Enrique Vicién Mañé.

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Los años convulsos (1930-1940)
ENRIQUE VICIÉN MAÑÉ
El viernes era, y es, día de mercado en Jaca. En los Porches de la Catedral, en los glacis de la Ciudadela –cuando el tiempo no lo impedía–, y muy cerca del Portal de
las Monjas, hombres y mujeres de toda la comarca llegaban con cajas y capazos repletos de todo aquello que habían producido durante la semana sus huertas y corrales.
El viernes la ciudad era un hervidero de gente.
En 1930, un viernes frío de diciembre colocó a Jaca en el
mapa de la política nacional. El país llevaba meses viviendo una situación convulsa de la que no estaba exenta la propia monarquía de Alfonso XIII. En menos de un
año se había pasado de la dictadura del general Primo de Rivera a la «dictablanda»
del general Berenguer, pero el escaso soplo democrático no satisfizo a casi nadie.
Los periódicos se hacían eco a diario de complots más o menos ciertos y en Jaca
se hallaba destinado un capitán llamado Fermín Galán, con inquietudes sociales,
un pasado comprometido y destacados contactos en Huesca, Zaragoza, Barcelona y Madrid. En Jaca, en ambientes de izquierda, entre obreros y militares, este capitán comenzó a tejer una red de hombres comprometidos con un movimiento republicano que había de empezar en la ciudad y tenía que provocar una reacción
en cadena por todas las guarniciones militares del país. Destacados políticos alineados con el mismo, en las principales ciudades, se encargarían de movilizar a la
población civil para que el levantamiento fuera algo más que una militarada.
Este plan se fue fraguando durante el segundo semestre de 1930 y en esos mismos meses se fue postergando por las más variadas razones. Al final, con la nieve
convertida en una amenaza tan temible como las fuerzas monárquicas, Galán dio
un ultimátum y fijó el levantamiento para el 12 de diciembre. Entre otras razones,
hubo una que pesó lo suyo: el 12 era viernes, día de mercado. Desde los valles llegarían hasta Jaca numerosos vecinos con sus camiones y automóviles. Iban a ser
muy útiles para desplazar a Huesca a los civiles y tropa sublevada.
De la Historia
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El levantamiento cívico-militar se produjo en la madrugada del 12 de diciembre, tal
y como el capitán Fermín Galán había acordado con el Comité Revolucionario, con
sede en Madrid y ramificaciones por diversas capitales de provincia del país. Este
Comité, no obstante, había decidido a última hora un nuevo aplazamiento y envió
por ello a Jaca a un grupo de comprometidos, con el futuro ministro Santiago Casares Quiroga a la cabeza. Los emisarios llegaron a Jaca pasada la medianoche, vieron la ciudad tranquila y creyeron más conveniente irse a descansar y dejar el mensaje para la mañana siguiente. La sublevación que a esas mismas horas empezaba a
desperezarse en los cuarteles nacía herida de muerte sin saberlo.
Todo el viernes la ciudad vio desfilar columnas de militares, oyó disparos aislados
que trajeron tres muertes, y despidió a varios cientos de civiles y militares que por
carretera y ferrocarril marcharon confiados, creyendo que la monarquía estaba
siendo abatida. La realidad les hizo frente antes de llegar a Huesca: el encuentro
con la avanzadilla del general Las Heras en Anzánigo, el corte de las vías del tren
entre Riglos y Ayerbe, y el enfrentamiento con el ejército leal a la Corona en las
cercanías de Cillas, pusieron fin a la ilusión republicana.
Las consecuencias no se hicieron esperar: fusilamientos de Fermín Galán y de
otro de los capitanes que le acompañaban, Ángel García Hernández. Detenciones
masivas de civiles y militares, y reposición en sus cargos de las autoridades municipales a las que por poco más de un día había reemplazado una junta presidida
Una de las tres únicas fotografías que se conservan del 12 de diciembre de 1930. Momento de recogida de tropas en la
calle Mayor
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Comarca de La Jacetania
por don Pío Díaz. Los civiles
comprometidos empezaron a
llenar salas de cuarteles habilitadas como prisiones y, en la
Torre de la Cárcel, el propio
Pío Díaz compartió celda y
rumores con muchos de sus
convecinos. Durante cuatro
meses exactos, los juicios fueron secundados por manifestaciones, al tiempo que las
mujeres hacían cola frente a la
cárcel para llevar comida a los
El 14 de abril de 1931 se proclama la República. El pueblo de Jaca
presos. Las noticias de que se
libera a los detenidos y se desborda el entusiasmo
habían convocado unas elecciones municipales para el domingo 12 de abril infundieron
algo de esperanza, mientras en la ciudad se organizaba una candidatura republicana con los nombres de aquellos que habían conseguido eludir las detenciones.
Esta candidatura, llegado abril, consiguió más de 300 votos, mientras la lista monárquica no logró más de ochenta sufragios. En gran parte del país ocurrió lo
mismo y la República, la segunda, llegó por medio de las urnas. Mientras el rey
abandonaba precipitadamente el país, con no menos velocidad comenzaron a
abrirse las puertas de las cárceles. La fiesta duró en Jaca hasta que el flamante alcalde republicano, Julio Turrau, emitió un bando instando a sus vecinos a reintegrarse a sus ocupaciones después de dos días de celebración.
Jaca fue considerada «cuna de la República» y los capitanes fusilados pasaron al
imaginario colectivo como mártires de la causa. Tal condición tuvo algo más que
un peso simbólico. La ciudad, sobre todo en los dos primeros años del régimen
(el llamado «Bienio reformista»), ocupó las portadas en los periódicos. Ciclistas y
andarines venían a rendir honores, había viajes organizados por partidos políticos
y medios de comunicación, y una cámara de cine fue testigo del trabajo como extras de algunos de los participantes en la sublevación de 1930. Se iba a rodar una
película titulada «Fermín Galán», el mismo título que recibiría una obra de teatro
de Rafael Alberti, en forma de romance de ciego, que Margarita Xirgu estrenó en
Madrid. Las anécdotas, además, dieron paso pronto a las realidades. Hubo frecuentes embajadas de los munícipes jaqueses a Madrid, y de su peregrinar por los
diferentes ministerios se trajeron fotos en los periódicos, pero también hechos
tangibles: un grupo escolar (hoy Instituto «Domingo Miral»), los estudios de segunda enseñanza, un centro de higiene, unas piscinas municipales en la Cantera
(recientemente derruidas), y ayudas económicas especiales para poner en marcha
un mercado de ganados («el Ferial»), así como otras obras de infraestructura.
La vida cultural también vivió tiempos de bonanza: la ciudad, que con afilada ironía había descrito el anticlerical Pío Baroja en su novela «El cabo de las tormen-
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tas» a principios de 1931, tuvo el
placer de acoger a Miguel de Unamuno (que vino a los cursos universitarios de verano); se quedó con las
ganas de disfrutar del teatro itinerante que llevaba «La Barraca» dirigida por García Lorca (que no pudo
representar su repertorio a causa de
la amenaza que para la seguridad del
teatro Unión Jaquesa suponía la muchedumbre expectante); escuchó la
cotizada voz de Miguel Fleta, que
rodaba una película por los valles de
Echo y Ansó; y, a finales de 1934, se
vio honrada con la visita del presidente de la República, Niceto Alcalá
Zamora. La máxima autoridad del
Acto público en la villa de Hecho, durante la II
país había venido a ver a su hijo, que
República
como tantos hacía el servicio militar
en Jaca, y se encontró con recibimientos de todo tipo y hasta una gira por los parajes más emblemáticos de la comarca. Al presidente le dio tiempo incluso de visitar otra de las iniciativas que
había conseguido poner en marcha el Sindicato de Iniciativa y Propaganda de Aragón: el museo diocesano, inaugurado durante el período republicano, en 1934.
Los años republicanos vivieron también días de inquietud: en varias ocasiones
(1931 y 1932) se extendieron rumores de conjuras revolucionarias en la ciudad.
También en 1932, en agosto, llegaron los ecos del levantamiento antirrepublicano
de Sanjurjo en Sevilla, y la tragedia casi se rozó en octubre de 1934, cuando al socaire de los sucesos revolucionarios de Asturias, las cárceles volvieron a llenarse de
militantes de izquierda, y los concejales de estos credos fueron desposeídos de sus
cargos. Entre esta fecha y principios de 1936, con el llamado «Bienio negro», la situación se enrareció notablemente y casi todo el mundo levantó la voz, radicalizando unas posturas que se tranquilizaron momentáneamente el 16 de febrero de
1936, día en el que el Frente Popular (que aunaba a todo el espectro de izquierdas)
venció en las elecciones generales. El gobierno y el régimen cambiaron radicalmente de signo. Manuel Azaña se hizo cargo primero del gobierno y luego de la
presidencia de la República, pero en los cuarteles se agudizó el llamado «ruido de
sables». Un jacetano, Julián Borderas, fue elegido diputado a Cortes por la provincia de Huesca y desde Madrid volvieron a llegar buenas noticias en forma de promesas y compromisos que parecían augurar un nuevo relanzamiento de la ciudad.
El Primero de Mayo volvió a ser una gran fiesta obrera en Jaca, hubo desfiles y
mítines multitudinarios, y también enfrentamientos aislados entre representantes significados de la derecha y la izquierda, cuya polarización continuaba in crescendo. En poco más de dos meses, el 18 de julio, un sábado, este antagonismo tan
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Comarca de La Jacetania
bien alimentado estalló en forma de
golpe de estado. Un grupo destacado de generales se levantó en armas
contra la República en el norte de
África. Les secundaron numerosas
guarniciones en la península, pero
les hicieron frente en ciudades
como Madrid, Barcelona, Bilbao y
Valencia. También en Jaca la población civil defendió la legalidad republicana, aunque sólo quedó un
desigual enfrentamiento armado en
la entrada de la ciudad y varios cadáveres.
En la medianoche del 19 de julio
Jaca quedó en manos de los militares
rebeldes. Y durante tres años se
vivió una guerra y una represión en
las que muchos militantes de izProcesión en las calles de Jaca en plena Guerra Civil
quierda pagaron con su vida el protagonismo que habían tenido durante los años republicanos. Aunque parte del frente estuvo relativamente cerca –el
barranco de Aurín por el norte y las cercanías de Ara y Abena por el sureste, tras
un avance republicano–, Jaca sólo sufrió un ataque de consideración por parte de
las tropas republicanas: un rápido bombardeo que dejó 17 civiles y 5 militares
muertos, un domingo de noviembre de 1937. La represión desarrollada por parte
de los “nacionales” fue más abultada y se dilató más en el tiempo: entre 1936 y
1941 fueron fusilados sin formación de causa más de 400 civiles en la zona. Se
desconoce todavía cuántos tuvieron que exiliarse. La guerra dio paso a una dictadura y Jaca enterró por mucho tiempo el legado democrático y el recuerdo republicano.
Bibliografía
— AZPÍROZ, José María y ELBOJ, Fernando (1984): La sublevación de Jaca, Guara editorial, Huesca.
— CASTÁN ARA, José Carlos (1996): El frente de Serrablo (1936-1938), Ayto. de Sabiñánigo, Instituto de
Estudios Altoaragoneses, Museo Ángel Orensanz y Artes de Serrablo, Sabiñánigo.
— GÓMEZ, Esteban C. (1996): La insurrección de Jaca. Los hombres que trajeron la República, Escego, Barcelona.
— GÓMEZ, Esteban C. (2002): El eco de las descargas. Adiós a la esperanza republicana, Escego, Barcelona.
— SATUÉ OLIVÁN, Enrique (2000): Caldearenas. Un viaje por la Historia de la Escuela y el Magisterio rural, Ed.
del autor, Huesca.
— VICIÉN MAÑÉ, Enrique (1998): La II República en Jaca. Una época diferente, Envima, Barcelona.
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La Prensa jaquesa
ENRIQUE VICIÉN MAÑÉ
En Jaca hay un periódico que cada semana acude fiel a su cita con los lectores. Lo
extraordinario del caso es que este hecho viene produciéndose desde 1881, cuando
El Eco del Pirineo Central inició una singladura en la que, un año después, El Pirineo
Aragonés tomó el relevo. Y así hasta hoy.
El primer periódico impreso en la ciudad, no obstante, todavía es anterior, de 1866.
Se llamaba El Pirineo Central y tuvo corta vida antes de ser suprimido por orden militar. Nacía así una fecunda tradición periodística en la ciudad, que en tres siglos diferentes ha visto nacer una veintena de cabeceras, aunque ha lamentado (más o
menos) la desaparición de casi todas ellas.
Esta proliferación de medios hace más fácil, y sobre todo más interesante, cualquier
mirada al pasado. Hubo periódicos diarios (El Eco de la Montaña y Jaca Española), semanales (casi todos), decenales (El Anunciador) y quincenales (Fígaro); de gran tamaño (El Pirineo Aragonés y La Unión) y de pequeño formato (La Montaña); longevos (El Pirineo Aragonés, desde 1882, y La Unión, entre 1907 y 1941) y efímeros
(Fígaro apenas duró dos meses); de izquierdas (El Eco de la Montaña y Jaca, 12 de diciembre) y de derechas (casi todos los demás); literarios (Ayer y Hoy) y hasta ilustrados (Fígaro). Y sobre todo, hubo lectores. Y coleccionistas de periódicos que han sabido preservar una memoria hecha de tinta y papeles, hoy amarillentos, en los que
se han conservado ecos de casi todo lo ocurrido en Jaca y su comarca.
Junto a los nombres de estos periódicos, para la historia de la prensa jaquesa han
quedado también los nombres de dos familias que han estado detrás de los proyectos más ambiciosos y duraderos. De la imprenta de Abad, y casi siempre con el amparo del duque de Bivona y una adscripción liberal, salieron a la calle La abeja del Pirene (1874), La Montaña (1896) y La Unión, así como otros periódicos impresos en
las mismas máquinas pero con diferentes mentores. A la familia Quintilla, a la que
sucedió en el empeño Manuel González Chicot y luego sus descendientes, le cabe
el honor de poner en marcha El Eco del Pirineo Central y El Pirineo Aragonés, que acabaría convirtiéndose en el decano de la prensa aragonesa.
El semanario liberal La Unión se editó desde 1907 hasta 1941
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Comarca de La Jacetania
Y esta abultada sucesión de periódicos vivió su particular «edad de oro» en la década de los 30 del siglo XX, coincidiendo con el período republicano. Durante cuatro años, La Unión los jueves, Jaca, 12 de diciembre los viernes y El Pirineo Aragonés los
sábados, satisfacían, respectivamente, a los fieles del credo liberal, izquierdista y
conservador. Como la propia República, también los periódicos fueron víctimas del
levantamiento militar y hubieron de adecuarse a los nuevos tiempos de guerra y dictadura. Los periódicos de Abad y el de Quintilla cedieron parte de su protagonismo a un diario patriótico llamado Jaca Española, que se imprimía alternativamente
en los talleres de uno y otro ante la falta de material para hacerlo en uno solo. Jaca,
12 de diciembre, que fue órgano de los republicanos, luego de la UGT, y desapareció
bajo la descripción genérica de «periódico de izquierdas», volvió a ver la luz, en
plena guerra, en Broto, con el escueto nombre de Jaca, con la silueta de la Peña
Oroel en su cabecera y como periódico del batallón que se había formado con muchos de los militantes que habían logrado salir de la ciudad. Con la victoria de los
“nacionales” murió este periódico y quedó sin razón de ser Jaca Española. La muerte en la propia guerra de un hijo de Fausto Abad dejó a éste sin un sucesor que tomase las riendas de La Unión. Y desde 1941 sólo quedó El Pirineo Aragonés, que ha
ido adecuándose a los tiempos y viaja actualmente cada viernes por los rincones
más alejados del mundo en busca de sus numerosos suscriptores.
En la actualidad, la vigorosa historia de la prensa jaquesa sigue alimentándose con
la revista trimestral Jacetania, que acumula más de cuarenta años de vida. En la comarca, sólo en Hecho se edita una publicación generalista de forma periódica. Se
trata de la revista Bisas de lo Subordán, que aparece dos veces al año (junio y diciembre), y que tiene también su precedente, La Hoja del Valle de Hecho, una revista mensual que se publicó entre 1913 y 1924.
Cabecera del número extraordinario de El Pirineo Aragonés, del 18 de julio de 1928, con motivo de la
inauguración del ferrocarril internacional de Canfranc
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