tenemos una tarea

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Conferencia General Octubre1988
TENEMOS UNA TAREA
por el élder Lloyd P. George
del Primer Quórum de los Setenta.
''Tenemos una gran responsabilidad sobre nuestros hombros, una
gran tarea a la que todos hemos sido llamados."
En varias ocasiones, el presidente Harold B. Lee declaró que no
se necesita una nueva organización que se haga cargo de las
necesidades de los miembros de la Iglesia, ya que lo único que se
requiere es que el sacerdocio del Señor se ponga en acción.
Hermanos del sacerdocio, tenemos una gran responsabilidad sobre nuestros
hombros, una gran tarea a la que todos hemos sido llamados. Pero, ¿hemos sido
escogidos? Si no lo consideramos así, entonces probablemente no lo hayamos sido. El
Señor ha sido explícito en su amonestación de que nos preparemos, al declarar:
''Yo reprendo y castigo a todos los que amo; se, pues, celoso, y arrepiéntete.
"He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo." (Apocalipsis 3: 19-20.)
Esa es la exhortación, mis hermanos.
Cierto día, dos de nuestros misioneros llamaron a una puerta a la que acudió un
hombre de aproximadamente setenta años. Él les dijo ''No, no creo que yo me
interese, pero déjenme preguntar a mi hermana y a mi madre. Tal vez ellas deseen
hablar con ustedes". Como dije, él tendría aproximadamente setenta años, la
hermana tal vez ochenta, y la madre tenia noventa y nueve.
Los misioneros les enseñaron y se fijo una fecha para el bautismo. La madre se
emocionó tanto y se sintió tan feliz que tuvieron que internarla en el hospital, de
manera que se tuvo que fijar otra fecha. Durante la reunión de testimonios,
efectuada después de que la madre fue bautizada, y creo que esto es lo mas
importante, ella dijo: ''Durante ochenta años he estado esperando este momento.
Cuando tenia veinte años, los misioneros me enseñaron las charlas pero no me
exhortaron a entrar en las aguas del bautismo. ¡Que feliz me siento por este día!'' Esa
hermana cumplió los cien años el día de su bautismo.
Me siento muy humilde y agradecido por el llamamiento que he recibido, así
como por el amor y respeto que emanan de los Apóstoles y profetas de nuestro
Padre Celestial. Siento un gran espíritu de hermandad y amor por cada una de las
Autoridades Generales que se encuentran en este estrado esta noche; apoyo y
sostengo a este gran Profeta y a sus colegas, y ruego humildemente que el Señor me
guíe y me bendiga en lo que sea preciso a fin de poder magnificar mi llamamiento en
el sacerdocio.
Ruego que todos tengamos el deseo de llevar esto a cabo, para que ninguno
pueda decir, como se hace constar en Salmos: ''Mira a mi diestra y observa, pues no
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hay quien me quiera conocer; no tengo refugio, ni hay quien cuide de mi vida''
(Salmos 142:4). En el nombre de Jesucristo. Amén.
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