Soy la cabeza de una niña de trece años que está separada de su

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Soy la cabeza de una niña de trece años que está separada de su cuerpo hace
ciento dieciséis años.
Me transportan en un avión, dentro de una caja, que lleva en sus manos Raúl
Florentín, embajador paraguayo en Alemania. Nos dirigimos hacia el Paraguay.
Durante años fui expuesta encima de una repisa de la Sociedad Antropológica de
Berlín, bajo un epígrafe que rezaba: "Cráneo de una india Guayaquí, de frente y
perfil". Mi mirada fija hacia adelante, rodeada de puntas de lanzas.
Antes de enviarme a Berlín estuve en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata.
Allí el doctor Lehmann investigó las proporciones de mi cráneo, de mis
extremidades y de mi tercer dedo del pie derecho. Después serruchó mi cuerpo en
dos y lo etiquetó como: esqueleto sin cráneo N° 5.602 perteneciente a una “india
Guayaquí”, de nombre “Damiana”, fallecida en el Hospital Melchor Romero en el
año 1907.
Cuando mi cuerpo todavía estaba unido a mi cabeza y yo era una niña de trece
años que trabajaba como sirvienta en la quinta de la familia Korn, el doctor
Lehmann me estudió por lo que él denominaba “desenfreno sexual”.
Según él, yo me consagraba a la satisfacción de mis deseos con “la espontaneidad
instintiva de un ser ingenuo”. El Dr. Lehmann quería conocer las huellas o rastros
de mi anormal comportamiento. Para esto, tomaba fotografías de mi cuerpo
desnudo y comparaba mis proporciones con las de niñas alemanas de idéntica
edad.
Todo esto porque cuando me hice mayor me enamoré de un joven. Por las noches
huíamos a un bosque cercano y nos besábamos. A veces dormíamos en el suelo,
sobre la tierra y yo soñaba con un caballo que era cortado en muchas partes y en
vez de desangrarse, humeaba.
A la casa de la familia Korn me trajeron a los dos años desde Encarnación,
Paraguay. La señora me enseñó a hablar castellano y alemán, y me hizo trabajar
como sirvienta. Eso hice hasta que me echó.
Viajo dentro de una caja. Vuelvo después de demasiado tiempo. Deshago un
camino que anduve mucho tiempo atrás cuando tenía un cuerpo, una familia y un
nombre verdadero.
En Asunción del Paraguay me entregan a otras manos que me llevan en un
colectivo hacia Encarnación. Hace mucho calor. Allí me esperan cuarenta indios
Guayaquíes. Me sacan de la caja y me miran. El hombre más viejo pinta su frente
con carbón, azúcar y escupitajo; me toma en sus manos como si fuese una
criatura, me lleva por un sendero y me deposita adentro de un pozo en el claro de
un bosque. En el pozo me reencuentro con mi cuerpo. La otra parte de mi cuerpo.
Cinthia De Levie 2012
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