Pienso que tal vez debería haber entendido bien este concepto

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Pienso que tal vez debería haber entendido bien este
concepto desde un inicio: el “nunca vi un sonido”,
de este destacado Maestro de la Educación Musical.
Actualmente y en este lugar recóndito de la Patagonia
chilena, lleno de esa poesía sonora en todo su sentido
emocional-racional, que se presta para llegar a esa
instancia de oír el sonido, no lograba llegar a ese estado
de armonía colectiva con mis estudiantes; no me
daba esa oportunidad primordial en un educador:
oír y compartir, no solo experiencias sonoras, sino
también involucrándome con ellos, ser parte de
ellos. Escucharlos reír, comunicar, expresar, sentir,
comprender la verdadera armonía emocional- espiritual
que los envuelve. Destrabar ese maleficio, traído de la
gran urbe capitalina, del ruido interno, del no compartir;
de creer que era un profesor con la seguridad de su
propia voz, de un manejo grupal “no colectivo” de sus
alumnos, fue una tarea muy difícil de revertir.
Pensaba en cómo crear esa comunicación con sus
propios sonidos, expresados en palabras propias de un
lugar común que hasta entonces no había escuchado.
Sentir esa lluvia que veía, pero no la oía en el caminar
a la escuela de los niños, de esos niños con esas caras
llenas de ilusión creadora, y también en algunos con
caras de tristeza por la carencia afectiva, sollozante
y abrumadora de su vida personal. Esto hizo que todo
tuviese un sentido: volver a reflexionar desde mi pasión
musical, armar nuevamente mi audición interna con
el que soy, con lo que hago y lo que entrego; cambiar
el “switch” del profesor no reflexivo con su quehacer
docente, aquel que hace siempre las mismas cosas. Esto
dio origen a un nuevo planteamiento: más que una clase,
decidí realizar una experiencia en un lugar en el cual
nunca ha existido el sonido, llenarlo de esa armoníacolectiva que he necesitado escuchar desde mi llegada a
este lugar mágico, lluvioso, impenetrable, austral.
Mi quehacer docente se inició con un proceso muy
alentador, como todo humano salido de una Academia
en la cual concebían la educación musical como crear
arreglos, escribirlos, sacar fotocopia, entregarles el
repertorio, designar instrumentos, solfear (arte de leer
música rítmica y melódicamente), ejecutar y obtener
un producto sonoro. Seguí ese mundo academicista,
aplicando las “reglas” de cómo realizar una clase.
Enseñe música en Santiago con buenos y malos
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