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Seminario Pastoral Dehoniano
MISSIO CORDIS
Um coração que escuta, aprende e anuncia
Un corazón que escucha, aprende y anuncia
EL VALOR DE LA EXPERIENCIA MISIONERA Y EL
ACOMPAÑAMIENTO PERSONAL EN LA PASTORAL JUVENIL1
Pedro Jesús Arenas, scj
Nuestras reflexiones están basadas en el desarrollo durante estos últimos años de la pastoral
juvenil de la parroquia “Sagrado Corazón de Jesús” en Leonidas Plaza, Bahía de Caráquez
(Ecuador). No ofrecemos una solución a la pastoral juvenil dehoniana o latinoamericana, eso sería
inviable, simplemente exponemos las reflexiones y vivencias desde nuestra realidad particular
manabita para que puedan ayudar en la reflexión y acción de la pastoral juvenil.
En primer lugar haremos un análisis de la situación de la juventud desde nuestra propia
realidad manabita y quizá extensible a otros puntos del continente latinoamericano. De ahí iremos a
profundizar en el sentido y valor de la experiencia misionera en el trabajo pastoral con jóvenes y
cómo podemos concretar el ser discípulos y misioneros desde dos valores fundamentales como son
el acompañamiento personal y la misión. Para todo ello nos acercaremos repetidas veces al
documento de Aparecida que será el que nos ilumine durante nuestra reflexión. Como conclusión
ofreceremos la experiencia parroquial concreta del movimiento “Comunidades jóvenes”.
EL VALOR DE LA JUVENTUD
Desde el momento que un misionero europeo llega al continente latinoamericano se
encuentra con la gran sorpresa de ver tantos jóvenes con tantas posibilidades. Los jóvenes y
adolescentes constituyen la gran mayoría de la población del continente latinoamericano 2.En ellos
descubrimos unos potenciales inmensos de entrega, generosidad, y alegría. Son el presente y el
futuro de la Iglesia latinoamericana y en ellos está la esperanza de la evangelización presente y
futura.
De igual modo encontramos en la juventud de nuestras parroquias la influencia de una
sociedad de consumo cada vez más agresiva. Nuestras juventudes van creciendo marcadas por la
lógica del individualismo pragmático y narcisista3 de una sociedad globalizada que se mezcla de
manera desigual con los entornos culturales de nuestros jóvenes. Esta nueva cultura promueve la
sociedad de lo inmediato y lo personal, desgastando y arrinconando valores tradicionalmente propios
de las culturas latinoamericanas como son la familia y la comunidad.
Se privilegia ante todo una visión unitariamente personal y subjetiva de la realidad lo que deja
poco campo para un discernimiento conjunto de la problemática común. Otra consecuencia de esta
visión es la gran dificultad que se genera en formar una conciencia crítica de la realidad. Todo se
valora desde un punto de vista unipersonal lo cual dificulta introducir a los jóvenes en la lucha por los
derechos sociales, culturales y solidarios especialmente de los más pobres y vulnerables4.
La publicidad, la música, internet y los nuevos medios de comunicación provocan diversas
formas de relación interpersonal mucho más asépticas y pragmáticas. Se van generando nuevos
campos de relación social (twitter, hi5, facebook, Sonico, etc…) que pueden llegar a ser mundos
imaginarios5 evadidos de la realidad concreta del joven y que le ayudan a no enfrentar la propia
problemática personal y social del medio en el que vive.
Todo ello no favorece un camino de madurez personal y procesual que vaya fundamentando
al joven como persona con sus derechos y responsabilidades.
Por otra parte, encontramos en nuestros jóvenes una avidez por vivir sensaciones nuevas,
experiencias, con frecuencia, adelantadas a su etapa formativa. El deseo se convierte en sinónimo de
[email protected]
Documento final Aparecida, n. 443
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Aparecida, n. 51
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Aparecida, n. 47
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Aparecida, n. 51
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felicidad y “lo que apetece” marca la voluntad a la hora de decidir. Consecuencia de esto
encontramos juventudes truncadas que llevan al mundo de la adicción, embarazos no deseados, se
forman familias de adolescentes o jóvenes con responsabilidades a las que no están preparados,
etc…
A esto se une el cada vez mayor deterioro de la institución familiar como lugar natural de
desarrollo y madurez de la persona. Crecen las familias disfuncionales donde el niño y adolescente
pierden las referencias de paternidad y maternidad.
Por otra parte el nivel educativo de nuestra juventud es de baja calidad. Esto provoca que les
deje por debajo de los niveles de competitividad y les hace más vulnerables a las corrientes culturales
emergentes6.
De igual modo innumerables jóvenes viven una situación de pobreza que les afecta
significativamente y les limita el crecimiento armónico de sus vidas generando exclusión7.
En esta nueva situación social y cultural de la juventud se va excluyendo cada vez más la
relación intrínseca del hombre con Dios. Se da mucho más valor al subjetivismo religioso y a
opciones pseudoreligiosas que buscan más un mundo de sensaciones de paz, armonía y tranquilidad
que una opción de vida de entrega y servicio.
EL VALOR DEL ACOMPAÑAMIENTO PERSONAL
Toda vivencia en este proceso lo ideal es que esté enmarcada en un camino de
acompañamiento personal. Éste es un camino siempre antiguo y siempre nuevo en la historia de la
Iglesia. Pero no deja de ser una fuente muy valiosa de integración personal y con Dios. Si una de las
potencias que tiene nuestra actual sociedad es el valor tan grande que se da a la persona, tenemos
que adaptar nuestra pastoral a este valor y ofrecer el acompañamiento personal como herramienta de
conversión dentro del resto de vivencias propuestas en la pastoral. La cultura actual que se ofrece al
joven es objeto de continua crítica en nuestros medios. Quizá necesitemos una actitud nueva de
apertura y acogida a los valores que tiene este nuevo devenir social y cultural. No todo es malo, al
contrario, en todo nuevo acontecer está, de un modo u otro, la presencia de Dios por un lado y el
deseo y ansia del hombre, la mujer y el joven de acercarse a Él.
Tenemos que saber combinar la pastoral grupal con el acercamiento a cada joven, a su
situación concreta y camino personal. Es un arte de acompañar la vida en todas sus dimensiones. La
iluminación de la Palabra de Dios hace que sea un ministerio de la palabra, busca ayudar a los
prójimos mediante la conversación espiritual a fin de hablar cosas de Dios8.
Hablamos de acompañamiento personal como una ayuda integral, que una persona ofrece a
otra para que crezca en su fe y sea ella misma auténtica en la realización de la voluntad de Dios. Es
una ayuda que un cristiano da a otro para hacerle capaz de escuchar la comunicación de Dios, de
crecer en familiaridad con este Dios y de traducir en vida las consecuencias de esta relación.
Esto supone un esfuerzo amplio sobre todo en la búsqueda y capacitación de personas
idóneas para este ministerio. Padres, madres, jóvenes con experiencia de vida y fe, religiosos y
religiosas, sacerdotes… a nadie se le debe dar por supuesto su valía como acompañante fruto de un
estado de vida. Todos deben ser formados para este servicio tan valioso.
El acompañamiento exige, además de una formación adecuada, unas actitudes personales
de acogida incondicional, escucha activa, madurez, empatía que hay que ir cultivando. Además,
también exige bastante tiempo dedicado a ello y paciencia, tanta como sea necesaria para saber
respetar y aguardar a que el joven vaya dando pasos por él solo sin intervenir en su historia.
El acompañamiento personal hay que ofrecerlo en el momento adecuado dentro del proceso
de fe del joven. Debe estar presente durante la experiencia misionera y también, como punto muy
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Aparecida, n. 445
Aparecida, n. 444
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MAN GING, CARLOS IGNACIO, SJ “El acompañamiento espiritual, un camino de integración”
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importante, después de esa experiencia para saber dar forma a todo lo vivido, acoger y asentar lo
aprendido, sobre todo desde el terreno de la fe.
EL VALOR DE LA EXPERIENCIA MISIONERA
El término experiencia puede ser tomado desde diversos significados. En esta reflexión nos
ocuparemos de revisar el valor que tiene para el proceso de pastoral juvenil las experiencias
significativas de misión como complemento a su formación.
Desde la situación de la juventud que hemos analizado anteriormente, descubrimos la
importancia que dan los jóvenes al mundo de la experiencia, están ávidos, deseosos de vivir, sentir
experiencias con sentido de inmediatez, sin compromiso alguno y lo más satisfactorias posible.
Los jóvenes nos interpelan. Siempre lo han hecho y quizá sea parte de su naturaleza, pero
¿estamos en la disposición correcta para escucharles? y si es así, ¿cuál es nuestra respuesta?
La propuesta pastoral de encuentros semanales de hora y media donde se ofrece un proceso
de formación humana y doctrinal y alguna que otra actividad durante el año no responde a las
necesidades actuales del joven. Éste se puede sentir desencantado y marchar a otro ámbito donde
vea satisfechas sus demandas. Los jóvenes nos piden una actitud de continua misión, continua
desestabilización de estructuras y planes para estar siempre dispuestos a la remodelación de nuestro
accionar desde la escucha a sus necesidades y carencias.
Proponemos una pastoral encaminada a ofrecer al joven un proceso de crecimiento humano
y en la fe a través del acompañamiento personal. Además de vivir experiencias de misión tanto de
servicio, como de evangelización, de oración y discernimiento que sean el complemento ideal y
básico para una pastoral juvenil renovada.
Vamos a ir detallando las características propias de estas experiencias:
Una experiencia misionera cristocéntrica.
Toda experiencia propuesta al joven debe estar hecha desde la persona de Jesucristo y para
fundamentar más su relación con Él. Las experiencias, sean de evangelización como misiones
populares o de servicio como la atención a sectores vulnerables de la sociedad como ancianos,
discapacitados, niños de la calle, etc… deben ser propuestas para lograr un encuentro con Jesucristo
vivo y presente en nuestra historia.
El acercamiento al pobre, al desamparado sea cual sea su rostro, debe ser hecho desde las
mismas actitudes de Cristo de compasión, servicio y humildad 9. El joven debe experimentar que en la
persona necesitada está Cristo mismo transparentado10. Es el mismo Jesús quien le envía para
encontrarse con Él en el rostro del necesitado. Así estas vivencias deben llevarle a una unión más
profunda con Jesús y un mayor acercamiento a su persona. Esto debe ser manifestado en el cultivo
de una actitud orante, no solamente en momentos, sino vivir la presencia continua de Dios en todo su
actuar diario. Una presencia providente, cálida y a la vez cuestionante.
Una experiencia misionera procesual
No se puede proponer al joven cualquier tipo de experiencia sin tener en cuenta varios
parámetros como son su edad, su momento espiritual y de vida, así como su grado de integración en
la pastoral parroquial.
La experiencia debe estar acomodada al nivel de madurez de vida y fe del joven y también a
sus vivencias anteriores. Se pueden ofrecer diversas experiencias de distinto índole y con diverso
grado de dificultad y compromiso para que puedan ir complementando el camino de seguimiento de
Jesús que el joven va realizando.
Así mismo debe haber una oferta de experiencia misionera diversificada. Es bueno que haya
experiencias misioneras de evangelización y también de servicio. Comenzando desde el mismo
entorno parroquial para después salir de él.
Una experiencia misionera encarnada
Las experiencias que se pueden ofrecer a los jóvenes deben llevar una implicación directa en
la realidad social concreta de su entorno. La pastoral juvenil debe ayudar a que el joven descubra la
9
Lc. 10, 25-37; Jn. 13, 1-15; Lc. 22, 24-28
Mt. 25, 40
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problemática social de su alrededor y busque la forma de intervenir en ella desde su opción por el
Reino.
En su realidad social concreta, el discípulo hace la experiencia del encuentro con
Jesucristo vivo, madura su vocación cristiana, descubre la riqueza y la gracia de ser
misionero y anuncia la Palabra con alegría11.
Además de estas experiencias propias de su misma realidad, se pueden ofrecer otras con
una mayor implicación social y de servicio fuera de su entorno. El salir de su medio posibilita una
mayor inmersión en la realidad que va a acompañar además de fomentar el espíritu misionero.
Una experiencia misionera eclesial
Toda labor formativa en el terreno de la misión debe nacer desde la comunidad eclesial. El
misionero es enviado por una comunidad cristiana de referencia, a ella representa y a ella responde.
La experiencia misionera parte de la comunidad parroquial del joven, en ella ha ido creciendo
y madurando en su fe.
Entre las comunidades eclesiales, en las que viven y se forman los discípulos
misioneros de Jesucristo, sobresalen las Parroquias. Ellas son células vivas de la Iglesia y el
lugar privilegiado en el que la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y
la comunión eclesial. Están llamadas a ser casas y escuelas de comunión.”12.
La parroquia debe buscar una auténtica renovación para lograr crecer en su espíritu
misionero. De una parroquia misionera nacen jóvenes misioneros. En el entorno parroquial es donde
se debe dar la formación para la misión y la espiritualidad comunitaria de la misión. Desde ella se
envía y se recibe al misionero. Quien regresa de la misión muestra dentro de su comunidad el fruto
de la misión que es una vida cristiana comprometida en todos los aspectos, tanto evangelizador,
celebrativo y social.
Una experiencia misionera desde la familia
La primera misión y acompañamiento debe buscarse en el entorno familiar. A pesar que éste
no reúna en ocasiones las condiciones propicias para el desarrollo de esta labor, es en el seno de su
propia familia donde el joven debe dar su primer testimonio misionero y donde debe recibir el
acompañamiento que la familia le puede brindar. La familia es escuela de misión y también de
encuentro con Jesucristo. En el seno de una familia, la persona descubre los motivos y el camino
para pertenecer a la familia de Dios13.
Así la experiencia misionera debe partir del seno de la familia, en ella se realiza la primera
misión de todo bautizado. Hay un dicho manabita: “no se puede ser candil para fuera y oscuridad
para adentro”. El encuentro con Jesucristo se da en la familia y en ella hay que mostrarlo. El joven se
convierte así en misionero dentro de su propio hogar mostrando con un cambio de vida, un nuevo
horizonte en las relaciones familiares.
Para ello hay que apoyar desde la pastoral juvenil la inserción del joven en su entorno
familiar, que pueda tener la confianza necesaria para dialogar sobre sus problemas y esperanzas,
sueños y dificultades. Que se pueda generar en la familia del joven un clima que le aporte la
suficiente seguridad en sí mismo para poder lanzarse a la misión.
LA EXPERIENCIA DE COMUNIDADES JÓVENES
Desde el año 2007 más directamente, nos venimos cuestionando en la parroquia “Sagrado
Corazón de Jesús” una cuestión que es común para tantas parroquias y es ¿qué hacer con los
jóvenes después de la confirmación? ¿cómo continuar su proceso de fe? ¿qué ofrecerles y a quienes
porque la mayoría desaparecen después del sacramento?
11
Aparecida n. 167
Aparecida, n. 170
13
Aparecida, n. 118
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Entre los catequistas de confirmación se inició un diálogo sincero y fecundo que nos llevó a
concluir que tenemos que ofrecerles a los jóvenes “algo más” que les pueda dar un mayor enganche
con su proceso de fe y un mayor compromiso en su opción de vida cristiana. Como inspiración
teníamos el documento de Aparecida, la experiencia de los catequistas en su labor y sobretodo tantos
momentos de oración que vivimos cuestionándonos por dónde quería Dios que nos encaminásemos.
Durante el año 2008 se hicieron varias experiencias misioneras por parte del equipo de
catequistas para que ellos fuesen los primeros en aprender. También se abrió una escuela de
acompañamiento personal a la que acudió personas de toda la arquidiócesis.
Todo ello nos llevó a elaborar y comenzar el proyecto de “Comunidades jóvenes” desde el
comienzo de 2009. Desde el principio tuvimos muy claro la unión de la pastoral juvenil con la pastoral
social. Si son jóvenes ya confirmados deben mostrarlo en un compromiso cristiano con su entorno.
Con los primeros jóvenes que contamos comenzamos a involucrarlos en los campos del trabajo con
discapacitados, con personas con VIH-SIDA y con las comunidades campesinas de la parroquia.
También les iniciamos en lo que es acompañamiento personal y se les ofreció un acompañante
nacido de la escuela de acompañamiento realizada el año anterior. Contactamos con una residencia
de ancianos en la provincia de Esmeraldas llevada por religiosos del Cottolengo y desde el mes de
marzo empezamos a enviar a jóvenes que estaban en proceso de acompañamiento personal durante
períodos de una semana a quince días.
También se han realizado experiencias de misión evangelizadora en nuestra parroquia en
período de vacaciones del colegio de los chicos. Durante una semana hemos estado por todos los
barrios y comunidades y en la siguiente semana nos hemos ido a una parroquia cercana llamada San
Isidro, a evangelizar en comunidades bien alejadas del centro urbano.
Toda misión sea de servicio como de evangelización lleva un trabajo previo de preparación
para la misión y de acompañamiento personal. Los días de misión hay que garantizar períodos de
reflexión personal y oración por la mañana así como de evaluación, planificación y oración por la
noche.
En el 2007 fueron los animadores de pastoral juvenil a realizar su primera misión en las
comunidades campesinas de la parroquia y así, en la semana santa del año pasado se mandaron los
primeros equipos misioneros fuera de nuestra parroquia, en concreto a comunidades campesinas
indígenas de la provincia de Tunguragua.
Durante la navidad pasada los jóvenes de comunidades jóvenes han participado en equipos
misioneros en la novena de nuestra señora de Guadalupe y en la novena de la familia. También se
realizó una actividad denominada “Carta a la familia” en la que cada joven le escribió una carta a su
familia comunicando sus sentimientos de agradecimiento, perdón, sus horizontes para el futuro y lo
que sentía por cada uno de ellos. La carta la leían en presencia de su familia y del resto de
compañeros del grupo en cada hogar.
También se ha involucrado a los jóvenes en las distintas actividades de la pastoral social
parroquial: en el trabajo con niños de la calle durante la navidad, con las personas con discapacidad,
en el comedor de niños, en la formación de promotores comunitarios de salud, etc..
La última actividad ha sido el envío de cinco equipos misioneros durante once días,
coincidiendo con la semana santa a comunidades de la amazonía ecuatoriana, en la provincia de
Zamora Chinchipe. Otros cuatro equipos se han quedado en las comunidades campesinas de la
parroquia. Todo ello se ha denominado “Misión juvenil dehoniana”. La primera realizada en nuestra
parroquia y esperemos que sea el comienzo de muchas más.
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