacentes y no subyacentes; el primero ha
fluctuado alrededor de los 2.5 % anual, empero no considera los precios de los
productos agrícolas, es decir los alimentos (que en efecto tienen alta volatilidad
temporal) pero que principalmente consumen los más pobres y los precios
administrados por el gobierno, destacadamente los combustibles, estos se
incorporan el índice no subyacente. El índice no subyacente, si ha superado de
manera significativa el objetivo del banco central ya que ha fluctuado de un
mínimo de 4.12 en julio a un máximo de 5.46 en abril. De igual forma, el sub índice
de alimentos, bebidas y tabacos registra crecimiento por arriba el objetivo. Es de
destacar así mismo que el índice de la canasta básica, se ha mantenido en la
meta.
Ahora bien, ¿a qué se deben estos logros? Los factores son tanto coyunturales
como estructurales. La reducción en las tarifas de larga distancia, de tarifas
eléctricas y de alimentos de temporada han contribuido a los bajos registros, lo
que seguirá durante el año. Baste recordar que la inflación se estima como el
crecimiento de índice de precios respecto de un periodo anterior; comparar un
mes de 2015 con uno de 2014 (donde se cobraba larga distancia, y tarifas más
altas) implicará una menor tasa comparativa. El mismo caso aplica a las gasolinas
que ya no se incrementan cada mes como lo hacían el año pasado.
Por el lado de los factores estructurales, es de destacar que la baja inflación es
producto de una baja demanda, lo que se refleja en el magro crecimiento
económico que está registrando la economía nacional. Recientemente el Inegi
señaló que el PIB creció en el segundo trimestre de 2015 un 2.2 % anualizado,
mientras que en los primeros tres meses el indicador fue de 2.6%. Adicionalmente,
las perspectivas no son nada halagüeñas, ya que sigue con un ritmo decreciente y
el consenso es que el crecimiento de 2015 difícilmente rebase el 2.4 %. La
actividad económica muestra un ritmo decreciente, como lo muestra el IGAE, si no
hay crecimiento, no hay demanda y por tanto no hay fuertes presiones sobre los
precios.
Como ya hemos señalado en anteriores entregas, la depreciación que ha
registrado el peso frente al dólar, más allá de los factores externos e internos, si
tiene y tendrá un efecto sobre los precios, vía la importación de insumos y de
productos terminados. Habrá que dar segmento a los distintos componentes del
INPC (objeto de gasto), ya que sus variaciones impactan de manera distinta a las
empresas y a los consumidores. Los propios empresarios e industriales han
empezado a manifestar que sus precios de producción y de bienes intermedios se
están incrementando por el alza en el dólar, lo que indefectiblemente llevará a
incrementos en los precios de los bienes finales, ello a pasar que la Profeco, haya
indicado que evitará que se den colusiones para elevar los precios. Hay que ser
precavidos, no caigamos en pánicos populistas que lleven a absurdos controles de
precios, la oferta y la demanda deben regir, y la coyuntura actual es que hay
volatilidad e incertidumbre. Es más importante que las autoridades económicas y
financieras se ocupen de ello.
La baja inflación es producto de la política monetaria restrictiva, a la que se
agregan los factores señalados anteriormente. Si bien es importante que el Banco
de México refrende su autonomía para no financiar al gobierno (ámbito a lo que se
refiere su autonomía), ahora más ante el escenario de bajos ingresos petroleros,
un creciente endeudamiento interno y externo y un mayor déficit público, es más
importante que se coordine (el banco central es autónomo pero no independiente)
con la política financiera, cambiaria y hacendaria (por ejemplo, incentivos fiscales
a la producción) y de fomento para incentivar un mayor crecimiento, lo que debe
ser el principal objetivo de la política económica: Crecer con estabilidad. ¡De qué
nos sirven bajos precios de los bienes, si no tenemos el poder adquisitivo para
comprarlos!
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