annua - Biblioteca SAAVEDRA FAJARDO de Pensamiento Político

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ANTHOLOGICA
A N N U A
IGLESIA NACIONAL ESPAÑOLA
ROMA
1 9 5 9
ANTHOLOGICA
ANNUA
REDACCIÓN E INTERCAMBIO:
V i a G i u l i a , 151
ROMA
DISTRIBUCIÓN:
EDICIONES MAROVA, S. L.
Grijalva, 3
MADRID
9
Depósito legal: M.-329-1959
ANTHOLOGICA ANNUA acepta intercambio
con p u b l i c a c i o n e s científicas similares
Imprenta del B. O. E. (Publicaciones) - Trafalgar, 29. Madrid
Sumario
Página
ESTUDIOS:
Liturgia trinitaria española en los misales gelasianos del siglo VIII,
por JOSÉ JANINI CUESTA
9
La provincia eclesiástica de Toledo en el siglo XII, por JOAN FRANCISCO RIVERA RECIO
95
La visita «ad limina» durante el pontificado de Sixto V (1585-1590).
Datos para una estadística general. Su cumplimiento en Iberoamérica, por RAMÓN ROBRES y VICENTE CASTELL
147
Prolegómenos jurídicos del proceso de Carranza. Los protestantes de
Valladolid, por JOSÉ IGNACIO TEIXECHEA IDIGORAS
215
NOTAS Y DOCUMENTOS:
La documentación pontificia del Archivo Catedral de Huesca hasta
el año 1417, por ANTONIO DURAN GUDIOL
339
Juan Mierli, legado pontificio ante Juan II de Portugal (1463),
por JUSTO FERNANDEZ ALONSO
395
índices de la correspondencia entre la Nunciatura en España y la
Santa Sede durante el reinado de Felipe III (1598-1621). I. 15981601, por JOSÉ OI.ARRA Y GARMENDIA
409
Los prolegómenos jurídicos del proceso
de Carranza
El clima religioso español en 1559
Por J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
S U M A R I O
INTRODUCCIÓN. — Los PRIMEROS INDICIOS. — UNA JOVEN INQUIETA : DOÑA ANA ENRÍQUEZ. — ¿PARADOJAS EN CARRANZA? — UNA CONFESIÓN IMPORTANTE: PEDRO
DE CAZALLA.—PEQUEÑOS DETALLES.—UN DOMINICO AL DESCUBIERTO : FRAY DOMINGO
DE ROJAS.—CONMOVEDORA CONFESIÓN DE FRAY DOMINGO.—SE ALTERA LA PAZ DE
YUSTE : ESPAÑA EN CARNE VIVA.—UN CURIOSO CABALLERO ITALIANO : DON CARLOS
DE SESO.—LA CASA DE PEDRO DE CAZALLA, CENTRO DE REUNIÓN.—DECLARACIONES
DE DOÑA FRANCISCA ZÚÑIGA.—UNA FAMILIA DEVOTA : EL CONDE DE BUENDÍA.—
CARRANZA LLEGA A VALLADOLID.—UN SERMÓN DE CARRANZA, OBJETO DE COMENTARIOS.—EL DOCTOR AGUSTÍN CAZALLA.—DONA FRANCISCA ZÚÑIGA Y LA CAZA DE
ESCRITOS CARRANCIANOS.—LA VOZ DE UN TEÓLOGO I FRAY AMBROSIO DE SALAZAR.—
LA SOMBRA DEL EMPERADOR CARLOS V.—MÁS DICHOS Y HECHOS DE CARRANZA.—
LLUVIA SOBRE MOJADO.—EL TEÓLOGO FRAY JUAN DE LA PEÑA : EL PROBLEMA DEL
LENGUAJE.—AMPLIAS CONFESIONES DE FRAY DOMINGO DE ROJAS.—EL SINGULAR
BREVE DE PAULO IV «NUPER NON SINE AMARITUDINE».—«PARTURIUNT MONTES» :
UNA CAUTA AL DOCTOR CAZALLA.—UNA CARTA REVELADORA AL LICENCIADO GULJELMO.—UNA PÁGINA ESPIRITUAL VIBRANTE.—INQUIETUDES ESPIRITUALES EN EL SEXO
DÉBIL.—UN REO QUE PASA A SER JUEZ: FRAY DOMINGO DE ROJAS.—AIRES DE
TORMENTA : OTRA CARTA COMPROMETEDORA A FRAY LUIS DE LA CRUZ.—LA DECISIÓN
DE CAPTURA.—EPÍLOGO.
INTRODUCCIÓN
El día 22 de agosto de 1959 se cumplirán exactamente los cuatrocientos años de la prisión del arzobispo de Toledo, Bartolomé de Carranza, en la villa de Torrelaguna. Las extraordinarias precauciones
216
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
C2]
de que se rodeó la captura del primado de España, realizada en la
madrugada del citado día, revelan todo un clima de prevención en
torno a su figura. Hacía cuatro días que el alguacil mayor del Consejo
de la Inquisición estaba encubierto en la villa, pasando el día en la
cama y saliendo de noche a Talamanca a comunicar con don Rodrigo
de Castro. Don Diego Ramírez esperaba noticias en Alcalá. Se compró
un haz de varas de justicia, se reclutó gente por los pueblos; pasaron
unas horas ocultos en la arboleda que linda con el río Malacuera, para
al fin entrar en las primeras horas del día en la localidad dormida.
El cronista real Ambrosio de Morales, que es quien reúne todos estos
detalles en su relato de la prisión del arzobispo, concluye con admiración y asombro: «con este maravilloso secreto gobierna el Santo Oficio
sus operaciones» '.
Mientras don Rodrigo de Castro encarcelaba al gobernador de las
tres villas, casado con una prima hermana del arzobispo, y a los demás
alcaldes y alguaciles del lugar, don Diego Ramírez entraba con su
gente, y todos juntos se encaminaban a la casa donde reposaba el
arzobispo. Aquella misma noche había cenado con él don Rodrigo de
Castro, pero se había retirado temprano «so color de que se quería
acostar por su falta de salud». Solamente quiero añadir otro detalle
del mismo Morales, que al extremar la teatralidad del acto, lo hace
inevitablemente irritante: «Todos caminaron a casa del arzobispo,
cuyas puertas hallaron abiertas; y entrando en los patios, el inquisidor
Ramírez puso guardas a las puertas de la casa, escaleras, cuartos y de
la huerta, con orden que a nadie dejasen entrar ni salir» *.
Después de la prisión formal vino el aislamiento total de la persona
del arzobispo, el secuestro minucioso de todos sus bienes y papeles, el
control engorroso de los platos de su comida, la despedida de sus criados y sirvientes con indicación expresa de la ruta que habían de seguir
y de las leguas que habrían de caminar. A las nueve de la noche del
día 22 se pregonó en Torrelaguna que «so gravísimas penas» nadie
saliese de casa ni se asomase a la ventana hasta clarear el día siguiente. Pasada la media noche salía la impresionante comitiva: no
en litera ni a caballo, sino sobre una muía, caminaba el arzobispo
entre Ramírez y Castro. Con ellos iban unos cuarenta hombres a caballo y veinte con varas, además de otras personas. «Caso raro y que
* «Prisión de el arzobispo de Toledo doctor fray Bartolomé de Carranza, religioso de la Sagrada Orden de Predicadores, natural de Miranda de Arga, en el
Reino de Navarra, sucedida en 22 de agosto, año de 1559. escrita de orden del
Rey D. Felipe II por el cronista AMBROSIO DE MORALES para poner en la Librería
del Real Convento del Escorial.» Está publicada en la Colección de Documentos
•para la Historia de España, V, 465-82. La frase citada, p. 470.
• Ibtd., p. 471.
[3]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
217
admira—exclama Morales—ver un tan gran prelado, que no hay otra
mayor dignidad ni aun como ella en España, reducido a esta deplorable miseria, o por su poca ventura, o por envidia ciega de sus enemigos de quien él harto se quejaba»'.
Hace falta mucha serenidad para reprimir la voz interior que se
levanta en cualquiera que tenga un elemental sentido de la justicia
y un mínimum de apetito irascible, ante esta historia, que, a cuatro
siglos de distancia, exige una revisión descarnada y, al menos, esa
forma primaria de reparación histórica, que consiste en la manifestación de toda la verdad. Y porque el servicio de la verdad jamás
puede hacerse con la mentira o con esa especie de mentira velada que
se encierra en la simplificación intencionada de las cosas, propia más
de la pasión que empuja que de la mente que considera, la clarificación del caso de Carranza exige el sondeo profundo de aquel momento
histórico concreto en que fue posible y tristemente real: la fijación
rigurosa de los sucesos externos más notables y la penetración máxima
en las intenciones de aquellos hombres que se enfrentaban: la de quien,
conociendo el inminente peligro de aprisionamiento, dormía con las
puertas abiertas; y las de quienes eran responsables, al ejecutar, y
sobre todo al mandar, de todo aquel ficticio mundo de recelo y misterio que acabamos de conocer.
Voy a tratar en este trabajo de situar la prisión del arzobispo dentro del montaje de su proceso inquisitorial. Es verdad que con este
acto se clausuraba una feliz etapa de actividad y servicio a la iglesia,
para iniciarse la penosa fase de sus diecisiete años de encarcelamiento.
Pero no es menos cierto que su prisión era el eslabón último de una
serie de datos que interesa sinceramente conocer, para tratar de entender el significado del mandamiento de captura del inquisidor general don Fernando de Valdés, dentro de los pasos normales del derecho
procesal del Santo Oficio.
El mero hecho de que quiera examinar las cosas desde el ángulo
procesal, me exime de recoger los muchos y preciosos datos que nos
revelan la actuación del arzobispo durante los años 1558-1559 en orden
a evitar aquel escándalo nacional: esto dará materia para otro estudio
no menos extenso. Igualmente queda fuera de mi objetivo el tratar de
penetrar en las intenciones secretas de la figura principalmente responsable de todos estos actos, el inquisidor general, don Fernando de
Valdés, arzobispo de Sevilla. El tomo XII del proceso de Carranza, con
sus 421 folios, recoge infinidad de noticias que se refieren a su recusación como juez por parte de Carranza; simplemente el hecho de
que los jueces de arbitraje estimaran justificada la reclamación del
/bid., p. 476.
218
J. IGNACIO TELLECHEA ÍDIGORAS
[4]
reo contra la suprema autoridad inquisitorial, permite pensar, siquiera
provisionalmente, que no todo era limpio y noble bajo el cúmulo de
mandamientos, votaciones y edictos. Pero también este punto encontrará respuesta completa.
Así, pues, trato simplemente de recoger todo aquello que se refiere
a los prolegómenos del proceso de Carranza, desde el punto de vista
judicial oficial. Castro y Ramírez eran mandatarios de Valdés, quien
a su vez actuaba a petición expresa del fiscal del Santo Oficio, lie. Camino. Y este, por su parte, fundaba sus peticiones en graves acusaciones contra el arzobispo de Toledo, que en su día esperaba demostrar.
¿Cuál era la calidad y la cantidad de estas acusaciones antes de
iniciarse el proceso? Las que se fueron amontonando sin medida en
los años posteriores no nos interesan de momento, pero sí todas aquellas que precedieron al decreto de prisión, y por lo mismo parecieron
justificarlo.
La fuente principal, por no decir exclusiva, de investigación la constituye el tomo I del proceso de Carranza, que en copia autorizada
guarda la Real Academia de la Historia, en Madrid, y cuya edición
integra estoy preparando. Son casi cincuenta los testigos que mencionaron el nombre de Carranza en sus declaraciones. Algunos, muy pocos, por confesión espontánea. La mayoría, perteneciente al foco luterano de Valladolid, en el curso de sus declaraciones obligadas. No
existe un riguroso orden cronológico entre las declaraciones recogidas
en este tomo, ni tampoco una cierta agrupación por materias o capítulos de acusación. Por otra parte, en el caso de los luteranizantes
vallisoletanos, no conocemos sus procesos íntegros, sino que hemos de
fiarnos de la honradez del notario Landeta, que fue recogiendo de sus
declaraciones todo lo que de alguna manera tocaba a la persona de
Carranza, para llenar así los 200 folios que preceden al acta oficial
en que se registra el decreto de prisión del inculpado. Aun con esta
limitación documental, el fenómeno vallisoletano, al que aparece estrechamente ligada la causa de Carranza, requiere un análisis más concienzudo del que se ha hecho hasta ahora. Menéndez y Pelayo le
dedicó un capítulo, que ha pasado a ser lugar común en la historiografía, bajo el epígrafe de «El luteranismo en Castilla» •. Pero los limites forzadamente estrechos que le imponía una obra tan vasta como
la «Historia de los Heterodoxos españoles», le obligaron a tratar el
tema con una concisión, que impide la recogida exhaustiva de datos.
Además, el carácter juvenil de esta obra hace que el enjuiciamiento de
4
M. MENÉNDEZ PELAYO, Historia de los heterodoxos españoles, 1, IV, c. 7. Ed.
Nacional. Madrid, III, 391-442. Es fundamental la obra de E. SCHAFEK, Beitráge sur
Geschichte des Spanischen Protestantismus und. der Inyuisition im sechzenten
Jahrhundert, 3 vols., Qütersloh, 1902.
[5]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
219
los hechos desde un punto de vista rigurosamente teológico pueda
pecar de elemental. Es cierto que se les acusó y castigó por luteranismo.
y esta es la clave histórica que explica los dos famosos Autos de Fe
de Valladolid de 1559. Mas después de cuatro siglos, y lejos ya de la
irritabilidad que electrizó a España por entonces, la etiqueta de luteranismo se nos antoja simple y elemental aplicada unívocamente a
personas tan diversas por muchos conceptos como las que engrosaron
las listas de los sentenciados: canónigos y dominicos junto a seglares,
gentes procedentes de la nobleza o del pueblo sencillo, hombres de
espíritu torcido y religioso o doncellas llena de inquietud espiritual.
Hay que superar incluso la visión exclusivamente política del asunto,
que simplifica las cosas al considerar el lado práctico del caso y el
efecto radical que pudo tener el castigo para la extirpación definitiva
del peligro protestante en España: este es, por ejemplo, el ángulo desde el que examinan los hechos los historiadores de Carlos V Stirling,
Mignet y Pichot con juicios negativos o positivos'".
Interesa, pues, aducir todos los datos del problema, pero tratando
de examinarlos bajo lente teológica serena. Aun con la mira puesta
en la aclaración del caso de Carranza, irán saliendo muchísimos elementos que iluminarán el conjunto entero: la procedencia y origen
de aquellos disturbios, los matices concretos de cada persona y hasta
aspectos profundamente humanos, que hacen de toda esta historia un
capítulo palpitante y lleno de pasión, que si escapa a la mirada escrutadora del jurista o del inquisidor, no puede escapar a la del historiador. Con el fin de respetar este dramatismo vivo de los sucesos,
iré siguiendo, aun con el defecto de caer en reiteraciones, el orden en
que fueron descubriéndose, y no el esquema artificioso en que los fue
agrupando el fiscal. Con ello se da a la narración una viveza casi
policíaca y es posible revivir con apasionamiento la tensión que en su
tiempo fueron creando. •
Los primeros indicios
Menéndez y Pelayo cita los nombres de Pedro de Sotelo y Antonia
de Mella al referir los pasos iniciales en el descubrimiento del foco
heterodoxo castellano. Según él, ambos levantaron la liebre en Zamora,
- W. STIRLING, The clolster Lile oí the Emperor Charles the üith, London
1852, pp. 192-212. (El autor, Que ora protestante, se muestra tendencioso al reducir el problema al dilema arbitrario siguiente : lucha entre movimiento intelectual del Norte e imprenta, contra la fe medieval e ignorancia.) M. MIGNET, Charles Quint. Son abdication, son sejour et sa mort au monastere de Yuste. 3.' ed..
París 1857, pp. 353-74. A. PICHOT, Charles Quint. CHroniyue de sa vie interieure
et de sa vie jjolitique, de son aodication et de sa retraite dans le cloitre de Yuste.
París 1854, p. 407 ss. Es muy tendenciosa la obra de ADOLFO DE CASTRO, Historia
de los protestantes españoles, Cádiz, 1851.
220
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[6]
al responder eíicazmente a los edictos del prelado de la diócesis con
la denuncia de Cistóbal de Padilla. Apresado éste, otros se delataron
así mismos al intentar organizar su huida, y con ello se descubrió el
cabo que había de delatar la madeja completa'.
En efecto, también en el asunto de Carranza su nombre figura en
primer lugar en las deposiciones de los citados testigos. Fue el 15 de
abril de 1558 cuando se presentó a declarar en descargo de su conciencia doña Antonia de Mella, mujer de Gregorio de Sotelo, vecino
de Zamora. Trataba de desenmascarar a Cristóbal de Padilla, quien en
visitas hechas a lo largo de las tres semanas anteriores a la declarante
y a su esposo había leído algunas cartas del maestro Avila, que trataban de la misericordia de Dios. En una de las visitas pidió a la mujer
de un cierto Robledo que dijera a su esposo que revocase la penitencia,
que Dios había satisfecho por todos. Todavía días más tarde volvió a.
presentarse con unos escritos espirituales y cartas, que leyó en particular al citado Robledo, diciéndole, en conclusión, que «creyese a
Jesucristo e no a los que predicaban» '. La razón por que se Incluyó
esta declaración en el proceso de Carranza es que los escritos espirituales o «ciertos artículos» eran, según dijo Padilla a la declarante, de
fray Bartolomé de Miranda, que era el nombre con que designaban los
contemporáneos al arzobispo de Toledo.
Este último punto se aclaró dos días más tarde, el 17 de abril, cuando compareció ante don Antonio del Águila, obispo de Zamora, el vecino de la aldea de El Palo, Pedro de Sotelo. También éste refirió las
visitas que a su casa hacia el citado Padilla con papeles escritos, pero
detalló mucho más la procedencia de los mismos: «Le llebó un llbrico
escripto de mano en que contenía los «Artículos de la ffee» bien puestos por su horden, pero glosados, y enderecando la glosa dellos a la
justificación por la manera e orden de suso declarada, que por la passión de lesu Christo nos estaban perdonados los peccados sin nuestras
obras.» Padilla dijo a Sotelo que el libro en cuestión era de fray Domingo de Rojas, O P. Pero fray Antonio de la Ascensión también
dominico, le aseguraba que no era cierto, añadiéndole: «¡Cómo fray
Domingo avía de hazer tal libro e tener tal herror, estando reprovado
por el Concilio de Trente!» Al aludir Sotelo a la paternidad de Carranza sobre los escritos, insinuada por el mismo Padilla, respondió igualmente el prior de Santo Domingo, fray Antonio de la Ascensión: «Pues
•7 o.c., p. 409,
Proceso de Carranza (Real Academia de la Historia), I. 14 v-15 r. Mella habla
del cuadernillo que tenía Padilla con «ciertos artículos que avía hecho un teólogo»;
aunque los atribuyó a Carranza, luego veremos que eran obra de fray Domingo
de Rojas. NB : Siempre que citemos un folio con lo indicación I, se trata de este
primer tomo del Proceso.
17]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
221
¿cómo el padre Miranda a estado quebrándose los ojos reprobando esso
en el concillo y dezls vos que lo hizo el maestro Miranda?» Y concluye
con una frase ambigua, que creo debe entenderse de fray Domingo de
Hojas: «E que después el dicho prior avía sabido de unas mugeres
que el dicho padre les avía dicho que el libro era suyo e le avía él
hecho e no lo tenía acabado» '.
Una joven inquieta: doña Ana Enríquez
Mucha mayor importancia tuvo la declaración de seis días más
tarde, tanto por la precisión de las inculpaciones como por la importancia de la persona de quien procedía: se trataba nada menos que
de la hija de la Marquesa de Alcañices, doña Ana Enríquez, joven de
veintitrés años. El origen de sus inquietudes religiosas se debía, según
propia confesión, a su relación con doña Beatriz de Vivero, iniciada
en febrero de 1558. «Me persuadió—declara doña Ana—a que la
verdad de el espíritu y salvación la avía ya descubierto, y que tenía
certidumbre de su salvación e de estar perdonada de Dios por solos
los méritos de la passión de lesu Christo e porque ella ya tenia a
lesu Christo recivido por la ffee e que a esto llamaba vestirse de lesu
Christo, porque ya estaban hechos miembros de lesu Christo y eran
hermanos suyos e hijos de su Padre por su redención. Y ella me dixo
entonces muchos errores; que toda la vida passada era cosa perdida,
y las debociones e todas las cosas santas que hasta aquí teníamos era
cosa perdida e para hechar a mal, e que de sólo lo que aviamos de
tener era todos los merescimientos de lesu Christo e su passión e que
en él teníamos sobrada justicia para salvarnos. Y escandalizándome
yo de esto por hechar a mal las obras, me dixo que después de recivido
a lesu Christo en espíritu eran buenas las obras para agradescer a
Dios la merced que de gracia nos avia dado, aunque no eran bastantes
y que en todos aviamos de parescer hijos de tal padre e hazer lo que
por su espíritu nos mostraba y guiaba» ".
Olvidando de momento el juicio que merecen estas ideas desde el
punto de vista teológico, sigamos a través del calor y viveza de la
declaración la obra de convicción que en el término de dos meses se
fue realizando en el alma de esta joven de veintitrés años: «E yo
entonces le dixe: A lo que creo, que es esto que dizen que ay hereges.
Y ella me respondió que aquello era la Yglesia y los sanctos. E entonces yo dlxe: Pues ¿el Papa? Y ella me dixo que no es el Papa. Y
I, 15 r-v. Sobre Padilla y Sotólo, cfr. SCHAFEB, I, 259-01 y III, 731-2.
I, 8 r. SCHAFEB, I, 258-9 y III, 727-730.
222
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
(81
entonces le dixe: ¿No a de aver Papa? Y ella dixo: El espíritu de Dios,
e aquí está el Papa, deziéndolo por los que están alumbrados, e que
lo que yo avía de hazer era confessarme a Dios de toda mi vida e tener
por perdido lo más sancto de lo passado e todo lo demás, e que no
avía de confessar a hombres que no tenían poder para absolver, y
que esto se avía de creer e avía de recivir con la ffee y que después
se vería claro. E yo le pregunté: ¿Pues, lo de el purgatorio y las penitencias? E ella me dixo: No ay purgatorio ni otra satisfación, sino
recivir a lesu Christo con la ffee, y se recive en él el perdón de los
pecados y toda su justicia» '".
Algo se rebelaba contra estas novedades en el alma de la joven
Ana Enríquez; el dominico fray Domingo de Rojas acabarla de empujarla por aquel peligroso camino: «Yo probando ha hazer esto que me
dezia de la confesión e de recivir así a Christo y de estar satisfecha
de esto, no podía acabarlo conmigo enteramente, aunque con todo
esso sin otra persuasión me confesé con un flaire como antes, sólo
por cumplimiento, y no le dixe ni descubrí ninguna de estas cosas al
confesor» ". Doña Beatriz sugería que era dimidiada la comunión bajo
una especie y sacrilegio la veneración del Sacramento: «Yo no estando
determinada a esto e tener muchas dubdas en ello e gran travajo de
espíritu —añade doña Ana— acordé de esperar al padre fray Domingo
de Rojas y estarme así hasta que él me satisfiziese; y venido él antes de la quaresma passada, con lo que me habló e me declaró todo
lo de arriba que la dicha doña Beatriz me avía dicho, quedé satisfecha
e lo creí ansí realmente. El me dixo que Luthero tenía grande estimación y era sanctissimo e se puso a todos los trabajos del mundo por
dezir la verdad. E dlxome que no avia más de dos sacramentos, que
era el baptismo e la comunión. Y que esto de la comunión no estaba
Christo de la parte que acá tenían, porque no estaba Dios atado que
después de consagrado no pudiese salir de allí, e que estaba obligado
a que si el ratón le comía e se caya, que le ahogaban e metían en la
hoguera, deziendo que le obligaban a estar allí atado; e que lo de las
procesiones llebando allí el sacramento, que no llebaban sino el pan.
E le dixo que adorar el cruclfixo era ydolatrla. E que así mesmo el
dicho fray Domingo una noche me leyó en un libro de Luthero que
trataba de las buenas obras que el christiano avía de hazer... E assí
mesmo me dixo que después venido Christo e hecho la redención, nos
avía librado de toda servidumbre, de no ayunar ni hazer vocto de castidad ni otro vocto ni otras obras por obligación que si no hlziese
peccase mortalmente, e que era peccado mortal hazer vocto de castidad
I, 8 r-v.
I, 8 V.
[9]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
223
e que en las religiones se hazian mili sacrilegios e que lo peor de todo
era dezir missa, porque sacrificaban a Christo por mis dineros, porque
ya estaba sacrificado una vez en la muerte e que si no fuese por dar
escándalo que no traería hábitos» ".
Evidentemente la responsabilidad de este pobre fraile, sin sangre
para mártir, era grave, y en él ha de verse una de las cabezas de la
heterodoxia. Las referencias sobre él son claras y de gran tomo, mientras que son más imprecisas y evanescentes las alusiones a Carranza.
En declaración escrita del 29 de abril cita al lie. Herrera: «Hablando
al lie. Herrera de quien tengo dicho, aviéndonos declarado el uno al
otro tratando de estas cosas, viendo que le quería llebar el argobispo
de Toledo, yo le dixe: ¿Hablaréis al argobispo en esto? Y él no me respondió como cosa que lo haría. Iten dixo que le dixo frai Domingo de
Rojas que estava determinado de tratar esto con frai Bartolomé de Miranda, argobispo de Toledo. E después que vio que el dicho frai Bartolomé de Miranda avia escripto en un libro contra los lutheranos, le
dixo que le páresela que no le aprovecharía hablalle. Iten dixo que
Francisco de Vibero dixo a esta confesante que el argobispo de Toledo,
que es agora, avía de ser un tizón grande en el infierno, si no se convertía, por aver entendido mejor esta verdad que nadie e hecho quemar algunos de estos que ellos tienen por sanctos»". Todavía en
declaración escrita presentada el 6 de mayo del mismo año descubre
doña Ana sus dudas íntimas, suscitadas esta vez por la lectura del
Catecismo de Carranza, ya en posesión de su madre, la Marquesa de
Alcaflices. Carranza hablaba de la satisfacción plena de Cristo y, por
otra parte, hablaba de reliquias del pecado que habíamos de compensar
con obras de penitencia, o como ella creía, con el purgatorio. Francisco
de Vibero, que era el interlocutor, le aseguró «que avía dicho el argobispo de Toledo: Para mi tengo que no ay purgatorio. Esto lo devló de
dezir Fray Domingo de Rojas, e yo dixe esto de el argobispo a doña
María de Rojas para que mejor creyese que no le avía» ".
En sustancia, nos encontramos ante un alma atribulada y envuelta
en confusiones, acaso inclinada a la novedad y ciertamente empujada
hacia ella por Vivero y Rojas, francamente infeccionados de luteranismo. El nombre de Carranza asoma como conquista deseada por Rojas
para su cuerda, como fuente equívoca de la nueva doctrina según Vi» i, 9 r-v.
" I, 9 v-10 r.
" I, 10 r-v. En el folio 11 r. añade que el Catecismo fue enviado desde Flandes en pliegos manuscritos y en diversas entregas. El dialogo con Vibero tuvo lugar
en casa de la marquesa de Alcafllces.
334
J. IGNACIO TELLECREA IDIGORAS
[10]
bero y como reacio a admitir el purgatorio, noticia esta que parecía
provenir de fray Domingo de Rojas y que la veremos reaparecer mas
tarde.
¿Paradojas en Carranza?
Catalina de los Ríos, priora del convento de Santa Catalina, de
Valladolid, declaraba el 24 de abril haber sabido de Ana Enriquez la
referencia de fray Domingo de Rojas acerca de la frase de Carranza
sobre el purgatorio, aunque precisa algo mejor el contenido: «Esto de
el pugatorio no lo hallo en escriptura» ". Al día siguiente, sin embargo,
la monja dominica quiso resarcir el mal efecto que podía derivarse de
sus palabras, citando otro capítulo «muy diferente de lo que por lo
que allí se dize se podía presumir de él». Será precisamente el narrar
el celo demostrado por Carranza durante su provincialato por el puntual cumplimiento de las fundaciones por difuntos; también él insistirá fuertemente en el significado de esta actuación". Dice la priora
dominica a este propósito: «Y es que siendo Provincial, le oyó muchas
vezes recomendando los bienhechores en capítulos que tubo en la
dicha casa, que particularmente recomendava los defunctos como otras
vezes trató de enseñarlos quán bien era e quánta charidad tener
quenta con encomendar a Dios las almas que están en purgatorio e
que cargó sobre esto mucho la mano e lo dixo muy encarescidamente
en la manera que él solía dezir las cosas que quería encarescer mucho> "
Tan claro testimonio tenía fuerza para desvanecer muchas dudas.
Pero por si fuera poco, doña Catalina de los Ríos quiso añadir algunos
detalles que nos revelan el concepto exacto que tenían de Carranza
por aquellos meses quienes inconscientemente lo complicaron con sus
declaraciones. Es el primero, que, como se preguntase a doña Ana
Enriquez si Carranza estaba en aquellos errores, respondió: «No, no;
antes este livro que escrlve es mucho contra esta verdad, contra esto
que tratamos.» El segundo, que doña Bernardina de Rojas había dicho
a nuestra priora que hacía pocos días que Carranza habla escrito a
fray Domingo de Rojas, diciéndole, entre otras cosas: «Guardaos de
vuestro ingenio.» El tercero, que el canónigo zamorano Sabino Berual
" i, 11 v.
" Así en la pregunta 7 del Interrogatorio de Indirectas. Proceso, XI. 164 v.
«Iten sí saben que el dicho Rmo. de Toledo, siendo Provincial de la Orden de
Sto. Domingo, tuvo muy gran cuenta y cuydado con que en los monesterios de la
Orden se cumpliesses las memorias y suffragios de los defuntos, y se tuviese muy
gran cuydado en que no se dexassen de cumplir, lo qual él hizo visitando las casas
de su
Provincia.»
1T
I, 12 r.
[11]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
225
había descubierto a la citada doña Catalina de los Ríos una frase de
fray Domingo de Rojas sobre Carranza, pronunciada casi por aquellos
días: «Grandísima lástima tengo al maestro» ".
Una confesión importante: Pedro de Cazalla
A fines de mes levantaba una nueva pista Francisco Coca en confesión escrita, presentada el 30 de abril. Este testigo había tratado con
el prófugo Juan Sánchez, quien le revelo datos nuevos: «Iten me
dlxo el dicho Juan Sánchez que el cura de Pedresa savia esta verdad
e que se lo avía enseñado un cavallero de Logroño, que cree se llama
don Carlos de Seso; e que sobre ello avían hldo a hablar a frai Bartolomé de Miranda, e dixo al cura que no se metiese en honduras e
al otro que hiziese lo que quisiese» ". Dejando para más tarde el capítulo de Juan Sánchez, recojamos aquí dos datos expresos: Pedro de
Cazalla, que no es otro el cura de Pedrosa, recibió sus ideas heterodoxas de don Carlos del Seso; y ambos estuvieron alguna vez con
Carranza para salir de sus dudas. ¿Podremos conocer mejor ambos
extremos? Las confesiones de Cazalla y Seso, juntamente con las explicaciones de Carranza, nos aclararán todo el misterio.
El 4 de mayo leía su larga confesión escrita ante los inquisidores
Francisco Vaca y Guijelmo, Pedro de Cazalla, preso en las cárceles de
Valladolid: es una requisitoria contra don Carlos de Seso, en la que,
no obstante, aparecen implicadas otras diversas personas. La confesión procede ordenadamente. Cazalla, amigo de Seso hacía catorce
años, llevaba cuatro tratando con él de temas espirituales que rozaban
con el dogma católico. La catcquesis del caballero italiano, según la
- nú.
" 1. 88 r. La ficha Inquisitorial de Sánchez la recoje el notario Landeta en el
folio 88 r.-v.: «Yo, Sebastián de Landeta, notario de el secreto en este Sancto
Officio, doy ffee e certifico a los señores que la presente vieren, que en los processos y escripturas de este Sancto Otilólo está notado e testificado por muchas e
diversas perssonas JUAN SÁNCHEZ, natural de Astudillo, criado que fue de Pedro
de Cacalla y de doña Catalina de Hortega. de aver platicado e tratado muchas é
diversas oppiniones lutheranas, es a saver, la materia de la Justificación, e negar
que no ay purgatorio y el poder de nuestro muy sancto Padre e otras oppiones.
E que mediante lo sudodicho e por aver dogmatizado en los dichos herrores a.
otras perssonas, de pedimento de el bachiller Gerónimo Ramírez, fiscal de este
Sancto Officio, está acordado e mandado dar por los SS. Inquisidores de esta Inquisición mandamiento de captura contra el dicho Juan Sánchez segúnd que todo
ello consta e paresce por los dichos processos y escripturas a que me refiero. E
paresce que a causa de averse ausentado e huydo el dicho Juan Sánchez por miedo
de no seer preso por este Sancto Officio no se a exccutado lo ansí acordado e
proveído por los dichos señores inquisidores. Pecho en la villa de Valladolid a doze
días de el mes de agosto de mili e quinientos e cinquenta e ocho años. Sebastián
de Landeta, notario.»
Anthologica
15
226
J. IGNACIO TELI.ECHEA IDIGORAS
[12]
versión de Cazalla, ha de ser juzgada con suma discreción y cautela,
pues puede tener más vinculación con Juan de Valdés y las imprecisas
corrientes espirituales italianas que con el pensamiento propiamente
luterano. La sustancia de su enseñanza es la que sigue: «Me dixo que
creyese que a nosotros los hombres fueron hechos e cumplidos los prometimientos en los quales se nos prometió e dio lesu Christo, para que
el que en él creyese, huviese la vita etterna. Y que esta ffee avía de ser
tal que la procediese la penitencia, conviene a saber, la remisión de
el pecado y dolor e arrepentimiento de él, e el conocer la imposibilidad
que de nuestra parte avía para remediarle, si no era abragando la
passión e muerte de lesu Christo e aceptándola por nuestra, como dada
de el Padre etterno. Y que de esta ffee para ser biba e justificativa
avían de seguirse obras christianas, conviene a saber, la observancia de
los mandamientos. Lo qual como fuese doctrina que me hazia fiar
de Dios mucho, e tener de él buen créditto, como de buen padre, e no
me quitase el obrar bien, antes me pusiese la obligación a ello, abracé
y diome satisfacción» -'".
La satisfacción de Cazalla creció al leer dos sermones de Carranza en Valladolid, en los que puede apreciarse una afinidad con el
aire italiano de II beneficio di Cristo: «Diome satisfación, en especial
que por ella entendí unos doss sermones de passión que avia leído de
el muy Rdo. señor Argobispo de Toledo, frai Bartolomé de Miranda,
los quales predicó en Valladolid en el monesterio de sancta Catalina,
en los quales trató esta mesma doctrina, e do particularmente dixo que
por la biva ffee entre el alma y Christo se hazia un desposorio espiritual y se hazia un divino trueque que el alma recivia los bienes de el
esposo Ihesu Christo y el mesmo Ihesu Christo recivia los de la esposa,
en manera que el alma podía dezir e tratar las riquezas de Ihesu
Christo por suyas e dezir mis acotes, mis espinas, mi aver; e por
consiguiente Christo reputaba por suya la hazienda de el alma su
esposa, que eran los peccados y que como proprios los avia satisfecho segund aquello de el propheta, Propter celus populi mei percusi
eum...» ".
Mayor escándalo produjo en Cazalla una de las conclusiones doctrinales de don Carlos de Seso: «Me dixo el dicho don Carlos que con
esta ffee e crédito que de Dios aviamos de tener, e confianca en la
muerte de su hijo, no se podía compadescer el purgatorio, porque de
tal suerte aviamos de creer ser perdonados e reconciliados con Dios
20
11
I, 1 r-v. SCHAFER, I, 253-4; las actas de su proceso, III, 257-460.
I, 1 v-2 r. Esta idea carranciana de los desposorios espirituales de Cristo y
el alma, frecuente en sus sermones, la desarrolló en el tratadito «De mysticis nuptiis Verbi divini cum Ecclesia et animabus iustorum», que publiqué en «Anthologica Annua», de Roma, III (1955), 677-707.
[13]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
227
mediante la muerte de su Hijo, que ninguna cosa quedase que no se
nos perdonaba... la qual proposición, como fuese contra la determinación de la iglesia, me causó escándalo e afllctión y esta palabra no
pasó adelante por entonces» ".
No quedando tranquilo este presunto luterano, vino a Valladolld
a consultar con Carranza si debía en conciencia denunciar a don Carlos a la Inquisición. ¡Tan lejos estaba el pobre cura de Pedrosa de
herejías de gran tomo! Carranza, que conocía la praxis inquisitorial,
pero mostraba amplitud de espíritu a la hora de actuar, repuso: «¡O,
válame Dios, con hombres que descienden a tantas particularidades!»
Supo Carranza que se trataba de don Carlos y lo hizo venir a Valladolid para poder celebrar una entrevista con él y con Cazalla. Alguna
idea de la reunión nos da el propio Cazalla: «Yo propuse lo que el
mesmo don Carlos me avía dicho e por los términos e palabras. El
dicho don Carlos dio al dicho señor Arcobispo algunas razones que le
mobían a creer lo ya dicho, las quales no le confutó el dicho señor
Arcobispo, antes se divertieron en hablar de algunos doctores de Alemania. En conclusión, el dicho señor Argobispo me mandó no hablase
más en el negocio ni dello hiziese escrúpulo, e no vio más Su S.a al
dicho don Carlos ni a my, porque Su S.a estaba de partida para Inglaterra» ".
Queda en claro que solamente esta vez se vieron Cazalla y Seso con
Carranza, ya que éste preparaba su viaje para Inglaterra. Probablemente no vio él en aquellas argucias espirituales virus protestante
y por eso prefirió adoptar una actitud apaciguante y tranquilizadora.
Aunque es preciso decir que de las declaraciones de Seso y de Carranza
se desprende que discutieron suficientemente sobre la cuestión planteada.
Al mes de esta entrevista, don Carlos de Seso pasó a Toro, como
corregidor, y pudo encontrarse a tres leguas del amigo Cazalla, encargado del pueblo de Pedrosa. Un buen dia, estando el joven párroco a
la puerta de su iglesia—contaba entonces treinta y tres años—, cual
otro Lutero en la experiencia de la Torre, creyó descubrir la clave
de la nueva doctrina. Nos lo refiere con palabra viva y abundante:
«Acaesció que un día estando yo sólo junto a la puerta de mi yglesia
pensando en el beneficio de Ihesu Christo e su muerte—nótese la
expresión—se me ofreció que no avía por qué parar en el negar el
•- l, 2 r.
13
I, 2 r-v. Esto suceso lo veremos relatado por los otros dos interlocutores.
Seso (I, 27 v., 29 v.) y Carranza (I. 200 v., 202 v.>. Su noticia corrió por todos
los afectos al grupo y a este asunto se refieren Isabel de Estrada (I. 23 r.. 4 v.).
Francisca Zúfiiga (I. 14 v., 15 r.), el doctor Cazalla (I. 100 v.. 101 r.). Catalina cíe
los Ríos (I, 124 v.) y fray Domingo de Rojas (I, 35 r-v.).
228
,'-
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[14J
purgatorio y para esto se me ofrecieron algunas razones: la primera,
que creyendo no le aver confessábamos de Dios aver recivido mayor
misericordia e seer la passlón de Ihesu Christo abundante para toda
remisión. La segunda razón, que se me ofreció fue no hallar en el
ebangelio ni en sant Pablo nombrado expresamente este lugar del purgatorio, como en muchos lugares está nombrado expresamente el cielo
y el infierno. Lo tercero que se me ofreció fue acordárseme del poco o
ninguno escrúpulo que el señor Argoblspo avia hecho en el caso que
con Su S.a comuniqué ni ponerme obligación a denunciar de el dicho
don Carlos, sabiendo Su S." que avía yo entendido no quedar el dicho don Carlos reduzido en aquel caso de la plática que allí passó. Lo
qual todo junto digo que me benció para que yo creyese no aver el
dicho purgatorio. Iten digo que en todos los artículos que de este se
infieren como es el de la potestad de el Sumo Pontífice y lo de las
indulgencias e confesión bocal, no hize aquella parada que en este
primero, ni tampoco me páresela aver dificultad en negarlos por ser
tan correlatibos al ya dicho y nunca dellos traté» ".
¿Puédese pensar en la procedencia luterana de estas ideas, o se
trata de mera coincidencia externa, y de germinación autóctona de
problemas análogos a los que venía planteando el luteranlsmo? No
hay que olvidar que, en cualquier caso, Cazalla hace hincapié en que
Carranza le disuadió de que había que denunciar el caso al Santo
Oficio. Cazalla no aparece como lumbrera de la Teología precisamente,
y por eso este detalle destaca bastante cuál era la postura intima de su
conciencia. Pronto pudo descubrir que no estaba sólo con sus nuevos
pensamientos, ya que pudo tratar de la materia con el citado don
Carlos, con el bachiller Herrezuelo, con Cristóbal de Padilla, Juan Sánchez y fray Domingo de Rojas. Pero nótese bien que no fue Cazalla
quien los conquistó para la nueva Idea, sino que se encontró ya en
ellos la doctrina. Asi trató con Herrezuelo, a quien llama «un letrado
de Toro»; pero añade, «no para que yo se la enseñase, sino estando él
en ello comunicó lo de la justificación conmigo»". Cristóbal de Padilla, uno de los primeros apresados por la Inquisición, criado de la
Marquesa de Alcañices, pasó dos o tres veces por casa de Cazalla: «me
habló en la mesma materia —comenta— e yo le reprehendí el atrevimiento que tenía en hablar e le rrogué no lo hlziese» '". Lo mismo
afirma de Juan Sánchez, que consiguió huir de la cárcel para caer
preso en Flandes: «También trató conmigo esta materia un criado
que yo tube que se llama Juan Sánchez e no sé do la recivió; al qual
i, 2 v., 3 r.
I, 3 r.
[15]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
229
traté con la mesma aspereza y esto fue todo el tiempo que conmigo
estuvo. Por la qual aspereza con que siempre le trataba se saltó de mi
casa e yo me holgué de ello» ". Decididamente es excesivo el calificar
de criptoluterano formal al miedoso cura de Pedresa. Más embrolló la
situación la presencia de fray Domingo de Rojas, a quien Cazalla designa como «compañero en el estudio» y «muy amigo». Sus relaciones
de buena amistad tenían lugar desde mucho tiempo atrás. Ya entonces, apuntando el mismo Rojas, y no Cazalla, al asunto del purgatorio,
comunicó que hacía catorce años que «lidiaba dentro de sí con esta
materia y que comunicando una vez con el señor Arcobispo de Toledo
frai Bartolomé de Miranda el artículo de la justificación (el qual el
dicho frai Domingo avia recivido e aprendido de Su S.a), le dlxo el
dicho frai Domingo: No sé, padre, cómo se puede compadescer este
artículo de la justificación con lo de el purgatorio. Y que el dicho
señor Arzobispo le avía dicho: No es muy gran inconveniente que no
le aya. De lo qual el dicho frai Domingo se alteró e alegó la abthoridad
de la Iglesia. Y el dicho señor Areobispo le respondió: Bien está.
que no sois aún capaz de estas verdades» 2".
Esperemos para aclarar este punto a las declaraciones del mismo
Rojas y a las explicaciones de Carranza. Lo importante es el firme
deseo de Cazalla por hacer responsable de su actitud al Arzobispo de
Toledo con su actuación blanda y pacificadora. «Siempre tuve tanta
reverencia a Su S."—dice Cazalla—y di tanto crédito a sus palabras
como a mi maestro e padre, y el que todo el reino le da. Bien podría
ser que en Su S." no aya cosa de las que yo de mí confieso y me acuso,
ni tal es mi intento en referir lo ya dicho, ni tampoco para querer
escusar mi peccado y herror. Sólo quiero que sirva para que vuestras
mercedes conozcan que digo verdad e refiero fielmente todas las particularidades que se me ofrescen en el caso. Ni tampoco quiero dar
por desculpa de mi peccado el fruto exterior que siempre he dado» ".
El fiscal Ramírez estimó muy importantes las declaraciones de Cazalla y formuló acusación formal contra él, deseando, además, obtener
Información más completa. A ello dedicó los Interrogatorios de la mañana y la tarde del 5 de julio. Para esa fecha habían sido examinados
don Carlos de Seso y doña Francisca Zúñiga. El fruto de la investigación es precioso en orden a puntualizar matices de pensamiento. Por
una parte dice que cuando comunicó a Carranza sus dudas respecto a
don Carlos de Seso, el mismo Carranza le escribió una carta para éste,
que dio a leer al mismo Cazalla, en la cual le indicaba que estaba
i, 3 v.
md.
I, 4 r.
USO
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[16]
preparando su viaje para Inglaterra y que convenia que con la mayor
urgencia viniese a verle. Las incidencias de aquella reunión aparecen
mucho mejor puntualizadas en esta segunda declaración: «El dicho
don Carlos sacó un papel en el qual traya escripias ciertas rrazones
c fundamentos en que se fundava para dezir que no avía purgatorio; e
que también dixo el dicho don Carlos al dicho fraí Bartolomé de Miranda que su yntención era de creer que no avía el dicho purgatorio
para sí mismo, e que si podía creer aquello, que Dios le hazia aquella
merced. Y que el dicho frai Bartolomé de Miranda le dixo que Dios
le podía hazer aquella merced de que para él no le huvíese. E que el
dicho don Carlos dixo también que se sometía a la correctión de la
sancta madre Iglesia de Roma. E que a todo esto respondió el dicho
Arcobispo, digo que el dicho Argobispo no le confutó ni rreprobó las
dichas rrazones, antes dixo que no se tratase más dello e que quedase
allí sepultado» ".
Aunque claramente aparece una diferencia sustancial entre esta
declaración y la anterior con relación a la doctrina sobre el purgatorio
mantenida por don Carlos, o cuando menos presentada a discusión en
la entrevista, Cazalla no la advierte demasiado y sigue diciendo que el
arzobispo no reprobó la postura de don Carlos, quien, como ha podido
verse, hizo protestas de sumisión a la iglesia. «Y que la mayor causa
y aún casi tuerca que le mobló a este confesante a creer que no avía
purgatorio, le mobió el poco caso que avía hecho el dicho frai Bartolomé de Miranda en el negocio y que está cierto que otra perssona que
él no bastara a perso (sic!)» ".
En la audiencia de la tarde, Cazalla puntualizó todavía algunas
insignificancias: la reunión fue en la celda de Carranza, en el convento
de San Pablo, y no se trató de otra materia, ni él se acuerda «de qué
doctores se trató ni de lo que acerca dellos platicaron ni de otra cosa
alguna e que allí nombraron herege alguno ni se trató entonces delante de este confesante de opiniones algunas, porque entonces no
estaba este confesante en disposición para ello» "5. Apunta Cazalla que
don Carlos sospechó la razón de la cita por parte de Carranza, y por
ello trajo escritos sus argumentos, aunque no los recuerda explícitamente Cazalla". El fiscal Ramírez quiso esclarecer cierta importante
contradicción que aparecía entre la confesión escrita de Cazalla y su
posterior declaración oral: en la primera afirmaba que don Carlos no
quedó reducido por los consejos de Carranza, mientras que en la se"" I, 5 v.
al
Ibíd. Esta impresión de Cazalla será desmentida por Carranza y por el mismo don Carlos.
" I, 6 r. y 7 r.
" I, 6r-v. Cfr. lo que dice el mismo don Carlos, p. 28.
[17]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
231
gunda decía que sí. La explicación de la aparente contradicción es
obvia, pues el juicio diverso se refiere a lo que pensó a raíz de la misma
entrevista, como pensara igualmente Carranza, esto es que don Carlos
quedó convencido; y a lo que pensó años más tarde al comprobar la
peligrosidad de las ideas del italiano, esto es, que no quedó apaciguado
por la entrevista: «La causa de esto es que como tiene declarado el
dicho don Carlos dixo al dicho frai Bartolomé de Miranda que su yntención no era negar el purgatorio generalmente y que en aquel sentido se lo avía dicho a este confesante. E lo segundo porque el dicho
don Carlos también dixo que con todas aquellas razones que le mobian,
se sometía a la iglesia. Que por entonces no advertió en ello tan enteramente para dezir que no quedaba reduzido e por esto en aquella
sazón pensó que quedaba reduzido. E que después que notó más en lo
que entonces passó, le paresce que no quedó reduzido, segund que lo dixo
en la primera confesión. E que agora vee segund que tiene declarado
este confesante de que el dicho don Carlos no quedó reduzido, sino
que todavía tubo que no avía purgatorio, porque lo ha comunicado con
él después este confesante e ha entendido de él en que está que no ay
purgatorio» " Sin duda don Carlos de Seso era más profundo y tenaz
en sus ideas de lo que se nos muestra Pedro de Cazalla; a su tiempo
conoceremos sus declaraciones.
Pegúenos detalles
El 5 de mayo pasaba por la Inquisición de Valladolid doña Isabel
de Quiñones, quien entre otras cosas refirió que hacía cosa de dos
meses le había contado el ya conocido Juan Sánchez que siendo niño
«avia deseado de seer fraile y que andava tan escrupuloso de parescerle que la tierra que pisaba era peccado mortal». Consultó su caso
con Carranza y Villagarcia «y que ellos nunca se le quisieron dar, y
que el dicho frai Bartolomé le dezía que no curase, que más serviría
a Dios en no seer fraile. Y cree este testigo que se lo dezían por no
af rentalle por tenelle por converso» ".
La alarma cundía por España. Y el 8 de mayo presentaba ei canónigo Alonso de Losada en los palacios episcopales de Orense, ante su
prelado don Francisco Blanco, unos papeles en los que figuraba el
nombre de Carranza. Se trataba de dos cuadernillos en octavo con
la Exposición de los artículos de la fe (obra de fray Domingo de Rojas)
y de otro cuadernillo, que comenzaba con un sermón sobre la Misa, a
i, e, v-7 r.
I, 25 r-v. SCHAFER, III, 740-1.
232
J. IGNACIO TELLECHEA IDIOORAS
[18]
nombre de Carranza, al que acompañaban otros sermones más. Losada los entregaba para su posible examen por parte de la Inquisición,
alarmado por la noticia de la prisión de Cristóbal de Padilla, que era
quien se los había proporcionado. A Padilla lo presenta como amigo,
de quien recibió cartas, y en septiembre de 1557, en Zamora, los escritos detallados, aun cuando añade que no se preocupó de examinar si
contenían errores «por estar sin sospecha de que el dicho Padilla estuviese engañado, antes teniéndole por bueno e cathólico» ". Mons. Blanco entregó para el correspondiente examen los mencionados papeles al
citado canónigo Losada y a los PP. fray Gaspar Recarte y fray Alonso
de Badajoz, predicador y lector, respectivamente, del monasterio de
San Francisco de Orense".
Un dominico al descubierto: fray Domingo de Roías.
El 10 de mayo, tras el juramento consabido, iniciaba sus declaraciones el joven alguacil de la Inquisición de Calahorra, García Barbón
de Vexega, quien, trayendo preso de Navarra a Valladolid a fray Domingo de Rojas, llegó a compartir preciosas confidencias del desgraciado dominico, que nos permiten hoy adentrarnos en la intimidad
espontánea de las cosas. Dice asi el texto insustituible de su declaración: «Dixo que vcniendo este testigo desde la cibdad de Calahorra a
esta villa e trayendo preso a frai Domingo de Rojas, de la Horden de
sancto Domingo, hablando diversas vezes de la causa de su hida, el
dicho frai Domingo le dixo que se yva a Flandes a hablar al arcobispo
de Toledo, fray Bartolomé de Miranda, que avía criado al dicho fray
Domingo, para que hablase al Rey sobre el negocio de que él era acusado, así tocante a él como a los demás que están en esta matrícula.
E preguntado por este testigo qué matricula era, respondió el dicho
fray Domingo que era de lo que le acusaban, que era que el rey de
Bohemia e otros muchos cavalleros no creyan en las cosas de nuestra
sancta ffee como era razón. E preguntado por este testigo si tenía
para sí que avía peccado contra Nuestro Señor, respondió el dicho fray
Domingo que sí, que por esso se yva de España para remediar su peccado e los demás, e lo remediara si fuera su jornada e que él certlficava
que su presión avia de seer la más sonada que nunca fue otra e que
avía de aver un aucto el más solene que nunca ovo e que avian de seer
quemados más de tres. E preguntado quién avían de seer, respondió el
dicho fray Domingo que el uno era Juan Sánchez por quien este depo" I, 122 r-v.
" I, 122 v. En el folio 123 r-v. figura el acta de entrega de las censuras en
Orense a 2 de marzo de 1559; pero no está el texto de las mismas.
[19Í
LOS PROLEGOMEMOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
233
nente le preguntaba, e los demás no se los dezia porque él no los conoscería. E que el dicho fray Domingo no seria dellos por que él luego
diría sus herrares en el sancto Oíficio e que no tenía miedo e que los
susodichos avian de seer quemados, porque tenían por cierto que era
muy bueno lo que creyan e no dirían otra cosa ni pedirían misericordia ".
Ciertamente la frustrada huida de España de fray Domingo de Rojas no obedecía a ciegos impulsos de contumacia en la herejía, sino
a la clara conciencia de haber pecado y de haberse hecho responsable,
acaso por ingenua vanidad, de actuaciones poco limpias doctrinalmente.
Buscaba angustiosamente la reconciliación de su vida y hasta la paz
de su espíritu; para ello se lanzaba a pasar disfrazado la frontera pirenaica, y una vez malogrado su intento de llegar a Carranza y al rey,
se disponía a confesar llanamente su error, postura que no esperaba
de la mayor tenacidad de sus amigos en la herejía. El acudir a Carranza no era sino un último recurso filial al padre que bien lo conocía,
y podía obtenerle misericordia desde sus cargos influyentes. El joven
alguacil recibió abundante cosecha de confidencias del asustado y
arrepentido dominico: «Preguntándole este testigo qué tan gran amistad tenía con él [arzobispo de Toledo], le respondió el dicho fray
Domingo que le avía criado. Y entonces este deponente le dixo al dicho
fray Domingo si el dicho argobispo estava en la oppiníón que tenía el
dicho fray Domingo. Y entonces le respondió que no, e que si perdiesen
al dicho arzobispo seria por seer buen christiano. Y entonces este testigo le dixo al dicho fray Domingo que a él ni al dicho arzobispo ni
a otra persona prenderían por buen christiano, e que si no lo fuese que
de el rey abaxo prenderían, no siendo buenos christianos. Y entonces
el dicho fray Domingo dixo que si no oviese Inquisición en España,
que todos serían luteranos y que él lo sabía tan cierto como estava
allí» ". Pronto saldrían de dudas los Inquisidores, pues tres días después iniciaban los interrogatorios de fray Domingo, que habían de
continuar durante año y medio y terminar con su muerte el 8 de octubre de 1559.
Conmovedora confesión de fray Domingo
Con esto llegamos a la aparición en escena del dominico, figura de
especial relieve entre el grupo de los llamados luteranos de Valladolid
por su origen noble—era hijo del Marqués de Poza—, su condición de
fraile predicador, confesor y entendido en Teología, y su influjo o
" I, 38 r., 39 r.
" I, 39 r.
234
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[20]
repercusión en el ambiente. Desde el 13 de mayo de 1558 hasta el 1 de
octubre de 1559 fueron numerosísimas sus deposiciones. Las que se
recogen en el proceso de Carranza porque tienen alguna relación con
el arzobispo son veintitrés. Pero en el elenco de declaraciones sobre
las que se le pide su ratificación el 26 de agosto del 59 figuran otras
catorce, no señaladas en el tomo del que extraemos nuestros datos.
¡Lástima que no se posea el dossier completo, que podía permitirnos
conocer más profundamente las ideas y actividades de Rojas!
Ya sabemos, por relación expresa de quien lo trajo preso a las
cárceles de Valladolid, su intención decidida de manifestar sinceramente toda la verdad para obtener perdón completo: acaso lo empujaba en ello, más que un verdadero arrepentimiento, un miedo insuperable a la muerte. Y probablemente por esto mismo complicó mucho
más las cosas con declaraciones ininterrumpidas y prolijas, donde más
que a otros comprometió a Carranza, aunque bien examinadas sus palabras, más sirven de pretexto para una sospecha que para una seria
y comprobada acusación.
Menéndez y Pelayo lo acusa con resolución de «hipocresía y quintaesenciada malicia», de «increíble frescura», de «impertinencia y terque-dad». de querer «engañar a los jueces y alargar indefinidamente el
proceso» '". Un miedo incontenible explica la parte de realidad que
pueda haber en estas acusaciones, pero la confesión inicial con que
abrió su conciencia a los inquisidores Diego de Córdoba y Valtodano,
Francisco de Vaca y Guijelmo, en la mañana del 13 de mayo, no puede
menos de ser leída con emoción, porque es un documento que rezuma
la más auténtica angustia humana. A través de él podemos vivir la
tragedia de este fraile que reconoce sus errores y confiesa que fue
vanidad lo que le arrastró al trato con Cazalla y Seso, al exhibicionismo de heterodoxia y a querer autorizar su postura con el nombre de
Carranza. Descubierto y advertido por amigos y superiores y movido
su corazón por la tragedia semejante de su hermana, intenta encontrar
remedio a sus males con la huida desesperada de España, no buscando
en ello la simple evasión, sino más bien el acudir al rey y a su padre
espiritual Carranza en espera de auxilio y protección.
Es tan apasionante y viva la narración de todos los pormenores de
su tragedia intima y produce tal impresión de llaneza y honradez que
su simple lectura suaviza inevitablemente las prevenciones que podría
suscitar el juicio áspero de Menéndez y Pelayo, y hasta llega a hacer
brotar la más cálida compasión. Dada su importancia y el desconocimiento que existe del documento íntegro, me atrevo a insertarlo por
entero a pesar de sus dimensiones. Dice asi:
" O.C., p. 434.
[21J
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
235
«Preguntado cómo se llaman sus padres, dixo que se llaman don Juan
de Rojas, marqués de Poza, e la madre doña Marina Sarmiento. Dixo:
¡Señor! Yo vine aquí este berano passado, que sería por Nuestra Señora
de agosto, vine a esta villa de Valladolid y estuve en sant Pablo de
esta dicha villa e me avisó un hombre de aquí que se llama Fonseca,
que tiene cargo de las arrepentidas, por una muger que se llama doña
Francisca de (Júñiga, hija de doña Francisca de ejúñiga, que bive cerca de
la Inquisición, que se dezía de mí que tenía algún herrar en las cosas de
la ífee. Yo no hize caso de esto porque no me sentía culpado de esto, antes me rey de ello e lo conté a fray Juan Manuel, fraile de sant Pablo e a
Sabino Vernal, cura de Tiedra, que a la sazón estava en esta villa. Después
de esto, un día antes de el domingo de la cananea, esta quaresma passada, me escrevió una carta el rector de el colegio de sant Gregorio que se
llama fray Antonio de Sancto Domingo e la suma della era llamarme
porque convenia mucho venir aquí secretamente dende Moncón, que estava con el marqués mi padre, e vine a Medinilla, una granja de el collegio,
e allí me dixo lo que me quería, quera avisarme que en sant Pablo de esta
villa se dezían muchas cosas de mí e que lo avían entreóyelo el presentado
frai Juan de la Peña e él, e que el dicho presentado me escrivia una carta
en que me dezía en particular lo que avia entreóyelo. La suma de la
carta de el presentado era avisarme que avía dos oppiniones de mí: unos
afirmaban que avía perdido el seso natural e que la causa era penitencia
e demasiada oración e vigilias, que harto mal era dezirse esto de mi
por el miedo que cobrarían a estos exercicios santos otras gentes. La
otra oppinión era que avía perdido el seso de la ffee. E lo que les mobía
a sospechar esto era que diz que yo avía dicho que no avía necessidad
de sufragios para las ánimas que estaban en purgatorio porque la sangre
de lesuchristo lo purgava todo, e que avía dicho, no predicado, porque
si predicase luego me prenderían. E que también avía dicho que avia
lástima al maestro fray Bartolomé de Miranda e la marquesa de Alcañizes, mi hermana e al dicho Fonseca, e que siendo estos tan christianos
hazía sospechava que yo no estuviese de su oppinión e que dize que
entre personas espirituales, que fuese hombre e muger, se cubrían algunos
tatos, etc. (Lo demás de este capitulo no toca a esta información).»
«Iten digo que me dixo el mesmo rector la mesma mañana a la puerta
de la Salve, quendo me dixo lo que dicho tengo, que el que avía enseñado
a doña Ana esto y en sancta Catalina y en otras partes era un hombre
que se llama Juan Sánchez, que avía estado con Pedro de Cacalla,
dura de Pedresa e agora pienso que con su muger de Hernando Diez que
se llama doña Bratriz, segund he oído. Yo fui a hablar luego a mi hermana doña María Rojas en un confesionario e me dixo: ¡señor! ¡qué
venida es esta! Yo le dixe que la rrogava mucho que me dixiese toda la
verdad. E dixome llorando: señor, ame acaescido la mayor ventura de el
mundo, que creyendo que acertava e tenido algunos herrares; no me
dixo en particular que entonces, sino que avía hido delante de e! sacramento e pedido a Dios que la alumbrase de la verdad. E que se le puso
236
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
C22I
en el alma luego que era herror aquello en que estava e que la vino una
monja que creo se llama Inés de los Angeles en el dicho monasterio, que
segund entendido avia comunicado con el dicho Juan Sánchez como la
dicha mi hermana, e le dixo: Por amor de Dios, señora, que os quitéis
de esto e creáys que es herrado lo que nos ha dicho. E que ella lo tenía
por tal y estava afligidísima de tan gran peccado como avía cometido
el tiempo que consentió en aquello.»
«Yo le dixe que lo más estava hecho en aver reconocido su hierro e
que la misericordia de Dios lo curaría todo e que tratase el remedio dello
con la cordura e christiandad que convenía e que por estar de priesa no
la dezía más. Al salir de allí encontré al rector de el collegio, que estava
hablando creo con ¡a Priora, e le llamé aparte e se holgó de las nuebas
que le di de mi hermana e me rogó que le hablase a doña Ana e ansí
fui luego allá e la hallé en la cama mala e le dixe que si sabía lo que
pasaba. Díxome que si, muy fatigada e más me dixo, que por amor de
Dios la remediase o otra cosa de esta manera, digo de esta harte, e que
siempre me avia tenido por padre o por señor o otra cosa ansí, e que
haría lo que a mí me paresciese. Yo le dixe muy brevemente, y esto porque no lo sentiese su madre que estava cerca e aún no le avía yo visitado, que os rindáis al parescer de otros e os dexéis guiar por ellos e
os humilléis y esto será el remedio de todo. Salí a veer a su madre e
topé al dicho Savino con ella y entrambos después se hablava nos salimos e torné a entrar a doña Ana e hablela delante de Savino, no en
aquella materia, sino como visitándola.»
«E de allí me bolví derecho a sant Pablo e encontré (!) a fray Francisco de Tordesillas lo que pasaba. E fue tan grande la pena que resolvió e
la turbación, que no lo puedo encarescer. No sabía qué me hazer no
sabiendo, digo paresciéndome que yo estava enbuelto en tan ma!os
negocios e lo que avía de seer afrenta de mis padres e de todo mi linaje
e de mi horden, e lo que más sentí ynfamarse por mí el buen nombre
de religión e recogimiento. Avía oydo dezir que de mí afirmaban que
dezía yo que no avía infierno ni peccado en el bautizado, e como yo
nunca tal oviese dicho ni cosa que se paresciese, ni sabiendo que tenía
algunos hámulos, dixe a fray Francisco de Tordesillas: Padre, si a mi me
acusan en la Inquisición de cosas que herradamente he dicho e de otros
herrares que nunca sentí ni dixe, ¿qué remedio puedo yo tener? El me
dixo: Para lo primero el remedio estava claro, que era yr luego a los
señores inquisidores e confesar lo que oviese hecho o sentido mal e remitirme a su correctión e misericordia; que lo que no huviese dicho,
dezir la verdad. Yo le dixe: E si me prueban que he dicho lo que yo
nunca dixe, si yo no puedo tachar los testigos o alguien me acusa, no
tendré remedio. Díxome que no avía sino morir por la verdad. También
me dixo que muchas vezes me avía oydo hablar de Christo e de su
justicia muy libremente e que todas las veces le pesaba que me lo oya
por seer los tiempo los que son, e que ni más ni menos le pesaba de oyr
hablar en aquel lenguaje el arzobispo de Toledo e que yo avía tomado
[23]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
237
de él. Díxome también que avía hablado de mi a fray Ambrosio de Salazar, que tiene la sustitución de Prima en Salamanca de Theología, y
que se le avía quexado de mí el dicho fray Francisco a fray Ambrosio
de lo que tengo dicho e de lo que a esta causa se dezía de mí, e que
le respondió fray Ambrosio: Yo conozco a fray Domingo e le he conversado e vido tratar de esso, y en el lenguaje yo os confieso que es el
mesmo de Alemania, pero el sentido tan catholico como el otro y como
el mío e como el de sancto Thomas.»
En la audiencia de la tarde, prosigue: «Y entendido lo que de mí se
dezía falsa e verdaderamente, estube a mi parescer casi fuera de mí. E se
ofrecieron muchas cosas e de temor e pusilanimidad e vergüenza de el
mundo, poniéndoseme delante lo que se avía de sentir en la Horden y
entre mis debdos e amigos de mí, si me viesen preso en la Inquisición,
pensé en salir de aquí sin determinación por entonces adonde hiría.
Ofrecióseme el argobispo de Toledo podría remediar algo de mi negocio;
también pensé sería mejor yrme a Boma...»".
Y aquí se interrumpe la patética declaración de fray Domingo de
Rojas, porque sus palabras no interesaban para el asunto de Carranza.
Temor, pusilanimidad, vergüenza, estar fuera de sí: son matices que
perfilan la calidad de la angustia humana del pobre fraile. El saber
que decían que había perdido el seso natural o el de la fe, el ver que
se aumentaba desmesudamente el volumn de sus yerros, endosándole
graves afirmaciones que él no las había proferido, la mancha que presentía sobre su familia y amigos, sobre su propia Orden, y —no olvidemos— el desprestigio que barruntaba para la piedad y el recogimiento; por último, la posibilidad nada quimérica de que las leyes
con su rigor frío venciesen a las protestas de lealtad y buena intención
y le acarreasen como consecuencia la muerte..., todo ello, y muy justificadamente, influyó en la temeraria decisión del dominico. No acudo
a socorrido recurso piadoso si digo que en este caso, sobre la apreciación del historiador aferrado a la letra del documento, se levanta en
mí la voz de mi propia conciencia sacerdotal. Basta que una mínima
experiencia nos haya hecho asomarnos a dramas semejantes y asociarnos íntimamente a ellos, para que nos veamos obligados a leer
estas páginas con mirada más honda y compasiva y, en definitiva,
más exacta.
Se altera la jiaz de Yuste. España en carne viva
Las cárceles se llenaban de presos y aun se dejaba de prender a
algunos «porque no hay cárceles adonde los puedan tener a buen reI. 39 r-42 r. SCHAFEB, I. 248-9 y III, 761-194.
238
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
124]
caudo». Eran a todas luces insuficientes los miembros, tanto de la
Inquisición de Valladolid como del Consejo de la General Inquisición;
se llamaba a elementos de Cuenca y Murcia y aun se esperaba poder
contar con algunos del Consejo Real y de la Chancillería. Valdés, inquisidor general, juntamente con Diego de los Cobos y Andrés Pérez,
despachaba los asuntos de las inquisiciones particulares, seguía los
incidentes de cada uno de los apresados y diariamente daba cuenta
a la princesa gobernadora de la marcha de todo el asunto. Esto se
desprende de una carta de Valdés, escrita por estos mismos días. En
ella, sin embargo, sorprende una frase suelta, en la que al referirse
a la falta de personas competentes y mencionar los cuatro que quedan
en el Consejo, añade: «y de los quatro que quedan el uno es teólogo,
que puede ayudar poco en los negocios que agora se tratan» ". Estos
eran, evidentemente, de carácter teológico, ya que de herejía se trataba. ¿Refleja, pues, la frase alusión directa a la incapacidad personal
de un teólogo determinado, o responde a una mentalidad, perfectamente caracterizada en la asendereada cuestión de sí convenia para la
Inquisición teólogos o canonistas? ". En este caso constituiría un índice
revelador del modo de actuar del mismo inquisidor general.
No se detuvo en melindres Carlos V, quien desde Yuste seguía con
atención los sucesos de Valladolid. El 27 de abril le comunicó el secretario Vázquez de Molina la prisión de Cazalla con otras personas". La
reacción del emperador fue inmediata y de los tonos más recios y
resolutos: asi, deseaba que se averiguase la verdad, pero sobre todo
recomendaba a la princesa que instase al inquisidor a que «se ataje
con brevedad tan gran mal y que para ello les deis y mandéis dar
todo el favor y calor que fuere necesario y para que los que fueren
culpados sean punidos y castigados con la demostración y rigor que la
cualidad de sus culpas merecerá y esto sin excepción de persona alguna. Que si me hallara con fuerzas y disposición de podello hazer. también procurara de esforzarme en este caso a tomar cualquier trabajo
para procurar por mi parte el remedio y castigo de lo sobredicho, sin
embargo de lo que por ello he padescido» '''.
No era resentimiento, pero si impresión de íntimo fracaso en algo,
en lo que fundamentalmente estaba implicaba toda su vida, lo que
43
El texto en MENÉNDEZ PELAYO, o. c., pp. 407-10 y 413-4. Lo publicó anteriormente GACHAED en su Retraite et mort de CHarles-Quint ati monastere de Yuste,
Bruxelles, 1854-5, II, 423-4.
13
En el fondo Inquisición, lib. 1262, folios 188-205. del Archivo Histórico Nacional, se encuentra un discurso del s. xvi sobre esta cuestión. En la recusación
de Valdés por Carranza aparece el litigio que hubo entre ambos, porque el segundo quiso proveer en un teólogo una vacante de la Inqxiisición. Proceso, XII. 3 ss.
44
GACHARD. o. c.. I, p. 288.
'•'• MENÉXDEZ PELAYO, o. c., pp. 414-5.
[25]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
239
sentía el envejecido emperador al ver surgir la cabeza del protestantismo a poca distancia de su retiro de Yuste. Su biógrafo Sandoval
dice que le remordía la conciencia el no haber muerto a Lutero cuando lo tuvo en sus manos en Worms y que designaba a los protestantes
con el término despectivo de «esos piojosos» ". Probablemente al hacer
el balance de su vida entera, de signo inconfundiblemente liberal y
tolerante, comenzaba a ver las cosas de modo diferente. Sobre todo
veía la herejía, no como algo hecho y definitivo, que forzosamente
había que tolerar, sino como algo vivo e ¿re fieri, de gigantescas consecuencias para Europa, cuyos principios eran insignificantes y fácilmente extinguibles si se atajaba el mal desde el principio. Esta es la
mentalidad que aflora claramente en la carta del 25 de mayo a la
princesa: «Creed, hija, que este negocio me ha puesto y tiene en gran
cuidado y dado tanta pena, que no os lo podría significar, viendo que.
mientras el rey y yo habernos estado ausentes destos reinos, han estado
en tanta quietud y libres de esta desventura; y que agora que he
venido a retirarme y descansar en ellos y servir a Nuestro Señor, suceda
en mi presencia y a la vuestra una tan gran desvergüenza y bellaquería y incurrido en ello semejantes personas, sabiendo que sobre ello he
sufrido y padescido en Alemania tantos trabajos y gastos y perdido
tanta parte de mi salud que, ciertamente, si no fuese por la certidumbre que tengo de que vos y los del Consejo que ahí están, remediarán
muy de raíz esta desventura, pues no es sino un •principio sin fundamento ni fuerzas, castigando los culpables muy de veras para atajar
que no pase adelante, no sé sí tuviera sufrimiento para no salir de
aquí a remediallo. Y así conviene que como este negocio importa más
al servicio de nuestro Señor, bien y conservación destos reinos que
todos los demás, y por ser, como dicho es, principio y con tan pocas
fuerzas que se pueda fácilmente castigar, así es necesario poner mayor
diligencia y esfuerzo en el breve remedio y ejemplar castigo».
«Y no sé si para ello será bastante el que en estos casos se suele
usar acá, de que, conforme a derecho común, todos los que incurren
en ellos pidiendo misericordia y reconociéndoseles, admiten sus descargos y con alguna penitencia los perdonan por la primera vez, porque
a estos tales quedaría libertad de hacer el mesmo daño viéndose en
libertad, y aún más siendo personas enseñadas, exasperados por la
afrenta que han recibido por ello y en alguna manera de venganza.
en especial siendo confesos, por habello sido casi todos los inventores
de estas herejías. Pero esto parece que es diferente del fin con que se
< c FRAY PRUDENCIO DE SANDOVAL, en el apéndice ¡i su Historia cíe la Vicia y
Hechos del Emperador Carlos V. Nueva Bibl. de Autores Españoles, t. 82. Mrdrid.
1956, p. 499.
240
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[26 J
debió ordenar lo sobredicho, porque allende de ser casos tan enormes
y perniciosos que, según lo que me escribís, si pasara un año que no se
descubriera, se atrevieran a predicalla públicamente; de donde se infiere el mal que tenían, porque está claro que no fueran parte para
hacello, sino con ayuntamientos y caudillos de muchas personas y con
las armas en la mano. Y así se debe mirar si se puede proceder contra
ellos como sediciosos, escandalosos, alborotadores e Inquietadores de
la república, y que tenían fin de Incurrir en caso de rebelión, porque
no se puedan prevaler de la misericordia... Creed, hija, que si en este
principio no se castiga y remedia para que se ataje tan grande mal,
sin exención de persona alguna, no me prometo que adelante será el
rey ni nadie parte para hacello» ".
Más que el ardor de su fe es la visión realista de las cosas, la que
anima estas lineas acerbas, en las que por sistema se quiere cerrar el
camino a toda posible misericordia. Acaso era exagerado el temor e
infundada la apreciación del volumen que alcanzaba la disgregación
religiosa en España. Pero los cuatro siglos de progresiva descomposición cristiana en Europa y hasta los veinticinco años de duro bregar
carolino, demuestran que no nos podemos engañar al sopesar la trascendencia de pequeñas revueltas, de protestas insignificantes, de juegos de clandestinidad o de simples tributos a las nuevas modas ideológicas, que de todo podemos ver un poco en el nacimiento del protestantismo en los diversos países de Europa. A la pura estimación
teológica de la herejía o de los aspectos personales de la fe. hase de
añadir, para que el juicio sea completo, esta consideración de tipo
social y político, que constituye el alma de la reacción virulenta de
Carlos V".
Luis de Quijada, noble servidor, fue el encargado de ir a Valladolid
para hablar de todo esto con la princesa y con el inquisidor; al fin
pudo verlos fuera de la villa y encarecerles el «mucho rigor y recio
castigo» que deseaba el emperador y, sobre todo, el procedimiento expeditivo «por los términos más cortos» ", El inquisidor general Valdés
procedía con más discreción que el César, y deseaba llegar más al
fondo de la raíz, aun cuando hubiese de refrenar la masiva reacción
del pueblo; asi respondió «que muchas personas le hablan dicho lo
•
17
MENÉNDEZ PELA YO, o. c.f pp. 415-6.
*" Ya notó PICHOT, o. c., p. 410, aue no se menciona en las palabras de Carlos V el aspecto de ofensa divina de la nerejia; no se citan la Escritura o los
Santos Padres ni se vislumbra conciencia alguna de sentirse investido de una
responsabilidad propiamente eclesial. Carlos V considera el caso desde un ángulo
primordialmente político y castiga en los herejes a los «sediciosos, alborotadores e
inquietadores de ia República».
" MENÉNDEZ PELAYO, o. c., pp. 416-7. OACHABD, I, pp. 289 ss.
[27]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
241
mismo, y aunque el pueblo lo decía públicamente, y de ello estaba
muy contento, porque parecía no estar dañado y desear que de ellos
se hiciese justicia; pero que no convenía, porque a hacerse con tanta
brevedad no se podía averiguar ni acabar de saber de raíz este negocio,
el qual se había de entender de las cabezas; mas que hasta agora le
parecía que no convenía guiallo ni apretallo más de lo que se hacía,
sino ir con ello de manera que se averiguase la verdad, y que para
sabella era necesario proceder conforme a la orden que en ello tenían,
porque no confesando un día, lo harían otro con persuasiones y protestaciones, y cuando no bastase esto, con malos tratamientos y tormentos, y que ansí pensaba se sabría la verdad» ".
El examen ulterior de las declaraciones de los procesados, realizado
con la debida rectitud teológica, nos mostrará hasta qué punto es
aventurado bautizar de verdadero luteranismo todo este clima enrarecido que se fue creando en pequeños grupos que se refugiaban en la
clandestinidad o en el silencio de los claustros y monasterios. Lo cierto
es que para el emperador y la Inquisición se trataba de algo estrechamente emparentado con el luteranismo; y el mismo pueblo no había
quedar rezagado en la apreciación y mucho menos en el desbordamiento de la indignación masiva. Es un elemento con el que hay que
contar igualmente al tratar de comprender posibles excesos, o al
pretender reducirlo todo con evidente falsedad a represalias antipopulares de una minoría más o menos fanática. Tiene razón Menéndez
y Pelayo cuando escribe: «La verdad es que en este conflicto no
había más que una sola voluntad, un solo deseo en España, y el emperador y la gobernadora, y el inquisidor y los Consejos y el pueblo
caminaban en la más perfecta y soberana armonía» ". La divergencia
podía estar en el delimitar con sentido de moderación y rectitud lo que
era propiamente herejía. Pero aclarado este punto, todos reaccionaban
contra ella. El mismo Carranza la persiguió sin cuartel en Flandes e
Inglaterra, y hasta tipos como Pedro de Cazalla, según hemos podido
ver, se plantearon la cuestión de si debían de denunciar a los amigos
infestados de ideas perversas. Sólo un puñado de atrevidos, v. gr., Juan
Sánchez, eran radicales en sus propagandas, y éstos odiaban y temían
a la Inquisición, con la convicción de que si no fuera por ella dominaran fácilmente el ambiente. Así lo dijo fray Domingo de Rojas".
" Ibid.
" níd., p. 417.
52
I, 39 r. Cfr. nota 39.
Anthologica
16
242
J. IGNACIO TEHECHEA IDIGORAS
[28]
'
Un curioso caballero italiano: don Carlos de Seso
Con esto llegamos a otro de los principales personajes de toda esta
complejísima historia: el caballero italiano, don Carlos de Seso, apresado juntamente con fray Domingo de Rojas cuando atravesaba la
frontera de Navarra. Ya el hecho mismo de la aparente fuga hacia
recaer sobre él no leves sospechas, teniendo en cuenta la compañía
que llevaba, aunque parece era fortuita; asi como el que su nombre
anduviese mezclado en los asuntos de Valladolid y en boca de Cazalla
De ahí que, antes que otra cosa, pretendiera justificar su viaje: «Este
confesante yva a la sazón, que la dicha petición dize, a Ytalia, porque
avía sabido la muerte de su madre y de un hermano suyo, como dicho
tiene en su confesión, e que nunca fue su intención de yr a tierra de
hereges ni bivlr con ellos ni tener oppinión dellos. E quien lo contrario
dize, le lebanta testimonio... es verdad que este confesante fue preso
juntamente con fray Domingo de Rojas y que él avía dicho en Logroño
que yva a Flandes al argobispo de Toledo sin dezirle por qué. E que
si supiera que él yva ausentado, que nunca le diera favor ni quisiera
yrse con él e que se remite a lo que tiene confesado. Y que esto mismo
confesó e dixo el dicho fray Domingo a tres personas, es a saber, al
alcaide, alguazil e nuncio de Calahorra de la Inquisición» ".
Como era de presumir, el interés principal de los Inquisidores se
había de centrar en las ideas de Seso que fueron materia de la entrevista con Cazalla y Carranza. El mismo Seso pidió unos pliegos de
papel el 27 de junio para escribir «cierta cosa que passó grabe con
una perssona heminente de el Reino» ". Tres días más tarde presentaba su confesión detallada, valioso complemento de las declaraciones
de Cazalla, tanto para conocer las incidencias de la reunión con Carranza como para precisar las ideas del mismo don Carlos. Dice asi:
«Habrá quatro años, si bien me acuerdo, que yo dixe a Pedro de
Cacalla, cura de Pedrosa, veniendo yo de Camera de hablar al presidente
don Antonio de Ponseca estando allí el Reí nuestro señor, que no podía
saver ni entender e que dubdava siendo verdad que sobre Ihesu Christo
nuestro señor cayese la pena de nuestros pecados e que su muerte era
nuestra paga e justicia para satisfazer a Dios, que huviese purgatorio
para los que morían hunldos en charidad con Ihesu Christo nuestro
señor. De lo qual el dicho Pedro de Ca?alla se escandalizó, e a lo que
paresció lo dixo a fray Bartolomé de Miranda, que es al presente argobispo de Toledo, el qual me escrevió a Logroño que veniese aquí a
I. 27 r.
I, 27 v.
[29]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
243
Valladolid porque tenia una cosa que hablarme que me cumplía. Yo
vine e venido en la capilla de sant Gregorio me dlxo: Vos habéis
hablado a alguna perssona algo de purgatorio. Yo le dixe que sí, que
a Pedro de Caballa avía dicho lo que dicho tengo. El me dixo: Mañana
a tal ora vamos a mi celda e allí verná Pedro de Cacalla y os hablaré.
Yo lo hize ansí e vino Pedro de Cagalla también juntos. Me dixo el dicho
padre frai Bartolomé de Miranda: Vos avéis dicho que dubdais del
purgatorio: ¿en qué os fundáis? Yo le dixe que en la superabundante
paga que por nuestros peccados se avía dado a Dios, que era la sangre,
passión e muerte de Ihesu Christo, nuestro señor, hijo de Dios e verdadero Dios, la qual paga de mucho sobrava a las debdas de los verdaderos fieles y escogidos hijos de Dios: e otras razones le dixe que traya
escriptas en un papel por memoria, que no se me acuerdan. A lo qual
me respondió que ningunas razones eran bastantes para que yo me apartase de lo que tiene la santa madre Iglesia, y que me aconsejava que
ansí lo hiziese, porque no todos yvan tan limpios de este mundo ni
llebaban tanta ffee, esperanga e charidad, que fuesen derechos al cielo,
e me dixo otras razones que no me acuerdo. Yo le dixe qué grande
charidad e merced me avía hecho su paternidad e que yo procuraría de
reduzir mi credulidad como su paternidad me lo mandaba. Díxome que
si tubiera tiempo, que él satisfiziera a todas las razones en particular que
yo le mostrase, pero que estava de camino para yr con el Reí nuestro
señor, e que venido, holgaría de buena voluntad para mi quietud de
satisfazerme más particularmente e que para entonces las guardase e que
agorame quietase con que ansí lo tiene la santa madre Iglesia. Yo dixe
que lo haría e me dixo: Mirad que esto que aquí ha passado quede aquí
enterrado e que por ningund ebento lo digáis.»
«Yo no sabiendo si ofendía a Nuestro Señor con dezillo y a la charidad
del próximo, e estado perplexo si con buena consciencia lo podía dezir
o no, hasta que por vuestra señoría me fue dicho que sí podía; e si
hasta agora no lo he dicho, no ha sido por pertinatia, sino por la causa
dicha. Yo me fui luego a mi casa e quieté mi espíritu creyendo que
muchos que no llebavan tan entera ffee, esperanza e charidad y tanta
contrición de sus pecados como se requiere para gozar luego de Dios,
yvan a purgatorio e juntamente con esto creyendo que los que mortificaban su carne e se empleasen en servicio de Nuestro Señor e muriesen
con conoscimiento de sus peccados confessados, como lo manda la santa
madre Iglesia y se supiesen aprovechar de el thesoro que tenían en Ihesu
Christo Nuestro Señor, que para estos tales no avía purgatorio e asi
en mis hablas, que son las que he dado firmadas de mi nombre, no
me acuerdo aver tratado cosa particular. El intento mío en hablar de
Diesu Christo Nuestro Señor nunca fue apartar a nadie de lo que tiene
la sancta madre Iglesia, sino de que fuesse conoscida la grande obligación en que somos a Dios por tan singular beneficio como nos avía hecho
en darnos a su hijo Ihesu Christo Nuestro Señor en la cruz por nuestros
peccados. Y que este conoscimiento nos estimulase a amarle e servirle
244
J. IGNACIO TELLECHEA IDIOORAS
[30]
con toda diligencia, apartando de nosotros toda cosa torpe e indigna de
hijos de Dios e que conosciésemos por esta singular merced el amor que
Dios nos tiene e nos reduziésemos a tener el crédito digno de tal padre.
E sabe Dios que digo verdad e si no la digo, él sea en mi condenación,
que mi yntención como tengo dicho nunca fue dogmatizar ni presumir
de enseñar, ni jamás hize juntar a nadie para effecto de hablarles en
estas y otras pláticas, sino que si venía ocasión de hablar en cosas de
Dios hablava lo que se me ofrecía sin tener harte ni propósito alguno
particular; e hecho junto con esto que devenios de confiar haziendo lo
que es en nosotros con la gracia de Dios, que él nos hará merced de
librarnos de mili infiernos e mili purgatorios que huviese. Ansí que yo
confieso aver creído que no avía purgatorio e me humillo en todo e por
todo e subgeto a lo que tiene e cree la santa madre Iglesia, e digo que
como obediente su hijo protesto bivir e morir de aquí adelante en lo
que ella tiene e cree. E assi mismo me conozco por gravemente culpado
seyendo yo de la professión que soy, tratar cosas semejantes e por el
escándalo que he dado pido a Nuestro Señor Dios perdón e a Vuestra
Señoría penitencia con misericordia. DON CARLOS DE SESO» ".
No deja de ser curiosa la figura de este seglar italiano, que, en
medio de los casos de su corregiduría de Toro, se interesa vitalmente
por altos problemas teológicos. Varias veces será interrogado en los
meses sucesivos sobre pormenores concernientes a esta declaración;
pero, en sus respuestas se ajustará siempre a este esquema básico,
añadiendo solamente algunas aclaraciones marginales. Esta unidad o
conformidad sustancial nos obligarían a pensar que sus palabras eran
sinceras y honesto su juramento: «Sabe Dios que es verdad e si no la
digo él sea mi condenación.» Pero más tarde desmintió estas afirmaciones. Entre las mencionadas aclaraciones marginales hay algunos
puntos que interesa destacar; respecto al trato con Carranza dice que
«nunca hasta entonces le avía hablado ni escripto en su vida». Del
origen de sus ideas nos revela estos detalles: se planteó el problema
un año antes de su plática con Cazalla, esto es, en la primavera de 1553.
Semejante doctrina le vino «de oyrla en Ytalia predicar y engrasdecer
el beneficio e muerte de Ihesu Christo Nuestro Señor e aver hablado
con los predicadores que predicaban, e que esto lo oyó en Berona».
Preguntado si la había leído en obras heréticas de Alemania, repuso
«que no se acuerda averia leído en estos libros» ". Resulta, pues, clara
"
ss
I, 27 V., 29 v. SCHAFER, I, 251-2 y 743-59.
I, 29 v., 30 r. Acosado a preguntas por el inquisidor para saber si quedó
convencido o, por el contrario, según parecía, insistió y propagó sus equivocadas
ideas, respondió en otra ocasión : que «induzido este confesante de las razones
que tenía escripias e de predicadores que predicaban esta materia en Ytalia, creyó
esto; e que sabiendo que el padre frai Bartolomé de Miranda avía estado allá
<• avia oydo tratar de esto, se confió en él mas que se confiara de otros. Y que
[31]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
245
la procedencia italiana y no alemana de las inquietudes teológicas de
Seso. Habrá que emparentarías con la corriente centrada sobre el beneficio de Cristo— ¡expresión que sale varias veces en las declaraciones
de Seso!—y matizar mucho más el juicio sobre las mismas que si se
tratase de crudas o moderadas ideas luteranas.
De la entrevista con Carranza nos dice Seso que fue un tanto
apresurada por encontrarse de camino para Inglaterra, pero suficientemente satisfactoria y sobre todo abierta a una futura explicación
más completa del problema. Se deduce con todo que Carranza le puso
sus razones—aunque Cazalla diga lo contrario—y más que nada se
refugió en la fuerza del magisterio de la iglesia. Si al final el dominico
les impuso un riguroso secreto, esto fue medida prudente, como confiesa el italiano, «cree que por beneficio de este confesante lo dixo,
porque no le viniese daño» ". Cazalla, según él, quedó satisfecho de la
entrevista ". También Seso quedó contento de la misma, pero su doctrina ofrece una modalidad particular que cambia sustancialmente los
términos del problema teológico. Ya ha sido insinuada suficientemente
en la primera confesión escrita, pero es tal la insistencia con que
vuelve el acusado sobre la misma idea y es tan capital la distinción
que plantea que no se puede eludirla como si se tratara de un simple
afán por envolver y confundir las cosas. Seso no negó en la entrevista
el purgatorio en términos absolutos y generales, sino solamente para
aquellos que por su fe, esperanza y caridad perfecias y por sus obras
participan plenamente del beneficio de los méritos de Cristo. Veamos
los textos comprobantes: «Este confesante creyó que los que no llebavan tanta contritrión e tanta ffee, esperanca e charidad e se
supiesen aprovechar de el thesoro que tienen en la muerte de IhesuChristo N. S. no yvan derechos al cielo; e los que se supiesen aprovechar, que yvan derechos al cielo... no entendiendo jamás ni pretendiendo que se entendiese que para todos no le avía, sino para los que
dicho tiene, y esto después que el padre frai Bartolomé de Miranda le
habló... Ha creido después que le habló el dicho fray Bartolomé de
Miranda que ay purgatorio para los que dicho tiene que no se supiesen
quedava bastantemente corregido. E que después acá ha tenido este confesante que
no ay purgatorio para los que se saben aprovechar de el mérito de Ihesucristo Nuestro Señor», luid., íolio 33 r-v.
57
I, 31 r. «Dixo que cree que por beneficio de este confesante dixo porque no
le viniese daño.» Esteban Monago, secretarlo del Santo Oficio, certifica que la declaración de Seso y Cazalla es independiente y que no pudo haber comunicación
entre ellos «ay mucha distancia de lugar y están muy apartadas la una cárcel de
la otra... las más apartadas que ay en este Santo Officlo». /oíd., 31 r-v.
«• I, 30 r.
246
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGOKAS
[32]
aprovechar de los méritos de Ihesu Christo, e para los que se supiesen
aprovechar, que no» •'. «Dixo que en esto cree todo lo que tiene la
santa madre Iglesia e que cree que los que se saben aprovechar de el
mérito de Ihesu Christo N. S. van derechos al cielo, haziendo lo que
deven como lo manda la santa madre Iglesia. E que las razones que el
padre fray Bartolomé le dixo, lo que se acuerda es principalmente
que se contentase e asosegase este confesante con creer que ansí lo
tiene e cree la madre santa Iglesia e que venido él a España holgaría
de satísfazer a este confesante a todas las razones que este confesante
le mostrase e que esto es la verdad»... «e que después acá ha tenido
este confesante que no ay purgatorio para los que se saben aprovechar
de el mérito de Ihesu Christo N. S.» ".
Seso había hablado sobre esta materia con algunas personas; por
eso los inquisidores afirman que «se presume y es de creer que no se
apartó de aquella oppiníón». Pero el caballero italiano se confirma
en lo declarado, reafirmando que «su intención en todo lo que ha
hablado no ha sido en general que se tuviese que no ay purgatorio,
sino en particular de los que dicho tiene» ". Supuesta la veracidad de
esta declaración, ¿entenderían los interlocutores del italiano la sutileza de su distinción, por otra parte tan importante? ¿Acaso apuntaría
en su palabras un poquillo de vanidad por verse envuelto en sutiles
lides teológicas y convertido en objeto de la particular atención del
maestro Miranda? Un testigo dio una referencia más comprometedora
del diálogo con Carranza y del ánimo de don Carlos en aquel momento: «Dixo este testigo—¿será Cazalla?—que vio e oyó que hablando
el dicho don Carlos con las dichas perssonas en cierta parte, el dicho
don Carlos contava a las dichas perssonas cómo era llamado por cierta
perssona que se tenia por muy docta, entendiendo que la quería reprehender sobre que cierta perssona avia dicho que él dezía que no
avia purgatorio. E que la noche antes que él avía de parescer ante la
dicha perssona, tomó tinta e papel delante de un crucifixo e comengó
a pensar las cosas que avia de dezír a la dicha perssona que lie llamaba, e ofresciósele tantas cosas que no escrevió nada e que consideró
que le avía de dezir delante de el crucifixo: Este es Christo crucificado
en la cruz que purgó mis pecados aquí; luego este es mi purgatorio.
E que entendiéndolo de esta manera podía dezir a la dicha perssona
que creya que avía purgatorio. E dixo el dicho don Carlos a la dicha
I, 30 r-v.
I, 32 v. y 33 r-v.
I, 30 v.
[33]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
247
perssona que si le apremiasen que dixiese que avía purgatorio, creyéndole de esta manera, y esto dixo el dicho don Carlos dos o tres vezes» ".
Estas ideas se compaginan bien con la actitud de don Carlos antes
de estar con Carranza; después se aferrará más claramente a la distinción reconocida por el dominico entre la negación general del purgatorio o la particular y restrictiva a algunos. Su pensamiento se
presenta siempre con mayor claridad y precisión que el de Pedro de
Cazalla. Y no hay que olvidar, que acaso al verse atosigado por los
inquisidores respecto a sus conversaciones en Toro sobre estos temas,
trató netamente de mentirosa la confusa declaración de Cazalla y
hasta descubrió su animosidad contra este molesto y escrupuloso censor de los actos ajenos. «Al veinte y quatro testigo, digo que si este no
es Pedro de Caballa, no sé a quién aya hablado en término de Toro
en la justificación, e si es él, digo que no ha dicho verdad en lo que
quenta de el arcobispo de Toledo. Digo que lo que yo tengo confesado
quando fui llamado por frai Bartolomé de Miranda es verdad e que
no me acuerdo de aver hablado a otro e ques la verdad que es mentiroso en su dicho. Sépase de el arzobispo qual dize verdad, este testigo
o yo». Y a renglón seguido dirá de Cazalla: «es mi enemigo capital,
porque habrá quatro años más o menos que reñimos malamente porque
ante una perssona ñeramente de estos Reinos [Carranza] el me infamó de herege e ante aquel fui tenido por tal e por esta causa tacho
a todos sus hermanos e los tengo por enemigos...»". Así se expresaba
don Carlos de Seso el 23 de octubre de 1558.
Sobrevivió al Auto de Fe de mayo del 1559; pero fue condenado a
muerte en el de octubre del mismo año. Horas antes de sufrir sentencia, a medianoche del día 7 de octubre, conocido su trágico destino,
«lo qual nunca yo creí ni me podía persuadir», Seso confesó no haber
dicho la verdad «esperando seer libre e por no morir» ". Y acto seguido
presentó una larga declaración en que ratificaba su fe en la redención
de Cristo y afirmaba que las obras eran necesarias, «pero que no eran
causa de nuestra salvación, y esto porque la gloria de nuestra salvación
es razón se dé a Ihesuchristo N. S., que sola la meresce e no a nosotros
que todo mal merescemos». Luego escribe sin paliativos que no hay
purgatorio para los que mueren en gracia, porque la satisfacción de
Cristo es plena y nos redime de toda culpa y pena. Para que no quedase lugar a dudas desmiente sus anteriores declaraciones: «Yo he
dicho en mis confesiones e deposiciones que creo que después de esta
vida ay lugar de purgatorio, en lo qual dixe gran falsedad e blasfemia
I, 32 r-v.
I, 33 V-34 r.
I, 34 r-v.
248
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[34]
y ofendí a la charidad de Dios e al balor de la passlón de Ihesuchristo...
me desdigo de lo que entonces dlxe que creya que avía purgatorio, e
también lo dexé de confesar entonces por no decir con quién lo avia
comunicado por no hazer daño a quien no lo merescía, teniendo entendido que avían de seer abidos por hereges e así deshonrados, perdidos e por ventura muertos o no llevaba remedio el daño» ".
Luego perdonaba solemnemente a cuantos hablan testificado contra él y aun les agradecía el haber sido ellos medio para morir por
Cristo y hacía formal profesión de fe en «aquello que creyeron los
Apóstoles e cree e tiene la Madre Santa Iglesia Cathólica Apostólica,
verdadera esposa de Ihesuchristo N. S., la qual jamás faltó de la voluntad de su esposo expresa en su palabra, que es la divina Escriptura,
e creo e abraco todo aquello que conforme a la palabra de Dios han
declarado e determinado los concilios en Espíritu Sancto congregados,
fuera de lo qual o sin seer fundado en ella, quien quiera que se aya
atrevido a hordenar alguna [verdad] importante a la salud se a engañado o a hecho mal e no lo acepto e repudio de mí... en ello quiero
morir e muero como fiel miembro de la Iglesia, fuera de la cual no ay
salud, e digo e concluyo que en sólo Ihesuchristo espero, en sólo él
confío e a él adoro, con él me abraco e a él tengo por único tesoro
mío e puesta mi indigna mano en su sacratísimo costado voy por el
valor de su sangre a gozar las promesas por él hechas a sus escogidos.
DON CARLOS DE SESO» ".
Sobrecoge la extraordinaria presencia de ánimo que demuestra este
escrito entregado al notario Landeta muy pocas horas antes de subir
al cadalso. Es de admirar también la nobleza con que perdona a cuantos se responsabilizan con su muerte y con que quiso librar de compromiso a todos, especialmente a Carranza «por no hazer daño a quien
no lo merescía». ¡Bien diversa conducta seguirá fray Domingo de Rojas
en una declaración similar momentos antes de morir! A los teólogos
dejo el estudio del desconcertante mentís dado a sus declaraciones
anteriores, y el examen de sus afirmaciones doctrinales y de su singular fidelidad a Cristo y hasta a la Iglesia. Prefiero seguir, sin comentario, el hilo de los asuntos de Carranza.
La casa de Pedro de Cazalla, centro de reunión
Durante los meses de julio y agosto, Isabel de Estrada, presa también en las cárceles de la inquisición, corroboraba las deposiciones de
" I, 34 v., 36 r.
ae
I, 36 r-v. Sobre la corriente italiana del Beneficio de Cristo, cfr. fr. D. de
SANTA TERESA, O. C. D. Juan de Valdés, Su pensamiento religioso y las corrientes
espirituales de su tiempo, Roma, 1957, p. 210 ss.
[35]
IOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
249
Rojas, Cazalla y Seso; sobre todo descubría la actuación en grupo
de estos pseudo-espirituales. Así, refería una vez más la entrevista de
Carranza con Seso, conocida por indicación de Pedro de Cazalla", y
las declaraciones de Seso sobre la misma, cuando la noche anterior
quiso escribir sus razones y pensó que Cristo crucificado era su purgatorio ". Pero es significativo el saber que estas confidencias se hicieron
en casa de Pedro de Cazalla, mientras hablaban «en las turbaciones
que cada uno dellos avían tenido en creer estas cosas de el purgatorio...
e también trataron de el travajo que en ello avía padescido el bachiller Herrezuelo». En este pequeño grupo de «perseguidos» se encontraban don Carlos de Seso, Pedro de Cazalla, Catalina Román, Juan
Sánchez, Antón Domínguez e Isabel de Estrada. Para entonces era
Seso corregidor en Toro y hacía más de año y medio ™.
En deposición posterior del 13 de julio, añadía Isabel de Estrada
otros particulares sobre este conciliábulo espiritual, al que también
asistieron el bachiller Herrezuelo y fray Domingo de Rojas. Hablaron
de doña Ana Enríquez, a quien habían catequizado Beatriz de Bivero
y fray Domingo de Rojas. En este punto exclamó alguno: «¡Válasme
agora Dios! A la marquesa vuestra hermana—la marquesa de Alcañices, hermana de Rojas—no ay quien la hable. Y el dicho fray Domingo
dixo que no se atrevía a hablaüe porque nunca salla de con frailes
e con Sabino, pero que todavía no les dexava de hablar a ella y a
Savino algunos puntos. Pero que esperaba en Dios bencer e que venido
el argobispo de Toledo él le hablaría, aunque no declaró en qué, e
que el argobispo de Toledo hablaría a la marquesa, a quien ella daría
mucho crédito. Y entonces el dicho Herrezuelo díxo, o otro de los que
allí estaban, que no se acuerda bien quién era, dixo: Por cierto gran
bien sería si el argobispo veniese en esto e hablase a la marquesa,
" I, 23 r-v. Cazalla le dijo que «avía quedado sosegado en creer que no avia
entendido bien lo que el dicho don Carlos le avía dicho que no avía purgatorio»;
pero para cuando esto le decía a Isabel de Estrada «ya él estava tornado a confirmar en creer que no avía purgatorio». I, 24 r.
" I, 24 r-v. SCHAFEE, I, 255-6 y III, 741-3.
69
I, 24 r-v. Según esta declarante, en el conventículo celebrado en casa de
Cazalla, don Carlos se expresó así: «Avlendo yo de yr a hablar al maestro Miranda quando me llemaron de Logroño, la noche antes tomé papel y tinta delante
de un crucifixo comencé a pensar las cosas que avía de dezir al maestro Miranda ; y ofresciéronseme tantas cosas que no escriví nada, sino que lo llevé todo en
la memoria e que entre otras razones que consideró que le avia de dezir fue :
Este es Christo crucificado en la cruz que purgó mis pecados aquí, luego éste es
mi purgatorio y entendiéndolo de esta manera podía dezir al dicho maestro Miranda que creya que avía purgatorio; e así después dixo a esta confesante que sí
le apremiasen, que dlxlese que avía purgatorio creyéndolo de esta manera.» Siendo
la declaración del 11 de Julio de 1558 y habiéndose celebrado !a reunión ihabrá
más de año y medio porque era corregidor entonces en Toro», podemos deducir
que esto tuvo lugar en 1556, dos años escasos después del dialogo con Carranza.
Para análogas referencias en D. Carlos, I, 32 r-v.
350
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGOKAS
[36]
porque si el arcobispo estava en ello e hablase a la marquesa, hecho
eslava y el Rei vernía a dar en ello» ". El 23 de julio volvía sobre la
reunión Isabel de Estrada para decir que también asistieron a ella
Juan de Vivero y su mujer, que don Carlos de Seso dijo que al fin
de su entrevista con Carranza, éste «le abrasó e besó con mucho regozijo e mucho amor», y que fray Domingo de Rojas insinuó que hacía
diez años que había tratado con Carranza acerca de la justificación y
el purgatorio y «que por entonces... no le avía dado crédito» ".
El 13 de agosto se pidió ratificación jurada de todas sus declaraciones a Isabel de Estrada, ya que de ellas sacaba el fiscal materia
de acusación oontra todas las personas citadas, y aun contra otras que
no aparecían en la declaración, pero sí constan en la ratificación
—¿como posibles contertulios de casa de Cazalla?—, como Juana de
Silva, Francisco de Vivero, Juan de Ulloa, Cristóbal de Ocampo, Constanza y Cristóbal Vivero. Se ratificó en sus deposiciones la encarcelada, pero quiso eximir de toda culpa a su hermana Ana de Estrada,
quien fue llamada a la reunión «por muger callada», pero no se juntava con el grupo, sino que al oírles hablar los reprendía porque «se
metían en cosas que no entendían». Tampoco estaban en error Catalina Becerra, Sebastián Rodríguez, ni Daniel y Antón Domínguez. Así
tenemos noticia exacta sobre el grupo íntegro, puesto que «no avía
más perssonas en la comunión de casa de Pedro de Cazalla que tiene
declaradas» ".
Sólo resta por decir que la infortunada mujer esperaba con ansia
la llegada de Carranza de Flandes esperando que había de remediar
aquella penosa situación. Lo declaran Pedro González de Mendoza,
alcalde de los presos de la Inquisición y el licenciado Pedro de Gálvez,
médico de su majestad y del Consejo de la Inquisición. Ambos habían
visitado juntos hacia el 25 de agosto a María de Miranda, monja del
monasterio de Belén, que estaba enferma en la prisión junto con Isabel
de Estrada. Esta les preguntó si había llegado el Arzobispo; González de
Mendoza, «por estar prevenido», repuso que no. A lo que la enferma
mostró su extrañeza, ya que cuando a ella la encarcelaron, el arzobispo
estaba en Burgos, camino de la Corte. Mendoza insistió en que «era
burla y que le engañaban». El motivo de aquella expectación lo apunta
el citado alguacil al decir que la Estrada decía que «ella avía tratado
con perssonas que le daban por author... e que no declaró en qué»".
El médico Gálvez, sin embargo, nos lo revela claramente al decirnos
que, preguntada Isabel de Estrada por qué le preocupaba la venida del
10
I, 24 v-25 r.
I, 25 r-v.
" I, 25 v-26 v. Sobre el grupo entero, cfr. SCHAFER, I, 253-260.
" I. 97 v-98 r.
;1
[37]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
251
arzobispo, contestó: «Que mucho, porque el arzobispo sabría entender
y dar a manos con estos señores.» A los dos días volvieron médico y
alguacil intencionadamente sobre el asunto en el acto de su visita;
el primero Quiso dar una explicación en alta voz para provocar la
reacción de la prisionera: «Dixo este testigo que lo que sería, a su
parescer de este testigo, es que quien algunos herrores le quiso persuadir a la dicha Isabel de Estrada para que ella les diese más ffee e
crédito, le daría por author a frai Bartolomé de Miranda, que es agora
arzobispo de Toledo, para que debaxo de la abthoridad de tan grande
letrado y tan grande christiano, le pudiese mejor engañar. E que la
dicha Isabel de Estrada no respondiendo de el todo formalmente que
era ansí, virtualmente por meneos e palabras no formadas le paresce
a este testigo que quiso dar a entender que era ansí, y que formalmente dixo que otros muchos sabían de esto» ".
Declaraciones de doña Francisca Zúñiga
Existe una pregunta de fórmula que cierra indefectiblemente todas
las deposiciones inquisitoriales, por la cual se interroga si se declara
o delata por odio. Casi unánimemente y con idéntico estilo protocolario se contesta negativamente. El caso de doña Francisca de Zúñiga
es excepción: «de los dichos fray Domingo e doña Beatriz no dexa de
tener hodio a ellos por averia engañado» ". Que en este supuesto su
engaño fue muy adelante lo demuestra su compleja implicación en
toda la red o círculo cerrado que venimos conociendo. Pasan de doce
las declaraciones recogidas en el tomo del proceso de Carranza, sin
perjuicio de que fueran bastantes más; y, además, son muy variadas
las cuestiones que en ellas se reflejan. Lo que le faltaba de cabeza le
sobraba de vanidad, charlatanería y afición a la intriga. De ahí que
figuren más de dieciséis personas nominalmente en el acta de ratificación, que llegase a denunciar a sus familiares, e incluso que se entretuviese en el reconocimiento minucioso de los autores de escritos
espirituales que circulaban por los conventos. Su testimonio resulta
muy interesante y revelador, pero ha de ser examinado con gran
cautela.
Comienza por confesar que ella ha dicho ante doña Catalina Ortega
y ante las monjas de Belén que algunas veces se confiesa por cumplimiento, esto es, sin necesidad de ello por hallarse sin falta grave. Ello
lo hacia por consejo de Carranza, quien le dijo «que quando no tuviese
'« I, 97 r.
7í
I, 17 v.. en ratificación del 23 de agosto.
252
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
T38J
pecado mortal, que podía comulgar sin confesarse» ". Hacía ocho meses—dice el 30 de junio—que trató con Juan Sánchez y quiso denunciarlo por su doctrina escandalosa acerca del purgatorio. Mas enterado
Pedro de Cazalla, vino a visitarla y narrándole la historia del encuentro de Carranza con don Carlos de Seso, le convenció de que «no era
artículo de ffee», pues el mismo Carranza le disuadió de denunciar,
afirmando que «no era menester venir en tantas particularidades» :;
Meses mas tarde dirá que ella comentó esta noticia delante de las
monjas de Belén, haciéndolas creer que el arzobispo mantenía estos
errores ".
El 13 de julio abrió un nuevo capítulo acusatorio, en el que trajo
a colación a fray Domingo de Rojas. Este, que vino a casa de su
hermana, la marquesa de Alcañices, después de la Navidad del 57, se
entretuvo en conversación con la declarante en el Oratorio de doña
Leonor de Vivero. Francisca de Zúñiga le preguntó si Carranza participaba de aquellas novedades, y fray Domingo respondió «que en algo
dello estava, aunque le faltava mucho para seer christiano e que no
se acordava que le huviese señalado en qué cosas estava y en qué
cosas no». Quizá entonces mismo le descubrió fray Domingo su propósito; una vez venido a España el arzobispo, «se hiria con él e le confirmaría o travajaria de confirmarle en estas cosas» ".
Entre las monjas de Belén, «certificadas en que no avia purgatorio»,
y conocedoras de las incidencias de Carranza y don Carlos por confidencia de Cazalla, se discutía si el arzobispo era «christiano». La
Zúñiga les certificó que «no creya que estava en todo ello porque asi
se lo avía dicho fray Domingo, e que un libro que agora avia hecho el
dicho fay Bartolomé de Miranda mostrava no estar en todas cosas de
estas, el qual libro está en poder de la marquesa de Alcañices ". Evidentemente el libro es el famoso Catecismo, que como podemos apreciar, no era considerado por los interesados como obra claramente representativa de sus ideas torcidas.
Otra noticia que abría una nueva pista refirió Francisca Zúñiga al
relatar un recuerdo familiar, en él se presentaba su padre como fiel
discípulo de Carranza: «Se acuerda que antes que fallesciese el padre
I, 14 r-v. SCHAFER, I, 244-5 y III, 732-740.
I, 14 v-15 r.
I, 21 v-22 v. Declaración del 7 de noviembre.
I, 15 r-v.
I, 15 v-16 r. Conviene tener presente que existen dos mujeres en esta
declaración con el nombre de Francisca Zúñiga: la beata, hija del licenciado
Francisco de Baeza, fue condenada en el Auto del 21 de mayo de 1558 a cárcel
y hábito perpetuos; la hermana de doña Catalina Reinoso y monja de Belén, lo
fue en el del 8 de octubre de 1559 a sambenito, cárcel perpetua y confiscación
de bienes. Cfr. MENÉNDEZ PELAYO, o. c., pp. 424 y 437.
[39J
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
253
de esta confesante, licenciado Vaca, que era al tiempo que el maestro
írai Bartolomé de Miranda leya en aquel colegio, que tenya con él
mucha comunicación e que oyó dezir al dicho licenciado su padre que
el dicho frai Bartolomé de Miranda leya a Esaías, e que el dicho licenciado le oya algunas vezes e que después le dezia que dónde hallava
tan buenas cosas como dezía en la lectión, e que él avía estudiado
tanto como él e no lo hallava. Y que el dicho frai Bartolomé de Miranda se le reya e no le dezía nada». Pero fray Juan de Villagarcía
le reveló que Carranza «tenía una obra de Luthero sobre aquellos
prophetas de donde sacava aquellas exposiciones, e que aquella obra
contenia muchas cosas buenas, pero que no era libro de fiar de todos,
porque al mejor tiempo hechaba la ponzoña» ".
.
Una familia devota: el conde de Buendía
•
A la ya revuelta madeja de la pequeña secta vallisoletana le salía
un nuevo cabo, totalmente extraño, gracias a la delación «por descargo
de su conciencia» de un dominico oscuro, llamado fray Vicente Palatino, presentado en Teología, del monasterio de San Nicolás, en
la isla de Cursóla. El chisméenlo procedía de Flandes, donde por la
cuaresma pasada se encontraba el citado padre. Por confesión de dos
criados del Rey pudo saber que habían dejado de rezar Pater noster
y Ave María a los santos porque les disuadió de hacerlo fray Bartolomé de Carranza. Tachó de error la práctica el confesor y les dio su
explicación conveniente: «les declaró de esta manera, que dezir paternóster a sant Pedro, que es inproprio hablar, e principalmente las
oraciones se hazen a Dios e se ofrecen segund la devoción de cada
uno en reverencia de tal santo». Habló fray Vicente con Carranza sobre
el particular, y éste le dijo que le parecía impropio, aunque no malo,
rezar padrenuestros a los santos y que asi lo había escrito «en el libro
que ha hecho en romance de sacramentis», que no es otro que el Catecismo. Pero fray Vicente, que iba a Sevilla con negocios del rey y
se detuvo en San Pablo de Valladolid, acaso al saber que se citaba
el nombre de Carranza entre los procesados, quiso descargar su timorata conciencia, cumpliendo con ello el juramento que hacían los presentados de la Universidad de Bolonia de «descubrir e manifestar todo
aquello que supieren, vieren y entendieren, que es contra nuestra sancta
f f ee catholica» ".
Probablemente hemos dado en la pista de los penitentes asustadizos
de fray Vicente. Don Pedro Ponce de León, obispo de Ciudad Rodrigo,
I, 18 r-v.
I. 95 v-96 r. En el f. 86 r-v. está la ratificación. Cfr. t. IX. fí. 524 ss.
354
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[40]
visitando en Dueñas a don Juan de Acuña, conde de Buendía, pudo
darse cuenta en el curso de la conversación que sus hospitalarios amigos ponían reparos en rezar padrenuestros y avemarias a los santos,
precisamente por influjo de Carranza. No contento con corregirlos de
palabra, los convenció de que habían de declarar ante la Inquisición,
y obtenida la necesaria comisión del arzobispo Valdés, el 10 de abril
de 1559, sometió a minucioso interrogatorio a toda la íamilia. Primero
declararon el conde y la condesa. Luego sus criadas Elvira Xuárez,
María de Santiago. Magdalena de Morales; y Pedro de Valdés, Juan
Bautista de Aza y Rodrigo de Ocáriz, capellán, mayordomo y camarero,
respectivamente, de los condes. Sus prolijas declaraciones vienen a resumirse en lo siguiente: Todas las mujeres de servicio de los condes
oyeron leer el Catecismo de Carranza; probablemente lo leerían en
familia. Valdés, Ocáriz y Aza lo leyeron; este último lo poseía así,
como también el Enchiridion de Erasmo. En esta lectura supieron que
el arzobispo decía que el Páter y el Ave eran oraciones que propiamente se dirigían a Nuestro Señor y Nuestra Señora, y que a los
santos habla de invocarlos con las oraciones propias de cada uno,
como, por ejemplo, se hacía en los libros de Horas. Aunque Ocáriz no
hizo caso de ello y Magdalena Morales fue corregida por su confesor,
el franciscano Manzanedo, todos dejaron de rezar a los santos con
esas fórmulas, no de invocarlos por intercesores. Comentando entre si
esta actitud, un hermano de Elvira Xuárez, a quien se designa con
el nombre de Linuesa. se escandalizó de ello, y por salir de sus dudas
lo consultó abiertamente con el arzobispo. Este se presentó entonces
en casa de los condes, sabedor de aquellas incertidumbres, para certificar que era verdadero lo que había escrito en su libro y «que era
verdad que no se avía de dezir al santo el paternóster, porque las palabras de él no pertenescian al santo; ansí mesmo las palabras de el
avemaria no pertenescian a la santa, sino a Nuestra Señora» ".
El resultado fue que todos rectificaron—no abandonaron—sus fórmulas piadosas para con los santos, dado el gran crédito que otorgaron
a las palabras del arzobispo. Incluso el conde de Buendía llega a decir
que «cree que muchos de los criados de el Rey e muy principales de
casa no lo rezan porque les ha visto alabar mucho el dicho libro
de Cathechismo e tener gran deboción a la perssona de el dicho arcobispo de Toledo» ". Pero, amonestados ahora por el prelado, todos prometían volver a sus antiguas prácticas y tratar de difundir la idea.
'* Asi Elvira Xuárez. I, 117 r.
" I, 115 v. Entre los caballeros cortesanos citados menciona a Francisco Manrique, caballerizo del Rey. Es de notar que varios testigos aluden al crédito que
les merecía el arzobispo para justificar su conducta. Según el conde, el mismo
Don Felipe leyó la obra (I, 115 v.). El clérigo Valdés dice, «por al crédito Que
[41]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
255
Carranza llega a Valladolid
El 24 de junio zarpaba de Namur con destino a España y a su
sede toledana el nuevo arzobispo de Toledo. Tras cinco semanas de
agitado navegar, y después de haber tocado en puertos ingleses, llegaba
a Laredo el primer día de agosto. Siguiendo una ruta semejante a la
que poco tiempo antes siguiera Carlos V camino de Yuste, el arzobispo
llegaba a Valladolid la antevíspera de la Asunción. El recibimiento en
la capital castellana no pudo ser más honorífico: le salló a recibir el
condestable don Pedro Fernández de Velasco con muchos caballeros.
Todo este séquito lo acompañó al convento de San Pablo, donde fue
recibido triunfalmente y a los sones del Te Deum. Pero antes tuvo su
visita de cortesía a Palacio para saludar a la gobernadora del Eeino,
Doña Juana ".
Portador de secretísimos mensajes de Telipe II para su padre el
emperador, Carranza traía, además, normas precisas de actuación contra los tortuosos modos de penetración en España por parte de los
luteranos que él mismo descubriera en Flandes. Así, pues, nos lo dice
él mismo, «se juntó muchas vezes por mandado de la señora princesa
de Portugal con los del Consejo de Estado para tratar del remedio
que era necesario ponerse contra los hereges que se avían descubierto
en Sevilla y en este pueblo, en lo qual el dicho Rmo. de Toledo dio su
todos tenían de la vida e letras de el dicho arcobispo» (I, 120 v.). Elvira Xuárez,
«por el crédito que esta declarante y los demás davan al dicho arcobispo»
(I, 117 v.). Las declaraciones integras de esta familia se encuentran ordenadas
como sigue : Conde de Buendia, 114 r., 15 v.; Francisca de Córdoba, Condesa de
Buendia, 115 v-117 r.: Elvira Xuárez, 117 r-118 r.; María de Santiago. 118 r119 r.; Magdalena Morales. 119 r-120 r.; Pedro de Valdés, 120 r-121 r.; Juan
Bautista Aza, 121 r-v.; Rodrigo de ocáriz, 121 v-122 r.; Catalina Solórzano, 122 r.
De los malabarismos ascéticos de estas almas en su culto a los santos, nos
dice la condesa que ella solía rezar el Pater y el Ave y «lo ofrescia... al santo a
quien se quería encomendar para que ofreciesen a N. S.»; pero después de
ser adoctrinada por el arzobispo les rezaba a los santos las oraciones del libro
de Horas (I, 116 v.}. Comentarios análogos oyó a diversos caballeros de la Corte
(I, 117 r.). El conde afirma que dejó de rezar el Pater y Ave a los santos, «ni
tampoco para que las ofreciesen los santos las ha rezado este declarante, sino
solamente suplicalles sean intercesores ante N. S. quando no sabe oración alguna particular para el santo» (I, 114 v.). Son minucias que tienen interés
en los aflos de controversia luterana, ya que reflejan claramente que no se atacaba con esto el culto y reverencia a los santos, ni se ponía en duda su calidad
de intercesores.
Carranza escribió sobre esto en los ff. 375-6 de su Catecismo. En defensa de
su opinión citó más tarde a A. PIGHIO. Controversia, 13." y a D. SOTO, In IV
sont. <t. 45. Cfr. Proceso, II, 276 r. y 345 r-v.
80
SALAZAR DE MENDOZA, Vida y sucesos prósperos y adversos de don fray Bartolomé de Carranza. Ed. de A. Valladares de Sotomayor. Madrid, 1788 pp. 40-6.
Cfr. la carta de Vázquez de Molina al Emperador del 17 de agosto. GACIIARO, o c.,
II, 475.
266
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[42;
voto y parescer cathóllcamente de lo que convenía se hiziesse contra
los tales hereges, mostrando en ello el zelo ferventísslmo de fiel y
cathólico christlano que siempre ha tenido al servicio de la religión
christiana y assí su voto y parecer fue alabado y le siguieron los del
dicho Consejo de Estado» ".
Ignoraba este celoso defensor de la fe que exactamente una semana
antes, el 8 de agosto, en un billete añadido a su carta, la princesa
Doña Juana, instigada en ello por el inquisidor Valdés, ponía en guardia contra Carranza nada menos que al emperador: «Holvidóseme decir
a Vuestra Magestad qu'el arcobispo de Sevilla me dijo que avisase a
Vuestra Magestad qu'estos lutheranos decían algunas cosas del de Toledo y que vuestra majestad estuviese recatado con él cuando fuese.
Hasta agora no hay nada de sustancia; mas díjome que si fuera otra
persona, que le hubieran ya prendido, pero que se mirará más lo que
hay y se avisará a. Vuestra Magestad dello» ". Por lo demás, que no
ignoraba totalmente el que su nombre se encontraba revuelto con el
de los apresados en Valladolid, nos lo prueba el hecho de que por dos
veces intentara, en visitas de cortesía al inquisidor Valdés, tratar a
fondo de su Catecismo, sin que sus protestas de ortodoxia y sumisión
consiguieran arrancar una palabra a su interlocutor".
Bien es verdad que Valdés afirmaba que no había «nada de sustancias» contra Carranza; pero creo que más era una medida de prudencia con el fin de no alarmar el clima cortesano y la paz de Yuste.
Ni siquiera tn la ratificación de las acusaciones que contra innumerables testigos había hecho Francisca Zúñiga, aparece el nombre del
arzobispo". Valdés, sin embargo, continuaba pacientemente su labor
en busca de las cabezas de la hidra, y no se apresuraba por actuar
contra Carranza. Era mucho bocado el arzobispo de Toledo para que
no hubiere de preparar perfectamente la dentellada.
Mientras Carranza actuaba y daba sus pareceres en el Consejo de
la Inquisición, proseguían las audiencias de los reos. Exactamente por
aquellos mismos días reanudaba sus declaraciones fray Domingo de
Rojas, el discípulo del arzobispo, y con su confusión acostumbrada
arrojaba sombras y luces en una deposición que había de dar mucho
juego a los inquisidores. «Dixo que habrá diez e seis años poco más
o menos [luego en 1542] que estando en Alcañices con frai Bartholomé
de Miranda, y tratando él con este confesante de la passión de Christo
" Cfr. mi artículo Cortos V y Bartolomé de Carranza, en «Principe de Vlana»,
tle Pamplona, XIX (1958), 39 ss.
87
GACHARD, II, 461. Esta noticia pudo influir decisivamente en las relaciones
<le Carlos V y Carranza. Cfr. art. cit., pp. 45-7.
" Proceso, XII, 288 ss. y VIII, 253 r., 4 r.
" I, 16 v-17 r. Es del 23 de agosto de 1558.
[43]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
257
y de la eonflanca que devíamos tener de nuestra salud por él, le dixo
este confesante que este confesante todavía tenía e que creya primero
aver de pasar por purgatorio. E que el dicho frai Bartolomé de Miranda le respondió: Mal año para el purgatorio. Vos no estáis agora
abil para esta philosophia. E que entonces no pasó más e no estava
nadie presente. E que este confesante lo ha referido después a algunas
personas, a quien no se acuerda a quien, e que después acá que este
confesante le a hablado en lo de la Justificación, siempre se lo ha
declarado en sentido cathólico. E que estando en Trento en el Concilio
aún fue notado de demasiado en querer sustentar que la Iglesia Romana tenía más abthoridad que el Evangelio e que por esto se creya
el ebangelio, porque tenía abthoridad de la Iglesia Romana e que los
más cathólicos de acá no tienen esta oppinión» ".
A los tres días, el 23 de agosto, quiso puntualizar mejor sus palabras
juradas y ratificadas fray Domingo, diciendo que Carranza le dijo Mal
año, pero que no recuerda que hubiese añadido para el purgatorio.
Recibió a cambio de aquel aparente escrúpulo una seria reprimenda
de los inquisidores: «Fuele dicho que siempre mire lo que dize en juizio,
porque las bariaciones e contradieiones causan muchos inconvenientes
e ofúscase por ellos la verdad, que es lo que principalmente se dessea
saver en este Sto. Offlcio, e por tanto deve mirar en lo que díxlere
que sea muy pesado e mirado» ". Así de fino hilaban los inquisidores
en el asunto.
Un sermón de Carranza, objeto de comentarios
El domingo, día 21 de agosto, Carranza ocupaba la sagrada cátedra
en el convento de San Pablo. Acaso fue una invitación de cortesía lo
que le animó a dirigir su inflamada palabra, bien conocida para el público devoto de Valladolid. El sermón, pronunciado ante los Príncipes,
fue un comentario del evangelio del día, del cual entresacó como tema
la frase siguiente: María autem meliorem partem eleglt quae non auferetur. (Lúe. 10). El proemio de la pieza oratoria es una justificación
de su intervención como predicador; para ello tiene un nuevo título,
que es el de ser arzobispo de Toledo. Esto le obliga a continuar con el
ministerio de la palabra que lo ejerce desde hace veinticinco años.
Habla a continuación de la vida contemplativa y activa, que representan María y Marta, para luego extenderse largamente acerca de la
•• Fue el 20 de agosto de 1558. I, 42 r-v.
I, 43 r. Rojas añade que Carranza le dijo aue «pensaba irse derecho al
cielo» y concluye que «por sospecha ni por pensamiento entendió nunca Que
el dicho maestro Miranda tuviese cosa que no fuese muy cathóltca».
Anthologíca
17
01
258
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGOHAS
[44]
mejor parte que escogió María. La vida entera es una constante opción
entre los bienes eternos y los perecederos: «Todo lo que está de la
luna abaxo es polvo e ceniza, e reinar, mandar, señorear, riquezas,
potestades e todo lo que encima de la tierra es, ¿qué es sino miseria?
Otro mundo ay donde están las riquezas soberanas, la posesión eterna,
donde ay vida sin muerte, alegría sin tristeza... E no piense nadie que
la sustancia de el Rey e la de el Papa e la de el Emperador e la de
el villano rústico no es toda una, que sí es. Bien es verdad que las virtudes e dignidades son diferentes» ". Anima a sus altezas y a todo el
auditorio a buscar primero el reino de Dios, a tender hacia la mayor
perfección cada uno en su estado y con sus responsabilidades.
En este punto del sermón, al hablar de los deberes públicos de los
gobernantes, hizo una alusión general al problema de los herejes, que
poco a poco fue precisándose hacia el caso entonces rusiente de Valladolld. Dice así el largo trozo: «Quiero dezir, Vuestras Altezas, que
nunca en la Iglesia de Dios faltaron tiranos e hereges, e de mi puedo
dezir que he estado entre ellos catorze años e todo su negocio es Christo e hablar de Christo; e vistas sus obras no tienen parte en Christo,
porque todas sus negociaciones no son sino mañas, y el officio de estos
es procurar de batir las fuercas e romper los muros para dar el asalto.
Pero assí como quando los enemigos han rrompido un liengo de la
muralla o han hecho un agujero en ella, el remedio es que los maestros e officiales tengan mucho cuidado de remediar e soldar aquel
daño, como hombres que les va en ello la vida e la honrra, que la
piedra que quedó quebrada e la que desportillada, otras quedaron fuera
su lugar, travajar de manera que quede el muro como antes e si mejor,
mejor. Este es el officcio de los reyes e de los perlados e de los governantes: remediar la parte más frágil e más flaca. E éste sea su officio
e el pueblo calle su boca» ".
Lo que • corresponde al pueblo es renovar su vida, intensificar su
piedad y el ejercicio de la oración y las virtudes, sin miedo a ser tachados de alumbrados: «No tengo de dezir que todos los que por horden
de vuestros confesores os confesárades e comulgárades cinco o seis
o más vezes al año, no solamente lo dexéis, mas con muy mayor
" I, 134 v. y 135 v. El texto completo del sermón, I, 133 v., 138 r. Martín de
Gaztelu, secretarlo del Emperador, adivinó un cambio en la disposición de éste
para con Carranza y confiesa que «la causa porque tiene dicho que estava advertido fue porque la Srma. Princesa de Portugal avía scripto al Emperador su
padre algunas cosas tocantes a lo que so dezía y entendía de un sermón que el
dicho arzobispo predicó en Valladolid en que tracto de los lutheranos». Proceso, IX,
476 v. También refiere Gaztelu que llegaron rumores a Yuste de que el arzobispo,
preguntado
por cierta persona si había purgatorio, no resolvió la pregunta.
91
I, 136 v. Ideas semejantes expuso Carranza en el sermón de entrada en
Toledo, cuyo borrador se conserva en el manuscrito de la Biblioteca Vaticana.
Vat. tai., 13.238. f. 215 r-v.
[45]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
259
esfuerce de aquí adelante lo devels continuar, e quanto más público
tanto mejor será e más exemplar. ¡Oh, señor!, me dirán: que soy
hipócrita e aun peor. Que no se engañe nadie, no; que esta es la
verdadera electión que los hombres han de hazer en este siglo e este
es el camino claro e verdadero y que va a la vida eterna. Quiero dezir
a Vuestras Altezas de lo que yo me acuerdo: habrá treinta años que
se lebantó una secta de los alumbrados e venía ya el reino en tanta
perdición, que estando un christiano delante del sacramento, tacado
de rodillas, fue llamado a juizio público e acusado. Veis aquí cómo por
tiempos pierden los nombres su decoro e renombre. Sea, pues, el remedio para soldar e remediar los males e daños passados que si dávades hasta aquí limosnas, esso mesmo de aquí adelante. Que si rezávades
quatro horas, de aquí adelante mejor. Que si teníades quenta con los
pobres e con los ayunos, muy mejor de aquí adelante. Que si érades
amigo de buenos libros e de santas conversaciones, de tal manera
hordene cada qual su casa que sea exemplo a sus vezinos e al pueblo,
que están escandalizados con la batería passada de los enemigos»"
Termina el sermón con una cálida exhortación a participar plenamente de la Pasión de Cristo. Muchos parecían tropezar en las expresiones de Carranza cuando hablaba de este tema y por eso es preciso
recoger y pesar todas sus palabras, sin dejar una última finísima alusión a los sucesos de Valladolid que ensombrecían un tanto su ufanía
y presunción religiosas: «Luego hallaréis un consuelo en vuestras almas que procede de aquel costado abierto de Christo Nuestro Señor.
de donde tomaron balor los sacramentos. De allí procedió el rescate de
nuestra justicia e de nuestra redemptión e de nuestra salvación. Dezldme, christlanos, si Nuestro Señor padesció por un hombre solo, ¡en
quánta obligación quedava el miserable hombre! Pues no dubde nadie,
sino que fue tanto lo que Dios amó al mundo e al hombre, que si uno
sólo huviera, con tanta liberalidad lo hiziera, como por salvar mili
mundos. E assí como este río Pisuerga lleba agua para todos los vezinos
de Valladolid e para todos los comarcanos e cada uno tanto más se
aprovecha de esta agua quanto mejor e mayor vasija lleba; el que
lleba una tinaja, lleba agua para su casa, y el que un cántaro, menos;
e si un baso, mucho menos. De esto entenderemos cómo el costado de
Christo Nuestro Señor fue un río e piélago para todos los que quisiesen
bever a aprovecharse de él. Las basijas son los sacramentos. E assi
por el baptismo somos absueltos a culpa e pena. Ya podría seer que
fuese tanta la contrición de un peccador que bastase para labarle e
I, 131 r-v.
Ü60
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGOItAK
[46]
absolverle de la misma culpa e pena, aunque esto acaesce muy pocas
vezes, mas digo puede acaescer.»
«Ya aveis oído lo que os e predicado e con esto acabaré. Pocos años
ha que pasando yo por aquí entendí quanta ufanía e presunción fuese
la que esta provincia tuviese de limpiega de lutheranos e de otros herrores, e también la veo agora por lo que me han dicho de la manera
que podéis entender. ¡Ea, pues, ya! Esforcémonos en Chrlsto Nuestro
Señor e con vivo e determinado ánimo tratemos de elegir acá la suerte
de el cielo; que haziéndolo assí, aquella sangre e piélago de el costado de el Señor será con nosotros aquí por gracia e allá por gloria
ad quam nos perducat qui cum Patre et Filio et Spiritu Sancto» ".
Dos días después del citado sermón comparecían ante la Inquisición
los franciscanos fray Bernardino de Montenegro y fray Juan de Menceta. Ambos depusieron en contra de Carranza por razón del sermón
referido, a eludiendo expresamente al pasaje ya citado de la defensa
del muro abierto. De sus declaraciones podemos deducir que el texto
del sermón, copiado en el tomo I del Proceso de Carranza, no es completo, sino más bien un guión amplio que había de ser desarrollado.
Montenegro cita los párrafos indicados poniendo particular énfasis en
la alusión a los alumbrados, en que usase el término de fieles por el de
siervos de Dios, en el que recomendase benignidad y hasta dijese la
palabra misericordia respecto a los apresados por herejía y el que tratase del tema de la justificación y citase a San Bernardo acerca de las
obras «que fue muy fuera de propósito e le ofendieron a este testigo
conforme a los tiempos que andamos, e que algunas proposiciones,
aunque sean cathólicas, no se an de dezlr por no coincidir con las
heregías que andan en este tiempo» ". También Menceta, joven fraile
de treinta y tres años «vino muy desconsolado de algunas cosas que
oyó en el dicho sermón»: el derrocarse de la ufanía española por aquel
entrársenos la herejía por el portillo, la necesidad de usar de misericordia, el deber de reformar la vida dejando de lado el fantasma de
los alumbrados. Igualmente recalca Menceta que el predicador dijo «que
el pueblo no se entrometiese en esto, porque esto era de los officiales
de remediar, sino que el vezino al vezino si le viese flaquescer le fortificase, porque Su Magostad es tan christiano que aunque todos los
officiales faltasen, que no faltarán, él sólo lo defendería» ". También
su escándalo era fruto de la prudencia extrema y no consecuencia de
Tj
* I, 137 v-138 r. Sobre este sermón, del aue habla Carranza en la pregunta n.* 30 del Interrogatorio de Indirectas (Vat, Lat., 13.138, f 230 r-v.), declararon más tarde muchos testigos, cuyos testimonios no recojo en este lugar.
" I, 131 r-v. La ratificación en el t. IX, í. 22 v.
•" I, 132 v-133 r. La ratificación en el t. IX, ff. 17 y s.
[47]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
261
esctricta herejía: «le páreselo mal segund el tiempo, e que era en
alguna manera en fabor y en abono de los que están presos en la
Inquisición, a parescer de este testigo; mas que cosa de heregia no le
oyó este testigo»". ¡Los tiempos que andamos! Esta frase, que nos
revela la hipersenílbilidad religiosa del momento, no puede ser, sin
embargo, el recurso mágico que explique las actitudes. Después de todo
pocos podían conocer los tiempos y sus dificultades como Carranza,
que vivió entre herejes catorce años—como él mismo dice—y podía
ver con mayor justeza que nadie la línea divisoria entre lo condenable
y lo razonable. En el hervidero de Valladolld sus palabras serenas y
firmes disonaban y se prestaban a la peor de las Interpretaciones.
Frente a aquel incipiente foco de herejía, él reafirmaba su fe en Cristo
sin renunciar a una sola coma, la necesidad de una sana reforma, el
miedo al desbordamiento de la pasión popular exarcebada, y la confianza en la mano templada, justa, pero misericordiosa, de la autoridad
competente.
El doctor Agustín Cazalla
El 25 de agosto, Fernando de Sotelo, hermano de uno de los presos
del círculo de Toro, llamado Pedro de Sotelo, manifestaba las palabras oídas hacía escasamente un año a su hermano, «que los hombres
no avían de confiar de sus obras en aquel passo de la muerte, sino
ofrescerse en la Pasión de Ihesuchristo, e que no pensasen que por
sus buenas obras solas se avían de salvar». A lo que Padilla añadió
que decía el arzobispo de Toledo «que al tiempo de su muerte avía de
hazer llamar un escrivano e pedllle por testimonio cómo renegava
de sus obras» ". Pocos días después, el 3 y 4 de septiembre, González de
Mendoza y Calvez, alcalde y médico, descubrían el ansia con que Isabel de Estrada esperaba desde su cárcel la llegada de Carranza, que,
sin ella imaginarlo, estaba ya en la ciudad cortesana1".
A fines de septiembre se sumaba a la lista de los que comprometían
a Carranza, nada menos que el doctor Cazalla, predicador de Su Majestad "".
Al responder a los testigos de publicación, adivinó que era fray
Domingo de Rojas la figura central de la acusación. Según ésta, se
" I, 133 r-v. Acaso esta impresión hay que enlazarla con el rumor esparcido
en Yuste de que el arzobispo habla «visitado y hablado en favor de la marquesa
de Alcañlces». Art. cit., p. 47, nota 73.
" I, 98 r.
'•• I, 96 v-98 r.
111
SCHAFER, I, 234-6 y III, 806-9.
282
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[481
complació sumamente Cazalla en la cuaresma pasada al saber que su
interlocutor estaba en los errores luteranos e insinuó que él hacía años
que estaba en ellos «desde que avía venido de Alemania» con gran
tesoro de entendimiento sobre estas cosas. Además de apuntar el origen de sus ideas, Cazalla manifiesta que Rojas «se alababa que lo sabía
de fray Bartholomé de Miranda diez años avía o honze, e que lo que él
dezía era que abrá este tiempo que avía tratado e platicado con el
dicho fray Bartholomé de Miranda» '". Ya sabemos, por confesión suya,
que la vanidad empujó a Rojas a autorizar su postura con el nombre
del arzobispo y a pavonearse de antigüedad en sus descubrimientos
protestantes.
Kn otro de los capítulos de acusación supo descubrir la mano de
Francisca Zúñiga y a ella quiso desenmascarar. Afirmó que la base de
la acusación era la visita doble al monasterio de Belén, pero que Francisca Zúñiga era «discípula» de Rojas y de Carranza, «a cuya quenta
se puede hechar todo, e no a la de este confesante; e que suelen los
frailes hechar las piedras e esconder las manos», y, además, mostraba
espíritu de venganza por razones personalísimas que luego dirá. Para
probar lo primero, dice Cazalla que la doctrina de la justificación la
aprendió Francisca Zúñiga no de él, sino, según propia confesión, de
Bartolomé de Carranza, a quien tenía gran veneración su padre, Antonio de Baeza. Al punto de la muerte expresó su sentir con frase
como esta: «Señor. Por todos los peccados que contra Vos he hecho,
os presento la muerte de vuestro hijo; con esto no os debo nada.» Al
morir, en 1557, un hermano de doña Francisca, llamado Juan Zúñiga,
aquélla le refirió el espíritu con que murió su padre «e con las mesmas
palabras le esforeaba a morir; e el hermano le dixo: ¡Cómo, hermana!
¿Y esso me teníades encubierto? ¿Por qué no me lo avíades dicho? E
muy contento murió» "". La interpretación que por cuenta propia daba
de estos hechos doña Francisca, afín, pero independiente de la de
Cazalla, era «que aquellas palabras sonaban pagar la debda con la
muerte de lesuchristo; e en dezir con esto no os debo nada, entendía
que no avia que purgar después de la vida» "". Que no andaba recatada en divulgar su descubrimiento doña Francisca se deduce del
hecho de que hubiese comunicado por Navidad a Cazalla y de que éste
le hubiera oído hablar «muchas vezes» de la materia en Valladolid, en
casa de doña Leonor de Vivero'".
'" I, 99 r.
I. 99 r-v. Cír. I, 100 r-v.
I, 100 r-v.
I, 99 v. Sin embargo Francisca Zúñiga ratificaba sus declaraciones contra
Cazalla y Vlbero el 23 de noviembre de 1558. I, 18 v., 19 r.
101
104
101
[49]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
263
El punto segundo, esto es, el espíritu de venganza que mostraba
en estas acusaciones doña Francisca, queda suficientemente explicado,
si no probado por incidentes familiares entre las familias Baeza y Cazalla respecto a la unión matrimonial de sus vastagos. Dice asi Agustín
Cazalla: «Doña Francisca de Zúñiga, hija de Antonio de Vaega, el año
que yo partí para Alemania, que fue el de XLIII, la quería mi padre
casar con Gonzalo Pérez, mi hermano, e estando todos de acuerdo,
yo lo estorbé e creo ella lo entendió. E la causa que tube para ello
[es] aver su padre en este Sto. Officio preso. Cobróme tanta enemistad
que le ha durado hasta agora e juntas ella e doña Beatriz con las
colores que Imaginaron, me labantaron un testimonio, de el qual quedaron ambas confusas quando hallaron que era mentira. E siempre ha
andado conmigo calumniándome e de sus presunciones haziendo ffee
contra mí e como tengo respondido en la respuesta sumaria, ella me
ha confesado que ella e su padre avían entendido de cierta perssona
religiosa lo que a mí me imputa en sus dichos, a la qual como a tal
enemiga recuso...»1". Amores rotos y por escrúpulos de limpia fama,
abriendo sima de enemistad entre el doctor Cazalla y Francisca Zúñiga. Como saldo de esta rencilla femenina queda patente que Alemania arrojó el germen luterano en el alma del predicador, y Rojas con
Carranza transtornaron el alma de doña Francisca.
Doña Francisco Zúñiga y la casa de escritos carrancianos
En diversas declaraciones habidas durante el mes de octubre, doña
Francisca de Zúñiga facilitó a los inquisidores un camino totalmente
inédito en los capítulos de acusación contra Carranza. Hasta aquel
punto, cuantos lo mencionaron, citaron siempre expresiones o palabras equívocas, cuyo sentido y apreciación en tantas ocasiones dependía de la consistencia mental de quienes las escucharon. Mas ahora
se levantaba el velo que cubría la actividad literaria espiritual del
arzobispo, la fronda abundante de sus escritos. Aun cuando en su
mayoría fueran inéditos, no era difícil el dar con ellos, pues habían
sido botín codiciado entre los espirituales de Valladolid. «Verba volant,
scripta manent», dice el adagio antiguo. También en este caso la atención de los jueces se centrará sobre las frases escritas que hallen en
los papeles de Carranza. Su enjuiciamiento teológico en sus censuras
parecerá tener así una base más firme y clara y el cuerpo del delito
unos perfiles más definidos, aunque, preciso es confesarlo, base y per"• I, 100 r.
264
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGOIÍAS
[50]
files serán no pocas veces castillos construidos en el aire por el fiscal
con las más torcidas intenciones.
El 5 de octubre decía Francisca Zúñiga que hacia unos nueve años,
cuando Carranza era prior de Falencia, vino a Valladolid y le manifestó que había compuesto una obra acerca de los Artículos de la fe
«que era cosa muy buena», y podría proporcionársela en Santa Catalina, donde, en efecto, se lo dio la priora, hermana de fray Domingo
de Rojas. En aquella misma ocasión le dio Carranza una exposición
suya del salmo De profundis. Pero ella misma aclara las cosas al
mencionar a fray Domingo de Rojas, quien le confesó, respecto al libro
de los artículos de la fe, «que él lo avía hecho, e que lo dize para si
en ellos ay herror». Por lo demás, de la relación de amistad que existía
entre los dos dominicos nos habla suficientemente el dato que aduce
doña Francisca: ella y su madre se confesaban desde hacia diez años
con Carranza; pero cuando éste partió para Inglaterra, les aconsejó
que lo hiciesen con fray Domingo, que «bien podía de él fiar de él su
alma», consejo que siguió para su ruina la hija, mientras que la madre
acudió al franciscano fray Francisco de Ñuño Tello'".
El 29 del mismo mes, tras las debidas diligencias, los inquisidores
presentaban a doña Francisca para su reconocimiento dos manuscritos
encuadernados en cuero. En el primero de ellos reconoció la interesada
los «Artículos de la fe», sobre cuya paternidad se expresó largamente:
«Son los artículos que segúnd tiene declarado le dixo el maestro Miranda que él avía hecho y que leyese en ellos, e que después le dixo
el dicho frai Domingo que él los avía hecho e porque tuviesen más
crédito avian dicho que los avía hecho fray Bartolomé de Miranda.
Y que los dichos Artículos le dio doña Marina Sarmiento, monja en
Sancta Catalina para que los trasladase, e que esta confesante los hizo
trasladar a un criado de casa de su madre que se dezia Castillo que no
sabe dónde está, y que acavados de trasladar le bolvió a la dicha
monja el dicho libro. Y que es verdad, que porque una vez que este
testigo no los pudo pedir a la priora, se lo dixo a fray Juan de Villagarcia que los huviese, el qual se los huvo e se los dio a esta confesante.
E que acavados de trasladar segúnd tiene declarado se los bolvió al dicho fray Juan para que los bolviese a la dicha monja, e que no save
de cuya letra era el dicho libro original. Y que el dicho fray Juan de
Villagarcía dixo a esta confesante que aquella obra hera hecha de el
dicho maestro Miranda, aunque la dicha doña Marina le dixo que lo
avia hecho el dicho fray Domingo. Y que se acuerda que el dicho fray
Domingo estando en casa de su madre de esta confesante en el oratorio de su madre e delante de fray Alonso de Castro, que fue prior
I, 17 v-18 r.
[51]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
265
en esta casa, le dixo que él avia hecho la obra e los dichos artículos ""
No cabe, pues, duda de la paternidad de Rojas sobre los escritos; también podemos pensar que Carranza los aprobaba, al autorizarlos con
su nombre.
No menos interesantes son las noticias sobre el resto del contenido
del manuscrico. Un sermón sobre el amor de Dios, que le dio doña
Francisca Ortega, mujer de Diego López de Zúñiga, tío de doña Francisca, diciéndole que era del arzobispo y que lo había predicado en
Santa Catalina. Una exposición del salmo Quam dilecta, que se lo dio
a copiar la misma Francisca Ortega, como escrito por Carranza a petición suya, asi como un sermón sobre el salmo Super ilumina Babylonis.
Otro sermón sobre el modo de oír Misa, se lo dio Juan Ortega, hermano de doña Francisca, diciéndole que era de Carranza y que lo había
predicado en Santa Catalina. No se acordaba quién le dio otro sermón
sobre el amor de Dios, que le dijeron ser de Fray Tomás de Villanueva,
arzobispo de Valencia, y otro tratado que pertenece al maestro Avila "".
En el segundo manuscrito reconoció un sermón sobre el discurso
de la Cena, que se lo dio sin precisar su autor, Francisco de Fonseca.
La exposición del De profundis se la envió el mismo Carranza desde
Falencia con fray Juan de Villagarcía. Un escrito titulado De amare
Dei erga nos se lo dio íray Domingo de Guzmán—no el hereje—como
cosa de fray Luis de Granada. Declaró, además, que tenía en su casa
un cuaderno con comentario sobre el Cantar de los Cantares, que era
de fray Tomás de Villanueva. Todos estos escritos los poseían en traslados la marquesa de Alcañices y las monjas de Santa Catalina. Por
último, confesó que en sus diálogos con Carranza no llegó a escucharle
comentarios sobre sus escritos, y, que antes del viaje a Inglaterra, y
una vez sacada copia de los Artículos de la fe, fray Domingo le dijo
que se los había dado a Carranza y que éste «cada día escrivía sobre
ellos una ora a la mañana» '".
En esta caza organizada de los escritos sirvió también el indicio
sobre el que avisó desde Durlan fray Bernardo de Fresneda en carta
al arzobispo Valdés de 28 de agosto. En ella hablaba de la compañía
que llevó en su viaje de vuelta de Inglaterra el doctor Corrionero de
un macero del rey, llamado Perea. «Este sé que llebó un libro herege.
Mándele V. S. lima tomar el dicho, quién se lo dio e a quién le llebó,
que podría abrir algún camino'". Localizado Juan de Perea, que se
dice ballestero de maza del rey, compareció ante la Inquisición el 21
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19, r-v.
20 r-v.
21 r.
138 r-v
266
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[52]
de octubre; a fines de mes se cumplía los tres años de su venida de
Inglaterra. No presumía la razón de su citación; tan lejos estaba
de ello, que preguntado si sabía de alguno que trajese libros de Inglaterra, contestó negativamente, y al interrogarle si lo había hecho él.
«dixo que no por cierto». Cuando le indicaron la información que
existía sobre libro que él había traído, reconoció que Carranza le dio
un libro de piiego de tres dedos de espesor, envuelto en un cañamazo,
con el fin de llevarlo desde Londres a Valladolid. Sabía que era un libro,
aunque ignoraba totalmente su título y contenido, y que había de
entregarlo en el colegio de San Gregorio de Valladolid a fray Antonio
de Arce. Testigo de vista de la recepción y de la entrega del libro fue
el criado de Perea, que al tiempo de la declaración era ya fraile lego
en San Pablo de Valladolid con el nombre de fray Bernardo'".
A los tres días comparecía el joven lego dominico; tenía veinticinco
años y hacía tres que era dominico. Había acompañado al obispo de
León al Concilio de Trento, y luego atravesó Francia en dirección a
España junto con Perea y el doctor Corrionero, ya para cuando esto
declaraba obispo de Almería. Del particular del libro, sólo recordaba
que se lo dio a su señor el maestro Miranda (así llamaban a Carranza);
pero desconocía su contenido, pues venia envuelto en un cañamazo
bien cosido "3
El mismo dia se presentaba fray Antonio de Arce, que era el último
eslabón en la cadena de los portadores del misterioso libro. El tentador
fantasma se deshinchaba como un globo, pues el bulto en cuestión
no era sino una obra de Filón, que le mandó Carranza con Perea para
que la leyese y la pusiese en su librería'". La desilusión se vio compensada de la manera más imprevista, ya que Arce, al pensar que los
tiros venían de otro lado, declaró que al tiempo de irse a Inglaterra le
había dejado un cajón de libros y entre ellos un comentario sobre Job,
sin portada y sin autor con algunos textos tan fuertemente tachados
que era imposible su lectura. Añadió, además, que Carranza lo había
recogido, a su vuelta de la isla, en Valladolid "". En efecto, lo pudieron
encontrar los inquisidores entre los efectos y libros secuestrados a
Carranza, y el 10 de noviembre de 1559, preso ya el arzobispo, volvían
a llamar a fray Antonio de Arce. Este lo reconoció inmediatamente y
dijo que las notas marginales eran de mano del arzobispo, «por aver
visto su letra muchas vezes». Eran nada menos que las Annotationes In
librum Job de Brencio. Arce alegó absoluta ignorancia sobre el autor,
112
I, 138 v-139 r.
"s I, 139 v-140 r.
"• I, 141 r. Antes le había enviado una edición de las Confesiones de San
Agustín.
"' I, 140 v.
[53]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
267
y sobre la procedencia del libro, y al verse un tanto comprometido,
alegó que por aquel tiempo no se había publicado la censura de libros
prohibidos y que, por otra parte, él presumía que Carranza como viejo
inquisidor y arzobispo había de tener licencia para poseer y leer estas
obras»'". Aquella noche los inquisidores pensaron haber cobrado buena
presa y vieron colmadas sus pesquisas de policía. En efecto, éste sería
un buen puntal en la acusación fiscal del proceso del arzobispo'".
La vos de un teólogo: fray Ambrosio de Solazar
Un personaje nuevo se suma a la ya revuelta turba de los declarantes y es el joven dominico fray Ambrosio de Salazar. En el proceso
de Carranza se registra su deposición del 9 de noviembre, pero parece
indicarse que hubo otras anteriores. Al preguntarle si tenía noticia de
herejías formales respondió que no, pero adelantó la sospecha de que
palabras que había oído a Rojas, a Padilla y a Juan (?) las «tomaban
ellos en sentido que asi entendidos eran heregías. Porque este testigo
—añade—por entonces no los condenava aún por heregías, porque
podían tener otros sentidos cathólicos» "". Constaba ya a los inquisidores que el interrogado había dicho una frase tan comprometedora
como ésta: «Yo os confieso que el lenguaje de fulano e fulano es de
Alemania.» Fray Ambrosio de Salazar repuso que él la dijo a Rojas
refiriéndose a Padilla, y calificando su lenguaje de malo o de Lulero.
Ayudado por capciosas preguntas, luego rectificó y dijo que lo habla
dicho a fray Francisco de Tordesillas por Rojas y Padilla. No satisfechos los inquisidores, le hicieron saber que, según sus informes, lo
había dicho por dos religiosos, «por lo tanto, que se amonesta que
piense en ello e declare lo que entendiere que es verdad e que si
quisiere traerlo por scripto lo haga» "'.
Fray Ambrosio recompuso sus recuerdos, y al adivinar que las insinuaciones de los inquisidores apuntaban a Carranza, redactó un memorial de tres páginas, que constituye una defensa valiente de su
hermano de hábito y amigo y un precioso testimonio de los problemas
del tiempo. Dice así:
«Después do avello pensado que no se acuerda de quién otro lo dixo
en particular, mas que cree que si de alguno lo pudo dezir, que seria
de fray Bartolomé de Miranda, e por quien cree que se lo preguntan.
"• I, 140 v-142 r.
117
Será la novena acusación presentada por el fiscal. Proceso, II, 852-3. La
respuesta de Carranza, ibid., tt. 1119 ss. El texto de las anotaciones marginales.
en Proceso, IV. 93-123.
"• I, 102 r.
"• I. 102, r-v.
268
,
J. IGNACIO TELLECHEA IDICOnAS
[54]
E porque este padre es muy cathóllco e chrlstlano e lo tiene por tal
e por muy zeloso de la ffee e por hombre que en Inglaterra con su
consejo ha hecho quemar muchos hereges, e contra las heregías de
Luthero en defensa de la ffee a hecho un libro en el qual de propósito
e con buenas razones deshaze los herrores de Luthero e los que estos
nuebos hereges tienen, como se vee en él; e así tenelle por sospechoso e
poner la menor mácula de el mundo en él, lo tiene por gran peccado
e por cosa muy grave y por destruction de el bien, estando en la dignidad e lugar que agora tiene. Por todas estas razones e por muchas
otras que ay por cumplir con el Sancto Officio responde la verdad de
lo que siente e cómo entendió aquel dicho en quanto lo pudo dezir por
el susodicho maestro Miranda.»
«E para esto declara que el estilo de Alemania e de los hereges es
uno que tan claramente contiene e muestra el sentido herético que
nos sufre glosa ni se halla tal lenguaje en las Escripturas y sanctos,
e así es estilo de sólo ellos, como dezir que sola ffee justifica sin otra
obra ninguna... e de este estilo yo nunca entendí que el maestro Miranda lo tubiese. Otro estilo ay que consiste en maneras de hablar
que pueden cener buen sentido e también malo por falta de el que las
oye o por falta de el que las pronuncia pretendiendo explicar por ellas
algún mal sentido. E por este estilo por las mesmas palabras por donde
el cathólico pretende declarar llanamente o con exageración alguna
cosa eathólica, con las mesmas el herege declara su mal sentido. Este
estilo es de Alemania: en el bueno de los cathólicos, tomándolo en
común segund !as palabras es común a los cathólicos e los hereges,
es común a los santos e a los hereges, es común a la Escrlptura Sagrada e a los hereges que pretenden aprovecharse della.»
Después de aducir varios ejemplos sobre la fe justificante, la confianza en Cristo, las obras y el mérito, concluye: «Y es estilo de que
los sanctos y el apóstol sant Pablo usa, e de este mesmo estilo usan
los alemanes que nos quieren persuadir la heregía que tienen acerca
de nuestra justificación por sola la de Christo, sin poner en nosotros
otra justicia. E de esta manera de estilo, uso común e dicho con encarescimiento, entendí que usaba el maestro Miranda, teniendo él siempre el sentido cathólico. así que, aunque el lenguaje fuese común,
mas el sentido era diferente. E como dixe de él lo pudiera dezir de los
sanctos que escrevieron en muchas materias, cuyos dichos glosa sancto
Thomás, porque lo mesmo es de la Escriptura. Así que por mi dicho
no hay licencia de sospechar la menor cosa de el mundo del padre
maestro Miranda, e sé de él que es tan cathólico que si él sospechara
que de su estilo alguno avia de tomar ocasión de tener algún mal
sentido, que no lo dixiera. Y de este estilo yo confieso lo que enseño a
155J
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
269
mis discípulos, que no hemos de usar en tiempos tan peligrosos,
teniendo tan \ezinos los hereges. E esto fue muy familiar a los santos,
dexar el estilo e lenguaje de que un tiempo sin escrúpulo usaban por
averse lebantado alguna heregía acerca de aquella materia e tener
los hereges entre las manos.»
Salazar echó siempre a buena parte las frases de Rojas, Padilla y el
mozo Juan, a quienes tenía por buenos, atribuyendo la imprecisión a
ignorancia y pensando que era puramente material su coincidencia
con el lenguaje herético. Pero volviendo a Carranza, remacha su alegato con frase vibrante: «Esto es lo que siento de este padre que agora
es arzobispo de Toledo, dignísimo, zeloso de la ffee e defendedor della,
en quien poner mácula en esto sería notable escándalo e dar un bofetón a la virtud e a la buena doctrina que contra los hereges a enseñado. E así entiendo que se a de tomar y entender lo que paresciere
aver yo dicho de él en fee de lo que firmé de mi nombre a honze de
noviembre de quinientos e cinquenta e ocho años, en Salamanca. Fray
AMBROSIO DE SALAZAH» "".
Por fin hablaba un teólogo, y nada menos que el sustituto de Prima
de Domingo de Soto. Su voz se levanta templada y serena, con reciedumbre mental, sobre los chismes de tanta mujer beata, de alcaides,
carceleros, criados y caballeros de maza, de oscuros franciscanos, de
los Seso, Cazallas y Roja, que con ser primates en el círculo de los
inquietos no han dejado huella ninguna de especial valor intelectual.
Aun cuando el fiscal diga de él más tarde que es apasionado de Carranza, como dirá de cuantos se atrevan a defenderlo, el pensamiento
de Salazar es claro y luminoso y su voluntad insobornable. Por eso se
irrita contra las artes de los inquisidores, que valiéndose de su deposición quieren envolver al arzobispo en acusaciones que él no formula;
por el contrario, defiende resueltamente la pureza de fe y de intención
del arzobispo, e incluso recuerda a aquellos implacables censores, que
si hubiera minucias que purgar, no se podría dejar de lado su altísima
dignidad. Lo contrario sería «gran pecado», «destrucción del bien»
y «bofetón a la virtud y la buena doctrina que contra los hereges ha
enseñado». No juega en esta interpretación benigna y generosa el afecto, que sí lo había, sino una auténtica clave teológica, que jamás se
pudo olvidar: ¡problema de lenguajes! Cuando se trata de juzgar a
110
I, 102 v-104 v. Esta actuación le valió a Salazar una reprimenda por
parte de Melchor Cano, pero a nombre de Valdés. Cfr. V. BELTRAN DE HEREDI»,
O. P., El maestro Juan de la Peña, O. P., en «Ciencia Tomista», 51 (1935), 334.
El 7 de noviembre de 1559, en el lecho de muerte, Salazar declaraba que hacia
doce o trece años le refirió Rojas en s. Pablo cié Valladolld el incidente ocurrido
entre él y Carranza acerca del purgatorio; no pensó Salazar entonces Que la
frase podía tener mayor alcance, pero ahora le remordía la conciencia el no
delatarlo, sabida la prisión del arzobispo, I. 104 v-106 r.
270
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGOKAS
[56]
otro hombre, y más si va en ello la fama y hasta la vida, no cuentan
las palabras muertas e inertes, sino las intenciones vivas, porque el
vehículo expresivo puede llegar a ser semejante en la Escritura, en los
Santos y en los herejes. Todo lo más se podría aconsejar prudencia y
discreción, aunque llevadas al extremo suponen auténtica mutilación
y empobrecimiento del tesoro tradicional teológico, como dirá fray
Juan de la Peña "'.
La sombra del emperador Carlos V
Escasamente tres meses después de la muerte de Carlos V, su
confesor en Yuste, el Jerónimo fray Juan de la Regla, evocaba las
horas de su tránsito a la eternidad con ánimo de denunciar a Carranza. Su declaración, «por descargo de su conciencia», del 9 de diciembre
es breve, pero llena de insinuaciones malignas. Nos dice el Jerónimo
que el arzobispo llegó a Yuste la víspera de la muerte del César y
«después de aver besado las manos al emperador, travajó mucho por
tornar a hallarse presente, aunque Su Magestad no holgava mucho
dello». En su constante espiar las acciones y palabras de Carranza,
anotó con escándalo que éste absolvió varias veces al Emperador sin
haberlo oído en confesión—era monopolio suyo—, lo cual era abuso
del sacramento, ya que no se podía presumir en el arzobispo ignorancia. En otra dé las visitas, el arzobispo dijo al César: «Vuestra Magestad tenga gran confianca que ni ay pecado ni huvo pecado, que
sola la Pasión de Ihesu Christo basta.» Más cosas debió de decir fray
Regla, porque el 23 de diciembre comparecía nuevamente, esta vez
siendo llamado, para hacer registrar por escrito otra acusación no
menos grave: que en el Concilio de Trento, al dar su voto sobre el
sacrificio de la Misa a petición del Legado y Presidentes del Concilio
«dixo su parescer y en el fondo la oppinión de los lutheranos que tienen que no es sacrificio... encresció tanto el argumento de los lutheranos que vino a dezir e dixo en el proceso de la proposición, ego
haereo certe, de que quedaron todos los del Concilio e entre ellos los
frailes de su Horden muy escandalizados» '".
Si no bastasen a desvirtuar la fuerza de estas dos acusaciones claras
pruebas de notoria animadversión de Regla por Carranza, podríamos
todavía apoyarnos en el abrumador número de testigos presenciales
tanto de la muerte del emperador como del Concilio de Trento, que
afirman resueltamente lo contrario o dan interpretaciones lógicas y
normales de ios hechos y palabras que provocaron el escándalo del
m
122
I, 164 v-165 r.
I, 107 V. y 108 v
[57J
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
271
poco simpático Jerónimo. El, probablemente indispuso el ánimo de
Carlos V respecto a Carranza, espió sin cesar los pasos de éste por
el silencioso monasterio, escudriñó el efecto que provocaron sus palabras
en los demás frailes y sembró en el claustro recelo y especies desfavorables al arzobispo'".
Bien es verdad—no tengo intención de ocultar nada—que tres días
después reforzaba la acusación de Regla don Luis de Avila y Zúñiga.
comendador mayor de Alcántara, cronista de las guerras de Alemania
y testigo de la muerte del Emperador. El refirió que en aquel trance
final del César acercóle Carranza el crucifijo, diciéndole estas palabras:
«Este es. o e aquí quien pagó por todos; ya no ay pecado, todo es
perdonado; e no se le acuerda bien, pero paréscele que dixo quando
dixo, ya no más pecado, que dixo también, e aunque fuesen muchos
todo es perdonado. Y estas palabras, Dios es testigo, que súpitamente
dieron escrúpulo a este testigo e le pesó de oyrselas de que las dixiese
en aquel tiempo al Emperador, porque le parescieron cosa nueba, aunque no es theólogo. e por lo que ha oydo dezir que de estos hereges
lleban aquel camino e parescíéndole que olía a aquello.» Don Luis
habló con fray Francisco de Villalva, el dulce predicador del César,
e hizo modos por apartar del hecho al arzobispo de Toledo y permitir al
Jerónimo que actuase en aquel momento, no sin decirle: «Hablalde e
no le digáis otra cosa, sino la ffee catholica» '". Ya demostraba el
escrupuloso caballero que su fuerte no era la Teología, pues, como
dirá Carranza en el proceso, tanto le da decir que afirmó que no hay
pecado, como que aunque fuesen muchos todos estaban perdonados. Y
si sospechaba que el recabar la confianza en Cristo crucificado significaba negar las obras, ¿cómo al final de su declaración alegó que el
arzobispo en otra plática confortó al emperador, diciéndole que si él
en su vida había hecho los negocios de Dios, El ahora haría el de su
salvación?'"
El mismo Villalva recordaba vagamente la insistencia con que don
Luis le hizo intervenir en aquella hora, pero añade «que no sabe a qué
propósito» '-'. Fray Marcos de Cardona, otro monje Jerónimo que residió en Yuste al tiempo de la muerte del emperador y le decía misas
y miraba por su jardincillo, relató con vivísimos detalles todos los
incidentes del último día del emperador, y ayudado por los inquisidores
pudo recordar la frase de que inculpaban a Carranza; pero a continuación recuerda el comentario claustral de los monjes, en el que
'" Cír. art, cit., de «Príncipe de Viana», pp. 51-14.
'" I. 109 r-v.
'" Art. cit., pp. 62 y 63.
>»« I, 111 r.
272
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
Í58]
Regla se solazaba buscando con avidez el escándalo de los demás "'.
Otros muchos testigos pasarían por las audiencias después de la prisión del arzobispo. El estudio comparado de todas sus deposiciones
permite, sin íorzar las cosas, un juicio absolutorio del arzobispo, tanto
más triste cuanto que esta acusación fantasma seguirá flotando a
través de los años hasta presentarse todavía en el mismo proceso
romano. ¡Menos mal que allí hubo un poco más de elemental sentido
común! '"'.
Más dichos y escritos de Carranza
Mientras gravitan sobre el arzobispo como espiritus íncubos los manes del emperador, volvamos otra vez a las cárceles de la Inquisición
para prestar oídos a la serie ininterrumpida de nuevas noticias que
van brotando de los interrogatorios de los presos. Juan de Vivero volvió a confirmar cuanto se sabia del comentario de Rojas en Pedrosa,
cuando hablaban de justificación y purgatorio; según esto «avía oído
hablar en esto a cierta perssona de religión e letras», que no era otra
que el arzobispo. También recordaba Vivero, que viniendo de Pedrosa
con Pedro de Cazalla la víspera de Reyes del 1558, le dijo éste que el
arzobispo le había disuadido de denunciar a don Carlos de Seso hasta
hablar con él, y una vez entrevistados les dijo «esto quede aquí sepultado e no habléis más en ello» "'.
Doña Francisca Zúñiga, por su parte, aducía una curiosa noticia
que la conoció directamente de Carranza en Briviesca, donde residía
el padre de la confesante como alcalde mayor y donde tuvo lugar el
suceso a que se refiere. No era algo totalmente secreto, puesto que ella
misma dice que lo contó ante las monjas del monasterio de Belén. El
dato tiene relación con San Román, hereje relajado por la Inquisición,
al que asistió Carranza en sus últimos momentos: «Avía contado esta
confesante a las dichas monjas cómo el dicho maestro Miranda tenía
mucha lástima de un Sant Román, que en esta inquisición fue relaxado, que tenía tan buena manera y en toda la ffee estava sano, si no
era en aquel artículo de la Iglesia e de el Papa. E que estando en el
cadahalso dixo el mesmo Sant Román al dicho maestro Miranda que
le hablase, porque él era idiocia. Y que el maestro Miranda le persuadía mucho que creiese en nuestra sancta madre Iglesia, porque
aunque el Papa fuese malo e se fuese al infierno, no tocava esto a su
poder, y que nunca lo avia podido acavar con él. Y que en tanto en el
i, 111 r-iis v.
Manuscrito Vat. Lat., 1S.014. fí. 292, 301 ss. y 582 V.
I. 106 v-107 r. Declaración del 12 de diciembre de 1558. SCHAFER, I, 237.
[59J
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
273
cadahalso los que estavan abaxo picábanle con espadas y que el dicho
Sant Román se quexava al maestro; e que el dicho maestro le dezía
que tuviese paciencia e que los ofresciese a Nuestro Señor. E que de
estas palabras que esta confesante dixo, le paresce que las dichas monjas pensaban que el dicho maestro Miranda estava en aprobar al dicho
Sant Román, e que entonces referió la dicha doña Francisca [la monja, de igual nombre e hija de la declarante] lo que avia pasado al
dicho Pedro de Cacalla con el dicho maestro Miranda como de suso
está declarado» "". Tiene su calor este descubrir la intimidad del pobre relajado y las entrañas de compasión de fray Bartolomé de Carranza.
Nuevamente es fray Domingo de Rojas quien más extensamente ha
de declarar y sobre más variados puntos. Un día manifestó que era
propio del arzobispo la expresión hazer Misa o faceré rem sacram,
frase aplicable al sacerdote y a los fieles, que repetía muchas veces y
señaladamente en un sermón que hizo en San Pablo de Valladolid
hacía diez años y en un librito sobre la materia"'. En otra ocasión
aclaró definitivamente las alusiones veladas de cierto conciliábulo, ya
antes citado, en el que al referir cada uno sus dudas y congojas en la
nueva fe, se hizo mención por parte de fray Domingo de una persona
que esparcía estos errores y de otra a quien era imposible el convencer,
como no fuera un cierto señor que estaba en el extranjero. «La perssona de quien se dezía que se debría hablar en esto—aclara Rojas—era
la marquesa de Alcañices y el clérigo que hablava ella era Savino
Vernal, cura de Tiedra... e que el que vendría de fuera es el arzobispo
de Toledo, e que veniendo él, estando en ello, le daría crédito la dicha
marquesa. E que la ocasión que tuvo para esto es la que tiene declarado, y veer que el dicho maestro Miranda hablava mucho de lo que
tenemos en Christo... e que lo habla con términos de los que habla
Luthero, aunque no sabe que aya leído en alguno de los libros de
Luthero» '".
Muchísimo más grave y expresa es la acusación que formuló contra
Carranza el 10 de diciembre. Dice textualmente asi: «Cerca de fray
Bartolomé de Miranda digo que nunca le vi leer ni en su poder libro
de estos bedados, mas creo que en Trento los habrá leído para el
negocio que allí se tratava. E ansí leyendo yo en Lutero de livertate
'" I, 22 r.
181
I, 43 v. Sin embargo, no afirma que lo dijese en sentido luterano odizlendo que aquel haze Misa e aquel consagra, el que con rjiba feo recive esta
verdad e se aprovecha de los frutos de los sacramentos». I. 43 v. Sobre el sentido
de la frase de Carranza puede verse mi artículo. Un voto de /r. Bartolomé de
Carranza, O. P., sobre el Sacrificio de la Misa en el Concilio cíe Trento, en «Scriptorium Victoriense» V (1958), 96-146.
'" I, 44 r.
Anthologica
18
274
J. IGNACIO TEIXECHE» IDIGORAS
[60]
christiana hallé muchas cosas que he oydo tratar e predicar al dicho
maestro Miranda e mucho de su lenguaje es el hazer mucho caso de
sólo Ihesu Christo e de su riquísima e infinita satisfación e tener en
poco todos nuestros bienes e obras virtuosas e también nuestros males,
viéndolos gastados en aquel fuego de la charidad de Dios. Esta sobredicha plática, aunque el dicho maestro la entienda cathólicamente,
como cierto [tengo] entendido del, mas con todo esto confieso no estar
yo e otros de los de esta compañía herrada dispuestos con estos jarabes, que no obrara en nosotros tan presto la purga que nos hezieron
beber tan presto por nuestros pecados. El sobredicho maestro a hecho
un libro en que se encierra toda la sustancia de nuestra ffee e religión,
adonde aunque está bien declarado su ánimo christiano e religioso,
entenderán VV. SS. de la lectión de él el exceso que huviere en el
lenguaje que tengo dicho e proveerán lo que convenga sobre ello» '".
Quedaba por aclarar el autor de los escritos denunciados a la Inquisición. Habiéndosele presentado el texto de los «Artículos de la fe», delatados por Francisca Zúñiga, Rojas reconoció plenamente su paternidad
literaria. Hacia ocho o nueve años que los compuso y los dio en Falencia
a la virreina de Nueva España, Doña Ana de Castilla; luego se divulgaron
en copias manuscritas, y pudo verlos en manos de doña Francisca Zúñiga
y de Padilla y entregarlos también a Carranza. A éste atribuía la remota paternidad espiritual sobre la obra. «Comúnmente todos dezian
que eran de el maestro Miranda, porque a la verdad, eran de doctrina
suya que este confesante de él recívió... e que en el dicho libro de el
dicho maestro Miranda [el Catecismo] vio algunos capítulos de los
dichos a la letra» '". Rojas pudo tener en sus manos la copia de
doña Francisca y se permitió señalar nada más que por sospechosas
algunas expresiones, aunque la declaración que hace en los dos últimos
artículos sobre la Iglesia y la remisión de los pecados cree que disipa
toda incertidumbre sobre su sentido ortodoxo. Pero, sobre las «cosillas
mudadas» y las «muchas mentiras en la escriptura», reveló algo que
pertenecía a la sustancia de sus intenciones al escribirlo: «No entiendo
aver en ellos herror ni cosa que no sea conforme a la verdad de nuestra ffee. Iten digo, que me consta que quando los escrevi al principio
tenía ánimo christiano e sentido cathólico, e que no escrevi ni enseñé
palabra dellos, aviendo leydo o oydo que en algunas cosas este lenguaje de que en ellos a ratos usó se encontrase con el de Luthero.
Agora que sé lo que passa no los escriviera así por el peligro que sé
I, 44 V.
I. 44 v. En el folio 46 v. dice que hace once años que escribió los «Artículos de la Fe».
[61]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
275
por experiencia que ay en la livertad de estas palabras dichas sin
mayor declaración de lo que en ellas ay» "s.
El pobre dominico va deslizándose insensiblemente y pasando del
papel de reo al de juez, y no de sus actos, que esto fuera permitido,
sino de los actos e intenciones del prójimo. Y aunque concluya afirmando formalmente de sus escritos que «a mi me descontentan e que
de mi voluntad e parescer serán quemados», trató de envolver en su
pecado material más que formal a fray Bartolomé de Carranza, cuyos
jarabes obraron aquella excesiva purga en su espíritu. Con todo podemos creer, y es muy importante el advertirlo, que sus ideas brotaron
con independencia del influjo luterano, aun cuando la libertad y exceso en las palabras—son expresiones suyas—pudieran hacer pensar
que la coincidencia material reflejaba un parentesco ideológico. Esto
ocurre, no lo olvidemos, en uno de los cabecillas de las novedades
espirituales del foco vallisoletano.
Tan claro aparece en el fondo de este caso el problema antes aludido del lenguaje que en declaraciones sucesivas ha de volverse sobre
la cuestión expresamente. La adhesión al luteranismo por parte de
Rojas tuvo lugar, según confesión propia, «el día de Santa Lucía que
pasó hizo un año», esto es, el 13 de diciembre de 1557'". ¿Cómo es
posible, le preguntaron los inquisidores, que aparezca análoga doctrina
en lo que escribió hacía tantos años? Rojas se reafirmaba en la distinción de dos períodos fundamentalmente diversos en su vida: «Dixo
que no los señala por herrores, sino por peligrosas palabras en esta
doctrina de Luthero e que entonces él no savia que fuese en ninguna
manera este lenguaje de Luthero ni le paresciese en nada, ni jamás
hombre se lo avisó; e de esto estava más asegurado por oyr predicar
esta doctrina muchas vezes al maestro fray Bartolomé de Miranda que
en aquel tiempo lo predicava y este confesante tomó aquel lenguaje
de él» "'.
La fuente en que bebió sus ideas espirituales no era, como puede
verse, no sé qué arroyuelo misterioso o libro prohibido que pudiera
hacernos pensar en un cripto-protestantismo español. Acaso lo pudieron imaginar los inquisidores, cuando tratando de aclarar los problemas de el «lenguaje e cosas que están en los Artículos de la ffee», le
preguntaron con interés qué otras personas pudieron sufrir la influencia espiritual de Carranza. Rojas defenderá a su maestro al decir que
«siempre las declarava cathólicamente», y que no echaba mano de
libros protestantes, «que a tenerlos, lo supiera este confesante». Pero
'« I, 45 V., 46 r.
»« I, 46 v.
•»' ¡Wd.
276
J. IGNACIO IJ-:U.H:¡.:.:\ lülUOKAS
C62]
afirmará llanamente el carácter absolutamente público y notorio del
magisterio de su hermano en religión: «El dicho fray Bartolomé de
Miranda predicaba públicamente e comúnmente quanto tratava de los
dichos artículos en pulpitos e que todos se lo oyan; e que se acuerda
que en Falencia le oyó la epístola ad Calatas e que allá también le oyó
la dicha doctrina, porque la epístola era aparejada para ello. E que
también oyan juntamente con este confesante la dicha epístola e mesma doctrina el maestro, digo el doctor Blanco, obispo que es agora de
Orense y el licenciado Mérida y el prior Juan Fernández e Tomás Paz.
e que de otros no se acuerda aunque yvan muchos allá» '".
Dejando para otra ocasión el estudio de! contenido de este comentario a la carta paulina, sí quiero notar de paso que el testigo más
digno entre los oyentes citados, el obispo de Orense don Francisco
Blanco, al referirse a este preciso punto en su declaración de 4 de
julio de 1564, nos completa minuciosamente el cuadro, no sin cierto
empaque, al aludir a su condición de canónigo teólogo en Falencia,
que era tanto como decir fiscal insobornable e intransigente de la
heterodoxia. Dice así: «Vldo e oyó este testigo predicar muchos sermones e leer la epístola de San Pablo ad Galatas al dicho señor argobispo de Toledo, en los quales sermones y lectíón nunca le oyó doctrina
que no fuese sana e cathólica, e que si otra cosa fuera, viera este
testigo e lo entendiera por aver estudiado la facultad de Theología.
Y ansí mismo sabe que concurrían a oyr la dicha epístola de San Pablo los frayles del dicho monesterio e algunas dignidades e personas
de la Iglesia cathedral de la dicha ciudad, entre los quales nunca oyó
que se tuviesse sospecha de la doctrina del dicho argobispo de Toledo,
e que si alguna oviera, la comunicaran e tractaran con este declarante por tener, como a la sazón tenia, la calongía de predicador en
la dicha Iglesia de Falencia» "".
Todo esto ha de pesarse en la balanza del más fino juicio histórico
para interpretar rectamente los vaivenes religiosos de aquellos años:
la afinidad de la doctrina de Carranza y sus seguidores más o menos
fieles con la espiritualidad italiana del «Beneficio di Cristo», la disposición y aparejo de las cartas de San Pablo para fundar esa misma
doctrina que podía aparecer así como el más genuino paulinismo—recuérdese el caso del beato Avila—y la independencia de la fuente
luterana. Además, en el caso concreto de Carranza, se comprobaba,
cuando se creía haber descubierto la cabeza oculta del mal, que su
actuación nada tenía de esotérica, sino que gozaba de la mayor notoriedad y publicidad, como que se ejercía desde el pulpito y ante el
Ibíd.
Proceso, XI. 153 v-154 r. Vat. Lat., 196 r-v.
[63]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
277
auditorio más exigente y equilibrado. Rayaría en candidez el que pensásemos que asi pretendía inocular el virus luterano en aquella España
de la primera mitad del siglo xvi. Pero casi no seria menos el creer
que pudo haber obrado ingenuamente y sin suficiente vigilancia sobre
sus propias expresiones ante aquellos hombres teólogos y frailes de
Falencia, que más lejos estarían de tragarse los más leves mosquitos
teológicos que de poder engrosar las filas de los inexorables canónigos,
bachilleres y barberos censores de Cervantes.
Lluvia sobre mojado
Nuevamente hay que dejar el grano lleno y gordo de las declaraciones de fray Domingo, para volver a las impertinencias y repeticiones de otros testigos. El 20 de febrero de 1559, doña Catalina de Reinoso, monja de Belén en Valladolid, confesaba su relación con Pedro
de Cazalla y el consabido relato de la entrevista de Carranza y Seso,
que apagó el afán de denuncia de Cazalla. Sólo añade que este le confesó que entonces «avía hecho promesa de nunca más tratar con este
hombre y esto lo dezia el dicho Pedro de Cazalla con gran lástima.
deziendo que avia perseguido la Iglesia como San Pablo» "°.
El mismo día declaraba fray Gaspar de Tamayo, compañero del
famoso fray Alonso de Castro en sus viajes por el extranjero hasta el
momento de su muerte. También él se vio consultado por algún timorato acerca del rezar o no el paternóster y el avemaria a los santos.
Con ese motivo hubo de leer no. más un cuarto de hora el Catecismo
de Carranza, causante de aquellos escrúpulos, encontrando su doctrina
en este particular cosa mal dicha «y aún heregia». Recordaba también
la Epístola a manera de prólogo del Catecismo, y en ella la «mucha
licencia» que daba el autor para que se tradujera la Biblia al romance "'.
El mes de marzo, por huir de la tortura, presentaba una confesión
escrita el doctor Agustín Cazalla, en la que repetía la manida noticia
de la visita d? Pedro de Cazalla con don Carlos a la celda de Carranza
y la buena acogida dispensada por el dominico. «E dixiéronme—añade— que avía tenido más que hazer el argobispo en aplacar a Pedro de
Cazalla que en confutar a don Carlos, e que lo que con instancia les
pedía era que aquellas cosas quedasen allí sepultadas e que no se tratase más dellas.» También adujo el declarante haber oído a Rojas que
había recibido de Carranza, hablando de la justificación, la idea de la
perfecta comunicación de los frutos de la Pasión por parte del cristiano: «¿Vos creéis lo que de oistes dezir quando dixe, mi cruz, mis
I, 128 v-129 r. SCHAFEK, I, 240-1.
I. 190 r-191 v.
278
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[641
clabos ? ":. El 16 de marzo se le preguntó quién amaestró a Rojas
en sus errores. Cazalla respondió vagamente que sería Carranza, Pedro
de Cazalla o don Carlos de Seso, pero que él no lo sabía'".
Tampoco se concluye nada sustancial de la declaración de un personaje oscuro, pero interesante, Juan Sánchez, que firmaba sus cartas
con el nombre de Juan de Vivar. Ese mismo día 16 de marzo declaraba ante don Francisco de Castilla en los Países Bajos algunos detalles de su juventud, religiosamente inquieta y aún fervorosa, y de su
vocación al claustro desviada por su director, el dominico Juan de
Villagarcia'". No sabemos el origen de sus desviaciones doctrinales
posteriores y sí que fue de los primeros en huir de España, no bien
comenzaron las detenciones de los sospechosos. Al huir por mar, escribió varias cartas desde Castro y luego de Flandes a doña Catalina
de Ortega, que son piezas dignas de estudio por su contenido religioso
verdaderamente patético. Aquí sólo corresponde indicar que en ellas
dice que cuando llegue a Flandes irá en busca del arzobispo de Toledo
y de fray Juan de Villagarcia, «donde será bien recivido» '". El reconoció por suyas aquellas cartas, una vez apresado; mas, cuando ya en
Valladolid, en julio del 59, se quiso saber algo de esta relación suya
con los dos dominicos, respondió que lo había ya declarado «muy
por estenso de el conocimiento que tenia con ellos e con cada uno
dellos» '".
Catalina de los Ríos, joven de veinticuatro años, afanosa de servir
a Dios, fue otra de las personas que comunicaron con don Carlos de
Seso sobre asuntos de espíritu. El caballero italiano, a quien tenía «por
muy buen christiano», le leyó un día de San Juan del año cincuenta
y siete de un manuscrito conceptos acerca de la justificación y de la
plena remisión de los pecados por Cristo, no sin antes exigirle el más
absoluto secreto, «si yo le prometía e jurava de no dezirlo a nadie,
ni a mi marido aunque me casase». Luego pudo leer con más calma el
manuscrito la inquieta joven y ver en él que se negaba el purgatorio
con autoridades de San Pablo, San Pedro y San Juan'". Más tarde
llegó a confesarle don Carlos que creía que Carranza mantenía análogas
ideas. Naturalmente, se apoyaba en sus apreciaciones en la entrevista
habida con él, en la que, según don Carlos, les dijo «que no tuviesen
aquello, porque en España no se sufría e... que en la manera de él
dezirle a don Carlos la repreensión, le páreselo que tenía lo que él,
"= i, 100 v-ioi r.
'« I, 101 r-v.
'"
'"
""
íf. 88:
"
I, 93 v-94 r. SCHAFEK, I, 254-5 y III, 796-806.
I, 90 r. y 93 r.
I, 95 r. El texto admirable y patético de estas cartas se encuentra en loe
v-93 v.
I, 124 r.
[65]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
279
e que se entienda que esta justificación de que trataron es con el
purgatorio que se sigue de ello... e que el dicho argobispo les dixo que
no tratasen más en ello»"". Bien es verdad que en la ratificación
afirma que Carranza le disuadió a don Carlos de tratar de aquellas
materias «porque era malo» '".
Por último, doña Francisca de Zúñiga, exasperada ya de la prolongación de su causa, prorrumpió un día que la consolaba en la cárcel
el Inquisidor en. una frase de desahogo que volvía a comprometer a
Carranza: «Dixo la dicha doña Francisca de Cúñiga, beata, quexándose
mucho e deziendo que ella avía venido a confesar su culpa e creya
que estaba tan nuebo como de las que entraron agora quatro meses,
e que al fin ella quedaría por herege y el arcobispo de Toledo por
arzobispo» '". La frasecita no dejó de intrigar a los jueces; por lo
que interrogada sobre su sentido y alcance, respondió: «Dixo que por
lo que dicho tiene en sus confesiones e lo que le dixo Pedro de Cacalla
de el arzobispo que dicho tiene tubo lo de el purgatorio, creyendo que
era oppinión entre letrados como lo de la Concepción e otras e que
por ello no vino a denunciar y por esto dixo lo que dixo en la cárcel» "'.
Subrayo lo de opinión y anoto la equiparación de la doctrina sobre el
purgatorio a la de la Inmaculada Concepción de María, porque es un
dato de importancia para calibrar la problemática actitud herética de
estas personas, que, en su generalidad, se plantearon la cuestión de la
posible obligación de denunciar a la Inquisición todas aquellas novedades.
El teólogo fray Juan de la Peña: el problema del lenguaje
Nuevamente en este mar de pequeneces vuelve a levantarse poderosa la voz serena de un teólogo de oficio. El escucharla produce una
inevitable impresión de alivio, tanto por la profundidad con que estudia y examina las cosas como por el equilibrio de que está animada.
Disuena notablemente del clima, digámoslo oficial, de los rectores de
la España de entonces y precisamente por lo que tiene de disconformidad, dificulta el recurso al tópico con que se pretende explicar
las responsabilidades que se aceptan ante la historia, la ancha capa
encubridora de todos los excesos de la mentalidad ambiente de los
tiempos. El dominico fray Juan de la Peña, que este es el nombre
del personaje, nos hace pensar que una determinada actitud, si se
'" I, 124 V.
"• I, 125 V.
•••'«
111
i, 22 v. Declaración del 22 de abril de 1559. SCHAFER, III. 739
I, 25 r. Id. del 24 de abril de 1559.
280
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[661
quiere mayorltarla, no monopoliza todas las posibilidades mentales de
aquella época apasionante y apasionada.
El 15 de marzo de 1559 era llamado por los inquisidores Vaca,
Riego, Guigelmo y González para hacerle entrega de un pliego de
papel con catorce proposiciones que había de calificar teológicamente.
No se Indicaba su procedencia ni el nombre del autor, ni se decía si
correspondían textualmente a los desconocidos escritos de los que se
entresacaban. Las primeras se referían a los problemas de la fe y de
la certeza de la gracia; otras al tema de la oración y a puntos tocantes a la Iglesia. Naturalmente, se trataba de textos o afirmaciones
carrancianas"-'. Ya lo descubrió el mismo fray Juan de la Peña y
aún tuvo la valentía de levantar la liebre al final de su censura con
probable desagrado de los inquisidores.
El P. Beltián de Heredia, benemérito investigador de temas del
siglo xvi, publicó las proposiciones sometidas a calificación y recogió
algunos de los párrafos de la censura de Peña, a quien llama «discípulo predilecto» de Carranza. Además acumuló datos suficientes como
para aclarar la conducta extraña del inquisidor general al pedir el
juicio de uno de los amigos notorios del procesado. En efecto, el 25
de noviembre de 1558 se había dirigido a la Inquisición fray Juan de la
Peña juntamente con su hermano de hábito fray Antonio de Santo
Domingo en favor de Carranza, vista la inutilidad del recurso de éste
al inquisidor general. Al mes siguiente lo acusaba el fiscal de desacato
al Tribunal y de haber ocultado personas y doctrinas heréticas, y el
mismo Valdés lo amonestaba personalmente'". La censura de Domingo de Soto obraba en poder de los jueces desde el mes de enero. Cano,
reconocido como enemigo de Carranza, entregaría la suya aceradísima el mes de abril. ¿Para qué quería Valdés, enemigo de Carranza
y puntilloso defensor de la intangibilidad de la Inquisición, contar con
el parecer de persona tan gallarda en sus juicios como fray Juan de
la Peña? Beltrán de Heredia, que ha reflexionado sobre el particular,
'" 1, 145 v-144 r.
153
V. BELTRÁN DE HEKEDIA, O. P., El maestro Juan de la Peña, 1. c., pp. 329 ss.
La carta a la Inquisición de los dominicos en Proceso, I, 317 ss. Esta carta del
9 de diciembre de 1558 se halla en otros tomos del Proceso, II, 499 ss.: VIII.
257 ss.; XII, 292 ss.; XIII, 28 ss. La que escribió anteriormente Carranza el 25 de
noviembre de 1558, se encuentra en I, 313 ss.
En la recusación de Valdés, por parte de Carranza aparece Juan de la Peña,
como consejero de éste, donde, refiriéndose a Valdés y Cano, dice «que no era
razón que pusiere su autoridad y su crédito en parecer úe personas que conocidamente tenían pasión contra el dicho arcobispo de Toledo, y que en esta razón
este testigo [Peña] le avía dicho muchas palabras el dicho Bmo. de Toledo, encargándole la. conciencia que bolviese por su auctorldad y fama, pues, ya no era
suya, sino de los otros que tenían necesidad de ella y le será muy necesaria para
su edificación y exemplo». Proceso, XIII, 270 r.
[67]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
281
lo indica claramente, al decir Que la censura del dominico fue «mera
formalidad», su valor «puramente adjetivo», que «para nada se tuvo
en cuenta en el proceso»; y revela la razón de haberla solicitado, al
definirla como «expediente para legitimar la de Cano», y «para cohonestar lo que a todas luces hubiera parecido falto de justicia'"
Descubiertos estos extremos importantes, vengamos a analizar su
contenido. Sus cuarenta largos folios la hacen comparable en extensión a la interminable de Melchor Cano y demuestran que fray Juan
de la Peña tomó muy a pecho su espinosa tarea de censor; pero es su
espíritu lo que las contrapone diametralmente. El análisis de este
documento supondría una digresión desproporcionada dentro del trabajo presente, ya que fray Juan acopia diligentemente los múltiples
sentidos de que son susceptibles las frases sometidas a censura y trata
después con extraordinaria finura teológica de recoger los textos paralelos análogos de la Escritura y de la Tradición patrística que permiten una interpretación ortodoxa'".
Más interesa en este punto recoger una serie de expresiones sustanciales en orden a puntualizar la actitud más comprensiva y razonable
que adopta el censor frente a la rígida y absurdamente literalista de
los jueces inquisidores. Ya el pórtico que precede a la censura nos
abre este horizonte más anchuroso: «Porque me paresce ya extremo
el espanto que haze el nombre de ffee e sus alabansas e renombres en
algunos que piensan tener gran zelo della, me páreselo poner aquí
antes de las iiualificaciones de estas proposiciones doss lugares de sant
Augustin para que se vea lo que della sentió aquel tan ilustre santo
y lo que ossó dezir y predicar aun en tiempo que avía la heregía que
agora ay, que bastava la sola ffee para salvarse los hombres, porque
no nos espante tanto ni luego acusen por sospechosos a las perssonas
e a las palabras que dixieren algo en alabanca della.» Y después de
citar los lugares agustinianos, que encarecen sin remilgos la importancia de la fe, concluye: «No digo esto porque piense que es bien
hablar con tanto encarescimiento en estos tiempos, sino porque se
advierta qué precio hizieron los sanctos de la ffee e cómo por seer
ella el principio de todo nuestro bien entre los actos que son de nuestra parte, le atribuyen las excelencias que son propias de las otras
virtudes formalmente, como dezir que bive el alma por la ffee como
el cuerpo en el alma, lo qual conviene a la gracia e charidad formalmente e a la ffee como disposición o principio o instrumento. Lo
segundo, digo esto porque quando se topare algún encarescimiento de
estos en barones cathólicos o menores, no luego nos escandalize e
'" Art. CU., pp. 333-8 y 345.
151
I. 144 v-181 V. Cfr. art. cit., 339-43.
282
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGOKAS
[68J
ponga en sospecha no solo de pensar que fue Incauto, que esto mal
seria, sino si es herege. Lo tercero, porque entendamos que pues palabras tan rezlas e encharecidas tienen e pueden tener christlano sentido, muy mas fácil le tienen otras palabras que no lluegen a esto
con mucho» '".
En la segunda proposición examinada, en la que se habla de la
seguridad del escudo de la fe, se despacha con Igual resolución: «Y
ansí esta proposición ni imagen de mal me paresce que tiene, si
no es para los que se les antoja en estos tiempos que la ffee es el
coco e espantajo; e ardid es de el demonio infamarla, porque pensemos que vale poco y ansí nos mate más presto por no sabernos escudar
con ella ni osar por miedo de no parescer lutheranos o de serlo. No
plega a Dios que saque esto de nosotros» '". Después de un estudio
magistral acerca de la proposición que dice que «la fe no puede estar
ociosa», dice: «La proposición afirma un sentido cathólico e no contradize al de Santiago... e para entender el sentido en que se tomó,
véase si el que la sacó, la sacó fielmente, que este desasir las proposiciones de su contexto, haze que parezcan falsas sin serlo, e lo mesmo
podrían hazer en Sagrada Scriptura e dar gualificar proposiciones
sagradas, que mus de quatro theologos, en especial de los que se
espantan de la ffee, las qualificassen por lutheranas» '".
Al tratar del problema de la certeza de la gracia, fray Juan de la
Peña defiende la certeza moral, con citas de San Gregorio y San Bernardo, para al fin aludir a la ya mencionada cuestión del lenguaje,
en el que, injustificadamente a su juicio, el protestantismo parecía
imponer un expurgo y cautela excesivos: «Dé los tales [buenos christianos], de la señal de la charidad, podríanse traer quinientos lugares
de santos e de la Scriptura de donde se saca este lenguaje e manera de hablar fundado en la familiar habla de los hombres E si
dizen que no se a de hablar así agora por los hereges, no sé si cumple
tenerles tantos miedos que perdamos la manera de hablar en que nos
criamos e la que tomamos de los santos» "". Igualmente al hablar de
la seguridad en el perdón de los pecados que da el sacramento de la
penitencia, tras prolongado estudio de sus posibles sentidos, concluye:
«Esta sentencia es la que está aquí notada e ni en romance ni en latín,
bien mirado, veo que aya los peligros que algunos imaginan, antes en
estos tiempos donde los hereges no tienen en nada la avsolución ni
el sacramento es menester animar los fieles e confiallos e no con
I,
I,
I,
I,
144
150
154
156
v. y 146 r-v.
v.
v.
v.
[69]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
283
demasiados temores desespéranos para que tengan en poco los sacramentos e así usen poco dellos e quando viniere el antichristo los dexen
fácilmente como cosa en que poco va. Los extremos son biciosos, pero
siempre las Escripturas e los santos combidan más a amor que a
temor e a confiar que a dubdar» '".
Los esponsales de Cristo y el alma y su comunicación mutua de
bienes y pecado, idea muy acariciada por Carranza, aparecen en la
proposición séptima largamente pesada por fray Juan de la Peña, a
quien no se le oculta que de esta verdad infieren conclusiones erróneas
los luteranos; pero nuevamente trata de defender con garra fuerte la
posesión de una verdad y de un lenguaje que es patrimonio del catolicismo: «E st me dezis que el herege haze este antecedente e de aquí
infiere que se perdona toda la culpa, verdad es. Pero el antecedente no
le dio el que dixo esta proposición, sino Christo e sant Pablo e los
santos le explicaron e promulgaron mili vezes. Los hereges por esso
lo son, porque de verdades cathólicas con consiquencias infieren heregías. E querernos nosotros por miedo dellos dexar de dezir estas verdades, es darles a entender que tienen razón e que son muy fuertes
sus argumentos e que por no los saber soltar no osamos conceder las
verdades que no se pueden negar. Bien es que evitemos el lenguaje,
principio de el herege; mas no el que él ha hurtado de el evangelio
e doctrina de él, sino tomarle e reverenciarle, e quando el herege apretare, saberle responder e no huirle en negar los principios para que
se ría de mi e no quiera argüir» '".
Por último, en las proposiciones que encarecen el valor de la
oración para ia vida cristiana, fray Juan de la Peña descubre su aspecto positivo de invitación a la plegaria y al recogimiento: «provechoso es el exceso de esta proposición... e ansí yo temo poco error en
este extremo. Harto más le temo en otro contrario e en entibiar los
hombres e desaficionar los hombres a la oración» "". Era obligada la
alusión al peligro de los alumbrados, sobre los que incidentalmente
habla escrito lineas antes: «Los alumbrados davan también a la oración más de lo que convenia, aunque no sé en particular en qué
errasen acerca de esto» '". También en este punto ve fray Juan el
peligro de una actitud radical que ahogue sin compasión muchos
impulsos espirituales e instaure un clima de rigor y miedo: « Y el
demonio después que ha infamado la sancta lictión de libros buenos.
"° I, 160 v-161 r.
'» I. 164 v-165 r.
I. 174 r.
112
'" Md, BELTRÍN DE HEBEDIA, art.cit., p. 343. dice que no acertó Juan de ia
Pena a ver el peligro de los alumbrados y a descubrir su relación con luteranos
y erasmistas. En muchos casos históricos concretos no resulta fácil pl comprobarla.
284
J. IGMACIO TELLECHEA IDIGOHAS
[70J
e las comuniones e confesiones a menudo, e la ffee, para que no se
osen los hombres escudar con ella por miedo de no seer lutheranos e
también por miedo de acogerse los hombres a la passión de Christo
e a sus llagas, por la mesma razón no falta sino que infame la oración con color de que en ella e frequentándola e preciándola se harán
los hombres alumbrados para que quedemos bien sin remedio. Vuestras mercedes por reverencia de Dios miren mucho que ay falsos prophetas e los ha ávido e a quien Dios más ayna los dará a conoscer
por disimulados que vengan e por zelosos que se prediquen de la ífee,
y será a quienes Dios tiene por juezes para amparo de su ley; pero
si no eran los juezes, dexarnos a Dios. Confío en él, que da la oración
a quien tanta necesidad tiene dellas> '". No puede ser más patético el
final de la frase, aun dejando en la oscuridad la alusión más concreta
a los falsos profetas, celosos de la fe y amparo de la ley de Dios—dice
irónicamente—, pero enemigos, aunque necesitados de oración.
La conclusión del censor es favorable a la persona de Carranza:
«Digo que por estas proposiciones, aun desnudas como aquí están,
yo no osara con buena consciencia tener la perssona por sospechosa, e
visto en su proceso no solo no me queda mala sospecha, sino que constara por él mirado todo, que quien las a dicho es persona muy cathóHca e sincera en la vida e ffee christiana e unión de la santa Iglesia
Cathólica Romana» '"•'.
No contento con dar su juicio benévolo, todavía fray Juan de la
Peña vuelve a insistir en algo que estimaba fundamental, tanto en
este proceso como en la manera de abordar el problema de la herejía
en aquella Fspaña hipersensible y casi dominada por el miedo: es,
y perdónese la insistencia, la cuestión del lenguaje, clave en aquellos
tiempos como en los nuestros de muchas incomprensiones: «A una
objectíón respondo brevemente, que dizen que algunas de estas maneras de dezir es lenguaje lutherano. E digo que el lenguaje lutherano
es lengua herética e lengua de el infierno e malo, esto es, formalmente;
e si este nombre se da a todo lo que paresce a lo que ellos hablan,
será blasfemia e lierror, porque ellos han usurpado el hablar de las
Escripturas y santos en muchas cosas, e por ellos en esto no avernos
de mudar el lenguaje, como porque el lobo tome la vestidura a la
obeja, ella no a de dexar la suya... Ansí digo yo de los christianos,
que los lenguajes usados e que se sacan de los santos, no ay por qué
los dexar algunos muy proprios de los hereges... Dezir yo que confío
en la passión del Hijo de Dios... dezir que el escudo de la ffee me a de
ayudar e asegurar contra mis enemigos, que la ffee viva es la que vale
I. 174 r-v.
I. 180 V.
[71]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
285
mucho y salba, e no la muerta: no se yo por qué se a de huir... Si el
herege llama biva a la ffee sola, ¿por qué tengo yo de espantarme de
la ífee viva? Dizen los santos que por no convenir con los hereges,
avernos de huir de algunas maneras de hablar, aunque en rigor se
puedan salvar. Confiésolo, pero han de ser pocas y essas, palabras
peligrosas e no usadas sino rarísimamente, como las que diximos. Pero
querer huir de todas las maneras de hablar, en especial de estos hereges, no es posible, si no aprehendemos ahora de nuebo a hablar, e
olvidamos el lenguaje de sant Pablo, que es el más usurpado de los
impíos e profanos hereges. Esto me paresce según Dios e mi consciencia, subgetando todo lo dicho a la censura de la Madre Santa
Iglesia» '".
Asi termina su largo escrito fray Juan de la Peña: sus folios quedaron enterrados en la selva papelesca del proceso y su voz pasó inadvertida en aquel mar de pasiones. Más aún, él mismo caía bajo las
sospechas del Santo Oficio, y cuatro días antes de la prisión de Carranza, aprovechando su ausencia, se violaba su celda y secuestraban
sus más íntimos papeles "'. Pero al cabo de los siglos, su actitud
serena y equilibrada, firme sin aspereza ni susceptibilidad enojosa,
comprensiva y humana, sin consiones ingenuas y facilonas, se levanta
con gran dignidad sobre la mezquindad, el rigor leguleyo y sobre las
bajas pasiones de muchos de los que manejaron los hilos de la causa
de Carranza. Esta razón justifica el que haya recogido, quizá con prolijidad, textos que merecían ser sacados del olvido y que tanto pueden
ayudar a la comprensión de aquellos momentos.
Amplias confesiones de fray Domingo de Rojas
Los meses de marzo y abril de 1559 fueron particularmente abundantes en deslaraciones de fray Domingo de Rojas, quien acabó de
completar su labor comprometedora. Comenzó por referir detalles pintorescos de su prisión en frontera de Navarra juntamente con don
Carlos de Seso. El Comisario encargado los tuvo en una torre y luego
en su casa, donde les dio de comer y pudieron ver al obispo de Pamplona, Ramírez. Como fray Domingo hubiese intentado la huida despojándose de su hábito de dominico, le dijo con lástima el prelado:
«Otro camino es este hábito, que no el que llebó vuestra señoría al
Concilio.» A lo que repuso el fraile que «el hábito lo llebava en el
coraeón e que su intención era yr al argobispo de Toledo, porque entendió que acá en Valladolid le querían prender». A pesar de que Rojas
i. 181 r-v.
Proceso, VIII, 217 ss. C£r. tí. 225 s. y 264 ss.
286
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[721
estimaba que su causa iba ligada a la del arzobispo, el prelado navarro
trató de desligarlo diciendo que «al arcobispo no le tocava nada de
cosa semejante» "".
Mas a los inquisidores interesaba esclarecer este punto, conociendo
lo que pensaba Rojas sobre el mismo. Este habló resueltamente alejando de Carranza ¡a mínima sospecha de luteranismo, pero insistiendo en sus sentimientos espirituales de confianza en Cristo: «Preguntado que diga en qué tocava al arzobispo de Toledo porque le tocase a
este confesante, dixo que porque todo el mundo tiene entendido que este
confesante es su discípulo e una misma cosa y enseñado de él en todo.
E cierto en esto no me enseñó, porque siempre que se ofrecía hablar en
estas materias en que Luthero se apartó de el sentimiento verdadero de
la Iglesia, lo mostrava el dicho fray Bartolomé de Miranda el falso artículo de las razones de Luthero e sus sequazes; e ninguna perssona
de quantos este confesante trató e oyó lo pudieron tanto preserbar de
no seer engañado, como después lo fue este confesante, como la doctrina que en general y en particular oyó siempre al dicho maestro
Miranda. E lo que este confesante sentió de el sentimiento que tenía
cathólico e verdadero ya tiene dicho, que nunca vio tampoco hablar
a hombre en la passión de nuestro Señor y en el valor della y en la
confianca que devíamos tener en la misericordia de Dios tan delarada
por nosotros como al dicho frai Bartolomé de Miranda. E que algunas
consideraciones que este confesante le oyó predicar e leer quando tiene
dicho en Falencia e leyendo enseñar e platicar también en particular,
topó después este confesante, después que dio en este mal, en la boca
de los que me le pegaron y en la lectión de los libros que ha dicho
que ha leído. Las quales consideraciones e lenguaje es común a los
santos e a los hereges, los quales para hazer buena su oppinión, procuran de entrar por caminos más espirituales e muy justificados.»
Rojas confesó que sus conversaciones con Carranza sobre estas materias siempre fueron ocasionales, hacia unos quince años; no por
iniciativa suya, sino a veces con motivo de comentarios a las cosas
del pasado Concilio de Trento. Pero respecto a la ortodoxia de su
maestro vuelve a decir que «siempre que se ofrescía esta plática, le
vía hablar cathólicamente. mostrando más la falsedad de los fundamentos de los luteranos y de su doctrina que otro ninguno. Y por esto
dixo que cierto el dicho frai Bartolomé de Miranda no le avía pegado,
sino que antes su conversación e doctrina huviera de seer bastante
para preserbarle de no seer engañado como lo fue» '".
I, 47 v-48 r. SCHAFEK, III, 772 ss.
I, 48 r-49 r.
[73]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
287
El 10 de abril los inquisidores amonestaban gravemente a Rojas,
acusándolo de callar y encubrir muchas cosas y personas en sus declaraciones. A pesar de las expresas protestas de Rojas de haber declarado
todo, volvió a ser amenazado con tormento; el dominico se mantuvo
en su negativa diciendo que «sería peccado mortal dezir más de lo
que dicho tiene, e que él no tiene más que dezir, e que él no nasció
sino para tormentos» "". Los inquisidores decretaron que fuese puesto
a «cuestión de tormento» para con ello ayudar e declarar por entero
la verdad; leída la sentencia, Rojas exclamó que «por amor de Dios
se apiaden de él e que él no tiene más que dezir en que en ello peccaría
mortalmente». En la misma cámara de tortura fue requerido por última vez a que declarase enteramente la verdad, pero Rojas no salió de
sus protestas de inocencia: «Dixo que verdaderamente que es falsísima
la información que ay contra él de lo contrario e que le pongan en el
camino»... y «que él quisiera más tener que dezir que todo el mundo
e que quisiera más que le mataran que no le dieran tormento» '". Como
tentativa postrera los jueces Riego y Diego González apuntaron al
objetivo de sus pesquisas, manifestando que tenían información de que
Rojas sabia estas cosas hacía trece años. Fue este el momento en que
el desgraciado dominico inició una larga serie de declaraciones, en las
que aparecen confusamente agolpadas frases y hechos, confidencias
propias y acusaciones imprecisas contra Carranza. Es uno de los textos
más importantes de toda esta fase previa al proceso del arzobispo.
Comienza Rojas por revelar algo que ya insinuamos anteriormente: la
raíz de vanidad que lo llevó por peligrosos derroteros: «Dixo que el
mayor hierro que hubo en el negocio es que para persuadir a otras
personas a ello e para abthorizar este negocio, este confesante dio
a entender que frai Bartolomé de Miranda estava en este articulo de
la justificación, e que en esto, por el passo en que está que no piensa
bivir, dize qu-; pretendía lo uno dar a entender a las perssonas que lo
dezía, que este confesante era ya viejo en este artículo y enseñado
muchos días avía en él, e solo por banidad que no paresciese que se
lo avían pegado así de presto, lo dezía» "5.
Para dar apariencia a su idea de que Carranza estaba en aquellas
ideas se apoyaba en que le oyó decir que él estaba seguro de su salvación, en la conocida frase reticente acerca del purgatorio, y en rumor
esparcido por el doctor Cazalla (quizá por noticia de Pedro de Cazalla)
de que el arzobispo participaba de las doctrinas luteranas1". Rojas se
extiende más largamente que en otras ocasiones en relatarnos sus
"«
'"
'"
'"
I,
I,
I,
I,
49 r-v.
50 r-v.
50 V.
50 v-51 r.
288
J. IGNACIO TELLECHEA JDICORAS
[74 J
coloquios con Carranza hacía quince años en casa de la marquesa de
Alcafiices. Hablaron del beneficio de Cristo, de la seguridad que en él
teníamos de la salvación y de la posibilidad de ver a Dios, después de
la muerte, si sabíamos aprovecharnos de la Pasión de Cristo. Fray
Domingo expuso sus dudas al maestro: «Pues, padre, ¿y el purgatorio?
Y el respondió reyéndose: Mal año. E que este confesante le dlxo: En
verdad que yo le temo mucho o que no estoy tan cierto de esto...» Y
repuso Carranza: «No estáis agora capaz para esta filosofía.» A Rojas,
según dice, no le pasó por pensamiento en aquel entonces que su
maestro negase con ello el purgatorio. Aquellos días Carranza le hizo
leer y se la parafraseó personalmente la carta a los Efesios, haciendo
gran caudal de la predestinación en Cristo, de la donación gratuita
por el Padre de su divino Hijo, y de la remisión de los pecados. «No
avía otra cosa que pensar —según Carranza—, ni otra mejor meditación que aquello que allí estava»"'. Más tarde pudo escuchar las
explicaciones de la epístola a los Gálatas en Falencia, donde refutó
siempre la doctrina luterana, aunque se aproximaba mucho a ella
en el lenguaje. Otra vez surge este problema descrito por Rojas con
vigor: «En lo demás de el lenguaje que tiene dicho arriba de lutheranos e de lo que tenemos en Christo, se las oyó dezir allí, e que en sermones le oyó tratar lo mesmo algunas vezes este mesmo lenguaje,
como es dezir que toda la hazienda de Christo es mía si tengo ffee
verdadera, e sus acotes e sus espinas e todo lo demás que por él passó,
e mis peccados son suyos e que no ay peccados para quien esto cree
ni muerte eterna ni infierno ni demonios e que esta es la sustancia
dello... Tornó a dezir que por entonces se holgava de oyr aquello e
no infería nada más de aquello por entonces. E que después, quando
estava este confesante en esto y vio la gente que en ello estava, que
es en lo de los lutheranos, ¡es dixo a los con quien trató a algunos que
le parescía que fray Bartholomé de Miranda estava en el artículo de
la justificación y le paresce que lo dixo al doctor Cacalla y en Pedrosa
y Falencia, y que, amigue lo dezia, que no lo creya, aunque le váresela
que estava cerca dello y que con dezir esto authorizava su negocio
para con los otros» '".
También en Alcañices, y a solas, Carranza manifestó a Rojas su
disposición de renunciar a todas sus buenas obras para contentarse
con los méritos de Cristo, y de dar por nada sus pecados, pensando
en la satisfacción de Cristo. Análogos conceptos explayó el arzobispo
ante el hermano de fray Domingo, don Luis de Rojas. Mas cuanto
pudiera haber de exageración en las frases nos lo revela el mismo
I, 51 r-v.
I, 51 v-52 r.
[76]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
289
fray Domingo: el dar por nulas las obras y los méritos es lenguaje de
luteranos, «sino que la diferencia está, que los luteranos niegan aver
satisfación ninguna de su obras, y el dicho frai Bartolomé de Miranda
no negava la satisfación dellas. Lo qual save porque se lo declaró
muchas vezes, sino que no hazía caso dellas comparado a lo principal
de Christo» l:l . ¡Otra vez el espíritu de la corriente italiana del Beneficio de Cristo!
Fray Domingo de Rojas vio frustrados sus deseos de llegar a hablar
con Carranza en Flandes porque fuerza mayor se lo impidió. Mas,
acaso tratando de buscar este amparo, inició en este punto de su
proceso una carrera loca de acusaciones contra su maestro, en las que
salvará siempre su intención, pero embrollará cada vez más su asunto.
Al envolver a Carranza en situaciones sumamente confusas, nada conseguirá Rojas para sí, pero preparará la ruina del arzobispo. El 11 de
abril se hizo llevar espontáneamente ante sus jueces para concluir su
negocio—como él dice—. Toda la conclusión se refirió a Carranza
contra quien declaró cuatro puntos; el 13 del mismo mes añadía
otros dos.
Dice en el primero que uno de los motivos que tuvo «para sospechar
asi un poco», que Carranza sostenía alguno de sus errores fue que le
dijo en cierta ocasión su padre, que habiendo querido disponer con el
consejo de Carranza un legado de mil misas en favor de su alma, le
preguntó si era mejor decirlas en vida o después de muerto; a lo que
respondió el dominico: «Créame vuestra señoría e dígalas antes.» Este
consejo, que se funda en las más elementales normas teológico-morales,
indujo a fray Domingo a pensar si Carranza dudaría del purgatorio.
Recordó también Rojas un suceso curioso acaecido en un mesón de
Milán a Carranza y a él, cuando se dirigían juntos a la segunda convocatoria del Concilio de Trento. Toparon con el séquito abundante de
húngaros quo acompañaban al rey de Bohemia; mientras se calentaban junto al brasero, uno de los citados del séquito real, que era luterano, comenzó a hablar con el entonces obispo de Segovia, don Gaspar
de Zúñiga. luego arzobispo de Santiago y juez de la causa de Carranza.
Este intervino en la disputa y doblegó al luterano en la discusión;
pero luego glosó a solas con Rojas la impresión que le produjo el
inominado luterano: «Yo os prometo, que me ha puesto más vergüenza este hombre que he pasado en mi vida..., porque le vi más
señor de las Escripturas e tener más memoria dellas que yo siendo
maestro en Thenlogía.»
El tercer punto era cierto comentario esparcido por doña Francisca Zúñiga, según el cual Carranza hablando de cierto luterano decía
'••'•
I. 52 l'-v.
Anthologica
19
290
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGOHAS
[76]
«que hasta cierto punto le páresela muy bien o lo loava». Y, por último,
declaró que supo por la marqueza de Alcañices y por Sabino Bernal
las incidencias de Cazalla y Seso con Carranza, y más tarde incluso
llegó a conocer el hecho por referencia directa de los dos interesados.
No íaltan en esto matices interesantes; Carranza preguntó a don
Carlos qué razones le movían a apartarse de la Iglesia. El italiano las
escribió en un pliego durante la noche, presentándolas a Carranza al
día siguiente: «Las leya—añade—frai Bartolomé de Miranda a solas
llorando, e que acabado de leer, le dixo llorando: Todo esto no basta
para escusar a un hombre que se aparte de la Iglesia. E que en algunas
cosas que magnificava la passión de Ihesu Christo paréscele a este
confesante que le dixo que mostró que le contentaban, pero que lo demás se lo corrigió e le pidió de palabra que nunca más tal pensase
ni de tal tratase.»
Rojas, sin embargo, conoció la mala fe con que actuó don Carlos
con Carranza y centra él dirige sus más aceradas palabras, descubriéndolo como el cabeza de todos los males: «E que le paresce cierto
que le dixo don Carlos a este confesante, como loándose mucho a si:
Pero, en fin, yo no negué a lesu Christo delante de él, dando a entender que no avia negado aquel artículo que era no aver purgatorio,
sino que le avía dicho que no saldría de allí ni se trataría más dello.
E que después que ha visto lo que ha pasado e pasa, ve este confesante
que aquella blanda correcctión fue causa de todos estos males e que
ansí dlze e jura de nuebo por Dios e por su verdad que sabe como un
hombre lo puede saber e le consta que el dicho don Carlos es el primero principio e total fundamento de este estrago, es a saver, de los
que están en esa casa presos... e que no se le acuerda que otro fuese
principio de estos herrores ni que en ello hubiese otro misterio, e que
si otra cosa han declarado e depuesto algunos es mentira» '".
A los dos días completaba anteriores declaraciones con dos detalles
no despreciables, si se tiene en cuenta que Rojas fue uno de los que
más agitó el nombre de Carranza, como presunto luterano, entre todo
aquel atajo de descarriados. Ahora reconoce que dijo a diversas personas que Carranza predicaba y creía la doctrina, la justificación muy
bien; sin embargo, «a los que veía que estaban dentro de el juego»,
como a sus sobrinos Luis de Rojas y Ana Enríquez, a don Francisco
de Vivero y otros les decía que no estaba en esta verdad. Por último,
indica que él leyó su manuscrito sobre los «Artículos de la Fe» a
Carranza, quien no encontró en ellos nada erróneo; más aún. al parI, 53 r-55 c
[77]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
291
tir para Inglaterra se los pidió, y entonces Rojas hizo sacar una copia
a doña Francisca de Zúñiga, que se la llevó Carranza para la isla "".
El singular Breve de Paulo IV «Nuper non sine animae amaritudine»
Para cuanto estas cosas declaraba fray Domingo, obraba en poder
del inquisidor general un documento emanado de la más alta autoridad de la Iglesia con fecha del 7 de enero de 1559. Sería sumamente
interesante el conocer todos los pasos por los que se obtuvo este Breve
Apostólico; pero esto corresponde más bien al capítulo de las secretas
intenciones del inquisidor, que deliberadamente excluímos de este estudio. Las mismas apostillas que hiciera Carranza dentro ya del proceso nos ayudarían a leer entre sus líneas secretos procedimientos inconfesables e informaciones sumamente tendenciosas.
De momento nos conformaremos con aquello que nos descubre en
él una atenta lectura. El papa rompe el silencio a causa de alarmantes
noticias procedentes de España, conforme a las cuales pululan y se
difunden ocultamente en el Reino la herejía luterana y otras nacidas
de ella (pullulare coeperint et iam latius serpere videantur) y hasta
se hacen sospechosos de ellas algunos prelados de la Iglesia. Para
remedio de tanto mal, el Romano Pontífice otorga a Valdés amplias
facultades por término de dos años para investigar y procesar a toda
clase de obispos, arzobispos, patriarcas y primates (contra quoscumque
episcopos, archiepiscopos, patriarchas et primates), y, si hubiese indicios suficientes como para legitimar la prisión y, por otra parte, se
temiese verosímilmente que los inculpados habrían de huir del Reino
(verisimilíter formidetur ne ipsi sic inquisiti... a regnis praedictis aufugiant) sean arrestados y custodiados en lugar seguro. Por fin se pone
expresa condición (ita tamen...) de, en el espacio más breve de tiempo,
remitir a Roma a los inculpados con todos los capítulos de culpa y
expedientes procesales "".
La fecha del documento tiene gran importancia: 1 de enero de 1559.
Basta pensar en ella para ver que la falsa alarma romana ha sido
provocada por informes malignos, máxime cuando los sujetos a que se
apunta en el Breve son exclusivamente los proceres de la Iglesia.
¿Quiénes eran esos prelados de quienes había razonable sospecha de
herejía luterana? ¿Por qué se forzaban las cosas y se inducía la necesidad de los arrestos, bajo sombra de peligro de huida del Reino? Razón tenía Carranza para impugnar el documento por subrepción, cuando tan claramente aparece que pudo obtenérselo por vaguedades y no
I, 55 r-v.
I. 194 r-195 r.
292
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[78]
por tiro directo hacia la persona a quien realmente se apuntaba, y
que, además, hubo de hincharse las vaguedades con alarmismo falso
para poder impresionar a Roma y conseguir lo que se deseaba. Algún
día aclararé toda la trama de este sucio juego.
El 8 de abril recibía el Breve cerrado y sellado el inquisidor general
y lo aceptaba formalmente «para cumplir e executar quanto en él
fuere, como hijo de obediencia, lo que Su Santidad por el dicho Breve
manda», que es exactamente lo que él deseaba y diligentemente había
pedido que se le mandase "".
Un mes más tarde, el 6 de mayo de 1559, Iniciaba su tarea el fiscal
de Consejo de la Inquisición, licenciado Camino. Primero requirió de
forma genérica a Valdés que aceptase el Breve citado y se determinase a proceder contra la persona o personas que él denunciase. Valdés respondió que ya lo había aceptado y se comprometía a poner en
práctica la aceptación '*'. Acto seguido presentaba el fiscal formal
acusación contra Carranza, diciendo que estaba «notado, indicado e
testificado en los libros e registros de el Santo Oficio de la Inquisición
de aver tenido, escripto e afirmado muchos herrores de la reprobada
secta de Luthero e muchas proposiciones heréticas, erróneas, malsonantes e escandalosas, que a dogmatizado e enseñado a otras muchas
personas, como consta e paresce por mucho número de testigos... e
por los muchos herrores que están notados e qualificados en el libro
que hizo e escrivió, que le intituló Cathechismo de doctrina christiana
y en otros tratados e sermones que escrivió e enseñó». Ante semejante
acusación el fiscal pedía resoluciones expeditivas: «sea luego e sin
dilación alguna preso e puesto en secreta e segura cárcel e que sus
bienes e frutos de el dicho arcobispado e dignidad de Toledo sean
secrestados» "3. El arzobispo hizo aceptación de la denuncia, prometiendo que comunicaría el asunto con los miembros del Consejo y
pidió al fiscal que presentase sus informaciones "".
Acto seguido el licenciado Camino presentaba una petición y memorial, en el que para comprobación de su acusación citaba larga serie
de escritos y personas relacionados con la causa. Entre los primeros
figuran en primer lugar el Catecismo con las censuras correspondientes de Melchor Cano, Domingo de Soto y el franciscano Pedro de Ibarra. (No aparece la de fray Juan de la Peña) Además presentaba, entre
los escritos, los «Artículos de la Fe» (de Rojas), un Comentario sobre
el modo de oír Misa, sermones-comentario de los Salmos Quam dilecta,
Super flumina, De profundis, una obra de amore Dei erga nos (del
I, 196 r-v.
I, 195 v-196 r.
I, 196 v-197 r.
I. 197 r-v.
[79]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
293
beato Avila), etc., con las calificaciones del maestro Carlos y de Cano.
Entre las personas figuran los testigos que venimos examinando a
todo lo largo de este artículo, unos presos y otros delatores espontáneos: son en total 34. Por fin, se añaden algunos documentos pertinentes, como las cartas de Juan Sánchez a doña Catalina de Ortega,
cartas de Carranza al doctor Cazalla, y al licenciado Herrera, un sumario
de los sermones que hizo en Valladolid el verano anterior y una carta
de Castro, obispo de Cuenca a Valdés'".
El arzobispo Vaidés comenzó a actuar: comunicó con los miembros
del Consejo y decidió dar carta de emplazamiento para que Carranza
compareciese ante el Tribunal a responder a la demanda y acusación
del fiscal. Esio ocurría el 13 de mayo"5. Pero.aún pasarían meses
hasta que se iniciase en firme la ejecución de un plan que había que
madurarlo mejor. Valdés no tenia prisa. Todavía había que buscar
nuevos hilos: precisamente dos días antes registraba el escribano Landeta una carta de Carranza al doctor Cazalla que podía abrir nuevas
pistas.
«.Parturiunt montes»: Una carta al doctor Cazalla
El 18 de febrero de 1558 escribía Carranza desde Bruselas una carta
en respuesta cortés a la felicitación que Cazalla le había dirigido por
su promoción al arzobispado de Toledo. Dice así:
«Muy Rdo. e magnifico señor: La de vuestra merced de diez de
deziembre reciví e me pesa de los travajos que vuestra merced ha tenido; pero esse es el camino para la gloria e Dios, que da la fatiga,
socorre con su favor para que se sufran, e ayuda para que se se remedie.
Ansí pienso yo que entre ambas a dos cosas, habrá tenido vuestra merced.
Quanto a la gratulación que haze vuestra merced a la Iglesia, plega a
Dios darme su gracia con que yo pueda responder de mi parte a lo que
desseo; lo qual, si en algún tiempo fue necessario que se pidiese a
Nuestro Señor por todos los que son parte e miembro de dicha Iglesia
es agora, que es como vuestra merced dize está todo en gran travajo.
E asi vuestra merced me la hará de ayudarme con las suyas e con las
de los que sintiere que podrán hazer semejante beneficio. Quanto a la
perssona de vuestra merced, bien sabe en el lugar que yo la he tenido
tantos años a, y en aquel le tendrá siempre; e ansí en lo que se le
ofreciere podrá hazer lo que hasta aquí sin cerimonia nenguna. Nuestro
"' I, 197 v-199 v.
"• I, 199 v-200 r.
294
J. IGNACIO TEI.LECHEA IDIGORAS
[80]
Señor guarde c prospere a vuestra merced, como dessea vuestra merced.
De Bruselas a XVIII de Hebrero MDLVIII. A servicio de vuestra merced.
F. BARIHOLOMEUS, Archiepiscopus Tolctanus» '".
Esta carta dirigida a Agustín Cazalla, entonces honrado con el
titulo de «predicador de Su Magestad», como aparece en la dirección,
se prestaba a todas las más tendenciosas suposiciones por parte del
fiscal. Sobre ella, en efecto, formuló una serle de preguntas que hablan
de hacerle al orador apresado: ¿Cuál era su trato con Carranza y de
qué materias habían hablado? ¿Por qué y qué le escribió, cuando el
dominico fue nombrado arzobispo? ¿Cuáles eran sus trabajos personales, a los que aludía Carranza? ¿Por qué Carranza decía que en aquel
tiempo era particularmente necesario pedir la gracia de Dios? ¿En qué
trabajos estaba la Iglesia? ¿Quiénes eran parte o miembros de esa
Iglesia? ¿Hablaba de la Católica Romana o de otra particular? ¿Quiénes son los que pueden hacerle el beneficio de sus oraciones? ¿En qué
lugar tenía Carranza a la persona de Cazalla? ¿Qué es lo que podía
seguir haciendo sin ceremonia? "'. Acaso, por razón de su propio oficio,
se puede disculpar a un fiscal cuando lleva a efecto tan maravillosamente el triste refrán del «Piensa mal y acertarás». Mas, aparte de que
el licenciado hace méritos para transformarse en una figura por demás odiosa, ciertamente no se quedó corto en sus malévolas sospechas.
Valdés encomendó a los inquisidores el cumplimiento de los deseos
del fiscal "*. El 19 de mayo comparecía el doctor Cazalla ante sus
jueces. Reconoció sin dificultad la autenticidad de la carta encausada
e hizo manifestaciones llanas que disipaban toda duda. Conoció a Carranza en San Pablo de Valladolid, cuando tenía diecisiete años; fue
discípulo suyo de artes y su penitente en confesión. Nunca más le vio,
al ausentarse de Valladolid e ir a Alcalá, donde estuvo hasta sus
veintiséis años. Luego, con treinta y dos años, pasó a servicio de Su
Magestad, y marchó con él a Alemania en 1533, residiendo allí nueve
años. Regresado a España, estuvo en Salamanca, en el período de 15521555; algunas veces fue a Valladolid por mandato del emperador.
Solamente una vez coincidió con Carranza en una reunión con el presidente del Consejo Real y otros, para tratar de los Breves de Roma
«contra los que obedescían el Concillo de Trento». El parecer fue unánime: «Su Santidad parescía proceder con alguna passión e que por
esta causa se devía proceder en lo que el Concilio avia tomado a cargo.»
Cazalla recordaba que Carranza «más que otro se alargó en hablar de
los abusos que avía en Roma». Nunca hubo más trato ni de palabra
I, 200 r-v.
I, 203 r-204 V.
I, 204 r. El día 17 de mayo de 1559.
[81]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
295
1
ni por escrito si no es por la citada carta de felicitación ". ¡Cuántas
cabalas por tierra!
Los «trabajos» en que se encontraba inmerso Cazalla no eran otros
que la asistencia desde el año 1556 a una hermana, que al enviudar
de don Hernando Ortiz quedó con más de 11 mil ducados de deudas
y trece hijos, ocho varones y cinco mujeres, de las que dos eran doncellas «con nlngund otro abrigo sino el de Dios y el que este testigo
les podía hazer». Hízose cargo de tan trágica situación el compasivo
y humanitario doctor, y a ellos hubo de sacrificar el bien ganado reposo de sus años de predicador imperial. «E a esta causa holgava de
dexar su quietud de Salamanca e servir a Su Alteza para remedio de
estos huérfanos y estos son los travajos que le escrevló» "°. ¡Nueva
confusión para los suspicaces! Y ¡negra desgracia la que se abrió para
esta familia con la muerte de su caritativo protector!
La frase que insinuaba que la Iglesia estaba en trabajos, cree que
era respuesta a la alusión de Cazalla en su carta de felicitación a las
turbulencias y escisiones ocasionadas en Toledo por el Estatuto de
limpieza de sangre promulgado por el antecesor de Carranza, el arzobispo Martínez de Silíceo. En los demás puntos, en que el juicio de
Cazalla lleva tónica opuesta al del fiscal—«ha de juzgar en dubda lo
mejor»—, la intención es simple, ya que entiende que se refiere a la
Iglesia Católica; los miembros son los buenos que le ayudan con sus
oraciones «son los buenos e amigos de Dios, cuyas oraciones le son
aceptas». El lugar en que le tenía se refiere a la estima en que le tuvo
cuando fue su alumno y penitente. En el ofrecimiento vago de que
hiciese en lo que se le ofreciere, como había hecho hasta aquí, creía
ver el doctor una salida del paso: «como este testigo le avía insinuado
su necesidad... que devió entender que le pidió socorro para ello, e
asi en la respuesta passó sumariamente por ello e dexó las palabras
preñadas por seer cosas de dineros» '". Así se deshinchó la artificiosa
trama urdida por Camino y se borraban sin remedio las misteriosas
huellas de aquella equivocada pista.
Una carta reveladora al licenciado Guigelmo
Aunque parece que no trajo ulteriores consecuencias, también se
registró por estos dias una carta del arzobispo al inquisidor licenciado
Guigelmo escrita el invierno anterior. En este clima de recelo y delaciones, el inquisidor quizá se vio comprometido en su propio oficio y
"•
1, 204 v-205 r.
"• I, 205 r-v.
•"
I. 205 v-206 r.
U96
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[821
mostró a Valdés el documento, que por mandato de éste pasó a engrosar el ya abultado dossier de Carranza. SI lo hubiese ocultado o
destruido, hubiéramos perdido una preciosa fuente de Información
acerca de lo que pensaba Carranza de dos de sus principales acusadores: de fray Domingo de Rojas y de don Carlos de Seso. Después
de haber ido recogiendo tantas confusas referencias, es hora de dejar
hablar al propio interesado. Guigelmo, subdito de Carranza por el
beneficio de Carayaca de que gozaba, le pide dispensa de residencia
por atender a las obligaciones de su oficio de Inquisidor. El arzobispo,
a quien tanto costaba otorgar tal licencia, se la concede, y aprovecha
la ocasión para Insinuarse en las tareas en las que se ve envuelto el
licenciado. Dice así:
«Muy Rdo. señor: Un capellán de la capilla de los Reyes me habló
para que se diese a vuestra merced licencia para no residir por agora
en el beneficio de Carabaca por las justas causas que al presente tiene
para su ausencia. E pues yo las sé e son tan notorias, no es menester
otra información e assí la mandé luego dar e por la presente la doy,
porque para lo que vuestra merced de presente haze, nosotros dexaremos
nuestras Iglesias quando fuere menester y entenderemos en ello. E pues
se ofrece agora tratar de esto, diré lo que en Valladolid dixe en el
collegio hablando con vuestra merced, que desseo lo que todos devemos
dessear; que ya que Dios permitió que fray Domingo de Rojas cayese
tan feamente e con tanto daño suyo y de otros, aviendo sido criado en
la Horden donde siempre le enseñaron la verdad e la doctrina tan
contraria a los errores e disparates en que el demonio le derrocó, que
Dios le aya alumbrado e le dé gracia que conozca sus herrares e haga
penitencia dellos porque se salbe e porque haziendo penitencia de los
principales peccados, también la hará de los menos principales, que son
los testimonios que lebantó a quien no se lo tenía merescido. Hame
dado menos pena, por tener creído que Dios habrá proveído en ello como
lo haze por los que por falssos testimonios padescen.»
No existían en el caso de Seso las razones afectivas que forzaron
a este discreto silencio respecto a Rojas. Por ello Carranza va a
hablar lisa y llanamente de su relación con el italiano con la extensión que requería el caso:
«Lo mesmo he deseado de el italiano que está preso, llamado don
Carlos, aunque no le conozco, pues que en mi vida le vi ni hablé sino
sola aquella vez que le truxieron al collegio de sant Gregorio, que le
hablé por media hora más o menos, e nunca antes ni después le avia
hablado. E tengo entendido que de la manera que a mí me engañó,
lo a hecho con otros después acá que yo estoy fuera de el reino.»
[833
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
297
«A mí me acaesció con él lo que dize Salomón, Qui ambulat simplicíter ambulat con/identer. Yo avia oído dezir bien de este hombre a
muchos, pero que también hablava mucho en materias de religión que
son fuera de su profesión; y a fray Alonso de Castro, de la Horden de
sant Francisco, y a un compañero suyo que llaman fray Gaspar de
Tamayo que vino esta jornada conmigo de Plandes y agora bive en
Salamanca, avía oído dezir lo mismo, porque vino en su compañía desde
Trento hasta cerca de Logroño. Estando yo en Trento los oí después
hablar bien de él e de la compañía que les avia hecho.»
«Como subcedió queriéndonos partir para Inglaterra que Pedro de
Capaila, hermano del doctor Cagalla, vino a mí al collegio algo escandalizado de averie oído hablar mal en la materia de el purgatorio, yo
le dixe que le truxiese allí porque avía oído dezir muchas cosas de él
e yo le examinaría, e visto lo que dezía, proveeríamos de el remedio.
Creo que me dixo que le escriviese yo un renglón e que luego vernía;
de esto no me acuerdo bien. En fin, él vino y entró sólo en mi celda e
yo le dixe cómo aquel clérigo estava escandalizado de él, especialmente
de la materia que he dicho de el purgatorio: que me dixiese lo que avía
dicho en aquello e hiziese satisfación al clérigo de su escándalo, e que
yo avía oído dezir otras vezes que hablava en muchas cosas fuera de su
profesión. Que yo le amonestava que mirase e no pensase que estava en
Italia, donde le castigarían las obras, porque en España le castigarían
las obras e las palabras, si no mirava como hablava, pensando que en él
no avía más de aquella soltura de hablar como la tienen en su tierra.»
«E juntando las manos delante de los pechos me conjuró con muchas
palabras deziendo que él no era theólogo ni sabía letras e que él avía
hablado en aquella materia como avía oído a otros letrados e señalóme
dos perlados que estavan en el concilio de Trento. E rogóme que yo le
dixese en mi conciencia lo que sentía en aquello, que él jamás sentiría
ni hablaría de otra manera sino como yo se lo dixese, e que si en algunas palabras avía errado, era por no entender ni saber más.»
«Yo como le vi tan humillado e hazía tantas protestaciones, creíle e
díxele: Yo conocí en Trento los perlados que vos me nombráis, pero
nunca los oí hablar en essa materia sino como cathólicos e como enseña
la Iglesia. Pero pues vos os remitis a mi conciencia, yo os quiero dezir la
verdad y lo que digo aqui os diré en el tribunal de Dios. E díxile lo que
la Iglesia tiene de el infierno e de el purgatorio, como lo solemos enseñar en aquellos dos lugares, de los quales en el uno son atormentados
etternalmente los que mueren en peccado mortal, e en el otro temporalmente los que mueren en gracia sin aver hecho entera satisfacción de
sus peccados. El lo recivió con grande humildad e haziéndome muchas
gracias por averie enseñado e prometiéndome grande enmienda de sus
pláticas. Yo le dixe que me agradesciese aquella, que si entendía que no
se enmendava en su manera de hablar que lo pagaría todo junto. El
tornó a prometer más la enmienda y ansí se fue.»
268
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[84]
«En verdad que yo pensé que remediava un alma, pensando que no
avía en él mas de aquella soltura de hablar que avía visto en su tierra,
aunque a él nunca le vi ni en España más de el poco tiempo que duró
esta plática. Salido yo de allí encontré al Pedro de Ca?alla en el collegio
e le dixe que pensava bastava la diligencia hecha, porque dezía que por
ignorancia avía errado sin saver que errava; que agora que estava enseñado de la verdad, prometía de enmendarse e que por venir mal enseñado de su tierra, le devíamos creer por esta vez. Pero pues que ya no
peccaría por ignorancia si le viese hablar mal, que luego diese aviso al
Sto. Officio de la Inquisición. Esta es la historia de aquel hecho e la
e referido a vuestra merced porque se usan ahora mucho los falsos testimonios. E pues entonces estuvo esse italiano falso conmigo, podría seer
que también lo estuviese allá; e si otra cosa dixiere contraria a lo que
aquí digo, que entienda que es mentira e maldad. E por lo que deve a
su officio le ruego procure de examinarlo e averiguar la verdad e hallará
que es esta que aquí va escripia. Nuestro Señor la muy rda. perssona
de v. m. guarde en su servicio. De Toledo.»
Como queriendo descubrir la raíz del engaño sufrido, Carranza
añade en posdata: «Olvídeseme dezir que nunca en la plática este
italiano eonfessó aver dicho heregía o herror alguno contra la ffee,
sino todo fue protestaciones de humildad dezlendo que no sabia letras
e que le enseñase yo la verdad e que aquella seguiría él» '".
En suma de tan larga confusión: nada de secreta confabulación u
ocultación Oel hereje taimado. Sino prisa del viaje, concesiones a la
ignorancia y a las maneras aparatosas de humildad y sumisión, compresión con un seglar extranjero y sobre todo, en medio del posible
engaño e ingenuidad, noble afán por satisfacer al escrúpulo de Cazalla, por evitar una denuncia ligera y por remediar con bondad el
estado de un alma. No creo que exista más misterio en la tan traída
y llevada entrevista de Carranza con Seso, al menos por lo que al
primero respecta.
une página espiritual vibrante
El remedio de las almas es lo que juntamente con su natural bondad y piedad empujaba a Carranza a sembrar confianza en Dios y
anchura en su servicio: es lo que nos revela en una declaración palpitante uno de los miembros de la desgraciada y probada familia de
los Vibero, doña María. Fue su hermana doña Beatriz, la que la catequizó en momentos de angustia espiritual. «Doña Beatriz de Vivero,
i92
I, 200 v-202 v. Esta carta fue publicada por MENÉNDEZ PELA YO en el apéndice de la Historia de los Heterodoxos Españoles, t. VII, 641-3.
[85]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
299
su hermana, viéndola un día tan triste y llorosa de escrúpulos que
tenia, le dixo a esta confesante que por qué servia a Dios de la manera
que le servía con temor como esciaba e que le serbiese como hija por
amor e no por no temor, e que mirase cómo ella servia a su madre,
que no la servía por la legítima que le avía de dexar; e que no mirásemos a lo que nosotros éramos, que de nuestro natural no éramos
sino abominaciones e peccados. E que esto nos avía venido de el primero padre e que nos avía Dios amado tanto que nos avia dado a su
Hijo para que nos redimiese e que todo quanto tenía era para nosotros, e que no avía que temer sino confiar en él e hazer las obras
con toda livertad que se podían hazer.» A esto respondió doña María
con análoga doctrina, pero recibida de labios de Carranza: «Hermana.
Si no fuese por la merced que Dios me hizo en tres sermones que oy
a frai Bartolomé de Miranda en Santa Catalina de Sena, yo fuera
tornada loca segund mis temores, porque quanto más atormentada me
sentía, me acordava de las palabras que allí le oy dezir, que fueron:
Quando un alma se sentiese muy afligida e ahogada con travajos e
pecados, que bolviese al Padre e le presentase la Passión de su Hijo,
e que ésta le pusiese delante para que le favoresciese como cosa propria. E que esto le avía dado la vida quanto avia que oyó aquellos
sermones» "'.
Inquietudes espirituales en el sexo débil
En la no reducida galería de mujeres que van apareciendo a lo
largo de este estudio figuran entre las más importantes doña Luisa de
Mendoza y doña Elvira Rojas, marquesa de Alcañices, hermana de fray
Domingo de Rojas. La primera era esposa del secretario real don Juan
Vázquez de Molina; probablemente en atención a su rango fue el
inquisidor don Diego de los Cobos, electo obispo de Avila, personalmente a tomar declaración a la posada donde vivía el distinguido
matrimonio. Pero venía llamado por doña Luisa, a quien las sentencias del reciente auto de Fe de Valladolid levantaron el velo de frases
y conceptos que hasta entonces había estimado perfectamente ortodoxos; sólo que don Diego vino con la máxima discreción «por escusar
la publicidad que se seguiría con venir inquisidor».
Tras solemne juramento de rigor «por Dios e por Santa María e
por la señal de la Cruz», doña Luisa refirió sus diálogos espirituales
con su amiga la marquesa de Alcañices, diálogos espontáneos y fervorosos, en los que, sin embargo, creía descubrir un aire menos seguro,
I, 128 r-v. SCHAPER, I, 239 y 274.
300
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGOHAS
[861
en lo que a respuestas de su Interlocutora se refiere. Un día de la
cuaresma inmediatamente anterior decía doña Luisa a su amiga, «qué
mucho se meresceria en dexar los deleites e cosas de el mundo que
dan plazer». La marquesa respondió que «eso es ayre, que no ay merescimientos, porque fray Bartolomé de Miranda, arzobispo de Toledo,
me lo ha ansí dicho». Alarmada doña Luisa, repuso: «Pues ¿qué ay
si no ay merescimientos?» Pero nada le respondió doña Elvira, lo mismo que otras veces en que hablaban del abandono del mundo'".
No menor colorido encierra otro diálogo registrado con viveza por
doña Luisa. Otro día de la misma cuaresma pasada, le dijo la marquesa: «Vuestra merced silicio deve traer, porque los de la Compañía
que por otro nombre les llaman teatinos, os deven de estrechar e
poner en essas cosas, que no es nada e no valen nada... Y entonces
le respondió que no traya silicio. E la dicha marquesa dixo luego que
no es menester traer silicio ni estrecharse tanto, que asi me lo ha
dicho el dicho argobispo de Toledo; lo qual dixo haziendo burla e con
un desgaire» '". La verdad es que resultaba comprometedora la desconcertante marquesa. Por otra parte no vendrían mal unos granos de
psicología femenina al historiador que quisiera hacerse con las complejas situaciones anímicas que reflejan los textos, tanto con la vanidad llena de desenvoltura de doña Elvira como con el escrúpulo y
desconcierto de la piadosa doña Luisa de Mendoza.
Los inquisidores quisieron sondear el ánimo de la primera y asi
días después del arresto de Carranza, la examinaron en su monasterio
de Santa Catalina, exactamente el 14 de septiembre de 1559. A las
preguntas genéricas del licenciado González la marquesa repuso con
negativas, diciendo que nada sospechaba de nadie. Tampoco oyó a
nadie que negase los méritos y la satisfacción, «nunca tal ha oydo,
sino que ay merescimientos en las obras e que ay satísfación e que
toda su vida nunca otra cosa ha oydo». El licenciado la apretó de
nuevo, alegando que había información de que ella misma lo había
dicho y de que poseía escritos prohibidos y amistad y familaridad con
personas complicadas con el Santo Oficio. A lo primero dijo «que no
lo hecho por su boca ni le pasó por pensamiento los días de su vida».
Respecto a los libros, confesó haber poseídos unos manuscritos de Carranza, como el Catecismo, comentarios e algunos Salmos y a San
Pablo, un librito de doce hojas sobre «Cómo ha de retraerse una biuda
christiana» y otros escritos de otros frailes, que los entregó todos a la
Inquisición. «Y en lo de la familiaridad—contestó—que es verdad
que la tubo con el dicho fray Bartolomé de Miranda, arcobispo por
I, 126 r-v.
I. 126 v.
187]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
301
espacio de tiempo de veinte años e también se confesaba con él» '".
La marquesa rechazaba el punto clave de la deposición de doña Luisa,
aun cuando dejaba abiertos nuesvos resquicios. Pero el fiscal hará
especial hincapié en las palabras de la esposa del secretario real al
presentar su nueva demanda de prisión: «ha sobrevenido más testificación e probanca, especialmente el dicho de doña Luisa de Mendoca»'".
•
Un reo que pasa a ser juez: fray Domingo de Rojas
Las inacabables declaraciones de fray Domingo de Rojas, tantas
veces reasumidas e interpoladas a lo largo de todo este trabajo, arrojan abundante cupo de noticias y datos que se fueron recogiendo en
orden a la sustanciación del proceso de Carranza. Siempre trató de
salvar la ortodoxia y buena intención del arzobispo; pero con todas
estas salvedades hizo un inapreciable servicio a quienes se ocupaban
del arzobispo. Pero su contribución más importante la constituyen sus
actuaciones a partir de mediados del año 1559, cuando escapado el
fraile dominico de la sentencia del famoso Auto de Fe de mayo del
mismo año, y viéndose irremediablemente perdido, olvidó su condición de reo para pasar de forma incomprensible a la de solemne juez
de su maestro. Nada conseguiría con ello para sí, pero arruinaría definitivamente el nombre de Carranza y orientaría, sumándose a las
censuras de Cano y otros la opinión de los inquisidores y del fiscal
en el examen de los escritos del arzobispo. El día 19 de junio pidió
audiencia, y «para satisfazer a su conciencia» demandó el Catecismo
de Carranza y un cartapacio de sermones de Carranza, en poder de
la marquesa de Alcañices, y los comentarios de la epístola a los Gálatas que tenía fray Alonso de Castro, para leerlos con atención, «porque
él tiene voluntad de que estas cosas se sacasen de raíz» "*.
El 9 de julio se le entregaba el Catecismo y una mano de papel
para que fuese anotando sus observaciones "*. El sábado 15 de julio
comunicaba fray Domingo que «tenia acavado el negocio» después de
haberlo repasado tres veces. Al día siguiente presentaba un cuaderno
de quince folios, con " • advertencia de que «más quisiera leerle al
i, 127 r-v.
1M
I, 209 r-v.
i, '!>>
I,
55 V - U U 1 .
I, 56 r. Se le entregó el libro por su deseo de revisarlo «por tener escrúpulo
de algunas cosas que en él leyó quando le vio de mano en poder de la marquesa
de Alcanices. que entonces no entendió por no estar alumbrado en los horrores
de Luthero, como tampoco advertió lo que a apuntado en las instituciones de
Tahulero...».
302
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[88]
abthor de el dicho libro que no a su merced de el dicho señor inquisidor» "". Y, sin embargo, casi estaba mejor para leído a aquellos Jueces, a quienes no podía menor de desconcertar este documento que
acaso se lee con mayor provecho y sosiego a cuatro siglos de distancia.
En efecto, en unas frases iniciales con que inicia su declaración y
haciendo alusión al Prólogo del Catecismo de Carranza, dice lo siguiente: «Muestra bien el dicho maestro el christiano zelo e ánimo
cathólico que le mobló a poner la mano en la presente obra e. a mi
parescer, qual su desseo tal en su doctrina, tan sancta, tan docta,
tan espiritual e tan cathólica; e lo que de la lectión della e aora visto
y entendido, esso juro por Dios e por su verdad que me consta así e
mucho mejor de su familiar conversación e de lo que en su perssona,
palabras, familiares lectiones e sermones tube siempre entendido»"".
Tras esta valiente apología, comienza fray Domingo a indicar aquello que deseara o echa de menos en la obra, en largos párrafos que
mejor fuera copiarlos si no hicieran interminable este trabajo. Rojas
encuentra recia y dura doctrina, manjar excesivamente sólido para
simples de pocos dientes y flaco estómago, el Catecismo de Carranza,
y notables los inconvenientes que se siguen de esparcir tanta y tan
pura Teología: Primero, el que se hagan bachilleres y aún maestros,
despreciadores de curas, predicadores y prelados, cuantos habían de
vivir en humildad y sumisión y «tomar el cebo proporcionado a sus
estómagos y complisiones de los picos de sus madres». Segundo inconveniente: dado que ordinariamente el pueblo es de corto y torpe Ingenio, han de tropezar en la lectura de algunas frases, «las quales,
aunque en buen sentido sean cathólicas y estén en otras partes de el
mesmo libro muy declaradas por el auctor, el flaco de ingenio e de
poco descanso, no tendrá fuerca para atrancar tanto y así atollará
muy peligrosamente». Por eso se veda la lección de la Biblia, cuchillo
de dos filos, que no se debe fiar de «livianos, quales somos los más de
la vida presente». «Jueguen de estas armas los exercitados... harán
los doctores e maestros della lo que es a su cargo sin que tome el
gapatero licencia para passar los términos de su officio y perderse con
otras sciencias, que el entendellas no es a su provecho.» El tercer inconveniente es que estas frases dispersas y sueltas de otras que ayudan
a su inteligencia son como «disposiciones blandas», para que tras ellas
comience a germinar el error, que al fin domina sin remedio al alma.
«El aver tomado por muchos días estos dulces brebajos obliga y en
alguna manera queda forcado el hombre a tomar la purga amarga e
negra, aunque al fin traiga descubierto su gesto.» El cuarto inconveI, 56 v.
I, 56 v-57 r
[89]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
303
niente es el descubrir en este libro la peligrosa doctrina de los herejes, «las noticias de los sastres e tundidores de mugercillas, las proposiciones de Luthero, Calvino e de los demás», que siempre han de
hacer mella en el alma del pueblo. «Estos largos caminos de los Reyes
e sus criados—prosigue inflamado Rojas—a Reinos extraños a metido
en España nuebas borracherías e abominables invenciones de guisados,
de bestidos e de otras cient mili novedades banísimas, que nos han
destruido la bolsa; e sola la fama de Luthero con alguna relación de
sus dogmas nos a henchido de curiosidad, que si han destruido nuestra
conciencia e sinceridad y pureza de nuestra España, díganlo a vozes
los miserables casos que en estos días se pregonan en esa plaga de la-s
personas que se tenían por más guardadas en toda la Iglesia».
En un terreno más práctico, también estima inconveniente fray
Domingo el que se hagan explícitas concesiones a las acerbas críticas
luteranas de los abusos existentes en la Iglesia, ya que de toda concesión o afán concordista se deriva una pérdida de horror a ia herejía,
«pierden el horror y asco que les solía hazer este nombre de lutheranos.
entendiendo que los más estimados de los maestros no los hallan tan
rescaminados en todo como ellos antes pensaban». De igual suerte, es
pernicioso el descubrir cuan lejos está la Iglesia de su ideal, porque
esto quiebra los ánimos y desespera, hace brotar el menosprecio y la
murmuración y ahoga el verdadero espíritu apostólico y hasta da
motivo de vanagloria a los mismos enemigos al vestirse de los colores
de su lenguaje, olvidando la frasis de los Padres y Doctores1".
Tras estas solemnes recriminaciones, en que no se sabe si admitir
verdadero arrepentimiento por sus propios errores o veleidoso afán de
resarcirlos con tono de padre predicador, fray Domingo vuelve a salir
por los fueros de la inocencia de su maestro. Ya que después de aludir
a la «novedad y curiosidad» como a principio de todos los errores
añade: «De este author bien seguro estoy yo que ni es amigo de curiosidad e mucho menos de banidad; mas leyendo para impugnar los
libros que están llenos de esta lepra, milagro fuera no pegársele algo
della, porque, como he dicho, jamás vi hombre que saliese de el todo
limpio, metido a escudriñar los secretos de los libros que tratamos.
Digo que tengo por tan humilde e christiano al autor de este, que me
obligaría yo si fuese yo con las manos en la cabega que tengo quebrada de estos tales golpes a que, mirando mas en esto o lo que de nuebo
han subcedldo más en España después que él escrevió este Catechismo.
se contentase en dar a los doctos en lengua latina esta su doctrina
tan provechosa para ellos...»"-".
I, 57 r-59 v.
I, 60 r-v.
304
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[90]
Son cerca de veinte los pasajes anotados por fray Domingo, todos
ellos enlazados con la doctrina luterana. Por todas partes ve peligros
este hombre lleno de repentino escrúpulo; en todo requiere del autor
más claridad y aviso, aun cuando nunca dude de su intención buena,
ánimo cristiano y sentido católico; y siempre prefiere para el pueblo.
este viejo sembrador de dudas e inquietudes religiosas, que se lo deje
en su simplicidad, buena fe e ignorancia. No dejan, sin embargo, de
ser interesantes sus observaciones, ya que sus aficiones proluteranas
le daban un olfato especial para levantar todas las afinidades Imaginables en materias muy variadas: la fe, las obras, la confianza en
Cristo, la participación de los tesoros de su Pasión, la gratuidad de la
gracia, el perdón de los pecados, la plenitud de la Redención, la certidumbre de la gracia, etc.... En estas doctrinas, propuestas por su
autor con el más recto ánimo, ve Rojas disposiciones para el error
luterano, como lo fue personalmente para él, «la que me a puesto en
el travajo en que estoy»; o posibilidad de ilaciones lógicas que derivan
hacia la herejía, tropiezos para los flacos, vino excesivamente fuerte
y capaz de hacer desvanecerse a cabezas lijeras, lenguaje luterano,
etcétera...'".
¿A qué apuntaba fray Domingo de Rojas con su fino servicio de
sabueso de la herejía? No a tachar con acusación formal a su maestro,
ya que siempre salva su intención: «que no sea esta la intención del
autor —dice en uno de los párrafos— estoy tan cierto como de que
más lo que puedo estar en el mundo; mas en estos tiempos para la
gente simple poco aprovecha la intención, si las palabras les fuesen
peligrosas» -'". Pero tampoco parece, aunque él lo diga asi, que a prevenir contra el peligro de la obra de Carranza: «Por todo lo sobredicho
concluyo e digo lo que al principio dixe, que el autor de esta obra
debría a mi juizio bolver a su baina el cuchillo de la palabra que para
ofender a sus enemigos sacó della, pues tan razonablemente consta
que antes cortara con él a los suyos que a los estraftos. De el autor
de este libro fiara yo más que esto si fuese dello advertido, porque le
conozco por cathólico e verdaderamente humilde y vuestras señorías
harán sobre todo lo que vieren seer más necessarío sin ninguno respecto a otra cosa en esta vida»"". ¿Pretendía con todo esto ganar en
la consideración de sus jueces los méritos que lo librasen del castigo
que se había merecido?
Terminada la audiencia manifestó el fraile al notario Landeta que
se le había olvidado registrar algo «de mucha importancia» y cosa
I, 60 v-68 v.
I, 64 V.
I, 68 V.
[91]
LOS PROLÍXÓMENOg, JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
305
principal. El paciente escribano hubo de añadir la referencia de que
en el folio 133 del Catecismo se decía que la mayor tentación de los
cristianos por entonces era saber cuál era la verdadera Iglesia; frase
que anotó así fray Domingo: «Esta sentencia me descontentó mucho
quando la ley, porque no sé quién, siendo de verdad cathólico, padezca
tal tentación. Seguro está el tal de la verdad de la nuestra Romana,
e si en ello huviese sospecha o dubda, tendría yo al que lo dubdase
por herege c cerca dello» "'.
Convertido en admirable calificador de escritos sin que nadie le
encomendase semejante tarea, ese mismo día pedía Rojas diversos
manuscritos de comentarios a San Pablo y sermones que la Inquisición había secuestrado a fray Alonso de Castro y a la marquesa de
Alcañices'" Se le entregaron el 2 de agosto2". Tres días después
pedía le mostrasen unos manuscritos de Juan Sánchez, donde figuraban las consideraciones de Valdés, para hacer el cotejo de los párrafos
de Carranza con frases luteranas =1°. El 10 de agosto reclamaba una
carta de Juan de Valdés a Carranza, de cuando éste estuvo en Roma,
que la poseían fray Luis de la Cruz y fray Alonso de Castro; asimismo
pidió una obra de Lutero y otro manuscrito de Juan Sánchez2". Verdaderamente Rojas caía en auténtico frenesí censorial y arrojaba sin
cesar nuevos motivos de sospecha sobre la figura de Carranza.
Rojas presentó su nueva censura el 17 de agosto. Hacia un año que
por aquella misma fecha había llegado el arzobispo a Valladolid procedente de Flandes. Por estas fechas se encontraba en Alcalá haciendo
su visita pastoral, después de haber festejado la Asunción de María a
los cielos. Todo ese tiempo había pasado en las cárceles de Valladolid fray Domingo: en sus numerosas declaraciones pasó del silencio
a las insinuaciones. La simple amenaza de tortura le hizo añadir nuevos datos importantes. Ahora, acaso exasperado, acaso queriéndose asir
para salvación o para ruina a la figura del arzobispo, se ensañaba en
hacer aparecer todas las sombras posibles sobre su persona.
En este documento, del que trato, Rojas comienza por reducir a
ocho capítulos fundamentales toda la Teología luterana, para con arreglo a ellos ir analizando las frases de los manuscritos carrancianos.
Pero antes, para que nunca deje de desconcertarnos, estampa las siguientes afirmaciones: «Digo que presupuesto estas ocho conclusiones
lutheranas condenadas por heréticas de nuestra madre la Iglesia Romana e por sus Concilios, no tengo por legítimo miembro della, ni
69 r. y 68 r-v.
I, 69 V.
niA.
I, 70 r-v.
I, 70 v-71 r.
Anthologica
20
306
J. IGNACIO TELLECHEA IDK-3RAS
[92]
por hombre que da entera ífee a sus determinaciones a los que en sus
coraeones, conversaciones, sermones y escrlpturas no son declarados
enemigos de el sentimiento dellas; e Juzgo por notablemente descuidados a los que en este tiempo desdichado e peligrosísimo, aunque
blasphemen de Luthero e de toda su doctrina, de tal manera predican
el Ebangelío e las verdades de él que parezca en cosas de estas conformarse con él e con ellas vestiéndose de su lenguaje, de sus encarescimlentos e aun de muchos fundamentos suyos tan ambiguos, que es
menester harto ingenio e theología para interprétanos cathólicamente.
E digo cierto que, si mi ánimo no estuviese tan sin sospecha de el
author que enseñó lo contenido en este librillo que vuestras señorías
me mandaron pasar, yo no supiera escusalle, porque leo en él muchas
sentencias que con gran fuer?a se pueden bien glosar de los cathólicos
e íacílmente las podrían tener por proprias suyas los lutheranos que
no son amigos de tantas glosas» "!.
En confirmación de todo esto va espigando frases de los manuscritos de Carranza y las va reduciendo ordenadamente a los ocho
capítulos fundamentales de doctrina luterana por él mencionados: la
gratuidad de la gracia y exclusión de las obras, el beneficio de Cristo,
la sola fe justificante, el carácter operante de la fe viva, la certeza
de la gracia, la primacía de la interioridad sobre las ceremonias externas y la necesidad de predicar más el amor y la confianza que el
temor. En todo ve glosas oscuras, tropiezos y malentendidos para la
monja o el idiota, insinuaciones peligrosas de ideas erradas, lenguaje,
aunque nunca sentido, luterano1". Acaso padecía Rojas de resenti"• I, 10, 12 v-77 V.
111
Véanse algunas expresiones : «SI estas hoces e otras tales pueden seer tropieco a lo no advertidos, júzguenlo los que ya lo están e tan a costa suya. E
aunque este author se declara en este artículo... como cathólico... mas esto a mi
no me satisfaze para que sea remedio de el daño que podrá hazer... porque no
desseo yo saver de la doctrina de este abthor si él es cathólico o si siente cathólicamente, que de esto cierto estoy; sino querría que íuese ella tal que no diese
a muchos ocasión de tropecar en ella, recivlendo en esta lectura por muy espiritual
e muy santo el sentido lutherano contrario al de nuestra ffee sin poder entendello.
sino quando se veen destruidos.» I, 73 r.
«Bien sé yo el cómo se glosan estas sentencias e otras como ellas; mas, también
sé que son peligrosas e tan vezinas a las herradas, que es menester más lijereza
para andar en ellas e no caer en las contrarias que para andar por maromas muy
delgadas con panes de xabón en los píes.» I, 73 v.
«E si alguno me dixere que el sentido de esta sentencia es muy otro del que
muestra Luthero en su doctrina, digo yo que lo creo; mas que veo yo Que las
palabras e lenguaje es el mesmo.» I, 73 v.
«E asi esta doctrina no seria solamente semejante a la que Luthero enseña,
sino también obraría los meemos efectos que la suya en los ánimos atrevidos e
descuidados, como la experiencia nos lo muestra.» I, 74 r.
«Este lenguaje e todo lo que se dicho se coteje con la segunda proposición
lutherana, para que se vea la razón o la ocasión que yo tuve en engañarme
•
[93]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
307
miento contra su maestro, como parece insinuarlo una frase: «Este
lenguaje e todo lo que se ha dicho se coteje con la segunda proposición
lutherana para que se vea la razón o la ocasión que yo tuve en engañarme quando crey que todo era uno aquello y esto, e lo que agora
tengo de dezir con lástima, lo que sobre este caso tengo dicho para
que se remedie» =".
El final de la censura es una mezcla curiosa de arrepentimiento y
de espíritu intolerante y rígido: «Mi resolución en estos negocios es
que son los juezes de la fee, digo de la Iglesia tan obligados a quitar
los tropiegos a sus hijos como a curallos después de mal descalabrados,
porque en lo primero se ataja todo el mal, e con lo segundo muchas
vezes los curados mueren en la cura fuerte e no tienen remedio...
Desseo que se cegase en la Iglesia a piedra e lodo todo lo que puede
hazer perderse a las gentes y que nos contentásemos con el camino
viejo, antiguo, seguro por do fueron nuestros padres e salvaron, arrancando de raíz todo lo nuebo a qualquier propósito o fin que ello sea
dicho. Y tanto más lo desseo quanto más me duele averme yo perdido
con semejantes nobedades cuyas astucias peligrosísimas ninguno entiende bien, sino el que en ellas se a hecho pedagos»'".
Tras la declaración escrita, Rojas continuó su inexorable examen
de los escritos carrancianos. Trató de sospechosos su tratadito De libértate christiana y su comentario al Salmo De profundis; pero, lo
que es más importante, abrió una nueva pista de gran valor para los
inquisidores. Rojas supo por fray Alonso de Castro y fray Luis de la
Cruz que Juan de Valdés escribió desde Ñapóles una carta a Carranza
cuando éste fue a Roma a hazer su magisterio de Teología. Esta carta,
según sus informes, respondía a la amistad que existia entre Carranza
y Valdés. Al no poder el primero ir a visitar al segundo a Ñapóles, le
escribió una carta pidiéndole su parecer sobre los mejores intérpretes
quando crey que todo era uno, aquello y esto e lo que agora tengo de dezir con
lastima, lo que sobre este caso tengo dicho, para que se remedie.» I, 74 v.
«El seer fray Bartolomé de Miranda me hará a mí más al caso para interpretar a bien lo que aquí se dize y esto será también más ocasión de herrar a los
que no le conoscemos y estimamos creyendo que no puede aver inconveniente en
su doctrina, aviendo los que tengo dicho e muchos más de los que puede entender
el que no tiene experiencia de esto como yo. Bien se glosará la proposición sobre
que he dicho todo esto; mas mejor fuera no seer menester glosalla, e ya que el
dicho padre lo hizo, fue tarde e a mal tiempo.» I, 75 r-v.
«SI el sentido de esto no es Luthero, afirmo que lo es el lenguaje.» I, 75 v.
«E asi es ambigua la sentencia; e cierto en tales tiempos y en materias tan
graves no se avía de dar doctrina que pudiese cada cual entendella a su modo
e jugar con semejantes ambigüedades el juego de la correhuela porque en semejantes proposiciones podrá quien quisiere dezir que está dentro e que esta también fuera por la vezindad que tienen con las de Luthero.» I, 75 v-76 r.
«« I, 74 v.
"' I, 77 r.
308
J. IGNACIO TELI.ECHEA IDIGORAS
[94]
de la Sagrada Escritura, consejo del que pensaba hacer uso una vez
vuelto a España, cuando iniciase en Falencia sus lecciones bíblicas.
Rojas pudo ver entre los manuscritos de Juan Sánchez el libro de las
«Consideraciones» de Juan de Valdés y hasta identificar una de ellas,
la 65.", con el texto de la mencionada carta, aunque no le escaparon
algunas añadiduras y supresiones importantes.
Rojas, interesado en poder examinar la carta, puso en la pista de
la misma a los inquisidores, dándoles sus detalles y diciéndoles que
fue ampliamente distribuida entre los alumnos de Carranza. A mayor
abundamiento, relató su diálogo con el maestro, en el que incidentalmente se nos descubre al autor del Charon: «Diz que vuestra paternidad es amigo de un Valdés, de quien he visto yo una obra de burla
que es Charon. Y él me respondió que el que hizo Charon era otro
Valdés. E replicándole yo sobre ello, me respondió enojado que él
sabía muy bien que no era aquel su amigo el que hizo a Charon. E supe
yo después de don Carlos, a lo que creo, que lo avía hecho el mismo
Valdés que escrevió la dicha carta. E también me consta que los dichos
frailes que me hablaron de el Valdés e fray Bartolomé de Miranda
con ellos, no sólo no le tenían por lutherano, sino por muy espiritual
hombre»!".
En su día pienso completar este extremo de la supuesta relación
de amistad entre Carranza y Valdés, así como el juicio que éste merece
ante la historiografía actual. Aquí sólo cumple decir que fue un capitulo seguido con enorme interés por los jueces del proceso. Por ello
inmediatamente trataron de dar con el papel requerido por fray Domingo, encontrándolo en un cartapacio de fray Luis de la Cruz. El 26
de agosto, cuatro días después del arresto del arzobispo, lo presentaban a fray Domingo. Este lo reconoció por auténtico y llegó a verificar la caligrafía de fray Luis. Pero lo importante es que, por no perder su oficio de censor, emitió el juicio más acerbo acerca de la ortodoxia de quien lo escribió. Esta vez se muestra fray Domingo inflexible
hasta con las intenciones del autor. «No solamente le paresción lenguaje de Luthero proprio éste, sino su sentencia e mismo ánimo.» En
la famosa Consideración 65, veía Rojas, tras prolijos análisis y deducciones, la justificación por la fe y el gobierno del alma por el Espíritu
Santo. Más adelante dirá todavía que en ella se ocultan los tres principales dogmas luteranos: la inseparabilidad de la fe y del Espíritu
Santo; la inseparabilidad de la fe de la conciencia de esa misma
actuación del Espíritu; y el carácter justificante de esta fe, al dar el
sentimiento de los pecados y del perdón en Cristo. En conclusión, sólo
a16
I, 79 r. De este detalle perdido se sirvió MENÉNDEZ PELAYO para identificar
al autor del Diálogo de Mercurio y Carón. O. c., IV, p. 28.
[95]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
309
quienes tienen esta experiencia, esto es, los luteranos, pueden entender
la Sagrada Escritura" 17 .
Anudemos aquí el nudo de las declaraciones y censuras de fray Domingo de Rojas, como lo hicieron los propios inquisidores. A éstos,
en verdad, no les preocupaba su persona, sino cuanto podía «cantar»
sobre Carranza. Tenían suficiente con lo que de él habían sabido, y,
por ello, queriendo poner fin a su triste faena, le pidieron ratificación
de todos sus dichos. Cinco páginas ocupa el escueto registro de todas
sus deposiciones, entre las que aparecen no menos de catorce no recogidas en el proceso del arzobispo. Sobre todas cayó el refrendo de
Rojas: «Todo era verdad so cargo de el juramento que hecho tiene e
que en ello se afirmava e ratificava e si era necessario lo dezía de
nuebo» =".
Poco le valió a Rojas la labor de censor implacable de Carranza.
Mes y medio después de la prisión de éste, moría en el segundo gran
Auto de Fe en Valladolid del día 8 de octubre de 1559, juntamente con
don Carlos de Seso y otros doce relajados al brazo secular. Según
Menéndez Pelayo, lo amordazaron, porque, después de pedir licencia
para hablar al rey, hizo profesión pública de luteranismo. Otros dicen
que a última hora se reconcilió, y en ello intervino fray Juan de la
Peña = ". Para mi asunto interesa más el anotar que la víspera de su
muerte, un fraile Jerónimo que le fue dado por confesor, dijo que Rojas
quería haber una última declaración. A falta de inquisidor, fue el notario Landeta que al filo de la medianoche entró en su celda para
registrar sus últimas palabras, que fueron éstas: «Dixo que para el
passo en que estoy e por el juramento que tengo hecho, que nunca
jamás después que conozco a frai Bartolomé de Miranda, entendí de
él cosa que no fuese cathólica conforme a la Iglesia Romana e a todos
'" I, 79 r-81 r. El texto de la Consideración 65 de Valdés. en 35 r-87 v. La
calificación oficial de los teólogos se halla en el Proceso, II, 184 v-186 v.; la
presentación de RAMÍREZ, corno acusación 13, ibící., 186 v-188 v. La respuesta de
CARRANZA, el 1 de septiembre de 1563, Md., 194 r. y ss. En el fondo existe una
confusión de textos. Cfr. Proceso, IX, ff. 127-141, y XVIII, f. 235 r
=" I, 81 r-83 r.
- 10 MENÉNDEZ PELAYO, o. c., p. 436. Es de advertir que un compañero de prisión
de Rojas, llamado Diego Sánchez, declaraba la víspera de la muerte de aquél io
siguiente : «Después que está agora en la cárcel en conpañía de fray Domingo
de Rojas, les ha platicado los herrores de Luthero a este confesante a Pedro
Sotelo. Queriéndoselos dogmatizar e persuadir acerca de la justificación y purgatorio e lo demás; e que asi lo creya este confesante y dezía qxie lo creya, e qiuagora le pesa dello e pide misericordia e protesta la sancta ffee cathólica. E quien esto han tratado muchas veaes e que si dixeron los unos a los otros qu<ninguno se dixiese uno de otro e ansí lo han creído todos e han comido carne
algunos biernes en menosprecio de los preceptos de la Iglesia... e que ha sido
harto más hcrege después que entró en las cárceles que no antes.» I, 87 v.
Sin embargo, parece que en la reconciliación de última hora intervino y luego
declaró fray Juan de la Peña. Cfr. BELTRÁN DE HEREDIA, arí. cit., 348 ss.
310
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[96]
sus concilios e definiciones e leyes. E digo que siempre en particular
que le oy hablar, sentí esto de él. E veniendo así a propósito hablar
las cosas de los lutheranos, me dezía que eran engañosísimas e artificiosísimas sus oppiniones, e que avían salido del infierno e que fácilmente se engañarían los no muy advertidos. E me dezía en qué consistía su herror e me dezía los fundamentos de la Iglesia Romana,
comprobándolos con razones y escripturas e lo mismo entendí de las
públicas lectiones. E presupuesto que todo es así verdad, me confirmo
en que la frasis de muchas cosas que escrivió e trata en sus exhortaciones es muy conforme a cosas que yo he leído en los libros bedados
e oydo a los que trataban sus doctrinas de los dichos libros. Y esto
lo digo resueltamente para descargo entero de mi conciencia»"°.
Siempre es respetable y trascendental lo que hace un hombre
cuando va a morir: sin restar un ápice de este respeto a esta declaración
postrera, hay que decir que por última vez desconcierta la resolución
de este hombre, que, por una parte, no pone en duda la buena fe de
su maestro con quien parece reconciliarse, y por otra, no deja de acusarlo, sin una concesión mínima a la generosidad y espíritu de indulgencia que suelen brotar en el momento de la muerte. Su juicio definitivo sobre Carranza no preocupaba demasiado a los inquisidores. Pero
a los cuatro siglos recobra nuevo relieve por proceder de un discípulo
muy unido a la persona de Carranza, y de quien, quizá sin pretenderlo,
verdaderamente más le perjudicó con sus declaraciones, arrastrándole
en su ruina. Los fuertes altibajos sentimentales de fray Domingo, los
vaivenes a que estuvo sometido su espíritu cuando se sentió descubierto
y preparó su huida, cuando se sinceró" con sus jueces, cuando pasó
de medias palabras a censuras interminables de los actos y escritos de
otros..., todo hace difícil el juicio que haya de darse sobre su persona,
para el que, en honor a la verdad, había de estudiarse su perdido proceso completo, o al menos en su defecto, sus escritos espirituales. Yo
me reservo, por el momento, el enjuiciamiento de su vida, limitándome
a hacer mía, siquiera sea provisionalmente, la breve frase con que lo
retrató su hermano de hábito fray Juan de la Peña, el que lo acompañó en sus últimos instantes: «Tenía el ingenio como veleta»"'.
Aires de tormenta: Otra carta comprometedora a fray Luis de la Cruz
Sin perjuicio de dedicar una atención reposada a la investigación
de lo que pensaba, decía y hacía fray Bartolomé durante todos estos
meses en que se iba fraguando su propio proceso, corresponde hacer
I, 83 V.
Proceso, XIV, 222 ss. BELTHÁN DE HEREDIA, art. cit., p. 348 s.
ííflí
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
311
constar aquí, como consta también en los folios en los que se fue
sustanciando su causa, una carta del arzobispo al dominico fray Luis
de la Cruz. Ella nos demuestra que Carranza conocía los manejos de
los inquisidores, encaminados a su procesamiento, y que los inquisidores pudieron saber antes de determinar la prisión, que el arzobispo
no ignoraba, los pasos que ellos iban dando. Pero la carta nos revela,
además del hecho esquemático, todo el clima de tormenta que conscientemente iba viviendo durante estos meses el propio arzobispo. Y
aunque en la carta se refiera a la censura que sobre el Catecismo
había dado fray Domingo de Soto, la «borrasca y tempestad» levantada, como la llama Carranza, era de magnitud muy superior, ya que
en ella se sentían englobados todos los espíritus superiores de aquel
tiempo, encuadrados en uno u otro bando. Dice así el documento:
«Muy rdo. señor: Becevi la carta de v. r. e mucha merced [me hizo]
con ella por dezirme tan claramente lo que siente en lo que a mi libro
toca. Espero en Dios que como en cosa hecha para su servicio e bien
de su Iglesia, pondrá el remedio que conviene e dará a v. r. el pago que
se le deve. Lo que a mi me paresce es que el maestro fray Domingo de
Soto no avia de poner tanto escrúpulo en esto, pues, no lo puso con el
doctor Egidio, que fue herege y estragó a Sevilla, cuyos errores estaban
puestos en los mesmos términos que Luthero, aviándose seguido dellos
el daño y escándalo que muchos saben. E pues con éste, que fue tan e
tan pernicioso disimulo en algunas cosas, passó por ellas, no fuera mucho
que a fray Bartolomé de Miranda e las suyas se les tuviera el respecto
que es razón, pues se deve a la dignidad e authoridad de el officio que
tiene, llevando su obra muy diferente intento e propósito de la de Egidio.
especialmente sabiendo su paternidad lo que ha passado en tres años,
tratando de la reductión de el reino de Inglaterra y de sustentar el
estado de Flandes, el qual estava muy corrompido de hereges; e lo que
antes avía hecho, hallándome presente en el Concilio de Trente, tratando
en todas las partes que he dicho de el servicio e honrra de Dios e de su
Iglesia.
Siento mucho que hago caso de cosas que tan poco pesan e de semejantes niñerías, de las que me rio parándome a considerar con ellas.
Confío en Nuestro Señor, que mirando a lo que por su honor he fecho
tantos años, dará a este negocio la luz que conviene e la que yo de El
espero. El qual guarde la muy reverenda perssona de vuestra reverencia
en su gracia. De Toledo, X de deziembre.»
En una larga postdata vuelve sobre el particular, quejándose del
sistema seguido por Soto y Cano en la calificación y rebelándose en
el fondo contra cierto puritanismo teológico rigorista y descabellado:
312
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGOKAS
[98]
«Dine el padre maestro que in rigore ut iacent tienen mal nombre
algunas proposiciones. Vuestra reverencia vea si a Ario ni a Mahoma
se le qualificaron sus cosas in rigore ut iacent. Porque si de esta harte
las quieren qualificar, no quedará obra de santo en la Iglesia; y en las
de sant Pablo y en las de sant Juan Evangelista hallarán errores, si las
quiere sacar ut iacent en rigor. En lo otro no sé lo que más convenga.
que cualifique el padre maestro o lo dexe. En ambas cosas veo los inconvenientes que ay. Dios tome el medio que más convenga para su servicio
e bien de su Iglesia, que yo no lo sé tomar, porque venía tan descuidado
de esto, como lo estuve oy a cinquenta años.»
«El diablo a levantado esta borrasca e tempestad. Espero que El
que dará tranquilidad, como lo haze en este otro mar, menos peligroso:
e que el diablo no saldrá con su intención, pues, sabe la verdad. Passan
por el libro de el fraile de sant Francisco e pone los errores de Luthero
en los mesmos términos que él, e hazen escrúpulo en el mío, que con é!
se quemaron e condenaron trezientos hereges. Véalos Dios e juzgúelo
como cumple a su gloria, que yo no quiero otra cosa. Las dozientas proposiciones que nota el padre maestro, son como quiere e así las podrá
hazer dozientas mili. E fray Pedro de Sotomayor le escrive e le dirá
que son sueños; e téngole yo por tan recatado en la ffee como a los
que ay lo tratan. Hagan lo que Dios les ayudare, que yo a él lo quiero
remitir todo. E tras esto no dexaré de escrevir a Boma e a Flandes.
donde quica lo mirarán con otros ojos que en Valladolid. Pésame que
el officio se trate como ay paresce. Nuestro Señor guarde a v. r. como
desseo. Amen. De Toledo en diez de deziembre. Filius vester. F. Bartholomeus Archiepiscopus Toletanus» "=.
Los calificadores, al adoptar aquel arbitrario sistema, obedecían
mandatos superiores. Por esta vez, Dios, que calma las tempestades, se
servia de la voluntad enconada y despiadada de los hombres para permitir el desencadenarse de ésta, cuyos aires huracanados habían de
rugir por muchos años.
La decisión de captura
La formal petición de aprisionamiento de Carranza presentada por
el fiscal a primeros de mayo, se había perdido en el vacío en cuanto
a valor efectivo, aun cuando nada se perdía ni olvidaba, sino que se
retrasaba y maduraba a conciencia. El solemne Auto de Fe del 21 de
mayo, al que asistió la gobernadora Doña Juana con toda la nobleza,
supuso una terrible purga en el ambiente religiosamente excitado de
'" I, 206 v-207 r. Esta carta, juntamente con otra de poco interés, se obtuvo
mediante secuestro de los papeles de fray Luis de la Cruz el 16 de agosto de 1559.
Cír. I, 208 v.
[99]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
313
Valladolid. Entre los relajados al brazo secular, conocemos por esta
historia al doctor Cazalla, a varios miembros de la familia de los Vivero, a Padilla, los licenciados Herrera y Herrezuelo, Catalina Román
e Isabel de Estrada. Entre los penitenciados aparecen la joven doña
Ana Enriquez, doña Francisca de Zúñiga, don Luis y doña María de
Rojas, etc."3. Hilos misteriosos enlazaban el nombre de Carranza con
los de estos pobres sujetos. Por eso, una vez conseguido el efecto ejemplar del castigo y satisfecha la irritación popular, quedaba aún tarea
por delante. Con este fin se había ahorrado la muerte a Rojas y a
Seso. Pero el fiscal no olvidaba al arzobispo de Toledo.
El 15 de julio volvía a presentar su petición escrita, exigiendo el
cumplimiento de sus demandas, vista la petición anterio;-, la abundante
probanza de delito de herejía que obraba en manos do los inquisidores
y el peligro y daño que en el reino podría sobrevenir. El veredicto no
podía ser más riguroso: que se apresase a Carranza «luego e sin dilación» con el secuestro de todos sus bienes y papeles y que de no proveerse asi se daría por agraviado"". El día primero de agosto se
reunía el pleno de la General Inquisición: entre los convocados para
la consulta figuraban el obispo de Ciudad Rodrigo, Ponce de León, el
de Falencia, Pedro Gasea, el electo de Avila, Diego de los Cobos; los
miembros del Consejo de la Inquisición Sancho López de Otalora y
los doctores Andrés Pérez y Simancas; los miembros del Consejo Real
Juan de Figueroa y Muñatones de Briviesca; Villagómez y Lope García de Castro, del Consejo de Indias, y los inquisidores de Valladolid.
licenciado Francisco Vaca y doctor Riego. Bajo la presidencia del inquisidor general, don Fernando de Valdés, se sometió a decisión la
petición del fiscal Camino: el resultado fue aprobativo, nemine discrepante. Acto seguido, decretaba Valdés el arresto de la persona, con
bienes y papeles, y decidía su traslado a Valladolid -'.
Para la ejecución de este mandato se recurrió a una artimaña poco
digna, en la que Valdés supo envolver a la misma gobernadora Doña
Juana: bajo pretexto de que antes de la llegada del rey Felipe II de
Flandes había de comunicar con el arzobispo «negocios muy importantes», lo llamaba con urgencia a la Corte en términos muy corteses:
«Rmo. Arzobispo: Ya habréis savido la buena de Su Magestad a estos
Reinos, e porque ayer receví en estas suyas en que dize que sin falta se
embarcará a los VII de el presente, e según esto espero en Nuestro
Señor que será en España en todo este mes de agosto. E porque antes
de su venida convendría a servicio de Dios e suyo que os hallásedes en
MENÉNDEZ PELAYO, o. c., p. 418 ss.
I, 209 v-210 r.
I, 210 r-211 r.
314
J. IGNACIO TELZ.ECHEA IDIGORAS
[100]
esta villa de Valladolid para algunos negocios muy importantes que os he
de comunicar e proveerlos con vuestra intervención antes de la venida
de Su Magestad, que no se podría hazer sin vuestra persona e podría
traer inconveniente qualquier dilación que oviese en vuestra venida,
tendré mucho contentamiento que sea luego, aunque vengáis a la lijera,
que en lo de vuestro aposento se proveerá luego como conviene. E holgó
mucho que de vuestra parte se haya pedido el aposento a esta sazón
por ser tan a propósito de lo que yo deseava e agora se ofrece. E porque
querría saber quándo pensáis ser aquí e para que os dé prisa e me avise
dello, embio a don Rodrigo de Castro, llevador de esta, que no va a otra
cosa. De Valladolid, a 3 de agosto. LA PRINCESA» '".
Carranza se quejó más tarde del procedimiento poco noble de
atraerlo a la Corte «con color de negocio»"'. Realmente es pobre y
bajo el utilizar la firma de una princesa para hablar de la provisión
de aposento, cuando lo que se preparaba era la cárcel rigurosa; e
irrita el comprobar, aun sin saber totalmente descifrar el misterio,
esta amalgama de celo por la fe con trucos de orden político. Con
ello se perseguía el arresto de Carranza antes de la llegada del rey
a España y de su posible encuentro.
Valdés recuperó ahora todo el tiempo que empleó antes en espera
paciente del momento oportuno. Extendió todos los nombramientos y
poderes convenientes a favor de don Rodrigo de Castro,, don Diego
Ramírez y don Diego González, principales directores de escena de la
delicada tarea de apresar al primado de España en plena actividad
apostólica de visita pastoral"'. Encargaba en el mismo documento oficial a «juezes e justicias eclesiásticas e seglares e a todas qualesquier
perssonas de qualquier estado, orden, dignidad, preheminencla que
sean, que para todo lo susodicho os den e hagan dar el favor e ayuda
que les pidiéredes. lo qual hagan e cumplan so pena de sentencia de
;:o
i, 311 r.
-=' I, 236 v. AMBBOSIO DE MORALES en la relación de la prisión dice Que se .e
entregó la carta en Alcalá el 9 de agosto y que «no sospecho nada de esta diligencia el arzobispo», y añade : «Muchos tuvieron por cierto que si el arzobispo
hubiera obedecido el orden de la princesa y pardidose luego sin interponer *a
menor dilación, que hubiera llegado a Valladolid sin que neda le sucediese y que
;:n aquella ciudad se trataría de su dependencia con honestidad y sin escándalo;
pero que como vieron que se iba deteniendo, en castigo de su rebeldía se determinó su prisión.» Muy ingenuo me parece el fiel cronista, ya que líneas mas abajo
dice que «en secreto siempre se creyó llevaba instrucción y despachos para todo
lo que se ejecutó en caso que el arzobispo se detuviese». Coi. Doc. Ined., V,
pp. 465-6.
:!>
Esto se hizo el 11 de agosto de 1559. I, 211 v-212 v. Se habla en el documento de castigar con censuras, penas y prisión a cuantos se opusieran a su
"jecxición. El mandato para el alguacil Cebrián de Ibarra, en el f. 214 v.
[101]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
315
excomunión mayor latae sententiae e de mili ducados para los gastos
de el Santo Officio...» *".
Breve acta notarial, firmada por Juan de Ledesma, da cuenta oficial escueta de la ejecución del mandato, en Torrelaguna, diócesis de
Toledo, «martes, a las cinco de la mañana poco más o menos», del 22
de agosto de 1559 "•". Nada se dice de las providencias totalmente
ridiculas que se tomaron para sorprender al arzobispo: leva secreta
de hombres de la tierra, rápidos viajes de noche, comunicaciones reservadas de don Rodrigo de Castro, que cenó la última noche con el
arzobispo, asedio silencioso del palacio de don Juan de Salinas Vélez
de Guevara a altas horas de la noche, bandos rigurosos para que nadie
espiase desde las ventanas... El arzobispo, sabedor desde hacía dos
días que venían a prenderle, dormía con todas las puertas abiertas.
En gracia a la verdad hay que puntualizar que fueron los inquisidores
los que dijeron al señor de la casa que las dejase abiertas en punto
de amanecer"'.
A una hora desconocida tocaron a la puerta de la recámara y despertaron al lego fray Antonio Sánchez. Al instante siguiente hacían
lo mismo en la puerta del arzobispo: —¿Quién es?. —El Santo Oficio.
Entraron don Rodrigo de Castro, don Diego Ramírez, el alguacil Cebrián de Ibarra con seis hombres. Toda esta conmovedora escena nocturna nos la describe Ambrosio de Morales: la lectura del Breve
Pontificio, la prisión efectiva, el secuestro de sus cofres con todos los
papeles, las palabras que se cruzaron, la separación desgarradora de
todos sus pajes y criados... Al día siguiente, una hora antes de amanecer, salía el triste cortejo camino de Valladolid.
El día 28, Castro y Ramírez informaban al Consejo de la ejecución
del mandato y presentaban el inventario completo de todos los papeles secuestrados al arzobispo: numerosas cartas, licencias e informaciones, memoriales sobre diferentes asuntos, Breves y papeles reservados de sus asuntos con el rey o con el arzobispado, borradores de
sermones y escritos espirituales "*".
El día 26 de agosto, el inquisidor general Valdés, «por estar ocupado
en negocios arduos y de importancia», subdelegaba sus facultades delegadas por el Papa en Cristóbal Fernández de Valtodano y en el
-•< i, 212 v.
'" 1, 212 v-214 v.
"! Asi dice AMBROSIO DE MORALES, ¡. c., pp. 470-1.
:
" I, 215 r-v. Se hizo un Inventario de todos los papeles que se guardaban en
los cofres secuestrados, que está en los ff. 215 v-218 r. y 218 r-222 v. El 28 do
agosto exigía Carranza que se respetase el secreto de documentos muy importantes, tanto por su valor político como por el particular suyo, como en el caso
cié los papeles del pleito de Cazorla; además pedía algunos para su propia defensa. I, 222 V., 223 r.
316
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGOKAS
1102]
doctor Simancas "'. Era una arbitrariedad sin límites la de este hombre, que después de conseguir la presa deseada se retiraba ahora a
contemplar desde las bambalinas todos los trucos del teatro. El 1
de septiembre, en la primera audiencia concedida al reo, éste prestaba
juramento, pero condicionado a un presupuesto: el de que por ser
arzobispo de Toledo y primado de España no reconocía otro superior
legitimo, sino el Papa en lo espiritual y el rey en lo temporal: no
admitía la competencia de Valdés en semejante causa y mucho menos
la de inferiores jueces subdelegados. Carranza, que, como vulgarmente
se dice, «había sido cocinero antes que fraile», protestó de la obtención subrepticia del Breve de Roma, de las irregularidades cometidas
en la ejecución del mandato de Valdés, de la injuria inferida en el
modo de un arresto a cuyo carácter pacífico contribuyó él impidiendo
a sus criados y vasallos el defenderlo por la fuerza, y, en fin, de todos
los perjuicios espirituales y temporales ocasionados a la Silla de Toledo. Recusó al inquisidor general por juez de su causa por razón de
notoria parcialidad contra él, que la fue especificando en más de diez
puntos concretos "'. Se iniciaba con ello su famoso proceso, verdadero
campo de Agramante de teólogos y juristas, de fuertes celos religiosos
y políticos, y de sordas, pero espantosas, rencillas personales. Los minimos detalles se agigantan, todo se embrolla, se enconan las pasiones,
al final casi nadie sabe lo que quiere. Tampoco pensaba Valdés que
muchos meses después, arbitros nombrados al efecto, estimarían razonable la recusación de su persona, como juez, hecha por parte de
Carranza, y se vería obligado por decisión arbitral a resignar su cargo.
Se encontraban dos colosos de enorme potencia por todo el mundo
complejísimo que ambos representaban tanto por sus ideas personales
como por la altísima dignidad que llevaban sobre sí.
E P I L O G O
Para los cálculos humanos, el aprisionamiento de Carranza, sagazmente madurado por quienes intervinieron en él, era el broche final
de una delicada cadena de planes. Pero los hombres fueron torpes
para adivinar el desenlace del drama, y ni los más avisados hubieran
previsto aquella madrugada del 22 de agosto el curso que habían de
seguir los acontecimientos. Era el fin del principio y sólo muy remotamente el principio del fin. Así lo pregonan los diecisiete años de
-" I, 223 v-224 v. El 1 de septiembre aceptaban Valtodano y Simancas la
subdelegación. I, 224 v.
=" I. 224 v-238 r.
1103]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
317
cárcel que siguieron y los veintitrés tomos del período español del
proceso. Frente a los prolegómenos jurídicos del mismo cabe preguntar: ¿fue justificada esta decisión que había de conmover al mundo
entero? Algunos opinan, y entre ellos Menéndez y Pelayo, que hubo
causa suficiente para ello!". Para pensar así se colocan evidentemente
en el plano puramente procesal del asunto, como lo hizo el fiscal Jerónimo Ramírez, que estimó inevitable esta primera providencia de
fuerza.
Sin duda que el punto de vista del fiscal nos da la clave para
resolver el problema. Quienes hayan seguido el entretejido de todos
los datos que fueron aflorando en las declaraciones, podrán entender
los graves cargos formulados por Ramírez en la primera acusación oficial. Habían pasado dos años desde la fecha del arresto y se habían
acumulado nuevas testificaciones. Pero fundamentalmente todos los
cargos aparecen enlazados con; las declaraciones de la fase previa al
mandato de prisión. Son treinta y uno en número y pongo su texto
integro en Apéndice. Mas, sintetizándolos, como hace Menéndez y Pelayo, y entresacando los qué se relacionan con esta fase inicial del
proceso, resultan ser los siguientes:
Haber creído y dogmatizado el artículo de la justificación conforme
al parecer luterano.
Haber negado -n particulares coloquios la existencia del purgatorio.
Haber predicado la satisfacción de Cristo con su muerte y pasión,
afirmando que no había pecados para quien esto creía, ni muerte, ni
demonios.
Haber dicho y afirmado que deseaba hacer a la hora de la muerte,
y por testimonio público, renuncia de todas sus buenas obras, contentándose con el beneficio de Cristo.
No haber delatado a cierto hereje.
Haber dado a sus discípulos un Aviso lleno de herejías luteranas.
Haber creído y afirmado que no se ha de rezar a los santos el Ave
María y el Padre nuestro.
Haber defendido la certidumbre de la salvación.
Haber pronunciado las palabras Ego haereo serte, tratándose de
controversias con luteranos.
Haber afirmado que no hay ni hubo pecado y que sola la pasión de
Cristo basta; que Cristo pagó por todos y que todo era perdonado.
Haber negado el mérito y haber afirmado que no es menester traer
cilicio ni estrecharse tanto.
sai MENÉNDEZ PELAYO, o. c., t. IV, pp. 72-3. Claro, que dos páginas antes dice
sin vacilación el autor : «clara y llanamente afirmo que Carranza escribió, y
dogmatizó proposiciones de sabor luterano.»
318
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGOHAS
{1041
Haber tenido y leído libros heréticos y haber enseñado a sus discípulos por dichos libros.
Haber afirmado que ciertos pecadores públicos inveterados no tenían fe.
Haber tenido trato con herejes y haberse carteado con ellos.
Haber apocado muchas veces el poder del Papa y el valor de las
ceremonias.
Haber usado en sermones y coloquios el lenguaje luterano con gran
escándalo de los oyentes.
Haber pedido por carta consejo sobre materias teológicas a un
hereje.
Haber sido causante de la opinión luterana de muchas personas.
Haber compuesto un Catecismo con muchos errores y proposiciones
heréticas, erróneas, escandalosas y temerarias.
Haber defendido con pertinacia estas proposiciones.
Haber impedido su cualificación y censura.
Haber escrito otras muchas cosas llenas de opiniones falsas y de
mala doctrina.
No haber denunciado a personas dañadas de herejía, sino haberlas
encubierto.
La conclusión del fiscal no puede ser más fuerte: según él, consta
del arzobispo «aver sido e seer herege, e averse apaptado de la doctrina
evangélica que la sancta madre Iglesia regida e governada por el Espíritu Sancto tiene y enseña, y por ello aver cálao e incurrido en todas
las penas e censuras que segund derecho e sacros cánones se disponen
contra los tales deliquentes» "*. No hace falta que Ramírez nos revele
la probanza que él se reserva, de cada una de estas acusaciones: ellas
mismas nos conducen por hilo secreto a su correspondiente fuente: las
declaraciones de Cazalla, de Carlos de Seso, de Rojas, de la marquesa
de Alcañices, de Francisca Zúñiga e Isabel de Estrada, de la familia
del conde de Buendía, etc.... Vistas las cosas asi y sobre todo interpretadas, como las interpreta el fiscal, es claro que justifican con
creces el encarcelamiento de Carranza.
Pero cabe todavía preguntarse: ¿era justa la interpretación que el
fiscal daba de las declaraciones de los testigos? La respuesta integral
a esta pregunta exigiría el examen detenido de cada proposición y
esto rebasaría con creces los límites de este trabajo. Por de pronto
cabe decir que en la contestación que inmediatamente dio el reo a la
238
MENÉNDEZ PELAYO recogo solamente diecisiete proposiciones. O. c., III, 57-6.
Yo las he sacado del original, que se encuentra en Proceso, II. 71 r-76 v. Lo
presentó el fiscal el 1 de septiembre de 1561. Está publicado en la Col. Doc. ¡ned.,
V, 561-569. La publicación de los testigos correspondientes a los capítulos de acusación se encuentra en el Proceso, II, ff. 241 ss.
[105]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
319
acusación repite con frecuencia frases como éstas: «que aquello es
maldad, como Judas fue malo»; «es testimonio falso como lo lebantaron a Cristo», «que no ay tal cosa», «que esto no es verdad como
aquí lo dize», «que esto es disparate e que aunque huviera perdido el
sentido que no hubiera dicho lo que este capitulo dize», «que él ha
leído e predicado lo contrario», «que nunca tal pasó y que es desatino»,
«que toda su vida he hecho lo contrario», etc.... = ". Léase toda la respuesta y podrá verse cómo rechaza cada una de las acusaciones; pero
ya estas frases nos ponen en guardia contra la posición artificiosa del
fiscal y nos hacen sospechar que su actitud está viciada por una torcida interpretación de hechos y palabras; y nos hacen pensar de él
que, o tenía una inteligencia torcida o procedía con un ensañamiento
no justificable ni por razones de oficio. Esto supuesto, hay que confesar que si las apariencias hinchadas justificaban la decisión de captura, hay que poner en cuarentena la validez de tales apariencias.
Pero, en definitiva, la pura juridicidad no agota nunca toda la complejidad de los actos humanos. Por eso mismo, el juicio histórico
completo sobre el caso de Carranza ha de desbordar los estrechos
limites del problema estrictamente procesal. Más aún, cuando las más
fuertes apariencias de legalidad aparecen inseparablemente unidas al
trasfondo subjetivo de la vida y de los sentimientos más profundos de
cuantos intervinieron en este drama, particularmente de los dos protagonistas : Carranza y Valdés. Sólo cuando queden perfectamente al
descubierto los secretos de sus almas y las trayectorias de sus vidas,
se podrá aventurar un juicio maduro sobre este apasionante relato.
Por eso cabe decir que, aun concediendo provisionalmente que el arresto del primado de España fue, según razones aparentes, justo, debe
quedar abierto, también provisionalmente, aquel portillo de sabia equidad, según el cual bajo el «summum ius» puede agazaparse la «summa
injuria».
APÉNDICE
NOTA
PRELIMINAR
Publico en el Apéndice dos textos muy importantes para el estudio
anterior. El primero es la acusación primera formulada por el fiscal
al comienzo del proceso. Se encuentra dentro de las audiencias del
mismo, en Proceso II, 70 v.; 76 r. El documento original presentado por
el fiscal parece ser el que se encuentra en el ARCHIVO HISTÓRICO NACIÓ»' Proceso, II, 76 r-83 r. Coi. Doc. íned., V, 569-582.
320
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[1061
NAL, Inquisición, 4445, legajo 3. Sigo este último en la transcripción,
indicando ambas foliaciones. En el mismo legajo se encuentra el borrador original, en cuyo margen aparecen junto a las respectivas acusaciones los nombres de los testigos que las fundamentan. Recojo de
este documento los nombres de los testigos, poniéndolos entre paréntesis, a continuación de la acusación correspondiente, y algunas variantes que las pongo al pie de página cuando son sustituciones u
omisiones, con la sigla Pro. o Om., y en el mismo texto entre n cuando
se trata de simples añadiduras.
El segundo documento es la respuesta oral dada por Carranza a
la acusación del fiscal en la misma audiencia o incontinenti. Se encuentra en Proceso, II, 76 r.-83 v. La respuesta escrita más amplia
presentada más tarde se encuentra en los ff. 357 r.-357 v. Ambos documentos figuran en la Colección de Documentos inéditos para la Historia de España, V. 559-583.
I
PRIMERA ACUSACIÓN DEL FISCAL
A. H. N., Inquisición, 4445, legajo 3, 1 r.-7 r.; Proceso, II, 70 V.-76 r.
En la dicha villa de Valladolid a primero día de el mes de septiembre de el dicho año, estando en los dichos señores juezes en la
audiencia de la mañana, vino ante sus señorías el Rmo. don fray
Bartolomé Carranca de Miranda, arcobispo de Toledo, al qual como
fue presente le fue dicho que si alguna cosa tiene aue dezir para
descargo de su conciencia, que lo declare para que se prosiga esta
cabsa, porque el fiscal quiere hazer su officio e poner la acusación.
El dicho señor arcobispo de Toledo dixo lo que tiene dicho otras vezes.
Luego páreselo ante los dichos señores juezes el lie. Gerónimo Ramírez fiscal de el Sancto Officio de la Inquisición de esta villa e díxo
que hazía e hizo presentación en esta causa de el dicho señor areobispo
de Toledo, de un eseripto de acusación, escripto e firmado de su nombre en tres pliegos de papel, que es el siguiente:
Rmo. e muy ilustres señores (71 r.):
El lie. Ramírez, fiscal en el Sancto Officio de la Inquisición, capellán de Su Magestad, asistiendo a la cabsa que ante vuestras señorías
pende, tocante al Rmo. don fray Bartolomé de Miranda, arcobispo de
Toledo [para que soy nombrado], premisas las solenidades que en tal
[107]
LOS
PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
321
caso se requieren, en la mejor vía y forma que de derecho lugar aya,
denuncio e criminalmente acuso al dicho Rmo. don fray Bartolomé
de Miranda, ar?obispo de Toledo, preso que presente está, e contando
el caso de esta acusación e querella, digo que es ansí que siendo el
susodicho christiano e baptizado e bibiendo en tal hábicto e possesión
[entre los fieles christianos] el dicho Rmo. arcobispo so este título e
nombre de christiano e de religioso e de predicador de el ebangelio
[e por tanto más obligado a seer fiel e cathólico christiano e a tener
y creer y enseñar sana e cathólica doctrina, el dicho Rmo. arzobispo
ha tenido y creído y enseñado y escripto muchas e diversas oppiniones
contrarias a nuestra sancta ffee cathólica e rreligión christiana e
contra lo que la sancta madre iglesia apostólica de Roma] (a) regida
y governada por el Espíritu Sancto tiene, enseña e predica, especialmente le acuso e denuncio de los capítulos siguientes (1 v.):
1. Primeramente digo que dicho Rmo. don fray Bartolomé de Miranda, ar?obispo de Toledo ha tenido, creydo e dogmatizado el artículo de la justificación segúnd e como le an tenido y enseñado los hereges condenados por la sancta iglesia, y entendiéndole y enseñándole
en sentido herético e herróneo contra lo (71 v.) que la sancta madre
iglesia e sacros concilios tienen estatuydo e determinado en este artículo.
2. Iten digo que el dicho Rmo. arcobispo de Toledo ha tenido e
creydo e dado a entender e comunicado con otras perssonas, que en
la otra vida no ay purgatorio donde las ánimas de los defunctos purguen e satisfagan enteramente por sus peccados.
3. Iten digo que predicando el dicho Rmo. arcobispo y tratando
en ciertos sermones de la satisfactión de Ihesuchristo nuestro Señor
e Redenptor con su muerte e passión, dixo e afirmó que no ay peccados para quien esto cree ni muerte etterna, ni infierno, ni demonios
(T." fr. Domingo de Rojas).
4. Iten digo que el dicho Rmo. arcobispo a dicho y afirmado que
quando él se quisiese morir, no querría tener otra cosa sino un escribano que le diese por testimonio de cómo él daba e renunciaba a
todas las buenas obras que oviese hecho y el merescimiento dellas, e
que se contentaba con el de Ihesuchristo, e que daba por ningunos
también sus peccados, pues el mismo Christo los avía pagado por
él (2 r.). (ídem testis.)
(a) Pro.; «en gravísimo escándalo y perjuicio de la República y religión christiana, a hereticado c apostatado de Dios, N. S. y de nuestra fee cathólica e Iglesia
Apostólica, teniendo y creiendo y dogmatizando muchos horrores y heregías o
opiniones falsas y heréticas y escandalosas critica lo que la S.' M. Iglesia...»
Anthologica
21
322
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[1081
5. (b) Iten digo que el dicho Rmo. arzobispo sabiendo y entendiendo que cierta perssona era herege e tenya e creya [y estaba dañado] en algunas opiniones contra nuestra sancta ffee cathólica y en
presencia de el dicho Rmo. argobispo rreferió algunas rrazones para
fundar uno de los herrores que tenya e creya [las quales el dicho
Rmo. arzobispo no le confutó ni reprobó] aunque la dicha perssona
mostró e páreselo no (72 r.) quedar reduzido de el dicho herror e
heregía, que era tener que en la otra vida no avía purgatorio. Y deviendo el dicho Rmo. argobispo denunciar en el Sancto Officio de la
dicha perssona e de los herrores e oppiniones que supo y entendió
que tenía contra nuestra sancta ffee cathólica, para que se proveyese
de el remedio que convenia, no lo hizo, antes lo calló e encubrió y
encomendó el secreto dello, encargando que por ningund ebento se
descubriese y que quedase allí sepultado. De lo qual se an seguido y
resultado grandes inconvenientes e muy perjudiciales en la república
e rreligión christiana. E por cabsa que de que el dicho Rmo. arcobispo
no corrigió ni denunció de la dicha perssona como debiera, otras
muchas perssonas venieron a creer los dichos herrores e hereticaron
contra nuestra sancta ffee cathólica, como paresce e resulta por información bastante, de la qual hago presentación. (T.° Pedro de Cazalla, don Carlos y la carta que el argobispo escrivió e Villagarcía.
Este capítulo se pone ansí por la culpa que dello resulta contra el
argobispo y presupuesto que el argobispo, según tengo relación, está
prebenido y abisado dello y pareze que conviene sea avisado de ello.)
(2 v.)
6. Iten digo que el dicho Rmo. don fray Bartolomé de Miranda,
argobispo de Toledo, leyendo Theología dio in escripias a sus discípulos
e oyentes cierto documento e instrucción para la inteligencia de la
sacra escriptura, la qual contenía muchos e diversos herrores e heregías [e dogmas principales] de Luthero e de Calbino e de otros hereges condenados por la sancta Iglesia, como parescerá por la dicha
instructión e documento e qualificación e censura dello [de los quales
el dicho Rmo. argobispo no podía pretender justa ignorancia, pues
era letrado e theólogo] (72 v.). (T.° fray Domingo de Rojas, Sabino
Astete, don Juan de Rivera y fray Luis de la Cruz.)
7. Iten que el dicho Rmo. argobispo ha tenido, creído e afirmado
que no se an de rrezar a los sanctos las oraciones de el Paternóster y
del Abemaría e por averio él afirmado y enseñado ansí, ciertas perssonas dexaron de rrezar las debociones que tenían de rrezar el Paternóster y Avemaria a los sanctos, ni tampoco para que las ofreciesen
(b) Originalmente era la acusación n. 3. Pasó al n. 5. alterando la numeración
fie las demás.
[109]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
323
los sanctos, creyendo que lo susodicho era malo. (T.° fray Vicente
Palatino, el Conde de Buendía y su muger y criadas.)
8. Iten que el dicho Rmo. don fray Bartolomé de Miranda, arcobispo de Toledo a tenido, creydo e ansí lo ha comunicado (c), tratando
de lo que teníamos en Christo, quán ciertos aviamos de estar de nuestra salvación. (T.° fray Domingo de Rojas.)
9. Iten digo que el dicho Rmo. arcobispo a dicho e (3 r.) afirmado
que no ay peceado ni (d) huvo peceado, e que sola la passión de Christo basta (e), e que El avía sido quien pagó por todos e que ya no avía
más peceado e que todo era perdonado, e que aunque los peccados
fuesen muchos, todo era perdonado. (T.° fray Juan de la Regla. Luis
de Avila, fray Marcos de Cardona. Désele ansí que es la substancia
de lo que los testigos deponen.)
10. Iten que tratando el dicho Rmo. arcobispo la materia de sacrificio Missae e dando su parescer en ella, fundó la oppinión de los lutheranos que tienen que no es sacrificio por muchos fundamentos e
argumentos y encaresció el dicho Rmo. arcobispo tanto el argumento
de los lutheranos que vino a dezir y dixo en el processo de la proposición Ego haereo certe, de que quedaron escandalizados los que se
hallaron presentes. E que, aunque después el dicho Rmo. arcobispo
tubo la parte contraria de aquello, las soluciones que dio fueron muy
frías e fueron rremisas (73 r.). (T.° fray Juan Regla.)
11. Iten que el dicho Rmo. arcobispo ha tenido, creído y enseñado
que no ay merescimientos e que no era menester traer cilicio ni estrecharse tanto. (T.° doña Luisa de Mendoza, y confirma lo que depone
fray Domingo.)
12. Iten digo que el dicho Rmo. arcobispo ha tenido en su poder
e leydo muchos libros y escripturas de hereges condenados, que contenían horrores e oppiniones heréticas contra nuestra sancta ffee
cathó(3 v.)lica y es ansí que el dicho Rmo. arcobispo leya a enseñava a sus oyentes e discípulos por uno de los dichos abthores condenados. (T.° fray Antonio de Arze, fray Juan de Villagarcía.)
13. Iten que estando el dicho Rmo. arcobispo deziendo Misa e
aviendo consagrado, teniendo el Santísimo Sacramento en las manos,
dlxo a cierta perssona: ¿Tú quieres comer de este pan? E la dicha
perssona le rrespondió: No estoy confesado. E el dicho Rmo. argobispo
le dixo: Anda, que bueno estáis. (T.° Martin Gutiérrez y fray Luis de
la Cruz alude a esto.)
(c) Om.: que deviamos estar ciertos.
(d) Om.: nunca le.
(e) Om..- para la salvación del hombre.
324
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[110J
14. Iten digo que el dicho Rmo. arcoblspo, estando en cierta parte dixo que los lutheranos diferian en muy poco [o en casi nada] de
nosotros los christianos.
15. Iten digo que el dicho Kmo. argobispo a dicho e afirmado que
avia algunos hombres tan pecadores públicos que se estaban muchos
años en su peccado y que estos tales si eran christianos que aún estava
por averiguar si tenían ffee, mas pongamos que la tengan. (T.° el
licenciado Antonio López.)
16. Iten digo que el dicho Rmo. are. obispo de Toledo, don fray
Bartolomé de Miranda, ha tenido trato e comunicación muy estrecha
e particular e íntima amistad con muchos [hereges e] perssonas que
estavan notados de aver tenido oppiniones heréticas contra nuestra
sancta ffee e rreligión (4 r.) christiana escreviéndoles cartas e rrecíbiendo rrespuestas dellas, de que se presume e ay behemente sospecha
que se comunicaba con ellos sobre los errores y oppiniones heréticas
que tenían. E uno de los dichos hereges comunicó al dicho Rmo. arcobispo por escriptos muchos e diversos herrores contra nuestra sancta
ffee (73 v.). (T.o fray Juan de Villagarcía, don Diego de Mendoza, el
Padre Confesor.)
17. Iten digo que el dicho Rmo. argobispo a dicho y afirmado que
ciertas perssonas de rreligión no peccan mortalmente aunque dexen
de rrezar sus horas, que segund su Horden e instituto deben e son
obligadas a rezar, ni ñera peccado mortal dexarlas de rrezar. (T.° don
Antonio de Córdoba, comendador de Mora.)
18. Iten digo que estando en cierta parte el dicho Rmo. arcobispo.
dixo e afirmó que de la sagrada escriptura no se conbence que ay
purgatorio. <T.° fray Juan Manuel.)
19. Iten digo que el dicho Rmo. a dicho y afirmado que de las
cosas positivas de la Iglesia o de su Horden, que no hazía él mucho
caso, (ídem testis.)
20. Iten que tratando el dicho Rmo. arcobispo en cerimonlas de la
Iglesia y del poder de el Papa, apocaba el poder de el Papa e las ceremonias de la Iglesia, lo qual dezía muchas vezes mostrando tener herror
e oppinión dañada [e pertinazl en la dicha materia (4 v.). (T.° el
presentado fray Miguel de San Sebastián.)
21. Iten digo que tratando en cosas de Herasmo el dicho Rmo. arQobispo defendía ciertas oppiniones que Erasmo tenia cerca del sacramento de la confessión; e tratando de si el Apocalipsis era de sant
Juan Ebangelista o no, vino a dar a entender el dicho Rmo. arcobispo
que la oppinión de Herasmo en este caso no era falsa, sino que estaba
on dubda si era de sant Juan Ebangelista. E deziéndole al dicho
Rmo. arzobispo, que pues la Iglesia tenía lo contrario y lo cantaba en
[111]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
325
la Misa quando dize, Lectio líbri Apocalipsis beati Joanis Apostoli,
deviamos estar ciertos que era de sant Juan Ebangelista, a lo qual el
dicho Rmo. argobispo rrespondió, que quando la Iglesia (74 r.) aquello
cantaba, estaba en dubda si era ansí o no, como la Iglesia lo cantaba.
(T.° fray Juan de Villagarcía.)
22. Iten digo que el dicho Rmo. arzobispo ansí en sermones como
en comunicaciones particulares ha tratado y predicado con términos
de los que habla el Luthero, e su lengoaje [e manera de hablar] era
lutherano segúnd e de la forma que los hereges han predicado y
enseñada sus dogmas e herrores, de que los oyentes e perssonas que le
oyeron e vieron la forma e artificio con que trataba (5. r.) las dichas
materias e oppiniones, especialmente el articulo de la justificación,
recebieron gran escándalo de la manera de tratar e predicar de el
dicho Rmo. argobispo. (T.° fray Domingo, Pedro de Cazalla.)
23. Iten digo (f) que el dicho Rmo. argobispo escrevió a cierta perssona que era herege y estaba notado por tal, pediéndole su consejo
e que le diese su parescer sobre cierta cosa tocante a nuestra religión
christiana. El qual le rrespondió al dicho Rmo. argobispo y le enbió
cierta carta, la qual contenía muchos e diversos herrores e dogmas
[de Luthero y Calbino] contra nuestra sancta ffee cathólica. (T.° fray
Domingo. La carta de Valdesio que le escrebió en respuesta de otra
suya.)
24. Iten digo que por doctrina e comunicación de el dicho Rmo. argobispo ciertas perssonas tubieron e creyeron mucho herrores e oppiniones heréticas de las sectas de Luthero y de otros herejes condenados por la Iglesia cathóllca segúnd que de ello resulta información,
de la qual hago presentación. (T.° Pedro de Cazalla, fray Domingo,
el P. Confesor, doña Francisca de Zúñiga y otros.)
25. Iten digo que el dicho Rmo. argobispo. predicando en cierto
sermón, trató las heregías e (5 v.) oppiniones de los hereges lutheranos, ansí las que los de este tiempo tienen como la de los passados.
en las quales se ocupó la mayor (74 v.) parte de el sermón tratándolas
y desmenuzándolas como lo podían hazer los mesmos hereges. E al
cabo de el sermón los términos que tubo para dar a entender seer
falsas las oppiniones que allí avia referido de los luteranos e hereges fue en muy cortas rrazones, e que cierta perssona de las que se
hallaron presentes, dixo que le páresela qu era hombre aparejado para
hazer hereges, e de lo que el dicho Rmo. arcobispo predicó, resultó
escándalo. (T.° don Juan de Villarruel, el obispo de Cuenca.)
26. Iten digo que el dicho Rmo. argobispo, estando en cierta parte
tratando de el Concilio, dixo que en la letanía que se cantaba en la
( f ) Orí..- que cierta persona, el qual estava notado de hereje lutlierano.
326
J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
[1121
Misa del Espíritu Sancto del Concillo se avia de añadir: A Concilio
huius temporil, libera nos, Domine.
27. Iten digo que de más e allende de los sobredichos capítulos, el
dicho Rmo. arcoblspo ha escripto y compuesto un libro yntltulado Comentarios sobre el Cathecismo Christia.no, el qual contiene muchos e
dibersos herrores (6 r.) e proposiciones heréticas y falsas, escandalosas
e malsonantes, herróneas e temerarias e de otras malas qualidades,
como parescerá por el dicho libro de el Cathecismo e qualiíicaciones e
censuras de él. Por lo qual se confirma e verifica lo que rresulta de
la dicha información contra el dicho Rmo. arQobispo, de las quales
ansí mismo le denuncio e protesto declarar e acusarle en tiempo y en
forma en la prosecución de esta cabsa.
28. Iten digo que entendiendo y deviendo saber el dicho Rmo. arCobispo por seer como es letrado y theólogo (75 r.) las qualidades e
herrores de las proposiciones que en el dicho libro que conpuso y
escrevló de el Cathecismo, las a defendido e procurado defender con
pertinacia, deziendo e afirmando que en el dicho libro que avía escripto, no avía herror ni mala doctrina. E demás de esto a conbocado
e ynduzido a otras perssonas para que afirmasen y defendiesen los
mesmos herrores y oppiniones que él avía escripto y defendido.
29. Iten digo que entendiendo el dicho Rmo. arc.obispo que en el
Sancto Officio de la Inquisición se trataba (6 v.) de qualificar algunos
libros y otras obras suyas, el dicho Rmo. arsobispo procuró favores y
maneras para que se impediese la qualifícación e censura dellos.
30. Iten digo que demás de lo susodicho se an visto e qualificado
ciertos escriptos e obras e sermones del dicho Rmo. arzobispo, que
ansí mesmo contienen herrores e oppiniones falsas e de mala doctrina
contra nuestra sancta ffee cathólica e religión christiana, como parescerá por las dichas obras y escrípturas e qualificaciones dellas a que
me rrefiero, las quales protesto declarar en su tiempo e lugar.
31. Iten digo que el dicho Rmo. arQobispo rrecepta y encubre otros
muchos errores e heréticas oppiniones e personas con quien ha comunicado, e sabe que están en la creencia dellas e se an apartado de
nuestra sancta ffee cathólica. de los quales no ha denunciado ni declarado como deviera y es obligado.
Por lo qual ansí aver hecho e cometido, consta e (75 v.) paresce el
dicho Rmo. arcobispo aver seido e üeer herege (g) [e averse apartado
de la doctrina eban^élica que la sancta madre Iglesia] regida e (7 r.)
governada por el Espíritu Sancto tiene y enseña, e por ello aver caydo
e yncurrido en todas las penas e censuras que segúnd derecho y sacros
(g) Om.: apóstata, dogmatizado!' de falsa y herética doctrina.
[113]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
321
cánones se dlsnonen contra los tales delincuentes en las quales pido
sea condenado e declarado por tal por sentencia definitiva. Sobre lo
qual y en todo lo necesario pido seerme hecho entero cumplimiento
de justicia, y al Sancto Officio ymploro, e juro en forma a Dios nuestro Señor que esta acusación e capítulos della no la pongo con malicia
ni calunia, salvo por alcangar justicia e por lo que toca al bien e abmento de nuestra república e rreligión christiana.
Otrosí digo que para en prueba de esta acusación e de lo en ello
contenido, hago presentación de las informaciones e proban?a de el
processo de esta cabsa con lo demás que ha sobrebenido e resultare
en la prosecución della, de que protesto acusarle e sobre todo pido justicia e pidolo por testimonio.
El licenciado IHERONINO RAMÍREZ.
E presentada la dicha acusación en la manera que dicho es, los
dichos señores juezes recivieron juramento en forma de derecho de el
dicho fiscal, so cargr de el qual dixo que la dicha acusasión no presentaba por malicia e que la entiende probar e con tanto se salió de la
audiencia (76 r.X
u
RESPUESTA ORAL INMEDIATA DE CARRANZA
'
(Proceso, II, 75 V.-83 v.)
Luego los dichos señores juezes dixieron al dicho señor (76 r.) arcobispo que jure de declarar e responder verdad a lo contenido en la
dicha acusación para que se haga con la solenidad necessaria.
El dicho señor arzobispo díxo que jurava a Dios e a la señal de la
cruz que tenía delante segúnd tenia jurado en quanto es o fuere
obligado conforme a la comisión que para ello tienen los dichos señores juezes, de declarar verdad a la dicha acusación. E lo que su
señoría respondió a cada capítulo della es lo siguiente, aviéndosele
primero leído toda la dicha acusación:
1. Al primer capitulo de la dicha acusación el dicho señor arcobispo de Toledo dixo que aquello es maldad como Judas fue malo,
porque su señoría a predicado, enseñado y escripto este articulo por
los términos que los cathólicos todos lo escriven e lo enseñan e la
Iglesia cathólica, e que esto mostrará seer ansí.
328
J. IGNACIO IELLECHEA IDIGORAS
[114]
Al segundo capítulo dixo e respondió lo que respondió al capitulo
supra próximo, e que asi lo tiene escripto.
Al tercero capitulo respondió que por los términos que aquí lo dize
el fiscal, es testimonio falso como lo lebantaron a Christo, porque por
sólo creer esto a nadie aprovechó la passíón de Ihesuchristo para la
remissión d3 sus peccados. E que podría seer que en algún sermón
o sermones dixiese su señoría que creyendo esto como lo debe creer el
cathólico christiano e haziendo todo lo demás que es obligado, ansí
en la guarda de la ley de Dios como en el uso de los sacramentos de
la Iglesia, que podía perder el temor a los demonios e a los peccados.
y esto seria animando a algunas perssonas tímidas o escrupulosas (76 v.),
porque, aun haziendo todo esto, ha enseñado su señoría y escripto que
deven temer los hombres de si mismos porque no estamos ciertos
que hazemos lo que devemos. E así lo voctó en Trente quando se
ofresció tratar de esta materia, e después acá escreviendo las materias que allí se ofrecieron lo tiene escripto.
Al quarto capítulo respondió que como aquí lo pone el fiscal no es
verdad. E que una vez se acuerda su señoría que habló encarescidamente de la poca confianza que tenía de lo que avía hecho en su vida
por conoscerse tan defectuoso en todas sus cosas e que hará memoria
de esto e dirá lo que se le acordare.
Al quinto capítulo el dicho señor arcobispo dixo que es todo ello
malo e falso, como Judas fue malo en lo que hizo. Que hasta oy nunca
huvo hombre que su señoría sentiese seer herege, que le encubriese,
sino que lo publicó por tal y lo dixo donde devia y en otras partes que
no era obligado. Porque nunca lo sentió de nadie, sí no fue en Inglaterra de dos o tres que le dixieron que lo eran e hizo lo que devia
como cathólico ante algunos testigos, e ansí lo ha hecho, persiguiéndolos siempre como enemigo dellos, como parescerá en los sermones
que ha predicado en Trento, en Inglaterra y en Flandes, donde se
ofresció y era menester tratar de esto e por lo que escrevió en los dichos lugares, qual mostrará quando fuere tiempo para comprobación
de esto.
Al sesto capitulo respondió que no ay tal cosa e que se le muestren, e que su señoría mostrará que es maldad esto (77 r.).
Al séptimo capítulo respondió que si esto que dize el dicho fiscal
es lo que su señoría escrevió en el Cathechismo en el capítulo que
habla de la beneración e inbocación de los sanctos, que parezca aquello
y por allí se verá lo que es. E quanto a la segunda parte que dize que
las oraciones del Paternóster e Avemaria no las ofreciesen los sanctos
a Dios, que esto no es verdad, porque lo que toca a la materia de orar
él lo ha enseñado siempre que la mejor forma que se ha de tener es
[115]
LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
329
la que la Iglesia tiene en la letanía común, que es la más antigua y la
más aprovada forma de orar que tiene la Iglesia. E que así lo ha dicho
e lo tiene escripto. E visto lo que dize el libro o si es otra cosa, dirá
en particular lo que cerca de esto siente e ha sentido.
Al octavo capítulo dixo que esto no es verdad como aquí lo dize,
sino en la manera e con las condiciones que los doctores cathólicos lo
enseñan e la Iglesia lo tiene. Que en esto él se refiere a lo que en este
artículo voctó en Trento en lo de certitudine gratiae e por lo que en
esto tiene escripto de lo que allí voctó. E los que le vieron voctar e
predicar, dirán que es maldad esto e que él lo mostrará tener allí asi
escripto e lo presentará e lo que en esto ha enseñado y sentido.
Al noveno capítulo respondió que esto es disparate e que aunque
huviera perdido el sentido, que no huviera dicho lo que este capítulo
dize.
Al décimo capítulo respondió que el año de cinquenta e uno, a
fin de él o principio de cinquenta e dos, su señoría dixo su parescer
de lo que siente en esto, por mandado de el Legado en el Concilio de
Trento. E (77 v.) que es verdad que como era costumbre hazerlo todos
los que allí voctavan y es estilo hazerse en los concilios, él dixo primero los argumentos de los hereges como lo hazian todos e después
dixo la sentencia cathólica, la qual sola tiene por verdad, que en la
Misa se ofresce el mesmo sacrificio que se ofresció en la Cruz, aunque
en otra forma. E después de fundada esta sentencia y verdad, como
su señoría supo, respondió a los argumentos de los hereges e que se
acuerda que a los que tienen alguna apariencia respondió lo que respondió sant Ambrosio e lo que el Cardenal Gayethano responde en
aquella materia. E si las soluciones de estos son tan frías e remisas
como aquí le opponen, que también lo serían las de su señoría porque
no alcanzó más. E que a esto estuvieron presentes todos los prelados
de el Concilio y unos treinta prelados que avía de España e otros muchos más fuera de prelados, así españoles como de otras naciones. E
que sabe su señoría cierto que si huviera hecho menos voctando en
este artículo de lo que hizo voctando en otros, que allí se lo dixieran;
pero que nadie le dixo quedar sino hedificado de su voctó como de los
otros que antes avía dado. E porque entre sus papeles quedó este
voctó escripto (por señas que parte de él ha de estar escripto de mano
de su señoría e parte de letra de fray Diego Ximénez, que era compañero suyo) por aquello e por lo que después escrevió en este articulo
en el libro de el Cathechismo se entenderá que esto es calunla clara
del que lo dize.
Al honceno capítulo respondió que es maldad esto como lo que lebantaron a Ihesuchristo de la mesma manera (78 r.) porque él ha leído
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J. IGNACIO TELLECHEA IDIGORAS
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lo contrario siempre, como parescerá en los escriptos de sus lecciones
en esta materia que están ay e sus oyentes los tendrán, que lo escrevian. E que después en secreto e público a dicho e predicado lo centradlo de esto. E quanto a la segunda parte, dixo que aunque su señoría
en el exercicio de su vida no a hecho cosas tan travajosas ni tan penitentes como era menester para la satisfación de sus peccados, que si
de la floxedad de esto le acusan, que él la conosce, aunque en esto
a hecho algo que no ay para qué referirse aquí. Pero que acusando su
floxedad e tibieza, alabó siempre a los que hazían tales obras e que
de ninguna cosa se preció más que de alabar lo bueno e a los hombres
buenos e penitentes. Y esto es notorio porque asi con sus discípulos
como con amigos e personas que tratavan con su señoría, ninguna
cosa trató más familiarmente e más ordinaria, sino ésta; que aunque
fuesen ruines e floxos, que a los buenos e virtuosos los alabasen e
hlziesen mucho acatamiento, porque la virtud e lo bueno, aunque no
lo viesen asi pintado en una pared, lo adorasen. Porque esta merced
¡e avía hecho Dios a su señoría entre otras, que cuando más ruto e
floxo avia sido, estimó en mucho e alabó los buenos penitentes. E
porque han sido palabras muy familiares estas suyas, las refiere aquí.
Que se mire el que esto declara, que debe seer algúnd hombre apassionado e que le quiera mal, porque ha sido la cosa más contraria a lo
que su señoría ha tratado de quantas aquí le opponen (78 v.).
Al dozeno capítulo respondió que quanto a leer algunos libros de
abthores dañados, que es verdad que en el Concilio de Trento con
licencia de los legados, e otra que tenía de el Papa Paulo III que está
entre sus papeles, leyó su señoría algunos, porque era asi menester
para las materias que se tratavan, e que así lo hazían todos quantos
allí estavan; e que estos, el embaxador que estava allí por el Emperador, que era don Diego de Mendoza, se los daba quando era menester, como los dava a los otros españoles que allí estaban por mandado de el Emperador; e otros que tenía fray Domingo de Soto, que
posando juntos los tomaba algunas vezes de su cámara para veer
!o que era menester o para leer en ellos. E en Inglaterra, así con las
licencias que a dicho como con otra que desde Flandes embió el legado
de Su Santidad, con otras licencias que embió, así a los religiosos como
cioctores que fueron con el rey Don Felipe nuestro Señor, leyó su señoría en algunos libros de abthores condenados que le embió el obispo
de Cuenca, don Pedro de Castro desde su posada, rogándole que los
leyese. E que su señoría por la importunidad que en esto le hizo leyó
algunas cosas a ratos perdidos e no de propósito; e después pasados
algunos días, parescíéndole bastava aquello para .tumplir con sus
ruegos, se los tornó a embiar. E que también leyó en otros que le mos-
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LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
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traban los doctores que allí estavan las vezes que se ofresció, sabiendo
que lo podía hacer con buena conciencia por las licencias que tenía.
E quanto a la segunda parte, que es maldad e (79 r.) que es falso testimonio como parescerá por lo que su señoría leyó aquí en Valladolid,
que ha de estar entre sus escriptos, e que nunca aquí en Valladolid,
tubo libro de hereges por donde pudiese leer, sino fue algunas vezes
que de el secreto de la Inquisición de aquí de Valladolid se los dieron
para leerlos e para otros efectos, e que cumplido aquello los tornó al
oficio, porque de su señoría ha más de veinte e cinco años que se haze
esta confianea entendiendo en los negocios de Inquisición. E si alguno
dixiere lo contrario de esto, que diga qué libros eran por donde dize
que su señoría lela e guando los vio en su cámara, porque su señoría
mostrará como agora es día que es falso e tan falso como tiene dicho.
E con tanto aviéndosele leído lo escripto en esta audiencia, su señoría
volvió a su aposento. Lo cual pasó ante mi—Sebastián de Landeta
notario é secretario.
En la dicha villa de Valladolid, el dicho día en la audiencia, los
dichos señores juezes fueron a la abdiencia, e avisado dello vino ante
sus señorías el dicho señor arzobispo de Toledo, al qual como fue presente le fue dicho que so cargo de el juramento que hecho tiene, continúe en responder a la dicha acusación declarando la verdad.
Al trezeno capitulo dixo que nunca tal pasó, e que es desatino esto
para lo que su señoría a hecho toda su vida, e que hasta oy comulgó
e que hasta oy conbidó estando en el altar a nadie que comulgase en
quanto se puede acordar; é que si alguna vez lo hizo (79 v.), que no
fue por estas palabras ni como el dicho capítulo lo dize, e que asi se
profiere de lo mostrar.
Al catorzeno capitulo respondió que dicho en general lo niega,
porque difieren de los cathólicos en muchos cosas; que en particular
en algún artículo diría su señoría que diferian poco de nosotros después de examinado y entendido el articulo, e que esto así dicho, que
no lo tuvo por malo porque los cathólicos dezian en el Concilio Niceno, e después de él hasta agora, que los arríanos ni diferian dellos
sino en una sílaba, e que se remite su señoría a darlo esto más largo.
E que quando esto pudo dezlr, dixo juntamente que en aquel artículo
era disparate tan grande como el que antes pensaban dellos.
Al quinzeno capítulo respondió que no se acuerda de las palabras
así formales, pero que encaresciendo el mal bivir de algunos malos
christianos y obstinados en peccados, que diría alguna cosa semejante;
porque muchas veces se acuerda haber dicho que de aquella, digo que
con aquella manera de creer y de fee con tan malas obras y vida
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J. IGNACIO TELLECHEA IDICORAS
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eslava lleno el infierno de hombres, porque de esta harte van los
malos cristianos al infierno.
Al diez e seiss capítulo respondió que todo lo contenido en esto
capitulo es falso testimonio que le lebanta el que lo dize como quiera
que lo diga, e que nunca entendiendo ni sospechando de algúnd hombre en la vida que fuese herege, le escrevíó carta ni la recevió su
señoría de él; e que podría seer no sabiendo que lo fuese, que alguno
se la escreviese e que su señoría (80 r.) le respondiese. E que mucho
menos ha tenido comunicación con hombre que entendiese o sospechase seer herege, sino es como el derecho permite e manda que se
puedan comunicar; R que de esta harte pudo hazerlo dos ó tres
vezes en Inglaterra, e que si fuere menester dará la razón dello e
testigos.
Al diez e siete capitulo respondió que toda su vida a fecho lo contrario de esto e lo ha enseñado ansí hasta el día en que está; e que de
alguna cosa particular que cae en disputas como es si son obligados
al officio de defunctos y el officio de Nuestra Señora, que podría seer
disputarlo alguna vez; pero siempre ha tenido que a lo menos en la
Horden de Sancto Domingo donde su señoría ha bivido, que es de
obligación rezarlo los días que manda su hordlnario. E en lo que algunas personas religiosas no son obligadas, que declare de qué personas
de religión habla, porque de algunas como es los frailes legos que se
toman en los monasterios para el servicio, e de los novicios e aun de
las monjas, se disputa si de derecho canónico son obligadas a rezar
so pena de peccado mortal como lo son los ordenados de orden sacra.
Al diez e ocho capitulo respondió que no cree aver dicho tal cosa
jamás ni de tal se acuerda, porque otros artículos ay de fee, que no
se conbencen por la Sagrada Escriptura, e por la definición e tradición
de la Iglesia son tenidos e verdaderamente son artículos de la ffee. E
así podría seer dezirse de esto; pero que su señoría, así leyendo esta
materia de purgatorio (80 v.) como después escreviéndola como fue
menester para voctar en Trento en el Concilio, siempre truxo muchos
testimonios de la Sagrada Escriptura para ello, e bien entendidos, le
páreselo hasta agora e agora le paresce que conbencen aquellos como
lo mostrará en sus escriptos, e en lo que tiene recogido de las materias
que se trataban en Trento; e que disputando, no embargante que su
señoría ha tenido siempre como artículo de fee tener purgatorio, podría dezirse alguna palabra como esta, como se dizen en otros artículos
más principales que él, porque para seer articulo de ffee no es menester convencerse por la Sagrada Escriptura; pero que no se acuerda
de estas palabras particulares que el dicho capitulo dize.
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LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
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Al diez e nueve capítulo respondió que no ay tal cosa, porque él
ha enseñado e predicado muchas vezes en quánta beneración se an
de tener las cerimonias de la Iglesia e la obligación que tenemos de
guardarlas en el grado que son respectivamente cada una dellas, unas
más e otras menos. E lo mismo dixo en lo de las de la Horden en que
ha vivido.
Al veinteno capítulo respondió que su señoría hará demostración
de lo contrario, e que esto es falso testimonio, porque en Trento hablaron y escrevieron algunos indignamente de la abthorldad de el
Papa a juicio de su señoría, y el uno dellos era el Licenciado Vargas,
que estaba entonces allí, que es el Embaxador de Venecia o de Roma.
E que su señoría entre otras cosas escrevió (81 r.) una controversia
que está impresa en Venecia con la Suma de los concilios, mostrando
el poder de el Papa; e amplificólo tanto, aunque no excediendo la
verdad, que ha muchos páreselo e lo dixieron así, que era nimio e que
avia excedido en aquello, e que se remite al libro que está entre los
de su señoría. E después el año de cinquenta e cinco estando en Inglaterra y entendiendo que el principal intento de los hereges es disminuir la abthoridad de el Sumo Pontífice, e que su Señoría hallándose
obligado a ocurrir a esto, el día de sant Pedro en la casa de el Rey
que llaman Antocurt, predicó todo el sermón contra los hereges en este
artículo, mostrando la mucha abthoridad que Dios dio al Papa en la
tierra, e que esto era la llave de nuestra religión, e mostrando como
la ffe que ha faltado en otras iglesias e otras sillas, en la Sede Apostólica y en la iglesia romana nunca avía faltado. E que esto pretendió
mostrar contra algunos cathólicos que dezían lo contrario, e de esto es
testigo el rey e los de su casa, porque después sabe su señoría que
dexíeron que era mucho lo que avía dicho en favor de aquella silla.
e que así ha tratado dello en todas las ocasiones que se han ofrescido, e que en el sermón, que está escripto entre sus papeles, parescerá
seer verdad así.
Al veinte e un capitulo respondió que cree su señoría que habrá
más de treinta años o cerca dellos que no se acuerda aver tratado
opinión de Erasmo; e que siendo aquí mancebo estudiante se ofresció
disputar algunas cosas suyas; e que declare qué oppiniones (81 v.)
eran, e dirá lo que se acordare. E quanto a las dos cosas que en el
dicho capitulo apunta, el primero de la confessión, dixo que es notorio
lo que su señoría ha predicado muchas vezes e leído, e por lo que ha
escripto que ha enseñado siempre la verdad como parescerá por sus
lecciones que tiene escriptas e por su libro. E quanto a lo de el Apocalipsis que siempre le ha tenido por libro canónico, e que su abthor
es Sant Juan Ebangelista, e así lo leyó aquí leyendo la Sagrada Es-
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criptura; y en las controversias que se ymprimieron en Benecia con
la Suma de los concilios, en la una trata esta materia, e que se remite
a lo que alli escrevió, en lo que toca a este libro, que es lo que su
señoría tiene dicho. E que es verdad que antiguamente se disputó entre doctores cathólicos si era de Sant Juan o no; pero que ya no ha
lugar aquella disputa, después que la Iglesia lo recevió en el canon; e
«ue en verdad que de presente no sabe la oppinion que Erasmo tiene
en esto.
Al veinte e dos capitulo respondió e dixo quanto a este articulo,
que sentiendo su señoría y enseñando lo contrario que ellos enseñan,
que no podría hablar en la forma que ellos hablan, e que no habiendo
comunicado en su vida hombre de ellos, no los pudo tomar la forma
de hablar, e que de aver examinado las materias que ellos tratan estando en el concilio de Trento con los demás cathólicos que allí estovieron, podría seer que después acá en algunas palabras conviniese
con ellos, porque muchas cosas ay que los cathólicos las (82 r.) hablamos por las mesmas palabras que ellos, aunque diferimos en la sentencia; pero que de propósito sabe cierto que nunca tal hizo; e si
descuidadamente huvo algunas palabras comunes a ellos e a nosotros, que no dará de ello ffee; pero que podría seer no advertir tanto
en esto, saneado de su intención, en la verdad y en la sustancia que
lia tratado.
Al veinte e tres capitulo respondió que sabiendo que era herege.
que nunca escrevió a hombre, ni menos le pidió consejo ni parescer
en cosa de religión ni fuera della. E quanto á lo que dize de carta,
que muestre la carta e que su señoría se obliga a mostrar que es falso
testimonio de quien quiera que tal diga, e que nunca tal carta recivió
hasta oy ni tubo fundamento para dezirse tal cosa.
Al veinte e quatro capítulo respondió que le niega como en ello se
contiene, e que muestre la información que dize tener, e que su señoría
se obliga a mostrar seer falsa; que de la comunicación de su señoría
que es notoria aver salido muchos muy buenos (aunque su señoría sea
pecador). Pero que su doctrina ha sido tal que ellos con ella salieron
mejores que su maestro.
Al veinte e cinco capítulo respondió que declare dónde fue este
sermón e quándo, porque ni estando entre los mesmos hereges donde
se pudiera tratar alguna opinión suya, nunca lo hizo en la forma que
el dicho (82 v.) capítulo se dize, ni le páreselo convenía hazerse. e
por eso no tiene eso por verdad, sino que será calunia de alguno que
le quiere mal.
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LOS PROLEGÓMENOS JURÍDICOS DEL PROCESO DE CARRANZA
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Al veinte e seis capitulo respondió que las palabras donde se pudo
tomar ocasión el que esto dize, y el propósito de la materia es larga
de contar, e que su señoría dirá por escripto lo que se le acordare.
Al veinte e siete capítulo respondió é dixo que venga el libro e se
muestre lo que dize, e que fasta entonces, que no ha visto en él cosa
que merezca lo que en el dicho capitulo dize, e que responderá á ello
más largo.
Al capitulo veinte e ocho respondió quanto a lo primero que es
verdad que su señoría ha dicho que en dicho libro no avia error
e que hasta agora no lo tiene entendido, e que ha desseado si le ay
que se le mostrase, porque entendido le condenará por tal. E que lo
mesmo han dicho y escripto muchas personas muy doctas e heminentes en la facultad de theología, así perlados como otros que no
lo son, e por sus paresceres ha dicho lo que arriba está escripto. E
quanto a lo segundo, dixo que su señoría sabiendo de algunos que
avian visto el libro, les rogó como lo suelen hazer los cathólicos escreviendo algún libro, que le avisasen de lo que avía que enmendar en
él, e de esta harte lo rogó a algunos, e otros le pidieron el libro para
este effecto sin rogárselo a su señoría, e que de esta harte es verdad.
c que no hay otra cosa en esto (83 r.).
Al capítulo veinte e nueve respondió que no sabe tal e que su prelado era el Papa; e sí con él lo tratara, lo podiera hacer. E que una
carta escrevió su señoría al rey; pero que no era sobre la qualificación.
sino quexándose que el señor arcobispo de Sevilla tratase con tanta
publicidad de esto, sin querer tomar de su señoría satisfación alguna
ni oírle, porque tiene por cierto que si esto hiziera, viera el poco fundamento que tienen las cosas que ponen en esta acusación.
Al treinta capítulo della respondió que pues que el fiscal se refiere
a las escripturas y escrlptos de su señoría, que también su señoría se
refiere a ellos; que si son suyos, que sabe que no contienen errores
contra la ffee, como él lo dize en su capítulo, e si son fingidos puestos
por de su señoría no siéndolo, que en esto no sabe nada.
Al treinta e un capítulo respondió que no es asi lo que dize e que
su señoría lo niega.
E porque a todos estos capítulos arriba escriptos ha respondido la
verdad que se le ha ofrecido, de repente, sin pensar más en ello, e
ha muchos años que trata su señoría estas materias de religión, dixo
que tomada la copia dellos e pensando más en ello, responderá por
escripto toda la verdad que se le acordare, e a aquello remite la
confessión de todo. E porque en esta acusación el fiscal dize mucha.-,
cosas generales e confusas, que su señoría pretende averiguar la verdad
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de todo lo que aquí pone que se declare, porque su señoría mostrará
seer falsedad lo malo que dize (83 r.).
Iten dixo que porque unas cosas tienen consequencia de otras, e
asi unas se averiguan por otras, que si pretenden más con su señoría,
que se lo manden dezir, porque se aclare la verdad.
líen dixo que para la declaración de esto que tiene dicho e responder
a estos capítulos es necesario que le den todos sus papeles, porque por
aquellos parescerá dezir verdad, especialmente una escrivania de asiento con las escripturas que estavan en ella, que truxo don Rodrigo de
Castro a esta villa de Valladolid, e otras de sus lectiones que están en
una arca que tenía la llabe Gómez, criado de su señoría, e los libros
que pidió luego que aquí venieron los dichos señores juezes. E que sin
estos no se puede hazer nada, que pide que no aya dilación en esto.
Todo lo escripto en estas diez hojas de mano de Sebastián de Landeta,
notario digo yo que es así, e esto, con lo que daré por escripto, doy por
respuesta a la dicha acusación; pero no lo uno sin lo otro, porque lo
que daré declara a esto, que se dixo sin más pensar en ello.
F. B. TOLETANUS
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Los dichos señores juezes dixieron que mandaban e mandaron dar
traslado al dicho señor arcobispo de Toledo para que lo pueda comunicar a sus letrados e responder lo que le paresciere. Y en lo demás,
que se oye lo que ha pedido e así se le dio copia de el dicho traslado
de acusación escripta en poco más de dos pliegos de papel. E con tanto
aviéndosele leído lo escripto en toda la audiencia, bolvió a su aposento
el dicho señor arcobispo de Toledo.
Lo qual passó ante mí Sebastián de Landeta. notario y secretario.
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