Pronunciamiento del licenciado Oscar Humberto Luna, Procurador

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Pronunciamiento del licenciado Oscar Humberto Luna, Procurador para la Defensa de los
Derechos Humanos, ante el anuncio hecho por el señor Presidente de la República, de
prolongar la temporalidad de las tareas que realiza la Fuerza Armada en apoyo a la
seguridad pública y las nuevas funciones que tendrá la institución castrense.
El señor Presidente de la República, Don Carlos Mauricio Funes Cartagena, anunció el pasado 7 de
mayo que los miembros de la Fuerza Armada salvadoreña que participan en tareas de apoyo a la
seguridad pública, permanecerán por un año más en esa labor y que más de un millar de efectivos
militares tendrán nuevas funciones de control al interior de algunos centros penitenciarios y en
lugares fronterizos.
Según el mensaje Presidencial, dado a conocer por los distintos medios de comunicación, estas
acciones se implementarán de inmediato, previa aprobación por el pleno legislativo de una
propuesta de reformas a la Ley Penitenciaria y de la dotación de un fuerte refuerzo presupuestario
que alcanza los diez millones de dólares.
Ante ello, en cumplimiento del artículo 194, número I, ordinales 1º, 5º, 7º y 11º de la Constitución
de la República, que me manda velar por el respeto y la garantía de los derechos humanos, vigilar
la situación de las personas privadas de libertad, supervisar la actuación de la administración
pública frente a las personas y formular conclusiones y recomendaciones públicamente, emito el
siguiente pronunciamiento:
1. Antecedentes.
La situación de inseguridad en la que vive la gran mayoría de la población salvadoreña se ha
venido agravando en los últimos años, en parte, por la ausencia de políticas públicas de prevención
de la violencia y la criminaliad, y la adopción de planes que han privilegiado la implementación de
medidas represivas que en muchos casos sobrepasaron los límites de lo razonable y proporcional.
Entre tanto, ha existido un clamor justificado de la población salvadoreña, especialmente de las
víctimas de los delitos que se comenten, de exigir resultados inmediatos a las autoridades
competentes, para aliviar el temor y la intranquilidad con que se vive a causa de los asesinatos,
robos, y extorsiones que, entre otros hechos, a diario nos abaten a todos y todas.
Ante esta situación desesperante, los funcionarios públicos que han tenido bajo su cargo las
carteras de seguridad ciudadana y otras dependencias del Gobierno Central relacionadas a la
problemática, han reaccionado de diferentes maneras, pero tal como lo demuestra la realidad, hasta
ahora no han tenido éxito para frenar el auge delincuencial. En algunas ocasiones, sus decisiones
implicaron irrespetar la esfera de derechos humanos de las personas imputadas, y además, no se ha
superado la situación de impunidad que afecta a víctimas y testigos, quienes no encuentran justicia
ni protección en nuestro sistema penal.
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Por ahora, todas y todos lamentamos la incesante pérdida de valiosas vidas de miles de
salvadoreños y salvadoreñas, entre ellos, estudiantes, profesores, trabajadores del sector de
transportes, empleadas y empleados públicos, empresarios y empresarias, comerciantes,
periodistas, agentes de seguridad, activistas sociales, miembros de partidos políticos, en fin, niños
y niñas, jóvenes, hombres y mujeres, ancianos y ancianas, que han sido víctimas de la
criminalidad, en muchos casos, tras haber sufrido amenazas, extorsiones o robos que nuestras
autoridades no estuvieron en capacidad de investigar.
2. Las medidas anunciadas.
Para tratar de dar respuesta a esta crisis, el actual Gobierno decidió desde principios del mes de
noviembre de 2009, hacer uso de la Fuerza Armada para participar en tareas de apoyo a la
seguridad pública, ya no sólamente acompañando las patrullas policiales en zonas rurales del país,
como se venía realizando desde años atrás, sino también dándole a las tropas un nuevo rol de
presencia y permanencia en territorios definidos como de alto índice delincuencial. Así, la Fuerza
Armada recibió el mandato legal de apoyar a la Policía Nacional Civil en patrullajes y registros de
ciudadanos y ciudadanas, entre otras tareas, las cuales tendrían seis meses como plazo, y estarían
sujetas al control legislativo tras conocerse un informe de resultados.
Como Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos, me pronuncié oportunamente sobre
la necesidad de analizar cuidadosamente esa decisión. Mi preocupación se basó principalmente en
la falta de preparación técnica de los efectivos militares para realizar tareas de seguridad pública,
ya que su rol principal es la defensa de la soberanía del Estado y de la integridad del territorio.
Por otro lado, también señalé que antes de dar nuevas funciones a la Fuerza Armada, debía primero
fortalecerse a las instituciones que por Constitución les compete la investigación de los delitos, la
protección de las víctimas y testigos, el procesamiento penal de los delincuentes y la ejecución de
las penas que se les imponen; es decir, la Fiscalía General de la República, la Policía Nacional
Civil, el Programa de Protección a Víctimas y Testigos, el Órgano Judicial y la Dirección General
de Centros Penales.
Ahora que ha transcurrido el plazo señalado, y que no sólo se ha tomado la decisión de prorrogar el
tiempo de permanencia de la Fuerza Armada en tareas de apoyo a la seguridad pública, sino que
también se pretende modificar el marco legal penitenciario y aumentar el presupuest a la
institución armada para ampliar sus funciones e introducirla en nuevos roles como el control de la
seguridad interna en algunos centros penales, los señamientos que realicé en aquél momento
cobran validez y actualidad, ya que según nuestra Constitución y la Ley de la materia, los centros
penitenciarios tienen el objeto de corregir a los delincuentes, educarlos y formarles hábitos de
trabajo, procurando su readaptación y la prevención de los delitos, y para ello, requieren de
personal especializado en la materia cuya preparación está sujeta a la realización de cursos y
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evaluaciones también especializadas.
3. Procedencia legal de la prórroga.
Al igual que lo hice cuando se anunció la participación de la Fuerza Armada en tareas de apoyo a
la Policía Nacional Civil en el mes de noviembre de dos mil nueve, en esta ocasión, reconozco la
potestad Constitucional que tiene el señor Presidente de la República de disponer de la institución
armada de manera excepcional y temporal, para el mantenimiento de la paz interna, la tranquilidad
y la seguridad pública, tal como lo manda el artículo 168 ordinal 12° de nuestra Constitución.
En tal sentido, la decisión Presidencial de prorrogar el plazo previsto para esta actividad a un año
más no tiene discusión, por cuanto es una facultad del Jefe de Estado hacerlo. Sin embargo, debe
considerarse si las razones de fondo que generaron la decisión son justificadas o no, con base en el
Principio de Legalidad expresado en el último inciso del artículo 86 de la Constitución, el cual
dice:
“Los funcionarios del Gobierno son delegados del pueblo y no tienen más facultades que las
que expresamente les da la ley”.
Al respecto, vale recordar el texto de nuestra Constitución que da la atribución al Presidente de la
República de disponer de la Fuerza Armada en tareas de seguridad pública:
Art. 168.- Son atribuciones y obligaciones del Presidente de la República:
12º.-Disponer de la Fuerza Armada para la Defensa de la Soberanía del Estado, y de la
Integridad de su Territorio. Excepcionalmente, si se han agotado los medios ordinarios para
el mantenimiento de la paz interna, la tranquilidad y la seguridad pública, el Presidente de
la República podrá disponer de la Fuerza Armada para ese fin. La actuación de la Fuerza
Armada se limitará al tiempo y a la medida de lo estrictamente necesario para el
restablecimiento del orden y cesará tan pronto se haya alcanzado ese cometido. El
Presidente de la República mantendrá informada sobre tales actuaciones a la Asamblea
Legislativa, la cual podrá, en cualquier momento, disponer el cese de tales medidas
excepcionales. En todo caso, dentro de los quince días siguientes a la terminación de éstas,
el Presidente de la República presentará a la Asamblea Legislativa, un informe
circunstanciado sobre la actuación de la Fuerza Armada;
Es necesario destacar que la disposición constitucional hace alusión en primer lugar, a que se trata
de una medida excepcional, en decir, que no es una decisión ordinaria sino extraordinaria, poco
común o contraria a la normalidad. Esto significa que debe ser adoptada tomando en cuenta la
aparición de hechos poco comunes o inusuales, lo cual en este caso, perfectamente podría
considerarse cumplido al hacer un recuento de los últimos acontecimientos que han conmovido a la
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opinión pública, como por ejemplo, el asesinato de tres personas que se dedicaban a la labor
docente en el municipio de San Juan Opico, las masacres ocurridas recientemente en Olocuilta y en
Lourdes, etc.
En segundo lugar, nuestra Carta Magna dispone que es procedente hacer uso de este recurso si se
han agotado los medios ordinarios. En tal sentido, pareciera que al utilizar a la Fuerza Armada en
tareas de seguridad pública, significa que tanto la Policía Nacional Civil como las otras
instituciones que se dedican al combaten del crimen, como medios ordinarios para el
mantenimiento de la paz interna, la tranquilidad y la seguridad pública, han sido agotados.
A ese respecto, aunque buena parte de la labor que realizo como Defensor del Pueblo es la
investigación de denuncias por violaciones a derechos humanos en contra de miembros de la PNC,
no considero que esta institución pueda considerarse como un medio agotado, por el contrario,
reconozco que algunos procesos internos de fortalecimiento y reestructuración que se están
llevando a cabo en la actualidad podrían contribuir a su fortalecimiento. Igual podría pensarse de la
Fiscalía General de la República, el Órgano Judicial, y otros entes públicos que relacionan su
trabajo al tema de la seguridad ciudadana. Por tanto, en mi opinión, este presupuesto constitucional
no estaría bien observado en la decisión Presidencial, a menos que se justifique adecuadamente y
se brinde información de las razones por las cuales debe la Fuerza Armada sustituir a otras
instituciones, ya agotadas como medios ordinarios, en el mantenimiento de la seguridad pública.
En cuanto a la tercer condición que señala el texto citado, referente a que la actuación de la Fuerza
Armada se limitará al tiempo y a la medida de lo estrictamente necesario para el restablecimiento
del orden y cesará tan pronto se haya alcanzado ese cometido, debo acotar que hasta ahora no son
conocidos los indicadores que determinarán en qué momento la Fuerza Armada habrá cumplido su
labor, pues se desconocen los criterios que utiliza el Órgano Ejecutivo para dar significado al
término de “restablecimiento del orden” a que hace referencia nuestra Constitución. Es decir, no es
posible saber en qué momento la Fuerza Armada habrá cumplido su labor, si está cerca de
cumplirla o no está teniendo éxito en sus propósitos, lo cual definiría a su vez el plazo en el cual su
participación debe cesar.
Con base en lo anterior, mi posición al respecto de la necesidad de continuar manteniendo a la
Fuerza Armada en tareas de seguridad pública, a través de la prórroga que ha sido anunciada por el
señor Presidente de la República, no está debidamente enmarcada en lo que el precepto
Constitucional establece, ya que desde mi punto de vista no se ha explicado si se consideran
agotados los medios ordinarios para el combate de la delincuencia y porqué razones; tampoco se
han precisado con exactitud los indicadores que establezcan con certeza el momento en que se
habrá cumplido con el cometido de la medida, es decir, cuando se alcance el restablecimiento del
orden.
En cuanto la última de las exigencias del texto Constitucional referente al informe circunstanciado
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que el señor Presidente de la República debe rendir a la Asamblea Legislativa, debo expresar que
esta exigencia Constitucional aún se encuentra pendiente de cumplir y ya que se está dentro del
plazo que el mismo artículo establece, confío en que las dudas que he expresado en este apartado
puedan ser superadas al conocerse el aludido informe.
4. Procedencia legal de las nuevas funciones.
Por otro lado, debo referirme a las nuevas funciones que según se ha conocido a través de las
publicaciones periodísticas sobre el tema, serán asumidas por la Fuerza Armada durante el próximo
año. Tales roles consisten en la vigilancia de algunos puntos fronterizos que no cuentan con
presencia aduanal ni de seguridad pública, y labores de vigilancia y control al interior de los
centros penitenciarios.
Sobre la primera de las medidas referidas, debo señalar que ésta es parte de las recomendaciones
que desde tiempo atrás, yo mismo propuse al Órgano Ejecutivo para la prevención de algunos
delitos como el tráfico ilegal y la trata de personas. Considero que la presencia de la Fuerza
Armada en puntos fronterizos se enmarca incluso dentro de las funciones naturales de esa
institución, ya que la defensa de la integridad del territorio nacional puede asegurarse, entre otras
medidas, a través de esta acción.
Por el contrario, lo que si es motivo de gran preocupación para mi persona es la utilización de la
Fuerza Armada en el control y vigilancia interna de los centros penitenciarios, ya que se trata de
una labor especializada que por Constitución corresponde al sistema penitenciario y desde mi
opinión, no existe facultad expresa en nuestra Carta Magna que habilite al Jefe del Estado
salvadoreño para intervenir en dicho ámbito a través de la utilización de la Fuerza Armada.
Es necesario traer a cuenta varias disposiciones de orden Constitucional y legal para explicar lo
anterior. En primer lugar, el artículo 27 Cn, que en lo pertinente dice:
“El Estado organizará los centros penitenciarios con el objeto de corregir a los
delincuentes, educarlos y formarles hábitos de trabajo, procurando su readaptación y la
prevención de los delitos”.
Este principio es desarrollado por la Ley Penitenciaria en los artículos 2 y 3 que en lo concerniente
expresan:
“Finalidad de la ejecución
Art. 2.- La ejecución de la pena deberá proporcionar al condenado condiciones favorables
a su desarrollo personal, que le permitan una armónica integración a la vida social al
momento de recobrar su libertad.
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Función de las instituciones penitenciarias
Art. 3.- Las instituciones penitenciarias establecidas en la presente Ley, tienen por misión
fundamental procurar la readaptación social de los condenados y la prevención de los
delitos, así como la custodia de los detenidos provisionales”.
Queda claro entonces, que la finalidad de la ejecución de la pena, la cual compete al sistema
penitenciario y sus instituciones es cumplir con el principio de readaptación de los delincuentes y
minimizar los efectos nocivos del encierro carcelario y con esto el fenómeno de la reincidencia,
como lo señala el tercer considerando de la referida Ley.
Más aún, la Ley Penitenciaria contiene disposiciones y prohibiciones expresas que tienen que ver
con la especialidad con que deben ser tratadas las personas detenidas y los requerimientos que debe
satisfacer el personal penitenciario para estar calificado en la realización de sus labores. Algunas de
estas disposiciones son las siguientes:
“Dirección General de Centros Penales
Art. 19.- La Dirección General de Centros Penales depende del Ministerio de Justicia y tiene
a su cargo la Dirección de la Política Penitenciaria que le fije dicho Ministerio, de
conformidad a los principios que rigen la presente Ley; así como la organización,
funcionamiento y control administrativo de los centros penitenciarios.”
“Funciones de la Dirección General de Centros Penales
Art. 21.- Son funciones de la Dirección General de Centros Penales:
1) Garantizar el cumplimiento de esta Ley y su reglamento, de las decisiones judiciales en la
etapa de ejecución de la pena y medidas de seguridad; así como de la aplicación de la
detención provisional;”
“Prohibiciones a la administración
Art. 22.- Se prohíbe a la administración, la realización de actividades penitenciarias que, ya
directamente o bien de un modo encubierto, impliquen:
4) El sometimiento de los internos a autoridades militares o policiales, así como la adopción
de un régimen militar o policial en cualquiera de los establecimientos penitenciarios;”
“Auxilio Policial
Art. 25- Bis.- La Dirección General, los Directores de los Centros Penitenciarios o quienes
estén encargados del Centro, podrán solicitar el auxilio de la Policía Nacional Civil, cuando
se den las circunstancias previstas en los artículos 23, 25 y 93 de la presente Ley, o para
ejecutar algúna orden judicial o administrativa.
La Policia Nacional Civil deberá permanecer e intervenir en el interior del Centro por el
tiempo necesario, hasta desaparecer las circunstancias relacionadas en el inciso anterior. “
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“Principio rector
Art. 81.- El personal penitenciario será cuidadosamente seleccionado teniendo en cuenta su
integridad y capacidad personal.
Los miembros del personal penitenciario quedan sujetos a la obligación de seguir, antes de
su nombramiento, y durante el desempeño de su cargo, los cursos de inducción, formación y
de actualización que establezca la Escuela Penitenciaria, así como someterse a los
exámenes de selección respectiva.
Sólo se nombrará o promoverá a quien hubiere aprobado las correspondientes evaluaciones
en la Escuela Penitenciaria.”
“Naturaleza de la función
Art. 82.- La función de los empleados penitenciarios es de naturaleza eminentemente social,
y tiene como objetivo velar por la readaptación del interno a la sociedad.”
“Categorías
Art. 84.- Existirán tres categorías de personal penitenciario:
1) Profesionales y especialistas;
2) Personal auxiliar y administrativo; y,
3) Personal de seguridad.
El régimen de servicios de todos los Centros Penitenciarios es eminentemente civil.”
Estas disposiciones reflejan cómo la Ley Penitenciaria garantiza que el tratamiento que reciban las
personas privadas de libertad sea especializado para lograr sus propósitos, es decir la readaptación
de los delincuentes y la prevención de los delitos, en tal sentido, esta tarea o cualquier otra que esté
relacionada con las actividades penitenciarias no puede ser confiada a personal no capacitado.
El establecimiento de una autoridad eminentemente civil para organizar, velar por el
funcionamiento de los centros penales y controlar las actividades internas que ha sido confiada por
la Ley a la Dirección General de Centros Penales, es muestra de ello, lo que además es
complementado por otras de las normas ya citadas, como es la referente a que la realización de
actividades penitenciarias que impliquen el sometimiento de los internos a autoridades militares o
policiales, así como la adopción de un régimen militar o policial en cualquiera de los
establecimientos penitenciarios, está expresamente prohibido.
Incluso la Ley Penitenciaria a través de una reforma al texto original, estableció límites a la
participación de miembros de la Policía Nacional Civil en determinadas actividades y bajo ciertas
circunstancias y medidas de control al interior de los centros penitenciarios. Esto hace suponer que
con mayor razón, no está permitida la intervención del ejército.
Aunque es conocida la intención del Presidente de la República de promover algunas reformas
legislativas para permitir el ingreso de la Fuerza Armada al interior de las cárceles para labores de
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vigilancia y control, desde mi postura de defensor de los derechos humanos, creo necesario
recordar que además algunos principios rectores del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos, los cuales el Estado de El Salvador está en la obligación de respetar por emanar de
organismos que son parte del Sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos del
cual nuestro país es Estado Parte, prohíben la utilización de las Fuerzas Armadas en tareas
relacionadas con el tratamiento de las personas privadas de libertad.
Tal es el caso de los “Principios y Buenas Prácticas sobre la Protección de las Personas Privadas
de Libertad en las Américas”, documento aprobado por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos en su 131º período ordinario de sesiones, celebrado del 3 al 14 de marzo de 2008.
Dichos principios, están inspirados en las disposiciones contenidas en diferentes instrumentos
internacionales como la Convención Americana sobre Derechos Humanos, el Protocolo Adicional
a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, la
Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, la Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, la Convención
Interamericana para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra las Personas con
Discapacidad, la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, y el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, entre otros, los cuales vinculan al Estado
salvadoreño y por tanto está en la obligación de respetar. A continuación cito el texto pertinente del
referido documento:
“Principio XX
Personal de los lugares de privación de libertad
El personal que tenga bajo su responsabilidad la dirección, custodia, tratamiento, traslado,
disciplina y vigilancia de personas privadas de libertad, deberá ajustarse, en todo momento
y circunstancia, al respeto a los derechos humanos de las personas privadas de libertad y de
sus familiares.
El personal deberá ser seleccionado cuidadosamente, teniendo en cuenta su integridad ética
y moral, sensibilidad a la diversidad cultural y a las cuestiones de género, capacidad
profesional, adecuación personal a la función, y sentido de responsabilidad.
Se garantizará que el personal esté integrado por empleados y funcionarios idóneos, de uno
y otro sexo, preferentemente con condición de servidores públicos y de carácter civil. Como
regla general, se prohibirá que miembros de la Policía o de las Fuerzas Armadas ejerzan
funciones de custodia directa en los establecimientos de las personas privadas de libertad,
con la excepción de las instalaciones policiales o militares.”
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Como puede observarse, la Ley Penitenciaria es acorde con la prohibición antes apuntada, al
determinar el principio rector del personal penitenciario salvadoreño, la naturaleza de sus
funciones específicas y las categorías que serán permitidas (artículos 81, 82 y 84 de la referida
Ley).
De permitirse la reforma de estos artículos de la Ley Penitenciaria o de alguno de ellos, el actual
Gobierno estaría siguiendo la misma línea de acción de los Gobiernos que le antecedieron, ya que
se estaría profundizando el proceso de contra reforma que ha venido deshumanizando el conjunto
de instrumentos legales relacionados con la prevención de los delitos, el sistema penal y procesal
penal y la ejecución de las penas, el cual se pretendió armonizar con los principios humanistas de
nuestra Constitución y el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, a finales de la década
de los noventa.
5. Principales motivos de preocupación.
A manera de conclusión, presento los principales motivos de preocupación que generan estas
medidas:
a) No se conocen los resultados obtenidos durante los primeros seis meses.
Como ya se mencionó, la Constitución de la República le exige al señor Presidente que
mantenga informada a la Asamblea Legislativa sobre los resultados de la participación de la
Fuerza Armada en labores temporales y excepcionales de apoyo a la seguridad pública. Aunque
a esta fecha el Gobierno todavía está en plazo para rendir el aludido informe, hubiera sido
deseable conocer datos preliminares sobre la efectividad de la medida y cuál ha sido su
incidencia en la reducción de la criminalidad, ésto principalmente porque ya se ha tomado la
decisión de prorrogar dicha medida.
A juzgar por la percepción ciudadana y tomando en cuenta únicamente los datos sobre la
cantidad de personas asesinadas a diario en el país, estos resultados no parecen ser muy
alentadores. Es cierto que la presencia de efectivos militares en los barrios y colonias de las
ciudades más golpeadas por la delincuencia, ha creado cierta sensación de seguridad en la
población, pero falta que saber cuál ha sido el impacto de una medida de carácter extraordinaria
y tan especial como ésta en la reducción de los delitos.
En tal sentido, insto a la Honorable Asamblea Legislativa a que haga los llamados necesarios
para que el señor Presidente de la República le rinda el informe circunstanciado que exige
nuestra Constitución, sobre la actuación de la Fuerza Armada en tareas de seguridad pública, a
efecto que el Primer Órgano del Estado determine, con base en una amplia discusión, si es
procedente cesar esta medida excepcional.
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b) No se adoptaron otras medidas complementarias.
Tal como lo expresé en el mes de noviembre de dos mil nueve, el problema de criminalidad que
sufre nuestro país require de la adopción de medidas complementarias y que sean parte de una
política bien diseñada para prevenir y reprimir el delito, así como para asistir y proteger a
víctimas y testigos.
Entre estas medidas podrían retomarse las siguientes:
1. Impulsar programas de atención a la juventud y a la niñez, a efecto de brindar oportunidades
de entretenimiento y oportunidades a los niños, niñas y jóvenes.
2. Atacar cualquier tipo de violencia, ya sea familiar, laboral, social, de género, etc.
Aunque son conocidos algunos esfuerzos realizados por las Alcaldías Municipales, con la
creación de Comités para la Prevención de la Violencia, estos son aislados y no parecen ser
parte de una estrategia planificada.
3. Fortalecer las instituciones relacionadas a la prevención de la violencia, principalmente
apoyar los esfuerzos que se realizan para que la Policía Nacional Civil recobre la confianza de
la población. Asimismo, a la Fiscalía General de la República dotarla de los medios científicos
y tecnológicos necesarios para que realice una labor más ténica y eficiente, y a la Dirección
General de Centros Penales, asignarle más recursos. Se debe evaluar a profundidad si la
inversión de diez millones de dólares para el uso de soldados al interior de las cárceles no sería
mejor invertirlos en tecnología de punta para evitar el ingreso de objetos ilícitos a los centros
penitenciarios o para evitar que desde las cárceles se comentan extorsiones por medio de
llamadas telefónicas. Debe también revisarse el presupuesto y el funcionamiento del Programa
para la Protección de Víctimas y Testigos.
4. Mejorar las capacidades técnicas de los operadores relacionados a la seguridad pública y
mejorar sus condiciones laborales, su salario y sus equipos de trabajo.
5. Mejorar los mecanismos de interacción entre las instituciones más vinculadas al combate de
la delincuencia, y crear un sistema centralizado de información confiable y que sirva de base
para el diseño de planes y acciones estatales.
c) Amenaza de militarización de los principales servicios públicos.
La utilización de la Fuerza Armada, primero, en apoyo a la Policía Nacional Civil en labores de
patrullaje y registro de personas o vehículos, y ahora, en sustitución de algunas de las
competencias que son propias de la Dirección General de Centros Penales, podría generar en la
población la sensación que ante al fracaso de las instituciones a las que les competen esas labores,
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es la institución castrense la llamada a solventar los problemas que otros no han podido resolver.
Esta situación puede ser una amenaza de que en el futuro otros servicios públicos sean absorvidos
por la Fuerza Armada, si se llega a considerar que a quienes les compete brindarlos, se han visto
rebasados en sus capacidades. Debe considerarse además, buena parte de la población aún no ha
superado algunas de las secuelas de la guerra y para algunas de estas personas la sóla presencia de
la Fuerza Armada en sus comunidades o interviniendo en la prestación de algunos servicios
públicos básicos, podría ser tomado como una provocación que de no ser bien tratada podría
derivar en consecuencias lamentables.
d) Idoneidad de la FFAA para dedicarse a la vigilancia interna de los centros penitenciarios.
De la misma manera en que advertí que los miembros de la Fuerza Armada no estaban preparados
para asumir labores de seguridad pública, cuando se realizó el primer despliegue de efectivos
militares el año pasado, ahora insisto en que debe evaluarse si las tropas han tenido dentro de su
formación los conocimientos necesarios para intervenir en un ámbito tan especializado como lo es
el penitenciario.
Como ya se mencionó, la Ley de la materia recalca que para ser parte del personal que realiza
actividades dentro de un centro penitenciario se requiere ser capacitado y evaluado por la Escuela
Penitenciaria. Muy probablemente, los soldados que se destinen para prestar vigilancia al interior
de las cárceles no están formados para atender una situación crítica de amotinamiento o de riñas
entre reclusos, para lo cual se requiere de experticia especializada en atención de crisis y
negociación de conflictos violentos.
Por lo anterior, y en cumplimiento a mi mandato Constitucional, como Procurador para la Defensa
de los Derechos Humanos, al Excelentísimo señor Presidente de la República, hago los llamados
siguientes:
1. Someter a una amplia consulta las medidas que ha anunciado, antes de llevarlas a la práctica.
Principalmente es necesario escuchar la opinión de las instituciones que tienen que ver con el
tratamiento de los reclusos como son los Jueces y Juezas de Vigilancia Penitenciaria y de
Ejecución de la Pena, los Consejos Criminológicos y los Equipos Técnicos que están a cargo de
la evaluación de los internos, ya que son estos quienes están en la capacidad técnica de aportar
opinión sobre los efectos que podría causar el interior de los centros penitenciarios, una medida
como la anunciada.
2. Respetar la Ley Penitenciaria y no impulsar reformas que afecten el espíritu de la misma, ya
que al permitir el ingreso de efectivos militares a las cárceles se está contrariando la filosía
reeducativa de las prisiones de nuestro sistema y se estaría inobservando los dictados del
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Derecho Internacional de los Derechos Humanos que exigen que los centros penitenciarios sean
instituciones de carácter civil y no militar.
3. Retomar las recomendaciones que sobre seguridad pública y prevención de la violencia han
realizado diferentes comisiones que fueron creadas para esos efectos, así como aquellos
estudios técnicos que arrojan propuestas para combatir la delincuencia.
4. Definir con criterios técnicos cuáles son los indicadores que permitirán identificar sin
equívocos, en qué momento la Fuerza Armada habrá cumplido su misión. Esto en atención a
que según nuestra Constitución, se trata de una medida excepcional, sujeta a control y que debe
cesar al alcanzarse los propósitos que le dieron surgimiento.
Como Defensor del Pueblo, reitero a toda la población mi especial interés porque nuestras
autoridades hagan todo lo posible por frenar la criminalidad que nos mantiene desesperados a
todos y a todas, pero insisto en que las medidas que se adopten deben estar enmarcadas en el
respeto de los principios que caracterizan a un auténtico Estado de Derecho.
San Salvador, 12 de mayo de 2010.
Licenciado Oscar Humberto Luna
Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos
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