Cabildo CABILDO: Pueblo del interior como muchos, pocos

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CABILDO: Pueblo del interior como muchos, pocos habitantes, lugar donde yo ANA
IRENE METZ nací el 15 de agosto de 1928, siendo hoy parte de nuestro querido
Centro de Jubilados y Pensionados “Vivencia”
Nieta de inmigrantes alemanes e italianos; fuimos 10 hermanos que crecimos en un
lugar humilde y de mucho trabajo, donde a pesar de todo no faltó la compresión, el
amor y la unión entre nosotros; concurrí a la Escuela Nº 27, ya centenaria desde 1º a
6º grado recordando con mucho cariño aún a mi maestra de 1º grado ESTELA
ESTEVEZ, también los juegos de los recreos con mis compañeras: rayuela,
escondida, payana.
Terminada la etapa escolar, previo examen las jóvenes podíamos ir al campo en
calidad de maestras colaboradoras a dar clases a niños que no podían concurrir a la
escuela por las distancias, así acompañando en la tarea a niños y niñas que hoy son
personas que habitan nuestro pueblo y que siempre recuerdan aquellos tiempos.
También fui empleada doméstica en distintas casas de nuestro querido Cabildo, etapa
de la que también guardo buenos recuerdos adquiriendo también allí experiencias en
lo que sea trabajo, relaciones familiares, amistades que luego volcaría en mi propio
hogar y ambiente.
Mis hermanos varones todavía niños a veces debían trabajar en las tareas rurales
para colaborar también en el sostén del hogar.
Así fueron pasando los años y llegada la juventud fue la época de bailes familiares,
carnavales, corsos, romerías y así fue donde conocí a quien después sería mi esposo,
Victor quien ya se adelantó en el camino hace 15 años; muy felices épocas con muy
gratos recuerdos, nacimientos de nuestros hijos: Rosa, Guillermo y Norman. Mi
esposo era trabajador rural, por lo tanto lo acompañé desempeñando tareas de
cocinera en distintos establecimientos rurales donde sola debía cocinar para 30 o 40
esquiladores en la época de esquila, similar cantidad de gente en la época de la
cosecha, donde todo se hacía con elementos muy rudimentarios; época de mucho
sacrificio, trabajo, a veces sin tregua, sin vacaciones o descanso con la familia, pero
aún así buenos recueros atesoro donde luchando en forma unida conseguimos tener
una casa y también un modesto auto para disfrutar con los hijos.
Recuerdo los acontecimientos familiares en casa de mis padres: bautismos,
casamiento, comuniones, día de la madres, día del padre, fiestas de fin de año donde
todos nos reuníamos para compartir, por supuesto una multitud éramos:
Enfermos mis padres, cuidé de ellos hasta su fallecimiento junto a mis hermanos
dejando de lado todos los quehaceres.
Ya mis hijos Rosa y Guillermo debían concurrir a la escuela, por lo que me instalé en
la localidad para su acompañamiento, también llegó el momento de ingresar a mi hijo
menor Norman por lo que ya permanecí siempre en Cabildo.
Llegó la época del tejido con máquina industrial, aprendí a tejer y realizaba trabajos
para afuera, con el ánimo también de colaborar en el mantenimiento del hogar,
siempre yo estaba dispuesta a aportar como sea y ayudar también en lo que se
presente. Y fue así como en el año 1978 llegué al Centro de Jubilados y Pensionados
“Vivencia” junto con mi esposo donde integré la subcomisión: arduo trabajo que
realizamos en conjunto; época en que el centro se estaba iniciando, por lo tanto se
organizaban rifas, cenas, festivales a beneficio donde todos nos brindábamos con total
dedicación.
Año 1980 y 1985 llegaron nuestros nietos, a los que también dediqué, o mejor dicho
disfruté gran parte de mi tiempo, ya sea tejiendo para ellos, cuidándolos en alguna
oportunidad o solamente compartiendo sus horas de crecimiento, juegos, paseos y
también ayudando a su educación cuando era necesario; aún así hacía tiempo para
compartir con mi gente del Centro, alguna excursión o paseo diario donde
recordábamos con nostalgia épocas pasadas.
El Centro de Jubilados creció y sigue creciendo, se realizan allí muchas actividades,
donde sigo formando parte de la comisión y en donde desde hace años preparo el
chocolate para los campeonatos de canasta, truco y bingo que se realizan allí. Siento
este lugar como mi segundo hogar. Todos los días de mañana, o tarde allí voy para
colaborar además en la atención al público o simplemente para compartir ratos de
charla y por qué no de mate.
Comparto la casa con mi hijo, por lo que limpio, cocino, plancho (lava el automático)
para dos, cuido el jardín, tareas que hago sola, ayudándome una vez a la semana a
alguna persona que ofrece sus servicios.
Yo: ANA sigo día a día con estas actividades, que siento me ayudan, me dan energía,
me entretienen, y también me hacen olvidar algún dolorcito que por los años quieren
aparecer.
Nosotros, sus hijos, admiramos el empuje, con sus 83 años y algunas fuerte caídas
que la vida le presentó, supo levantarse, perseverando en lo que se propone, voluntad
a flor de piel, colabora también en la parroquia “San José” donde es famosa por la
cantidad de porciones de locro que vende para el 9 de julio (tradición en la parroquia).
Hoy donde se escucha tanto lamento e inquietud de personas jóvenes o siente
cualquier obstáculo como que se terminara el mundo sentimos que esta historia y
otras tantas son ejemplo a imitar.
Ana Irene Metz
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