LOS INDIGNADOS DE CIUDAD JUÁREZ VÍCTOR OROZCO Una

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LOS INDIGNADOS DE CIUDAD JUÁREZ
VÍCTOR OROZCO
Una ola de indignación recorre el mundo. Tiene motivaciones generales en
Estados Unidos, España o Francia, para mencionar los países en los cuales se
han realizado las movilizaciones de mayor notoriedad y donde los manifestantes
han ocupado plazas y sitios emblemáticos de cada país: Wall Street, la Puerta
del Sol, La Défense. La causa universalmente invocada es el despojo de salarios
y patrimonios familiares que realiza la élite económica mundial. Pero, en cada
país y ciudad, la indignación obedece además a razones particulares. Los
españoles, pioneros en la protesta que ha cobrado dimensiones globales, no
están reclamando el cese de la violencia criminal. En México, tenemos 50,000
muertos, un número indefinido y gigantesco de extorsiones o secuestros durante
los últimos cuatro años. ¿Hay otro motivo más relevante para inconformarse?. Y,
en Ciudad Juárez, que cargamos con la quinta parte de esa colosal cifra, a pesar
de que apenas sumamos el 1.5% de la población nacional?. ¿Qué otra razón
podría suscitar una condena más drástica de los ciudadanos hacia el gobierno?.
Si, "vivimos con el Jesús en la boca" como resume una vecina la angustia
colectiva.
Haciéndose eco de la común aspiración a la paz y a la seguridad, un
puñado de estudiantes y adherentes de organizaciones civiles realizaban el 1 de
noviembre pasado una marcha pacífica durante la cual pretendían pegar en los
muros y vitrales una cruz rosa por cada uno de los muertos en Ciudad Juárez.
No hacían otra cosa al empezar la breve columna por la avenida López Mateos
cuando llegaron las patrullas de la policía municipal, cargadas de agentes
provistos de fusiles de asalto, quienes les arrebataron los botes con pinturas de
agua y comenzaron a subirlos a las camionetas. En el forcejeo, a uno de los
uniformados le arrojaron el contenido de un bote de engrudo. Los protestantes
fueron esposados y arrojados en las plataformas de los vehículos policiacos. A
una mujer las sacaron a viva fuerza de su automóvil, a otra la arrastraron por el
pavimento. Los videos, tomados por periodistas y por particulares, registraron
paso a paso y desde diferentes perspectivas la acción de los policías. En ningún
momento se advierte algún ataque o agresión de los marchistas a los agentes.
Por la tarde, otros videos dan cuenta de la concentración de familiares y
compañeros de los presos ante las oficinas del edificio policiaco donde aquellos
fueron llevados. Con palabras comedidas le piden a un funcionario que permita a
una comisión de padres de los jóvenes recluidos entrar a verlos para saber su
estado de salud. Sólo eso. Como es frecuente en estos casos, se escucha un
prolongado diálogo de sordos, el oficial se concreta a repetir como autómata: no
puedo, no está en mis manos. Los reunidos se desesperan y comienzan a
colocar las consabidas cruces en los vidrios del edificio. Un numeroso cuerpo de
agentes, algunos encapuchados, cargan de nuevo contra los inconformes.
Golpean a diestra y siniestra, incluso a fotógrafos y periodistas que realizaban su
labor de información. El número de presos se eleva de trece a veintisiete,
incluyendo a dos informadores liberados más tarde. Estos son los hechos.
Al día siguiente, un profesor de la UACJ me llama para pedirme que acuda
a la Fiscalía general del Estado a donde han sido trasladados los detenidos,
porque se sabe que algunos han sido golpeados severamente. Puedo hablar con
varios de ellos a quienes en esos momentos se les hacen "entrevistas", sin
asistencia de abogados defensores como marca la ley, bajo el pretexto de que
no se trata de "declaraciones" formales. Me informan que a todos los
mantuvieron hincados, en posición rígida, por largo tiempo, la mayoría muestra
moretones en diferentes zonas del cuerpo. Junto con Gustavo de la Rosa,
visitador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, puedo hablar, al fin, con
dos altas funcionarias de la Fiscalía General del Estado. Nos explican que a los
detenidos se les imputan varios delitos: daño en propiedad ajena, en perjuicio de
particulares y del municipio, además de lesiones causadas a los agentes de
policía. Además, a Carlos -Gero- Fong, tenido por el líder, se le acusa de
posesión de enervantes y de haber quitado el arma a un uniformado.
Escucho a la funcionaria y me asombra -todavía- la perversidad y estulticia
con las que pueden conducirse nuestras policías. Le pregunto: ¿Usted cree
sinceramente abogada que hay en el país o en Ciudad Juárez alguien de buena
fe y con un gramo de inteligencia que pueda creer esos infundios?. ¿Ha visto los
videos en los que Fong nunca se sale de pantalla, desde que llegan los policías
hasta que lo someten boca abajo, lo esposan y lo suben a la camioneta?.
Esboza primero una sonrisa y luego muy seria me contesta que ellos solo actúan
desde el punto de vista jurídico. Colijo que había orden de montar una farsa más
para criminalizar a dirigentes sociales y convertirlos en delincuentes. Nos
comunicamos con Wilfrido Campbell, Director de Gobernación del Estado, ex
rector de la UACJ y le expresamos nuestra opinión sobre la simulación o
comedia que se estaba tramando, por una parte y por la otra, sobre el
comportamiento insensato, injusto e ilegítimo de la policía al reprimir una
manifestación pacífica y el intento de justificarse urdiendo embustes.
Los detenidos son liberados después de veinticuatro o treinta y seis horas
desde su aprehensión, mediante el pago de una fianza de quinientos pesos por
cabeza. Todavía al día siguiente veo y escucho al director de seguridad pública y
al alcalde reproducir la versión de las drogas y despojo del arma, sin sonrojo
alguno. No obstante la masiva campaña de las autoridades para desacreditarlos
o culparlos, la opinión de los juarenses se divide entre los que responsabilizan a
la policía o a los manifestantes.
¿Qué conclusiones nos deja este episodio?. Al menos dos. Una, que lejos
de hacerse cargo de la angustia e inconformidad de la población por la situación
de inseguridad, las autoridades prefieren hacer valer la consigna de "cero
tolerancia" allí donde pueden actuar en blandito, atacando a una pequeña
marcha de gente desarmada, sin emplear el diálogo previo y aparecer como
campeones de la legalidad evitando que se manchen muros con pintura lavable.
Dos, que -discrepancias aparte de tácticas y actitudes- existen núcleos en la
población a los cuales no les ha ganado el temor o el pánico para expresarse
públicamente y mantener su independencia política. Uno de ellos es éste grupo
de los indignados. Salve por sus integrantes.
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