FINE ART PHOTOGRAPHIC LIBRARY / CORBIS SERGIO VILA-SANJUAN ‘Incerta glòria’ y sus "ediciones definitivas" julio de 1935 visitó Lichfield, el pueblo natal del sabio inglés, y se compró una edición de 1887. Según cuenta Anne Atik, en su libro de recuerdos, por muy abatido que estuviera, Beckett siempre se entusiasmaba con Johnson. Era uno de los temas que más le animaba en las tertulias, y su lectura se convertía en una fuente de alivio y placer en los días de abulia. Beckett encontró en la melancolía hipocondriaca de Johnson, en el miedo al deterioro del cuerpo, el modelo íntimo de Watt, la última de sus novelas inglesas, escrita durante la Segunda Guerra Mundial. De ahí sale también el proyecto de una pieza teatral sobre Johnson, Human wishes, que quedó finalmente interrumpida. Un día, Beckett se entusiasmó con la definición que Johnson daba, en su Diccionario, de lamentación: “queja audible”. Según parece, poco tiempo después, escribió Esperando a Godot. | glesa; la fortuna y el triunfo con sus obras teatrales; la fricciones con la alta sociedad, la más sonada fue con lord Chesterfield; la aceptación en los círculos académicos y el mecenazgo real. Gracias a la labor de Johnson, la vida literaria de Londres se eleva sobre la de su rival Edimburgo, la Atenas del norte, como se la calificaba: una ciudad donde la mejor escuela médica del siglo XVIII competía con la presencia de filósofo Hume, del historiador Robertson y del economista Smith, cuya Riqueza de las naciones sirvió de guía al proyecto del imperio británico de dirigir el mundo de los negocios desde la City de Londres. Y también, gracias a él, la cultura inglesa adopta un tono diferente (Boswell piensa que superior) a la continental, donde Kant ultimaba una Antropología como norma del buen ciudadano ante las puertas de la Ilustración, Goethe mostraba su programa de renovación del espíritu europeo, o Diderot y los enciclopedistas fraguaban un modelo político acorde a los ideales revolucionarios. La vida de Samuel Johnson es un libro para releer línea por línea, haciendo cada vez nuevos descubrimientos sobre el ser humano; una equilibrada introspección en los detalles que van desde una ajustada apreciación sobre el carácter de Johnson hasta la sutileza de sus comentarios pasando por el piadoso marido, el editor ejemplar y el ingenioso provocador. En cierta ocasión, en casa del pintor Reynolds, dijo en tono solemne, buscando la greña con uno de los invitados, el gran historiador Edward Gibbon que por entonces concluía el tomo primero de su Decadencia y caída del Imperio Romano: “Hemos de considerar qué poca historia hay, quiero decir historia auténtica. Que reinaron ciertos reyes, que se libraron tales batallas, eso podemos dar por hecho que es verdad; ahora bien, la coloración de la época, la filosofía de la historia, son puras conjeturas”. No hubo réplica como suele ocurrir cuando la escena es artificial en lugar de real. Boswell expone esa situación, y muchísimas más, con esa clase de desesperación de la que no se puede liberar por completo quien aspira a recuperar la memoria de Johnson, el auténtico árbitro del gusto inglés. | 7 go, orgulloso y libidinoso, el lector atento puede apreciar cómo emerge la figura de un personaje dominado por una enfermedad, la mórbida melancolía que le acechaba. Hipocondriaco, irritable e inquieto, está claro que además del conservador e individualista, cuya obra representa la quintaesencia del sentido común inglés, hay otro Johnson, de mucho mayor calado e interés. Es el Johnson que temía “caer en la vacuidad”, es el autor que interesó a Borges y, sobre todo, a Beckett. Siempre abatido y triste, sintiendo el hastío de la vida y el desinterés por las cosas mundanas, este Johnson que llegó a denominar locura a su dolencia es el que Beckett amó apasionadamente a lo largo de su vida. A mediados de los años treinta, en una etapa de desesperación y profunda inquietud sobre la incomunicación, Beckett empezó a leer obsesivamente a Johnson y a Robert Burton. En Voluntària: se n´havia prescindit del tot, i l´edició ja no és dedicada als que havien facilitat que es pogués publicar, com s´havia fet en les anterior". Aún así, distintas variaciones siguieron afectando al relato en ediciones siguientes, hasta la citada décima de 1999 supervisada por la propia Núria Folch "unica integra i realment definitiva, sense cap mutilació", la definitivísima en suma, que ahora se reedita junto a las "Cartes a Màrius Torres" de Sales. Lo fascinante es que acaba de ver la luz una edición definitiva más… en francés. La ha publicado la editorial Tinta Blava, en traducción firmada por Bernard Lesfargues y Marie Bohigas que Culturas La Vanguardia Quizás si algo puede darnos la medida del carácter de clásico de una obra sea la imposibilidad de encontrar una versión definitiva canónica. Tomemos por ejemplo ‘Incerta glòria’, la novela de Joan Sales (1912-1983) considerada como la mejor escrita en catalán sobre la guerra civil española y una de las mejores sobre el tema en cualquier lengua (este suplemento la celebró el 9 de marzo del 2005). Sales empezó a escribirla en 1948. "Llavors en tenia trenta-sis, i havia recobrat la fe. Gràcies a ella ja no sentia l´angoixa de l´Absurd, ni inutils els sacrificis, però si igualment indefugibles els deures amb el país estimbat i els que moriren per ell", en palabras de su ESCRITURAS Latidos Miércoles, 2 mayo 2007 ‘Dr. Johnson in the ante-room of the lord Chesterfield waiting for an audience, 1748’, de Edward Matthew Ward Joan Sales, entrevistado tras ganar el premio Ramon Llull viuda, Núria Folch. Club Editor ( sello que en sí mismo merece un largo comentario) acaba de publicar la undécima edición. Reproduce el prólogo de Núria Folch para la décima, en la que reconstruye la historia de un texto que contaba con 315 paginas en su primera aparición de 1956 (como ganador del premio Joanot Martorell de novela), 843 en la segunda y la tercera de 1969, 910 páginas en la cuarta… Sucesivos encontronazos con la censura provocaron modificaciones, pero también la reflexión del autor sobre su trabajo y un perfeccionismo característico. La traducción al francés de Bernard Lesfargues que publicó Gallimard en 1962 por recomendación de Juan Goytisolo incorporó fragmentos "impublicables en España", con lo que fue publicitada como la primera edicion "realmente íntegra". Y en 1969, aparecía la traducción al castellano de Carlos Pujol, apoyada por un premio Ramon Llull creado por Lara para difundir "la mejor novela catalana aparecida entre 1952 y 1968". También esta edición, por exigencia de la censura-consulta del momento, llevó el consabido sello de definitiva. Pero Núria Folch explica que en realidad fue la cuarta edición en catalán de la novela, la de 1971, la definitiva de verdad: "no havia calgut capejar la Consulta EUROPA PRESS representa una puesta al día de la que hizo el primero en 1962. Recoge el artículo que Juan Goytisolo publicó sobre la novela en el número especial de Cultura/s, y un postfacio a cargo de Xavier Pla con muy interesantes informaciones. Cuenta entre otras cosas que Sales, hombre muy católico, pidió y consiguió el nihil obstat del arzobispo de Barcelona para su libro, lo que le fue útil para publicarlo en la España franquista. Y cuando apareció la versión francesa insistió a Gallimard para que obtuvieran el del arzobispo de París. Es de suponer la gracia que haría efectuar esta gestión a los izquierdosos responsables del sello francés. Y encima, la respuesta eclesial fue negativa: Sales no obtuvo su nihil obstat galo. La nueva versión de ‘Gloire incertaine’ ha gozado de una muy cálida acogida en Le Monde (la reseña de Fabienne Dumontet abría el suplemento de Libros del pasado 20 de abril) y en Livres Hebdo. Tinta Blava es un sello francés que edita exclusivamente traducciones del catalán: ha publicado a Mercè Rodoreda, Mercè Ibarz, Maria Barbal o Jaume Fuster. Y su impulsor, Llibert Tarragó, hijo de exiliados catalanes, publica a su vez estos días el ensayo ‘Le puzzle catalan. La nation fiévreuse’, su aportacion a la indagación identitaria del año frankfurtiano, en la editorial Autrement