Ver PDF! - México es Ciencia

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Acerca del gozar del asombro de ver o cómo volver maravillosa la Óptica en
México*
Por Miguel Acosta Valverde
En la entrevista que se realiza en un espacio del Museo Universum, conversamos con
el el Dr. Daniel Malacara sobre la óptica, sobre cómo se convirtió en un científico; narra
la manera en que participó en la creación de instituciones académicas en las que la
óptica fue considerada; nos describe sus aportaciones a la óptica, así como su
perspectiva de la ciencia en México y lo que recomienda a las jóvenes generaciones.
Sus respuestas, propias de un buen conversador, pero también de un experto en su
disciplina, nos dan cuenta de la forma en que se creó una base importante para el
desarrollo de la óptica en México.
El Dr. Malacara cuenta se interesó en la ciencia en la ciencia desde la niñez: “Yo
recuerdo que estaba en primaria cuando ya tenía atracción por la ciencia; en ese
entonces, me encantaba hacer lo que llamaban radios de galena que permitían a uno
escuchar en unos radios que uno mismo hacia de todo a todo en audífonos”; más que
lo que lo podía escuchar, lo que le gustaba mucho era “el saber que el aparato lo había
hecho yo y que funcionaba”.
En esa predilección por la ciencia jugó un papel central su padre, a quien le gustaba
inventar máquinas (“me dejaba meter las narices, y ver lo que estaba haciendo”) y le
apoyó mucho en todo lo que deseaba hacer. Cuenta la anécdota que en su interés por
construir un telescopio, su papá localizó a un astrónomo aficionado, Armando López
Valdivia, quien hacía en León sus propios telescopios; con él aprendió a tallarlos. “La
primera vez que vi un planeta fue Saturno; él me lo enseño y eso me impactó para el
resto de mi vida”.
Su afecto por la ciencia se aceleró cuando el joven Malacara estudió preparatoria en el
Instituto Lux, en su natal León, Guanajuato, en donde conoció a Carlos Hernández
Prieto, un maestro que tenía un doctorado en Física, quien le entusiasmaba mucho en
sus clases y le dejaba el laboratorio abierto para que “hiciera lo que quisiera”; él fue
quien le orientó que estudiara Física en la UNAM. Considera que fue una de las
personas que impactaron su vida.
Ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de México, los que considera fueron sus
“años maravillosos”. Conoció a maestros que lo alentaron; uno de los primeros fue el
Dr. Arcadio Poveda. “El Dr. Poveda me enseño mucha astronomía; me dio la
oportunidad de trabajar en el laboratorio para ajustar aparatos, tareas muy sencillas las
que tenía entonces, pero a mí me encantaban, apropiadas para la edad que tenía:
limpiar los aparatos ópticos, los microscopios, ajustárselos; medir la distancia focal a
una lente de una cámara que él tenía para uso de un telescopio, hacerle este tipo de
*
Texto corregido por el Dr. Daniel Malacara Hernández el 29 de abril de 2014.
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cosas”.
Gracias a esa cercanía con el Dr. Poveda. al retirarse el responsable del laboratorio del
Instituto de Astronomía, le pidió que se hiciera cargo del mismo; fue una
responsabilidad que le permitió continuar su labor de hacer lentes para telescopios.
Al terminar la carrera le pidió al Dr. Poveda que le dirigiera su tesis de un tema de
Astronomía; sin embargo, él se negó porque consideró que le interesaba más la Óptica.
Y como desconocía esa materia, el Dr. Poveda habló con el director del Instituto, el Dr.
Guillermo Haro, para que le ayudara; éste estuvo de acuerdo y creyó conveniente
enviar al estudiante Malacara a Tucson, Arizona para que trabajara con el Dr. Adem B.
Meinel, el director del Observatorio Nacional de Kitt Peak, “donde sí tenían un
verdadero taller de telescopios”. En ese entonces, mientras que en México se hacían
telescopios de 20 o 30 centímetros, en Kitt Peak estaban fabricando telescopios de
cuatro metros y que aún están ahí montados, con lo que pensó el Dr. Malacara: “de
nuevo, gozar del asombro de ver”.
Durante su estancia en el Kitt Peak, el Dr. Malacara refiere que “Dr. Aden B. Meinel me
trató super bien; me enseñó a diseñar; con su dirección, diseñó una lente que quería el
Dr. Poveda; la empezamos a fabricar; probamos los primeros elementos, la
ensamblamos”. A su regreso a México el Dr. Malacara presentó su examen profesional
y el Dr Arcadio Poveda le recomendó que fuera a hacer su doctorado en Óptica a
Rochester; fue aceptado y en 1961 empezó sus estudios. Ahí tomó cursos con
profesores de renombre como los doctores Robert Hopkins y Emil Wolf, a quienes
admiró y le ayudaron, convirtiéndose con el tiempo en sus amigos. El Dr. Hopkins era
un experto en diseño óptico, mientras que el Dr. Wolf era matemático, características
ambas que enriquecieron a nuestro entrevistado.
En Rochester, el Dr. Malacara fue testigo del surgimiento de grandes desarrollos en
óptica: “el laser recién surgía; la holografía apareció durante mi estancia allá también”.
Nuestro entrevistado tenía tanto entusiasmo en su labor y era muy alto el espíritu de
competencia entre los estudiantes que llegaba a ir al laboratorio a hacer algún
experimento aunque fuera medianoche o las 3 o 4 de la mañana. El sueño de esa
época era que él pudiera contribuir a tener en México un laboratorio como en los que
estaba, que eran “maravillosos”.
Un desafío se le presentó en su tesis doctoral. Decidió solicitar al Dr. Hopkins que le
ayudara y él le dijo: “he visto a lo largo de tus cuatro años aquí que te gustan mucho las
pruebas ópticas; aquí hay un espejo; es un espejo de 40 centímetros de diámetro, es
asférico”. El Dr. Hopkins abundó: “esta superficie tiene que quedar a un décimo de
longitud de onda; no sabemos cómo probarla; tú problema es ese; dinos qué necesitas
y cuando esté terminado, que hayas probado el espejo, es tu examen final de
doctorado”. Realizar la prueba óptica de ese tipo de espejo era de lo más difícil que
había, recuerda el Dr. Malacara: “¿cómo probar una superficie que no es esférica? Era
una hiperboloide de revolución”.
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Resolver ese problema le llevó dos años al Dr. Malacara y fue algo que lo orientó para
toda su vida y aún le sigue inquietando después de 50 años: “esa obsesión no ha
desaparecido, ni creo que vaya a desaparecer”.
Convertido en el primer óptico del país, el Dr. Malacara regresó al Instituto de
Astronomía gracias a los doctores Poveda y Haro; éste último le pidió que equipara
muy bien el laboratorio del instituto del que había partido como estudiante. Lo hizo y,
simultáneamente, empezó a formar estudiantes para multiplicar el número de
profesionales de la óptica en México. El laboratorio creció y empezaron a construir
“telescopios más decentes”; de esa época data el telescopio de 80 centímetros que se
instaló en el observatorio de San Pedro Mártir.
Ante el costo elevado de comprar láseres de gas y ante la solicitud de adquirir uno por
parte del Dr. Malacara, el Dr. Haro le respondió con una pregunta “y ¿por qué no
aprende a hacerlos?” Eso le llevó a volver a prepararse, ahora en el Case Institute of
Technology en Cleveland, Ohio, donde estuvieron dispuestos a enseñarle cómo
construir los láseres; “era un oferta que no podía yo negarme”; y se fue con su esposa;
el Dr. Malacara que quiso mencionarla en ese momento por ser parte importante de su
vida; le ha apoyado toda la vida. En Ohio, el Dr. Malacara aprendió a construir los
láseres y hologramas.
Cuando el Dr. Haro dejó la dirección del Instituto de Astronomía y ocupó su lugar el Dr.
Poveda, el primero invitó al Dr. Malacara a participar en la reorganización de lo que con
el tiempo se llamaría el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE);
para convencerlo, le comentó que “vamos a iniciar con un buen laboratorio muy grande
allá en Tonantzintla”; el Dr. Malacara aceptó y, después de un año de preparativos,
mediante decreto presidencial, se creó el INAOE. Al darle esta noticia al Dr. Poveda, le
deseó éxito y le dijo que podía contar con él para lo que necesitara. Ante eso, el Dr.
Malacara se preguntó: “¿Podía pedir yo algo más? No, no se puede pedir más. Esto
fue maravilloso”.
En esta nueva etapa, el Dr. Malacara empezó a reforzar el grupo de académicos que lo
habían seguido al INAOE y acometió un desafío mayor: el Dr. Haro le pidió que se
construyera un telescopio, “pero ahora sí uno en serio”, uno de dos metros 10
centímetros para instalarlo en el observatorio en Tonanzintla (Puebla). Era un
telescopio fuera de toda proporción de lo que había hecho hasta entonces el Dr.
Malacara. “Yo no podía decir que no; para eso me había ido; fue un reto que no me
arrepiento de haberlo tomado.” Considera que pese haber sufrido durante su
construcción enfermedades propias de la tensión nerviosa, simultáneamente, “fueron
de mis años más felices porque el proyecto era verdaderamente bonito; iba a ser el
telescopio más grande construido en Latinoamérica hasta la fecha, y hacer ese
telescopio, si teníamos éxito, iba a ser verdaderamente un éxito muy grande y nos iba a
dar mucho prestigio”.
El problema principal al que se enfrentó el Dr. Malacara fue la prueba del telescopio: “el
espejo debería tener una forma hiperbólica, justamente la forma que tenía el espejo
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mucho más pequeño que había probado durante mi tesis en Rochester, pero no es lo
mismo uno de 40 centímetros que uno de 2 metros 10 centímetros”. Comenzó a hacer
investigación en métodos de pruebas ópticas al mismo tiempo que construía el
telescopio; considera el Dr. Malacara que fue su época más productiva por el número
de trabajos publicados en revistas internacionales.
Derivado de esa actividad, al Dr. Malacara le interesó hacer un libro sobre pruebas de
sistemas ópticos en el que plasmara sus experiencias, más relevante en la medida en
que no había en el mundo un texto que le fuera guiando sobre la forma de hacer las
pruebas del telescopio; muchas las tuvieron que desarrollar en el momento.
Coincidentemente, de manera paralela, justo al ser publicado el libro titulado Optical
Shop Testing, terminó un par de días antes la construcción del telescopio solicitado por
el Dr. Haro.
Justo en ese momento, nuevamente, la vida puso al Dr. Malacara a iniciar un nuevo
proyecto. Recibió una llamada del Dr. Arcadio Poveda en la que le dijo que “existe la
posibilidad de hacer un Instituto de Óptica pero dedicarlo nada más a la Óptica”; podría
ser instalado en cualquier parte del país, pero se requería trabajar mucho al proyecto
de creación y obtener una masa crítica de investigadores para que tuviera éxito la
nueva institución. El Dr. Poveda le ofreció a Dr. Malacara regresar a la UNAM para
formalizar el proyecto. “¿Podía yo de nuevo renunciar a esto?” Fue a despedirse del Dr.
Haro; éste no deseaba que se fuera, pero le deseó éxito.
En esta nueva empresa, el Dr. Malacara contó con el valioso apoyo del entonces rector
de la UNAM, el Dr. Guillermo Soberón. Al definir dónde se instalaría el nuevo centro, el
Dr. Malacara sugirió que se instalara en León, Guanajuato, su ciudad natal. Ayudó en
ese propósito que él conocía al presidente municipal, el Lic. Roberto Plascencia, y al
gobernador, el Lic. Luis H. Ducoing, quienes habían sido compañeros suyos en el
Instituto Lux. Al visitarlos y explicar a ambos funcionarios el proyecto, le apoyaron
mediante donación de terreno y la construcción de los primeros edificios. Pese a que ya
estaba todo listo para la firma del convenio, ésta se demoró un tiempo debido a que
finalizaba de sexenio de Luis H. Ducoing; finalmente, la firma del acta de creación del
Centro de Investigaciones en Óptica (CIO) se dio en abril de 1980, con la firma del
nuevo gobernador, Enrique Velazco Ibarra, además del apoyo del Conacyt y de la
UNAM
El Dr. Malacara continuó en el CIO sus investigaciones en el diseño óptico y las
pruebas ópticas; siguió publicando artículos derivados de su labor que se expresa en
un ejemplo: su texto sobre interferometría y pruebas ópticas ha alcanzado la tercera
edición y ha sido traducido a varios idiomas; se le considera un libro texto en su
especialidad en estudios de posgrado en varios países del mundo.
En torno a la óptica en México, el Dr. Malacara considera que además de desarrollar
los nuevos campos, no se debe dejar de lado la óptica clásica, base de elaboración de
instrumentos como microscopios, endoscopios, tomógrafos, aparatos ópticos, en
general. Deben ser considerados para evitar que su producción sea acaparada por
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China.
En cuanto a cómo ve el futuro de la óptica en México, el Dr. Malacara dice que “debe
de haber muchas más instituciones científicas; ya voy a hablar en general de la ciencia,
no de la óptica; la óptica en México se está desarrollando, pero está muy retrasada
todavía y lo mismo sucede en toda la ciencia; tenemos ciencia de muy alta calidad,
pero muy poca ciencia en cantidad”. Más que hacer crecer las actuales instituciones, es
“mejor multiplicar el número de instituciones y que sean diferentes especialidades y que
el gobierno apoye proyectos de investigación pero con prioridades; también, que digan
qué temas quiere apoyar la investigación y que los mismos sean escogidos por un
grupo selecto de investigadores”.
Ante la pregunta de qué recomendaciones haría a los jóvenes para que se interesen en
la investigación científica, considera que “una carrera debe de abrazarse por el gusto
de hacer lo que se va a hacer; que no se fijen si van a ser pobres o van a ser ricos”;
pueden dedicarse a cualquier carrera, pero “lo que debemos perseguir en el país es la
excelencia” y plantea que sean los mejores del mundo en su profesión. En ese sentido,
piensa que los científicos deben hacer un esfuerzo mayor para hacer divulgación de la
ciencia, entre otros propósitos, para alentar a los jóvenes a que sigan una carrera y a
despertar vocaciones.
Finalmente, al preguntarle acerca de cuál considera es su aportación a la ciencia y su
legado, el Dr. Malacara afirma: “me siento satisfecho con mi vida a pesar de todo
porque creo que he hecho muchas cosas pequeñitas; que esas cosas pequeñitas han
sido útiles, que hay gente que las está usando y siento que he hecho en la medida de
mis posibilidades algo por el país, algo por aumentar la ciencia y espero en el futuro
cuando yo me muera ser recordado por eso; no voy a ser recordado por una
contribución maravillosa, grandiosa; no tuve esa suerte, no tuve esa oportunidad, pero
he tenido otras muy, muy grandes y estoy agradecido con la vida por todo lo que me ha
dado en este aspecto”. Podemos resumir lo anterior en la siguiente idea: “Mi vida ha
sido muy llena de placeres muy grandes, y estoy muy agradecido por todo lo que me
ha dado tanta gente”.
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