influencia de chañarcillo en nuestro desenvolvimiento economico

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SOCIEDAD
NACIONAL
INFLUENCIA
EN
DE
MINERIA
DE CHAÑARCILLO
NUESTRO
DESENVOLVIMIENTO
ECONOMICO
POR
JAVIER GAN DAR ILLAS
SANTIAGO
soc,
IMP.
Y
D E CHILE
L I T O .
AHUMADA 32
1
9 3 2
U N I V E R S O
MATTA
INFLUENCIA DE CHAÑARCILLO EN NUESTRO
DESENVOLVIMIENTO ECONOMICO
Conferencia dada poir el señor
Javier Gandarillas MaJtta, Presidente de la Sociedad Nacional de
Minería, el día 16 de Mayo de 1932
en los salones de la Institución.
La conmemoración del primer centenario del
descubrimiento de Chañarcillo es, sin duda, un
acto de justicia histórica porque marca un momento de significación excepcional en nuestra
evolución económica, el cual coincide, además,
con la tranquilización de los movimientos revolucionarios que sucedieron a la independencia
en el interior y con la nueva orientación del
movimiento industrial en Europa que empieza
a utilizar el ferrocarril.
Los descubrimientos de Agua Amarga, en
1811, y de Arqueros en 1825, hicieron época en
nuestra historia económica. El primero constituyó, como dice Vicuña Mackenna, el triunfo
de los patriotas; el segundo despertó un interés inmenso en la provincia de Coquimbo y vivificó por algunos años la vida comercial y
agrícola de esa región; pero el descubrimiento
de Chañarcillo, ocurrido el 16 de Mayo de 1832,
tuvo una influencia incomparablemente superior.
Es que se trataba de uno de esos centros mineros de larga duración—su existencia productiva iba a pasar de cincuenta años—como los
grandes centros que habían dado fama a Méjico
y al Perú aunque más modesto que Guanajuato
o Potosí. Su descubrimiento en una región de
larga tradición minera donde se había extraído
el oro, la plata y el cobre, en el centro de esa
zona vastísima, que se denominaba el despoblado de Atacama y que estaba todavía casi inex-
plorada, su vecindad de la ciudad de Copiapó
de la cual la separaban unas diez leguas y a
un valle de recursos, como el del río Copiapó,
en el centro del Desierto, muy valioso para las
explotaciones mineras, formaban un conjunto
de circunstancias favorables para su desarrollo
y explican la influencia extraordinaria que tuvo
en la futura industria del país.
Nuestro territorio aprovechable y explotado
era entonces muy exiguo. La parte más poblada estaba comprendida entre Aconcagua y el
Bío-Bío, la población sobrepasaba apenas
1.100,000 almas, o sea, la cuarta parte de la que
tenemos hoy. La industria minera era rudimentaria, estaba muy diseminada, y solamente en
el año anterior acababa la industria del cobre,
de aplicar su primer perfeccionamiento técnico
después de siglos de trabajo: el de la doble fusión que permitía beneficiar los sulfuros.
La ciudad de Copiapó se encontraba decaída
después del terremoto de 1819, que la destruyó
y su población era muy pequeña, inferior tal
vez a 2,000 habitantes. Darwin que la visitó en
1835, tres años después del descubrimiento de
Chañarcillo, nos la describe en términos precisos, pero poco halagadores. Dice así: "La población ocupa un espacio considerable, porque
cada casa posee un jardín, pero es un lugar poco confortable y las casas están mal amobladas.
Cada persona parece dominada por un solo ob-
jetivo: hacer plata luego y salir de allí para
otra parte, lo más pronto posible. Casi todos los
habitantes se ocupan directa o indirectamente
de minas, y éstas y los minerales son los únicos
tópicos de conversación. Los artículos más indispensables son excesivamente caros en razón
de la larga distancia del puerto al pueblo (18
leguas), hay que pagar el flete muy caro. Una
gallina cuesta 5 ó 6 chelines; la carne es tan
cara coimo en Inglaterra; leña, o más bien palitos, se traen a Jomo de burros de la cordillera
haciendo dos o tres jornadas; los talajes de los
animales cuestan un chelín diario. Todo esto
para Sud América, es exorbitante en último
grado".
El notable naturalista, entregado a sus preocupaciones geológicas, no visitó Chañarcillo,
como lo había hecho con Arqueros, por no sospechar, seguramente, que el nuevo centro recién descubierto iría a tomar las proporciones
que en realidad tomó. Si hubiera frecuentado
más la Sociedad copiapina, tampoco habría podido adivinar que en ese pequeño núcleo aislado
en medio de un desierto, existían almas templadas en ese espíritu aventurero que hizo célebres a los exploradores españoles del Siglo
XVI y que sólo esperaban un momento propicio, como el chispazo de un gran descubrimiento minero, para manifestarse.
Sin la tensión de la voluntad, sin esa exaltación del espíritu que produce toda gran perspectiva de prosperidad que abre nuevos horizontes a las expectativas de felicidad humana,
no podría explicarse el cambio radical experimentado en la mentalidad de los copiapinos,
primero y de gran número de nuestros compatriotas del norte y sur del país, después, que
desearon participar en el riesgo de las aventuras mineras. La orientación industrial que por
primera vez iba a dar al país el trabajo en grande de las minas de plata y cobre, tuvo su herramienta en la compañía minera. Ella desarrolló
el espíritu de asociación tan escaso en la raza
española y preparó el campo para esas grandes
empresas organizadas con capital nacional que
se llamaron: Cía. del Ferrocarril de Copiapó,
Banco de Valparaíso, Banco Nacional de Chile,
Cía. de Salitre de Antofagasta, Cía. de Gas ele
Santiago, Cía. de Lota y Coronel, etc.
E n las Cías, mineras de Chañarcillo tomaban
parte, en efecto, no solamente los mineros de
Copiapó y las personas que luego concurrieron
de todas partes a ese lugar, sino gran número
de individuos que invertían su dinero en barras
de mina en todas partes del país. Sin duda que
la gran mayoría de estas personas, no lograron
hacer un buen negocio, pero todas contribuyeron a difundir el espíritu de asociación, sin el
cual la industria moderna no existiría La magnitud de los obstáculos que había que vencer
puede apreciarse hoy todavía ante la repugnancia de los actuales agricultores para formar
cooperativas para las industrias más fundamentales, como la de la leche.
Diez años después del descubrimiento, dos
visitas de Domeyko a Chañarcillo, nos permiten
formarnos una idea de la distribución general
de las faenas mineras, de su producción y de
sus gastos. En 1841 hubo una producción de
92,000 marcos o sea 21,000 kilos de plata. En la
primera década se produjeron alrededor de
230,000 kilos. Las faenas mineras eran 78, el
número de mineros y empleados 772. Las minas productivas sumaban solamente 15, es decir, que más de 60 compañías trabajaban a pura
pérdida. El valor total de la plata producida
era de unos 900,000 pesos m|c. Los gastos ascendían a 448,000 pesos m]c. De esta suma, decía Domeyko, 300,000 pesos sirven para fomentar la agricultura y el comercio, 100,000 para el
sostenimiento de los establecimientos de beneficio, 70,000 ingresan a las arcas del Estado. El
gasto por obreros y empleados, incluso pólvora,
ascendía a 248 mil pesos, la que repartida entre 772 personas, da una suma de 2,500 pesos
de nuestra moneda, por persona.
Seis establecimientos de amalgamación situados en Copiapó, hacían el beneficio de los minerales, según informaciones de ese mismo año
de Jotabeche. La villa de Copiapó había cambiado notablemente desde el descubrimiento y el
escritor mencionado describe esta transformación en uno de sus más hermosos artículos, titulado: "Quién te vió y quién te ve", escrito en
1842.
La transformación había llegado a un grado
notable en 1848, fecha de los memorables descubrimientos de Tres' Puntas y Buena Esperanza, del Chimbero. Un artículo del diario de Copiapó de los primeros días de tan fausto acontecimiento, citado por Vicuña Mackenna en su
libro dé La Plata, dice así: "No hace todavía
diez años que Copiapó no era más que una
pequeña villa que no ofrecía ningún goce, ninguna comodidad, que no podía presentar al extranjero que la visitaba, ni edificios particulares
que llamaran su atención ni obras públicas de
interés. Hoy como por encanto hemos visto
levantarse hermosos edificios particulares y
obras públicas de importancia, asombra ver
aparecer como por mano de hada lindas casitas
donde antes no eran sino paredones derruidos.
_ 5 —
Tenemos ricas y surtidas tiendas que no sólo
ofrecen los artículos de primera necesidad sino
aquellos de mayor lujo. Un teatro que es, sin
disputa, el segundo del Pacífico, en que ir a ensanchar el ánimo después de las fatigas del trabajo, un hospital para amparar la humanidad
doliente; un cementerio donde reposar con respeto los restos de nuestros padres; un colegio
para la enseñanza de nuestros hijos, y muy
pronto haremos ostentación de un hermoso
templo en que podremos celebrar dignamente
los ritos santos de nuestra augusta religión".
Gracias a la concentración de las ganancias
en manos de esas 15 compañías favorecidas y
de algunas personas pudientes que eran industriales y comerciantes a la vez, como don Agustín Edwards, radicado desde hace unos doce
años atrás en Copiapó, se organizó en 1849 la
Cía. del Ferrocarril y se pudo suscribir entre pocas personas, once apenas, el capital necesario
para esta gran obra. Primero se reunieron
800,000 pesos, después 500,000 más, y otros
575,000 pesos obtenidos de las ganancias de los
primeros años para pagar el costo total de la
obra, que constaba de 80 kilómetros, entre
Caldera y Copiapó. .
Según Jotabeche, en 1849 la mina jefe "Descubridora", tenía dos faenas principales: la
Treinta y las Guías; dos piques, tornos movidos por caballos, 30 labores en beneficio, un administrador general, un contador, 38 mayordomos, 74 barreteros, 104 apires, 2 herreros, 3 carpinteros, 4 cocineros y 3 sirvientes de mano; total: 230 hombres. Sus gastos mensuales eran
de 8 a 9 mil pesos.
El año 1847 la producción de todo el cerro
había sido muy grande, llegando a 200,000 marcos, o sea, 44,000 kilos de plata.
Estas cifras que nos parecen modestas ahora,
no hacen simo poner mejor de relieve el espíritu
de empresa que animó a los organizadores de
la Cía. del Ferrocarril de Copiapó y la confianza absoluta que les inspiró su contratista don
Guillermo Wheelwright. En 1855 quedó abierta
al tráfico la segunda sección de 37 kilómetros
de Copiapó a Pabellón.
Una corta digresión que haremos más adelante sobre los resultados obtenidos con el ferrocarril, nos permitirá comprender mejor toda
su significación como instrumento económico.
Los nuevos descubrimientos mineros habían
elevado la producción de plata por los años
1851-56, a otro tanto de la producción de Chañarcillo. Pero la demanda de la mano de obra
había encarecido enormemente el jornal, de manera que Pissis en su visita al distrito en 1857,
pudo constatar que a pesar de la producción de
31,000 kilos de plata el conjunto de las minas
trabajadas, de las cuales 35 eran productivas y
más de 60 improductivas, no dejaba ya como
en años anteriores ganancias, sino pérdidas. La
hondura media de las minas era de 200 varas.
La plata producida valía 913,950 pesos y los
gastos de explotación, beneficio y fletes eran de
1.240,500 pesos. Pérdida 326,550 pesos. Un barretero sacaba de 50 a 60 pesos al mes. Un
apir se pagaba 30 pesos mensuales, más el costo
de la comida que era de 20 pesos mensuales. Un
peón de cancha, ganaba 25 pesos, más la comida, en total, 45 pesos. Un mayordomo ganaba
60 pesos con la comida. Los administradores
ganaban 1,500 a 3,000 pesos, con casa y comida.
El sabio ingeniero Pissis, propuso entonces
un proyecto que debió parecer temerario e impracticable: abaratar el costo de explotación a
menos de la mitad mediante la construcción de
un socavón perpendicular a la veta de 400 metros de largo en la quebrada que conduce a la
Descubridora, dos piques uno en la mina Constancia y otro en la entrada del socavón o en el
interior, sobre la veta Candelaria, con un gasto
total de 177,000 pesos. Pero como este proyecto
suponía una nueva asociación entre las diferentes compañías mineras para permitir el tráfico
entre pertenencias de distintos dueños, no tuvo
la acogida que merecía.
Los progresos realizados en el trabajo de las
minas, fueron extraordinarios. El apireo se fué
sustituyendo por malacates y tornos de mano
en piques llamados en esa época pique-tornos.
En 1869, había 5 máquinas a vapor en las minas
principales. El total de minas trabajadas era de
72, de las cuales 20 productivas. Se ocuparon
1,900 trabajadores y la producción llegó a
44,000 kilos. Desde 1863 se había aplicado el
sistema de beneficio inventado en Copiapó por
el alemán Króhnke, con el cual se pudieron beneficiar toda clase de minerales con rendimientos de más de 95% y que produjo una verdadera revolución en la metalurgia de la plata.
La producción bajó después de 1870, siendo
la siguiente:
1870
30,000 kilos
1872
15,000 "
1873
12,000 "
1876
18,000 "
1877
15,300 "
1879
28,400 "
1881
12,400 "
1882
21,700 "
1883
12,500 "
—
Muchas son las estimaciones diferentes, publicadas sobre la producción total del cerro de
Chañarcillo, la mayor parte de ellas son exageradas. Nos atendremos a los datos publicados
por un estadístico competente, don Alberto
Herrmann, en el Boletín de la Sociedad de Minería del 31 de Julio de 1892. La producción
total desde el descubrimiento, la avalúa en 120
millones de pesos de 38 d. o sea, 95 millones
de 48 d. La producción total del país desde esa
misma fecha, fué de 212 millones de 38 d., o sea
cerca de 168 millones de 48 d. Chañarcillo había por lo tanto, producido el 57% de la plata
extraída del territorio chileno hasta 1890.
El impulso industrial que recibió el valle y
distritos minieros con el ferrocarril, puede demostrarse con la estadística de los valores de
exportación minera por Caldera entre 1843 y
1872. Los términos medios anuales por quinquenio, fueron:
1843-47
1848-52
1853-57
1858-62
1863-67
1868-72
1.419,583 pesos m. c.
»>
3.489,451
5.952,725
i»
7.064,769
>)
6.354,693
>3
7.058,370
Por otra parte, podemos completar los datos
sobre la transformación económica con las inversiones posteriores efectuadas por la empresa
del ferrocarril a medida que el tráfico aumentaba y se construía el ramal a San Antonio, con
la estadística de la carga transportada y con las
utilidades del ferrocarril.
Hasta Febrero de 1867 las emisiones de acciones de la empresa sumaban 4.200,000 pesos
m. c. El costo del ferrocarril, según la cuenta
de construcción, ascendía en 1876, a 4.242,000
pesos, sin tomar en cuenta la adquisición del
ramal a Chañarcillo, (42 kilóms.), construido
por una Compañía inglesa y vendida por menos
de la mitad de su costo en 145,762 pesos en 1868,
a la Empresa de Copiapó, ni tampoco la construcción de la línea de Puquios (57 kms.), que
importó 360,000 pesos y fué pagada en parte
¿seo'n sus entradas y en parte, con la garantía de
c©n' Felipe Matta y don Apolinario Soto, según el contrato de construcción correspondiente.
La estadística de la carga y pasajeros transportados en los tres períodos decenales 1852-61,
1862-71, 1872-1881, es la siguiente:
é
—
1852-61
Pasajeros
Carga de subida. . .
Carga de bajada. . .
1862-71
1872-81
85,648
80,556
Tons. Tons.
290,888 566,886
308,656 378,624
64,815
Tons.
509,495
209,953
945,510
719,448
599,644
Total
El ferrocarril administrado con mucha economía, tuvo un coeficiente de explotación en
término medio de 40% entre 1852 y 1881. Las
entradas brutas variaron entre 600,000 y 700,000
pesos y los gastos de explotación entre 200,000
y 300,000 pesos. Las utilidades repartidas entre
los accionistas oscilaron entre 300,000 y 400,000
pesos.
Resumidos estos datos por decenios, tenemos:
1852-1861
1862-1871
1872-1881
Entradas
Gastos
Coof.
Expío.
Dividendoe
% s / el
cap.
6.042.232
6.654.870
5.601.025
2.038.766
2.787.322
2 568.731
33.74
41.88
45.84
2.812.252
3.180.000
2.982..008
11.62
9.20
7.10
Las cifras expuestas demuestran cuan justificadas resultaron las esperanzas de ese grupo
de once accionistas principales que reunió el
capital necesario para la ejecución de la obra
de Caldera a Copiapó.
Siendo de la mayor importancia los valores
en dinero producidos por Chañarcillo, no fué
menor su influencia en el desarrollo de toda la
industria minera del Norte, tanto de la plata
como del cobre y la del salitre. Mineros copiapinos fueron los descubridores de los centros cupríferos de la costa, de Chañaral, de Taltal, de
Paposo y del Cobre. Los nombres de Almeyda,
Luján, José A. Moreno, son conocidos de todo el mundo. Díaz Gana, el descubridor de Caracoles, fué también, minero de Chañarcillo.
Los hermanos Gallo habían establecido oficinas salitreras en Tarapacá en tiempo de la dominación peruana, antes de 1859, y la Cía. de
Salitres de Antofagasta contó a dos de sus
fundadores, don Agustín Edwards y don Francisco Puelma, entre las personas que residieron
e hicieron fortuna en Copiapó. Entre los cateadores y explotadores de las pampas salitreras de Taltal y Aguas Blancas, predominan
los mineros copiapinos.
Las fortunas ganadas en las minas, sirvieron
para desarrollar la agricultura del centro del
país, cabiéndole a los mineros de Chañarcillo
una buena parte de estas inversiones. La minería
del carbón surgió con el infatigable don Matías
Cousiño, marido de la heredera de uno de los
dueños de la mina "Descubridora". La base de
la gran fortuna del banquero Edwards, que
fundó su banco en Valparaíso, por el año 1851,
fué obtenida en sus negocios de Copiapó. Por
más de 25 años este hombre excepcional estuvo
ligado a importantes negocios de fundición de
cobre en Chañaral, Coquimbo, etc., y puede decirse que fué el primer comprador de barras de
cobre de su tiempo. Cuando se retiró de Copiapó, había ganado allí 1.500,000 pesos m. 1., y
a su muerte dejó 25 millones.
El espíritu individualista de los industriales
de aquellos tiempos lejos de ser perjudicial,
fué lo que les permitió impulsar la industria sin
ayuda ninguna del Gobierno y crear esa confianza en el propio esfuerzo que marcó con un
sello especial a toda la generación que hizo la
grandeza del país hasta 1880.
Chile se levantó desde el último lugar de las
colonias españolas, hasta ocupar en esa fecha
uno de los primeros puestos en el concierto de
las naciones hispano americanas. Formó su pequeño capital nacional con escasos empréstitos
extranjeros y una participación relativamente
pequeña del capital extranjero en las empresas
privadas. Exploró y explotó su riqueza minera
aprovechando los buenos precios de la plata y
el cobre con sus propios recursos. Es indudable
que si este método fué algo más lento que el
de disponer de mayores capitales oportunamente ofrecidos por el extranjero, sus resultados
fueron más provechosos para formar el carácter de los empresarios. La comparación con la
época posterior, cuando el desarrollo de la riqueza salitrera exigió el concurso del capital
extranjero para construir ferrocarriles y dar
abasto al consumo creciente del salitre nos ofrece la más clara demostración del hecho apuntado.
Copiapó llegó a tener 15,000 habitantes de
los cuales más de 3,000 extranjeros. Fué, pues,
una ciudad cosmopolita que durante más de 20
años ocupó una situación privilegiada en nuestra vida económica. No solamente fué el centro
de la producción de la plata, sino que también
tuvo el segundo lugar en la producción del co»re, después de Coquimbo. En los 30 años desde 1843-72, en que tenemos los datos de la Estadística Comercial, la exportación minera de
Atacama, es de 201 millones de pesos, correspondiendo a los 15 primeros años 64 millones
y 137 millones a los segundos. Descontando los
valores de las barras de cobre-plata y oro, y
cobre y plata, y ateniéndonos a las comparaciones de cobre en barra, ejes y minerales, y
plata en barra y minerales, los valores totales
exportados de Atacama en esos treinta anos
son, 99.5 millones para el cobre y 89.6 para la
plata. De los 201 millones corresponden 156.6 a
Caldera y 45.1 a Huasco. La exportación de
Huasco es casi exclusivamente cobrera, no llegando la plata a más de 2.6 millones.
Para llegar a producir esta considerable suma
de valores, hubo que recurrir a los últimos progresos de la técnica minera y metalúrgica de
la época. Vinieron técnicos extranjeros de primer orden: Moestá, Plisson, Herrmann, Vattier,
Coopsr, Krohnke y otros. Un número mucho
más considerable de mecánicos, inventores, químicos, ensayadores, ingenieros civiles, enmaderadores, fundidores, contratistas, etc. La mayor
parte de ellos se quedaron en el país y fundaron familias cuyos descendientes viven entre
nosotros.
En el año 1875 había 11,000 mineros en Atacama, poco menos de la mitad de la población
minera de todo el país ocupadas en las minas
metálicas. Con los buenos jornales y un mejor
tratamiento por parte de los jefes de las faenas,
la clase obrera mejoró de hábitos y de un estado muy primitivo, descrito por Darwin en su
viaje, llegó a la situación que ocupa actualmente, con mayor instrucción que la clase obrera
del campo. En este orden de ideas citaremos,
para terminar, una página del Libro de La Plata, de Vicuña Mackenna:
"Otra peculiaridad del minero que el vulgo
huaso o de las ciudades no conoce El minero
del norte es la más progresista de todas las ramificaciones de la familia chilena, y si no basta
para comprobante ver todo lo que entre nosotros han hecho durante el último medio siglo
los mineros que se han enriquecido, sería suficiente ir a observar al operario del norte en
Carrizal o en Caracoles. Allí con su dinero se ha
hecho fundaciones de beneficencia, se ha abiej-to
escuelas, se ha ofrecido generosas suscripciones
a la filantropía y a la patria. La generalidad de
las gentes viven entre nosotros, persuadidas de
que lo que hace al minero es el traje, es decir,
la ojota y el gorro lacre, el ceñidor y la media
sin pié. Error: porque sería preciso asistir a
una representación en el teatro de Caracoles o
de Carrizal, y estudiar la composición social de
sus palcos en una función de gala para desvanecer esa creencia. El minero del norte se viste
hoy en todas partes, de paño como el "futre
santiaguino". Otro detalle que es un libro, "La
historia de Chile", por el padre Diego de Rosales, tuvo más suscriptores en Carrizal que
en Santiago"
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