Titulo: Las trayectoria laborales de los hombres: El trabajo remunerado núcleo de la masculinidad Autores: Vicent Borràs ([email protected]) Sara Moreno, ([email protected]) Laia Castelló, ([email protected]) Anna Grau ([email protected]) Centre d’Estudis Sociològics sobre la Vida Quotidana i el Treball (QUIT). ([email protected]) Universitat Autònoma de Barcelona Panel 1 La figura del hombre se construye fundamentalmente a través de su papel como cabeza de familia que aporta los recursos al hogar a través de su trabajo remunerado. Las consecuencias de las crisis económicas y de ocupación, junto con las transformaciones de los sistemas de producción, que se han venido sucediendo desde los años 80, han significado para algunos autores (Bauman, Lipovestky, Featherstone…) una perdida del valor trabajo como elemento identitario. En esta ponencia aportamos evidencia empírica cualitativa, de cómo el trabajo remunerado sigue aún configurando la masculinidad. A través de las trayectorias laborales, vemos cómo el trabajo sigue siendo el núcleo de la masculinidad, lo hacemos de manera comparativa respecto de las trayectorias laborales femeninas, puesto que consideramos que el género es un concepto relacional y la masculinidad sólo se entiende en relación a la feminidad. También establecemos una comparación con la posición y el discurso de los hombres respecto al trabajo doméstico familiar, de manera que la centralidad en un ámbito se explica en parte por la ausencia en el otro. Así mismo consideramos la generación y la clase social como elementos que nos permiten dar una mayor riqueza descriptiva y explicativa de las posiciones, las vivencias y los cambios que se han sucedido en los hombres en relación a estos trabajos. Palabras Clave: Masculinidad, trabajo, trayectorias laborales. 1 Introducción Partimos de la idea que tanto la masculinidad como la feminidad son construcciones sociales, y el género nos permite relacionar estos dos conceptos. Consideramos que la masculinidad no tiene sentido estudiarla sin relación a la feminidad o dicho de otro modo para poder entender y explicar, cual es la situación de los hombres es necesario relacionarla con la de las mujeres. Han sido principalmente los estudios sobre la situación de la mujer en el mercado de trabajo, así como aquellos que han estudiado el trabajo doméstico y de cuidado, los que han empezado a introducir una perspectiva relacional, es decir necesariamente hay que hablar de las ausencias de los hombres en los trabajos domésticos y de cuidado para poder explicar la situación de desigualdad y discriminación en que viven las mujeres. Desde estos mismos estudios, junto con aquellos relacionados directamente con la masculinidad, se ha mostrado como el trabajo productivo, aquel por el que se recibe un salario y se realiza en el ámbito público, fuera del hogar, constituye el eje fundamental de la masculinidad. Así mismo y por otro lado hace más de dos décadas que los llamados teóricos de la “posmodernidad”, dados los cambios que se han producido en las sociedades occidentales, con las sucesivas crisis de ocupación, señalan como el trabajo remunerado ha ido perdiendo peso o está desapareciendo como elemento fundamental de configuración de la identidad, dejando paso a otras esferas basadas en el consumo y los estilos de vida. En esta ponencia que presentamos aquí, aportamos evidencia empírica de cómo el trabajo remunerado, el empleo, sigue estando presente y configurando la masculinidad. Así mismo mostramos que relación posee este tipo de trabajo con el trabajo doméstico y de cuidados, cómo es vivido y percibido por los hombres y también por las mujeres. Se trata de analizar las prácticas y los imaginarios que los hombres, comparativamente respecto de las mujeres, poseen del trabajo, tanto el productivo como el doméstico y de cuidado. Se hace a partir de los datos obtenidos a través de un estudio más amplio que tiene como objetivo estudiar las transformaciones en el modelo de empleo 2 español1. Los datos analizados se han obtenido a través de la realización de entrevistas biográficas sobre trayectorias laborales. En un primer apartado vamos a situar teóricamente nuestro objeto de estudio, posteriormente esbozaremos como hemos planteado la recogida de información y el análisis de la información obtenida. Seguimos con la interpretación de los resultados para finalizar con unas conclusiones que planteen algunas recomendaciones. La construcción de la masculinidad: El trabajo remunerado como eje central. Desde las diferentes perspectivas que se han dedicado a estudiar a los hombres, a la masculinidad, la virilidad, la sexualidad masculina etc, se ha tratado de establecer diferencias entre los mismos hombres, llegando prácticamente al consenso que hay que hablar de masculinidades y no de una única masculinidad. Fundamentalmente por que se parte de la concepción y el posicionamiento epistemológico que los hombres, y sobre todo para algunos colectivos de hombres, la masculinidad ha implicado sumisión, renuncia y constreñimiento en la manera de ser, sentir y situarse en la sociedad como individuos. El planteamiento del que partimos, no tratara de eludir las diferencias entre las masculinidades, se plantea la misma como un concepto que tiene sus matices y fisuras. Nuestra aproximación a la realidad muestra tal y como señala Connell (2005) que aunque hay diferentes tipos de masculinidad, todas se basan y se construyen en relación a la posición sobre la que se ha venido en llamar la masculinidad hegemónica, que es la que legitima el patriarcado y se sustenta fundamentalmente en tres aspectos: la relaciones de poder, las relaciones de producción y la sexualidad. En este trabajo nos basamos fundamentalmente en los dos primeros, en las relaciones de poder2 y las de producción que tienen su base en el patriarcado. El poder de la masculinidad se manifiesta y se construye a través de los roles que se manifiestan en el trabajo y en la familia (Kiesling, 2006). Estos dos 1 TRANSMODE investigación financiada por el Ministerio de Ciencia e Innovación, PN I+D+I 20082011 (Ref.CSO2008-01321). 2 A pesar que en muchos casos gran parte del modelo masculino es la simulación, la simulación del poder o las cualidades supuestamente masculinas y aunque no hay que confundir ese modelo con la realidad como señala Marqués (2003), el prototipo de masculinidad hegemónica nos sirve para explicar las prácticas y los imaginarios de los hombres, que se legitiman a través de ellas mismas. 3 ámbitos nos permiten mostrar la masculinidad en relación a la feminidad, así cómo la desigual posición de los hombres y las mujeres en el trabajo remunerado y en el doméstico y de cuidado, de manera que nos ayuda a ver las interrelaciones entre estas dos esferas a los largo del ciclo de vida. Si nos centramos en las relaciones de producción; lejos de caer en el tópico o más bien cómo denominan algunas autoras, mito (Torns, Carrasquer, Parella, Recio 2007), el considerar como reciente la presencia de las mujeres en el mundo laboral. Consideramos, al igual que éstas estudiosas del trabajo, que las mujeres han tenido una presencia constante en el mercado laboral a lo largo de la historia, pero que la posición de las mismas siempre ha estado subordinada a la posición de los hombres. El mundo laboral, el trabajo productivo y remunerado ha sido hasta la actualidad, el ámbito por excelencia de los hombres, como señalan prácticamente la gran mayoría de los estudios sobre la masculinidad (Collison D., Hearn J. 2001; Ruiz E. 2003; Welzer-Lang D.et alt 2005). La figura del hombre se construye fundamentalmente a través de su papel como cabeza de familia que aporta los recursos al hogar a través de su trabajo remunerado. El trabajo remunerado constituye del corazón de la masculinidad (Conell 1995). Una masculinidad centrada en el ámbito productivo que tiene sus raíces históricas recientes, en la industrialización. Fue a través de la misma como se construyó una separación más clara entre trabajo y hogar, de la misma manera que el dominio de los salarios o mejor dicho, la evidencia de quién aporta el dinero; cambiando así las relaciones de poder económico en el interior del hogar, otra de las manifestaciones en las que se basa la masculinidad. La masculinidad se construye también a través del rol dominante y el de poder, de ahí que los recursos que aporta la actividad productiva sean de mayor cantidad para los hombres ya que legitima su poder como patriarca del hogar, mientras que el salario femenino es concebido y construido como una ayuda, del cual se puede prescindir. Un poder que continua estando legitimado por el mayor aporte económico, generalmente por parte de los hombres, como año tras año evidencian los datos sobre desigualdad salarial. Una de las explicaciones de esta causa de desigualdad, proviene de la historia del trabajo. Los salarios durante el proceso de industrialización se han asignado en función del grado de fuerza y potencia física para su realización, 4 atributos asociados a los hombres. Tal y como apuntan Mollinier, Welzer-Lang (2000) la virilidad conlleva los atributos sociales asociados a los hombres y a lo masculino: la fuerza, el coraje, la capacidad de lucha, el derecho a la violencia y el derecho a la dominación de aquellas, y aquellos, que no lo son, y que no pueden ser viriles: mujeres, niños, homosexuales.....Siendo ésta la expresión colectiva e individual de la dominación masculina. De la misma manera los trabajos cualificados, propios de las clases medias, así como los puestos que han ocupado los grupos dominantes, se han construido en base a la racionalidad, la capacidad intelectual, la autoridad, el conocimiento y la experiencia. El hombre simboliza el orden, el progreso, el autocontrol y la moderación como elementos fundamentales de la vida pública (Garaizabal, 2003). En nuestra cultura, el trabajo remunerado es uno de los elementos principales que hace hombres y permite de manera coloquial definirse como tales. Por eso todos aquellos hombres que se separan de la actividad productiva, ya sea por la jubilación, la inactividad o el paro dejan de ser el varón que fueron, esta ausencia de trabajo remunerado en sus vidas les deslegitima como hombres (Guasch 2003). La falta de trabajo, la pérdida del mismo amenaza la identidad masculina y la dignidad misma del hombre (Corbiere 2005). Así lo señala, también, el excelente trabajo de Merla (2007) referido a los hombres que no están presentes en el mercado laboral y se dedican a las tareas del hogar y al cuidado de los hijos. Estos hombres pagan un elevado precio de estigmatización social y familiar precisamente por que su identidad como hombres es cuestionada al no dedicarse al trabajo remunerado. Las sucesivas crisis de la ocupación y el empleo que se han venido sucediendo desde los años 70 en los países desarrollados, y en el nuestro con mayor incidencia, ha llevado a planteamientos teóricos que ponen en cuestión el papel fundamental del trabajo remunerado como elemento constitutivo de la identidad de los individuos. Desde los planteamientos de Rifkin (1994), sobre le fin del trabajo, a los de los llamados teóricos del posmodernidad como Bauman que afirman que “ El ‘trabajo’ ya no puede ofrecer un uso seguro en el cual enrollar y fijar definiciones del yo, identidades y proyectos de vida. Tampoco puede ser pensado como fundamento ético de la sociedad, ni como eje ético de la vida individual” (2003:149); cuestionan la prevalencia de este ámbito cómo elemento 5 clave de la identidad. Lejos de estas posiciones planteamos como hipótesis de partida que el trabajo remunerado sigue siendo clave para la identidad masculina, así como el doméstico y de cuidado para la femenina, incluso para aquellos colectivos mas jóvenes a los que les ha afectado principalmente las crisis y las transformaciones del mercado de trabajo y sus consecuencias directas en cuanto a la estabilidad en el empleo. De la misma manera consideramos que la mayor presencia de mujeres en el mercado laboral a lo largo del ciclo de vida no ha significado una perdida ni en las prácticas ni en los imaginarios de las mujeres al asumir el trabajo doméstico y de cuidado como algo propio. Las ausencias de los hombres en lo doméstico: la otra cara de la centralidad productiva La gran mayoría de los estudios sobre el trabajo doméstico-familiar y de cuidado, señalan como la participación de los hombres en este tipo de trabajos es escasa, recayendo tanto la ejecución como el trabajo de gestión de los mismos, sobre las mujeres (Carrasco 2001). Estos mismos estudios muestran diferencias según el tipo de país analizado, así los hombres de los países nórdicos participan más en los trabajos en el hogar que los hombres del sur de Europa. Así mismo parece ser que los hombres de clases medias, de generación más joven y que sus esposas realizan trabajo remunerado en una posición similar a sus maridos, participan más de la esfera doméstica y del cuidado del los hijos, formando parejas más igualitarias (Castro, Pazos 2008). Con todo la desigualdad sigue prevaleciendo, siendo las mujeres las que fundamentalmente cargan con estos trabajos. Las explicaciones de esta situación desigual se basan fundamentalmente en el transfondo sociocultural del patriarcado presente en nuestras sociedades. Asumiendo este planteamiento, consideramos que una mayor presencia de los hombres en el trabajo remunerado, conlleva directamente a una mayor presencia de las mujeres en el trabajo doméstico y de cuidado. De la misma manera que las presencias y ausencias de las mujeres en el mercado laboral y su dedicación temporal al mismo esta fuertemente condicionada tanto por la presencia y dedicación de sus parejas masculinas, como por las responsabilidades doméstico familiares, como así mismo lo señala Crompton (2006) en sus estudios sobre empleo y familia en Reino Unido. No ocurre lo 6 mismo, en el caso de los hombres; los sucesivos aumentos en las tasas de actividad de las mujeres, así como su mayor presencia en el mercado laboral a lo largo del ciclo de vida no ha estado vinculado a una menor presencia por parte de los hombres. Nosotros en este trabajo partimos de la hipótesis que los proyectos de vida así como las prácticas y los imaginarios de las mujeres a lo largo del ciclo de vida entrelazan el trabajo remunerado con sus responsabilidades domésticas y de cuidado, estando siempre presente en las mismas la situación laboral de sus maridos. Mientras que por otro lado el trabajo doméstico y de cuidado no forma parte del imaginario masculino, que centra principalmente su proyecto de vida en el trabajo remunerado, su principal responsabilidad como varón, en la cual no inciden ni los ciclos ni las etapas en los que los trabajos de cuidado de hijos o familiares requieren mayor dedicación. Es decir, consideramos que la penetración de lo doméstico en lo profesional es algo que ocurre en las trayectorias femeninas, mientras que en las masculinas lo domestico no entra a formar parte de lo profesional, si no más bien lo profesional entra en el ámbito de lo doméstico. Algunos estudios (Torns, Borràs, Carrasquer, 2004) de carácter cualitativo apuntan que una de las principales dificultades que encuentran los hombres para responsabilizarse de dichos trabajos, es que la casa y el cuidado de los hijos/as es vivido, material y simbólicamente como un espacio femenino, donde la mujer es la principal responsable y el papel del hombre es el de ayuda, de manera que la estrategia que utilizan los hombres es la delegar este trabajo y su responsabilidad a las mujeres, que son las que realmente se sienten juzgadas individual y socialmente sobre el estado en que se encuentra el hogar y la familia. En una misma línea va el estudio realizado por Martiné Corbiere (2005) sobre las resistencias de la masculinidad, concretamente estudia a hombres de la política y altos funcionarios en tres países, Bélgica, Francia y Grecia. Muestra claramente la fuerte centralidad en el trabajo productivo en la gran mayoría de los hombres, en los tres países, que en la práctica se traduce en una gran dedicación temporal. Estos hombres modelan sus diferentes tiempos sociales en función y a partir de las exigencias de la esfera productiva. Todo ello se justifica a través de un discurso naturalizador sobre la mejor disponibilidad y capacidad de las mujeres para lo doméstico y el cuidado. 7 Metodología Tal y como hemos señalado anteriormente, este trabajo forma parte de una investigación más amplia sobre el modelo de empleo en España. Hemos utilizado los datos obtenidos en la fase cualitativa del mismo, que va referida concretamente trayectorias laborales. Se trata de datos que provienen de la realización de entrevistas biográficas que versan sobre la trayectoria laboral. Hemos considerado pertinente este tipo de técnica por que nos permite ver las interrelaciones que se suceden entre el ámbito laboral y el doméstico a lo largo del ciclo de vida. Consideramos que las expectativas, los proyectos, las exigencias que hombres y mujeres tienen y viven respecto al trabajo remunerado, el doméstico y el cuidado de hijos y personas dependientes son distintas durante el ciclo de la vida. Por tanto si pretendemos mostrar y explicar como unos y otras se relacionan, si lo que queremos es ver como las presencias y ausencias en unos y otros trabajos están relacionadas, la dimensión temporal es clave. De ahí que las entrevistas sobre trayectorias laborales, aporten datos interesantes para estudiar las prácticas y los imaginarios de la masculinidad en ambas esferas. La selección de los informantes se ha realizado en base a una doble aproximación: cuantitativa y cualitativa. En primer lugar, la aproximación cuantitativa a los datos ha permitido identificar los ejes de distribución muestral de las biografías laborales más relevantes y definir, de este modo, una primera tipología de informantes. Esta primera exploración estadística emerge, principalmente, de la consulta de tres fuentes estadísticas: Encuesta de Población Activa (EPA); Encuesta de Empleo del Tiempo (ETT – 2002/2003); y Encuesta de Condiciones de Vida y Trabajo (ECVT-2008). A partir de los datos de estas tres encuestas, se ha definido una tipología de trayectorias cualitativas. Concretamente, los criterios de selección muestral han tomado en consideración tres dimensiones básicas de la estructura social: - El género como factor clave para poder explicar las diferentes condiciones de acceso y permanencia al mercado laboral y las condiciones laborales en el mismo. Así mismo es básico para explicar las presencias y ausencias en el trabajo doméstico y de cuidado. Lo consideramos de manera relacional, para poder entender y explicar las relaciones entre las trayectorias laborales de hombres y mujeres de manera conjunta. 8 - La clase social definida teniendo en cuenta como indicador principal de la misma la ocupación de la persona entrevistada, complementada con el nivel formativo. Las diferentes categorías ocupacionales, conllevan ventajas y desventajas asociadas a las condiciones de trabajo, a la estabilidad en el mismo, así como mejor acceso a determinadas políticas. - Se han definido dos generaciones de 30-50 años y más de 50, dados los cambios sucedidos en el mercado laboral español, tras la década de los 80, se han configurado dos modelos de ocupación, uno estable para la generación mayor y una de gran inestabilidad para los más jóvenes. Ello conlleva percepciones y cambios respecto al mismo. Se han analizado un total de 19 entrevistas relativas a 8 perfiles sociológicos. Posteriormente se han realizado un primer análisis de contenido con la ayuda del programa informático Atlas.ti, en el que se ha procedido a una codificación en dos ámbitos, el mercado de trabajo, el trabajo doméstico-familiar y de cuidado. Posteriormente se ha realizado un análisis del discurso de manera transversal sobre los dos ámbitos. Algunos resultados Trayectoria laboral de hegemonía masculina El género emerge como una de las variables explicativas de las diferencias entre los distintos proyectos de vida. La vida laboral femenina no se concibe sin la vida familiar, mientras que la vida laboral masculina tiene entidad propia y no se relaciona de manera específica con la vida familiar. El trabajo asalariado da sentido al proyecto de vida masculino. Las trayectorias laborales masculinas sólo se ven mediatizadas por la situación del mercado laboral, el trabajo doméstico y de cuidado y la trayectoria laboral de sus esposas no tienen ninguna incidencia sobre el mismo. “Mira, perquè la dona és de bon tarannà, i hem tingut problemes pos... però, l'apoio meu en presència no ha sigut massa fort, no? I després, pensa que jo sempre estava...és que no sé el que treballava, perquè és que jo quan estava a casa sempre estava amb l’ordinador, m'entens o no? O sigue jo el diumenge a la tarda sempre estava...” (Hombre, Clase Media, Mayor) La importancia que el trabajo remunerado tiene en la trayectoria laboral de los hombres entrevistados difiere según la generación. A través del discurso de los hombres mayores se observa que el trabajo les supone una identidad laboral que se asimila a su identidad social. La identificación con el empleo puede 9 venir dada por la implicación y compromiso en un sector productivo o empresa. O también se puede construir a partir del papel asumido en un conflicto laboral o lucha sindical. “(...) conforme es va fent gran l'empresa si ho has fet bé et vas fent gran tu, perquè de tot això que estem parlant, si l'any 79, DAPSA, hagués estat una gran empresa i tal com estava perdent diners, se n'hagués anat al terra, jo me n'hagués anat al terra també, no sé si m'explico (...).(Hombre, Clase Media, Mayor) En el discurso de los hombres jóvenes, el trabajo mantiene un papel central pero difieren las razones si se comparan con las esgrimidas por los hombres mayores. Además, la clase social parece jugar un papel más determinante. Por un lado, para los hombres jóvenes de clase trabajadora el trabajo cobra centralidad en su proyecto de vida en la medida que éste supone búsqueda, cambio, inestabilidad. Un conjunto de condicionantes que explicarían la aceptación del continuum entre la formalidad y la informalidad laboral. El miedo a perder el trabajo otorga protagonismo al mismo en el contexto del proyecto de vida individual. Es decir, la incertidumbre laboral supone centralidad laboral. “Y claro, yo eché currículums para las basuras, eché currículums para una planta de reciclaje, para los autobuses... y ya te digo, pasé de la selección entre no sé cuantos que seríamos, y según ellos si que me habían seleccionado, pero yo nunca recibí una carta para decirme que tenía que ir a firmar el contrato. Entonces claro, yo con 45 años, habiendo dicho a muchísima gente que... porque normalmente cuando... desgraciadamente, hace 5 años, ya empezaba a haber el problema de... de esto,……. ¿no"coño, 45 años, me voy a morir en casa, me voy a quedar en casa quieto?". Me saqué el carnet de taxista, le lié la manta a la cabeza, y me compré la licencia del taxi, hasta el día de hoy.” (Hombre, Clase Trabajadora, Joven) Por el contrario, el discurso de los hombres jóvenes de clase media se asemeja más a la generación mayor en cuanto la profesión ejercida forma parte de la identidad social. La importancia del trabajo viene dada por una actitud que aspira a la realización personal en el ámbito laboral escogido según la existencia de unos intereses anteriores al periodo de actividad. Dicha actitud justificaría un sinfín de condiciones no deseadas a priori como la intensa dedicación de horas al trabajo o las malas condiciones laborales, en caso de que existan. “Bé, quan vaig acabar vaig entrar a aquesta empresa, i quan estava allà, a la carrera ja ho havia vist, jo veia que no era lo meu allò, que alguna cosa havia de buscar.”(Hombre Clase Media Joven) Las trayectorias masculinas ponen de manifiesto como la vida laboral es hegemónica en la vida de los hombres entrevistados. Ello se explica por la 10 persistencia del imaginario social que atribuye al hombre el rol de cabeza de familia y a la mujer el rol de ama de casa. El peso simbólico y cultural de este imaginario se evidencia cuando desaparece el trabajo remunerado de la vida de los hombres. Las situaciones de paro o las jubilaciones son buenos ejemplos del desconcierto que genera la ausencia de empleo. En el caso del paro, persiste la figura del cabeza de familia como referente masculino que orienta el proyecto de vida. “L'atur l'has acabat? Fa 4 o 5 mesos. Tenia casi 2 anys, el vaig acabar ara. El primer any van ser les obres i el segon depressió. Va arribar un punt que jo pel meu compte, tot i que la meva dona és metge, vaig anar a parlar amb un psiquiatre perquè... no podia parar de pensar on buscar feina.” (Hombre, Clase Media, Joven) En cambio, la jubilación supone el punto final de la trayectoria laboral vivida en masculino. Este fin puede desdibujar el proyecto de vida: se pierde identidad social, referentes culturales y amistades. Un conjunto de pérdidas que afecta la cotidianidad de los hombres cuyas vidas se llenan de tiempo vacío de significado. La pérdida de responsabilidad laboral pone en entredicho su identidad social construida entorno de la figura del cabeza de familia. “Vull dir que m'ha... però bueno, és un problema, no pensis que és fàcil, gestionar el temps que et sobra... No és fàcil, no. Diuen que dura un any o dos. No és fàcil. I bueno, ja ho sabia que això és... una situació que tinc que passar, no? Tot no són avantatges, està clar. El que no em preocupa són comentaris, o per exemple.. l'eròtica del poder que et deia abans. No perquè jo...me'n vaig sense problemes de consciència (...) Per a que et facis una idea, me volien fer una despedida dins a DAPSA, no vaig voler, vaig dir que no estava preparat. A SAICA em van telefonar i vaig dir que no, que no volia cap despedida ni res... no va amb el meu tarannà, m'entens? I vaig tenir que anar, vaig tenir que anar, Domingo em va telefonar dos o tres vegades...i dic pos bueno, anem, anirem, i ja està.” (Hombre, Clase Media, Mayor) La ausencia del ámbito doméstico en los hombres En el caso de los hombres, el discurso acerca del trabajo doméstico y de cuidado brilla por su ausencia. Sólo aparece como un tema forzado por la persona entrevistadora. Cuando se les pregunta, algunos hombres consideran que realizan trabajo doméstico, pero siempre asumen que la mujer realiza mucho más. Algunos de ellos son conscientes del privilegio que ello comporta. Los de la generación más joven reconocen que si la mujer se dedica en exclusiva al trabajo doméstico y familiar ellos tienen un mayor grado de bienestar. La responsabilidad laboral es la principal razón esgrimida para justificar su ausencia como padres. Buena prueba de ello es que su trayectoria laboral transcurre independientemente de las cargas domésticas y familiares 11 asumidas por las esposas. “Jo vaig anar a viure, ens vam comprar el pis el 98, ja feia uns 3 anys que estava amb la Judit, perquè arriba una edat que... tenia 33 anys. Llavors... ens vam casar, vam tenir els fills, però no va ser traumàtic... Va ser més feina però... A veure, la gran per exemple, la Mar, la de 8 anys, treballant a Oguilbie la vaig veure néixer i poca cosa més, perquè...”(Hombre Clase Media, Joven) Aun así, el análisis de las entrevistas pone de manifiesto una tendencia al cambio generacional con relación a la distribución de responsabilidades relativas al trabajo doméstico y de cuidados. En concreto, el cambio vendría de la mano de los hombres de la generación joven de clase media y algunos de clase trabajadora, que asumen dicha responsabilidad como compartida o, en su caso, conocen el detalle de su externalización. Se trata de un cambio que afecta, sobre todo, al discurso. Pero cuando se extienden las explicaciones aparecen las contradicciones: la primera respuesta siempre afirma más de lo que al final se hace. El origen de esta contradicción residiría en la brecha que suele separar el discurso de la práctica cotidiana. “Pues ahora la hace más ella, pero a pesar de todo, son 2 hijas, entonces lo hacemos sobre todo los fines de semana. Lo fuerte los fines de semana, pero ahora con las dos niñas, la ropa y todo esto se tiene que hacer cada día, no es como antes que nos organizábamos los dos. Las cosas fuertes, las ventanas, las rayolas, los armarios... esto lo hago yo.” (Hombre Clase trabajadora, joven) En efecto, más allá del discurso, la práctica cotidiana pone de manifiesto una división sexual del trabajo, que se hace explícita en el trabajo doméstico y de cuidados. De este modo, la “ayuda” masculina en las tareas domésticas y de cuidado, no basta para que las mujeres se quiten la casa de la cabeza y de las manos. “A casa la que ho porta tot sempre són els dones, i això, no sé si alguna vegada canviarà, però ho tenim assumit,... ells no ho pensen.. Però per exemple si que és veritat que jo abans no em plantejava que quan el meu marit arribés a casa havia de passar l'aspirador.... però, si que és veritat que quan ell venia, jo considerava que la meva feina era la feina de casa i la feia, però ara si no puc, per exemple, ell s'encarrega de passar l'aspiradora per tota la casa, o si li dic necessitem llet i tal, doncs va a comprar-la. Si que participa més de les coses de la casa.” (Mujer Clase Media, Mayor) Determinadas circunstancias vitales explicarían porque algunos hombres se ven forzados a asumir trabajos de cuidado de los hijos, sobre todo cuando las exigencias laborales femeninas no permiten que sea ella quien lo haga, ni tampoco existen recursos económicos para contratar ayuda externa. Así mismo la mayor carga de trabajo de cuidados para las mujeres, es vista y vivida como un perjuicio por los maridos, ya que les obliga a asumir parte de este trabajo. 12 Para los hombres sobre todo los mayores, una mujer debe dedicarse al cuidado de su propia familia, hijos/as y marido en primer lugar, y después de sus padres o suegros. “Sí, yo he estado cuidando de mi abuelo durante 3 años, estaba mayor, murió con 92 años, y se vino de Galicia para aquí, se lo trajo mi madre para que estuviera aquí. Pero ella trabajaba por la noche en la Vall d'Hebron y yo trabajaba de día. Entonces yo llegaba de noche y los fines de semana me lo quedaba yo. Cuando yo vivía con mi madre. Y los fines de semana también lo hacía yo. Y cuando mi madre libraba en fin de semana pues para mi era un fiestón. Se vino aquí porque aquí estaban mi madre y mi tía, mi tío pasaba de todo, y lo tenían 2 meses cada uno.” (Hombre, Clase Trabajadora, Joven) Cabe destacar que los cambios en la división sexual del trabajo en el hogar, parecen ser más significativos con respecto al trabajo de cuidados que al de otras tareas domésticas, a pesar de que, paradójicamente, es en el trabajo de cuidados donde los referentes de género están más presentes. Por ejemplo, los hombres de la generación joven viven con sorpresa la aprobación del permiso de paternidad en el ámbito laboral, su relativa aceptación y que su disfrute no suscite inconvenientes en su situación laboral. Una sorpresa que en cierto modo responde a que tal derecho tampoco ha sido por lo general reclamado. “No, això depèn sempre del teu cap, com a totes les empreses suposo. En general està ben vist, aquí cada vegada ho agafa més gent, per tant... I com tu dius, els condicions aquí són molt bones i per tant, diguem que... a més la gent aquí té entre 30 i 40 anys, per tant, lo dels nens és que és continu. Vull dir cada any en neixen uns quants. Ho fan tots els pares, vull dir que no és algo raro. Ara, si que és veritat que algun cap d’àrea que no ho veu, però això ja és a nivell intern. En el meu cas, amb la meva cap i en la meva àrea, cap problema, ni em miren malament ni molt menys, cap pega. Està establert així i no és una cosa que es discuteixi. Està escrit i tu t'ho agafes i res, per molt que... és el que dius tu, una cosa és que ningú et digui res i l'altra que el teu cap et miri malament, que això també ha passat. Amb la meva cap afortunadament no, potser és perquè és dona”. (Hombre, Clase Media,Joven) El peso del imaginario social del modelo hombre cabeza de familia y mujer ama de casa explicaría, a su vez, el principio de no consciencia que planea sobre la conciliación de la vida laboral y familiar. Socialmente se concibe la conciliación como un problema de mujeres que afecta la vida privada. Quizá por ello, no se reclama ni una mayor presencia masculina en el trabajo doméstico y de cuidados, ni los servicios necesarios, ni otro tipo de políticas que pudiesen modificar la división sexual del trabajo y los imaginarios que la acompañan. En este sentido, las estrategias cotidianas para afrontar empleo y atención al hogar y a la familia, tienen a las mujeres como protagonistas y se construyen 13 sobre renuncias laborales femeninas y recursos familiares. Trayectoria laboral de doble presencia femenina La penalización social e individual de las ausencias laborales masculinas contrasta con la justificación social e individual de las ausencias laborales femeninas. En el caso de las trayectorias laborales femeninas se observa cómo el empleo es una pieza más del proyecto de vida sujeto a la división sexual del trabajo. A diferencia de los hombres, el trabajo productivo está vinculado al trabajo doméstico y, especialmente, al de cuidados (criaturas y ancianos dependientes). Se confirma la importancia de las cargas rígidas en las trayectorias laborales femeninas tal y como aparecía en investigaciones anteriores (Carrasquer-Torns, 1998). “I vam venir a [ciudad] perquè el Pere es va treure la plaça aquí. I llavors doncs Pere, Pere fill tenia 4 anys, que acabava de fer, i Joan tenia 7 mesets o algo així, i està. I clar, quan vaig arribarà aquí doncs igual, els fills eren menuts i no et planteges... A veure.. jo sempre dic que si hagués estat treballant de lo meu quan estava embarassada no ho hagués deixat però com que no era.... ja vam prendre la decisió que deixava la feina que tenia, llavors ja no em vaig plantejar buscar una altra quan tenia els crios menuts...” (Mujer Clase Media Mayor) En el caso de las mujeres de la generación mayor, existen diferencias de clase: la trayectoria laboral de la pareja parece condicionar más a las mujeres de clase media mientras que el trabajo de cuidados parece condicionar más a las de clase trabajadora. En este sentido, la maternidad y el trabajo que conlleva el cuidado de los hijos emerge en el discurso de las mujeres de clase media como una elección personal basada en la voluntad de desempeñar el rol de madre. Por el contrario, entre las mujeres de clase trabajadora prima el coste de oportunidad que representa abandonar el mercado de trabajo para atender los cuidados. Aunque las condiciones materiales de existencia explican porque, a diferencia de las mujeres de clase media, la salida del mercado laboral no es definitiva, pues se alarga lo que se alarga el cuidado de los hijos. “Sí. I al cap de 3 anys, als 25, vaig tenir el meu primer fill. Llavors vaig deixar de treballar. Però perquè... vas pensar que era millor o...? Sí, perquè amb el que guanyava si havia de pagar una guarderia no em sortia a compte... Bé, vaig decidirho jo. Em sortia més a compte quedar-me a casa. I et vas quedar a casa quant de temps? Doncs bastant, perquè després vaig tenir una nena... Al cap de quant de temps? 3 anys. Llavors pel mig... clar, et dediques només amb els nanos i van passant els anys... I llavors quan el meu fill va fer 11 anys vaig tenir l’oportunitat de tornar a treballar una altra vegada.” (Mujer Clase Trabajadora Mayor) En cualquier caso, la permanencia de las mujeres en el mercado laboral formal, 14 siempre pasa por la ayuda de otras mujeres de la familia, en escasas o raras ocasiones por la implicación del marido. “ I en la sogra, en què us ha ajudat? Fent el menjar...? Si, si. Nosaltres en dissabte en diumenge anem a dinar allà. I per exemple des de que jo treballo al cole el meu hombre dina cada dia allà. I normalment fa de més i quasi tinc el sopar. Vull dir que cuinar cuino molt poc, m'ajuda molt. I quan els nens eren petits també m'ajudava molt, ve a planxar per exemple.” (Mujer Clase Media Mayor) Con todo, se observa que para las mujeres de la generación mayor el trabajo es una necesidad y no una fuente de identidad social. Ello se debe a distintos factores: peores condiciones laborales del trabajo en comparación con sus homólogos masculinos, gran diversidad de trabajos en su trayectoria laboral, consideración del trabajo remunerado femenino como ayuda familiar y peso cultural del trabajo doméstico y de cuidados en la definición del proyecto de vida. En este sentido, la constante relación entre la vida laboral y la vida familiar en las trayectorias femeninas explicaría por qué, a diferencia de los hombres, las ausencias temporales del mercado de trabajo en forma de paro, o el abandono definitivo de la jubilación, se viven como una oportunidad y no una pérdida. En efecto, el paro puede ser vivido como una oportunidad para el trabajo de cuidados que socialmente refuerza la división sexual del trabajo. “Perquè jo he disfrutat molt estar amb els meus fills, i ho tornaria a fer. El que també et dic que si hagués tingut oposicions i hagués tingut la meva feina doncs no ho hagués deixat, això també és veritat. Però, jo si que l'hauria agafat, m'hauria costat moltíssim, però si que l'hauria agafat. Perquè a més, això que ara tinc és una cosa impensable. Perquè era la típica que sempre pendent dels fills, la teva vida és això. Jo per exemple pensava, feina, també soc una mica del got mig buit, pensava feina a la meva edat ja no em sortirà, perquè això és difícil, però si que vull fer coses, és igual, no vull estar quieta, informàtica català, el català m'encanta, m'apassiona, és una cosa... igual que l'anglès” (Mujer Clase Media Mayor)) Aun así, entre las mujeres de la generación mayor se percibe una diferencia respecto el sentido del trabajo: realización personal para la clase media e instrumentalizad para la clase trabajadora. “Si perquè quan comença a passar el temps i ve un i diu" m'han donat els papers" amb l'informe que els hi has fet... et fa sentir molt bé. A part també el contacte amb la gent, perquè molts d'ells no tenien Internet i venien a que els miressis per Internet com estava la seva sol·licitud, i deien, mira, acceptat! i t'abraçaven... és una cosa que et compensa, no?” (Mujer Clase Media Mayor)) “Sí, sí, i si te dic... estic al servei de FECSA-ENDESA, de la llum. (...) A mi no m'afecta. Veus? En aquesta feina hi ha molta gent jove, que estudien i clar, és que no aguanten. I em diuen “és que tu com pots ser tant amable?" I jo dic és per mi és una feina, estic fent una feina, i quan surto d'aquí s'ha acabat. I si la gent m'insulten jo me'ls porto al meu terreny i inclús em demanen disculpes. Suposo que és l'edat.. (Mujer Clase Trabajadora Mayor)) La importancia del rol de cuidadora en las mujeres de la generación mayor 15 supone una vivencia distinta de la inactividad en comparación a los hombres. Las mujeres de clase media inactivas parecen dar continuidad a su rol de cuidadoras con el voluntariado y otras actividades de altruismo social. “Sí, per altruisme, saps? Me busco ocupacions i així, per omplir la vida. Entre altres hores lo de Càritas, també faig catequesi a la parròquia. Després per exemple, ajudo, a la noia que venia a netejar a casa, es va quedar embarassada, i ella és de Romania, i allà estan com a 100 anys detràs d'aquí. I clar, estava sola i va tenir la xiqueta i pobra es notava molt preocupada i jo li vaig dir "tranquil·la, ja t'ajudaré". I he fet una mica com a de iaia de la xiqueta.” (Mujer Clase Media Mayor)) La persistencia del imaginario social que atribuye a la mujer el rol de ama de casa es una de las razones que explicaría la tolerancia social hacia la precariedad laboral femenina. Ello es así hasta el punto que el discurso de las mismas mujeres entrevistadas se construye en torno sus responsabilidades familiares aceptando unas condiciones de trabajo más precarias y con una mayor informalidad en comparación a los hombres. Esta aceptación acrítica de la división sexual del trabajo da lugar a unas trayectorias laborales de hegemonía masculina y doble presencia femenina. “Si, a veure jo en principi tinc contracte des de setembre fins a maig. Però en principi saps que no ets fix però que et faran contractes un darrere de l'altre. I a casa doncs bueno, ara tinc molta menys feina a casa perquè bueno els fills no estan. I després el Pere pare dina a casa de la seva mare cada dia, vull dir que jo només faig el dinar per a mi. I després de sopar és fàcil. Però també la feina a fons de la casa i tal en caps de setmana.” (Mujer Clase Media Mayor)) En los casos de separación, las mujeres asumen la responsabilidad del cuidado de sus hijos. Un trabajo que, a menudo, acaba siendo realizado por otras mujeres de la familia, ya que ellas asumen el papel de ganadoras del pan y el modelo de empleo en clave masculina. Ello les supone aceptar largas jornadas de trabajo e incluso trabajar en fin de semana. Las políticas de conciliación se muestran insuficientes para afrontar los requerimientos de una relación laboral “en masculino”, pues ni han ido acompañadas de los servicios de cuidado necesarios, ni están pensadas para modificar la disponibilidad laboral que ese tipo de relación laboral implica. “Muchos años, muchos años, pues creo que fue... por esos 3 años que estuve ahí, estuve ahí, luego, cuando cerraron la pescadería estuve cuidando un niño en Barcelona, también que me lo dijo una amiga, también de lunes a viernes, lo cuidaba de 7:30 hasta las 3 y también seguía trabajando con los abuelos. Y luego, cuidaba ese niño también por las tardes, vinieron unos chicos a casa que vendían seguros, y me dijeron si quería trabajar en seguros. Y yo ah bueno, pues voy a probar. Y bueno, me iba a cuidar al niño, me venía a casa, practicaba no comía, llegaba a las 3:30 a casa y a las 4 tenía que estar en la oficina aquí en Cerdanyola.” 16 (Mujer Clase Trabajadora Joven) El cambio parece llegar con las mujeres jóvenes de clase media que asumen el proyecto de vida masculino. La expectativa laboral de estas mujeres explicaría sus mayores frustraciones laborales y menor tolerancia de la precariedad en comparación con sus madres. “…reconec que vaig triar la professió que m'agradava, he treballat molt a gust, i això també es nota, a veure, que coses hi ha a tot arreu. Suposo que som aquesta generació, no sé, que em estat, i això costa de treure-t'ho, ara mira que estic conscienciada, hem estat educades el treball, el treball, de ben joves…..bueno, t'ho deia per això, sempre em tingut això de la responsabilitat, i el treball, que el treball és lo primer, i clar, això te marca....” (Mujer Clase Media Joven) En definitiva, en el caso de la generación mayor, el discurso de las personas entrevistadas acerca de su trayectoria laboral difiere según género y clase. En pocas palabras, entre la clase trabajadora, se percibe una resignación femenina versus una heroicidad masculina. Ellas se muestran resignadas ante la precariedad laboral y no perciben capacidad de incidir sobre las condiciones laborales, mientras que ellos enfatizan su capacidad de incidir en las relaciones laborales. Conclusiones En este trabajo hemos mostrado como el trabajo remunerado es el eje central en la vida de los hombres. El modelo de masculinidad hegemónica presenta matices de clase y generación. Para los hombres que se incorporaron al mercado laboral antes de los años ochenta, su posición en el trabajo remunerado pasaba por identificarse con la empresa o/y en la lucha sindical. En cambio para la generación más joven y de clase trabajadora, es la precariedad, la falta de estabilidad, la búsqueda, la que confiere de nuevo el papel central al empleo en sus vidas, aceptando incluso unas malas condiciones de trabajo. Lo mismo que les ocurre a los jóvenes de clases medias pero estos últimos se identifican con la profesión, como ocurría en el pasado tanto a los hombres de clases medias como los de clase trabajadora. Es decir el cambio del valor trabajo, se esta dando sobre todo con los hombres más jóvenes de clase trabajadora que como consecuencia de la inestabilidad confieren al trabajo solo un valor instrumental. A pesar de ello, el trabajo remunerado continua siendo el núcleo de la masculinidad, la ausencia del mismo, ya sea por estar parados, inactivos o jubilados les produce desconcierto, desazón e inseguridad personal. 17 Respecto a lo doméstico, los hombres se distancian de los trabajos de cuidado y de las responsabilidades familiares de manera que dejan clara la separación entre el trabajo remunerado y la esfera doméstica. No existen interferencias de lo doméstico en lo profesional. Para los hombres el poder y las maneras de gestionar el trabajo doméstico y de cuidado es de las mujeres, ellas están legitimadas para hacerlo, los hombres si lo hacen lo hacen de forma distinta. Unos porque no tienen tiempo, otros por que sólo lo realizan esporádicamente, otros por que dicen que no les gusta, no existe culpabilidad por su no participación. Para algunos la participación en el mismo significa una perdida de privilegios, de ahí la resistencia de los hombres a ser igualitarios. Probablemente por que los cambios realizados por las mujeres son percibidos como exigencias que no se pueden atender porque se ponen en cuestión todos los valores en los que han sido educados (Lozoya 1997). Con todo si que podemos asegurar que a nivel del discurso y de algunas prácticas apuntadas por los hombres, puede haber más ayuda en lo doméstico, por parte sobre todo de los hombres jóvenes, pero la gestión del mismo sigue recayendo sobre la mujer. Pero estos leves cambios, en la estructura patriarcal del hogar, todo lo relacionado con el trabajo profesional de los hombres, no esta ni tocado ni afectado por esas ayudas en lo doméstico (Le Quentrec 2005). Podemos afirmar que a nivel de percepciones y prácticas ambos ámbitos configuran discursos similares y complementarios según se trate de hombres o mujeres o según se trate de trabajo remunerado o doméstico y de cuidado. Para los hombres el primero es el fundamental, y en el otro ámbito ayudan, en cambio para las mujeres el doméstico y de cuidado es el fundamental y sus aportes económicos al hogar fruto de su trabajo remunerado se perciben como ayuda. Tal y como han mostrado otros estudios de manera similar al ver las preferencias temporales de hombres y mujeres en el trabajo remunerado, los hombres prefieren más salario a cambio de tiempo, las mujeres con doble presencia prefieren tiempo (Torns, Borras, Moreno, Recio, 2008). En definitiva persiste el peso simbólico del modelo hombre cabeza de familia y mujer ama de casa que considera el trabajo remunerado como principal responsabilidad masculina y el trabajo doméstico y de cuidados como principal responsabilidad femenina. Ello condiciona las trayectorias laborales en la medida que los hombres se muestran más disponibles y accesibles para el 18 mercado de trabajo, mientras que las mujeres se mantienen más disponibles y accesibles para el ámbito doméstico. La persistencia de este modelo en el imaginario social explicaría porque siguen existiendo proyectos de vida acordes con su distribución de responsabilidades y la dificultad de romper el mismo, si se deja en manos solamente del mercado o de las iniciativas individuales. Ello plantea la necesidad de establecer políticas que ayuden a romper este modelo tan hegemónico. Políticas que tengan como horizonte un modelo de pareja formado por dos cuidadores y dos trabajadores remunerados. Para ello es necesario favorecer la ocupabilidad de las mujeres, así como mejorar sus condiciones de trabajo. Pero sin dejar de lado políticas que tengan en cuenta a los hombres, que faciliten y promuevan su implicación en lo doméstico y en los cuidados. Por que si no corremos el riesgo, como está ocurriendo en la actualidad, que la igualdad en las leyes es percibida para una gran mayoría de hombres como una cuestión de los otros, de las minorías y de las mujeres pero no de ellos. Continuando en esta línea de políticas de igualdad centradas en los otros, los hombres no se sentirán implicados, ya que no va con ellos. Para la mayoría existe un desconocimiento de las mismas o viven en la ilusión de la igualdad. Y para otros colectivos minoritarios que se plantean en lo domestico repartos mas igualitarios, ya sean hombres que se han separado, hombres con segundad parejas e hijos con éstas, que quieren involucrarse mas en la paternidad o en lo doméstico, chocan con las políticas familiares o las de conciliación que están pensadas y centradas en las mujeres y en la maternidad. Las políticas de igualdad deben incluir a los hombres. Bibliografia BAUMAN Z. (2003) Modernidad Liquida. Fondo de Cultura Económica. Argentina. BLANCO J. 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