caperucicla y el lobo veloz

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Erase esta vez, cuando la gente común y corriente, corría más y vivía menos, una
niña que en realidad no era tan niña, al menos eso le decía su mamá, que permanentemente le
insistía: ¡Caperucicla bájese de ahí!, ¡Caperucicla usted ya no es una niña!... Caperucicla: ¡coja
para acá!, ¡Caperucicla coja para allá!
Y no crean ustedes que Caperucicla era coja, noooo todo lo contrario, era una chica inquieta,
bastante inquieta y arriesgada, que como muchos chicos de su edad era una hábil ciclonauta y
amante de los deportes sobre ruedas.
Su madre decía que ella no aprendió a gatear sino a rodar.
Primero el triciclo, más tarde la patineta, luego los patines y después de muchas
pataletas y ahorros y alcancías rotas,
llegó la bicicleta. Hacia mucho tiempo su abuela le había regalado una caperuza roja que no se
quitaba ni para bañarse y por eso todos en el barrio al principio le decían Caperucita, pero cuando
llegó la bici, una cicla roja todo terreno, terminaron llamándola simplemente: Caperucicla.
¡CAPERUCICLA DÓNDE ANDA! ¡CAPERUCICLA QUE NOS COGIÓ
LA NOCHE!... gritaba su madre, un poco más que de costumbre, mientras servía el desayuno, oía
la radio, atendía pedidos por teléfono, abría la puerta, y pensaba muy preocupada que esa mañana
de domingo y ciclovía no podría salir en carro a repartir sus deliciosas viandas a domicilio.
Como muchas mamás modernas, doña Rosa hacía de todo un poco, cuidaba niños, repartía tortas,
horneaba ponqués, tapaba huecos, saltaba matones, forraba botones, y era un poco montadora,
es decir montaba todo el día en su camioneta y había montado su propia empresa de tortas y
postres, que repartía por toda la ciudad con la ayuda de Caperucicla.
Mientras doña Rosa escuchaba en la radio las opiniones de la gente, sobre las
nuevas normas, unos a favor del pico y placa y otras en contra, Caperucicla bajó las
escaleras en tres saltos y en dos estaba sentada a la mesa y cantaba en clave de rap:
"Hoy todo será distinto:
hoy la prisa no matará la risa,
hoy el cielo será muy azul y la vista más clara".
—"No pues, amaneció inspirada la muchachita"— dijo doña Rosa mientras se sentaba a
desayunar. Bueno en realidad fue precisamente lo único que no hizo pues no probó bocado por
estarse lamentando:
—"Que patatín y que patatán, que sin carro yo que voy a hacer, y que si hubiera pagado a tiempo
el Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito (SOAT), y que por qué dejó todo para última hora y
esto y lo otro y que yo con este afán, y que patatín y patatán".
Caperucicla dijo a su mamá :
—"A ver Rosita, cero stress, como hoy no tenemos
colegio yo puedo llevarle en mi bici el pedido a “Casa de la Abuela”, además sin tanto carro, hoy
ser o toser, no será la cuestión, hoy entenderemos que toda polución tiene su problema, y todo
poema su solución. Hoy escucharemos más y pitaremos menos, hoy las aves volarán más bajo y
cantarán más alto. Hoy seremos más libres y menos autodependientes. Hoy no imperará el afán ni
reinará el trancón".
Entre resignada y malhumorada doña Rosa dijo:
—"Bueno está bien, pero ojo con andar en esa bicicleta como una loca, usted sabe muy bien que
la gente no respeta nada y con esos conductores y que la guerra del centavo y que los peatones
tan atravesados, y que cuidado con los ladrones y que con esta inseguridad y que esto y que lo
otro y que mucho cuidadito con tanto patán".
Y Caperucicla cantaba en clave de rap:
—"Hoy fluirá más la vida y respirarán las vías. Hoy tendremos más pedaleos eficientes y menos
pataleos estridentes. Hoy avanzaremos menos pero nos acercaremos más. Hoy la neurosis
motorizada se tomará un respiro. Hoy y una vez más, comprenderemos, que existen mil y una
razones para montar en bicicleta, sobre dos ruedas USEMOS LA CABEZA, UTILICEMOS LA
BICICLETA".
Mientras doña Rosa alistaba el morral y las cosas, los ponqués y las tortas para la abuela que vivía
al otro lado de la ciudad, sola, pero contenta como muchas abuelas, Caperucicla revisaba su todo
terreno, el casco, los frenos, el chaleco y también la bocina.
En ese momento la radio decía que hacía un espléndido día, que en las ciclovías la gente hacia
todo el ejercicio, salía a caminar, se impulsaba en patines y en monopatines, en triciclos y en
bicicletas.
TODOS DERECHO A LA VÍA,
¡EL DERECHO A LA MOVIDA!.
Sin mucho esfuerzo y con mucha pericia, Caperucicla se alista en su cicla. Asegura el morral,
impulsa la bici y sale directo a buscar la calle que lleva derecho a la ciclovía. Atrás quedó doña
Rosa y en la radio la voz de un Mariachi se oía:
..."Después me dijo el arriero que no hay que llegar primero sino hay que saber llegar...".
Caperucicla pedalea y pedalea por la ciclorruta
que más adelante desemboca en la ciclovía en funcionamiento en ese día, sin tantos afanes ni
tontos trancones. Y mientras se impulsa piensa para sus adentros que definitivamente la bici es
equilibrio... Aunque la vía se ve mucho más despejada de vehículos, igual los ciclonautas transitan
con mucho cuidado esquivando uno que otro peatón distraído, un hueco escondido o el infaltable
pedacito de excremento caído.
Mientras tanto en otro lugar de la ciudad,
Don Lobo Veloz que no es ningún bobo o al menos eso cree él, avanza ruidoso por la calle con su
casco al brazo, chaqueta y botas de cuero y su melena al viento, corre, siempre corriendo raudo y
feroz en su Harly Lobinson, motoversión subdesarrollada de bajo cilindraje y alto engallado...
Tenedor extendido, rines de magnesio y calcomanías de marcas, todas las marcas en el casco, en
el motor, en la ropa y en las botas. En realidad parece un catálogo motorizado. El Lobo Veloz, chilla
por su presencia... pero más por su imprudencia, como vamos a ver.
En medio del acelere el lobo patabrava,
halló a mitad de la cuadra a un viejo amigo que también hacía el ejercicio e iba caminando hacia el
parque, el hombre con su can, el perro sin su bozal y como suele pasar la caca en el camino.
Frenó en seco el Lobo, volvióse en contravía y subíose encima del andén, a saludar a su vecino. Y
qué tal y pascual y cómo estás y qué hay de nuevo y que el pico y placa, que sí pero con moto, y
esto y aquello y en estas estaban cuando el perro de marras echó a correr tras una bicicleta que
bajaba sin control del andén mientras se oían gritos de: ¡ladrón ladrón! ¡cojan al ladrón!... Y corrió
el can ladrando y el ladrón también volando...
Y sin querer queriendo en menos de lo que canta un gallo, se ríe un bobo y habla un loro, se armó
tremendo alboroto.
Y el Lobo Veloz hablaba y su peatón amigo al perro gritaba y los buses no avanzaban, los perros
todos ladraban, los taxistas se quejaban y los pitos vociferaban, y a todas estas Caperucicla,
dónde andaba ?...¿En qué cercano paraje se encontraba?
A unas pocas cuadras del lugar de los acontecimientos, Caperucicla, pedaleaba y
pedaleaba y también se preguntaba cuál era la causa del alboroto, del tonto trancón...
Dobló despacio la esquina, el semáforo cambió y poco a poco el nudo se acabó.
Un policía de la ciclovía de forma valiente alcanzó al ladrón, el vecino imprudente agarró como
pudo a su mascota, y el tumulto muy pronto terminó. El Lobo haciéndose el bobo, subió en su
Harly Lobinson a su vecino con todo y perro. Y sin decir nada Lobo, peatón y can por la calzada
emprendieron orondos y como si nada el camino.
Justo en el cruce de la esquina, pasaba por allí Caperucicla,
convencida como siempre que la bici es equilibrio y la forma más segura de acortar una distancia,
aunque no necesariamente la más rápida. Pensaba en los ponqués y en las tortas, y en la canción
de la radio y así la tarareaba:
"Después me dijo el arriero que no hay que llegar primero sino hay que saber llegar "...
Aunque Caperucicla siempre hacía todo el ejercicio y sabía usar su cabeza y tomaba todas las
precauciones necesarias en estos casos, es decir, utilizar el casco, el chaleco reflectivo,
Circular por la derecha, ceder el paso al peatón, respetar las señales y en general observar, si,
observar así como suena, todas las normas que un buen ciclonauta, y un buen peatón y un buen
conductor, deben tener en cuenta para prevenir cualquier imprevisto, pues como suele suceder a
veces, la impaciencia que como la imprudencia puede ser la madre de muchos accidentes, hizo su
presencia y por poco sucede una emergencia.
Convencido como siempre que cualquier vía es buena para experimentar el placer de la velocidad
que, según él, es la mejor posibilidad de llegar primero, el Lobo Veloz, con todo y peatón y perro al
hombro, se encontraron de pronto y frente a frente con Caperucicla Roja, quien en un segundo y
sin querer queriendo se fue de bruces por culpa del pata brava motorizado que no respetó el cruce
ni aquella sabia sentencia que dice que la vía no es un juego y la prisa mata la risa.
Caperucicla cayó sobre el césped y gracias al casco
el asunto no pasó del susto. El Lobo se detuvo y Caperucicla bastante molesta le decía:
"Y qué es esa manera de conducir, para eso está lacalzada y que esto es una ciclorruta y yo tengo
la vía y para qué están las normas y respete las señales y una cosa y la otra..."
Y el Lobo como si nada haciéndose el bobo:
—"Vea niñita, lo que pasa es que usted en una muchachita torpe, malcriada y distraída, es que
ustedes los ciclistas ya se creen los dueños de la calle, pues no señorita, yo también tengo mis
derechos y me muevo cuando quiero y por donde quiero y lo que importa es llegar”.
Caperucicla comprendió muy pronto, que no tenía sentido discutir con ese patán motorizado que
evidentemente no usaba la cabeza ni para ponerse el casco, es decir, pensaba con sus
extremidades, como quien dice con las patas. Así que se armó de paciencia y empezó a decirle en
clave de rap
“Mire usted don Lobo Veloz
Dejé ya el afán no sea tan patán las normas son para respetar lo urgente no es llegar primero lo
importante es saber llegar.
Recuerde que aunque el vivo vive del bobo casi siempre, el bobo vive más".
A todas estas el corrillo se formó, el perrito sin cadena de nuevo se escapó y el hombre
persiguiéndolo, entre la multitud desapareció. El Lobo mientras tanto olfateaba los suculentos
olores que provenían de las tortas y ponqués que nuestra ciclonauta debía llevar a la “Casa de la
Abuela” y muy sagaz le respondió:
"Mire Muchachita- que- todo- parece- saberlo, le propongo que apostemos una carrera a ver quién
llega primero. Si yo gano, me como sus manjares, sus tortas y ponqués. Y si gana usted le prometo
no volverme a subir en el andén, respetar las señales y observar todas las normas... ¿cómo la vé?
Caperucicla que era una muchacha intrépida y valiente pero sobre todo bastante inteligente, sabía
muy bien, que de nada sirve la velocidad cuando no se conoce el camino le dijo a don Lobo Veloz,
que sí, que claro y le indicó al pata brava motorizado, en donde estaba ubicada la “Casa de la
Abuela”, que era como se llamaba el restaurante que la mamá de su madre o sea la abuelita de
Caperucicla tenía al otro extremo de la ciudad.
A la una, a las dos y a las...
Alas parecía tener el patabrava del Lobo Veloz, que en medio del estruendoso ruido del motor de
su Harly Lobinson se perdió en el horizonte sin importarle transeúntes, ni señales, ni un comino, a
él sólo le interesaba como a muchos de su especie, devorarse lo más pronto el camino.
Y este no es un mal exclusivo de los conductores,
Suele pasar en este mundo al revés, de mucho acelere y gran estrés, pasa con los peatones que
caminan por la calle y jamás por el andén, lo que quieren es cruzar la calle primero y pensar
después, nunca nunca aprenden a cruzar por donde toca, es decir en los cruces, en las cebras, en
las esquinas. Ni buses ni busetas paran en los paraderos,
Ni los afanados peatones utilizan los puentes peatonales, no respetan las señales conductores ni
pasajeros...
Pero como dicen, a cada día su afán, a cada afán su cansancio, a cada vía su destino, a cada
vehículo su camino, y a cada norma su señal. Así pensaba Caperucicla ciclonauta, mientras
pedaleaba que pedaleaba en su roja todo terreno y a medida que avanzaba su cara era acariciada
por el viento y así continúa este cuento.
El Lobo entre tanto, emocionado con esta competencia, pensaba mientras aceleraba, en los tortas
y en los ponqués, no tanto en las normas y en señales, y mucho menos en sanciones e
infracciones, cosas muy banales, convencido como siempre de encontrar un atajo para llegar
primero.
Buscó primero una gran autopista, sin bicicletas ni
Peatones y otros estorbos móviles por entre buses, taxis y busetas, zigzagueaba culebreando
raudo y feroz, en su ruidosa moto el Lobo Veloz. Fue entonces cuando se percató que tanta
velocidad resecaba su garganta y muy pronto en el camino encontró con alivio una tienda para
saciar su sed.
Con el gaznate reseco y sin mirar siquiera frenó de nuevo en seco, se montó en el andén sin
observar señales ni peatones, ni nada de nada, salió volando por los aires y a una caneca de
basura fue a parar.
Pasado el susto, se levantó como pudo, cuadró su Harley Lobynson y limpiando su chaqueta de
todo tipo de desechos entró muy derecho a la tienda.
Como a mucha gente, al Lobo muchas cosas se le olvidaban,
Por ejemplo que el afán y el alcohol producen amnesia... y qué más? y entre otras cosas,
aquello de no mezclar gasolina, velocidad y alcohol, pero como la sed mandaba pidió una, pidió
dos y tres cervezas se tomó.
En la radio a todo volumen, se iniciaba en ese momento un reporte especial sobre el tránsito. Y se
oía a un locutor que decía que ojo con el casco abrochado y que entregue las llaves y que el trago
puede causar estragos y entre consejo y consejo la radio añadía...
Al pata brava Lobo Veloz, como es de suponer estas
Cifras le resbalaban, en realidad le entraban por una oreja y le escurrían a las patas. No
importaban accidentes ni instrucciones, o infracciones, ni las multas o sanciones, sólo pensaba en
tortas y en ponqués y en llegar primero siempre de primero. Después de pagar con torpeza la
cuenta de sus tres cervezas, montó titubeante su Harly Lobinson y arrancó con dificultad a toda
velocidad.
¿Sabían ustedes que los peatones son las principales víctimas de accidentes
de tránsito?
En el año 2.002 murieron 6063 personas y más de 42.837 quedaron heridas o
inválidas.
A todas estas, ponqués, tortas y Caperucicla,
A mitad de camino rodaban por la ciclovía, ya repleta a estas alturas del día. Gente de todas las
edades caminaba, trotaba, estorbaba, marchaba, o se impulsaba sobre ruedas, haciendo el
ejercicio de moverse y ejercitando SU DERECHO A LA MOVIDA
.
Era una enorme masa circulante que avanzaba sin mucho acelere pero con demasiado desorden.
Caperucicla guardando su distancia pedaleaba y se impulsaba y pensaba, que la ciclovía parecía a
veces un desorden que se movía serpenteando por la vía, y que en realidad es el caminante y no
el camino el culebrero...
Mejor dicho conductores, ciclonautas y caminantes: se hace desorden al andar... y al timbrar y no
parar y al arrancar y no dejar bajar y al cruzar la calle y no mirar, y al adelantar sin pensar...
Todas estas ocurrencias se vieron interrumpidas cuando Caperucicla encontró de pronto en medio
de la vía, medio perdido y despistado a un encorvado peatón que se tambaleaba en tres patas, las
suyas y el bastón. Era un pobre viejecito que no podía correr, es más, no se podía mover, que
estaba como pegado al pavimento, en el centro de un remolino. Y volaban a su lado las bicicletas y
zumbaban también las patinetas y los patinadores rodaban y había niños y mujeres que trotaban.
Y todos andaban y marchaban pero nadie nadie en el viejo se fijaba.
Caperucicla miró para todos lados con prudencia y sacó la mano, mejor dicho, estiró el brazo
izquierdo hacia abajo con la mano hacia atrás, que es la señal para indicar que el ciclista va a
parar, y se detuvo unos metros más adelante. Aseguró con candado su todoterreno en un árbol y
zambulléndose en la corriente de la ciclovía se dirigió rápidamente al rescate del viejecito
despistado. Lo agarró de un brazo firmemente y le habló amablemente, como hay que hablarles a
los niños y a los viejitos, que a veces no saben qué hacer en la calle o el andén, y para no causar
ningún accidente caminó con él despacio, hasta la esquina siguiente. Allí hizo lo más prudente, se
lo encargó a un buen agente.
Montó muy pronto en su bici roja, la amiga Caperucicla,
Y desvió por la ruta que bordeaba el
gran parque que la separaba de la “Casa de la Abuela”...
¿Recuerdan?
El- restaurante- de- la- mamá- de- su- madre- o- sea- la- abuelita- de- Caperucicla.
Desde allí se alcanzaba a ver a la gente que hacía todo el ejercicio, y subía y bajaba los puentes
peatonales y trotaba alrededor de los humedales y al otro extremo del parque se alcanzaba a ver la
esquina de la “Casa de la Abuela”.
Entre tanto, el tonto patabrava del Lobo Veloz que como la historia nos demuestra, era mucho más
bobo de lo que pensábamos, a gran velocidad cometía todas, absolutamente todas las infracciones
por partida doble. Lo que pasaba era que las cervezas se le habían subido a la cabeza y con
mucha torpeza todo lo veía doble, las luces del semáforo, los buses se veían gigantescos, los
peatones mas chiquitos, los pitos no se escuchaban, el pavimento como que se estiraba y la
distancia ya no guardaba. Y el Lobo convencido como siempre de ser el más macho, el más vivo,
el más feroz y sobre todo el más veloz, después de muchos porrazos y bastantes estrellones, llegó
finalmente a su destino.
Ya en la puerta de la Casa de la Abuela,
Y viendo que Caperucicla no aparecía por ningún lado, el lobo una vez más se hizo el bobo y con
aire de suficiencia y sobradez entró a preguntar por la abuela con la malvada intención de
comérsela... de comérsela a cuentos.
Y cuando la abuela, que aunque no era ninguna tonta, estaba a punto de tragarse el cuento que le
echaba el Lobo, en este caso y en ese preciso momento, apareció el cazador, si señoras y
señores, el cazador de infracciones.
Era el Agente de Tránsito que venía siguiendo al Lobo infractor y como tenían tanto de que hablar
le fue diciendo VAMOS POR PARTES, parte por no usar el casco, parte por giro indebido, parte por
conducir ebrio, parte por no usar chaleco, parte por esto y parte por lo otro. Y el Lobo sólo decía
que fue que no vi, que fue que no oí y fue que no sabía. La historia no cuenta a cuántos salarios
mínimos ascendían las elevadas multas por todas esas infracciones, parece ser que fueron
millones.
Mientras El Lobo pensaba en los ponques y en las tortas
y se iba con el agente a la comisaría, alcanzó a ver a Caperucicla que a lo lejos se veía y en la
distancia el Lobo Veloz escuchaba la canción que nuestra ciclonauta tarareaba:
DESPUÉS ME DIJO EL ARRIERO QUE NO HAY QUE LLEGAR PRIMERO SINO HAY QUE
SABER LLEGAR...
Y Caperucicla entregó a tiempo sus ponqués y las tortas, y la abuela o sea la mamá de su madre
quedó muy contenta pues todos sus clientes estaban ya pendientes y así la ciudad siguió
marchando ese día sin tantos trancones y tantos afanes, y las aves cantaban más alto y volaban
más bajo y todos y todas haciendo el ejercicio,
EJERCITANDO EL DERECHO A LA VÍA, EL DERECHO A LA MOVIDA.
Y no vayan ustedes a creer que las normas son sólo para
conductores y otros lobos veloces motorizados, noooo señores y señoras, peatones y ciclistas,
pasajeros y conductores, tienen el deber de observar señales y cumplir las normas, porque a la
hora de las infracciones para todos y todas, hay multas y hay sanciones.
Y esta historia aquí no termina, Caperucicla un poco cansada se sentó a comer con su abuela
quién mientras le servía le decía: "Tienes que comer de todo, recuerda que: HAY QUE SABER
COMER, SABER DESCANSAR, SABER ESCUCHAR, SABER OBSERVAR, SABER ANDAR
PUES SABER MOVERSE ES SABER LLEGAR”...
Y fueron felices y no comieron perdices pues eran vegetarianas y al lobo le dieron con las multas
en las narices...
AL FÍN
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