la internacionalización de las empresas españolas

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Mauro F. Guillén Rodríguez*
LA INTERNACIONALIZACIÓN
DE LAS EMPRESAS ESPAÑOLAS**
Este trabajo describe y explica el crecimiento de la inversión extranjera directa
española desde 1980 y clasifica las multinacionales españolas en tres categorías:
grandes compañías oligopolísticas, pequeñas y medianas empresas, y cooperativas.
Además, analiza las implicaciones económicas, financieras, políticas y sociológicas de
este auge inversor e incluye una agenda para investigaciones futuras.
Palabras clave: empresas multinacionales, comercio exterior, inversiones directas, España.
Clasificación JEL: D92, F23, J54, L22, N8.
1.
Introducción
Los últimos veinte años han sido testigos de un rápido
crecimiento de la inversión extranjera directa (IED) española en el extranjero. Mientras que en 1980 sólo un
0,9 por 100 del PIB nacional se invertía fuera, en 1999 la
cifra alcanzó un sorprendente 17 por 100 (ver Gráfico 1).
Desde 1997, España realiza más IED de la que recibe
(UNCTC 2002: páginas 303 y 307) y, en la actualidad,
es el octavo país del mundo que más invierte en el exterior. Aunque el flujo de IED hacia España creció velozmente en previsión de su entrada en la Unión Europea
(UE), la aparición de compañías multinacionales españolas es quizá el episodio más importante del desarrollo
empresarial nacional desde la creación del INI (holding
de titularidad estatal) en 1941 y su posterior expansión
durante las dos décadas siguientes. El diferencial actual
* The Wharton School of the University of Pennsylvania, 2016 Steinberg
Hall-Dietrich Hall. Filadelfia.
** GUILLÉN, M. F.: «The Internationalization of Spanish Enterprises».
Traducción de Valentín Sanz Iglesias.
entre IED realizada y recibida es importante, no sólo
cuantitativamente, sino porque, además, pone de manifiesto la mayoría de edad de las empresas y ejecutivos
españoles en una economía inmersa en un trepidante
proceso de globalización.
Habitualmente se considera que la adhesión a la UE
ha sido el factor desencadenante de este flujo de inversión española en el exterior, que tiene como protagonista
a algunas de las compañías más grandes del país (generalmente las de antigua titularidad estatal) procedentes
de unos pocos sectores industriales. Estas observaciones son falaces, al menos en parte. En primer lugar porque, aunque una proporción sustancial de la inversión
española en el exterior ha tenido lugar tras el acceso de
España a la UE en 1986, la expansión internacional de
muchas pequeñas y medianas empresas españolas es
previa a ese acontecimiento. Por otro lado, la salida de
las multinacionales españolas al extranjero no responde
a una estrategia de defensa ante el desembarco de las
supuestamente superiores empresas europeas, sino,
más bien, a una forma óptima de explotación de activos
comerciales intangibles como marcas y tecnología.
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GRÁFICO 1
EVOLUCIÓN DE LA INVERSIÓN EXTRANJERA DIRECTA ESPAÑOLA, 1980-1999
25
% del PIB
20
15
10
5
En segundo lugar, aunque sea rigurosamente cierto
que la participación de las compañías y grupos empresariales españoles más grandes del país en el total de la
inversión nacional en el exterior es desproporcionada,
sin embargo, España es de los pocos países recién industrializados que albergan un número importante de
pequeñas y medianas empresas multinacionales. Según los informes del Instituto de las Naciones Unidas
para las Corporaciones Transnacionales1, existen 857
compañías españolas que invierten en el extranjero
desde 1998, es decir, que pertenecerían a la categoría
de multinacionales. La mayoría de estas empresas no
tiene más de 1.000 empleados (UNCTC 2002: página 270).
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United Nations Center on Transnational Corporations, UNCTC.
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Media mundial
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19
90
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IED recibida
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86
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82
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81
19
19
19
80
0
IED realizada
En tercer lugar, también es cierto que más de dos tercios de la IED que realizan las empresas españolas en
el exterior se concentra en sectores altamente intervenidos como la banca, la construcción, la electricidad, los
servicios del agua, el gas, el petróleo y las telecomunicaciones. Sin embargo, esta afirmación no debe oscurecer la realidad de las empresas españolas que operan
en un amplio abanico de sectores industriales, y que
han invertido más allá de las fronteras nacionales. Es el
caso, entre otros, de Nutrexpa, Chupa-Chups, Campofrío, Viscofán e ILAS en el sector de la alimentación,
Freixenet y Miguel Torres en el de las bebidas, Grupo
Travex en el textil, Cortefiel, Inditex y Pronovias en el de
la confección, Ferrer Internacional en el farmacéutico,
Acerinox en el siderúrgico, TALGO, Ficosa y Grupo
Antolín en el de la maquinaria de transporte, Prisa, Planeta y Hola en el editorial, NH y Sol Meliá en el hotelero
y Prosegur en el de los servicios de seguridad. En con-
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secuencia, es erróneo aceptar que sólo unas cuantas
grandes empresas y unos pocos sectores industriales
hayan sido artífices de la expansión de la inversión española en el exterior. Por el contrario, amplios segmentos de la empresa española están implicados en este fenómeno, que ha transformado radicalmente el perfil de
la economía nacional.
Este trabajo va más allá del concepto que convencionalmente se tiene de las inversiones españolas en el extranjero para documentar su progresión histórica, y examinar las fuerzas que han propiciado este desarrollo, y
sus consecuencias. Ilustraré mis descubrimientos con
datos estadísticos y ejemplos de grupos empresariales,
PYME y cooperativas que han realizado inversiones internacionales. El propósito de este artículo es demostrar
que las multinacionales españolas han invertido en el
extranjero por razones tanto defensivas como ofensivas, en un gran número de sectores industriales, y reproduciendo patrones que recuerdan a los de las multinacionales de países más avanzados. A continuación,
expondré por qué las empresas deciden cruzar sus fronteras nacionales, y evaluaré la validez para el caso español de las explicaciones aportadas por la literatura
económica.
2.
¿Por qué las empresas deciden invertir
en el extranjero?
La multinacional es el tipo de empresa dominante en
la economía global. Si definimos multinacional como
aquella compañía que tiene activos o empleados en
más de un país, entonces, obtenemos que en el mundo
existen más de 50.000 empresas que pertenecen a esta
categoría. Estas corporaciones controlan aproximadamente medio millón de filiales en todo el mundo. Aunque
algunas de ellas son relativamente pequeñas y emplean
a menos de 250 trabajadores, otras tienen más de
250.000 empleados repartidos por más de 100 países.
Las 500 multinacionales más importantes acaparan el
25 por 100 de la renta mundial y casi la mitad del comercio del planeta. Las multinacionales controlan la mayor
parte de la tecnología y reciben, a cambio, alrededor del
80 por 100 de los royalties tecnológicos mundiales. Las
multinacionales son cada vez mayores en relación con
el tamaño de la economía del planeta y, actualmente,
son tres veces más relevantes que hace 20 años. Más
del 85 por 100 de las multinacionales tienen su sede en
países ricos de Europa occidental, Estados Unidos, Canadá, Australia y Japón. Sin embargo, en los últimos
diez años, han aparecido nuevas multinacionales en naciones como Corea del Sur, Taiwán, España, México,
Argentina y Brasil.
Es precisamente este éxito sin paliativos en todo el
mundo lo que ha convertido a las compañías multinacionales en objeto de rigurosos exámenes y de menosprecio mordaz. La gama de detractores de este tipo de empresa va desde quienes la acusan de ser «pulpos»,
«agentes del imperialismo», «perros del capitalismos»,
o «dictadores culturales», hasta aquellos que están convencidos de que son «dinosaurios» en peligro de extinción debido a su tamaño difícil de controlar, a su inercia
burocrática y su incapacidad para adaptarse e innovar.
Los defensores de las multinacionales, seguramente
menos en número y menos propensos a referirse a ellas
mediante metáforas coloristas, las califican de «delfines», «líderes de la modernización», «creadoras de
puestos de trabajo» o «salvadoras de la Humanidad».
Las multinacionales existen porque se dan las condiciones económicas necesarias para que una empresa
pueda asumir la producción de un bien o servicio en el
extranjero de forma rentable. Para comprender totalmente los principios económicos que subyacen en las
operaciones de las multinacionales es esencial distinguir entre expansión vertical y horizontal en el extranjero. La expansión vertical tiene lugar cuando una compañía establece sus activos y sus empleados más allá de
sus fronteras con el propósito de asegurarse el suministro de materias primas o insumos (expansión vertical
hacia atrás), o la distribución y venta de bienes y servicios (expansión vertical hacia delante). La condición
sine qua non para que una multinacional se comprometa con la expansión vertical es que exista ventaja com-
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parativa en su destino extranjero. Habitualmente, esta
ventaja tiene que ver con los precios o las productividades de los factores de producción como el capital, el trabajo y la tierra. Por ejemplo, un fabricante de prendas de
vestir podría plantearse trasladar la producción a un
país extranjero si los costes laborales fueran menores
allí.
Asimismo, es importante tener en cuenta que la sola
existencia de ventajas comparativas en el extranjero no
es el factor determinante de la expansión vertical. Una
productividad de los factores mayor y unos costes de
producción menores no son suficientes ni juntos, ni por
separado. Después de todo, una compañía podría beneficiarse de las ventajas comparativas de una ubicación en el extranjero sólo con contratar a un productor
local en forma de proveedor. Por lo tanto, la única condición suficiente para que una empresa decida invertir en
el extranjero es la existencia de razones poderosas por
las que prefiera encargarse de la producción ella misma, antes que confiársela a otros. Estas razones tienen
que ver, principalmente, con la incertidumbre relativa al
suministro y la especificidad de los activos. Ambas
cuestiones están relacionadas con la necesidad de la
compañía y de su proveedor extranjero de desarrollar
activos conjuntamente para que el abastecimiento sea
posible. Si el grado de incertidumbre es elevado, la empresa preferirá invertir hacia atrás para asegurarse de
que el abastecimiento es óptimo y de que los plazos de
entrega se cumplen. Si el grado de especificidad de los
activos es alto la empresa optará igualmente por invertir
hacia atrás para evitar comportamientos oportunistas
del proveedor foráneo, que podría intentar extraer rentas de la compañía. Estas condiciones necesarias y suficientes también están presentes en el caso de la inversión vertical hacia delante. Problemas de incertidumbre
y de especificidad de activos con un distribuidor extranjero, por ejemplo, obligarían a una empresa a hacerse
cargo del negocio e invertir directamente más allá de
sus fronteras nacionales para asegurarse de que sus
bienes o servicios llegan al consumidor en la forma y al
precio adecuados.
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La expansión horizontal tiene lugar cuando una compañía establece una planta o un servicio de distribución
lejos de su mercado nacional con el objetivo de vender
en ese mercado, pero sin abandonar la producción de
ese bien o servicio en su país de origen. Las fuerzas
subyacentes a la expansión vertical y horizontal son distintas, y es éste un punto que los ejecutivos suelen olvidar. La producción de bienes y servicios en un mercado
foráneo es deseable en presencia de barreras proteccionistas, costes de transporte elevados, oscilaciones
desfavorables del tipo de cambio, o exigencias de adaptación a las peculiaridades de la demanda local que desaconsejan la exportación desde el país de origen.
Como en el caso de la expansión vertical, estos obstáculos constituyen únicamente una condición necesaria, pero no suficiente para la expansión horizontal. La
compañía ha de calibrar la conveniencia de otorgar a un
productor local la licencia para producir sus bienes o
servicios antes de comprometerse en la inversión en el
extranjero. La condición suficiente para establecer una
planta o un centro de servicios propios guarda relación
con la posesión de activos intangibles, como marcas,
tecnología, know-how y otras destrezas propias de la
compañía, que convierten el licenciamiento en una operación no exenta de riesgos, porque quien recibe la autorización puede hacer un uso inadecuado o pernicioso
de los activos de la empresa (Caves, 1996; Hymer, 1960
y 1976).
Además de las condiciones necesarias y suficientes
para la expansión vertical y horizontal, existen otros tres
aspectos económicos de las actividades de las multinacionales que merecen especial atención. En primer lugar, se ha observado que las compañías que compiten
en régimen de oligopolio en su mercado nacional son
las que habitualmente realizan mayores inversiones en
el extranjero. De este modo, las empresas que operan
en sectores industriales muy concentrados, como puedan ser el petrolero, el químico, el bancario, el automovilístico o el de semiconductores, se imitan e incluso eligen el mismo país de destino que el oligopolista que
realizó el primer movimiento. Este patrón de ac-
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ción-reacción y ataque-contraataque resulta de la dinámica propia de los ramas de actividad con un número
restringido de (grandes) competidores. La reacción oligopolística se deriva del temor a perder la ventaja competitiva si no se iguala la inversión en el extranjero realizada por el resto de compañías que forman el oligopolio
(Knickerbocker, 1973). Los casos de reacciones oligopolísticas ante inversiones extranjeras directas abundan. Las «Siete Hermanas» de la industria petrolera, los
«tres grandes» fabricantes de automóviles de Estados
Unidos, Coca-Cola y Pepsi en el sector del refresco, los
tres gigantes alemanes del sector químico (BASF, Bayer
y Hoechst) y los grandes bancos de los Países Bajos
(ABN, AMRO e ING), España (SCH y BBVA), o Suiza
(Credit Suisse, Swiss Bank y UBS) han tomado a lo largo de los años decisiones de inversión extranjera siguiendo el patrón de la reacción oligopolística.
Una segunda particularidad de las de compañías multinacionales es que su dinámica de expansión en el extranjero, con mucha frecuencia, aunque no siempre, está vinculada al ciclo vital de un producto (Vernon, 1979). Las
empresas idean productos y servicios nuevos en respuesta a los estímulos que reciben de su mercado de origen, y
no saldrán al extranjero hasta que el mercado nacional se
haya saturado. Dado que esos productos o servicios reflejan las características del mercado nacional, las multinacionales buscarán oportunidades más allá de sus fronteras de forma secuencial; apuntando primero hacia aquellos mercados con características similares a las de su
mercado de origen, porque es en ellos donde sus innovaciones tienen mayores posibilidades de éxito y de rentabilidad. Esta forma de afrontar la expansión internacional exige de las multinacionales un desarrollo paulatino, progresivo y escalonado. Así, las multinacionales avanzarán
lenta y cautelosamente en su proceso de expansión exterior. Primero se dedicarán a la exportación y luego, una
vez descartada la posibilidad de conceder patentes, se
plantearán la construcción de una fábrica y la posibilidad
de establecerse definitivamente en ese mercado. Es importante tener en cuenta que este proceso lento y prudente, derivado de la teoría del ciclo vital del producto, puede
no ser adecuado cuando la compañía compite en oligopolio o cuando un sector industrial determinado privilegia a
quienes realizan el primer movimiento, por motivos tecnológicos o de marketing. En este caso, un movimiento rápido sería la mejor estrategia.
Una tercera característica de las multinacionales es
su capacidad para beneficiarse de su «multinacionalidad» ya que sólo las empresas que operan en varios
países pueden recurrir a su entramado de filiales para
arbitrar diferencias de precios o crisis desfavorables,
como una variación repentina y encadenada en los tipos
de cambio. Desde este punto de vista, una multinacional
debería considerar la expansión internacional como un
proceso mediante el cual conseguiría opciones «reales». Al igual que las opciones financieras, las opciones
reales dan a la compañía la posibilidad, pero no la obligación, de servirse de sus activos en el futuro. Las opciones reales son especialmente valiosas cuando existe
incertidumbre. Una importante implicación de esta teoría es que el valor de una fábrica o de un centro de reparto en el extranjero, entendidos como opciones reales, es más alto cuanta mayor es la incertidumbre asociada al mercado elegido. Esta lógica va en contra de la
receta tradicional que establece que la empresa multinacional debería calibrar cuidadosamente los riesgos
de un país, y ora evitar destinos poco seguros, ora protegerse contra una posible materialización de esos riesgos. Desde el punto de vista de las opciones reales, la
autoexposición a la incertidumbre y a la volatilidad sería
beneficiosa para ellas (Kogut y Kulatilaka, 1994).
3.
Multinacionales españolas antes de 1980
Los antecedentes históricos de la expansión de las
empresas españolas hemos de buscarlos en el abandono parcial de las políticas de sustitución de importaciones en favor de un crecimiento basado en la exportación. Las reformas económicas liberales de 1959 otorgaron al capital extranjero el papel de complemento de
la exigua tasa de ahorro doméstica, propiciaron la llegada de las divisas fuertes, que en aquel momento eran
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muy necesarias, y facilitaron la transferencia de tecnología (Varela Parache et al., 1974; Muñoz et al., 1978: páginas 45-60). Asimismo, se introdujeron cambios en el
régimen proteccionista, sustituyendo los excesivos
aranceles por barreras comerciales no arancelarias. De
este modo, se estableció un sistema impositivo que, al
castigar las importaciones de bienes industriales y de
consumo, atrajo la inversión extranjera directa a un mercado nacional con un potencial de crecimiento considerable durante el período 1959-1973. En los años sesenta y a principios de los setenta, España recibía Inversión
Extranjera Directa (IED) por un valor de entre 0,15 y
0,59 por 100 del PIB español, mientras que la inversión
que realizaba en el extranjero se mantenía por debajo
del 0,1 por 100 del PIB, es decir, era 25 ó 30 veces más
pequeña. Hacia mediados de los setenta, a pesar de la
reducción de la inversión extranjera en España debido a
la crisis económica, la inversión que nuestro país recibía
seguía siendo aproximadamente cuatro veces mayor
que la que realizaba (Campa y Guillén, 1996a, 1996b,
1999).
Entre los objetivos de las inversiones que las empresas españolas realizaron durante los años sesenta se
incluían: 1) el acceso a materias primas (uranio, pulpa
de papel, petróleo, metales varios y caladeros); 2) la
creación de redes de distribución de bebidas, pescado
congelado y otros productos alimentarios de origen español; 3) la consecución de contratos de construcción e
ingeniería; y 4) la oferta de servicios bancarios. La IED
basada en la producción de patentes tecnológicas y
marcas registradas no fue significativa hasta principios
del decenio de los setenta. Entre 1975 y 1978 las inversiones que buscaban materias primas o menores costes
de producción eran cuatro veces mayores que aquellas
que pretendían la explotación de patentes en mercados
extranjeros (Nueno Iniesta, 1981: páginas 152-152).
Mientras que la inversión manufacturera era inicialmente el 20 por 100 del total del flujo exterior de la IED, hacia mediados de la década de 1970 casi representaba el
40 por 100. Las compañías que más invertían en actividades de producción lejos de las fronteras nacionales
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eran las químicas, papeleras, mecánicas, electromecánicas, de textiles y las de bebidas (COCINB, 1973: página 25; Muñoz et al., 1978: páginas 352-353).
La mayoría de los estudios realizados sobre este mismo tema coinciden en que el Gobierno hizo poco para
facilitar la inversión en el extranjero durante este período. El control del tipo de cambio era demasiado rígido y
las subvenciones estatales para la creación de canales
de distribución en mercados exteriores resultaron ineficaces (Varela Parache et al., 1972; Moreno Moré, 1975:
páginas 106-107). El destino preferido de la inversión
extranjera española a principios y mediados de los setenta era el relativamente deprimido departamento francés de los Pirineos Orientales (el histórico Rosellón), al
norte de Cataluña, una de las regiones industriales españolas más desarrolladas (Castellví, 1973; Raurich et
al., 1973). Las empresas catalanas del sector textil, químico, alimentario, del vestido, los electrodomésticos y
bebidas invertían allí para asegurarse el acceso al Mercado Común Europeo, dado que el Acuerdo Preferencial, firmado por España en 1970, había fracasado en su
intento de reducir los aranceles que gravaban los manufacturas intensivas en trabajo. Esta concreta región fue
elegida por su proximidad geográfica y sus costes laborales relativamente menores que los de otras zonas europeas.
La crisis económica mundial de 1973 y la transición a
la democracia después de la muerte de Franco en 1975,
ralentizaron la IED en España. En cambio, en los últimos años del decenio, los flujos inversores reanudaron
su tendencia expansiva, aunque con importantes altibajos. A mediados de la década de 1980, está trayectoria
fue interrumpida, de nuevo, por la recesión mundial de
1981, consecuencia de la Segunda Crisis del Petróleo, y
por la incertidumbre inicial provocada por la victoria del
Partido Socialista Obrero Español en las elecciones de
1982. En 1985 la IED realizada representaba el 0,16
por 100 del PIB español, y la recibida el 1 por 100.
Ambas tasas triplicaban las de principios de los setenta.
Los cambios de la política del Gobierno propiciaron, en
parte, esta tendencia alcista que había comenzado a
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mediados del decenio de los setenta. Las instituciones,
que desde 1940 habían ejercido un control férreo sobre
las transacciones con el extranjero, fueron desmanteladas cuando el Ministerio de Comercio asumió el control
y la autoridad sobre las inversiones extranjeras (De Erice, 1975). En 1973-74 y 1976-77 se llevaron a cabo
otras medidas importantes encaminadas a la simplificación y clarificación de los procedimientos para invertir en
España (Muñoz et al., 1978: páginas 45-60). Mientras,
se introdujeron cambios similares con respecto a nuestra IED en el extranjero, como la redacción del primer
texto legal integral que regulaba la inversión española
en el extranjero en 1973 y la firma de diversos decretos
liberalizadores en 1978 (De Erice, 1975; Marín, 1982;
Aguilar Fernández-Hontoria, 1985; Nueno Iniesta et al.,
1981).
4.
Las multinacionales españolas alcanzan
la mayoría de edad
El período comprendido entre 1980 y 1992 está marcado por la liberalización económica en el ámbito de la
Unión Europea (EU), el rápido crecimiento económico
(hacia 1992 la renta per cápita española era el 80
por 100 de la del Reino Unido), la expansión de la empresa privada tanto en la industria como en los servicios, la llegada a España de grandes flujos de IED —4,2
por 100 del PIB en 1991— y la mayoría de edad de la inversión española en el exterior —que alcanzó la cota
histórica del 1,2 por 100 del PIB en 1991—, todo ello antes de que la Guerra del Golfo provocara la recesión de
la economía mundial. La adhesión a la UE propició que
la IED que tenía como origen y destino a otros países
miembros se duplicase hasta convertirse, prácticamente, en dos tercios del total —recordemos que en el período anterior a 1986 sólo suponía entre el 30 ó 50
por 100 del total— (Secretaría de Estado de Comercio,
1993: páginas 228-233). Las inversiones procedentes
de Estados Unidos e Hispanoamérica disminuyeron en
términos relativos, mientras que países como Francia,
Países Bajos y Portugal se convirtieron en destinos
cada vez más populares entre las empresas españolas.
Fuera de Europa, Marruecos ha atraído recientemente
las inversiones de las manufactureras españolas, y Japón se mantiene como una fuente y destino menor de
IED.
Después de 1992 la IED española en el extranjero se
ha disparado. Los flujos anuales alcanzaron en el año
2000 la cifra récord de 54.700 millones de dólares,
17.000 millones más que la inversión recibida. Aproximadamente el 75 por 100 de la inversión exterior española
tuvo como destino Hispanoamérica, el 15 por 100 Europa
y sólo un 3 por 100 los Estados Unidos.
5.
Tipos de multinacionales españolas
En España podemos distinguir tres tipos de empresas
multinacionales: las grandes compañías que operan en
sectores oligopolísticos, las pequeñas y medianas empresas —familiares principalmente— y las cooperativas
(Guillén, 2001; Durán ed., 1996, 1997, 1999). Las causas que explican su expansión internacional son bien
distintas.
Las grandes empresas oligopolísticas comenzaron a
internacionalizarse a medida que el mercado de origen
se empezaba a saturar, los márgenes de beneficio se
reducían y la pertenencia a la UE las convertía en vulnerables. La mayoría de estas corporaciones se expandieron horizontalmente mediante adquisiciones (BBVA,
SCH, Iberia, Iberdrola, Agbar, Telefónica y Terra Networks), aunque algunas otras, las menos, adoptaron
una estrategia de expansión vertical para asegurarse
los insumos que necesitaban (Gas Natural, Repsol).
Estas empresas se seguían unas a las otras hacia los
mercados extranjeros, de acuerdo con el modelo de
reacción oligopolística, y basaban sus inversiones en
sus activos intangibles.
La expansión internacional de las pequeñas y medianas empresas españolas ha seguido patrones horizontales y/o verticales. En el primer caso pretendían conseguir nuevos mercados apoyándose en sus patentes y
tecnologías (Nutrexpa, Chupa-Chups, Inditex, Grupo
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Antolín, Ficosa y Ferrer Internacional), en el segundo, el
objetivo era asegurarse el suministro de insumos, costes de producción menores (Pescanova, Grupo Tavex e
Indo), o canales de distribución para productos fabricados en España (Freixenet e Inditex). Finalmente, las
cooperativas españolas se han desarrollado tanto horizontal como verticalmente por razones similares a las
de las PYME familiares (Coren y Mondragón).
Esta clasificación pone de manifiesto que pocas o ninguna empresa española se han internacionalizado siguiendo los patrones establecidos por Wells (1983) para
las, así llamadas, multinacionales del «Tercer Mundo».
Aunque España todavía no está entre los países que
consideramos más ricos del planeta, y que sus activos
tecnológicos y de marketing en conjunto dejan mucho
que desear, sin embargo las compañías españolas que
han alcanzado la categoría de multinacional son comparables, en los ya citados dos aspectos, a las de las naciones más desarrolladas. De hecho, las multinacionales españolas son capaces de encabezar procesos de
internacionalización porque son tan competitivas como
sus rivales extranjeros en el mercado de determinados
productos. El análisis estadístico detallado de unas
cuantas empresas representativas españolas demuestra que los factores que propiciaron su expansión en el
extranjero, tanto vertical como horizontal, son teóricamente responsables de la internacionalización de la mayoría de las empresas españolas (Campa y Guillén,
1996a, 1996b, 1999; Molero, 1998). En las siguientes
secciones ilustraré esta dinámica de expansión internacional mediante algunos ejemplos.
· Grandes multinacionales oligopolísticas. El proceso
que desembocó en la integración en la UE en 1986 y la
creación de un mercado único en 1992 propició numerosos cambios en el panorama financiero español. Aunque el Tratado de Adhesión concedió un tratamiento especial a las compañías pertenecientes a los sectores intervenidos y oligopolísticos, como la banca, el petróleo,
el gas, la electricidad y las telecomunicaciones durante
un período transitorio de hasta siete años, la suerte estaba echada desde mediados del decenio de los años
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ochenta (ver Pérez 1997 para el caso de la banca). Desde entonces, la competencia en el mercado nacional se
había intensificado y los márgenes de beneficio habían
caído considerablemente, especialmente en la banca y
en el sector petrolífero. Asimismo, las empresas españolas, conscientes de su pequeño tamaño en relación
con sus rivales europeos, se lanzaron a la búsqueda de
nuevas oportunidades de negocio y beneficio. De este
modo, de acuerdo con las observaciones del ciclo de
vida de los productos, los ejecutivos españoles sintieron
la necesidad de neutralizar la «amenaza» europea en
otros lugares del planeta. La oportunidad se presentó
casi instantáneamente cuando varios países hispanoamericanos se embarcaron en ambiciosos programas de
privatizaciones y liberalizaciones que permitieron a los
inversores extranjeros hacerse con el control de decenas de compañías y activos.
Los bancos españoles, liderados por el Banco Santander (que luego se fusionaría con el Central Hispano), adquirieron hasta 50 instituciones financieras de importancia en, aproximadamente, 20 países hispanoamericanos
durante los años noventa (Guillén y Tschoegl, 2000).
BBVA y SCH se convirtieron en los bancos más importantes del subcontinente y, a la vez, en dos de los más
grandes de Europa. Su proceso de expansión horizontal
se explica de acuerdo con las teorías oligopolísticas y del
ciclo de vida del producto, en el contexto de un mercado
nacional cada vez más saturado y liberalizado (Broughton y Ripert, 1997; Maudos, Pastor y Quesada, 1997).
Los bancos españoles se imitaban y, con frecuencia, su
competencia por los mismos objetivos propiciaba el aumento de los precios de compra. De este modo, introdujeron en sus destinos americanos productos y servicios
financieros propios del mercado de origen de la empresa
como, por ejemplo, ciertos tipos de hipotecas y cuentas
bancarias. Así, acumularon pingües beneficios que les
permitieron amortizar, en unos pocos años, el incremento
ya señalado en el precio de sus adquisiciones. Su mayor
tamaño y su estatura internacional mejorada les permitió
competir en el mercado europeo. SCH intercambió acciones con Royal Bank of Scotland, Commerzbank y Grupo
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Champalimaud (Portugal). Además, compró participaciones en la Société Génerale, San Paolo IMI, y Banque Comérciale du Maroc. BBVA, por su parte, compró títulos de
Crédit Lyonnaise y Banca Nationale del Lavoro2. Nunca
antes en la historia, los bancos españoles habían alcanzado tanto poder en Europa. Sin embargo, en vísperas
de la crisis argentina de 2001, los bancos, al igual que el
resto de inversores oligopolísticos españoles, eran muy
dependientes de los beneficios generados por sus operaciones en Hispanoamérica (ver Cuadro 1). Analizaré las
implicaciones de este aspecto al final de este artículo.
Mientras que los bancos se expandían horizontalmente en el extranjero otras grandes empresas optaron,
al mismo tiempo, por hacerlo verticalmente. Es el caso
de Repsol-YPF, una compañía fundada en 1986 tras la
reorganización y privatización por paquetes del holding
petrolero de titularidad estatal. A principios de los noventa las inversiones de Repsol en el extranjero fueron
más bien tímidas, sin embargo, a partir de 1995 el ritmo
se aceleró no sólo en Hispanoamérica y el Caribe, sino
también en Europa, el norte de África e Indonesia. Repsol se expandió hacia atrás invirtiendo en prospecciones, extracciones y refino, y hacia adelante gastando en
distribución y venta al por menor. Actualmente, la empresa está inmersa en más de 100 proyectos de inversión o acuerdos de colaboración en 25 países distintos,
de este modo se ha asegurado el acceso a yacimientos
de gas y petróleo extranjeros, refinerías, redes de distribución y puntos de venta. Su adquisición más audaz fue
la petrolera argentina YPF, en 1999. Esta compra, aunque expuso a la empresa a una mayor volatilidad, catapultó a la compañía a la lista Fortune de las 100 mayores empresas del mundo, con una facturación de 39.000
millones de dólares, la novena mayor de este sector.
· Pequeñas y medianas multinacionales. Como en
otros países, una gran parte de las multinacionales españolas son PYME que han invertido fuera del mercado
nacional para explotar activos tecnológicos y comercia-
2
El País Negocios, 13 de junio de 1999.
les principalmente, pero también para reducir sus costes de producción. Las pequeñas y medianas multinacionales españolas han contribuido notablemente al
desarrollo tecnológico, aunque como ocurría con las exportaciones, estas multinacionales de entre 100 y 500
empleados son menos propensas a embarcarse en proyectos de I+D que las grandes compañías. Si lo hicieran, su gasto en I+D en proporción a sus ventas sería
mucho mayor que el de las multinacionales de más de
500 empleados (González Cerdeira, 1996: página 34).
Es muy importante destacar que las áreas tecnológicas en las que las empresas españolas tienen ventaja
comparativa dentro de la OCDE —metalurgia y maquinaria industrial y de transporte (componentes automovilísticos y equipamiento ferroviario principalmente)—
están densamente pobladas por PYME muy sofisticadas (Archibugi y Pianta, 1992: páginas 69, 76 y 77).
Las empresas medianas españolas, de entre 300 y 499
trabajadores, tienen un compromiso mayor con la formación de sus empleados y gastan en cada uno de
ellos aproximadamente un 50 por 100 más que las empresas pequeñas y grandes (Mineco, 1994: páginas 269 y 290-294). Inditex, propietaria de la marca
Zara, y Freixenet, el mayor productor de vinos espumosos del mundo, son dos buenos ejemplos de PYME
que han sabido aprovechar sus marcas y ventajas
comparativas. Patentes TALGO, inventora y encargada del mantenimiento del tren pendular de pasajeros
que circula en Alemania y Estados Unidos, es quizá la
PYME española más desarrollada tecnológicamente.
Sin embargo, son los fabricantes de componentes para
la automoción, Grupo Antolín-Irausa y Ficosa Internacional, los que han logrado triunfos más significativos
gracias a su pericia productiva. El primero es líder en la
producción de asientos, cerraduras y dispositivos electrónicos para ventanas, el segundo fabrica espejos, cerraduras, limpiaparabrisas y sistemas eléctricos de cableado.
· Cooperativas multinacionales. Una de las particularidades más interesantes de la inversión española en el
exterior es el hecho de que varias cooperativas se ha-
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MAURO F. GUILLÉN RODRÍGUEZ
CUADRO 1
IMPORTANCIA DE HISPANOAMÉRICA PARA LAS EMPRESAS ESPAÑOLAS, JUNIO 2001
Compañía
% de la capitalización total
% de los beneficios totales
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.
20
40
20
30
25
15
50
15
35
25
Bancos
BBVA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
SCH . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
28
35
31
52
Petróleo y gas
Repsol-YPF . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Gas Natural. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
60
15
55
18
Servicios básicos
Endesa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Iberdrola . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
31
12
25
7
Telecomunicaciones,
Prisa . . . . . . . . . .
Telefónica . . . . . .
TPI . . . . . . . . . . .
Telefónica Móviles.
Terra-Lycos . . . . .
medios de
........
........
........
........
........
comunicación e Internet
..................
..................
..................
..................
..................
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FUENTE: Wall Street Journal Europe (18 de junio de 2001), página 11.
yan sumado a la tendencia de expansión vertical y horizontal en el extranjero. Las más activas internacionalmente son Agropecuaria de Guissona (que factura 399
millones de dólares), Cooperativas Orensanas (298 millones de dólares), Acor (292 millones de dólares), Copaga (207 millones de dólares), Anecop (204 millones
de dólares), y, por supuesto, Mondragón Corporación
Cooperativa (3.500 millones de dólares), probablemente la cooperativa más conocida y exitosa del mundo.
España, con más de 20.000 empresas de estas características, la mayor parte de menos de 25 trabajadores, alberga al sector cooperativo más grande y próspero de
cualquier país capitalista del mundo. Dos tercios de los
ingresos del sector proceden de cooperativas agrícolas,
que representan el 30 por 100 de la agricultura española. Las cooperativas son también significativas en la producción y procesamiento de alimentos, bebidas, cristal,
mobiliario, metales, maquinaria, electrodomésticos y en
los sectores de la construcción y venta al detalle.
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Mondragón es el mayor grupo cooperativo del mundo, con aproximadamente 25.000 trabajadores, una
facturación de 3.500 millones de dólares y un superávit del 7 por 100 sobre sus ventas. Está entre los diez
grupos empresariales más grandes de España, entre
los 500 más importantes de Europa y, por increíble
que parezca, se ha convertido en una multinacional
con inversiones en Europa (en su mayor parte horizontales y verticales hacia adelante), América (principalmente horizontal), el norte de África (vertical hacia
atrás) y Asia (horizontal y vertical hacia atrás). Las
cooperativas que pertenecen al grupo se dedican a la
producción de chips, electrodomésticos, componentes para la automoción, mobiliario, herramientas mecánicas, robots, ascensores, maquinaria pesada y numerosos proyectos de construcción. Además es el
mayor productor del mundo de lectores digitales.
Mondragón también incluye una caja de ahorros (Caja
Laboral Popular) y es el quinto minorista más impor-
LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LAS EMPRESAS ESPAÑOLAS
tante de España (Eroski), habiendo realizado inversiones ya en el sur de Francia.
La primera cooperativa Mondragón se estableció en
1956, pero la salida al extranjero del grupo no tuvo lugar
hasta el decenio de 1980 en previsión de la saturación del
mercado nacional y la integración de España en la Comunidad Económica Europea. En esta transformación fue
clave la intensificación del tradicional compromiso de la
empresa con la formación de los trabajadores, la inversión
en I+D y la promoción de la marca, siendo todo ello organizado para el conjunto del grupo (Whyte y Whyte, 1991: páginas 63-67, 211-221; Guillén, 2001). Apoyándose en sus
propias patentes, Mondragón ha invertido tanto en nuevos
emplazamientos o greenfields, como en adquisiciones. En
cuanto a las operaciones en greenfields destaca el establecimiento de una fábrica de chips en Tailandia, de plantas de montaje de frigoríficos en Marruecos y Argentina,
una joint-venture para la producción de carrocerías de autobuses en China —junto con la compra de una fábrica de
frigoríficos—, de fábricas de componentes eléctricos y
para la automoción en el Reino Unido, Estados Unidos y
México y, finalmente, de varios almacenes para la cadena
de hipermercados Eroski en el sur de Francia. En cuanto a
las adquisiciones, las cooperativas del grupo Mondragón
también se han hecho con una empresa de componentes
electromecánicos holandesa (Controls International), un
fabricante de ascensores británico (Cable Lifts & Elevators), dos compañías de herramientas mecánicas francesas (SEI y Cima Robotique), algunas filiales de componentes para la automoción de Ford y Volkswagen en
Argentina y Brasil y, por último, con una firma polaca de
electrodomésticos. El grupo se plantea ahora abrir una cadena de montaje de electrodomésticos en Egipto, invertir
en fábricas de componentes para la automoción mediante
joint-ventures en el Reino Unido y Estados Unidos y adquirir todas las filiales de componentes para la automoción de
Ford y Volkswagen en Argentina y Brasil. Una vez más, es
importante destacar que Mondragón ha llevado a cabo
esta expansión internacional para desarrollar todo su potencial y maximizar los beneficios procedentes de sus activos intangibles tecnológicos y de marketing.
6.
Consecuencias económicas, financieras, políticas
y sociológicas
El auge de las multinacionales españolas tiene numerosas implicaciones, muchas de las cuales todavía estamos intentando comprender. Si bien es cierto que todos
los países desarrollados pueden llegar a ser importantes inversores en el extranjero en un determinado momento (Dunning y Narula, 1994), en el caso de España,
el incremento del volumen de la IED en el extranjero ha
sido notablemente rápido.
Posiblemente, la consecuencia más evidente es el aumento de la «interdependencia» de la economía española y la economía mundial (Guillén, 2001). Actualmente,
España se caracteriza por realizar y recibir grandes flujos
de IED, sin embargo, es importante tener en cuenta que
aunque estos flujos son similares en términos de volumen, sin embargo, son muy diferentes en cuanto a su origen, destino y composición industrial. Los países que
más invierten en España son los miembros de la UE,
mientras que los principales receptores de las inversiones españolas son los países de Hispanoamérica. España recibe inversiones en los sectores industrial y de servicios, mientras que invierte mayoritariamente en distribución y servicios.
Una segunda implicación importante del desarrollo
de las multinacionales españolas ha sido la exposición
creciente de la estructura financiera nacional a las crisis internacionales. Como muestra representativa de
esto, por ejemplo, tenemos el derrumbe del índice Ibex
de la Bolsa de Madrid cuando la economía argentina
se fue a pique a principios del verano de 2001. Este
episodio provocó que el Senado español dedicase sesiones al respecto, y que el Banco de España, como
institución encargada de la supervisión financiera, empezase a preocuparse por la exposición de las empresas españolas a la volatilidad de los mercados hispanoamericanos. Las once compañías que aparecen en
el Cuadro 1 representaban, aproximadamente, el 40
por 100 de la capitalización total del mercado en 2001.
Dado que su grado de exposición a las economías his-
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MAURO F. GUILLÉN RODRÍGUEZ
panoamericanas es bastante elevado, se podría llegar
a afirmar que la Bolsa de Madrid se ha convertido,
prácticamente, en un mercado «emergente». Asimismo, la preocupación del Banco de España se justifica
porque dos de las multinacionales más grandes del
país eran precisamente los dos bancos más importantes. No obstante, no puedo dejar de señalar que los
análisis de Kogut y Kulatilaka (1994) justifican los intentos de las multinacionales españolas de exponerse
a distintos niveles de volatilidad en los mercados foráneos para obtener ventajas comparativas frente a las
compañías que operan solamente en el mercado nacional.
Las consecuencias políticas del auge de la inversión
en el extranjero son, igualmente, dignas de mención. En
primer lugar, España, como nación, es ahora mucho
más relevante en el escenario internacional. Cuando un
país hispanoamericano entra en crisis su equipo económico no sólo viaja a Washington, Nueva York y Londres,
también visita Madrid. El gobierno español es sistemáticamente consultado por sus homólogos europeos e incluso por los Estados Unidos cuando se trata de buscar
soluciones a los problemas financieros de Hispanoamérica. Evidentemente, esta mejora de la envergadura internacional ha traído consigo una serie de obligaciones.
Así, el gobierno español ya no puede tomar medidas de
política económica o establecer regulaciones sin ponderar su repercusión internacional. No olvidemos que
España y la economía global son ahora «interdependientes». En segundo lugar, la expansión de las multinacionales españolas ha tenido consecuencias políticas
en el ámbito nacional. Las multinacionales más importantes son ahora más influyentes localmente y, quizá
también, menos dependientes del Gobierno, dado que
una gran proporción de sus ingresos y ventas tienen lugar lejos de su área de influencia. Finalmente, aunque
es difícil aportar pruebas concluyentes al respecto, parece cierto que algunas de estas grandes empresas han
conseguido mermar el poder de los sindicatos debido a
su mayor facilidad para reubicar sus fondos y realizar
operaciones en otros países.
222
ICE
HISTORIA EMPRESARIAL
Enero 2004. N.º 812
Las repercusiones sociológicas del apogeo de las
multinacionales españolas son quizá más curiosas.
España solía ser un país replegado sobre sí mismo con
pocas empresas de fuste internacional. En los últimos
años esta situación ha cambiado radicalmente. Sin embargo, parece que gran parte de la opinión pública todavía asocia este fenómeno a unas cuantas empresas
grandes, sin tener en cuenta las actividades de los
cientos de PYME con inversiones más allá de las fronteras nacionales. Una segunda implicación lógica es el
ascenso de una nueva generación de empresarios y
ejecutivos compuesta en su mayoría por universitarios
de las décadas de los cincuenta y sesenta, tanto en
España como en el extranjero, que ha sabido conducir
a sus compañías a los mercados internacionales. En
definitiva, si durante los 20 últimos años la sociedad
española en su conjunto ha experimentado un profundo cambio cultural, entonces la transformación de la
elite empresarial nacional puede decirse que no tiene
parangón.
7.
Cuentas pendientes
Todavía queda mucho por investigar sobre las causas
y las consecuencias del auge de las empresas multinacionales españolas durante los últimos 20 años. Las implicaciones económicas, financieras, políticas y sociológicas mencionadas más arriba aguardan un estudio y
una evaluación detallada. Concretamente, los tres ámbitos de investigación más relevantes en el futuro tendrán que ver con los efectos del incremento de la inversión en el extranjero en el comportamiento económico y
financiero de las multinacionales, en la creación de empleo y en el desarrollo tecnológico. En el caso de las
empresas españolas, ahora que se han extendido por
todo el mundo, ¿están mejor preparadas para competir?
¿Es posible que su comportamiento bursátil sea a largo
plazo mejor que el de las compañías que sólo actúan en
el mercado nacional? ¿Se encuentran en mejor posición
para crear puestos de trabajo de calidad en su país de
origen? ¿Son ahora más proclives a invertir en tecnolo-
LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LAS EMPRESAS ESPAÑOLAS
gía? Sin duda, estas preguntas necesitan de un análisis
minucioso.
Finalmente, uno de los aspectos más interesantes de
la reciente internacionalización de las empresas españolas es el hecho de que las grandes compañías líderes
de cada sector industrial raramente fueron las primeras,
las más agresivas y las de mayor éxito a la hora de lograr el éxito en el extranjero. De este modo, la primera
compañía vitivinícola que cruzó las fronteras nacionales
fue Miguel Torres; en el caso de los vinos espumosos,
Freixenet; en el sector alimentario, Nutrexpa y Viscofán;
en confitería, Chupa-Chups; en el sector de los componentes para la automoción, Ficosa; en el de los electrodomésticos, Fagor; en el acerero, Acerinox; en el farmacéutico, Ferrer Internacional; en las revistas, Hola; en la
banca, el Grupo Santander; en el transporte por carretera, ALSA; en construcciones y contratas, Ferrovial; en el
sector del vestido, Cortefiel; y en el de material rodante
ferroviario, Patentes TALGO. Ninguna de estas firmas
era líder de su sector industrial en el momento en que
comenzaron a internacionalizarse. No obstante, algunas de ellas crecieron tan rápidamente que acabaron
superando a sus principales rivales nacionales gracias a
sus operaciones y ventas a escala mundial.
Como todas las reglas, ésta también tiene sus excepciones, es el caso, por ejemplo, de Telefónica, Repsol,
Tabacalera o Pescanova. Sin embargo, esta «hipótesis
del no favorito» merece una atención especial porque
pone de manifiesto como, el acceso a los recursos extranjeros y la exposición a la competencia internacional
pueden mejorar la competitividad de una empresa a largo plazo.
El auge de la inversión española en el extranjero
está íntimamente relacionado con la notable transformación y desarrollo económico del país durante las
dos últimas décadas. Ninguna nación rica deja de tener multinacionales. Aunque las empresas españolas
están todavía iniciando su proceso de internacionalización podemos esperar que el nuevo papel que el
país juega ahora en el mundo y el éxito internacional
de muchas de sus empresas, propicien una mejora de
la competitividad y del bienestar, tanto en España,
como en los países destinatarios de sus inversiones.
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