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Pedagogía y evolución
Dr. Jorge Martínez-Contreras
Departamento de Filosofía
Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa
Director del Centro Darwin de Pensamiento Evolucionista (CEDAR), UAM-I & UAM-L
[email protected]
Deseamos aquí discutir críticamente el problemático de la pedagogía en
animales no humanos, en especial, el concepto naturalizado de cultura
aplicado a los Homo sapiens.
Analizaremos la atribución de cultura a sólo dos especies de primates no
humanos, una del género Macaca (Macaca fuscata, con dos subespecies
exclusivas del Japón)1 y a otra de Pan (Pan troglodytes, o chimpancé “común”,
con tres subespecies2 vivas en 21 países del África).
Los chimpancés eran considerados en Occidente, bajo el nombre de
orangutanes, como los animales más semejantes a los humanos por un gran
número de naturalistas —aunque por todos ellos— desde el siglo XVII
(Martínez-Contreras, 2005). No era el caso de los macacos. La única especie
africana del género —y tal vez la más semejante a la especie ancestral de las
nueve del género (Fa, 1996)—, el macaco de Berbería (Macaca sylvanus),
descrito por Aristóteles como “piteco”3 (Martínez-Contreras, 2007c) y a menudo
usado como mono organillero en Europa, era considerado como un animal
astuto, pero en nada más cercano a los humanos (Martínez-Contreras, 2007d).
Aunque el chimpancé volvió a ser modelo de “humanidad” a partir de los
trabajos de Jane Goodall a principios de los 1960, no fue con estos animales
sino con pequeños macacos que el primer modelo de cultura en animales no
humanos es propuesto. Los macacos tienen en efecto el privilegio de ser en
1
En Japón sólo hay una especie de macacos, Macaca fuscata —conocida en el siglo XIX como
japonica—, con dos subespecies: M. f. fuscata y M. f. yakui.
2
Entre los chimpancés se reconocen tres subespecies: Pan troglodytes troglodytes, P. t. verus,
P. t. schweinfurthii.
3
“Mono” en griego. Es decir que era el mono por excelencia pues carecía de cola (cosa que no
es en realidad el caso, pues tienen un muñón de cola) y acompañaba en la clasificación al
cinocéfalo (papión o babuino, cuyo modelo fue sin duda el Papio hamadryas, admirado como
manifestación divina por los egipcios) y al cercotipeco (mono con cola larga, cuyo modelo fue
probablemente un mono verde (Cercopithecus æthiops), provenientes ambos de Punt (lo que
hoy se llama en Somalia Puntland).
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2
ellos que se observó científicamente, por primera vez, un comportamiento que
los científicos japoneses, sus descubridores, denominaron “protocultura”.
Más de medio siglo (55 años) después de estas observaciones
seminales sobre macacos y de 45 sobre chimpancés, ¿qué podemos saber de
lo que significa el concepto de cultura naturalizado en el caso de las dos
especies ya citadas?
Naturalización y metafísica
En el caso de los humanos, la naturalización ha consistido que en vez de
buscar la humanidad de otros animales, se estudia a la especie Homo sapiens
como a otro animal más. Por ejemplo, tomemos el caso del infanticidio. Este
fenómeno que tanto preocupa a las sociedades que se autodenominan
civilizadas y donde semejante acto ocurre de igual manera que en las que
juzgan como primitivas, tiene una estrecha correlación con la maternidad y con
la sexualidad de las especies que la manifiestan. En efecto, en el orden
primates, al que pertenecen obviamente todas las especies de Homo que han
existido, hay una estrecha relación entre la sexualidad pos-parto y el
infanticidio. Mientras más larga sea la lactancia, más grande es la posibilidad
de que las hembras puedan tener hijos de un hombre que no sea el que se
sienta “con derechos exclusivos” sobre una hembra lactante. En efecto, el
infanticidio es menor en especies donde la lactancia dura un menor tiempo.
La propuesta naturalizada es que en el caso del concepto de cultura
encontraríamos características comunes de dicho fenómeno entre especies no
humanas y humanas, como lo analizaremos más adelante.
Al discutir de cultura, los naturalistas —el conjunto de científicos que
estudian a la naturaleza—, actúan como filósofos adoptando compromisos
metafísicos. En efecto, una de las características de la filosofía, que en su
origen es sinónimo de ciencia, es su constante incursión argumentativa en
problemas
metafísicos.
Definimos
a
éstos
como
las
aseveraciones
argumentativas que no pueden ser contrastadas para su verificación o
falsación (Popper dixit) pero que son propuestas con el fin de que
eventualmente lo puedan ser (Martínez-Contreras, 2007a). En ello la metafísica
se diferencia de la religión, donde las afirmaciones no pueden ser criticadas y
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3
menos aún contrastadas, pero también de la ciencia, donde los argumentos
reenvían a análisis formales o a demostraciones fenoménicas. Tomemos un
ejemplo: la Revolución Francesa propone una serie de garantías que aparecen
hoy en día en casi todos los países democráticos del mundo: libertad, igualdad
fraternidad. Ahora bien, el concepto de igualdad puede tener contrastaciones
científicas. Es así como lo que fuera una propuesta metafísica de Descartes,
“todos los hombres comparten ‘le bon sens’” (sentido común) tiene bases
biológicas y etológicas científicas, a pesar de que dichas ciencias no existían
como tales en la época del francés. Lo mismo se puede afirmar del concepto
de fraternidad, tan relacionado con el estudio de los comportamientos altruistas
de los humanos y de otras especies. Sin embargo, el que es tal vez el más
importante de los conceptos que nos legó esa revolución, el de libertad,
difícilmente puede tener un sustento experimental, como lo han tratado de
demostrar psicólogos y demás científicos sociales que consideran que la
situación de los humanos no obedece a una libre y nueva decisión en cada uno
de sus actos, como lo pudiera proponer por ejemplo un filósofo híperracionalista como Sartre (Martínez-Contreras, 2007b).
Por ese motivo consideramos que el concepto de cultura, tan importante
en la discusión de lo que significa “ser humano”, está comprometido con
posiciones metafísicas en el sentido de la palabra arriba señalado.
Una de las características más antiguas del concepto de cultura es aquel
que hace de este fenómeno algo exclusivo de las comunidades de humanos.
Tal idea deriva de planteamientos que inaugura, en la tradición occidental,
Aristóteles, y que desarrollara brillantemente, aunque equivocadamente en
nuestra opinión, Descartes. El estagirita, al hablar de los sonidos que emiten
los diferentes animales y sus infantes, así como al interesarse en especial por
el tono de las emisiones de los vacunos, señala cómo es asombroso que un
becerro tenga una voz tan ronca, mientras que en los infantes humanos es lo
contrario, tienen voz muy aguda, igual que las mujeres, cosa que se nota muy
bien, añade, porque sólo los humanos estamos dotados de la palabra (De
generationes animalium: V, 7). Casi dos mil años posteriormente, Descartes
(1637), nos enseña que se puede distinguir al más sofisticado de los autómatas
de un humano por el hecho de que sólo éste está dotado de palabra. Tres
siglos después del francés, Alan Turing trata de probar empíricamente que el
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4
francés se equivoca en su método de distinción entre humanos y autómatas, al
suponer que la intencionalidad (el pensamiento en general) no necesariamente
necesita del lenguaje para manifestarse: con ese fin hace a los humanos
interactuar con computadoras, sin que aquéllos sepan de antemano si hay una
persona o sólo un brillante programa informático que dialoga (por escrito, no
verbalmente) detrás de la pantalla. Aunque los circuitos que utilizó Turing han
sido considerablemente perfeccionados, el problema que planteó el francés, y
que era metafísico, no científico, sigue intacto. Sartre, por ejemplo, en su pieza
de teatro Las moscas (Sartre, 1943; Martínez-Contreras, 2006:), propone que
incluso si existiera un dios que hubiera creado a los humanos, al haberlos
elaborado libres, éstos escaparían necesariamente de su control, incluso en el
caso de un ser condenado a un destino inexorable, como el de Edipo, pues su
interpretación de su propio destino sólo de él dependerá. En 2001: a Space
Odyssey (1968), Stanley Kubrick y su co-libretista W. C. Clarke4, ilustran por su
parte algo semejante a lo que Sartre antes proponía, un ser que se escapa en
su intencionalidad a su creador: una computadora “humanizada”, HAL, es
realizada por los humanos de manera tan semejante a nosotros que acaba por
tener deseos e intencionalidad que se manifiestan, en su caso, en una
ambición desmedida y cruel por el poder. Creemos que en todos los autores
citados se da por hecho que existe una intencionalidad que manifiesta a la
libertad, sin que por ello puedan ellos o nosotros definir adecuadamente ni a la
una ni a la otra.
La cultura tiene estrecha relación con estas atribuciones de lenguaje y
de intencionalidad restringidas exclusivamente a los humanos, hasta el punto
de que se ha vuelto una tautología: aquellos animales que no poseen el
lenguaje natural humano no pueden pensar reflexivamente —“internamente”—
y por ello tampoco pueden manifestar una cultura. De esa manera se excluye
de la cultura a todos los animales no humanos conocidos.
Esta posición, aún dominante en nuestra tradición, ha tenido detractores
poderosos desde la Antigüedad, en especial gracias a los estoicos griegos,
4
Clarke es un autor de ciencia ficción cuyo cuento, “The sentinel of eternity”, trata de un
monolito dejado por otra civilización “como advertencia” y encontrado en la Luna, fue
rechazado en 1948 por la BBC. Kubrick y Clarke —cuya colaboración le fue sugerida por la
MGM— realizarán, durante 4 años, el guión de la película. HAL (cada una de sus letras
antecede a las de IBM, aunque por azar, se dijo), ausente en el cuento original, será una idea
de ambos.
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5
romanos y sus continuadores post-renacentistas. Los estoicos destacaban que
los animales manifestaban sentimientos de la misma manera que los humanos
y que probablemente podían comunicar por medio de lenguajes que nos
escapaban (Martínez-Contreras, 2002). Lo excesivo de esta última posición
que consiste en universalizar sin pruebas un rasgo de la especie humana, el
uso del lenguaje natural, ha sido sin duda contraproducente, pues si es fácil
observar por parte de los animales la expresión de sentimientos semejantes a
los de los humanos, la demostración de que poseían “lenguajes” propios nunca
fue posible; incluso se fracasó en lograr una identidad total cuando se hicieron
los interesantes esfuerzos de enseñanza del lenguaje de los sordos
americanos a los chimpancés (Martínez-Contreras, 2000). Pero esto nos
sacaría de nuestro tema.
Cultura en primates no humanos
Después de la Segunda Guerra Mundial la primatología, tanto de campo
como de laboratorio, se desarrolla de extraordinaria manera en los EEUU,
Europa y en Japón.
En Japón, un etólogo de equinos, Imanishi, quien estudia a las tropas de
caballos que viven en semilibertad, se interesa rápidamente, durante sus
observaciones de campo, en los macacos que viven en su ecosistema y que
son muy abundantes en las tres grandes islas de las dos mil de su país:
Honshu, Kyushu y Shikoku5. Imanishi observará a estos animales en su hábitat
natural, entre otros lugares, en la ya mítica isla de Koshima (“isla de la
felicidad” en japonés) frente la costa sureste de Kyushu (municipio de
Miyasaki).
5
Están ausentes de Hokkaido, la gran isla norteña, que es demasiado fría para estos animales.
La subespecie M. f. yakui se encuentra exclusivamente en la isla de Yakushima, en el suroeste
del archipiélago.
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6
Foto 1
Vista aérea de Koshima. En esa época, la isla estaba unida al continente por una lengua de arena.
Foto a partir de un póster, cortesía del Japanese Monkey Center. (Foto © J. Martínez-Contreras).
Foto 2
Koshima, 2005. La playa se encuentra en el labio volcánico, a la izquierda de la foto.
(Fotos unidas © J. Martínez-Contreras).
Ahora bien, la figura de Imanishi tiene gran importancia no sólo en la
tradición primatológica, sino también filosófica de su país.
Como su colega etólogo austriaco, Lorenz, Imanishi hace una incursión
en la filosofía occidental que, recordemos, valoró altamente el diálogo con el fin
de acercase al conocimiento verdadero, tradición renovada por pensadores de
los siglos XVII y XVIII, e imagina diálogos entre personajes que representan en
realidad, como entonces (Hume, 1673), a corrientes del pensamiento. Publica
su trabajo seminal, “La evolución de la humanidad” (Itani & Nishimura, 1973:
passim)6, en 1952, el mismo año en que comienzan las investigaciones “con
aprovisionamiento”
de
los
macacos
japoneses
y,
rápidamente,
las
especulaciones sobre lo que significa cultura ante los extremos que son instinto
6
Citado y resumido por los autores. El texto está en efecto en japonés y no conocemos versión
occidental del mismo, pero sí muchas referencias directas a él.
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7
y racionalidad. En su trabajo introduce un diálogo entre un hombre no culto,
que manifiesta así el sentido común, un mono y una avispa, moderados en su
discusión por un evolucionista. El evolucionista no trata de imponer sus ideas
—un evolucionista neutro que no quiere favorecer en especial a ninguna de las
tres especies—, y que se eclipsa del debate afirmando que sólo se trata de ver
qué es lo que hay en común entre el evolucionismo y cada una de las visiones
de los tres personajes. La discusión se centra en torno a la confrontación del
instinto, que caracterizaría a los animales, y de la cultura, que sería la marca
exclusiva de los humanos. Podemos ver que el mono ocupa una situación
intermedia entre la abeja, guiada por el instinto, y el humano, por la cultura.
Aunque no hemos podido leer el texto original —escrito en japonés— debemos
recordar que precisamente en esa época los trabajos de los padres de la
moderna etología, Tinbergen y Lorenz, habían cobrado gran importancia en
occidente.
Aunque no lo menciona tampoco Imanishi, porque probablemente no
conoce su obra, se trataría también en realidad de un experimento en torno a
las teorías de Rousseau (Martínez-Contreras, 2006: cap. IV) quien sostenía
que las sociedades humanas eran el producto de la reunión accidental —pero
que no podían dar marcha atrás— de individuos aislados que antes de su
“socialización” sólo entraban en contacto entre sí para reproducirse.
En todo caso, los autores señalan cómo Imanishi hace predicciones
experimentales para contrastar empíricamente la parte del instinto de la del
aprendizaje cultural, tanto en los primates no humanos como entre nosotros. El
japonés, que había leído sin duda también a Yerkes, nos recuerda que el
americano señalaba cómo algunos de sus chimpancés nacidos y criados en
cautiverio no siempre confeccionaban sus nidos antes de dormir, con lo cual no
podía tratarse de un comportamiento no que era ni totalmente aprendido ni
totalmente innato. Yerkes escribía también sobre la dificultad de ser madre que
experimentaban las hembras primíparas. Por ello proponía el estudio de monos
crecidos en aislamiento con el fin de abordar la vieja pregunta de qué es lo que
separa en los humanos a la natura de la cultura, propuesta que es sin duda
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8
segundada por Imanishi, pero que en realidad hará la fama de otro investigador
americano Harlow (1965)7, unos años después.
Pero, a diferencia de un filósofo occidental, Imanishi propone estudios
experimentales sobre el problema. Es así como, de manera más práctica,
promueve los esfuerzos por aprovisionar a dos tropas de macacos, una de
ellas en la ahora famosa isla de Koshima. Es Imanishi, en efecto, quien
introduce la tradición de complementar la alimentación de los monos con
pitanzas aportadas con el fin de estudiar de cerca su comportamiento
alimentario, para él lleno de posibilidades culturales8. Se trataría de una buena
intuición, pues los 65 comportamientos repertoriados en chimpancés, y de los
que
hablaremos
más
abajo,
tienen
en
su
mayoría
—aunque
no
exclusivamente— relación con la alimentación. Uno de los investigadores
japoneses, Sumiko Kawabe, lleva la propuesta experimental de Imanishi hasta
el punto de criar en aislamiento (¿sin conocer la obra de Harlow?) a 11
macacos, que luego reúne en un grupo, necesariamente “artificial” al inicio, que
es introducido en una isla carente de poblaciones autóctonas de monos. Los
hábitos alimentarios de esta tropa artificial, son estudiados en trabajo de campo
a partir de 1964 y se menciona que son sui generis. Este experimento es, sin
embargo, abandonado por la muerte prematura del investigador, en 1972 (Itani
& Nishimura, 1973: 32-33), un año antes de la publicación del artículo de éstos,
por lo que no sabemos qué sucedió con aquellos monos carentes de
investigador. La otra propuesta de Imanishi consiste en proponer la
observación ininterrumpida de las poblaciones de monos sujetas a estudio.
Esta actitud contrasta sin duda con la tradición de observaciones parciales,
cortas y ad libitum de los animales en la naturaleza.
Imanishi es entonces el humano que, a la manera precisamente de Imo,
la famosa macaca de la que hablaremos más adelante, introduce en la
primatología contemporánea una tradición que se perpetua. Es él quien
inaugura la primatología japonesa y es también el responsable de toda una
serie de rasgos de dicha tradición, entre ellos, el aprovisionamiento de ciertas
7
Considerado ahora como el summum de la crueldad contra los monos por los promotores del
fin de sufrimiento para los animales de laboratorio (http://www.primatefreedom.com &
http://www.allanimals.org).
8
Los japoneses consideran que una comida debe de contener cuando menos 28 ingredientes
diferentes. Esto contrasta sin duda con tantas culturas que se conforman con tal vez menos
diez diferentes ingredientes en su cocina.
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9
tropas de monos para atraerlos a zonas donde pueden ser observados con
mayor claridad, como es precisamente la enorme playa de esa isla9, así como
promover una observación continua de los mismos.
Si en occidente el aprovisionamiento no es adoptado, sí lo es la observación
continua.
El aprovisionamiento y sus consecuencias culturales.
Uno de los alimentos que les dan a los monos son papas. Este alimento,
que proviene de Suramérica, por su semejanza con los tubérculos que ellos
consumen, tiene inmediatamente gran éxito. Las papas son entregadas, como
se acostumbraba entonces, sucias (las papas para humanos y no humanos se
entregan ahora limpias en los países desarrollados). Una investigadora, la
Profesora Ito, notará un día que una hembra joven —entre un 1.3 a 1.5 años de
edad, y no dominante, la hembra F-111 (ver foto 3), que luego sería bautizada
como Imo (tubérculo en japonés)— “decide” lavar en un riachuelo (agua dulce)
que desemboca en el mar las papas que recoge. Este comportamiento
innovador pasará poco a poco, por vía matrilinear, a toda la comunidad, que la
adoptará (Kawamura, 1959).
9
Ver fotos 1 y 2. La isla (foto 1) es a veces una península gracias a una línea de arena
aportada por ciertos tifones y que la conecta con la de Kyushu.
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10
Foto 3
Imo lavando papas. Foto © J. Martínez-Contreras
(2005) a partir de un póster cortesía del
Japanese Monkey Center.
Foto 4
Hembra e infante en Koshima.
Foto © J. Martínez-Contreras, 2005.
(Visita cortesía del Japanese Monkey Center)
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11
Recordemos en qué consiste la estructura matrilineal de los macacos
japoneses:
Japanese macaques live in ‘troops’ in which the female members are
matrilineally related. The troop is a social unit, and when a troop becomes
large it may split into two troops, each of which retains the matrilineal
structure. Because resources are limited, competition arises between
troops. Therefore, the troop is also an ecological unit of survival. In the
Japanese macaque multimale-female troop structure, males transfer
between troops whereas females remain. Their socio-ecological dynamics
may be interpreted as a complex of reproductive strategies of males and a
competition over land and food resources between matrilines (Maruhashi &
Takasaki, 1996: 146).
Semejante conducta la repetirá Imo con granos de trigo —actualmente el
alimento que más reciben10— que tirará al riachuelo con el fin de que éstos
floten y se liberen de la tierra. Semejantes conductas de limpieza por medio del
uso del agua —y más tarde la de lavar y a la vez salar en agua de mar, para
darles sabor, a los alimentos, que ya no proviene de Imo11— serán adoptadas
después poco a poco, y en un proceso más bien lento a los ojos de los
humanos, por parte de toda la comunidad.
Aunque ya no sobrevive ninguno de los macacos contemporáneos de
Imo, estos comportamientos se mantienen incluso cuando actualmente las
papas llegan ya limpias, como ya dijimos12. Entonces sí podemos hablar de un
rasgo cultural definido como aquel que, independientemente de las bases
genéticas que pueda tener, se transmite a través de la imitación por parte de
un grupo de animales que viven en comunidad. Es cierto, sin embargo, que la
capacidad para aprender tiene una base genética: no se le puede enseñar a
una hormiga de la misma manera que a un macaco (para algunos, de ninguna
manera, aunque algunos estudios apuntan hacia una posibilidad de
aprendizaje mínimo en ciertos insectos).
10
Durante mi visita en 2005, los dos días que estuve en el Centro Primatológico de Koshima los
animales fueron alimentados con trigo.
11
Los investigadores comenzaron también a lanzar papas al mar desde lanchas y provocaron
que los animales, que normalmente no se metían al océano, aprendieran a bucearlas.
12
Contrariamente a los que pudiera pensarse, ahora se reparten papas de manera muy
especial, unas cuantas veces al año y por motivos especiales.
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12
Foto 5
Recogiendo trigo en la playa. Nótese el uso tanto de la boca como de las manos.
Foto © J. Martínez-Contreras, 2005. (Visita cortesía de Japanese Monkey Center).
Ahora bien ¿se pudiera pensar que los macacos de Koshima
manifestaban cultura? Veamos al respecto lo que dice la enciclopedia Grand
Larousse universel (1995, (4): 2838). Dejando a un lado la etimología bastante
evidente que pone en relación a la cultura con el cultivo de plantas, se
mencionan tres aspectos de lo que significa cultura, por supuesto tomando
como único modelo a las sociedades humanas:
1. La cultura es la manifestación de un conjunto de fenómenos materiales e
ideológicos que caracterizan a un grupo étnico, a una nación, a una
civilización por oposición a otro (conjunto semejante). Por ejemplo “la
civilización occidental”.
2. Dentro de un grupo social, se trataría del conjunto de signos
característicos de comportamiento, lenguaje, gestos, vestimenta, etc., del
mismo (por ejemplo, en una sociedad humana estratificada, los conjuntos
manifestarían a alguien como obrero, como burgués, etc.).
3. Conjunto de procesos por medio de los cuales un grupo de personas
permite a otro acceder a los conocimientos tradicionales que necesita para
dominar nuevos conocimientos, integrándolos a un fondo común.
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13
Si analizamos lo que sucedió en la isla con la acción de Imo y sus
consecuencias históricas, entonces podemos decir que la comunidad
habituada de la isla13 puede ser considera como una cultura según el primer
punto, pues el lavado de papas y cereales es algo que la caracteriza y a la vez
la diferencia de otras comunidades de macacos japoneses que son
genéticamente iguales a ellos —por lo menos más semejantes que cualquier
otra especie de macacos, pues obviamente no se trata de que sean clones— o
de cualquier otra especie de monos.
Si contrastamos a la comunidad de Koshima con el punto dos, podemos
ver que ayudaríamos mucho a los editores de esa magnífica y sabia
enciclopedia si les hiciéramos notar que la estratificación en diferentes grupos
de dominancia no es un fenómeno humano que se da a partir del neolítico sino
que lo encontramos en las comunidades animales de muchos tipos, en
particular
entre
los
monos,
estratificación
que
se
manifiesta
en
el
comportamiento de los individuos entre sí: en actitudes de sumisión, de
alianza, etc.
Finalmente, el punto tres también se le pudiera aplicar perfectamente a
los koshimenses en la medida en que los grupos de animales, a partir de esta
invención individual del lavado de papas por parte de Imo, permite a los
individuos más jóvenes de la tropa no sólo aprender a lavar tubérculos sino
también a aplicar el mismo procedimiento general a los alimentos
proporcionados por el hombre, enriqueciendo así al conjunto de conocimientos
que la conglomeración simiesca posee como conjunto inter-actuante. Es cierto
que sobre este último punto, la propia tradición japonesa es crítica de sí misma:
Matsuzawa14, en particular, señala que no se trataría de un comportamiento
completamente natural pues se dio a partir de la intervención de los humanos,
lo mismo que la costumbre de bucear en el mar. Esa crítica es cierta y coincido
con ella en la medida en que cualquier intervención de los humanos en las
comunidades, incluso las de los “humanos invisibles”15 tiene un impacto en las
13
Como ya señalamos, la isla es a veces península. Una isla pudiera haber hecho, con el paso
del tiempo, de ese grupo a una subespecie, como sucedió con M. f. yakui.
14
Matsuzawa (2003).
15
Se llama así a los investigadores que se acercan y se integran al panorama perceptivo de los
animales, sin jamás interactuar con ellos; es así como los animales toman a los humanos como
objetos o animales “neutros” (por ejemplo, un infante puede jugar a esconderse detrás de un
investigador). El conocimiento de este tipo de comportamientos ha permitido que puedan ser
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14
comunidades animales que aprenden de su entorno. Por otro lado, estos
estudios de aprendizaje de nuevas técnicas por parte de macacos no han sido,
hasta donde sabemos, contrastados con los de laboratorio, como ha sucedido
con chimpancés de las subespecie Pan troglodytes verus de Guinea, de los
cuales un grupo vive en excelentes instalaciones en la ciudad de Inuyama
donde se encuentra el Centro primatológico japonés, mientras que otros son
observados en libertad, en Bossou, suroeste de Guinea.
Ahora bien, aceptando que la cultura existe en sociedades animales no
humanas, analicemos entonces lo que se puede suponer sobre el origen y la
razón de la cultura.
Los
humanos
de
aspecto
moderno
hemos
sido
tan
exitosos
desarrollando tecnologías que nos han permitido “conquistar” territorios en
ecosistemas muy diferentes de aquellos en los que surgieron nuestros
ancestros que damos por hecho que la posibilidad de desarrollar una cultura
acumulativa donde los nuevos grupos humanos parten de los conocimientos
que reciben de sus ancestros y los integran y acumulan junto con los que
desarrollan. Las culturas humanas poseen en efecto este medio indirecto de
diseminación de rasgos culturales en el tiempo y en la distancia que es el
lenguaje y se apoyan mucho más que las que conocemos de chimpancés en
una acumulación cultural —el efecto rueda de engranaje que permite avanzar y
frena el retroceso— los que nos hace generar, con el mismo cerebro, artefactos
más elaborados: comparemos nuestra tecnología más reciente con las pinturas
de Niaux de hace casi veinte mil años y tendremos la misma reacción de
admiración. Somos los mismos humanos, pero tenemos una cultura que
aprovechó en efecto engranaje. Sin embargo, nada nos dice que el efecto
engranaje nos proteja de cualquier retroceso: una catástrofe como aquellas
que temen los ecologistas pudiera bien dar al tras con la civilización, con esta
acumulación del saber de diez mil años, y regresarnos al estado de naturaleza,
aquel estado que según Locke sería siempre la base de cualquier proyecto de
sociedad. Es probable que ese efecto esté también contaminado de
antropocentrismo, por lo que no debemos descartarlo en los otros primates.
Pero no tenemos lugar para analizarlo aquí.
observadas desde bastante cerca comunidades de gorilas o de chimpancés, para sólo
mencionar a dos especies a cuyos grupos salvajes nos pudimos acercar en el África.
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15
La cultura en chimpancés
Incluso los primatólogos que demostraban la existencia de culturas en
monos y simios a partir de los años 1950 y que realizaron hace 35 en el
simposio sobre “protoculturas” durante el Congress of the International
Primatological Society (Oregon,1972) (ponencias reunidas en libro en 1973),
manifestaban grandes y poco explicables —vistas ahora— reticencias sobre el
uso del término cultura entre los animales estudiados, si no fuera por el temor
de meterse en territorios reservados a los humanos.
When on rises to the level of generality at which one can discuss all
mammalian societies within the same frame of reference, it might of course
be that the term ‘culture’ is appropriate only in a very loose adjectival
sense; therefore, a term such as protoculture, preculture, infraculture, or
‘biological basis of culture’ can be substitutes if one so desires. Whether or
not any of these terms can be defined in a fashion that is acceptable to all
is another problem. This problem might disturb the deductively-oriented
researcher who wants to know first of all, what do animals and men do, and
why? (Menzel, 1973).
De esta frase podemos extraer dos aseveraciones que nos parecen
interesantes. Aunque no especifican a quiénes se refieren como “deductivelyoriented researcher(s)”, suponemos que se trata probablemente de los filósofos
que han tenido a menudo la tendencia a generalizar lo particular e, incluso, a
convertir ciertas especificidades en algún tipo de universales platónicos. Sobre
este punto no podemos sino estar de acuerdo con nuestros colegas japoneses,
pues nada en la reflexión platónica —ya que asimilamos calificamos de
“platónicos” a estos pensadores orientados deductivamente— nos pudiera
haber permitido descubrir la existencia de tales comportamientos en animales
no humanos. Pero, por otro lado, debemos destacar el aparente temor de los
investigadores de entonces a adoptar directamente el término cultura —tan
contrario en aquellos tiempos a los valores de la tradición occidental— en vez
de los de protocultura o subcultura que utilizan en su lugar. Probablemente el
“establishment”
científico
y,
en
particular,
aquella
sección
de
éste
conglomerado internacional que aporta fondos para la investigación, no estaba
dispuesto a aceptar la existencia de cultura en esos pequeños monos
amarillentos, macacos que ni siquiera eran chimpancés, simios aceptados, por
su anatomía y por su comportamiento, y desde hace 4 siglos, como los más
cercanos a los humanos (Martínez-Contreras, 2007d). Y esta reticencia se
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16
aplica también a los investigadores japoneses, a pesar de haber sido
desbrozadores en este campo gracias a sus propias tradiciones culturales —
valga la redundancia— que contribuyeron sin duda a que fueran ellos los
primeros en describir la innovación cultural de un mono.
Las culturas de los chimpancés troglodytes.
Si, como entre los humanos, cultura significa no sólo la cultura
comportamental sino también la cultura material, claramente presente entre los
chimpancés, rompedores de nueces por medio de martillos, yunques y calzas
de yunque, sólo discutiremos aquí los aspectos conductuales de la cultura.
A pesar de lo poco que se conoce todavía de las posibles culturas entre
los bonobos (Pan paniscus) y de que sólo se han estudiado a fondo menos de
diez comunidades de sólo dos subespecies del chimpancé “común” o Pan
troglodytes, lo que sobre ellos ahora se sabe es impresionante en relación con
los 400 años del conocimiento europeo del animal.
En efecto, casi treinta años después de aquel simposio sobre
protoculturas donde los macacos japoneses eran las estrellas de la inventiva
primatológica, la crema y nata de los estudiosos de los chimpancés, en
especial aquellos que realizan trabajo de campo financiados por instituciones
americanas, europeas y japonesas, llevaron a cabo, a su vez, y bajo el mismo
espíritu integrador que tuvieron los trabajos antes citados, una síntesis del
conocimiento actual sobre culturas de este póngido africano. A partir de una
primera publicación en Nature (Whiten et al.,1999) de sus conclusiones16, no
han dejado de salir desde entonces, libros, trabajos y blogs sobre el mismo
tema. El fin de la reunión fue el de establecer un mapa preciso, tanto en
relación con la localización geográfica de las diferentes tropas de chimpancés
cuanto con la señalización de la especificidad cultural de cada grupo en
particular, así como la mención de la subespecie de pertenencia17 del grupo
que manifiesta cada cultura, lo que significa un total acumulado, aunque no
histórico, de 151 años de observaciones. Un primer resultado es que la
16
Donde, por cierto, Bossou (Guinea) ocupa un lugar importante en el análisis, aunque su
investigador responsable, Tetsuro Matsuzawa, no aparece entre los autores.
17
Ver nota 2.
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17
cantidad de patrones (patterns) de variación cultural señalados es —aunque
era de esperarse— muy superior a la de cualquier otra especie animal
observada, con la excepción de Homo sapiens. Ya no se habla aquí de
protoculturas o subculturas, sino simplemente de culturas, como en el caso de
los humanos.
El cuerpo de especialistas partió del estudio de 65 categorías de
comportamiento observados en trabajo de campo. Enseguida los autores
asignaron a cada categoría uno de los siguientes seis códigos:
1)
Tradicional (customary). El comportamiento ocurre en todos o en la
mayoría de los miembros físicamente aptos en por lo menos una
categoría de una clase edad/sexo (por ejemplo, la de machos
adultos).
2)
Habitual. Si el comportamiento no es tradicional, por lo menos ha
ocurrido
repetidamente
entre
varios
individuos
de
manera
consistente con cierto grado de transmisión.
3)
Presente. Si el comportamiento no es ni tradicional ni habitual, por
lo menos está claramente identificado.
4)
Ausente. El comportamiento no ha sido registrado, sin que haya
ninguna explicación ecológica que lo justifique.
5)
Explicación ecológica. La ausencia del comportamiento es
explicable en razón de una característica ecológica local.
6)
Desconocido. El comportamiento no ha sido registrado, pero esto
puede ser debido a la ausencia de oportunidades relevantes de
observación.
Estas categorías fueron enseguida aplicadas a siete comunidades (dos
pertenecen a una misma zona: Mahale) de chimpancés que manifiestan el
récord de observación más amplio, en un rango que varía entre 8 y 38 años.
Estas comunidades son:
a)
Bossou (subespecie: P. t. verus) en Guinea suroccidental.
b)
Taï (subespecie: P. t. verus), en la zona sur oriental de Costa de
Marfil. Taï pertenece no sólo al mismo ecosistema que Bossou, sino
que a pesar de la interferencia de los humanos en la región ha
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seguido
habiendo
18
intercambio
genético
y
cultural
entre
las
poblaciones de simios de ambos países.
c)
Gombe (subespecie: P. t. schweinfurthii). Se trata de la ahora mítica
región de Tanzania donde Jane Goodall iniciará, en 1960, bajo los
auspicios de Louis Leakey18, uno de las observaciones continuas más
largas de las que se tenga memoria sobre los chimpancés. La
inglesa fue la primera en describir la captura de termitas por medio
de un vara como un comportamiento instrumental de los chimpancés,
en una época en que el uso de instrumentos se consideraba como un
rasgo exclusivamente humano.
d) Mahale, grupo “M” (subespecie: P. t. schweinfurthii), Tanzania.
También en Tanzania, se trata, como Bossou, de una zona donde
han trabajado especialmente grupos de investigadores japoneses
ligados con la Universidad de Kyoto.
e) Mahale, grupo “K” (subespecie: P. t. schweinfurthii), Tanzania.
f) Kibale Forest (subespecie: P. t. schweinfurthii), Uganda.
g) Budongo Forest (subespecie: P. t. schweinfurthii), Uganda.
El lector deberá notar que las posibilidades de observar a otras
comunidades de chimpancés en países donde todavía abundan, a pesar de las
guerras entre los humanos, como los dos Congos, Gabón, Guinea Ecuatorial y
varios otros países, es una tarea aún pendiente para las comunidades de
investigadores. Si señalo esto es porque varios comportamientos de la lista de
estos ocho lugares han sido señalados en otra zonas de El África.
En todo caso, las combinaciones de esas 65 conductas determinan la de
39 patrones de comportamiento19, incluyendo a los agrupados en uso de
herramientas, aseo y cortejo que “son habituales en ciertas comunidades pero
que se encuentran ausentes en otras en las cuales las explicaciones
ecológicas han sido descartadas” (Whiten et al.,1999). Los investigadores
también destacan las características cualitativas de los patrones culturales en
18
Como sabemos, el paleoantropólogo también fue el impulsor y mentor de las carreras de
otras dos grandes primatólogas: Dian Fossey, quien estudió a los gorilas de montaña y quien
murió asesinada, probablemente por un cazador furtivo, así como Biruté Galdikas, especialista
en orangutanes, quien tiene aún un centro Primatológico en la isla de Borneo.
19 El análisis detallada de estas conductas, ver mi art.: “O modelo primatológico de cultura”, en
Paolo Cesar Coelho Abrantes (Org.), Filosofia da biologia (en prensa, Brasil).
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19
chimpancés por lo extenso y múltiples que son, a diferencia, por ejemplo, de lo
que sucede entre las aves, donde las variaciones que se reportan tienen que
ver con la diversa expresión de patrones individuales; v. gr.: los diferentes
dialectos en una especie dada de aves. Los chimpancés, en efecto, pueden
diferenciarse de los demás grupos mostrando simultáneamente varios de los
patrones
culturales
repertoriados.
Esto
hace
que
cada
cultura
sea
especialmente distinta de las otras en varios patrones, no sólo en uno, como
sucede entre los humanos.
Es cierto que muchos- por la dominación dualista proveniente del
cartesianismo, pero también de la religión judeo-cristina– expresarán su
desacuerdo con el uso del término pedagogía aplicado en los estudios sobre
chimpancés que acabo de presentar.
Pero no es acaso pedagogía enseñar a un infante comportamientos con
los que no ha nacido y que solo por el aprendizaje a través de los adultos de su
especie puede adquirir. Los chimpancés y nosotros tenemos pedagogía; una
araña, por el contrario, que cuida sin embargo a su descendencia, será incapaz
de enseñarles nada: tanto su cuidado materno será instintivo, como innatos
serán los comportamientos que desplegarán a lo largo de su existencia. Se
apoyaran en un bagaje instintivo, no en una pedagogía.
Cognitivamente tenemos los humanos –como otras especies, en otro
respectos– características especiales, tal vez únicas. Pero la cultura NO es una
de ellas. Somos simplemente otra de las especies “todavía vivas” (extant) que
manifestamos cultura.
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