Documento PDF - Cuadernos de Arte Rupestre

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Cuadernos de Arte Rupestre • Número 4 • Año 2007 • Páginas 163-205
La figura humana en el arte
levantino aragonés1
Pilar Utrilla
Manuel Martínez-Bea
*
*
RESUMEN
Se estudia la tipología de todas las representaciones humanas
existentes en el arte rupestre aragonés y se intenta dar una sucesión
cronológica y distribución geográfica de las mismas. Una mayor
variedad de tipos y una mayor amplitud temporal se registra en el
Grupo del Bajo Aragón/Maestrazgo, mientras que en el núcleo del
Prepirineo oscense y en Albarracín sólo existen uno y dos tipos respectivamente, ambos tardíos en la secuencia del Bajo Aragón.
PALABRAS CLAVE
Arte Levantino, figura humana, tipología, territorio, cronología.
ABSTRACT
We study the human levantine rock art figures in Aragón, and we
try to give a chronological succession and a geographical distribution for them. A bigger variety of types and a wider temporary register are verified for the group of the Bajo Aragón/Maestrazgo, while
in the nucleus of pre-Pyrenean mountain of Huesca and Albarracín
1 El presente trabajo ha contado con el soporte de dos proyectos Cicyt consecutivos: Santuarios rupestres frente a lugares de habitación. BHA 2001-1879 (2002-2004)
y Cazadores-Recolectores del Valle del Ebro HUM 2005-02882/Hist (2005-2008).
* Área de Prehistoria. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Zaragoza.
[email protected] [email protected]
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there are just one and two types respectively, both are defined as
recent types in the sequence of the Bajo Aragón.
KEY WORDS
Levantine rock art, human figure, tipology, territory, chronology.
Dedicatoria
El año 2006 ha sido realmente triste para la Prehistoria española y
en especial para el arte rupestre. Nos han abandonado cinco grandes
puntales del estudio del arte prehistórico que han dejado un gran
vacío. No podíamos elegir otro tema para un homenaje a Eduardo
Ripoll y Antonio Beltrán que la tipología (y quizá la evolución) de
la figura humana en el Arte Levantino. Desde que en 1964 y 1968 el
primero estableciera su famosa subdivisión por estilos, coincidentes
con fases, al que se adhirió su amigo Beltrán en 1968, ha sido un
tema presente en todos los estudios de arte rupestre.
Eduardo Ripoll y Antonio Beltrán solían amenizar los Coloquios
hasta horas bien tardías con su eterna discusión acerca de si el arte
esquemático era evolución natural del Arte Levantino en su última
fase (Ripoll) o un arte totalmente nuevo llegado de Oriente con los
prospectores de Metales (Beltrán). Los dos proponían una cronología tardía para su inicio, algo que se encargó de cuestionar la gran
especialista en Arte Esquemático peninsular, Pilar Acosta (1968 y
sobre todo 1983), quien adelantó los primeros paralelos en cerámicas neolíticas para alguno de sus temas.
El caso de “don Francisco” Jordá es bien distinto. Él siempre fue
un joven contestatario, incluso cuando era octogenario, un joven
que no dudó en plantear las más atrevidas teorías, muchas veces
intuitivas, pero que en algunos casos han acabado por darle la
razón. Por ejemplo, en el tema de las dos tradiciones, o los dos mundos, que subyacen en el Arte Levantino y en el Arte Esquemático, con
un desarrollo inicial para ambos en el Neolítico (Jordá, 1966).
Charo Lucas, más joven pero trágicamente fallecida en el mismo
año, no se dedicó en exclusiva al arte rupestre pero, como buena
turolense, no dejó de hacer interesantes incursiones en aspectos
poco tratados. Publicó los grabados de la cueva del Reguerillo
(Lucas, 2003) y realizó un gran trabajo documentando el Archivo de
Arte Rupestre en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (2004).
Por ella sabemos más acerca de las malas relaciones entre Breuil y
Cabré o los avatares que sufrió la Comisión de Investigaciones
Paleontológicas y Prehistóricas en la época del marqués de
Cerralbo…
Sirvan las líneas que siguen para recordarles.
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La figura humana en el arte levantino aragonés
1. Introducción
Desde el inicio de la investigación sobre el Arte Levantino, se han
tratado de sistematizar las variaciones formales de sus representaciones en categorías o tipos. Son clásicos los presupuestos de
Obermaier y Wernert (Obermaier, 1916; Obermaier y Wernert, 1919)
o los de Hernández Pacheco (1924) para la tipología humana, si
bien ha sido una problemática que no ha dejado de analizarse, en
mayor o menor medida, desde los albores de la propia disciplina.
No obstante, en los últimos años, y tras un relativamente amplio
período en el que imperó más el interés por la temática y las composiciones escénicas en un intento de establecer las bases cronológicas del Arte Levantino (Ripoll, 1965, 1968; Beltrán, 1968), han aparecido interesantes estudios acerca de la variabilidad estilística levantina, sobre todo atendiendo a las representaciones antropomorfas
(Viñas, 1982, 1992; Piñón, 1982; Galiana, 1986 y 1992; Domingo,
2006; Villaverde y Martínez Valle, 2002; Villaverde et alii, 2006). En
las siguientes líneas, tratamos de esbozar lo que pretende ser una
clasificación para la figura humana levantina en Aragón, sencilla en
su forma y ordenación y circunscrita a un área bastante concreta, lo
que nos permitirá realizar observaciones de carácter local y/o regional que ya adelantamos en estudios anteriores (Utrilla, 2000, 2005;
Martínez-Bea, 2006). La posterior comparación con zonas más o
menos alejadas del territorio en el que centramos nuestro estudio se
hace necesaria para el establecimiento de áreas culturales afines y
abundar en el conocimiento acerca de los movimientos de los grupos humanos creadores del Arte Levantino, sus redes sociales, la
existencia de contactos e intercambios… todo lo cual podría ayudarnos a entender mejor a estas sociedades prehistóricas.
Consideramos que bajo el término de arte levantino se cobijan
manifestaciones pictóricas muy diferentes2, aunque parecen compartir
una base común: un estilo naturalista para las representaciones animales, apreciándose una tendencia también naturalista pero más estilizada para la figura humana. Esa menor carga naturalista de las representaciones humanas hace que la evolución y la transformación de
estas últimas resulte más manifiesta a lo largo del tiempo. Será precisamente esta particularidad la que aparece como más apropiada a la
hora de establecer criterios evolutivos dentro del ciclo levantino, si
2 Y lo es así hasta el punto de que en algunos casos se han definido como típicamente levantinos motivos que, en realidad, podrían corresponderse con representaciones de épocas plenamente históricas, lo que destaca la perduración ritual de
los abrigos decorados a lo largo del tiempo (Martínez-Bea, 2004).
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bien, como han destacado algunos autores, «su ciclo parece iniciarse
de forma diferente según los casos o áreas geográficas» (Blasco, 1980:
363). No pretendemos establecer una clasificación general para la
figura humana levantina, nos limitaremos a ofrecer una sistematización relativa a la realidad observada en el territorio aragonés, para el
que consideramos hasta cuatro variantes: arquetipo robusto, arquetipo estilizado y tipos lineal y filiforme, con la particularidad de que
algunas de estas categorías presentan subtipos y tipos mixtos.
2. Tipología
A. Arquetipo robusto
Englobamos en esta categoría tres subtipos. Dos de ellos afectan al
grosor de las piernas: el A1, el clásico Paquípodo, bien conocido en la
historiografía, y el A2 que denominamos Pseudopaquípodo y que parece una mala imitación del tipo anterior. El tercer subtipo, en cambio,
afecta a un engrosamiento del tórax o del abdomen: es el A3 , tipos
robustos con cuerpo prominente.
A1. El tipo paquípodo (tipo Garroso 37)
Este primer grupo equivaldría en las tipologías creadas para la
Valltorta/Maestrazgo al paquípodo de Obermaier y Wernert, a los
tipos proporcionados de Viñas (1975, 1982, 1988), y al horizonte
Centelles definido por los autores valencianos (Villaverde et alii,
2002: 181-182; Guillén y Martínez Valle 2004; Villaverde et alii,
2006; Domingo, 2006) definido como representaciones humanas de
componente naturalista, con piernas abultadas y cuerpo corto. Encajaría
también con el Grupo I de Galiana (1992), aunque no siempre la
cintura es estrecha en territorio aragonés (Vacada, Garroso).
En efecto, los rasgos estilísticos definidos en esencia por una desproporción en el tratamiento de determinadas partes del cuerpo, son
los que determinan la creación de esta categoría. Así pues, si bien el
ritmo de las dimensiones entre cuerpo y piernas se muestra equilibrado, la relación entre el volumen de las extremidades inferiores y
el resto del cuerpo aparece desnivelado. Se caracterizan por tanto
por tener unas piernas de tendencia naturalista en cuanto al detalle
y cuidado de sus formas, pero exagerado por su tamaño. Los muslos
y gemelos de representaciones como las del Garroso 373 o La Vacada
3 Adoptamos la numeración de las últimas versiones de los calcos de Beltrán
(2002) para Val del Charco, o de Beltrán y Royo para los abrigos de Albalate
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67 son muy voluminosos, hasta el punto que, dada la tendencia en
la representación del cuerpo corto en estas figuras, predomina un
aspecto achaparrado en las mismas. Pertenecerían al mismo grupo,
en este caso con la cintura estrecha, las figuras de Val del Charco
nº 3, 21 y 48-55 y 83 y Covacho Ahumado del Mortero nº 53, motivo que, como veremos más adelante, presenta una interesante superposición de tres tipos humanos diferentes.
El cuerpo suele ser corto con respecto a la longitud de las piernas,
y adopta una forma ligeramente triangular reduciendo su grosor desde
los hombros hasta convertirse en un abdomen de aspecto lineal
que apenas si sirve de transición a unas caderas muy anchas de las que
arranca el potente aparato locomotor. No obstante, encontramos alguna excepción, como la del abrigo del Garroso en Alacón, en la que, si
bien comparte la tendencia general al escaso desarrollo longitudinal
del tronco, éste cuenta un grosor similar en todo su desarrollo.
Las representaciones de las cabezas suelen adoptar una morfología globular, si bien en determinados casos se aprecia un cierto tratamiento de las mismas incorporando formas piriformes o simétricas que parecen indicar una perspectiva frontal, como ocurre con el
famoso arquero 37 del Garroso o el motivo 67 de La Vacada. En
otros ejemplos parecen responder a la figuración de melenas al viento sujetas con una diadema sobre las sienes, caso del arquero a la
carrera número 21 de Val del Charco (fig. 1).
Por lo general, este tipo humano se suele representar siguiendo un tratamiento de aspiración realista que llega al detallismo en la indicación de
los pies o en la articulación de los brazos, sin que en los casos referidos en
nuestra zona concreta de estudio se atestigüe la figuración de dedos o rasgos faciales, que sí aparecen en pinturas de otras zonas y/o tipos.
Debemos destacar que, al menos en el territorio aragonés, las figuras pertenecientes a este tipo no cuentan con una profusión ornamental desarrollada, aunque, como han destacado algunos autores
(1997), Alacón (1998 y 2000) y Alcaine (1996) o en el libro de síntesis del Parque
Cultural del río Martín (Beltrán, 2005); para el resto de los yacimientos se utilizan
las respectivas monografías. Así adoptamos la numeración de los calcos de Burillo,
Picazo y sus colaboradores para los abrigos de Obón: Hocino de Chornas (Burillo
y Picazo, 1981); Cerrao (Andreu et alii, 1982) o el Chopo (Picazo et alii, 20012002); y en Arenal de Fonseca (Burillo, Martín y Picazo, 1991); la de Piñón (1982)
o Collado (1990 y 1992) para el conjunto de Albarracín; la de Ripoll
(1961)(seguida en sus calcos por Martínez-Bea, 2006) para los abrigos de
Santolea; la de Utrilla y Villaverde (2004) para Barranco Hondo. En la provincia
de Huesca utilizamos la numeración de las monografías de Baldellou y su equipo
para los abrigos del Vero (Baldellou et alii, 1993 para Arpán; 1997 para La Raja),
a excepción de Muriecho, donde adoptamos la de la tesis de Calvo (1993) al no
aparecer numeradas las figuras en la monografía.
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Figura 1. Antropomorfos desproporcionados por hipertrofia de las piernas: 1. La
Vacada (según Martínez-Bea); 2. El Garroso (según Beltrán y Royo); 3. Covacho
Ahumado del Mortero (según Beltrán y Royo); 4 y 5. Val del Charco (según
Beltrán).
(Villaverde et alii, 2002: 181), es un rasgo que sí se constata en otras
zonas, con presencia de tocados de cuernos curvados hacia atrás
(Cavalls 49 y 58), motivos que, en Aragón, aparecen en otros tipos
humanos (por ejemplo, en el linear de Barranco de Gibert). En lo que
nos atañe directamente, los elementos de adorno se reducen, por lo
general, a la representación de abultamientos a la altura de las rodillas
que parecen reproducir las ataduras o jarreteras de unos calzones, y
tan sólo aparecen evidentes en las figuras ya reseñadas del Garroso 37,
Val del Charco y el motivo 67 de La Vacada. Serían, pues, figuras claramente vestidas, algo que será bien característico de este tipo humano. En todos los casos aparecen con las piernas abiertas en ángulos
que no bajan de los 100º, llegando a los 160º en el Garroso.
Resulta interesante el hecho de que las representaciones de este
tipo aparecidas en abrigos turolenses tengan una actitud dinámica4
4 Esta circunstancia adscribiría el tipo a la fase estilizada dinámica de Ripoll 1968,
aunque dentro de ella se acogerían también otros arqueros al vuelo que presentan
distinta tipología.
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a pesar de no participar, en apariencia, en ninguna actividad concreta, ni siquiera de caza (Utrilla, 2005: 356, nota 11). Simplemente,
como en Centelles, se desplazan. En este sentido cabe destacar la
total similitud de la figura 55 de Val del Charco con otras similares
de Centelles, al parecer figuras femeninas (Guillem y Martínez Valle,
2004) con pantalones anchos hasta la pantorrilla, como corresponde al atuendo de viaje que llevan a la espalda mochilas de fondo
plano, fardos y niños cubiertos por parasol5.
Asimismo, y en cuanto al armamento o equipo que portan las
figuras reseñadas, cabe mencionar que en la mayoría de los casos no
detentan ningún instrumento. Sólo portan un arco y un haz de flechas las figuras de Garroso 37, Val del Charco 3, 21 y Valleta del
Serradó (inédita). De éstas figuras tan sólo en la de Val del Charco se
aprecia la triple curvatura de un arco de ejecución muy fina y cuidada, mientras que en El Garroso tan sólo se conservan las emplumaduras lanceoladas de dos flechas.
En un caso aparece una posible representación de honda. Se
trata de dos finos trazos lineales, de apenas 1,5 mm de grosor, que
cuelgan del hombro izquierdo de la figura 21 de Val del Charco a lo
largo del cuerpo y a la altura de la tetilla (Beltrán, 2002: 93). Se trata
sin duda de un elemento particular y diferente para el que encontramos un paralelo en el motivo 68 del abrigo de La Vacada y que
interpretamos como una honda. No obstante, en la figura de la estación alcañizana no se aprecia la bolsa donde se alojaría el proyectil,
bien porque no se corresponda con un objeto afín o bien porque no
se haya conservado.
En cuanto a las dimensiones alcanzadas por las figuras clasificadas en este grupo, los guarismos en los que se mueven varían entre
los 5-6 cm de longitud de la figura 53 del Covacho Ahumado y los
21 cm del arquero de Val del Charco. En cuanto al gran arquero 6869 de Val del Charco, cuyas piernas alcanzarían un tamaño mayor de
50 cm, su mal estado de conservación no nos permite asegurar su
pertenencia a este grupo aunque el grosor de su pierna izquierda así
parece insinuarlo (véase la discusión sobre si se trata de un arquero
o una cabaña en Utrilla, 2005: 361 y 363).
5 En un artículo monográfico sobre la figura 55 de Val del Charco, Beltrán propone que se trata de un pastor que porta, no una presa muerta como mantuvo en
su versión anterior, sino una viva con la cabecita y el cuello erguidos. Se trataría
así de un crióforo que lleva al animal al servicio de una desconocida ceremonia que
podría incardinarse en la totalidad de la carrera al vuelo que tanto nos intriga (Beltrán,
2000: 74). En realidad, a la luz de las figuras de Centelles, creemos que se trata de
un niño, tal como hemos comentado en artículos anteriores (Utrilla, 2005: 361,
nota 14).
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En cuanto a la posición que este tipo ocupa en los abrigos hay
que señalar que es preeminente en Garroso 37, donde ocupa el centro de una hornacina enmarcada; en Vacada el motivo 67 lo hace en
el extremo derecho y en un plano inferior. Algo parecido ocurre
en el Covacho Ahumado en el que el motivo 53 se posiciona nuevamente en el extremo derecho. Por otra parte, el número 21 de Val del
Charco se muestra desplazado a la izquierda de la zona decorada
mientras que el conjunto de figuras que se desplazan (nº 48-55)
ocupa de nuevo la posición central del panel decorado.
La elección por la mejor posición en el friso para estas figuras se
explicaría por su posición estratigráfica bajo todas las demás, conformando el primer horizonte de representaciones humanas de la
zona, tal como atestigua el Covacho Ahumado del Mortero (la figura 53 bajo la 52 y 54) y Val del Charco (la figura 21 bajo la 20 y 24).
Volveremos más adelante sobre este tema.
Sin embargo, se trata de un tipo minoritario en cuanto al número de representaciones en el territorio aragonés, aspecto que llama
poderosamente la atención al constituir un bien nutrido grupo en
territorio castellonense (Villaverde y Martínez Valle, 2002).
En resumen, este primer horizonte de la figura humana en las
tierras turolenses resulta numéricamente escaso comparado con la
zona inmediatamente colindante por el Este, presentándose ésta
quizá como el área genésica para este tipo humano y de la que a
medida que avanzamos hacia el Oeste se va perdiendo. Su ausencia
en los núcleos del Vero o de Albarracín y en otras zonas del litoral
levantino lo convierte en un tipo exclusivo de la zona
Valltorta/Maestrazgo/Bajo Aragón, tal como señalaron en su
momento Alonso y Grimal (2001: 117) quienes lo clasifican en
su Concepto I de piernas con tendencia horizontal (fig. 2).
A2. Tipo pseudopaquípodo (tipo Garroso 4)
Correspondería al tipo Tolls de la clasificación de Domingo (2006),
que hemos definido como una mala imitación del tipo anterior. En
efecto, este tipo aparece en forma de figuras desmañadas, poco cuidadas, que conservan las proporciones correctas pero las piernas algo
menos abultadas que en el tipo anterior. Portan como él calzones o
jarreteras y presentan idéntica disposición de piernas abiertas en ángulo cercano a los 160º. Lo encontramos prácticamente en los mismos
abrigos donde se hallan representados los paquípodos, como en la
figura 4 del Garroso o en la figura 80 de Val del Charco, rastreándose
también en las figuras 27 y 86 del vecino abrigo de Los Chaparros.
Sin embargo, existen diferencias respecto al tipo anterior, como,
por ejemplo, una mayor profusión de adornos. Así Val del Charco 2
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Figura 2. Distribución de los tipos paquípodos, pseudopaquípodos y mixtos en
Aragón. Nótese su concentración en el Bajo Aragón/Maestrazgo (mapa de M.
Sebastián).
porta en su cabeza plumas o cuernos curvos (atendiendo al nuevo o
al viejo calco de Beltrán) mientras que las figuras 52 y 54 del mismo
abrigo presentan sobre su cabeza una especie de “sombrero de copa”
similar al del arquero estilizado de Las Olivanas. La figura 4 de
Garroso ofrece aparentes cintas en sus pantorrillas al estilo de las
presentes en las conocidas figuras de la Tía Mona acompañadas de
plumas o cuernos en su cabeza.
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En un análisis pormenorizado de los motivos que conforman la
carrera al vuelo del núcleo central de Val del Charco, se advierte que
no todas las figuras participan de los mismos patrones estéticos,
aunque se encuentran muy cercanas. Estamos plenamente de acuerdo con el profesor Beltrán cuando subraya que el aspecto de los
motivos 48, 49, 50 y 55 de la citada escena (paquípodos) se separan
de los cánones establecidos para el resto de figuraciones, ya que estas
cuatro son las de mayores dimensiones de la escena y les fueron aplicados diversos tratamientos diferenciadores. Así, por ejemplo, la
abertura de las piernas de estos arqueros no alcanzan los 180º como
sí se constata en el resto; además, los pantalones o zaragüelles culminan a la altura de la rodilla en dos picos bien marcados que no se
aprecian en el resto de forma tan evidente; y son las únicas representaciones en las que se superponen las piernas que, como apunta
Beltrán, dan idea del movimiento acompasado de los hombres
(Beltrán, 2002: 122). Asimismo, las piernas de estos cuatro arqueros
aparecen más gruesas que las del resto, aunque en ningún momento llegan a la desproporción observada en los tipos más robustos de
El Garroso o La Vacada.
Una nueva diferencia respecto al tipo paquípodo radica en que
todos los pseudopaquípodos, sin excepción, se presentan armados
con arcos y flechas bajo el modelo de arquero. Da la sensación de que
se trata de una imitación de los primeros que ha sido realizada en
época posterior y por tanto ha incorporado conceptos arraigados
en tipos posteriores (profusión de adornos, figuras armadas). Su ubicación alrededor de los tipos primeros (Val del Charco 42-54) o en la
periferia (a la izquierda del panel en Garroso 4 o Val del Charco 2) y
su posición estratigráfica sobre los tipos longilíneos (Garroso 4 sobre
el longilíneo Garroso 3) parecen confirmar esta datación más reciente del tipo (fig. 3).
A3. Tipo robusto con cuerpo prominente (tipo Chaparros 68)
Clasificamos en este grupo unas extrañas figuras procedentes del
abrigo de Los Chaparros (nº 68, 69, 70, 71, 72, 73 y 79) que presentan cuerpos prominentes en su tórax (figs. 70 y 79) o en su abdomen (68 y 72 principalmente), mientras que otras figuras de la
misma escena presentan dimensiones más ajustadas (69, 71 y 73).
Sus piernas, muy cortas y a veces atrofiadas, han sido dibujadas sin
el menor cuidado al igual que los brazos que portan arcos y flechas.
Las cabezas ostentan complicados peinados con cresta rematados en
lo alto por 5 apéndices, quizá plumas.
Estos personajes se manifiestan en dos escenas: la superior representa una lucha de guerreros que se disparan mutuamente sus fle172
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Figura 3. Figuras pseudopaquípodas procedentes de: 1. Garroso (según Beltrán y Royo); 2 Val del
Charco (según Beltrán); 3 y 4 Chaparros (según Beltrán y Royo).
chas (los grandes tipos 68 contra 79 auxiliados por los menores 69,
70 y 71); y la inferior, que se desmarca totalmente de la anterior, ya
que parece representar una captura del ciervo vivo, en la misma simbología lúdico-religiosa que la escena de Muriecho, tema sobre el
que ya hemos escrito con detalle en el homenaje a Altuna (Utrilla y
Martínez-Bea, 2005-2006). Así, la figura 72 agarra con su brazo derecho el cuerno del ciervo 74 al mismo tiempo que la 73 le sujeta por
su pata delantera.
Hemos buscado otros paralelos de personajes tripudos en el arte
levantino aragonés y sólo lo hemos encontrado en el mismo abrigo de
Los Chaparros, en la figura 83 que representa a una mujer embarazada en avanzado estado de gestación. Sin embargo, es evidente que su
tripa responde a un estado natural y cabría clasificarla mejor en el B3,
personajes estilizados de nalgas pronunciadas (es estilizada aunque
obviamente su cintura no puede ser estrecha) o incluso en un grupo
de tipos naturalistas. A este grupo naturalista de personajes con proporciones correctas y cuerpo no estilizado se adscribirían también el
negroide con fuerte prognatismo del Hocino de Chornas (nº 2) (prognatismo que también aparece claro en los tripudos de los Chaparros),
en el personaje 16 de Muriecho que porta una vara y la gran figura
yacente del Abrigo de los Arqueros Negros, abundante en carnes pero
que responde a un tipo totalmente real (fig. 4).
B. Arquetipo estilizado
Dentro de la agrupación que hemos denominado arquetípica, la
segunda categoría, por contraposición a la anterior, sería la de los
estilizados. Las figuras englobadas en este conjunto se caracterizan
por poseer una piernas bien modeladas pero no gruesas, por presentar cabezas de tipo globular o piriforme y un tronco en forma de
triángulo invertido con mayor o menor grado de alargamiento del
talle, pudiéndose observar así dos subcategorías básicas: los tipos
longilíneos (B1) tipo Chaparros o Civil y los extralongilíneos (B2)
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Figura 4. Personajes de cuerpo prominente de Los Chaparros (1 a 5) (según Beltrán y Royo) y figuras
más naturalistas de Hocino de Chornas (6) (según Burillo y Picazo), Muriecho (7) (según Baldellou
et alii) y Arqueros Negros (8) (según Herrero et alii).
tipo Chopo. Un tercer tipo que denominamos de nalgas pronunciadas
(B3) se caracterizaría por una mejor proporción entre cuerpo y extremidades y una postura estática, en perfil semitorcido, con brazo flexionado, una pierna adelantada y nalgas bien marcadas.
Resulta significativo que los definidos como motivos antropomorfos estilizados en sus tres variantes encuentren nuevamente su
mayor desarrollo en el Bajo Aragón (cuencas del Martín, Guadalope
y Matarraña). Fuera de esta zona sólo las figuras 13 y 14 del abrigo
de Muriecho en el río Vero (según la numeración de Calvo, 1993) y
algunas de las Olivanas (20, 21 y 38) en Albarracín se acercarían con
dudas al tipo estilizado.
B1. Tipo longilíneo (tipo Chaparros 28 o Civil)
Se corresponderían al tipo cestosómatico en terminología clásica de
Obermaier y Wernert o a las figuras que en otros estudios se han
definido como representaciones humanas de cuerpo estilizado y alargado
y piernas modeladas (Villaverde et alii, 2002: 182), grupo que se ha
denominado con razón horizonte Civil (Domingo, 2006) aunque se
constatan en otros abrigos, como en Cavalls II, Tolls del Puntal,
Rossegadors o Cova Remigia V. Son los tipos estilizados o desproporcionados de la terminología de Viñas (1992), en los que lo más
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característico es el alargamiento del abdomen adoptando la forma
leptosomática. Este autor propone subtipos (10, 11 y 12) según sea la
conformación de la cabeza (discoide), la cintura, más o menos estrecha, o las pantorrillas con mayor o menor volumen, así como por la
presencia de adornos.
Se trata de representaciones en las que se atiende a una estilización
máxima del cuerpo, alargándose sustancialmente aunque manteniendo la tendencia de triángulo invertido definida en otras categorías. El
abdomen adquiere una morfología totalmente lineal, como en algunas representaciones de Los Chaparros, uniéndose sin solución de
continuidad con unas caderas más anchas, aunque no desproporcionadas o exageradas, que encuentran desarrollo en unas piernas en las
que se diseña la forma muscular con una menor voluptuosidad que
en los casos anteriores, sobre todo en el de los arquetipos robustos. En
los ejemplos turolenses, presentan unas cabezas de tendencia globular, si bien en el abrigo de los Chaparros adoptan una forma piriforme, señalándose además las manos en algunas de las figuras.
Tal como ya se ha comentado, el tipo longilíneo se documenta
fundamentalmente en el valle del río Martín: así, en el abrigo de Los
Chaparros, en Albalate del Arzobispo, aparece en los tres arqueros
que marcan el paso con piernas entrecruzadas (26, 28 y 29); también en las figuras 38 y 396 y con dudas en la 23, muy perdida, perteneciente al mismo panel. Del mismo modo las figuras 99 y 100 del
panel de la zona VII se acoplarían a este tipo longilíneo, a pesar de
que no se hayan conservado sus piernas. En el caso de otras figuras
de su misma escena que sí las han conservado (los bailarines de las
figuras 97 y 98) presentan unas pantorrillas tan gruesas que acudimos a diferenciar un tipo mixto A/B ya que se trata de auténticos
paquípodos de largo talle.
Otro abrigo destacable dentro del conjunto del río Martín que
ofrece buenas figuras longilíneas es el del Garroso de Alacón, aguas
arriba de los Chaparros. La parte izquierda de su panel I presenta
una serie de ortodoxas figuras de cuerpo marcadamente triangular y
talle muy fino y alargado que adoptan una disposición estática que
se desarrolla en un eje horizontal. Se trata de las figuras 2, 3, 10 y 11
que presentan muy interesantes superposiciones (bajo figuras lineares como la 7 o pseudopaquípodas como la 4) que luego comentaremos. También la figura 69 del panel II o la 82 del panel 3 encajarían por lo conservado en el tipo longilíneo.
6 Aunque esta última encajaría también por su posición en el tipo de nalgas pronunciadas, dado además que presenta un menor desarrollo del talle. Lo mismo
ocurre con la figura 96.
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Otras figuras más dudosas por su mala conservación se encuentran en varios abrigos próximos de la zona de Alacón, como la nº 23
del abrigo de la Tía Mona o la nº 54 del Covacho Ahumado del
Mortero, figura de la superposición ya comentada que bien podría
pertenecer por su posición al grupo B3 de nalgas pronunciadas, algo
que nunca podremos confirmar ya que éstas no se han conservado.
Del mismo modo las figuras 9, 10 y 11 del Frontón de los Cápridos
presentan una conservación tan deficiente que no es posible atribuirlas con certeza a este tipo, al extralongilíneo o al linear alargado
que veremos más adelante.
Siguiendo río arriba el curso del Martín encontramos el conjunto de Obón y Alcaine. En éste el abrigo de la Cañada de Marco entrega figuras longilíneas muy perdidas, como la 42 y la 103, ambas sin
cabeza. En Obón el abrigo del Hocino de Chornas ofrece tipos longilíneos en las figuras 1 y 6 del calco de Burillo y Picazo.
En el curso alto del río Guadalope se rastrea el tipo longilíneo en
la figura 70 del abrigo de La Vacada de Castellote (según numeración
de Ripoll) y en el curso bajo en Val del Charco, en sus figuras 57 y
104, en este caso en forma de mujer, su famosa giganta. En
Albarracín las figuras 20 y 25 del calco de Piñón para las Olivanas
serían las más próximas a este estilo. En Muriecho las ya citadas 13
y 14 algo alejadas de la escena ceremonial de la captura del ciervo.
La diferenciación en la vestimenta permite establecer perfiles en
función del sexo. Así, la gran figura femenina de Val del Charco fue
representada con una larga falda que le media las pantorrillas, y bajo
la cual se aprecia el tratamiento muscular de las piernas. En el caso
de los hombres no se ven claros los calzones o pantalones, como
ocurría entre los paquípodos, pero sí presentan en ocasiones pequeñas protuberancias a modo de cintas en la rodilla. No obstante, no
contamos con otro medio de saber si se encuentran vestidos, ante la
ausencia de la representación manifiesta del sexo. Con todo, la escasez en la profusión de elementos de adorno o distintivos, como cintas o tocados, parece una constante en este tipo, aunque tampoco
aparece como primordial en la generalidad del ciclo levantino aragonés.
Por otra parte, resulta significativo que en todas las representaciones masculinas mejor conservadas aparezca figurado el arco y las
flechas como únicos instrumentos. Sin embargo, las figuras parecen
desarrollar una actividad pasiva, escasamente dinámica y ajena por
completo a la caza. Tanto es así que una de las figuras del Garroso,
con los brazos alzados sujeta el arco con la cuerda hacia fuera, inhabilitando por tanto su significado como arma.
En los conjuntos en los que atestiguamos la presencia de figuras
longilíneas no suelen aparecer concentraciones de un número tan
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La figura humana en el arte levantino aragonés
elevado de individuos como en el caso del Civil. Sólo las cinco figuras del Garroso que forman escena y las tres de los Chaparros se acercarían de lejos al modelo castellonense. Así, las tres figuraciones longilíneas (26, 28 y 29) de este último abrigo, en actitud dinámica
pausada marchando hacia la izquierda, se disponen yuxtapuestas
escenificando una marcha conjunta de los individuos en formación,
en una postura similar a la de los arqueros de la retaguardia que acuden a reunirse con los concentrados en la cueva del Civil.
Sin embargo, en el resto de estaciones es la individualidad lo que
prima. No obstante, ese aparente aislamiento parece buscar precisamente la singularidad de la figura acentuada por el tamaño de la
misma, que en este horizonte estilístico se podría definir de tamaño
medio-grande, de unos 20 cm, alcanzando en la singular representación femenina de Val del Charco los 50 cm de altura (fig. 5).
Este tipo de representaciones aparece como casi exclusiva del Bajo
Aragón si exceptuamos las figuras 13 y 14 de Muriecho. Las tenues diferencias, a pesar de las semejanzas convencionales, con respecto al abrigo del Civil o la figura del gran arquero de la cavidad V de Cueva
Remigia, nos hacen pensar que esta corriente estilística sería una versión menos delicada que la castellonense, apareciendo como un tipo
que sólo consigue arraigar en nuestra zona de estudio. La escasez de
ejemplos en este territorio nos invita a considerar la existencia de este
horizonte como un intento de escasa duración temporal o muy circunscrito a unos grupos humanos determinados y su territorio (fig. 6).
B2. Tipo extralongilíneo (tipo Chopo)
Esta variante tipológica de la figura humana no resulta arquetípica,
entendiendo el término como modelo o paradigma del ciclo levantino, siquiera de una zona concreta, ya que aparece tan escasa en
cuanto al número de representaciones y en su distribución geográfica que tal vez se debería calificar de excepción.
Si hemos decidido incorporarlos como una variante del arquetipo levantino estilizado en su variante longilínea es porque comporta
con éste una serie de convenciones estilísticas que los aproximan,
aunque como la propia denominación apunta, algunos de estos rasgos se exageran de forma que es posible establecer una nueva subcategoría. Con este tipo, la figura humana se deshumaniza, se hace
más etérea, casi sobrenatural, aunque puede compartir la misma
escena con los tipos longilíneos como ocurre con la figura 6 del
Garroso respecto a las figuras 2, 3 10 y 11.
El ejemplo más paradigmático de este grupo lo encontramos en
el recientemente descubierto abrigo de la Cueva del Chopo (Obón,
Teruel) (Picazo et alii, 2001-2002), en el que aparecen antropomorP. Utrilla • M. Martínez-Bea
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Figura 5. Representaciones de tipos humanos longilíneos: 1-3. Garroso (según Beltrán y Royo); 4. Tía
Mona (según Beltrán y Royo); 5 y 6. Val del Charco (según Beltrán); 7 y 8. Cañada de Marco (según
Beltrán y Royo); 9. Muriecho (según Baldellou et alii); 10. La Vacada (según Martínez-Bea); 11 y 12.
Los Chaparros (según Beltrán y Royo).
fos con un talle extraordinariamente alargado (algunos antropomorfos alcanzan más de un metro de longitud) y en el que es posible reconocer un ensanchamiento en la zona de los hombros que le
aporta la morfología triangular característica de los arquetipos levantinos. La disposición de los mismos resulta interesante, al aparecer
curvos e inclinados hacia delante.
Las cabezas tienen una tendencia globular, algunas con un tratamiento específico en las que se modela una media melena. Las pier178
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Figura 6. Mapa de distribución de las estaciones rupestres con representaciones
estilizadas (mapa de M. Sebastián).
nas, excesivamente cortas en comparación con el cuerpo, muestran el
volumen muscular marcando los gemelos y llegando a dibujar los
pies con una buena diferenciación de la zona talar y plantar. No se
mostró el mismo interés en la representación de los brazos, que aparecen como meros trazos lineales en proporción con la cabeza y las
piernas pero muy cortos comparados con el tronco. No obstante, son
figuras muy ortodoxas a pesar de la hipertrofia del tronco, más próximas incluso al tipo Civil que otras del grupo longilíneo anterior.
Las figuras humanas del Chopo aparecen en fila en una especie
de formación o desfile de guerreros desligándose de la tradición
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levantina en cuanto al tipo de instrumentos que manejan. Estos
antropomorfos portan en sus manos bumeranes de forma curva, en
grupos de dos o tres asidos por el vértice o bien uno solo cogido por
un extremo y en ademán de lanzarlo, adoptando una compostura
estática casi de majestad o exhibición. Se trata de un instrumento
cuantitativamente escaso en cuanto al número de representaciones e
inusual en el mundo del arte levantino, si bien, y a raíz del descubrimiento del citado abrigo, algunos objetos portados por figuras
levantinas (Olivanas, Fuente del Sabuco…) podrían interpretarse en
este sentido (Picazo y Martínez-Bea, 2005).
Pocos son los conjuntos aragoneses en los que aparezcan figuras
definibles como extralongilíneas. Existe otro caso singular en el abrigo de la Tía Mona donde se representó a un antropomorfo de cuerpo alargado y filiforme (fig. 10) con un desarrollo anormal de las
piernas, también muy alargadas, decoradas con multitud de cintas y
con una disposición poco realista en la flexión de las articulaciones.
En este caso es posible reconocer elementos decorativos en forma de
cintas colgantes de la cintura, que marcarían posiciones preeminentes o de status. La figura 11 del mismo abrigo presenta a su vez largas
piernas, en este caso con los dedos del pie bien marcados.
También podría ser extralongilínea la figura 6 del Garroso que
cuenta con un largísimo talle y gruesas piernas decoradas con cintas
aunque quizá cabría clasificarlo como un tipo mixto según veremos
más adelante. Con todo, parece formar parte de la misma escena de
las figuras longilíneas. En el caso de los personajes 9, 10 y 11 del
Frontón de los Cápridos, también en Alacón, la mala conservación
del pigmento impide mayor concreción.
Fuera del territorio aragonés, una tipología humana similar tan
sólo la hemos rastreado en el abrigo de Cavalls II, donde un arquero (motivo 42a) inclina su cuerpo exageradamente alargado, apoyado en unas piernas en este caso filiformes y carentes de todo detalle
anatómico (fig. 7).
Desde un punto de vista geográfico se trata de una variante o
grupo estilístico muy reducido, concentrándose en el curso medio del
río Martín (términos de Alacón y Obón). Tal vez se debería considerar
esta convención como un planteamiento de carácter local muy reducido, desde luego en el espacio y probablemente también en el tiempo, dada la escasa proyección, difusión o desarrollo de estas figuraciones. Algo parecido a lo que ocurriría con las representaciones
macrocefálicas en abrigos murcianos, en los que aparecen desproporcionadas las cabezas o tocados y no tanto el equilibrio cuerpo/extremidades que suele ser correcto, aunque en ocasiones algo estilizadas.
En cuanto a su posición estratigráfica respecto al resto de los
tipos no existe superposición respecto a otras representaciones
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Figura 7. Tipos humanos extralongilíneos: 1 a 3. Desfile de guerreros de la Cueva del Chopo (según
Picazo et alii); 4 y 5. Frontón de los Cápridos (según Calvo); 6. Tía Mona (según Calvo); Garroso 7.
(según Beltrán y Royo).
humanas. Sólo el arquero 11 de la Tía Mona, menos alargado que el
10, se superpone a éste pero es evidente que ambos forman parte de
la misma escena. En Centelles se citan representaciones humanas
cuya descripción encaja con las de la Tía Mona unas figuras de piernas
delgadas y largas, bastante desproporcionadas, provistas de adornos muy
visibles en forma de largas cintas que cuelgan de las pantorrillas. Éstas se
superponen a las dos variantes clásicas del tipo Centelles, es decir, el
tipo paquípodo de proporciones realistas y el estilizado de torso
más alargado, los cuales, por otra parte, son rigurosamente contemporáneos ya que se encuentran superpuestos o infrapuestos entre sí
(Villaverde, Guillem y Martínez, 2006: 185).
Sí existe superposición en el Chopo de las figuras extralongilíneas respecto a figuras animales de tipo naturalista. La figura humana nº 24 superpone su talle al cuerpo del gran toro nº 31, mientras
que la figura nº 23 armada de bumeran se halla infrapuesta al ciervo nº 30. Ambos, toro y ciervo, son naturalistas y sólo cabe señalar
que en este caso los toros son más antiguos que los ciervos, algo que
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ya conocemos en otros abrigos como la Vieja de Alpera, en la que los
toros fueron repintados como ciervos.
Los tipos mixtos A1/B1 y A1/B2
No ha resultado fácil encuadrar las figuras clásicas del Arte
Levantino aragonés en los tipos anteriores. Hay muchas de ellas que
participan de las características de los paquípodos en cuanto a que
presentan piernas muy gruesas pero, al mismo tiempo, ofrecen talles
longilíneos o extralongilíneos que las aproximan a los tipos B1 y B2.
En el primer caso se sitúan los bailarines de los Chaparros de Albalate
(figs. 97 y 98) o la figura 49 de la Vacada de Castellote. Ejemplo
mixto con tipos de talle extralongilíneo y piernas muy gruesas lo
encontramos en la figura 6 del Garroso y, en menor medida, en la
figura 4, grabada, del abrigo del Barranco Hondo de Castellote. En
ambos casos conviven con figuras estilizadas formando parte del
mismo panel e incluso de la misma escena, por lo que cabe asignarles idéntica cronología.
Un segundo modelo de tipos mixtos A1/B1 estaría representado
por una serie de figuras con piernas abiertas, algunas incluso al
vuelo, que participan de las cinturas delgadas y torsos triangulares
de los tipos longilíneos pero que ofrecen la posición característica de
los paquípodos, aunque sus piernas no lleguen al grosor de los
arquetipos de Garroso 37 o Vacada 67. Nos referimos a las figuras 2,
42-47, 51-54 de Valdelcharco, la 54 de Los Chaparros, las tres figuras al vuelo de Arenal de Fonseca en Ladruñán (nº 4, 5 y 6); a las dos
del Cerrao de Obón (nº 5 y 12), a la nº 14 de la Tía Mona de Alacón
o a la conocida figura central de Secans, hoy desaparecida. En todos
los casos no cabe duda de su semejanza con los dos arquetipos clásicos que combina, por lo cual le asignamos una similar cronología.
Además, su ubicación en el Bajo Aragón (valles del Martín,
Guadalope y Matarraña) coincide plenamente con el área de dispersión de los tipos clásicos. Este grupo encontraría su paralelo levantino más próximo en el Horizonte de Mas d’en Josep según la clasificación de Domingo (2006) o Villaverde et alii (2006) (fig. 8).
B3. Tipo estilizado con nalgas pronunciadas (tipo
Arquero del Pudial)
Un tercer tipo permite ser diferenciado en el grupo de las figuras estilizadas. Se trata de arqueros que aparecen en reposo o estáticos, en
pose casi mayestática. El término, que realmente se ajusta a la característica más distintiva de su anatomía, fue acuñado por Galiana,
Ribera y Torregrosa (1998) para el ejemplo alicantino de Les
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Figura 8. Tipos mixtos: 1. Los Chaparros (según Beltrán y Royo); 2. La Vacada (según Martínez-Bea);
3. Barranco Hondo (según Utrilla y Villaverde); 4. El Garroso (según Beltrán y Royo); 5 y 6. El Cerrao
(según Picazo); 7. Tía Mona (según Beltrán y Royo); 8. Arenal de Fonseca (según Burillo, Martín y
Picazo); 9. Los Chaparros (según Beltrán y Royo); 10. Secans (según Vallespí); 11 y 12. Valdelcharco
(según Beltrán).
Alcusses y no dudamos en adoptarlo porque explica bien los casos
aragoneses. Se trata de representaciones de arqueros caracterizadas
por contar con buenas proporciones en la relación cuerpo/extremidades, aunque ahora las piernas se muestran modeladas o ligeramente modeladas sin las exageraciones características del arquetipo
robusto. Asimismo, el tronco se presenta más sutilmente estilizado,
mientras que las caderas son anchas y fuertes, con nalgas pronunciadas bien marcadas que sirven para enlazar con un tórax que se
puede presentar rígido y vertical (caso del Arquero, Chaparros 13 o
Barranco Hondo 5) o bien flexionado hacia delante (caso del motivo 3 de este último abrigo). La posición es estática, apoyados por lo
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general en una pierna y con la otra levemente doblada por la rodilla
en una postura de reposo.
El tratamiento de los brazos aparece como secundario con respecto al más delicado y voluminoso de las piernas, de manera que
suelen reducirse a meras formas lineares sin apenas modelado anatómico. La posición característica se presenta con un brazo doblado
por el codo y otro hacia delante pudiendo sujetar el arco y las flechas
el primero (caso del Arquero del Pudial de Ladruñán) o el segundo
(caso de Chaparros 13 o Gascons). En algunos casos arcos y flechas
se levantan hasta la zona de las cabezas, como en el yacimiento alicantino de Les Alcusses o en la figura 5 de Barranco Hondo.
La cabeza puede ser globular o piriforme simétrica, y en determinados casos se detallan algunos tratamientos específicos para el cabello, como la larga melena al viento del motivo 26 de la Tía Mona.
Pertenecerían al tipo estilizado con nalgas pronunciadas las
siguientes figuras: la 2 del abrigo del Arquero del Pudial; su copia,
casi clónica, de Chaparros 13 (consideramos la primera como prototipo por su antigüedad historiográfica, a pesar de que se conserva
mucho mejor la segunda); la nº 26 de la Tía Mona en Alacón; la
nº 25 del Cerrao de Obón; la 1 y 2 del Barranco dels Gascons7 en
Cretas (hoy desaparecida); las dos de la izquierda del abrigo de
Secans (según el calco de Pérez Temprado, ya que las figuras han desaparecido); y la 3 y 5 del Barranco Hondo de Castellote. En la zona
de Albarracín es de nuevo el abrigo de las Olivanas el que presenta las
figuras que se acercarían más al tipo propuesto: la nº 21 (que también se aproxima al tipo longilíneo) y quizá la nº 38, el famoso
arquero con sombrero de copa que acude a cobrar su presa abatida
que encaja bien, por otra parte, con modelos más naturalistas.
En conjunto, señalaremos, en lo que respecta al territorio aragonés, la fuerte presencia de este tipo de nuevo en los tres valles del
Bajo Aragón (Martín, Guadalope y Matarraña), una presencia casi
exclusiva ya que los ejemplos de las Olivanas no son muy característicos. No obstante, el tipo podemos verlo más al Sur, en el abrigo
de Torrudanes, en Cova Mansano o en les Alcuses, lugar en el que se
definió el tipo como tal. Destacamos también la preferencia por el
modelo del arquero, el cual ostenta orgulloso sus arcos y flechas en
una especie de exhibición como guerrero o cazador.
En cuanto a las dimensiones de las figuras de este grupo debemos destacar que, al igual que ocurría con las de los arquetipos
7 No cabe duda de que la figura dels Gascons merecería por su antigüedad ser el
tipo epónimo. Sin embargo, el hecho de que no conozcamos más calco que una
difusa copia a mano alzada de Breuil y Cabré y de que no se conserve en la actualidad nos lleva a relegarla a favor del Arquero del Pudial.
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robustos, son los tamaños medios los que predominan, en un abanico que va de los 6 a algo más de 20 cm, si bien las figuras que
alcanzan estos últimos valores son escasas.
En cuanto a las superposiciones de este tipo sobre otros estilos
poco puede anotarse. Únicamente la mayor antigüedad de la figura
de El Cerrao 25, en el centro de la hornacina, respecto a los tipos filiformes que ocupan los bordes salientes de la misma y que parecen
disparar sus flechas a la figura central en una escena acumulativa de
ajusticiamiento tal como señaló con agudeza A. Sebastián (19861987) (fig. 9).
Vistos en conjunto, los tres tipos estilizados (longilíneos, extralongilíneos y de nalgas pronunciadas) presentan unos rasgos comunes
que los diferencian del arquetipo robusto: el más evidente es la aparente ausencia de calzones, tan típicos del grupo anterior, y, al
mismo tiempo, la existencia de picos o cintas colgantes a la altura de
la rodilla que podrían corresponder a las ataduras que ajustaran las
grebas de cuero que protegerían las piernas de las plantas espinosas
del entorno. Por otra parte, no debemos olvidar la relevancia que sin
duda las piernas debieron tener para el artista levantino dado el delicado tratamiento profesado en la realización de las extremidades
inferiores.
No obstante, no podemos afirmar que los individuos estilizados
vayan realmente desnudos ya que la representación del sexo o estuche fálico suele ser muy minoritario en este tipo de representaciones
(casos del Hocino de Chornas y Tía Mona).
Cuestión diferente es el tratamiento del movimiento en los individuos de un arquetipo robusto o estilizado. Tradicionalmente se ha
dado como elemento diferenciador de estáticos y dinámicos (Ripoll,
1968; Beltrán, 1968) pero los tipos mixtos nos están indicando que
existen personajes tranquilos con piernas muy gruesas (Chaparros
97; Barranco Hondo 4) y que aparecen incluso sentados (Garroso
6), mientras que otros tipos estilizados, longilíneos en su talle y con
piernas de complexión normal, andan a la carrera con un ángulo de
entre 135º y 180º (El Cerrao 5 y 12; los tres arqueros de Arenal
de Fonseca, Tía Mona 14, o el conjunto inédito de la Valleta del
Serradó en Beceite8) o andan a paso ligero con piernas bien abiertas
(Secans, Vacada 70). Y de nuevo encontraremos personajes al vuelo
en el estilo linear que trataremos a continuación. Por ello, las posibles diferencias observables entre las representaciones de tendencia
8 El estudio de esta nueva estación rupestre se debe a J. I. Royo, quien lo publica
en BELTRÁN, A. y RODANÉS, J. M. (eds.): Arte rupestre en Aragón, de inminente
publicación.
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Figura 9. Tipos estilizados con nalgas pronunciadas: 1. El Arquero del Pudial (según Calvo); 2. Los
Chaparros (según Beltrán y Royo); 3. La Vacada (según Martínez-Bea); 4. la Tía Mona (según Beltrán
y Royo); 5 y 6. Barranco Hondo (según Utrilla y Villaverde); 7. Els Gascons, (según Breuil y Cabré); 8.
Secans (según Pérez Temprado); 9. El Cerrao (según Picazo); 10. Las Olivanas (según Collado).
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estática o de movimiento sereno y aquellas otras de un dinamismo
exacerbado se podrían deber tan sólo a la distinta temática o actitud
de las figuras, si bien tal vez no resultaría desatinado considerar la
existencia de dos subtipos dentro de cada categoría: estático y dinámico.
C. Tipo linear (tipo Muriecho)
Empleamos este término en el sentido en el que lo hacen otros
investigadores que definen a estas figuras como representaciones
humanas de componente naturalista bastante proporcionado y trazo de tendencia lineal (Villaverde et alii, 2002: 184), si bien convenimos en
que no sólo estarían compuestas por trazos simples, sino que presentan ciertos atisbos de realismo mediante el uso de volúmenes,
rasgos faciales, tocados, adornos, proporciones correctas...
Consideramos interesante diferenciar entre este tipo linear y el tipo
filiforme, que definiremos con posterioridad, y que creemos no deberían ser considerados sinónimos o equivalentes, ya que aunque este
último lleva implícito el uso casi exclusivo del trazo linear, encontramos en su morfología una mayor tendencia al esquematismo.
Una de las principales características de este tipo de representaciones humanas es, dentro de un módulo de figuras siempre alargadas, la vuelta a una proporción correcta de las diferentes partes del
cuerpo, lo cual no es óbice para que los rasgos estilísticos de las mismas resulten menos trabajados que los constatados en otros tipos.
No obstante, tampoco faltan en estos motivos los volúmenes moderados en el cuerpo y las piernas, marcando en determinados casos el
muslo y el gemelo. En ocasiones, la pretensión de caracterizar a estas
figuras como individuos concretos les hace aparecer con rasgos faciales en los que se reconocen la nariz y la boca, como parece desprenderse de la figura 52 del Covacho Ahumado del Mortero.
Un elemento diferenciador de primer orden sería el que un número
importante de figuraciones lineares prescinde del uso de vestimentas,
representando el sexo masculino. Dicha tendencia, raramente observable
en los modelos precedentes, se configura ahora con la realización de
pequeños trazos lineares o ligeros abultamientos que denotan el sexo del
individuo. Resultan evidentes los ejemplos del Friso Abierto del Pudial.
En casi todos los casos portan arcos de doble curva, aunque
resulta destacable que en este tipo el uso del arco como arma para
actividades bélicas o de ajusticiamiento, constatadas en la siguiente
categoría, no termina de fijarse. La validez del arco como instrumento esencialmente distintivo continuaría vigente de tal modo que
esa temática de arqueros en movimiento sin actividad conocida
todavía continúa. No obstante, ya aparecen representaciones en las
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que se evidencia el uso del arco como arma para actividades cinegéticas, tal y como apreciamos en la famosa escena de caza del jabalí
de Los Chaparros (fig. 10).
En cuanto a la distribución geográfica de los tipos lineares en el
arte aragonés podemos avanzar que por vez primera rebasa la zona
clásica del Martín y Guadalope, aunque se observa de nuevo una
fuerte concentración en esta zona clásica del Bajo Aragón. Así,
encontramos figuras lineares a lo largo del río Martín en Los
Chaparros de Albalate (nº 19, 20, 23, 75, 88), en Alacón en casi
todos los abrigos como el Garroso (figura nº 7, que presenta una
interesante superposición) y en las curiosas figuras negras, algunas
con discos en sus manos (nº 18/19, 21, 23, 24, 25). También en el
abrigo del Covacho Ahumado del Cerro Felío (3, 5, 16 y 19), en
el Frontón de los Cápridos (9, 10, 11, 117, 18 y 19), en el Covacho
Ahumado del Mortero (12, 18, 20, 26, 41 y 52, esta última también
en superposición), en el abrigo de los Trepadores (9, 10, 11, 21, 34,
36, 40, 41) en los Arqueros Negros (1, 29, 30 y 36). En el río
Guadalope los tipos lineares aparecen en Alcañiz en Val del Charco
(20, 24, 27, 29, 100, 101, 102, 103) estando los dos primeros en
superposición a otros tipos; en Castellote en la Vacada (60) y
en Ladruñán en el abrigo del Arquero (5) en una curiosa escena de
acecho a una cabra y como tipo único en el Friso Abierto del Pudial
(4, 7 y 8). Como dato de interés señalaremos que los tipos lineares
están ausentes en el Matarraña.
Fuera del Bajo Aragón los tipos lineares están bien presentes en
la comarca de Albarracín. Así, los vemos en todas las figuras humanas de las Cabras Blancas o en los Callejones Cerrados (2, 9 y 10)
con la famosa figura del arquero que repta por el suelo y que parece
estar tocado con la corona del faraón del Alto Egipto. También en
Mosqueruela en las figuras 1 y 17 del Barranco de Gibert, aunque
éstas en el límite con los tipos filiformes.
En la provincia de Huesca las figuras de tipo linear son casi las únicas existentes en el Arte Levantino, si exceptuamos las dos longilíneas
citadas en Muriecho. Las vemos en el único personaje del abrigo de la
Raja (1); en la fig. 2 del sector D de Arpán disparando un arco y con
sus flechas apiladas detrás o en la fig. 3 del sector 1, zona A, a modo
de posible recolector de miel rodeado de abejas y subiendo por una
escalera. Pero es con las 38 figuras humanas de la escena ceremonial
de captura del ciervo vivo en Muriecho cuando el tipo linear alcanza
su máxima representación. Aparecen aquí bajo dos módulos: uno de
figuras de corta estatura y tórax naturalista que son las que se aproximan más al ciervo y que parecen protagonizar la escena ya que portan
los lazos, las varas, los arcos o le agarran directamente (nº 16, 41, 42,
45, 47, 51 y 56, la mayoría en la sección C) y un segundo módulo muy
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Figura 10. Algunos tipos humanos lineares: 1 y 2. Friso Abierto (según Calvo); 3-6. Val del Charco
(según Beltrán); 7 y 8. Chaparros (según Beltrán y Royo); 9. Covacho Ahumado del Cerro Felío (según
Beltrán y Royo); 10. Covacho Ahumado del Mortero (según Beltrán y Royo); 11 y 12. El Garroso (según
Beltrán y Royo); 13. Callejones Cerrados (según Collado); 14 y 15. Arpán (según Baldellou et alii) 16.
La Raja (según Baldellou et alii); 17. Muriecho (según Baldellou et alii).
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alargado (resto de las figuras) que se agrupan en dos secciones: A (quizás espectadores que jalean o aplauden conjuntamente la escena lúdica) y B (quizá músicos o danzantes que con un movimiento más desordenado parecen participar en la ceremonia). Sobre el tema de la captura del ciervo vivo y el paralelo temático y estilístico de este abrigo
con las pinturas murales de Çatal Hüyük véase Utrilla y Martínez-Bea
(2005-2006) (fig. 11).
En resumen, los tipos lineares son los más abundantes en el arte
rupestre aragonés, los más extendidos por todo el territorio y los que
presentan mayores concentraciones de individuos. Además se observa que en el Bajo Aragón estas figuraciones suelen aparecer en estaciones decoradas con representaciones de fases anteriores. A patrones similares responden en ocasiones figuraciones de arqueros a la
carrera o al vuelo de tamaño más pequeño que los que definen los
arquetipos robustos o estilizados, y en los que además es posible
observar una cierta relajación en el tratamiento delicado de la figura, disminuyendo notablemente el volumen de las extremidades y
corrigiendo las proporciones corporales. Nos encontramos pues
ante verdaderas imitaciones de modelos preexistentes de los que
toman actitudes o convenciones (piernas abiertas en 180º, disposición oblicua en algún caso), rasgos estilísticos básicos y detalles
(representación de jarreteras), si bien su tamaño es inferior al de los
modelos imitados.
Desde el punto de vista cronológico todas las superposiciones nos
indican una cronología más reciente para este tipo respecto a los precedentes. Señalaremos tres, muy claras, en el Bajo Aragón (fig. 12):
1) Las del Covacho Ahumado del Mortero, en especial de los
motivos 52, 53 y 54, donde un paquípodo (53) se halla por debajo de
un estilizado con peinado piriforme (54) y éste bajo un linear (52)
armado con arco y flechas. Menos claras por su mal estado de conservación son las figuras 37 (linear) superpuesta a la 38 (longilínea).
2) Las de Val del Charco, donde la figura 20 (linear alargada
similar a los tipos oscenses) se superpone a la figura 21 (arquero al
vuelo paquípodo), al mismo tiempo que la nº 23 (flechas apiladas
vinculadas al arquero 24, también linear) se superpone también al
brazo del citado personaje del motivo 21 (Beltrán, 2002: 92 y 96;
Utrilla, 2005: 368).
3) Las de la zona izquierda del panel I del abrigo del Garroso
donde aparecen por debajo las figuras estilizadas longilíneas y en
éstas las rojas bajo la negra (arco y flechas del longilíneo rojo 2 bajo
el cuerpo del longilíneo negro 3). A su vez la figura 7, linear, superpone su arco sobre las flechas del longilíneo 2, al mismo tiempo que
el pseudopaquípodo 4 lo hace sobre el longilíneo 3 y el filiforme 9
lo hace sobre el longilíneo 2.
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Figura 11. Distribución de los tipos lineares en el arte rupestre aragonés (mapa de
M. Sebastián).
Por tanto, podemos considerar la cronología más reciente de
este tipo humano con respecto a los anteriores analizados, y aunque
los rasgos estilísticos difieran sensiblemente de los observados en los
demás casos se parece advertir una cierta continuidad no sólo en
los espacios decorados, sino también en la temática y convenciones
empleadas, lo que las podría presentar, tal vez, como el resultado de
un continuo proceso evolutivo a partir de las representaciones precedentes. Esta tendencia, parece romperse en el siguiente nivel estiP. Utrilla • M. Martínez-Bea
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Figura 12. Superposición de figuras lineares: a. Covacho Ahumado del Mortero; b. Val del Charco;
c. El Garroso (calcos de Beltrán y Royo).
lístico, el filiforme, en el que se plasmarían conceptos totalmente ajenos al mundo que hemos venido definiendo.
D. Tipo filiforme (tipo Cerrao)
Definido inicialmente como nematomorfo por Obermaier y Wernert
(1919), encontraría más tarde la aplicación del término de hombres
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mosquito por parte de Hernández-Pacheco (1924), sin que hayan faltado las denominaciones de técnica linear y estilización extrema
(Beltrán, 1993: 56), el de linear (Utrilla, 2005) o el de representaciones humanas de trazo linear y cuerpo estilizado y desproporcionado
(Villaverde et alii, 2002: 184). La relativa abundancia de terminología surgida para tratar de definir este sencillo, en teoría, horizonte
figurativo, nos da idea de la dificultad de encontrar términos aceptables para la descripción estrictamente terminológica de las variantes artísticas.
A pesar de lo comentado, este horizonte artístico encuentra su
definición a partir de la técnica y de una serie de cambios temáticos
y conceptuales que aparecen con él. Así, en cuanto al modo de realización de las figuras se aprecia el uso del trazo simple y muy fino,
casi definible como caligráfico, de forma exclusiva, con muy pocas
concesiones al detalle anatómico que queda reducido a la señalización de la cabeza con una sencilla forma globular, si bien la morfología de la misma puede variar ligeramente según los casos, aunque
también se suelen representar los pies con un simple trazo y, en ocasiones, hasta la cuerda de los arcos (motivo 60 de La Vacada). La técnica empleada es la que determina el alto grado de simplificación de
la figura, que reduce los detalles al mínimo sin apenas elementos
decorativos, ornamentales o de índole individualizadora.
Sin embargo, y a pesar de la sencillez de sus líneas, disfrutan de
una gran vitalidad y dinamismo, a la que ayuda el uso maestro de la
línea curva en algunos casos, haciendo que el cuerpo y las extremidades adquieran una flexibilidad en la que parece capturarse el
movimiento. Buena muestra de ello son los ejemplos aragoneses del
abrigo del Cerrao, los Arqueros Negros, Prado del Navazo o el castellonense de la Galería del Roure.
La tendencia observada a lo largo de toda la secuencia que venimos exponiendo acerca de la progresiva reducción de las dimensiones de las figuras encuentra perfecta continuidad en el tipo que nos
ocupa. Sin duda, la técnica empleada, el trazo simple y delgado,
determina las propias dimensiones de lo figurado, con la finalidad
de que la representación no se diluya o desaparezca en el panel. La
confección de estas pinturas mediante la técnica apuntada, a veces
con trazos de poco más de 1 mm, y con dimensiones grandes haría
que el reconocimiento de las mismas, así como su propia visualización a cierta distancia del friso, se viera muy reducida. Son por ello
comunes las figuras de poco más de 5 cm de media que, en cierta
forma, equilibran las proporciones del motivo con las derivadas de
la técnica empleada.
Es con la llegada de este horizonte artístico cuando observamos
un cambio radical y significativo en cuanto a la temática y disposiP. Utrilla • M. Martínez-Bea
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ción de las figuras con respecto a todo lo anterior. La ruptura estilística intuida en determinados ciclos anteriormente tratados se remarca en este momento, viéndose reforzada además por un giro radical
en la plasmación de determinadas temáticas y por la técnica de ejecución. Así, se aprecia un aumento en la temática o acción violenta
que se plasma en la representación de escenas de caza en las que los
arqueros sí aparecen tensando y disparando sus arcos, como en el
abrigo de los Toros del Prado del Navazo, algo que aparece casi
como anecdótico en fases precedentes. En la misma línea se constata como temática nueva las escenas de ajusticiamiento.
Hasta este momento, en general, los distintos horizontes decorativos respetaban las figuraciones precedentes yuxtaponiéndose a
las mismas, ocupando espacios vacíos o insertándose en las escenas
y participando en las mismas. Ahora, en cambio, los arqueros filiformes se disponen de manera que, formando verdaderas escenas acumulativas, llevan a perder el significado original de las figuras precedentes, probablemente porque los pintores del filiforme ya no tienen
ningún tipo de relación con los anteriores.
Así, en el abrigo de El Cerrao ocho arqueros filiformes rodean la
figura mucho más grande de un arquero levantino estilizado, a
la vez que tensan sus arcos y disparan sus flechas contra este último.
Algo similar encontramos en el abrigo de los Arqueros Negros,
donde una agrupación de arqueros filiformes disparan a una figura
humana de mayores dimensiones y apariencia naturalista. Los liliputienses filiformes han encontrado así a su Gulliver.
La belicosidad apreciable en estos conjuntos se reafirma con
escenas de lucha o guerra, netas en el castellonense abrigo del Roure,
donde tal vez podría inferirse un mundo de relaciones sociales más
inestable. En este sentido, los desfiles, paradas militares o escenas de
ejecución compuestos por falanges de arqueros resultan significativos. Aparecen claras en el abrigo de los Trepadores, pero también en
otros conjuntos como en Cueva Remigia (cavidad V) o El Cingle de
Gasulla, en Castellón (fig. 13).
La amplia variedad formal o gestual adoptada por los representantes de esta categoría se aprecia también en la falta de una tendencia más o menos característica en la disposición de las figuraciones. El tratamiento de los movimientos alcanza un nuevo significado con la aparición de novedosas formas de representar la flexibilidad de las articulaciones. Los cuerpos se encogen y doblan sobre sí
mismos, mientras que las piernas reciben un tratamiento diferencial
que abunda en la sensación de movilidad y ligereza de los antropomorfos subrayando la articulación de la rodilla y redondeando las
formas con un trazo linear continuo. Encontramos representaciones
filiformes con la convención de piernas abiertas en 180º y plano
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oblicuo, pero también otras en las que tan sólo se indica una tranquila marcha siguiendo un eje horizontal. Un aspecto propio de este
ciclo artístico es el aumento de la repartición circular y agrupada de
las figuras en la configuración de la escena, tal como ocurre en los
abrigos aragoneses del Prado del Navazo, El Cerrao o los Trepadores
o el castellonense de El Roure.
Los motivos contenidos en esta categoría aparecen bien representados en un número relativamente amplio de conjuntos del Bajo
Aragón. Así en el río Martín encontramos muy buenos ejemplos en
el término de Alacón: en Los Trepadores, con la escena de desfile
(motivo 7) o la lucha circular de arqueros (motivos 12 a 25); en el
Covacho Ahumado del Mortero (motivos 7, 8, 9, 27 y 28); en
el Frontón de los Cápridos (12, 13, 20, 24 y 25); en el Garroso (8 y
9); en Arqueros Negros, en el que aparecen disparando a una figura
humana yacente muy naturalista (3, 4, 7-16, 24, 25, 28, 32, 35, 39,
41). También en término de Albalate se rastrea en el motivo 91 de
Los Chaparros y sobre todo en Obón en la famosa escena de ajusticiamiento de El Cerrao (motivos 8-10 y 16-23). En el Guadalope se
registra en Val del Charco (motivos 7, 8, 18, 31, 63, 71, 74, 78, 95,
97) y con dudas 100, 102 y 103, figuras que, a pesar de ser mínimas
de tamaño como las filiformes, presentan un cierto modelado de las
piernas que nos ha llevado a clasificarlas entre las lineares, al igual
Figura 13. Tipos filiformes añadidos a conjuntos previamente decorados: 1-6. El Cerrao (según
Picazo); 7-12. Arqueros Negros (según Herrero et alii) 13 y 14. Val del Charco (según Beltrán); 15 y
16. Frontón de los Cápridos (según Beltrán y Royo); 17. Trepadores (según Beltrán y Royo); 18.
Covacho Ahumado del Mortero (según Beltrán y Royo).
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que ocurre con la figura 60 de La Vacada o las representadas en el
Barranco de Gibert en Mosqueruela.
En la zona de Albarracín aparece en la escena acumulativa del
abrigo del Prado del Navazo (12-16) en la que arqueritos filiformes
parecen disparar a los grandes toros y en la figura 21 del abrigo del
Medio Caballo. Por otra parte, esta fase se constata ampliamente en
diversos conjuntos del Maestrazgo/Valltorta castellonense, zona geográfica y culturalmente vecina, así en el motivo 50a de Cavalls; los ya
citados de la Galería del Roure; los del Cingle de la Mola Remiga; Les
Dogues, en su escena de lucha; o El Cingle de Gasulla entre los más
significativos. En resumen, la distribución de los tipos filiformes se
concentra de nuevo en la provincia del Bajo Aragón/Maestrazgo, con
algunos ejemplos aislados en la zona de Albarracín (fig. 14).
Señalemos por último que, desde el punto de vista cronológico,
los tipos filiformes se superponen a los estilos anteriores, tal como
se observa en la figura 9 de Garroso que corta la figura humana longilínea 2; o la 31 de Val del Charco sobre un toro naturalista (30), al
igual que la 71 y 74 que se superponen al ciervo 72. Del mismo
modo la escena acumulativa del Cerrao hace presuponer que la figura humana estilizada estaba primero en el centro de la hornacina y
luego ha sido ajusticiada; al igual que la figura yacente naturalista
del abrigo de los Arqueros Negros.
3. Conclusiones
Tanto en el Arte Levantino como en su propia distribución geográfica se aprecia una evolución interna en función de las zonas y sus
diferentes desarrollos culturales, por lo que, como ha señalado
Hernández, se deberían tener en cuenta el papel jugado por los sustratos en cada región que determinan la aparición de determinados
convencionalismos tanto estilísticos como temáticos (Hernández,
1992: 442). El estilo evoluciona según sus principios de dinámica
interna.
Teniendo siempre presente la subjetividad inherente al propio
observador y la validez local o regional de la propuesta, podríamos
argumentar que las variantes estilísticas humanas se reducen a un
número relativamente escueto de tipos, considerando en todo
momento la posibilidad de que determinadas diferencias podrían
estar en función de la habilidad del artista, naturaleza del instrumento empleado en la elaboración, características del pigmento
empleado (carga de colorante y aglutinante que determinará la textura de la pintura), etc... en un arte en el que parece contar más la
actitud y el movimiento que la identificación individualizadora de
los tipos.
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Figura 14. Distribución de los tipos filiformes (mapa de M. Sebastián).
Así, el primer horizonte, representado únicamente en el Bajo
Aragón, parece corresponderse con el clásico paquípodo, caracterizado por la representación masiva de sus extremidades inferiores exagerando las proporciones parciales de los individuos. La temática
propia de este grupo no parece entroncar con la cinegética, y a pesar
de que en algunos casos se constata la presencia de arqueros, suelen
representarse sin vínculos aparentes con otras figuraciones, es decir,
están aislados, aun dentro de abrigos con otras representaciones.
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La secuencia estaría seguida por los individuos definidos como
Arquetipos Levantinos Estilizados en sus tres variantes (longilíneo,
extralongilíneo y tipo arquero). Nuevamente, la temática de estos
conjuntos parece no relacionarse con el mundo venatorio y responder más a patrones sociales de exhibición no identificables. La consideración de esta fase como más reciente que la anterior sólo presenta en Aragón una endeble base estratigráfica, la del Covacho
Ahumado en la que aparece sobre el robusto y bajo el linear, sin que
parezca que exista un gran lapso de tiempo entre paquípodos y longilíneos ya que llegan a dar, como hemos visto, algunos tipos mixtos.
De lo que no cabe duda es de que las últimas fases están dominadas por el tipo linear y el filiforme, que se añaden a escenas precedentes formando las suyas propias o bien participando de las anteriores, no resultando extraños los casos de superposiciones, como el
citado del Covacho Ahumado del Mortero o la del panel izquierdo
del Garroso en el que tanto el linear como el pseudopaquípodo (tipo
Tolls) se superponen al longilíneo. La temática, más relacionada con
la caza en el tipo linear que en los anteriores, y con las luchas entre
grupos humanos o escenas de ejecución en el filiforme, varía sustancialmente con respecto a las del resto de horizontes, tal vez reflejando un aumento de la conflictividad social por cuestiones territoriales difícil de explicar (Villaverde y Martínez Valle, 2002: 194). En
resumen, parece razonable establecer dos grandes apartados o grupos tipológicos. Un primero y antiguo integrado por los robustos,
estilizados y mixtos; y un segundo, más reciente, que integraría las
representaciones lineares y filiformes.
Desde un punto de vista de su distribución geográfico-cronológica señalaremos lo siguiente:
1) En el Alto Aragón la rapidez y el éxito de la implantación neolítica dio poco margen de tiempo para la evolución del Arte
Levantino, en tanto que la difusión retardada y débil del auténtico
neolítico en el Bajo Aragón habría permitido la evolución durante
mucho más tiempo de los cánones figurativos levantinos9. El hecho
de que estén ausentes los repintados levantinos en Huesca mientras
que son frecuentes en Teruel apoyaría esta vigencia más corta del
9 En efecto, se observa un desfase de 500 ó 600 años en la implantación del
Neolítico entre ambos territorios. Por el contrario, en el Alto Aragón el
Epipaleolítico geométrico es muy tardío y muy corto y además de débil implantación. Sólo median 200 años entre el Epipaleolítico geométrico del nivel II de
Forcas y las primeras cerámicas del mismo yacimiento. En el Bajo Aragón en cambio hay un lapso de tiempo de 1600 años entre el Epipaleolítico geométrico más
antiguo (Arenal) y las primeras cerámicas (Pontet) (Utrilla et alii, 1998; Utrilla,
2002; Utrilla y Martínez-Bea, 2006).
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Arte Levantino en la primera provincia (Baldellou y Utrilla, 1999;
Utrilla, 2005; Utrilla y Martínez-Bea, 2006).
2) Si vinculamos estas fechas a los tipos humanos del Arte
Levantino que aparecen en ambos territorios observaremos que en el
Alto Aragón no se documentan ni el paquípodo a la carrera (tipo
Garroso) ni los tipos longilíneos (salvo quizá los dos incompletos de
Muriecho) ni extralongilíneos (tipo el Chopo) ni estilizados de tipo
arquero, existiendo prácticamente un único tipo humano, el linear
alargado. Éste aparece presente en la escena colectiva de captura del
ciervo de Muriecho, inclinado hacia delante en la Raja, o, en Arpán,
disparando un arco con las flechas depositadas detrás o trepando por
la escala junto a una colmena. En Huesca, todos los ejemplos conocidos se representan desnudos, salvo los dos portadores de mochilas de
la escena de sarrios de Muriecho que pudieran ser históricos.
3) Por el contrario, el núcleo del Bajo Aragón aparece vinculado
a una misma provincia artística que comprende también el
Maestrazgo, la Valltorta y el Baix Ebre tarraconense. Aquí se documentan –y en algunos casos se estratifican– todos los tipos humanos
que hemos establecido en nuestra tipología. El caso del arquero a la
carrera (tipos paquípodos, mixtos y pseudopaquípodos) parece
exclusivo de esta zona lo cual podría explicarse bien por una cuestión cronológica10 bien por una diferencia de tipo grupal o étnico.
Incluso la figura femenina, escasa en el conjunto del Arte Levantino,
está representada en esta zona. Se muestran bajo diversos formatos,
similares a los de la figura masculina, en particular en los tipos estilizados, ya sea el longilíneo (giganta de Val del Charco) con faldas
hasta media pierna; ya el tipo de pantorrillas gruesas y nalgas pronunciadas (la embarazada de los Chaparros, quizá la del Arquero
del Pudial). También hay algunas de aspecto linear, como la que se
superpone al gran arquero de Val del Charco (nº 70).
4) El extraño núcleo levantino de la comarca de Albarracín11 se caracteriza por el escaso protagonismo de la figura humana, y por su tipolo-
10 Alonso y Grimal (2001: 117) razonan que su presencia exclusiva en el Bajo
Aragón/Maestrazgo pudiera tener un valor cronológico. Pudo no implantarse en
otros enclaves porque su aceptación se produjera en las etapas finales del
Horizonte levantino y no permitiera o no fuera posible su difusión por el resto
del territorio o que tuviera un origen primero en el área citada y que en el proceso de expansión hacia otras zonas se perdiera la fórmula y fuera sustituida por otra
que mantuviera los mismos valores o contenidos.
11 Aparece con personalidad propia manifestada por la singular existencia de figuras en blanco sobre el rodeno rojo; el dominio de los grandes bóvidos como tema;
la frecuente aparición de équidos, muy raros en el arte levantino clásico; el repintado de las figuras; el silueteado de las mismas bien con técnica de grabado
(Cocinilla del Obispo) bien de pintura (Barranco de las Olivanas), si a esto se
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gía tardía, linear o filiforme, con tendencia al esquematismo. Sólo el abrigo de las Olivanas podría presentar algunos ejemplos de tipos estilizados.
A pesar de todo, parece evidente que las figuras de cada categoría cuentan con una cierta diversidad intrínseca, aspecto éste que no
hace más que subrayar las dificultades e incertidumbres que nos
asaltan al clasificar determinadas representaciones dentro de un
conjunto. Este aspecto es el que nos ayuda a entender igualmente la
necesidad de dotar de cierta flexibilidad a las categorías que establecemos, puesto que la variabilidad propia de la creación de diferentes artistas, la inspiración de éstos en el momento de la plasmación
gráfica, la mayor o menor habilidad, el grado de conservación o
incluso la mirada y consideración del observador actual podrían
actuar como excusas para la creación de casi tantas categorías como
representaciones, conclusión que nos parece tan poco útil como
inviable en el establecimiento de una tipología.
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añade el diferente emplazamiento en el marco físico de las pinturas de Albarracín
(fácil acceso en lugares de suave orografía y en prados abiertos) o el desmesurado
tamaño de sus bóvidos agrupados en rebaño, nos lleva a pensar bien en una fuerte comarcalización de este arte aislado del resto, bien en una diferente cronología,
apoyada por algunas superposiciones del Prado del Navazo (Martínez-Bea, e.p.).
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