SIMPOSIO DE TRASTORNOS DEL DESARROLLO Procesos atencionales y trastornos por déficit de atención en el autismo V.L. Ruggieri ATTENTIONAL PROCESSES AND ATTENTION DEFICIT DISORDERS IN AUTISM Summary. Introduction. Autism is recognised as being a behavioural syndrome characterised by impaired language development, restricted interests and compromised socialisation. It is accepted that persons with autism react in an inappropriate way to socially relevant information and that they are unable to benefit from important stimuli from their surroundings. A number of disorders affecting different attention processes (with the ensuing difficulty involved in selecting and hierarchising stimuli) have been put forward as probable hypotheses to account for the genesis of these problems. Development. In this work we analyse some of the attentional processes reported as being due to deficits in autism (disorders affecting alertness, orientation, gaze, sustained attention and changes in focus of attention). We also examine the high rate of comorbidity of attention deficit disorders with or without hyperactivity (ADHD) with pervasive developmental disorders (PDD) and the importance of identifying them. Conclusions. Although many disorders affecting the components of attention have been reported, the findings and their importance are controversial and it is likely that their association to other cognitive disorders plays an important role in the development of autism. With regard to the association between ADHD and PDD, it is an acknowledged fact that up to 70% of the persons with PDD meet ADHD criteria; whether we are before a situation of comorbidity, it is part of the spectrum or forms a specific subtype is an interesting issue for debate. Nevertheless, what is essential is for this association to be acknowledged to allow therapy to be undertaken using the correct approach. [REV NEUROL 2006; 42 (Supl 3): S51-6] Key words. ADHD. Attention. Attention disorders. Autism. DAMP. INTRODUCCIÓN Descrito por Kanner en 1994 [1] y por Asperger en 1945 [2], el autismo puede definirse como un síndrome conductual de base biológica asociado a diversas entidades. Desde el punto de vista clínico, la tríada característica se podría resumir en una afectación en el desarrollo del lenguaje, conductas estereotipadas asociadas a intereses restringidos y trastorno en la integración social. Las bases neuropsicológicas vinculadas a la génesis del espectro autista están relacionadas con afectación en las funciones ejecutivas, débil coherencia central y trastornos en la cognición social. Muchas de las características de los niños con trastornos generalizados del desarrollo (TGD) y autismo podrían explicarse por defectos en sus procesos atencionales. Los autistas actúan de forma inapropiada con los estímulos que ven y son incapaces de beneficiarse de aquellas cosas del entorno de la misma manera que las otras personas [3]. Las personas con autismo parecen ser particularmente deficientes en atender la información socialmente relevante, lo cual es fundamental para el comportamiento adaptativo [4]. El propósito de este trabajo es analizar procesos atencionales normales, compararlos con los trastornos descritos en el autismo y finalmente revisar la presencia de trastornos por déficit de atención asociados al autismo jerarquizando la importancia de su reconocimiento y su abordaje terapéutico. Aceptado: 13.03.06. Servicio de Neurología. Hospital Nacional de Pediatría Dr. J.P. Garrahan. Buenos Aires, Argentina. Correspondencia: Dr. Víctor L. Ruggieri. Servicio de Neurología. Hospital Nacional de Pediatría Dr. J.P. Garrahan. Combate de los Pozos, 1881. 1245 Buenos Aires, Argentina. E-mail: [email protected] © 2006, REVISTA DE NEUROLOGÍA REV NEUROL 2006; 42 (Supl 3): S51-S56 ATENCIÓN La atención está integralmente relacionada con los procesos de selección. El concepto de ‘selectividad’ se refiere a los procesos que modulan la respuesta a una constelación de estímulos específicos y dan prioridad a uno en especial. Esto permitirá identificar y separar la información relevante de la inútil de un estímulo del entorno [5]. Según lo descrito por Plude et al en 1994 [6], podemos dividir los procesos de selección en diversas dimensiones de la selectividad donde encontramos una fuente (visual, auditiva, táctil, memoria) que, a través de conductas o funciones (orientación, mirada, filtrado y búsqueda), permitirá distribuir la selección de estímulos en focalizado y dividido. A continuación analizaremos los diversos componentes atencionales (alerta, orientación, mirada, filtrado, atención sostenida y cambios de atención) para, posteriormente, relacionar éstos con los trastornos observados en las personas con autismo. Alerta-vigilia Es la línea de base que determina los niveles necesarios de intensidad para generar procesos atencionales. A mayor nivel de alerta, menor intensidad del estímulo necesario para generar atención. Trastorno del estado de alerta en el autismo Respecto al estado de alerta, se han propuesto situaciones de hiperalerta, hipoalerta o incluso trastornos en la modulación de éste como causas posibles en la génesis de las conductas autistas. Un estado de hiperalerta podría generar una situación en la cual el niño recibe una altísima información sensorial que no es capaz de filtrar adecuadamente [3,7]. Otros autores han considerado la posibilidad de que se trate de estados de hipoalerta [8] la tendencia a fijar la atención sólo en una cosa. Trastornos en la modulación de la alerta podrían generar una tendencia a conductas repetitivas, movimientos estereotipados y escasa socialización [9]. 51 V.L. RUGGIERI Las hipótesis de la afectación del estado de alerta en la génesis de conductas autistas no han demostrado consistencia y han perdido valor en los últimos años. Orientación Se trata de focalizar el estímulo a través del alineamiento de los receptores sensoriales (visuales y auditivos). Esta función permite adaptarse a los campos visuales particulares y socializarlos. Frente a estímulos exógenos se generará, de forma involuntaria, orientación visual ante estímulos visuales o auditivos; por ejemplo, la dirección de la mirada de un niño ante un estímulo sonoro o lumínico a la fuente, al ser ésta una respuesta de selección primitiva. Otra forma de orientación es la que responde a estímulos endógenos; esta conducta, denominada ‘orientadora abierta’, es voluntaria y permite el seguimiento de la mirada, el seguimiento de la dirección de los ojos, y no es sólo por el hecho de seguir la mirada sino por darle valor simbólico a ésta, leyendo el estímulo e interpretándolo. Podemos encontrar dos tipos de orientación abierta: – Voluntaria descubierta: cuando se selecciona el estímulo y se dirige la mirada a éste. – Voluntaria encubierta: cuando el alineamiento es mental sin dirigir los ojos al estímulo; consiste en la capacidad de disociar la mirada de la atención. Propuestas de trastornos de la orientación en el autismo La tendencia a perseverar ante un estímulo, por ejemplo la mirada de un objeto y la imposibilidad de cambiar de foco de atención frente a otros estímulos, ha inducido a la hipótesis de que esto sea consecuencia de un trastorno en los cambios voluntarios de la atención, secundario a una afectación en la orientación visual reflexiva abierta e incluso mental encubierta. Si bien esta teoría resulta muy atractiva, los resultados de diversos autores han sido contradictorios; así, Casey et al [10] compararon a un grupo de pacientes autistas de alto rendimiento y personas normales, no discriminados a nivel cognitivo, y encontraron déficit en la atención reflexiva, en su desconexión y en los cambios de foco atencional, mientras que Burak et al [11] no encontraron estas alteraciones en 12 niños autistas de bajo rendimiento en relación a otros con alteraciones cognitivas sin autismo. Minshew et al [12] compararon aspectos voluntarios y reflexivos de la atención y no encontraron afectación en la orientación reflexiva, aunque sí documentaron déficit en las pruebas voluntarias de los lóbulos frontales. Finalmente, en 1996, Wainwrigth y Bryson compararon en un trabajo [13] a un grupo de adolescentes y adultos de alto rendimiento con controles normales y encontraron deficiencias en los cambios de atención y desconexión en los autistas, aunque se trataba de un grupo pequeño. Mirada La mirada nos permite percibir el primer contacto social. A través de la mirada percibimos las emociones, el afecto, las situaciones de peligro, el rechazo, el temor, la alegría, es decir, las emociones, lo cual nos permite un adecuado ajuste social. La capacidad de mirar a las otras personas, en especial a los ojos, seguir su mirada, etc., se desarrolla tempranamente durante los primeros años de vida y es lo que permitirá una adecuada apreciación social del mundo que nos rodea [14]. 52 Podemos dividir dos componentes de la mirada: la egocéntrica y la halocéntrica [15]. La mirada egocéntrica, presente desde el nacimiento [16], tiene gran importancia, permite percibir la primera mirada de la madre y va ganando precisión con el tiempo, permite percibir la mirada de los otros y saber cuándo se es mirado [17]; incluso su aumento en complejidad permite el reconocimiento de sonrisas y la posibilidad de conectarse con los actos faciales permitiéndole la interacción [18]. La mirada halocéntrica se va desarrollando a lo largo de los primeros años de vida, se enriquece con la experiencia [19], nos permite reconocer el entorno, ubicarnos socialmente, comprender la mirada intencional del otro y el desarrollo de la atención conjunta [20]. Como vemos, una afectación de la mirada podrá generar un inadecuado ajuste social. Afectación de la mirada en el autismo: teoría del déficit de reconocimiento facial-teoría de la amígdala Las expresiones faciales nos permiten dar a conocer nuestras emociones; una afectación del reconocimiento de caras (parte importante en la expresión de las emociones) generará una percepción defectuosa de las expresiones faciales y, por ende, de la percepción de las emociones. Esto, por otra parte, generará la imposibilidad de inferir segundas intenciones, comprender las miradas, los deseos de los otros, afectando el desarrollo de la teoría de la mente. Los circuitos neurales que envuelven la amígdala, la corteza orbitofrontal y el surco temporal superior constituyen la base probable para el desarrollo del control de la mirada y facilitan el procesamiento perceptual de las conductas sociales [21]. Estas redes están preferentemente activadas ante la observación de caras y, en especial, en la región de los ojos [22]. Fenómenos destructivos bilaterales de las amígdalas afectan al control de la mirada [23]; este fallo en la mirada compartida afecta la comunicación diádica y altera la interpretación de actitudes sociales. Diversos trabajos han puesto en evidencia la afectación del reconocimiento facial en individuos autistas. Dawson et al, en 2002 [24], analizaron a niños entre 3 y 5 años de edad con trastorno del espectro autista y observaron que éstos no tenían diferencias en la actividad eléctrica en los potenciales evocados relacionados con eventos cuando miraban la cara de su madre y una cara no familiar, lo que permitiría inferir que presentan déficit en la memoria de reconocimiento facial. Si bien desde hace años se propone que los autistas sufren afectación en el reconocimiento de emociones [25], se discute si esto es el producto de una falta de reconocimiento o un déficit en nombrar las emociones faciales. Lo que parece claro es que los individuos autistas tienen una percepción reducida del reconocimiento de las expresiones faciales de temor [26]. Algunos de los déficit que se han relacionado con la afectación de la amígdala son: déficit en el reconocimiento facial [24], déficit en la detección de la emoción –en especial, el miedo [27]–, afectación en la mirada egocéntrica y lectura expresiva de los ojos [22]. Morris et al [28], en 1996, por medio de tomografía por emisión de positrones (PET) en personas normales, demostraron, ante la observación de un estímulo facial de temor, una gran activación de la amígdala izquierda; a mayor expresión, mayor activación; y ante expresión de alegría, menor activación de ésta. REV NEUROL 2006; 42 (Supl 3): S51-S56 SIMPOSIO DE TRASTORNOS DEL DESARROLLO En 1998, Morris et al [29], también a través de PET, estudiaron a adultos normales y defendieron el papel neuromodulador de la amígdala, ya que ante la observación de caras con expresión de temor, primero se activaba la amígdala izquierda, y luego, la corteza extraestriada. Kawashima et al, en 1999 [30], al analizar el control de la mirada y su expresión en el cerebro a través de PET, observaron que cuando los controles miraban una cara con ojos abiertos sin dirigir la mirada hacia el observador, se activaba la amígdala izquierda, pero cuando la mirada se dirigía al observador y establecía contacto visual con éste, se activaba también la derecha, lo que permite inferir la importancia de la amígdala en la percepción de la mirada y la direccionalidad de ésta. Baron-Cohen et al, en 1999 [31], en un estudio comparativo entre autistas y personas normales con resonancia magnética funcional, observaron falta de activación de la amígdala derecha, con relación a la percepción de la mirada de la cara, en especial de los ojos en los individuos autistas. Pierce et al, en 2001 [32], detectaron falta de activación del giro fusiforme, menor activación de la amígdala y del giro occipital, y procesamiento de la imagen en áreas diferentes, sumado a un menor tamaño de la amígdala en sujetos autistas. Como vemos, la afectación de la mirada y la denominada ‘teoría de la amígdala’ parecen constituir una hipótesis interesante en la génesis de algunas conductas autistas. Filtrado Es la capacidad de limpiar el campo de los estímulos no significativos, generando la elección de una cosa y desechando la otra [11]. El filtrado es un complemento fundamental del estado de alerta, la orientación y la mirada para la selección. El mecanismo de filtrado se realiza seleccionando un atributo o estatus único de un objeto desechando otros (por ejemplo, por color, tamaño, etc.) de localización en el campo visual. Muchas de las conductas de los niños autistas, como las perseveraciones, podrían estar relacionadas con la imposibilidad de desechar un estímulo irrelevante, lo que podría explicarse por afectación del filtrado. Los trabajos de Burack, en 1994 [33], consideraron que trastornos en el filtrado podrían estar presentes en autistas de bajo nivel cognitivo, aunque dicho hallazgo no se confirmó en un estudio realizado en adolescentes con autismo de alto rendimiento por el mismo autor [34]. Atención sostenida Se denomina ‘atención sostenida’ a la situación en la cual los recursos sensoriales y cognitivos se mantienen tan exclusivamente como es posible en una situación o prueba en particular [11]. Las conductas perseverativas podrían generarse en una capacidad exagerada de atención sostenida, al menos en situaciones autodeterminadas [11]. No obstante, estudios recientes de atención visual sostenida, realizados con el CPT II, no mostraron déficit consistentes en la atención sostenida en autistas [35]. La atención visual sostenida parece intacta en individuos autistas de alto rendimiento y su afectación se relacionaría con el nivel cognitivo, en especial en niños entre 3 y 10 años aproximadamente, mientras que la atención auditiva sostenida podría ser deficiente [10]. De lo analizado podría especularse que la eficiencia de la atención sostenida dependería de diversos factores como el nivel de desarrollo, la modalidad y la motivación. REV NEUROL 2006; 42 (Supl 3): S51-S56 Cambios de atención La imposibilidad de cambiar el foco de atención también ha sido propuesta como causa del autismo: incapacidad para desconectar un foco de atención y pasar a otro, déficit en la habilidad de cambiar el propio foco personal a un espacio extrapersonal, ‘interés del otro’ [36]... No obstante, trabajos posteriores demostraron que estos déficit en los cambios de atención no estaban relacionados con trastornos en habilidades atencionales, sino con dificultades en funciones ejecutivas, originadas en los lóbulos frontales [35]. Dichos hallazgos fueron confirmados por Minshew et al [12], quienes detectaron debilidades sólo en los movimientos sacádicos voluntarios y no en las pruebas que analizaban las habilidades atencionales reflexivas. Si bien pueden ser múltiples los trastornos de los componentes de la atención que pueden estar implicados en el autismo, Goldstein et al [37], en un interesante trabajo, concluyen que los déficit cognitivos y las conductas anormales observadas en el autismo no son el resultado de un fallo en incorporar la información, en la atención sostenida o en la resistencia a la distracción. Los individuos autistas parecen tener debilidades atencionales que podrían encontrarse a nivel conceptual en las funciones ejecutivas y en el control de la información nueva [11,38] e incluso tener una afectación en organizar la información y en controlar los eventos que están sucediendo para poder realizar los ajustes adecuados [11]. Las personas con autismo parecen ser particularmente deficientes en atender la información socialmente relevante, lo cual es fundamental para el comportamiento adaptativo [4]. La atención en el autista debería estudiarse con la mirada de la naturaleza social del estímulo; debe tenerse en cuenta que las pruebas de atención habitualmente utilizadas en autistas no son sociales, por lo cual será fundamental en el futuro desarrollar técnicas de evaluación de la atención que tengan en cuenta la naturaleza social del estímulo. TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN CON O SIN HIPERACTIVIDAD (TDAH) Y AUTISMO (TGD) Es común que niños con trastornos generalizados del desarrollo no especificado (TGD/NOS) sean diagnosticados originalmente como TDAH [39]. Jensen et al, en 1997 [40], describieron que el 74% de niños con TGD/NOS fue originalmente catalogado como TDAH. Esto puede generar varios interrogantes: – ¿Fueron diagnósticos equivocadamente? – ¿El TGD con hiperactividad, inatención e impulsividad debe considerarse como TDAH? – En niños con TGD, ¿el TDAH debe considerarse una comorbilidad? – ¿TGD y TDAH deben considerarse un subgrupo específico? – ¿Debe excluirse el diagnóstico de TDAH en un niño con TGD? Diversos autores tuvieron en cuenta estos interrogantes [41,42] y se propusieron investigar cuál era la incidencia de TDAH en niños con TGD y qué tipos de TDAH presentan los niños con TGD. Compararon cuál era la gravedad de los síntomas y la afectación en la calidad de vida entre niños con TGD puro y TGD + TDAH, así como la intensidad de los síntomas de TDAH entre niños con TGD + TDAH y TDAH puro [41,42]. 53 V.L. RUGGIERI Entre los hallazgos más significativos descritos por Frazier et al en 2001 [41] y Goldstein et al en 2004 [42] encontramos: – Entre el 60 y el 80% de los niños con TGD cumple con criterios de TDAH. – Los síntomas de TDAH en pacientes con TGD son similares en intensidad a aquellos que padecen TDAH puro. – Los pacientes con TGD + TDAH tienen más dificultades en las actividades de la vida diaria que los que padecen TGD puro. – Quienes padecen TGD + TDAH presentan más hospitalizaciones y tienen mayor necesidad de medicamentos. Con relación al tipo de TDAH presente en los niños con TGD, aproximadamente el 55% fue desatento, y el 45%, combinado. Respecto al nivel de impedimento atencional exhibido en niños con TGD + TDAH, éste fue similar que en aquellos que padecían TDAH puro. El hecho de que no todos los pacientes con TGD padezcan TDAH hace pensar que éste no es parte del autismo [41,42], aunque nos preguntamos si su alta incidencia no se debe a que forma parte del espectro. Si analizáramos los aspectos básicos disfuncionales en cada una de estas entidades, podríamos simplificar el TDAH como la consecuencia de un impedimento del autocontrol [43], mientras que los TGD son la expresión de una discapacidad del aprendizaje social [42,44]; justamente un niño con TGD + TDAH asociará un trastorno de la socialización con dificultades en el aprendizaje, la atención y el autocontrol. Un síndrome interesante a considerar es el DAMP (trastorno de atención, déficit del control motor y de la percepción, en ausencia de retraso mental o parálisis cerebral), considerado originalmente por Hagberg en 1975 [45]; éste debe ser evocado frente a todo niño con TDAH y trastorno del desarrollo de la coordinación. En sus formas graves pueden presentar trastornos del lenguaje e incluso conductas autistas, lo cual probablemente sea el motivo por el cual muchos niños con TGD son originalmente diagnosticados como TDAH. Este cuadro se caracteriza por presentar un espectro de disfunciones, las cuales, partiendo del TDAH y el trastorno en el desarrollo de la coordinación motora gruesa y fina, pueden asociar dificultades en la percepción, el lenguaje y la fonoarticulación [46]. Justamente los casos más graves son aquellos que suman todas estas dificultades, las cuales será importante reconocer y no sólo limitarse el diagnóstico al TDAH, para de esa manera realizar un correcto abordaje terapéutico [46]. La incidencia de esta entidad es del 1,5% entre los niños de 7 años [46-47] y llega al 6% si se incluyen todas las edades [48]; se considera que ésta ocupa el 50% de los casos de TDAH. Es interesante tener en cuenta que los diagnósticos presuntivos en niños con este síndrome varían desde el TDAH y el trastorno de conducta hasta el trastorno del espectro autista. Desde el punto de vista evolutivo, en el estudio epidemiológico de Gillberg et al en 1989 [49], por lo menos dos tercios de los casos cumplieron con el diagnóstico de trastorno del espectro autista, más específicamente síndrome de Asperger [49]. A diferencia de lo que sucede con el TDAH puro o trastorno del desarrollo de la coordinación puro, el DAMP es fuertemente predictivo de padecer trastornos del espectro autista [50]. Gillberg, en 2003 [50], analiza la mayor incidencia de descripciones de trastorno del espectro autista en los años setenta en Suecia en relación con EE. UU. y Gran Bretaña, y sugiere que probablemente en estos países era menor porque no se tenía en cuenta este síndrome conductual, y se incluirían probablemente en TDAH cuadros como el DAMP. Esto también podría explicar que el hecho de incluir, en los últimos años, más frecuentemente el reconocimiento de conductas autistas genere un falso concepto de una epidemia autista [50]. En resumen, podríamos definir el DAMP como la suma de TDAH más trastornos en el desarrollo de la coordinación y trastornos preceptuales; probablemente, la mayor frecuencia de conductas autistas en las formas más graves permita generar un vínculo entre TDAH y autismo, el cual eventualmente podría ser un eslabón dentro de un continuo entre ambos. Esto podría explicar la alta incidencia de TDAH en personas con TGD. Respecto a la importancia del reconocimiento de trastornos por déficit de atención con o sin hiperactividad en niños con TGD, como hemos observado, esta asociación parece tener mayor afectación social, cognitiva y conductual, por lo cual será fundamental su identificación para que el abordaje terapéutico sea el adecuado. Deben tratarse ambas condiciones teniendo en cuenta lo social, el lenguaje, la atención, la conducta, el autocontrol, la planificación y los aspectos cognitivos. No tratar uno de ellos impactará negativamente en la evolución del niño. Dada la alta incidencia de TDAH en niños con TGD y el alto número de pacientes con TGD inicialmente diagnosticados como TDAH, será fundamental, ante todo niño desatento, inquieto e impulsivo, tener en cuenta otros aspectos cognitivos y conductuales; se analizarán el lenguaje, la atención compartida, la socialización, la comunicación, la presencia de intereses restringidos, las estereotipias, la coordinación motora, etc., ya que la presencia de afectación en estas áreas será orientadora de un TGD probablemente asociado a TDAH. Podríamos preguntarnos si se trata de una comorbilidad asociada al TGD o simplemente un punto en el espectro de los trastornos del desarrollo. No obstante, independientemente de las hipótesis, lo importante será el reconocimiento del cuadro cognitivo y conductual para su correcto abordaje. BIBLIOGRAFÍA 1. Kanner L. Autistic diturbances of affective contact. Nerv Child 1943; 2: 217-50. 2. Asperger H. Die Autistichen Psychopaten in kindeslter. Archiv für Psychiatrie und Nevenkrankhelten 1944; 117: 76-136. 3. Gold MS, Gold JR. Autism and attention: theoretical considerations and a pilot study using set reaction time. Child Psychiatry Hum Dev 1975; 6: 68-80. 4. Dawson G, Meltzoff A, Osterling J, Rinaldi J, Brown E. Children with autism fail to orient to naturally occurring social stimuli. J Autism Dev Disord 1998; 6: 479-85. 5. Enns JT. Relations between components of attention. In Enns JT, ed. 54 The development of attention: research and theory. Amsterdam: Elsevier North Holland; 1990. p. 139-58. 6. Plude DJ, Enns JT, Brodeur D. The development of selective attention: a life-span overview. Acta Psychol (Amst) 1994; 86: 227-72. 7. Ornitz EM. Disorders of perception common to early infantile autism and schyzophrenia. Compr Psychiatry 1969; 259-74. 8. Rimland B. Infantile autism: the syndrome and its implications for a neural theory of behavior. New York: Appleton; 1964. p. 282. 9. Dawson G, Levy A. Arousal, attention, and the socio-emotional impairments of individuals with autism. In Dawson G, ed. Autism: nature, diagnosis, and treatment. New York: Guilford Press; 1989. p. 144-73. REV NEUROL 2006; 42 (Supl 3): S51-S56 SIMPOSIO DE TRASTORNOS DEL DESARROLLO 10. Casey BJ, Gordon CT, Mannhein GB, Rumsey JM. Dysfunctional attention in autistic savants. J Clin Exp. Neuropsychol 1993; 15: 933-46. 11. Burak JA, Enns JT, Johannes EA, Stauder JE, Mottron JN, Randolph B. Attention and autism: behavioral and electrophysiological evidence. In Cohen D, Volkmar F, eds. Handbook of autism and pervasive developmental disorders. 2 ed. New York: John Wiley; 1997. p. 226-47. 12. Minshew NJ, Luna B, Sweeney JA. Oculomotor evidence of neocortical systems but not cerebellar dysfunction in autism. Neurology 1999; 52: 917-22. 13. Wainwrigth-Sharp JW, Bryson SE. Visual-spatial orienting in autism. J Autism Dev Disord 1996; 26: 423-8. 14. Allison T, Puce A, McCarthy G. Social perception from visual cues: role of the STS region. Trends Cogn Sci 2000; 4: 267-78. 15. Elgar K, Campbell R, Skuse D. Are you looking at me? Accuracy in processing line-of-sight in Turner syndrome. Proc R Soc Lond B Biol Sci 2002; 269: 2415-22. 16. Batki A, Baron-Cohen S, Wheelwrigth S, Connellan J, Ahuwalia J. Is there an innate gaze module? Evidence from human neonates. Infant Behav Dev 2000; 23: 223-9. 17. Lee K, Eskritt M, Symons LA, Muir D. Children’s use of triadic eye gaze information for ‘mind reading’. Dev Psychol 1998; 34: 525-39. 18. Aitken KJ, Trevarthen C. Self/other organization in human psychological development. Dev Psychopathol 1997; 9: 653-77. 19. Langton SR, Watt RJ, Bruce I. Do the eyes have it? Cues to the direction of social attention. Trends Cogn Sci 2000; 4: 50-9. 20. Leekam S, Moore C. The development of attention and joint attention in children with autism. In Burack JA, Charman C, Yirmiya N, Zelazo PR, eds. The development of autism: perspectives from theory and research. New York: Earlbaum; 2000. p. 105-30. 21. Brothers L. The social brain: a project for integrating primate behaviour and neurophysiology in a new domain. Concepts Neurosci 1990; 1: 27-51. 22. Calder AJ, Lawrence AD, Keane J, Scott SK, Owen AM, Christoffels I, et al. Reading the mind from the eye gaze. Neuropsychologia 2002; 40: 1129-38. 23. Young AW, Aggleton JP, Hellawell DJ, Johnson M, Broks P, Hanley R. Face processing impairments after amygdalotomia. Brain 1995; 118: 15-24. 24. Dawson G, Carver L, Meltzoff AN, Pangioitides H, McPartland J, Webb SJ. Neural correlates of face and object recognition in young with autism spectrum disorder, developmental delay, and typical development. Child Dev 2002; 73: 700-17. 25. Hobson RP, Ouston J, Lee A. What’s in a face? The case of autism. Br J Psychol 1988; 79: 441-53. 26. Pelphrey KA, Sasson NJ, Reznick JS, Paul G, Goldman BD, Piven J. Visual scanning of faces in autism. J Autism Dev Disord 2002; 32: 249-61. 27. Howard MA, Cowell PE, Boucher J, Broks P, Mayes A, Farrant A, et al. Convergent neuroanatomical and behavioural evidence of an amygdala hypothesis of autism. Neuroreport 2000; 11: 2931-5. 28. Morris JS, Frith CD, Perret DI, Rowland D, Young AW, Calder AJ, et al. A differential neural response in the human amygdala to fearful and happy facial expressions. Nature 1996; 383: 812-5. 29. Morris JS, Friston KJ, Buchel C. A neuromodulatory role for the human amygdala in processing emotional facial expressions. Brain 1998; 121: 47-57. 30. Kawashima R, Sugiura M, Kato T, Nakamura A, Hatano K, Ito K, et al. The human amygdala plays an important role in gaze monitoring: a PET study. Brain 1999; 122: 779-83. 31. Baron-Cohen S, Ring HA, Wheelwright S, Bullmore ET, Williams SE. Social intelligence in the normal and autistic brain: a functional MRI. Eur J Neurosci 1999; 11: 1891-8. 32. Pierce RA, Ambrose J, Allen G, Courchesne E. Face processing occurs outside the fusiforme ‘face area’ in autism: evidence from functional MRI. Brain 2001; 124: 2059-73. 33. Burack JA. Selective attention deficits in persons with autism: preliminary evidence of an inefficient attentional lens. J Abnorm Psychol 1994; 103: 535-43. 34. Burack JA, Iarocci P, Mottron L, Stauder J, Robaey P, Brennan JM. Visual filtering in persons with autism: a developmental perspective. 26th International Congress of Psychology. Montreal, Canadá, 1996. 35. Pascualvaca DM, Fantie BD, Papageorgiu M, Mirsky AF. Attentional capacities in children with autism: is there a general deficit in shifting focus. J Autism Dev Disord 1998; 28: 467-78. 36. Courchesne E, Townsend JP, Akshoomoff NA. A new finding: impairment in shifting attention in autistic and cerebellar patients. In Broman SH, Grafman J, eds. Atypical cognitive deficits in developmental disorders: implications for brain function. Hillsdale: Erlbaum; 1994. p. 101-37. 37. Goldstein G, Johnson CR, Minshew NJ. Attentional processes in autism. J Autism Dev Disord 2001; 31: 433-40. 38. Ozonoff S. Executive functions in autism. New York: Plenum Press; 1995. 39. Barkley R. Attention deficit hiperactivity disorder: handbook for diagnosis and treatment of ADHD. New York: Guilford Press; 1998. 40. Jensen PS, Martin D, Cantwell DP. Comorbidity in ADHD: implications for research, practice and DSM-IV. J Am Acad Child Adolesc Psychiatry 1997; 36: 1065-79. 41. Frazier JA, Biederman J, Bellordre CA. Should the diagnosis of attention deficit/hiperactivity disorder be considered in children with pervasive developmental disorder? J Atten Disord 2001; 4: 203-11. 42. Goldstein S, Schwebach AJ. The comorbidity of pervasive developmental disorder and attention deficit hyperactivity disorder: results of a retrospective chart review. J Autism Dev Disord 2004; 34: 329-39. 43. Barkley R. ADHD and the nature of selfcontrol. New York: Guilford Press; 1997. 44. Klin A, Volkmar FR. Autism and other pervasive developmental disorders. In Goldstein S, Reynolds S, eds. Handbook of neurodevelopmental and genetic disorders in children. New York: Guilford Press; 1999. 45. Hagberg B. Minimal brain dysfunction. Lakartidningen 1975; 72: 3296300. 46. Gillberg C, Rasmussen P, Carlström G, Svenson B, Waldenstrom E. Perceptual, motor and attentional deficits in six-year-old children. Epidemiological aspects. J Child Psychol Psychiatry 1982; 23: 131-144. 47. Kadesjö B, Gillberg C. Attention deficit and clumsiness in Swedish 7-year-old children. Dev Med Child Neurol 1998; 40: 796-811. 48. Landgren M, Pettersson R, Kjellman B, Gillberg C. ADHD, DAMP and other neurodevelopmental/neuropsychiatric disorders in six-yearold children. Epidemiology and comorbidity. Dev Med Child Neurol 1996; 38: 891-906. 49. Gillberg IC, Gillberg C. Asperger syndrome –some epidemiological considerations: a research note. J Child Psychol Psychiatry 1989; 30: 631-8. 50. Gillberg C. Deficits in attention, motor control, and perception: a brief review. Arch Dis Child 2003; 88: 904-10. PROCESOS ATENCIONALES Y TRASTORNOS POR DÉFICIT DE ATENCIÓN EN EL AUTISMO Resumen. Introducción. El autismo se reconoce como un síndrome conductual caracterizado por trastorno en el desarrollo del lenguaje, intereses restringidos y afectación en la socialización. Se acepta que las personas con autismo reaccionan de forma inapropiada a información socialmente relevante y que son incapaces de beneficiarse de los estímulos importantes del entorno. Se han propuesto trastornos en diversos procesos de atención, con la consecuente dificultad para jerarquizar los estímulos y seleccionarlos, como hipótesis probables en la génesis de estas dificultades. Desarrollo. En este trabajo se analizan algunos de los procesos atencionales descritos como deficitarios en el autismo (trastornos en el estado de alerta, en la orientación, en la mirada, en la atención sostenida y en los cambios de foco de atención), y la alta comorbilidad de trastornos por déficit de atención con o sin hiperactividad PROCESSOS ATENCIONAIS E PERTURBAÇÕES POR DÉFICE DE ATENÇÃO NO AUTISMO Resumo. Introdução. O autismo é reconhecido como uma síndroma comportamental caracterizada pela perturbação no desenvolvimento da linguagem, interesses restringidos e compromisso na socialização. É aceite que as pessoas com autismo reagem de forma inapropriada a informação socialmente relevante e que são incapazes de tirar partido dos estímulos importantes do meio envolvente. Foram propostas perturbações em diversos processos de atenção, com a consequente dificuldade para hierarquizar os estímulos e seleccioná-los, como hipóteses prováveis na génese destas dificuldades. Desenvolvimento. Neste trabalho analisam-se alguns dos processos atencionais descritos como deficitários no autismo (perturbações no estado de alerta, na orientação, no olhar, em manter a atenção e nas mudanças de foco de atenção), e a alta comorbilidade das perturbações por défice de atenção com ou sem hiperactivi- REV NEUROL 2006; 42 (Supl 3): S51-S56 55 V.L. RUGGIERI (TDAH) con los trastornos generalizados del desarrollo (TGD) y la importancia de su identificación. Conclusiones. Si bien son muchos los trastornos en los componentes de la atención descritos, los hallazgos y su importancia son controvertidos y es probable que su asociación a otros trastornos cognitivos desempeñe un papel importante en el desarrollo del autismo. En relación con la asociación entre TDAH y TGD, se ha reconocido que hasta el 70% de las personas con TGD cumple con los criterios de TDAH; si se trata de una situación comórbida, forma parte del espectro o configura un subtipo específico, es un tema interesante de debate. No obstante, lo fundamental es el reconocimiento de esta asociación para el correcto abordaje terapéutico. [REV NEUROL 2006; 42 (Supl 3): S51-6] Palabras clave. Atención. Autismo. DAMP. TDAH. Trastornos de atención. 56 dade (PDAH) com as perturbações generalizadas do desenvolvimento (PGD) e a importância da sua identificação. Conclusões. Se bem que sejam muitas as perturbações nas componentes da atenção descritas, as descobertas e a sua importância são controvertidas e é provável que a sua associação a outras perturbações cognitivas desempenhe um papel importante no desenvolvimento do autismo. Em relação à associação entre PDAH e PGD, é reconhecido que até 70% das pessoas com PGD se enquadram nos critérios de PDAH; se se trata de uma situação comórbida, é parte do espectro ou configura um subtipo específico, é um tema interessante de debate. Não obstante, o que é fundamental é o reconhecimento desta associação para a correcta abordagem terapêutica. [REV NEUROL 2006; 42 (Supl 3): S51-6] Palavras chave. Atenção. Autismo. DAMP. PDAH. Perturbações da atenção. REV NEUROL 2006; 42 (Supl 3): S51-S56