superyo | testimonio testimonio | superyo Relato de vida / Iveth Díaz “Lo único que me falta es tamaño” Fue muy duro, pero a medida que pasaba el tiempo empecé a pensar que la estatura no sería un impedimento para alcanzar mis sueños” Nació con enanismo acondroplásico: los peldaños de una escalera le llegan a la rodilla. Empeñada en crecer por dentro se planta frente a las cámaras de televisión para diluir las burlas e invitar a la risa espontánea. No habla de proporciones, sino de retos Teresa De Vincenzo | Fotografía Roberto Mata “Tengo 30 años y mido 1,30 metros. Nací con acondroplasia, una enfermedad de los huesos que ocasiona el tipo más común de enanismo y una deficiencia de la hormona del crecimiento. Mi hermano menor también es pequeño: mide 1,20 metros. Es una mutación espontánea en los dos, no la heredamos de nuestros padres. Tenía nueve años cuando caí en cuenta de mi condición. Era una niña pequeña mientras mis compañeros de clase crecían y crecían. Algunos se reían de mí, otros me veían diferente. Entonces entendí que me faltaba tamaño. Cuando vivía en Ocumare del Tuy la gente no estaba pendiente de mi estatura. Al llegar a Caracas la situación cambió: en el colegio la pasaba fatal, porque se burlaban muchísimo de mí. Incluso tuve que ir al psicólogo. En esa etapa me preguntaba por qué a mí. No quería ir al liceo, todo me hacía llorar. Fue muy duro, pero a medida que pasaba el tiempo empecé a pensar que la estatura no sería un impedimento para alcanzar mis sueños. Estuve en terapia psicológica por dos años y eso me ayudó mucho. De la adolescencia tengo otros recuerdos desagradables: las operaciones de las piernas para alargarme los huesos. Fueron cinco en total. Me ayudaron a crecer 17 centímetros de tibia y 10 de fémur, pero me postraban en cama por meses y 74+SALUD me producían mucho dolor. En el quirófano cortaban el hueso que se iba a alargar y colocaban en cada extremo un tornillo que salía por la piel. Fijaban un dispositivo de alargamiento gradual. Yo misma lo ajustaba un milímetro todos los días. Si me excedía, las piernas se podían doblar y eso ameritaba una nueva operación. Aprendí a tener mucho cuidado y paciencia. Sin embargo, en 1998, durante el reposo de la última intervención, apoyé las piernas antes de tiempo y se me arqueó el fémur derecho. Eso derivó en una cojera. Los procedimientos me dejaron muchas cicatrices, desde los tobillos a las caderas. Pasé toda mi adolescencia enyesada. Un día decidí: no me opero más. Me tendrán que querer de este tamaño. No puedo correr ni caminar muy rápido, ni manejar, y tengo que tener cuidado al bajar y subir escaleras. También me canso si camino trayectos muy largos. Por lo demás, no me limito. Siempre digo que puedo… y si no, por lo menos lo intento. Me gradué de Técnico Superior en Administración Aduanera con la idea de tener mi propio negocio, pero cuando tenía 25 años el papá de un amigo que trabajaba en el programa Aprieta y Gana de RCTV me preguntó si quería trabajar en televisión. Le dije que no. Pensaba que la gente se iba a burlar. Sin embargo, realicé un casting y, 75+SALUD superyo | testimonio Un día decidí: no me opero más. Me tendrán que querer de este tamaño” para mi sorpresa, les gustó mi voz y mi pronunciación. Empezaron a llamarme. Por varios meses no me atreví a responderles. ¿Sabes qué pasa? Que yo había crecido con la mirada de la gente y no toleraba la crueldad de los adultos que se reían de mí. Sé lo que es el rechazo. Hubo momentos en que me costaba salir a la calle. Por eso, imaginarme salir en televisión me hacía sentir más vulnerable. Un día vi en otro canal a un actor de baja estatura y me dije: si él puede, yo también. Decidí que la próxima vez que me llamaran, iría. Mi primer papel fue de princesa encantada y el segundo de duende navideño, ambos en RCTV. Fue increíble: se me quitó el miedo escénico y la aceptación del público me dio fuerzas. Luego trabajé en Qué Locura y participé en la película Señor Presidente. Hace tres años decidí ofrecer mi trabajo como “provocadora” al programa Loco Video Loco. Sin pedir ayuda a nadie presenté mi currículo con mi foto. A la semana ya estaba grabando. Me sentí orgullosa de lograrlo por mí misma. Tomo en serio mi trabajo y sé que lo tengo por mi tamaño: la gente se ríe de las cosas que hace una persona pequeña porque nos vemos más graciosos que los altos. No es una burla, es cómico. Quien se burla señala, murmura, mira feo. Provocar risa, en cambio, tiene que ver con lo espontáneo, con la alegría. Ésa es la diferencia. Gracias a la actuación la gente deja de verme como algo extraño. Siento que me incorporan sin señalamientos. Ya no es ‘mira a la enana’, sino ‘mira a la muchacha de Loco Video Loco’. En la actuación no soy un cuerpo ni una cara, soy una persona. Actuar me quitó el miedo de salir a la calle y de compartir con personas de todos los tamaños. Actualmente no tengo pareja. Tuve un novio por tres años, era de estatura promedio. Los prefiero así. Ahora tengo más cuidado en cuestiones del amor: tuve una desilusión y necesito sentirme más segura a la hora de expresar mis emociones. ¿Cómo saber si un hombre se aproxima a mí para compartir sus sentimientos, para burlarse o para experimentar? No quiero llevarme otra decepción. En estos momentos no me planteo la maternidad, pero si se presenta la oportunidad, sin duda lo intentaré. Sé que un hijo mío tiene 50% de probabilidad de nacer con acondroplasia, pero asumiría el riesgo y lo ayudaría a no sentirse mal con su condición. Si yo pude, él podrá. Sé que en algunas partes del mundo las personas de baja estatura son consideradas discapacitadas, pero yo no me siento así. Lo único que me falta es tamaño. Tengo limitaciones físicas, pero nada que me impida crecer por dentro. He asumido mi condición con una actitud abierta. Generalmente me traslado en taxi. Tomo el metro si estoy acompañada, nunca sola, porque hay mucha gente y me pueden tropezar o atropellar. Lo más duro de la condición es que me digan enana. Es una palabra que he escuchado mucho y puedo distinguir dos maneras de pronunciarla: por confianza o por burla. También me han dicho cosas bellas, como, por ejemplo, que mi tamaño no importa para querer. Eso es estimulante. No estoy peleada con mi imagen en el espejo. Soy pequeña, pero no me doy por vencida”. • 76+SALUD 77+SALUD