El 14 de abril de 1931 fue proclamada en España la II República. La

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14 de abril
80
Aniversario
de la
II República
Mariano González Clavero
E
l 14 de abril de 1931 fue proclamada en España la II República. La forma
de gobierno republicana constituía un hecho excepcional y de hecho
cuando anteriormente, en 1873, se había establecido por primera vez un
gobierno republicano en el país se había puesto fin, aunque de forma efímera, a
siglos de existencia de la institución monárquica.
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L
a Monarquía se había mantenido en el
territorio español como forma de gobierno desde los lejanos tiempos de los
reyes visigodos en el siglo VI. De hecho, en el siglo
XIX todavía el modelo republicano no se había
generalizado en Europa, siendo la gran excepción
la III República francesa, si bien en el continente
americano su predominio era casi absoluto, con
la república federal de Estados Unidos como
principal símbolo. En el siglo XX, tras el fin de la
Primera Guerra Mundial el número de repúblicas
en Europa se multiplicó. Precisamente, en el contexto de los difíciles años de entreguerras, tuvo
lugar la segunda experiencia republicana en España.
El antecedente lejano de la proclamación de la
II República estuvo en el 11 de febrero de 1873,
cuando los diputados y senadores reunidos en
una asamblea extraordinaria proclamaron la República en España. El nuevo modelo de Estado
republicano llegó en el contexto del denominado
Sexenio Democrático que se había iniciado con
la «Gloriosa Revolución» de septiembre de 1868
y que supuso el derrocamiento y exilio de la reina
Isabel II de Borbón. Esta etapa fue una de las más
convulsas de la Historia de España y estuvo marcada por el intento de dotar al país de un sistema
de gobierno más moderno y democrático. No
obstante, no fue la forma republicana la primera
en ser ensayada durante el Sexenio Democrático,
sino la monarquía parlamentaria de Amadeo de
Saboya. Este reinado fracasó muy pronto, como
consecuencia de los desórdenes y conflictos sociales, así como la ineficacia para resolver los
graves problemas socioeconómicos de los distintos gobiernos que hubo bajo su reinado. A la
agudización de los enfrentamientos políticos se
sumó la expansión del movimiento obrero internacionalista revolucionario y la oposición constante de diversos grupos (carlistas, alfonsinos,
republicanos, etc.) a la nueva monarquía. Ante la
falta de apoyos, tanto de la clase política como del
ejército, Amadeo I tomó la decisión de renunciar
al trono y regresar a Italia. Tras el vacío de poder
provocado por la abdicación de Amadeo, y careciendo de alternativas viables, los parlamentarios
españoles reunidos en asamblea extraordinaria
proclamaron la República el 11 de febrero de
1873. El nuevo régimen republicano tenía pocos
apoyos; por el contrario, importantes sectores
como la aristocracia, el clero y los mandos militares mostraron muy pronto su oposición. Los
gobiernos republicanos tuvieron al frente presti-
Arriba: Isabel II, hija de Fernando VII.
Derecha: Amadeo I. Reinó en un efímero periodo de apenas dos
años, introduciendo la dinastía de Saboya en España.
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giosas y respetadas figuras intelectuales: Estanislao Figueres, Pi y Margall, Nicolás Salmerón y
Emilio Castelar. En conjunto, su actuación estuvo
caracterizada por la provisionalidad, ya que en
tan solo diez meses pasaron por la presidencia
estas cuatro figuras del republicanismo. Durante
este breve periodo intentaron llevar a cabo un
ambicioso plan de reformas que incluía desde el
campo militar al religioso, pasando por la implementación de reformas laborales, económicas,
etc. De entre todos estos proyectos, el más destacado fue el intento de transformar España en un
estado federal.
Los grandes proyectos republicanos terminaron por fracasar y el régimen fue incapaz de
afrontar los conflictos y dificultades, que extendieron entre la opinión pública la percepción de
estar viviendo una situación de caos generalizado.
Entre los problemas de la I República estuvieron
la profundización de la crisis económica y el aumento de los disturbios sociales. Sin embargo,
fueron los conflictos bélicos los que terminaron
por socavar definitivamente el régimen republicano. La guerra por la independencia de Cuba,
que había estallado al inicio del Sexenio, se recrudecía; y los carlistas obtenían resonantes éxitos
frente a las tropas gubernamentales; a estos conflictos se unió uno nuevo: la insurrección cantonal. El cantonalismo, mezcla de federalismo
utópico, igualitarismo revolucionario y reivindicaciones obreras, se inició de forma espontánea
y se extendió por numerosas localidades, especialmente, de Andalucía y Levante. Los cantones
proclamaron su independencia del gobierno de
Madrid y estalló una guerra abierta. La insurrección cantonal fue rápidamente aplastada por el
ejército, excepto en el caso del cantón de Cartagena, que resistió durante meses. Estos conflictos
agravaron el descontento de los militares, mientras que eran utilizados por los enemigos del régimen republicano para asociarlo con la violencia
y los desórdenes.
El régimen entró en una nueva fase cuando, el
4 de enero de 1874, el general Pavía entró en el
Congreso de los Diputados al frente de la guardia
civil. La República pasó a estar en manos de los
militares, con el general Francisco Serrano al
frente. El nuevo gobierno disolvió las Cortes y
ordenó la ilegalización del movimiento obrero.
Todo ello significó el fin de la I República, aunque
el régimen político no desapareció nominalmente
hasta que el 29 de diciembre de 1874, cuando la
sublevación de Martínez Campos proclamó a Alfonso XII de Borbón como rey, iniciándose una
nueva etapa de la historia del país.
Tras el fracaso republicano, en el último cuarto
del siglo XIX la restauración de los Borbones en
España pareció consolidarse, gracias al acuerdo
de conservadores y liberales. El régimen impulsado por Cánovas, y apuntalado por Sagasta,
Arriba: Carlos VII; intentó hacer valer sus derechos dinásticos
desatando la tercera guerra carlista.
Derecha: Francisco Pi y Margall; presidió la Primera República.
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mantuvo estable la situación del país
en comparación con lo que habían
sido las convulsas décadas anteriores. Sin embargo, el denominado
sistema de la Restauración fue alejándose cada vez más de la realidad
política y social del país. Las diferencias entre el país real y el país oficial
quedaron puestas al descubierto
cuando, en 1898, España fue derrotada por Estados Unidos, lo que supuso la pérdida de los territorios de
ultramar. A partir de esos momentos, las voces que pedían la reforma,
la regeneración o incluso el derrocamiento del modelo social y político
de la Restauración no dejaron de
multiplicarse.
La llegada al trono de Alfonso XIII
puso de manifiesto que el régimen de la Restauración era incapaz de adaptarse al siglo XX. Pese
a los esfuerzos e impulsos reformadores y regeneracionistas de políticos como Antonio Maura y
José Canalejas, la monarquía fue incapaz de superar los graves retos que hubo de afrontar: el
nacionalismo periférico, la Guerra de Marruecos,
la conflictividad laboral y la democratización del
régimen. Se fueron sucediendo las crisis, algunas
especialmente graves: la Semana Trágica (1909),
las revueltas de 1917, la oleada huelguística de
1919 y el desastre de Annual en Marruecos (1921).
Todas ellas contribuyeron a debilitar a los distintos gobiernos monárquicos, a la vez que aumentaba la influencia del ejército. Finalmente, el general Miguel Primo de Rivera estableció un
régimen dictatorial que abarcaría desde 1923 a
1930. La incapacidad de la dictadura para consolidar un nuevo sistema político e institucional
convirtió su etapa de gobierno en un mero paréntesis que, al cerrarse, terminó por desembocar en
el establecimiento de la II República.
plasmada en el Pacto de San
Sebastián. Al movimiento republicano fueron sumándose
diversas fuerzas, grupos, organizaciones y personajes de
carácter muy heterogéneo: políticos de la derecha como Alcalá Zamora y Miguel Maura,
liberales republicanos, grupos
nacionalistas, intelectuales,
partidos y sindicatos del movimiento obrero e, incluso, parte
del ejército, terminaron por
pasarse a la causa republicana.
En el invierno de 1930 la
situación de la monarquía se
deterioraba rápidamente, sucediéndose las huelgas y conflictos, fomentados por la UGT y la CNT. El 15 de
noviembre, José Ortega y Gasset publicó en el
diario El Sol el artículo «El error Berenguer» y
pregonó en el mismo el Delenda est Monarchia. Al
igual que muchos intelectuales, para Ortega y
Gasset la única salida a la situación era la proclamación de la República. A través del Comité Revolucionario, surgido del Pacto de San Sebastián,
se pusieron en marcha iniciativas tendentes a
Después de la dimisión de Miguel Primo de
Rivera, en enero de 1930, Alfonso XIII intentó
cerrar el periodo dictatorial y volver al sistema
constitucional anterior a 1923. Para llevar a cabo
esa misión fue nombrado, presidente del Gobierno, el general Dámaso Berenguer, iniciándose
el periodo conocido como «Dictablanda». No
obstante, el descrédito de la monarquía y la desunión de los propios grupos monárquicos hicieron imposible esta labor. Al mismo tiempo, se
manifestaba una creciente unión de las cada vez
más consolidadas fuerzas republicanas que quedó
Arriba: Alegoría republicana.
Derecha: Alfonso XIII, fué el último monarca de la restauración.
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derrocar a la monarquía. Pese a todo,
la coordinación republicana todavía
dejaba mucho que desear y el 12 de
diciembre los oficiales Galán y García
Hernández precipitan los acontecimientos sublevándose en Jaca y proclamando la República. El gobierno
reaccionó pronto y la iniciativa fue
sofocada, siendo los dos capitanes fusilados y muchos miembros del Comité Revolucionario encarcelados.
Finalmente, los ejecutados pasaron a
convertirse en mártires de la causa
repúblicana y todo un símbolo de la
iconografía de la II República.
El fallido golpe de Jaca no fue el único intento
de sublevación militar de carácter republicano.
Un día después del fusilamiento de Galán y García Hernández, el 15 de diciembre de 1930, el
militar Queipo de Llano y los aviadores Hidalgo
de Cisneros y Ramón Franco, entre otros, participaron en otra intentona en el aeródromo de
Cuatro Vientos de Madrid. En esta acción se llegó
a proclamar por radio la República española.
Fracasada rápidamente la asonada, sus principales líderes huyeron en avión en dirección a Portugal, no sin antes arrojar octavillas a favor de la
causa republicana sobre Madrid.
Pese a estos reveses, las intentonas militares
favorecieron la causa republicana e, incapaz de
detener el movimiento republicano y consciente
de la inutilidad de las medidas represivas, el general Berenguer dimitió el 14 de febrero de 1931.
Con una situación que no dejaba de
deteriorarse, Alfonso XIII puso al
frente del gobierno al almirante Juan
Bautista Aznar, que formó gobierno
con antiguos dirigentes de los partidos
liberal y conservador, entre los que
destacaba el conde de Romanones
como hombre fuerte.
Muy pronto, el nuevo gabinete pudo
comprobar que resultaba imposible
recomponer el viejo sistema de partidos de la Restauración, porque la
mayoría de sus líderes se habían separado del sistema o incluso formaban
parte de las conspiraciones. Al mismo tiempo, un
grupo de intelectuales crearon una Agrupación al
Servicio de la República, de la que formaban
parte eminentes figuras tales como Ortega y Gasset, Gregorio Marañón o Pérez de Ayala. En zonas
como Cataluña y las provincias vascas el nacionalismo iba ganando terreno, así la Esquerra
Repúblicana de Catalunya desplazó como fuerza
mayoritaria a los burgueses de la Lliga, mientras
que el Partido Nacionalista Vasco pasaba a convertirse en la primera fuerza política vasca, en
dura pugna con los socialistas. Junto a estos
grupos y partidos, el sindicato socialista Unión
General de Trabajadores y la anarquista Confederación Nacional del Trabajo ejercían una influencia creciente y presionaban al gobierno, mediante
la llamada a la huelga y a la movilización obrera.
En marzo el proceso contra los miembros del
Comité Revolucionario que habían protagonizado
los intentos de derrocamiento de la Monarquía se
convirtió en otra muestra del creciente apoyo a
la causa republicana. Los miembros del Comité
comparecieron ante un Consejo Supremo de Guerra y Marina, y entre los acusados estaban Niceto
Alcalá Zamora y Largo Caballero, mientras que
personajes como Lerroux y Manuel Azaña eran
juzgados en rebeldía. Casi todas las figuras políticas sometidas a juicio iban a tener un papel
esencial en el nuevo régimen republicano que en
poco tiempo se iba a establecer en España. Sus
abogados, entre los que se encontraba Victoria
Kent, lograron que las condenas fueran de tan
sólo seis meses y un día, por lo que los presos
salieron liberados entre el fervor de sus partidarios. Dada la creciente falta de legitimidad de la
Monarquía, el gobierno del almirante Aznar redobló sus esfuerzos por impulsar la normalización de la situación política y convocó una serie
de procesos electorales que incluían los comicios
Arriba: Alejandro Lerroux; fundó y presidió el Partido Republicano
Radical.
Derecha: General Primo de Rivera instauró la dictadura militar en
1923.
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calles de las principales ciudades españolas se
hicieron cada vez más numerosas. Al mismo
tiempo, distintos municipios como Éibar, Sahagún, etc., izaban la bandera tricolor de la República. Prácticamente sin apoyos, el rey Alfonso
XIII suspendía «deliberadamente el ejercicio del
poder real» y salía para el exilio, reconociendo a
España «como única señora de sus destinos».
Casi al mismo tiempo, un autodenominado Gobierno Provisional de la República, presidido por
el ex-ministro monárquico Niceto Alcalá Zamora,
proclamaba oficialmente el nuevo régimen, desde
la madrileña Puerta del Sol, en medio de una gran
multitud envuelta en un ambiente festivo.
Arriba: Manuel Azaña; fue ministro de la guerra en el primer
gabinete republicano.
Centro: Orden de la República Española. Fue instituida en 1932
como recompensa a los méritos al servicio del Estado.
municipales del 12 de abril, las elecciones provinciales del 3 de mayo,
para culminar en lo que se creía que
iba a ser la decisiva convocatoria de
elecciones generales de 7 de junio.
Sin embargo, sólo el primero de los
comicios llegó, de hecho, a celebrarse.
La expectación ante las elecciones municipales era enorme en toda
España. Por un lado, los monárquicos apenas hicieron propaganda y
acudieron desunidos. Mientras, la conjunción
republicano-socialista insistía en identificar la
Dictadura de Primo de Rivera con la Monarquía.
El índice de participación fue de casi un setenta
por ciento. Los monárquicos obtuvieron un mayor número global de concejales (26.257 frente a
24.411), pero los republicanos lograron vencer en
cuarenta y una de las cincuenta capitales de provincia. Desde el punto de vista político, el resultado parecía indicar que la España urbana, la más
movilizada, la menos susceptible a los manejos
caciquiles, se había pronunciado a favor del cambio de régimen.
El cambio político se había debido más al hundimiento de la Monarquía que a la pujanza de las
fuerzas republicanas. El Gobierno Provisional
estaba formado por una coalición sumamente
heterogénea, que no contaba con un programa
unitario. Los principales líderes –Niceto Alcalá
Zamora o Manuel Azaña– pertenecían a partidos
pequeños, algunos socialistas consideraban la
República como un régimen burgués transitorio
en el camino hacia la revolución del proletariado
y los nacionalistas catalanes y vascos veían en el
nuevo régimen tan solo la oportunidad de conseguir su ansiado autogobierno. La transición pacífica del cambio de régimen y las ilusiones que
había despertado la nueva
forma de gobierno, nacida el
14 de abril, en gran parte de
la población parecían augurar un futuro prometedor al
país, pero en muy poco
tiempo los problemas y la
fuerza de los hechos acabarían con buena parte de las
esperanzas y deseos formulados en ese día clave en la
historia de España.
Para saber más: «Atlas Ilustrado de la II República Española». Susaeta Ediciones 2011
Ante estos resultados la reacción monárquica
fue confusa y débil. Al caer la noche del 14 de
abril, una vez finalizado el recuento de votos, las
manifestaciones a favor de la República en las
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